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Contenido:
La Modernidad como contexto histórico-cultural de la corriente realista: manifestaciones
de la Modernidad y el poder de la mirada moderna.
Manifiestos del Realismo español y la configuración de los espacios urbanos modernos.
Una literatura al servicio del Estado.
Consumo monetario y corporal en el Realismo español.
El Naturalismo literario.
Corrientes filosóficas del Realismo-Naturalismo literario.
Emilia Pardo Bazán, la condesa rebelde.
Textos principales: La desheredada (1881) y La de Bringas (1884) de Benito Pérez Galdós,
La Tribuna (1883) y Los Pazos de Ulloa (1886-1887) de Emilia Pardo Bazán y La Regenta
(1885) de Leopoldo Alas Clarín.
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ANEXO I. Material del alumnado: El Realismo español
SESIÓN PRIMERA
The Morgue at Paris. The last scene of a tragedy Gabinete anatómico de Madrid, imagen publicada en
La Ilustración el 21 de julio de 1849
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ANEXO I. Material del alumnado: El Realismo español
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ANEXO I. Material del alumnado: El Realismo español
-¡Hola!
-¿Hola, Carmela, andas con la labor a vueltas? -pues es día de misa.
-Por eso me da rabia... contestó la muchacha pálida, que hablaba con cierto
ceceo, propio de los puertecitos de mar en la provincia de Marineda.
-Sal un poco, mujer... vente conmigo.
-Hoy... ¡quién puede! Hay un encargo... diez y seis varas de puntilla para una
señora del barrio de Arriba... El martes se han de entregar sin falta.
Carmela se sentó otra vez con su almohadilla en el regazo, mientras los hombros
de Amparo se alzaban entre compasivos e indiferentes, como si murmurasen -«Lo de
costumbre»-. Apartose de allí, y sus pies descendieron con suma agilidad la escalinata
deAlegoría de la República por Tomás Padró, 1874
la plaza de Abastos, llena a la sazón de cocineras y vendedoras, y enhebrándose por
entre cestas de gallinas, de huevos, de quesos, salió a la calle de San Efrén, y luego al
atrio de la iglesia, donde se detuvo deslumbrada.
Cuanto lujo ostenta un domingo en una capital de provincia se veía reunido ante
el pórtico, que las gentes cruzaban con el paso majestuoso de personas bien trajeadas y
compuestas, gustosas en ser vistas y mutuamente resueltas a respetarse y a no promover
empujones. Hacían cola las señoras aguardando su turno, empavesadas y solemnes, con
mucha mantilla de blonda, mucho devocionario de canto dorado, mucho rosario de oro
y nácar, las madres vestidas de seda negra, las niñas casaderas, de colorines vistosos. Al
llegar a los postigos que más allá del pórtico daban entrada a la nave, había crujidos de
enaguas almidonadas, blandos empellones, codazos suaves, respiración agitada de
damas obesas, cruces de rosarios que se enganchaban en un encaje o en un fleco, frases
de miel con su poco de vinagre, como -ay, usted dispense... A mí me empujan, señora,
por eso yo... No tire usted así, que se
romperá el adorno... Perdone usted.
Deslizose Amparo entre el La escritora Emilia Pardo Bazán (1851-1921), condesa de
grupo de la buena sociedad Pardo Bazán fue una de las novelistas más afamadas de la
época. Se considera la máxima exponente del Naturalismo
marinedina, y se introdujo en el
español y la crítica feminista la estudia como una de las
templo. Hacia el presbiterio se mayores defensoras de los derechos de la mujer en el
colocaban las señoritas, arrodilladas contexto literario de finales de siglo.
con estudio, a fin de no arrugarse los
trapos de cristianar, y como tenían la
cabeza baja, veíanse blanquear sus
nucas, y alguna estrecha suela de
elegante botita remangaba los
pliegues de las faldas de seda. El
centro de la nave lo ocupaba el
piquete y la banda de música militar,
en correcta formación. A ambos
lados, filas de hombres, que miraban
al techo o a las capillas laterales,
como si no supiesen qué hacer de los
ojos. De pronto lució en el altar mayor la vislumbre de oro y colores de una casulla de
tisú; quedó el concurso en mayor silencio; las damas abrieron sus libros con las
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ANEXO I. Material del alumnado: El Realismo español
cutis, el salseo de los guantes, el sitio de las antiguas puntadas en la ropa reformada ya.
