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Llegamos ahora a una de las sorpresas más grandes de este libro tan lleno de ellas. Las
trompetas eran azotes indescriptibles, seguidos por el agridulce mandato profético dirigido
a Juan (10,11) Y la historia violenta de los dos testigos (11,3 y 13). Sigue un aviso
ominoso: en seguida, pronto, viene el tercer ¡Ay! Entonces suena la trompeta... y
escuchamos un alegre grito de victoria y un cántico jubiloso al Señor.
La última vez que escuchamos música fue con el cántico nuevo del coro unido de
vivientes y ancianos (5,9-13), complementado después con las aclamaciones orales de la
multitud redimida junto con los ángeles, los ancianos y los seres vivientes (7,10- 12). En
efecto, ninguno de los sellos (tampoco el séptimo) o trompetas traía música. El Reino se
realiza primero en himnos (5,10; 11,15) y después en narración. En su celebración, hoy
también la comunidad de fe experimenta la presencia del Reino en alabanza y anticipa su
triunfo final.Debemos recordar que los sellos y las trompetas constituyen un ciclo
unificado, en el cual el séptimo sello consiste, precisamente, en las siete trompetas. Por
eso, la séptima trompeta es el gran finale, no sólo de las trompetas sino también del
septenario de los sellos.
Te damos gracias,
Señor Dios todopoderoso,
el que eres y el que eras (Ap 11,17).
No se usa la fórmula triple: «el que eres, el que eras y el que viene», porque ahora
estamos ya en la plenitud de los tiempos, el que viene está presente, ya «es». Por tanto,
aun dentro de la misma liturgia celestial, Juan ve un progreso: la liturgia celestial ya no
dice que el Señor viene, porque en el cielo todo está ya cumplido. Dios ha instaurado el
reino, Cristo ha venido y los paganos se han llenado de temor (literalmente, se
«encolerizaron»: Ap 11,18a): ha llegado el tiempo del juicio.
La expresión "gran voz" se usa frecuentemente en el Apocalipsis, pero sólo aquí aparece
en plural (11,15, "fuertesvoces",fonaimegalai). El plural podría sugerir que la voz emana
de todo el conjunto de la corte celestial (vivientes, ancianos, multitud de ángeles, santos
redimidos), que une su voz en esta triunfante aclamación. La frase parece tener también
fuerza aumentativa: la forma irregular (plural) llama la atención y destaca la trascendencia
y la gloria de su proclama. Lo que antes había sido "una voz" solitaria ahora se hace "una
gran sinfonía de voces que cantan el triunfo de Cristo".Mientras las demás trompetas son
plagas, esta séptima trompeta se construye alrededor de la palabra. En todo el pasaje se
destaca la voz. No por nada el poderoso ángel habló del "día de la voz del séptimo ángel"
(10,7).
Al grito de las múltiples voces celestiales sigue un cántico eucarístico entonado por los
veinticuatro ancianos. El versículo 16 sirve de enlace entre las dos estrofas del himno
antifonal de la séptima trompeta. Este cántico amplía la afirmación del grito anterior,
aclarando con más detalle que el Reino definitivo de Dios ya se ha inaugurado.
La doxología canta a aquel que era y que es, proclamando que ha llegado el tiempo de
dar la recompensa a los siervos, a los santos, a cuantos temen el nombre de Dios
(expresiones poco menos que sinónimas), pero el juicio no se cumple. Juan debe
desarrollar aún el tercer signo, el que se refiere a la mujer: todo sigue en suspenso.
Esta toma definitiva de poder no se realiza sin oposición y resistencia: "Las naciones se
han enfurecido" (11,18; orgisthésan). Es evidente que la estructura del cántico, en este
punto, se deriva del Salmo 2, ya citado en la referencia anterior a "nuestro Señor y su
Cristo" (11,15; Sal 2,2). La promesa acerca de tener autoridad sobre las naciones y
gobernar con puño de hierro, de Ap 2,25-26, es una cita del Sal 2,8-9, que anticipa la
toma de poder que se efectúa con la séptima trompeta. Ahora Juan vuelve al inicio del
salmo, que ya en Hechos 4,25-26 había sido aplicado a la crucifixión de Jesús. Aquí,
siguiendo más de cerca el contexto del Salmo 2, se refiere a los levantamientos que a
menudo, por diversas razones, acompañaban la entronización de un nuevo rey. La
inminente realización plena del Reino de Dios infunde pánico y rabia en los enemigos del
mismo (cf. Sal 99,1; Ex 15,14-17; Is 17,12-14 y 17; Ap 12,12; 16,14; 17,14; 19,9; 20,9).
