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(FULP), la organización HIJOS de La Plata y “Liberpueblo”,
integran el colectivo “Justicia YA! La Plata” (cfr. fs. 391/402).
Intervienen en esta instancia por el Ministerio Público
Fiscal, el fiscal general, doctor Raúl Omar Pleé; por Juan Carlos
Herzberg, Carlos José Ramón Schaller y Luis Rocca, el defensor
público oficial, doctor Guillermo A. Todarello; por Roberto
Eduardo Fernando Guitián, los defensores particulares, doctores
Carmen María Ibáñez y Gerardo Ibáñez; por Jorge Alberto
Errecaborde, el defensor particular, doctor Sebastián Olmedo
Barrios y, por último, las querellas notificadas en autos.
Habiéndose efectuado el sorteo para que los señores
jueces emitan su voto, resultó designado para hacerlo, en primer
término, el juez Alejandro W. Slokar, en segundo lugar, el juez
Guillermo J. Yacobucci y, por último, el juez Carlos A. Mahiques.
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Sala II
Causa Nº FLP 17/2012/TO1/29/CFC12
“VAÑEK, Antonio y otros s/ recurso
de casación”
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PAGO de las COSTAS del PROCESO, por la desaparición forzada de
Mario Horacio Revoledo; (según los artículos 118 C.N.; II de la
Convención para la Prevención y Sanción del Delito de Genocidio
-Decreto Ley 6286/1956-; artículos 5, 12, 19 inciso 4°, 29 inc.
3°, 45, y 142 ter primer párrafo del Código Penal según ley 26.679
y artículos 530, 531 y 533 del Código Procesal Penal de la
Nación). En disidencia parcial el juez Germán Castelli; 2.
CONDENANDO, POR MAYORÍA, a JUAN CARLOS HERZBERG […] como coautor
del delito internacional de GENOCIDIO perpetrado durante la última
dictadura cívico-militar (1976-1983) a la pena de 25 (VEINTICINCO)
AÑOS DE PRISIÓN, INHABILITACIÓN ABSOLUTA y PERPETUA, DEMÁS
ACCESORIAS LEGALES, y al PAGO de las COSTAS del PROCESO, por la
desaparición forzada de Mario Horacio Revoledo (según los
artículos 118 C.N.; II de la Convención para la Prevención y
Sanción del Delito de Genocidio –Decreto Ley 6286/1956-; artículos
5, 12, 19 inciso 4°, 29 inc. 3°, 45, 142 ter primer párrafo del
Código Penal según ley 26.679 y artículos 530, 531 y 533 del
Código Procesal Penal de la Nación). En disidencia parcial el juez
Germán Castelli; 3. CONDENANDO, POR MAYORÍA, a JORGE ALBERTO
ERRECABORDE […] como coautor del delito internacional de GENOCIDIO
perpetrado durante la última dictadura cívico-militar (1976-1983)
a la PENA de PRISIÓN PERPETUA, INHABILITACIÓN ABSOLUTA y PERPETUA,
DEMÁS ACCESORIAS LEGALES, y al PAGO de las COSTAS del PROCESO, por
los homicidios doblemente calificados por alevosía y por haberse
cometido con el concurso premeditado de dos o más personas, en
perjuicio de Miguel Orlando Galván Lahoz y Roberto Pampillo; en
concurso material con la desaparición forzada de Osvaldo Enrique
Busseto, Roberto José de la Cuadra, Ricardo Nuez, Juan Carlos
Blasetti, Diego Arturo Salas y Elsa Noemí Triana, y desaparición
forzada de personas agravada por ser la víctima una mujer
embarazada respecto de Norma Raquel Raggio Baliño de Balbuena, en
los últimos cuatro casos en concurso real con la aplicación de
tormentos por un funcionario público a los presos que guarde
agravado por ser la víctima un perseguido político; en concurso
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Sala II
Causa Nº FLP 17/2012/TO1/29/CFC12
“VAÑEK, Antonio y otros s/ recurso
de casación”
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Isabel Cáneva (según los artículos 118 C.N.; artículo II de la
Convención para la Prevención y Sanción del Delito de Genocidio
-Decreto Ley 6286/1956-; artículos 5, 12, 19 inciso 4°, 29 inc.
3°, 45, 55, 80 inc. 2 y 6 -según Ley 21.338, ratificada por la
23.077-, 142 ter primer y segundo párrafo según ley 26679 y arts.
144 bis inc. 1°, con la agravante prevista en el último párrafo de
dicho artículo, en cuanto remite a los incs. 1° y 5° del artículo
142 del código Penal y artículo 144 ter primer y segundo párrafo
del mismo cuerpo normativo, según Ley 14.616 y Ley 20.642 –
vigentes al momento de los hechos- y artículos 530, 531 y 533 del
código Procesal Penal de la Nación). En disidencia parcial el juez
Germán Castelli; 5. CONDENANDO, POR MAYORÍA, a ROBERTO EDUARDO
FERNANDO GUITIÁN […] como coautor del delito internacional de
GENOCIDIO perpetrado durante la última dictadura cívico-militar
(1976-1983) a la PENA de PRISIÓN PERPETUA, INHABILITACIÓN ABSOLUTA
y PERPETUA, DEMÁS ACCESORIAS LEGALES, y al PAGO de las COSTAS del
PROCESO, por los homicidios doblemente calificados por haberse
cometido con alevosía y el concurso premeditado de dos o más
personas en perjuicio de Reina Ramona Leguizamón, Miguel Orlando
Galván Lahoz y Roberto Pampillo; en concurso material con la
desaparición forzada de personas de Diego Arturo Salas y Elsa
Noemí Triana y la desaparición forzada de personas agravada por
ser la víctima una mujer embarazada en perjuicio de Norma Raquel
Raggio Baliño de Balbuena; en los tres casos en concurso real con
aplicación de tormentos por parte de un funcionario público a los
presos que guarde agravada por ser la víctima un perseguido
político; y privación ilegal de la libertad agravada por ser
cometida con violencia y amenazas y aplicación de tormentos por un
funcionario público a los presos que guarde agravada por ser la
víctima un perseguido político en perjuicio de Luis Ramón
Etchepare, Carlos García, Carlos Daniel Núñez, Mario Arturo
Francisco Peláez y Marta Isabel Cáneva (según los artículos 118
C.N.; artículo II de la Convención para la Prevención y Sanción
del Delito de Genocidio -Decreto Ley 6286/1956-; artículos 5, 12,
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19 inciso 4°, 29 inc. 3°, 45, 55, 80 inc. 2 y 6 -según Ley 21.338,
ratificada por la 23.077-, 142 ter primer y según párrafo según
ley 26.679 del Código Penal y artículos 144 bis inc. 1°, con la
agravante prevista en el último párrafo de dicho artículo, en
cuanto remite a los incisos 1° y 5° del artículo 142 del Código
Penal y artículo 144 ter primer y segundo párrafo del mismo cuerpo
normativo, según Ley 14.616 y Ley 20.642 -vigentes al momento de
los hechos- artículos 530, 531 y 533 del código Procesal Penal de
la Nación). En disidencia parcial el juez Germán Castelli; 6.
CONDENANDO, POR MAYORÍA, a CARLOS JOSÉ RAMÓN SCHALLER […] como
coautor del delito internacional de GENOCIDIO perpetrado durante
la última dictadura cívico-militar (1976-1983) a la pena de 25
(VEINTICINCO) AÑOS DE PRISIÓN, INHABILITACIÓN ABSOLUTA y PERPETUA,
DEMÁS ACCESORIAS LEGALES, y al PAGO de las COSTAS del PROCESO, por
la privación ilegal de la libertad agravada por haberse cometido
con violencias y amenazas y aplicación de tormentos por un
funcionario público a los presos que guarde agravada por ser la
víctima un perseguido político en perjuicio de María Adela
Barraza, Carmelo Cipollone, Luis Alberto Díaz, Luis María
Digaetano, Nicolás Luis Di Mattia, Alberto Dizzini, María Beatriz
Horrac, Julio Alberto Machado, Ricardo Mario Melano, María del
Carmen Miranda, Pedro Niselsky, Carlos Hugo Perdomo, Américo
Horacio Piccinini, Juan Pombo, Dionisio Puz, Luis Aníbal
Rivadeneira, Hugo Ernesto Ruiz Díaz, Eduardo Schaposnik, Jorge
Alberto Arri, Ángel Oscar Revoledo, Jorge Estanislao Bogusa,
Manuel Carrete, Rosa Francisca Nievas, Ana María Nievas, Adolfo
Oscar Lanoo, José Luis Dervaric, Roberto Miguel Aguirre; (según
los artículos artículo 118 C.N.; artículo II de la Convención para
la Prevención y Sanción del Delito de Genocidio -Decreto Ley
6286/1956-; artículos 5, 12, 19 inciso 4°, 29 inc. 3°, 45, 55, 144
bis inc. 1°, con la agravante prevista en el último párrafo de
dicho artículo, en cuanto remite a los incisos 1° y 5° del
artículo 142 del Código Penal y artículo 144 ter primer y segundo
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párrafo del mismo cuerpo normativo, según Ley 14.616 y Ley 20.642
–vigentes al momento de los hechos-, y artículos 530, 531 y 533
del Código Procesal Penal de la Nación). En disidencia parcial el
juez Germán Castelli; 7. CONDENANDO, POR MAYORÍA, a LUIS ROCCA […]
como coautor del delito internacional de GENOCIDIO perpetrado
durante la última dictadura cívico-militar (1976-1983) a la pena
de 25 (VEINTICINCO) AÑOS PRISIÓN, INHABILITACIÓN ABSOLUTA y
PERPETUA, DEMÁS ACCESORIAS LEGALES, y al PAGO de las COSTAS del
PROCESO, por la desaparición forzada de Juan Carlos Blasetti en
concurso real con aplicación de tormentos por parte de un
funcionario público a los presos que guarde agravada por ser la
víctima un perseguido político; y privación ilegal de la libertad
agravada por haberse cometido con violencia y amenazas y
aplicación de tormentos por un funcionario público a los presos
que guarde agravada por ser la víctima un perseguido político en
perjuicio de Jorge Barontini, Ricardo Buergo, Luis Ramón
Etchepare, Carlos García, Horacio García Gerbolés, Vladimiro
Klimaseski, Roberto Adoníbal Páez, Ricardo José Reynoso, Luis
Rivadeneira, Juan Carlos Sosa y Mario Roberto Zecca, todos ellos
concurriendo materialmente entre sí (Según los artículos artículo
118 C.N.; artículo II de la Convención para la Prevención y
Sanción del Delito de Genocidio -Decreto Ley 6286/1956-; arts. 5,
12, 19 inciso 4°, 29 inc. 3°, 45, 55 y art 142 ter del código
Penal según ley 26679, y arts. 144 bis inc. 1°, con la agravante
prevista en el último párrafo de dicho artículo, en cuanto remite
a los incisos 1° y 5° del artículo 142 del Código Penal y artículo
144 ter primer y segundo párrafo del mismo cuerpo normativo según
Ley 14.616 y Ley 20.642 –vigentes al momento de los hechos-,
artículos 530, 531 y 533 del Código Procesal Penal de la Nación).
En disidencia parcial el juez Germán Castelli; 8. CONDENANDO, POR
MAYORÍA, a EDUARDO ANTONIO MEZA […] como coautor del delito
internacional de GENOCIDIO perpetrado durante la última dictadura
cívico-militar (1976-1983) a la pena de 25 (VEINTICINCO) AÑOS de
PRISIÓN, INHABILITACIÓN ABSOLUTA y PERPETUA, DEMÁS ACCESORIAS
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Antonio Meza; para lo cual se ordena la inmediata realización de
estudios médicos a efectos de indicar los establecimientos más
adecuados para que los aquí condenados cumplan las penas
impuestas. En disidencia el juez Germán Castelli […]; SEXTO: 1.
HACIENDO SABER al Poder Ejecutivo Nacional el fallo recaído en la
presente causa, a fin de que una vez firme, se dé inicio al
proceso de baja por exoneración de los condenados, y a la
suspensión del goce de toda jubilación, pensión o retiro, en los
casos en que corresponda (según el artículo 19 del Código Penal de
la Nación)…” (vid sentencia de fs. 1/306 de presente legajo).
-II-
2°) Que contra ese pronunciamiento dedujeron recursos de
casación el doctor Gastón Ezequiel Barreiro, en cuanto a Antonio
Vañek, Juan Carlos Herzberg, José Casimiro Fernández Carró, Carlos
José Ramón Schaller, Luis Rocca y Eduardo Antonio Meza (fs.
308/384); el doctor Sebastián Olmedo Barrios en ejercicio de la
defensa particular de Jorge Alberto Errecaborde y Roberto Eduardo
Fernando Guitián (fs. 409/460 vta.); y los doctores María Luz
Santos Morón, Nicolás Tassara y Pía Garralda por los querellantes
particulares Tania Nuez, Elsa Pavón, Carlos Zaidman, Clara María
Petrakos y Rosalía Isabela Valenzi y la querella unificada formada
por el colectivo “Justicia YA! La Plata” (fs. 391/402).
3°) Que los recursos fueron concedidos (fs. 386/vta.,
404/405 y 432/433) y mantenidos en la instancia por todas las
partes recurrentes (fs. 480, 481/vta. y 483).
4°) Que a raíz de lo informado por el Tribunal Oral en lo
Criminal Federal N° 1 de La Plata con relación al deceso de los
imputados Eduardo Antonio Meza, Antonio Vañek y José Casimiro
Fernández Carró (arts. 59, inc. 1 del CP y 336, inc. 1 del CPPN),
esta Sala ha declarado abstracto el tratamiento de los planteos
deducidos a su respecto (en el caso de Eduardo Antonio Meza y
Antonio Vañek, Rta. 16/08/19 Reg. 1551/19 y por José Casimiro
Fernández Carro, Rta. 5/11/21 Reg. 1851/21).
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sentencia cuando dice que no se han podido demostrar dónde
estuvieron secuestradas las víctimas ni quiénes intervinieron en
sus secuestros” y destacó que: “si esos mismos testimonios
sirvieron para acreditar otros casos y la participación de las
mismas fuerzas armadas, entonces ¿por qué para unos casos sí
sirven los testimonios y para otros casos no?” (fs. 396).
A su vez, la querella impugnante remarcó que el pedido de
condena se debe al cargo que ocupaban estos imputados y a su
ubicación en la cadena de mando al momento de los hechos,
“habiendo impartido órdenes como así también proporcionando a los
ejecutores los medios necesarios para cumplirlas, es decir, han
realizados actos sin los cuales no habrían podido cometerse estos
terribles hechos” (fs. 396 vta./397).
Concluyó aseverando que la responsabilidad de Schaller y
Rocca en los mentados hechos resulta “evidente y ampliamente
acreditada conforme las probanzas vertidas en el juicio oral” (fs.
397).
a) Específicamente, con relación a Schaller y al
fallecido Meza (cfr. considerando 4° de este sufragio) recordó que
esa parte solicitó la condena a prisión perpetua y,
subsidiariamente, a 25 años de prisión para los encausados,
quienes “resultan coautores del delito de genocidio constituido
por los delitos de privación ilegítima de la libertad y aplicación
de tormentos a Luis Córdoba, Miguel Reinaldo Aguirre y Juan
Alejandro Aguirre” (fs. 397).
Evocó en apoyo de su postura los testimonios de Luis
Ricardo Córdoba, Julio Alberto Machado, Ruiz Díaz, Luis María
Digaetano y Carmelo Ciapollone, haciendo hincapié en cuanto “surge
claramente el paso de las víctimas por Escuela Naval, cabiéndole
responsabilidad penal a los imputados Carlos Ramón José Schaller y
Eduardo Antonio Meza” (cfr. fs. 398). Además, tuvo en cuenta que
estos testimonios sirvieron como prueba para acreditar el
secuestro y tortura de otras víctimas cuyos casos sí tuvieron
condena para los mismos responsables, motivo por el cual “más se
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jubilación y el ingreso de hijos e hijas a los puestos de trabajo
de los padres víctimas de terrorismo de Estado; solicitando,
asimismo, que se hiciera extensiva la medida “no sólo a los
trabajadores del Estado, ARS e YPF sino también a Techint, como es
el caso de Propulsora y el Frigorífico Swift” (fs. 399 vta.).
