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TAREA DE JOSÉ BETANCURT Y YOLMAR HENRIQUEZ

1.- Definir:
Clericalismo (Según el Papa Francisco)
 Influencia excesiva del clero en los asuntos políticos.
 Intervención excesiva del clero en la vida de la Iglesia, que impide el ejercicio de los
derechos a los demás miembros del pueblo de Dios.
 Marcada afección y sumisión al clero y a sus directrices
Por lo tanto, el Papa Francisco, expone lo siguiente “implica una separación errónea y
destructiva del clero, una especie de narcisismo que conduce a la mundanidad espiritual”; se trata
de una complicidad pecadora: el cura clericaliza y el laico le pide por favor que lo clericalice,
porque en el fondo le resulta más cómodo. De esta manera, el Papa Francisco dice:
 Clericalizar la Iglesia es hipocresía farisaica.
 No a la hipocresía.
 No al clericalismo hipócrita.
 No a la mundanidad espiritual.
Que Dios nos conceda esta gracia de la cercanía, que nos salva de toda actitud empresarial,
mundana, proselitista, clericalista, y nos aproxima al camino de Él: caminar con el santo pueblo
fiel de Dios. Por consiguiente, comprendo que junto a un anticlericalismo malo hay también un
anticlericalismo bueno, que procede del amor al sacerdocio, que se opone a que el simple fiel o
el sacerdote usen de una misión sagrada para fines terrenos.
La respuesta a estos desafíos que afectan, entre otras cosas, a la vida de la Iglesia o a la
aplicación efectiva de su Doctrina Social, sólo es una: Cristo. Así lo explica el beato Juan Pablo
II: el ministerio (pastoral) debe afrontar con frecuencia la ola de negación del factor religioso, la
indiferencia, la crítica y aversión anticlerical o antirreligiosa, además del pluralismo equívoco
que corroe el compromiso espiritual o moral. No obstante todo ello, os repetimos las palabras de
Cristo: “No temáis; soy yo”. No temamos. Cristo está con nosotros.
Finalmente, un párroco sin Consejo pastoral corre el riesgo de llevar la parroquia adelante con un
estilo clerical, y debemos extirpar el clericalismo de la Iglesia. El clericalismo hace mal, no deja
crecer a la parroquia, no deja crecer a los laicos. El clericalismo confunde la figura del párroco,
porque no se sabe si es un cura, un sacerdote o un patrón de empresa. En cambio, cuando el
párroco cuenta con la ayuda de los Consejos, él es el sacerdote. Decide, ciertamente, porque él
tiene el poder de decidir; pero decide escuchando, se hace aconsejar, siente, dialogo. Y ésta es su
tarea. Den gracias al Señor porque tienen un Consejo pastoral en sus parroquias. Las parroquias
sin Consejo pastoral van hasta aquí, y después se detienen allí y terminan en una actitud clerical
que no ayuda a nadie. La Iglesia reconoce que "el clericalismo, expresado en el autoritarismo,
fractura la comunión".
Autoritarismo Parroquial
El autoritarismo es un modo de ejercer el poder de una forma autoritaria. Se entiende también
como una actitud abusiva de la autoridad. Esta palabra se utiliza especialmente para describir
sistemas de gobierno autoritarios de una nación o país.
Por lo tanto, el AUTORITARISMO PARROQUIAL, afirma el Papa Francisco consiste en
utilizar la autoridad como poder, abusando de ella. Por ello, la enseñanza de Jesús: Ustedes
saben que entre los paganos los gobernantes tienen sometidos a sus súbditos y los poderosos
imponen su autoridad. No será así entre ustedes; más bien, quien entre ustedes quiera llegar a ser
grande, que se haga servidor de los demás y quien quiera ser el primero, que se haga servidor de
los demás. Lo mismo que el Hijo del Hombre no vino a ser servido sino a servir y a dar la vida
en rescate por muchos (Mt 20, 25-28). VINO NUEVO EN BUSCA DE ODRES NUEVOS El
ejemplo del Papa Francisco En cierta ocasión, le preguntaron al Papa Francisco si acaso en su
vida no había cometido algún error. Con toda sinceridad el Papa reconoció que su error más
grande fue comportarse con autoritarismo, cuando fue provincial de los jesuitas. Y añadió: hay
que dialogar; hay que escuchar lo que dicen los demás. A este propósito, ahondando en el
pensamiento del Papa Francisco declaró: Quien tenga alguna forma de poder, también
eclesiástico, no puede dejar de sentir sobre sí mismo el esperón de Bergoglio como una espina en
su costado, porque él es y será siempre intérprete de quienes no tienen poder. Y añadió que, que
el poder no sea un privilegio inexpugnable, aludiendo al ejercicio de la autoridad en campo civil
y eclesiástico. Todos servidores, quienes son ordenados, son puestos a la cabeza de una
comunidad como servidores, como lo hizo y lo enseñó Jesús. El obispo, el sacerdote y el diácono
están al servicio de la comunidad. Si no lo hacen, no está bien. El sacramento les ayuda a amar
apasionadamente a la Iglesia dedicando todo su ser y amor a la comunidad, que no han de
considerar de su propiedad. Ni el obispo es el propietario de su diócesis, ni el sacerdote es el
propietario de su parroquia ni el diácono.