Con Apocalipsis 12,1 encontramos una ruptura muy abrupta en la narración. La séptima
trompeta anunció la llegada triunfante del reino de Dios y de Cristo. Anteriormente, el
ángel poderoso había jurado que en los días de la séptima trompeta se cumpliría el
designio de Dios y que no habría más demora(10,6-7). Todo nos hacía pensar que Juan
procedería a darnos una gloriosa descripción de ese esperado reino final. Sin embargo,
apenas suena la última trompeta, y Juan no avanza hacia el final de la historia sino de
repente vuelve atrás al nacimiento del Mesías (12,2-5). Además, interpreta esa natividad
en los términos de la antigua promesa a Eva en Génesis 3,15. Para nuestra sorpresa,
después de anunciar el fin, Juan vuelve al puro principio, para enfocar las mismas
realidades desde otra perspectiva.
Hemos señalado que el arte literario de Juan de Patmos es tan extraordinario, que su libro
entreteje magistralmente varios esquemas y estructuras, como los temas musicales de
una sinfonía. Por eso, son posibles diferentes bosquejos del Apocalipsis, todos
igualmente válidos. Es obvio que 12,1 marca un cambio drástico en la temática, el
lenguaje y el simbolismo del libro. Como tal, podríamos dividir el libro en dos mitades (1-
11 y 12-22). Pero, por otra parte, la secuencia de los tres septenarios de juicio divino
indica una fuerte continuidad: los sellos y las trompetas de capítulos 6-9 se vinculan
estrechamente con las copas que siguen después (Ap 16). Es más; como el séptimo sello
desemboca en las siete trompetas, y se compone de ellas, la séptima trompetaparece
consistir sobre todo en las siete copas (16,1-21). Por eso, hay buenas razones para tomar
los tres septenarios de la "ira del Cordero" (6,16-17) dentro de un sólo macro-segmento
del libro.
Como indicamos anteriormente, el largo bloque textual de 6,1-16,21, que describe las
luchas de la historia hasta su final, se compone de tres elementos. En primer lugar, como
estructura básica del pasaje, están los tres septenarios: los siete sellos (6,1-17; 8,1-5), las
siete trompetas (8,6-9,21; 11,15-19) y las siete copas de ira (16,1-21). Intercalado entre
esos septenarios corre "el drama del dragón" (12,1—13,18; 17,1-18; 19,19-20; 20,1-10),
una descripción alegórica de la pugna entre Satanás y Dios, entre el bien y el mal, y en
una de sus dimensiones, entre el Imperio romano y la iglesia. En tercer lugar, el bloque
introduce relatos sueltos, a veces parentéticos dentro de los septenarios (Ap 7; 10,1-
11,14) y a veces independientes (14,1-15,8). Con 12,1 Juan introduce el nuevo tema de la
lucha entre el dragón y el Cordero, que será decisivo para toda esta segunda mitad del
libro.
Apareció en el cielo. La señal de la mujer, igual que la del dragón, aparece en el cielo
(12,1-3). El contexto indica que no se refiere al cielo de Dios (Mat 6,9) sino al cielo astral
(el "firmamento" con las estrellas; 12,4-5), región también de fuerzas espirituales malignas
(Ef 6,12). Ese "cielo" sirve como tela de trasfondo para el drama de la lucha secular del
bien y el mal. El hecho de aparecer en el cielo destaca lo trascendental de dicho drama y
suspersonajes; la visión es tan importante y tan grandiosa, que tiene que proyectarse
sobre el mismo cielo. Además, para mucho pensamiento antiguo, los acontecimientos
tenían su origen en el cielo antes de realizarse en la tierra.
Los sinópticos notan que cuando Jesús murió en la cruz, el velo del santuario que cerraba
elSanto de los santos donde moraba la Shekiná, la presencia de Dios
(sacramentalmentecontenida en el arca que se encontraba allí en el primer templo), se
rasgó de arriba abajo(Mt 27, 51 par): en adelante el verdadero santuario es el cuerpo de
Cristo.
De hecho, Juan es el discípulo cuya vida ha estado implicada de forma muy especial
nosolo con Jesús, sino también, desde el momento de la crucifixión (Jn 19,25-27), con
María,su madre. En este texto del Apocalipsis tenemos el eco de la experiencia de la vida
de Juanjunto a María después de la muerte y resurrección de Jesús.
