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Construyendo la compasión
Lydia Feito
Una ciudadana de Sarajevo, de impecable adhesión al ideal yugoslavo y a la cual conocí poco después de llegar a la
ciudad por vez primera en abril de 1993, me dijo: “En octubre de 1991 yo estaba aquí en mi bonito apartamento de la
apacible Sarajevo cuando los serbios invadieron Croacia; recuerdo que el noticiario nocturno transmitió unas escenas de la
destrucción de Vukovar a unos trescientos kilómetros de aquí y me dije: Así que cómo puedo indignarme si alguien en
Francia, Italia o Alemania ve las matanzas que suceden aquí día tras día en sus noticiarios nocturnos y dice: ¡Qué terrible!,
y busca otro programa. Es normal. Es humano”.
Dondequiera que la gente se siente segura –de este modo se inculpaba con amargura–, sentirá indiferencia…
La gente puede retraerse no solo porque una dieta regular de imágenes violentas la ha vuelto indiferente, sino porque tiene
miedo. Como todos han advertido, hay un creciente grado de violencia y sadismo admitidos en la cultura de masas: en las
películas, la televisión, las historietas, los juegos de ordenador. Las imágenes que habrían tenido a los espectadores
encogidos y apartándose de repugnancia hace cuarenta años, las ven sin pestañear siquiera todos los adolescentes en los
multicines. En efecto, la mutilación es más entretenida que sobrecogedora para muchas personas en la mayoría de las
culturas modernas. Pero no toda la violencia se mira con el mismo desapego. A efectos irónicos algunos desastres son
mejores temas que otros.
Porque no cesó, digamos, la guerra de Bosnia, porque los dirigentes aseguraban que era una situación irremediable, acaso
la gente en el extranjero apagara las terribles imágenes. Porque no parece que una guerra, cualquier guerra, vaya a poder
evitarse, la gente responde menos a los horrores. La compasión es una emoción inestable. Necesita traducirse en acciones
o se marchita.
La pregunta es qué hacer con las emociones que han despertado, con el saber que se ha comunicado. Si sentimos que no
hay nada que “nosotros” podamos hacer –pero ¿quién es ese “nosotros”?– y nada que “ellos” puedan hacer tampoco –y
¿quiénes son “ellos”?– entonces comenzamos a sentirnos aburridos, cínicos y apáticos.
Y ser conmovido no es necesariamente mejor. El sentimentalismo es del todo compatible, claramente, con la afición por la
brutalidad y por cosas aún peores. (Recuérdese el canónico ejemplo del comandante de Auschwitz que vuelve a casa por
la noche, abraza a su mujer e hijos y se sienta al piano a tocar algo de Schubert antes de cenar). La gente no se curte ante
lo que se le muestra –si acaso esta es la manera adecuada de describir lo que ocurre– ni por la cantidad de imágenes que se
le vuelcan encima. La pasividad es lo que embota los sentimientos. Los estados que se califican como apatía, anestesia
moral o emocional, están plenos de sentimientos: los de la rabia y la frustración. Pero si consideramos qué emociones
serían deseables resulta demasiado simple optar por la simpatía…
Siempre que sentimos simpatía, sentimos que no somos cómplices de las causas del sufrimiento. Nuestra simpatía
proclama nuestra inocencia, así como nuestra ineficacia. En esa medida puede ser una respuesta impertinente, si no
inadecuada (a pesar de nuestras buenas intenciones).
Esta fotografía fue publicada en el New York Times, El
pie de fotografía reza:
ACTIVIDAD
Susan Sontag (1933-2004) escribió este texto preocupada por el impacto de la fotografía y las imágenes de los medios de
comunicación. A partir del texto, responde:
1- ¿Qué piensa de las imágenes de violencia y sufrimiento que aparecen en la televisión? ¿Por qué?
2- ¿Crees que es adecuado que se premie a un fotógrafo que, en lugar de ayudar a alguien que sufre una desgracia, se
queda pasivo tomando una imagen de la escena?
3- ¿Qué sabes de la guerra de Bosnia a la que se hace referencia en el texto? ¿Y de Auschwitz?
4- En el texto se dice que los adolescentes son indiferentes ante imágenes que hubieran sobrecogido hace cuarenta años.
¿Te parece que los jóvenes son igual de sensibles ante el sufrimiento, el dolor, la injusticia, etc., que las personas
mayores? ¿Por qué?
5- ¿Crees que las imágenes o situaciones que se muestran día a día en los medios de nuestro país, nos hace indiferentes o
indolentes frente a lo que acontece?
6- ¿Qué pensamientos o sentimientos te despiertan las fotografías que apoyan el texto?
7- Comenta estas frases del texto: “Siempre que sentimos simpatía, sentimos que no somos cómplices de las causas del
sufrimiento. Nuestra simpatía proclama nuestra inocencia, así como nuestra ineficacia”. ¿Estás de acuerdo? ¿Por qué?