En apoyo de su pedido detalló la recomendación de la
resolución de la Secretaría de DDHH de la Provincia de Buenos
Aires y el art. 10 del convenio colectivo de trabajo del Astillero
Río Santiago en lo concerniente a los hijos de trabajadores
detenidos desparecidos.
Como corolario, solicitó que se case la sentencia
recurrida y que se dicte un nuevo pronunciamiento conforme a la
ley y a la doctrina cuya aplicación se requiere, sin reenvío
(arts. 470 y 471 CPPN). Fundó su petición en doctrina, en el fallo
“Casal” de la Corte Suprema de Justicia de la Nación y en
jurisprudencia de esta Cámara Federal de Casación Penal.
Hizo reserva de caso federal.
6°) Recurso interpuesto por el doctor Gastón Ezequiel
Barreiro, Defensor Público Oficial de Antonio Vañek, Juan Carlos
Herzberg, José Casimiro Fernández Carró, Carlos José Ramón
Schaller, Luis Rocca y Eduardo Antonio Meza (fs. 308/384).
Que la defensa de los nombrados sostuvo que la resolución
adoptada por el tribunal oral es contraria a derecho y arbitraria
y entendió que, en su dictado, se ha incurrido en una
inobservancia de disposiciones legales y, en especial,
constitucionales (fs. 313 vta./314).
a) Como primer motivo de agravio, el recurrente cuestionó
el rechazo del planteo de extinción de la acción penal por
prescripción, señalando que la afirmación de que en materia de
derechos humanos o crímenes internacionales rige una costumbre
internacional que implica la imprescriptibilidad de éstos “vulnera
el principio de legalidad” (fs. 334).
Asimismo indicó que la Convención sobre la
Imprescriptibilidad de los Crímenes de Guerra y de los Crímenes de
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En lo que respecta a la tipicidad de los “delitos de lesa
humanidad o genocidio”, reeditó los argumentos expuestos en los
alegatos en lo atinente a la “ausencia de prueba del elemento
subjetivo del tipo, que integra esas figuras delictivas” (fs. 336
vta.).
Dentro de ese horizonte impugnaticio, señaló que en el
caso de sus asistidos “no se encontraba probado el dolo
específico”, motivo por el cual las conductas reprochadas
“devienen atípicas” con relación a esos crímenes internacionales,
lo que: “lleva a decretar […] la prescripción de la acción penal”
(fs. 336 vta./337). Por estas razones, aseveró que: “en estricta
aplicación de los arts. 1 y 402 del CPPN, 2, 59 inc. 3°, 62 y 63
del CP, 18 y 75 inc. 22 de la CN, II y III de la DADDH, 7 y 11.2
de la DUDH, 9 y 24 de la CADH y 3, 9, 14 y 15 del PIDCyP, debe
casarse la decisión impugnada y declarase la prescripción de los
hechos objeto del presente proceso, con la consecuente absolución
de [sus] defendidos” (fs. 338).
b) Como otro motivo de censura, el recurrente sostuvo que
mediaba la existencia de una ley más benigna -la N° 23.492- “que
debería resultar de aplicación a [sus] asistidos, con la necesaria
solución liberatoria” (fs. 338). Por ese andarivel, indicó que el
tribunal oral podía -y debía- abandonar la postura tomada en el
precedente “Simón”, y que: “la simple remisión al fallo dictado
por la Corte no solo constituye una falta de fundamentación, sino
que implica incurrir en la conocida ‘falacia ad autoritarem’” (fs.
340).
Expuso que las amnistías instauradas por las leyes
denominadas de Obediencia Debida y Punto Final son “herramientas
que buscan fines superiores” y que: “en el caso de una guerra
civil la paz de toda la sociedad es un fin superior a la justicia
en casos individuales” (fs. 341 vta.). Por ello, refirió que la
irrevocabilidad de los derechos subjetivos nacidos por una ley de
amnistía, que fue confirmada en su momento por la Corte Suprema de
Justicia de la Nación, “debe ser un principio absoluto” (ibidem).
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testimoniales en juicio, esto es, el art. 384 del C.P.P.N.” (fs.
347).
Puso de relieve que ello tuvo lugar “mediante la
autorización […] a que los testigos que ya habían declarado -pero
podían ser eventualmente llamados a declarar- permanezcan en la
sala presenciando otras declaraciones y también, a que testigos
que ni siquiera habían prestado declaración pero lo harían con
posterioridad, presencien declaraciones recibidas previamente”;
circunstancia que, en su opinión, “se vio agravada al ordenarse la
transmisión del debate -incluidas todas las declaraciones
testimoniales- por el Centro de Información Judicial” (ibidem,
énfasis omitido).
e) De otra parte, solicitó la declaración de nulidad de
las acusaciones de las querellas conformadas por las Secretarías
de Derechos Humanos de la Nación y de la Provincia de Buenos
Aires, por entender que: “el Fiscal es el único titular legítimo
de la acción pública y que la concurrencia de tres acusadores
públicos […] afecta el principio de igualdad de armas y, por ende,
el derecho de defensa en juicio y el debido proceso legal” (fs.
347 vta./348). Bajo ese horizonte, invocó el art. 120 de CN y puso
de manifiesto que no comprendía “cuál era la necesidad que el
Fiscal tiene de ser auxiliado en este proceso por querellantes
estatales” (fs. 348).
f) Por otro sendero, solicitó la nulidad de todas las
declaraciones indagatorias y de los alegatos por la
“indeterminación” del hecho imputado (fs. 348 vta.). Puntualmente,
se agravió de la utilización de fórmulas tales como “dominar”,
“formar parte”, “integrar” o “a través de un aparato organizado de
poder”, “sin distinción de roles ni actuación”, lo cual lleva a la
“afectación” del derecho de defensa y el debido proceso (ibidem).
Precisó que: “no sólo no se ha informado al acusado en
forma detallada y circunstanciada de la imputación […], sino que
ni siquiera se los ha notificado de imputación alguna” (cfr. fs.
349). Enfatizó que: “decir ‘autoría mediata a través de un aparato
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desaparición forzada, pero no en la privación ilegítima de la
libertad (ibidem).
Adujo que los jueces que conformaron la mayoría aplicaron
“retroactivamente” la ley N° 26.697 y, de este modo, extendieron
las condenas hasta 25 años de prisión. Esta circunstancia,
entendió, resultaba “escandalosa” especialmente en los casos de
Herzberg y Vañek, respecto a quienes el fiscal y una de las
querellas solicitaron la aplicación de la pena máxima de 6 años
que prevé la figura de privación ilegítima de la liberad por la
cual los imputados fueron llevados a juicio (ibidem).
h) De otra parte, impetró la nulidad de las ampliaciones
de las acusaciones por entender que resultan “contrarias a las
normas procesales y que han afectado distintas garantías
constitucionales y convencionales”, en tanto “no se encuentran
dentro de las excepciones del artículo 381 del digesto ritual”
(fs. 352).
En primer lugar, señaló que: “se vulnera el principio de
congruencia” debido a que: “se introducen hechos diferentes e
imputaciones distintas a la base fáctica sentada en lo
requerimiento de elevación a juicio” (fs. 352).
También apuntó que: “se había quebrantado la garantía de
juez natural” en los casos de Reina Ramona Leguizamón -cuya
privación de la libertad, aplicación de tormentos y posterior
hallazgo sin vida están siendo investigados por el Juzgado Federal
N° 3 de La Plata- y de Miguel Reinaldo Aguirre, Juan Alejandro
Aguirre, Roberto Miguel Aguirre, Jorge Estanislao Bogusa, Manuel
Carrete, Luis Ricardo Córdoba, Ana María Nievas y Rosa Francisca
Nievas -respecto de los que la Fiscalía impulsó la acción penal en
la sede judicial pertinente- (fs. 352).
Con relación a los casos de Eduardo Luis Bloga y Adolfo
Oscar Lanoo, resaltó que: “siquiera se requirió la acción penal” a
su respecto (fs. 352 vta.).
Finalmente, subrayó que la solicitud de ampliación por el
hecho que damnificó a Jorge Alberto Arri resultaba un “desacierto
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poder de mando puede deducirse de forma automática a partir del
lugar jerárquico que ocupó el acusado en la estructura” y que: “la
acusación debió probar quiénes eran los destinatarios primigenios
de las órdenes y, a su vez, quienes intervendrían como sustitutos
en caso de incumplimiento por los primeros” (fs. 357 vta.). En
esta dirección, mencionó que la utilización de esta categoría
dogmática importa una “violación” a los principios de legalidad y
culpabilidad (fs. 358 vta.).
j) En orden a las imputaciones de Herzberg en particular,
criticó que: “ni siquiera se ha intentado probar” el poder de
mando que ostentaba, las órdenes que imparti[ó], la predisposición
elevada de los autores inmediatos del hecho ni el aporte […] a los
hechos ilícitos investigados” (fs. 358 vta./359). Sobre esta
sustancia, aseveró que la condena por estos hechos “viola
flagrantemente el principio in dubio pro reo y torna la sentencia
en absolutamente nula” (fs. 359 vta.).
En la misma línea argumental, alegó la “ausencia total de
prueba acerca de cuál ha sido el destino de Mario Horacio Revoledo
tras su invocado secuestro” (fs. 359). Específicamente, analizó
que: “por fuera de las declaraciones del hermano de Mario Horacio
[Revoledo…] no existían pruebas de la estadía de la víctima […] en
los centros clandestinos de detención que constituyen el objeto
procesal de este debate” y citó los testimonios del resto de sus
familiares que han sido “claros y contundentes en cuanto a que no
cuentan con información alguna acerca de qué fue lo ocurrido tras
el secuestro” (cfr. fs. 359/vta.).
Indicó así que de los fundamentos esbozados en la
resolución atacada a fin de fundar la responsabilidad penal de
Herzberg, “no puede inferirse o deducirse lógicamente” su
participación en el hecho que damnificó a Revoledo (fs. 359 vta.).
Respecto de la responsabilidad atribuida a Schaller,
luego de destacar extractos de la sentencia sobre este extremo,
concluyó que lo sostenido por los jueces “no da cuenta de la
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la escala penal correspondiente, toda vez que: “debía contemplarse
la posibilidad de corroboración de la actuación del agente en
error sobre la antijuridicidad de la conducta”; error que, “si no
es tenido por inevitable […] al menos debe […] reducir la medida
del reproche a su mínima expresión” (fs. 368).
Destacó en esa línea el contexto de la formación de los
imputados en instituciones de estructuración jerárquica, donde “la
obediencia al superior es tenida por un valor supremo”, y sus
circunstancias personales, por lo que concluyó que su capacidad de
motivación normativa se vio “reducida” (ibidem). También aseveró
que: “no ha sido corroborada” cuál ha sido la intervención
concreta de sus asistidos en los hechos traídos a juicio”, por lo
que solicitó que se entienda, al menos por aplicación del
principio in dubio pro imputado, que ese grado de intervención “es
el mínimo y, por lo tanto, se valore esa circunstancia atenuante y
se aplique también por este motivo el mínimo de la escala penal”
(fs. 368/vta.).
Por último, adhirió a las consideraciones efectuadas en
el voto de la disidencia acerca de que el “excesivo” tiempo de
prisión preventiva “debe ser mensurado a modo de compensación, a
la hora de la determinación judicial de la pena” (fs. 368
vta./369). De igual modo, señaló que: “no puede desconocerse la
edad avanzada que atraviesan [sus] asistidos” y, consecuentemente,
“los padecimientos que vienen sufriendo en encierro cautelar, y
además la consecuencia inevitable de la aplicación efectiva de la
pena impuesta […], que no es otra que la imposibilidad del
recupero de la libertad y, por ende, de la ineludible frustración
de la manda constitucional de resocialización de los condenados”
(fs. 369).
l) En lo concerniente a la revocación de las prisiones
domiciliarias, criticó que el tribunal tomó esa decisión que: “sin
mayor análisis afecta […] el derecho de salud y a la vida” y
solicitó la anulación de lo allí dispuesto (fs. 369). Concluyó
aseverando que el arresto o prisión domiciliaria “es un ‘derecho’
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derecho al retiro, jubilación y/o pensión de los justiciables”
(ibidem).
Hizo reserva de caso federal.
7°) Recurso deducido por el doctor Sebastián Olmedo
Barrios, en ejercicio de la defensa particular de Jorge Alberto
Errecaborde y Roberto Eduardo Guitián (fs. 409/460 vta.).
Que el impugnante sustentó la admisibilidad de su recurso
y propugnó que el tribunal oral condenó a sus asistidos en
contrario de lo preceptuado por los arts. 16 y 18 de la CN;
quebrantando lo establecido por los arts. 1°, 2°, 3°; 123, 404
inc. 2° y conc. del CPPN y efectuando una errónea aplicación de
los arts. 45, 46 y 80 del CP (cfr. fs. 411, énfasis omitido).
a) Primariamente, cuestionó el rechazo del planteo
relativo a la prescripción de la acción penal, con sustento en la
posición disidente del precedente “Simón” (cfr. fs. 414 vta.).
En apoyo de su postura, invocó el art. 24 del Estatuto de
Roma y afirmó que la ley N° 26.200 “le otorga primacía” al art. 18
CN por sobre la Convención sobre Imprescriptibilidad de los
Crímenes de Guerra y Crímenes de Lesa Humanidad (fs. 415/416).
Agregó que el art. 11 de la ley N° 26.200 omite referir que la
imprescriptibilidad de los delitos previstos por el Estatuto de
Roma será aplicada retroactivamente y que el art. 13 establece una
previsión expresa contra ella, reafirmando la plena vigencia del
principio de legalidad “aún en el caso de delitos de lesa
humanidad” (fs. 416). En consecuencia, alegó que cualquier
análisis referido a la sucesión temporal de leyes que hayan
dispuesto lo contrario “queda sin efecto por derogación tácita
ocurrida mediante el dictado de la ley 26.200” que: “impone la
irrestricta aplicación del art. 18 CN” (ibidem).
Sumado a ello, apuntó que el art. 8 de la Convención
Internacional para la Protección de Todas las Personas contra las
Desapariciones Forzadas “contempla […] una previsión que da por
supuesto que no es retroactiva la imprescriptibilidad por esa
clase de delitos” (ibidem). Adujo que con estas dos leyes queda
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vta.). En ese sendero, señaló que la sentencia se sustenta en
generalidades y en imputaciones “por analogía”, en tanto no se
puntualiza concretamente cuál fue la conducta del imputado (fs.
452/vta.).
Seguidamente, mudó su crítica a la incongruencia que
existió entre el hecho por el que se indagó a Guitián y aquél por
el cual se lo acusó y luego condenó, arguyendo que: “se [amplió]
significantemente el objeto del juicio” (fs. 434 vta./435 vta.).
En especial, criticó que este hecho fue “incluido
intempestivamente, violando palmariamente el principio de
congruencia, y respecto al cual ni siquiera ha tenido oportunidad
de defenderse” (fs. 460).
Por todo ello, alegó que se vulneró el derecho de defensa
en juicio y las reglas del debido proceso reconocidos por los
arts. 18, 33 y 74, inc. 22 de la CN, por cuanto “se obstruyó la
intervención de la defensa mediante una nueva acusación que
anteriormente no existía” (fs. 436). En síntesis, afirmó que
corresponde declarar la nulidad de la acusación respecto de
Guitián con relación al tramo acusatorio relativo a Leguizamón.
d) En otro tramo de su libelo recursivo, expresó que: “en
franca violación a la garantía del juez natural (arts. 18 y 75,
inc. 22, CN), se aplicó al trámite de la causa el procedimiento de
la ley 23.984 con una retroactividad que la ley no dispone”,
propiciando el empleo de la opción del art. 12 (en función del
art. 19) de la ley N° 24.121 (fs. 436 vta./437).
Indicó, en esa línea, que: “[d]e cualquier modo, el
principio de aplicación de la nueva ley procesal a causas en
trámite se emplea para normas generales de competencia y cede ante
normas especiales”, en este caso, ante la ley N° 23.049, “que
expresamente sometía a la competencia del Consejo Supremo de las
Fuerzas Armadas al personal militar […] o, en el peor de los
casos, […] de la ley 2.372” (fs. 437, énfasis omitido). Por
último, señaló que su agravio radicaba en que la participación
adjudicada a sus asistidos en el delito de homicidio “se tiene por
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otros “directamente mintieron”, denunciando así una “inversión de
la prueba” (fs. 453, énfasis omitido).