Esta mujer presenta las características de una figura varias veces delineada en el
AntiguoTestamento. Es, en primer lugar, la esposa del Cantar «que surge como el alba,
bella comola luna, esplendorosa como el sol» (Cant 6,10); participa de la luz de la que
Dios se revistecomo de un manto (Sal 104, 2) y que brilla en las vestiduras y el rostro del
Señortransfigurado (Mt 17, 2). Es Jerusalén personificada en una mujer, esposa de Yahvé
ymadre del pueblo de Dios escatológico, a la que Isaías dirige sus palabras: «Levántate
ybrilla, Jerusalén, que llega tu luz; la gloria del Señor amanece sobre ti... sobre ti
amaneceel Señor y se manifiesta su gloria... No se pondrá nunca tu sol, ni tu luna se
oscurecerá,porque el Señor será tu luz perpetua» (60,1-2 y 20). Es la mujer estéril que
Dios, su Creador, desposará (54,1 ss), la hija de Sión que debe dar a luz un varón (66, 7)
y que será motivo de gloria y júbilo para cuantos por ella llevaron luto (66, 10). Debe
observarse que esta mujer no se viste con lujos terrenales, como son la púrpura, escarlata
y joyas de la ramera (17,7). Su belleza es espiritual y celestial. Igualmente, la esposa del
Cordero se viste humilde y decorosamente, de lino fino (19,8), no de púrpura ni escarlata.
Esta mujer está encinta y sufre los dolores y fatigas del parto, imágenes que en toda
la Biblia aparecen como el preludio de la era mesiánica y acompañan la llegada del
Mesías (cf. Is 13,8; Os 13, 13; Miq 4, 9-10; Mt 24, 8; etc.). Más tarde el v. 5, con la
referencia precisa al salmo 2 —un salmo mesiánico—, testifica que la mujer está a punto
de dar a luz al Mesías.Ella gritaba por los dolores de parto (cf. Is 26,17; 66,7-8). Esto
probablemente representa los diversos intentos de matar al niño,quien es Cristo, antes
que diera a luz.
Hay varios eventos registrados en el AT donde hubo intentos de destruir la línea de la cual
habría de nacer el Cristo:
El teólogo M. Ford sugiere que la mujer es "una figura colectiva", igual que los dos
testigos, que son Josué y Zorobabel (11,4) con sobretones de Elías y Moisés (11,6) y
Enoc (11,12) como también el lugar de su martirio es una superposición de Roma,
Sodoma, Egipto y Jerusalén (11,8). Según 17,9-10, las siete cabezas de la bestia son
siete montes, pero a la vez siete reyes.
Estamos, pues, ante Israel, el pueblo de Dios, la hija de Sión, Jerusalén personificada
enuna mujer que está dando a luz al Mesías y que inmediatamente antes era vislumbrada
en laimagen del arca de la alianza que contiene la presencia del Señor.Juan quiere
subrayar aún más el significado de esta señal y dice que en el cielo apareceotra: un
enorme dragón rojo con siete cabezas y diez cuernos, y siete diademas sobre
lascabezas, el cual barre con su cola un tercio de las estrellas precipitándolas sobre
la tierra(Ap 12, 3-4). Más adelante explicará que este dragón es la serpiente antigua,
aquella a laque se llama Satanás y que seduce a la tierra (12, 9). Aquí se remite
esencialmente a laserpiente de Gn 3, que asedia el calcañal de la mujer, pero no
podemos olvidar dos datosbíblicos significativos:
—la aniquilación del dragón por parte de Yahvé, tanto en los orígenes (Is 51,9-10)
comoen los tiempos escatológicos (Is 27,1), se vincula a la restauración de la mujer-Sión;
—la imagen del dragón se aplica con frecuencia a Egipto y al Faraón (Ez 29,3; 32,2) y
quela salida de Egipto a través del mar Rojo, el primer éxodo, a veces se describe como
unavictoria de Yahvé sobre el dragón (Sal 74,13-14).El gran dragón es rojo/escarlata, es
escarlata por la sangre que ha vertido, está dotado de una fuerza mortífera y homicida (cf.
el caballo rojode Ap6,4; Jn 8,4) y tiene siete cabezas (perfección, aquí perversa), señal de
su enorme poder, diez cuernos (cf. Dn 7,7) y siete diademas, símbolo de gloria y
autoridad regia, y del dominio que ejerce (cf.Lc4 6; Jn12,31; 14,30; 16,11).
Serpiente,monstruo de las aguas(Tannín o Leviatán), hidra de siete cabezas,que Yahvé
derrotó para fundar lahistoria buena (cf. Is 27,1; Sal 74,13;91,13; Job 7,12; 26,13).
La descripción de la actividad del gran dragón, que Juan modela a partir de Dn 8,10, lo
convierte en el representante de la fuerza de la anti-creación: barriendo un tercio de las
estrellas del cielo y precipitándolas sobre la tierra (Ap 12,4), pretende destruir el orden
del universo establecido por Dios cuando separó la esfera terrestre de la celeste. El
dragón querría llevar de nuevo a la tierra al tohuwabohu inicial, al caos y al desorden
primordiales (cf. Gn 1,2). Por otra parte, irguiéndose contra la mujer para devorar al niño,
al Mesías recién nacido, el dragón aparece como la anti-salvación, aquel que se opone al
plan divino de la redención.
