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Morgan, Edmund 0 lnvenecon af Hieklo, d

Yuen Ares: INOX] tdi PRIMERA PARTE


154
Orígenes
) bna j 2006
Av qer
Nada es más sorprendente para aquellos que se ocupan de los asuntos
hu-
manos con mirada filosófica, que ver la facilidad con la que las mayorías
son gobernadas por las minorías; y observar la implícita sumisión con la
que los hombres renuncian a sus propios sentimientos y pasiones a cambio
de los de sus gobernantes. Cuando investigamos por qué medios se produ-
ce esta maravilla, encontraremos que así como la Fuerza está siempre del
: y lado de los gobernados, quienes gobiernan no tienen otra cosa que los
D Í
apoye más que la opinión. Es, por lo tanto, sólo en la opinión donde se fun-

David Hume, “De los primeros principios del gobierno”,


Ensayos y tratados sobre varios temas, 1758.

Podemos tal vez preguntarnos si hoy la fuerza está siempre del


lado de los gobernados, e incluso si siempre lo ha estado, pero en
general las observaciones de Hume pueden ser aceptadas. Dicho
de otra manera, todo gobierno descansa en el consentimiento, ob-
tenido de alguna manera, de los gobernados. Y a la larga, la me-
ra fuerza, por más que esté totalmente a disposición de los po-
cos que gobiernan, no constituye una base suficiente para
inducir el consentimiento. Los seres humanos, aunque más no
sea para mantener una apariencia de dignidad, deben ser per-
suadidos. El consentimiento debe ser sostenido por opiniones.
Los pocos que gobiernan se ocupan de alimentar esas opinio-
nes. No es tarea fácil, pues las opiniones que se necesitan para ha-
cer que las mayorías se sometan a las minorías, a menudo se dife-
rencian de los hechos observables. Así pues, el éxito de un gobierno
requiere la aceptación de ficciones, requiere la suspensión volun-
taria de la incredulidad, requiere que nosotros creamos que el em-
perador está vestido aunque podamos ver que no lo está. Y, para
' reordenar lo dicho por Hume, la máxima se extiende
a los más li-
bres y más populares gobiernos, así como a los más despóticos y
EDMUND S. MORGAN
dl
ORÍGENES e
más militares. Los gobiernos populares de Gran Bretaña y los Es-
que dependemos
z n Dado que es un tanto incómodo reconocer
nombre más
z ficciones ta: O co Q 1 OS ]
obier

tanto de las ficciones, les damos por lo general algún


des evidentes por sí
enaltecedor. Podemos proclamar que son verda
7

| Todo gobierno necesita hacer creer en algo, Hacer creer que


porque implica nues-
el rey es divino, que es justo y que la voz del pueblo es la sol de mismas, y esa designación no es inapropiada,
o las protege de todo
Dios. Hacer creer que el pueblo tiene una voz o hacer creer que los tro compromiso con ellas y al mismo tiemp
la actualidad como
representantes del pueblo son el pueblo. Hacer creer que los go- desafío. Entre las ficciones que aceptamos en
Jefferson consagró
bernantes están al servicio del pueblo. Hacer creer que todos Sol evidentes por sí mismas están las que Thomas
la de que todos los hom-
hombres son iguales o hacer creer que no lo son. en la Declaración de la Independencia,
encia al gobierno
El mundo político de las simulaciones se mezcla con el mun- bres son creados iguales y la de que deben obedi
de su consenti-
do real de extrañas maneras, pues el mundo de las simulaciones sólo si es su propio agente, si esta autoridad deriva
proposiciones
puede con frecuencia dar forma al mundo real. Para ser viable, pa- miento. Sería difícil, si no imposible, demostrar estas
más fácil, con la clase de
ra cumplir con su propósito, sea cual fuere ese propósito hna de con pruebas fácticas. Podría ser un tanto
trar cualquier
ción debe tener una cierta semejanza con los hechos. Sise aparta pruebas que generalmente requerimos para demos
no son creados
demasiado de los hechos, la suspensión voluntaria de la leia proposición discutible, demostrar que los hombres
ningún gobier-
dad se desmorona. Y, a la inversa, podría desmoronarse si los he- iguales y que no han delegado autoridad alguna a:
s no son discutibles, y
chos se alejan demasiado de la ilusión a la que queremos que se no. Pero las verdades evidentes por sí misma
sociedad.
parezcan. Dado que las ficciones son necesarias, dado que eS o- desafiarlas desgarraría la trama misma de nuestra
uso de la pa-
demos vivir sin ellas, a menudo nos esforzamos, para E No es el propósito de este libro desafiarlas, y mi
stado las con-
labra “ficción” no tiene esa intención. Me han mole

ay
desmoronamiento, por cambiar los hechos con el propósito de
no he podido encon-
que coincidan con la ficción, para hacer que nuestro mundo se notaciones peyorativas de esa palabra, pero
menos a los que
amolde más a lo que queremos que sea. A esto a veces lo llama- trar otra mejor para describir los diferentes fenó
lectores que perseve-
mos, de manera muy apropiada, “reforma”, cuando la ficción asu- la he aplicado. Sólo puedo esperar que los
cualidades ficcio-
me el mando y modifica la realidad. ren hasta el final del libro reconozcan que las
amenazan los
Aunque las ficciones permiten a las minorías gobernar a las nales de la soberanía popular sostienen más que
ién reconoz-
mayorías, no sólo las mayorías se ven limitadas por ellas. En la valores humanos asociados a ella. Espero que tamb
parte de aquellos
mezcla extraña de la simulación política y la realidad les ocos can que no atribuyo engaño o fingimiento por
inadas, fic-
que gobiernan, al igual que los muchos gobernados los en- que emplearon o sostuvieron las ficciones aquí exam
la incredulidad.
contrarse a sí mismos limitados —incluso podios decir “re- ciones en las que suspendieron voluntariamente
la maravilla que
formados" — por las ficciones de las que su autoridad depende Mi propósito no es desacreditar sino explorar
nosotros se somete
No sólo la autoridad, sino también la libertad, pueden de a Hume señala, el hecho de que la mayoría de
minoría de nosotros.
de las ficciones. Es más, la libertad podría depender, do ranit voluntariamente a ser gobernada por una
maravilla son indu-
que parezca, de las propias ficciones que sostienen la autoridad Las opiniones a las que Hume atribuye esta
n aquellas que
Tal ha sido el caso, por lo,menos en el mundo anglonorteameri- dablemente de muchas clases, pero me preocupa
llamarlas ficciones
cano; y la libertad moderna, para bien o para mal, nació, o que parecen desafiar toda demostración. Prefiero
s, porque lo que
deberíamos decir fue inventada, en ese mundo y continúa nu- en lugar de verdades evidentes por sí misma
o no parecía serlo
triéndose de él. aceptamos ahora como evidente por sí mism
hace tres o cuatro siglos.
16 dl
EDMUND S. MORGAN

En la época en que se fundaron las colonias


Inglaterra, las ficciones que sostenían
norteamerica
nas de 1. El derecho divino de los reyes
al gobierno —y a la libertad—
eran casi todo lo contrario de lo que
aceptamos hoy. Los ingleses
del siglo xvI y principios del xvn afirmaba
n que los hombres ha-
bían sido creados desiguales y que le debí
an obediencia al gobier-
no porque el Creador había dotado a su
rey con su propia autori-
dad sagrada. Estas proposiciones también
eran ficciones, requerían
la suspensión de la incredulidad, y desafiab
an toda demostración La monarquía siempre ha necesitado estrechos lazos con la di-
tanto como aquellas que ocuparon su lugar
. ¿Cómo fue entonces vinidad y, en el mundo occidental por lo menos, la política se ha
que una ficción cedió su lugar a la otra?
¿Cómo es que el derecho mezclado promiscuamente con la teología. Si las teologías cristiana
divino de los reyes dio lugar a la soberanía
del pueblo? ¿Y cómo las y judía crearon para nosotros una deidad antropomórfica, la políti-
nuevas ficciones sostienen tanto al gobierno
de las minorías y refre- ca cristiana, y la inglesa en particular, creó un rey teomórfico. En al-
nan a las minorías para beneficio de las
mayorías? En otras palabras, gunas ocasiones, como ha mostrado Ernst Kantorowicz, los reyes
¿de qué manera el ejercicio y la autenticació
n del poder en el mun- fueron concebidos a imagen de Cristo, el hijo; en otras, a imagen
do anglonorteamericano tal como lo cono
cemos comenzaron a del Dios padre. Y en Inglaterra, las ficciones jurídicas que acompa-
existir? Estas son las preguntas para las
que he buscado respuestas. ñaban las funciones cotidianas del gobierno del rey lo dotaron con
La búsqueda empieza con la vieja
ficción, el derecho divino todos los atributos de la divinidad. Él era, por ejemplo, inmortal: no
de los reyes. Dado que hace mucho tiem
po hemos dejado de sus- podía admitirse que el rey alguna vez muriera. Y como Dios, el rey
pender nuestra incredulidad en este aspec
to, no tendríamos que era perfecto: no podía cometer ninguna injusticia, de modo que
tener ninguna dificultad en percibir sus
características de ficción. ninguna acción legal podía jamás ser lanzada contra él. Efectiva-
De todas maneras, gozó de una duración
mucho más prolongada mente, igual que Dios, era el dador de las leyes, pero, también co-
que la alcanzada hasta ahora por la sobe
ranía del pueblo. Al exa- mo Dios, actuaba de acuerdo con las leyes que él dictaba. Como
minar su funcionamiento durante los años
anteriores a su de- Dios, era omnipresente, pues en sí mismo él constituía el “cuerpo
rrumbe, podemos alcanzar alguna comprens
ión inicial de la ma- político” sobre el que reinaba. Pero como el hijo a quien Dios en-
nera en que las ficciones políticas pued
en a la vez sostener y vió para salvar a la humanidad, él era hombre a la vez que Dios;
limitar la autoridad del gobierno.
tenía un “cuerpo natural” a la vez que su cuerpo político, y ambos
eran inseparables como las personas de la Trinidad.!
Las racionalizaciones necesarias para sostener estos absurdos
eran tan complicadas como las necesarias para explicar la existencia
del mal en un mundo creado por un Dios benévolo y omnipotente.
Se los sostenía, al principio, para justificar la autoridad de un hom-
bre en vez de otro, un rey en vez de un emperador, un emperador o
un rey en vez de un papa, y para reconciliar a las mayorías con el go-
bierno de ese hombre. Pero finalmente y tal vez de manera menos
obvia, la ficción fue mantenida en Inglaterra como un instrumento
que daba a las mayorías un cierto control sobre el hombre al que la
ficción parecía someterlos de manera tan absoluta.
EL DERECHO DIVINO DE LOS REYES 19
18 EDMUND S. MORGAN
Jacobo jamás perdió una oportunidad de sermonear a sus
En la Inglaterra de la primera mitad del siglo xvi, la doctrina Parlamentos sobre este tema, y los Comunes en general aceptaban
del derecho divino de los reyes, tal como fue expuesta por Jacobo 1 esos sermones de buena gana. Es más, con frecuencia se hacían
e interpretada por su hijo Carlos I, llegó a su punto más alto. En eco de sus reclamos con tan buena disposición que nos lleva a sos-
esa época, cuando se estaban estableciendo las primeras colonias pechar un poco de sus intenciones. En la apertura de una sesión,
norteamericanas de Inglaterra, la contrarreforma estaba en pleno el presidente de la cámara repetiría la obvia fórmula de “que los
apogeo, y el derecho divino de los reyes se había convertido en reyes eran dioses visibles y Dios, un rey invisible”.* Cuando el rey
una ficción necesaria en los países protestantes. El papa se procla- reprendía a la Cámara de los Comunes por algo, ellos responde-
maba a sí mismo como el vicario de Dios en la tierra, único posee- rían con una aparentemente humilde reverencia: “Porque el rey
dor del poder de legitimar la autoridad secular, ya fuera directa- es un Dios sobre la tierra le responderé como le responderíamos a
mente o controlando la lealtad de los súbditos. Además, el papa
Dios en el cielo, es decir, con una plegaria”.? John Pym (que por su
no tenía la costumbre de legitimar la autoridad de reyes protestan- comportamiento político posterior él mismo fue llamado *rey”), al
tes. La manera de luchar contra la divinidad era con la divinidad. proponer una medida en la década de 1620, fue un paso más allá de
Y Jacobo 1, que reinó en Inglaterra desde 1603 hasta 1625, se ha- las atribuciones acostumbradas de omnipotencia y rectitud, y le re-
bía mostrado como el campeón del protestantismo al demostrar, conoció al rey la omnisciencia: “aunque sé que no podemos plan-
para satisfacción de los ingleses por lo menos, que Dios no tenía tearle a Su Majestad nada que él ya no sepa, es bueno en ocasiones
trato alguno con el papa (quien no era otra cosa que el Anticris- que el hombre exponga sus ideas ante sí mismo”.* Incluso cuando
to). Dios confería la autoridad directamente a los gobernantes le- Carlos I disolvió el Parlamento en 1629 (para no llamar a otro has-
gítimos, incluyendo a Jacobo l, y especialmente a Jacobo 1. Cual- ta 1640) porque los Comunes insistían en obtener derechos que él
quiera, incluyendo al papa, y especialmente el papa, que desafiara no reconocía, respondieron que ellos “obedecían al rey en todas
la autoridad de un rey desafiaba al mismo Dios.? las cosas ya que era lo más alto debajo de Dios”.?
Los ingleses aplaudían a su monarca concedido por Dios y Dado que el rey era el lugarteniente de Dios, de ello se seguía
[pis manifestaban una extravagante hostilidad contra Roma como que era supremo entre los hombres, o por lo menos entre los in-
prueba no sólo de la verdadera religión, sino también de patriotis- gleses. El gobierno era su gobierno, el pueblo, incluyendo a los
mo. El derecho divino del rey se convirtió en una declaración de
miembros del Parlamento, eran sus súbditos. Los miembros de la
independencia, en la base de la libertad de Inglaterra ante una po- Cámara de los Lores, aunque ocupaban esos sitios por derecho
tencia extranjera. Para parafrasear un dicho famoso del historia-
propio, eran súbditos, y los Comunes, que representaban al resto
dor Carl Becker en otro contexto, si la divinidad del rey era tan
del pueblo, eran súbditos, tanto de manera individual como en su
esencial para el gobierno independiente de la patria, difícilmente
calidad de representantes. En cuanto súbditos, no participaban de
podría permitirse que fuera ignorada en la patria misma. Jacobo
la autoridad del rey. Pero'los súbditos tenían derechos y los súbdi-
no tenía la menor intención de que eso ocurriera. Al defender su
tos ingleses tenían más derechos que los súbditos de otros reyes.
título contra el papa se tomó el trabajo de informar también a sus Era acerca de estos derechos que el rey y los Comunes a veces dis-
súbditos acerca de la enorme autoridad que sobre ellos le daba
cutían. El rey insistía en que esos derechos eran favores concedi-
Dios al designarlo rey. Como él era el lugarteniente de Dios, no
dos por él o por sus predecesores (y, por lo tanto, se podía pensar
podía hacer el mal, y dentro de su reino, el derecho que se le ha-
que eran revocables). Los Comunes, por su parte, aseguraban que
bía conferido y la autoridad que iba con él no podían ser cuestio-
los derechos eran sencillamente derechos, asegurados por leyes
nados.* Podía pedir consejo e información a sus súbditos en el
que podrían derivar su autoridad del lugarteniente de Dios, pero
Parlamento, pero la suya era una autoridad concedida por Dios.
20 oo S. MORGAN EL DERECHO DIVINO DE 9... 21

