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bIntroducción

a la

Pastoral / Catequesis

con

Pre-adolescentes
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1. Caracterización del preadolescente


Llamamos pre-adolescencia a la etapa entre los 10 y 14 años aproximadamente, en la cual
ocurren cambios biológicos radicales que separan la edad escolar y la adolescencia. El momento de
entrada a esta etapa depende del ritmo particular de crecimiento de cada uno y la maduración dada
por los factores hereditarios, siendo también importante considerar los factores socioculturales. No
obstante, los niños y niñas iniciarán su etapa puberal más o menos a la misma edad en que lo
hicieron sus padres y madres.
El momento en que comienza la pubertad es variable; las niñas suelen ingresar a esta etapa dos
años antes que los niños. Estas diferencias pueden ocasionarles conflictos, tanto si se desarrollan
mucho antes como si lo hacen después que sus amistades.
a. Desarrollo físico
Se produce un notable estirón y nueva distribución y engrosamiento de tejidos de acuerdo a su
sexo masculino o femenino. Esta modificación altera la imagen corporal, de modo que los púberes
tienen que aprender a manejar y controlar su cuerpo, en sus movimientos y desplazamientos en el
espacio.
La armonía de la forma lograda durante la etapa escolar se rompe, porque el crecimiento no
abarca de inmediato a todo el cuerpo. En primer lugar crecen piernas y brazos y el tronco sólo al
final; en un principio permanece corto y estrecho, mientras se alargan las otras partes. Por esto se
habla de desarmonía pubescente. La nariz y las orejas a veces se agrandan en desproporción con el
resto de la cara. Además, pueden aparecerles granitos en la piel, los que se producen por el
agrandamiento de los poros y la mayor secreción grasosa, debido a la acción de las hormonas
sexuales sobre esa región. En general transpiran mucho y con olor fuerte.
El crecimiento rápido produce gran consumo de energía de modo que los púberes se cansan con
facilidad y ante cualquier esfuerzo físico o intelectual manifiestan desgano y flojera. Cuando el
crecimiento ha ocurrido de manera veloz, es común una cierta fragilidad física. Se lastiman con
facilidad especialmente en músculos y articulaciones. Esto se debe a que los nuevos tejidos y la
parte del cerebro que se encarga de la coordinación de la actividad muscular no se han adecuado al
nuevo peso y tamaño del cuerpo.
Hay también una desarmonía motora: un exceso de movimiento y una falta de control en los
movimientos dirigidos o espontáneos, y entonces aparecen torpes. Es importante subrayar que la
edad del crecimiento intenso difiere notablemente en cada niño y niña, de manera que las
comparaciones no tienen mucho sentido. Cada uno empezará a crecer de acuerdo a sus factores
hereditarios, los cuales fijarán la estatura definitiva que tendrán. Sin embargo, entre los púberes
muchas veces no se perdonan esas diferencias y molestarán en las duchas, por ejemplo, a aquellas
niñas y niños con un desarrollo más tardío o más acelerado.
Para ambos sexos el nuevo funcionamiento hormonal incide en el aumento del impulso sexual,
hay más exitabilidad en las zonas genitales, y obviamente, curiosidad e interés por la sexualidad
propia y la de otros.
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Todos estos cambios tan profundos, presentan un gran desafío tanto para los adultos que
acompañan a los muchachos y muchachas en su crecimiento, como para los mismos púberes. Nos
referimos aquí a la necesidad de educar y orientarlos, de modo que comprendan el valor que tiene el
hecho de que a partir de este momento ellos ya son capaces de dar vida a un nuevo ser humano. Se
hace muy necesario hablar claramente con ellos haciéndoles ver que, si bien desde un punto de vista
biológico están preparados para engendrar un hijo, su crecimiento y desarrollo psicológico, social y
moral no ha concluido, por lo que no están en condiciones de hacerse cargo de la responsabilidad de
tener un hijo.
b. Desarrollo intelectual
La memoria y el pensamiento se enriquecen y amplían. Son capaces de buscar relaciones entre
ideas, de sacar conclusiones, así como de recordar las ideas y situaciones por su significado, y las
relaciones entre unas y otras.
Los púberes de ambos sexos experimentan un progreso importante: su pensamiento y memoria
se enriquecen y amplían. Adquieren la capacidad de hacer definiciones de ideas abstractas, por
ejemplo, justicia, compasión y libertad. Pueden organizar las ideas y sacar conclusiones de manera
espontánea. Esto se observa cuando empiezan a plantearse problemas en matemáticas, en expresión
oral y escrita y en conversaciones de información en las que usan argumentos.
A veces es difícil relacionarse con ellos, ya que se ponen soberbios en sus argumentaciones. Por
eso no es raro escuchar en la familia frases dirigidas a los púberes, tales como “Ya salió la defensora
de las causas perdidas”, “Apareció el abogado del diablo”, o “Ya salió el preguntón o la sabionda”.
Como este tipo de pensamiento no está establecido de manera definitiva, suelen alternarlo con
formas infantiles de respuestas, o preguntas que desconciertan a quienes los rodean.
Respecto de la memoria también hay una nueva forma que surge en esta etapa. La memoria
infantil es más bien mecánica. Esto significa que niños y niñas desde los 5 a los 12 años más o
menos, pueden, por ejemplo, retener con facilidad series de números o palabras sueltas. En cambio
los púberes empiezan a recordar más el significado del conjunto en que se encuentran las cosas, las
palabras, o las situaciones. Por eso pueden aprender con relativa facilidad poesías, reproducir
figuras, trozos musicales o procedimientos aritméticos. La memoria alcanza su máxima eficiencia
alrededor de los 13 años en las niñas y de los 14 años en los niños. Al respecto, muchos
experimentan placer en tareas en las que utilizan esta habilidad; les gusta aprender cosas de
memoria cuando las asocian a algo que tiene sentido para ellos.
Paralelamente al surgimiento de estas nuevas características en los púberes, se observa una
disminución del rendimiento escolar. Esto se debe, por una parte, a que los cambios corporales de
esta etapa demandan mucha energía. El cambio hormonal incide en su excitabilidad y falta de
concentración. Por otro lado, en ellos se alternan pensamientos abstractos (definiciones, relaciones
lógicas), junto con imágenes y pensamientos concretos, de modo que se distraen con facilidad. Esto
ocurre especialmente cuando están apremiados por el tiempo, como es el caso de las pruebas.
Además se cansan y aburren rápidamente y abandonan las actividades en las que están. Los
educadores deben tener en cuenta este proceso para entrenarlos en razonamientos diversos,
proponerles actividades breves y variadas y darles tiempo para su ejercitación. Con esto se puede
evitar que se vean y juzguen como incapaces y su autoestima sufra daños a causa de la aparente
dificultad, lentitud o disminución de su rendimiento escolar.
En general baja su capacidad de responder a las tareas que se les piden. Al respecto, cuando la
familia les exige realizar tareas domésticas, éstas deben ser también precisas y cortas. Como en este
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período se distraen y fatigan con facilidad, muchas veces no son capaces de cumplir lo prometido.