¡Qué fuerte este animal simbólico en elcielo! Pero este signo dice más: expresael origen
del mal; el Dragón es el ángelmás potente de los cielos que no haquerido servir a la mujer
(humanidad)y de esa forma ha arrojado del cielo auna tercera parte de los astros,
ángelesde brillo que le siguen. Ésta es la interpretaciónmás coherente a partir de
losapócrifos apocalípticos (1 Hen; Jub). Sea como fuere, se enfrentanMujer y
Dragón.Antes de trazar ninguna teoría explicativadebemos fijarnos en ellos:
Mujer sin marido (humanidad); Dragónque se opone a la Mujer porque deseael fruto de su
vida. Ella es generación,dar vida. Él es envidia hecha asesinato:devorar la vida ajena. En
el origen, nohay varón y mujer (Adán y Eva, comoen Gn 2) sino Mujer y Dragón. La mujer
es positiva: simboliza la humanidad(Eva como madre de vivientes: cf. Gn3,20); no es
persona diferenciada, sinomaternidad que incluye a varón y mujer,no en cuanto personas
individuales,sino en cuanto portadores de vida. ElDragón, en cambio, es principio de
muerte,signo del asesinato: vive de matar;quizá podamos identificarlo con untipo de varón
que crece(encuentra suidentidad) en la violencia, devorando lavida que otros
engendraron, el Hijo dela Mujer.Se puede y debe suponerque esa muerte pertenece a lo
demoníaco,como dirá luego 12,9, perotodavía no hace falta explicarlo. Quizáes mejor
pensar que forma parte de lamisma estructura de violencia de la historiahumana: antes
que realidad externa,el Dragón es un elemento de nuestraconflictividad individual
(envidia)y/o social (deseo de matar, asesinato).
El dragón se para frente a la mujer que está a punto de dar a luz, la cual aparece así
como laréplica celestial de Eva, la madre de la nueva humanidad, el antitipo de Eva que
fue «lamadre de todos los vivientes» (Gn 3, 20). En esta mujer es toda la humanidad la
que en sucondición de nueva criatura da a luz un hijo. Después del pecado —se nos
vuelve a remitir al paralelismo entre el comienzo y el final de la Biblia— Dios había
prometido, maldiciendo a la serpiente: «Pondré enemistad entre ti y la serpiente, entre tu
linaje y el suyo; él te herirá en la cabeza, mientras que tú sólo herirás su talón» (Gn 3,15).
Aquí tenemos el cumplimiento de esta promesa, pero la que aparece es una nueva Eva,
una Eva rehecha desde lo alto, la esposa del Cantar. « ¿Quién es esta que surge como el
alba, bella como la luna, esplendorosa como el sol?» (Cant 6,10): es Eva que avanza en
María-hija de Sión, la nueva Eva, la humanidad que está avanzando a través de Israel.
Frente al Hijo de Dios «nacido de mujer» (Gal 4, 4) las potencias de este mundo se
desencadenan: ya Mateo había mostrado que, apenas aparece Jesús en la carne en
Belén, Herodes, ministro del Príncipe de este mundo, lo persigue (cf. Mt 2).
La mujer-Israel, María-Hija de Sión, da a luz un hijo varón destinado a «regir todas las
naciones con vara [cetro] de hierro» (Ap 12, 5). La expresión está tomada de Sal 2, 9
LXX, salmo mesiánico por excelencia, donde Dios dice al Mesías: «Tú eres mi hijo, yo te
he engendrado hoy» (Sal 2, 7). Por tanto, el hijo varón engendrado es el Mesías; nace de
una mujer, pero es engendrado por Dios por el poder del Espíritu Santo. El pastor no sólo
conduce a su manada al pastosino que defiende a sus ovejas de las fieras de
alrededor.No obstante, apenas nacido este niño es arrebatado hacia Dios y hacia su
trono. Juan, en esta sintética presentación de la encarnación, no considera ni la evolución
ni su desarrollo en el tiempo, sino que ve sólo el comienzo y el final, el nacimiento y la
ascensión, la entrada y la salida (cf. Sal 121, 8), es decir, todo el acontecimiento de
Jesús.
A fin de devorar a su hijo. El dragón que se abalanza contra el niño está representado
por Herodes en el momento del nacimiento en Belén (cf. Mt 2), por el poder romano y por
la hostilidad de los jefes de Israel en el de la muerte y resurrección, y por el mundo que se
opone al Hijo del hombre intentando obstaculizar su venida en la gloria. Cuando el Hijo del
hombre llegue, las potencias se descompondrán y reaccionarán más que nunca.
Ella dio a luz un Hijo Varón,que nace de la Mujer brotando de Dios (cf. 2,18). Parece un
prototipo masculino, en el sentido fuerte de novio-esposo. Pero luego descubrimos que no
será vencedor ni esposo como varón sino como Cordero (19,7; 21,9; 21,2) en simbolismo
que rompe los esquemas de sexo y género.
