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COMUNICADO 071 DE 2021

JEP IMPUTA CRÍMENES DE GUERRA Y DE LESA HUMANIDAD A UN GENERAL,


6 OFICIALES Y 3 SUBOFICIALES DEL EJÉRCITO, Y A UN TERCERO CIVIL, POR
'FALSOS POSITIVOS' EN CATATUMBO
Estos hechos no hubieran ocurrido sin la política institucional del Ejército de conteo de
cuerpos, sin la política de incentivos y la constante presión que ejercieron los comandantes
sobre sus subordinados para obtener muertos “en combate", y sin la estigmatización de la
población civil, dice la Sala de Reconocimiento.
Este es el primero de por lo menos seis Autos de Determinación de Hechos y Conductas
que la JEP emitirá dentro del caso 03 en la primera fase de la investigación.
La JEP continuará indagando la eventual participación de niveles superiores por acción u
omisión en el patrón macrocriminal determinado.

Bogotá, 6 de julio de 2021. La Sala de Reconocimiento de la JEP les imputó crímenes de


guerra y de lesa humanidad a 11 personas, entre ellos un Brigadier General, dos coroneles,
dos tenientes coroneles, un mayor, un capitán, dos sargentos y un cabo, y a un tercero civil
dentro del subcaso Norte de Santander del Caso 03 ahora llamado Asesinatos y
desapariciones forzadas presentados como bajas en combate por agentes del Estado.

La Sala de Reconocimiento llama a reconocer responsabilidad a los 11 imputados.

Por su participación determinante en el asesinato de por lo menos 120 personas en estado


de indefensión en el Catatumbo (Norte de Santander), presentadas como bajas en combate
entre enero de 2007 y agosto de 2008, y así aumentar criminalmente las estadísticas
oficiales de éxito militar, la Sala de Reconocimiento les imputó el crimen de guerra de
homicidio en persona protegida y crímenes de lesa humanidad de asesinato, y desaparición
forzada, ante el ataque generalizado y sistemático contra la población civil.

Los imputados, identificados como máximos responsables en la modalidad de liderazgo por


haber dado órdenes sin las cuales las conductas criminales no hubieran tenido lugar de
forma sistemática y generalizada, son el brigadier general Paulino Coronado Gámez quien
fue el comandante de la Brigada 30; los coroneles Santiago Herrera Fajardo y Rubén Darío
Castro Gómez, antiguos comandantes de la Brigada Móvil 15 (BRIM15); el teniente
coronel Álvaro Diego Tamayo Hoyos, antiguo comandante del Batallón de Infantería No.
15 'General Francisco de Paula Santander' (BISAN) de Ocaña, el teniente coronel Gabriel
de Jesús Rincón Amado, exoficial de operaciones de la BRIM15 y el mayor Juan Carlos
Chaparro Chaparro, excomandante del BISAN.
Por haber contribuido de manera amplia y efectiva en la ejecución de conductas de
particular gravedad, la JEP también imputó a los antiguos oficiales de inteligencia de la
Central de Inteligencia de Ocaña (CIOCA): el capitán Daladier Rivera Jácome y al sargento
segundo Rafael Antonio Urbano Muñoz; así como al sargento segundo Sandro Mauricio
Pérez Contreras quien fue jefe de la sección de inteligencia del BISAN, al cabo primero
Néstor Guillermo Gutiérrez Salazar, excomandante de escuadra en la BRIM15 y al tercero
civil Alexander Carretero Díaz, quien trabajó como colaborador de las dos estructuras
militares.

Para la JEP, la evidencia indica que estos 11 imputados son penalmente responsables del
crimen de guerra de homicidio en persona protegida y los crímenes de lesa humanidad de
asesinato y desaparición forzada, conforme al Código Penal Colombiano como al Estatuto
de Roma de la Corte Penal Internacional. Los magistrados de la Sala de Reconocimiento
concluyeron que los comparecientes actuaron siendo conscientes de que estos delitos se
cometían como parte de un ataque generalizado y sistemático contra la población civil,
razón por la cual también existen bases para determinar que son responsables de crímenes
de lesa humanidad.

