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CIUDADANO PRESIDENTE CONSTITUCIONAL

DE LOS ESTADOS UNIDOS MEXICANOS,

LIC. BENITO JUÁREZ GARCÍA.

Está usted en presencia de miles de ciudadanas y ciudadanos libres de México que nos
congregamos hoy aquí para recordar su nacimiento y para celebrar la llegada de la primavera.

No venimos a rendir culto a una estatua sino a encontrarnos con el que está vivo en cada uno y
en cada una de nosotros, en nuestra educación, en nuestras convicciones y en nuestro afecto;
con el que sigue luchando a nuestro lado por una nación soberana, democrática, equitativa,
honesta y apegada a las leyes; con el que resiste los infortunios y las derrotas, con el
perseguido; venimos a hacernos presentes ante el presidente del pueblo.

Nos permitimos informarle de la difícil situación por la que atraviesa el país en estos tiempos. Y
queremos presentarle, también, el reporte de nuestros esfuerzos para enderezar el rumbo de
México.

Hace ya más de dos décadas que el país se encuentra bajo el control de una minoría rapaz que
se ha apoderado de casi todos los bienes públicos, ha fraccionado el territorio nacional para
cederlo a intereses extranjeros, ha medrado en la corrupción más escandalosa y ha hundido en
la pobreza extrema a la mayor parte de la población.

En poco más de 20 años, presidente Juárez, ese poder oligárquico nos ha dejado sin empresas
públicas y sin industria; ha devastado al agro y nos ha colocado en situación de dependencia
alimentaria; ha persistido en la agresión a las comunidades indígenas; ha destruido sindicatos y
cooperativas; ha malbaratado la banca nacional, los transportes y las telecomunicaciones; nos
ha dejado sin vivienda, empleo, educación, salud, cultura, recreación; nos ha reducido el poder
adquisitivo; ha conspirado para arrebatarnos conquistas laborales, derechos humanos y
políticos, sociales y reproductivos; ha traicionado el principio del Estado Laico y ha instaurado,
si no un gobierno abiertamente confesional, cuando menos un gobierno feligrés, al servicio de
las posturas más reaccionarias del alto clero; ha procurado incluso destruirnos los sueños y las
esperanzas.

La avaricia y la torpeza del grupo gobernante ha dejado sin país a millones de jóvenes, para los
cuales no hay más horizontes que la mendicidad, la drogadicción, la emigración, la
delincuencia.
Para llevar a cabo esa labor de destrucción, esa minoría no ha necesitado de tropas foráneas.
La ha realizado mediante la firma de un Tratado de Libre Comercio, gobernando a contrapelo
de la Constitución, aprobando rescates bancarios e Iniciativas Mérida, secuestrando a los
organismos del Estado, robándole a la voluntad popular, en dos ocasiones –en 1988 y en
2006–, la titularidad del Poder Ejecutivo.

En 2006 los mafiosos de la política, de las finanzas, de los medios y de la mafia a secas,
impusieron en el Poder Ejecutivo a un hombre mediocre, inescrupuloso y torpe, sin capacidad
ni voluntad para dar solución a los problemas económicos, ya para entonces graves, ni para
contrarrestar la oleada delictiva que ya asolaba diversas regiones. Este hombre no quiso
escuchar las advertencias acerca de la crisis que se nos venía encima. Minimiza e ignora los
problemas, se hace el sordo ante el clamor popular por la pobreza y el desempleo; tolera o
propicia las graves violaciones a los derechos humanos; permite, y hasta justifica, la corrupción
escandalosa.

Este gobernante usurpador ha hundido a México en un baño de sangre sin precedentes en los
tiempos modernos. Más de 17 mil mexicanos, presidente Juárez, han muerto en esa guerra sin
propósito ni bandos definidos; las instituciones han experimentado un nuevo ciclo de
descomposición y desprestigio; nuestras Fuerzas Armadas han sido lanzadas a una aventura
disparatada en la que la víctima es, en muchas ocasiones, la población inocente.