Arrebatado para Dios y para su trono. Este modo de expresar la totalidad de la vida de
Jesús mediante una expresión polarizada en dos extremos (un típico procedimiento
expresivo semítico) se encuentra también en Pablo («el que descendió es el mismo que
ascendió... Ef 4, 10; cf. Flp 2, 8-9) y en el cuarto evangelio («salí del Padre y vine al
mundo; ahora dejo el mundo y voy al Padre»:Jn 16, 28). Vista desde el cielo, la
encarnación es la bajada al mundo y la subida a lo alto; es el acontecimiento único en el
que Dios manda a su Hijo al mundo y enseguida lo arrebata de nuevo junto a sí. En los
Hechos de los apóstoles se halla fijado el criterio hermenéutico que define este
movimiento:Hch 13, 32-33.
En el Libro cuarto de Esdras aparece una mujer que, tras muchos años de infertilidad, se
ve favorecida por Dios con un hijo varón y cuenta: «Permanecí estéril durante treinta
años... Y sucedió que, después de treinta años, Dios me dio un hijo... Lo he alimentado
con gran fatiga. Y sucedió que cuando creció y llegó a tomar mujer, hice para él un gran
banquete nupcial. Ysucedió que cuando mi hijo entró en su tálamo, cayó y murió...
Llegada la noche, me levanté y hui al desierto» (4 Esd 9,43-10,3).
La literatura rabínica sobre el Cantar de los cantares afirmaba que las bodas entre el
esposo y la esposa debían acontecer en el monte Moria, donde fue construido el templo
(cf. 2 Cr 3,1), el monte del sacrificio de Isaac (cf. Gn 22, 2), Jerusalén, el lugar de la
crucifixión, del sacrificio del nuevo Isaac: allí estaba el tálamo nupcial (cf. TargumShir ha-
shirim a Cant 2,17; MidrásRabbá a Cant 4,6, etc.). La tradición rabínica subraya también
que Abrahán había preparado sobre el monte Moria el haz de leños para el sacrificio del
hijo Isaac como un padre construye el tálamo para su hijo. La mujer de 4 Esd —que
representa a Sión («Esta mujer que has visto es Sión», 4 Esd 10, 44), a Israel— hace
crecer al hijo con fatiga, pero cuando llega la hora de las bodas, él entra en la cámara
nupcial y enseguida muere: la hora de las bodas coincide con la hora de la muerte.
Gracias a este texto, que se remonta a los años posteriores a la destrucción del templo,
entendemos que para Juan el hijo nacido e inmediatamente arrebatado al cielo pasa en
realidad a través de la muerte que acontece en el tálamo nupcial, la cruz. La cruz, la
pasióny muerte de Jesús, el Mesías, no están ausentes; antes bien, se presuponen en
esta visión dela encarnación desde el cielo. Por lo demás, la imagen de la mujer que da a
luz al Mesíasentre grandes dolores y sufrimientos y frente a la amenaza de la serpiente se
encuentratambién en un texto de Qumrán6; el tema del Mesías nacido y enseguida
arrebatado al cieloparece referirse a una tradición sobre el Mesías sufriente (el Mesías
hijo de José) de la quese hace eco un pasaje en el Talmud.
El hijo fue arrebatado hacia el trono de Dios mientras que la mujer «huyó al desierto,
donde tiene un lugar preparado por Dios para ser allí alimentada durante mil
doscientos sesentadías» (Ap 12, 6). Juan tiene de nuevo presente el Antiguo
Testamento y en particular lafigura de la nueva Sión, la Jerusalén escatológica que, según
Is 66,7 LXX, «antes deexperimentar los dolores del parto... huyó y engendró un varón»: el
Targum de Isaíasafirma que esta es la generación del Mesías.
Está claro que para Juan la mujer descrita en el capítulo 12 del Apocalipsis es
tambiénMaría, pero en cuanto Hija de Sión, representante y figura de Israel y no de la
iglesia: esesta mujer-Israel la que huye al desierto, donde tiene un refugio preparado para
ella durantetodo el tiempo de los paganos. Es, pues, Israel quien es llevado al desierto, a
la diáspora,como signo de misericordia y protección por parte de Dios. Si Israel se hubiera
quedado enla tierra durante este tiempo de los goyim, habría sido peor para él: las luchas
de parte delantimesías lo habrían perseguido aún más. En la diáspora Israel ha sido
preservado, hamantenido la fe. El exilio entre los paganos es, en el fondo, una medida de
misericordia:
En muchos casos, como en éste, es Dios mismo quien nos manda al desierto. Nos
prepara un lugar y ahí está él con nosotros. Y donde está él, es buen lugar, aunque sea el
desierto. Juan estaba en la isla penal, pero sabía que era el lugar preparado para él,
porque estaba en el lugar de la perfecta voluntad de Dios. Y esa isla penal resultó ser el
lugar de la revelación de Dios, un encuentro con el Señor sin paralelo. En esto hay una
diferencia fundamental entre los cristianos y el dragón. El diablo y sus tropas quedaron
"sin lugar"; están desahuciados(12,8). La mujer "tiene lugar" aunque sea el desierto, o
mejor dicho, precisamente por ser el desierto. Ningúnhijo ni hija de Dios está "sin lugar";
en Cristo, todos los hijos de Dios hemos encontrado nuestro lugar, en el centro de su
voluntad para nuestras vidas.