De esta manera, para entender a fondo el mundo actual y desempeñarnos en él con éxito, sin
desviarnos de lo esencial y al mismo tiempo evitando todo peligro de triunfalismos estériles o
desalientos irracionales, es necesario que partamos del presupuesto de que nos encontramos en
un cambio de época, ya no en un simple cambio generacional como era costumbre en tiempos
pasados. Evidentemente no se trata de algo sencillo. Al contrario, se trata de algo
extremadamente complejo, que en muchos casos puede llegar a trastornar hasta las mentes más
lúcidas y bien intencionadas. Es suficiente pensar en la aparición de Jesús en el escenario judío.
Muy pocos lograron entender el verdadero sentido de su presencia, impactados y cuestionados
por una doctrina tan diferente (Mc 6, 2-4), presentada, además, con autoridad (Lc 20, 2) y
confirmada por signos inequivocables de contar con poderes superiores (Mc 8, 25). Proponía
ideales, que iban mucho más allá de lo acostumbrado (Mt 5, 3-10) y, para volverse en sus
discípulos, era necesario satisfacer exigencias radicales (Mc 8, 34-38; Lc 9, 57-62), imposibles
para el común de los mortales.
2.- Como delegado de la palabra y la sagrada comunión; de acuerdo con nuestro servicio
parroquial, ¿Qué acciones debemos aportar para evitar el clericalismo y el autoritarismo
parroquial y seamos así, parte del rebaño de la iglesia católica en salida sinodal?
También nosotros (Delegados de la Palabra), como discípulos del Señor y como comunidad
cristiana, estamos llamados a levantarnos rápidamente para entrar en el dinamismo de la
resurrección y dejarnos conducir por el Señor por los caminos que Él quiere mostrarnos.
Todavía experimentamos muchas resistencias internas que no nos permiten movernos, muchas
resistencias. A veces, como Iglesia, nos abruma la pereza y preferimos sentarnos a contemplar
las pocas cosas seguras que poseemos, en lugar de levantarnos a mirar hacia nuevos horizontes,
hacia el mar abierto. A menudo estamos encadenados como Pedro en la prisión del hábito,
asustados por los cambios y atados a la cadena de nuestros hábitos. Pero así caemos en la
mediocridad espiritual, corremos el riesgo de (vivir de) también en la vida pastoral, el
entusiasmo de la misión se desvanece y, en lugar de ser un signo de vitalidad y creatividad,
acabamos dando una impresión de tibieza e inercia. Entonces, la gran corriente de novedad y de
vida que es el Evangelio. En nuestras manos se convierte en una fe que (cae en el formalismo y
en el hábito.
El Sínodo que celebramos nos llama a convertirnos en una Iglesia que se levanta, no replegada
sobre sí misma, capaz de mirar más allá, de salir de sus prisiones para salir al encuentro del
mundo, con la valentía de abrir sus puertas.
Por tanto, una Iglesia sin cadenas ni muros, en la que todos puedan sentirse acogidos y
acompañados, en la que se cultive el arte de la escucha, el diálogo, la participación, bajo la sola
autoridad del Espíritu Santo. Una Iglesia libre y humilde, que (se levanta pronto), que no se
detiene, que no demora los desafíos de hoy, que no se detiene en los recintos sagrados, sino que
se deja animar por la pasión por el anuncio del Evangelio y la deseo de llegar a todos y acoger a
todos. No olvidemos esta palabra: todos. ¡Todos! Ve a la encrucijada y trae a todos, ciegos,
sordos, cojos, enfermos, justos, pecadores: ¡a todos, a todos! Esta palabra del Señor debe resonar,
resonar en la mente y en el corazón: todos, en la Iglesia hay lugar para todos. Y muchas veces
nos convertimos en una Iglesia de puertas abiertas pero para despedir a la gente, para condenar a
la gente.
