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UCA.

Historia de las Ideas Políticas II


Prof. protitular: Mg. Alberto Bisso

Jacques-Bénigne BOSSUET (1627-1704)

“POLÍTICA EXTRAÍDA DE LAS PROPIAS PALABRAS DE LAS SAGRADAS ESCRITURAS” 1

Estructura: la primera versión (1679) contenía 6 libros; la segunda y completa se publicó en


1709 y comprende 10 libros, que se dividen en artículos y estos en proposiciones.

Extractos

[SOBRE EL ORIGEN DEL ESTADO]

Libro I. De los principios de la sociedad entre los hombres.


Art. 1. El hombre está hecho para vivir en sociedad. [Aserto de inspiración aristotélica.]
1ra. Proposición: Los hombres no tienen sino un mismo fin y un mismo objeto, que es Dios:
“Escucha, Israel: El Señor nuestro Dios es el único Dios. Tú amarás al Señor tu Dios con todo tu
corazón, con toda tu alma y con toda tu fuerza” (Deuteronomio).
2da. Prop. El amor de Dios obliga a los hombres a amarse los unos a los otros [...]
3ra. Prop. Todos los hombres son hermanos. [...]
Art. 3. Para formar a las naciones y unir a los pueblos hizo falta establecer un gobierno.
[...] [Acá se ve la influencia de Hobbes, aunque no exclusivamente de este]
2da. Prop. Sólo la autoridad del gobierno puede poner freno a las pasiones y a la violencia devenida
natural entre los hombres. [...]
3ra. Prop. La unión entre los hombres sólo es establecida por la autoridad del gobierno.
Este efecto del mando legítimo nos es señalado por estas palabras frecuentemente reiteradas en la
Escritura: Al mando de Saúl y del poder legítimo, ‘todo Israel salió como un solo hombre. Eran
cuarenta mil hombres, y toda esta multitud era como uno solo’ [I Sam. 11, 7, y Esdras 2, 64]. He
aquí lo que es la unidad de un pueblo cuando cada uno, renunciando a su voluntad, la traslada y la
reúne a la del príncipe y del magistrado. De otro modo no hay unión: los pueblos erran vagabundos
como rebaño disperso. ‘Que el Señor Dios de los espíritus de los que toda carne está animada dé a
esta multitud un hombre para gobernarla, que marche al frente de ella, que la conduzca, por miedo
de que el pueblo de Dios sea como corderos sin pastor’ [Núm., 25, 16-17].
4ta. Prop. En un gobierno en regla cada particular renuncia al derecho de ocupar por la fuerza lo que
le parece conveniente. [...]
5ta. Prop. Por el gobierno, cada particular se vuelve más fuerte. [...]
6ta. Prop. El gobierno se perpetúa y vuelve a los Estados inmortales. [...]

1
Fuentes: Oeuvres Complètes de Bossuet, volumen XXIII, por F. Lachat, Ed. Louis Vivet, Paris 1862, versión
digital en http://www.abbaye-saint-benoit.ch, consultado el 12 de noviembre de 2015, y Politique de Bossuet,
por Jacques Truchet, 1965. Traducción propia.

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[EXCELENCIA DE LA MONARQUÍA HEREDITARIA]

Libro II. De la Autoridad: que la real y hereditaria es la más apropiada para el gobierno. Sobre
todo cuando va de varón en varón y de primogénito en primogénito.