Usted, presidente Juárez, llegó, con su dignidad perseguida, hasta los confines del país.
Resistió, en Paso del Norte, la embestida de la intervención, y recibió la solidaridad, y la
entrega de los chihuahuenses a la causa de la República. Cuando llegó el momento de la
contraofensiva y volvió al sur, en un día de diciembre de 1866, usted exclamó: “Gracias tierra
bendita, nunca te olvidaré”.

Hoy en día, presidente Juárez, esa tierra, junto con todo el resto de la franja norte, al igual que
Durango y Sinaloa, Guerrero y Michoacán, Veracruz y Tabasco, está devastada y masacrada
por una lucha sangrienta entre los oscuros delincuentes dedicados al comercio de drogas y los
delincuentes de cuello blanco que usurpan el gobierno federal y que se han atrincherado en
cacicagzos estatales. Hoy, en la ciudad que lleva su nombre, en Ciudad Juárez, en Monterrey,
en Torreón, en Ecatepec, las mujeres y los jóvenes están siendo asesinados por el hecho de ser
mujeres y por el hecho de ser jóvenes. La población se debate entre la desesperación y el
desamparo, entre el temor a los capos y el pánico a las fuerzas del orden.
Ante esta catástrofe, somos muchos millones los mexicanos que no nos damos por vencidos.
En Cananea, en Necaxa y Juandhó, en las comunidades de Chiapas, en Oaxaca, en San Salvador
Atenco, en este Distrito Federal que vive bajo el acoso y el rencor del régimen espurio, los
ciudadanos honestos nos oponemos a la destrucción nacional, resistimos la entrega del país
mediante acuerdos antipatrióticos, contratos inconfesables y cesiones turbias, y rechazamos la
indecencia usurpadora, a la cual le dirigimos hoy las mismas palabras que usted escribió, en la
hora negra de la intervención, a otro usurpador, Maximiliano de Habsburgo:

“Es dado al hombre, señor, atacar los derechos ajenos, apoderarse de sus bienes, atentar
contra la vida de los que defienden su nacionalidad, hacer de sus virtudes un crimen y de los
vicios una virtud; pero hay una cosa que está fuera del alcance de la perversidad, y es el fallo
tremendo de la historia”.

Muchas y variadas son las resistencias populares contra el régimen antinacional y delictivo que
padecemos. Sabemos que, por encima de las diferencias, las causas populares confluirán, más
temprano que tarde, en un gran movimiento que rescate a la nación.

Quienes nos encontramos aquí presentes hemos venido trabajando en la organización desde
abajo de la sociedad. No nos solazamos con los espectáculos deprimentes de la clase política ni
nos distraen de nuestra tarea los extravíos de sus integrantes. Nuestras fidelidad última no es
para con las siglas, sino para con las causas.

En 2008 logramos impedir que el Senado aprobara al vapor una reforma presidencial que
habría destruido la industria petrolera del país. Impusimos una agenda legislativa acorde con
los supremos intereses nacionales y logramos llevar a cabo, y ganar abrumadoramente, una
consulta sobre el estatuto de la industria del petróleo.

El año pasado, en 2009, conseguimos revertir varias maniobras fraudulentas sucesivas que
pretendían burlar la voluntad popular en Iztapalapa.

Nos hemos conformado en brigadas, cuando ha sido necesario defender los intereses
nacionales; nos hemos congregado en círculos de estudio; los jóvenes conscientes se movilizan
en las Redes Universitarias; hemos fundado Casas del Movimiento.

Nos hemos dotado de un Gobierno Legítimo que hoy tiene a dos millones y medio de
representantes en los más diversos rumbos del país, así como centenares de comités estatales,
delegacionales, municipales y territoriales.
Hemos investido como nuestro presidente legítimo, a Andrés Manuel López Obrador.

