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POBLEMATICA DE LA SEGUNDA VARIABLE

La autoestima no sólo es la valía personal que tenemos sobre nosotros


mismos, sino que además es el conjunto de actitudes positivas que tenemos
hacia nosotros mismos. Estas actitudes se manifiestan en las habilidades,
destrezas y capacidad que tenemos de enfrentar retos y problemas que la
vida nos presenta. Es muy importante tener en cuenta que la autoestima no
es innata, sino que se adquiere a medida en que el individuo se relacione con
otras personas (Coopersmith, 1990).

La autoestima según la jerarquía de las necesidades humanas, detalla la


necesidad de aprecio, donde esta se fracciona en dos aspectos, el aprecio
que se tiene uno mismo (amor propio, confianza, pericia, suficiencia, etc.), y
el respeto y estimación que se obtiene de otras personas (reconocimiento,
aceptación, etc.). La muestra de aprecio más sana según Maslow es la que
se manifiesta «en el respeto que le merecemos a otros, más que el
renombre, la celebridad y la adulación Maslow (Citado en Paniagua, 2012).

Autoestima viene a ser la experiencia de estar preparados para la vida y


para las necesidades de ésta, y aunque considera que esta definición aún se
puede perfeccionar, también la define como: La confianza en la capacidad de
pensar y de enfrentar los retos que la vida presenta y la confianza del
derecho a la felicidad, de ese sentimiento que dignifica y hace merecedor de
valorarse a uno mismo como persona, y las aportaciones que se hace al
mundo como tal. Branden (Citado en Paniagua, 2012).

La autoestima es definida como la experiencia de tener capacidad para


enfrentar los desafíos de la vida y ser merecedor de la felicidad. Las
personas que tienen una autoestima auténtica y saludable se ven a sí
mismas como seres humanos positivos, responsables, constructivos y
confiables. Asociación Nacional para la Autoestima (Citado en Paniagua,
2012).

La adolescencia es una etapa extraordinaria en la vida de toda persona, ya


que aquí descubren su identidad y definen su personalidad, donde nada es
estable ni definido. Si todo esto se ve afectado por la violencia, repercutirá en
el valor que este le dé a su vida, a lo que llamamos, Autoestima (Cardona,
2008).

Dentro de los niveles de autoestima tenemos la autoestima alta que define


a la persona con aspiraciones modestas y las realiza, puede considerarse
perfectamente digna de la estima de los demás, no se creerá superior a los
demás, pero estará relativamente satisfecha consigo misma; la autoestima
media es de las personas con actitud positiva hacia sí mismo, un aprecio
genuino de sí mismo, aceptación tolerable y esperanzada de sus propias
limitaciones, debilidades, errores y fracasos; sin embargo en tiempos de crisis
mantendrá actitudes de la baja autoestima y le costara esfuerzo recuperarse,
esto puede influir negativamente en la actuación de sus habilidades, en la
salud psíquica y física; por ultimo tenemos la autoestima baja donde la
persona mantiene un estado de insatisfacción, rechazo y desprecio de sí
mismo, se siente generalmente atacado y herido culpando a otros de sus
fracasos (Coopersmith, 1990).

De ahí que la autoestima tiene un papel importante, especialmente en los


síntomas emocionales. Parece ser la variable que mejor explica la
variabilidad en los problemas emocionales y conductuales de los
adolescentes, dejando las competencias emocionales en segundo plano.
Esto podría indicar que los adolescentes con una elevada valoración de sí
mismos se consideran capaces de desarrollar recursos ante eventos
estresantes, que permiten adaptarse a los cambios y las adversidades,
teniendo un impacto positivo en la salud mental (Konstance, Remedios y
Montoya, 2019).

Esto permite encontrar una relación positiva con el ajuste psicológico y el


bienestar durante la adolescencia. El ajuste psicológico en la adolescencia
hace referencia a la capacidad del adolescente para adaptarse de forma
adecuada a su entorno, considerando aspectos emocionales, cognitivos y
sociales. Un ajuste inapropiado al contexto social aumenta la probabilidad de
presentar problemas emocionales (por ejemplo miedos y preocupaciones) y
quejas somáticas (por ejemplo dolor de cabeza y de estómago). Además, un
desajuste psicológico incrementa el riesgo de problemas conductuales, como
agresividad o delincuencia (Konstance et al., 2019).

En consecuencia, la autoestima va a determinar las conductas según el


nivel de esta. La autoestima alta, va a generar que la persona sea activa,
expresiva, con éxitos sociales y académicos, líder, quien confía en sus
propias percepciones, alguien con expectativas en su futuro y populares en
su medio. Por otra parte, quienes presentan autoestima media pueden
mostrar conductas positivas, así corno ser optimistas y capaces de aceptar
críticas, pero con tendencia a la inseguridad en las estimaciones de su valía
personal y pueden depender de la aceptación social; en cambio quienes
presentan autoestima baja, muestran la mayor parte del tiempo desánimo,
depresión, aislamiento, se sienten poco atractivos, así como incapaces de
expresarse y defenderse (Coopersmith, 1990).

El entorno donde el adolescente se desarrolla va a influir ya sea de


manera positiva o negativa según la situación en la que se encuentre, siendo
el más característico, el hogar del adolescente. La familia está basada en la
unión estable, fundada en el amor, de un hombre y una mujer, con un
propósito de permanencia y uno de cuyos fines es tener hijos y educarlos. La
familia puede considerarse como la institución más antigua que ha existido y
como una realidad connatural al ser humano. En ella comienza la educación
y la socialización, pero también se recibe la base del apoyo emocional y el
intercambio de los afectos (Castro, 2014).

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