Es una Palabra de vida también para nosotros, que despierta la conciencia de cómo, en la Iglesia,
cada uno está llamado a ser discípulo misionero ya ofrecer su propia contribución.
Acciones:
 Debemos extirpar el clericalismo de la Iglesia: Un párroco sin Consejo pastoral corre
el riesgo de llevar la parroquia adelante con un estilo clerical, y debemos extirpar el
clericalismo de la Iglesia. El clericalismo hace mal, no deja crecer a la parroquia, no deja
crecer a los laicos.
 Cuando falta la profecía, el clericalismo ocupa su sitio, el rígido esquema de la
legalidad que cierra la puerta en la cara al hombre: cuando en el pueblo de Dios no
hay profecía, el vacío que deja lo ocupa el clericalismo. Es precisamente este clericalismo
que pregunta a Jesús: ¿con qué autoridad haces estas cosas, con qué legalidad?
 Las mujeres en la Iglesia deben ser valorizadas, no “clericalizadas”: Los que piensan
en las mujeres cardenales sufren un poco de clericalismo.
 El coloquio con los superiores generales de los institutos de vida consagrada: Es
necesario vencer esta tendencia al clericalismo, también en las casas de formación y en
los seminarios.
 Los laicos son simplemente la inmensa mayoría del Pueblo de Dios. A su servicio
está la minoría de los ministros ordenados: Debemos hacer crecer la conciencia de la
identidad y la misión del laico en la Iglesia.
 La tentación del clericalismo, que tanto daño hace a la Iglesia, es un obstáculo para
que se desarrolle la madurez y la responsabilidad cristiana de buena parte del
laicado: Por ello como delegados es importante, urge, formar ministros capaces de
proximidad, de encuentro, que sepan enardecer el corazón de la gente, caminar con ellos,
entrar en diálogo con sus ilusiones y sus temores. Este trabajo, los obispos no lo pueden
delegar. Han de asumirlo como algo fundamental para la vida de la Iglesia sin escatimar
esfuerzos, atenciones y acompañamiento. Además, una formación de calidad requiere
estructuras sólidas y duraderas, que preparen para afrontar los retos de nuestros días y
poder llevar la luz del Evangelio a las diversas situaciones que encontrarán los
presbíteros, los consagrados, las consagradas y los laicos en su acción pastoral.
3.- ¿Cuál debe ser nuestra actitud cristiana para ser como dice Papa Francisco, Iglesia en
Salida Sinodal?
José
¿Qué puedo hacer yo (Delegado de la Palabra) por la Iglesia? No te quejes de la Iglesia, sino
comprométete con la Iglesia. Participar con pasión y humildad: con pasión, porque no debemos
quedarnos como espectadores pasivos; con humildad, porque involucrarse en la comunidad
nunca debe significar tomar el protagonismo, sentirse mejor e impedir que otros se acerquen.
Iglesia en el proceso sinodal significa: todos participan, nadie en lugar de los demás o por
encima de los demás. No hay cristianos de primera y de segunda clase, todos, todos son
llamados.
Pero participar también significa llevar a cabo la (buena batalla) de la que habla Pablo. Es en
realidad una (batalla), porque el anuncio del Evangelio no es neutral por favor, que el Señor nos
libre de destilar el Evangelio para hacerlo neutral: el Evangelio no es agua destilada, no deja las
cosas como están., no acepta el compromiso con la lógica del mundo sino que, por el contrario,
enciende el fuego del Reino de Dios donde reinan los mecanismos humanos del poder, el mal, la
violencia, la corrupción, la injusticia, la marginación.
¿Qué podemos hacer juntos, como Iglesia, para que el mundo en que vivimos sea más
humano, más justo, más solidario, más abierto a Dios ya la fraternidad entre los hombres?
Ciertamente, no debemos encerrarnos en nuestros círculos eclesiales y quedarnos atrapados en
algunas de nuestras discusiones estériles. Cuidado con caer en el clericalismo, el clericalismo es
una perversión. El ministro que se hace clerical con actitud clerical se ha equivocado de camino;
peor aún son los laicos clericalizados. Cuidémonos de esta perversión del clericalismo.
