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Por ejemplo, en el centro de esquí de Las Leñas (Mendoza), la temporada no pudo iniciarse por
la falta de nieve en las pistas, mientras que en La Hoya (Esquel, Chubut) determinaron la
suspensión de actividades por la misma razón. Un panorama similar se ve en el Cerro Catedral
(San Carlos de Bariloche, Río Negro) y en Neuquén con los cerros: Chapelco (San Martín de
Los Andes) y Cerro Bayo en (Villa la Angostura), donde el turismo se ve en parte afectado
porque las pistas de esquí no están habilitadas en su totalidad.
Esto ocurre porque las anomalías de altas presiones tienden a desplazarse hacia el sur, el
fortalecimiento del Anticiclón Semipermanente sobre las aguas del Pacífico desplazado más
hacia el sur favorece temperaturas más cálidas, y bloquea el avance de los sistemas de bajas
presiones generadores de lluvias sobre el norte de la Patagonia y Cuyo, pero permitiendo que
pasen por el sur patagónico (por esa razón se nota la diferencia con el Cerro Castor en
Tierra del Fuego, que sí está presentando una temporada de nieve provechosa).
Cuando las pérdidas materiales se estiman en millones; los daños ambientales proyectan
consecuencias alarmantes; y el golpe para quienes estuvieron directamente afectados se traduce
en un vacío emocional difícil de contener solo quedan dos opciones: rendirse o seguir adelante.
Ya sea por negligencia o por incendios que tienen como finalidad deforestar el terreno, el
Servicio Nacional del Manejo del Fuego estipula que “el 95% de los incendios son causados por
la actividad humana”. Según científicos y expertos, el aumento de las temperaturas por el
cambio climático y otros eventos meteorológicos, como las corrientes de viento, pueden
exacerbar las consecuencias generando un efecto devastador.
Hubo un mes y medio de sequía con temperaturas altas desde finales de enero. Eso hizo que la
vegetación se vaya secando paulatinamente. En la noche, durante el último mes, no hubo
descensos marcados de la temperatura como para compensar la sequía. Esto hizo también que
los arbustos y pastos se secaran más que lo habitual. Esas condiciones condujeron a que los
combustibles vegetales secos, estén más propensos al fuego en caso de ocurrencia de alguna
ignición y una vez encendido se propague rápidamente.
No. Hubo un frente frío, que es una entrada de aire del Océano Pacífico. El área técnica del
Servicio de Manejo de Fuego había advertido con alertas que existía peligrosidad por la entrada
de ese frente. Es casi “de manual” que cuando se acerca un frente de este tipo, y la región ha
tenido altas temperaturas durante mucho tiempo se produzcan grandes incendios si aparece una
fuente de ignición. Es decir, si hay una situación final que puede ser un rayo o alguien que deja
un fuego mal apagado, ya había condiciones que facilitaban que todo se convirtiera rápidamente
en un incendio de comportamiento extremo.
-¿Hay que echarle solo la culpa a los que provocan los incendios?
Es verdad solo en algunos casos. Porque son muchos los factores que ayudan al inicio de un
incendio, como las líneas eléctricas cuando son tocadas por una rama, rayos, descuidos, entre
otras razones. En realidad, hay que tener más cuenta cuáles son los factores que contribuyen a
aumentar el riesgo de que una simple ignición se transforme en un gran incendio de vegetación.
En el caso actual de Chubut y Río Negro, estaban las condiciones meteorológicas y de
vegetación ideales para que, una vez iniciado un fuego, se propagara más rápido.
Otro factor a tener en cuenta es que en los días de mucho calor los transformadores de energía
se sobrecargan, pueden estallar y provocar inicios de incendios. O cuando a las condiciones de
alta temperatura se le agregan ráfagas de viento muy altas, las ramas de los árboles pueden
tocar. Son diferentes factores que llevan a los grandes incendios en los que hay una rápida
propagación que puede incluir torbellinos de fuego. Pueden generar su propia circulación del
viento y producir “pavesas”, que son como cañitas voladoras que llegan hasta más de dos
kilómetros del lugar desde que salieron expulsadas. Así se producen focos secundarios del
fuego, que pueden aparecer bien lejos del frente de fuego principal.
-¿Por qué?