Estas imputaciones hacen parte del primero de por lo menos seis Autos de Determinación
de Hechos y Conductas que se expedirán en el caso 03 (conocido como el de 'falsos
positivos'), de acuerdo con la priorización que hizo pública la JEP en febrero de 2021 a
través del Auto 033. Antioquia, la Costa Caribe, Huila, Casanare y Meta son los otros
cinco subcasos territoriales priorizados a la fecha por la JEP, luego de establecer el
universo provisional de hechos a partir de la contrastación judicial de las bases de datos
oficiales de la Fiscalía General de la Nación, el Centro Nacional de Memoria Histórica y de
las Organizaciones No Gubernamentales de derechos humanos y víctimas. En Antioquia, la
Sala también expedirá un auto de determinación sobre el caso emblemático del cementerio
Las Mercedes de Dabeiba. Estos hechos también se investigan en el caso de Urabá.

Este Auto construye sobre lo construido por la justicia ordinaria, agrupa los 120 asesinatos
y las 24 desapariciones forzadas y se concentra en esclarecer el patrón macrocriminal
encontrado, así como las causas y factores críticos que dieron lugar a este fenómeno y en
los máximos responsables. Las investigaciones judiciales, medidas de aseguramiento y
condenas decretadas por la jurisdicción ordinaria obraron como incentivos para contribuir
al esclarecimiento de la verdad por parte de los comparecientes.
En este primer Auto de Determinación de Hechos y Conductoras, la Sala determinó que, de
los 120 asesinatos, 73 contaban con una investigación penal previa en la jurisdicción
ordinaria en 39 procesos judiciales, de los cuales ocho alcanzaron la etapa de juicio y uno la
ejecución de la pena. Los demás se encontraban en etapa de investigación. De los 11
máximos responsables imputados por la JEP, cinco habían sido condenados por algunos
hechos individuales (un teniente coronel, tres sargentos y un tercero civil).

La determinación de los hechos y conductas, y las imputaciones formuladas por la Sala de


Reconocimiento, son el resultado de la contrastación judicial y el análisis de todo el acervo
probatorio del caso:

8 informes aportados por entidades estatales, organizaciones de víctimas y defensoras de


derechos humanos.
41 versiones de comparecientes (desde soldados hasta generales, incluyendo terceros
civiles que colaboraron con las unidades militares).
Las solicitudes de acreditación, y las observaciones de las víctimas y de la Procuraduría a
las versiones voluntarias en informes escritos y en audiencia pública.
Las inspecciones judiciales a 21 procesos de la jurisdicción ordinaria y 28 de la jurisdicción
penal militar, y la contrastación de piezas procesales de más de 100 expedientes remitidos a
la JEP por la jurisdicción ordinaria.
La contrastación y análisis de 258 libros de documentos oficiales (libros de programas
operacionales, misiones tácticas, actas de pago de recompensas y de levantamiento de
cadáveres, órdenes del día, radiogramas operacionales y las carpetas oficiales de cada una
de las supuestas “bajas en combate") obtenidos en los archivos de la Brigada 30 y el
BISAN.

EL PATRÓN MACROCRIMINAL Y SUS DOS MODALIDADES

A partir de la contrastación judicial y el análisis del acervo probatorio del caso, la Sala
estableció que los asesinatos y las desapariciones forzadas se inscriben en un mismo patrón
macrocriminal. Estos graves crímenes fueron cometidos por miembros de la BRIM15 y el
BISAN en el marco de un mismo plan criminal y con división del trabajo, en un territorio
determinado y en un mismo período de tiempo.
Las 120 víctimas asesinadas tienen un perfil semejante y se repite un mismo modus
operandi. La Sala de Reconocimiento encontró que no se trataba de hechos aislados o de
una repetición accidental. Las desapariciones forzadas y asesinatos probados tenían las
mismas características y una misma finalidad: responder a la presión por “bajas" a “como
diera lugar" y así satisfacer el indicador oficial del éxito militar en el marco de la política
institucional del conteo de cuerpos. Los incentivos para cumplir con este indicador de éxito
militar, como las felicitaciones, medallas, permisos y planes vacacionales, también tuvieron
un papel importante en las motivaciones de los perpetradores de los crímenes.

Las 120 víctimas identificadas por la Sala de Reconocimiento fueron asesinadas en estado
de indefensión por parte de los miembros de la fuerza pública, sin que mediara combate
“real" alguno. Las víctimas que fueron señaladas de pertenecer a grupos armados ilegales
fueron seleccionadas a partir de procesos irregulares de inteligencia. La Sala cuenta con
información proveniente de expedientes de la jurisdicción ordinaria, y de la propia
documentación oficial de las unidades militares, que hace referencia a los orígenes y las
ocupaciones reales de las víctimas, muy distintos a la supuesta actividad criminal que les
fue señalada.

