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Entre varias preguntas que allí formulaba, una llamó mi atención: “¿Será verdad,
como dice HRW, que existe un grupo crecido de generales de la República
involucrados en el fatídico programa de falsos positivos, y que entre ellos está el
actual comandante del Ejército?”. Carcomido por la curiosidad, le pregunté: “¿Qué
pasaría si en efecto el comandante del Ejército estuviera involucrado en falsos
positivos?”. Y esto me contestó: “Que el Ejército se puede quedar sin generales”.
Tiene razón de sobra el escritor valluno en su preocupación, por lo que implica para
la vida institucional de la Nación que la Fiscalía esté adelantando investigaciones
contra 16 generales del Ejército activos y retirados, según contó la muy seria entidad
norteamericana vigilante de los Derechos Humanos, Human Rights Watch (HRW),
en informe titulado El rol de los altos mandos en falsos positivos. Aún más
preocupante es saber que estarían involucrados el actual comandante general de
las Fuerzas Militares, general Juan Pablo Rodríguez Barragán, y su homólogo en la
comandancia del Ejército, general Jaime Lasprilla. (Informe de HRW aquí). Las
acusaciones contra el general Rodríguez Barragán provienen en parte del coronel
(r) Robinson González del Río, quien afirma que aquel participó en la falsificación
de situaciones de combate y “contrató a un investigador policial para que hiciera la
acomodación en la escena”.
Pero el colmo de la infamia no está ahí, sino en este trino que publicó el expresidente
Álvaro Uribe: “En reunión con las madres de Soacha varias me expresaron que sus
hijos estaban infortunadamente involucrados en actividades ilegales, lo cual no
excusa asesinatos, pero la hipótesis no fue examinada por la justicia”. (Ver trino)
¿Será posible mayor re-victimización? Aquí convierte en criminales a las víctimas y
en cómplices a sus madres, al mostrarlas como conocedoras de supuestas
conductas delictivas de los hijos que les mataron. ¿Habrá alguna madre de Soacha
que confiese que le contó a Uribe de supuestas actividades criminales de su hijo
antes de caer asesinado a manos del Ejército? No creo. Además, si eso le hubieran
dicho lo habría publicitado con bombos y tuiterazos ese mismo día. Pero es la
primera vez que lo menciona, porque es hoy cuando en su defensa se agarra hasta
de un clavo ardiendo.
El meollo de la infamia reside en que pretende descargar la culpa sobre las víctimas
para justificar esos crímenes de lesa humanidad, pero no ante la opinión pública
sino ante sus mismos autores, en tácito reconocimiento de que supo lo que allí
ocurría y de que las instrucciones que se impartieron con tal propósito tenían
legitimidad.
Hay entre esos 16 generales uno cuyo nombre brilla con luz propia, Mario Montoya
Uribe, quien era el comandante del Ejército cuando se destaparon los falsos
positivos (que precipitaron su salida), y es el mismo de quien HRW dice que “al
menos 44 presuntas ejecuciones extrajudiciales perpetradas por soldados de la
Cuarta Brigada se dieron durante el período en el cual el general Montoya estuvo al
mando.” A él también lo señala el coronel González del Río al revelar que fue el
‘cerebro’ de las ejecuciones extrajudiciales, y a los comandantes de las zonas a su
cargo les decía: “Yo no quiero regueros de sangre. Quiero ríos de sangre. Quiero
resultados”. (Ver confesión).
Bastará con que a uno solo de estos últimos su conciencia de hombre íntegro,
decente y correcto lo impulse a contar de dónde llegaron las órdenes, para que se
haya salvado la dignidad de nuestro glorioso Ejército Nacional y no tengamos que
decir ‘apague y vámonos’.