Ayer, en la Clínica 26 del IMSS, en las calles de Aguascalientes y Chilpancingo, falleció doña
Julieta Estrada, mujer del pueblo, viuda de un obrero, de un jubilado del Sindicato Mexicano
de Electricistas. Doña Julieta venía padeciendo crisis de salud y el viernes, anteayer, la
hospitalizaron. Cuando llegó a Urgencias, el médico de guardia la examinó y le hizo las
preguntas de rutina para comprobar que estuviera lúcida y consciente de su circunstancia de
tiempo y de lugar.

—¿En qué año estamos? —le preguntó.

—En el 2010 —respondió ella sin vacilar.

—¿Cómo se llaman sus hijos, doña Julieta?

—Flor de María, Horacio... —empezó ella a soltar nombres sin asomo de duda.

—¿En qué delegación vive usted?

—En la Álvaro Obregón.

—¿Cuáles son los colores de la bandera?

—Verde, blanco y rojo.

—¿Quién es el presidente de México?

—Andrés Manuel López Obrador.

Doña Julieta murió unas horas después, ayer en la mañana, en total lucidez, y sus hijos no
pudieron estar con nosotros en esta concentración porque a estas horas están enterrando a su
mamá, allá, en el Panteón del pueblo de Santa Fe.

Tenemos a un dirigente excepcional, en el que convergen la altura de miras del estadista y la


entrega de un luchador por las causas populares. Reconocemos, en sus recorridos infatigables
por los rincones del país, la misma energía y el mismo temple con el que usted, en su austero
carruaje negro, ponía a salvo la dignidad de la República.

Pero el presidente López Obrador no habría podido llegar muy lejos si no tuviese alrededor a
esta sociedad, aquí presente, de mujeres y de hombres libres, honestos, combativos y
solidarios.
Enfrentamos una campaña sistemática de silenciamiento y de difamaciones por parte de los
medios en manos de la mafia: en canales televisivos, estaciones radiales y prensa escrita, se
nos ha acusado de todo lo imaginable. Y cuando hemos emprendido esfuerzos de organización
pacífica y cívica para sacudirnos la opresión, nos han llamado violentos, nos han calificado de
resentidos, nos han llamado “un peligro para México”.

Ante esa ofensiva, presidente Juárez, nos hemos dotado de nuestros propios medios de
información.

Hubo un hombre, a principios del siglo XIX, que comprendía a profundidad la importancia de
los medios. Cuando encabezó una gran insurrección libertaria, urgió a sus seguidores a
procurar y conservar una imprenta porque ésta, decía, “tiene más valor que diez bocas de
fuego”, que era como llamaban a los cañones. Ese hombre se llamaba Miguel Hidalgo y
Costilla.

Hoy, tenemos claro que no queremos —ni habremos de necesitar— “bocas de fuego” para
transformar a este país; en cambio, tenemos a nuestra disposición más de siete mil sitios web,
en Internet, sitios del movimiento; promovemos encuentros ciudadanos semanales y
asambleas informativas como la presente para informar e informarnos, debatir e intercambiar
razones. Y desde enero de este año contamos con un periódico, Regeneración, y tenemos el
desafío de hacerlo llegar a todos los rincones del país, de promover su lectura y su
retroalimentación entre amplios sectores.

Con la organización de base y mediante la resistencia civil pacífica nos hemos comprometido a
defender la economía popular, preservar los bienes propiedad de la Nación y, en última
instancia, hacer realidad el postulado del Artículo 39 de nuestra Constitución Política, en el que
se asienta:

“La soberanía nacional reside esencial y originariamente en el pueblo. Todo poder público
dimana del pueblo y se instituye para beneficio de éste. El pueblo tiene en todo tiempo el
inalienable derecho de alterar o modificar la forma de su gobierno.”

Han tratado de reducirnos a la impotencia, de hacernos creer que nada podemos ante la
corrupción, el latrocinio institucionalizado, la criminalidad gobernante.

Pero ni el sentimiento de impotencia ni el desaliento tienen cabida en nuestros corazones.