Estalla entonces una batalla en el cielo y el que se opone al dragón es Miguel («Quién
comoDios»), el único ángel con nombre propio en el Apocalipsis, el protector de Israel,
quedisputó con el diablo el cuerpo de Moisés, el guía del pueblo en el primer éxodo (cf.
Jud 9).Miguel es el protector de Israel y sus ángeles combaten contra la serpiente antigua
(cf, Gn3,14-15), el que divide (diabolos), el acusador (satanás), el que seduce a la tierra
(Ap 12,9).Su basepara acusar a la humanidad ante Dios ha desaparecido porque Cristo
cumpliócon los requerimientos legales de Dios en beneficio del hombre.
Dentro de ese esquema, el arcángel Miguel ocupaba un rol importante, o como ángel
protector para Israel o como agente de Dios en el cuidado de ese pueblo. Las más de las
veces, ese papel de Miguel se percibía como militar, sobre todo en los documentos de
Qumrán. Según la Regla de Guerra, Dios destruirá al "príncipe del dominio del mal" por
medio del "poder del ángel majestuoso del reino de Miguel" y "exaltará sobre los dioses el
servicio de Miguel y el dominio de Israel sobre toda carne" (1QM 17,5-8; cf 13,10; 1QS
3,18-27).
En el evangelio de Juan (12, 31), Jesús exclama: «Es ahora cuando el mundo va a
serjuzgado; es ahora cuando el que tiraniza a este mundo va a ser arrojado afuera». Con
lamuerte y resurrección del Señor el diablo ha sido verdaderamente expulsado,
vencido parasiempre; Cristo lo ha vencido en su sangre, por lo que el diablo puede actuar
aún en la tierrapor poco tiempo y con un poder limitado. Al grito de victoria de Cristo: «He
visto aSatanás cayendo del cielo como un rayo» (Lc 10,18) hace eco aquí el himno de la
liturgiacelestial ante la tercera señal.
Era espía envidioso, mirando,vigilando, acusando... Era signode todos los espías
terrestres que rodeana la comunidad de Juan, acusando a susfieles ante las autoridades
del Imperio.Satán, el Diablo antiguo, es en la iglesiael signo fontal de la denuncia, división
ymuerte. Pues bien, ya ha sido expulsadode los cielos. No puede buscar allí suaval o
protección.Cuando Cristo murió en la cruz los santosestaban técnicamente en Cristo, y
por lo tanto comparten su victoria (Rom. 6,5-14). Los resultados de esta victoria pueden
verse en la exhortación de Santiagode resistir al diablo y que él huiría de ellos (Stg. 4,7).
Se ve en la guerraespiritual de Ef. 6,11-18, donde el escudo de la fe es usado para
apagar losdardos de fuego del maligno. Col. 2,15 nos dice que por la cruz Cristo
hadespojado a los principados y a las potestades y ha triunfado sobre ellos.
Un verbo muy dramático, y un tanto violento, domina este versículo: ballô (lanzar) se
repite tres veces en 12,9 (griego), y otras dos veces en 12,10-13 ("tirar violentamente").
El mismo verbo (ebalen, aoristo) en 12,4 describe la hazaña del dragón, que con su gran
cola arrojó la tercera parte de las estrellas del cielo a la tierra. Pero ahora con sorpresa
descubrimos que esa caída es la del dragón mismo, y significa su propia derrota y
expulsión precipitosa del cielo. Además, el verbo ballô es la raíz del nombre, diabolos, el
calumniador que lanza acusaciones contra los justos (cf. diabolê, calumnia). El que
lanzaba calumnias ahora es lanzado del cielo.
Esta comprensión del dragón como engañador es central al argumento del Apocalipsis.