Es importante darles reconocimiento cuando han logrado realizar una actividad completa, -por
ejemplo lavar todos los platos, ordenar su pieza, encerar- significa esfuerzo y dedicación real de su
parte. Por otro lado, conviene evitar culparlos o hacerlos sentirse tontos, inútiles o infantiles. Su
autoestima es muy vulnerable y tienden a desvalorizarse; de aquí que las críticas duras pueden
afectarlos seriamente.
c. Desarrollo psico-social
Es en esta etapa de vida donde la persona abandona su existencia receptiva y en dependencia,
hacia una existencia autónoma y personalizada, todos estos aspectos influyen el universo del pre-
adolescente involucrando su contexto socio-afectivo, es decir, padres, familia, Iglesia, escuela,
amigos, etc. El dejar atrás la niñez implica un cambio lleno de expectativas por nuevas
posibilidades que el ser más grande depara, como también de duelo por lo que se deja atrás.
Aparecen en los púberes variaciones en sus comportamientos. Cambian de ánimo bruscamente,
pasan de la actividad a la pasividad, de la alegría a la pena, de ser muy comunicativos a encerrarse
en sí mismos. Su aspecto físico y los cambios que experimentan les hacen sentirse inseguros, torpes
o feos. Desde el punto de vista emocional, tienen miedos provenientes de su propia revolución
física. Junto con esto pasan de una emoción a otra con intensidad; tan pronto se enfurecen,
incomodan o aburren, como se mueren de risa, se diviertan, o se llenan de ansiedad. Son lábiles e
inestables en lo emocional y en sus comportamientos. También temen a lo desconocido y al juicio
de los demás, ante el cual se vuelven más sensibles. Por esto, la vergüenza y el pudor los invaden
cuando las opiniones de sus compañeros o compañeras ponen en juego algo de la imagen que
buscan hacerse sobre sí mismos. Los adultos se desconciertan ante sus reacciones y se las
reprochan. Es necesario tomar en cuenta que el crecimiento físico y las formas adultas no significan
que estén inmaduros en el plano afectivo y social.
Las muchachas y los muchachos tienen comportamientos de resistencia y oposición a la
autoridad, a las normas de la casa y de la escuela, sintiéndose al mismo tiempo vacíos,
desorientados e inseguros. Las nuevas actitudes y emociones de los púberes preocupan y desafían a
la familia y a los profesores. Esta rebeldía es similar al proceso de autonomía de los tres años. Al
igual que entonces, necesitan de mucho afecto y comprensión al mismo tiempo que de reglas y
control.
Los púberes comienzan a darse cuenta de las contradicciones de los adultos, quienes dicen una
cosa y hacen otra. Se vuelven críticos con sus padres, en parte por descubrir estas incongruencias, y
debido también a su propia búsqueda de independencia. Por esto parecen indiferentes a la familia,
caprichosos, esquivos y porfiados.
Estos comportamientos significan desafíos para la familia. Por un lado necesitan que se los deje
tomar decisiones y ser independientes. Por otro, como son inseguros y afectivamente frágiles,
necesitan apoyo y comprensión. Se trata entonces de que los adultos que los rodean (padre, madre,
profesores) tengan con ellos una dirección firme, clara y precisa, al mismo tiempo que respetuosa
de sus nuevos impulsos y necesidades. Es importante que haya límites, cuyo sentido puede ser
conversado con ellos. Es aquí donde la consecuencia de los adultos se hace relevante. Ser firme,
claro y preciso en las reglas de convivencia no se contradicen con el tacto, el afecto y la
comprensión. Ambos aspectos deberían estar presentes en las conversaciones con los púberes. Por
ejemplo, si un punto de desencuentro es la impuntualidad en la hora de llegada a la casa, o el
cumplimiento de tareas, los adultos deben expresar su desacuerdo y exigirles cumplir con las
normas acordadas.
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Es necesario señalarles los puntos o situaciones en las que se les exige cumplimiento,
fundamentando el por qué, cuándo y cómo, y dejar que experimenten las consecuencias lógicas que
se desprenden de sus faltas de compromiso. Si el llegar tarde implica tener que sevirse solos la
comida, los padres harán bien en velar por que así sea. Esto se revela muy útil en el diálogo y
acuerdo con ellos. Por el contrario, es contraproducente emplear castigos físicos o juicios drásticos
tales como "Sos un inútil", "No servís para nada", "Ya no sos la buena niña de antes'', etc. Con esto
se les transmite, en lugar de respeto a la autoridad de los padres, violencia y descalificación.
Padres y profesores no deben temer ejercer su autoridad para ayudarlos a comprender y controlar
sus comportamientos inadecuados o descontrolados. Los adultos necesitan recordar que los púberes
no han desarrollado ni la afectividad ni el pensamiento adecuado para ponerse en el lugar del otro.
Estas dimensiones se desarrollarán durante la adolescencia. En este momento niñas y niños púberes
están en la etapa de relacionarse con otros de manera "utilitaria". Es decir, los otros están para
descubrirse a sí mismos y probar el relativo poder de ser más grandes.
d. Desarrollo religioso y moral
El sistema de Valores, al comienzo de este estadio, permanece todavía, en gran parte, anclado en
el de la edad precedente, aunque se haya iniciado el proceso de su interiorización consciente y
motivada; esta dependencia de los valores tiende, sin embargo, a debilitarse cada vez más y
ensancharse más allá del círculo familiar y escolar, motivado por los abundantes influjos que, de
todas partes, en una cultura pluralista, presionan al sujeto. El sistema de valores comienza también a
organizarse en una estructura relativamente estable, llamada «yo ideal». Este proyecto sobre sí
mismo, inicialmente condicionado por el influjo de personalidades concretas encontradas en familia
o escuela, en la lectura o en la crónica, tiende a hacerse cada vez más personalizada y abstracta. A
medida que se emancipa de los modelos concretos, el adolescente puede actuar un proyecto de sí,
que corresponda a las propias aspiraciones ideales.
En cuanto al desarrollo religioso, la pre-adolescencia parece representar una época de feliz
fecundidad, realización de las premisas sembradas en la niñez. Podemos considerar este período
sustancialmente positivo para la mayoría de los sujetos socializados religiosamente. Hay en general
una religiosidad caracterizada por una intensa práctica ritual y sacramental, por intereses
cognoscitivos notables, connotaciones morales sentidas y activismos entusiasta.
Veamos algunos rasgos típicos:
a) Concepción de Dios
Tiene mucha relación con la enseñanza recibida. Dios es todavía lejano y abstracto, el Dios de
los filósofos y de los científicos; que empieza a ser percibido como “alguien”, como persona, al
entrar en la fase de personalización.
Desaparece el animismo y Dios se afirma como trascendente al mundo material. También
disminuye el magismo y deja de existir definitivamente el antro-pomorfismo material, aunque
permanecen algunas formas de antropomorfismo moral.
Parecen continuar los sentimientos típicos de la confianza infantil por un lado, y aparecen ciertas
actitudes de miedo por el otro. Este carácter ambivalente es subrayado por la aparición de las
primeras dudas religiosas.
b) Sentimiento de afiliación religiosa
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Con la disminución de la dependencia familiar, el acceso a formación e informaciones religiosas,


