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Los que escuchaban a Jesús les extrañaba lo de llegar a ser libres, ya que pensaban
que nunca habían sido esclavos. La respuesta de Jesús se aplica a todos nosotros: “todo
el que vive en el pecado es un esclavo del pecado”. El mayor pecado es no aceptarlo a
Él, el Hijo de Dios.
Jesús señala a los judíos que, aunque consideran a Abraham como su padre espiritual,
no actúan como Abraham. Ellos no podían entender que Jesús había sido enviado por el
Padre, y todo lo que eso significaba.
Yo lo resucitaré
Yo lo resucitaré
Yo lo resucitaré
En el día final
El Pan que Yo les daré
Es mi Cuerpo, vida para el mundo (Vida del mundo)
El que siempre coma de mi Carne (El que coma de mi carne)
Tendrá vida eterna (Tendrá vida eterna)
Tendrá vida eterna
Yo lo resucitaré
Yo lo resucitaré
Yo lo resucitaré
En el día final
Mientras tú no comas
El cuerpo del Hijo del Hombre
Y bebas de su sangre
Y bebas de su sangre
No tendrá vida Él en Ti
Yo lo resucitaré
Yo lo resucitaré
Yo lo resucitaré
En el día final
PRECES COMUNITARIAS
Para que la Iglesia se consolide y fortalezca por la presencia del Espíritu Santo y
anuncie sin cesar a todos los pueblos el alegre mensaje la esperanza futura,
roguemos al Señor
Para que se afiance los lazos de acercamiento y cooperación entre las naciones,
venciendo odios y violencias, roguemos al Señor
Para que el Señor mire con bondad a los pecadores, libre a los cautivos por causa
de la justicia, conforte a los emigrantes, roguemos al Señor.
Para que el Señor acoja a los que murieron por la guerra en ucrania y les dé el
descanso eterno, roguemos al Señor.
Para que todos los que celebramos la Eucaristía mantengamos el amor que Dios
ha derramado en nuestro corazón, roguemos al Señor.
PLEGARIA:
PROTEGE, DIOS DE BONDAD, CON MANO PODEROSA AL PUEBLO QUE IMPLORA TU
MISERICORDIA, PARA QUE OBTENGA ALIVIO Y CONSUELO EN LA VIDA PRESENTE Y
ALCANCE EL GOZO ETERNO.
POR JESUCRISTO NUESTRO SEÑOR.
- Y DECIMOS
- PADRE NUESTRO
- AVE MARIA
- GLORIA
CANTO: Dame un nuevo Corazón
ORACION (TODOS)
Señor Jesús, queremos velar contigo, queremos estar junto a ti. Quizá no se nos ocurran
muchas cosas, pero queremos estar, queremos sentir tu amor, como cuando nos
acercamos a una hoguera, queremos amarte, queremos aprender a amar. Lo importante
es estar abiertos a tu presencia. Y agradecer, alabar, suplicar. Y callar, escuchar, no
decir nada, simplemente estar. Acógenos como discípulos que quieren escuchar tus
palabras, aprender de ti, seguirte siempre. Acógenos como amigos. Y haz de nosotros
también tus testigos, testigos del amor. Señor Jesús, toca esta noche nuestro corazón,
danos tu gracia, sálvanos, llénanos de la vida que sólo tú puedes dar. Noche santa ésta
de Jueves Santo. Jesús se da por mí, y, también por ti, por cada uno, sufre hasta el
punto de derramar gotas de sangre. Horas decisivas de nuestra Redención. Por eso no
queremos dejarle solo. En esta historia de amor, junto a Jesús, el actor principal,
estamos también cada uno de nosotros. Penetremos en este amor hasta abismarnos en
él, contemplemos el rostro de Cristo y adentrémonos en el misterio de abandono y lucha
interior que culmina en una entrega confiada y pura fe a la voluntad del Padre. Acojamos
su don, su ofrenda, su despojamiento y acompañémosle en silencio, uniéndonos a su
sacrificio redentor y dejándonos quemar por el fuego de su Corazón en amor al Padre y
a los hombres.
