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Fue, sin embargo, en los Juegos Olímpicos de Montreal (1976) donde se reveló como una
auténtico prodigio de la gimnasia: obtuvo siete máximas puntuaciones (10) y las medallas
de oro en las disciplinas de paralelas asimétricas y de barra de equilibrio, así como en la
general individual. Sus gráciles vuelos la convirtieron en una popularísima figura del
deporte, y en su país fue recibida como una heroína nacional.
Dificultades.
Entrenaba seis y ocho horas al día. Rodeada de sus compañeras, creció y se formó gracias
a su mentor, el gran Bela Karolyi. Su profesor de 1968 a 1981, que ejerció mucho de
padre. Su vida no ha sido fácil para nada, a los 14 años se alzó con el primer 10 de la
historia en unos Juegos Olímpicos (Montreal 1976) y ganó nueve medallas (cinco de oro).
Tan sólo participó en dos Juegos Olímpicos. Lo suficiente para colocarse en lo más alto,
para ser una de las mejores gimnastas de la historia. En la memoria queda aquella
preciosa lucha entre la rusa Nellie Kim (cinco oros en JJ.OO) y la joven rumana Nadia
Comaneci.
Esto trajo sus consecuencias. Nadia se convirtió en el punto de mira del dictador de
Rumanía, Nicolae Ceausescu. La policía se encargaba de seguirla y observar qué hacía.
Querían controlarla, ya que era conocida en todo el mundo, y el dictador quería mostrar
fortaleza y victoria. Pero la gimnasta rumana terminó retirándose de la alta competición.
Nadia huyó hacia los Estados Unidos para escapar de la dictadura de su país
“No debes arrepentirte de lo que has hecho en la vida, sino de lo que no has hecho. Así
que haz y disfruta todo lo que puedas”. Esta frase es de Nadia. Demuestra claramente sus
ganas y su fuerza de vivir una mujer valiente. Aquel hogar que un día le arrebataron. Le
robaron su infancia, su juventud. Que huye de hablar del pasado. Demasiado sufrimiento,
mucho pasado para volver la mirada hacia atrás. Su rostro no es de felicidad cuando
recuerda aquella niña, que fue puntualmente feliz en alguna ocasión pero que lo que vino
después fue tan duro que no desea pese a su éxito que su hijo pasara por ahí.
Siempre se le criticó que fuera algo inexpresiva. Es cierto que tenía mirada y un saber
estar propio de una adulta, pero tuvo que hacerse así, escudarse en esa imagen o morir. Y
ella prefirió vivir.