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Apuntes de Historia 2º Cuatrimestre CONSEV
Apuntes de Historia 2º Cuatrimestre CONSEV
Tema 3
Introducción.
La mayor parte de los compositores que nacieron entre 1857 y 1885, en un primer
momento, tomaron su orientación de los paisajes culturales que se habían fusionado en el
s. XIX en Europa, Rusia y EE. UU. A consecuencia de ello, sus obras y sus ideas suelen
entenderse como continuación de tendencias ya establecidas en lugar de como un
comienzo. Del mismo modo, numerosos historiadores hablan de “el largo s. XIX”, que
comienza con la Revolución Francesa y acaba con la Primera Guerra Mundial, que
precipitó enormes cambios trascendentales en el periodo de entreguerras.
La consideración de que las artes en las primeras décadas del 1900 marcaban el final de
una época va implícita en el término francés fin de siécle, que se usa con tanta frecuencia
y que transmite la sensación de que las cosas estaban llegando a su fin. Una sensación de
decadencia y una madurez que ralla la descomposición. Así, aunque musicalmente había
muchos aspectos de continuidad con respecto al s. XIX, fue igual de importante el
sentimiento generalizado de que, con el cambio de siglo, el mundo se estaba
transformando y los artistas tenían que responder, ya fuese separándose en nuevas
direcciones, defendiendo lo que parecía en peligro de ser borrado del mapa o, cosa que
fue más frecuente, buscando un punto común entre pasado y futuro.
El modernismo musical de estos años puede entenderse no sólo como una respuesta y una
manifestación de la experiencia perturbadora de la modernidad, sino también como un
intento polifacético de establecer nuevas formas de expresión artística que diesen sentido
al mundo que estaba cambiando, así asistimos a intentos de gran envergadura, como los
de Schoemberg, Weber y Berg, los de Busconi, Strauss o Scriabin, y los de los futuristas
italianos en un intento por dar rienda suelta a la capacidad de la música para expresar las
sensaciones, emociones inconscientes, reconsiderar las bases teóricas de la música y
nivelar el arte con la nueva era de las máquinas y la tecnología.
que guarda conexión directa con la realidad, pero no porque quiera contar un argumento,
sino porque busca sugerir determinados ambientes o atmósferas, por lo tanto, salvo en sus
últimas composiciones, no hace música absoluta, lo que se aprecia además en los títulos
de sus composiciones, del propio Debussy y también en la cantidad de anotaciones que
aparecen en sus obras.
Dejaron de aparecer los títulos poéticos que van a ser reemplazados por aquellos
característicos de la música abstracta. Su música perdió mucho de aquella voluptuosidad
externa tan típica de la música abstracta. Su música perdió mucho de aquella
voluptuosidad externa tan típica de sus composiciones. Así, en sus estudios para piano de
1931 se aprecia una renovada tendencia hacia una economía formal y textual, un
desarrollo que alcanzó su punto álgido en las Tres Sonatas (1915-1917), escritas para
Las ideas de otras artes aportaron a Debussy estrategias importantes para reimaginar un
lenguaje musical que estaba siempre al borde de desintegrarse en partes que podían
configurarse de nuevas formas.
En su música, melodía, ritmo, timbre y armonía no están tan claramente separados como
en otros autores o épocas, y de hecho es difícil aislarlos. Así, por ejemplo, Debussy no
piensa las melodías en abstracto, sino asociadas a un timbre, a un ritmo y a una dinámica
completa, de tal manera que elementos que hasta ese momento en la música occidental se
podían considerar como secundarios pasan a ocupar el primer plano en importancia,
especialmente el timbre, la dinámica, los matices y los tipos de articulación, que en otras
músicas eran totalmente subsidiarios, y que en Debussy adquieren una enorme
importancia. El compositor va a emplear muchas técnicas para separar su material musical
de su significado convencional, y permitirnos así experimentar la música de formas
nuevas. Su manera de abordar la armonía, a diferencia de la tonalidad de la práctica
común tiende a tratar los acordes como sonidos individuales, en lugar de como
componentes de una progresión funcional. A diferencia del concepto tradicional, en
donde la música se dirige hacia un objetivo tonal, su armonía es enormemente estática, y
el oyente, más que la relación con lo que le precede y lo que continua, lo que experimenta
2º Cuatrimestre de Historia de la Música II (2º ES del CSM “Manuel Castillo” de Sevilla).
Antonia Gómez Rodríguez (Trompa).
en cada momento son las propiedades de la música que suena. De esta manera, lo
“superficial de la música” (texturas, color, matices, etc.) adquiere una enorme
importancia desconocida hasta entonces, y es el motivo por el cual la orquestación de
Debussy alcanza un nuevo nivel de sutilezas desconocido hasta el momento al producir
nuevos ejemplos tímbricos. Esto es debido a que, en general, las armonías son escogidas
por su color, su calidad de resonancia y sus efectos sonoros en lugar de por su posición
funcional dentro de una secuencia armónica más larga. En su lenguaje predominan las
armonías y los acordes paralelos propios de la textura heterofónica, que sería la
exposición simultánea de dos o más versiones diferentes de lo que es esencialmente la
misma melodía, siendo este rasgo uno de los más característicos del estilo de Debussy.
Por lo tanto, esta textura se caracteriza por el uso de armonías paralelas que no están
pensadas de manera acórdica, sino para crear un fondo de resonancias para las melodías.
También va a utilizar la textura homofónica, pero sobretodo en sus primeras obras, que
son tonales, y en las que encontramos que realiza alguna progresión homofónica sobre
puntos cadenciales, pero cuando pasamos a la música no tonal prácticamente desaparece.
Muchas de las obras de Debussy contienen además pasajes extensos que son estáticos
armónicamente debido al uso de la nota pedal y figuras en ostinato.
Son frecuentes también los desplazamientos entre modos con diferencias de alteraciones
entre ellos sin que esto auditivamente suponga un cambio brusco, ya que busca los puntos
de conexión de las dos escalas a través de las notas comunes, en vez de a través del acorde.
Aunque sus primeras obras son tonales y luego serán modales, auditivamente no hay una
gran diferencia entre ellas, porque el sistema compositivo es muy parecido, y no hay que
olvidar que la tonalidad de sus primeras obras es solo un elemento estructural, lo que hace
que, incluso en obras definidas como tonales puede que predomine la modalidad.
