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Actividad obligatoria nº 3

EL RÉGIMEN ECONÓMICO MATRIMONIAL.


RÉGIMEN DE PARTICIPACIÓN Y RÉGIMEN DE SEPARACIÓN DE BIENES
1. NOCIONES PREVIAS
El régimen económico matrimonial es el conjunto de reglas jurídicas que disciplinan la
economía del matrimonio, es decir, el conjunto normativo que regula cómo los
cónyuges administran y gestionan sus patrimonios (privativos o comunes), así como la
forma de relacionarse con terceros ajenos al matrimonio. Se encuentra regido por los
siguientes principios: libertad de estipulación, principio de igualdad y principio de
mutabilidad del régimen económico.
El régimen económico matrimonial será el que los cónyuges hayan pactado en
capitulaciones matrimoniales, en virtud de las cuales los otorgantes podrán estipular,
modificar o sustituir el correspondiente régimen de su matrimonio o cualesquiera otras
disposiciones por razón del mismo.
Las capitulaciones matrimoniales pueden ser otorgadas antes o después de contraer
matrimonio. No obstante, para su validez, deberán constar en escritura pública, y no
podrán ser contrarias a las Leyes o a las buenas costumbres o limitativas de la igualdad
de derechos que corresponda a cada cónyuge.
En el caso de que los cónyuges no hayan otorgado capitulaciones matrimoniales o éstas
sean ineficaces, se aplicará, como regla general, el régimen de sociedad de gananciales.
Nuestro Código Civil contempla tres regímenes matrimoniales: sociedad de gananciales,
participación y separación de bienes. No obstante, nos centraremos en los dos últimos.
2. RÉGIMEN ECONÓMICO MATRIMONIAL DE PARTICIPACIÓN
Se encuentra regulado en los arts. 1411 a 1434 CC. Es aquel en virtud del cual cada uno
de los cónyuges ostenta el derecho a participar en las ganancias adquiridas por su
consorte durante la vigencia de dicho régimen.
Por un lado, se trata de un régimen de carácter mixto, pues, durante su vigencia, el
matrimonio se regula por las reglas de la separación de bienes, mientras que, tras su
disolución y extinción, se acoge a las normas de la sociedad de gananciales. Por otro
lado, se trata de un régimen convencional, pues deberá ser acordado por los cónyuges en
las capitulaciones matrimoniales anteriormente mencionadas.
En este sistema, cada cónyuge ostenta la administración, el disfrute y la libre
disposición de los bienes que le correspondían en el momento de contraer matrimonio,
así como de aquellos que pueda adquirir posteriormente mediante cualquier título. En lo
no previsto, durante su vigencia, se aplicarán las normas relativas al de separación de
bienes, y si los cónyuges adquirieran algún bien o derecho de forma conjunta, les
corresponde en pro indiviso ordinario.
Sin embargo, existen ciertas limitaciones respecto a la referida libre disposición y
administración de los bienes propios:
- Los cónyuges tienen la obligación de contribuir tanto al sostenimiento de las
cargas del matrimonio como a los gastos de la familia.
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- Los cónyuges responden solidariamente frente a las deudas contraídas en el


ejercicio de la potestad doméstica.
- Los cónyuges deben prestar su consentimiento para la disposición de los
derechos sobre la vivienda habitual y los muebles de uso ordinario de la familia,
aun cuando éstos pertenezcan a un solo cónyuge.
- Los cónyuges deben informar sobre el curso y rendimiento de las actividades
económicas.
Asimismo, dicho régimen se encuentra limitado por su propia finalidad, por lo que un
cónyuge puede pedir su finalización cuando la irregular administración del otro cónyuge
comprometa gravemente sus intereses.
En relación a su extinción, le serán de aplicación los arts. 1392 y 1393 CC, conforme a
los cuales se extinguirá por las siguientes causas:
1.º Disolución o nulidad del matrimonio. En este último caso, el cónyuge declarado de
mala fe no tendrá derecho a participar en las ganancias obtenidas por su consorte.
2.º Separación legal de los cónyuges.
3.º Fallecimiento o declaración legal de fallecimiento de uno de los cónyuges.
4.º Modificación del régimen económico por parte de los cónyuges.
5.º Por decisión judicial, a petición de uno de los cónyuges por alguno de los siguientes
motivos:
- Declaración respecto del otro cónyuge de incapacidad, ausencia legal o en
concurso, o condenado por abandono de familia.
- Haber realizado el otro cónyuge por sí solo actos dispositivos o de gestión
patrimonial que impliquen fraude, daño o peligro para los derechos del otro.
- Llevar separado de hecho más de un año por mutuo acuerdo o por abandono del
hogar.
- Incumplimiento grave y reiterado del deber de informar sobre el curso y
rendimiento de las actividades económicas.
Estas causas de extinción producirán efectos desde la fecha en que se acuerde. De
seguirse pleito sobre la concurrencia del motivo de la disolución, se realizará el
inventario y el Juez deberá adoptar las medidas precisas para la administración del
caudal, exigiéndose licencia judicial para aquellos actos que excedan de la
administración ordinaria.
Por último, producida la extinción, se procederá a la determinación de las ganancias por
las diferencias entre los patrimonios inicial y final de cada cónyuge. Ahora bien, ha de
tenerse en cuenta que puede existir la necesidad de realizar reintegros de un patrimonio
a otro y que, si la causa fuere el fallecimiento de uno de los cónyuges, la ropa, el
mobiliario y los enseres que constituyan el ajuar de la vivienda habitual se entregarán al
cónyuge sobreviviente, sin computárselo en su haber.
Para determinar las ganancias, han de excluirse las adquisiciones a título oneroso.
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El patrimonio inicial se considerará constituido, por un lado, por el activo, es decir,