Ayudémonos a ser levadura en la masa del mundo. Juntos podemos y debemos hacer gestos de
cuidado por la vida humana, por la protección de la creación, por la dignidad del trabajo, por los
problemas de las familias, por la condición de los ancianos y de los que son abandonados,
rechazados y despreciados. En definitiva, ser una Iglesia que promueva la cultura del cuidado, de
la caricia, de la compasión por los débiles y de la lucha contra toda forma de degradación,
incluida la de nuestras ciudades y lugares que frecuentamos, para que resplandezca en nosotros
la alegría del Evangelio. La vida de todos: esta es nuestra (batalla), este es el reto. Las
tentaciones de quedarse son muchas; la tentación de la nostalgia que nos hace mirar otros
tiempos mejores, por favor no caigan en el “atraso”, ese atraso de la Iglesia que hoy está de
moda.
Yolmar
La sinodalidad impregna, o tiene que impregnar, la vida y la estructura global de la Iglesia en
todos sus aspectos y dimensiones. Aquí hay una idea que, en mi opinión, tenemos que ir
recuperando porque, la misma elección del papa Francisco significa un cambio de experiencia
eclesial.
Por tanto, la sinodalidad es un estilo y una forma de ser, con la cual la Iglesia vive y puede vivir
con mayor intensidad su misión en el mundo.
Recordemos que el fin último de la Iglesia es la evangelización y todos estamos llamados a estar
en esa misión, somos sujetos activos, y por lo tanto, cada bautizado debe sentirse comprometido
en el cambio eclesial y social que se necesite para la Iglesia en el futuro.
A continuación, destacamos algunas de esas actitudes necesarias para que la Iglesia sea cada vez
más sinodal:

1. Ser sinodal requiere dedicar tiempo para compartir: Estamos invitados a hablar con
arrojo, decirlo todo con valentía y respeto, no guardar o callar aquello que pudiera establecer
un verdadero diálogo en nuestros grupos sobre las realidades que vivimos.
2. La humildad en la escucha debe corresponder a la valentía en el hablar: Todos tienen
derecho a ser escuchados, así como todos tienen derecho a hablar. Una verdadera escucha ac-
tiva pasa por la aceptación del otro, entender que todos formamos parte del Pueblo de Dios y
que cada una de las vivencias y experiencias y formas de vivir nuestra fe, nos fortalecen, nos
enriquecen, y son parte del Reino de Dios.
3. Apertura a la conversión y al cambio: A menudo nos resistimos a lo que el Espíritu Santo
nos está inspirando para emprender un verdadero camino de conversión. Estamos llamados a
abandonar actitudes de autocomplacencia y comodidad que nos llevan a tomar decisiones ba-
sándonos únicamente en cómo se han hecho las cosas en el pasado.
4. Realizar continuamente ejercicios eclesiales de discernimiento: El discernimiento se basa
en la convicción de que Dios actúa en el mundo y que estamos llamados a escuchar lo que el
Espíritu nos sugiere.
5. Ser signos de una Iglesia que escucha y que está en camino: Al escuchar, la Iglesia sigue el
ejemplo de Dios que escucha el grito de su pueblo.
6. Deja atrás los prejuicios y los estereotipos: Abandonemos los prejuicios y estereotipos que
nos dividen y separan del otro, necesitado de nuestra caridad y fraternidad.
7. Superar las formas de clericalismo: La Iglesia es el Cuerpo de Cristo enriquecido por
diferentes carismas, donde cada miembro tiene un rol único que desempeñar. A imagen de
Cristo, el verdadero poder es el servicio. La sinodalidad pide a los pastores que escuchen
atentamente al rebaño que se les ha confiado, al igual que pide a los laicos que expresen libre
y honestamente sus opiniones.
8. Combatir el virus de la autosuficiencia: Todos estamos en el mismo barco. Juntos formamos
el Cuerpo de Cristo. Aprender unos de otros es una tarea permanente.
9. Superar las ideologías: Hay que evitar el riesgo de dar más importancia a las ideas que a la
Revelación, y las realidades de la vida de fe que viven las personas en diferentes contextos de
la sociedad.
10. Hacer nacer la esperanza: Los sínodos son un momento para soñar y “pasar tiempo con el
futuro”, animándonos a seguir caminando como Iglesia.

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