10 - Portillo, José - en El Principio Todo Fue Provincia Oriental - CAPÍTULO III

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GERARDO CAETANO - ANA RIBEIRO COORDINADORES LAS INSTRUCCIONES DELANO XIII 200 aftos después PS eee TORU CT eRe uC Mao Pee en Ore cr COM Se Ue cay Pree e ite etm coon largo camino que aun hoy reclama revisiones y nuevas visitas. enero er metre cr ere ener Oem oC n i Pe netece ets Canton tay meee SM ee OMS MO a Pee ee OR Co Ce McLee TR te Chee c ce Ronn Come anS dicen hoy sus veinte clausulas? La “libertad civil y religiosa en Pete eri nn Oi ter once Mand renee teem tte kee ie enol POR Scon Cnr cntn Mm Rei mrs rate “Republica”, gera solo una forma de gobierno alternativa a la Pens eee Cnn Caruana) Peete erwin tata moo CUkS Seite renee cnet Omni men Pere nner Creu ON AR ICTS UNSC) presidentes del pais durante 1a democracia (1985-2013) ofrecen su punto de vista frente a estas y otras preguntas que PR ct cut ORC mec Ot Instrucciones de 1813. Un libro fermental y abierto, riguroso y Pe CMe CMEC CnC CUR Mera PON OeUR Ara os PADS < si tas (© 2013, Gerardo Cactano - Ana Ribeiro Derechos exclusivas de edici6n para todo el mundo: © 2013, Editorial Planeta S.A, Cuateim 1687, Montevideo - Uruguay 2*edicién: junio de 2014 ISBN: 978.9974.700-53.6 Impreso y encuadernado en Mastergraf General Pagola 1823 - Tel. 203 4760 E-mail: mastergra{@mastergraf.com Montevideo - Uruguay Deposito Legal N” 364.569 aicion amparaaen el dacreto 218996 (Comision éel papel) De acuerdo com el aniclo 15 del Ley N° 17.616: "EL gue edit, vend, ‘Rprodurceo hcirereproducir por cuslguer medio o Instrumento “Taal parcalmentesdistribuyaalmacene con mirss a la distribuciin al pablico, ‘ponga.adisposicon del mismo en calqsier forma o medi, con énimo SiZluco ode cousr un perjuleoinsifeado, una obra india o publicada, tina interpretacon, un fonograma oemision, sn la sutorizacin esrita licsus reapoctivostularesocousahablentes cualquier utulo,o sla arbuyere parasto1 persona distinta del reapectiv titular contraviniendo en cuslquer Forma lo aigpuesto en la presente le ser cantigao con pena de tres meses Ade prsion a tres anos de penitenclara, oro que el editor se reser el derecho ‘de Uomunciat ant la juste Penal competent toda forma dereproduccin ica tiempo, Buenos tnacional en la en FERNAN- Gonzalo (eds.), ¢n historia con- | de Cantabria, icional, tomo I, e Artigas, Mon- ina, Buenos Ai- Las INstRUCCIONES DEL ASO XIII ~ 200 affos después {NDICE INTRODUCCION GENERAL Contextos y conceptos en torno a las Instrucciones del Afio XIII GERARDO CAETANO - ANA RIBEIRO.., I LECTURAS E INTERPRETACIONES SOBRE UN “TEXTO FUNDACIONAL” Momento, cultura y lenguaje Consideraciones histéricas sobre un texto clave JAVIER FERNANDEZ SEBASTIAN éSon las Instrucciones el documento politico fundamental de Uruguay? Lincoun R. Marzteaut Casas. Ut6pico y uerénico GUILLERMO VAZQUEZ FRANCO ... Las “Instrucciones del Afio XIII” y la democracia Inés Cuapro Cawen. it AUTORIAS Y REPRESENTACIONES. Los Artigas de las Instrucciones Cartos Demast la Reptiblica (1896-1958) ARIADNA Istas.. Ul LAS INSTRUCCIONES EN EL MARCO. DE LAS REVOLUCIONES ATLANTICAS Las causas hist6ricas de los procesos revolucionarios (independencias) en Iberoamérica Manet Cutust - Ivana FRasQuer.. Las independencias y su proyeccién en los Estados nacionales de América andina Enrique Ayata Mora En el principio todo fue Provincia Oriental Jost M. Poxruto.. Iv LAS PERSPECTIVAS DEL CONTEXTO REGIONAL, éConfederacién o Estado federal? EI Rio de la Plata en la primera mitad del siglo XIX José Cantos CrtaramonTe: 245 Lecturas de La Independencia de la Costa Firme en el Rio de la Plata, Desde las Instrucciones del Ato XIII hasta la cafda del poder central Noemi GoLpMan .... 