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FASES DEL DUELO

NO SON ESTÁTICAS, SE PUEDE VOLVER A UNA DE LAS ANTERIORES

Las etapas del duelo son los momentos o estados psicoemocionales que la mayoría de las
personas en duelo van experimentando durante su proceso de duelo. Bowlby habla de cuatro
fases o etapas del duelo, que expondré brevemente, pues considero que plantear el duelo
como un acontecimiento estático, es quitarle el ingrediente fundamental a la elaboración del
duelo: la acción, el trabajo que todo doliente realiza para elaborar el duelo y adaptarse a la
realidad de la pérdida. En el próximo post publicaré las diferentes tareas del duelo que
propone Worden. El proceso de duelo es un trabajo dinámico que el doliente pone en
funcionamiento de forma activa, con tareas que se deben cumplir.
Por razones prácticas se exponen las etapas del duelo por separadas, pero muchos de los
síntomas, mecanismos, emociones, etc., que se describen para una etapa, se encuentran
presenten en otras. Hay muchos solapamientos y un proceso de transición entre las diferentes
etapas del duelo por lo que la división en etapas es bastante artificial.
1º Etapa del duelo: Shock e Impacto. Por un breve periodo de tiempo el doliente no se es
consciente de la realidad de la muerte, ni reacciona emocionalmente a la pérdida. En esta
primera etapa se vive una intensa desesperación, caracterizada por el aturdimiento, la
negación, la cólera y la no aceptación. El doliente no termina de creérselo. El cúmulo de
emociones es tal, que la persona se defiende y cae en una especie de “anestesia afectiva” o,
por el contrario, se angustia, llora y puede entrar en un estado de pánico. Predomina una
sensación de caos, falta de manejo de su vida y de las decisiones, hay desconsuelo y llanto
continuado ya que ell doliente se balancea en dos extremos que se fusionan, por un lado el
aturdimiento y negación y por el otro la hiperconciencia.
Puede durar un momento o varios días, y la persona que experimenta el duelo puede recaer
en esta fase varias veces a lo largo del proceso de duelo.
 2º Etapa del duelo: Búsqueda y anhelo: la conciencia de la muerte empieza a tomar forma,
los mecanismos defensivos van desapareciendo, y el doliente se enfrenta a la ausencia de la
persona fallecida. Muchas personas conservan los objetos del fallecido, con la ilusión de que
así, podrán conservar al fallecido. Dejan la habitación intacta (momificación), por las dudas que
el ser querido vuelva, escriben mails y mensajes esperando que algún día reciban una
respuesta, materializan al fallecido en los objetos (cosificación), etc.
Hay una lucha interna entre la parte cognitiva que entiende o percibe la ausencia del fallecido,
y la parte emocional (el hueco angustioso al reconocer la ausencia) que desea que la persona
muerta vuelva. Se presenta un dilema interno, ya que por una parte se entiende que el ser
querido ha muerto, y por otra no se puede evitar caer en la ilusión de su regreso. Se instauran
comportamientos de búsqueda, esperando el reencuentro. Lo sabe pero no se lo cree. Es un
periodo de intensa añoranza y de búsqueda de la persona fallecida, caracterizada por
inquietud física y pensamientos permanentes sobre el fallecido.
Esta fase la encontramos mucho en comentarios como: “abro la puerta de su habitación para
verle y no está”. En esta etapa suele haber momentos de toma de conciencia muy dolorosos
que se viven con angustia y tristeza. Pueden aparecer Intensos accesos de llanto y congoja y, al
mismo tiempo, se incrementan los anhelos de un reencuentro con el muerto, deseos que no
siempre son conscientes. Los dolientes suelen decir que visitan y / o buscan a su familiar en
aquellos lugares que frecuentaba, que confunden a su ser querido con una persona en la calle,
sueñan que está vivo, oyen su voz y al darse vuelta es otra persona, ven su ropa, coche, etc.
En esta segunda fase se alternan la búsqueda ansiosa, la esperanza intermitente, con el
desengaño, el llanto y la rabia. Esta etapa puede durar varios meses.
 3º Etapa del duelo: Desorientación y desorganización: los intentos fallidos de la etapa
anterior por recuperar al ser querido fallecido, van facilitando que la idea de no-regreso vaya
adquiriendo solidez, por lo que el doliente va entrando en un estado emocional de tristeza,
desesperanza y la sensación de que la vida ha perdido sentido. Surgen sentimientos de apatía,
desmotivación y la falta de confianza en poder organizar la propia vida sin el ser querido. La
realidad de la pérdida comienza a establecerse.
La realidad se impone de forma firme, la percepción de que la pérdida es irreparable y el
doliente termina por darse cuenta y aceptar que los recuerdos son sólo recuerdos, provocando
una sensación de desconsuelo. Suele ser un periodo de muchos altibajos. Muchas personas se
quedan enganchadas en esta fase creyendo que son incapaces de reorganizar su vida, cuando
en realidad lo están haciendo (aunque con más o menos dificultad) desde el principio.
4º Etapa del duelo: Reorganización: tal como su palabra lo indica, en esta etapa el doliente va
produciendo una reacomodación tanto interna como externa. Se ha aceptado e instaurado la
realidad de la pérdida, y la vida de ahora en más, deberá tener una forma diferente que
incluya esa ausencia. Se va construyendo un nuevo sentido de identidad, un cambio mental de
rol (por ej: de esposa a viuda; de madre a no madre). No se consigue llegar a esta redefinición
de sí mismo, si no se ha asimilado la realidad de la muerte y la consiguiente renuncia a seguir
esperando la vuelta del fallecido.
Es una etapa en la que comienzan a remitir los aspectos dolorosos más agudos del duelo, y el
doliente empieza a experimentar la sensación de reincorporarse a la vida. El recuerdo de la
persona fallecida se vive con una sensación combinada de alegría y tristeza y se internaliza la
imagen de la persona perdida.

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