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Meny, Ives y Thoe, Jean-Claude. “Implementación”. Contenido en “Las políticas públicas”. Ariel.

España, Barcelona. 1985 [pp. 158-191]


Se tiene como objetivo como La implementación designa la fase de una política pública durante la cual
se generan actos y efectos a partir de un marco normativo de intenciones, de textos o de discursos.
Poner en práctica, ejecutar, dirigir, administrar: no faltan palabras para identificar lo que, a primera
vista, parece evidente a cada uno. Sin embargo, las ciencias sociales adoptan una terminología
particular. En francés es cuestión de poner en práctica (mettre en Q?uvre); en inglés, de
implementation. En efecto, ¿la ejecución de una política pública debe generar necesariamente
efectos? Lo esencial puede estar ahí: un término específico como implementar denota, por parte del
analista, la prudencia de no prejuzgar el contenido y el proceso, rompiendo, si es preciso, con el
sentido común.
Se aborda en La implementación; El enfoque top-down; Razonamientos alternativos; Un marco
analítico; El impacto de la ejecución sobre el contenido.
La aplicación de una política pública no es un objeto fácil de estudiar. La razón estriba en la naturaleza
particular de los acontecimientos que se observan. En efecto, el proceso de ejecución se presenta
como una multiplicidad de actividades repartidas en un período de tiempo relativamente largo, en el
que se distinguen mal el principio y el final, y que ponen en escena un cierto número de actores,
personas u organizaciones, para quienes la ejecución considerada no suele ser la única tarea. En
cuanto al contenido, se presenta como productos a menudo heterogéneos, directa o indirectamente
inducidos por estas múltiples actividades y cuyas facetas no pueden reducirse a una sola familia de
factores. Al hacer el análisis secundario de una serie de estudios realizados en el curso de los años
treinta en Estados Unidos, Yin sugiere que la primera opción técnica importante que debe hacerse al
comienzo de una encuesta es contar con uno o varios sitios de ejecución. Sitio significa aquí lugar de
aplicación. Por otra parte, el estudio puede cubrir una política particular o, al contrario, multitud de
políticas.
La confrontación entre ambas perspectivas analíticas permite concluir que en materia de transporte
por carretera hay una doble agenda. Una nace de los «grandes» objetivos con aspiración
universalista, como los desafíos de la seguridad vial o la protección de los ferrocarriles públicos. Aquí,
la ejecución sigue a la concepción; es su consecuencia cronológica, y la reglamentación de los
vehículos incorpora las disposiciones gubernamentales. La otra agenda se alimenta de desafíos
corporativos que nacen del mismo sistema de acción, en particular de las presiones ejercidas sobre
los poderes públicos por el conjunto de actores económicos de la cadena del transporte, para
estabilizar y reforzar la externalización de los costos del fraude sobre terceros ajenos al sector. Aquí,
la ejecución precede a la concepción. y determina el contenido de la agenda gubernamental. En los
hechos, esta distinción analítica no es fácil de establecer, porque ambos fenómenos se interpretan
estrechamente a través de los efectos del sistema. En materia de ejecución, el reparto institucional no
corresponde al reparto de las políticas. El transportista no es el actor clave del transporte; el control
vial no es la tarea prioritaria de las fuerzas de policía; el Ministerio de Transportes no puede prescindir
del apoyo de la profesión que, supuestamente, debe tutelar. El ejecutor sobre el terreno lo es sólo
parcialmente; se transforma también en creador, sustituyendo, con normas particulares de aplicación,
las reglas generales elaboradas en el centro. El interesado, por su parte, se apropia activamente de la
reglamentación, volviéndola a su favor y utilizándola como medio de supervivencia económica.
En Estados Unidos se han comparado los tipos de políticas públicas federales desde el punto de vista
de su ejecución. El estudio muestra que las políticas distributivas son las que provocan menos
controversias ideológicas, y menos conflictos de poder, siendo igualmente las que originan las rutinas
más estables en el momento de su aplicación. En cambio, las políticas redistributivas presentan una
gran inestabilidad de procedimientos, generan conflictos de interés y controversias ideológicas,
movilizan la oposición más activa contra las iniciativas tomadas por los organismos administrativos
responsables y, por último, provocan las mayores presiones para limitar las actividades estatales.

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