que de todas maneras lo obligaban a él porque eran justos, porque


eran representantes de los gobernados. Pienso que todavía hay al-
expresaban su voluntad divina, incluso si momentáneamente pen-
go que aprender acerca del gobierno de las mayorías ejercido por
sara de otra manera,
las minorías, de esas disputas, de la manera en que la Cámara de
. Las luchas entre el rey y los Comunes en las primeras tres déca-
los Comunes exaltaba al rey y disminuía a sus súbditos en el mismo
das del siglo XVI fueron en otros tiempos el punto central de los es-
acto de luchar por los derechos de éstos dentro de un gobierno
tudios históricos sobre ese período. Investigaciones más recientes
del que formaban parte y, a la vez, del que se mantenían aparte.
han mostrado que aquellas luchas no fueron totalmente lo que pare-
Las reglas del juego, si podemos llamarlas así, eran simples: la
cían ser. Muchas de ellas eran reflejo de divisiones que existían en la
primera era que el lugarteniente de Dios no podía equivocarse; la se-
propia corte del rey o en las filas de las oligarquías locales, y no ex-
gunda era que todos los demás (incluyendo a cualquiera que ocupa-
presiones de oposición al rey. Resulta que los líderes de las disputas
ra una banca en el Parlamento) eran simplemente súbditos. El some-
en la Cámara de los Comunes eran con frecuencia clientes de seño-
timiento aceptado a una autoridad intachable parecería dejar poco
res nobles. Y la Cámara de los Comunes aparece ahora considerable-
margen para la maniobra política. Pero la divinidad, cuando es asu-
mente disminuida como fuerza institucional con ideas y voluntad
mida por mortales (o les es impuesta) puede resultar más opresora
propias en el gobierno. Se nos ha mostrado que no usó el poder de
que la sumisión. Efectivamente, la atribución de la divinidad al rey
la tesorería de manera eficaz. Se nos ha mostrado que la obtención
probablemente siempre haya estado motivada, en cierta medida, por
de la iniciativa legislativa significó poco, pues durante estas décadas
el deseo de constreñirlo a acciones dignas de un dios. En la década
no se aprobó ninguna legislación importante.*
de 1690 los Comunes lo exaltaron a una altura tal que le impedía mo-
De todas maneras, en los registros de los debates aparecen de
verse sin riesgo de fracturar su divinidad, y desde el sometimiento a
manera abundante genuinas luchas entre el rey y los Comunes, lo
él elaboraron maniobras para dirigir su gobierno.
cual da muestras de una fuerte conciencia institucional entre los
Antes de analizar en detalle la manera en que lo hicieron, de-
miembros de la Cámara de los Comunes acerca de la independen-
bemos tener presente que ambos estaban actuando de acuerdo
cia de su Cámara respecto del rey y su corte. La Cámara de los Co-
con una ficción, que ni el rey ni los Comunes eran lo que cada
munes puede haber sido, como en el siglo XvI, un organismo usa-
uno fingía ser. Resulta bastante obvio que los primeros dos reyes
do por el rey para gobernar a su pueblo, pero también era, y no
Estuardo no estuvieron del todo a la altura del carácter que se atri-
sólo nominalmente, un organismo del pueblo al que gobernaba.
buían. Jacobo 1, que hizo las reivindicaciones más extravagantes
Los representantes, como trataremos de mostrar en el próximo ca-
de divinidad, era un hombre como cualquier otro, con muy poco
pítulo, han sido siempre tanto gobernados como gobernantes, y si
de divino en él. Y su hijo Carlos I, que lo sucedió en el trono en
* bien actuaban como una rama del gobierno, ellos no pudieron, ni
1625 y que creó una excelente fachada de majestad, resultó ser un
tampoco lo intentaron, librarse de su condición de súbditos. Co-
mentiroso empedernido. Finalmente logró que se lo decapitara
mo súbditos, estaban obligados a considerar al gobierno algo sepa-
porque sencillamente no era posible confiar en que cumpliera
rado, algo respecto de lo cual era posible, sin bien de manera muy
con los acuerdos que había hecho. No hay necesidad de insistir en
respetuosa, disentir y enfrentarse. Cualesquiera que fueran las di-
la decadencia humana de estos dos reyes, ni en sus pretensiones
visiones externas que pueden estar reflejadas en sus contiendas,
extravagantes de autoridad. El hecho de que la ficción del dere-
esos intrusos, incluyendo cortesanos y señores nobles, que lleva-
cho divino haya llegado a un punto alto en los reinados de dos
ban sus disputas a esta arena, tenían que aceptar las reglas del jue-
monarcas inverosímiles es quizás una indicación de la necesidad
go. Buscar apoyo en la Cámara de los Comunes era buscar el apo-
que los ingleses sentían de ella en un mundo bajo la sombra de la
yo de los representantes de los gobernados, precisamente porque contrarreforma.
22 | de EDMUND S. MORGAN
EL DERECHO DIVINO DE LOS REYES
Pero si ni Jacobo ni Carlos pare 2
cían estar cerca de la imagen
de Dios o de actuar como tal,
tampoco los Comunes se mos prácticamente se había hecho cargo de la Cámara de los Comune
9 actuaron como meros súbd - traron
itos, a pesar de la repetición desplazando a los burgueses locales de las bancas de sus distritos mi
2 ritual de
nicipales. Mientras esto ocurría, los monarcas de Inglate
rra había
que apenas estaban un po- sonreído, ampliando el número de bancas en la Cámara de
co más abajo que la nobleza, los Cc
es decir, la gentry*, a la que los munes, así como ampliaban el número de jueces en cada condad
y reinas Tudor del siglo reyes e
xvI habían usado para dar poder para conseguir de esa manera el apoyo de la gentry a las reform
dad a la monarquía en todo y autori- a
el país. Muchos de los que ocu drásticas en la organización religiosa y política de todo el país.
lugares en la Cámara de los Comunes eran paban Per
los hijos menores o los el apoyo político nunca se consigue a cambio de nada. Los
parientes de los pares del reino hombre
o los hijos mayores que todavía exaltados y jueces de los tribunales del rey en los condados se mostr:
habían heredado el no
título. No es necesario consid ban cada vez menos como súbditos cuando eran convocados a Wes
en general estaba ascendien erar si la gentry
do o decayendo económicamente, un minster para ayudar a redactar las leyes que ellos iban a hacer cun
tema sobre el que los historiadore
s no se ponen de acuerdo. Lo plir. Si bien el rey se proclamaba como la fuente de toda
ley y €
que parece indiscutible es que
estaban ascendiendo o habían dador de todo lo bueno, él sabía y los Comunes sabían (y sabían
cendido políticamente. El aument as- qu
o del poder real en Inglaterra él sabía) que ellos y sus pares eran una parte esencial de su gobiernc
en el nivel local se había producido
en gran medida aumentando que sin ellos, a menos que se desarrollara una nueva e inmensa bu
la cantidad y las funciones de
los jueces de paz en todos los
conda- rocracia real, el gobierno no podía funcionar. Si el gobierno es el gc
dos a expensas de las instituc
iones locales. Los nombramie bierno de las minorías sobre las mayorías, los miembros de la
reales reca ían siempre en caballeros, a men ntos Cámz
lleros que se sentaban en la Cám udo los mismos caba- ra de los Comunes, en sus localidades o en Westminster,
deben se
ara de los Comunes. En West
- contados entre los pocos.?
minster podían declarar su
sumisión al mejor de los reye Sería erróneo, pues, aceptar en sentido literal la identif
localidad proclamaban la sumisi s; en su ica
ón de todos los demás y ejercían ción de la Cámara de los Comunes con los súbditos. Pero serí
la autoridad del rey como si fuer
a propia. igualmente equivocado descartarla como carente de sentido. Lo
Pero los jueces no eran burócratas. miembros de la Cámara de los Comunes no ocupaban sus lugare
Eran aficionados, caballeros
que prestaban su propio peso en
sus comunidades para respaldar por derecho propio, como lo hacían los miembros de la Cámara d
ley y el orden de los que depend la
ían su Prosperidad y la autorida los Lores. Los Comunes era representantes, o como solían decir
del rey. Ciertamente, no todos d
los caballeros eran Jueces y no menudo “representadores”. Ellos, en efecto, alegaban representar:
los jueces eran miembros del todos
Parlamento; pero todos los juec todos los súbditos. La totalidad de las implicaciones de esa afirme
eran caballeros y muchos de los es
integrantes de la Cámara de los ción debe ser reservada para capítulos posteriores. Baste aquí señz
munes eran o había sido jueces. Co-
Durante los dos siglos precedentes, lar las limitaciones que esa representación imponía a los Comune
con la ayuda (a menudo exig s.
ida) de sus contactos nobles,
la gentry La representación es en sí misma una ficción, y al igual que otra
ficciones, podía restringir las acciones de aquellos que adhirieran
.
Grupo social de Propietarios
rurales ubicado inmediatamen ella. Porque afirmaban representar a todos los súbditos, los caballe
nobleza. Aunque el te
ros que ocupaban bancas en Westminster tenían que actuar
no sim
plemente para los de su clase, sino para todos los demás. Si
le dabas
carecían de privilegios e inmunida dinero al rey, lo daban en nombre de todos, y de la misma
des. Se trataba de ició mane
hereditaria, adsc
ripta a medios económicos. i i
[T.] ra, si luchaban por los derechos de los súbditos, tenían cierta
obl;
gación de luchar por todos los súbditos. No necesitaban hacerl
mM
EDMUND Ou... EL DERECHO DIVINO DE LOS REYES
25
por altruismo, No todo el pueblo
de Inglaterra disfrutaba de los
mismos derechos, dentro o fuer Parlamento eran aficionados a citar, no tenía mucho
a del Parlamento. Los caballer para decir
tenían derechos que no eran os sobre los derechos de los caballeros.
propios de los hombres comune
comienzos de su reinado, el rey s. A Las afirmaciones de los Comunes sobre los derechos universa-
Jacobo había insistido ante la
mara de los Comunes para que Cá- les estaban de alguna manera dictadas por las premisas de las que
se aprobaran leyes relativas a
za, para que ésta “fuera sólo excl la ca- provenían. La ficción de su propio estatus como representantes
usiva para los caballeros, y eso y
dentro del estilo de los caballeros. Pues no es ade la ficción del estatus del rey como lugarteniente de Dios exigían
cuado que los pa-
yasos practiquen estos deportes
”.10 Y los Comunes, caballer
que ellos hablaran en términos universales si es que iban a hablar.
dos, habían respondid os to- Incluso cuando reclamaban un privilegio exclusivo del Parlamen-
o con penas estrictas para proteg
sanes de los campesinos. Pero er a los fai- to, como la libertad de no ser arrestados durante las sesiones, los
cuando se trató de la libertad
arrestar, cuando de Comunes tenían cuidado de declararlo esencial para los derechos
se trató de la seguridad de la
propiedad, cuando
se trató del juicio por jurados, de todos los súbditos. “La vida del reino”, dijo sir John
los Comunes no pensaron que Eliot, “pro-
cosas fueran demasiado buenas estas cede del privilegio de esta Cámara”.1? “La libertad de esta Cáma-
para los payasos. Estaban, ind
blemente, más pre uda - ra,” dijo sir Edward Coke, “es la libertad de todo el país”.13 Haber
ocupados
por proteger sus propias propiedad
que por proteger las de los hom es dicho menos habría sido reducir su elocuencia a impertinencia.
bres de menor nivel, pero cua
hablaban de los derechos de los súbditos
ndo Es muy posible que los miembros del Parlamento no tuvieran
, no decían, ni querían
decir, los derechos de los caballer la intención de ser tomados de manera literal, no más que los
os, ni siquiera simplemente los ba-
der echos de los Propietarios. Com rones en 1215, o que el Congreso Continental estadounidense en
o representantes de los súbd
tos, hacían todo lo que podían i- 1776 cuando declaró que todos los hombres habían sido creados
en su posición, reconociendo
vez que había cierta majestad tal iguales. De todas maneras, a juzgar por lo que dijeron en los deba-
en la humanidad misma que podí
ser colocada en la balanza cont a tes internos y en su Petición de Derechos en 1628, la Cámara
ra la divinidad del rey. de
El hecho de que afirmaran ser súbd los Comunes aceptó las implicaciones de su posición. Ellos se con-
itos, simples hombres que
trataban con el lugarteniente de sideraban representantes no sólo de su propia clase, y ni siquiera
Dios, impulsó a los Comunes, co-
mo incluso pudo haber impulsado de los votantes calificados, sino también del resto de la población.
a los barones en 1215, a expre-
sar sus derechos en términos univ Su insistencia en que ellos eran simples súbditos, por poco realis-
ersales. Cuando enfrentaron al
rey Juan en Runnymede , se nos ha dicho, los barone ta que fuera, dio como resultado una definición de derechos que
en realidad, derechos sólo s reclamaban, se extendía a todos los ingleses. La Cámara de los Comunes no só-
para los barones, pero no
que dijeron. En su Carta Magna hici fue eso lo lo redactó la Petición de Derechos en términos absolutos y se opu-
eron que el rey, ya en proceso
de deificación, prometiera que no so con fuerza a todo intento de suavizar esos términos, sino
haría varias cosas desagradables que
a ningún hombre libre. De forma semejante, obligó al rey a aceptarla de tal manera que finalmente debió in-
los Comunes del si-
glo XVII, en sus protestas, reclam cluirla en los libros de leyes, junto con la Carta Magna, donde
osy peticiones, y particularme to-
en la Petición de Derechos de nte dos los hombres pudieran reclamar sus beneficios.!*
1628, afirmaron los derechos
dos los súbditos del rey a no tene de to- No es, quizá, sorprendente que la Cámara de los Comunes, al
r que pagar impuestos ni a ser
cerrados sin “el consentimiento en- interpretar su papel elegido, se haya sentido obligada a exigir los
común por ley del Parlamento”
el “debido proceso legal”.!! Limi y derechos para todos los súbditos. Lo que es más extraordinario es
tar su reclamo lo habría debilita
El rey era el lugarteniente de do. que ellos pudieran convertir el sometimiento de los súbditos y la
Dios, y se decía que Dios no resp
demasiado a las pers etaba exaltación del rey en un medio para limitar la autoridad de éste.
onalidades. La Biblia, que
los miembros del Al poner la rectitud, la sabiduría y la autoridad del rey en el plano

Mr o
EDMUND S. MORGAN
EL DERECHO DIVINO DE LOS REYES
2

carcelados hasta que el rey, habiendo convocado a un nuevo Parl:


mento, afortunadamente menos estricto, los liberó de mala gana
cc
mo una señal de reconciliación. En la época de la elección, Cornuz
lles estaba pidiéndole al rey la concesión de algunos privilegios, :
varios de los señores del condado se mostraban deseosos de dar un:
señal de paz no eligiendo a los dos hombres para Westminster. Le
dijeron a Eliot y Coryton que se habían enterado de “cuántas mane
ras Su Majestad había expresado su desagrado contra ustedes. Y Si
Majestad interpretará que la elección de ustedes es una afrenta a s
servicio; y así atraeremos hacia nosotros el disgusto del rey”. Si Elio
Esto no significa que el re y
no pudiera delegar autoridad y Coryton insistían en presentarse a las elecciones, sus vecinos má
ra hacer cumplir sus leyes. pa-
Thomas Egerton, que se iba poderosos “nos opondremos a ustedes todo lo que podamos”. De tc
a conver-
das maneras, Eliot y Coryton, que no eran hombres menos poderc
sos, fueron elegidos; y dado que eran hombres experimentados en e
vés de sus jueces, porque los Parlamento, no es sorprendente que sus adversarios fueran llevado
to como aquellos que eran jueces tan-
Juzgados tení lan las leyes a lajusticia y enviados a la Torre por un tiempo; además, exigieros
marse sobre la “conocida para infor-
volu ntad” del rey. Lo que hicieran una confesión pública de su culpa en el tribunal de
día transferir era suy que el'rey no po-
“participación con Dios”, que condado donde actuaban como jueces.!6
poder absl oluto “s ólo propio lo dotaba de un |
de él, de su Posición y de:su Lo que es significativo no es que los Comunes castigaran ul
na”. Era imposible que perso-
él “infundiera” en otros “la intento de influir en las elecciones, sino los fundamentos sobre
poder y los dones que Dios, sabiduría, el lo
deb ido a su posición, le hab que lo hicieron. Sir Robert Phelips, quizás el miembro más
do”.15 Eran esta sabidurí ía otorga- astut
de la Cámara de los Comunes en cada enfrentamiento con el re)
explicó la necesidad de proceder con particular severidad contr:
su nombre.
los poderosos de Cornualles: “Si la razón no me falla”, dijo en e
primer discurso después de conocido el asunto de Cornualles
En el nivel más simple podemo
s
ver cómo funcionaba esta “debemos ser muy precisos ante esta injuria para que ningún súb
tegia en ocasión de la indignaci estra-
ón de los Comune sen 1628 dito se atreva a arrogarse el juicio de Su Majestad”.!” Los hombre
elecc por una
de Cornualles habían tratado de anticiparse al rey, y aunque erar
hombres importantes en su condado, había que recordarles que
no eran más que simples súbditos. Como dijo sir Edward Coke,
a
exigir que hicieran un reconocimiento público y local de su
falta
“lo que me conmueve es que han entrado en el pecho de] rey com
si quisieran decir: “Su Majestad se sentirá Justamente provocado, y su
pondrá que apoyamos a Eliot y Coryton en contra de él”. Así pues, se
trepan al corazón del rey”.!* A ningún súbdito se le debe permitir su
bir tan alto como para que hable o actúe en lugar del rey. Deben
se:
obligados a bajarse y a morder el polvo, y deben hacerlo en Cornua

IAEA FUTUNA
FORTE UTE FUAOUTEOOOFITTITOFTOOTTAITEAEAOETITEA
lp

2
8 2. MORGAN EL DERECHO DIVINO DE LOS REVES

les, de modo que los súbditos comunes del lugar sean testigos de su Aunque la Cámara de los Comunes quedó en segundo lugar
iendo
humillación. en el caso de Montagu, el hecho de que continuara insist
a algún as-
; Los magnates de Cornualles fueron derrotados fácilmente, ya muestra su decisión de impedir que el rey compartier
que no pudieron alegar autorización del rey para lo que habían ejemp lo de esta deci-
pecto de su divinidad con un súbdito. Otro
hecho.!? ¿Pero qué habría ocurrido si el rey hubiera venido en su las sesiones, un
sión se produjo en 1629, cuando, al inaugurarse
a le habían
ayuda y ratificado que tenían un lugar en su corazón y que habían miembro hizo saber que los funcionarios de aduan
tonelaje y una
hecho lo que él en su sabiduría y rectitud Había querido que ellos embargado algunos artículos por negarse a pagar
e había
hicieran o hubiera aprobado lo hecho por ellos? Algo parecido ya tasa por cada libra de peso. El Parlamento normalment
para el monarca
había ocurrido en el caso de Richard Montagu en 1625. votado estos impuestos sobre las importaciones
expresa-
Montagu era un clérigo que había argumentado que la Iglesia por la duración de su reinado, pero se había negado
de Roma y la Iglesia de Inglaterra estaban menos apartadas que convocado para pedir
mente a votárselos a Carlos, y éste lo había
del Parlamento
Cristo y el Anticristo, y podrían algún día reconciliarse. Los Comu- la concesión de otros impuestos. Los miembros
los artículos
nes lo pusieron en prisión, lo censuraron por sus doctrinas, las se dieron cuenta rápidamente de que a menos que
impuestos
cuales, tuvieron el cuidado de señalar, eran contrarias a la demos- embargados fueran devueltos, la concesión de nuevos
y que el rey podía
tración hecha por el rey Jacobo de que el papa era el Anticristo. implicaría que el embargo había sido válido
sin su consenti-
Por este leve deshonor hecho al rey, la Cámara de los Comunes se cobrar tonelaje y una tasa por cada libra de peso
estaría
disponía a presentar a Montagu a la Cámara de los Lores para un miento.2 Si el rey lo hacía, en opinión del Parlamento
cometer
castigo más grave del que ellos mismos se atrevían a imponer, claramente cometiendo un error, pero el rey no podía
ocado s eran
cuando Carlos I, que acababa de ascender al trono, los disuadió errores. Por lo tanto, los que debían de estar equiv
al de ha-
con un mensaje en el que les informaba que había nombrado a los funcionarios de aduana, por no mencionar al tribun
eran súbdi-
Montagu su capellán.? ¿Había otra manera más clara de decir que cienda, que había aprobado el embargo. Todos ellos
rey. Se necesitaba
él aprobaba las doctrinas de Montagu? De todas maneras, aunque tos y habían hecho cosas malas en nombre del
a estos funcio-
los Comunes no estaban seguros de cómo continuar con el caso, un gran esfuerzo de la imaginación para disociar
encargado,
no sacaron precipitadamente la conclusión de que debían dejar ir narios del rey, particularmente cuando éste las había
que los autori zaba a
a Montagu porque el rey parecía haberle dado protección en su es decir, les había dado la concesión escrita
exaltar la
propio círculo de intocable divinidad. Sea lo que fuere que el rey cobrar tonelaje y una tasa por cada libra de peso. Pero
ilidad de los
pudiera decir, por muy alto que el rey pudiera tratar de elevarlo, rectitud del rey a la vez que se condenaba la culpab
rey dentro de su di-
lo cierto era que Montagu era solamente un súbdito. Aunque no funcionarios era una manera de confinar al
erudito John
estaba constitucionalmente claro que la religión estuviera dentro vinidad y mantener a los súbditos fuera de ella. El
os de manera co-
del alcance de la Cámara de los Comunes, Edward Alford, uno de Elden estaba seguro de que “aquello que hagam
la acusa-
los parlamentarios más experimentados de la Cámara, dijo que se- rrecta y justa no disgustará a Su Majestad”? y redactó
no haber una
ría la ruina del Parlamento si ellos no procedían contra Montagu ción contra uno de los oficiales de esta manera: “Al
peso por una ley
simplemente porque el rey les había dicho que no lo hicieran.? concesión de tonelaje y tasa por cada libra de
La Cámara de los Comunes continuó insistiendo en las acusacio- a sí mismo y a sabien-
del Parlamento, el funcionario se concedió
quien no podía
nes contra él en subsiguientes sesiones y solicitó al rey que lo cas- das el permiso para su propio beneficio”. Que
tigara e hiciera quemar su libro. El rey hizo quemar el libro, pero cometer ningún error había, a sabiendas, otorgado una conce-
25
castigó a Montagu convirtiéndolo en obispo de Chichester.?? sión, era algo que no podía admitirse.
EL DERECHO DIVINO DE LOS REYES 31
EDMUND S. MORGAN
cualquiera que aprobara lo que la Cámara de los Comunes desapro-
Como en el caso del asunto Montagu, el rey también intervi- baba. “Grande es el amor y la devoción de Su Majestad para sus súb-
no. Al afirmar que los funcionarios habían actuado según sus ór- ditos”, dijo Pym “se puede ver entonces fácilmente que él debe abo-
denes, aparentemente destruyó la acusación que los Comunes es- rrecer a este hombre que lo aleja de la justicia y la devoción”. De
taban preparando.** Esta vez la Cámara de los Comunes estaba en esta manera los Comunes daban por supuesto que sabían lo que que-
suelo más seguro. Selden presentó otra vez el dilema: “Si un cri- ría el rey mejor que sus funcionarios designados, mejor incluso
men cometido por un súbdito es un acto suyo, o si al seguirlas ór- que el rey mismo.
denes del rey se nos impide a nosotros actuar”.?” No lo impidió, De hecho, los Comunes estaban exaltando al rey hasta colo-
aunque les dio un respiro. Al final fue necesario mantener al pre- carlo en un punto en que quedara fuera del alcance de cualquier
sidente de la Cámara en su banca por la fuerza mientras aproba- mortal, salvo el de ellos mismos; hasta un punto también en que
ban resoluciones que condenaban no sólo a los funcionarios de su cuerpo político podría perder contacto con su cuerpo natural.
aduana, sino a cualquier otro súbdito que propagara opiniones Un gran número de cortesanos ambiciosos, según la opinión de
equivocadas sobre religión o sobre tonelaje y tasa por cada libra de los Comunes, continuamente se acercaban al oído natural del rey
peso. Todas esas personas, incluyendo comerciantes que pagaran para informarlo mal y así conseguir beneficios para ellos mismos.
los impuestos y los funcionarios de aduana que los cobraran, las Pero el rey, con su cuerpo político, deseaba siempre lo mejor para
personas que aconsejaran pagar esos impuestos y también perso- sus súbditos, para todos ellos, y seguramente ningún súbdito esta-
nas que trataran de introducir el papismo o el arminianismo; to- ba más capacitado para saber lo que era mejor para todos que los
das debían ser consideradas enemigos capitales del reino.2 Sencilla- representantes de todos los súbditos del rey reunidos. “Si algo no
mente no se podía admitir que tenían órdenes del rey para lo que sale como es debido,” dijo sir Robert Phelips, “no es el rey Carlos
hicieran o dijeran. Mientras el presidente de la Cámara se resistía en quien se aconsejó a sí mismo, sino el rey Carlos mal aconsejado
su silla, sir John Eliot hizo la profesión de fe formal que disociaba al por otros y engañado por consejos desviados”.?! Cuando se pre-
rey de tales enemigos capitales. “Hemos manifestado en todo lo que sentaron pruebas de que el rey había actuado contra la ley vigen-
hacemos,” dijo, “obediencia a él como lo más alto por debajo de Dios te, la Cámara de los Comunes o bien se negó a creer en ellas (co-
[...]. Nada se ha hecho entre nosotros que no sea aceptable para la mo dijo sir Thomas Wentworth: “Detesto a quien crea que el rey
justicia de Su Majestad; y como él es justo, no tenemos dudas de que debe dirigir esto. Sabemos que el rey no puede tener conocimien-
hace lo que es justo, que es lo que deseamos de él”.29 to.directo de estas cosas”), o bien le echó toda la culpa a quienes
Como se habrá observado, en tanto los Comunes castigaban realizaron el hecho (como dijo John Glanville: “Nuestra ley dice
el atrevimiento de los otros súbditos, se habían trepado ellos mis- que una orden del rey que contraríe la ley es nula, y el agente del
mos al corazón del rey. No se dijeron a sí mismos: “El rey es sabio acto queda solo. Si hubo una orden, fue en base a información
y bueno. Por lo tanto, hagamos lo que él quiere”, sino que dijeron: errónea”). DA
“El rey es sabio y bueno. Por lo tanto, debe querer lo que quere- Incluso aquellos que sufrieron por negarse a pagar el préstamo
mos”. Su manera de pensar se manifiesta claramente en el caso de forzoso no pudieron permitirse admitir que el rey tuviera algún cono-
Roger Manwaring, otro de los capellanes del rey, que había defen- cimiento de actos tan malvados. Sir John Eliot, recién salido de la pri-
dido el préstamo forzoso en un sermón que se había publicado. sión, se expresó con elocuencia acerca de la perfección del monarca:
John Pym, al solicitar su castigo, dedicó la mayor parte de su argu- “La bondad del rey”, gritó, “es como la gloria del sol, incapaz por sí
mento a demostrar que Manwaring en realidad había defendido mismo de toda oscuridad o eclipse, y sólo la nubes oscuras que se in-
el préstamo. Para demostrar a la Cámara que esto era razón para terponen nos dan la impresión de eclipse y oscuridad. Del mismo
el castigo, era suficiente manifestar que el rey debe despreciar a
32 com) S. MORGAN
EL DERECHO DIVINO DE LOS REYES 33