Ante usted, presidente Juárez, nos comprometemos a recuperar la soberanía nacional y a
instituir un poder público que beneficie al pueblo. Las mexicanas y los mexicanos aquí
congregados somos hijos y nietos de su ejemplo, del ejemplo de Miguel Hidalgo y Josefa Ortiz
de Domínguez, de los hermanos Flores Magón, de Emiliano Zapata, de Lázaro Cárdenas.

Pugnamos por construir aquí y ahora, en esta época, en esta década, en esta primavera que
hoy comienza, un país de gente feliz y de gente libre y de gente digna.

Somos un pueblo que resiste, somos individuos libres, honestos y congruentes. Somos madres
y padres amorosos, empeñados en dejar a quienes nos sucedan una nación más justa y
amable, más solidaria y más limpia; somos y seremos dignos hijos y nietos de ustedes y
además, nos merecemos la primavera.
Es para mí un honor, una responsabilidad gustosa y una oportunidad agradecida disertar para
ustedes el tema: las leyes de reforma.

¡Imposible hubiera sido la construcción de nuestro moderno estado Mexicano sin las leyes de
reforma¡

Visionarias y muy necesarias para unos, herejes y peligrosas para otros, controversiales para
todos como sello distintivo, pero… ¿de donde viene la importancia de unas leyes promulgadas
hace 150 años para todos los mexicanos de hoy en día?

Para responder esta interrogante es necesario ubicarnos en aquel tiempo para que sea a
través de la historia que comprendamos la importancia que estas leyes y su cabal
cumplimiento tienen.

Nacionalización de los bienes del clero, separación de la iglesia y el estado, prohibición de la


asistencia oficial a ceremonias religiosas, exclaustración del clero regular y extinción de
corporaciones eclesiásticas, además del establecimiento del registro civil de nacimientos,
matrimonios y defunciones junto con la secularización de cementerios; he aquí la esencia de
las leyes de reforma.

Desde la conquista de México en 1521, la iglesia católica no solo intervenía abiertamente en el


gobierno del país sino que también tenia el control de una gran diversidad de asuntos publicos
porque solo la iglesia había tenido en sus manos la forma de llevar el control de bienes y de
registros, además de su poder para mantener en la obediencia a través del miedo a la ira
divina a la población civil.

Así que ubicándonos en ese tiempo y partiendo de la base del dominio que la iglesia ejercía
sobre los asuntos públicos y la sociedad entera el solo pensar en desafiar a la autoridad
eclesiástica era una hazaña sobrehumana; pero no era únicamente el clero quien ostentaba
poder mundano ilimitado y acumulaba riquezas excesivas también estaban los militares y los
grandes terratenientes interesados en mantener el Status Quo en medio de una sociedad casi
feudal.

¡Religión y fueros! O intolerancia religiosa y trato privilegiado al clero y al ejercito, eso era lo
normal.

La religión y la política eran indisociables en medio de una sociedad acostumbrada a la inercia.

Así pues nuestro país era dominado por una vetusta, rígida y anacrónica estructura teocrático-
militar y esa tendencia continuo hasta que surgió de la mano de un gran hombre, de un héroe
nacional, del Benemérito de las Ameritas, el presidente Benito Juárez una propuesta diferente
una solución mas justa para la mayoría, la de las Leyes de Reforma y asi fue que después de
grandes trasiegos y sacrificios los principios libertad y reforma se impusieron sobre aquellos de
religión y fueros.

¡Se rompió la inercia! ¡Se disociaron la iglesia y el estado! ¡Surgió el estado laico! y a partir de
entonces comenzó una lucha en pro de la defensa de la legalidad, por el poder político y civil
de los ciudadanos y la construcción de un régimen positivo para la nación, se modernizo el
pensamiento político pero también se adquirió un enorme desafió: favorecer la convivencia
armoniosa y respetar la pluralidad.

Es importante dejar en claro que se respetó a la religión católica pero se acabó con la religión
de estado que era un lastre para el progreso pues se prohibió expresamente a los ministros de
culto intervenir en asuntos políticos.