Art. 1. Por quién ha sido ejercida la autoridad desde el origen del mundo.
[...]
8° Prop.: El gobierno monárquico es el mejor.
[...] Según estas palabras [...]: ‘Todo reino dividido contra sí mismo quedará desolado, toda ciudad
o toda familia dividida en sí misma no subsistirá’ [Mateo 12, 25]. Hemos visto que Nuestro Señor
ha seguido en esta sentencia la evolución natural del gobierno, y parece haber querido señalar a los
reinos y ciudades el mismo modo de unirse que la naturaleza ha establecido en las familias. [...].
Los ejércitos, donde se manifiesta más claramente el poder humano, naturalmente quieren un solo
jefe [...]. ‘Muerto Josué los hijos de Israel consultaron al Señor diciendo ¿Quién marchará al frente
nuestro contra los Cananeos y quién será nuestro capitán en esta guerra? Y el Señor respondió: Será
la tribu de Judá’ [Jueces 1, 1-2].
10° Prop.: La monarquía hereditaria tiene tres ventajas principales:
La primera es que [este tipo de gobierno] es el más natural, y que se perpetúa por sí mismo. Nada es
más duradero que un Estado que subsiste y se perpetúa por las mismas causas que hacen durar el
universo y que perpetúan el género humano.
David toca esta razón cuando dice: ‘Ha sido poco para ti, oh Señor, elevarme a la realeza: tú has
también afirmado mi casa [o sea, mi linaje] para el porvenir, y esa, oh Señor Dios, es la ley de
Adán’ [II Sam., 7, 19], es decir que es el orden natural que el hijo suceda al padre.
[...]
[Así] no hay disputas ni intrigas en el Estado para darse un rey: lo hace la naturaleza. El muerto,
decimos nosotros [los franceses], le da la mano al vivo, y el rey no muere nunca.2
El mejor gobierno es el que se aleja más de la anarquía. A algo tan necesario como el gobierno entre
los hombres hay que darle los fundamentos más cómodos y el orden que mejor funciona por sí
mismo.
La segunda razón que favorece a [este tipo de] gobierno es que es el que interesa más en su
conservación a los poderes que lo conducen. El príncipe que trabaja por su Estado trabaja por sus
hijos, y el amor que tiene a su reino, confundido con el que tiene por su familia, se le vuelve natural.
Es natural y dulce no mostrar al príncipe otro sucesor que su hijo, es decir, un otro él mismo, o sea
lo que tiene de más próximo. Así él ve sin envidia pasar su reino a otras manos, y David oye con
alegría esta aclamación de su pueblo: ‘Que el nombre de Salomón [su hijo y sucesor] esté por
encima de tu nombre y su trono más alto que tu trono’ [1 Reyes, 1, 47].
Acá no hay que temer los desórdenes causados en un Estado por la amargura de un príncipe, o un
magistrado [ej., un presidente electo] que se fastidia por trabajar para su sucesor. David, impedido
de construir el templo, obra tan gloriosa y tan necesaria tanto para la monarquía como para la
religión, se regocija de ver esa gran obra reservada a su hijo Salomón y hace los preparativos con
tanto empeño como si él mismo fuera a tener ese honor: ‘El Señor ha elegido a mi hijo Salomón
para hacer esta gran obra [...], en cuanto a mí, yo he preparado con todos mis medios cuanto era
necesario para construir el templo de mi Dios’ [1 Crónicas, 29, 1-2].

2
Dicho tradicional francés sobre la sucesión real.

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La tercera razón deriva de la dignidad de las casas [o sea linajes, dinastías] cuyos reinos son
hereditarios.
‘Ha sido poca cosa para ti, oh Señor, hacerme rey, tú has afirmado mi casa para el futuro y tú me
has hecho ilustre por sobre todos los hombres. ¿Que puede agregar David a tantas cosas, él a quien
tú has glorificado tanto y respecto del cual tú te has mostrado tan magnífico?’ [1 Crónicas, 17, 17-
18].
Esta dignidad de la casa de David aumentaba a medida que se veía nacer a los reyes; el trono de
David y los príncipes de la casa de David devinieron el objeto más natural de veneración pública.
Los pueblos se adherían a este linaje, y uno de los medios de los que Dios se sirvió para hacer
respetar al Mesías fue hacerlo nacer en él. Con amor se le imploraba llamándolo hijo de David [v.g.
Mateo 20, 30-31 y 21, 9]. Es así que los pueblos adhieren a las casas reales. La envidia que se tiene
naturalmente hacia quienes están por encima de uno se convierte acá en amor y respeto; incluso los
grandes obedecen sin resistencia a una casa que siempre se ha visto dominante y a la cual se sabe
que ninguna se le iguala.
Nada hay más fuerte para extinguir las rivalidades y mantener a los iguales en el deber, a quienes la
ambición y la envidia vuelven incompatibles entre sí.

[NATURALEZA Y PROPIEDADES DE LA MONARQUÍA HEREDITARIA]

Libro III. Donde se comienza a explicar la naturaleza y las propiedades de la autoridad real.