modo, debido a la obstrucción de algunos, la bondad del rey pue-


por sir Edward Coke, resucitó un procedimiento legal antiguo que
de parecernos oscura”. Era tarea del Parlamento disipar las nu-
equivalía a una acusación de incumplimiento de los deberes de fun-
bes, liberar al rey de los falsos consejos ofrecidos por súbditos ma-
cionario contra Mompesson. Como los Comunes carecían de pode-
lévolos, para que prevaleciera su verdadera sabiduría y justicia.35
res de Justicia, lo entregaron a la Cámara de los Lores; ésta respon-
Los miembros del Parlamento, indudablemente, eran también súb-
dió, de manera condescendiente, con una condena a cadena
ditos, pero habían sido investidos con la responsabilidad de repre-
sentar a sus iguales, los demás súbditos, yde informar al rey de
perpetua, que Mompesson eludió huyendo del país.?
cualquier abuso cometido por quienes pretendían actuar siguien-
Con este éxito a cuestas, la Cámara de los Comunes se lanzó a
perseguir a los peces gordos, y la corte de Jacobo l estaba tan llena
do sus órdenes. Estaba bien que ellos, pero sólo ellos, subieran has-
de corrupción que los peces gordos abundaban. El nombre del
ta el corazón del rey y expresaran las verdades colocadas allí por
lord Canciller, Francis Bacon, había emergido durante la lucha
Dios, aun cuando el mismo rey no se hubiera dado cuenta de ellas.
contra Mompesson y otros monopolistas como uno de los que po-
Al mismo tiempo, y de manera más significativa, correspondía
dría haber conspirado para engañar al rey. Cuando la Cámara co-
al Parlamento, en su calidad de más alto tribunal del país, castigar
menzó a investigar, encontró testigos que demostraron que Bacon
a quienes engañaban al rey, despojándolos de los privilegios espe-
había recibido sobornos en su propio tribunal. La Cámara de los
ciales obtenidos del rey gracias a sus mentiras, y volver a ponerlos
Comunes presentó otra vez el caso ante la Cámara de los Lores, y
en el mismo nivel de los demás súbditos. Durante los reinados de
cuando inevitablemente ésta lo encontró culpable, el rey no tuvo
Jacobo 1 y Carlos I, la Cámara de los Comunes se mantuvo ocupa-
da castigando a hombres malvados y corrigiendo las aprensiones más remedio que apartarse de él.?” Fue una experiencia embriaga-
dora para la Cámara de los Comunes. Si bien estaban alentados
del rey acerca de lo que él mismo realmente quería. No eran sola-
por grupos cortesanos, de todas maneras fueron los Comunes los
mente algunos intrigantes funcionarios de aduana los que lo acon-
sejaban mal para que les permitiera cobrar impuestos no autoriza-
que hicieron las acusaciones y así adquirieron la experiencia de
humillar a los más poderosos súbditos.
dos ni algunos clérigos perversos que trataban de engañarlo para
Cinco años más tarde, después de que Carlos ascendió al tro-
que volviera a someterse a Roma. Los súbditos más temibles eran
no y concedió al duque de Buckingham toda una serie de cargos y
los propios ministros y los favoritos del rey que lo rodeaban en su
poderes que ofendían a la Cámara de los Comunes y de hecho po-
corte. Se necesitaba mucho coraje para atacar a hombres a quie-
nían en peligro al reino, los Comunes estaban listos para lanzarse
nes el rey aprobaba tan directamente, y la Cámara de los Comunes
contra este potentado lleno de cargos. Habiéndose perfeccionado
no podría haberse atrevido a hacerlo sin el estímulo de rivales en
el proceso de acusación por faltas a los deberes de funcionario, co-
la misma corte del rey. Siempre existía el peligro de que él simple-
menzaron los procedimientos contra él en junio de 1626, pero
mente disolviera el Parlamento, siguiendo tal vez los pasos de
otros monarcas europeos hacia la monarquía absoluta.
Carlos lo salvó disolviendo el Parlamento.* Cuando volvió a reunir-
se otra vez en 1628, primero presentaron la Petición de Derechos y
La Cámara de los Comunes abordó el problema al principio
luego pusieron otra vez los ojos sobre Buckingham.
de manera oblicua, yendo tras los favoritos de los favoritos. En 1621
Esta vez, después de fracasada la acusación, prepararon un me-
enfrentaron a sir Giles Mompesson, un cortesano del marqués
morial de reivindicaciones (remonstrance) en el que se informaba al
(después duque) de Buckingham, el principal favorito de Jacobo 1.
rey acerca de todo lo que fallaba en su reino, cosas “que o bien Su Ma-
Gracias a la influencia de Buckingham, Mompesson había conse-
jestad desconoce, o bien algunos de los ministros de Su Majestad han
guido varios monopolios, lo que por supuesto no podía suponerse
ocultado con engaños que pudieran esconder sus propias malas in-
que el rey hubiera aprobado. La Cámara de los Comunes, guiada
tenciones”. La lista era larga: innovaciones en religión, innovaciones
34
EDMUND S. MORGAN
db
EL DERECHO DIVINO DE LOS REYES 35
en el gobierno, incompetencia en
el ejército y la marina. Al final
de la lista, venía el punto importante: puede uno preguntarse si el rey podría haberse mantenido al mar-
el origen de todos estos pro-
blemas era el duque de Buckingham.*% En los debates gen ante una Cámara de los Comunes tan decidida. Al lugarte-
dieron al documento, Coke había esta que prece-
blecido el niente de Dios podría haberle resultado imposible insistir de ma-
tar que “el duque de Buckingha tono al manifes-
m es la causa de todas nuestras nera indefinida en su apoyo a aquellos a los que la Cámara de los
miserias, y hasta que el rey sea info Comunes consideraba indignos de la divinidad.
rmado por este documento
nunca saldremos de esta sala Desafortunadamente para Carlos, pensó que podía ganar la
con honor, ni con honor Podr
perm emos
anecer aquí. Este hombre es la queja partida dándola por terminada. Después de 1629 se las arregló sin
de las quejas”. Otros
miembros adhirieron agregando que convocar al Parlamento durante once años, durante los cuales al-
“este hombre es demasiado
grande para ser un súbdito”, que “act gunos de sus miembros debieron de haber reflexionado acerca de
úa como si fuera el propio hi-
Jo del rey”. “Ningún poder por debajo las consecuencias posibles de exaltar al rey, especialmente a un rey
del rey”, dijo Selden, “debe
ser tan grande como el poder que este que parecía estar llevando a la Iglesia inglesa cada vez más cerca
hombre tiene”. La Cáma-
ra de lo Comunes resolvió en consecue de Roma. Los más puritanos debieron, incluso, haber evaluado la
ncia, incluso antes de que
el memorial de reivindicaciones fuer responsabilidad divina que los pensadores políticos calvinistas les
a redactado, que “el poder
excesivo del duque de Buckingham y habían atribuido a los magistrados menores o incluso al pueblo de
el abuso de ese poder son la
causa principalde estos males y peligros para el tener que corregir al gobernante equivocado. Pero cuando Car-
rey y para el rei-
no”.2 Cuando el rey recibió el memo los, que necesitaba desesperadamente fondos, convocó lo que dio
rial, inmediatamente después
de la Petición de Derechos, no hizo ning en llamarse el Parlamento Largo, en noviembre de 1640, la Cáma-
ún intento por disimular su
irritación. Una semana después hizo pasar a cuar ra de los Comunes volvió de inmediato a la tarea de derribar a
to intermedio al
Parlamento, y antes de que la Cámara aquellos que habían subido por encima del lugar adecuado de los
de los Comunes volviera a
reunirse, un ases ino les robó la presa. súbditos. Los culpables incluían a casi todos los que estaban cerca
No puede saberse cómo podría haber del rey: el conde de Strafford, el arzobispo Laud, el presidente del
continuado el enfrenta-
miento si Buckingham hubiera vivido. tribunal de justicia Finch, los jueces del tribunal del rey, la mayo-
Parece claro, sin embargo
que la Cámara de los Comunes esta ría de los obispos. Y otra vez las acusaciones eran las mismas. Straf-
ba aislando al rey en su majes-
tad, al reducir a sus súbditos más poderosos ford se había “trepado al trono”, había “asumido para sí el poder
a un nivel en el que
pudieran ser controlados por el Parl real”, había tratado de “equipararse al soberano”.*% Laud era toda-
amento, cercándolos con el
derecho divin o, manteniendo a todos sus súbd
itos
vía peor: “ha llegado al punto de colocarse por encima del rey, ha-
en su lugar, es
decir, el lugar de súbditos. De hecho, ciendo del trono su escabel”.** Los obispos que lo siguieron ha-
en la medida en que la Cá-
mara de los Comunes tuviera éxito, bían jugado con el monarca, habían “puesto sus manos sobre la
le estaban negando al rey el
derecho de delegar autoridad, salvo cuan corona”.*% Los jueces del tribunal del rey eran culpables de “gran-
do lo hacía asatisfacción
del Parlamento. El rey era divino yn O des ambiciones”.* Debido a que todos estos hombres se habían
tenía que rendir cuentas, pe-
ro aquellos a los que él autorizaba elevado por encima del nivel de súbditos, eran todos culpables de
a actuar en su nombre, no com-
partían ni la divinidad ni el privilegio alta traición. j
de no rendir cuentas que le
eran propios. Para los Comunes todo El rey mismo debía quedar sin mácula. Y otra vez los miembros
s sus funcionarios eran súbdi-
tos, y si actuaban en el nombre del se deshicieron en loas a su perfección. Cuando cada una de las víc-
re , lo hacían por su propia cuen-
ta. Se ha señalado que la Cámara de timas de la cólera de la Cámara de los Comunes acudía al rey en
los Comunes no podría haber
tenido éxito en sus ataques sin el concurso del busca de auxilio, aquélla convertía el pedido en un agravamiento
rey, pero también
del delito. Todos los funcionarios del rey estaban “obligados a dar
36
EDM 0. MORGAN EL DERECHO DIVINO DE LOS REYES
37
buenos consejos al rey. Y si por
falta de esto, él les ordenaba hace
algo en contra de la ley, su culpa r castigar, sino también porque la majestad del rey había sido de
y su castigo no disminuyen, sino al-
que se agravan por esa orden”.* gún modo manchada, su divinidad diluida, por la compa
Obtener la aprobación del rey ñía que
ra un hecho ilegal era lo mismo que pa- había preferido mientras evitaba la compañía del Parlam
tratar de poner laculpa en el ento. El
lugarteniente de Dios, de esc
onder la perversidad de un
“Dios visible” se había ido alejando demasiado del verdadero Dios.
detr ás del escudo de la divinidad del súbdito El cuerpo natural del rey había traicionado a su cuerpo polític
rey. o.
Pero si bien los Comunes parecier Los hombres que se reunieron en Westminster en noviembre
on retomar la política par- de
lamentaria donde la habían deja 1640 hacían los gestos de la sumisión, pero a pesar de sus expres
do en 1629, ya no se podía segu io-
manteniendo la farsa. Las ficcione ir nes persistentes de reverencia hacia el monarca, a pesar de la
s del derecho divino y del some
-
con-
timi ento de los súbditos habí
an sido forzadas demasiado,
centración de su ira sobre perversos consejeros, ya le hablaban al
por parte del rey, sino también no sólo rey con una severidad que desmentía esa subordinación que fin-
Por parte de los Comunes mismos.
En sus esfuerzo s iniciales de pon
er a los otros súbditos en su lugar, gían. Incluso antes de lanzarse sobre Strafford, aprobaron la Ley
los Comunes mismos habían com Trienal y consiguieron la aprobación del rey. De ahí en más, él
enzado a elevarse a una altura ya no
que no correspon día a un súbdito. En su propia insi podría evitar su compañía. El Parlamento iba a reunirse cada tres
la autoridad del rey era inaliena stencia de que años, lo convocara o no. Lord Digby, que iba después a votar en con-
ble y no podía
ser compartida, ha-
bían descubierto una manera de tra de la condena de Strafford y a retirarse al lado del rey, era
compartirla ellos mismos. Lo cier uno
es que, ya en 1628, estaban en el cam to de los partidarios más fuertes de la Ley Trienal; y dio como
ino que conduciría un siglo y razón
medio después a la responsabili
dad ministerial en manos del Par-
que no sería bueno “castigar y expulsar a los malos ministros [...] si
lamento. Phelips les había dicho no había una manera establecida para mantenera los buenos Lar
entonces que “el Parlamento
sirve tanto para dar nuestro consejo Impedir al rey que gobernara sin Parlamento era una manera
como para dar nuestros dine-
ros [...]. Nunca hemos sido más gloriosos que cuando de retener a los buenos ministros. Pero la mecánica de acusación
lora tanto el consejo de quienes el rey no va- por incumplimiento de los deberes de funcionario público que
lo rodean como valora el consejo es-
del Parlamento”.% Y Selden habí
a querido incluir una cláusula
taba usando el Parlamento era torpe. Los estados escoceses indica-
la Peti ción de Derechos por la que se pedí en ron un camino mejor cuando lograron, en septiembre de 1641, el

A
a que “todos los minis-
tros del rey deben servirlo sabiendo acuerdo del rey para elegir a sus consejeros sólo con “el consej
que de lo contrario responde- o y
rán al tribunal superior que es el Par la aprobación” de los estados de ese país. Un mes más tarde, el
lamento”.% Después de ha-
berse subido al corazón del rey, los Parlamento estaba discutiendo la misma idea. Los más audaces
Comunes estaban ya pensando
en su trono. sostenían que “todo lo que hemos hecho en este Parlamento no
es
En 1628 y 1629 lo único que habían nada, salvo una voz negativa en los nombramientos de los
más im-
hecho era mirarlo desde
lejos. No aceptaron la Propuesta de portantes funcionarios del rey y de sus consejeros, de los
Selden y no se veían a sí mis- que Su
mos desafiando la autoridad del Majestad estaba cautivo”.5! Si el rey iba a ser un cautivo
, debía ser-
rey. Sin embargo, no podían de-
jar de mantener un ojo en el tron
o mientras muchos de los otros
lo de la Cámara de los Comunes. Y los miembros del Parlamento
súbditos del rey parecían decididos a comparti consiguieron suficiente acuerdo como para cerrar su Gran Memo-
rlo con él, y en la ta-
rea de impedírselo a los otros, se acer rial de Reivindicaciones (Grand Remonstrance) del 1 de diciem
caban cada vez más a compar- bre
tirloellos mismos. El movimiento se aceleró con un pedido de aprobación parlamentaria de los consejeros.52
cuando el cierre obliga-
do de diez años de la Cámara de los Aunque el Grand Remonstrance no produjo inmediatamente la
Comunes llegó a su fin en 1640.
Se aceleró no sólo Porque encontrar responsabilidad ministerial que solicitaba, marcó el final de la políti-
on a tantos delincuentes para
ca del derecho divino, como sir Edward Dering señaló al oponér
se-

