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ELABORADO POR: SAUL MONTIEL LARA

El libro de los números

Censo, itinerarios, narraciones, leyes, bendiciones, poemas… son algunos de


los géneros literarios más significativos del libro de los números.
El libro de los números pertenece al género literario de la marcha militar. Consta
de dos partes: 1,1-10,10, se prepara el plan para la marcha y 10,11-36,13 se
encuentra dicho plan. El libro de numero habla siempre de la estepa de Moab,
no del destierro de Moab. Además, la referencias al Jordán en relación con Moab
(cf. 22,1;33 48-50; 35,1; etc.), nos sitúan ya frente a la tierra prometida, meta de
toda la marcha. De acuerdo con estas observaciones y en coherencia con los
criterios adoptados por la división de las secciones a partir de la salida de Egipto
proponemos la siguiente división
Las principales cuestiones teológicas giran en torno a Yahvé y a Israel, los dos
grandes protagonistas del libro. Israel es, ante todo, un pueblo en marcha hacia
la tierra prometida, bajo la guía de Yahvé y de Moisés.
Estos sucesos hablan por sí solos: cuando el pueblo camina según la voluntad
de Yahvé, consigue lo que se propone; en cambio, cuando se aparta de la
voluntad divina y peca, fracasa en su intento.
Por su carácter modélico, estos relatos no sólo sirven para la generación del
éxodo, sino también para las generaciones sucesivas. La lección que se debe
extraer de ellos es clara: los creyentes tienen que conformar su conducta a la
voluntad de Dios, a la ley divina. En esta perspectiva, los relatos y las leyes se
complementan mutuamente"
El santuario está en el centro del campo; se muestra así que es el pueblo de
Dios, precedido por la nube (Yahvé es el verdadero guía de Israel), el que se
pone en marcha hacia la tierra prometida. La preocupación por la pureza -ligada
al santuario- es una constante en la sección, como lo era también en el Levítico.
Yahvé ordena registrar «a todos los varones mayores de 20 años aptos para la
guerra» (v. 3). Esta fórmula, que se repetirá una y otra vez al realizarse el censo
de cada tribu (cf. 1,20.22.24.26; etc.), se convierte en la nota dominante del
capítulo. Israel se preparaba para una campaña militar; lo normal es que las
tropas hicieran el censo antes y después de una guerra (cf. Núm. 31,49; 1 Sam
11,8). La exclusión de los levitas de este censo es comprensible, ya que tenían
que ocuparse del santuario (v. 47-53) y no participaban en el combate.
Tanto las leyes de 5,1-6,21 como la bendición de 6,22-27 se introducen con la
fórmula «Yahvé habló a Moisés» (5.1.5.11; 6,1.22), de cuño típicamente
sacerdotal 14. La diferencia está en que las leyes se dirigen a los israelitas en
general (5,2.6.12; 6,2), mientras que la bendición se comunica a Aarón y sus
hijos, es decir, a los sacerdotes (6,23).
ELABORADO POR: SAUL MONTIEL LARA

Las leyes abordan temas diversos: pureza del campo (5,1-4), restitución (5,5-
10), celos del marido (5,11-31) y nazi reato (6,1 21). En la primera unidad, salta
a la vista el motivo de la pureza ritual. El campamento (2-4) es un lugar santo
donde mora Yahvé (5,3). Por eso, se ha de proteger para que no sea
contaminado.
Dios no puede habitar en el campamento, en medio de los israelitas, si no están
limpios de toda impureza. En la bendición sacerdotal (6,22-27) -uno de los
pasajes, literaria y teológicamente, más hermosos de todo el Pentateuco se
trasluce la presencia benéfica de Dios, fuente de vida y de bendición. El
sacerdote actúa sólo como mediador: invoca el nombre de Yahvé, quien bendice
a los israelitas (v. 27).
El sumo sacerdote Aarón fue el primero que pronunció la bendición, con ocasión
de la consagración del santuario en el desierto (Lev 9,22).
A los levitas se les escogía, por mandato divino, de entre los israelitas (v. 6),
para actuar como representantes del pueblo (así lo expresa el gesto de
imposición de manos por parte de Israel: v. 10). Aarón los presentaba ante
Yahvé como una ofrenda especial (v. 11). En una palabra, los levitas estaban al
servicio del pueblo y de Yahvé (v. 18-19). 4. Celebración de la pascua y últimas
medidas antes de la marcha (9,1-10,10) La segunda pascua se celebrará el día
catorce del mes primero, coincidiendo con el primer aniversario de la salida de
Egipto. En 9,1-5, se narra el comienzo de la serie ritual de las pascuas de Israel,
es decir, de aquellas celebraciones que el judaísmo rabínico calificará más tarde
de «pascua de las generaciones» (pesa hdorot: cf. Ex 12,14), para distinguirlas
de la única «pascua de Egipto» (pesah misrayim: cf. Ex 12,1.
Núm. 9,15-23 vuelve sobre el tema de la nube, tal como había sido expuesto en
Ex 40,34-38. Pero, mientras que en Ex 40 se alude a una doble función de la
nube (para cubrir el santuario, sobre el que desciende la gloria de Yahvé, y para
guiar a los israelitas), en Núm. 9 se trata sólo el segundo aspecto. Y es que la
partida de los israelitas se percibe ya como inminente. Las trompetas (10,1-10)
servirán para poner en marcha el campamento de forma ordenada.
Casi un año después de su llegada y estancia en el Sinaí (Ex 19,1-2), el pueblo
hebreo reanuda su marcha por el desierto (Núm. 10,11-12) hasta Moab (22,1),
en los umbrales de la tierra prometida. La invocación de Moisés (10,35), al
comienzo de la marcha.
A diferencia de la primera parte del libro (1,1-10,10), que presenta una imagen
esencialmente positiva de las relaciones del pueblo con Dios, en esta segunda
parte domina la rebelión y la infidelidad. Los relatos de quejas recorren la
sección desde el principio (11,1-3) hasta el final (21,5-9).
Teniendo en cuenta los cambios de escenario y otras circunstancias
significativas, Núm. 10,11-21,35 se puede dividir en tres partes:
ELABORADO POR: SAUL MONTIEL LARA