En concreto, cuestionó el testimonio de Elda Mabel Lois,
a cuyo respecto indicó que los recuerdos “con el tiempo tienden a
olvidarse, confundirse, diluirse y mezclarse y más si, como en
esta causa, hablamos de mucho tiempo atrás” (fs. 440/441, énfasis
omitido). Insistió en que el tribunal omitió considerar tanto el
principio de inocencia como el de in dubio pro reo (fs. 451).
En ese orden de censuras, impugnó los criterios
utilizados por el tribunal para, ante la falta de prueba que
alega, afirmar la vinculación de sus asistidos a los hechos, tales
como: presencia permanente del imputado en la zona de los hechos,
haber recibido mención en sus legajos, pertenecer a Inteligencia
en el caso de Guitián, participación en las torturas, tener
personas a cargo y participar en los traslados (fs. 451 vta./452).
En ese sentido, criticó que se demuestre la participación de sus
asistidos con las constancias de haber estado en la zona o a
partir los dichos de quienes aluden a la –“incorrecta”- vestimenta
de quienes los detenían y la presencia de Errecaborde y Guitián en
el momento de los hechos (fs. 452 vta.).
Resaltó al respecto que sus defendidos “no fueron
identificados como participantes del ilícito que se les imputa” ni
existen pruebas “concretas, claras y firmes” que los incriminen en
los hechos y, por tanto, solicitó que se revoquen sus condenas
(fs. 453 vta.). De seguido, también planteó que los fundamentos de
la sentencia constituyen una reproducción” de otros fallos
anteriores, lo cual resulta – siempre en su entender- contrario a
lo preceptuado por el art. 123 del ritual (fs. 455).
De otra parte, reprochó que la atribución del carácter de
“perseguido político” deviene “errónea desde el momento que las
supuestas víctimas han confesado su pertenencia a organizaciones
guerrilleras” (fs. 455 vta.).
En lo que respecta a Errecaborde, enfatizó que la mera
ocupación de su cargo como Comandante de la Fuerza de Tareas N° 5
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reclamó la nulidad por arbitrariedad en el pronunciamiento (cfr.
fs. 444 vta.).
De seguido, continuó indicando que: “la prueba de la
existencia de violación del principio de culpabilidad o
proporcionalidad de la pena en [su] concreto caso, estaba dada, no
sólo por el ejemplo de las diferentes calidades de participación
de [sus] defendidos, sino asimismo por la propia decisión recaída
en el precedente de la causa n° 13/84”, porque: “allí se condenó
como autor al Comandante en Jefe del Ejército Jorge Rafael Videla
[…] por hechos más aberrantes a pena idéntica a la aquí impuesta a
[sus] pupilos procesales” (fs. 444 vta./445, énfasis omitido).
Siguiendo la misma línea argumental, afirmó que corresponde hacer
una distinción entre autores mediatos y directos a la hora de
graduar la pena (fs. 445).
A mayor abundamiento, advirtió que el art. 7 de la ley N°
26.200 “reafirma […] la inconstitucionalidad de la aplicación
automática y sumisa de una única opción en punto a la reacción
penal (art. 26 de la DADDH, art. 5 DUDH y art. 75, inc. 22, CN)”,
con lo que: “no puede considerarse constitucionalmente hábil la
pena fija contenida en el art. 144, inc. 2, CP” (fs. 446). Resaltó
que: “ni siquiera se acepta esa previsión legal absoluta dentro de
los estándares fijados por el derecho supranacional al que adhiere
nuestro país” (fs. 446 vta.). Agregó que, con la pena fija, las
previsiones de los arts. 40 y 41 CP pasan a ser “letra muerta”
(fs. 447).
También mencionó que del PIDCyP y del Estatuto de Roma
“se extrae […el…] principio de estricta jurisdiccional de las
penas; porque si un tribunal superior puede revisar su imposición,
es claro que atañe al Poder Judicial la determinación en concreto
de la sanción” (ibidem, énfasis omitido). Advirtió que, de otro
modo, “tampoco existiría compatibilidad ente la pena fija y los
fines que le asigna a la sanción penal el art. 5.6 de la CADH” y
que, en este caso, “no se formularon apreciación alguna compatible
con el art. 8.6 CADH” (ibidem). Observó, finalmente, que dada la
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violación al principio de congruencia por “inobservancia” del art.
381 CPPN, añadiendo que las ampliaciones de las acusaciones
implicaban una infracción al principio de ne bis in idem (cfr. fs.
547/549 vta.).
También reclamó, en torno a la cuestión de la invocada
aplicación retroactiva de la figura de desaparición forzada en el
caso de Rocca, que afecta el principio de congruencia y con ello
el derecho de defensa y que debe descartarse por aplicación de la
ley más benigna como “lógica derivación del principio pro homine”,
haciendo hincapié en que el tramo de la conducta referido a omitir
o negar información sobre el paradero de la víctima “en momento
alguno fue imputado a [su] defendido” (cfr. 549 vta./552 vta.).
Insistió en el cuestionamiento sobre la “falta de consideración
del tiempo trascurrido como compensador de la gravedad de los
injustos” a la hora de mesurar la pena (cfr. fs. 552 vta./553
vta.) y sobre la pretensión de inconstitucionalidad del art. 19,
inc. 4°, del CP (553 vta./554 vta.).
Así, en cada uno de esos puntos retomó las críticas
esgrimidas en el recurso de casación de su antecesor en la
instancia y amplió los fundamentos.
Asimismo, introdujo un nuevo agravio relativo a la
afectación de la garantía a ser juzgado sin dilaciones indebidas y
dentro de un plazo razonable (fs. 554 vta.). Apoyó su postura en
la decisión tomada por la Corte IDH en el caso “Kimel vs.
Argentina”, para concluir que el tiempo trascurrido desde la
comisión de los hechos, y desde el inicio de su investigación,
autorizan a dar primacía a esta garantía constitucional (cfr. fs.
554 vta./555). En esa línea, señaló que los plazos establecidos
para que opere la prescripción de la acción penal “no constituyen
un permiso máximo, sino que encuentran su límite en el derecho
fundamental a ser juzgado sin dilaciones indebidas dentro de un
plazo razonable” (fs. 555 vta., énfasis omitido).
Por otro lado, indicó que el recurso del querellante no
puede admitirse, por entender que no existe arbitrariedad en las
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362 vta.). En la misma línea argumental, apuntó que respecto del
tramo de la conducta referido a negar la privación u omitir
información sobre el paradero de la persona “en momento alguno fue
imputado a [su] defendido” (fs. 362 vta./363).
Finalmente, se extendió sobre los planteos relacionados
con la alegada arbitrariedad en la imposición de la pena, por
falta de fundamentación y por el incumplimiento de los arts. 40 y
41 del CP (fs. 564/565 vta.).
Hizo reserva de caso federal.
c) Por su parte, el representante del Ministerio Público
Fiscal se presentó a fs. 575/602, describió los antecedentes del
caso y los agravios presentados por las defensas y,
posteriormente, argumentó en favor del rechazo de los recursos por
ellas impetrados.
9°) Que a fs. 491/507 vta. el doctor Sebastián Olmedo
Barrios, defensor de Jorge Alberto Errecaborde y Roberto Eduardo
Guitián, denunció como “hecho nuevo” la parcialidad de los jueces
Carlos Alberto Rozanski y César Álvarez con relación a su
actuación en el marco de la causa de marras, acompañando
documentación en sustento de sus afirmaciones y solicitando que se
declare la nulidad del juicio llevado a cabo contra sus ahijados
procesales.
10°) Que en la audiencia realizada en la oportunidad
prevista por los artículos 465 y 468 del ritual, participó el
defensor público oficial de Juan Carlos Herzberg, Carlos José
Ramón Schaller y Luis Rocca, doctor Guillermo A. Todarello, quien
se remitió al recurso de casación interpuesto por su antecesor en
la instancia y a las presentaciones traídas durante el término de
oficina.
En particular, manifestó que iba a dar respuesta al
remedio casatorio incoado por la querella contra las absoluciones
dictadas por el tribunal de origen respecto de Schaller y Rocca.
Al respecto, señaló que los casos por los que fueron
absueltos esos dos imputados aparecen incorporados mediante el
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consideraciones formuladas por el vocal Castelli en su voto, por
entender que afecta gravemente el principio de legalidad.
Por otro lado sostuvieron que se aplicó retroactivamente
la figura de la desaparición forzada de personas y que
correspondía declarar la nulidad de las ampliaciones acusatorias
por afectación al principio de congruencia.
A continuación, argumentaron a favor de la arbitraria
valoración de la prueba efectuada en la sentencia recurrida,
señalando, en particular, que el BIM 3 “no fue un centro
clandestino de detención” y criticando las declaraciones de los
testigos en el juicio oral y público. En particular, indicaron
que: “cuando un testigo-víctima, después de cuarenta y pico de
años, con toda la información que ha intoxicado esa memoria,
sostiene que ha estado en un lugar, el tribunal debió analizar con
una lupa más importante”.
Puntualmente, cuestionaron la inclusión de los casos de
Reina Ramona Leguizamón y Martha Isabel Cáneva en la
irregularmente admitida ampliación acusatoria y señalaron que la
actuación de Guitián en los homicidios de Miguel Orlando Galván
Lahoz y Roberto Pampillo se desarrolló “en el cumplimiento de un
acto del servicio y en el cumplimiento de su deber”.
Concluyeron solicitando se revoque la sentencia impugnada
y que se tenga presente la reserva federal.
Por su parte, la defensa particular de Jorge Alberto
Errecaborde, doctor Sebastián Olmedo Barrios, presentó breves
notas en las que volvió a destacar la denuncia efectuada por esa
parte por ante el Consejo de la Magistratura de la Nación por
“manifiesta arbitrariedad” con relación a la actuación de los
magistrados Álvarez y Rozanski y a alegar, en esa inteligencia, la
violación a la garantía de imparcialidad del juzgador.
Luego, retomó los argumentos en favor de la prescripción
de la acción penal y las críticas esgrimidas en lo concerniente a
las declaraciones testimoniales prestadas en el juicio oral y
público.
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Humanos del año 2010 para la Argentina, así como la ley N° 22.520
y el decreto PEN N° 1020/2006 autorizan a la Secretaría de
Derechos Humanos a presentarse en estos juicios, haciendo hincapié
en que la constitucionalidad de dichas normas no fue cuestionada.
Por último, apuntó que la defensa no explicó de qué modo
el derecho de defensa de sus pupilos se vio afectado en el caso en
concreto.
De otra parte, expuso acerca del planteo por violación al
principio congruencia y al de irretroactividad de la ley penal por
la aplicación de la figura de desaparición forzada de personas.
En primer término, en cuanto al cuestionamiento de las
defensas referido a que el cambio de subsunción jurídica habría
agregado un “elemento adicional” solo presente en la figura de
desaparición forzada de personas y no en la privación ilegítima de
la libertad —la negativa a dar información sobre el paradero de la
víctima—, sostuvo que el principio de congruencia salvaguarda la
incolumidad de los hechos y no de las calificaciones jurídicas.
Sobre esta sustancia, señaló que la descripción de las
conductas reprochadas a los imputados fue clara y no varió a lo
largo de todo el proceso, respetándose el principio de
congruencia, pues no cambió la plataforma fáctica. En ese sentido,
insistió en que no hubo vulneración de derecho de defensa, toda
vez que los acusados conocían la imputación y siempre se mencionó
que las víctimas aún continúan desparecidas, extremo que no
resultó sorpresivo, y que tuvieron la posibilidad de producir
prueba.
Por otro lado, en lo que atañe al planteo de violación al
principio de irretroactividad de la ley penal por aplicación del
tipo penal en cuestión, entendió que el tribunal fue claro en la
sentencia al considerar que dicho principio no fue vulnerado, toda
vez que las conductas reprochadas ya se encontraban prohibidas en
el ámbito internacional, como así también en la legislación
interna en nuestro CP y en el derecho de gentes. Agregó que el
tipo penal explicitado en la acusación y recogido por el a quo es
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Agregó que, en la hipótesis, la ampliación de la
acusación fue efectuada respetando los derechos de las víctimas,
la tutela judicial efectiva y el debido proceso.
En lo concerniente a la permanencia de Leguizamón y
Cáneva en el BIM 3, se remitió a la presentación de Laura Lence
(Universidad Nacional de la Plata), quien efectuó un trabajo de
recolección de los testimonios, especialmente sobre la persecución
del movimiento obrero en Berisso y Ensenada en la época de los
hechos objeto de este juicio. Asimismo, hizo referencia al
testimonio de la hija de Cáneva y a la demás prueba documental que
acredita el hecho.
Por fin, en cuanto a la calificación de los hechos de
autos como genocidio, se remitió a los términos de la sentencia en
crisis.
Asimismo, los doctores María Luz Santos Morón, Nicolás
Tassara y Pía Garralda, en representación de la querella unificada
integrada por la Asociación de Ex- Detenidos Desaparecidos,
querellantes particulares y organismos que integran el colectivo
“Justicia YA! La Plata”, presentaron breves notas, sosteniendo los
fundamentos sobre los planteos ya formulados en el recurso de
casación interpuesto oportunamente y agraviándose de los puntos
dispositivos 9, 10 y 11 del pronunciamiento atacado.
Por ese sendero, cuestionaron la arbitrariedad en la
valoración de los hechos y las pruebas relacionadas con la
responsabilidad que a Schaller, Rocca y Meza les cupo en los
episodios por los que fueron acusados y absueltos por el tribunal,
entendiendo que el a quo incurrió en una “clara contradicción”
respecto del tratamiento de los casos de Luis Córdoba, Miguel
Reinaldo Aguirre, Juan Alejandro Aguirre y Luis Eduardo Bloga.
Sostuvieron que esta errónea e insuficiente valoración de
la prueba condujo a la mayoría del tribunal a atribuir una también
“errónea” significación jurídica a los hechos materia de debate
que fueran calificados por esa parte como constitutivos del delito
de genocidio.
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también, en el caso, el rechazo del agravio relativo a la
vulneración de la garantía de plazo razonable, máxime teniendo en
cuenta que la consecuencia inmediata de aplicar la pretensión del
recurrente sería, lógicamente, la extinción de la acción penal,
circunstancia que colisiona con los criterios fijados en los
precedentes ‘Priebke’, ‘Arancibia Clavel’, ‘Simón’ y ‘Mazzeo’”.
Agregó que: “no basta la sola invocación de determinado
lapso para afirmar la irrazonabilidad de la duración del proceso”,
puesto que: “de acuerdo a la interpretación que han realizado los
órganos internacionales competentes para su aplicación, la
garantía en cuestión no consiste en una regla matemática que
permita medir, a ciencia cierta, la razonabilidad del plazo, sino
que, por el contrario, en una norma elástica de ponderación de las
diversas variables involucradas”.
Así, en cuanto a los parámetros a valorar para
interpretar esta garantía que los recurrentes dicen afectada,
recordó que se ha dicho que es preciso tomar en cuenta, para
determinar la razonabilidad del plazo en que se desarrolla un
proceso: a) la complejidad del asunto, b) la actividad procesal
del interesado y c) la conducta de las autoridades judiciales y
que, en tales condiciones, “no se advierte, ni tampoco demuestra
la defensa, que los tiempos procesales impresos al presente
proceso fueran irrazonables, ya que sólo se limita a invocar la
transgresión de la garantía en cuestión, pero sin hacerse cargo de
acreditar la vulneración que alega, mediante un análisis detallado
del trámite del presente proceso”.
Para finalizar, refirió que en los casos en los que se
imputan al acusado delitos calificados como de lesa humanidad “se
encuentra comprometida la responsabilidad internacional del Estado
Argentino, que debe garantizar el juzgamiento de todos los hechos
de esas características, de acuerdo con el derecho internacional
vinculante para nuestro país”. Y que esa responsabilidad
internacional “no se agota con la obligación de investigar y
juzgar a los responsables de los crímenes de lesa humanidad
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todo lo extensa que sea posible al máximo esfuerzo de revisión de
los jueces de casación, conforme a las posibilidades y constancias
de cada caso particular y sin magnificar las cuestiones reservadas
a la inmediación, sólo inevitables por imperio de la oralidad
conforme a la naturaleza de las cosas” (considerando 34°, del
citado precedente del cimero tribunal).