Diferentes estudios muestran que a nivel global los incendios forestales han disminuido. Pero se
han concentrado fundamentalmente en las áreas que están entre las ciudades y los bosques.
Técnicamente, las llamamos “interfaz urbano-rural”. Son las áreas donde las viviendas y las
actividades humanas se entremezclan o limitan con áreas con vegetación natural. Esta definición
le cabe perfectamente entonces al área donde ocurrieron estos incendios en la zona de Epuyén,
El Hoyo, Lago Puelo y Cholila en los alrededores de El Bolsón. Por ese motivo, estas áreas son
a las que tenemos que prestar mayor atención porque la mayoría de los incendios de vegetación
se producen allí.
Como prevenirlo
El fuego no es el enemigo. Está desde antes que los seres humanos aparecieran en la Tierra.
Tenemos que aprender a convivir con el fuego, mitigar sus efectos adversos y trabajar en su
prevención con todas las herramientas científicas y tecnológicas que tengamos. El tema es que
se expanden las urbanizaciones hacia zonas rurales, y se aumenta el riesgo de incendio. La
vegetación crece y crece año a año. Tenemos que ser capaces de disminuir la acumulación de
esa biomasa a límites que sean compatibles para que, cuando haya un incendio, lo podamos
apagar rápidamente. Si queremos vivir en ese tipo de lugares, tenemos que saber primero los
riesgos que implican habitarlos, y en segundo lugar, conocer todas las maneras de poder
prevenir, minimizar, y mitigar los efectos del fuego cuando por distintas circunstancias pueda
ocurrir.
-¿Por qué no se hacen acciones de prevención ?
La prevención es una tarea que involucra a toda la sociedad y no sólo al Estado, ya sea a nivel
nacional, provincial o municipal. A veces somos extremadamente solidarios cuando ocurre un
incendio. Pero la misma solidaridad se necesitaría durante las estaciones en las que no hay
incendios, en la forma de colaborar para que cada casa, terreno o barrio llegue a la época de
verano con la tarea hecha de haber reducido la biomasa vegetal alrededor de las casas y veredas.
De esta manera, cuando llegue la temporada de verano con más riesgo de incendios, el lugar
estará lo más protegido posible. De nada vale que yo haga esas tareas si mi vecino no las hace, y
es aquí donde deberíamos demostrar nuestra solidaridad como sociedad.
Por ahora, los daños materiales ascienden a "dos viviendas", y los bomberos y brigadistas
lograron "salvaguardar una gran cantidad de viviendas en riesgo por el avance de las llamas",
aunque el incendio sigue activo.
Los investigadores señalan que desde el aire se puede observar “con claridad” el punto donde se
inició el desastre, por lo que se cree que este incendio pudo haberse provocado de forma
accidental.
Las autoridades decretaron "por razones preventivas" el cierre de la carretera que une la
localidad de El Bolsón con la turística San Carlos de Bariloche.
Las proyecciones meteorológicas señalan que las temperaturas serán más bajas de lo habitual
durante las próximas horas y que el viento remitirá, algo que da esperanza para que las labores
de extinción puedan avanzar más rápido para terminar con el fuego.
El 2020 fue un año especialmente seco para toda Argentina. Varias provincias ya sufrieron las
consecuencias de los incendios estivales. Córdoba, en el centro del país, fue la más afectada con
unas 331.000 hectáreas quemadas, en un año en el que se destruyeron más de un millón de
hectáreas. La falta de lluvia hizo de 2020 el año más seco desde 1995.
Dado que el manejo del combustible es central en la aparición e intensidad de los incendios,
existe mucha información sobre las especies leñosas que, según la científica, podría agregar
valor a la hora de prevenir el fuego. Así, Raffaele, en conjunto con Melisa Blackhall y Jorgelina
Franzese, investigadoras adjuntas del CONICET en el INIBIOMA, proponen la confección de
un ranking de inflamabilidad que describa las especies que podrían incendiarse más
rápidamente. Este tipo de trabajo tiene sus antecedentes en otras partes del mundo, por ejemplo,
en Estados Unidos. “Conocer este tipo de información es muy interesante ya que si se pudiera
llegar a los sectores de gestión se podría prever qué especies no es recomendable plantar, sobre
todo en los jardines con cercos vivos comunes en la Patagonia”, puntualiza la investigadora.