265 Las “Instrucciones del Afio XIII”: una lectura desde un punto de vista lusoamericano JoRO PAvLo PIMENTA .. 1279 éOtro Federalismo? Paraguay, 1811-1813 y las Instrucciones del Afio 1813 Jerry Cooney... 285, | sleet v DEPINICION Y DE SA DEI ERRITORIO Heterogeneidad y diversidad en la generaci6n militar de las Independencias JUAN MARCHENA FERNANDEZ sso 303 Aspectos militares de las Instrucciones del Afio XIII Juan Cantos Luzurisca.. La cléusula dieciochesca: Artigas y la cuestién del poder militar Cartes Espalte. 357 Instruceiones del Afto XIII: soberanfa y territorios en el espacio platense ANA Freca Novates 373 VI LA DIMENSION INSTITUCIONAL Concepcién de la representacién politica en las Instrucciones del Afio XII Oscar SARLO 595 Las relaciones internacionales en las Instrucciones del Aito XII 421 Romo Perez. ANTON El otro texto constitucional de la Banda Oriental: la Constitucién de Cadiz Junio SAncuez. Gomez. (GrkaKoo Caetano - ANA Rineino VII CATOLICISMO Y LIBERTAD RELIGIOSA Presbiteros y ciudadanos. Los clérigos electos para representar a los pueblos orientales en la Asamblea Constituyente Witson Gonzatez DEMURO 1... La Provincia Oriental y la defensa de la soberanfa eclesidstica ALEJANDRO SANCHEZ... 491 El problema religioso en “el sistema” artiguista Grovannt Levi... Vu LA MIRADA DESDE LA POLITICA Y LOS PARTIDOS Las Instrucciones, ayer y hoy Junto Mania Sancuinerti.. Un moj6n de la Independencia ‘Luis ALBERTO Lacatte HERRERA... Esclavos, pero de la Ley JoRGE Bari... Las Instrucciones del Afio 1813: un legado que impulsa ‘TaBarE VAzQUEZ.. Patria Federal y republicanismo auténtico José Mujica... APENDICE DOCUMENTAL...... FUENTES Y BIBLIOGRAFIA CITADAS 603 I LAS INSTRUCCIONES EN EL MARCO DE LAS REVOLUCIONES ATLANTICAS do en la lista de fuerzas militares dispont- Escudo oriental de 1816, dibujas bles ese aflo en Montevideo. ‘Naci6n, Fondo Ex Archivo y Museo Histdrico Nacional, caja 10) (Archivo General de la Las Insteucciones 0} AS0 XIII ~ 200 ahs despuss Enel Principio todo fue Provincia Oriental José M. Porno (Universidad del Pais Vasco, Espafia) que se entendia Habria requerido mas articulaci6n en ma rechos, forma de educacién, organi Héctor Miranda, 1964, otro, en el © que se tra i en el hecho de que se trata de una manifestacion politica que en distintos momentos si variables 5 r © (en: ar z s a e dio de mane fiola. F a & da en el espacio que ocupé la monarquia espa- te texto propone una lectura de las Instrucciones como un texto tallado por esos dos filos: el de su alcance constitucional y el de su respuesta a un momento muy propio de la cris Ide los pueblos. hispana, el de __ Reflexionando en 1820 sobre lo que habja ocurrido en la mo- narqufa espafiola, en su vertiente peninsular, en 1808 el conde de Toreno, uno de los protagonistas del momento, afirmaba: “Casi simulténeamente se pusieron en insurreccién todas las provincias, y en todas se crearon, como por encanto, juntas que diesen direccién a este movimiento. Tal fue el sentimiento grande y generoso de una nacién, irritada al considerar que a pretexto de regenerarla y hacerla feliz, un falso amigo vite dictarles leyes, atropellando los derechos mas sagrados, a truyendo el principio verdaderamente vital y conservader de to dos los pueblos: la independencia nacional”? 