No era difícil conocer al primer golpe de vista a las notabilidades de la ciudad: una fila
de altos sombreros de felpa, de bastones de roten o concha con puño de oro, de gabanes
de castor, todo puesto en caballeros provectos y seriotes, revelaba claramente a las
autoridades, regente, magistrados, segundo cabo, gobernador civil; seis o siete
pantalones gris perla, pares de guantes claros y flamantes corbatas denunciaban a la
dorada juventud; unas cuantas sombrillas de raso, un ramillete de vestidos que
trascendían de mil leguas a importación madrileña, indicaban a las dueñas del cetro de
la moda. Las gentes pasaban, y volvían a pasar, y estaban pasando continuamente, y a
cada vuelta se renovaba la misma profesión por el mismo orden.
SESIÓN SEGUNDA
En las siguientes dos sesiones, vamos a leer textos de las obras realistas más
representativas. A partir de su lectura, trataremos de dilucidar cuáles son las
características de esta corriente literaria y qué técnicas narrativas distinguen a sus
autores. En esta sesión prestaremos especial atención a los prólogos de las obras ya que
estos suelen configurarse como manifiestos poéticos en los que se revela el interés por
los temas y su tratamiento. También analizaremos la construcción de los espacios en la
novela realista atendiendo al desarrollo de la vida urbana y a la dicotomía campo-
ciudad.
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ANEXO I. Material del alumnado: El Realismo español
empujaba las nubes blanquecinas que se Clarín es una de las novelas más icónicas de finales de
siglo y se considera representante del Naturalismo
rasgaban al correr hacia el Norte. En las
español, corriente estrechamente ligada al Realismo,
calles no había más ruido que el rumor
si no inserta en él. La obra narra la historia de Ana
estridente de los remolinos de polvo, Ozores, una joven muchacha de origen noble, que
trapos, pajas y papeles que iban de arroyo tiempo después de contraer matrimonio con Víctor
en arroyo, de acera en acera, de esquina Quintana, regente de la ciudad de Vetusta, se ve
en esquina revolando y persiguiéndose, envuelta en los idilios amorosos de otros dos
como mariposas que se buscan y huyen y hombres; el donjuanesco personaje Álvaro Mesía y el
que el aire envuelve en sus pliegues nuevo confesor de la protagonista, el Magistral
invisibles. Cual turbas de pilluelos, Fermín de Pas. En una sociedad en la que todos
comentan y opinan sobre la vida ajena, Ana Ozores
aquellas migajas de la basura, aquellas
deberá sortear las pesquisas del resto de personajes,
sobras de todo se juntaban en un montón,
así como sus disquisiciones morales y religiosas.
parábanse como dormidas un momento y
brincaban de nuevo sobresaltadas, El éxito de la novela fue tal que en Oviedo, ciudad que
dispersándose, trepando unas por las se esconde tras el sobrenombre de Vetusta, hay
paredes hasta los cristales temblorosos de numerosas referencias a la obra. La más
los faroles, otras hasta los carteles de característica, quizás, es la estatua de Ana Ozores,
papel mal pegado a las esquinas, y había levemente volteada hacia la puerta de la catedral, en
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ANEXO I. Material del alumnado: El Realismo español
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ANEXO I. Material del alumnado: El Realismo español
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ANEXO I. Material del alumnado: El Realismo español
rápido y anheloso. Allí se cruzan las ansiedades; la sangre social entra y sale, llevando
las sensaciones o sacando el impulso. Madrid, a las ocho y media de la noche, es un
encanto, abierto bazar, exposición de alegrías y amenidades sin cuento. Los teatros
llaman con sus rótulos de gas, las tiendas atraen con el charlatanismo de sus escaparates,
los cafés fascinan con su murmullo y su tibia atmósfera en que nadan la dulce pereza y
la chismografía. El vagar de esta hora tiene todos los atractivos del paseo y las
seducciones del viaje de aventuras. La gente se recrea en la gente.