De otra banda, en cuanto a la introducción de nuevos
planteos por las partes en esta instancia, cabe señalar que el
derecho de defensa en juicio, comprensivo del derecho al recurso,
impone su tratamiento por este tribunal. En este sentido ha
sostenido esta Sala que: “si bien las instancias recursivas se
rigen por el principio dispositivo y se encuentran, por ello,
sujetas al cumplimiento de requisitos legales, esas condiciones no
pueden estar sujetas a fórmulas de tal rigor que conviertan en
ilusorios derechos de raigambre constitucional (arts. 8, inc. 2,
ap. h), C.A.D.H.; 14, inc. 5, P.I.D.C.P. y 75, inc. 22, C.N.). El
criterio amplio en orden a la aceptación de los agravios
introducidos en la audiencia de informes ha sido confirmado por la
C.S.J.N. en los casos ‘Catrilaf’ (c.2979, expte. XLII, rta.:
26/06/2007), ‘Rodríguez’ (expte. R.764.XLIV, rta.: 09/03/2010);
entre otros” (cfr. causa N° 15496, caratulada: “Acosta, Jorge
Eduardo y otros s/ recurso de casación”, reg. N° 630/14, rta. el
23/04/2014).
Asimismo, no debe soslayarse que la garantía de revisión
del pronunciamiento que pone fin al proceso también corresponde a
la querella y se encuentra íntimamente vinculada, a su respecto,
con la obligación del estado argentino de investigar los hechos, e
identificar, juzgar y, en su caso, sancionar a los responsables,
para de esta manera garantizar el derecho a la verdad de las
víctimas (Fallos: 329:5994, y en el mismo sentido esta Sala in re
“Riveros, Santiago Omar y otros s/ recurso de casación”, causa N°
11515, rta. el 7/12/12, reg. N° 20904; “Menéndez, Luciano Benjamín
y otros”, causa FCB 97000408/2012/TO1/CFC1, rta. el 14/05/2019,
reg. N° 955/19, entre otros).
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tribunal superior de la causa para la justicia nacional en materia
penal, a los efectos del art. 14 de la ley 48” (Considerando 13°).
Lo hasta aquí delineado, descarta entonces las censuras
respecto de la admisibilidad del recurso de la parte acusadora,
esbozadas por la defensa de Carlos José Ramón Schaller y Luis
Rocca en su presentación en los días de oficina en ante esta
instancia; más aún cuando la parte impugnante ha invocado la
arbitrariedad de la sentencia y se encuentra legitimada para
intervenir también a la luz de las previsiones del art. 460 (en
función del primer inciso del art. 458) del ceremonial.
-IV-
12°) Que, in primis, corresponde adentrarse en el
análisis de las críticas deducidas por las defensas de Juan Carlos
Herzberg, Carlos José Ramón Schaller, Luis Rocca, Jorge Alberto
Errecaborde y Roberto Eduardo Fernando Guitián que se dirigen a
cuestionar la vigencia de la acción penal, la supuesta vulneración
del principio de legalidad, la pretendida inconstitucionalidad de
la ley N° 25.889 y la alegada validez de las leyes de “Obediencia
Debida” y “Punto Final”, las cuales -se adelanta- habrán de ser
desestimadas.
Al respecto, cabe apuntar que los planteos articulados
por los impugnantes ya han sido homogéneamente resueltos por la
Corte Suprema de Justicia de la Nación (Fallos: 327:3312;
328:2056, entre tantos otros), las cuatro Salas de esta Cámara
(cfr. Sala I, causa N° 7896, caratulada: “Etchecolatz, Miguel
Osvaldo s/ recursos de casación e inconstitucionalidad”, rta. el
18/05/07, reg. N° 10488; causa N° 7758, caratulada: “Simón, Julio
Héctor s/ recurso de casación”, rta. el 15/05/07 y causa N° 9517,
caratulada: “Von Wernich, Christian Federico s/ recurso de
casación”, rta. el 27/03/09, reg. N° 13516; Sala III, causas N°
9896, caratulada: “Menéndez, Luciano Benjamín y otros s/recurso de
casación”, rta. el 25/08/10, reg. N° 1253/10 y N° FTU
81810081/2012/TO1/CFC3, caratulada “Albornoz, Roberto Heriberto y
otros s/rec. de casación”, rta. el 31/08/2018, reg. N° 1063/18;
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ocupando por tanto la posición más alta entre todas las otras
normas y principios, aun las del derecho interno.
En lo atingente al carácter imprescriptible de conductas
como las juzgadas en este proceso, la Corte Suprema de Justicia de
la Nación ha dicho que la “convención sólo afirma la
imprescriptibilidad, lo que importa el reconocimiento de una norma
ya vigente (ius cogens) en función del derecho internacional
público de origen consuetudinario. De esta manera, no se fuerza la
prohibición de retroactividad de la ley penal, sino que se
reafirma un principio instalado por la costumbre internacional,
que ya tenía vigencia al tiempo de comisión de los hechos”
(Fallos: 327:3312, Considerando 28°).
En punto a la pretensión de las defensas de descartar la
subsunción de las conductas de sus asistidos en las figuras
previstas en instrumentos internacionales, con invocación del
principio de legalidad, el alto tribunal ha sostenido también que
las cláusulas de los tratados modernos gozan de la presunción de
su operatividad “por ser, en su mayoría, claras y completas para
su directa aplicación por los Estados partes e individuos sin
necesidad de una implementación directa” y “la modalidad de
aceptación expresa mediante adhesión o ratificación convencional
no es exclusiva a los efectos de determinar la existencia del ius
cogens. En la mayoría de los casos, se configura a partir de la
aceptación en forma tácita de una práctica determinada” (Fallos:
318:2148, voto del juez Bossert)”.
Asimismo, indicó que: “al momento de los hechos, el
Estado argentino ya había contribuido a la formación de la
costumbre internacional a favor de la imprescriptibilidad de los
crímenes contra la humanidad” (conf. Fallos: 318:2148, voto del
juez Bossert, considerando 88° y siguientes) y determinó que: “de
acuerdo con lo expuesto y en el marco de esta evolución del
derecho internacional de los derechos humanos, puede decirse que
la Convención de Imprescriptibilidad de Crímenes de Guerra y Lesa
Humanidad, ha representado únicamente la cristalización de
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Aunado a ello, la invocación de lo resuelto en una
decisión aislada de un tribunal extranjero -el caso “Aussaresses”
de la Sala Criminal de la Corte de Casación de Francia- efectuada
por el defensor de Jorge Alberto Errecaborde y Roberto Eduardo
Fernando Guitián, no constituye antecedente con mayor entidad para
conmover aquellos argumentos expresados por el cimero tribunal
nacional ni, en definitiva, los que en el derecho internacional
dan sustento suficiente a la doctrina de la imprescriptibilidad de
estos crímenes, que en ese ámbito se encuentra a esta altura del
desarrollo universal, como se dijo, suficientemente arraigada y
consolidada (cfr. causa N° 15496, caratulada: “Acosta, Jorge
Eduardo y otros s/ recurso de casación”, supra cit.).
Por lo demás, se tiene presente que el máximo tribunal
nacional, en situaciones análogas, ha rechazado por insustanciales
los planteos que pretenden la revisión de la doctrina sentada en
Fallos: 327:3312 y 328:2056, cuando el recurrente no ofrece nuevos
argumentos que ameriten una nueva evaluación de lo decidido (cfr.
causa E. 191. L° XLIII, “Etchecolatz, Miguel Osvaldo s/ recurso
extraordinario”, sentencia del 17/02/2009).
En definitiva, corresponde rechazar los agravios
deducidos sobre estos extremos.
13°) Que en cuanto atañe a los planteos esgrimidos
durante los días de oficina por la defensa de José Ramón Schaller
y Luis Rocca por vulneración del derecho de sus pupilos a ser
juzgados en un plazo razonable, vale recordar que el órgano
sentenciante, a la hora de responder el planteo reeditado por la
asistencia técnica en esta instancia, argumentó que, en la
hipótesis, “acuden circunstancias que deben ser consideradas a la
hora de evaluar la razonabilidad de la duración del proceso. La
primera de ellas es que el plazo se debe computar desde el inicio
de las actuaciones y no desde la fecha de los hechos o el
advenimiento de la democracia, tal como parece sugerirlo la
defensa” (fs. 26 vta.).
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A su vez, ha sostenido el máximo tribunal al pronunciarse
respecto al plazo razonable de la prisión preventiva que: “el
principio republicano de gobierno impone entender que la voluntad
de la ley, cuando permite exceder el plazo ordinario, no es la de
abarcar cualquier delito, sino los delitos más graves y complejos
de investigar, o sea, en particular aquellos contra la vida y la
integridad física de las personas, cuya protección penal debe
privilegiarse y cuya impunidad acarrea gran alarma social y
desprestigia en máxima medida la función tutelar del Estado”
(Fallos: 335:533, Considerando 21°). Y agregó: “[a] la magnitud de
la excepción corresponde una pareja delimitación por gravedad y
complejidad de los hechos bajo juzgamiento, pues lo contrario
implicaría anular virtualmente el carácter excepcional de la
norma” (ibidem).
Continuó señalando que: “la reapertura de los juicios por
crímenes de lesa humanidad ha puesto en funcionamiento procesos
por delitos contra esos bienes jurídicos, cometidos en muchos
casos en concurso real de múltiples hechos, cuya complejidad en
mucho mayor que los casos corrientes conocidos por los jueces de
la Nación e incluso de hechos únicos con asombrosa y
extraordinaria acumulación de graves resultados”.
Por fin, el máximo tribunal nacional remató: “[s]e suma a
ello que la Nación Argentina tiene el deber internacional de
sancionarlos y de impedir legal y jurisdiccionalmente su
impunidad” (Considerando 23°). En esa misma línea, reafirmó la
obligación nacional de sancionar estos delitos y de impedir legal
y jurisdiccionalmente su impunidad, y enunció la necesidad de
valorar entre otras cosas “la complejidad del caso” (Considerando
24°).
En definitiva, resulta insoslayable atender a la doctrina
inveterada de la Corte Suprema de Justicia de la Nación en cuanto
a que las leyes deben interpretarse siempre evitando darles un
sentido que coloque en pugna sus disposiciones destruyendo las
unas por las otras, y adoptando como verdadero el que las concilie
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pluralidad de testigos que debieron ser citados para intervenir
durante el debate (sumando a ello que varios han fallecido), como
así también la dificultad en la recolección de los elementos de
prueba ya sea de cargo o descargo, todo lo cual repercutió en la
extensión de la etapa del juicio oral.
A resultas de lo expuesto, teniendo en cuenta que las
asistencias técnicas se limitan meramente a referenciar la
conocida doctrina del alto tribunal sobre la materia, sin relevar
las circunstancias concretas de la hipótesis, ni la complejidad de
estos procesos, los agravios esgrimidos en tal dirección deben ser
desechados.
14°) Que cabe también desestimar la cuestión articulada
por la asistencia técnica de Jorge Alberto Errecaborde y Roberto
Eduardo Fernando Guitián, relativa a la ley aplicable al trámite
de las actuaciones y, como consecuencia de ello, también a la
alegada violación a la garantía de juez natural, al argumentarse
que la ley N° 23.049 “expresamente sometía a la competencia del
Consejo Supremo de las Fuerzas Armadas al personal militar […] o,
en el peor de los casos, […] de la ley 2.372” (fs. 437, énfasis
omitido).
Adujo a favor de su agravio que la participación
adjudicada a sus asistidos por el delito de homicidio “se tiene
por probada con un testimonio, que no habría servido para fundar
una condena según el antiguo régimen procesal de prueba tasada”
(fs. 437/vta.).
Al respecto, se evidencia que las alegaciones del
recurrente no alcanzan a refutar la doctrina de la Corte Suprema
de Justicia de la Nación -establecida para una hipótesis de
similares aristas al presente- según la cual “la cláusula del
artículo 18 de la Constitución Nacional que dice ‘Ningún habitante
de la Nación puede ser […] juzgado por comisiones especiales, o
sacado de los jueces designados por la ley antes del hecho de la
causa’ no brinda amparo frente a modificaciones de la ley procesal
como la que tuvo lugar en el sub examine”, pues “el verdadero
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antes conocían otros que se suprimen o cuyas atribuciones
restringen: que la interpretación contraria serviría muchas veces
de obstáculo a toda mejora en esta materia, obligando a conservar
magistraturas o jurisdicciones dignas de supresión o reformas’”
(ibidem).
A la luz de cuanto precede, no se verifica -y tampoco la
parte ha anoticiado a la instancia- cuál ha sido el concreto
perjuicio que se derivaría de la circunstancia de que las
actuaciones hayan tramitado de conformidad con las prescripciones
del Código Procesal Penal de la Nación, máxime cuando el sistema
procesal instrumentado por la ley N° 23.984 constituye un modelo
ostensiblemente más tuitivo del derecho de defensa que el
antecedente, cuya aplicación el impugnante dogmáticamente
pretende, sin demostrar menoscabo a derechos y garantías de sus
asistidos.
Por lo demás, en torno al cuestionamiento esbozado sobre
el modo de valorar la prueba y el aparente beneficio que le
hubiera reputado a la parte la aplicación del antiguo régimen
procesal de prueba tasada, se aprecia que el agravio que expresa
resulta meramente conjetural y que, sumado a cuanto se expondrá
respecto de la ponderación integral del acervo probatorio cargoso,
el planteo por su contenido hipotético deviene inverificable, lo
que sella negativamente su suerte.
15°) Que, en igual sentido, tampoco puede progresar la
alegada vulneración de la garantía de imparcialidad del tribunal
formulada por las asistencias técnicas de Juan Carlos Herzberg,
Carlos José Ramón Schaller, Luis Rocca y Alberto Errecaborde y de
Roberto Eduardo Fernando Guitián, fundada en el obrar de los
magistrados durante el debate -que rechazaron pruebas requeridas
por la defensa y a la vez admitieron la ampliación de las
acusaciones formuladas durante el debate-, invocando a favor de
sus planteos las decisiones adoptadas por los jueces Carlos
Alberto Rozanski y César Álvarez en estas y otras actuaciones.
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rechazo corresponde a la esfera de sus poderes discrecionales,
incensurables en casación, salvo que su ejercicio arbitrario
implique una efectiva privación de defensa, supuesto éste que no
se advierte en la especie, ni tampoco la parte ha demostrado.
De otra banda, con relación a la admisión de la
ampliación de las acusaciones efectuada durante el debate que la
mentada defensa invoca para robustecer este acápite, tampoco se
evidencia un obrar parcial de los sentenciantes pues, sin
perjuicio de lo que se propondrá infra sobre el extremo, el
tribunal oral se ajustó a las pretensiones de las querellas, sin
exceder su jurisdicción.
En suma, no se observa que los actos y disposiciones
enunciados por la referida asistencia técnica constituyan extremos
que den pábulo objetivo a una “parcialidad”, sino que antes bien
remiten a decisiones sobre la dirección del debate o respecto de
resoluciones ajustadas a las facultades de acuerdo a la normativa
que en cada caso rige (Fallos: 314:416).
Tampoco ello puede razonablemente deducirse de las
manifestaciones vertidas y de las decisiones tomadas por el
magistrado Rozanski en el marco de otras causas seguidas por
delitos de lesa humanidad a las que se hace referencia en su
impugnación.
En lo tocante a este extremo, interesa señalar que: “no
basta para fundar un planteo recusatorio [en este caso, al planteo
de parcialidad] la sola referencia a criterios jurídicos que
habrían sido expresados en pretéritas intervenciones ni la
invocación abstracta de normas que se consideran inobservadas sino
se indica -ni surge- algún elemento que demuestre que los
magistrados recusados adelantaron juicio respecto a la vinculación
del encartado con los hechos que se le imputan en la presente”
(cfr., mutatis mutandis, causa N° 16225 caratulada: “Videla, Jorge
Rafael s/ rec. de queja”, rta. el 25 de abril de 2013, reg. N°
402/13).
