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10 de Febrero de 2,022
Aprovechemos esta oportunidad para agradecerle los dones que nos ha concedido y
pedirle el don de la perseverancia.
Iniciamos esta Hora Santa entonando todos el canto Vamos cantando al Señor, y
preparar nuestro corazón para permitir que Jesús Sacramentado derrame las bendiciones,
nos conceda sanación para todas las familias que hoy están pasando por momentos
díficiles a causa de la enfermedad, o por varios problemas familiares y personales.
Todos: Amén
Momento de Adoración:
Jesús, Tú eres el pan de vida, el que viene a ti, no tendrá más hambre. Señor Jesús, si no
comemos tu carne y no bebemos tu sangre no tendremos vida en nosotros. El que come
tu carne, Tú lo resucitarás, Señor Jesús, ¿A quién iremos Señor? Tú sólo tienes palabras
de vida eterna. Tú Señor, eres el pan bajado del cielo; el que coma de este pan, vivirá
para siempre. Jesús, el permanece en ti, da muchos frutos; quien no permanece en ti,
está muerto.
Dios mío, yo creo, adoro, espero y te amo. Te pido perdón por los que no creen,
no adoran, no esperan y no te aman… (tres veces)
Te damos gracias y te bendecimos Dios Santo y fuerte, porque diriges con sabiduría los
destinos del mundo y cuidas con amor, a cada uno de los hombres. Tú nos invitas a
escuchar tu palabra, que nos reúne en un solo cuerpo, y a mantenernos siempre firme en
el seguimiento de tu Hijo Jesús. Porque sólo El es el camino que nos conduce a Ti, Dios
invisible, la verdad que nos hace libres y la vida que nos colma de alegría. Te damos
gracias y te bendecimos Padre fiel y lleno de ternura porque tanto amaste al mundo que
le has entregado a tu hijo para que fuera nuestro Señor y nuestro hermano. Jesús
manifestó su amor con los pobres y los enfermos, con los pequeños y los pecadores. El
nunca permaneció indiferente ante el sufrimiento humano; su vida y su palabra son para
nosotros la prueba de Tú amor; como un padre siente ternura por Tus hijos; así también
Tú sientes ternura por tus fieles. Por eso, te alabamos y te glorificamos y, con los ángeles
y los santos, cantamos tu bondad y tu fidelidad, proclamando el himno de tu gloria. Santo,
Santo es el Señor, Dios del universo; llenos están el cielo y la tierra de tu gloria; ¡Hosanna
en el Cielo, bendito el que viene en nombre del Señor, Hosanna en el Cielo!
Hermanos: Bendito sea Dios, Padre de nuestro Señor Jesucristo, Padre compasivo y Dios
de todo consuelo, que nos consuela en cualquier tribulación, para que nosotros, podamos
consolar a los que pasan cualquier tribulación con el mismo consuelo que recibimos de
Dios.
Porque así como son abundantes nuestros sufrimientos por Cristo, así también por Cristo
abunda nuestro consuelo. Si sufrimos tribulaciones, es para consuelo y salvación de
ustedes; si recibimos consuelos, es también para consuelo de ustedes, y esto les da
fuerzas para soportar con fortaleza los mismos sufrimientos que nosotros soportamos.
Nuestra esperanza respecto a ustedes es firme, porque sabemos que si comparten
nuestros sufrimientos, también compartirán nuestro consuelo. No quiero, hermanos, que
desconozcan lo que tuvimos que aguantar en la provincia de Asia: algo que nos abrumó
tan por encima de nuestras fuerzas, que no esperábamos salir con vida. Nos sentíamos
como condenados a muerte; así aprendimos a no confiar en nosotros, sino en Dios que
resucita a los muertos. Él nos libró de tan grave peligro de muerte y nos seguirá librando.
Estoy seguro de que nos librará de nuevo si ustedes colaboran rezando por nosotros. Y de
esta manera, siendo muchos los que oren por nosotros, serán muchos los que agradezcan
los beneficios recibidos.
Para aquél que Dios ha llamado a unir su sufrimiento a los de Cristo, no existe sino una
sola y única virtud: EL AMOR. El amor lo es todo en su vida, y su vida es toda de amor…
La esencia, pues, de esa persona es el amor. Siente que Dios lo ama. Y le corresponde
con amor, al amor de Dios. Ya que el amor llevó a Jesús a entregarse como víctima por
nosotros. El amor impulsa al alma a entregarse a Dios en la inmolación del dolor… Amor,
amor; no hay otra cosa, no hay otra fuerza que el amor que pueda hacer comprender y
aceptar el sufrimiento en la vida…Hermano, el Padre Celestial dijo de Jesús: “este es mi
hijo muy amado, al que miro con cariño” (Mt. 3,17) Si sabes descubrir el valor de tu dolor
unido al de Cristo, sentirás que Dios no se ha olvidado de ti. Al contrario, también sobre ti
resonará la voz del Padre: “Tú eres mi hijo muy amado, al que miro con cariño”
Guía: Hermanos, Dios siempre bendice a su Iglesia fortaleciéndonos con su palabra para
que la hagamos viva en nuestra vida, nos ponemos de pie y escuchamos el Evangelio.