Isidora observó que en ella renacía, dominando su ser por entero, aquel su afán
de ver tiendas, aquel apetito de comprar todo, de probar diversos manjares, de conocer
las infinitas variedades del sabor fisiológico y dar satisfacción a cuantos anhelos
conmovieran el cuerpo vigoroso y el alma soñadora. Se miraba en los cristales, y se
detenía larguísimos ratos delante de las tiendas, como si escogiera. No paraba mientes
en el susurro de los grupos, que decían: «El Rey se aburre, el Rey se va».
A la entrada de la calle de la Montera la animación era, como siempre, excesiva.
Es la desembocadura de un río de gente que se atraganta contenido por una marea
humana que sube. A Isidora le gustaba aquella noche, sin saber por qué, el choque de
las multitudes y aquel frotamiento de codos. Sus nervios saltaban, heridos por las mil
impresiones repetidas del codazo, del roce, del empujón, de las cosas vistas y deseadas.
El piso húmedo, untado de una especie de jabón negro, era resbaladizo; pero ella se
sostenía bien, y en caso de apuro se colgaba del protector brazo de su padrino. El ruido
era infernal. Subían los carros de la carne con las movibles cortinas de cuero chorreando
sangre, y su enorme pesadez estremecía el suelo. Los carreteros apaleaban a las mulas.
Bajaban coches de lujo, cuyos cocheros gritaban para evitar el desorden y los atropellos.
Deteníanse los vehículos atarugados, y la gente, refugiándose en las aceras, se estrujaba
como en los días de pánico. La tienda del viejo Schropp detenía a los transeúntes. Como
se acercaba Carnaval, todo era cosa de máscaras, disfraces, caretas. Estas llenaban los
bordes de las ventanas y puertas, y la pared de la casa mostraba una fachada de muecas.
Enfrente, el escaparate del Marabini, lleno de magníficos brillantes, manifestaba al
público tentadoras riquezas.
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ANEXO I. Material del alumnado: El Realismo español
febriles del dúo erótico del primer acto. El son vibrante de los metales añadía intensidad
al canto, que, elevándose amplio y nutrido hasta la bóveda, bajaba después a extenderse,
contenido, pero brioso, por la nave y el crucero, para cesar, de repente, al alzarse la
hostia; cuando esto sucedió, la marcha real, poderosa y magnífica, brotó de los
marciales instrumentos, sin que a intervalos dejase de escucharse en el altar el
misterioso repiqueteo de la campanilla del acólito.
A la salida, repetición del desfile: junto a la pila se situaron tres o cuatro de los
que ya no se llamaban dandys ni todavía gomosos, sino pollos y gallos, haciendo
ademán de humedecer los dedos en agua bendita, y tendiéndolos bien enjutos a las
damiselas para conseguir un fugaz contacto de guantes vigilado por el ojo avizor de las
mamás. Una vez en el pórtico, era lícito levantar la cabeza, mirar a todos lados, sonreír,
componerse furtivamente la mantilla, buscar un rostro conocido y devolver un saludo.
Tras el deber, el placer; ahora la selecta multitud se dirigía al paseo, convidada de la
música y de la alegría de un benigno domingo de marzo, en que el sol sembraba la
regocijada atmósfera de átomos de oro y tibios efluvios primaverales. Amparo se dejó
llevar por la corriente y presto vino a encontrarse en el paseo.
No tenía entonces Marineda el parque inglés que, andando el tiempo, hermoseó
su recinto: y las Filas, donde se daban vueltas durante las mañanas de invierno y las
tardes de verano, eran una estrecha avenida, pavimentada de piedra, de una parte
guarnecida por alta hilera de casas, de otra por una serie de bancos que coronaban toscas
estatuas alegóricas de las Estaciones, de las Virtudes, mutiladas y privadas de manos y
narices por la travesura de los muchachos. Sombreaban los asientos acacias de tronco
enteco, de clorótico follaje (cuando Dios se lo daba); sepultadas entre piedras por todos
lados, como prisionero en torre feudal. A la sazón carecían de hojas, pero la caricia
abrasadora del sol impelía a la savia a subir, a las yemas a hincharse. Las desnudas
ramas se recortaban sobre el limpio matiz del firmamento, y a lo lejos el mar, de un azul
metálico, como pavonado, reposaba, viéndose inmóviles las jarcias y arboladura de los
buques surtos en la bahía, y quietos hasta los impacientes gallardetes de los mástiles. Ni
un soplo de brisa, ni nada que desdijese de la apacibilidad profunda y soñolienta del
ambiente.
