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Desglosando los argumentos que plantean una posición a favor de la despenalización iniciamos
mencionando el derecho a la vida digna, mediante el cual podemos asumir y debemos entender que
la dignidad humana en determinadas circunstancias estaría por debajo del umbral que moralmente
podemos considerar digno para vivir, caso en el cual se debería respetar la posición del paciente
que busca terminar su condición de sufrimiento.
También, de la misma forma en que hablamos de vida digna es prudente hablar de muerte digna;
entendiéndola como el cese inmediato y definitivo del dolor, si indagamos el Articulo 25 de la
Declaración Universal de los Derechos Humanos, este se enfoca en el derecho a tener un nivel
adecuado de salud y bienestar, llevando consigo de forma implícita el adecuado tratamiento del
dolor, sin embargo, aunque el arsenal medico cuenta con un sin número de drogas analgésicas
efectivas que fungen como agentes coadyuvantes en la neutralización o paliación del dolor, hay un
pequeño porcentaje de los casos en los que simplemente no es así, escenario en el que se sitúa a la
eutanasia como una terapia fácil y efectiva para acabar con el sufrimiento, constituyendo este el
ultimo tramo del camino hacia la plenitud humana que busca el goce o disfrute de una buena vida.
Es necesario destacar la autonomía del enfermo. Gaviria menciona que, si la vida está consagrada
como un derecho y no como un deber, su titular puede legítimamente seguir viviendo o disponer
que cese su curso vital. Y si no esta en capacidad de ponerle termino el mismo, es licito solicitar
ayuda. En el evento de que eligiese la primera opción, expone que no puede ser penalizado de
ninguna manera puesto que no esta atentando contra el derecho de nadie, y no hay argumentos que
justifiquen la antijuricidad de su conducta. Sin embargo, el alegato contrario relata que el estado
colombiano defiende la vida y la valora como un bien, a lo que Gaviria menciona que dicho bien
no puede seguir siéndolo cuando el sujeto moral ya no lo valora de ese modo, mencionando también
que solo un estado paternalista, que no es el caso colombiano, puede sustituirse a la persona en una
decisión tan radical que solo le incumbe a ella.
No basta con ahondar en la piedad del lector para persuadir su posición frente a la despenalización
de la eutanasia ya que la misma en Colombia es un tema de gran discusión desde todos los frentes
posibles, jurisprudencia, ética, religión, medicina, entre otros. Si estudiamos el famoso caso del
español Ramon Sampedro, es desgarrador la forma en que se refiere a si mismo como una cabeza
pegada a un cadáver; pero más aun como hay tantas personas que desde el privilegio de gozar de
buena salud y condiciones de bienestar optimas toman decisiones sobre casos como este, similares
y no tan parecidos, pero con un sentimiento común, el querer tener autonomía con respecto a la
forma en que quieren vivir o no hacerlo en su defecto, sentimiento que debería ser respetado sin
que su realización o incluso planteamiento suponga penalización por parte del estado o negativa
por parte de quienes recaiga la aprobación de dicha petición.