1ª. Desde el Sinaí hasta el desierto de Farán: 10,11-12,16.


2ª. En Cades y su entorno: 13,1-20,13.
3ª. Desde Cades hasta la estepa de Moab: 20,14-21,35.
Desde el punto de vista teológico, la marcha a través del desierto muestra a un
pueblo peregrino, cuya vida / muerte (salvación / condenación) se realiza en un
camino. En el desierto, Israel experimenta lo que significa «marchar con Dios»
(Mi 6,8). Yahvé acompaña y dirige al pueblo, sin privarle de la búsqueda y sin
coartar su libertad. Israel deberá escoger una y otra vez, sin abdicar de su
responsabilidad y corriendo el riesgo de equivocarse. Los errores reiterados
llevarán a la vieja generación a cavarse su propia tumba en el desierto. Sólo la
nueva generación entrará en la tierra prometida.
En un estilo esquemático, 10,11-28 transmite la imagen de una marcha casi
procesional, que discurre con orden y precisión, según lo previsto (Núm. 2-3).
Desde las primeras líneas, se llama la atención sobre la nube (v. 12), signo de
la presencia de Yahvé, a la par que se advierte la motivación religiosa: los
israelitas marchaban «a la orden de Yahvé» (v. 13), mostrando así que era
Yahvé quien guiaba al pueblo por el desierto.
Primeras dificultades (11-12)}
La obediencia a la orden de Yahvé, que permitió al pueblo caminar con toda
normalidad por el desierto durante los tres primeros días, se torna
inesperadamente en desobediencia y rebelión, entorpeciendo la marcha.
En 11,4-35 se entrelazan varios episodios, originalmente in dependientes: el
maná y las codornices (cf. Ex 16), la investidura de los ancianos (cf. Ex 18) y la
legitimación profética de El dad y Medad.
Hastiados del maná y ansiosos de carne, los israelitas se quejan y añoran los
manjares de Egipto. Moisés, a su vez, se queja de su oficio.
Tanto la elección y el envío de los exploradores como el cumplimiento por parte
de éstos de su misión (13,1-24) son irreprochables. El problema comienza con
el informe de los exploradores. Diez exploradores dicen: «no podemos atacar al
pueblo, porque es más fuerte que nosotros» (13,31), mientras que otros dos,
Caleb y Josué, se pronuncian en el sentido contrario (13,30; 14,6-9).
desearon morir en el desierto (14,2), allí caerán sus cadáveres (14,29); no
quisieron continuar su marcha hacia la tierra (14,3-4), no entrarán en ella
(14,30); pusieron como pretexto a sus hijos (14,3), ellos entrarán en la tierra
(14,31-33).
El dato más sorprendente lo constituye la falta de fe de Moisés y Aarón y el
consiguiente castigo divino. No se ve muy bien dónde está la falta de fe: ¿en la
pregunta a la asamblea? (v. 9), ¿en golpear dos veces la roca? (v. 11). Sea lo
que fuere de esta cuestión, lo que sí parece claro es el deseo de mostrar qué
Moisés y Aarón -lo mismo que el resto de la vieja gene ración y, como ellos, por
falta de confianza en Yahvé (cf. Núm. 14)- morirán en el desierto.

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