Las melodías de Debussy suelen ser cortas y estáticas, y suelen trazar un círculo que
vuelve al punto de partida en lugar de crear la sensación direccional de tensión y reposo
asociada a la estructura de frase temática tradicional. Este invitar melodías de fuerte
orientación hacia un objetivo viene de su interés por el conjunto sonoro, con sonidos que
no tienen la clara jerarquía ni las claras implicaciones funcionales de las escalas mayor y
menor.
Los extensos pasajes pentatónicos y en un gran número de piezas que usan distintos
modos, Debussy transmite su preferencia por escalas sin sensible. Tanto la pentatónica
como la hexátona reciben el nombre de escalas defectivas y en este tipo de escalas la
ausencia de sensible significa que cualquiera de sus sonidos puede convertirse en el
sonido central, y para ello recurre a la repetición o al énfasis de esa nota. Además, en
prácticamente todos los casos Debussy mostró poquísimo interés en quedarse en una
escala, prefiriendo un situó intercambio entre elementos diatónicos, de tonos enteros, etc.
Introducción.
Futurismo italiano.
Futurismo es el nombre que recibe un movimiento artístico que se originó en Italia antes
de la Primera Guerra Mundial fundado por el poeta
Filippo Tommaso Marinetti, que se caracterizó por su obsesión por las máquinas, la
velocidad y la industrialización. En 1909 publica Manifiesto del Futurismo (él fue el
primero en hacer uno) en el que otras cosas apoyaba la guerra, la violencia y la misoginia
y de hecho, después de la gran guerra, él y otros futuristas se convirtieron en seguidores
activos de Mussolini y los fascistas. Vemos por tanto cómo los escritos de los futuristas
ilustran cómo la búsqueda de la novedad en el arte en ocasiones podría estar asociada a
ideas destructivas. No obstante, antes de la Primera Guerra Mundial, Marinetti consiguió
movilizar a algunos compositores italianos por su concepción “sonora” de la vida
moderna y por su exaltación del “canto de las fábricas”, locomotoras, aeroplanos y
ciudades industriales.
El primer compositor que se le asoció fue Francesco Balilla Pratella, quien, en su primer
escrito, Manifiesto de los músicos futuristas (1910), criticaba la vida musical italiana a la
que consideraba anclada en el melodrama decimonónico y un año más tarde publica el
Manifiesto técnico de la música futurista, en el que defendía el atonalismo, la inarmonía,
la disonancia total, el ritmo libre y la polifonía absoluta. Por su parte, Luigi Russolo, un
pintor sin formación musical clásica escribió en 1913 su manifiesto El arte de los ruidos,
en el que sostenía que la música tenía que adaptarse al mundo moderno y escribía que los
oyentes estaban “empachados de ver sus corazones exprimidos” por las sinfonías de LVB
y las óperas de Wagner, y defendía que se podía obtener un mayor placer de la
combinación de los ruidos de los tranvías, los motores, los automóviles y de las hordas
de gente cuando volvían de oír la heroica y la Pastoral de LVB.
Aunque al final los logros de los futuristas italianos fueron limitados, su visión de un arte
de los ruidos ha tenido un efecto duradero: la idea del ruido como parámetro musical de
los futuristas, es una consecuencia de la expansión radical de los límites de la armonía
durante aquellos años. Si cualquier combinación de sonidos podía tener potencial
musical, entonces cualquier sonido o ruido podía ser considerado como música y, para
Russolo y los futuristas, los ruidos del mundo moderno debían convertirse en el material
primario de la música. Russolo llegó a construir numerosos artefactos productores de
sonido entre los que destacan veintisiete tipos diferentes de máquinas de ruidos, los
intonarumori (entona-ruidos) que mostró, entre 1913 y 1921 en diferentes capitales
europeas.
Russolo, en El arte de los ruidos, divide el universo sonoro en seis categorías basadas en
el modo de producción del sonido que son: explosiones y estruendos, silbidos y siseos,
susurros y bullicio, chirridos y fricción, impactos percusivos, y la voz humana y animal.
Aunque los futuristas presentaron sus obras en una serie de conciertos en Italia y en
Londres, al estallar la guerra en 1914, el movimiento se hizo añicos. Hasta nosotros ha
llegado muy poca música futurista porque se destruyeron los instrumentos originales y
solo queda un puñado de grabaciones que dan una idea de los sonidos que producían. No
obstante, se conserva un fragmento de la obra Risveglio di una città, de 1913, una partitura
de Russolo, que muestra cómo los futuristas anticiparon técnicas compositivas que no
iban a desarrollarse plenamente hasta después de la Segunda Guerra Mundial. Está
interpretada por una orquesta de 23 entona-ruidos que incluyen: zumbadores, raspadores,
detonadores, gorgojeos, aulladores, rugidores, silbadores, etc. Especialmente llamativa es
la notación gráfica que usó Russolo para indicar un continuo de sonido, creando un tipo
de notación que es un precedente de la utilizada por la música electroacústica. Es el
principio del fin de la notación musical unificada.
Expresionismo musical.
El término expresionismo musical, que fue acuñado en 1909 como par opuesto al
impresionismo, se aplicó por primera vez a una composición musical en 1918. Su uso se
ha generalizado, tomando un significado más amplio para designar a aquella música en
la que la exacerbación de la subjetividad se superpone a la coherencia interna y a la
convención. Es una música que incorpora a su discurso impulsos tales como las
emociones intensas y excesivas, lo que le lleva a la búsqueda de efectos violentos y a la
exaltación extrema de afectos y pasiones relacionados con el propósito de expresar la
realidad interior como única verdad posible del arte. Todo ello se enlaza con un tipo de
discurso musical que persigue la fluidez continua, que evita la repetición y que va a dar
lugar al uso de varios elementos estilísticos propios.
Desde el punto de vista del lenguaje musical, destaca su derivación del cromatismo
wagneriano, evitando cadencias, repeticiones, frases simétricas, y cualquier referencia a
De sus alumnos, obras expresionistas son, por ejemplo, la ópera Wozzek de Alban Berg
(1914), que exhibe también un mundo hostil y doloroso a través de la psique perturbada
del protagonista, que va de las alucinaciones al asesinato y al suicidio.
Por su parte, la música de Anton Webern tiene pasajes tan aterradores como la Marcha
Fúnebre de sus Seis Piezas Para Orquesta, op.6. En obras como esta, la disonancia crea
su tensión e inestabilidad tradicionales, mientras que la distorsión o ausencia de géneros,
formas y técnicas musicales convencionales evocan la locura, que es el tema preferido.
No obstante, el objetivo de estos compositores, al igual que el de otros muchos artistas
vinculados al expresionismo no era desatar demonios interiores, sino captar de la forma
más directa posible la gama completa de emociones en el flujo de las sensaciones
inconscientes.