Las plantaciones de pinos sin manutención constituyen otro aspecto de importancia en relación
con este tipo de desastres naturales. Su influencia se debe a que algunas especies portan grandes
cantidades de combustible seco, “es decir, que permanecen dentro de la planta ramas secas que
al acumularse la convierten en una plantación altamente inflamable”, declara Raffaele. Informar
a la población respecto de la necesidad del manejo de las plantaciones y aumentar el control de
los organismos estatales pertinentes es fundamental para asegurar la limpieza de las mismas,
que impactarán tarde o temprano en el alcance del fuego.
Ante este escenario, focalizar los esfuerzos en la prevención de incendios resulta una cuestión
imperiosa. En resumen, reflexiona la investigadora, será necesario comenzar a pensar en crear
paisajes menos inflamables en las zonas periurbanas.
Giardini resalta un punto clave en este "ecocidio": el hecho de que en Argentina los delitos
relacionados con destrucción de bosques nativos no son considerados como delitos penales. En
el país se multiplican cada año las quemas de bosques provocadas por fenómenos naturales y la
actividad humana, ya sea por negligencia o de manera intencional.
Desde hace años, la organización ecologista viene reclamando que se cataloguen como delito
penal tanto a los desmontes como a los incendios forestales y que se obligue a los responsables
a la restauración de los bosques nativos destruidos. “Las multas no son suficientes para
desalentar incendios y desmontes" sostiene Giardini
Marco Legal
La República Argentina carece de una ley que aborde específicamente la temática de gestión del
riesgo de desastres. Actualmente, el marco normativo nacional que se vincula de algún modo a
la gestión del riesgo está conformado por leyes y decretos que regulan la estructura ministerial,
sus organismos, misiones y funciones. Por otra parte, la legislación generada está más vinculada
a situaciones particulares de desastres y emergencias, tras la ocurrencia de eventos concretos.
En este sentido, la normativa es de carácter más reactivo que prospectivo. Esta fragmentación
normativa se traduce en la falta de un enfoque integral y compartido por todos los actores del
gobierno respecto de la gestión del riesgo del desastre. De este modo, el actual marco
regulatorio argentino requiere de incentivos que faciliten el surgimiento de un sistema
articulado en sus objetivos y resultados, como así también amplíen y mejoren los niveles de
coordinación entre los niveles de gobierno.
La ausencia normativa, sin embargo, es también una oportunidad para crear legislación que dé
cuenta de los acuerdos internacionales que ha suscripto la República Argentina. En tal sentido,
se destaca que en la primera prioridad acordada en el Marco de Acción de Hyogo: “velar por
que la reducción de los riesgos de desastre constituya una prioridad nacional y local dotada de
una sólida base institucional de aplicación” se propugna “adoptar, o modificar cuando sea
necesario, legislación para favorecer la reducción de los riesgos de desastre, introduciendo
reglamentación y mecanismos que estimulen el cumplimiento y promuevan incentivos para las
actividades de reducción de los riesgos y mitigación”. La gestión integral de riesgo al ser un
enfoque de desarrollo permite que la incorporación de una normativa integral en esta materia
allane los caminos para el fortalecimiento y la sostenibilidad de las políticas públicas. La
elaboración de un marco normativo que permita al país avanzar hacia una estrategia nacional
que atienda a la gestión del riesgo del desastre resulta complejo por la confluencia de una
multiplicidad de instituciones con capacidades diversas y por la transversalidad de un enfoque
que impacta sobre distintas disciplinas técnicas. Este entramado institucional se torna aún más
complejo si se tiene en cuenta el federalismo argentino. Así, los alcances y limitaciones de los
marcos jurídicos e institucionales de cada una de las provincias, supone un desafío aún mayor
en términos de la gestión de riesgos de desastres. El reto se vuelve especialmente crítico en
temas cuya incidencia y manejo razonable no coinciden con la división política, como las
cuencas hídricas o el uso del suelo, pero es igualmente crucial para el abordaje de una parte
significativa de la reducción de riesgos. En términos de gestión, implica mecanismos de
coordinación y articulación no sólo entre distintos sectores, sino entre niveles de gobierno y
jurisdicciones, de acuerdo al alcance de cada problemática