8 Esta reflexion de quien vivid personalmente aquel intenso mento de 1808 tiene dos elementos que nos interesa rescatar. fee un lado, el hecho de que aluce a una insurreecién provincial y, por el otto, que sefala Ia pérdida de la independencia nacional come el Fesorte que la motiv6. Lo primero es importante, a mi juicio, po et nos sittia en un escenario en el que la crisis es protagonizada, a mer lugar, por las provincias, es decir, por los pueblos. Lo reyundo porque la pérdida no es la de la independen: aie and de la nacién, Eso si i de esos pueblos, sino eo nifica, y asf lo constatan también otras fuentes momento, que no existia propiamente un cuerpo nacional que pudiera activarse para hacer frente a esa cri ” Como es bien sabido, esta situacién paradéjica de creacién de ie) politicos locales para defender una independencia nacional espatiols panies i (espafiola) a falta de un cuerpo precisamente nacional (espafiol), re- is} 2. Conde de Toreno, 2008, p. 7 3. Es cada ver md abundante lo ira a indgendenclaniioal gue no puede se defen ora naiony ene ot Por los pueblos (Richard Hocquellet, 2008 y 2011). ee percutié por todo el Imperio. Desde ef momento mismo de tos he: hos, la historiografia espaiiola tendid a desconocer 0, en todo caso, a menospreciar este dato, Desde las primeras historias de la “revolu- cin espaiiola” -como la del mismo conde de Toreno~ hasta la obra cumbre y sumamente influyente de Miguel Artola, la formacion de esos cuerpos en América fue un dato anecdético en el mejor de los casos, Es un desenfoque que la historiografia reciente ha corregido, situando en su debida dimensién un fenémeno que nunca fue solo peninsular’. El recorrido que habitualmente presenta la historiografia de la crisis de la monarqufa va desde esa primera revoluci6n de los pueblos a la formaci6n de las naciones, bien sea el intento gaditano de hacer de toda la monarquia una nacin espafiola, bien sean los respectivos ensayos que empezaron a tomar forma, antes que en Cédiz, en Venezuela. Para colocar las Instrucciones en su debida dimensién atléntica debemos detenernos en ese primer momento, el de los pueblos. ‘Como he tenido ocasién de argumentar més por extenso en otros lugares, creo que un hecho que singulariza notablemente la crisis es- pafiola en un escenario de crisis generalizadas de los Imperios atlanti- ‘cos europeos es la confluencia en 1808 de una crisis imperial, patente desde ‘Trafalgar y las invasiones inglesas en el Rio de la Plata, con una crisis mondrquica que venfa larvandose entre el cuarto del principe de Asturias y el partido de la corte encabezado por el viejo rey y su mano derecha, el principe de la Paz Manuel de Godoy’. Cuando esta crisis adquirié las inauditas dimensiones de mayo de 1808, con la cesién de los derechos dindsticos por parte de ambas facciones de la familia real espafiola, la situacién fue realmente de emergencia. Ante el casus necessitatis en que se vio una monarqufa mediatizada por un Imperio cextrafio, la monarqufa, como muchos testimonios y anélisis del mo- mento ponen de relieve, se hall6 sin cuerpo nacional que pudiera ha- cerle frente. El Consejo de Castilla habja més bien claudicado y de la familia real no qued6 més que el nico miembro que estaba excluido de la linea de sucesion desde 1788. Conde de Toren, 2008 -b-; Miguel Artola, 2008. 5. Chust, 2008. 6 Portillo, gritos, 933 pl liderazgo de la cris liderazgo is que no pudo Hlevarse a cabo desde la ea meaiialadel ae ero a un pais” ciertamente desarticulado. as las \cias intelectuales que, desde las décadas fina- les del setecientos, apuntaban a la necesidad de regenerar algtin tipo de “representacin nacional, alguna de elas, como la de Victorién de Villava hecha desde Chuquisaca, con intencién de incluir en ella {amblénja Tos tereorjog/amerieanosil Esto, como es(sabida, “rua habfa legado a cuajar en aquellos afios en que paulatinamente ia politica de la monarquia espafiola la iba plegando al diktat de oy Imperio extrafio, el francés. Por ello, en el momento en que aquella crisis imperial confluy6 con la crisis mondrquica haciendo venirse cs todo el edificio atlintico de la monarquia espafiola, alli no labia mi ' Pee ee y fueron estos los que protagonizaron