aquellos bienes que pertenecieran al cónyuge al iniciar el régimen de participación y los
que adquiriera posteriormente mediante cualquier título y, por otro lado, por el pasivo,
mediante el cual se restarán del activo anterior aquellas cantidades pendientes de
satisfacer que tuviera el cónyuge al iniciar el régimen o al adquirir nuevos bienes por
cualquier título.
Si el pasivo es superior al activo, se entiende que no existe patrimonio inicial.
El patrimonio final, por su parte, se considerará constituido por aquellos bienes y
derechos de los que sea titular cada cónyuge cuando finalice el régimen y, de este
activo, se deducirán las obligaciones que todavía no se hayan satisfecho. En este
patrimonio ha de incluirse también el valor de los bienes de los que cada uno de los
cónyuges hubiera donado o regalado sin el consentimiento de su consorte.
Cuando la diferencia entre los patrimonios inicial y final de cada uno de los cónyuges
aborda un resultado positivo, el cónyuge que haya experimentado un menor incremento
deberá recibir del otro la mitad de la diferencia entre su incremento y el incremento del
otro cónyuge.
Cuando el porcentaje de participación establecido por los cónyuges hubiera sido distinto
a la mitad, recibirá el porcentaje pactado de la diferencia entre su incremento y el
incremento del otro cónyuge.
El crédito de participación deberá ser satisfecho en dinero, y, si existieran graves
dificultades para el pago inmediato, el Juez podrá conceder aplazamiento siempre y
cuando no exceda de tres años y la deuda y sus intereses legales queden suficientemente
garantizados. También se podrá pagar mediante adjudicación de bienes concretos.

Si en el patrimonio deudor no hubiese bienes para hacer efectivo el derecho de


participación en ganancias, el cónyuge acreedor podrá impugnar las enajenaciones
ejercidas a título gratuito sin su consentimiento o en fraude de sus derechos.

3. RÉGIMEN ECONÓMICO MATRIMONIAL DE SEPARACIÓN DE BIENES


Se encuentra regulado en los arts. 1435 a 1444 CC. Su característica principal es que los
bienes que se tuvieran en el momento inicial del régimen y los que se adquirieran
posteriormente por cualquier título corresponderán a cada cónyuge, es decir, cada
cónyuge mantiene la propiedad de todos sus bienes obtenidos antes y durante el
matrimonio.
Si durante la vigencia del régimen se adquieren bienes por ambos cónyuges, éste
corresponderá en proindiviso en la proporción en que se haya adquirido, y, si existen
dudas acerca de la titularidad de un bien o derecho y no es posible acreditar a cuál de los
cónyuges corresponde, pertenecerá a ambos por mitad.
Este régimen será de aplicación en los siguientes supuestos:
1.º Cuando los cónyuges lo pacten expresamente.
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2.º Cuando los cónyuges pacten en las capitulaciones matrimoniales que no desean
regirse por el régimen de gananciales y no expresen las reglas por las que hayan de
regirse sus bienes.
3.º Cuando, durante el matrimonio, se extinga o finalice la sociedad de gananciales o el
régimen de participación.
4.º Cuando lo disponga el derecho del territorio o derecho foral en el que se celebre el
matrimonio.
Respecto a la administración de los bienes, cada cónyuge mantiene la total libertad e
independencia para la gestión, disposición y administración de los bienes propios, si
bien existen ciertas limitaciones, que son las establecidas para todo régimen económico
matrimonial y que ya hemos visto en el régimen de participación. Recordemos:
- Los cónyuges tienen la obligación de contribuir tanto al sostenimiento de las
cargas del matrimonio como a los gastos de la familia.
- Los cónyuges responden solidariamente frente a las deudas contraídas en el
ejercicio de la potestad doméstica.
- Los cónyuges deben prestar su consentimiento para la disposición de los
derechos sobre la vivienda habitual y los muebles de uso ordinario de la familia,
aun cuando éstos pertenezcan a un solo cónyuge.
- Los cónyuges deben informar sobre el curso y rendimiento de las actividades
económicas.
Ambos cónyuges han de contribuir al sostenimiento de las cargas del matrimonio y,
salvo pacto en contrario, lo harán en proporción a sus respectivos recursos económicos.
El trabajo realizado para el hogar familiar será considerado una contribución a las
cargas del matrimonio, por lo que el artículo 1438 CC estipula la posibilidad, una vez
extinguido el régimen, de fijar una compensación a favor del cónyuge que durante el
matrimonio hubiera dedicado su tiempo a la realización de las laboral y el trabajo
doméstico. Esta compensación se fundamenta en el principio de solidaridad
matrimonial.
Si un cónyuge gestiona los bienes del otro, se entenderá que actúa como un mandatario
y se le podrá exigir, por tanto, responsabilidad por tal actuación. Las obligaciones
contraídas por cada cónyuge son de su exclusiva responsabilidad. No obstante, de las
deudas contraídas para hacer frente a los gastos de la familia responderán los dos
cónyuges.
Finalmente, de conformidad a lo establecido en la Ley Concursal, si uno de los
cónyuges fuere declarado en quiebra o en concurso de acreedores, se presumirá, salvo
prueba en contrario, que durante el año anterior a dicha declaración los bienes
adquiridos por su consorte fueron donados en su mitad por el cónyuge declarado en
quiebra y requerirá la exigencia de determinados requisitos. La finalidad de esta
presunción es evitar que los cónyuges utilicen dicho régimen en supuestos de fraude de
acreedores y perjudiquen a terceros.

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