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Las leyes abordan temas diversos: pureza del campo (5,1-4), restitución (5,5-
10), celos del marido (5,11-31) y nazi reato (6,1 21). En la primera unidad, salta
a la vista el motivo de la pureza ritual. El campamento (2-4) es un lugar santo
donde mora Yahvé (5,3). Por eso, se ha de proteger para que no sea
contaminado.
Dios no puede habitar en el campamento, en medio de los israelitas, si no están
limpios de toda impureza. En la bendición sacerdotal (6,22-27) -uno de los
pasajes, literaria y teológicamente, más hermosos de todo el Pentateuco se
trasluce la presencia benéfica de Dios, fuente de vida y de bendición. El
sacerdote actúa sólo como mediador: invoca el nombre de Yahvé, quien bendice
a los israelitas (v. 27).
El sumo sacerdote Aarón fue el primero que pronunció la bendición, con ocasión
de la consagración del santuario en el desierto (Lev 9,22).
A los levitas se les escogía, por mandato divino, de entre los israelitas (v. 6),
para actuar como representantes del pueblo (así lo expresa el gesto de
imposición de manos por parte de Israel: v. 10). Aarón los presentaba ante
Yahvé como una ofrenda especial (v. 11). En una palabra, los levitas estaban al
servicio del pueblo y de Yahvé (v. 18-19). 4. Celebración de la pascua y últimas
medidas antes de la marcha (9,1-10,10) La segunda pascua se celebrará el día
catorce del mes primero, coincidiendo con el primer aniversario de la salida de
Egipto. En 9,1-5, se narra el comienzo de la serie ritual de las pascuas de Israel,
es decir, de aquellas celebraciones que el judaísmo rabínico calificará más tarde
de «pascua de las generaciones» (pesa hdorot: cf. Ex 12,14), para distinguirlas
de la única «pascua de Egipto» (pesah misrayim: cf. Ex 12,1.
Núm. 9,15-23 vuelve sobre el tema de la nube, tal como había sido expuesto en
Ex 40,34-38. Pero, mientras que en Ex 40 se alude a una doble función de la
nube (para cubrir el santuario, sobre el que desciende la gloria de Yahvé, y para
guiar a los israelitas), en Núm. 9 se trata sólo el segundo aspecto. Y es que la
partida de los israelitas se percibe ya como inminente. Las trompetas (10,1-10)
servirán para poner en marcha el campamento de forma ordenada.
Casi un año después de su llegada y estancia en el Sinaí (Ex 19,1-2), el pueblo
hebreo reanuda su marcha por el desierto (Núm. 10,11-12) hasta Moab (22,1),
en los umbrales de la tierra prometida. La invocación de Moisés (10,35), al
comienzo de la marcha.
A diferencia de la primera parte del libro (1,1-10,10), que presenta una imagen
esencialmente positiva de las relaciones del pueblo con Dios, en esta segunda
parte domina la rebelión y la infidelidad. Los relatos de quejas recorren la
sección desde el principio (11,1-3) hasta el final (21,5-9).
Teniendo en cuenta los cambios de escenario y otras circunstancias
significativas, Núm. 10,11-21,35 se puede dividir en tres partes:
ELABORADO POR: SAUL MONTIEL LARA