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"La Insoportable Levedad Del Ser: De Bulimias Y Anorexias"

(*) Publicado En La Revista Psicoanálisis Y Hospital. Nro. 14 (verano 1998)

Karina Rotblat

Al hablar de bulimia y de anorexia lo primero en presentarse son “trastornos de la


alimentación”. Detrás de este escenario, muchas veces no se escucha nada, nada más allá
del ruido sordo del discurso alimentario. Alguna vez pueden irrumpir otras voces ... esas que
hablan del “padecimiento del alma”. Y nos anoticiamos, que el trastorno alimentario es un
emergente que envuelve un cuerpo vacío, pero no vacío de comida, vacío de vida. Y entonces
la anoréxica realiza huelgas de hambre para hacer su denuncia, como si intentase decir: "No
es el alimento lo que nutre al cuerpo". Pero cae en la trampa: utilizando el idioma del
alimento, busca eliminarlo para defender su deseo, pudiendo llegar hasta poner en riesgo su
vida, en ese movimiento “sintomático” por defenderla.
El psicoanálisis apuesta a que la histérica sienta allí donde no sentía nada. Allí donde los
órganos están reducidos a su función utilitaria, donde no hay erótica.
Una boca se abre y no deja de comer. Una boca se cierra y no deja de no comer. La boca de
la bulimia, la boca de la anorexia. Abrir - cerrar, movimientos perfectamente sincronizados se
encargan de cumplir un ritual mecánico, sin historia, sin palabras. Esta boca no se equivoca.
Esta boca no sabe de poesías. Esta boca sólo come todo o no come nada. Entre el todo y la
nada ..., el analista apuesta a la apertura de esa brecha que le permita al sujeto armar una
historia, una boca que diga, se equivoque y nombre al cuerpo como propio.
El cuerpo es más que la suma de “carne” y “hueso”. La anoréxica en su intento de
adelgazar, adelgaza las ganas, los proyectos. Se eliminan las formas de mujer, los miedos de
mujer, la sangre de mujer ... Y surgen los cuerpos del anonimato, los cuerpos de la bulimia,
los cuerpos de la anorexia.

Un trayecto posible

La bulimia o la anorexia, son signos que cristalizan una boca, se lesiona la zona erógena
condenando a la boca a ser un agujero real, grande, negro, por donde puede
devorarse el mundo y por donde el sujeto puede ser “aspirado” por la demanda de un
Otro sin interdicción.

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La apuesta consiste en construir un trayecto, que eleve al signo al estatuto de síntoma
(siempre que estemos ante una neurosis), de la incorporación de ese alimento “materno”,
“real”, descarnado, incoloro, inodoro o mal oliente, a la degustación donde todos los sentidos
se aúnen para desvestir, en una ceremonia sensual, aquel misterioso manjar.
En el acto de comer compulsivamente o en el acto de no comer “a muerte” se delinean
tentativas de ligar lo que no pudo ser ligado, no permitiendo “a la pulsión oral constituirse
como tal, en el momento en que es en el registro de la demanda al otro cuando tendría que
separarse de la necesidad de alimento.”(1)
En las primeras entrevistas con pacientes de estas características, el analista se enfrenta con
crisis reales que se apoyan en “una boca que come”, desconectada de “la boca que habla”.
La apuesta es a posibilitar un trazado pulsional, que en el mismo movimiento en que orada al
cuerpo biológico, crea al cuerpo en tanto sostén histérico, posibilitando un entramado que
eleve a “la anorexia” y a “la bulimia” al estatuto de síntomas de una historia por contarse.
Freud dice, con respecto a "las vías de influencia recíprocas" : «Todas las vías de conexión
que llegan a la sexualidad desde otras funciones tienen que poderse transitar también en la
dirección inversa» ...«si el hecho de ser la zona de los labios patrimonio común de las dos
funciones es el fundamento por el cual la nutrición genera una satisfacción sexual, ese mismo
factor nos permite comprender que la nutrición sufra perturbaciones cuando son perturbadas
las funciones erógenas de la zona común». (2)
Cuando la boca se cristaliza, y el cuerpo biológico no termina de perderse, la anoréxica queda
suspendida entre el hambre y el amor, entre la tierra y el infierno, entre la madre nutricia y un
cielo no tan protector. La anoréxica sufre de dualidad, y demanda, como puede, por una
terceridad menos fallida, más efectiva.
Si bien reservamos el término de forclusión del Nombre del Padre para la psicosis, en la
clínica de estos “singulares modos de goce” se produce lo que Freud denomina Verwerfung
(desestimación) (3).
Es en el espejo donde se refleja el sobrepeso del tercero oculto, quedando selladas en un
cuerpo a cuerpo, madre hija, dentro de un espejo que esconde y no escande: “Lo que les
sucede a estas mujeres es que comprenden que habrá que hacer un duelo; duelo de una
relación de complicidad con la madre cuya existencia no sospechaban, complicidad destinada
a mantener al padre en la dimensión de lo ocultado” (4).