la pri- Lo hicieron de manera muy similar en toda la extensi6n de la monarquia. Tanto en la primera Junta creada a finales del mismo mes de mayo, la del Principado de Asturias en Oviedo, como en la que se intent6 poco después crear en ciudad de México frustrada por un golpe orquestado entre los enviados de Sevilla y el comercio monopolista-, la idea era la misma: ante la ausencia de un poder “na- cional” que se hiciera cargo de la situacién, el pueblo representado por tal o cual ayuntamiento generaba un poder de radio provincial que gestionara cual depésito la soberania que se entendfa legitima, la de Fernando VII. Por lo tanto, en el primer momento de la crisis, y al menos hasta la formacién de la Junta Central en septiembre de 1808 lo tinico que existieron fueron, de un lado, la Espafta que habia quedado fiel al proyecto napoleénico, nada desdeftable en niimero calidad, por cierto, y, de otro lado, una serie de poderes locales que se habjan proclamado depositarios, todos y cada uno de ellos, baa soberanfa “nacional” del rey. peas Estos poderes actuaron en consecuencia, haciendo ostentaci6n de los signos de la soberanfa. No se olvide que son ellos los que formalmente declararon la guerra al Imperio de Francia y sie manifestaron la més abierta rebeldia contra la orden expresa de su soberano -fuera Carlos IV o Fernando VII, pues ambos la dieron- de obedecer al nuevo monarca. Lo hicieron entendiendo que el rey, el Deseado, se hallaba impedido por tener su voluntad forzada at corte el “monstruo de los abismos", De este modo, aquellas autoridades precariamente institucionalizadas en Juntas locales y provincial declararon la guerra, batieron moneda y administraron justicia, ade més de enviar plenipotenciarios cerca de otros soberanos, como el rey de Inglaterra, para firmar tratados ofensivos y defensivos. Bs de- cir, actuaron en todo como cuerpos realmente soberanos. No era que se entendieran a sf mismos como cuerpos soberanos, sino que, como buenos custodios de un bien ajeno, estaban usando de la soberant para tutelarla, Haciendo la guerra o ejerciendo otros signos de la so- beranfa regia estaban protegiendo esta para reintegrarsela a su titular tuna vez que finalizara su impedimento. Por ese motivo la figura mas recurrentemente utilizada para explicar la naturaleza de las Juntas fue la del “depésito” bajo denominaciones como Junta Tuitiva, Junta Defensora u otras. Se trataba de una figura juridica tomada del ius civile, donde se regulaba de acuerdo con el principio de la administratio, es decir, de la gestion que no llega a la disposici6n del bien sino solamente de sus beneficios. En términos politicos, esta trastacién tuvo mucha re- levaneia porque significé que aquellos primeros poderes de los pue- blos de la monarquia no entendfan que estuvicran habilitados para tuna actuacién sobre la soberanfa sino Gnicamente para un manejo de esta. Lo primero habria levado implicita la activacién de un po- der constituyente en los mismos pueblos, lo segundo no. 'No era ni mucho menos descabellado entonces llegar a la con- clusi6n de que, ante el cariz que tomaban los acontecimientos, so- bre todo después de la batalla de Bailén en julio de 1808 -la Gnica victoria realmente relevante de las tropas espafiolas resistentes a Napole6n-, las Juntas pudieran derivar hacia poderes més constitu- yentes por cuenta propia. Es lo que se barruntaban no pocos textos centonces: que la disgregacién del depésito de soberanfa condujera a tuna desagregaci6n de la misma soberanfa. Frente a esta eventual dad se activaron mecanismos, también extraordinarios, conducentes a la creacién de cuerpos politicos mayores. Es el caso de la Junta Central Gubernativa de Espafia ¢ Indias que, en septiembre de 1808, dio cuerpo a