y la participación en la vida litúrgica comunitaria, el sentimiento de afiliación se adapta, uniéndose
a un organismo religioso específico, con una base estructural históricamente definida.
Este proceso es paulatino y facilita la comprensión del concepto de comunidad, poniendo los
fundamentos para el sentido de solidaridad.
Este proceso puede ser demorado por actitudes negativas que predominan en ciertos ambientes
con respecto a la Iglesia. El abrirse progresivo del pre-adolescente a diversos grupos, lo lleva a tener
que confrontar distintas propuestas de valores. El criterio de selección es el de la funcionalidad
psicológica: elegirá pertenecer a aquellos grupos que satisfagan su necesidad de inclusión,
reconocimiento y autorealización.
c) El ritualismo
El pre-adolescente frecuenta con gusto y espontaneidad la Iglesia, se acerca a los sacramentos,
reza con frecuencia y participa emotivamente.
Pero a menudo aparece una clara dimensión ritualística, probablemente relacionada con
elementos no bien integrados de la religiosidad infantil. Su acercamiento a lo comunitario e
institucional tal vez acentúe este aspecto.
En los varones, Dios aparece percibido como el “Dios de la ley”, trascendente por su fuerza,
poder y perfección moral; con una actitud religiosa que a veces convierte el rito en fin antes que en
medio. En las chicas, se subraya la posibilidad del encuentro con Dios, caracterizable como el “Dios
del amor”, que se halla en un encuentro afectuoso y espontáneo, siendo el rito sólo un instrumento
de ese encuentro.
En la oración, a menudo aumenta la intensidad, sintiendo a Dios como presente reflejado en un
sentimiento de paz, serenidad, alegría interior. El contenido de la oración es más espiritual,
altruístico e interiorizado; sin embargo su eficacia está a veces unida a elementos mágicos. A veces
se repiten mecánicamente fórmulas y gestos.La realidad a la que ha llegado el pre-adolescente, se
confrontará con las exigencias de la etapa siguiente, en la que ya son previsibles dificultades y
conflictos.
2. Pre-adolescencia. Realidades y desafíos
Desarrollar la conciencia de “sí mismo” es una de las tantas preocupaciones del hombre
moderno. Esto, en relación al proceso evolutivo de crecimiento, significa tomar distancia de la
realidad más sensorial, siendo este el rasgo más evidente y reforzado en el pre-adolescente por el
contexto social.
Así, de una cierta inocencia infantil, recordada como llena de privilegios, cuidados y
“regaloneos” —en que muchas veces es más un recuerdo compensatorio que realidad—, los pre-
adolescentes pasan a experimentar la génesis autoconciente del “YO”, que los hace sentir
diferentes, únicos y además solos. Junto con la celeridad de sus cambios corporales, la relación
social se vuelve distante de ellos; el adulto —profesor, papá o mamá— en su trato es tan
ambivalente como el pre-adolescente que crece.No es tán fácil tomar distancia de la niñez y de las
seguridades que ella ofrece: cuidado expreso del adulto, tolerancia a los errores, liberación de
responsabilidades, etc. Pero el crecimiento tiene también sus atractivos: la novedad, la
experimentación, la independencia y la capacidad de confrontación. Los pre-adolescentes se ven a
sí mismos entre un «antes-ahora» que se anima en la esperanza de un «después cuando sea grande».
Los sentimientos de monotonía y aburrimiento son también parte de la descripción que sobre sí
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mismo hacen los pre-adolescentes. Son sentimientos desa-gradables contra los cuales combaten a
fuerza de buscar constantemente la novedad y la aventura. Es la necesidad de que “pase algo” y el
gran temor a que justamente “no pase nada”.
A nivel de las amistades del mismo sexo, hombres y mujeres valoran la amistad y la distracción.
Para los varones la amistad es sinónimo de grupo, juego y aventura, la búsqueda de los límites de
todo. Tal parece que su lema, en donde se encuentren, es: «¿y que pasaría si...?», buscando probarlo
todo enmascarando el temor entre los de su grupo, pues es preferible el dolor físico al dolor
psíquico que les causa la burla. Finalmente, lo físico pasa sin dejar huella - al menos eso cree-
mientras que la burla marca y acompaña incluso en los momentos de soledad. Es en grupo donde
los varones desarrollan y consolidan su identidad.
En el caso de las pre-adolescentes, las relaciones de amistad que entre ellas se viven giran en
torno al diálogo y el caminar juntas. Siguen una pauta de relación similar al modelo adulto. Esto es
interesante en la medida que, en el saber común, hay cierto convencimiento de que la mujer
«madura más rápido que el hombre», lo que refuerza el comportamiento dialogal entre mujeres.
Paradójicamente las pre-adolescentes que afirman que «la mujer madura más rá-pido que el
hombre», aprecian también la posibilidad que tienen los varones pre-adolescentes para expresar
comportamientos más «infantiles» (como jugar con violencia, molestar, equivocarse, etc.), que ella,
ni su entorno, se lo permite, viviendo el conflicto entre lo que «debe» y lo que «quiere» hacer.
Los encuentros mixtos, aunque parecen no ser lo más frecuente a esta edad, son los más