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pretensión-, constituyen circunstancias claramente inidóneas para
demostrar la concurrencia de una hipótesis de parcialidad como la
que se propicia (cfr., en este sentido, la Corte IDH en el “Caso
López Lone y otros Vs. Honduras”, Excepción Preliminar, Fondo,
Reparaciones y Costas, sentencia del 5 de octubre de 2015, Serie C
N° 302, párr. 157 y 165 y el Informe del Relator Especial de la
ONU sobre la independencia de los magistrados y abogados
presentado en el marco del 41° periodo de sesiones del Consejo de
Derechos Humanos).
En este mismo sentido, el alto tribunal al interpretar la
garantía constitucional de la imparcialidad del juzgador, ha dicho
que: “las causales de interés en el resultado del pleito y odio o
enemistad deben tener apoyo en circunstancias objetivamente
comprobables, con aptitud para justificar el apartamiento de los
jueces por hallarse comprometida su imparcialidad” y que esos
extremos manifiestamente no concurren si, como en el sub-examine
“quien formula tales alegaciones solo infiere una eventual
animosidad, originada en hipotéticos acontecimientos futuros sobre
la base de un artículo periodístico” (Fallos: 326:1403).
En función de lo hasta aquí desarrollado, puede
concluirse que lo decisivo en materia de garantía de imparcialidad
es establecer si, desde el punto de vista de las circunstancias
externas (objetivas), existen elementos que autoricen a abrigar
dudas con relación a la imparcialidad con que debe desempeñarse
todo juez, con prescindencia de qué es lo que pensaba en su fuero
interno, siguiendo el adagio justice must not only be done: it
must also be seen to be done (casos del Tribunal Europeo de
Derechos Humanos “Delcourt vs. Bélgica”, 17/1/1970, serie A, N° 11
párr. 31; “Cubber vs. Bélgica”, 26/10/1984, serie A, N° 86, párr.
24; Fallos: 330:2327, entre muchos), requisito que las defensas no
han logrado demostrar.
Así las cosas, luego de llevar a cabo un análisis sobre
la actuación del órgano sentenciante, se colige que las defensas
han efectuado alegaciones desprovistas de todo sustento fáctico y
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querellante y le confiere en forma expresa facultades propias
durante el proceso”.
Sobre esa base, el a quo estableció que: “el planteo es
insuficiente, por un lado, porque no se ha impugnado la validez
constitucional de las normas que regulan esa participación ni se
ha explicado con claridad por qué motivos debiera negarse a las
áreas específicas del Poder Ejecutivo la posibilidad de
constituirse en calidad de querellante en procesos en los que se
ventilan los atentados más graves contra los propios cimientos del
Estado Democrático” (ibidem).
En esa línea, el órgano sentenciante siguió: “el
argumento relativo a la igualdad de armas no explicita la razón
por la cual ella debiera considerarse vulnerada en concreto por el
hecho de que uno o más querellantes revistan la condición de
sujeto público. En definitiva, […] resulta improcedente la crítica
en orden a la estructuración del presente proceso y a los actores
que han intervenido en él, a tenor de roles expresamente
reconocidos en la ley, básicamente porque la acusación fue
materializada por el órgano que constitucionalmente debe hacerlo y
las defensas tuvieron las respectivas oportunidades procesales
para refutarla, ofreciendo y controlando la prueba, y alegando
todo cuanto creyeran conveniente en favor de sus asistidos” (fs.
22 vta./23).
Finalmente, indicó que el reclamo también aparecía como
evidentemente tardío, en razón del momento procesal en el que fue
articulado.
Sentado ello, se impone señalar que el principio de
igualdad de armas, como garantía fundamental que resguarda el
debido proceso -art. 18 CN-, significa reconocer a las partes los
mismos medios de ataque y de defensa, implica la existencia de
idénticas posibilidades y cargas de alegación, prueba e
impugnación en el ejercicio de su ministerio. Este principio
adquiere especial relevancia durante la sustanciación del juicio
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público o privado de quien la formula (Fallos: 143:5)”
(Considerando 10°).
En esa línea de argumentación, resaltó que: “todo aquel a
quien la ley reconoce personería para actuar en juicio en defensa
de sus derechos está amparado por la garantía del debido proceso
legal consagrada por el art. 18 de la Constitución Nacional […]
asegura a todos los litigantes por igual el derecho a obtener una
sentencia fundada previo juicio llevado en legal forma” (Fallos:
268:266, Considerando 2°). Ello en el marco del derecho a la
jurisdicción consagrado implícitamente en el art. 18 de la Carta
Magna y cuyo alcance, como la posibilidad de ocurrir ante algún
órgano jurisdiccional en procura de justicia y obtener de él
sentencia útil relativa a los derechos de los litigantes (Fallos:
199:617; 305:2150, entre otros), es coincidente con el que
reconocen los arts. 8°, párrafo primero, de la Convención
Americana sobre Derechos Humanos y 14.1. del Pacto Internacional
de Derechos Civiles y Políticos” (Considerando 11°).
Tal doctrina avala la legitimidad del acusador privado de
actuar independientemente durante el desarrollo del proceso penal,
siempre y cuando haya cumplido con lo previsto por el art. 347 y
cc. del digesto de rito; por lo tanto, en el sub examine, los
querellantes se hallaban autorizados para alegar en la oportunidad
del art. 393 del CPPN, de modo que la acusación formulada por esas
partes habilitó al a quo para fallar en los casos traídos por los
acusadores privados.
A su vez, esta Sala ha sostenido, evocando la
jurisprudencia de la Corte Suprema de Justicia de la Nación, que:
“las garantías constitucionales en el proceso penal amparaban no
sólo al acusado sino a todo aquél a quien la ley le reconoce
personería para actuar en juicio en defensa de sus derechos sea
que actúe como acusador o acusado, demandante o demandado’
(Fallos: 268:266)” (cfr. causa N° 9448, caratulada: “Dutelli,
Julián Esteban s/ recurso de casación”, rta. el 20/3/2012, reg. N°
19.744 y, en igual sentido, causa N° 14.149, caratulada: “Landau,
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explicitaron los aspectos relativos a la modalidad comisiva que
caracterizó a los hechos ilícitos por los que se sometió a proceso
a los acusados, sino que, como corresponde, se identificaron en
forma concreta los hechos, como sucesos de la vida real,
atribuidos con todas sus circunstancias, de tiempo, modo, y lugar
y con identificación clara y especifica de las víctimas, así como
de la afectación producida a cada una de ellas” (fs. 23 vta.).
Continuó: “No es cierto entonces que en los actos
procesales cuestionados se haya remitido a valoraciones genéricas,
ni que se haya limitado la imputación a la mera existencia y
participación en un aparato de poder en cuyo contexto se
cometieron delitos sino que, por el contrario, se hizo eje, como
marca la ley, en cada uno de los casos que produjo la afectación
de cada uno de los bienes jurídicos que se estimaron afectados,
mediante una descripción clara, precisa y circunstanciada”
(ibidem).
Por último, el a quo indicó que: “[l]as indagatorias,
tanto como la acusación y los alegatos, constituyen actos
procesales únicos e indivisibles, resultando por ende insuficiente
la critica que hace eje en la lectura parcial de ellos sin hacerse
cargo, en definitiva, del sentido y alcance que deriva de su
lectura integral” (ibidem).
En función de ese razonamiento, la cuestión introducida
por las defensas, donde atribuyen a las indagatorias -aún con el
grado de provisoriedad que caracteriza a aquella etapa del
proceso- y a las acusaciones un defecto de indeterminación que,
siempre a su juicio, las invalida, es improcedente en tanto sus
alegaciones se evidencian genéricas en la hipótesis y se apartan
de las constancias de la causa.
Es que, de la compulsa de las piezas procesales
cuestionadas en modo alguno se advierten las falencias que los
recurrentes les atribuyen, sino que -de adverso- se comprueba que
han sido precisadas las circunstancias de modo, tiempo y lugar de
las conductas endilgadas a cada uno de los imputados -con la
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actos cuya invalidez se pretende. Y aquí es menester indicar, una
vez más, que para que la declaración de invalidez de un acto
procesal resulte procedente, es indispensable que se verifique un
perjuicio real y concreto, esto es, que se haya producido una
efectiva limitación de un derecho, circunstancia que no se
contrasta en autos y que conduce a descartar los presentes
planteos.
18°) Que, de otra banda, deben rechazarse los
señalamientos introducidos por las asistencias técnicas de Juan
Carlos Herzberg, Carlos José Ramón Schaller y Luis Rocca respecto
a la alegada afectación al principio de congruencia en orden a que
los acusadores requirieron la elevación de la causa a juicio
respecto de sus asistidos por el delito de privación ilegítima de
la libertad, mas luego solicitaron condena por la figura de
desaparición forzada de personas, que fue recogida en la
sentencia.
Primariamente, ha de recordarse que en el sistema
diagramado por el ordenamiento procesal de aplicación, el
requerimiento de elevación a juicio por los hechos establecidos
resulta una formulación acusatoria provisional, ya que este último
carácter sólo se alcanzará después de realizado el juicio, es
decir, producidas las pruebas que constituyen el fundamento de la
pretensión definitiva, sea condenatoria o absolutoria.
Así, se trata de una pretensión progresiva, que no se
deduce en un sólo y único acto, sino que sigue un orden
secuencial, pues se manifiesta a lo largo de la instrucción,
mediante la actividad de instar diligencias, y culmina -una vez
transcurrido el juicio oral- con la formulación de la acusación
completa, concretada en los alegatos conclusivos sobre los hechos
(cfr. esta Sala in re “Acosta”, supra cit.).
Desde esa perspectiva, una acusación válida resulta un
acto complejo que se integra con el requerimiento de elevación a
juicio y con el alegato, siendo este último el acto que se orienta
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Ahora bien; se impone indicar que el principio de
congruencia, como máxima expresión de la inviolabilidad de la
defensa en juicio, importa a todo aquello que signifique una
sorpresa para quien se defiende, en el sentido de un dato con
trascendencia sobre el cual imputado y su asistencia técnica no
tuvieron la oportunidad de expedirse, controlar o enfrentar,
lesiona esa garantía (cfr. esta Sala in re “Acosta”, supra cit.).
A partir de lo supra desarrollado, se desprende que los
imputados fueron informados en la oportunidad prevista por el art.
393 del ceremonial sobre la calificación legal que se les
pretendía endilgar, sin que se vieran impedidos de refutar ni
“contra-probar” la esgrimida aplicación del tipo de desaparición
forzada de personas. En ese marco, no se advierte el perjuicio
sostenido en el libelo recursivo, dado que la calificación
jurídica atribuida fue informada en el debate por los acusadores,
habilitando así el contradictorio.
Asimismo, de un análisis de las constancias de autos
dable es vislumbrar la identidad entre la significación jurídica
referida en los alegatos y aquella por la que fueron condenados
los incusos. Es decir, existió equivalencia entre la figura legal
que fuera materia de acusación y la que la sentencia acogió, sin
observarse ni un cambio brusco ni significativo en la tipificación
de los hechos que hubiera sorprendido a las defensas y mermado sus
posibilidades reales de resistir la acusación.
En concreto, el impugnante solo apuntó de modo genérico
que los tipos penales que conformaron las acusaciones respecto de
sus pupilos violaron el principio de congruencia y que ello
impactó en el ejercicio del derecho de defensa, sin explicar de
qué forma se vulneró, esto es, sin precisar la prueba que se le
impidió producir en concreto para neutralizar la acusación,
cambiar su estrategia o cualquier otro acto propio del ejercicio
del ministerio que le compete.
En definitiva, y de acuerdo a como fueron esgrimidos los
planteos efectuados en torno a este extremo, no se evidencia en el
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Tania Nuez, respecto de los casos que damnificaron a Reina Ramona
Leguizamón, Marta Isabel Cáneva, Ángel Oscar Revoledo, Jorge
Alberto Arri, Jorge Estanislao Bogusa, Manuel Carrete, Ana María
Nievas, Rosa Francisca Nievas, José Luis Dervaric, Adolfo Oscar
Lanoo, Roberto Miguel Aguirre, Miguel Reinaldo Aguirre, Juan
Alejandro Aguirre, Luis Ricardo Córdoba y Eduardo Bloga.
Ello derivó, posteriormente, en las condenas del
encartado Guitián, por los casos de Reina Ramona Leguizamón y
Martha Isabel Cáneva, y de Schaller, por los hechos que
damnificaron a Ángel Oscar Revoledo, Jorge Alberto Arri, Roberto
Miguel Aguirre, Jorge Estanislao Bogusa, Manuel Carrete, Ana María
Nievas, Rosa Francisca Nievas, Adolfo Oscar Lanoo y José Luis
Dervaric. Asimismo, el encausado Rocca fue absuelto por el caso de
Luis Eduardo Bloga y Schaller también fue desvinculado respecto de
los hechos de los que resultaron víctimas Luis Córdoba, Miguel
Reinaldo Aguirre y Juan Alejandro Aguirre.
En ese marco, si bien la alegada violación a la garantía
de ne bis in idem arrimada por la defensa de Schaller durante el
término de oficina no resulta conducente –pues no se trata de una
sentencia dictada con anterioridad, que versa sobre los casos por
los cuales se amplió la acusación en el debate, ni existe una
“renovación” que habilite a invocar la infracción de tal garantía
(cfr., mutatis mutandis, Fallos: 326:2805)-, devino cierto que la
ampliación referida, en las particularidades de la especie,
menoscabó el principio de congruencia, como correlato del derecho
de defensa.
En este sentido, corresponde memorar liminarmente que,
por regla, y tal se anticipó, la acusación definida en el
requerimiento de elevación a juicio tiene lugar previo a la
dialéctica de la audiencia y servirá como límite a la pretensión
acusatoria y al poder de decisión del tribunal, que sólo podrá
ocuparse de las circunstancias fácticas allí expuestas.
En función de lo anterior, el hecho descripto en el
requerimiento de elevación a juicio, el contenido en el alegato
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diferentes se hace notoria, además, a poco de advertirse el modo
en que estos nuevos casos se hicieron concurrir entre sí, en forma
real (art. 55 CP).
De otra parte, con respecto a la incorporación de estos
casos en los alegatos finales del juicio oral, menester es señalar
que lo que habilita la oportunidad prevista en el art. 393 del
CPPN, como se señaló en el considerando anterior, es el
perfeccionamiento definitivo de la pretensión punitiva, mas no la
alteración de los elementos sustanciales (los hechos) de la
imputación originaria, tal sucedió en la especie. Lo que debe
respetarse en las diferentes etapas, y no ocurrió, es la
coherencia entre la entidad fáctica atribuida.
En este punto, no es ocioso recordar que la Corte Suprema
de Justicia de la Nación, en ocasión de pronunciarse in re
“Del’Olio” (Fallos: 329:2596) sostuvo que, al darse por decaído el
derecho a responder la vista que prevé el art. 346 del rito, tal
decisión “aparejó la perdida de los derechos procesales vinculados
al acto precluido” (considerando 6°), añadiendo con un énfasis
esclarecedor que: “Si el particular ofendido no concretó
objetivamente y subjetivamente su pretensión, no podría integrar
legítimamente una incriminación que no formuló previamente”
(ibidem).
La solución dada al supuesto por el máximo tribunal
resulta de aplicación habida cuenta que, como ya se señaló, una
acusación válida es un acto complejo que se integra en momentos
procesales distintos, con el requerimiento de elevación a juicio y
con el alegato, pero que no afectan su unidad ya que ambos
constituyen un “bloque indisoluble” (cfr. considerando 14° del
voto del ministro Zaffaroni en Fallos: 327:5863).
Ha de colegirse, en definitiva, que el tribunal no estaba
habilitado para resolver sobre tal pretensión punitiva, en tanto
la legitimidad del pronunciamiento debe soportarse en la condición
esencial del inquebrantable derecho de defensa en juicio. Teniendo
ello presente, las ampliaciones de las acusaciones no debieron
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requerido la elevación a juicio respecto a otro imputado (Osvaldo
Tomás Méndez)-; lo cierto es que además de cuanto ya se ha
señalado, como bien destacan los agentes de la Unidad Fiscal en la
presentación ya citada, Méndez falleció meses antes del inicio del
juicio, por lo cual tampoco conformó la acusación durante la
apertura del debate ni siquiera a su respecto, menos aún con
relación a Schaller (art. 374 del ritual).