un depésito de soberania de radio “nacional”. Al igual que hicieron antes las juntas de Sevilla y Oviedo, pretendié extender su control por toda la geograffa mondrquica a un lado y otro del 975 océano, Aunque no es de este lugar la considerae dato, conviene recordar que ' nin extenso del 4 Junta de Juntas =pi fi 6, Gadhia gett las ~pues asi se formd, ante representantes de las juntas locales~ no consideré su am a representacion americana ‘ nua na hasta enero de aun asi, ase irveee nero de 1809, y aun asi, Rade aaa 6 ee i re Ses tomé la Central fue precisamente la do- ic las Juntas de los pueblos. Transforméi Supremas en Juntas de Ob: anaee cae servacién y Defensa, traté de som ; s y i someterla: i : es y supervisi6n de la Central por medio de una erence lepdsito de soberanfa: a partir de entonces la Central i que la soberanfa “nacional” ( Saas (que era la del rey) estaba dey su seno y que tinicamente desde i eee alli se manifestaba justa justamente en oe (hacer la guerra, firmar tratados, batir moneda, adminis rar justicia) mas caracteristicos de la soberania. : Si el paso de una serie d j je Juntas a una Junta de Juntas a ; as se operd ci pene la ae couladndelivareicentol asian fa, no fue el tinico caso en que se apunté i nau e apunté en tal direcci6n. ae Lies parecié insinuarse para el Alto Pert, por ejemplo, y a ores tae también algunos planteamientos en la Nueva oles ‘embargo, ese proceso de superacién de un momento nee gal se complet6 de manera mucho més eficaz.a través de eclosién de un sujeto politico distinto, el Pueblo o la NaciGn, que requerfa también de una institucionaliz: iversa a través de \stitucionalizacion di 2 js formacién de un Congreso. ; El caso a i a aan anterior en sus resultados constitucionales ace eas el proceso. Una vez negada la obediencia a Peet las Cortes, estas como criatura de aquella, el paso fue pena Congreso invitando a él a todos los “pueblos”. El come- eas ene venezolano fue hacer eclosionar un nuevo sujeto, lo de Venezuela que, entre ot i , ras cosas, como la Junta Ci 0 las Cortes luego en Espafia, quis : ents spafia, quiso domesticar la soberant pueblos pudieran suponer resi eee er residente en ellos, Es i ela . Esto incluso extendien- fa del pueblo de Ven z ezuela a los Ambit ae a ; tos que mani- is y expresamente se habfan manifestado contra el Congreso, ‘omo i mice ae dicho, es lo que procuré desde su instalacién el ‘idiz, en este caso ni més ni Sree : ji menos que respecto de arquia en su conjunto. Es también lo que, con escasa fortuna todos ellos » el congreso de la Nueva Granada, E1 aparece como rasgo distintivo ese afin por disolver la sobe Jos pueblos, incluso la que se interpretaba en términos de depdsito y tutela, y generar un nuevo sujeto soberano. Es por ello que los Con= gresos, tanto en Cadiz. como en Caracas u otros lugares, répidamente asumen que en ellos reside una capacidad soberana propia, no ya tm depésito, y que, en consecuencia, pueden proceder a realizar un ejercicio constituyente. En el caso de Venezuela, el primero en este sentido fue declarar su independencia en 1811. Es ahi donde creo que adquiere relevancia notable el caso que nos ocupa en esta obra, Por decirlo de manera sintética, que ahora desarrollaré, me da la impresién de que el fenémeno que se produjo en el Rio de la Plata y la Banda Oriental nos muestra el caso que precisamente no se lleg6 a dar en otras latitudes del Atléntico his: pano: aqui la revolucién primera, la de los pueblos, tuvo un desen- Volvimiento que en otras dreas fue detenido por la aparici6n de esos cuerpos politicos mayores, como la Junta Central o los Congresos: En cierto modo, el caso de la Banda Oriental nos ensefta lo que po- drfa haber pasado también en Venezuela o, sobre todo, en la