En el 2009 las Leyes de reforma son el origen de las libertades y derechos que todos gozamos
como la tolerancia, los derechos del hombre, derechos de enseñanza, prensa, trabajo, reunión
y de libertad de cultos; todo esto porque en las leyes de reforma fueron plasmados valores
trascendentales y vigentes. Y por eso no es cosa menor recordar la importancia de esta
conquista porque aun hoy la lucha por mantenerla sigue y en este momento es nuestro deber,
responsabilidad y derecho exigir que se respeten y cumplan pues continúan siendo un pilar de
la sociedad y el gobierno y su incumplimiento o modificación solo resultaría un retroceso para
todos.

Por ultimo no olvidemos destacar la importancia de la historia porque nos enseña la actualidad
que estas patrióticas leyes tienen y el porque vale la pena reflexionar en ellas para no perder
las conquistas populares ganadas con la muerte, sacrificio y sufrimiento de nuestros
antecesores.

Gracias.
Soy la voz del primer grado grupo “A”, mi nombre es ____________________y estoy aquí, en
esta explanada, frente a ustedes, para disertar sobre el tema:"Juárez el niño zapoteca".

Muy pequeño soy aún, pero hablar de Benito Pablo Juárez García, el niño zapoteca, me hace
sentir grande, porque me inspira a engrandecer mi patria, mi país.

Yo quiero decirles que Juárez, es el presidente que más ha querido esta patria nuestra que se
llama México.

Es cierto, el presidente Juárez, es el más grande de todos los mexicanos y, lo es, porque toda
su vida luchó y venció a la adversidad; por eso es que los libros pueden tu vida cambiar.

Pero él pudo no solo cambiar su vida, sino también venció por su notable tesón, que es la
superación.

Juárez amó esta patria, porque para él era un orgullo pertenecer a la raza zapoteca, defender
sus raíces, sacar el coraje, su fuerza interior y vencer con el pueblo; por amor a esta tierra, al
suelo que lo vio nacer y transformarse, de indio zapoteca a gigante victorioso.

Por ese amor a la patria, yo, al igual que ustedes, amo el nombre de Benito Juárez.

Y lo amo también por su historia, tantas veces narrada por mis abuelos, padres y maestros.

Escuelas, plazas, monumentos, toda mi infancia me habla del amor de Benito Juárez a esta
nación, por tal razón, es vencedor de emperadores y de fuerzas invasoras.

Tanto fue el gran amor de este indio zapoteca a la patria, que yo les digo, que no
pronunciemos su célebre frase con alarde y presunción: "El respeto al derecho ajeno es la
paz". Mejor, vivamos la frase, hagámosla real.

Y digo escúchame

Porque quiero decirte

Que está en la mente la la niñes mexicana.

Compañeros,

Si de verdad queremos

Un mañana mejor
Amemos a méxico

Como Juárez el niño zapoteca lo amó.

Benito Juárez no es un héroe en descanso… Benito Juárez es pensamiento en acción… El gran


Reformador no duerme… actúa en la línea vital de México… observa el horizonte y señala a su
pueblo las rutas del porvenir.

Por eso te decimos BENITO JUÁREZ GARCÍA, que aquí estamos…Juntos y en Armonía… con
paciencia, con tolerancia y con fe… amantes de todas las libertades… entregados a la obra con
responsabilidad y esperanza…en lucha constante porque tu ideología se fortalezca y consolide
en la conciencia nacional…y señale el rumbo de la Patria en los años venideros

Sí… si, aquí estamos, Benito Pablo Juárez García… a doscientos años de tu natalicio… aquí
estamos los tamaulipecos encabezados por Eugenio Hernández Flores, nuestro Gobernador,..
Aquí estamos porque compartimos tu expresión: la sociedad liberal es indestructible… porque
es fuerte… porque es unida… porque la Patria de los liberales es el mundo… y todos los
hombres virtuosos, son sus compatriotas.

¡Que Viva Juarez!

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