expresamente deseados, sobre todo por el sexo femenino. La experiencia de amistad hombre-mujer
es parte del discurso común de los y las pre-adolescentes, aunque reconocen que no es lo mismo
que estar entre los de su mismo sexo. La diferencia la encuentran en los temas de conversación:
«hay cosas que se conversan solamente entre hombres o entre mujeres» siendo difícil poder definir
qué cosas, aunque en el ambiente flota la respuesta: las cosas de las que hablan hacen referencia al
cuerpo, sus sensaciones, impulsos y sutilezas.
Hay «cosas» que se ponen en común y son punto de encuentro entre hombres y mujeres: algunos
juegos, la demandas escolares y especialmente la atracción que sólo el sexo complementado puede
despertar. Toda la subjetividad que el cuerpo despierta, tiene en la palabra «amor» su más fiel y
deseada expresión.
El amor para las pre-adolescentes está marcado de contexto, de cambio en el humor, sus signos
son la noche, los recuerdos, la música, capacidad para obedecer a los adultos, y para hallar agrado
en la soledad y el silencio. Esta experiencia del amor no la encontramos con la misma frecuencia en
los varones, para quienes el placer está mucho más marcado de curiosidad, de contacto corporal de
proteger y confiar en la chica que quiere.
La relación hombre-mujer se vive con la aceptación de diferencia de roles por género. Las
mujeres se autoperciben, y son así vistas por los varones, como delicadas y emocionalmente
sensibles, «capaces de decir cosas bonitas», mientras los hombres se esfuerzan en demostrar su
fortaleza o habilidades físicas específicas. Para las mujeres, la diferencia de roles no es el problema,
sino la desigualdad de posibilidades para defenderse y ser respetadas. Esto es lo que causa su
enfado y reclamo, frente a varones que se ufanan de ser fuertes e independientes, contando con el
refuerzo social que así los acepta y estimula.
De todo lo mencionado, podemos concluir que la moda unisex no es para esta edad. La identidad
sexual se constituye desde la pulsión fisiológica hasta la forma de vestirse y hablar, integrando una
forma cultural, muchas veces estereotipada, de ser hombre y ser mujer. El rechazo de las modas
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unisex puede significar una forma de proteger y ser fiel a la propia identidad sexual, entendiéndose
esto también como fidelidad a las pulsiones que nacen del propio cuerpo sexuado. La aceptación de
variantes de rol e identidad sexual, parece corresponder a edades superiores donde las diferencias
no ponen en riesgo la propia identidad.
Evidentemente, frente a los cambios sexuales de los pre-adolescente, el adulto junto con
asumirse como educador, reglamentador o controlador de la conducta sexuada que emerge, es
también y sobre todo, un modelo vital para las nuevas generaciones, capaz de inspirar nuevas
utopías o también temores al futuro. Crecer en la pre-adolescencia, como en cualquier etapa de la
vida, es dar un paso hacia lo desconocido, hacia el misterio de la vida que se devela en la vida
misma, por tanto, el temor es parte inevitable de este proceso. Temor que se acrecienta o aminora,
según como el adulto se relaciona y trasmite su propuesta de futuro.
Así, encontramos pre-adolescentes que se niegan a aceptar que han crecido y cambiado, cuyos
cuerpos se encogen sobre sí mismos, y cuyo comportamiento se empeña en acentuar el juego y la
obediencia infantil. Junto con esto, la ausencia de conflicto con profesores y padres ofrece un
panorama de «pre-adolescentes felices» (léase "conformes") con los adultos con quienes se
relacionan, satisfechos de su presente y temerosos del futuro.
Pero también están los otros pre-adolescentes, para quienes los cambios corporales, si no son
deseados son inevitables a sus propios ojos y de quienes los rodean. En lo cotidiano son abusivos
con los menores y son marginados por los grandes. Dada su necesidad de reflejar autonomía y
autenticidad compiten entre ellos y es común entre ellos y ellas la pelea y la oposición constante al
adulto. Ellos y ellas buscan el conflicto pues parece ser el único rito social que les queda para
demostrar y saberse a sí mismos como diferentes a los niños. Para este tipo de pre-adolescente el
presente se parece mucho aún al pasado y tienen sus esperanzas puestas en cumplir años y crecer,
pues en el futuro serán más «libres y bellos(as)». Evidentemente estos son los más difíciles desde la
perspectiva del adulto.
Los padres modernos parecen considerar un logro el evitar los conflictos con sus hijos e hijas
pre-adolescentes. En este punto, los(as) pre-adolescentes también consideran que la ausencia de
conflictos con sus padres y educadores es producto de la «buena comunicación». Sin embargo,
aquella «buena y democrática comunicación» con que los adultos se relacionaban con los niños, es
puesta al descubierto por los pre-adolescentes a quienes encontramos constantemente reclamando
un trato diferente, sin tener claro -y lo mismo pasa con los adultos-, donde podría estar aquella
diferencia. Así, el «trato diferente» que reclaman los pre-adolescentes parece ajustarse a cada
realidad individual, y casi siempre este es un logro compartido entre adulto y pre-adolescente, y
muy pocas veces una concesión por parte de uno de ellos.
