Está en la página 1de 1

XI

Aquella tarde soleada de julio desfilaba por esa larga avenida rumbo a seguir embriagándome un
poco más. Decepcionado después de una amarga derrota por dos a cero impartida por un equipo
carioca que a mi parecer no fue el mejor esa tarde; repasaba en mi memoria aquel encuentro,
imaginaba tácticas y formaciones que pudieron haber hecho un poco más la diferencia, como buen
aficionado siento que se mas que el director técnico, pensaba en los cambios después del primer
gol y en porque se empeñaban en meter a Rafa Márquez. En qué demonios estabas pensado Osorio,
pensé mientras seguía deambulando cual vagabundo ebrio en su localidad.
La avenida se encontraba desierta debido a que era un día feriado, imaginaba a las familias que
vivan por ahí pasando un día de flojera con sus integrantes, comiendo, durmiendo o mirando tv.

Horas antes, el ambiente era mundialista y de regreso me parecía un desierto de concreto.

Me había quedado sin batería y no podía importarme menos, solo quería un último tarro de cerveza,
mi alma necesitaba escuchar sonidos de charlas indistintas, quizás compartir una conversación
interesante o a lo mejor buscaba prolongar lo más que pudiese la soledad de aquel apartamento.

El atardecer por fin se puso detrás de mí, según mis cálculos llegaría a la estación Saint Laurent ya
caída la noche y mis esperanzas de encontrar un bar abierto se habían reducido al igual que el calor
del alcohol en mi cuerpo. Resignado, replanteé mi plan original y decidí dirigirme a casa, pero no
sin antes pasar al banco nacional y retirar el dinero de mi renta, 25 billetes verdes con el rostro de
una señora con corona.

Retome mi camino y conte 13 cuadros en la acera, hasta que un sonido interrumpió aquel silencio.
mis ojos, buscaban de donde provenía aquel grito, era un señor con una visera y una sudadera color
negra. – ¿Eres de Veracruz, loco? Pensé que tu playera era de Perú, hasta que mirando más
detenidamente vi que era del tiburón. Le confirme su comentario como cualquier jarocho lo hubiese
hecho. - Ahuevo pa’, ¿tu de que parte eres? -Soy del puerto. Mi rostro se relajó y la plática fluyo.
me pregunto cuál era mi destino, le dije que estaba buscando un bar para continuar mi farra. Con
esa confianza que caracteriza a un jarocho me comento que iba a dar el bajón en un restaurant
chino que estaba cerca de ahí. Me propuso acompañarlo a comer después me acompañaría a beber
algo. Guarde silencio, mientras pensaba la situación. El Insistió y yo accedí.

También podría gustarte