Por lo expuesto, postulo anular parcialmente la sentencia
en cuanto dispuso no hacer lugar a la nulidad de la ampliación de
la acusación por los hechos que damnificaron a las víctimas Reina
Ramona Leguizamón, Marta Isabel Cáneva, Ángel Oscar Revoledo,
Jorge Alberto Arri, Jorge Estanislao Bogusa, Manuel Carrete, Ana
María Nievas, Rosa Francisca Nievas, Adolfo Oscar Lanoo, Roberto
Miguel Aguirre y José Luis Dervaric, conforme el punto dispositivo
“PRIMERO, 10”.
En consecuencia, corresponde reenviar los autos al
tribunal de origen para que, previa sustanciación, se dicte nuevo
pronunciamiento con relación a las penas impuestas a los imputados
Schaller y Guitián, en tanto habían resultado condenados por los
casos de Jorge Alberto Arri, Ángel Oscar Revoledo, Jorge
Estanislao Bogusa, Manuel Carrete, Rosa Francisca Nievas, Ana
María Nievas, Adolfo Oscar Lanoo, José Luis Dervaric, Roberto
Miguel Aguirre -el primero-, Reina Ramona Leguizamón y Marta
Isabel Cáneva -el segundo- (puntos dispositivos “SEGUNDO: 6 y 5,
respectivamente).
Sin perjuicio de lo hasta aquí expuesto, se impone
remitir las actuaciones para que el a quo disponga lo pertinente,
con la celeridad que el caso impone y por las vías procesales
correspondientes, a fin de que sustancien todos los hechos
incluidos en las ampliaciones de las acusaciones y, de proceder,
se complete el inmediato juzgamiento y condena de quienes resulten
responsables.
Es que, también respecto de aquellos encausados que medió
absolución por casos comprendidos en las resoluciones del tribunal
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oportunas consecuencias en orden al poder probatorio y la
credibilidad de los concretos deponentes.
Desde esa perspectiva, no puede soslayarse que si bien la
presencia del testigo en la sala de audiencias desatiende la letra
del mentado artículo, esta norma está dirigida a los órganos
jurisdiccionales y orientada a garantizar, en lo posible, la
veracidad de los testimonios que se viertan ante éstos, evitando
que resulten condicionados por otras manifestaciones previas; mas
no implica un mandato imperativo o una norma prohibitiva en el
sentido de que su inobservancia provoque la imposibilidad de
practicar la prueba o, en su caso, de valorarla.
Adunado a ello, asiste razón al judicante al responder al
planteo que la defensa reedita en esta instancia, en cuanto
sostuvo que: “desde un aspecto más práctico, pretender que las
declaraciones de personas que han declarado en múltiples
ocasiones, (ante comisión CONADEP, Juicio a las Juntas, juicios
por la verdad y múltiples juicios orales) y respecto de quienes en
muchos casos, se han escrito libros, permanezcan desconocidas,
para el resto de los testigos que se encuentran en igual
situación, ante el peligro de una eventual contaminación del
relato, es una ficción que la defensa no puede sostener
seriamente. Esos testimonios resultan de extrema relevancia y,
contrariamente a lo argumentado, se han registrado en diversas
ocasiones discrepancias que dan por tierra la hipótesis que lo
considera un discurso unívoco y que ciertamente robustecen la
confiabilidad del testimonio” (fs. 151).
De otra banda, en lo concerniente a la trasmisión del
debate por el Centro de Información Judicial, cabe recordar que el
tribunal al contestar el planteo que fue objeto de tratamiento y
debida solución en la instancia anterior, indicó que: “la
transmisión de todo o parte de un testimonio, hace al principio de
publicidad del debate, y máxime en estos juicios, donde se
ventilan cuestiones tan caras y sensibles a la sociedad en su
conjunto” (ibidem).
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la realidad de los hechos o influenciado por lo oído previamente,
en el improbable caso de que ello haya sucedido. De esta manera,
la defensa tampoco ha logrado probar el perjuicio que dicho
proceder le hubiera ocasionado.
En este marco, las objeciones que tienden más a
cuestionar el contenido, credibilidad y veracidad de los
testimonios, serán abordadas infra al analizar las reglas que
gobiernan la valoración del acervo probatorio producido en el
proceso, donde se verá que la presencia de testigos y la
trasmisión del debate, en la hipótesis, en nada afectó o
condicionó la objetividad o veracidad de sus dichos, y que el
recurso no aportó elemento alguno que permita cuestionar las
conclusiones a las que oportunamente arribó el a quo.
En definitiva, no se advierte ni se demuestra una
vinculación que, en términos de correlación lógica, pueda
razonablemente aventurar un perjuicio concreto para la parte
recurrente ni dar sustento mínimo al alegado riesgo para los
principios de rango superior a los que, de modo genérico, se hace
alusión en el libelo recursivo.
Por lo tanto, la invalidez propiciada por la asistencia
técnica no puede recibir respuesta favorable ante la falta de
perjuicio acreditado y debe ser desestimada.
-V-
21°) Que, sentado lo precedentemente expuesto, y previo a
examinar las críticas efectuadas por las defensas respecto de las
responsabilidades atribuidas a sus asistidos, habida cuenta que
sus planteos han confluido en censurar la valoración de la prueba
efectuada en la instancia anterior que determinó las respectivas
participaciones de sus pupilos; cabe recordar que esta Sala ya ha
sostenido en anteriores oportunidades (cfr. esta sala in re
“Brusa, Víctor Hermes y otros s/ recurso de casación”, “Losito,
Horacio y otros s/ recurso de casación”, supra cit. –entre tantas
otras) que nuestro digesto rituario ha adoptado el sistema de la
sana crítica racional (artículo 398, 2° párrafo del CPPN), que
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sentencia no tiene fundamento. En el fondo, hay un acto arbitrario
de poder” (ibidem, considerando 31).
En esa línea, se ha señalado también que: “[l]a sana
crítica establece la plena libertad para el convencimiento de los
jueces, reconociendo como límite el respeto a las normas que
gobiernan la corrección del pensamiento, es decir las leyes de la
lógica, de la psicología y de la experiencia común (CNCP, Sala II,
LL, 1995-C-525), por lo que le es exigible que las conclusiones a
las que se arribe en la sentencia sean el fruto racional de las
pruebas del proceso, sin afectación del principio lógico de razón
suficiente que exige que la prueba en que aquella se funde sólo
permita arribar a esa única conclusión y no a otra (CNCP, Sala II,
citada; CNCP, Sala IV, DJ, 1996 -2-274, en el que se añade que la
sana crítica exige el debido respeto no sólo de aquél principio,
sino además, de los de identidad, de no contradicción y del
tercero excluido)” (Navarro, Guillermo Rafael y Daray Roberto
Raúl, Código Procesal Penal de la Nación. Análisis doctrinal y
jurisprudencial, Tomo 2, 2ª ed., Hammurabi, Buenos Aires, 2006, p.
1142).
Esta es, por otra parte, la pauta que impera por los
tribunales internacionales, en el sentido de que tienen la
potestad de apreciar y valorar las pruebas según las reglas de la
sana crítica, evitando adoptar una rígida determinación del
quantum de la prueba necesaria para sustentar un fallo (cfr. Corte
IDH. Caso “Velásquez Rodríguez vs. Honduras”, Sentencia del 29 de
julio de 1988. Serie C N° 4, párrs. 127/131; Caso “Bulacio vs.
Argentina”, Sentencia de 18 de septiembre de 2003, Serie C N° 100,
párr. 42; Caso “Myrna Mack Chang vs. Guatemala”, Sentencia del 25
de noviembre de 2003, Serie C N° 101, párr. 120; Caso “Maritza
Urrutia vs. Guatemala”, Sentencia del 27 de noviembre de 2003,
Serie C N° 103, párr. 48; y Caso “Herrera Ulloa vs. Costa Rica”,
Sentencia del 2 de julio de 2004, Serie C N° 107, párr. 57).
A su vez, en lo que atañe a los criterios que gobiernan
la valoración de la prueba, la Corte Suprema de Justicia de la
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primeros los que en definitiva tienen aptitud lógica para
sustentar una conclusión cierta (cfr. “Brusa, Víctor Hermes y
otros s/ recurso de casación” supra cit. y sus citas).
A este respecto también los organismos internacionales de
derechos humanos se han pronunciado, señalando: “La práctica de
los tribunales internacionales e internos demuestra que la prueba
directa, ya sea testimonial o documental, no es la única que puede
legítimamente considerarse para fundar la sentencia. La prueba
circunstancial, los indicios y las presunciones, pueden
utilizarse, siempre que de ellos puedan inferirse conclusiones
consistentes sobre los hechos” (Corte IDH. Caso “Velásquez
Rodríguez vs. Honduras”, Sentencia del 29 de julio de 1988. Serie
C N° 4, párr. 130).
De tal suerte, la eficacia probatoria de la prueba
indiciaria dependerá, en primer lugar, de que el hecho
constitutivo del indicio esté fehaciente acreditado; en segundo
término, del grado de veracidad, objetivamente comprobable, en la
enunciación general con la cual se lo relaciona con aquél; y, por
último, de la corrección lógica del enlace entre ambos términos
(Cafferata Nores, José I., La prueba en el proceso penal. Con
especial referencia a la ley 23.984, 4ª edición, Depalma, Buenos
Aires, 2001, p. 190).
Es decir, debe corroborarse en el caso si verdaderamente
existió una cadena de indicios que demuestren, a través de las
reglas de la experiencia, que los magistrados efectuaron una
operación mental mediante la cual infirieron la autoría del
imputado en el suceso investigado (cfr. Parra Quijano, Jairo,
Tratado de la prueba judicial. Indicios y presunciones, Tomo IV,
3ª edición, Ediciones Librería del Profesional, Santa Fe de
Bogotá, 1997, p. 21).
Específicamente sobre la importancia de estos medios de
convicción, la Corte IDH se ha pronunciado en procesos de esta
naturaleza, en los que se investiga la comisión de delitos de lesa
humanidad, y señaló que: “La prueba indiciaria o presuntiva
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Congreso de la Nación, Buenos Aires, 1987, p. 294).
Por su parte, la doctrina ha enseñado de antaño: “…la más
fuerte garantía de la estabilidad del testimonio es su perfecta
concordancia con los resultados que las demás pruebas suministran.
Si el testigo es convencido de mentira o error acerca de un punto
de hecho, el juez no puede dejar de concebir desconfianza y dudas
sobre su buena voluntad o sobre sus facultades de observación;
pero, al contrario, su convicción se aumenta cuando ve confirmado
y corroborado el testimonio por todas las demás pruebas
descubiertas en la causa” (Mittermaier, Karl Joseph Antón, Tratado
de la prueba en materia criminal, 1ª edición, Hammurabi, Buenos
Aires, 2006, pp. 310-311).
En el marco conceptual detallado, al tiempo de responder
a los planteos relativos a esta cuestión, no podrán soslayarse las
particularidades de los hechos que han sido materia de juicio.
Efectivamente: las características de estos eventos y la
clandestinidad que caracterizó a los procedimientos, tanto en el
caso de las detenciones ilegales, como durante la privación de
libertad, permiten conocer que el acervo probatorio que ha
permitido reconstruir los acontecimientos endilgados no resultó
sobreabundante; empero, ello no implica que la prueba evocada no
resulte contundente y confiable para haberle permitido al
sentenciante arribar al grado de convicción exigido por nuestro
ordenamiento.
En ese plano, no es dable soslayar que las
particularidades de hechos de la naturaleza de los que aquí se
juzgan y el paso del tiempo desde que ellos sucedieron, también
pueden influir en el recuerdo del testigo o en la circunstancia de
exigir su misma presencia en el debate. Sin embargo ello, de modo
alguno, permite admitir las consideraciones de la defensa
esbozadas durante la audiencia realizada en esta instancia, con
relación a la concurrencia en estos casos de una “memoria
intoxicada” por parte de los testigos. Nuevamente, en estos
supuestos resultan la reconstrucción, contraste y coherencia con
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sustancial- las defensas de los encartados han efectuado críticas
descontextualizadas al modo en que el a quo ha valorado la prueba,
como también han omitido especificar qué puntos oscuros presenta
el análisis concreto que contiene la sentencia respecto de cada
uno de los hechos y –especialmente- las responsabilidades
atribuidas a sus pupilos; requisito ineludible en orden al
progreso de un planteo que –precisamente- radica en la alegada
arbitrariedad en la valoración probatoria.
En este sentido, las referencias que los recurrentes
introducen a modo de ejemplo al formular sus cuestionamientos,
resultan insuficientes para sustentar los alegados defectos de
fundamentación que afectarían los razonamientos expuestos por el
órgano de juicio al fundar sus conclusiones en torno a cada uno de
los eventos tratados.
En definitiva, éste y no otro, es el marco referencial
que exige el análisis del extremo.
22°) Que, con relación a los hechos juzgados en estos
actuados, debe tenerse en cuenta, en primer término, que las
críticas de las defensas se dirigieron antes bien contra la
acreditación del accionar desplegado por sus asistidos y no a
cuestionar la materialidad ilícita de los eventos bajo estudio,
salvo las excepciones que se analizarán particularmente.
Efectuada esta aclaración inicial, corresponde apuntar
que el órgano sentenciante realizó un repaso histórico para
contextualizar la época en la que se desarrollaron los
acontecimientos juzgados y, entre otros puntos, señaló que éstos
“se inscriben como parte del plan de criminalidad estatal
sistemático y generalizado, instituido durante la última dictadura
cívico-militar (1976-1983) desplegada en nuestro país” (fs.
130/vta.). Continuó: “Tales delitos, desplegados con propósitos
ideológicos, políticos y económicos, constituyen graves
violaciones a los derechos humanos, que tuvieron lugar,
esencialmente, en contra de los trabajadores de las empresas
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Prefectura Naval, el Batallón de Infantería de Marina N° 3
“Almirante Eleazar Videla” y el Hospital Naval Río Santiago, donde
las personas fueron trasladas y/o alojadas luego de sus secuestros
(cfr. fs. 131 vta.).
El órgano sentenciante hizo mención a las acciones que
debía ejecutar la FUERTAR 5, detalladas en el Anexo “B” –relativo
al concepto de la Operación-, y a los ocho Anexos referidos a
Inteligencia, al concepto de las Operaciones, al concepto de la
Acción Estratégica, a las Jurisdicciones y Acuerdos, a los Asuntos
Jurídicos, al Personal, a la Logística y a las Comunicaciones
(cfr. fs. 131/136).
Seguidamente realizó un recorrido por algunos de los
conceptos existentes en el Reglamento General del Servicio Naval
(R.G-1-003), con especial alusión al artículo 11.101006 relativo a
la “Organización de Tareas”, haciendo hincapié en que la Fuerza de
Tareas era el máximo escalón que puede tener una Organización de
Tareas, compuesta por dos o más Grupos de Tareas (cfr. fs.
136/vta.).
Sumado a todo ello, con relación a la Conducción Superior
de la Armada indicó que: “el reglamento establece que la integran
los titulares de los Comandos y Organismos superiores de cada una
de las áreas del quehacer institucional, a saber: a) El Área
Dirección: estaba a cargo del Jefe del Estado Mayor General de la
Armada, Subjefe del Estado Mayor General de la Armada y el
Director del Estado Mayor de la Armada; b) El Área Operativa: a
cargo del Comandante de Operaciones Navales, Comandante de la
Flota de Mar, Comandante de Aviación Naval, Comandante de
Infantería de Marina y el Comandante de Submarinos; c) El Área
Logística: a cargo del Director General del personal Naval, del
Director General del Material Naval y del Director General de
Instrucción Naval” (fs. 136 vta.).
