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Situaciones experimentales t 81

cación. En contraste, puede aprenderse la preferencia por un sabor si éste es


emparejado con saciedad nutricional o con otras consecuencias positivas (Ca-
paldi, Hunter y Lyn, 1997; Ramírez, 1997). El aprendizaje de las aversiones y
preferencias por los sabores se ha investigado, de manera exhaustiva, en varias
especies animales (Reilly y Schachtman, 2008; Riley y Freeman, 2008; Pérez, Fa-
nizza y Sclafani, 1999; Sclafani, 1997). Cada vez más evidencias indican que, en
el caso de los seres humanos, muchas aversiones al sabor también son resultado
del condicionamiento pavloviano (Scalera, 2002). Gran parte de esta evidencia
proviene de estudios con cuestionarios (Logue, Ophir y Strauss, 1981; Logue,
1985, 1988a). La gente reporta haber adquirido al menos una aversión a la co-
mida durante su vida. La experiencia típica de aprendizaje de la aversión implica
comer un platillo con un sabor distintivo y luego enfermarse. Dicha experiencia
sabor-enfermedad puede producir una aversión condicionada a la comida en un
solo ensayo, y el aprendizaje puede ocurrir incluso si la enfermedad se demora
varias horas después de ingerir el alimento. Otro hallazgo interesante es que en
cerca de 20% de los casos, los individuos estaban seguros de que su enfermedad
no había sido causada por el alimento que consumieron. Aun así, aprendieron
una aversión al mismo. Esto indica que el aprendizaje de la aversión a la comida
puede ser independiente de los procesos racionales de pensamiento, así como ir
en contra de las conclusiones de la persona sobre las causas de su enfermedad.
Los estudios a partir de cuestionarios pueden arrojar datos interesantes, pero
se requiere de la investigación sistemática para aislar los mecanismos del apren-
dizaje. Se han realizado estudios experimentales del aprendizaje de aversión al
sabor con personas en situaciones de malestar en el curso de un tratamiento
médico, como la quimioterapia para el cáncer. Comúnmente la quimioterapia
produce náusea como un efecto secundario, y se ha demostrado que pacientes
con cáncer, niños y adultos, adquieren aversiones a los alimentos consumidos
antes de una sesión de quimioterapia (Bernstein, 1978, 1991; Bernstein y Webs-
ter, 1980; Carrell, Cannon, Best y Stone, 1986). Esas aversiones condicionadas
pueden contribuir a la falta de apetito que es un efecto secundario de la quimio-
terapia. (Parker, 2003, ofrece una descripción de estudios de laboratorio sobre el
papel de la náusea en el condicionamiento de las aversiones al sabor.)
Las aversiones condicionadas a la comida también suelen contribuir a la su-
presión del consumo alimenticio o anorexia que se observa en otras situaciones
clínicas (Bernstein y Borson, 1986; Scalera y Bavieri, 2008). La anorexia que
acompaña al crecimiento de algunos tumores puede ser resultado del condi-
cionamiento de aversiones a las comidas consumidas durante la enfermedad.
El aprendizaje de aversión a la comida también puede contribuir a la anorexia
nerviosa, un trastorno que se caracteriza por la pérdida de peso severa y crónica.
Algunas evidencias interesantes indican que las personas que sufren anorexia
nerviosa experimentan trastornos digestivos que pueden aumentar la probabili-
dad de adquirir aversiones a la comida. La mayor susceptibilidad al aprendizaje
de aversión a la comida también puede contribuir a la pérdida de apetito que se
observa en las personas que sufren depresión severa.
Muchas de nuestras ideas sobre el aprendizaje de aversión a la comida en la
gente tienen sus raíces en la investigación realizada con animales no humanos
de laboratorio. En el procedimiento típico, los animales no humanos reciben un
alimento o bebida con un sabor distintivo y luego se les inyecta un fármaco o se
les expone a radiación, lo que los hace sentir enfermos. Como resultado del em-

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