misma Peninsula si se hubiera frustrado el experimento de la Central y del en este caso, qi nia de Congreso de Cadiz. ‘Como en muchos otros lugares, también en Montevideo se for- 16 una Junta y, ciertamente, tempranera como las que mds. Baluarte desde temprano de un poder “espafiol’, la Junta mostr6 sin embar- go, desde bien pronto, determinacién de desvincularse del comando bonaerense en el rea. Es cierto, como sefiala la historiogratfa local, que aquella Junta sirvié mas bien para contraponer un poder metro- politano -el del gobernador local~ a otro -el del virrey del Ro de la Plata~ y luego a las autoridades independientes que se generaron en Buenos Aires, pero también es cierto que exhibié para ello un valor tan propio del érea como sera en todo momento la autonoma. Tse es justamente el valor esencial que encierra la aportaciOn ins original de la revolucién de la Banda Oriental al escenario del ‘Atldntico hispano: la idea de los pueblos libres. Como Ana Frega sefial6 en su tesis doctoral, estamos ante un espacio en el que la idea dle autonom‘a transits de manera natural desde la legitimaciOn de la primera Junta hasta la defensa de postulados cereanos al artiguismo oe: Fue el caso, citado por Frega, de Pérez Castellano quien en dici m- bre de 1815 podfa afirmar que “el mismo derecho que tuvo Buenos Aires para sustraerse al gobierno en Espafia tiene esta banda oriental para sustraerse al gobierno de Buenos Aires” Ese fue el dilema al que la experiencia oriental dio una original respuesta en el mundo atléntico hispano. En sus origenes, la activa- ci6n de la autonomfa de los pueblos y la conformacién de un poder Provincial sigue pautas muy comunes a lo ocurrido en otras esquinas de ese mundo, como acabamos de ver. No hay ciertamente mayor diferencia entre lo expresado por Pérez Castellano y lo que decfan de si mismas las Juntas de Espafia en visperas de crear la Junta Cen- tral: “El poder, pues legitimo ha quedado en las juntas supremas, y Por este poder han quedado gobernadas y gobiernan con verdadera autoridad... reside pues toda la autoridad legitima en las juntas que cre6 el pueblo...”. Esto lo decfa ni mas ni menos que la Junta de Se- villa, que mantuvo con la de Granada una actitud muy similar a la de Buenos Aires con la Banda Oriental y con la que finalmente lleg6 un pacto “que en rigor las constituye federativas”, Como antes se dijo, el Rio de la Plata en buena medida funciona como un negativo de la situacién que se creé en la Peninsula. Si en sta enseguida surgi6 como imperativa la necesidad de superar el mo- mento de los pueblos y su tendencia “federaticia”, porque se entendia que los pueblos controlando el depésito de soberanfa generaban “un monstruo sin cabeza’, en el cono sur americano este momento de los Pueblos logra consolidarse y lo que no se logra cuajar es un sujeto ¥ un cuerpo politico, la naci6n o el pueblo de las Provincias Unidas del Sur, que hicicra las veces de una Junta Central o de un Congreso general y que diera forma a una “autoridad nacional’ El intento més decidido se dio justamente cuando se produjeron las Instrucciones orientales. Como es sabido, la convocatoria al Con- sreso constituyente lleg6 tras una larga crisis de la Junta Grande y un ensayo de gobierno provisorio bajo el Triunvirato. A la polémica en- tre la idea de una “independencia moderada” -la que se auspiciaba desde el influyente periddico londinense El Espafiol- y la indepen- dencia absoluta -a ejemplo de Venezuela, y a los enfrentamientos 7. Frega, 2007, p. 195, 8 Fernandez Martin, vo. 1, pp, 529-330. vino a afiadirse la cuestion entre fa , ee capital de producir el trénsito hacia un cuerpo politico ee rompiera definitivamente con la idea del depdsito de soberanta y qi closionar un