En la visión del milenio, el dragón fue encadenado y echado al abismo "para que no
engañara más a las naciones" (20,3), pero apenas termina su sentencia en la prisión y
"saldrá para engañar a las naciones que están en los cuatro ángulos de la tierra"(20,8). El
cuarto evangelio afirma también que el diablo "ha sido asesino desde el principio, y no se
mantiene en la verdad, porque no hay verdad en él. Cuando miente, expresa su propia
naturaleza, porque es un mentiroso. ¡Es el padre de la mentira!" (Jn 8,44-45). Para Juan
de Patmos, lo diabólico es engañoso y todo engaño es diabólico. Por eso arremete contra
la falsedad de "los que dicen que son, pero no lo son" (seudoapóstoles 2,2; seudojudíos
2,9; 3,9; seudoprofetisa 2,20; seudosabiduría 2,24; seudoprosperidad 3,17). Todo eso
apunta hacia la inautenticidad de los nicolaítas, que dicen ser cristianos pero no lo son,
sino que son cobardes y mentirosos (21,8). Jesucristo es "el Verdadero" (3,7), el testigo
fiel y veraz y el Amén de Dios (1,5; 3,14). Él exige también de nosotros veracidad,
autenticidad y valiente fidelidad.
Insta a los fieles a "jugar el todo por el todo" y exponer sus vidas sin reservas por Cristo y
el evangelio. Para ellos, importaba más la fidelidad al Señor que la misma vida. El amor al
Salvador valía más que el amor propio y el amor a su propia sobrevivencia física. Por eso,
no callaban su testimonio ni trataban de evitar la persecución y la muerte.
El llamar a los cielos a regocijarse era una forma literaria de expresar la seguridad del
triunfo prometido (19,6-7; 1En 105,2). El verbo eufrainomai significa "alegrarse,
celebrar".Ya Juan había usado este verbo una vez, cuando los impíos celebraron con una
gran fiesta la muerte de los dos testigos (11,10); lo vuelve a emplear en 18,20, donde
convoca al cielo y a los fieles a festejar jubilosamente la caída de Babilonia (cf. 1 Mac
12,11-12). El mismo verbo describe la fiesta con que el padre celebró el retorno del hijo
prodigo (Lc 15,23-32). El verbo a menudo se asocia con el beber y comer (Dt 14,26; 27,7;
Eccl 8,15;Lc 12,19, come, bebe y goza de la vida). La voz llama al cielo, no sólo a sentir
una gozo en general, sino a celebrar la gran fiesta de la victoria.
Persiguió a la mujer... El diablo, una vez precipitado, intenta arrojarse contra la mujer,
pero a ella le son dadas dos alas de águila, señal de la protección de Dios para quien
confía en él: son las alas que hansacado a Israel de la tierra de esclavitud durante el
primer éxodo —«ya habéis visto.., cómoa vosotros os he llevado sobre alas de águila y os
he traído a mí» (Ex 19, 4)—, las alas queprotegen al pueblo cuando es introducido en la
tierra prometida —«como el águila queincita a su nidada y revolotea sobre sus polluelos,
así desplegó él sus alas y los tomó,llevándolos sobre sus plumas» (Dt 3,21).Esta imagen
evoca liberación (Dios no deja que la iglesia sea destruida), pero también riesgo: ella debe
mantenerse en el desierto, en duro exilio, en desnuda esperanza. Evidentemente, aquí se
evoca el camino de Israel hacia la tierra prometida, con la ayuda de Dios.
Son las alas que dan fuerza también en el destierro con vistas al segundo éxodo —«los
queesperan en el Señor verán sus fuerzas renovadas, les salen alas de águila» (Is 40,
31).Así como en el primer y segundo éxodos a Israel le fueron dadas alas de águila, así
tambiénen el momento de este tercer éxodo es el Señor quien protege la huida de su
pueblo. Auncuando este tercer éxodo sucede al revés, desde la tierra prometida al
desierto, se tratatambién de una medida de misericordia, puesto que Israel no ha
reconocido al Mesías.
La serpiente arremete aún contra Israel y en esta tentativa extrema Juan ve
probablementela caída de Jerusalén (bajo las armas romanas dirigidas por Tito) y la
destrucción deltemplo. Es significativo que los ya citados textos de 4 Esd (especialmente
10, 48) y delTalmud (jBerakhot 2,5a) relacionen íntimamente el acontecimiento del hijo
nacido de lamujer y arrebatado inmediatamente al cielo (jBer) o muerto en el momento de
las bodas (4Esd) con la destrucción del templo. En cualquier caso, Juan sabe
perfectamente que elnuevo templo es Jesús; él es el santuario que será destruido y en
tres días levantado (cf. Jn2,19-22).
La destrucción del templo de Jerusalén le remite a Juan a la elevación del Hijo del
Hombresobre la tierra, a su muerte en cruz y a los sucesos pascuales que en ella están
sintetizados:el dragón, el príncipe de este mundo, Satanás, ya ha sido precipitado; todavía
hiere, pero«le queda poco tiempo» (Ap 12,12).El Dragón impone su terror sobrela corta
historia (tres tiempos y medio,1.260 días: 12,6). Dios acompaña ala Mujer en el desierto:
la cultura delImperio queda en manos de la furia delDragón.