En otro orden, se relevó en la sentencia el Reglamento
Orgánico RA-9-004 que establece que el Comando de Operaciones
Navales (CON) depende directamente del Comandante en Jefe de la
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ordenar la “represión” y se estipulaban excepciones en los
supuestos en que la situación local impusiera a los Comandantes de
las Fuerzas de Tareas adoptar por sí dicha medida. Establecieron
también que: “[u]na vez ordenada la represión, el momento y el
modo de empleo de la fuerza lo decidía el Comandante de la Fuerza
de Tareas” (ibidem).
Luego, el a quo tuvo por probado que la Fuerza de Tareas
N° 5 fue la autoridad superior en la zona de Río Santiago y en las
mencionadas ciudades aledañas, cuyo comando “correspondía al
Director de la Escuela Naval Militar, circunstancia que se respetó
solo por un corto período, ya que […] al menos entre el 19 de
julio y el 26 de noviembre de 1976 […] fue ejercido en forma
concurrente por el Capitán José Néstor Estévez –quien era Director
de la Escuela Naval– y el Capitán Errecaborde” (fs. 137 vta.). A
continuación, aclaró que: “en el año 1977 […] fue ejercido por el
Director del Liceo Naval, revistiendo dicho cargo el Capitán de
Navío Juan Carlos Herzberg” (ibidem).
En la sentencia se detalló también “el hecho de que
quienes se alternaron el Comando de dicha fuerza fueron los
Directores de la Escuela Naval y el Liceo Naval, habiéndose
incluso utilizado sus edificios como Centros Clandestinos de
Detención donde se alojó a un número elevado de las víctimas de
autos” (fs. 138).
Aunado a ello, el tribunal de juicio enumeró las
constancias obrantes en los legajos del personal que cumplió
funciones en el BIM 3 (Batallón de Infantería de Marina Nº 3), que
daban cuenta de la participación de éstos en Operaciones de “lucha
contra la subversión” (cfr. fs. 138/vta.).
En ese marco, el órgano sentenciante expuso que la zona
de Río Santiago constituyó uno de los cordones industriales más
importantes de la época, destacando la general y cotidiana
actividad gremial y la militancia política y social de los
trabajadores de la zona; contexto que era conocido por la Fuerza
de Tareas N° 5, ya que, a través de las tareas de inteligencia,
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(ARS), YPF, Frigorífico Swift y Propulsora Siderúrgica” (fs. 146,
énfasis omitido).
Puntualizó que el FT5 desplegó una gran represión en la
región, seleccionando un vasto grupo de trabajadores, a partir de
las tareas inteligencia y con la expresa colaboración de las
empresas y de ciertos dirigentes sindicales de la época (cfr. fs.
148).
Es así que el a quo ponderó que a partir del golpe de
estado y tras la feroz represión de los primeros meses, las
empresas intentaron erradicar cualquier forma de organización
sindical de base, procurando instaurar mediante el terror el
disciplinamiento de los trabajadores para aplicar sin
resistencias, políticas de mayor ajuste económico. En particular,
se detalló en la sentencia que se produjo en el Astillero Río
Santiago un éxodo –impuesto- de mano de obra calificada, con un
paradojal resultado a partir del terror: menos trabajadores, menor
salario y mayor producción, todo ello fue posible gracias a la
desarticulación de la organización sindical de base impuesta a
partir de 1976.
En esa línea, el órgano sentenciante estableció que:
“[e]stos indicadores del rendimiento del trabajo, en el marco de
un pronunciado éxodo de la mano de obra implicaban que el producto
era realizado por una menor cantidad de operarios, daban cuenta
del significativo avance patronal sobre el ordenamiento social y
productivo de la planta…”.
De esta manera, el a quo tuvo por probado que en este
contexto se produjeron los hechos que seguidamente se
pormenorizarán.
23°) Que, en ese marco, a la luz de lo propuesto en el
considerando 19° de presente sufragio, no corresponde dar
tratamiento a los agravios referidos a los casos de Reina Ramona
Leguizamón, Marta Isabel Cáneva, Ángel Oscar Revoledo, Jorge
Alberto Arri, Jorge Estanislao Bogusa, Manuel Carrete, Ana María
Nievas, Rosa Francisca Nievas, Adolfo Oscar Lanoo, Roberto Miguel
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circuito represivo que operó en la zonza industrial de Berisso y
Ensenada”.
2. Juan Carlos Blasetti:
El tribunal tuvo por cierto que: “Juan Carlos Blasetti,
delegado gremial de Astilleros Río Santiago, fue secuestrado a la
1:15 de la mañana del día 10 de septiembre de 1976 de su domicilio
particular, sito en calle Libertad N° 1045 de la ciudad de
Ensenada, por personas armadas vestidas de civil. De allí lo
trasladaron a Prefectura donde fue sometido a tormentos,
desconociéndose su posterior destino; hasta la fecha, continúa
desaparecido”.
En relación a este hecho en concreto, adujo la defensa
que: “se pretende tenérselo por acreditado con la declaración de
su esposa”. Sin embargo, y como se precisará a continuación, si
bien el tribunal valoró dicho pormenorizado y detallado relato, no
fue el único elemento probatorio en el que se basó para tener por
comprobado el mentado suceso.
En primer lugar, el órgano sentenciante justipreció los
dichos de Graciela Noemí Pinero, cónyuge de Blasetti, quien el día
26 de noviembre de 2003 en su declaración en el denominado “Juicio
por la Verdad” -que obra en el Anexo a fs. 459/468-, relató: “el
10 de septiembre, una y cuarto una y veinte de la mañana, ella
estaba despierta y sintió portazos de autos en la calle e
inmediatamente golpes, se levantó a mirar que pasaba y era gente
que ya estaba en el patio, vestidos de civil y encapuchados que
preguntaban por su marido, entraron, lo levantaron,
automáticamente le dijeron que se levantara que se cambiara, que
agarrara los documentos, revolvieron la casa buscando armas que no
encontraron, por supuesto […] ellos estaban en una habitación
pequeña, con sus dos hijos. A su marido lo sacaron de esa
habitación y ella ya no supo que le decían o le preguntaban; a él
lo mantuvieron en otra habitación más alejada unos 10 minutos. Los
vecinos vieron vehículos -Ford Falcon verdes y gente pero nadie
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salió […] hay una chica que le dijo que vio el operativo y siguió
los autos hasta Prefectura” (valorado en la sentencia a fs. 152).
Sin embargo, contrariamente a cuanto sostiene el
impugnante, este no fue el único elemento probatorio ponderado por
el tribunal, sino que los extremos descriptos fueron confirmados
por el testimonio de Elsa Noemí Gómez, quien fue clara y precisa
al indicar que vio el operativo del secuestro de Blasetti: ”tras
seguir el automóvil que lo transportaba, agarraron por la calle
Libertad y los perdió llegando a la Comisaría de Ensenada, en
dirección al Puerto” y agregó que: “fue a buscar a la esposa y la
llevó a la Comisaría para hacer la denuncia” (ibidem).
A su vez, sus dichos se ratifican con la declaración en
la audiencia de debate del día 26 de agosto de María Lorena
Blasetti, hija de la víctima.
Asimismo, se incorporó por lectura el legajo personal de
la víctima remitido por Astilleros Río Santiago. Según se detalló
en la sentencia, allí obra un telegrama remitido por la empresa
con motivo de la “ausencia injustificada” de Blasetti desde el día
10 de septiembre de 1976, fechado el 13 de diciembre de 1976,
donde se lo intima a reincorporarse al trabajo y, en caso
contrario, se entenderá “abandono de tareas”. Además, figura la
Planilla de Baja del Personal Obrero, fechada 15 de diciembre de
1976, donde el motivo de la baja es “abandono del servicio”.
Aunado a ello, se valoró como prueba documental
incorporada al debate la causa N° 2197/SU, caratulada: “Blasetti,
Juan Carlos s/ averiguación”, de la que surge a fs. 19/33 los
legajos remitidos por el Archivo de la ex DIPBA, correspondientes
a la víctima. En ellos se encontró su ficha personal que remite al
Legajo Mesa Ds. Varios 6274 “Privación ilegal de la libertad a
Juan Carlos Blasetti. UR La Plata 13/9/76”, donde consta la
denuncia de su esposa por el hecho; y el legajo Ds. Varios 14.668
que tiene como asunto “Paradero de Bourgigne Norberto y otros”,
donde hay una solicitud de informe sobre pedidos de habeas corpus
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de diferentes personas, entre las que se encuentra Juan Carlos
Blasetti.
También, acumulada a la causa N° 2197/SU, el a quo
destacó la causa N° 1476/SU, caratulada: “Blasetti, Juan Carlos s/
el Dr. Raúl S. Caro Betelu interpone habeas corpus a su favor”,
iniciada el día 15 de septiembre de 1976, a pedido de la esposa de
Blasetti ante el Juzgado Federal N° 2 de La Plata; todos los
informes solicitados fueron respondidos de forma negativa, motivo
por el cual a fs. 13 y con fecha 4 de noviembre de 1976, el juez
instructor, Leopoldo J. Russo, resolvió: “Rechazar el presente
recurso de habeas corpus interpuesto a fs. 1 a favor de Juan
Carlos Blasetti, con costas al interponente”.
Por otro lado, el tribunal tuvo especialmente en cuenta
que: “a Juan Carlos Blasetti lo secuestran con posterioridad al
asesinato y desaparición de muchos de sus compañeros de
Astilleros, irrumpieron en el hogar que compartía con su esposa y
sus dos pequeñas hijas, por la fuerza -dando golpes y portazos-,
personas vestidas de civil y encapuchadas, le dijeron que se
vistiera y lo retuvieron en una habitación mientras revolvían toda
la casa buscando armas, luego lo subieron a un auto civil dejando
a su familia sin información de donde era trasladado” (fs. 152
vta.).
El derrotero transcripto le permitió al órgano
sentenciante concluir que: “Juan Carlos Blasetti fue secuestrado
por su condición de trabajador y sindicalista de base,
constituyéndose por esa única razón objeto de persecución del
circuito represivo que operó en la zonza industrial de Berisso y
Ensenada” (ibidem).
En este punto, se advierte que el embate de la defensa
referente a que el presente hecho se tuvo por probado solo con la
declaración de Graciela Noemí Pinero omite relevar las probanzas
detalladas en la sentencia y enunciadas precedentemente que,
consideradas en su totalidad, permitieron, con sobrada
suficiencia, tener por acreditado el secuestro y posterior
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grupo de compañeros que fueron trasladados allí desde su lugar de
trabajo”.
Asimismo, se tuvo por acreditado que, tras permanecer
cautivo, fue trasladado a la Unidad N° 9 de La Plata, siendo
liberado el día 19 de junio de 1979 bajo el Decreto N° 571/79.
Esta descripción le permitió aseverar al a quo que: “Díaz
Esquerra, fue secuestrado, por su condición de trabajador y
sindicalista de base, constituyéndose por esa única razón objeto
de persecución del circuito represivo que operó en la zonza
industrial de Berisso y Ensenada”.
5. Luis María Digaetano:
Con relación a este hecho, el tribunal afirmó en la
sentencia que: “Luis María Digaetano, empleado de Astilleros Río
Santiago, fue secuestrado a las 14 horas del día 2 de abril de
1976 de su lugar de trabajo por personal de la Marina, de
Prefectura y de la seguridad interna del Astillero Río Santiago,
quienes lo encapucharon y golpearon; siendo trasladado desde allí
hacia la sede de Prefectura Naval de Ensenada, lugar donde
permaneció una noche y fue sometido a tormentos”.
Continuó detallando que: “De allí fue trasladado a los
buques ‘33 orientales’ y ‘Bahía Aguirre’. El 29 de abril de 1976,
a la Unidad Penitenciaria N° 2 Villa Devoto y el 24 de septiembre
de 1976 a la Unidad Penitenciaria N° 9 La Plata. Fue liberado el 4
de abril de 1977”.
Luego, se valoró que en su legajo figura la “Planilla de
baja del personal obrero”, en la que se registra con fecha 10 de
mayo de 1976 la extinción del vínculo laboral en los términos de
la ley N° 21.260. Adunó el órgano jurisdiccional que: “Luis María
Digaetano fue secuestrado por su condición de trabajador,
constituyéndose por esa única razón objeto de persecución del
circuito represivo que operó en la zonza industrial de Berisso y
Ensenada”.
6. Alberto Dizzini:
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Para dar una cabal respuesta a este planteo, es oportuno
memorar los elementos probatorios valorados por el órgano de
juicio para tener por acreditado el episodio cuestionado por la
defensa. En ese sentido, el sentenciante justipreció las
constancias obrantes en causa N° 44/85, donde constan sus
declaraciones en el marco del denominado “Juicio por la Verdad” y,
asimismo, el Legajo CONADEP N° 6063. En ese carril, se detalló que
Luis Ramón Etchepare relató que: “el día 21 de abril de 1976,
-mientras trabajaba en Astilleros Río Santiago, había solicitado
permiso para sacarse una muela, cuando llegó a su domicilio se
encontró con una patrulla, al mando del teniente Giménez, le
revolvieron toda la casa, asustaron a su esposa, estaban con armas
largas y le hicieron preguntas como donde trabajaba. Lo tuvieron
encerrado en su habitación, él les pregunto ‘¿Contra quién están
luchando?’ y le respondieron ‘contra la subversión’, entonces
preguntó por qué lo detenían a él que era un obrero y le
contestaron que estaba comprometido y que se callara. A su esposa
un guardiamarina se la llevó a la cocina con dos custodias, a su
nenito de siete meses lo sacaron de la cuna. En el secuestro
intervinieron un jeep, tres camiones y de 10 a 12 soldados de la
marina que estaban armados como si estuvieran en guerra […] lo
llevaron al BIM 3 sentado en un jeep y atrás 3 camiones cargados
con soldados, él vivía en Berisso y el BIM está en Ensenada. Luego
de allí, lo bajaron del Jeep, lo encapucharon y lo llevaron a
Subprefectura” (valorado en el instrumento sentencial a fs.
156/vta.).
El colegiado siguió valorando el testimonio de la víctima
sobre las situaciones allí vividas, en cuanto expresó: “a la
tarde, lo pusieron contra una pared, lo amenazaban, le golpeaban
los pies, lo llevaron a un calabozo donde lo encapucharon le
sacaron el cinto y los cordones de los zapatos y lo esposaron. A
la noche lo sacaron y lo hicieron pasar por un […] ‘para abajo
como un túnel chiquitito, lo pusieron en una mesa chiquita, los
pies colgando, las manos colgando’ y le aplicaron picana eléctrica
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mayo de 1976, donde los motivos de la baja son abandono del
servicio.
De la misma manera, su paso por la Unidad N° 9 se
acreditó, tal como expuso el a quo, mediante el Anexo
“Fichas/Legajos de Unidades Carcelarias remitidos por la
Secretaría Única de la CFALP”, en cuya fs. 17 figura la ficha N°
154130, de la que surge que Etchepare ingresó allí el 3 de agosto
de 1976 y de su Legajo Penitenciario surge que fue detenido en su
domicilio el día 21 de abril de 1976 y que se hallaba a
disposición del Poder Ejecutivo Nacional por decreto N° 1315 del
15 de julio de 1976.
A su vez, se ponderó en la sentencia que en la causa N°
2296/SU, caratulada: “Etchepare, Luis Ramón s/ averiguación”, a
fs. 2/10 se encuentra el legajo CONADEP, a fs. 27/30 hay
documentación de la DIPBA. Mesa “Ds” Varios 2703 y a fs. 37/39
consta el Legajo Penitenciario de la Unidad N° 9. Asimismo, al
solicitarse información a la DIPBA, remitieron el legajo
previamente mencionado con un Informe de la Inteligencia Naval
donde figura como “activista gremial de izquierda” y alojado en
“PNA” y con fecha de detención 15/07/76.
Esta descripción le permitió al tribunal aseverar que:
“Luis Ramón Etchepare fue secuestrado por su condición de
trabajador y sindicalista de base, constituyéndose por esa única
razón objeto de persecución del circuito represivo que operó en la
zonza industrial de Berisso y Ensenada” (fs. 157).