cuerpo nacional”. jermitiera eclosionar un cuerp ; - Peiips deci, e| Congreso consttuyente se presentaba ome la a ; lo dar, 6n para forza jue en Venezuela habia logrado dar, bie sién para forzar el paso q shia Oe iona Congreso de Caracas 0 el q jue provisionalmente, el ‘ P mia completado ya -al menos idealmente- con la ae a ‘joplater argo, aprobada en marzo de 1812. El intento rioplatense, sin ae forzi ‘como es de sobra conocido, fracasaré en el punto medular cae evenir politico del Ansito “nacional”, hecho que marcaré el devenir p ‘ un trénsito “nacional”, hecl v ge rea por décadas. No fue que las ideas no estuvieran a ite Ee ' as i cerca de com as bi i Jaras estaban otras ideas ace mas bien que igualmente cl , 8 at organizar la soberanfa una vez que habia desaparecido la referei jones politicas bonaerenss esencial de la uni6n monérquica’”. Como ha argumentado en un reciente ensayo la historiado- ra norteamericana Lauren Benton, nos haremos un enorme favor Be n CO i) ai Prieearocesonath tit histoneerancone si is de estos proceso: on ‘oriog! Pi , cl mi rano en el Atldntico hispano prescindimos de las nalismo temprano e} orfas de Estado-nacién como forma suprema de realizacion tegorias de politica y de principio de nalidad como fuerza impulsora de incipio de nacior b fein la realizacion nacional. Lejos de ello, debemos con- i i isqueda de la realizac : mplar un escenario en el que las formas de articulacién de la i is s di escenari soberanfa habfan venido produciéndose de manera muy variada y fe n la que, ahora con la crisis de la monarqufa y el Imperio conflu- ndo, podian dar lugar a muy diversos inventos politicos. Benton, leva aiios tras jo a denominado “formas de angle) ios tras la pista de lo que ha denominado, soberanfa extrafia”, no por casualidad ha visto en el caso uruguayo beranfa extrafia”, n c n muy convincente ejemplo, que demuestra que las posibilidades 0, icente ej de tar la soberanfa ni mucho menos tenfan que estar acopla- imaginar la soberai das a la reticula del Estado-nacién como objetivo sustitutivo de la faeipantelals ; monarquia espafiol ‘ ot La convocatoria bonaerense no dejaba de tener un eo 5 E K cional” en el sentido de que prevefa que la incorporacién “provincias” al C sal ncias” al Congreso implicaba, de suyo, un recono macia en el mismo y los poderes asociadc te lo que se contradice desde la Bi al fue contestada con ott niento de 380 es justamen- : : ntal. La convocatoria peauienineae convocatoria propia, para un Congreso que Beaune al de decidir acerea de la participacién y el acerlo en el Congreso genera il mo general. En abril de 1 i aoe e le 1813, pudieron arse en un complejo escenario militar dos comprensiones distintas de a la forma de articular la nt Ir ae la soberanfa en la crisis imperial HA ae ernst se dejaré a la banda en plena liber- ig ae fe jquirido como Provincia de pueblos libres y queda ‘onstitucién que emane del Sob : , erano Co! - neral dela NaciGn,teniendo porbase lalibertad” a Tad taanieacial ae organizacién del Estado corresponde a la asamblea ee pete los pueblos de la banda oriental forman un solo ‘on las demés Provincias unidas [y en consecuencia el ejército allf deb jército de las Provincias unidas so- lamarse] ejército d bre Montevideo’ Es a a spate son précticamente simulténeas: una pro- NAS cartes ae Tres Cruces, la otra en el Congreso eee 13 en Buenos Aires. La primera es una eee He Congreso provincial de la Banda Oriental Hae eae de “la Nacién’ la otra es una orden al asia nigee militar enviado desde Buenos Aires, Ambas creo que pueden servir bien para mostrar la distancia que separaba las comprensiones de la articula ee isiones a e ticuk in de la soberanfa Dewi masts have oui bonaerense pretendia ejercer un pa- Beata leae aes