Otro aspecto que caracteriza la pre-adolescencia es el cambio cualitativo de sus actividades, es
decir, estas cambian su sentido, así por ejemplo, se continúa viendo los dibujos animados por la
televisión, pero ya saben que esto «es cosa de niños», y lo mismo sucede con los juegos. Las
actividades, siendo muchas veces las mismas, satisfacen otros intereses, como la necesidad de
movimiento corporal, la capacidad para soportar el dolor, el miedo, el deseo por divertirse, etc.
Los intereses y actividades se orientan básicamente a divertirse, individual o colectivamente.
Divertirse es meta de gran parte de la actividad humana en toda etapa de la vida, lo característico de
la etapa pre-adolescente en este sentido, es su ruptura con limites o normas que ordenen el
comportamiento.
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Dado que la educación moderna ha relativizado las normas sociales de comportamiento, en favor
de estimular la creatividad, los y las pre-adolescentes, por un lado buscan grupos de identificación
que les ayuden a clarificar un modo particular de comportarse y, por otra parte, el afecto de la
autoridad que los reconozca existentes y únicos.
Así, pareciera ser que la generación pre-adolescente de los 95, a diferencia de posiblemente otras
generaciones anteriores, no sólo busca la oposición a la norma social establecida de
comportamiento, sino que busca cuál es esa norma, en un contex-to que parece tolerar y
comprender todo, y cual es justamente el límite de esa norma que es también el límite de la
tolerancia y comprensión social.
Los cambios corporales de la pre-adolescencia, traen desequilibrios o rupturas de límites
conocidos del cuerpo y sus funciones. Esto es así también en el mundo subjetivo o cosmovisión de
lo adecuado o inadecuado, lo conocido o desconocido, etc. quiebres que hacen necesario un nuevo
modo de asimilar y acomodar la realidad. Se rompe con el valor de la obediencia infantil, pero
emerge el valor de la autonomía y «conciencia interna», se deja lo conocido y seguro de personas y
lugares, instalándose el valor de la propia búsqueda de lo nuevo y sus riesgos; se deja atrás el juzgar
a las personas por lo que hacen o dicen, para considerar el valor de la «intención» de las acciones.
La idea de bueno o malo, es algo que se define producto de la síntesis de la propia experiencia.
La actual generación pre-adolescente aprecia su relación con las personas que le rodean, sobre todo
adultos, son capaces de reconocer los propios errores y los ajenos, aunque igualmente son
indiferentes a cambiar por ello. Respecto a las virtudes de las personas, según entrevistas realizadas,
les es fácil caracterizar a la «persona buena»: es capaz de escuchar, tiene el valor para decir la
verdad, es capaz de comprender y expresar cariño. Sin embargo, se les hace difícil definir a la
«persona mala», señalando que no conocen a ninguna, aunque también manifiestan que la «persona
mala es todo lo contrario de la persona buena».
Los medios de comunicación y la propuesta recreativa de la tecnología moderna, llena
insatisfactoriamente el tiempo libre que tienen los pre-adolescentes. La tecnolo-gía, que se presenta
como el mayor logro y solución a diversos problemas psicoso-ciales de la modernidad, —incluso a
los actuales desafíos metodológicos de la educación—, no ha sido capaz aún de dar sentido de
madurez a la soledad, melan-colía y aburrimiento de los y las pre-adolescentes. Quienes pasan más
horas frente a un televisor, nintendo, computadora o radio, no son los más felices, ni desarrollan la
autonomía que estos medios dicen transmitir. Paradójicamente, la tecnología que enseña a elegir se
ha hecho para los pre-adolescentes, si no inelegible, la más indeseable elección.
Desde esta perspectiva experiencial, también vemos que se hace posible proyectar algunos ejes
de accionar educativo para quienes viven la Primera Fase de la Adolescencia o Pre-adolescencia.
Aunque sintetizar líneas de acción corre el riesgo de simplificar, sesgar o sacar información,
creemos que es necesario para educadores y padres de familia en la tarea de acompañar a los pre-
adolescentes y de madurar junto con ellos en los propios desafíos de madurez.
Reconocemos algunas pistas de acción
1. Los/las pre-adolescentes se encuentran en proceso de conocerse a sí mismos. Esto implica el
abrirles espacios de expresión creativa a través de la poesía, diario personal, pintura o deporte. No
se trata de que lo hagan bien o bajo normas que mejoren su eficiencia, sino que puedan sacar fuera
aquello que se está haciendo nuevo en ellos: sus impulsos, preguntas, etc.
2. Necesitan clarificar normas y límites a sus comportamientos. La libre y autónoma dirección de
la propia vida no es algo que se gana de la noche a la mañana, sino que va junto con el desarrollo de
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la disciplina y orden personal. Necesitan límites, de alguien que se lo recuerde. Esto a su vez
favorecerá el desarrollo de fortaleza en sus convicciones, siendo capaces de decir «no» o «si» frente
a los riesgos o presión del grupo.
3. Necesitan de adultos que sean autoridad para ellos. Dado que están en un proceso de superar la