Art. 1: Donde se señalan las características esenciales.

Proposición única: Hay cuatro características o cualidades esenciales de la autoridad real. [A saber:
la autoridad real es sagrada, paternal, absoluta y sometida a la razón].

Art. 2: La autoridad real es sagrada.


1ra. Prop.: Dios establece a los reyes como sus ministros y reina por ellos sobre los pueblos.
Ya hemos visto que todo poder viene de Dios.
‘El príncipe -agrega San Pablo- es ministro de Dios para el bien. Si hacéis el mal, temblad; porque
no es en vano que él tiene la espada, y él es ministro de Dios, vengador de las malas acciones’ [Rom
XIII, 4].
Los príncipes actúan por lo tanto como ministros de Dios y sus lugartenientes sobre la tierra. Es por
ellos que Él ejerce su imperio: «¿Pensáis vosotros poder resistir al reino del Señor, que Él posee por
medio de los hijos de David?» [II Crónicas XIII, 8].
Por ello hemos visto que el trono real no es el trono de un hombre, sino el trono de Dios mismo:
«Dios ha elegido a mi hijo Salomón para ubicarlo en el trono donde reina el Señor sobre Israel"» Y
también: «Salomón se sienta sobre el trono del Señor» [I Crónicas XXVIII, 5 y XXIX, 23].
Y para que no se crea que sea exclusivo de los Israelitas tener reyes establecidos por Dios, he aquí
lo que dice el Eclesiástico: «Dios da a cada pueblo su gobierno, e Israel le está manifiestamente
reservado» [Eclesiástico, XVII, 17].
2da. Prop.: La persona de los reyes es sagrada
Surge de todo ello que la persona de los reyes es sagrada y que atentar contra ellos es un sacrilegio.
Dios los hace ungir por sus profetas con una unción sagrada, como hace ungir a los pontífices y sus
altares.

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Pero incluso sin la aplicación exterior de esta unción, ellos son sagrados por su cargo, como que son
los representantes de la majestad divina, delegados por su providencia para la ejecución de sus
designios. Es así que Dios mismo llama a Ciro ungido suyo: «He aquí que dijo el Señor a Ciro
ungido mío que yo he tomado de la mano para someterle todos los pueblos» [Isaías, 45, I].
El título de christo es dado a los reyes; y se los ve en todas partes llamados los christos o los
ungidos del Señor.
Bajo ese nombre venerable, los profetas mismos los reverencian y los miran como asociados al
mando soberano de Dios, cuya autoridad ellos ejercen sobre el pueblo».

Art. 3. La autoridad de los reyes es paternal y su característica propia es la bondad

[Bossuet desarrolla esta característica en catorce proposiciones con sus respectivas explicaciones,
que se omiten. Una muestra del tono moralizante y antimaquiavélico de la obra lo dan las siguientes
proposiciones:]

3ra. El príncipe debe proveer a las necesidades del pueblo. [...]


4ta. Del pueblo, aquellos de quienes el príncipe debe ocuparse más, son los débiles. [...]
9na. Un buen príncipe ahorra la sangre humana. [...]
13° Los príncipes están hechos para ser amados. [...]
14° Un príncipe que se hace odiar por sus violencias siempre está en vísperas de perecer [...]

Libro IV. Continuación de las características de la realeza

Art. I. La autoridad real es absoluta


1ra. Prop. El príncipe no debe rendir cuentas a nadie sobre lo que él ordena.
‘Obedeced las órdenes que salen de la boca del rey y guardad el juramento que le habéis prestado.
No soñéis con escurriros de delante de su rostro ni perseveréis en las malas obras, porque él hará
todo lo que quiera. La palabra del rey es poderosa y nadie puede decirle: ¿Por qué obras así? El que
obedece no se pierde’ [Eclesiastés 8, 2-5]. Sin esta autoridad absoluta él no puede hacer el bien ni
reprimir el mal: hace falta que su poder sea tal que nadie tenga esperanza de escapársele [...].
2da. Prop. Cuando el príncipe ha juzgado, ya no hay otro juicio [el rey es la última instancia
judicial].
Solamente Dios puede juzgar los juicios y las personas de los príncipes [...]. Es por ello que [el
príncipe] debe prestar mucha atención a lo que ordena: ‘Prestad atención a lo que hacéis; todo lo
que vosotros juzguéis recaerá sobre vosotros; tened temor a Dios y haced todo con mucho cuidado’
[2 Crónicas, 19, 6-7]. Así es como Josafat instruía a los jueces en quienes delegaba su autoridad;
¡cuánto pensaba en esto cuando tenía que juzgar él mismo!

