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El Huevo de la Serpiente (1 de 3)

(Auto entrevista imaginaria)

¿Y sobre qué trata el artículo en esta ocasión?


Iba a escribir —y admito que plenamente consciente de estarlo haciendo— un
artículo torpe, desubicado y obsoleto sobre algo así como «las bondades del
debate universitario democrático y la confrontación racional de ideas». Pero a
las pocas líneas entré en razón y suspendí el engaño (risas)

¿Qué quiere decir con eso?


Hace tres años fui testigo de cómo un alumno, que había logrado organizar
nutridas asistencias estudiantiles a lo que él llamó «jueves de debate», vio sus
esfuerzos saboteados por la presión de algunas de sus compañeras quienes lo
persuadieron de cambiar el nombre a «jueves de diálogo»; lo hicieron con el
argumento poco sexy y pelele de que «muchos compañeros y compañeras
estarían más interesados e interesadas en dialogar más que en debatir». Le
advertí en el acto que esa era una mala idea que debilitaría la concurrencia.
Pero el daño estaba hecho: dos o tres semanas después todo se fue por el
retrete y terminó por no haber ni debate ni diálogo. Un mal giro para algo que
le había costado a mi alumno poco más de un año el consolidar y del cual no
volvió a sentir deseos de reponerse. Si esto nos parece un episodio
trágicamente estúpido de lo que está ocurriendo entre los estudiantes, hay que
ver lo que está ocurriendo a nivel de las academias y el prefesorado.

Hay un discreto y amordazado consenso entre muchos profesores y alumnos


que consiste en lo siguiente: actualmente, para que cualquier reunión
académica mixta —hombres y mujeres deliberando sobre asuntos
universitarios— pueda marchar con una cierta normalidad, es preciso que
muchos de los participantes supriman entre el 80 y 90 por ciento de lo que
piensan, sean estas opiniones profesionales, científicas, o simplemente de
persona adulta, ecuánime, pensante.

¿Por qué?
Porque desde hace ya varios años la mujer ha estado reemplazando al hombre
en la universidades. Hace 5 años mis salones tenían 5 o 10 por ciento de
mujeres, hoy ese porcentaje se ha invertido y son 10 por ciento los hombres.
Hay personas LTD, comisionadas a puestos clave de autoridad, dando
instrucciones, dictando conferencias y redactando manuales de
comportamiento. Todo «esto empezó en las humanidades pero ahora se ha
extendido hacia todas las áreas de la universidad. Hasta dónde he podido
observar, nada de esto se hace con la intención de tomar las riendas o de
asumir nuevas formas de liderazgo, sino simplemente para hacer a los
hombres a un lado. Mi opinión personal es que hay que ayudarles a lograr su
objetivo (risas nerviosas)

¿Hay que ayudarles de qué manera?


Haciéndonos a un lado…

¿Por qué?
Por dos razones, primera: porque ellas (que, no lo olvidemos reproducen a los
pueblos y a las naciones) colectivamente «así lo demandan», —lo que en el
mundo anglófono se conoce muy didácticamente como «shit test», solo que
practicado a gran escala y de una naturaleza social nunca antes vista.

La segunda razón para hacernos a un lado es porque, el activismo político


woke —que lleva años embruteciendo la vida y el ethos de todos los campus
universitarios del país y del mundo— ha conseguido también reducir a solo
dos, las funciones básicas de la universidad hacia los estudiantes de nuevo
ingreso: conocer otros seres humanos de carne y hueso y validar oficialmente
sus estudios. En otras palabras, las universidades son lugares cada vez menos
interesantes para un hombre, por lo que podríamos delegar a las mujeres lo
poco que todavía sirve, como hacen los cohetes de multiples etapas
desprendibles cuando salen al espacio, y es además lo que ellas nos piden.

¿Pero que no son el conocimiento y el logos acaso la función básica de


toda universidad?
Función básica no, secundaria si, pero eso tendremos que abordarlo en una
segunda segunda parte.

2022/VI/10

andresbucio.com
andresbucio@protonmail.com

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