obediencia que caracteriza al niño, los pre-adolescentes necesitan de adultos que sean claros en su
lenguaje verbal y no verbal, que vean su vocación educadora como un desafío de dar testimonio,
rasgo que da la autoridad para ser exigente con ellos(as) cuando las circunstancias lo requiere.
4. Requieren vivir experiencias con los de su propio sexo. Que se respete el espacio que ellos y
ellas se hacen para preguntas y experiencias propias de cada sexo. La educación mixta no puede ser
absoluta para todos los momentos de la vida. Los temas que son «cosa de mujeres» y «cosa de
hombres», brindan la oportunidad para que el educador -ojalá del mismo sexo- haga posible un
acercamiento experiencial y ojalá, anecdótico, que sea clarificador de dudas y prejuicios, sobre todo
en lo referente a la sexualidad.
5. Respetar el proceso de los encuentros grupales mixtos. Los encuentros mixtos favorecen la
canalización de los impulsos sexuales y requiere por parte de los educadores empatizar con los
códigos comunicacionales de cada generación pre-adolescente. La educación mixta siendo un
aporte importante de la educación moderna, no es en sí misma la panacea a la solución de conflictos
que trae el permanente proceso de madurez psicológico. Los encuentros mixtos tienen su momento,
lugar y exigencias para y entre los pre-adolescentes. El educador debe pro-curar y respetar la
intimidad y proceso de esta relación. Forzarla sólo lleva a hacerla más artificial.
6. Desarrollar el desafío de la acción. La acción, producto del propio descubrimiento y expresión
de vitalidad, cumple para los pre-adolescentes la función de internalizar experiencias y consolidar
ideales que van dando certezas sobre el futuro. Paradójicamente, en la sociedad actual, tiende a
entenderse la vida confortable como sinónimo de inactividad, haciendo que muchos pre-
adolescentes «imaginen» pasivamente el movimiento, achatando su expresión de vitalidad y con
ello la posibilidad de descubrir las utopías de su propia existencia.
7. Favorecer espacios para «sentir la fe». Hay que agregar a todo esto que la dimensión de Fe en
este período es bastante mediatizada por las vivencias «de piel», es decir, por las preguntas o
inquietudes que los afectan en su aquí y ahora. La sensibilidad a los símbolos celebrativos de la fe
cobran su sentido en lo colectivo, y la experiencia de reflexión personal aporta a madurar sus
convicciones creyentes. Realmente en este período los y las pre-adolescentes necesitan creer en algo
o alguien, esto explicaría el porqué también la necesidad de experimentar.
3. Criterios equivocados en la pastoral con pre-adolescentes
*Nos equivocamos al considerarlos como niños:
Desde una perspectiva infantilizadora, les atribuimos una religiosidad infantil con sentimientos
de amor a Dios que deben ser cuidados para que no se disuelvan con las crisis de la edad. Se trabaja
con modelos derivados de la catequesis de niños.
Escondemos detrás una actitud paternalista intentando protegerlos de las influencias del medio.
La relación con los animadores se centra en la sobreprotección, consintiendo y regaloneando.
Los/las pre-adolescentes se aburren y se van, o se estancan en su maduración manteniendo
conductas infantiles.
* Nos equivocamos al considerarlos grandes:
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Esta equivocación, opuesta a la anterior, parte de creer que si alguien es tratado como grande es
como tal.
El adulto asume una postura autoritaria, que obliga a “madurar a la fuerza”. Esto se observa en
las propuestas pastorales que usan programas, itinerarios y métodos elaborados para adolescentes.
El mayor error se da en la formación ético - moral, creyendo que el interés del preadolescente
por argumentar es signo de una capacidad de decisión ética adulta. Desde esta perspectiva, se
abordan temas formativos ajenos a la experiencia, para generar compromisos que tampoco pueden
ser cumplidos por el/la pre-adolescente; ya que son inconstantes y actúan con irresponsabilidad. Se
les señala permanentemente que “no son como deberían ser”, y se prefiere a los más maduros. Esto
fomenta la baja autoestima.
4. Líneas de acción para la pastoral pre juvenil
a. Responder a las necesidades de los pre-adolescentes
Actualmente los/las pre-adolescentes se enfrentan a dos experiencias que no pueden resolver
solos: la soledad y el aburrimiento.
Tomar en cuenta las muchas caras de la soledad del pre-adolescente significa ofrecerles un
espacio donde se sientan escuchados, valorados y respetados; ofrecién-doles un medio que los
contenga con paciencia y serenidad, dándoles la oportunidad de conocerse un poco más, entenderse
y aceptarse desde una experiencia de sentirse aceptados y queridos. Implica respetar su intimidad,
permitirles relacionarse con los demás, compartir con los pares, viviendo la experiencia de Amor
del Padre que acepta y perdona, impulsándolos a crecer.
Frente al aburrimiento, la acción pastoral debe responder a las búsquedas del pre-adolescente,
sabiendo que éste no es consciente de qué está buscando. Implica estar atentos a estimularlos,
respondiendo a sus ritmos y ofreciéndoles experiencias breves y variadas.
b. Jesús y los Pre-adolescentes:
