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En la Italia primitiva, a principios del milenio, existían una gran cantidad de lenguas y
dialectos. El grupo lingüístico del itálico primitivo era el de mayor extensión en la península
itálica. En ella había también otras lenguas indoeuropeas, principalmente el griego y un
poco de etrusco. Cabe remarcar que el grupo itálico no era autóctono, sino que se expandió
hacía estas zonas a través de las conquistas (cuya entrada en la Península Italiana se
supone no muy anterior al año 1000 a. C). Estos surgieron en el centro este de europa y a
partir de allí trajeron esta lengua. Este pueblo o grupo étnico y lingüístico itálico entró por el
norte de la península en el primer milenio y absorbió a la población indígena de norte a sur.
Una vez que este grupo itálico ya más o menos tenía conquistada la península, en cada
territorio colonizado, surgieron diferentes dialectos debido a la incomunicación entre los
mismos. Dos grupos dialectales principales surgieron de esta situación: el primero es el
latino falisco, del que lógicamente desciende el latín que conocemos o que más se conoce y
luego tenemos el otro, el grupo que al principio era más grande pero que finalmente es
totalmente absorbido por el latín. Este grupo era el sabélico. Estos dialectos que el latín
absorbió, influyeron en cierta medida en su formación. Principalmente, esto se ve en el
vocabulario de la vida agrícola. El griego, el galo y el etrusco también fueron lenguas que
tuvieron que ver en la formación del latín. En el caso de los primeros, llegados al punto que
incluso los consideraban los padres de su lengua. Había muchas colonias griegas en Italia
meridional, en el sur de Italia y en Sicilia. Entonces por toda la Magna Grecia, el contacto
cultural sí que fue muy intenso y bueno.
La lengua latina, en su origen, era un simple dialecto del Lacio. Este se expandió junto a las
propias conquistas. Apareció hacia el año 1000 a. C. en el centro de Italia, al sur del río
Tíber, entre los Apeninos y el mar Tirreno, en una región llamada Latium (Lacio), de donde
proviene el nombre de la lengua y el de sus primeros habitantes, los latinos.El latín era la
lengua oficial de Roma y, por extensión, de todo el imperio. En latín se realizaba el trato
social, el trato comercial y el que se utilizaba para la vida política y administrativa. En
general, las lenguas del conquistador absorben a las lenguas conquistadas y esto pasó con
el latín. Aún así, en cada región resistían los sustratos (los dialectos que se hablaban en
cada región) y eso es lo que terminó derivando en lo que serían las lenguas romances.
Este latín “romano” se fue extendiendo a medida que se extendía también el dominio de
Roma, primero en Italia, más tarde en los países ribereños del Mediterráneo occidental
(incluida la Península Ibérica) hasta abarcar finalmente la Europa central, desde las Islas
Británicas hasta Rumanía.
Surgieron diferentes formas del latín: el literario, el familiar y el vulgar. El primero es el latín
oficial, es decir, el latín culto, el de verdad. El que se aprendía en la escuela y estaba
bastante regularizado. Por eso, casi no evolucionaba con el tiempo y era bastante
inmutable. Dentro del mismo período temporal, no demostraba demasiadas diferencias. El
vulgar era el hablado, el corriente, el coloquial que se usaba entre los habitantes. El origen
de las lenguas románicas hay que buscarlo en ese latín “vulgar” tardío transformado y
fragmentado, bautizado con la denominación de lingua romana rústica en un concilio del
siglo IX
B)
1) Un ejemplo de esto es la existencia de palabras con dos o más grafías, que en muchos
casos acredita complejos procesos fonéticos que remiten a la oralidad latina. De esta forma,
la oposición exsero / exero (sacar) manifiestan la imposibilidad de pronunciar s luego de x.
El uso oral exero condujo a una eventual forma escrita paralela que posteriormente fue
gramaticalizada. Otro ejemplo es el caso de la coexistencia de verbos con uso transitivo y,
posteriormente, también intransitivos. Tal es el caso del verbo habito, el cual
originariamente fue un verbo transitivo como ejemplifican las siguientes construcciones:
casas humiles habito (“vivo en chozas humildes”), o urbes habito (“vivo en las ciudades”).
Sin embargo, coexisten con usos intransitivos como: in Sicilia habito (“vivo en Sicilia”).
3) Esta dificultad se debe a que el latín arcaico es el latín del período de formación y
consolidación de la lengua pero, sin embargo, se proyecta fundamentalmente en el plano
escrito (aunque incidió en el habla). En este período se simplifica el problema geográfico
ulterior que caracterizará al registro vulgar: carece de problemas de ubicuidad, al no estar
presente y variar a través de áreas geográficas diversas (su desarrollo estaba limitado, en
ese momento, a la península itálica). El latín vulgar equivale, podría decirse, al latín
coloquial del vulgo, aunque permeó los estratos más altos de la sociedad romana en todos
los tiempos. Dicha dificultad se evidencia, en primer lugar, en sus fuentes: su oralidad hizo
difícil su conservación, ya que para la mayor parte de los especialistas la única manera de
acceder a su conocimiento es la vía escrita, o, de manera indirecta, a través del estudio de
las características de las lenguas romances en su evolución histórica. Sin embargo, también
es posible su estudio a través de las formas del latín clásico. En este caso, se opera sobre
la vía de la restitución hipotética de las formas vulgares por medio de la comparación de los
idiomas neolatinos.
5) El alfabeto no fue inventado por los romanos; fue el legado de los etruscos (aunque se
basó en el alfabeto calcídico de Cumas, muy próximo al alfabeto griego occidental (Herrero
1971: 10). Esto comportó un esfuerzo continuo y permanente por adaptar la forma oral de la
lengua a la escrita: esta última, en muchos casos, parecía insuficiente.pensadores romanos
por encontrar una grafía adecuada que reflejara la pronunciación. De esta lucha, es testigo
silencioso la evolución y surgimiento de propuestas en el alfabeto. Esto comprueba un
principio elemental: aunque la representación gráfica fue de gran utilidad para los habitantes
del Lacio, siempre fueron conscientes de las limitaciones e imperfecciones del sistema
gráfico.
El alfabeto latino coexistió con los alfabetos de otros grupos étnicos: así el osco, el volsco,
el umbro y el etrusco, entre otros (en este último se sabe de la existencia de “letras mudas”,
como la b, d, s y la o (Desbordes 1995: 144), que, aunque aparecen registradas, no se
emplearon en las inscripciones halladas).