Caído el pañuelo y recibiendo a plomo el sol en la mollera, miraba Amparo con
gran interés el espectáculo que el paseo presentaba. Señoras y caballeros giraban en el
corto trecho de las Filas, a paso lento y acompasado, guardando escrupulosamente la
derecha. La implacable claridad solar azuleaba el paño negro de las relucientes levitas,
suavizaba los fuertes colores de las sedas, descubría las menores imperfecciones de los
cutis, el salseo de los guantes, el sitio de las antiguas puntadas en la ropa reformada ya.
No era difícil conocer al primer golpe de vista a las notabilidades de la ciudad: una fila
de altos sombreros de felpa, de bastones de roten o concha con puño de oro, de gabanes
de castor, todo puesto en caballeros provectos y seriotes, revelaba claramente a las
autoridades, regente, magistrados, segundo cabo, gobernador civil; seis o siete
pantalones gris perla, pares de guantes claros y flamantes corbatas denunciaban a la
dorada juventud; unas cuantas sombrillas de raso, un ramillete de vestidos que
trascendían de mil leguas a importación madrileña, indicaban a las dueñas del cetro de
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ANEXO I. Material del alumnado: El Realismo español
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ANEXO I. Material del alumnado: El Realismo español
SESIÓN TERCERA
En esta sesión vamos a investigar de qué modo la corriente literaria del realismo
se sometió a los designios de la Modernidad y, consecuentemente, a los intereses del
nuevo Estado-nación. Igualmente, observaremos cómo el naturalismo literario se
introdujo en España gracias al auge del positivismo y de la ciencia empirista.
Isidora se detenía ante los escaparates ansiedad de consumo, casi siempre vinculada a personajes
femeninos envilecidos. El consumo, además, no se contentó
para ver y admirar lo mucho y vario
solamente con la circulación de objetos sino también con la
que en ellos hay siempre. También era
de los cuerpos: pensemos en la prostitución o el adulterio,
motivo de sus detenciones el deseo
grandes temas de la novela realista. En muchos de estos
oculto de mirarse en los cristales, pues
fragmentos podrás observar una identificación objetos-
es costumbre de las mujeres, y aun en
personajes femeninos. Dado que las mujeres no eran sujetos
los hombres, echarse una ojeada en las
políticos porque no estaban reconocidas como “ciudadanos
vitrinas, para ver si van tan bien como
de la Nación” (acordémonos del poema de Carolina
suponen o pretenden. Coronado, “Libertad”, leído en el tema del Romanticismo) su
15 era objetual, es decir, la de ser objetos de
función
intercambio.
ANEXO I. Material del alumnado: El Realismo español
En Vetusta llueve casi todo el año, y los pocos días buenos se aprovechan para respirar el aire libre.
Pero los paseos no están concurridos más que los días de fiesta. Las señoritas pobres, que son las más,
no se resignan a enseñar el mismo vestido una tarde y otra y siempre. De noche es otra cosa; se sale
de trapillo, se recorre la parte nueva, la calle del Comercio, la plaza del Pan, que tiene soportales,
aunque muy estrechos, el boulevard un poco más tarde, cuando ya está durmiendo la chusma. Y el
pretexto es comprar algo.
En la puerta, las vendedoras de flores entorpecían el paso de la gente, y alargaban sus manos
con puñados de rosas y otras florecillas, gritando: «Un ramito de olor...». «Cuatro cuartos de rosas».