adjudicado a sf mismos los de Caracas Blac c teary de un cuerpo politico de amplio ra- ae eee Pueblos de su distrito disciplinéndolos como ei a eae eseaaa mucho menos insignificantes, de la naslGn Ua! idea ere los tres eanos y con las diferencias que i 1a nacién o pueblo general para formar un Estado de todas las provincias, territorios yMUBN NS comprensién. El uso sindnimo de “provincia” y “Estado” para re Teritse a las partes que componfan la respectiva “Nacién’” espao- Ia, venezolana o de las Provincias Unidas del Rio de la Plata, de- muestra que el mimbre lo componfan entidades cuya existencia mi te diseutfa entre otras cosas porque estaban ahi, y politicamente netivas y articuladas, antes que las naciones. Lo que el Congreso ide enero del afio XIII querfa era forzar ese paso de rearticulacion de todos esos cuerpos politicos en un solo Congreso y, a partir de aht y mediante un ejercicio constituyente, permitir la eclosion de un espacio nacional El interés del caso que nos ocupa reside en el hecho de que Jo que se acabé imponiendo fue una comprensiOn alternative! de la coberanfa, Si en la naci6n imaginada en Espafia y trasladada @ le carta gaditana, aquella se componfa de ciudadanos-vecinos =padres de familia bésicamente- articulados en municipios y estos en pro incias, cada cual con su institucionalizaciGn respectiva -ayunta- mientos constitucionales y diputaciones provinciales-, en Venezuela se probé primero con un sistema federal que combin6 [a tradicion municipal con el modelo norteamericano. Al igual que en la Nueva Granda el debate desde entonces estuvo en si el federalismo era no una posibilidad congruente con ese tipo de municipalismo y Pro" vimeiatiemo surgido de los primeros momentos de la crisis. Dicho Ye otro modo, y usando la que entiendo es una fructifera idea de ‘Antonio Annino, se debatio durante varias décadas sila ruralizacion de la politica podia rearticularse mejor a través del federalismo 0 del centralismo. Las Instrucciones del Afio XIII son, quizé, el ejemplo més ela, porado de que dispone el laboratorio politico constitucional del ‘Atlantico hispano para mostrar qué podia ocurrir cuando el debate ge iniciaba desde otros supuestos. Estos eran los de los “pueblos Tibres’, es decir, la afirmacién radical de que la soberanfa residia, de hecho y de manera radical y no solo esencial, en cada uno de tos pueblos que, voluntariamente y no de otro modo, se articula- pan‘en un Estado provincial y, eventualmente, en otro nacional (Ys teanbién eventualmenie, en otro continental). Por eso lds seilaagy de Confederacin de 1781 ejercieron tanto atractivo en Artigas ¥ 241 GeraRvo Caetano ~ ANA RineIno otros lideres locales, porque ofrecfan el modelo de preservacién de soberanfa originaria que la domesticacién nacional de las provin- cias perdfa. JOSE M. PORTILLO es profesor de la Universidad del Pais Vasco, Espafia, Ha sido profesor visitante en las Universidades de Georgetown y Nevada (EE,UU), Instituto José Marfa Luis Mora y Colegio de México (México), Externado de Colombia (Colombia) y Auténoma de Madrid y Santiago de Compostela (Espafia). Entre sus tiltimas publicaciones figuran Revolucién de Nacién. Origenes de la cultura constitucional en Espaita, 1780-1812 (Madrid, CEPC, 2000); con Bartolomé Clavero y Marta Lorente, Pueblos, Naci6n, Constituci6n (en torno a 1812) (Vitoria, Ikusager, 2004); Crisis Atldntica. Autonoma e Independencia en la crisis de la monarquia espaitola (Madrid, Marcial Pons, 2006). Suesto Criollo. El doble constitucionalismo en el Pats Vasco y Navarra (San Sebastién, Nerea, 2006) y coautor de EI momento gaditano. La constitucién en el orbe hispano, 1812-24, Madrid, Congreso de los Diputados, 2012

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