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EMBARAZO ADOLESCENTE

El embarazo en la adolescencia puede ser un golpe arrollador para la vida familiar y reclamar una
drástica variación y cambios en su funcionamiento habitual, ya que el embarazo precoz demanda
desafíos y posturas diferentes. La actitud de la familia ante este acontecimiento, resulta decisiva
para optimizar la salud, el bienestar y la calidad de vida de la misma, tratándose de un proceso en
que no sólo es importante tomar en consideración los aspectos biológicos sino también
importantes factores psicosociales.

El embarazo en la adolescencia constituye un importante problema de salud pública en América


Latina y el resto del mundo. La evolución de la gestación en la adolescencia continúa siendo un
problema importante para los profesionales de la salud, ya que el embarazo en este período tiene
importantes consecuencias sociales y de salud sobre la madre adolescente y su hijo, y una mayor
incidencia de complicaciones médicas en comparación con las gestantes adultas. Estas
complicaciones son más graves en adolescentes de menor edad, y aún más graves en las
adolescentes menores de 15 (Gollo P.R., Rus AOA. 2000).

El embarazo en la adolescencia, además de constituir un riesgo médico elevado, lleva aparejado


dificultades socioeconómicas y emocionales para la madre y su hijo, lo que se conoce como el
“Síndrome del fracaso”. Es, por tanto, la etapa que puede determinar el sentido de la vida y el
bienestar futuro (Davis Ivey Ch. 1998).

Frecuentemente, es un embarazo no deseado o no planificado, con una relación débil de pareja,


en muchos casos fortuita u ocasional, lo cual determina una actitud de rechazo y ocultamiento de
su condición por temor a la reacción del grupo familiar, amigos y maestros; comportamiento que
generalmente conduce a la detección y el control prenatal tardío o insuficiente, con sus
consecuencias negativas antes y después del nacimiento (Cruz M.V. y col. 2004).

El problema que se presenta para las embarazadas adolescentes es que están transitando por el
difícil camino de transformarse en una mujer adulta, y a la crisis de la adolescencia,
desencadenada por los cambios biológicos, psicológicos, sociales e interpersonales, se le suma la
crisis del embarazo que es una crisis secundaria provocada por la presencia de una vida en el
vientre, que compromete a estas jóvenes con una responsabilidad y madurez para las que no se
han desarrollado totalmente (González G.H. 2006).

EMBARAZO ADOLESCENTE POR ABUSO


Que una niña quede embarazada significa el fin abrupto de su niñez, un grave riesgo para su salud
física y psíquica, una alteración en su curso de vida que con frecuencia significa el fin de sus
estudios y que la enfrenta a responsabilidades para las que no está preparada. En otras palabras,
un embarazo infantil es una importante restricción en el ejercicio de los derechos de las niñas.
Cuando el embarazo está asociado con el abuso sexual, las consecuencias psicológicas pueden
agravarse y perdurar a lo largo del ciclo evolutivo y configurar, en la edad adulta, los llamados
efectos a largo plazo del abuso sexual. El abuso sexual constituye en sí mismo un factor de riesgo
para el desarrollo de trastornos psicopatológicos en la edad adulta. Se habla de efectos a largo
plazo cuando estos se encuentran a partir de los dos años siguientes a la experiencia de abuso.
Problemas emocionales. Trastornos depresivos y bipolares, los síntomas y trastornos de ansiedad,
destacando por su elevada frecuencia el trastorno por estrés postraumático; el trastorno límite de
la personalidad; así como las conductas autodestructivas (negligencia en las obligacionesy otras);
conductas autolesivas; ideas suicidas e intentos de suicidio, y baja autoestima.

Problemas de relación. Es una de las áreas más afectadas, caracterizadas por la presencia de
mayor aislamiento y ansiedad social, menor cantidad de amigos y de interacciones sociales, así
como bajos niveles de participación en actividades comunitarias. Desajustes en las relaciones de
pareja o relaciones de pareja inestables y una evaluación negativa de las mismas. Dificultades en la
crianza de las y los hijos, con estilos de maternidad que incluyen con mayor frecuencia el castigo
físico ante conflictos y una depreciación general del rol maternal.

Problemas de conducta y adaptación social. Mayores niveles de hostilidad, conductas antisociales


y trastornos de conducta, mayor riesgo de huida del hogar, así como la posibilidad de delinquir y
ser arrestadas por diversos delitos.

Problemas funcionales. Mencionaremos sólo algunos, entre ellos trastorno de somatización,


definido como la presencia de síntomas somáticos que requieren tratamiento médico y que no
pueden explicarse totalmente por la presencia de una enfermedad conocida, o por los efectos
directos de una substancia. Presencia de síntomas y trastornos disociativos, en los que existe una
alteración de las funciones integradoras de la conciencia, la identidad, la memoria y la percepción
del entorno.

Problemas sexuales. El abuso sexual constituye un factor de riesgo que incrementa los problemas
sexuales, entre ellos una sexualidad insatisfactoria y disfuncional, conductas de riesgo como el
mantenimiento de relaciones sexuales sin protección, un mayor número de parejas y una mayor
presencia de infecciones de transmisión sexual y riesgo de VIH. Otros problemas de tipo sexual
derivados del inicio precoz en la sexualidad son la prostitución y la maternidad temprana.

Problemas sociales como el abandono escolar y la dependencia económica por no contar con un
trabajo estable

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