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LA MAGISTRATURA
CAPÍTULO III
Normalmente los problemas que ofrece una redacción farragosa e incomprensible no sólo
se deben a un pobre empleo del lenguaje, sino que evidencian problemas de razonamiento
que son finalmente expresados en la resolución. Por ello, toda deficiencia en la
comunicación escrita supone ciertos problemas en el raciocinio, en la medida en que el
lenguaje, siendo vehículo de pensamiento, fracasa al ser empleado pobremente en la fase
de análisis del tema, materia de estudio.
A continuación, proponemos seis criterios que tienen relación con el empleo de técnicas
argumentativas y de comunicación escrita cuyo empleo eficiente aseguraría una
argumentación cumplida y bien comunicada.
III.1 Orden
Luego de más de diez años de analizar resoluciones judiciales, podemos afirmar que
el orden en el planteamiento de los problemas jurídicos es esencial para la correcta
argumentación y comunicación de una decisión legal.
El orden racional tal cual ha sido explicado antes, supone la presentación del
problema, el análisis del mismo y el arribo a una conclusión o decisión adecuada.
Lamentablemente en nuestro medio muy pocas resoluciones judiciales,
administrativas y de control interno proponen claramente esta estructura. De esta
manera, confunden los problemas centrales o desvían su argumentación. Al mismo
tiempo, el desorden argumentativo confunde al lector que no sabe cuál es el
problema que la resolución pretende atacar, con la consiguiente pérdida de tiempo e
interés para el lector externo.
III.2 Claridad
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III.3 Fortaleza
Las buenas razones son aquellas que encuentran base en la interpretación estándar
del derecho positivo vigente, en las razones asentadas en la doctrina legal y en las
adoptadas en los criterios que la jurisprudencia (vinculante o no) va desarrollando
caso por caso. Todo esto en el plano normativo.
En el plano fáctico, las buenas razones son las que permiten conectar el razonamiento
que valora los medios probatorios con el establecimiento de cada hecho relevante en
cada caso concreto.
Ahora será suficiente afirmar que el grado de calidad y de justicia de una decisión sólo
es posible de ponderar al comparar la decisión con las razones que sirvieron de base
para adoptarla. Sin razones o con razones aparentes o confusas, la decisión deviene
en irracional e irrazonable.
III.4 Suficiencia
Las razones pueden ser suficientes, excesivas o insuficientes. Una resolución fuerte es
aquella que tiene razones oportunas y suficientes. Las resoluciones insuficientes los
son por exceso o defecto. Lo son por exceso cuando las razones sobran (son
inoportunas) o son redundantes. La mayoría de las decisiones adoptadas en sede
judicial son insuficientes en este sentido porque son resoluciones redundantes que
repiten imnecesariamente varias veces los mismos argumentos.
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III.5 Coherencia
III.6 Diagramación
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CAPÍTULO IV
A nadie escapa que el derecho, como sistema orgánico de normas jurídicas positivas, se
concreta en su verbalización, es decir, en su encarnación lingüística. La ley está hecha de
palabras, y tan importantes han llegado a ser para alguna concepción teórica de lo jurídico
que al operador judicial se le ha asignado el rol de ser inanimado que repite las palabras de
la ley.
Sin embargo, estas tentativas de “tecnificación del lenguaje legal” usualmente han
fracasado, al menos en el ámbito de la legislación. Y tales tropiezos se deben a una
irrevocable vocación del derecho por normar conductas sociales, las mismas que son
realizadas por una ciudadanía sin mayor formación en cuestiones legales. En la medida en
que el objeto del derecho sea tal y que su vocación sea performativa, esto es, que sus
disposiciones sean cumplidas por la mayor cantidad de personas que integran una
comunidad dada, se plantea una relación inversamente proporcional: a mayor
tecnificación del lenguaje de la ley, menor comprensión y acatamiento social; a menor
tecnificación, mayores posibilidades de comprensión y cumplimiento de la ley.
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En el plano de la aplicación del derecho, los jueces se encuentran a mitad de camino entre
el empleo de un lenguaje técnico y un lenguaje ordinario. El problema se ubica en la
tensión existente entre la obligación constitucional de fundamentar jurídicamente la
decisión judicial, la misma que suele pasar por distinciones conceptuales cuyos principales
argumentos han sido dispensados por los doctrinarios y, de otro lado, enfrentar la necesidad
experimentada por los justiciables sobre el destino final de la decisión y las razones que la
apoyan. El problema puede plantearse, entonces, como uno de tipo comunicativo, en el
que el emisor no tiene la misma fidelidad para transmitir eficientemente su mensaje a los
receptores, pues éstos son diferentes y tienen niveles de competencia lingüística también
diferentes.
Ante esta suerte de “drama comunicativo” el juez deberá hacer un esfuerzo adicional por
fijar un “auditorio ideal” que se encuentre a mitad de camino entre el receptor culto y
especializado y el lego en derecho, para buscar una formulación lingüística de compromiso
que alcance la comprensión de ambos tipos de receptores.
IV.1 Codificación
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hace una estimación de la competencia lingüística del receptor, de tal forma que le
facilite la traducción o interpretación de la cadena expresiva. En el marco de una
decisión adoptada en un proceso disciplinario, el emisor es el magistrado contralor y
el receptor es el funcionario sometido a proceso.
