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El cuarto de siglo posterior a la Segunda Guerra Mundial fue testigo del más largo
período de crecimiento ininterrumpido en los países industriales del mundo y los
índices de crecimiento fueron los más altos de la historia (figura 15.1). Tomando
los países industriales como grupo (OECE, Estados Unidos, Canadá y Japón), el
crecimiento medio del producto nacional bruto por trabajador de 1950 a 1973
alcanzó el 4,5% anual. Los índices de crecimiento de los países específicos
variaron entre el 2,2% del Reino Unido y el 7,3% de Japón. Finalmente, a largo
plazo, gran parte de la recuperación debe atribuirse a la riqueza de capital humano
existente en Europa. Sus altos índices de alfabetización y de instituciones
educativas especializadas, desde jardines de infancia hasta technische
Hochschulen, universidades, y centros dedicados a la investigación,
proporcionaron el personal cualificado y la capacidad intelectual necesarios para
que la nueva tecnología funcionara de forma eficaz. Ante el éxito del Plan
Marshall, muchos observadores supusieron erróneamente que sólo con el capital
físico o financiero bastaría para producir este desarrollo y, basándose en esa falsa
premisa, se crearon grandiosos proyectos, como la Alianza para el Progreso entre
Estados Unidos y las naciones de América Latina, que acabaron fracasando.
La Unión Soviética fue la nación que sufrió mayores daños, en términos absolutos,
de todas las que participaron en la guerra. A pesar de los sufrimientos del pueblo
ruso, la Unión Soviética emergió como una de las dos superpotencias del mundo
de la posguerra. Para restaurar la devastada economía y aumentar la producción
a nuevos niveles, el gobierno lanzó el Cuarto Plan Quinquenal en 1946. el nuevo
plan hacía un extenso uso de las indemnizaciones monetarias y los tributos de los
países que habían formado parte del Eje y de los nuevos satélites de la URSS.
Sin ser miembro del bloque, la República Popular China se alió brevemente con la
Unión Soviética. El único estado socialista aliado de la Unión Soviética en el
hemisferio occidental era la República de Cuba.
5. La economía de la descolonización
En muchos casos, las antiguas colonias trataron de imitar los aparentes éxitos de
Latinoamérica en la consecución de una independencia económica además de
política respecto de sus antiguos amos coloniales. A finales del siglo XIX y en la
primera mitad del XX los países de América Latina habían sido importantes
partícipes en la división internacional del trabajo, basada en su ventaja
comparativa en productos primarios. En diversas organizaciones multilaterales,
desde las Naciones Unidas y sus organismos especializados hasta el Fondo
Monetario Internacional y el Banco Mundial, se llamaban a sí mismos el Tercer
Mundo, ni comunista ni capitalista, e igualmente dispuestos a aceptar ayuda
extranjera de Estados Unidos, Europa Occidental o la Unión Soviética.
El año 2001 marcó no sólo el comienzo del siglo XXI, sino también el final de la
primera década de experiencia con una economía verdaderamente global. Desde
el definitivo hundimiento de la Unión Soviética en 1991, casi todas las naciones del
mundo han aceptado la necesidad de ajustar sus propias políticas y sus
estructuras económicas a las exigencias del mercado global emergente.
3. ¿Límites al crecimiento?