Del banquete totémico a la comida solitaria

Freud en “Tótem y Tabú” da cuenta del ritual totémico. Se sacrifica un animal totémico, la
tribu come de su carne, y en este acto incorporan los preceptos tabú (no matar al animal
totémico, evitar el comercio sexual con miembros del mismo clan), que sostendrán al padre
desde sus leyes, desde su nombre.
Podríamos pensar que tanto la anoréxica al prohibirse comer, como la bulímica al no parar de
comer y expulsar lo que come, estarían realizando una eternización del banquete, como si

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hubiese un resto de padre real que no terminara de incorporarse. Como resultado queda la
imposibilidad de instituir un banquete simbólico y la anoréxica come sola. En la soledad de
una comida sin cocción simbólica, sin pares con quien identificarse.
El sacrificio recae en el propio cuerpo, cuerpo que se hace carne y la carne tabú. Ser un
cuerpo, estar inmerso en sus funciones más íntimas, donde lo íntimo se rehúsa de su
condición sexuada, de su condición deseante. Reducir al máximo esta condición no llega a
más que al deseo de nada.
Intento por salvarse de ser comida por y para la madre, intento de incluir al padre, que en el
acto de nombrar legalice, y en la legalidad inaugure la distancia óptima madre - hija.

El sacrificio

“Quien ha violado un tabú, por ese mismo hecho se vuelve tabú” (5). Una paciente dice: “hoy
comí, como castigo no salgo”. La comida, carne prohibida, incestuosa, al ser incorporada
convierte al sujeto deseante en víctima apetecible, deseable.
“La mujer en los estados propios de su sexo, estimulan por su particular desvalimiento” (6).
La anoréxica y la bulímica rehúsan, en lo real de su cuerpo (ej. amenorrea), los estados
propios de su sexo como un estado de excepción frente a la tentación del otro.
Ubicamos a la manifestación de estas afecciones en la pubertad «El individuo que alcanza
madurez sexual, por el nuevo goce que promete»... es tabú, ya que puede ceder a la
tentación.
El sacrificio implica una renuncia a algo que de buena gana se habría deseado hacer. La
violación del tabú se expía mediante una renuncia.
La anoréxica está por fuera de este circuito simbólico. Intenta "sacrificarse", poner en
evidencia la "no mirada" de un padre que la excluye de acceder a un deseo de mujer, con lo
cual no hay transgresión posible. La anoréxica se sitúa en el "o" mortífero: o hija o mujer, sin
ser posible ser hija y además mujer. El "sacrificio" en este caso es algo del orden de lo real.

La paternidad

«La frase hebrea con la cual se reconoce el parentesco de linaje reza: “Eres mi hueso y eres
mi carne”...». Es natural, pues, que no se base sólo en el hecho de que uno es una parte de
la sustancia de su madre, que lo ha parido y de cuya leche se nutrió, sino que pueda adquirir y
reforzar su Kirship* también en virtud del alimento que comió después, renovando así su
cuerpo”. Podríamos pensar este Kirship como significante que posibilita el advenimiento del
sujeto vía metáfora paterna. Así, el cuerpo se renueva con el alimento que le brinda la
palabra.
Los avances de la ciencia (ej. inseminación artificial con donante), tienen como efecto
demostrar que el real que ella toca es lo imposible. Paternidad y biología... eso es lo
imposible. El psicoanálisis nombra al padre por tener un hijo y no por ser el padre. El padre es

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un significante, el Tótem es un significante.
Es la madre la que funda al padre. «¿Que falta hay en ella?La respuesta es : No de tí hijo mío,
mi falta está en otro lado», ... «tu no eres ni el todo ni la nada de mi deseo, tu eres relativo»(7).
La anoréxica, la bulímica, buscan “hacerle falta” a una madre, “descolmarla”, salir del colmo
del espejismo que las colma de madre nutricia.
En “Inhibición, síntoma y angustia” Freud dice con respecto al lactante: “Parece que en él
marchara conjugado algo que luego se dividirá. Aún no puede diferenciar la ausencia
temporaria de la pérdida duradera; cuando no ha visto a la madre una vez, se comporta como
si nunca más hubiera de verla”.
El dolor se manifiesta cuando todavía no se ha introducido la dimensión de la ausencia. La
bulimia, la anorexia, dan cuenta, con sus crisis, que no han simbolizado la pérdida del objeto.
Y es el dolor el que se instala en sus cuerpos.
En muchas pacientes con estos padecimientos, el trabajo consiste en propiciar una escena
donde se recree el llamado de una hija a su madre.
El analista debe sostener, en la transferencia, en algún momento, a una madre que cave la
ausencia, sobre la cual la letra se inscriba, inaugurando en el cuerpo una pérdida, un saber
paterno que haga tope a lo indeterminado de la demanda materna, poniéndole un límite fálico
al cuerpo.

(1) Juan David Nasio. En los límites de la transferencia. «Si el objeto resiste al fantasma: de la
bulimia». pág. 98/99
(2) Sigmund Freud : “Tres ensayos para una teoría sexual”. O.C. T VII. Amorrortu, Buenos
Aires.
(3) “Cuadernos Sigmund Freud" Nº 19. «El psicoanálisis en los límites». Entre la frustración
de goce y la frustración de amor: la anorexia y la bulimia. Norberto Coats. Pág. 63.
(4) Idem 1
(5) Sigmund Freud : “Totem y Tabú”. O.C. Tomo XIII. Amorrortu, Buenos Aires.
(6) idem 5.
* tener parte en una sustancia común.
(7) Philippe Julien : “Del Padre”. Seminario de Psicoanálisis, pág. 19

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