30 de agosto de 2005.
La paradoja de la popularidad
Por Juan Carlos Eichholz
Si los vecinos de la comuna de Santiago
tuviesen hoy la oportunidad de repetir la
elección de alcalde del año pasado, ¿quién
cree Ud. que ganaría: Alcaíno o Schaulsohn?
Si los vecinos de la comuna de Santiago
tuviesen hoy la oportunidad de repetir la
elección de alcalde del año pasado, ¿quién
cree Ud. que ganaría: Alcaíno o Schaulsohn?
Si le cabe alguna duda, repasemos las medidas
más visibles del actual edil durante su man-
dato: término del “plan pololo”, disminución
de la frecuencia de recolección de basura en
los hogares de la comuna, no renovación de
patentes para comerciantes ambulantes, ame-
naza de cierre del estadio Víctor Jara, retiro de
pintores de la Plaza de Armas, despido de
funcionarios municipales, clausura de uno de
los mercados persa de la zona, supresión de
planes de vigilancia policial, advertencias de
expulsión para alumnos de las escuelas
municipales, entre otras. La respuesta, por lo
tanto, es clara: Schaulsohn asumiría como
nuevo alcalde. Tanto es así, que durante dos
meses Alcaíno no pudo transitar por el frontis
del edificio municipal, porque había Manifes-
tantes protestando en su contra, y la semana
pasada la concejala Estela León de Lavín llegó
a decir que “A Alcaíno le falta más conciencia
social”.
Nicolás Eyzaguirre vivió el mismo fenómeno
como ministro de Hacienda cuando, en su
intento por mantener el orden fiscal, debió
extremar sus recursos para enfrentar las
demandas de mayor gasto público provenien-
tes de sus propios correligionarios, quienes en
reiteradas ocasiones presionaron por su salida
del gabinete. De hecho, durante los primeros
cuatro difíciles años del gobierno de Lagos,
Eyzaguirre era más valorado por la oposición
que por el oficialismo.
Similares situaciones se viven también en el
mundo empresarial o en cualquiera organiza-
ción en la que es necesario llevar adelante
cambios para mejorar el estado actual de
cosas. Ejemplos de ello sobran, como Rodrigo
Jordan en Canal 13, o Bruno Philippi en Tele-
fónica, o Carly Fiorina en Hewlett Packard, o
el general Cheyre en el Ejército, o, ni más ni
menos, el del propio Jesús de Nazaret.
¿Qué tienen en común todos estos casos? La
existencia de una persona decidida a producir
un cambio, pero que, para lograrlo, debe
movilizar a otras, a las que, antes que todo,
debe enfrentar con la existencia del problema,
y luego hacerlas asumir la cuota de respon-
sabilidad que les toca en su solución. ¿Qué
ocurre en el proceso? Que muchas de esas
personas se resisten a reconocer el problema y,
si lo hacen, se niegan a aceptar la parte de la
responsabilidad que les corresponde, porque
es más fácil que la asuman otros y que ellos
reciban sólo los beneficios del cambio, sin
tener que pagar ningún costo. En el caso de
Alcaíno, ¿será posible mejorar las finanzas del
municipio para aumentar la inversión social
sin que algunos no se vean perjudicados?
Los refranes populares son muy sabios en este
sentido: “Para hacer tortilla hay que quebrar
huevos”, o “Si los perros ladran, es señal de
que cabalgamos Sancho”. Sin embargo, son
pocos los que se atreven a esto, por la sencilla
razón de que, al menos al comienzo, antes de
que aparezcan los primeros resultados positi-
vos, la popularidad de estas personas va a
declinar, y a veces mucho. Peor aun, puede
que esos resultados se demoren demasiado en
llegar o que simplemente nunca lleguen, po-
niendo en serio riesgo a quienes han impul-
sado el cambio. Pero si llegan a tiempo, esas
personas verán subir fuertemente sus bonos.
Es la paradoja de la popularidad: para ir
ganándola, hay que arriesgar la que se tiene, y
mientras más alto se quiera llegar, más se
arriesga. ¿Podrá Alcaíno, antes de la próxima
elección, alcanzar los resultados que se
esperan? Hasta ahora, al menos, debemos
reconocerle su valentía.