XMAMMANNT
38
o EDMUND S. MORGAN
le: “Cuando oí hablar
dicaciones [...] pen
sé que se denuncia 2. El enigma de la representación
ban ante el re
a reclamar hac
ia abajo, a contar histor
como de una tercera ias al fuebloy a hablar
persona”.5 Pero a eso del rey
había co nducido la
exal-

La ficción que reemplazó al derecho


divino de los reyes «
nuestra ficción, y en consecuencia
nos parece menos ficticia. Sol
mente un cínico entre nosotros se
burlará de la dedicación de Li
coln “al gobierno del pueblo, por
el pueblo y para el pueblo
Cualquier pensamiento serio podr
ía decirnos que todos los g
biernos son del pueblo, que todos declaran ser
para el pueblo
que ninguno puede ser literalmente ejer
cido por el pueblo. Per
el pensamiento serio también nos dirá
que la soberanía del puc
blo, por ficticia que sea, ha func
ionado. En Inglaterra y en Esta
Unidos, al menos, ha funcionado dc
durante tres siglos, suministrar
do a las minorías la Justificación para
su gobierno de las mayoría
y reconciliando a éstas con ese gobi
erno. Ha proporcionado la e:
tabilidad que los más recalcitrantes part
idarios del derecho divin:
habían declarado imposible, y tamb
ién ha proporcionado la fue:
za para los cambios políticos y socia
les que han llevado a nuestra
instituciones a una cercanía más
estrecha con sus propuestas.
Todas esas propuestas, de una mane
ra u otra, ratifican el pode,
la autoridad y los derechos del pueb
lo sobre su gobierno, a la vez qu
sostienen el poder, la autoridad y los
derechos del gobierno en vir
tud de la autorización dada por el
pueblo. El pueblo está conform:
do por los gobernados, y los gobernan
tes también son, por lo meno
en esta ficción, a la vez súbditos
y gobernantes. De qué manera
cont es;
radicción llegó'a ser aceptada por
la elite gobernante, así com:
también por las mayorías a quienes
aquéllos gobiernan, es lógica
mente desconcertante, pero históricamente
explicable. La explica
ción nos llevará desde el Parlamento
que desafió al rey en el siglo XVI
en Inglaterra hasta la convención que redactó
la Constitución de lo
Estados Unidos en 1787, pero debe
comenzar con una mirada má
detenida al enigma principal de la soberanía popular,
que expresa sus contradicciones de la instituciór
manera más obvia.
w
f'

40
som A MORGAN
EL ENIGMA DE LA REPRESENTACIÓN 41
¡ La representación en Inglaterra comenzó antes
de que se
pensara en el gobierno representativo o en la algunos hombres libres asistieron en persona, mientras que otros
soberanía popular.
Comenzó en el siglo xn como un modo de asegu enviaron delegados representantes, cada uno de los cuales tenía de-
rar o facilitar, y fi-
nalmente de obtener, el consentimiento al gobie recho a su propio voto y también a todos los votos de aquellos que
rno del rey. El rey
convocó a representantes de condados y municipios lo habían elegido como su representante. No representaba a nadie
para acudir a
su Parlamento provistos de plenos poderes legale que no le hubiera otorgado poderes específica e individualmente, y
s a fin de com-
prometer a sus electores a aceptar los impuestos o cualquiera podía cambiar de idea, revocar la delegación de su voto
las leyes que
aprobaran, Los poderes de representación tenían y asistir en persona. Así pues, descubrimos en los registros del se-
que ser totales
(plena potestas), de manera que ningún representa gundo día de reunión: “Se presentó John Langford de la Isla de
nte pudiera ale-
gar que debía regresar y consultar a sus electo Kent, caballero [...] que había dado su voz al elegir a Robert Phil-
res. Su consenti-
miento, dado en el Parlamento, debía ser tan pott, caballero, para que fuera uno de los representantes de los
pleno como si los
electores hubieran asistido en persona.** “Como si”. hombres libres de esa isla, y deseó revocar su decisión y estar perso-
La represen-
tación desde el principio fue en sí misma una ficció nalmente presente en la asamblea, y fue admitido”. Uno también
n. Si el repre-
sentante aprobaba algo, sus electores tenían que simul podía cambiar esa delegación de un hombre a otro después de que
ar que ellos
lo habían aprobado. la sesión hubiera comenzado. Así, “Richard Lusthead deseó revocar
' La manera en la que un grupo de súbditos fue conve su delegación (dada a Richard Gannett) y fue admitido e hizo que
ncido por
primera vez para fingir que uno de ellos iba a sustit Robert Clark fuera su delegado”. Los registros insinúan que se rea-
uirlos a todos no
está totalmente clara. Es posible que originaria lizaron elecciones de representantes en ciertas comunidades, pero
mente un represen-
tante sólo pudiera aprobar en nombre de los indiv aquellos que votaron en contra del ganador no estaban obligados a
iduos que especí-
ficamente le habían otorgado poderes y que aquell reconocerlo como su representante. Así, Cuthbert Fenwick asistió a
os que no lo ha-
bían hecho, aun cuando formaran parte de la misma la asamblea y “alegó que no apoyaba la elección del representante
comunidad,
no estuvieran obligados por sus acciones. Aunque los de St. Mary y fue admitido”.36
registros no
muestran una situación como ésa en los primeros Parla El resultado era una situación políticamente absurda: dentro
mentos in-
gleses, sí podemos observarlo en las primeras asambleas de la asamblea algunos hombres tenían solamente su propio voto,
representa-
tivas reunidas en la colonia inglesa de Maryland en mientras que otros tenían los votos de todos sus representados
la década de
1630. Mientras Carlos estaba gobernando sin una además del propio. En una ocasión un político aspirante llamado
asamblea repre-
sentativa en Inglaterra, no otorgó esa libertad para gober Giles Brent tuvo suficientes poderes (setenta y tres) como para
nar a quie-
nes había autorizado a fundar colonias en Norteaméri constituir una mayoría de la asamblea por sí sólo. En la década de
ca. La carta
de concesión a su amigo, lord Baltimore, le daba a éste 1640 la asamblea fue gradualmente reducida a ser sólo un cuerpo
el poder de
dictar leyes para Maryland, pero sólo con el consentimi estrictamente representativo, y cada comunidad en la colonia ele-
ento de los
hombres libres (liberi homines)establecidos allí 55 gía a un representante, por simple mayoría, que acudía en nom-
Baltimore delegó su autoridad en un gobernador, y en bre de toda la comunidad, incluyendo a la minoría de hombres li-
el pri- bres que habían votado en contra de él. Y él tenía un voto solo en
mer año después de la llegada de los colonos, el gober
nador apa-
rentemente convocó a los hombres libres para conse al asamblea, sin tener en cuenta el tamaño de la comunidad que
guir su consen-
Eimiento a varias leyes, como
representaba.5?
se había dispuesto. No tenemos
ningún registro de esta asamblea ni de cuántas El desarrollo original de la ficción de la representación en In-
personas asistieron.
Pero para la siguiente asamblea, en 1638, los regist glaterra puede no haber seguido este mismo patrón. Cuando la re-
ros muestran que
presentación comenzó en Inglaterra, las comunidades locales ya
E
EDMUND S. MORGAN EL ENICMA DE LA REPRESENTACIÓN
43

ran un lugar en el gobierno. Sin embargo, no venían


sólo como ca-
balleros o como representantes de caballeros. F ueran
cuales fuesen
sus poderes, en el país o en el exterior,
estaban en Westminster co-
mo representantes, no de su clase, sino de sus locali
dades.
De esto no se sigue que ciertas comunidades especi
ales fueran
caracter original (y con elegidas para ser representadas porque la gente dentr
tinuo) del representant o de ellas así
aquellos a quienes repres e como agente de lo hubiera deseado. La representación comenzó
entaba como una obliga-
. ción impuesta desde arriba, y con el paso de los
Fuera en Maryland o en años, especial-
In mente en el siglo xvi, el rey o la reina ampliaron la obliga
en el mundo anglonorte ción asig-
americano nando representantes a nuevos municipios, no
jaron de ser, como hasta porque los
entonces habían sido, mer
de personas individuales os apoderados residentes lo exigieran, sino más bien porqu
e caballeros rurales
, las comunidades que con poderosas relaciones persuadieron al monarca para
ban fueron definidas geo ellos representa- que con-
gráficamente. En Inglat cediera el voto a municipios donde podían estar
ban condados o municipio erra representa- seguros de con-
s. En Maryland y Virgin trolar las elecciones. El resultado fue que muchas
ban Plantaciones, sec ia representa- comunidades
ciones de condados
Inglaterra representaban o con dad os; en Nueva pequeñas obtuvieron la representación, mientras
ciudades o pueblos; en las que otras más
rroquias. Era posible ext Carolinas pa- grandes fueron ignoradas. Para principios del siglo
ender la ficción de un xvu la mayoría
de otro o de varios hasta hombre en lugar de los 462 miembros de la Cámara de los Comunes
el punto de representar a toda (cuyo número
una comu- había aumentado de los 296 de principios del
siglo xvI) estaba
compuesta de caballeros hacendados que en realid
- Pero, en Inglaterra y en ad no eran re-
menos, la comunidad est Norteamérica al sidentes de los municipios que los habían elegido.%
aba definida geográficame
de Kent o el municipio nte. Era la isla El número de personas que participaba en la elecci
de St. Mary; era Shropshir ón de re-
re, Norwich o Bristol; nu e o Staffordshi- presentantes dentro de un condado o municipio
nca fue la congregación se amplió de la
deros o Zapateros, nunc religiosa de ten- misma forma, sin que nadie lo pidiera. El voto de
a la asociación de agr los miembros
la asociación de dueños icultores de tabaco o del condado había sido restringido por una ley
de barcos. En los siglos parlamentaria de
ción de la representaci xv1 y XIX la fic- 1430 a los varones adultos, propietarios de tierras
ón fue en ocasiones explicada que produjeran
y defendida cuarenta chelines al año en rentas o productos.
En esa época cua-
renta chelines eran una suma importante, pero
para el siglo XVI la
inflación había hecho que la cantidad fuera meram
ente nominal,
expandiendo el sufragio en los condados hasta
quizás una quinta
parte de los varones'aduitos. :
La votación en los municipios se regía por la
costumbre y va-
riaba mucho de un lugar a otro; en algunos,
se extendía a casi to-
dos los habitantes varones libres; en
otros, estaba limitada a los
miembros de las corporaciones que gobernaban
el municipio. Las
votaciones municipales se ampliaron duran
te el siglo XvI1, cuando
la Cámara de los Comunes empezó a dirimir
las disputas electora-
les. Tales disputas aparecían en general cuand
o un candidato am-
44
EDMUND O...
EL ENIGMA DE LA REPRESENTACIÓN
45
bicioso traía votantes no calificados a las mesas de sufrag
io y abru-
maba a su adversario con ellos. Si el audaz candidato era colonia, y una vez allí, el pequeño número de hombres libres (accio-
favoreci-
do por la mayoría de la Cámara de los Comunes, ésta lo nistas) que había hecho el viaje abrió sus filas a todos los miembros
declaraba varones de la iglesia puritana ortodoxa. Acompañaron esta jugada,
elegido, y el sufragio en ese municipio era legalmente
ampliado a
partir de ese momento.% sin embargo, con una transferencia de la autoridad legislativa al
La composición de la Cámara de los Comunes era, gobernador elegido y a sus ayudantes.*!
por lo tan-
to, resuelta en gran medida por el rey al asignar-la Ahora bien, la carta de constitución de la compañía no auto-
representación,
o por la misma Cámara al decidir las disputas. Pero rizaba esa delegación del poder legislativo de los hombres libres.
ni el rey ni los
Comunes trataron de hacer que la base legal de la repre Por otro lado, tampoco ofrecía a colonos corrientes que no
eran
sentación
fuera otra que la geográfica. Los miembros podían, hombres libres (es decir, que no eran miembros de la compañía)
en efecto, ser
elegidos dentro de un estrato social estrecho, pero seguía ningún detecho a ser consultados acerca de las leyes que la com-
n siendo pañía pudiera dictar. Pero en 1632, cuando los ayudantes, actuan-
representantes de condados y municipios. Ningún
caballero podía
presentarse ante la Cámara de los Comunes sin la certif do en su recientemente asignada capacidad legislativa, aprobaron
icación de
un funcionario del gobierno de que había sido elegid un impuesto, el pueblo de Watertown se negó a pagarlo con el ar-
o por una
mayoría de votantes como representante de un conda gumento de que el gobierno no tenía autoridad “para dictar leyes
do o muni-
cipio específico. Y ese condado o municipio era considerad o exigir impuestos sin el pueblo”. El gobernador John Winthrop
o una les explicó que los ayudantes eran como un Parlamento, que fue-
totalidad que incluía a todos los residentes dentr
o de sus límites,
todos súbditos del rey, estuvieran o no en condi ron votados por los hombres libres y por lo tanto podían hacer las
ciones de votar.
Esta conexión local de cada representante en la Cámara cosas que el Parlamento hacía en Inglaterra.
de los
Comunes puede haber sido un accidente histórico surgido Esto pareció satisfacer a la gente de Watertown por el momen-
de la ma-
nera en la que la gentry había tratado de obtener escaño to, pero lo cierto es que los ayudantes no eran como un Parlamen-
s en el Par-
lamento. Pero para el siglo xvn la definición geográfica local to, porque habían sido elegidos en general y no representaban
de la ningún distrito o ciudad en particular. Aparentemente este hecho
representación se había convertido en un ingrediente esenci
al de fue rápidamente reconocido, pues dos meses después Winthrop
ella, de la misma manera que la representación se había
vuelto un
ingrediente esencial del gobierno inglés. Otra vez, el registraba que “cada pueblo eligió a dos hombres para que estuvie-
comporta-
miento de, los ingleses que se habían trasladado a Norte ran en la próxima corte, para opinar con el gobernador y los asis-
américa
puede ilustrar el punto. La colonia de Massachusetts fue tentes acerca de la venta de acciones públicas, de modo que aque-
fundada llo que ellos acordaran debía obligarlos a todos”.%2 Dos años
por una sociedad comercial, la Massachusetts Bay
Company, en la
que los accionistas, identificados como “hombres después los hombres libres de los pueblos revocaron el poder le-
libres”, tenían la
facultad de reunirse cuatro veces al año en una gislativo de los asistentes e insistieron en que todas las leyes fueran
“Corte General”, a
fin de dictar leyes para la compañía y para su colonia, y de elaboradas en la Corte General, que ya entonces debía incluir'a re-
elegir a presentantes (“diputados”) elegidos por los hombres libres de ca-
los funcionarios de la compañía, es decir, un gobernador
y diecio- da pueblo.% Los hombres “no libres” todavía no participaban en
cho “ayudantes”. A la compañía se le había acordado el poder,
igual la elección, así como la mayoría de los ingleses estaba excluida de
que a lord Baltimore en Maryland, para gobernar la
colonia como
considerara adecuado, pero no se le exigía obtener
votar por los miembros del Parlamento, pero este defecto no pare-
el consenti-
miento de los habitantes para sus leyes. La mayoría ce haber afectado la viabilidad de la ficción. Lo que se necesitaba
de la compañía
decidió en 1629 transferir el lugar de reunión de la compa no era que cada hombre, mujery niño participaran en la elección
ñía a la
de un representante, sino que la elección fuera percibida como la
46 % EDMUND S. MORGAN EL ENIGMA DE LA REPRESENTACIÓN ] 47

de una comunidad geográfica. Un repr


esentante tenía que repre- electores locales a obedecer las leyes y a pagar los impuestos propues-
sentar al pueblo de un lugar determinado;
dejaba de representar tos por el rey y sus consejos de barones y otros magnates. El consen-
cuan do perdía su identificación local. Una
asamblea representati- timiento dado por los caballeros y burgueses electos era el consenti-
va tenia que ser constituida. Tenía que
estar compuesta de las par- miento de las localidades particulares que representaban, y el mismo
tes del todo. La ficción de la represen
tación desaparecería si se la
estiraba para que todos los legisladores acto del consentimiento los identificaba como súbditos.
fueran elegidos en general Si los representantes hubieran en verdad sido, o hubieran se-
por todos los votantes, incluso en una
sociedad tan pequeña como guido siendo, meros súbditos, si hubieran sido simplemente los
la Bahí
a de Massachusetts en la década de 1630.
Este carácter local agentes de sus electores, con poderes sólo para consentir en nom-
de la representación estaba presente desd
e el principio en Ingla- bre de otros súbditos a las medidas propuestas por la autoridad de
terra, así como en las colonias de Ingl
aterra, y ha seguido siendo un gobierno del cual no eran, estrictamente hablando, una parte,
esencial hasta el día de hoy para la cred
ibilidad de la ficción.65 entonces, la ficción de la representación habría sido mucho más
Estrechamente relacionada con el requi
sito de que el represen- simple y un tema más plausible de lo que siempre en realidad ha
tante estuviera ligado a una localidad, estab
a la necesidad ya señala- sido. Es posible que en Inglaterra, la Cámara de los Comunes, du-
da de que fuera percibido como un súbd
ito del gobierno. Para po- rante algún tiempo después de su creación, continuara siendo
der represen tar a otros súbditos, debía él mism
o ser un súbdito. Los considerada de la manera en la que sus miembros tan a menudo
ayudantes de Massachusetts, aunque eleg
idos anualmente, estaban pretendieron que se la considerara: una reunión de meros súbdi-
en el otro lado de la cerca de los gobernad
os. Aunque obligados or tos, representando a varias comunidades de súbditos de todo el
las leyes que ellos tenían que hacer cump
lir, eran percibidos romo país. Todavía en 1677, un miembro de la Cámara de los Comunes
gobernantes, no como gobernados,
igual que el rey y el consejo que podía argumentar que “No nos consideramos parte del gobierno,
él nombraba, aunque limitados por la ley,
eran gobernantes, ES pues entonces el gobierno no sería una monarquía”.% El significa-
bernados. El rey y su consejo, el gobernad
or y los ayudantes, estaban do seguía siendo todavía suficientemente familiar como para que
ahí para ejercer la autoridad sobre toda
la so ciedad. Los representan- alguien se sintiera llamado a negar esa declaración. Pero ya para
tes estaban ahí para dar o negar el cons
enti miento de sus condados esa época era un poco arcaico, pues hacía mucho que los miem-
O pueblos o distritos part
jalicul
a: ares a lo que l os gobernantes hicieran.
Aunque la distinci bros del Parlamento habían dejado de actuar como meros súbdi-
ezó muy pronto a hace igui
siendo un ingrediente esencial ne la ficci tos. No se contentaban con dar o no su asentimiento a medidas
ón de Pe que les presentaban el rey y su consejo. En cambio, casi desde el
en la manera en que la gente pensaba acer
ca del gobierno. En Mas principio, habían elaborado medidas propias, presentándolas co-
sachusetts, el reverendo John Cotton,
que no era de ninguna mane- mo peticiones al rey, pero en realidad haciendo políticas de go-
ra un ingenuo, pensaba que un sistema
político que confundiera a bierno, haciendo leyes propiamente dichas.*%
gobernantes con gobernados, es decir, una demo
cracia, era una con- De forma semejante, en las colonias, las asambleas represen-
tradicción en los términos. “Si el pueblo
fuera gobernador”, se pre- tativas tomaron la iniciativa en el gobierno casi desde el principio.
guntaba, “¿quién sería el gobernado?”.5 Y en su opin
John Winthrop, los representantes del ión y eh la de En Maryland los hombres libres y sus apoderados, incluso antes de
pueblo, los diputados envia- que la representación fuera desarrollada completamente, no espe-
dos por las distintas ciudades a la Cort
e General de Massachusetts raron a que lord Baltimore o su gobernador les presentaran leyes
después de 1634, eran súbditos, mero
s sustitutos de los pueblos qu
los habían elegido.*” Eran como los para su aprobación, sino que ellos mismos prepararon sus leyes y
primeros representantes 21 : se las presentaron a él, como las leyes que regulaban la esclavitud
que el rey conv ocó a un Parlamento para hacer que
obligaran a e y la herencia, leyes sobre el cultivo del maíz, la venta de licor y el
48