La Sala de Reconocimiento pudo determinar que este patrón macrocriminal tuvo dos
modalidades sucesivas que se distinguen por el perfil de las víctimas. La primera modalidad
corresponde al asesinato de hombres jóvenes de entre 25 y 35 años, habitantes del área rural
del Catatumbo, en su mayoría agricultores, comerciantes y transportadores informales. La
segunda modalidad consiste en el asesinato de jóvenes, provenientes de otras regiones,
engañados para ser trasladados al Catatumbo. A pesar de esta variación en el perfil de las
víctimas, y la consecuente sofisticación del modus operandi, los asesinatos bajo estas dos
modalidades persiguieron el mismo objetivo de presentarlos como “bajas en combate" por
parte de los miembros de la BRIM15 y el BISAN, en el marco de la política institucional
del conteo de cuerpos.

Las denuncias de la población del Catatumbo obligaron al cambio de modalidad. El 5 de


diciembre de 2007, durante el consejo de seguridad de la Alcaldía de Ocaña, al cual
asistieron miembros de la plana mayor del BISAN y del estado mayor de la BRIM15, la
Defensoría del Pueblo advirtió sobre el asesinato de civiles para presentarlos
ilegítimamente como bajas en combate. De igual manera, en audiencia pública realizada el
6 de diciembre de 2007 en el teatro Leonela de Ocaña, los campesinos del Catatumbo en
compañía de funcionarios de la Vicepresidencia de la República, la Defensoría Regional
del Pueblo, la Fiscalía y la Procuraduría Provincial de Ocaña, autoridades locales,
delegados de la Oficina del Alto Comisionado de Naciones Unidas para los Derechos
Humanos, ACNUR y OCHA, además de representantes de ONG de Derechos Humanos,
denunciaron que civiles de la zona eran asesinados y sus cuerpos presentados como
positivos operacionales. Según estableció la Sala de Reconocimiento, en dicha audiencia
pública participaron el comandante de la Brigada 30 y oficiales de la Brigada Móvil No.15.

Entonces, a partir de diciembre de 2007 se puso en marcha un negocio criminal en el que


miembros del Ejército Nacional transaron con terceros para que reclutaran a jóvenes de
otros municipios y ciudades del país a cambio de una remuneración económica, todo con el
fin de llevarlos hasta el Catatumbo, asesinarlos y utilizar sus cuerpos para sumar
criminalmente a las estadísticas oficiales del éxito militar en la guerra. En los términos del
negocio, a través de esta alianza entre uniformados y terceros civiles, estos últimos
ubicaban, engañaban y reclutaban a los jóvenes para llevarlos hasta el Catatumbo. Las
víctimas eran habitantes de Soacha (Cundinamarca), Bogotá, Aguachica (Cesar), Gamarra
(Cesar) y Bucaramanga (Santander). Los uniformados y los terceros civiles tenían el
propósito de que la población del Catatumbo no reconociera la identidad de estas víctimas
una vez fueran reportadas como bajas en combate.

Bajo una lógica criminal cercana al de la “limpieza social", estas víctimas fueron
seleccionadas porque eran trabajadores informales o desempleados, tenían alguna
discapacidad o porque eran desempleados o habitantes de calle; características que las hacía
atractivas para sumar criminalmente sus cuerpos a las estadísticas militares de “bajas en
combate". Para asegurar el éxito del montaje operacional, los familiares no podían tener
conocimiento del paradero de las víctimas, ni siquiera después de ser asesinadas, es decir,
había que desaparecer el cuerpo de los jóvenes. La Sala de Reconocimiento pudo
determinar que la modalidad de engañar a las víctimas de otras ciudades para presentarlas
como bajas en combate en el Catatumbo tuvo su origen en las oficinas de la comandancia
del Batallón de Infantería No. 15 'General Francisco de Paula Santander' (BISAN) en
Ocaña.

De acuerdo con el Auto, el patrón macrocriminal tuvo lugar en el marco de unas


circunstancias territoriales, institucionales y estratégicas específicas que contribuyen a
comprender sus causas. Bajo la dinámica de la guerra en el Catatumbo se creó la BRIM15 y
se reorganizó el BISAN con unas metas concretas de derrotar a la guerrilla en el territorio, a
través de la estrategia militar que privilegiaba el conteo de cuerpos como indicador del
éxito del esfuerzo militar.