El primitivismo.
El Primitivismo no debe ser considerado solo un movimiento artístico, sino que más bien
fue una actitud cultural que conformó diversos aspectos del arte moderno. En las artes
plásticas, el término alude a dos fenómenos distintos. Por un lado remite a objetos o
formas culturales no europeas, y por otro a la presencia de elementos estilísticos
pertenecientes al pasado histórico remoto, porque hay que recordar que desde inicios del
siglo XX en esta época era común asociar el término a los pintores y posteriormente a los
compositores del Renacimiento, redescubiertos a partir del desarrollo de la historia del
arte y de la historia de la música.
En las artes, en las primeras décadas del siglo XX, el primitivismo fue un movimiento de
amplio alcance, a diferencia del Exotismo y del Orientalismo, centrados en recurrir a
elementos de Asia y Oriente Próximo, el primitivismo reflejaba un nuevo interés por las
llamadas “culturas tribales” de Asia, Polinesia y Sudamérica. De este modo, partiendo de
la perspectiva de fuerte carga racial de las teorías de la evolución cultural, hubo un
cambio, y se pasó de tradiciones como las del Gamelán Javanés, que Debussy describió
como algo mucho más sofisticado y refinado que la música de Palestrina, a influencias
musicales y artísticas que se consideraban primarias, primigenias, amplias y vitales y
libres de las limitaciones de la civilización. El primitivismo, igual que el Exotismo y el
Orientalismo, estaba ligado al racismo, la expansión colonial y a la ignorancia sobre las
culturas de cuyas tradiciones se estaban apropiando, pero a pesar de todo ha sido una
fuerza importante en muchos movimientos artísticos desde las primeras décadas del siglo
XX. Como los artistas de la época proyectaban sus teorías y fantasías en estos artefactos
tribales y en general no conocían ni les importaba gran cosa su función original, era fácil
que la idea de lo primitivo acabase vinculada. Aun amplio abanico de fenómenos
culturales que tenían poco que ver con las culturas tribales, como el arte popular o los
dibujos de los niños. En lugar de cualquier tipo de representación precisa de las culturas
tribales, lo cierto es que el Primitivismo fue, por encima de todo una manifestación del
modernismo, de la modernidad.
El primero en aplicar el término a una obra musical fue Claude Samuel en 1962 a
propósito de la obra Intégrales, de 1925, del compositor Edgar Varèse, una obra escrita
para viento y percusión. Con un sentido similar, el musicólogo Curt Sachs había hablado
de barbarismo para referisse al Allegro Bárbaro de 1911 de Bela Bartok y a la
Consagración de la Primavera de 1913 de Igor Stravinsky.
La idea de Rusia que dio forma a esta y otras producciones fue producto del fuerte
movimiento nacionalista que se desarrolló en aquel país a finales del siglo XIX. Diaghilev
y sus colegas nacionalistas creían que la única forma de crear un arte auténticamente ruso
era integrando el arte y la música del folklore antiguo e incorrupto con las técnicas
modernistas, y La Consagración de la Primavera llevó esta idea más lejos que cualquier
obra anterior, más incluso de lo que el público que había convertido en éxito los ballets
anteriores estaba dispuesto a llegar. Al final de su vida, a Stravinsky todavía le dolía el
famoso escándalo provocado por el estreno de la Consagración, el 29 de mayo de 1913
en el teatro de los Campos Eliseos de París. A parte de la música, que es extremadamente
disonante, la coreografía de Vaslav Nijinsky fue poco ortodoxa, e intencionadamente
desgarbada, mientras que el escenario creado por el pintor, escritor y antropólogo
Para hablar de sus melodías, Stravinsky usa escalas y modos antiguos, pretendiendo
conseguir un efecto de antigüedad. También emplea pocas notas de dichas escalas,
creando melodías de poco recorrido, poco ámbito, característico de la música tradicional.
Son melodías con pocos saltos, muy repetitivas. Con respecto a la orquestación,
Stravinsky desarrolla aquí una sonoridad completamente nueva. Abundan los efectos
percusivos agresivos y violentos, desapareciendo el sonido expresivo y melódico de los
instrumentos de cuerda mientras que se favorece el predominio de la percusión y de los
instrumentos de viento, evocadores de una naturaleza salvaje y primitiva, con el uso,
además, de instrumentos que contribuyan a dar a la música un efecto exótico y evocador:
el uso del corno inglés, la flauta contralto, la trompa wagneriana, el güiro, etc.
Por último, habría que destacar que, aunque hasta este momento las cuerdas eran las
encargadas de llevar el peso de la obra sinfónica, aquí se limitan prácticamente a
funciones de acompañamiento rítmico tocando notas breves y repetitivas, normalmente
de un modo rudo y áspero, sin participar del protagonismo habitual. En definitiva y a
diferencia de obras anteriores, se considera que una de las mayores aportaciones de esta
obra a la música del siglo XX es que el compositor, por momentos, trata a toda la orquesta
como si fuese un enorme y único instrumento de percusión, siendo este uno de los
aspectos que más influencia tendrá en la música del s. XX.
El punto de inflexión más importante en la carrera de Bartók llegó en 1906 cuando decidió
junto a su colega compositor húngaro Zoltán Kodály, crear una exhaustiva colección de
canciones populares de la Europa del Este. Su objetivo era conservar una tradición que
consideraban amenazada. No solo por la intrusión de los estilos cosmopolitas europeos,
sino también por la música popular gitana comercializada en los cafés y restaurantes de
las ciudades. Esta investigación que les mantuvo ocupados hasta el estallido de la Primera
Guerra Mundial incluyó numerosas giras por toda Hungría, el norte de África, los
Balcanes, etc. Así, Bartók, que está considerado como uno de los fundadores de la
Etnomusicología, acabó recogiendo más de 10.000 canciones tradicionales, que
transcribió y anotó en una serie de libros y artículos académicos. También publicó muchas
colecciones de arreglos de canciones tradicionales que van desde versiones muy sencillas
hasta reinterpretaciones complejas, interesándose especialmente por melodías que él creía
que eran muy antiguas, cuya raíz se remontaba unos mil años, y que procedían de las
tribus asiáticas que habían dado lugar al pueblo magiar húngaro.