3ra. Prop. No hay fuerza coactiva contra el príncipe.


Se llama fuerza coactiva al poder de obligar a ejecutar lo que ha sido ordenado legítimamente.
Únicamente al príncipe pertenece el mando legítimo; a él solo pertenece también el poder coactivo.
[...]
En un Estado, sólo el príncipe está armado, de otro modo todo es confusión y el Estado recae en la
anarquía.
Quien se da un príncipe soberano pone en sus manos todo junto: la autoridad soberana para juzgar y
todas las fuerzas del Estado.

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[...] Para el bien del Estado se concentra en uno toda la fuerza. Poner fuerza en otra parte es dividir
al Estado, es arruinar la paz pública, es hacer dos señores, contra este oráculo del Evangelio: ‘Nadie
puede servir a dos señores’ [Mat. 6, 24].

4ta. Prop. Los reyes no están por ello eximidos de las leyes.
[Bossuet acá despliega su argumento comenzando con una extensa cita, que omitimos,
Deuteronomio XVII, 16-20, y concluye:]
Los reyes están por lo tanto sometidos como los demás a la equidad [o sea la racionalidad, la
adecuación] de las leyes, tanto porque deben ser justos como porque deben al pueblo el ejemplo de
guardar la justicia, pero no están sometidos a las penalidades de las leyes. O, como dice la teología,
están sometidos a las leyes no en cuanto a su fuerza coactiva sino en cuanto a su fuerza directiva.
[...]

Libro V. Cuarta y última característica de la autoridad real

Art. 1° La autoridad real está sometida a la razón.

1° Prop. El gobierno es una obra de razón y de inteligencia.


‘Ahora, oh reyes, oíd; jueces de la tierra, instruíos’ [Salmo 2, 10].
[...] Entre los hombres todo se hace por la inteligencia y el consejo: ‘Las casas se construyen por la
sabiduría y se afirman por la prudencia. La habilidad llena los graneros y amasa las fortunas. El
hombre sabio es valiente; el hombre hábil es robusto y fuerte, porque la guerra se hace por conducta
y laboriosidad, y la salvación se encuentra donde abundan los consejos’ [Prov. 24, 3-6].
[...] Que la razón dirija todos vuestros movimientos. Sabed lo que hacéis y por qué lo hacéis.

[Complemento: el tema del gobierno como obra de la razón y sometido a ella había aparecido antes
y reaparece después, en el Libro 8°, artículo 2]

Libro VIII. Continuación de los deberes particulares de la realeza: de la justicia


Art. 1°. La justicia está basada sobre la religión.
[...]
Art. 2°. Del gobierno llamado arbitrario,
1ra. Prop. Hay entre los hombres una especie de gobierno que se llama arbitrario, pero que no se
encuentra para nada entre nosotros, en los Estados perfectamente constituidos [policés].
[...]
Una cosa es que el gobierno sea absoluto y otra que el gobierno sea arbitrario. Es absoluto 3 respecto
a la coacción al no haber poder alguno capaz de forzar al soberano, quien en este sentido es
independiente de toda autoridad humana. [...] Pero en los imperios 4 hay leyes contra las cuales todo
lo que se hace es jurídicamente nulo, habiendo siempre posibilidad de volver contra ello [...]. De
suerte que cada uno permanece en legítima posesión de sus bienes [...]. Y eso es lo que se llama
gobierno legítimo, opuesto por su naturaleza al gobierno arbitrario.

3
Se entiende que Bossuet está hablando de la monarquía hereditaria francesa de su tiempo, el de Luis XIV.
4
O sea, en los reinos, como Francia, que los teóricos franceses veían a la par del Sacro Imperio. Las leyes a
las que alude a continuación son sin duda las llamadas leyes fundamentales del reino (v.g., sucesión de la
corona, inalienabilidad del reino, catolicidad del monarca).

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