En el marco de la política institucional de conteo de cuerpos, con el indicador específico de


muerte en combate, presionados por sus superiores, los comandantes de la BRIM15 y del
BISAN presionaron a su vez a sus subalternos por bajas “a como diera lugar", “todo vale",
“mire a ver qué hace" y “toca dar una baja". La presión fue de tal magnitud que en las
versiones ante la JEP algunos comandantes se autodenominaron como “instigadores"
cuando los magistrados de la Sala de Reconocimiento les preguntaron por su
responsabilidad en estos asesinatos.

En vez de buscar a los comandos guerrilleros en lo alto de las montañas y de perseguir a los
reductos paramilitares —y entrar en combate legítimo con ellos—, los miembros de esas
dos unidades militares prefirieron asesinar a civiles indefensos. La Sala encontró que las
muertes ilegítimas presentadas como bajas en combate fueron posibles gracias al uso del
mando militar, los poderes y facultades legales oficiales, los recursos públicos y los
procedimientos institucionales del Ejército Nacional, y a la estigmatización de los
campesinos del Catatumbo como guerrilleros, auxiliadores o bases de la guerrilla.

LOS DAÑOS SUFRIDOS POR LAS VICTIMAS

Los jóvenes sometidos a desaparición forzada, y luego asesinados para ser presentados
ilegítimamente como bajas en combate, así como sus madres y padres, compañeras,
esposas, hijos y hermanos, sufrieron graves daños a causa de estos graves crímenes. Las
víctimas fatales perdieron su vida siendo aún muy jóvenes a manos de agentes del Estado -
quienes estaban obligados a protegerlas- y experimentaron intenso sufrimiento y
padecimientos sicológicos cuando descubrieron que habían sido engañadas y que iban a ser
asesinadas.

Asimismo, existen afectaciones profundas a sus familiares, de orden moral, emocional y


material. Además del dolor intenso, las madres, padres, compañeras, esposas, hijos y
hermanos sufrieron rupturas de sus relaciones familiares, incertidumbre y angustia,
estigmatización y revictimización, amenazas y hostigamientos, entre otros. Las víctimas
sufrieron daños materiales relacionados con la pérdida o disminución considerable del
patrimonio familiar -llegando incluso en algunos casos a situaciones de mendicidad y
pérdida de sus viviendas- y la frustración de sus proyectos de vida por tener que asumir
nuevos roles personales y familiares, y por tener que desplazarse de sus hogares por
amenazas. En el marco del caso 03, la Sala de Reconocimiento ha acreditado a la fecha
1.043 víctimas, de ellas 658 son mujeres.
¿CUÁLES SON LOS CRÍMENES?

Con base en la Constitución Política y la jurisprudencia de la Corte Constitucional, la Sala


calificó los crímenes a partir del Código Penal Colombiano y del Derecho Internacional. En
los términos del Estatuto de Roma de la Corte Penal Internacional, la Sala calificó los
asesinatos y desapariciones forzadas determinadas como crímenes de lesa humanidad, ya
que en la legislación penal colombiana no existe una definición de esta clase de crímenes y
el Estado colombiano tiene la obligación de investigarlos, juzgarlos y sancionarlos.

Para la JEP “existen bases suficientes para entender que la conducta existió, que la persona
participó y que la conducta pertenece a tipos penales no amnistiables". Los hechos y
conductas que se les imputan a los máximos responsables sobre estos graves hechos
ocurridos en el Catatumbo, y que se calificaron como crimen de guerra de homicidio y
crímenes de lesa humanidad de asesinato y desapariciones forzadas, no fueron actos
aislados, espontáneos o esporádicos. Por el contrario, todos estos actos están
interrelacionados y fueron cometidos como parte de un ataque generalizado y sistemático
contra la población civil, es decir, son crímenes de lesa humanidad.

Por los hechos descritos, la JEP imputó el crimen de guerra de homicidio en persona
protegida. ¿La razón?, ninguna de las víctimas identificadas tenía la condición de
combatiente y, en consecuencia, ninguna de ellas podía ser objeto de ataques por parte de
las Fuerzas Militares. La Sala tampoco encontró evidencia que sustentara la participación
de ninguna de ellas en actividades delictivas. Y, aunque hubieran sido señaladas de
colaborar o pertenecer a algún grupo armado, no existía información verídica para afirmar
que habían perdido la protección que el Derecho Internacional Humanitario otorga a los
civiles en contextos de conflicto armado.

Hay casos en los que, además de la privación de la libertad, se configuró el crimen de


desaparición forzada. Con la intervención de terceros civiles las víctimas fueron trasladadas
de otras regiones al Catatumbo y entregadas a las unidades militares que los reportaron
como bajas en combate sin identificar y las enterraron en fosas comunes.