Bartók empezó a usar la música folclórica en sus propias composiciones, desde su primer
contacto con ellas, pero solo después de algunos años consiguió integrar estos nuevos
elementos en un estilo que fuese completamente suyo y personal y este proceso fue
trazado de forma efectiva en una serie de piezas para piano basadas en melodías
folclóricas reales que escribió entre 1906 y 1915: Veinte canciones populares húngaras,
Sz. 33 (1906) y Para niños, Sz. 42 (1909), una Sonatina para piano Sz. 55, de 1915, y 15
canciones campesinas, Sz. 71, de 1917, donde se encuentran una gran variedad de
registros. También están las 8 improvisaciones sobre canciones campesinas húngaras,
Sz. 74, de 1920. Sin embargo, sus obras para piano más importantes de este periodo son
las Bagatellas, Sz. 38 (op. &) 1908, y el Allegro bárbaro, Sz. 49 (1911).
Todo el trabajo que Bartók realizó en sus composiciones entre 1906 y 1915 tenían como
objetivo el de familiarizar a las clases urbanas con afición musical con la “verdadera”
canción tradicional húngara. En esta primera época, el uso de la modalidad como manera
de atenuar la relación entre la tónica y la dominante y el estatismo tonal conseguido
mediante el uso de armonías de cuarta y de quinta, fueron las dos técnicas principales que
liberaron al compositor de los límites de la tonalidad. Esa libertad que demuestra, es
consecuencia directa de su descubrimiento de la música tradicional, momento a partir del
cual las canciones tradicionales se convirtieron en un importante estímulo para la
concepción de sus obras, canciones que no obstante trabajaba por medio de determinadas
técnicas de composición como son la derivación de nuevas colecciones de escalas para
armonizar las melodías originales, y la adopción de las variantes recogidas de la misma
melodía como forma de variación: a la hora de escribir una melodía y sus variaciones,
Bartók recurre a las distintas variantes que recogen de una misma canción en distintas
localidades, en lugar de recoger una única melodía y él mismo componer o inventarse
variaciones sobre la misma. Y también el uso de la modalidad de las canciones populares.
Por esta vía, Bartok llegó con sus 14 bagatellas para piano, Sz. 38, llegó a un estado muy
próximo a la atonalidad, cuando todavía no había sido publicada ninguna obra atonal de
Schönberg, y un año antes de la publicación de las 3 piezas para piano, op. 11, del
compositor austríaco. No obstante, sí circulaban obras publicadas de Claude Debussy que,
en cierta manera, ratificaron la libertad rítmica y armónica que Bartók había encontrado
en las canciones tradicionales. En la obra de Bartók, las catorce bagatellas representan la
plena adopción del pianismo moderno, o mejor dicho, el abandono de los rasgos
característicos de la tradición pianística romántica que entendía la música para piano
como canto acompañado.
Tres años más tarde, en 1911 compone el ‘Allegro Barbaro’ para piano, publicado en
1918 y que es relacionado con el primitivismo de moda en las artes europeas en los años
anteriores a la 1ª guerra mundial. Fue muy bien recibido por el público desde su primera
audición y desde entonces es una de las obras más populares de Bartok. Sus características
son también un manifiesto antirromántico ya que se trata de una melodía simple con una
nota fundamental usando planos armónicos independientes, bloques de acordes macizos
y percutidos (martellato) y sobre todo un ritmo ostinato que se mantiene a lo largo de
toda la pieza. La marca distintiva de la obra es la saturación sonora producida por la
utilización masiva de acordes cuyo movimiento no se corresponde con el encadenamiento
según las reglas del estilo tonal.
Además, la literatura pianística se vio enriquecida por esta obra con una nueva manera de
explorar el instrumento contraria al ideal del canto aplicado al piano que había guiado la
composición durante el S.XIX. Este nuevo tratamiento percusivo dado al piano por
Bartok es habitualmente identificado con su utilización como instrumento de percusión.
Por último, la obra es, además un ejemplo de la síntesis realizada por el compositor a
partir del estudio desde una perspectiva etnomusicológica de la música de distintas
2º Cuatrimestre de Historia de la Música II (2º ES del CSM “Manuel Castillo” de Sevilla).
Antonia Gómez Rodríguez (Trompa).
tradiciones patente en otras obras para piano escritas entre 1908-1911 lo que se refleja de
manera evidente con la utilización de escalas pentatónicas y polimodales.
Introducción.
El final de la 1ª guerra mundial a finales del S18 dejo a Europa destruida y revuelta. Los
distintos acuerdos que se produjeron tras la paz alteraron de forma significativa el
panorama político y geográfico. La guerra cambio profundamente las aptitudes de los
intelectuales y artistas europeos. El balance final de las defunciones que acarreo el
conflicto no tenía precedentes al igual que el grado de devastación material y emocional.
De hecho, la visión optimista que tenían del mundo los presupuestos técnico-científicos,
la creencia generalizada en un progreso económico y social continuo fueron superados
por esta serie de catástrofes. El sentido de intensidad y renovación que se produjo en los
años anteriores a la guerra se debía sobre todo a la creencia que los intelectuales tenían
en el poder de las artes y en su capacidad de promover nuevos modelos de pensamiento
y experiencia pero después de la destrucción y el sufrimiento que acarreo la gran guerra,
no se pudo mantener por más tiempo. Así en los últimos años del conflicto comenzó a
surgir una nueva aptitud que llego a dominar los movimientos artísticos más importantes
de las siguientes dos décadas y entre sus características más importantes estuvo la de tener
una renovada consideración hacia la claridad orden y objetividad.
Esta nueva actitud apareció en primer lugar en algunos movimientos artísticos que
nacieron en los últimos años de la guerra y últimos de posguerra y que se centraron sobre
todo en las artes plásticas. Sin embargo, los principios que estos movimientos artísticos
compartieron como son la eficiencia, la claridad en la composición y la economía de
medios volvieron a aparecer en la mayor parte de la música que se escribió en los años de
posguerra. Apareció entonces un nuevo interés en reestablecer lazos de unión con el
pasado más lejano, así como un claro deseo de evitar los excesos productos de la
experimentación de los primeros años del S.20. De este modo la música comenzó a ser
vista como un orden de elementos racionales, sin embargo, aunque algunos compositores
dieron una nueva importancia a la claridad y la centralización tonal, ninguno de ellos se
dedicó a resucitar el sistema tonal tradicional. En lugar de eso se desarrollaron nuevas
formas tonales que continuaron con el carácter libremente disonante de la música anterior
a la guerra. La tendencia general no fue tanto de rechazo hacia las innovaciones a los años
anteriores como la acomodación de dichas novedades a los nuevos principios estéticos.