A
ou MORGAN EL ENIGMA DE LA REPRESENTACIÓN 49
comercio con los indios.” En Massachusetts,
una vez que la Corte gara a su representante abría el camino para que ese representante se
General recuperó la autoridad legislativa en 1634,
no hubo duda de elevara por encima de la comunidad. El rey requería que la comuni-
que los representantes compartirían esa autoridad.
Pero fueron más dad local le otorgara plenos poderes (plena potestas) para actuar en
lejos. La Corte General era también la autoridad Judici
al suprema nombre de ella de manera tal que sus habitantes no pudieran repu-
de la colonia. Winthrop insistió en que los diputados
enviados por diar sus acciones si no les gustaba lo que él hacía. Además, las perso-
las ciudades no debían compartir esa autoridad,
porque eran meros nas seleccionadas por una comunidad para que la representaran en
súbditos, pero los diputados exigieron el derecho
a ocupar un lugar el Parlamento pertenecían desde el principio al grupo de los que po-
en los juicios sobre temas judiciales y consiguier
on lo que querían.” dían conseguir el asentimiento de esa comunidad en virtud de su
En Virginia la autoridad para hacer leyes estaba en
la Compañía de propio poder y prestigio.
Virginia, con sede en Londres, pero la compa
ñía convocó una El carácter de súbdito más que de gobernante del represen-
asamblea representativa en la colonia, en 1619,
y esa asamblea pre- tante fue, pues, un tanto dudoso desde el principio. Y su nexo con
sentó a la compañía una serie de leyes que, con la
aprobación de la la localidad que representaba también fue viciado ya desde el siglo
compañía, se convirtieron en las primeras leyes
promulgadas por XIV, cuando la gentry no residente empezó a comprar y a conseguir
una asamblea representativa en Norteamérica.?2
Tan pronto como los representantes empezaron por la fuerza las bancas del municipio, dejando de lado a dignata-
a hacer leyes y rios locales, pero menos poderosos. Una ley parlamentaria de
políticas para una sociedad más amplia que aquell
a a la que sus co- 1413 requería que un representante fuera residente del municipio
munidades pertenecían, no dejaron de ser súbdit
os, pero sí dejaron que lo elegía, pero los abogados en la Cámara de los Comunes
de ser meros súbditos. De la misma manera, aunqu
e no dejaron de ser pronto interpretaron que éste no necesitaba ser residente del mu-
agentes de las diferentes localidades, sí dejar
on de ser meramente nicipio que lo escogía.”* Una cierta conexión se mantuvo a través
eso. Las leyes que dictaban no sólo obligaban a sus
propias comuni- de la práctica de dar instrucciones al representante para votar a fa-
dades, sino a todo el reino, a todo el país, a toda
la sociedad. Al hacer vor o en contra de tal o cual medida, o de asegurar legislación que
política para un cuerpo más grande, tuvieron que
pensar en otros otorgaba ciertas ventajas locales. Pero los plenos poderes del repre-
términos diferentes de los de las necesidades y deseo
s de sus localida- sentante significaban que sus votos serían válidos aun cuando estu-
des; compartían la autoridad real, tenían que
pensar a la manera del vieran en directa violación de las instrucciones.?4
rey, tenían que pensar para la nación en lugar de
para su localidad. A medida que los representantes adoptaban el manto de la au-
El bienestar de lasociedad en su conjunto podría ser
diferente del toridad, estiraron la ficción de la representación para justificar la ate-
de cualquiera de sus partes o incluso de la suma de todas
las partes. nuación de sus lazos con los electorados locales. Puede ser conside-
En la medida en que asumieron la autoridad y dirigi
eron su atención rado'un paso en esta dirección cuando comenzaron, ya en el siglo
a lo que fuera que ellos percibían como el bienestar de
la totalidad, XIV, a argumentar que colectivamente representaban a todo el reino
los representantes necesariamente perdieron algo de su
carácter de y podían dar el consentimiento de cada uno de los ingleses para lo
súbditos y de agentes locales pára adoptar los atavíos
de una clase go- que hacían en el Parlamento. El Parlamento inglés nunca había in-
bernante nacional.
cluido a representantes de cada comunidad, de cada pueblo, de ca-
Lógicamente, esto representaba una transformación en
el signi- da ciudad. Ya hemos visto que, aunque todos los condados enviaban
ficado de la representación, pero cronológicamente, histó
ricamente, representantes, sólo los municipios seleccionados —seleccionados
no fue tanto una transformación como una paradoja
o un conflicto caprichosamente, dicho sea de paso— podían hacerlo o se les exigía
presente en la representación desde el principio o
casi desde el prin- que lo hicieran. Pero sir Thomas-Smith pudo decir como una obvie-
cipio. El poder mismo que se requería que una comunidad
local otor- dad en 1565 que “se supone que todo inglés está aquí presente [en
50 db EDMUND S. MORGAN EL ENIGMA DE LA REPRESENTACIÓN 51

el Parlamento] [...] y se considera que el consentimiento del Parla- soberano, pero no fue eso lo que ocurrió. El pueblo cuya sobera-
mento es el consentimiento de todo hombre”.?5 nía se proclamaba era el pueblo de todo el país o la colonia, un
A partir de esta premisa era posible, aunque podría requerir grupo demasiado numeroso como para deliberar o actuar como
una lógica poco usual, argumentar que cada representante podía y un cuerpo. Fueron sus representantes los que reclamaron en nom-
debía hablar y actuar, no para la comunidad local que bre de ellos la autoridad que sólo un cuerpo representativo podía
lo había ele-
gido, sino para todo el pueblo del reino. Sir Edward Coke, que era ejercer. No se dijo que la soberanía del pueblo residiera en los
bueno para esta clase de lógica, quizás haya sido el primero en electorados particulares que elegían representantes. Ella residía
ma-
nifestar la idea de esa manera. “Aunque uno sea elegido por un en el pueblo en general y alcanzaba a los representantes sin que el
con-
dado o municipio en particular”, dijo, “cuando es enviado y ocupa pueblo en general hiciera nada para otorgarla.
su lugar en el Parlamento, está al servicio de todo el reino, pues el Otra vez, no habría habido ninguna barrera lógica para que el
objetivo de venir aquí, como dice en los documentos de su elección, pueblo confiriera la autoridad por medio de una elección general
es general”.?6 De la ficción de que un hombre puede presentarse en en todo el país a un grupo de hombres para que cumplieran las
lugar de toda una comunidad y obligar a esa comunidad por sus ac- funciones de gobernantes, pero no fue eso lo que ocurrió. Lo que
ciones, Coke extrapoló la ficción más amplia de que un hombre ocurrió fue que los representantes elegidos por ciudades y conda-
puede representar a'todo el pueblo de un país, la mayoría del cual dos individuales asumieron los poderes de gobierno sobre todo
no ha tenido nada que ver en su designación para ese propósito. un país y alegaron que sus poderes provenían, no de la ciudad o el
La exposición clásica de estaidea, por supuesto, iba a venir en condado que los eligieron, sino del pueblo soberano como un to-
el siglo siguiente, cuando Edmund Burke explicó a los electores do. Y si bien habría sido lógicamente posible que una elección na-
de Bristol por qué les debía a ellos nada más que la cortesía de es- cional otorgara poderes de gobierno a un cierto número de hom-
cuchar sus deseos antes de actuar según él pensara que era mejor bres, tal procedimiento difícilmente les habría convenido a los
para todo el país.?? Pero ya en la formulación de Coke estamos miembros del Parlamento en su lucha con el rey.
muy cerca del punto en que la representación se convierte en go- El pueblo al que atribuían el poder supremo era él mismo fic-
bierno representativo. En la época en que Coke escribía, sea ticio y podía muy útilmente quedar así, como un cuerpo místico,
cual
fuere la autoridad que los representantes podían atribuirse a ellos existente como pueblo sólo en las acciones del Parlamento que
mismos sobre los demás súbditos, presumiblemente provenía del afirmaba actuar en su nombre.
rey. Pero era sólo una distancia muy breve la de pasar de represen- Quizá no sería exagerado decir que esos representantes inventa:
tar a todo el pueblo a hacer derivar la autoridad de ese pueblo. ron la soberanía del pueblo a fin de reclamarla para sí, justificar su
Cuando los ingleses dieron ese paso en la década de 1640, no propia resistencia, no la resistencia de sus electores de manera indi-
afirmaron la soberanía de cada condado o municipio. Ni siquier vidual o colectiva, frente a un rey antes soberano. La soberanía del
a
se les ocurrió pensar de esa manera. Estaban reemplazando la pueblo fue un instrúmento por el cual los representantes se elevaron
au-
toridad del rey, y el rey había sido el rey de toda Inglaterra. No ellos mismos a la distancia máxima por encima del grupo de perso
era
cuestión de que los condados o los municipios declararan de nas que los habían elegido. Fue en nombre del pueblo que se convir-
ma-
nera individual su independencia del gobierno del rey, así tieron en todopoderosos en el gobierno, liberándose lo más posible
como
tampoco iban a ser las ciudades o condados de sus colonias del aspecto local y del carácter de súbditos que los habían converti-
nor-
teamericanas los que de manera individual iban a declarar la
inde- do en representantes de un particular grupo de personas.
pendencia en 1776. No habría habido ninguna barrera lógica
pa- Lo máximo posible. La revolución inglesa se desvió, en efec-
ra pensar en el pueblo de cada comunidad como un cuerpo to, cuando el Parlamento Largo se volvió demasiado largo, cuan:
52 >
EDMUND S. A, EL ENIGMA DE LA ro 53
do los representantes se negaron a regresar a
sus electorados para Sidney se esfuerza aquí para distinguir las obligaciones del re-
la reelección o el rechazo. El carácter de autoridad
de alcance na- presentante respecto de toda la nación, de sus obligaciones res-
cional del representante no puede ser magnificado
hasta el punto pecto de los electores que lo eligieron como su agente. Sin embar-
de eliminar completamente su carácter de súbdito
local sin des- go, él depende de sus electores para ser removido si traiciona su
truir al mismo tiempo la ficción de la representa
ción poniendo fin confianza. ¿Qué confianza? ¿La confianza depositada en él por Kent
al gobierno representativo. El conflicto no puede
ser eliminado, o Sussex, por Lewis o Maidstone? No, la confianza puesta en él por
tiene que ser acallado y contenido. Un elemento
puede ser desta- todo el cuerpo de la nación, que no puede ser reunido para remo-
cado sobre los demás en diversas ocasiones
y lugares, y la historia verlo, y que por la misma razón, en primer lugar, nunca se reunió pa-
del gobierno representativo puede leerse como
un proceso dialéc- ra confiar en él. Si traiciona la confianza tan misteriosamente puesta
tico en el que un elemento asciende o desciende
a expensas del en él, se supone que será sometido al desprecio, la infamia y el odio.
otro. Pero si cualquiera de ellos falta por completo,
o bien cesa de ¿Pero el desprecio, la infamia y el odio de quién? ¿Acaso no sería po-
ser gobierno, o bien deja de ser representa
tivo. Cuando el carác- sible que el hombre que se gana el desprecio, la infamia y el odio del
ter local y de súbdito del representante es
destacado demasiado, se resto del país, pueda ganarse el elogio, la fama y el amor en Kent o
hace difícil percibirlo como el depositario legít
imo de la autori- Sussex, en Lewis o Maidstone? Y a la inversa, el hombre que es fiel a
dad nacional con la que el pueblo soberano supue
stamente lo ha la confianza de la nación puede ganarse el desprecio, la infamia yel
investido. Cuando su función nacional como gober
nante de todo odio en Kent o Sussex, Lewis o Maidstone.
el pueblo adquiere la primacía, puede perde
r la credibilidad co- Sidney no se preocupó por esta posibilidad y habría respondido
mo portavoz de los otros súbditos en su comunidad
local. La fic- a ella, probablemente, como lo hizo a otras objeciones, que si bien
ción de la representación tiene que resistir la
tensión constante de una asamblea representativa no era infalible, de todas maneras “una
ambas direcciones en sentido opuesto.
Las dimensiones del conflicto no siempre han sido Cámara de los Comunes compuesta de aquellos que son los más es-
evidentes, timados por sus vecinos en todas las ciudades y condados de Inglate-
incluso para aquellos involucrados en él, pero
nosotros podemos rra” estaría como mínimo menos “expuesta a error o corrupción
verlo funcionando en una etapa ligeramente posterior,
en la expli- que un hombre, mujer o niño que da la casualidad de que es el pa-
cación dada por Algernon Sidney sobre la autoridad
nacional del riente de sangre más cercano del último rey”.”? En el peor de los ca-
representante. “No es”, argumentó Sidney a principios
de la década sos posibles, en otras palabras, el gobierno representativo probable-
de 1680, “en nombre de Kent o Sussex, Lewis
o Maidstone, sino en mente saldría favorecido en la comparación con la monarquía
nombre de toda la Nación, que los miembros elegidos
en esos luga- hereditaria. Un grupo de hombres elegidos por el pueblo, por fuer-
res son enviados para cumplir funciones en el Parla
mento, si bien es tes que sean sus lazos locales y sean cuales fueren sus flaquezas, cons-
adecuado que ellos, como amigos y vecinos (hasta donde
se pueda), tituye un depositario más seguro del poder que un rey hereditario.
escuchen las opiniones de los electores, para una mejor
informa- Dado que el gobierno representativo descansa sobre ficciones
ción de sus decisiones [...], sin embargo, no están
estricta y apropia- contradictorias o sobre una sola ficción con notorias contradicciones
damente obligados a dar cuentas de sus acciones
a nadie, salvo que internas, con frecuencia ha requerido este tipo de defensas forzadas.
todo el cuerpo de la Nación al que sirven, y que
está igualmente Es un último recurso, mejor que las alternativas. Pero el hecho de
involucrado en sus resoluciones, pudiera
ser reunido. Al ser esto que Sidney ignore el conflicto posible entre los intereses locales y los
imposible, el único castigo al que están sujeto
s, si traicionan su nacionales es un recordatorio de que el gobierno representativo, pa-
confianza, es el desprecio, la infamia, el
odio y la seguridad de ser ra que funcione, para acallar el conflicto dentro de la ficción, requie-
rechazados, cuando busquen obtener otra vez el mismo
honor”? re que las diferentes comunidades representadas puedan y quieran
A

A A
54 db EDMUND S. MORGAN
EL ENIGMA DE LA REPRESENTACIÓN 55
la mayor parte del tiempo y en la
mayoría de los temas percibir sus
Propios intereses locales como gencias de las comunidades antes excluidas, sino debido a que la
involucrados con, si no idéntico
los intereses de la sociedad en sent s a
ido más amplio. ascendente gentry en crecimiento quería bancas en la Cámara de
Esa percepción era más fácilmente : los Comunes y porque el rey los quería allí. En las colonias, donde
mantenida cuando la autori-
dad del gobierno derivaba del rey la autoridad del rey estaba diluida por la distancia y los represen-
que cuando el cuerpo representa-
tivo aseguraba que la obte
nía del pueblo en general. Cuando la tantes eran, en consecuencia, más poderosos (de hecho y no en
ridad provenía del rey, el gobierno auto-
era palpablemente algo distinto, teoría), había un poco más de preocupación respecto de ampliar
Una fuerza contra la que los represen equitativamente la representación. Pero incluso allí, en Pensilva-
tantes protegían a sus electores
O a cuyas acciones se sometían y hacían que sus vota nia y en las colonias del sur, donde la representación era más injus-
ran. Los representantes, como aque ntes las aproba-
llos a los que representaban, po- ta, parece haber sido poca la preocupación por el tema hasta po-
dían ser considerados sujetos pasivos co antes de la revolución norteamericana.
y no actores. Por la misma ra-
zón, aquellas comunidades que no Cuando la autoridad del rey fue removida, como ocurrió en
enviaban representantes al
Parlamento no parecían tan claramen Inglaterra en el período de la república y en Norteamérica des-
te diferenciadas de las que sí
lo hacían. Todas eran súbditas del pués de 1776, el conflicto de los intereses locales con la soberanía
mismo gobierno nacional, y se
podía pensar fácilmente que los repr del pueblo en general se hizo mucho más agudo. En un Parlamen-
esentantes que protegían de
la autoridad externa a los súbditos en to donde los representantes elegidos por un puñado de votantes
Lewis o Maidstone podían tam-
bién defender de esa misma autoridad a, digamos, tenían autoridad total sobre comunidades que no podían votar en
los de Sheffield o
Birmingham. absoluto, hubo exigencias inmediatas de una manera más racional
Además, esa autoridad misma
era menos susceptible de ser y equitativa de ejercitar la recién descubierta soberanía del pue-
clinada a in-
favor de cualquier combinación de blo. De hecho, en la Inglaterra del período de la república, se
intereses locales. Un
rey podía convertirse en un tirano, adoptó un plan racional de representación parlamentaria, sólo pa-
pensando en sus propios intere-
ses en lugar de los de sus súbditos. Pero ra ser abandonado durante casi otros dos siglos después de la res-
no era tan esperable que él
a diferencia de la mayoría de una tauración del monarca en 1660. Y en los estados independientes de
asamblea representativa, favore-
ciera los intereses de alguna parte América del Norte, después de 1776, la distribución de la represen-
especial de su reino por encima
de los intereses de otras o de los del tación se convirtió en una muy importante preocupación, porque
conjunto.% Debido a que el mo-
harca no era, con seguridad, geográficame las comunidades y las regiones particulares temían que sin la apro-
nte parcial, había menos
necesidad de que en los gobiernos piada representación no estarían adecuadamente protegidos de sus
Populares cada comunidad tu-
Viera sus propios representantes para soberanos compatriotas.
proteger sus intereses especia-
les contra los de otras comunidades. En esta transformación, el gobierno siguió siendo, como co-
Más bien se necesitaba protec-
ción contra el peligro más general rresponde, algo diferente del resto, algo externo a la comunidad
de un gobierno arbitrario por
parte del monarca, y ésta podía ser local, pero ese algo ya ño era más un rey. Ahora se trataba del cuer-
proporcionada con la misma efi-
cacia por uno o por otro grupo po representativo mismo, o por lo menos de los representantes de
de súbditos representantes.
Antes de que los representantes se otras localidades, que eran activos más que pasivos, ejerciendo una
hicieran cargo de lleno del
gobierno, era coherente que no hubi autoridad obtenida de un pueblo que no podía ejercerla por sí
era demasiada agitación por
parte de las comunidades excluida mismo. Cuando la autoridad de los representantes se
s para integrar el cuerpo repre- vio aumen-
sentativo. La gran expansión de la tada de esta manera, su función como agentes de una
representación en el Parlamen- población
to en el siglo XVI ocurrió, como hemos visto, de súbditos necesariamente se vio disminuida. Con el pueblo fic-
no debido a las exj-
cional devenido de pronto en supremo, el pueblo real, encarnado
56
com 0 MORGAN