¿CÓMO OPERABAN LOS MÁXIMOS RESPONSABLES?


En que consistía el patrón macrocriminal (modus operandi) expuesto por la JEP en el auto.
Los comandantes y miembros más importantes del estado mayor y plana mayor de la
Brigada Móvil 15 (BRIM15) y del Batallón de Infantería No. 15 'General Francisco de
Paula Santander' (BISAN) se asociaron con otros oficiales, suboficiales y soldados, con
objetivos compartidos y un plan criminal común, que idearon y llevaron a cabo
distribuyéndose las tareas entre sí y aprovechando sus posiciones de mando, sus facultades,
poderes legales y los procedimientos y recursos públicos.

La doctrina militar, el derecho operacional y los procedimientos burocráticos internos


fueron usados para asegurar la planeación, ejecución y el encubrimiento de estos graves
crímenes. Los recursos institucionales -humanos, económicos y bélicos- fueron
aprovechados para producir las muertes ilegítimas. La Sala de Reconocimiento encontró
que los máximos responsables aseguraron el respaldo institucional a su actuar criminal al
hacer un uso acomodado de los conductos institucionales militares durante la planeación,
ejecución y reporte de operaciones militares.

Al analizar los documentos oficiales, las piezas procesales y las versiones rendidas por los
comparecientes, la JEP estableció que el encubrimiento de los asesinatos y desapariciones
forzadas incluyó una serie de acciones criminales en el marco de los procesos disciplinarios
y judiciales ordinarios y penales militares. Hay, por ejemplo, evidencia de: 1) destrucción
de pruebas una vez iniciadas las investigaciones; 2) compra y alteración de testimonios y
declaraciones; y 3) construcción de narrativas de falsa seguridad en los territorios.

La Sala de Reconocimiento seguirá investigando la eventual participación de niveles


superiores por acción u omisión en el patrón macrocriminal determinado. También
investigará las presuntas relaciones de estas organizaciones criminales con los altos mandos
de la Segunda División, atendiendo la estrategia de investigación adoptada “de abajo hacia
arriba". Además, la Sala investigará si el patrón macrocriminal se repite en los demás
territorios críticos priorizados y si este tipo de organizaciones criminales aparecieron en
otras unidades militares de esas zonas.

Si este es el caso, la JEP indagará por qué es así y a qué obedece la multiplicación de
organizaciones criminales al interior del Ejército Nacional. Si este no es el caso, indagará
cómo operaron los perpetradores para reproducir en el plano nacional este tipo de
asesinatos de civiles y personas protegidas para ser presentados como bajas en combate.
Asimismo, investigará cuál podría ser su relación con políticas institucionales explícitas o
implícitas, órdenes, directrices o instrucciones de los máximos niveles y su transmisión a lo
largo de la cadena de mando. La Sala de Reconocimiento de la JEP buscará establecer la
naturaleza, dimensión y alcance del fenómeno organizativo asociado a las muertes de
civiles y personas protegidas para ser presentadas ilegítimamente como bajas en combate a
lo largo y ancho de las unidades militares del país.

¿QUÉ SIGUE?

Tras ser notificados, los imputados tienen 30 días hábiles para reconocer los hechos y su
responsabilidad o rechazarlas. También pueden reaccionar, aportando argumentos o
evidencia adicional. Las víctimas acreditadas y el Ministerio Público tienen el mismo plazo
para reaccionar frente a lo determinado en el Auto.

Al terminar el periodo de 30 días hábiles, y recibir la respuesta de los comparecientes, la


JEP decidirá si fija una fecha para una Audiencia pública de Reconocimiento, al considerar
que hay reconocimiento y aporte a la verdad plena. Esta audiencia o audiencias serán en
todo caso preparadas y desarrolladas con participación de las víctimas. Si los
comparecientes niegan su responsabilidad, se remitirá el caso a la Unidad de Investigación
y Acusación (UIA) de la JEP.

Si hay reconocimiento, una vez realizada la Audiencia de Reconocimiento, la Sala adoptará


una resolución de conclusiones que remitirá al Tribunal para la Paz para que este imponga
una sanción propia, si es el caso. Esta sanción debe ser consultada con las víctimas, debe
tener un propósito reparador y puede incluir restricciones efectivas de la libertad y otros
derechos. Los comparecientes que nieguen su responsabilidad y sean vencidos en juicio,
podrán ser condenados hasta con 20 años de cárcel.

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