La gran cantidad de eslóganes que proclamaban lo ‘nuevo’ que surgieron en Paris como
‘nueva simplicidad’ ‘espíritu de lo nuevo’ reflejan un fuerte deseo de cambio como una
falta de consenso sobre que debía ser y hacer la nueva música. Como consecuencia de
ello, hasta el termino de uso más generalizado, ‘neoclasicismo’ resulta bastante difícil de
definir ya que aunque esta categoría está vinculada más estrechamente a la música de
posguerra de Stravinski y la generación de jóvenes compositores franceses pueden
encontrarse elementos neoclásicos en las obras de compositores de distintas tradiciones
nacionales y de orientaciones estéticas muy divergentes
El termino fue aplicado por primera vez por parte de la crítica a Stravinsky en 1923 a
propósito de su ballet Pulcinella pero también se relaciona con otras obras de
compositores como Prokofiev y su sinfonía clásica o Satie (padre del grupo de los 6) con
Sonatina Burocrática.
Hay otros estudiosos que extienden el término a un tipo de ‘conciencia histórica’ común
a los compositores en el mismo periodo de entreguerras y que se manifestaría en el
‘retorno de géneros clásicos’ patente en Schönberg, Bartok o Hindemith. Probablemente
fue el movimiento artístico que más adeptos tuvo entre los compositores del siglo 20, una
afirmación que puede resultar paradójica después de lo dicho acerca del estatuto adquirido
por la novedad y la actualidad en el vanguardismo musical pero no es por ello menos
cierta porque hay que tener en cuenta el efecto que tuvo la guerra sobre los artistas jóvenes
de creación de vanguardia por lo que es bastante habitual considerar esta tragedia como
Neoclasicismo musical.
Vimos como a finales del s. XIX en Alemania el termino se aplica a la música de Brahms
y seguidores. Una idea que tuvo continuidad a partir de la segunda década del s.XX en la
obra del compositor Ferrucio Busoni 1866-1924, uno de los compositores más influidos
por la guerra que reformuló entonces el concepto de neoclasicismo partiendo de tres
rasgos:
De hechos, en esta época, la recuperación de los géneros del pasado estaba más próxima
a la reconstrucción fantasiosa que a la verdadera recuperación de fuentes. No obstante,
esta característica es algo que se mantuvo posteriormente porque el NC no fue una
corriente homogénea y sistematizada: cada compositor uso las convenciones a su manera.
Fue bastante más notoria la versión francesa del neoclasicismo posterior a la guerra,
construido sobre la base de las obras neoclásicas escritas por Debussy y y Ravel en el
conflicto: la gran guerra fue un revulsivo que trajo nuevas al neoclasicismo. Ya no revivir
el pasado, sino una vuelta al pasado considerada como una forma de renovación, dando a
esa recuperación un nuevo carácter
Tb representó la búsqueda por parte de los compositores de una música que estuviese al
día y fuese acorde con su idea de modernidad, ofreciendo al mismo tiempo alternativas a
aquellas cualidades que habían sido tan importantes para aquellas músicas de antes de la
guerra: la subjetividad, la emoción, el misterio y la individualidad.
En estas composiciones, de hecho, hay bastantes elementos que pueden parecer familiares
en un primer momento, pero en la mayoría de los casos los elementos convencionales de
estilo, armonía y forma ya se tomen prestados del s.XVIII o de estilos populares
contemporáneos que se distorsionan y se presentan de una manera no habitual, extraña
para el público, al ser combinados con material musical de otras tradiciones o reaparecer
en contextos sonoros muy distintos.
Los compositores del momento resucitaron también géneros anteriores como el concerto
grosso y formas tradicionales como la sonata, el rondó y el tema y variación. Así mismo,
antes de la guerra, en el ámbito de vanguardia, los músicos solían usar el contrapunto
imitativo con una connotación de algo académico y artificioso. Sin embargo, tras la
guerra, aparecen fugas por todas partes, a veces con ironía y otras simbolizando seriedad,
oficio, altura. El lema “vuelta a Bach” de los neoclásicos queda reflejado en el segundo
movimiento de la sinfonía de los salmos de Stravinski de 1930, que es una elaborada
doble fuga cuyo tema recuerda a la Ofrenda Musical de Bach. Sin embargo, la más famosa
de estas composiciones neoclásicas - el ballet Puchinella de Stravinski - está basado en
m instrumental atribuida a Pergolesi, fue un encargo de Diaghilev para los ballets rusos.
En esta obra figuran personajes de la tradición italiana, de la comedia del arte, que tanta
influencia tuvo en muchas otras obras del s. XX: pierrot lunaire, Petruskha… para
Puchinella, Stravinsky compuso su música directamente sobre copias manuscritas de las
partituras que le proporcionó Diaghilev. Aunque su orquestación evoca a veces el sonido
de la sinfonía clásica, también incluye efectos tímbricos modernos. Sin embargo, lo que
tuvo un efecto más profundo y a largo plazo fue la readaptación que hizo Stravinsky de
la tonalidad del s. XVIII. Pulchinela, con sus progresiones de dominante a tónica, su
superficie diatónica y la clara conducción de las voces a través de su textura
contrapuntística, marca un desvío del cromatismo y la disonancia extremos de muchas
obras de antes de la guerra. No obstante, en la mayoría de los casos Stravinsky y otros
compositores no estaban intentando reestablecer las convenciones de la tonalidad de la
práctica común, sino también usar esas convenciones de nueva manera: mantiene la
melodía superior y el bajo barroco, pero modifica la armonización para alterar las
progresiones funcionales, y cambia algunos aspectos de la métrica y el ritmo.
Por otra parte, los compositores neoclásicos tenían pocas fuentes musicales de la
antigüedad clásica a las que recurrir, por lo que se fijaron en elementos teatrales de la
escena, en argumentos de la historia y los mitos, y la búsqueda de una sensibilidad clásica
basada en la sencillez, la pureza y la moderación. Así vemos como la ópera oratorio de
Stravinsky Edipo rey de1927 lleva un texto en latín adaptado por Jean Cocteau, a partir
de la tragedia griega de Sófocles. Mientras que en su ballet Apollo, de 1928, figuran un
bailarín principal con toga y tres musas con tutú de camino al parnaso. Uno de los
principales atractivos de estas fuentes clásicas era la sensación de rituales
despersonalizados que se convertían en mitos universales. La puesta en escena de Edipo
rey tenía planeado que los cantantes pareciesen estatuas vivientes mientras que el uso de
un narrador con atuendo moderno para introducir cada escena en el lenguaje del público
subrayaba la sensación de distancia creada por el texto en latín, buscado por el
compositor.