Antes de la fiesta de Pascua, sabiendo Jesús que le había llegado la hora de salir de
este mundo para ir al Padre, como había amado a los suyos que quedaban en el mundo,
los amó hasta el extremo. Estaban comiendo la cena y el diablo ya había depositado en
el corazón de Judas Iscariote, hijo de Simón, el propósito de entregarle. Jesús, por su
parte, sabía que el Padre había puesto todas las cosas en sus manos y que había salido
de Dios y que a Dios volvía. Entonces se levantó de la mesa, se quitó el manto y se ató
una toalla a la cintura. Echó agua en un recipiente y se puso a lavar los pies de los
discípulos; y luego se los secaba con la toalla que se había atado. Cuando llegó a Simón
Pedro, éste le dijo: "¿Tú, Señor, me vas a lavar los pies a mí?" Jesús le contestó: "Tú no
puedes comprender ahora lo que estoy haciendo. Lo comprenderás más tarde". Pedro
replicó: "Jamás me lavarás los pies". Jesús le respondió: "Si no te lavo, no podrás tener
parte conmigo". Entonces Pedro le dijo: "Señor, lávame no sólo los pies, sino también las
manos y la cabeza". Jesús le dijo: "El que se ha bañado, está completamente limpio y le
basta lavarse los pies. Y ustedes están limpios, aunque no todos". Jesús sabía quién lo
iba a entregar, por eso dijo: "No todos ustedes están limpios". Cuando terminó de
lavarles los pies, se puso de nuevo el manto, volvió a la mesa y les dijo: "¿Comprenden
lo que he hecho con ustedes? Ustedes me llaman Maestro y Señor, y dicen bien, porque
lo soy. Pues si yo, siendo el Señor y el Maestro, les he lavado los pies, también ustedes
deben lavarse los pies unos a otros. Yo les he dado ejemplo, y ustedes deben hacer
como he hecho yo."
Palabra del Señor.
GLORIA A TI SEÑOR JESUS.
SILENCIO PARA MEDITACION DE LA PALABRA QUE ACABAMOS DE ESCUCHAR
5 MIN.
MEDITACION
En estos momentos de silencio, imagino a Jesús visitándome, conversando y después
pidiendo un lavatorio con agua y una toalla. Yo le pregunto “¿Por qué?” Me responde:
“¡Comprenderás más tarde!” ¿Puedo permitirle que se arrodille y lave mis pobres pies,
tal como estaban? ¿Me emociono – tal vez hasta las lágrimas - por lo que hace?
Probablemente nadie me ha hecho esto desde que era niño.
Después de un silencio, Él explica que el mismo vive del servicio amoroso y humilde, y
que quiere que yo, como sus discípulos, copiemos lo que me ha hecho. Le pido que me
muestre, día a día, quiénes necesitan mi ayuda. Siempre que sirvo a los demás lo traigo
conmigo.
Jesús amaba a los suyos, especialmente a sus discípulos, hasta el final. Lo demostró de
una manera destacada, honrándolos al lavarles los pies. Extrañamente, esta escena
habitualmente se le relaciona con la Eucaristía.
Le dice a sus discípulos que si no se los lava, no podrán formar parte o comunidad con
él. Esta comunidad es recordada en la Eucaristía. El lavado se realiza para que puedan
estar plenamente unidos a él. Es el principio de algo mayor. La simple oración
“Límpiame, oh Señor” es muy útil.
Jesús es tanto Maestro y Señor y debe ser considerado como tal. Sin embargo, es un
humilde servidor. Sus discípulos necesitan ser iguales, sabios y siempre serviciales.
. Redentor nuestro, concédenos que, por la penitencia, nos unamos más plenamente a
tu pasión, para que consigamos la gloria de la resurrección.
Santifica, Señor al pueblo que redimiste con tu sangre.
Haz que tus fieles participen en tu pasión mediante los sufrimientos de su vida parque se
manifiesten en ellos los frutos de tu salvación.
Santifica, Señor, al pueblo que redimiste con tu sangre.
Haz que los difuntos sean transformados a semejanza de tu cuerpo glorioso y a nosotros
danos un día parte en su felicidad.
Santifica, Señor, al pueblo que redimiste con tu sangre.
PLEGARIA:
¡Oh Señor nuestro Sacramentado! Míranos aquí en tu adorable presencia. Venimos a
bendecirte y alabarte en unión de los ángeles que invisiblemente rodean esa Hostia
Divina. Venimos a consagrarte esta Hora Santa, gozándonos de estar aquí, en tu
acatamiento, a gustar de tu compañía y a conversar contigo, que tienes palabras de
vida eterna. Amen.
Y DECIMOS
PADRE NUESTRO
AVE MARIA
GLORIA