en las comunidades locales,


se encontró con que sus dere
bertades tradicionales estaban en peligro, amenaz
chos y li- 3. La invención del pueblo soberano
Cuerpo representativo que reconocí ados por un
a solamente a un superior, que
era una ficción. Los miembros de
un Parlamento como agentes de
las comunidades locales se habí
an visto a sí mismos, y así habían
actuado a menudo, como protecto
res de los derechos populares
contra las acciones arbitrarias de
una autoridad más alta. Cuando
el Parlamento o, más especialment
e, la Cámara de los Comunes se
convirtió ella misma en gobierno, Cuando el Parlamento empezó a “contarle historias al Pueblo
¿quién quedaba para proteger ”
al pueblo real de sus acciones arbitrarias? en la Grand Remonstrance de 1641, los miembros no tenían ningu-
El rey había alegado que su autorida na intención de derrocar a su rey. Les había molestado
d provenía de Dios, y se su intento
sabía que Dios gobernaba el universo de gobernar sin ellos, de recaudar impuestos sin el consentimien
por medio de leyes, leyes -
que habían sido convertidas en disp to de ellos y, quizá principalmente, su decisión de cubrir cargos
osiciones positivas que defi- en
nían lo que era correcto y lo que era la iglesia con hombres sospechados de catolicismo encubierto.
incorrecto, y cuya observan- Pe-
cia y aplicación eran el deber del ro se necesitaron siete años y las sucesivas purgas de diside
rey. El rey no podía equivocarse. ntes an-
Y si su gobierno, engañado por cons tes de que aquellos restantes terminaran de decidirse a deshac
ejeros malvados, hacía algo er-
$ malo, el Tribunal Superior del Parlam se del monarca y la monarquía. Mucho antes, sin embarg
3
ento podía llamarlo a rendir o,
?j cuentas. ¿Pero quién podía llamar estaban dispuestos a ir más allá de las protestas y las peticiones.
al Parlamento para rendir En
| cuentas cuando el Parlamento hiciera febrero de 1642, la famosa ordenanza militar (llama
da “ordenan-
í algo malo y no hubiera rey?
¿El Parlamento estaba obligado por za” porque, aunque aprobada por ambas cámaras del Parlamento,
sus propias leyes? Si el Parla-
mento hacía las leyes, ¿no podía deshacerlas? Quis no recibió la aprobación del rey y, por lo tanto, no podía llamar
cust
odiet ¿psos se
custodes? ¿Había alguna manera “ley”) retiraba el mando de la fuerza militar del país de manos
en que el pueblo, todo el pueb del
el pueblo ficcional, Pudiera materializar lo, rey para que fuera ejercido por el Parlamento. La resistencia
se y actuar separado de co-
sus representantes para protegerse? menzó en abril, cuando la guarnición militar de Hull le prohib

Estas preguntas han preocupado a los al rey la entrada a la ciudad. A partir de ese momen
defensores de la sobera- to, cada lado
nía popular desde sus inicios hasta se puso a reunir tropas. Antes de que terminara el verano, el
el día de hoy. Cada tanto, se in- rey y
ventan nuevas respuestas, nuevos disp el Parlamento se enfrentaban en la guerra civil.
ositivos para que los hechos se
acerquen a la ficción. Las respuestas Aun entonces el Parlamento siguió pretendiendo que el rey
de Estados Unidos han sido un
tanto diferentes de las de Inglaterra. en cuanto rey estaba de su lado, que su cuerpo real y su cuerpo
Pero los caminos seguidos tan- le-
to por Inglaterra como por Estados Unid gal estaban con ellos en Westminster, mientras que su equivocada
os fueron trazados primero
en la Inglaterra del siglo xvi, cuando persona dirigía su ejército contra el ejército del Parlamento.3! Pe-
el Parlamento desafió al rey y
reemplazó el derecho divino con la sobe ro mientras el Parlamento y sus partidarios continuaban con
ranía del pueblo. Si quere- la vie-
PP

mos comprende r cómo nuestras propias ficciones ja ficción, las ficciones que se centraban en el derech
fueron creadas y o divino de
siguen funcionando, debemos regr los reyes no eran adecuadas para respaldar el desafío que el
esar a los años tormentosos en Parla-
que los hombres y las mujeres ingleses mento estaba planteando a la autoridad del rey. Se necesitaba una
las probaron por primera vez.
nueva ideología, una nueva razón fundamental, un nuevo
conjun-
to de ficciones para justificar un gobierno en el que la autoridad
de
los reyes estaba por debajo de la del pueblo o sus representant
es. La
58 d EDMUND S. MORGAN
LA INVENCIÓN DEL PUEBLO SOBERANO 59
soberanía del pueblo no era un rechazo de la sobera
nía de Dios.
Dios seguía siendo la fuente última de toda autoridad Incluso el texto bíblico más habitualmente usado para desalentar
guberna-
mental, pero la atención se centraba en ese momento en la resistencia popular al gobierno (Romanos XII, “que cada alma
la fuen-
te inmediata, el pueblo. Aunque Dios daba la autori
dad al gobier- sea sometida a los poderes más altos”) podría ser interpretado pa-
no, lo hacía a través del pueblo, y al hacerlo lo coloca ra justificarla, simplemente afirmando que el pueblo es un poder
ba por
encima de sus gobernantes. más alto que su gobierno: “Aunque no es legal que los inferiores
La idea no era completamente nueva. Era por lo menos tan se resistan a los superiores [...] es, sin embargo, muy loable que el
antigua como los griegos, y en el siglo precedente había superior resista al inferior. Por lo tanto es indudablemente legal
servido
para justificar los llamados a la rebelión de los protes que el pueblo, o su representante, resista al rey [...]. El poder del
tantes contra
los reyes católicos y de los católicos contra los reyes protes
tantes. pueblo es el más alto, el poder supremo”.85
Estos “monarcómanos” habían depositado sobre el pueblo Aunque tal cambio directo del discurso común era poco
el de-
ber de controlar el acatamiento de la voluntad de Dios usual, las revoluciones del pensamiento frecuentemente toman la
por parte
de su gobierno y de destituir o matar a cualquier monar forma de cambios en el énfasis, no negando las viejas ideas, sino
ca que no
pasara la prueba de la ortodoxia, católica o protestante según dándoles un nuevo uso. La vieja ideología del derecho divino no
fue-
ra el caso.82 La nueva soberanía Popular tal como era expues había excluido en general al pueblo de un papel nominal en la
ta por
los partidarios del Parlamento en la década de 1640 le debía creación de los reyes. Una vaga suerte de consentimiento o elec-
mu-
cho a las luchas contra los reyes, así como tambié ción popular en un pasado distante, renovado cada tanto en la ce-
n le debía algo a
la doctrina del derecho divino que vino a reemplazar, pero remonia de la coronación, estaba por lo menos implícita. Incluso
el cam-
bio de énfasis era crucial: el deber hacia Dios cedió los más ardientes monárquicos habían vacilado en fundar la auto-
el paso a los
derechos de los hombres. ridad del rey (o su función como el lugarteniente de Dios) en la
El cambio puede ser visto en la transformación de uno simple conquista. Aunque el hecho de que los reyes ingleses des-
de los
argumentos que justifican la resistencia a un rey herético. cendieran de Guillermo el Conquistador invitaba a esa atribución,
Los que
luchaban contra los reyes habían asignado un papel clave los publicistas habían preferido a menudo basar los derechos al
en esa

A
resistencia a los magistrados subordinados, aquellos trono de Guillermo (y el de sus sucesores) en algún otro fundamen-
debajo del
rey, sobre la base de que, aunque nombrados
por él, su autoridad to aparte de la subyugación de sus compatriotas. Con ese fin postula-
provenía directamente de Dios. Cuando las órdenes del ban un acto contractual en el que él aceptaba las leyes inglesas y los
rey iban
contra la voluntad de Dios, era su deber obedec
erlo a ÉL de quien ingleses lo aceptaban a él. El origen del gobierno inglés podía
provenía la autoridad. En Inglaterra, el mismo argum pues ubicarse en las acciones de los ingleses mismos en un pasado
ento entró
en juego al principio en la forma acostumbrada de prescr cómodamente distante y nebuloso. No era necesario, entonces,
ibir y jus-
tificar la resistencia por parte de los funcionarios nombrados que los partidarios del Parlamento contra Carlos l inventaran una
por
el rey contra las órdenes del rey.33 Pero a medida que el conflicto base popular para el gobierno, sino que sólo tenían que ampliar y
se desarrollaba, los términos cambiaron gradualmen hacer más explícito el supuesto papel del pueblo como origen y
te: antes de
1647 se argumentaba que los funcionarios públicos, sin
e

importar definición del gobierno.* La definición, por supuesto, tendría


quién los había nombrado, obtenían su autoridad que conferir al Parlamento poderes de gobierno independientes
del pueblo y
por ello eran sólo responsables ante el pueblo de los que el pueblo pudiera haber conferido al rey, y preferible-
por sus actos en
funciones. Debían cumplir con la voluntad del pueblo mente superiores. El objetivo inmediato del cambio en las ficcio-
, no con las
órdenes contrarias de quienquiera que los hubier nes era ampliar el poder no del pueblo
a nombrado. mismo, sino de los repre-
sentantes del pueblo. No se originó en manifestaciones populares
60 , Eo

contra el rey, sino en la disputa entre el rey y el Parlamento, una


ORGAN | LA INVENCIÓN DEL o

un poder decisivo en su disputa con el rey. Que el Parlamento re-


61

disputa que había crecido hasta un punto difícilmente contempla- presentaba a todo el reino al aprobar leyes e impuestos era, como
do por los votantes que eligieron a los miembros del Parlamento. hemos visto, ya una parte aceptada de la ideología.*8 Parker y sus
En consecuencia, las primeras formulaciones de soberanía popu- amigos convirtieron esta ficción menor en un fundamento para la
lar en Inglaterra, de las que nunca escapó del todo, otorgaron al soberanía popular. Era verdad que reconocían que el pueblo co-
pueblo el poder supremo al elevar a sus representantes elegidos. mo tal no podía haberse reunido para otorgar el poder a alguien.
El portavoz más elocuente de la nueva ideología fue Henry La “inmensidad de su propio tamaño” hacía que la acción directa
Parker, un abogado que se convirtió en secretario del ejército del por parte del pueblo fuera imposible.9% Las naciones en su totali-
Parlamento. Ya en 1642 él y otros parlamentarios imaginaron un dad, en general, no podían “reunirse, ni ser consultadas, ni ser re-
país que existió antes de tener algún rey o cualquier otro funcio- dimidas de la confusión”. De ello se seguía, por lo tanto, que “tan-
nario de gobierno. Según esta opinión, el pueblo de la nación, ha- to los reyes como las leyes eran producidos y aprobados por
ciendo uso de sus poderes otorgados por Dios, decidió ser gober- cuerpos de hombres, como nuestro Parlamento es ahora”. Y Par-
nado por reyes de sucesión hereditaria (podrían haber escogido ker pasaba fácilmente de cuerpos imaginarios “como nuestro Par-
cualquier otra forma de gobierno). Al hacer la elección, pusieron lamento es ahora” al Parlamento de Inglaterra tal como era en ese
límites a los poderes del rey en leyes fundamentales y previeron momento y, supuestamente, lo había sido desde tiempos inmemo-
posibles limitaciones subsiguientes para ser impuestas por sus re- riales. “Podemos decir de él”, argumentaba, “que por su Real Con-
presentantes en el Parlamento. Los poderes que otorgaron al rey sentimiento él mismo fue fundado al principio, y la realeza misma
estaban condicionados a su observancia de esas limitaciones. Si in- fue limitada y atenuada para ser lo que es”. 7
fringiera la confianza puesta en él, el pueblo a través de sus repre-
sentantes podía resistirse con todo derecho y en última instancia | Dado que por este razonamiento el Parlamento había efecti-
vamente creado al rey y le había puesto límites, resultaba obvio
deponerlo, aunque los voceros parlamentarios negaron por mu- que el Parlamento era el mejor juez de esos límites: “por esa supre-
cho tiempo cualquier intención de hacerlo.5” ma razón, la naturaleza de esa limitación y atenuación no sólo de-

|
Las nuevas ficciones parlamentarias estiraban la credulidad tan- bía seguir siendo conocida, sino que también la limitación debía
to como las antiguas. El derecho divino de los reyes había destacado ser buscada. Pues, ¿quién mejor para exponer lo que los reyes y las
el carácter divino de la autoridad del rey sin prestar demasiada aten- leyes son, y para lo que han sido creados, que ese poder incuestio-
ción al acto en el que se suponía que Dios lo había nombrado. De la nable, que aquel que por su propio beneficio creó a ambos?”.2
misma manera, la soberanía del pueblo, al destacar el carácter popu- Esta formulación involucraba una circularidad que ni Parker
lar de la autoridad gubernamental, reposaba en supuestos actos del ni ningún otro vocero parlamentario jamás reconocieron: hacía
pueblo, pasados y presentes, que resultaban casi tan difíciles de revi- del Parlamento su propio creador. Pero tenía la gran ventaja de
sar como los actos de Dios. La existencia misma de algo como “el pue- dotar al Parlamento no sólo de una parte de los poderes de go-
blo”, capaz de actuar para otorgar poderes, definir y limitar un go- bierno, sino también del poder inherente al pueblo, el poder de
bierno antes inexistente, requería una suspensión de la incredulidad. dar comienzo, cambiar y dar por terminados a los gobiernos. Y por
La historia no registraba un acto semejante. circular que fuera el razonamiento, la atribución alcanzaba un gra-
Pero la imposibilidad de una demostración empírica es una do de credibilidad a partir de la elección de la Cámara de los Comu-
característica necesaria de las ficciones políticas. Ante la falta de nes, que pasaba por ser el voto popular. Aunque era una pequeña
registro histórico, Parker y sus amigos pudieron reconstruir la do- minoría de la población la que votaba, sólo se necesitaba un es-
nación original del pueblo en términos que daban al Parlamento fuerzo de la imaginación para ver a las elecciones parlamentarias
62

o
EDMUND S. MORGAN LA INVENCIÓN DEL PUEBLO SOBERANO
63
como el acto por el que “el pueblo”
confería al Parlamento su poder dos al pueblo se convirtieron en apelaciones al “pueblo”.
soberano. Mientras

O
Que la acción directa del los caballeros luchaban contra los “cabeza redonda”* en las
supuesto pueblo debía seguir sien- bata-
do ficticia, aparte del elemento llas, sus voceros libraban la guerra de las ficciones en letra
de realidad de las elecciones par- impre-
lamentarias, sa. Las proclamas y pronunciamientos oficiales, las protestas
era algo que estaba totalmente de acue y las
cesidades y los deseos del Parlamento rdo con las ne- declaraciones, las acusaciones y las refutaciones que
acompaña-
en la disputa con el rey. El ban cada jugada de ambos bandos estaban diseñadas
Parlamento necesitaba el apoyo popular, para el con-
necesitaba hombres que sumo del público, todas apuntaban a conseguir el apoyo
lucharan contra los ejércitos del rey, popular.
y necesitaba dinero para pa- Y junto con estos extensos llamados oficiales aparecían los
garles, pero no quería que ningún cuer abun-
po popular fuera del Par- dantes e igualmente novedosos folletos y boletines no
lamento metiera manos en el asunto. oficiales di-
Aunque la nueva ideología rigidos a una audiencia popular.

A
podía alentar sin peligro un mayor
grado de participación popu- Dado que las nuevas ficciones forzaban la credulidad, los
lar en el gobierno que la antigua, su mo-

A
propósito seguía siendo el nárquicos hicieron todo lo posible para lograr que el
mismo; persuadir a las mayorías para esfuerzo
que se sometieran al gobier- fuera insoportable. Y si la pura lógica hubiera decidido el
no de las minorías. No tenía sentido alen resulta-
tar a los revoltosos a refu- do, la soberanía del pueblo podría muy bien haber
giarse en la ilusión de que ellos eran caído en el ol-
“el pueblo”. El mero pueblo, vido bajo el ataque violento de los monárquicos. ¿De dónde
por muchos que lo formaran en número, no era , se
soberanía del pueblo no debe ser conf
“el pueblo”, y la preguntaban, viene el pueblo que supuestamente ejerció
undida con las acciones no su sobe-

o
autorizadas de individuos o de mult ranía para iniciar un gobierno, de Inglaterra o de alguna
itudes O incluso de grupos or- otra
ganizados fuer parte? No deben haber tenido ni madres ni padres, “como
a del Parlamento. los sal-
tamontes y las langostas que nacen del viento, o como
El hecho de que la nueva ideología Cadmo, cu-
invitaba a esa confusión yos hombres salieron de la tierra”.9% Todos los hombres mortal
fue evidente desde el principio. Era es
imposible apelar al pueblo pa- que alguna vez se han visto han nacido sujetos a la autori
ra que se resistiera a su rey sin parecer dad. Si
estar apelando a personas han nacido súbditos, difícilmente podrían otorgar a
individuales, reales, o a grupos de pers otros un po-
onas. Efectivamente, la so- der o una autoridad que ellos mismos no poseían.
beranía del pueblo habría perdido gran Toda la idea de
NOTA

parte de su utilidad para la voluntad popular era ridícula en cualquier caso, “pues
el Parlamento si hubiera sido necesari el pue-
o negar toda relación entre blo, hablando con verdad y propiedad, es una cosa
“el pueblo” y el pueblo real fuera del o cuerpo en
Parlamento. El resultado de constante cambio y alteración, nunca es igual
la disp
uta con el rey iba a depender del de un momento a
número de cuerpos de car- otro, estando compuesto de una multitud de partes
ne y hueso que cada lado pudiera
reunir, y el Parlamento contaba diversas que
con su propia afirmación de represen continuamente decaen y perecen, y otras que se renue
van y las su-
A

tar al pueblo como un me- ceden”. De esto se seguía que “los que en este momen
dio de conseguir el apoyo popular. to son el
pueblo, en el momento siguiente ya no lo son”.%4 Además,
El rey y sus partidarios no ignoraba
n las ventajas que la nueva el Par-
ficción, si era aceptada, iba a dar lamento, que afirmaba representar esta entidad
a sus adversarios. El gobierno del cambiante, en
realidad sólo representaba a una pequeña fracción.
y

rey, como cualquier otro gobierno, Mujeres, ni-


se basaba en la Opinión, y la ños e incluso la mayoría de los adultos varones poco
disputa entre el reyy el Parlamento o'nada te-
era necesariamente una dispu- nían que ver con la elección de los representantes.
ta de opiniones. El hecho de que los Y mientras
monárquicos descartaran el
Papel del pueblo como fuente de la autoridad no redu
sidad de apoyo popular y, en últi cía su nece- * Roundheads: Apodo dado a los partidarios del Parlam
ma instancia, sus propios llama- lo puritano. [T.]
ento por su corte de pelo al esti-
64 EDMUND Sd... LA INVENCIÓN DEL PUEBLO of. 65

algunos pequeños municipios y ciudades del país tenían asigna- Para confirmar este último punto, los monárquicos asumie-
dos representantes, algunos de los más grandes no los tenían.% ron la voz de los votantes y anunciaron su intención de volver a
Pero incluso cuando ridiculizaban la idea de un pueblo sobe- llamar al Parlamento por “haber violado la confianza que depo-
rano encarnado en un parlamento, los monárquicos no podían re- sitamos en vosotros”.*% “Nosotros aconsejamos a todos nuestros
sistir la tentación y tomaban la idea en sentido literal, para volver- caballeros y representantes”, dijeron, “no votar más contra nues-
la contra sus adversarios. Supongamos que los ingleses salieron de tro gracioso Soberano [...]. Y así como protestamos contra tales
la tierra y se dispusieron de manera unánime a delegar cualesquie- ordenanzas dictadas contra el rey, o sin su consentimiento, retira-
ra poderes que tuvieran, o parte de esos poderes, ¿qué parte ha- remos nuestra confianza y poder de representación a todos los
bían delegado al Parlamento y qué parte al rey? ¿Y en quién, si es que continúen haciéndolo”.*% Un grupo de “caballeros y propie-
que había alguien, habían delegado el poder para cambiar la dis- tarios” de una docena de condados, ocho ciudades y cincuenta y
tribución original, cualquiera hubiera sido ésta? dos municipios se dirigieron a sus representantes por su nombre,
Una referencia a las órdenes judiciales que convocaban a los repudiando sus acciones, y declararon que “revocaban y recupera-
votantes a las urnas sugería una respuesta objetiva a estas pregun- ban toda aquella confianza, poder y autoridad que antes delega-
tas. La pequeña minoría de la población que votaba lo hacía por mos y entregamos a ellos”.'% Los autores monárquicos llegaron
órdenes del rey, y su orden especificaba el propósito para el que él incluso a sugerir que el pueblo podía retirar todo el poder de la
necesitaba que ellos eligieran representantes, es decir, para acon- Cámara de los Comunes y colocarlo en el rey solo.1% Si el pueblo
sejarlo y dar el consentimiento a los actos de su gobierno, “para era soberano, podía poner el poder donde quisiera. Y ésta no era
ser nuestros consejeros, no comandantes”. No había nada en ninguna amenaza estéril. A medida que la disputa continuó, aun-
aquellas órdenes legales que indicara que a los representantes se que el ejército parlamentario llevaba ventaja, sus voceros en la
les otorgaban poderes para hacer otra cosa, y ciertamente no, co- prensa estaban dispuestos a reconocer que “el partido más grande
mo el rey se los recordaba, para “cambiar el gobierno de la Iglesia es el del rey”.103
y del estado”.% Si el pueblo efectivamente poseía el poder de crear En la medida en que los monárquicos rechazaban en general la
y destruir gobiernos y también podía otorgar ese poder a otros, soberanía popular, estaban discutiendo una causa perdida. Pero al
¿qué pruebas había de que alguna vez lo hubiera otorgado al Par- desafiar la afirmación del Parlamento de ser el único depositario de
lamento? “Claramente”, dijo sir John Spelman, uno de los monár- esa soberanía, ampliaron las dimensiones de la ficción y colabora-
quicos más capaces, “no hay ningún encargo de esa naturaleza im- ron en su futuro éxito como base del gobierno moderno. Las ficcio-
partido a la Cámara de los Comunes. Su tarea está limitada por la nes políticas, ya lo hemos observado, pueden imponer restricciones
orden judicial impartida para aconsejar al rey, no para aprobar leyes a las minorías que gobiernan tanto como a las mayorías que son go-
y ordenanzas que de ninguna manera vayan contra él”. bernadas; y la soberanía del pueblo podía ser usada para refrenar a
Incluso suponiendo que la Cámara de los Comunes represen- los pocos que gobernaban en el Parlamento, así como el derecho
tara a todo el pueblo con algún propósito, por el mismo razona- divino había sido usado para refrenar al rey. Los monárquicos fue-
miento que le otorgaba soberanía al pueblo, aquellos que elegían ron los primeros que trataron de usarla de esta manera, y a ellos los
representantes debían también tener poder para despedirlos. Los siguieron otros con objetivos más grandes en mente.
voceros del Parlamento argumentaron que el pueblo podía revo- El objetivo para ambos, en la medida en que aceptaban la
car los poderes que supuestamente había otorgado al rey. Si ése nueva ficción, era acercar los hechos de la vida política, no sólo pa-
fuera el caso, decían los monárquicos, podían también revocar los ra hacer que el Parlamento fuera más receptivo a quienes lo ha-
poderes que habían otorgado a sus representantes.% bían elegido, sino también para hacer más aceptable la existencia
5 o EDMUND S. MORGAN
LA INVENCIÓN DEL PUEBLO SOBERANO 67
misma del cuerpo imaginario que podía crear tanto
reyes como par-
lamentos y poner límites a sus acciones. Aun cuand
o ese cuerpo lamento”.1% A partir de semejantes premisas no debe sorprender
mismo no podía ser visto ni oído en ningún momento que se encuentren abogados del lado parlamentario argumentan-
o lugar, sí po-
día dar, sin embargo, pruebas de su existencia,
como la existencia de do que el Parlamento “no puede equivocarse”, que “ninguna cosa
Dios, si aquellos en el poder pudieran ser llevad deshonrosa debe ser imaginada de ellos, y que “reyes seducidos
os a reconocer
que un conjunto de principios, mandamientos,
límites, un conjun- podrían perjudicar al bien común, pero los Parlamentos no”
to de “elementos constitucionales fundamentales”, superi Que un cuerpo tan infalible pudiera estar sujeto a la destitu-
or al go-
bierno mismo, emanaba de él. Semejante reconocimiento ción o la reprimenda por parte de aquellos que lo habían elegido
podría
requerir un acto de fe, como el hecho de consi
derar al rey lugar- era inimaginable. Aunque el Parlamento podría apropiadamente
teniente de Dios, pero podría haberle dado
al Parlamento un de- apoyar al rey a quien, actuando en nombre del pueblo, había crea-
recho más creíble para ejercer los poderes en nombr do, el pueblo no tenía un derecho similar en relación con el Par-
e del pueblo
que el que habría podido conseguir en las décadas de lamento, porque el pueblo y el Parlamento eran la misma cosa. El
1640 y 1650.
El desarrollo de la soberanía popular después de que acto de otorgar el poder a sus representantes por parte del pueblo
rey y Parla-
mento fueron a la guerra estuvo más en los esfuerzos “una vez ejecutado era imposible de revocar”. Además, el poder
de los mo-
nárquicos y los radicales contra el Parlamento que en que otorgaron era total: “El pueblo”, según uno de los más ardien-
la ciega
identificación de lo popular con el poder parlamenta
rio como se tes portavoces parlamentarios, “no se ha reservado ningún poder
decía desde Westminster. para sí, desde sí, en el Parlamento”.
110
Las limitaciones de la opinión parlamentaria se
pusieron en Al dotar al pueblo con la autoridad suprema, pues, el Parla-
evidencia en las primeras respuestas al desafío monárquico mento pensó solamente en dotarse a sí mismo. Esa intención do-
, que
no fue más allá de dolorosas sorpresas y dogmáticas minó su respuesta a la presión popular, incluso en la forma tradi-
negativas. A la
vez que reconocían implícitamente la popularidad cional de las peticiones. Cuando “los más importantes habitantes
monárquica,
los voceros parlamentarios se quejaban de deserc de la ciudad de Londres” hicieron una petición de una menor in-
ión. Aquellos
que abandonaban al Parlamento para ir con transigencia en las negociaciones parlamentarias con el rey, el Par-
el rey, decían, “se
abandonan a sí mismos, a su religión, a sus leyes lamento respondió que su condición de depositario de los dere-
y propiedades, y
todo aquello que puede ser llamado propiamente suyo”. chos de todo el reino no le permitía satisfacer a una parte del
10 E] Par-
lamento no era simplemente el representante del reino (es decir, los peticionarios), y en un estallido de franqueza
pueblo, era el
pueblo: “los hombres del Parlamento no son otra admitió que “no queremos que el pueblo nos solicite nada en ab-
cosa que noso-
tros mismos y, por lo tanto, no podemos abandonarl soluto, en ningún caso, salvo cuando nos apartemos manifiesta-
os, salvo que
nos abandonemos a nosotros mismos”.1% O, como lo dijo mente de nuestro deber”.1!! No decía quién iba a decidir que tal
otro
apologista parlamentario, “su criterio es nuestro criter apartamiento era manifiesto. Para 1647, cuando al Parlamento se
io, y aque-
llos que se oponen al criterio del Parlamento le hizo una petición de un amplio espectro de reformas, incluyen-
se oponen a su pro-
pio criterio”.1% Abandonar al Parlamento no do una mayor libertad religiosa, el cuerpo ordenó que la petición
sólo era autodestruc-
tivo, sino que era perverso. “Nada puede haber fuera quemada por el verdugo común.!!? e
bajo el cielo”, dijo
Parker, “después de renunciar a Dios, que pueda El Parlamento que asumió esta arrogante posición es apropia-
ser más pérfido y
más pernicioso en la gente que esto”.1% Otros sugir damente conocido como el Parlamento Largo. Votado en 1640, si-
ieron que
aquellos culpables “de falta de respeto desagradec guió siendo el cuerpo gobernante del reino hasta 1653. Durante
ida e indigna al
Parlamento [...] sólo podían ser corregidos con ese tiempo la mayoría de sus miembros partieron para unirse al
el látigo del Par-
rey, o murieron, o fueron expulsados, y la mayoría no fue reempla-
EDMUND S. MORGAN LA INVENCIÓN DEL PUEBLO SOBERANO 69

Zada en nuevas elecciones. El ejército que creó obligó a renunciar


rios como levellers (niveladores), aunque no logró conseguir la ma-
a once miembros en el verano de 1647, y en diciembre
de 1648, yoría de sus objetivos, estuvo mucho más cerca.!!$ Los objetivos
durante la Purga del Pride, prohibió por la fuerza a más de 110
que se propusieron no estaban fuera del alcance, y muchos, de he-
miembros el acceso a sus escaños, dejando a solamente unos
dos- cho, han sido alcanzados en el desarrollo de la soberanía popular
cientos miembros en la Cámara de los Comunes. Fue esta minorí
a que todavía continúa.
siempre en disminución, la mayoría de ellos glegidos en 1640,
la Que los levellers llegaran a estar tan cerca del éxito como lo es-
que decidió expresar hasta 1653 la voluntad del pueblo.!13
tuvieron en su propio tiempo se debió a la influencia que ejercie-
Gracias a sus ejércitos, el Parlamento sobrevivió al desafío
mo- ron sobre otro grupo que también estaba insatisfecho con el Par-
nárquico en el campo de batalla. Pero la debilidad misma de su
lamento, concretamente el ejército que libraba las batallas de éste.
afirmación de representar al pueblo, combinada con su larga
du- Tanto el ejército como los levellers, dentro y fuera del Parlamento,
ración y la creciente lejanía de sus electores, invitaba a desafio
s estaban comprometidos con la supremacía del Parlamento sobre
que iban más allá del representado por los monárquicos, desafíos
el rey. Pero al igual que los monárquicos, con los que en algún
en los que la relación de la soberanía popular con las person
as punto casi unieron fuerzas, se fueron sintiendo cada vez más des-
reales fue analizada de manera tan penetrante como jamás lo
ha- contentos con el Parlamento tal como existía. Y su descontento los
bía sido. Mientras la cuestión de la guerra estuvo dudosa, los más
impulsó, como había ocurrido con los monárquicos, a pensar en
ardientes defensores de la nueva ficción se contentaron con cerrar
el significado de la soberanía popular con más seriedad de lo que
filas detrás del Parlamento.!!* Para el verano de 1645, mientras las
los miembros del Parlamento estaban dispuestos.
fuerzas del rey trastabillaban hacia la rendición, voces desde
den- Lo que inicialmente provocó la insatisfacción de los levellersy
tro de las propias filas comenzaron a exponer las deficiencias de la
del ejército, e incluso de otros grupos, no fue tanto lo que el Par-
pretensión parlamentaria y a solicitar reformas que achicaran la
lamento era o no era, sino lo que hacía o dejaba de hacer. La dis-
brecha que separaba la ficción de los hechos.
puta del Parlamento con el rey había estado fuertemente influen-
Las voces venían de muchas direcciones. El derrocamiento in-
ciada por sus políticas religiosas. Sus miembros temían que el rey
minente del rey, su ejecución en 1649 y el establecimiento de
un deseara conducir a la Iglesia:de Inglaterra de regreso a Roma, y
gobierno republicano hicieron que muchos hombres reexamina-
que incluso pudiera llegar a convocar a las tropas católicas de
ran todas sus viejas suposiciones acerca de sí mismos y del mundo
Francia o de Irlanda para lograr ese objetivo, un miedo agudizado,
en que vivían.” Un grupo, creyendo que la Quinta Monarquía
si no confirmado, por sus esfuerzos por obtener ayuda exterior
anunciada en el Apocalipsis estaba cerca, solicitó el estable
cimien- después de iniciada la guerra. El Parlamento, en su hostilidad al
to inmediato de un gobierno teocrático en manos de santos. Otro
catolicismo, probablemente disfrutaba de un amplio apoyo popu-
grupo, que llegó a ser conocido como los diggers (cavadores), de-
lar. Pero de ello no se sigue que los ingleses estuvieran de acuerdo
cidió abandonar casi todas las relaciones y las instituciones que los
con las ideas religiosas de sus miembros. Con la abolición de las
habían ligado a otros hombres hasta ese momento. Armados sola-
restricciones después de 1641, las creencias religiosas y eclesiásti-
mente con azadas y visiones místicas, empezaron a cavar en los te-
cas se multiplicaron. Algunos apoyaron la continuación del epis-
rrenos comunes y solicitan poner fin a la propiedad privada y a las
copado, algunos una cierta forma presbiteriana de Iglesia nacio-
diferenciaciones sociales. Estas personas apacibles eran demasiado
nal, y otros, que representaban una gran variedad de doctrinas
pocas en número y demasiado imaginativas en sus objetivos como
teológicas, se inclinaban por la libertad para que cualquier grupo
para afectar seriamente la forma que finalmente iba a adquiri
r la organizara su propia Iglesia independiente sin ninguna necesidad
soberanía popular. Pero otro grupo, etiquetado por sus adversa
- de una organización que abarcara a todo el país.

MN"
AAA
EDMUND S. MORGAN LA INVENCIÓN DEL PUEBLO SOBERANO 71

Lo que ocurrió fue que los miembros del Parlamento se fue-

AA
Las propuestas de los levellers desmentían el nombre que sus ad-
ron inclinando cada vez más a favor de una Iglesia presbiteriana versarios les habían puesto. La palabra “leveller (nivelador) implica-
nacional, y fueron empujados en esta dirección por la necesidad ba un deseo de nivelar las diferencias sociales y económicas, y ha-
de ayuda militar de Escocia, donde los presbiterianos tenían el bría descrito con mayor precisión a los digyers (cavadores), a quienes
control. Hacia 1645 parecía que el Parlamento, dado su curso, iba en efecto se les aplicó en su primera aparición, probablemente co-
a imponer el presbiterianismo a todos. Pero, tal como estaban las mo parte del esfuerzo constante de desacreditar a los levellers. Tam-
cosas, los hombres que componían el ejército se inclinaban cada bién podría haber sido aplicada a algunos panfletistas aislados de la
vez más a apoyar la Independencia, es decir, la libertad religiosa y época, que denunciaron a los votantes por votar para el Parlamento
la independencia de las diferentes congregaciones. Oliver Crom- “a los más nobles y más ricos del condado”, argumentando que “son
well en particular, que condujo a la caballería en victorias especta- ellos quienes los oprimen, de modo que la esclavitud de los votantes
culares sobre las fuerzas del rey, apoyaba la libertad religiosa, al es la libertad de ellos, la pobreza de aquéllos es la prosperidad de és-
igual que John Lilburne, un teniente coronel tan intrépido con la tos”.117 Los mismos levellersse quejaban muy poco acerca de la com-
pluma y la tinta como lo era Cromwell con la espada. Lilburne, posición social de la Cámara de los Comunes. Ellos expresamente
junto con Richard Overton, un impresor, y William Walwyn, un co- negaban tener alguna intención de nivelar los patrimonios, y que-
merciante de Londres, produjeron un torrente de escritos que les rían que la Cámara también lo negara.!!% Sus propuestas para refor-
valieron el nombre de levellers a ellos y sus partidarios. Eran todos mar la Cámara estaban dirigidas, no tanto contra el hecho de que
“independientes” en sus opiniones acerca de la Iglesia, y fue en estaba dominada por una elite social como contra la desigual distri-
oposición a las políticas presbiterianas del Parlamento que formu- bución geográfica de las bancas y su larga duración. Querían elec-
laron por primera vez sus propuestas de reforma. ciones anuales y una asignación de escaños entre los condados de
Las propuestas mismas, aunque apuntaban a cambios en las Inglaterra proporcional a su población. Habrían ampliado el dere-
políticas parlamentarias, iban más allá de medidas específicas. cho al sufragio, excluyendo sólo a las mujeres, a los niños, a los cri-
Proponían cambiar lo que el Parlamento hacía, cambiando lo minales, a los sirvientes y a los indigentes,!!? y le habrían negado a
que era y, al mismo tiempo, proponían ponerle límites, en nom- la Cámara de los Comunes el derecho de expulsar a un miembro
bre del pueblo, a lo que podía hacer. No sólo querían dar una sin el consentimiento de sus componentes. A una Cámara de los Co-
mayor participación a la gente para la elección del Parlamento, si- munes reformada de esta manera le habrían dado todos los poderes
no también dar “al pueblo” una manera de ejercer su soberanía del gobierno central, eliminando totalmente del gobierno a la Cá-
fuera del Parlamento y con una necesaria superioridad respecto mara de los Lores junto con el rey.*?0
de éste. El hecho de que los levellersy la mayoría de los otros refor- La extensión del sufragio y de la representación podría muy
madores del período fracasaran se debió a que tomaron las nue- bien haber dado como resultado una cierta ampliación en la com-
vas ficciones demasiado literalmente, dotando a “el pueblo”
con posición de la Cámara de los Comunes para que incluyera a hom-
capacidades de acción que un cuerpo tan ideal —ideal en sentido bres de menor rango, pero si ése fue el objetivo de los levellers, no
filosófico— jamás podría poseer. Pero por ello mismo dejaron ex- lo expresaron. La eliminación de la Cámara de los Lores, por cier-
puesto el fracaso del Parlamento en no tomar demasiado en serio to, habría impedido a los rangos más altos de la aristocracia una
sus propias ficciones y alertaron a quienes aceptaban las nuevas participación automática en la autoridad política. Pero al propo-
ficciones sobre la necesidad de limitar las acciones de cualquier ner la abolición de la Cámara de los Lores, los levellersno propusie-
poder gobernante, cualquiera que fuera su supuesta fuente de ron la abolición de la nobleza. Es más, invitaban a que cualquier
autoridad. lord que todavía abrigara la ilusión del poder político se presenta-

y
TRE
A Pp
EDMUND 5, LA INVENCIÓN DEL PUEBLO SOBERANO
que el Parlamento estaba
los Comunes,!?! y no es im- mucho más. Cuándo se volvió evidente
ra a las elecciones para la Cámara de empeñado en establecer el presbite
rianismo como la religión del
de la mayoría de los lores
probable, dada la influencia económica ba, que mu- estado, aquellos que tenían una visió
n más amplia de los poderes
ral se les dispensa
y la deferencia popular que en gene religiosa, recogieron y am-
en una Cámara del tipo pro- del pueblo, pero apoyaban la libertad
chos podían haber ganado escaños Á comienzos de 1645, Walwyn
que este resultado pudiera pliaron el argumento monárquico.
puesto por los levellers. No es evidente ibir toda regulación parla-
soberanía del pueblo, tal como lo reformuló y transformó para proh
haber molestado a los levellers. La de un país”, dijo, “al elegir un
bio radical en la estructura mentaria sobre religión: “El pueblo
ellos la veían, no requería ningún cam gar más poder que el que él
Parlamento, no puede, entonces, otor
social, de hecho, lo prohibía. es que aquello que un hombre
una reforma en la elec- mismo posee; la fórmula sencilla
Sí se requería, sin embargo, más que a hacer, o prohibirse hacer
ara de los
tantes en una Cám ño puede obligarse voluntariamente
ción y la distribución de los represen r que alguien ordene a otro
orma de la Cámara de los Co- sin pecar, no puede ordenar o hace
Comunes más fuerte. Aunque la ref eró la idea el siguiente año al