La mujer-Israel huye al desierto donde puede serprotegida y alimentada por Dios todo el
tiempo de los paganos «lejos de la serpiente» (12,14). «Lanzó entonces la serpiente
de sus fauces un torrente de agua para ahogar en él a la mujer. Pero la tierra
socorrió a la mujer: abrió su boca y absorbió el torrente que el dragón había
lanzado de sus fauces [boca]» (12,15-16).
Cuenta el Midrás que cuando Abrahán e Isaac estaban subiendo al monte Moria para el
sacrificio (cf. Gn 22), apareció en un determinado momento la serpiente, que tentó a Isaac
diciéndole:« ¿Sabes que tu padre te está llevando al sacrificio?», a lo que Isaac
respondió:«Lo sé, pero dejaré que el sacrificio se cumpla». En una suprema tentativa de
impedir el sacrificio, el demonio vomitó un gran río delante de Abrahán e Isaac, que
caminaban juntos. Entonces Abrahán oró: «Señor, si quieres que yo cumpla el sacrificio
de mi hijo, sálvame de esta agua» (cf. MidrásWajjossha 3637). Oración paradójica del
creyente abandonado completamente a Dios, que en vez de ver en el agua un pretexto
para no sacrificar al hijo, ve en ella el retraso del cumplimiento de la voluntad del Señor. El
río entonces se secó.
Juan utiliza aquí la imagen del río vomitado por la boca del dragón, aunque el sacrificio de
Israel debe ser cumplido, debe darse aún el reconocimiento del Mesías, por lo que Israel
no puede ser destruido con la conquista de Jerusalén, simbolizada por el río. La tierra
viene en ayuda de la mujer, que desde ese momento puede estar en la diáspora,
protegida y asistida por Dios. Por otro lado, Israel ya había conocido una medida de
protección semejante por parte de Dios cuando, en el primer éxodo, éste secó las aguas
del mar Rojo haciendo posible la salida de la tierra de Egipto, de la casa de la
esclavitud.Es significativo también que al gran Devorador, que había querido tragarse al
niño (12,4) e intenta tragar a la madre, le sale al revés y la tierra traga su chorro de
veneno que debía tragarla a ella. Catherine y Justo González subrayan el contraste con
Génesis 3, donde el pecado hace de la tierra nuestra enemiga, pero "hasta la tierra, antes
bajo el poder del mal, se negó a cooperar" con el dragón.Una lectura de género, lo ve
como solidaridad entre mujeres, la madre tierra con la madre del niño mesiánico. Para
Mesters, el Imperio es "el vómito de Satanás", pero la historia tragará al imperialismo.
La iglesia es la descendencia de la mujer, esa iglesia contra la que Juan veía abatirse el
poder del demonio en las persecuciones del imperio romano, esa iglesia que, como olivo
silvestre injertado en el olivo bueno-Israel (cf. Rom 11, 24), tiene la tarea de crecer hasta
alcanzar a toda la humanidad y constituir así la nueva Eva. Iglesia e Israel están ya en el
desierto mientras dura el tiempo de los paganos, en el que la iglesia ha recibido la misión
de llegar hasta los confines de la tierra, dilatándose según las dimensiones de la
humanidad. Cuando los paganos dejen de pisotear la ciudad santa, la iglesia e Israel
serán una sola cosa, que coincidirá con toda la humanidad.
María es el arca de la alianza en el cielo, ya junto a Dios, donde se hallan reunidos la Hija
de Sión, el Israel que espera en la diáspora y su descendencia, la iglesia, que debe
cumplir su propia misión hasta los confines de la tierra.
La persecución de Domiciano es señal de miedo y de debilidad (12,12.17). Su poder
estálimitado en el tiempo (12,6.14). ¡Está en camino de recibir su quinta derrota!
Al final del capítulo doce, el dragón aparece en la orilla del mar, totalmente frustrado y
desesperado porque nada le sale bien. Decide formarse un equipo de trabajo, que van a
ser la bestia (13,1-10) y el falso profeta (13,11-18). Estos dos, inspirados por el dragón,
tratan de imponer su idolatría sobre todo el mundo y persiguen a los que no adoran a la
bestia. En seguida Juan pasa a otros temas, pero en el capítulo 17 completa ese equipo
con la figura de la gran ramera, llamada también Babilonia, la ciudad que reina sobre los
reyes de la tierra (17,18). Esos tres – bestia, falso profeta, y ramera – son los colegas del
dragón. Con ellos él está ahora acompañado; ellos forman su equipo para lograr mejor
sus malévolos propósitos.
El final del capítulo 12 da paso a una segunda parte del Apocalipsis: «Yo me quedé sobre
la playa del mar". Y vi salir [subir] del mar una bestia...» (Ap 12, 18-13, 1).