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En la vida de Job, vemos siete pruebas en las cuales siete veces se manifiesta
de manera brillante lo firmemente que se aferra al Señor.
El capítulo 1:13-17 describe con frases muy breves como Job quedó arruinado
en el término de un día. A causa de robo, catástrofes naturales y consecuencias
de guerras, el rico Job se volvió pobre. ¡El período de gran prosperidad había
pasado! Mientras el tercer mensajero comunicó la terrible noticia a Job (1:17),
llegó el último golpe con el informe del cuarto mensajero, que le anunció la
repentina muerte de sus diez hijos a consecuencia de una catástrofe de la
naturaleza (vv. 18, 19). Entiéndelo bien Job no perdió a un hijo, y tampoco a
dos, sino a los diez todos juntos: siete hijos y tres hijas. Toda la feliz familia
quedó repentinamente destruida. ¡Una prueba de dimensión inimaginable!
Esta segunda prueba es aún un grado más difícil que la primera. Por más difícil
que fuera, lo que había pasado hasta ahora estaba fuera de Job mismo. Pero
luego fue afectado personalmente por una abominable y repugnante
enfermedad. Satanás no se dio por satisfecho, y con el consentimiento del
Señor, los poderes de enfermedad atacaron la vida de Job (cap. 2:1-8). Esta
enfermedad debe haber sido muy repugnante, pues el muy considerado y
glorioso Job (cap. 1:3), al fin quedó sentado miserablemente en un montón de
basura.
Job 2: 7, 8 ¡Cómo habrá clamado Job a su Dios para que le de alivio y sanidad!
Pero la respuesta desde lo Alto no llegó; solamente se escuchaba la risa burlan
del infierno. Muchos pueden testificarlo: Nada estorba tanto la vida interior,
como los tormentos físicos.
Esta tercera prueba fue aún más difícil, el tornillo se fue apretando aún más
fuertemente. Job tenía un matrimonio feliz; de no ser así, no hubiera tenido
esta buena reputación. Sin duda alguna, la fidelidad de Job al Señor y su
irreprochable manera de vivir también se debían a la buena influencia de su
esposa.
La esposa tiene una inmensa influencia en el matrimonio, ya sea para bendición
o para maldición.
Acab jamás habría tenido un fin tan horrible, si no hubiera sido influenciado por
su esposa Jezabel.
Sansón jamás habría caído de tal manera bajo el poder del enemigo, si no
hubiera sido sucumbido por la influencia de Dalila.
Esta cuarta prueba fue, en su naturaleza, aún más difícil que las precedentes.
Digo: en su naturaleza, porque la honra delante de los hombres es algo
sustancial en la vida, algo oculto y tenazmente mantenido -incluso en la vida de
Job, que dijo abiertamente: "Los oídos que me oían me llamaban
bienaventurado, y los ojos que me veían me daban testimonio" (29:11).
Pero después que todo se había derrumbado encima de él, la opinión general
de la gente se volvió contra él. Comenzó la conocida "campaña de los
cuchicheos", y la gente se decía: "Algo no anda bien en la vida de este
hombre." El capítulo 19: 13-16 habla de esto. Podemos reconocer toda la
amarga aflicción de Job por estas pocas palabras representativas:
"...despojado...como extraños se apartaron de mí...se olvidaron de mi...me
tuvieron por extraño...forastero fui yo...mi aliento vino a ser extraño a mi
mujer..." Es como si Job echara a llorar fuertemente, cuando dice: "Me ha
despojado de mi gloria, y quitado la corona de mi cabeza" (19:9). Job
experimentó, con todas las consecuencias, lo despiadada que es la lengua de
los hombres.
Esta quinta prueba debe haber sido aún más difícil, pues los lazos espirituales son más
fuertes que los lazos consanguíneos. Job tenía amigos verdaderamente espirituales, que
le demostraron su amistad llorando amargamente junto con él y sentándose con él en la
tierra por siete días y siete noches: "...porque veían que su dolor era muy grande" (capítulo
2: 12-13). Esta fue amistad de alta calidad.
Pero luego aconteció algo horrible: Cuando los amigos comenzaron a hablar con Job, si
bien hablaron muy piadosamente, no llegaron a acertar su problema. Carecían de todo
entendimiento acerca de las profundidades a las cuales el Señor había llevado a Su siervo.
Casi lo mataron con sus citas y enseñanzas piadosas, de manera que finalmente Job les
imploró: "Oh, vosotros mis amigos, tened compasión de mí, tened compasión de mi"
(capítulo 19: 21) ¡Qué indeciblemente grande debe haber sido la soledad de Job! Los
mejores, los más íntimos amigos le abandonaron. Pero también aquí se destaca la imagen
de Jesús, quien fue abandonado por Sus mejores discípulos en la hora de la mayor
prueba.
Esta sexta prueba que entró en la vida de Job, fue de carácter totalmente distinto. Fue la
prueba de la Palabra de Dios. ¿Fracasaría Job, al ser confrontado en su situación con la
Palabra castigadora de Dios? ¿No cerraría quizás su corazón? Considera bien: Al
triunfante fin de una prueba, siempre le precede el profundo castigo y juicio de la Palabra
de Dios. Cuando un hijo de Dios que está en una prueba, busca demasiado pronto las
palabras consoladoras de Dios, esto demuestra que su sentir es poco espiritual. Toda
prueba exterior, no importa cuán difícil es, purifica la vida de nuestra alma, pero la Palabra
del Señor nos juzga y renueva aún más profundamente (leer He. 4: 12; 1 Pe. 1: 23; Sal.
107: 20; Mt. 8: 8). Es la Palabra de Dios vino a Job por medio de una cuarta persona, que
no se contaba entre los tres amigos. Se llamaba Eliú (cap. 32: 2). Eliú significa en español
"Dios mismo". Eliú dijo: "Espérame un poco, y te mostraré que todavía hay más que decir
en favor de Dios" (cap. 36: 2) Y luego, la Palabra de Dios hirió a Job como fuerte golpe:
"Tú también eres inocente delante de Dios" (comp. cap. 34: 11-12)
Job vio la santa majestad de Dios, y su reacción demuestra una vez más que a través de
todas las pruebas, siguió aferrado fielmente a su Señor. Hasta entonces, Job solamente se
había mirado a si mismo: "...los ojos que me veían..." (cap. 29: 11). Pero después, en el
punto cero de su vida, pudo ver al Señor: "mas ahora mis ojos te ven" (cap. 42: 5).
Entonces Job se derrumbó, en lo más recóndito de su ser, ante la presencia de Dios. El
mismo describió su punto cero: "Por tanto me aborrezco, y me arrepiento en polvo y
ceniza" (cap 42: 6). Con esto, el Señor había guiado a Job adónde quería tenerlo: al punto
cero -culpable- arrepentido. Job ya no era nada.