Otro factor que influyó sobre los compositores neoclásicos fue que tenían pocas fuentes
musicales de la Antigüedad clásica a las que recurrir, por lo que en lugar de sobre ello se
centraron en elementos de puesta en escena y montaje, en argumentos sacados de la
historia y los mitos, y en la búsqueda de una sensibilidad general «clásica» marcada por
la sencillez, la pureza y la moderación. La ópera-oratorio Oedipus Rex (Edipo rey, 1927)
de Stravinsky llevaba un texto en latín adaptado por Cocteau a partir de la tragedia en
griego de Sófocles, mientras que en su ballet Apollo (Apolo, 1928) figuraban un bailarín
principal con toga y tres Musas en tutús de camino al Parnaso.
Uno de los principales atractivos de estas fuentes clásicas era la sensación de ritual de
carácter universal. La puesta en escena de Oedipus Rex tenía planeado que los cantantes
pareciesen estatuas vivientes, mientras que el uso de un narrador con atuendo moderno
para introducir cada escena en el lenguaje del público subrayaba la sensación de
formalidad y distancia creada por el texto en latín. La idea de Stravinsky era que el oyente
se concentrase expresamente en el lenguaje musical; para ello el canto debía servir para
modular las voces, pero no para distraer la atención sobre lo esencial: la música. Para
Gran parte la Sinfonía de los salmos tiene el tono intencionadamente severo y austero
característico de la Nueva Objetividad. La partitura lleva un coro mixto y una orquesta en
la que una sección de viento ampliada (y, en opinión de Stravinsky, menos emotiva)
sustituye a los violines y las violas. Incluso esconde aún más el significado de las palabras
del texto latino desplazando los acentos a las sílabas débiles. Con su forma impersonal y
objetiva de abordar la religión, centrándose en el ritual en lugar de en la expresión
personal, la Sinfonía de los salmos apuntaba a la austeridad de las últimas obras de
Stravinsky, como su Misa (1948) y los Requiem Canticles (Cánticos de réquiem, 1966).
Stravinsky describió Requiem Canticles, su última obra con orquesta, como un «réquiem
en miniatura». El texto es una selección del Introito y la Sequencia y el Libera me entero,
dividido en nueve secciones: un Preludio para cuerdas y cuarteto de cuerda y contrabajo,
«Exaudi», «Dies irae», «Tuba mirum» con solo de barítono, un interludio instrumental,
«Rex tremendae», «Lacrimosa» con un solo de contralto, «Libera me» y un postludio
instrumental. Como es característica común de la última fase de la vida de Stravinsky, el
material serial sirve como generador de notas que están combinadas de manera particular,
con muchas referencias tonales.
Esta última obra maestra de Stravinsky no solo lleva su técnica dodecafónica a nuevas
direcciones, sino que también resume el trabajo de su vida, con citas de su Sinfonías de
Instrumentos de viento y Sinfonía de los Salmos, haciendo referencia a la violencia de La
consagración de la Primavera en el Dies Irae del Réquiem, para terminar con una serie de
doce notas que versionan las campanas de Les Noces.
No obstante, no se trata de una obra con el hermetismo de otras de la misma época, como
The Flood (1961-62) o Abraham and Isaac (1962-63). Tiene una inmediatez inesperada
y una gran variedad de colores, sobre todo en la escritura instrumental.
De todos los intentos que hubo después de la guerra de crear unos fundamentos técnicos
y teóricos nuevos para la música, el más ambicioso fue el método de Schoenberg de
componer con 12 notas. Aunque nunca logró su meta de aportar un nuevo lenguaje común
para sustituir a la tonalidad, muchos compositores de distintas corrientes lo exploraron y
sigue teniendo un papel significativo en la composición y en la teoría de la música.
Insistiendo en que el método de composición dodecafónico era un método y no un
«sistema» cerrado, Schoeenberg y sus alumnos no dejaron nunca de refinar y rediseñar la
técnica, y los compositores posteriores a la Segunda Guerra Mundial lo llevaron aún más
allá, muchas veces en direcciones bastante diferentes con respecto a la formulación inicial
de Schonberg.
Schoenberg ya había dado ejemplos de acordes que contenían las 12 notas en su Tratado
de armonía de 1911, y en la década siguiente trabajó en una gran cantidad de piezas en
las que exploró la composición con series de notas ordenadas y no ordenadas de distinta
longitud. Pero no sería hasta 1923, cuando Schoenberg reuniese a sus alumnos para
desvelar el «método de componer con 12 notas relacionadas únicamente entre sí», año en
el que publicó las Cinco piezas para piano, op. 23, que incluían un movimiento
dodecafónico, al igual que la Serenata, op. 24, publicada el año siguiente. La primera
pieza completamente dodecafónica, con todos los movimientos basados en una única
serie, fue la Suite para piano, op. 25, terminada en 1923 y publicada en 1925. Los
alumnos de Schónberg empezaron inmediatamente a integrar el método dodecafónico en
sus propias obras.
Aunque Schoenberg esperó hasta 1950 para publicar una explicación detallada del
método, él y sus alumnos comenzaron a difundir las técnicas dodecafónicas a principios
de la década de 1930 por medio de conferencias, publicaciones y de su propia docencia.
Respondiendo a las acusaciones de que el método era arbitrario y artificial, argumentaban
que la composición dodecafónica era producto de una necesidad histórica. Defendían el
método como culminación de una progresión que había empezado con la fusión de los
modos eclesiásticos en la tonalidad mayor y menor, continuada por la armonía cromática
de Wagner, y que había llegado como paso siguiente necesario después de la
emancipación de la disonancia.
Lo cierto es que, aparte de responder a las duras críticas que provocaban sus ideas sobre
el método dodecafónico, es posible que Schoenberg sintiese también la necesidad de
justificar el método con tanta vehemencia porque representaba un cambio significativo
de su propia forma de pensar, apartándose de su énfasis expresionista anterior a la guerra
para aceptar la necesidad de un control consciente.
Schoenberg
El principio más importante del método de Schoenberg es que cada pieza está basada en
una única ordenación de las doce notas cromáticas, a la que llamaba «serie. Por tanto, una
composición dodecafónica se basa en una serie, que consiste en una ordenación
determinada de las doce notas de la escala cromática temperada (que se numeran del 0 al
11 o del 1 al 12), cada una de las cuales aparece sólo una vez. Por lo tanto, cada
El acento puesto en el orden fijo de la serie fue la innovación determinante del método de
Schoenberg y está en la base del desarrollo de la música serial después de la Segunda
Guerra Mundial, en el denominado Serialismo integral. La ordenación de la serie también
produce una secuencia de intervalos que da a cada serie su sonido particular y su potencial
compositivo. La elección de un orden concreto del conjunto cromático entre las casi tres
millones de posibilidades tiene muchas consecuencias para todos los aspectos de una obra
dodecafónica y, de hecho, Schoenberg, Berg y Webern usaron tipos de series muy
distintos.