Isidora compró rosas para acompañarse de su delicado aroma por todo el camino que pensaba
recorrer. Al punto empezó a ver escaparates, solicitada de tanto objeto bonito, rico, suntuoso. Esta era
su delicia mayor cuando a la calle salía, y origen de vivísimos apetitos que conmovían su alma,
dándole juntamente ardiente gozo y punzante martirio. Sin dejar de contemplar su faz en el vidrio
para ver qué tal iba, devoraba con sus ojos las infinitas variedades y formas del lujo y de la moda.
¡Cuántas invenciones del capricho, cuántas pompas reales o superfluidades llamativas! Aquí las
soberbias telas, tan variadas y ricas que la Naturaleza misma no ofreciera mayor riqueza y variedad;
allí las joyas que resplandecen, asombradas de su propio
16 mérito, en los estuches negros...; más lejos
ricas pieles, trapos sin fin, corbatas, chucherías que enamoran la vista por su extrañeza, objetos en
que se adunan el arte inventor y la dócil industria, poniendo a contribución el oro, la plata, el níquel,
el cuero de Rusia, la celuloide, la cornalina, el azabache, el ámbar, el latón, el caucho, el coral, el
ANEXO I. Material del alumnado: El Realismo español
TAREA 6: El consumo del cuerpo. Los sistemas de vigilancia y el control del cuerpo a
través de la corriente naturalista. Comentamos las siguientes imágenes y textos en
relación con el naturalismo.
Al desembocar el ya crecido
ejército en la plaza de las Peñuelas, centro
del barrio, agregose una chiquillería
formidable. Eran los dos nietos de la Tía
Gordita, los cuatro hijos de Ponce el
buñolero, las del sacamuelas y otros
Clasificación criminal según Lombroso. muchos. Mayor variedad de aspecto y de
La medición de cráneos. fachas en la unidad de la inocencia
picaresca no se ha visto jamás. Había caras
lívidas y rostros siniestros entre la
muchedumbre de semblantes alegres. El
raquitismo heredado marcaba con su sello
amarillo multitud de cabezas, inscribiendo
la predestinación del crimen. Los cráneos
achatados, los pómulos cubiertos de
granulaciones y el pelo ralo, ponían una
máscara de antipatía sobre las siempre
interesantes facciones de la niñez.
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ANEXO I. Material del alumnado: El Realismo español
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ANEXO I. Material del alumnado: El Realismo español
-¿Pues no he de saber? ¡Gran vaca! Tiene usted ojo médico... Y está parida de dos
meses. Lo que no sé es si los padres la dejarán venir. Creo que son gente honrada en su
clase y no quieren divulgar lo de la hija.
[…] -No me han dejado criarla, Julián... Manías del señor de Juncal, que aplica la
higiene a todo, y vuelta con la higiene, y dale con la higiene... Me parece a mí que no
iba a morirme por intentarlo dos meses, dos meses nada más. Puede que me encontrase
mejor de lo que estoy, y no tuviese que pasar un siglo clavada en este sofá, con el
cuerpo sujeto y la imaginación loca y suelta por esos mundos de Dios... Porque así, no
gozo descanso: siempre se me figura que el ama me ahoga la niña, o me la deja caer.
Ahora estoy contenta, teniéndola aquí cerquita.
[…]
No era la primera vez que observaba Julián, desde el parto, gran tristeza en la
señorita. El capellán había recibido una carta de su madre que encerraba quizás la clave
de los disgustos de Nucha. Parece que la señorita Rita había engatusado de tal manera a
la tía vieja de Orense, que ésta la dejaba por heredera universal, desheredando a su
ahijada. Además, la señorita Carmen estaba cada día más chocha por su estudiante, y se
creía en el pueblo que, si don Manuel Pardo negaba el consentimiento, la chica saldría
depositada. También pasaban cosas terribles con la señorita Manolita: don Víctor de la
Formoseda la plantaba por una artesana, sobrina de un canónigo. En fin, misia Rosario
pedía a Dios paciencia para tantas tribulaciones (las de la casa de Pardo eran para misia
Rosario como propias). Si todo esto había llegado a oídos de Nucha por conducto de su
marido o de su padre, no tenía nada de extraño que suspirase así. Por otra parte, ¡el
decaimiento físico era tan visible! Ya no se parecía Nucha a más Virgen que a la
demacrada imagen de la Soledad. Juncal la pulsaba atentamente, le ordenaba alimentos
muy nutritivos, la miraba con alarmante insistencia.
Atendiendo a la niña, Nucha se reanimaba. Cuidábala con febril actividad. Todo se
lo quería hacer ella, sin ceder al ama más que la parte material de la cría.
[…]
En Nucha, el espectáculo producía las ondas impresiones de la luna de miel maternal,
exaltadas por un temperamento nervioso y una sensibilidad ya enfermiza.
SESIÓN CUARTA
En esta sesión observaremos de qué manera los textos se hicieron eco de las
corrientes filosóficas más relevantes del momento:
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ANEXO I. Material del alumnado: El Realismo español
Texto 7: última parte de Los Pazos de Ulloa (1886-1887) de Emilia Pardo Bazán
Julián se detuvo ante la cruz. Estaba viejo realmente, y también más varonil:
algunos rasgos de su fisonomía delicada se marcaban, se delineaban con mayor firmeza;
sus labios, contraídos y palidecidos, revelaban la severidad del hombre acostumbrado a
dominar todo arranque pasional, todo impulso esencialmente terrestre. La edad viril le
había enseñado y dado a conocer cuánto es el mérito y debe ser la corona del sacerdote
puro. Habíase vuelto muy indulgente con los demás, al par que severo consigo mismo.
Al pisar el atrio de Ulloa notaba una impresión singularísima. Parecíale que alguna
persona muy querida, muy querida para él, andaba por allí, resucitada, viviente,
envolviéndole en su presencia, calentándole con su aliento. ¿Y quién podía ser esa
persona? ¡Válgame Dios! ¡Pues no daba ahora en el dislate de creer que la señora de
Moscoso vivía, a pesar de haber leído su esquela de defunción! Tan rara alucinación era,
sin duda, causada por la vuelta a Ulloa, después de un paréntesis de dos lustros. ¡La
muerte de la señora de Moscoso! Nada más fácil que cerciorarse de ella... Allí estaba el
cementerio. Acercarse a un muro coronado de hiedra, empujar una puerta de madera, y
penetrar en su recinto.
Era un lugar sombrío, aunque le faltasen los lánguidos sauces y cipreses que tan
bien acompañan con sus actitudes teatrales y majestuosas la solemnidad de los
camposantos. Limitábanlo, de una parte, las tapias de la iglesia; de otra, tres murallones
revestidos de hiedra y plantas parásitas; y la puerta, fronteriza a la de entrada por el
atrio, la formaba un enverjado de madera, al través del cual se veía diáfano y remoto
horizonte de montañas, a la sazón color de violeta, por la hora, que era aquella en que el
sol, sin calentar mucho todavía, empieza a subir hacia su zenit, y en que la naturaleza se
despierta como saliendo de un baño, estremecida de frescura y frío matinal. Sobre la
verja se inclinaba añoso olivo, donde nidaban mil gorriones alborotadores, que a veces
azotaban y sacudían el ramaje con su voleteo apresurado; y hacíale frente una enorme
mata de hortensia, mustia y doblegada por las lluvias de la estación, graciosamente
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ANEXO I. Material del alumnado: El Realismo español
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ANEXO I. Material del alumnado: El Realismo español
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ANEXO I. Material del alumnado: El Realismo español
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ANEXO I. Material del alumnado: El Realismo español
avergonzaría su marino... ¡Y aquella tonta de Guardiana tuvo valor a decirme que ella
sólo cogería un hacha para ir en la procesión de Nuestra Señora de la Guardia!
-Pues yo digo otro tanto... más que te enfades, mujer. ¡Vaya unos dioses y unas
imágenes que vais a llevar en procesión! Eso parece cosa de idólatras. Alumbrar
solamente a las cosas de la iglesia, el veático, las octavas...
-Calla, que eres más nea que los neos.
-¡Y para el favor que me están haciendo a mí esos señores que predican la libertá!