IV.2 Decodificación
Una idea del sentido común consiste en creer que el receptor en el proceso de
decodificación ha recibido del emisor ambas cadenas, de expresión y contenido; sin
embargo no es así. El receptor sólo capta una cadena expresiva a la cual intentará
sumarle una línea de contenido. Esto puede quedar fácilmente demostrado si nos
enfrentamos a mensajes en un lenguaje desconocido. Allí sólo captamos la presencia
de la cadena expresiva, pudiendo eventualmente reconocer de qué idioma trata,
pero no seremos capaces de sumar línea de contenido porque no estaremos
familiarizados con la lengua. Decodificará mejor quien tenga más dominio lingüístico,
cosa infrecuente en el gran público de nuestro país.
IV.3 Emisor
IV.4 Receptor
IV.5 Código
Es el lenguaje usado. Hay que tener en cuenta que no se trata sólo del idioma, sino
también del estrato cultural y socio económico en que se ubican las partes en
conflicto. Hay más de 150,000 mil palabras en castellano, razón por la cual muchas
de ellas nos son desconocidas; es más, nunca las hemos empleado y probablemente
nunca necesitemos emplearlas.
IV.6 Mensaje
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IV.7 Canal
Es el medio físico que separa al emisor del receptor. En el caso de casos de control
disciplinario con base escrita es normalmente el expediente y las hojas que lo
integran. De ahí la necesidad de cuidar la limpieza e idoneidad del canal.
IV.8 Contexto
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CAPÍTULO V
CONSEJOS PARA UNA REDACCIÓN BIEN COMUNICADA
Como hemos mencionado antes, una buena redacción implica una estrategia
argumentativa sólida, coherente y completa. Precisamente por ello, las recomendaciones
para una buena redacción son esencialmente metodológicas (desde la perspectiva de la
argumentación) y expresivas (desde la perspectiva lingüística). Entre ellas las principales
son:
Por ello resulta esencial que formulemos el problema central de cada caso al
principio, y que lo hagamos en la forma de una pregunta. Es posible que el problema
central dependa de la comprobación o análisis de otros elementos, que vendrían a
constituir problemas secundarios.
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Puede parecer tedioso, pero en estos casos complejos por la cantidad de involucrados
el esquema de argumentación problema-análisis-conclusión (decisión) debe
realizarse sobre cada imputación formulada a cada persona. Esta es la única forma
de garantizar racionalidad analítica.
V.3 Analice todas las posibles soluciones, argumentando a favor y en contra de cada
una.
Es frecuente que en los casos legales discutidos ante la judicatura las partes procesales
se quejen respecto a que los jueces no escuchan, atienden o consideran sus
argumentos sean de ataque o defensa. El Tribunal Constitucional ha establecido que
no es parte de la garantía de la motivación de las decisiones judiciales que los jueces
contesten todas las alegaciones de las partes.
El esquema propuesto es útil, al menos, por dos razones: porque analiza todos los
argumentos potenciales (los distingue) y porque resume todo el proceso de
argumentación (los sintetiza) normalmente en una sola página.
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Los párrafos deben ir numerados para que puedan ser citados en argumentaciones
posteriores al interior de la misma resolución.
Es difícil para los abogados ser claros ante un público no entrenado legalmente.
Solemos emplear lenguaje técnico generado en el marco de las doctrinas jurídicas,
empleamos giros lingüísticos arcaicos porque nuestra propia tradición legal es muy
antigua y muchos de los viejos tópicos o argumentos retóricos siguen manteniendo
validez (por ejemplo “el contrato es ley entre partes”, o “no hay crimen sin ley
previa”), o tenemos una fuerte tendencia a citar en lenguas extranjeras (por ejemplo
en vez de referirnos al tribunal o juez inferior en el marco de una apelación nos
referimos a la expresión latina a quo, o en vez de citar la doctrina del debido proceso
preferimos la expresión anglosajona due process of law). Muchos creen que esta
forma de expresarse es muy técnica y en consecuencia les granjea prestigio
profesional, pero el costo es una pobre o nula comunicación con el receptor del
mensaje.
Desde el punto de vista comunicativo no hay que perder de vista que nuestro objetivo
será siempre que el receptor decodifique las expresiones ofrecidas por el emisor y
logre atribuir a dichas expresiones contenidos equiparables a los codificados por el
emisor. Esto es, que le dé a lo que lee una significación compatible con la que el
emisor elaboró originalmente.
Para lograr el objetivo anterior siempre es necesario partir de una estimación de las
competencias lingüísticas del receptor. En el caso del público general peruano, dichas
competencias no son del todo desarrolladas por los modestos niveles de educación
escolar en que todavía está sumida la población. No podemos aspirar a que la opinión
pública pueda decodificar lenguaje técnico legal, ni lenguas muertas como el latín, ni
lenguas extranjeras como el inglés. Sí podemos estimar que la población está
preparada para comprender un lenguaje educado con el que se expresan medios de
comunicación social serios y respetables. Tal vez éste sea el mejor parangón de la
comunicación de hoy, el lenguaje de los medios de comunicación social, sea prensa
escrita, televisiva, radial o publicada en Internet.
• Use diccionarios. Sólo así se adquiere más lenguaje, sólo así se usan las
palabras en el sentido correcto.
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• Uso de frases breves y puntos. Mientras la frase sea más extensa, se entenderá
con más dificultad.
• Evite palabras vagas que tengan en más de un sentido o significado. Use palabras
precisas.
• El texto de la resolución debe ser autónomo y debe entenderse por sí mismo, sin
necesidad de leer todo el expediente.
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