La secuencia fija de intervalos creada por el orden de los doce sonidos permitía generar
tres transformaciones de la serie: la retrogradación (la serie tocada en orden inverso), la
inversión (producida por la inversión de la dirección de los intervalos de la serie) y la
inversión retrógrada (la inversión tocada en orden inverso). En respuesta a las objeciones
de que esas manipulaciones de la serie eran artificiales y matemáticas, Schoenberg señaló
que las inversiones y las retrogradaciones habían formado parte de la técnica
contrapuntística desde el Renacimiento. Ahora bien, aunque la serie determina la sucesión
de notas utilizada en una pieza, no indica ni registros, ni duraciones, ni textura o la forma
de la música.
Las cuatro formas básicas de las serie pueden transportarse para comenzar en otra nota
de la escala cromática, y el transporte se indica, de forma convencional, por medio de
números que siguen a la designación de la serie, y que indican el número de semitonos,
siempre ascendentes, que aparecen a partir de la forma original (P-6 indica que la forma
original está transportada una quinta disminuida ascendente = 6 semitonos). Las 12
transposiciones de la serie principal (P0-P11), sus 12 inversiones (I0-I11), más las 24
retrogradaciones de todas ellas (R0-R11 y RI0-RI11) forman las 48 series derivadas que
constituyen la «materia prima» de una obra dodecafónica. Estas 48 series pueden
ordenarse para formar una matriz dodecafónica que contiene todas las series en una única
tabla.
Schoenberg desarrolló muchos modos distintos de escribir las diversas formas de la serie,
como tablas, ficheros y el llamado «cuadrado mágico» o matriz de 12x12. Así como para
las piezas más largas usaba muchas de las 48 formas de la serie, para las piezas más cortas
solía limitarse a unas pocas.
Por lo tanto, en una pieza dodecafónica, el compositor deriva de la serie original todo el
material melódico y armónico de la obra, dando como resultado lo que Schoenberg
llamaba «la unidad de espacio musical», pero esto no quiere decir que esperaba que
nosotros fuésemos capaces de oír la serie como sucesión lineal de 12 notas, porque
además, frecuentemente, la trata no como un tema o melodía sino como fuente de
motivos, como sugiere su división de las tablas seriales en grupos de cuatro y seis notas
(tetracordos y hexacordos).
Schoenberg estructuraba sus series para producir muchos intervalos distintos entre las
notas que la componen, lo cual le permitió a su vez crear una gama de armonías muy
amplias. Lo que más le importaba eran la riqueza y unidad de material que podía
generarse a partir de la serie en interacción con sus distintas transformaciones, y esto le
llevó de vez en cuando a desviarse de lo que dictaba la estructura de la serie.
Desde un punto de vista más estilístico, se puede apreciar que las texturas de Schoenberg
son relativamente transparentes y sus concepciones temáticas y motívicas son casi
clásicas en cuanto a su disposición, como se puede ver en sus Cinco piezas para piano
Op. 23, de 1923.
Entre los años 1915 y 1926 compuso dentro de su catálogo desde el op. 12 hasta el op.
19. Son todo obras para grupos formadas por dos o más canciones para cantante solista
acompañado de conjuntos de cámara, en donde demuestra su renovado interés por los
procedimientos composicionales más estrictos. En 1925 escribió sus 3 poemas
tradicionales, op. 17, en los que ya empieza a adoptar el método dodecafónico. Sin
embargo, el gran paso en la evolución de su música llegó con el Trío de Cuerda op. 20,
de 1927, que fue su primera composición instrumental en 17 años, además de la primera
obra dodecafónica que publicó el compositor y en la que, al igual que su maestro, integró
conscientemente este método con formas y géneros del estilo clásico.
Otra característica destacable en Webern en sus obras de este momento es una mayor
simplicidad y consistencia rítmica en comparación con la extrema diferenciación rítmica
De todo su catálogo podemos decir que la pieza más influyente para la composición
posterior fue su Sinfonía, estructurada en dos movimientos, escrita para un conjunto de 9
instrumentos, cada una de las partes de la cuerda puede ser tocada por un instrumento o
por más y la partitura ejemplifica la extraordinaria compresión y las estructuras que
hicieron que la música de Webern fuese tan difícil para el público de la época como
reveladora para los compositores posteriores. En contraste por la preferencia de
Schonberg por la variedad de intervalos, la serie dodecafónica de esta Sinfonía es
característica de Webern, muy unificada y económica en sus movimientos, llena de
simetrías. Hay que saber que para Webern las simetrías, los palíndromos y los cánones
no eran un fin en sí mismos, sino que estaban pensados para proporcionar una analogía
de la profunda unidad orgánica que veía en la naturaleza. La influencia continuada del
Romanticismo es también patente en los elementos frecuentemente programáticos de sus
apuntes de composición. En el caso de la sinfonía, indicó asociaciones programáticas con
paisajes de montaña, el sol, la luz de la luna… así como lugares importantes para él en su
vida, como las tumbas de su madre y su padre. El sello neoclásico de Webern fue muy
particular y además, su música dodecafónica conserva algunos rasgos estilísticos que ya
aparecían en sus obras atonales, como la tendencia a dividir la obra en partículas más
pequeñas y a diferenciarlas por medio de la instrumentación, el registro y la dinámica, la
importancia de las texturas, con largos silencios que actúan de separadores de dichas
unidades y que a menudo no consisten en más de tres notas cada una, lo que tiene una
significación incluso mayor que las miniaturas instrumentales anteriores. El silencio es
fundamental en su estética y en su manera de componer.
El primer acto es un conjunto de cinco piezas entre las que hay una suite en estilo barroco,
una marcha y un pasacalle. El acto segundo es una sinfonía en cinco movimientos, y el
acto tercero es un conjunto de “invenciones” con la intención de recordar las famosas
invenciones contrapuntísticas para teclado de J. S. Bach, aunque en el caso de Berg, las
invenciones están más cerca de la idea de un conjunto de variaciones que exploran
distintos elementos como un tema, una nota o un ritmo.