5. Reflexión:
“Si no comen la carne del Hijo del hombre y no beben su sangre, no tendrán vida en
ustedes”
El efecto de creer y el de comer y ver a Cristo es el mismo: la vida eterna; esa vida que es
una participación de la vida que Jesús mismo comparte con el Padre y que viene al
corazón con la comunión del Cuerpo y de la Sangre de Jesús.
Jesús nos habla sin rodeos y con firmeza: “Mi carne es verdadera comida y mi sangre
verdadera bebida” Así nos anuncia la institución del Sacramento de la Eucaristía en el que
nos da a comer su propia carne y a beber su propia sangre bajos las especies del pan y
vino.
Porque por la Encarnación Dios se unió con una sola naturaleza humana. La asumida por
la naturaleza del Verbo; pero Dios quería unirse con todos y cada uno de los hombres, y
así escogió la forma admirable de llegar a ello.
Por la Eucaristía Dios se une con todos los hombres que comulgan. Dios nos ama y como
el amor tiende a la unión, Dios se une con nosotros cuando comulgamos.
“El que come mi carne y bebe mi sangre, tiene Vida eterna” “El que me come, vivirá por
mí” “El que coma este pan, vivirá eternamente”
Llama la atención la forma repetida de la misma idea, que Jesús emplea casi hasta el
cansancio; es que Jesús quería que su idea fuera bien comprendida.
La Eucaristía es vida para nosotros, así como la comida natural repara nuestras fuerzas y
nos conserva la vida natural, así la Eucaristía repara nuestras fuerzas sobrenaturales y nos
da la vida eterna. Si estamos pasando por momentos de tristeza y enfermedad en
nuestras familias, Jesús en el Santísimo Sacramento del Altar, nos anima y fortalece. San
Agustín nos recuerda “Al comer la carne de Cristo y beber su sangre, nos transformamos
en parte de su cuerpo.
Canto y Meditación. (Señor Tú eres el pan que da la Vida Eterna….)
REPARACIÓN: Señor Jesús, tus nos has prometido habitar siempre con nosotros. Tú
verdaderamente llamaste a todos los cristianos a acercarse y compartir tu Cuerpo y tu
Sangre. Pero nuestros pecados nos han dividido y no está en nuestro poder compartir
juntos la Santa Eucaristía. Nosotros confesamos nuestro pecado y te pedimos: perdónanos
y ayúdanos a tomar los caminos de la reconciliación según tu voluntad. Abraza nuestros
corazones con el fuego del Espíritu Santo, concédenos el Espíritu de Sabiduría y de Fe; de
audacia y de paciencia; de humildad y firmeza; de amor y arrepentimiento, por las
oraciones de la Santísima Virgen Madre de Dios y de todos los Santos. A M E N
SUPLICA: Señor Jesús, te aceptamos en nuestro corazón y en nuestra vida: queremos que
Tú seas nuestro Señor, perdona nuestros pecados, y purifícanos con tu Sangre Divina.
ponemos ante ti nuestro sufrimiento y enfermedad. Sánanos, Señor, por el poder de tus
gloriosas llagas, por tu cruz y por tu preciosísima Sangre. Tú eres el buen pastor y
nosotros somos una de las ovejas de tu redil: ten compasión de nosotros. Tú eres siempre
el mismo. Tú tienes siempre el mismo poder; yo creo que Tú puedes sanarnos porque
tienes la misma compasión que tenías con los enfermos; porque eres la resurrección y la
vida.
Por los ancianos enfermos y abandonados, para que encuentren consuelo en esta etapa
de su vida: JESUS EUCARISTÍA, CURANOS.
Por cada uno de los hermanos enfermos por COVID 19, para pronto recuperen su salud
física y que por medio de la Eucaristía fortalezcan su vida. JESUS EUCARISTÍA, CÚRANOS.
Para que los niños abandonados, los huérfanos y las viudas, encuentren en nosotros el
consuelo de tu amor. JESÚS EUCARITÍA, CÚRANOS..
Oración:
Oremos. Señor nuestro Jesucristo, que en este Sacramento admirable nos dejaste el
memorial de tu pasión, concédenos venerar de tal modo los sagrados misterios de tu
Cuerpo y de tu Sangre, que experimentemos constantemente en nosotros los frutos de tu
redención.
Tú que vives y reinas por los siglos de los siglos.
Todos: Amén.
Alabanzas al Señor: