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ANTOLOGÍA DE POESÍA ESPAÑOLA:

BOSQUES INTERIORES. FEDERICO


GARCÍA LORCA, ANTONIO MACHADO,
GLORIA FUERTES Y JUAN RAMÓN
JIMÉNEZ
Federico García Lorca (1898-1936)
ROMANCE SONÁMBULO: VERDE QUE TE QUIERO VERDE

Verde que te quiero verde


Verde viento. Verdes ramas.
El barco sobre la mar
Y el caballo en la montaña.
Con la sombra en la cintura
Ella sueña en la baranda,
Verdes carne, pelo verde,
Con ojos de fría plata.
Verde que te quiero verde.
Bajo la luna gitana,
Las cosas la están mirando
Y ella no puede mirarlas.

Verde que te quiero verde.


Grandes estrellas de escarcha,
vienen con el pez de sombra
que abre el camino del alba.
La higuera frota su viento
con la lija de sus ramas,
y el monte, gato garduño,
eriza sus pitas agrias.
¿Pero quién vendrá? ¿Y por dónde?
Ella sigue en su baranda,
verde carne, pelo verde,
soñando en la mar amarga.

-Compadre, quiero cambiar


mi caballo por su casa,
mi montura por su espejo,
mi cuchillo por su manta.
Compadre, vengo sangrando,
desde los puertos de Cabra.
-Si yo pudiera, mocito,
este trato se cerraba.
Pero yo ya no soy yo,
ni mi casa es ya mi casa.
-Compadre, quiero morir,
decentemente en mi cama.
De acero, si puede ser,
con las sábanas de holanda.
¿No ves la herida que tengo
desde el pecho a la garganta?
-Trescientas rosas morenas
lleva tu pechera blanca.
Tu sangre rezuma y huele
alrededor de tu faja.
Pero yo ya no soy yo,
ni mi casa es ya mi casa.
-Dejadme subir al menos
hasta las altas barandas,
¡dejadme subir!, dejadme
hasta las verdes barandas.
Barandales de la luna
por donde retumba el agua.

Ya suben los dos compadres


hacia las altas barandas.
Dejando un rastro de sangre.
Dejando un rastro de lágrimas.
Temblaban en los tejados
farolillos de hojalata.
Mil panderos de cristal
herían la madrugada.

Verde que te quiero verde,


verde viento, verdes ramas.
Los dos compadres subieron.
El largo viento dejaba
en la boca un raro gusto
de hiel, de menta y de albahaca.
-¡Compadre! ¿Dónde está, dime?
¿Dónde está tu niña amarga?
¡Cuántas veces te esperó!
¡Cuántas veces te esperara,
cara fresca, negro pelo,
en esta verde baranda!

Sobre el rostro del aljibe


se mecía la gitana.
Verde carne, pelo verde,
con ojos de fría plata.
Un carámbano de luna
la sostiene sobre el agua.
La noche se puso íntima
como una pequeña plaza.
Guardias civiles borrachos
en la puerta golpeaban.
Verde que te quiero verde,
verde viento, verdes ramas.
El barco sobre la mar.
Y el caballo en la montaña.

Pero yo ya no soy yo,


ni mi casa es ya mi casa
dejadme subir al menos
hasta las altas barandas.

Compadre, quiero morir,


decentemente en mi cama.
De acero, si puede ser,
con las sábanas de holanda.

Compadre donde está dime,


donde está esa niña amarga
cuantas veces la esperé
cuantas veces la esperaba

Poema del Cante Jondo


BALADILLA DE LOS TRES RÍOS

El río Guadalquivir
va entre naranjos y olivos
Los dos ríos de Granada
bajan de la nieve al trigo.

¡Ay, amor
Que se fue y no vino!

El río Guadalquivir
tiene las barbas granates
Los dos ríos de Granada,
uno llanto y otro sangre.

¡Ay, amor
Que se fue por el aire!

Para los barcos de vela


Sevilla tiene un camino;
por el agua de Granada
sólo reman los suspiros.

¡Ay, amor¡
que se fue y no vino!

Guadalquivir, alta torre


y viento en los naranjales
Darro y Genil, torrecillas
muertas sobre los estanques.

¡Ay, amor
que se fue por el aire!

¡Quién dirá que el agua lleva


un fuego fatuo de gritos!

¡Ay amor
que se fue y no vino!

Lleva azahar, lleva olivas,


Andalucía a tus mares.

¡Ay, amor
que se fue por el aire!

PAISAJE

El campo
de olivos
Se abre y se cierra
Como un abanico.
Sobre el olivar
Hay un cielo hundido
Y una lluvia oscura
De luceros fríos.
Tiembla junco y penumbra
A la orilla del río.
Se riza el aire gris.
Los olivos,
Están cargados
De gritos.
Una bandada
De pájaros cautivos,
Que mueven sus larguísimas
Colas en lo sombrío.

EL SILENCIO

Oye, hijo mío, el silencio.


Es un silencio ondulado,
Un silencio,
Donde resbalan valles y ecos
Y que inclina las frentes
Hacia el suelo.
TIERRA SECA

Tierra seca,
Tierra quieta
De noches inmensas.

(Viento en el olivar,
viento en la sierra.)

Tierra
Vieja
Del candil
Y la pena.
Tierra
De las hondas cisternas.
Tierra
De la muerte sin ojos
Y las flechas.

(Viento por los caminos.


Brisa en las alamedas.)

CRÓTALO

Crótalo
Crótalo
Crótalo
Escarabajo sonoro.

En la araña
De la mano
Rizas el aire
Cálido,
Y te ahogas en tu trino
De palo.

Crótalo.
Crótalo.
Crótalo.
Escarabajo sonoro.

Suites
PÓRTICO
El agua
Toca su tambor
De plata.

Los árboles
Tejen el viento
Y las rosas lo tiñen
De perfume.

Una araña
Inmensa
Hace a la luna
Estrella.

ACACIA

¿Quién segó el tallo


De la luna?

(Nos dejó raíces


De agua.)

¡Qué fácil nos sería cortar las flores


De la eterna acacia!

LIMONAR

Limonar.
Momento
De mi sueño.

Limonar.
Nido
De senos
Amarillos.

Limonar.
Senos donde maman
Las brisas del mar

Limonar.
Naranjal desfallecido,
Naranjal moribundo,
Naranjal sin sangre.

Limonar.
Tú viste mi amor roto
Por el hacha de un gesto.
Limonar,
Mi amor niño, mi amor
Sin báculo y sin rosa.

Limonar.

RÉPLICA

Un pájaro tan solo


Canta.
El aire multiplica.
Oímos por espejos.

CUATRO BALADAS AMARILLAS (I)


En lo alto de aquel monte
Hay un arbolillo verde.

Pastor que vas,


Pastor que vienes.

Olivares soñolientos
Bajan al llano caliente.

Pastor que vas,


Pastor que vienes.

Ni ovejas blancas ni perro


Ni cayado ni amor tienes.

Pastor que vas.


Como una sombra de oro
En el trigal te disuelves.

Canciones (1921-1924)
CORTARON TRES ÁRBOLES
Eran tres.
(Vino el día con sus hachas.)
Eran dos.
(Alas rastreras de plata.)
Era uno.
Era ninguno.
(Se quedó desnuda el agua.)

ÁRBOL DE CANCIÓN
Caña de voz y gesto,
Una vez y otra vez
Tiembla sin esperanza
En el aire de ayer.

La niña suspirando
Lo quería coger;
Pero llegaba siempre
Un minuto después.

¡Ay sol! ¡Ay luna, luna!


Un minuto después.
Sesenta flores grises
Enredaban sus pies.

Mira cómo se mece


Una vez y otra vez,
Virgen de flor y rama,
En el aire de ayer.

PRELUDIO
Las alamedas se van,
Pero dejan su reflejo.

Las alamedas se van.


Pero nos dejan el viento.

El viento está amortajado


a lo largo bajo el cielo.

Pero ha dejado flotando


Sobre los ríos sus ecos.

El mundo de las luciérnagas


Ha invadido mis recuerdos.

Y un corazón diminuto
Me va brotando en los dedos.

SOBRE EL CIELO VERDE

Sobre el cielo verde,


Un lucero verde
Qué ha de hacer, amor,
¡Ay! sino perderse?

Las torres fundidas


Con la niebla fría,
Cómo han de mirarnos
Con sus ventanitas?

Cien luceros verdes


Sobre un cielo verde,
No ven a cien torres
Blancas, en la nieve.

Y esta angustia mía


Para hacerla viva,
He de decorarla
Con rojas sonrisas.

EL ESPEJO ENGAÑOSO

Verde rama exenta


De ritmo y de pájaro.

Eco de sollozo
Sin dolor ni labio.
Hombre y Bosque.

Lloro
Frente al mar amargo.
¡Hay en mis pupilas
Dos mares cantando!

CANCIÓN DEL NARANJO SECO

Leñador.
Córtame la sombra.
Líbrame del suplicio
De verme sin toronjas.

¿Por qué nací entre espejos?


El día me da vueltas.
Y la noche me copia
En todas sus estrellas.

Quiero vivir sin verme.


Y hormigas y vilanos,
Soñaré que son mis
Hojas y mis pájaros.

Leñador.
Córtame la sombra.
Líbrame del suplicio
De verme sin toronjas.

Antonio Machado (1875-1939)


Campos de Castilla

A UN OLMO SECO

Al olmo viejo, hendido por el rayo


y en su mitad podrido,
con las lluvias de abril y el sol de mayo
algunas hojas verdes le han salido.

¡El olmo centenario en la colina


que lame el Duero! Un musgo amarillento
le mancha la corteza blanquecina
al tronco carcomido y polvoriento.

No será, cual los álamos cantores


que guardan el camino y la ribera,
habitado de pardos ruiseñores.

Ejército de hormigas en hilera


va trepando por él, y en sus entrañas
urden sus telas grises las arañas.

Antes que te derribe, olmo del Duero,


con su hacha el leñador, y el carpintero
te convierta en melena de campana,
lanza de carro o yugo de carreta;
antes que rojo en el hogar, mañana,
ardas de alguna mísera caseta,
al borde de un camino;
antes que te descuaje un torbellino
y tronche el soplo de las sierras blancas;
antes que el río hasta la mar te empuje
por valles y barrancas,
olmo, quiero anotar en mi cartera
la gracia de tu rama verdecida.
Mi corazón espera
también, hacia la luz y hacia la vida,
otro milagro de la primavera.

AMANECER EN OTOÑO

Una larga carretera


entre grises peñascales,
y alguna humilde pradera
donde pacen negros toros. Zarzas, malezas,jarales.

Está la tierra mojada


por las gotas del rocío,
y la alameda dorada,
hacia la curva del río.
Tras los montes de violeta
quebrado el primer albor:
a la espalda la escopeta,
entre sus galgos agudos, caminando un cazador.

RECUERDOS

Oh Soria, cuando miro los frescos naranjales


cargados de perfume, y el campo enverdecido,
abiertos los jazmines, maduros los trigales,
azules las montañas y el olivar florido;
Guadalquivir corriendo al mar entre vergeles;
y al sol de abril los huertos colmados de azucenas,
y los enjambres de oro, para libar sus mieles
dispersos en los campos, huir de sus colmenas;
yo sé la encina roja crujiendo en tus hogares,
barriendo el cierzo helado tu campo empedernido;
y en sierras agrias sueño ?¡Urbión, sobre pinares!
¡Moncayo blanco, al cielo aragonés, erguido!?

Y pienso: Primavera, como un escalofrío


irá a cruzar el alto solar del romancero,
ya verdearán de chopos las márgenes del río.

¿Dará sus verdes hojas el olmo aquel del Duero?


Tendrán los campanarios de Soria sus cigüeñas,
y la roqueda parda más de un zarzal en flor;
ya los rebaños blancos, por entre grises peñas,
hacia los altos prados conducirá el pastor.

¡Oh, en el azul, vosotras, viajeras golondrinas


que vais al joven Duero, rebaños de merinos,
con rumbo hacia las altas praderas numantinas,
por las cañadas hondas y al sol de los caminos
hayedos y pinares que cruza el ágil ciervo,
montañas, serrijones, lomazos, parameras,
en donde reina el águila, por donde busca el cuervo
su infecto expoliario; menudas sementeras
cual sayos cenicientos, casetas y majadas
entre desnuda roca, arroyos y hontanares
donde a la tarde beben las yuntas fatigadas,
dispersos huertecillos, humildes abejares!...

¡Adiós, tierra de Soria; adiós el alto llano


cercado de colinas y crestas militares,
alcores y roquedas del yermo castellano,
fantasmas de robledos y sombras de encinares!

En la desesperanza y en la melancolía
de tu recuerdo, Soria, mi corazón se abreva.

Tierra de alma, toda, hacia la tierra mía,


por los floridos valles, mi corazón te lleva.

NOVIEMBRE 1913

Un año más. El sembrador va echando


la semilla en los surcos de la tierra.
Dos lentas yuntas aran,
mientras pasan la nubes cenicientas
ensombreciendo el campo,
las pardas sementeras,
los grises olivares. Por el fondo
del valle del río el agua turbia lleva.
Tiene Cazorla nieve,
y Mágina, tormenta,
su montera, Aznaitín. Hacia Granada,
montes con sol, montes de sol y piedra.

LOS OLIVOS (I)


¡Viejos olivos sedientos
bajo el claro sol del día,
olivares polvorientos
del campo de Andahicía!
¡El campo andaluz, peinado
por el sol canicular,
de loma en loma rayado
de olivar y de olivar!
Son las tierras
soleadas,
anchas lomas, lueñes sierras
de olivares recamadas.
Mil senderos. Con sus machos,
abrumados de capachos,
van gañanes y arrieros.
¡De la venta del camino
a la puerta, soplan vino
trabucaires bandoleros!
¡Olivares y olivares
de loma en loma prendidos
cual bordados alamares!
¡Olivares coloridos
de una tarde anaranjada;
olivares rebruñidos
bajo la luna argentada!
¡Olivares centellados
en las tardes cenicientas,
bajo los cielos preñados
de tormentas!...
Olivares, Dios os dé
los eneros
de aguaceros,
los agostos de agua al pie,
los vientos primaverales,
vuestras flores racimadas;
y las lluvias otoñales
vuestras olivas moradas.
Olivar, por cien caminos,
tus olivitas irán
caminando a cien molinos.
Ya darán
trabajo en las alquerías
a gañanes y braceros,
¡oh buenas frentes sombrías
bajo los anchos sombreros!...
¡Olivar y olivareros,
bosque y raza,
campo y plaza
de los fieles al terruño
y al arado y al molino,
de los que muestran el puño
al destino,
los benditos labradores,
los bandidos caballeros,
los señores
devotos y matuteros!...
¡Ciudades y caseríos
en la margen de los ríos,
en los pliegues de la sierra!...
¡Venga Dios a los hogares
y a las almas de esta tierra
de olivares y olivares!

PROVERBIOS Y CANTARES XXVI

Poned sobre los campos


un carbonero, un sabio y un poeta.
Veréis cómo el poeta admira y calla,
el sabio mira y piensa...
Seguramente, el carbonero busca
las moras o las setas.
Llevadlos al teatro
y sólo el carbonero no bosteza.
Quien prefiere lo vivo a lo pintado
es el hombre que piensa, canta o sueña.
El carbonero tiene
llena de fantasías la cabeza.

XXIX
Caminante, son tus huellas
el camino y nada más;
Caminante, no hay camino,
se hace camino al andar.
Al andar se hace el camino,
y al volver la vista atrás
se ve la senda que nunca
se ha de volver a pisar.
Caminante no hay camino
sino estelas en la mar.

Humorismos, fantasías, apuntes


A UN NARANJO Y UN LIMONERO
Naranjo en maceta, ¡qué triste es tu suerte!
Medrosas tiritan tus hojas menguadas.
Naranjo en la corte, ¡qué pena da verte
con tus naranjitas secas y arrugadas!.

Pobre limonero de fruto amarillo


cual pomo pulido de pálida cera,
¡qué pena mirarte, mísero arbolillo
criado en mezquino tonel de madera!

De los claros bosques de la Andalucía,


¿quién os trajo a esta castellana tierra
que barren los vientos de la adusta sierra,
hijos de los campos de la tierra mía?

¡Gloria de los huertos, árbol limonero,


que enciendes los frutos de pálido oro,
y alumbras del negro cipresal austero
las quietas plegarias erguidas en coro;

y fresco naranjo del patio querido,


del campo risueño y el huerto soñado,
siempre en mi recuerdo maduro o florido
de frondas y aromas y frutos cargado!

Galerías

LXXIX

Desnuda está la tierra,


y el alma aúlla al horizonte pálido
como loba famélica. ¿Qué buscas,
poeta, en el ocaso?
¡Amargo caminar, porque el camino
pesa en el corazón! ¡El viento helado,
y la noche que llega, y la amargura
de la distancia!… En el camino blanco
algunos yertos árboles negrean;
en los montes lejanos
hay oro y sangre… El sol murió… ¿Qué buscas,
poeta, en el ocaso?

LXXX

La tarde está muriendo


como un hogar humilde que se apaga.
Allá, sobre los montes,
quedan algunas brasas.
Y ese árbol roto en el camino blanco
hace llorar de lástima.
¡Dos ramas en el tronco herido, y una
hoja marchita y negra en cada rama!
¿Lloras?…Entre los álamos de oro,
lejos, la sombra del amor te aguarda.

LXXXIV

El rojo sol de un sueño en el Oriente asoma.


Luz en sueños. ¿No tiemblas, andante peregrino?
Pasado el llano verde, en la florida loma,
acaso está el cercano final de tu camino.
Tú no verás del trigo la espiga sazonada
y de macizas pomas cargado el manzanar,
ni de la vid rugosa la uva aurirrosada
ha de exprimir su alegre licor en tu lagar.
Cuando el primer aroma exhalen los jazmines
y cuando más palpiten las rosas del amor,
una mañana de oro que alumbre los jardines,
¿no huirá, como una nube dispersa, el sueño en flor?
Campo recién florido y verde, ¡quién pudiera soñar aún
largo tiempo en esas pequeñitas
corolas azuladas que manchan la pradera,
y en esas diminutas primeras margaritas!

LXXXV

La primavera besaba
suavemente la arboleda,
y el verde nuevo brotaba
como una verde humareda.
Las nubes iban pasando
sobre el campo juvenil...
Yo vi en las hojas temblando
las frescas lluvias de abril.

Bajo ese almendro florido,


todo cargado de flor
—recordé—, yo he maldecido
mi juventud sin amor.

Hoy, en mitad de la vida,


me he parado a meditar...
¡Juventud nunca vivida,
quién te volviera a soñar!

XCI

Húmedo está, bajo el laurel, el banco


de verdinosa piedra;
lavó la lluvia, sobre el muro blanco,
las empolvadas hojas de la hiedra.
Del viento del otoño el tibio aliento
los céspedes undula, y la alameda
conversa con el viento...
¡el viento de la tarde en la arboleda!
Mientras el sol en el ocaso esplende
que los racimos de la vid orea,
y el buen burgués, en su balcón enciende
la estoica pipa en que el tabaco humea,
voy recordando versos juveniles...
¿Qué fue de aquel mi corazón sonoro?
¿Será cierto que os vais, sombras gentiles,
huyendo entre los árboles de oro?

Gloria Fuertes (1917-1998)

EN LOS BOSQUES DE PENNSYLVANIA

Cuando un árbol gigante se suicida,


harto de estar ya seco y no dar pájaros,
sin esperar al hombre que le tale,
sin esperar al viento,
lanza su última música sin hojas
—sinfónica explosión donde hubo nidos—,
crujen todos sus huecos de madera,
caen dos gotas de savia todavía
cuando estalla su tallo por el aire,
ruedan sus toneladas por el monte,
lloran los lobos y los ciervos tiemblan,
van a su encuentro las ardillas todas,
presintiendo que es algo de belleza que muere.
EN EL ÁRBOL DE MI PECHO
En el árbol de mi pecho
hay un pájaro encarnado.

Cuando te veo se asusta,


aletea, lanza saltos.

En el árbol de mi pecho
hay un pájaro encarnado.

Cuando te veo se asusta,


¡eres un espantapájaros!

ALGO SUCEDE

Algo me pasa que en mi pecho existe.


Vuelan hormigas y discurren peces.
Suena la sangre y el tambor convoca.
Hay un incendio cerca de mi pulso.
De nuevo el tigre lanza su mensaje.
Tiene mi cama sed de otra figura.
Vuelven las venas a cantar presagios.
Torna el insomnio con sus mil disfraces.
Lavo mis manos para hacerlas suyas,
peino el cabello, río a las vecinas.
Y cuanto miro se convierte en agua.
¡Esto es amor y lo demás miseria!

Amor que libera


Ya no soy la niña amarga
que tenía un mar de llanto
y alta ortiga por el alma.
Ya no soy la niña enferma
que al oír risas lloraba;
ya salí del solitario
bosque que me acorralaba.
Ahora soy la niña verde,
porque floreció mi calma.
Ya no soy la loca triste,
ya no soy la niña blanca,
nuevo amor ha traspasado
con el nardo de su lanza
mi corazón, que ahora tiene
un nombre de menta y ámbar.
¡Ay cuánta sonrisa noto
que trepa por mis espaldas!
¡Qué brillo tienen mis ojos
viudos de siete mil lágrimas!
La vida me sabe a verso
y los besos a manzana.
El monte arregla sus pinos,
por las rocas el mar baila.
El amor danza en mi pecho.
¡Ya me quiere! ¡Ya me aguarda!
Ya no soy la loca triste,
que al oír risas gritaba;
ahora soy la niña dulce,
ya no soy mujer amarga.

LA NATURALEZA NOS ALEGRA O NOS ENTRISTECE

La naturaleza nos alegra o nos entristece


mientras ella ni siente ni padece.
Bueno,
ahora si parece que padece.
Ved las playas y los ríos
-muertos peces.
Ved los árboles sin brillo ni simiente.
Ese aire que los ojos enrojece,
que al pulmón ennegrece
y al pálido niño de la ciudad
envejece.
¿Quién ha sido el salvaje
que puso al árbol gris
y sucio el aire?
¿Quién ha sido el salvaje
que mató la belleza del paisaje?
El paisaje ya es paisaje salvaje.
Medio ambiente. (Ni medio siquiera)

COMO SE DIBUJA UN PAISAJE

Un paisaje que tenga de todo,


se dibuja de este modo:
Unas montañas,
un pino,
arriba el sol,
abajo un camino,
una vaca,
un campesino,
unas flores,
un molino,
la gallina y un conejo,
y cerca un lago como un espejo.
Ahora tú pon los colores;
la montaña de marrón,
el astro sol amarillo,
colorado el campesino,
el pino verde,
el lago azul
-porque es espejo del cielo como tú-,
la vaca de color vaca,
de color gris el conejo,
las flores...
como tú quieras las flores,
de tu caja de pinturas.
¡Usa todos los colores!

NO ESTOY CHIFLADA

Me gusta el mar,
el monte, el río,
la cascada;
me gusta el libro,
la música, la amistad,
la playa.
Me chifla todo,
estoy chiflada.
Me gusta la lluvia,
la nevada;
me gusta el bosque,
el duende, el hada.
Me chifla todo,
estoy chiflada.
Me gustan los gamusinos azules,
las verdes ranas,
las gárgolas de piedra,
las campanas.
Me chifla todo,
estoy chiflada.
Me gustan los niños:
blancos, negritos,
esquimales, gitanitos,
indios, chinitos…
Me chiflan todos.
¡No estoy chiflada!

A LA PRIMA PRIMAVERA

—Tío Pío,
en el cole me han pedido
que escriba una poesía
a la prima Primavera.
¿Tú quieres que te la lea,
y me dices lo que opinas?
—Sí, sobrina.
“Se oye un pío, pío,
junto a la orilla del río.
¡Oh!, cosa maravillosa,
los árboles tienen hojas,
las mariposas tienen ojos,
las ristra tiene ajos.
Junto a la orilla del río
todo es belleza y sonrío,
se oye un pío, pío, pío.
La Primavera ha venido
y yo la he reconocido,
por el pío, pío, pío.”

—¿Qué te ha parecido, tío?


—Demasiado pío, pío.

PRIMAVERA

Eres tan cursi hija


que no hay por dónde cogerte.
Hasta en febrero cuando estás desnuda eres cursi,
adornada de odas y vergeles no digamos.
Primavera,
más que cantarte te han hecho la viñeta ciertos poetas sin agua;
pero a pesar de todo te defiendo,
porque haces retoñar ese geranio,
que se me seca siempre en el invierno.

PRIMAVERA

Estación del año en la que la naturaleza da belleza.


Brota todo.
Los árboles de hojas se visten,
El frío se resiste.
Las flores, asoman sus colores.
Los campos enseñan sus espigas.
Los enamorados enseñan sus amores.
Los cervatillos se encuentran.
Nos asusta la tormenta.

Esto, y que es abril,


Sucede en primavera.

TODAVÍA HAY GENTE QUE AL VIENTO LE LLAMA CÉFIRO...

Todavía hay gente que al viento le llama céfiro,


y hay quien a lo cursi lo llama poesía,
y a la Poesía, locura.
Todavía hay quien canta a la luna.
¡Yo canto a los hombres de la luna!
A los arrabales de la luna,
a los ríos de leche de la luna;
pero todavía hay gente que se asusta,
se asusta cuando una mujer se pone las botas
para pisar mejor el barro,
se asustan porque somos listos,
porque Dios está con nosotros;
ven que nos quemamos y no comprenden las llamas;
porque componemos canciones previsoras
y al avisar gritamos;
porque en nuestros versos
no hablamos de lo que siempre se habló en los versos:
las olas, la boca, los pájaros.
¿Quién dice que en nuestros versos no hay pájaros?
¿Qué son estos gritos si no aves heridas?
No amar lo caduco, lo seco, lo blando.
¡Los poetas amamos a la sangre!
A la sangre encerrada en la botella del cuerpo,
no a la sangre derramada por los campos,
ni a la sangre derramada por los celos,
por los jueces,
por los guerreros;
amamos a la sangre derramada en el cuerpo,
a la sangre feliz que ríe por las venas,
a la sangre que baila cuando damos un beso.
Cantamos al amor.
A lo fresco.
A lo puro.
¡Estamos hartos de cuentos!
¡Y que aprendan los ñoños que el viento es el viento!
Y que cuando se ama, se ama,
y que sólo es pecado el mal comportamiento.

EL MUNDO ES UN BARRIO
Somos cinco mil quinientos millones
De aldeanos,
somos vecinos de la Colonia Tierra,
somos una colonia
tenemos que oler bien.
Además de hermanos
Todos somos vecinos,
a nadie debe llamársele extranjero.
Todos somos de la misma Tierra.
El mundo es un bario
No hay distancias.
Sabemos lo que pasa al vecino
que vive a veinte mil kilómetros
mientras le sucede.
Un ruso puede ir a abrazar a su hermano keniata
en unas horas de vuelo.
Se ha inventado
la radio
la televisión
los periódicos
los aviones.
Queda por inventar el amor

Juan Ramón Jiménez (1881-1958)

Rimas

Aquella tarde, al decirle


que me alejaba del pueblo,
me miró triste, muy triste,
vagamente sonriendo.

Me dijo: ¿Por qué te vas?


Le dije: Porque el silencio
de estos valles me amortaja
como si estuviera muerto.

-¿Por qué te vas?- He sentido


que quiere gritar mi pecho,
y en estos valles callados
voy a gritar y no puedo.

Y me dijo: ¿Adónde vas?


Y le dije: A donde el cielo
esté más alto y no brillen
sobre mí tantos luceros.

La pobre hundió su mirada


allá en los valles desiertos
y se quedó muda y triste,
vagamente sonriendo.

¿A qué quieres que te hable?


Deja, deja,
Mira el cielo blanquecino, mira el campo
Inundado de tristeza.

Sí, te quiero mucho, mucho.


¡Ay! Aleja
Tu mejilla de mis labios fatigados;
Calla, calla, mi alma sueña.
No, no llores, que tu llanto
Me da pena;
No me mires angustiada, no suspires,
Tus suspiros me molestan.

Mira el vaho que se alza


De la tierra,
¡pobre tierra! ¡cuánto frio! ¿no parece
Una hermosa virgen yerta?

Y allá arriba ya fulguran


Las estrellas,
Las estrellas soñolientas como luces
Que acompañan a la muerta.

¡Cuánta bruma, cuánta sombra!,


Cierra, cierra
Los cristales, ¡siento un frío por al alma!
¿por qué, pálida me besas?

¿Qué? ¿qué dices?¿que te bese?


Deja, deja,
Mira el cielo ceniciento, mira el campo
Inundado de tristeza.

PRIMAVERA Y SENTIMIENTO

Estos crepúsculos tibios


son tan azules, que el alma
quiere perderse en las brisas
y embriagarse con la vaga
tinta inefable que el cielo
por los espacios derrama,
fundiéndola en las esencias
que todas las flores alzan
para perfumar las frentes
de las estrellas tempranas.
Los pétalos melancólicos
de la rosa de mi alma,
tiemblan, y su dulce aroma
(recuerdos, amor, nostalgia),
se eleva al azul tranquilo,
a desleirse en su mágica
suavidad, cual se deslíe
en un sonreír la lágrima
del que sufriendo acaricia
una remota esperanza.
Está desierto el jardín;
las avenidas se alargan
entre la incierta penumbra
de la arboleda lejana.
Ha consumado el crepúsculo
su holocausto de escarlata,
y de las fuentes del cielo
(fuentes de fresca fragancia),
las brisas de los países
del sueño, a la tierra bajan
un olor de flores nuevas
y un frescor de tenues ráfagas…
Los árboles no se mueven,
y es tan medrosa su calma,
que así parecen mas vivos
que cuando agitan las ramas;
y en la onda transparente
del cielo verdoso, vagan
misticismos de suspiros
y perfumes de plegarias.
¡Qué triste es amarlo todo
sin saber lo que se ama!
Parece que las estrellas
compadecidas me hablan;
pero como están tan lejos,
no comprendo sus palabras.
¡Qué triste es tener sin flores
el santo jardín del alma,
soñar con almas floridas,
soñar con sonrisas plácidas,
con ojos dulces, con tardes
de primaveras fantásticas!…
¡Qué triste es llorar, sin ojos
que contesten nuestras lágrimas!
Ha entrado la noche; el aire
trae un perfume de acacias
y de rosas; el jardín
duerme sus flores… Mañana,
cuando la luna se esconda
y la serena alborada
dé al mundo el beso tranquilo
de sus lirios y sus auras,
se inundarán de alegría
estas sendas solitarias;
vendrán los novios por rosas
para sus enamoradas;
y los niños y los pájaros
jugarán dichosos… ¡Almas
de oro que no ven la vida
tras las nubes de las lágrimas!
¡Quién pudiera desleirse
en esa tinta tan vaga
que inunda el espacio de ondas
puras, fragantes y pálidas!
¡Ah, si el mundo fuera siempre
una tarde perfumada,
yo lo elevaría al cielo
en el cáliz de mi alma!

Arias tristes

Mi alma es hermana del cielo


gris y de las hojas secas;
sol enfermo del otoño,
¡mátame con tu tristeza!

Los árboles del jardín


están cargados de niebla:
mi corazón busca en elos
esa novia que no encuentra;

y en el suelo frío y húmedo


me esperan las hojas secas:
¡si mi alma fuera una hoja
y se perdiera entre ellas!

El sol ha mandado un rayo


de oro viejo a la arboleda,
un rayo flotante, dulce
luz para las cosas muertas.

¡Qué ternura tiene el pobre


sol para las hojas secas!
Una tristeza infinita
vaga por todas las sendas,

lenta, antogua sinfonía


de músicas y de esencias,
algo que dora el jardín
de ensueño de primavera.

Y esa luz de ensueño y oro


que muere en las hojas secas
alumbra en mi corazón
no sé qué vagas tristezas.

6
Mi alma ha dejado su cuerpo
con las rosas, y callada
se ha perdido en los jardines
bajo la luna de lágrimas.

Quiso mi alma el secreto


de la arboleda fantástica;
llega… el secreto se ha ido
a otra arboleda lejana.

Y ya, sola entre la noche,


llena de desesperanza,
se entrega a todo, y es luna
y es árbol y sombra y agua.

Y se muere con la luna


entre luz divina y blanca
y con el árbol suspira
con sus hojas sin fragancia,

y se deslíe en la sombra,
y solloza con el agua,
y, alma de todo el jardín,
sufre con toda mi alma.

Si alguien encuentra mi cuerpo


entre las rosas mañana
dirá quizás que me he muerto
a mi pobre enamorada.

Primavera amarilla
¡Abril galán venía, todo
lleno de flores amarillas…
amarillo el arroyo,
amarilla la senda, la colina,
el cementerio de los niños,
el huerto aquel donde el amor vivía!

El sol ungía el mundo de amarillo


con sus luces caídas;
¡oh por los lirios áureos,
el agua clara, tibia!,
¡las amarillas mariposas
sobre las rosas amarillas!

Guirnaldas amarillas escalaban


los árboles: el día
era una gracia perfumada de oro
en un dorado despertar la vida…
entre los huesos de los muertos,
abría Dios sus manos amarillas.

MURO CON ROSA

Sin ti ¿qué seré yo? Tapia sin rosa,


¿qué es la primavera? ¡Ardiente, duro
amor; arraiga, firme, en este muro
de mi carne comida y ruinosa!

Nutriré tu fragancia misteriosa


con el raudal de mi recuerdo oscuro
y mi última sangre será el puro
primer color de tu ascensión gloriosa.

¡Sí, ven a mí, agarra y desordena


la profesión injenua de tus ramas
por la negra oquedad de mis dolores!

Y que al citarme abril, en la cadena


me encuentre preso de sus verdes llamas
todo cubierto de tus frescas flores.

EL VIAJE DEFINITIVO

Y yo me iré. Y se quedarán los pájaros


cantando.
Y se quedará mi huerto con su verde árbol,
y con su pozo blanco.

Todas las tardes el cielo será azul y plácido,


y tocarán, como esta tarde están tocando,
las campanas del campanario.

Se morirán aquellos que me amaron


y el pueblo se hará nuevo cada año;
y lejos del bullicio distinto, sordo, raro
del domingo cerrado,
del coche de las cinco, de las siestas del baño,
en el rincón secreto de mi huerto florido y encalado,
mi espíritu de hoy errará, nostáljico...

Y yo me iré, y seré otro, sin hogar, sin árbol


verde, sin pozo blanco,
sin cielo azul y plácido...
Y se quedarán los pájaros cantando.
Poemas mágicos y dolientes

LAS HOJAS SECAS


Verdeluz el agua donde sueñan,
Tristes de sol, las hojas amarillas;
Áureo es el cielo azul en que se caen,
Gualdos son los senderos que tapizan.

Todo es e ellas de oro: la nostalgia


Fúnebre de los soles de otros días,
Cuando nacieron verdes, y los pájaros
En su cuna, cantando, se mecían;

El retorno de aquellas vagas tardes


Inextinguibles del estío, líricas,
Fragantes, lujuriosas, con las sales
Del mar caliente en las doradas brisas…

Divinas hojas secas, ¿de dónde es


El oro que las almas idealiza,
Ese dolor de luz que enciende la hora
Mágica de las largas agonías?

¿Por qué se inflama en oro la tristeza


Cuando, frente a las tardes infinitas,
El alma sueña sobre las terrazas
Con días falsos de imposibles vidas?

…El ocaso es de oro, de oro el fondo


Del corazón, de oro la fantasía,
Verdeoro es el agua donde sueñan
Las hojas secas, negras y amarillas…

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