Entre las primeras obras completas de Berg, en las que usa la técnic dodecafónica, están
su Concierto de cámara para Piano, violín y 13 instrumentos de viento, de 1925, en el
que incluye temas basados en los nombres de Schonberg, Webern y Berg, y su Segundo
Cuarteto de Cuerda, subtitulado Suite Lírica, compuesto en 1925-26. Ambas piezas están
llenas de recursos compositivos complejos, y se relacionan con elementos programáticos
detallados, tanto públicos como privados. El descubrimiento, años después de su muerte,
de su partitura de bolsillo de la Suite Lírica, llena de anotaciones, reveló que muchos
aspectos de la estructura de la serie, de la organización formal e incluso de las
Por otra parte, cuando Schoenberg usó la frase “componer con 12 notas relacionadas
únicamente entre sí”, insistía en que este método había sido concebido para ofrecer una
alternativa a la tonalidad. Muchas características del método, como el uso de las 12 notas
en circulación habitual, evitar las duplicaciones de octava y las reservas con respecto al
uso de acordes tríada y escalas tonales estaban pensadas para evitar que cualquiera de las
notas acabase destacando sin querer como tónica y alterarse con ello la emancipación de
la disonancia.
No obstante, esto no quiere decir que Schonberg y sus alumnos evitasen siempre las
alusiones intencionadas a la tonalidad sino que, por el contrario, sus indagaciones sobre
cómo el método dodecafónico podía asimilar determinados aspectos de la tonalidad
resultaron ser especialmente productivas. Esto se puede ver en la última obra acababa de
Berg, el Concierto para violín y orquesta, de 1935, que constituye un ejemplo del
esfuerzo por incorporar la tonalidad en la composición dodecafónica. Aun así, el segundo
de los dos movimientos que lo componen termina con un tema y dos variaciones basados
en el coral “Es suficiente”, de la Cantata nº 60 de J. S. Bach. Las frases del coral se
presentan primero con un arreglo dodecafónico y luego, en la armonización original de
Bach, con los instrumentos de viento imitando el sonido de un órgano de tubos. Además,
como la mayoría de las obras de Berg, contiene aspectos programáticos y autobiográficos.
2º Cuatrimestre de Historia de la Música II (2º ES del CSM “Manuel Castillo” de Sevilla).
Antonia Gómez Rodríguez (Trompa).
El coral habla de la aceptación serena de la muerte, y esto se debe a que estuvo dedicado
a la memoria de Manon Gropius, la hija de 18 años de Walter Gropius y Alma Mahler,
que murió de poliomielitis. Después de la muerte de Berg se descubrieron otros elementos
programáticos como las referencias a una hija ilegítima de la que había sido padre a los
17 años. La sección allegretto, como de danza, del primer movimiento, cita una vulgar
canción tradicional sobre un lío amoroso ilícito e indica que este pasaje ha de tocarse al
estilo vienés. Es uno de los ejemplos de música tradicional de baile y jazz que Berg
incorporó en sus obras dodecafónicas.
Alban Berg fue capaz de integrar la música tonal en la composición dodecafónica con
gran continuidad y naturalidad, construyendo series que contenían escalas diatónicas y
acordes tríada, algo que también hizo Schoenberg a pesar de sus advertencias. La serie
del Concierto, por ejemplo (...) puede segmentarse en tríadas relacionadas desde el punto
de vista de su función (...). Resulta llamativa la ironía de que el segmento que suena más
moderno de la serie, el tetracordo de tonos enteros en las últimas cuatro notas, esté basado
en la melodía inicial del Coral. Al insinuar que la música de Bach se encuentra tan
estrechamente vinculada a la suya, Berg subraya la insistencia de la Segunda Escuela de
Viena, en que su música, como dejó escrito Schonberg, era una verdadera música nueva
que, basada en la tradición, estaba destinada a convertirse en tradición. Esta afirmación,
bastante controvertida, ilustra lo fuertemente que sentían los compositores la necesidad
de un nuevo fundamento de la música así como su creencia en que estaba a su alcance un
nuevo lenguaje musical.
Tras la Primera Guerra Mundial, Bartók encontró serias dificultades para continuar con
sus trabajos etnomusicológicos por la exacerbación de los nacionalismos, lo que le llevó
a concentrarse en la composición. A partir de ese momento comenzó a utilizar el material
popular de una manera menos literal que en obras anteriores, y la libertad aprendida en
las canciones tradicionales pasa a formar parte de su propio lenguaje musical con un
nuevo grado de abstracción y complejidad. Al mismo tiempo, en la década de los 20s,
entra en contacto con otros estímulos musicales de los que se apropió con la misma
originalidad. Desde principios de esta época trabajó las obras de Domenico Scarlatti al
mismo tiempo que se dedica al estudio de las técnicas contrapuntísticas de la obra de
Bach desde unos años antes, añade la obra de Frescobaldi, Marcello, Zipoli, entre otros.
2º Cuatrimestre de Historia de la Música II (2º ES del CSM “Manuel Castillo” de Sevilla).
Antonia Gómez Rodríguez (Trompa).
Todo ello se reflejó en la densidad contrapuntística que adquieren sus obras durante este
periodo, caracterizadas por el uso de pequeños motivos trabajados mediante el uso del
canon, la fuga y los estrechos. Estas técnicas fueron primero experimentadas en varias
técnicas para piano como su Primer Concierto para Piano y Orquesta, de 1926, en las
que además el compositor recurrió al uso de intrincadas texturas polifónicas que aplicaría
justo después a los cuartetos de cuerda escritos entre 1927 y 1928.
En la década de los 30, las circunstancias políticas colocaron a Batók en una situación
bastante delicada en Hungría debido a su rechazo a dejar que sus trabajos
etnomusicológicos fuesen usados con fines políticos. Él, que fue uno de los grandes
virtuosos pianísticos del s. XX, tuvo que ganarse la vida en giras internacionales, y con
encargos de obras también en el extranjero. Además de otros dos cuartetos, en esta época
va a componer su Música para cuerda, percusión y celesta, de 1936, y la Sonata para
dos pianos y percusión, de 1938. Son las dos obras que representan lo más depurado y
personal de la producción musical de Bartók en esta época. La primera representa una
culminación del desarrollo creativo del compositor hasta la fecha y es una de las obras de
referencia para ilustrar el uso característico del s. XX de las texturas camerísticas y de la
exploración de nuevas combinaciones tímbricas. Para empezar, la disposición de los
instrumentos de la orquesta cambia, con dos semi orquesta de cuerda a ambos lados del
2º Cuatrimestre de Historia de la Música II (2º ES del CSM “Manuel Castillo” de Sevilla).
Antonia Gómez Rodríguez (Trompa).