¡Dicen que van a echar a todas las monjas a la calle y a no dejar convento con convento!
Amparo retrocedió tres pasos, se puso en jarras, enarcó las cejas, y después se
persignó media docena de veces, con extraña prontitud.
-Me valga San... ¿Pero tú hablas formal, mujer? ¿Te quieres meter en aquella
prisión por toda, toda, toda la vida? Arreniégote.
-Querer, quiero... ¡Ay! Quise desde que fui así pequeñita... Pero ¡bah!, ¡no puedo!
¿Dónde me van a recibir ahora sin el dote? ¡Buenas están las monjas para meterse en
despilfarros! ¿Y yo, cómo he de juntar el dote, dime tú? Si pido, nadie me dará... A no
ser que Dios me mande una sorpresa...
-Mujer, rica no soy; pero un par de duros aún no me hacen falta para comer mañana
-dijo espontáneamente Amparo.
La pálida sonrisa de la encajerita alumbró su rostro.
-Se estima la voluntá... Necesito una atrocidá de dinero para el caso, y ya sé que
juntar, no lo he de juntar nunca... En fin, paciencia nos dé Dios.
-¿Y tú estarías a gusto presa entre cuatro paredes?
-Bien presa vivo yo desde que acuerdo... Siquiera los conventos tienen huerta, y
vería uno árboles y verduras que le alegrasen el corazón.
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ANEXO I. Material del alumnado: El Realismo español
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ANEXO I. Material del alumnado: El Realismo español
SESIÓN SÉPTIMA
TAREA 10: Comparación entre nuestros cuadros sinópticos sobre el Realismo español
y las siguientes definiciones tomadas de dos libros de texto diferentes:
¿Qué diferencias hay? ¿Por qué crees que al estudio literario le interesa que
aprendamos siempre de la misma manera, sin cuestionar las interpretaciones que se han
ido elaborando de los distintos periodos? ¿Cómo podríamos relacionar esta idea con el
canon literario?
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ANEXO I. Material del alumnado: El Realismo español
Tarea de
actualización del
TAREA 11: Regresemos a las imágenes de la Tarea 1 y 2. tema: entregable
Ahora busquemos fotografías u obras pictóricas actuales que se
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ANEXO I. Material del alumnado: El Realismo español
puedan relacionar con ellas. Adjúntalas en el cuadernillo con un breve comentario que
argumente que la Modernidad no ha muerto. Seguimos siendo modernos… Compartiré
en el blog las más representativas para que puedan verlas vuestros compañeros y
compañeras.
EVALUACIÓN
Cuadernillo
10%
10%
Tarea de creación.
Actividades +1,5
voluntarias para subir
nota.
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ANEXO I. Material del alumnado: El Realismo español
Cuadernillo: se valorará positivamente que las tareas estén anotadas con breves
comentarios que resuman las explicaciones desarrolladas en clase. También se
valorará que los textos que no podamos leer en clase por falta de tiempo estén
anotados siguiendo el modelo planteado en el aula. No se trata de redactar las
tareas sino de tomar apuntes durante la hora de clase. Estos apuntes sí nos
servirán para los demás entregables.
%
PARTICIPACIÓN AUTOEVALUACIÓN EVALUACIÓN DE LA
EN CLASE DEL ALUMNO/A PROFESORA
Planteamiento de 10%
preguntas y dudas
30
ANEXO I. Material del alumnado: El Realismo español
Participación en 10%
debates
31
ANEXO I. Material del alumnado: El Realismo español
Fuentes:
-Libros de texto:
Gutiérrez Ordóñez, S., Serrano Serrano, J., Hernández García, J. (2015). Lengua y
literatura, bachillerato 1 [Aprender es crecer “en conexión”]. Madrid: Anaya.
González Romano, J.A. (coord.) (2009). Lengua castellana y literatura. 1º Bachillerato
Andalucía. Sevilla: Algaida editores, S.A.
-Textos:
Real Academia Española (1897). Discursos leídos ante la Real Academia Española en la
recepción pública del Sr. D. Benito Pérez Galdós. Madrid: Est. Tip. De la viuda
e hijos de Tello.
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