HA
apuntaba a permitirle hablar que haga”.1? Richard Overton reit
munes propuesta por los levellers to: “ni ustedes, ni nadie más
consideraban la voluntad del decir a los miembros del Parlamen
más sinceramente de lo que ellos lucrar al Pueblo en los temas
o hizo Henry Park er, que el Par- puede tener poder alguno para invo

o pm
pueblo, nunca reclamaron, com a la adoración de Dios [...] pues no podemos
a medida que se fueron sin- conciernen
lamento fuera “el pueblo” mismo. Y
que
en nosotros, pues no hay ningu-
lusionados con el Parlamento
existente, fue- conferir un poder que no estaba me-
tiendo más y más desi
términos no meramente de no de nosotros que pueda sin pecar deliberadamente compro
ron pensando cada vez más en manera, sólo así, según
r maneras adicionales, alternat
ivas, terse a venerar a Dios de ninguna otra que sea justo”.12 El
reformarlo, sino de encontra rolar icular entender, aprobaremos lo
ntad popular, y con ello cont nuestro part
más directas, de expresar la volu era más dramática en 1648
que escapara al control popular, argumento fue presentado de iman
a cualquier parlamento futuro utieron el tema con sus oficia-
cuando los levellers en el ejército disc
como lo había hecho éste. los oficiales de que el magistra-
ían identificado el problema les. En respuesta a la sugerencia de
Los levellers, efectivamente, hab tado para suprimir la blasfe-
asunto de poner lími tes a un do civil podría tener algún poder limi
principal de la soberanía popular, el Collier, un capellán con
d de un pueblo por quien mia y regular la religión, Thomas
gobierno que hacía derivar su autorida o el magistrado podía tener
echo de hablar. ¿Cómo podía tendencias baptistas, preguntó cóm
sólo él, según aseguraba, tenía el der reconoció: “Si Dios mismo le
algo semejante, hablar por sí ese poder. Dios mismo podía dárselo,
el pueblo, suponiendo que existiera podemos hace r para limitarlo”.
que supuestamente él había ha dado ese nombramiento, nada
mismo y dar órdenes al gobierno que ser demostrado: “ Si Dios mis-
el pueblo dirigirse a un Parla- Pero el derecho divino tendría
creado? En particular, ¿cómo podía bramiento, entonces, que
lo. demues-
nombre de ese mismo pueblo, mo le ha dado ese nom
un nom-
mento que reclamaba para sí, en No era nece sario aclarar que nadie podía mostrar
tes? tre”.124 . La divinidad se
una autoridad que carecía de lími firmado y sellado por el Todopoderoso
ión a la limitación popular bramiento
La primera línea de una aproximac
cción marcadá por los monár- apartaba del gobierno.
del Parlamento provino de una dire e que el pueblo Una vez que se admitió que había
poderes que el pueblo no
do repetidament
quicos. Éstos habían argumenta , era natural extender la
limitación
es sólo aquellos poderes, cuales- podía conferir a su gobierno
podía otorgar a sus representant otorgar, así como limitar la am-
pueblo poseía. La visión monár- acerca de lo que el pueblo podía
quiera que fueran, que ese mismo gaba o había otorgado . Overton
poseía el pueblo era, por supues- plitud de los poderes que otor
quica respecto a cuáles poderes la primera clase de limitación
r de aprobar la legislación y no proporcionó una base teórica para
to, limitada: el pueblo tenía el pode
:
EDMUND S. MORGAN
LA INVENCIÓN DEL PUEBLO SOBERANO
75

debían contentarse con las concesiones que habían

A
logrado
arrancarles a los monarcas subsiguientes. Consideraban
que es-
tas concesiones, incluyendo la Carta Magna y la Petici
ón de De-
rechos, “no eran más que una parte de los derechos y
libertades
del pueblo [...] arrancadas de las garras de aquellos reyes que
habían conquistado al país, habían cambiado las leyes y por
la
fuerza los mantenían subyugados”.1?9
Los levellers habían llegado a adoptar esta posición incluso an-
tes de que el rey fuera sometido. Después de que sus ejércitos fue-
ron derrotados y el rey mismo se había convertido en un prisione-

E
ro, dejó de ser necesario buscar en el pasado las constituciones
fundamentales o hacer reposar las libertades del pueblo en las
So:

concesiones de los tiranos. Había llegado el momento de hacer


una declaración completa de los derechos del pueblo y de
estable-
cer los límites de los poderes que la gente podía y debía conced
er
a Sus representantes en una Cámara de los Comunes reformada
y
suprema. Lo que los levellers proponían era un “Acuerdo del Pue-
blo” que debía ser firmado por todos los ingleses que
estuvieran
de acuerdo con transferir a sus representantes los poderes allí
es-
pecificados. (No está del todo claro qué habría ocurrido
con aque-
llos que no estuvieran de acuerdo.) 1%
Las prohibiciones y requerimientos específicos para el
Parla-
lan evitado en general mento sin rey y sin pares del reino que se iban a incluir
basar los derechos de en ese
los acuerdo reflejaban la experiencia de los años precedentes.
Entre
Otras cosas, además de las limitaciones contenidas
en la Carta Mag-
na y la Petición de Derechos, el Parlamento no
podía legislar so-
bre religión, no podía reclutar hombres para el ejércit
o o la mari-
na, no podía otorgar privilegios o exenciones legales a
ninguna
persona individual ni a ningún grupo, no podía enviar
a prisión
por deudas ni impóner penas graves para delitos triviale
s, así co-
mo tampoco podía exigir a los acusados que respondieran
a pre
guntas que pudieran comprometerlos, “ni nivelar los
patrimonio:
ni destruirlos, ni convertirlos en comunes”.!131
Muchas de las dis
lel pueblo fuera de posiciones eran imprecisas en su redacción, producto de
Parlamento, tu- los com
do antes de 1066 para promisos y las discusiones no sólo entre los levellers mismos
hallar “cons- , sinc
también entre los levellers de dentro y fuera del
128 de otra manera ejército, por un:
parte, y los oficiales del ejército, por la otra.
“16 LA INVENCIÓN DEL PUEBLO soho
comun BRorcan 77
Como consecuencia de tales discusiones, el
Acuerdo sufrió un cambios políticos que los levellers habían propuesto. El mismo día en
gran número de metamorfosis y se publicaron varias que asumieron el Compromiso, uno de ellos, el famoso Cornet Joy-
versiones di-
ferentes de él en distintos momentos. Para nuestr ce, secuestró al rey de manos de sus guardianes parlamentarios,
os propósitos,
sin embargo, las disposiciones específicas son
menos importantes dándoles de esta manera a los soldados una carta de triunfo políti-
que la idea, en él contenida, del pueblo actuando
separado de sus ca, pues el rey, aunque ya no era una fuerza militar, seguía siendo
representantes en el Parlamento. En la primera versió
n publicada, una fuerza importante desde el punto de vista político. Los soldados
del 3 de noviembre de 1647, el razonamiento
era claro: “Ninguna crearon entonces un Consejo del Ejército, formado por sus agitado- .
ley del Parlamento es o puede ser inalterable, res y dos oficiales de cada regimiento, junto con varios oficiales de
y por lo tanto no
puede constituir una seguridad suficiente para evitar
daño a al- estado mayor. Fue en ese cuerpo y sus comisiones donde fueron ela-
guien por lo que otro Parlamento pueda decidir,
en caso de que borados los términos del Acuerdo del Pueblo, y era ese cuerpo el
sea corrupto; y además, los Parlamentos deben
recibir la totalidad que podría haber encontrado una manera de mentado por
de su poder, y la confianza de aquellos que se lo
otorgan; y, por lo medio de alguna suerte de aprobación por voto popular.
tanto, el pueblo debe declarar cuál es su poder y su Aunque los levellers mismos continuaron insistiendo en la adop-
confianza, que
es el propósito de este Acuerdo”. En consecuenc ción del Acuerdo del Pueblo como una constitución fundamental,
ia, la versión fi-
nal expresamente prohibía que cualquier representa el Consejo del Ejército, cada vez más dominado por Oliver Crom-
nte “entrega-
ra, dispusiera o eliminara alguna parte de este Acuer well y su yerno Henry Ireton, desvió sus esfuerzos e hizo del ejército
do”.13% La res-
puesta del Parlamento existente a la propuesta mismo el instrumento para el supuesto control popular del Parla-
fue como podía
esperarse: el Acuerdo del Pueblo, proclamó la Cámar
a de los Co- mento. Los soldados, en su Compromiso de junio de 1647, habían
munes, es sedicioso, “destructor de la esencia de señalado especialmente que ellos “no eran un ejército de mercena-
los Parlamentos y
del gobierno fundamental del Reino”.1% Un Parlamento rios contratados para servir a algún poder arbitrario de un estado,
que alega-
ba poseer autoridad omnipotente otorgada por el
pueblo no podía sino que habían sido convocados y requeridos por varias Declaracio-
permitirse admitir la posibilidad de que el pueblo se
corporizara en nes del Parlamento, para la defensa de las libertades y derechos de
cualquier lugar fuera de las paredes de Westm
inster. nosotros mismos y del pueblo”.19 Con el rey en sus manos, en
Si alguna vez hubo alguna posibilidad de que Hampton Court, habían marchado sobre Westminster en agosto de
el Acuerdo del
Pueblo pudiera haber sido implementado, habría sido 1647 y forzado la dimisión o el retiro del Parlamento de los AOELES
a través del
ejército, que para 1647 había empezado a verse a presbiterianos. Cuando el rey escapó a la Isla de Wight ylos monár-
sí mismo como re-
presentando al pueblo más directamente que el Parla quicos se unieron a él en una segunda guerra civil, el ejército actuó
mento. El Par-
lamento había reclutado el “Nuevo Ejército Modelo”
(New Model otra vez no sólo para derrotar a los monárquicos, sino también para
Army), como se lo llamó, en la primavera de 1645, poner fin a las negociaciones parlamentarias con él. El 6 de diciem-
y había logrado
un éxito casi inmediato. Tuvo menos éxito en lo que
se refería a re- bre de 1648, el coronel Pride, en las puertas de la Cámara de los Co-
caudar el dinero para pagarlo. En la primavera
y el verano de 1647, munes, prohibió la entrada a todos los miembros del Parlamento
cuando el Parlamento decidió, sin embargo,
disolverlo, los soldados que apoyaban esas negociaciones. Al cabo de dos meses lo que que-
reclutados formaron su propia organización para daba del Parlamento Largo había juzgado, condenado y E
protegerse, eli-
giendo a dos “agitadores” de cada regimiento. En junio
los soldados do al rey, y en marzo de 1649, había abolido tanto a la monarquía
asumieron un “Solemne Compromiso” de no disolv como a la Cámara de los Lores.
erse hasta que
sus exigencias fueran satisfechas, y sus exigencias
incluían no sólo el Al hacerse cargo del gobierno, el ejército continuó actuando
pago de sus propios sueldos atrasados, sino tambi a través del Parlamento. Fue un Parlamento que debía su existen-
én algunos de los

IEIECIO AREA AIAAINOS


ho

1 de EDMUND S. MORGAN
LA INVENCIÓN DEL PUEBLO SOBERANO 79
cia más a los mandatos del ejército
que a la elección directa, pero
el ejército justificaba sus dictados Como la autoridad del gobierno se alejaba cada vez más de to-
en nombre del pueblo. Incluso
mientras continuaban debatiendo un da verdadera designación por elección popular, las caracterizacio-
posible Acuerdo del Pueblo,
los portavoces del ejército explicab nes del pueblo se hicieron cada vez menos halagadoras. Era la
an que aunque era reclutado
por el Parlamento, en realidad era “multitud frívola”, “bestias en forma de hombres”, que se iban a
el agente apropiado del pue-
blo: “Es verdad, el ejército recibió
su mandato del Parlamento, así destruir a ellos mismos a la menor oportunidad. No era “vox, sino
como el Parlamento recibió el suyo del pueblo; salus populi” lo que debía predominar; “la mayor razón” debía pre-
de modo que el
ejército es igualmente nombrado por valecer sobre la “mayor voz”.1% Éstos no eran los sentimientos de
el pueblo, tal como lo ha si-
do por el Parlamento, o el Parlamen
to por el pueblo”. Así como el los monárquicos, sino de los partidarios tanto del Parlamento co-
Parlamento había anteriormente afir mo del ejército. Así pues, el reverendo John Goodwin, un frecuen-
mado estar apoyando al ver-
dadero ser del rey al resistirse a te vocero de los poderes de turno, justificó la Purga de Pride sobre
él, en ese momento, el dominio
del Parlamento por parte del ejército la base de que era correcto “salvar la vida de un lunático o de una
no era “desobediencia y opo-
sición al Parlamento, sino defensa del Parl persona desviada, aun contra su voluntad”, y pasaba a argumentar
amento”. El Parlamen-
to, considerado correctamente, debe que “si un pueblo es depravado y corrupto, de modo que confiere
querer lo que el ejército que-
na, porque el ejército quería lo que el lugares de poder y confianza a hombres perversos y no merecedo-
pueblo quería.197
ze Al comienzo de la Purga de Pride, res, pierde su poder en este sentido, el cual pasa a aquellos que
se ofreció una identifica-
ción más fuerte con el pueblo, quizá sin son buenos, aunque sean pocos. De modo que nada que se quiera
que el ejército tuviera que
buscarla. Will iam Sedgwick, un capellán del
ejército, después de argumentar a partir de la falta de acuerdo entre el pueblo y el ejér-
argumentar que el poder había pasa cito tendrá sentido”.** Que no se podía confiar en el pueblo en
do del Parlamento al pueblo,
declaró que “este ejército es realmente el masa para su propio bienestar era evidente a partir del “amor infan-
Pueblo de Inglaterra, y tie-
ne la naturaleza y el poder de su total til que la gente común y corriente deposita en la persona poco
idaden él”. Era, dijo, “el pe-
Cho y la fortaleza mismos de Inglater atractiva de un rey”. Había que salvarlos de ellos mismos, pues
ra”. Tenía en él “el alma y la
vida de la nación”. Tenía “de mane estaban “tan engañados con la grandeza del rey” que pensaban
ra incuestionable que recibir el
título de pueblo de Inglaterra”. A la luz de que habría sido impropio resistirse a é1.1%
tan perfecta identificación
con “todo el reino en su sentido verdader Los levellers no compartían esta opinión acerca del pueblo y
o y correcto” era ridículo
eS

que el ejército se siguiera ocupando del Acue


rdo del Pueblo. !38 continuaron insistiendo en un Acuerdo del Pueblo, para ser im-

! El razonamiento por el que Sedgwick llegó a esta conc plementado por el consentimiento expreso de los individuos en
veló una tendencia que iba a dar form lusión re-
a a muchas futuras apologías toda Inglaterra y para ser tratado también como un contrato entre
para cualquier poder que alegara actuar los representantes y sus votantes. Después de la ejecución del rey, que
en nombre del pueblo. Él
habló del pueblo solamente “en su sent fue más allá de la deposición que los levellers proponían, protestaron
ido verdadero y correcto”
que no era el sentido más literal que los con vehemencia contra “las nuevas cadenas de Inglaterra” impuestas
levellers tenían en mente. El
ejército, de acuerdo con Sedgwick, por el ejército y por lo que quedaba del Parlamento Largo al gober-
era “verdaderamente el pueblo, no
como torpe montón, O COMO UN cuerp nar sin la autorización del pueblo y sin consideración de los límites
o pesado y tosco, sino de una mane-
ra seleccionada, selecta. Es el pueblo en que habrían sido fijados por un Acuerdo del Pueblo.!** El ejército
virtud, espíritu y poder, reunido
en corazón y en unión, y por ello muy respondió en marzo de 1649, arrestando a Lilburne, Overton,
capaz y apto para el trabajo
que tiene entre manos. El pueblo, en torpe montón, Walwyn y Thomas Prince (un comerciante que había aparecido re-
es un monstruo,
Una inmanejable y rústica turba que no sirve
para nada”.!139 cientemente como líder del movimiento). Desde la Torre de Lon-
dres estos cuatro continuaron denunciando al nuevo régimen, pe-
EDMUND S. MORGAN

ro la estridencia de sus Pro


testas revela
ba la inutilidad de su causa.
Aunque conservaban seguid 4. Los dos cuerpos del
ores entre los soldados com pueblo
eran suficientes como Par unes, no
a preocuparse. Un motín produc
sus partidarios en mayo de ido por
1649 fue rápidamente apl
él desapareció toda espera ast ado , y con
nza de un Acuerdo del
Pueblo. En sep-

La desaparición de los levellers


y su Acu erdo del Pueblo dejó
sin respuesta la Pregunta
de cómo las personas real
ejercer la reconocida sobera es podrían
nía “del pueblo” sobre un
cuya afirmación de represent gobierno
arlo se estaba haciendo cad
difícil de acreditar. La credib a vez más
ilidad del gobierno sin reye
hacía más dudosa por el esf s sólo se
uerzo de fortalecerla a trav
“Compromiso” (que no debe és de un
confundirse con el Compromis
los soldados de Junio de 1647 o de
) al que se suponía que tod
os los ciu-

gobierno del rey.


En apoyo de una apuesta por
el poder tan audaz, los vocero
del ejército del Par s
lamento ofrecieron argumento
ban la soberanía del pueblo a s que entrega-
los batallones más fuertes en
va especie de derech una nue-
o divino. Todo gobierno,
descubrían entonces
sus apologistas, descansaba
en la fuerza,
Y así era como Dios
lo quería. Era el solemne deber
los hombres obedecer a quien de todos
tuviera la fuerza, porque *no
sible que nadie pue es po-
da llegar a la cima del Poder sin
hubiera dispuesto así”.147 No tení que Dios lo
a sentido cuestionar la autoridad
del gobierno existent e porque no había ningún gob
“nada puede obligar a algo que ierno rival y
no existe”. De esto se seguía
quienes poseen los Puestos y “que
realizan los deberes de facto deb
Jurey ex debito, recibir las dignid en, de
ades correspondientes a la aut
oridad
Í
'

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