El texto más indicado para contemplar la actitud pedagógica de Jesús es su encuentro con la hija
de Jairo, una niña de unos 12 años.(Lc. 8, 40-56).
El texto comienza con un padre que se acerca a Jesús para suplicarle por la vida de su hija. Esta
actitud interpela e identifica a quienes queremos trabajar con pre-adolescentes. Queremos
acercarnos a Jesús para suplicarle por nuestros pre-adolescentes.
A través de Jairo, Jesús nos da la clave más importante para nuestra tarea: “No teman, basta que
tengan fe”.
Siguiendo con el texto, vemos que Jesús dejó entrar con la niña sólo a unos pocos. Este gesto
delicado nos muestra la necesidad de respetar la intimidad de las personas. Los/las pre-adolescentes
tienen una hipersensibilidad social, y debemos aprender a empatizar con su vergüenza siendo
cuidadosos y empáticos en nuestra relación con ellos.
Entre los que quedaron afuera, muchos lloraban la muerte de la niña. Otros se reían de Jesús.
Muchas veces los adultos reaccionamos con esta polaridad frente a los/las pre-adolescentes. Nos
deprime a veces su falta de madurez, su poca estabilidad, su fragilidad, y en otros momentos nos
impacientamos e irritamos, reaccionando con indiferencia, abandono, despreocupación.
La clave la encontramos en la actitud de Jesús: confiar. Confiar en ellos, en la vida, en la
formación, es la apuesta de Jesús.
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El texto nos permite también contemplar el ejercicio de autoridad que Jesús hacía. Su relación
con la niña nos hace asombrarnos ante un maestro legítimo y auténtico, capaz de “confirmar” a sus
dicípulos, de acogerlos con cariño haciéndolos sentirse aceptados, estimulando su crecimiento y
amándolos gratuitamente tal cual son. Jesús se acercó a la niña y le tomó la mano, diciéndole “Niña,
levántate”.
Se puede discutir si la niña estaba o no muerta. Sin embargo Jesús dijo que estaba dormida. Para
Él, la niña mantenía el lazo fundamental con la vida. El la acompañó transmitiéndole la inspiración
para que ella se conectara con su potencia vital.
Este es nuestro desafío frente a los/las pre-adolescentes: ser para ellos maestros legítimos y
auténticos, confirmarlos, para que puedan enamorarse de la persona que están llamados a ser.
c. El Objetivo de la Pastoral de Pre-adolescentes
Acompañar el proceso de crecimiento de los/las pre-adolescentes, ofreciéndoles un espacio
de acogida en un grupo de pares, acompañados por un joven, donde se sientan contenidos y
estimulados y se encuentren con Jesús, como el héroe que encarna sus deseos audacia y ternura.
Este objetivo quiere tomar muy en serio el peligroso dato de que los pre adolescentes se
encuentran en la actualidad aburridos y solos.
d. Las características de la experiencia grupal
Se trata de un grupo de pares, de tipo mixto, con contornos indeterminados en cuanto al número
de participantes, que acoge jóvenes de 12 a 14 años, con un ritmo de encuentro semanal o
quincenal.
e. El programa formativo
El programa que se propone tiene las siguientes características:
1) Es un programa y no un itinerario
2) Obedece a un concepto de formación.
Apoyar el crecimiento de los pre-adolescentes en cinco ejes: el autoconocimiento, las relaciones
cercanas (fraternidad), la proyección social (bondad), la recreación y la vivencia de la fe.
3) En función de las necesidades del destinatario al que se percibe con una mirada creyente.
4) Hace un recorrido que alterna el siguiente índice de los ejes de la formación:
Autoconocimiento
Este eje pretende favorecer una alfabetización emocional básica de los pre-adolescentes
conjugando el conocimiento de sus propias emociones con el aprender a manejarlas algo mejor, y
desarrollar habilidades de manejo de sus propias motivaciones. Considera los siguientes temas:
-¿Soy grande o soy chico?
-No sé qué me pasa, no sé qué me gusta
-Cambió mi cuerpo
-Las cosas que extraño
-Mis miedos
-Me voy construyendo
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Fraternidad
Este eje busca facilitar el reconocimiento y la empatía de los/las pre-adolescentes con las
emociones de los otros en su entorno inmediato y favorecer un cierto mejoramiento en la capacidad
de manejarse bien con ellas. Considera los siguientes temas:
-Nadie me entiende
-Quiero estar solo, quiero estar con otros
-¿Cuál es mi mundo ahora?
-Puedo aceptar cosas de los demás
Solidaridad
Este eje pretende fortalecer la empatía social, particularmente con los más débiles. Considera las
siguientes actividades:
-Visita a un hogar
-Recreación para niños
-O cualquier otra actividad en la que puedan desarrollar un servicio.
Recreación
Este eje pretende crear un espacio de sano entretenimiento; fortaleciendo las vivencias grupales.
Algunas propuestas son:
-Tarde de paseo
-Juegos de salón
-Tarde deportiva
-Fiesta
-Campamento de fin de semana
Vivenciar la fe
Este eje pretende educar y fortalecer la fe de los pre-adolescentes. Es un eje transversal, ya que
aparece iluminando a los otros cuatro.
f. Ejes del Proceso Formativo
Presentamos a continuación un cuadro que clarifica las relaciones existentes en los ejes de
trabajo según las propuestas para niños, pre-adolescentes, adolescentes y jóvenes:
g. Cuadro comparativo de los ejes para las distintas etapas

Niños Pre-adolescentes Adolescentes y Jóvenes


Afirmación Autoconocimiento Personalización
Solidaridad Solidaridad Socialización
Integración Fraternidad Crecimiento comunitario
Iluminación Vivenciar la fe Discernimiento Cristiano
Recreación Recreación ----
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h. Método de trabajo
Como respuesta a la descripción de las características pre-adolescentes y atendiendo a los
criterios pedagógicos antes mencionados, proponemos un método basada en las vivencias y
necesidades de la etapa, con cuatro pasos que siguen en línea del método de formación experiencial.
Crear el clima
Crear clima: es el primer paso del método, y tiene por finalidad despertar el interés
del pre-adolescente frente a la temática planteada. Debe abrirnos a la propuesta del
mensaje, y hacer que esta propuesta comience a ser significativa para ellos.
Las técnicas a emplearse pueden ser muy variadas, y no existe una duración específica para este
momento. Los cuestionamientos que aquí se susciten, serán retomados en pasos posteriores.
Darse cuenta
Darse cuenta: este paso pretende que los/las pre-adolescentes tomen contacto
con sus vivencias, lo que piensan, sienten y hacen en relación con la temática
planteada.
Para esto, se emplean también diversas técnicas que los ayuden a “poner nombre” a lo que viven.
No se busca en este paso profundizar acerca de la realidad, solo vislumbrarla; y no es necesario
compartirla en todos los casos.
Reflexión
Reflexión: no alcanza con descubrir lo que se vive para comprenderlo.
El objetivo ahora es profundizar en la vivencia; pero sin perder de vista la
imposibilidad del pre-adolescente de objetivarla totalmente.
Este paso tiene dos momentos:
-En el primero, con la ayuda de diversas ciencias, se comienza a profundizar la realidad a través
de diversas técnicas, tratando de ir descubriendo los por qué de los hechos trabajados.
-En el segundo, se trata de volver a mirar esos mismos sucesos a la luz de la fe, descubriendo
aquí cuál es el mensaje que el Señor quiere dejar, hacia dónde invita al pre-adolescente a seguir
creciendo.
Recordar que este paso debe llevar siempre a la personalización de lo que se reflexiona, evitando
quedar en teorizaciones.
Celebración
Celebración: momento grupal y personal en el que se pone en las manos del
Señor todo lo trabajado. No es preciso que sea muy extenso, pero sí significativo.
Sería bueno trabajar desde algún texto bíblico que ilumine el tema planteado.
ANEXO
Lo que ofrecemos a continuación es una sugerencia de programa de trabajo con pre-
adolescentes.
Planteamos también algunos encuentros ya diseñados, para que puedan ser usados con diferentes
grupos, o sirvan como pistas para crear nuevas propuestas.
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Recordar que la fragmentación del encuentro, comienza con la formulación del objetivo, que
debe ser:
-claro y comprensible para todos;
-preciso, que aclare específicamente lo que se busca lograr en el encuentro.
-alcanzable en un encuentro.
Tanto el título como el objetivo, son orientaciones para el animador y no deben darse a conocer a
los/las pre-adolescentes.
Este cuadernillo sólo debe estar en manos de asesores y animadores.
Sería bueno hacer llegar la evaluación a la Casa de los Jóvenes, así como también otros
encuentros que se rehagan.
PROGRAMA DE FORMACIÓN PARA GRUPOS DE PREADOLESCENTES
Eje Sentir (11 y 12 años) Buscar (13 y 14 años)
No me entiendo ¿soy grande o soy chico? Mis máscaras
Autoconocimiento

Cambia mi cuerpo Mis miedos


Las cosas que extraño Aquello en lo que hoy creo
No sé qué está bien y qué está mal Los otros en mi vida
Veo las cosas de diferente manera Me voy construyendo
Puedo cambiar cosas de mi
¡Soy persona! ¡Valgo! ¡Sirvo!
Nadie me entiende Puedo aceptar cosas de los demás
Soy un extraño en mi familia Quiero estar solo / Quiero estar con otros
Fraternidad

Me cambian las reglas de juego. ¿Todo se


derrumba?
¿Por qué necesito de mis amigos?
La amistad también tiene reglas
¿Cuál es mi mundo ahora?
Se sugieren estas actividades para ser tomados como ejemplos, planificando otras que
Solidaridad

respondan a las realidades locales.


“Visita a un hogar”
“Tarde recreativa para niños del barrio”
Se sugieren estas actividades para ser tomados como ejemplos, planificando otras que
Recreación

respondan a las realidades locales.


“Tarde de juegos”
“Tarde deportiva”
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También pueden hacerse campamentos, bicicleteadas, juegos de mesa, festejos de


cumpleaños.

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