Sentado cuanto precede, cabe colegir que el
cuestionamiento que introdujo la defensa en punto a la valoración
del relato Etchepare por haber mencionado éste la existencia de un
“túnel chiquito”, estriba exclusivamente en la falta de
concordancia de este detalle con las constancias incorporadas a la
causa. A este respecto, y tal como se explicó al exponer las
pautas de valoración de la prueba testifical en el considerando
21° de este sufragio, la circunstancia de que las víctimas puedan
haber efectuado referencias a distintos detalles de los sucesos
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También, consideró acreditado que la víctima “fue subida
a una lancha y trasladada a la Escuela Naval situada en la Isla
Santiago, allí fue alojada en una edificación cuya disposición era
similar a celdas, pero sin puertas. En cada una de ellas iban
ubicando a las personas que llegaban. Allí, Machado fue
interrogado en reiteradas oportunidades acerca de su actividad
gremial, específicamente sobre el vínculo que mantenía con su
compañero de trabajo de Astilleros Río Santiago de apellido
Córdoba, con quien formaba parte de la Lista Celeste, postulada a
conducir el gremio de ATE Ensenada. Estos interrogatorios se
produjeron mientras estaba encapuchado y con los brazos atados,
durante estos días solo recibió un sándwich para alimentarse”.
Y continuó: “Luego de cinco días fue subido a una lancha
y trasladado a la base que los militares tenían en Astilleros Río
Santiago. Allí lo esperaba un micro que lo llevó a la Unidad 9.
Ese viaje lo realizó con sus manos atadas con alambre al asiento
que tenía delante”.
Posteriormente, se afirmó en la sentencia que Julio
Alberto Machado, ingresó a la Unidad el 28 de marzo de 1976,
puesto a disposición del PEN en virtud del decreto N° 1315/76,
siendo liberado el 30 de diciembre de 1977, cesando la disposición
del PEN el 2 de enero de 1978. Se sostuvo que el nombrado
trabajaba en la fábrica Astillero Río Santiago y que: “[e]n marzo
de 1976 cesó su relación por los motivos que lo tuvieron a Julio
Machado como víctima, reincorporándose en agosto del año 2006 y
continuando hasta la fecha en condición de trabajador ‘Dispensado’
extraordinariamente para realizar tareas”.
Por todo ello, el a quo concluyó que: “Julio Alberto
Machado, fue secuestrado, por su condición de trabajador y
sindicalista de base, constituyéndose por esa única razón objeto
de persecución del circuito represivo que operó en la zonza
industrial de Berisso y Ensenada”.
9. María del Carmen Miranda:
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donde fue alojado en celdas sin puertas, lugar donde solía estar
habitado por los Cadetes de dicha institución”.
Del mismo modo, tuvo por probado que: “la víctima fue
interrogada en un recinto dispuesto en un lugar separado de las
celdas donde los colocaron, y fue interrogado por varias personas.
Las preguntas se relacionaban con la bomba a la fragata ‘Santísima
Trinidad’, por las armas, su actividad política y diferentes
personas”. También refirió que: “[e]stuvo secuestrado en dicho
centro clandestino hasta el mediodía del 28 de marzo de 1976,
donde fue trasladado hasta la Base de la Marina en el Astillero
Río Santiago, para luego ser transportado en un micro hasta la
Unidad Penitenciaria No 9 de La Plata”.
Valoró el a quo que: “Niselsky fue trasladado hasta
Prefectura Naval de Ensenada, donde permaneció unas horas, y luego
lo trasladaron a la Escuela Naval y finalmente a la Unidad 9° de
La Plata”. Se aseveró que quedó a disposición del PEN acorde al
decreto N° 1310/76, cesando dicha disposición al PEN, y en
consecuencia puesto en libertad el día 19 de noviembre de 1980
bajo el decreto Ley N° 1242/80.
Por otro lado, se remarcó en la sentencia que el 31 de
marzo de 1976 “fue despedido por los hechos que lo tuvieron por
víctima […] siendo reincorporado al establecimiento fabril el día
1o de junio de 2006 y continuando su relación de trabajo hasta la
actualidad bajo la condición de ‘Dispensado’ por un período
extraordinario”. Concluyó el sentenciante que: “Pedro Niselsky fue
secuestrado por su condición de trabajador y sindicalista de base,
constituyéndose por esa única razón objeto de persecución del
circuito represivo que operó en la zonza industrial de Berisso y
Ensenada”.
11. Ricardo Alberto Nuez:
El sentenciante tuvo por probado que: “Ricardo Alberto
Nuez, activista gremial de Astilleros Río Santiago y militante
político, fue secuestrado y desaparecido a la una de la mañana del
31 de julio de 1976 de su domicilio particular, sito en calle 25
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psicológicamente en ese lugar”. Continuó refiriendo que: “[a]llí
permaneció todo el día, y luego el 31 de marzo fue trasladado a la
Unidad Penitenciaria N° 9 de La Plata y liberado el 19 de mayo de
1976”.
También se señaló que con fecha 30 de marzo de 1976 la
despidieron “por aplicación de la ley 21.260”. Concluyó el a quo
que: “Piccinini, fue secuestrado, por su condición de trabajador y
sindicalista de base, constituyéndose por esa única razón objeto
de persecución del circuito represivo que operó en la zonza
industrial de Berisso y Ensenada”.
14. Juan Pombo:
Los judicantes consideraron acreditado que: “la víctima
era empleado de Astilleros Río Santiago cuando se produjo su
secuestro el día 24 de marzo de 1976, y que luego permaneció
privado ilegalmente de la libertad en los Centros Clandestinos de
Detención que funcionaron en la sede de Prefectura Naval y la
Escuela Naval. En todo este recorrido fue sometido a tormentos y
malos tratos”.
Además, se estableció que: “el 29 de marzo de 1976 fue
llevado a la Unidad Penitenciaria N° 9 La Plata, desde donde fue
liberado el 3 de mayo de 1978”. Aclaró que quedó, desde el 24 de
marzo de 1976, a disposición del PEN bajo el decreto N° 1310/76,
cesando dicha disposición y, en consecuencia, puesto en libertad,
el 3 de mayo de 1978 en virtud del decreto N° 284/78. Se explicitó
también que: “Juan Pombo, fue secuestrado, por su condición de
trabajador y sindicalista de base, constituyéndose por esa única
razón objeto de persecución del circuito represivo que operó en la
zonza industrial de Berisso y Ensenada”.
15. Dionisio Puz:
El a quo ha tenido por acreditado en la sentencia que:
“el nombrado era trabajador de Astillero Río Santiago, y fue
secuestrado el día 30 de marzo de 1976 desde la puerta de ingreso
del establecimiento fabril. Este operativo fue realizado por un
grupo de personas que identificó como miembros de la Marina,
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En el pronunciamiento también se tuvo por acreditado que:
“Carmelo Cipollone, quien era trabajador y delegado gremial de
Propulsora Siderúrgica de Ensenada, fue secuestrado el día 24 de
marzo de 1976 a las 8 de la mañana desde su casa por la Armada
Argentina. Fue llevado en un camión de la Armada hasta el muelle
de la Escuela Naval donde había personal de Prefectura y, desde
allí, al Liceo Naval. Quedó demostrado que durante este trayecto
fue sometido a tormentos y malos tratos. Con posterioridad, el 29
de marzo de ese mismo año, fue trasladado a la Unidad
Penitenciaria no 9 de La Plata desde donde fue liberado en una
fecha cercana al 27 de mayo de 1976”.
Agregó el a quo que el 27 del mismo mes y año su esposa
recibió un telegrama que decía que estaba despedido “por abandono
de tareas” y que le dijeron “que tenía que agarrar la poca plata
que le daban e irse porque en ese lugar no iba a trabajar nunca
más”. Por último, el sentenciante concluyó “Carmelo Cipollone fue
secuestrado por su condición de trabajador y sindicalista de base,
constituyéndose por esa única razón objeto de persecución del
circuito represivo que operó en la zona industrial de Berisso y
Ensenada”.
18. María Beatriz Horrac:
Se dio por probado por el colegio de juicio que María
Beatriz Horrac “fue secuestrada el día 5 de abril de 1976 desde el
interior de su lugar de trabajo, oficina de Techint ubicada en
Propulsora Siderúrgica. Hasta ese momento se desempeñaba como
Secretaria de Gerencia de Techint. El secuestro fue realizado por
hombres armados vestidos de civil, que revisaron su oficina y sus
papeles, allí fue encapuchada y fue tirada dentro de un vehículo
que la condujo a sede de prefectura Naval, donde estuvo con
Barraza, aunque la víctima también expresó haber estado en BIM3”.
Asimismo, se consideró acreditado que: “Horrac fue
interrogada en una oficina, en diferentes oportunidades y por
varias personas, las preguntas se relacionaban con su actividad y
la de otras personas, mientras era interrogada, siempre estuvo con
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Después de unos meses fue trasladado a la Unidad Penitenciaria N°
9 de La Plata desde donde fue liberado en el año 1982”.
Agregó que: “las condiciones de detención […]
configuraron tormentos”. Se resaltó que la víctima relató que:
“luego de su liberación intento en reiteradas oportunidades volver
a su trabajo en Propulsora, pero nunca lo logró; se enteró que al
tercer día de su privación de libertad, llego un telegrama a su
casa por medio del cual lo echaban por abandono de trabajo; aclaró
que si lo indemnizaron en dos oportunidades, una de ellas fue en
forma privada en un café en Capital Federal, en dicha ocasión le
hicieron firmar una constancia por la que se comprometía a no
realizar reclamos posteriores”.
Adunó el a quo que Rivadeneira fue puesto a disposición
del PEN por decreto N° 850/79, sin embargo, como fecha del
decreto, figura la de 22 de junio de 1976, coincidentemente con la
registrada como fecha de detención. Consideró, por último, que:
“Luis Aníbal Rivadeneira, fue secuestrado, por su condición de
trabajador y sindicalista de base, constituyéndose por esa única
razón objeto de persecución del circuito represivo que operó en la
zonza industrial de Berisso y Ensenada”.
21. Mario Roberto Zecca:
Con relación a este hecho, el a quo estableció que:
“Mario Roberto Zecca, que era trabajador de Propulsora Siderúrgica
de Ensenada, fue secuestrado el día 26 de junio de 1976 en su
lugar de trabajo por personal de la Armada Argentina. Fue llevado
en un camión hasta Prefectura donde lo mantuvieron detenido por
algunas horas hasta que por la noche lo trasladaron a la Liceo
Naval en una lancha. Desde ahí es liberado cuatro días más tarde.
Quedó demostrado que durante todo este trayecto fue sometido a
tormentos y malos tratos”. Respecto de su fuente laboral, se
describió que la víctima aclaró que de Propulsora se fue en 1978
porque: “ya no aguantó más”.
c) DESTILERÍA YPF.
22. Ricardo Buergo:
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activista gremial y político. Fue secuestrado y desaparecido con
la intervención de fuerzas conjuntas, dependientes de la Fuerza de
Tareas N° 5 y de la Brigada de Investigaciones de La Plata, el 18
de mayo de 1977. Posteriormente, el nombrado fue alojado en una de
las instituciones que componían la FT5 y se desconoce qué destino
tuvo con posterioridad a eso, a la fecha continúa desaparecido”.
En este punto, la crítica de la asistencia técnica de
Juan Carlos Herzberg se ciñó a cuestionar, de manera genérica y
vaga, la “ausencia total de prueba acerca de cuál ha sido el
destino de Mario Horacio Revoledo”.
Ahora bien; a fin de dar respuesta al planteo de la
defensa, interesa remarcar que el tribunal justipreció, para tener
por probado el hecho que se cuestiona, la declaración prestada por
su hermano, Ángel Oscar Revoledo, quien sostuvo que: “Mario
Horacio fue secuestrado en la época de la dictadura, más
precisamente el 18 de mayo de 1977 en la ciudad de Berisso, en su
domicilio, suponen que se lo llevó la policía de la provincia pero
estaban de civil, en aquella ocasión estaba con su ex esposa y sus
dos hijos más chicos, luego llegaron su padre y su madre”
(valorado en la sentencia fs. 179 vta.).
Añadió este testigo que: “Mario trabajaba en YPF, estaba
afiliado al partido justicialista y tenía actividad gremial, luego
supo que fue llevado a la Escuela Naval y luego al BIM 3,
actualmente permanece desaparecido” (ibidem).
También tuvo en cuenta el órgano decisorio los dichos de
Diego Horacio Revoledo, hijo de la víctima, quien relató que: “a
su papá lo fueron a buscar el día 17 de mayo del año 1977, eran
como a las 16:00 hs. y aparecieron alrededor de cuatro autos, se
metieron en su domicilio y preguntaron por él, quien en ese
momento se encontraba trabajando en YPF. Posteriormente se
dirigieron a la vivienda del fondo del terreno donde habitaban su
tía, junto con sus primos. En esas circunstancias tuvieron a toda
la familia hasta el otro día que volvió su papá del trabajo y se
llevaron. Refirió que posteriormente se dirigieron a hacer la
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Respecto de la situación previa a la detención, la testigo declaró
que: “Mario era trabajador de YPF […] lo metieron en un auto y se
lo llevaron” (ponderado en el instrumento sentencial a fs. 180/
vta.).
Sobre la fuente de trabajo de la víctima, Bordoni dio
cuenta de que: “la familia fue a YPF a pedir que le mantuvieran el
puesto laboral y le dijeron que estaba despedido por abandono de
trabajo” (valorado en el pronunciamiento a estudio a fs. 180
vta.).
Además de los coincidentes testimonios evocados, se
justipreció como prueba documental incorporada la causa N°
1150/SU, “Revoledo, Mario Horacio s/habeas corpus”, y N° 65/SU que
corre por cuerda junto con el legajo personal de YPF de la
víctima, y la documentación aportada por la Comisión Provincial
por la Memoria.
En efecto, la mentada causa N° 65/SU, que se corresponde
con la causa N° 18.989 del Juzgado Federal N° 3 de La Plata, se
inicia con la presentación de un habeas corpus efectuada por
Valeriana Florentín, esposa de Mario Revoledo, con fecha 4 de mayo
de 1978. Asimismo, en igual fecha, el Juez Héctor Carlos Adamo,
instructor de la causa, ordena se solicite a la policía de la
provincia de Buenos Aires, a la Policía Federal, al Comando en
Jefe del Ejército y al Ministerio del Interior que informe si
Revoledo se encontraba detenido a Disposición del PEN y en su caso
el decreto que así lo disponía. Posteriormente, el día 25 de julio
de 1978, ante las respuestas negativas de los informes requeridos,
se resuelve no hacer lugar al recurso interpuesto.
Por otro lado, amerita destacar que, tal como señaló el
tribunal de juicio, la causa N° 1150/SU tiene su origen en los
autos N° 87.422 del Juzgado Federal N° 1 de La Plata, a partir de
la presentación efectuada el 10 de febrero de 1984 por Carmen
Suárez de Diez, Irma Teresa Samperi de Docters y Carmen Rosa Bega,
patrocinadas por el doctor Torres Molina, donde ratificaron el
recurso de habeas corpus interpuesto en favor de Mario Horacio
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Partida: 232.699-por hallarse incurso en lo previsto en el
capítulo III apartado c) artículo 15) de la orden no 192, que
reglamenta el régimen de faltas y sanciones’”. En respuesta de
esto, a fs. 60 obra un telegrama firmado por Valeriana Florentín
de Revoledo, con fecha 27 de mayo de 1977, que consigna: “Mario
Horacio Revoledo no se presenta al trabajo por estar detenido”.
Finalmente, se valoró en la sentencia la documentación
remitida por la Comisión Provincial por la Memoria, entre la que
se encuentra el Legajo Mesa Ds, Varios, N° 2658, caratulado
“Solicita ambiental sobre actividades de Pedro Apaolaza…”, que
contiene un informe remitido a la SIPBA confirmación sobre
“elementos MONTONEROS”, de fecha 3 de diciembre de 1974 y que, al
respecto, hay una nómina de personas, entre las que se encuentra
Revoledo, que trabajan en el Comedor Universitario y que, según el
informe, “continúan trabajando como integrantes de la Organización
Montoneros (actuando en la JTP -Arg José Savino Navarro) y
miembros activista de ATULP”.
Lo anteriormente descripto le permitió al tribunal de
juicio aseverar que: “Mario Horacio Revoledo, fue secuestrado, por
su condición de trabajador y activista gremial y político,
constituyéndose por esa única razón objeto de persecución del
circuito represivo que operó en la zona industrial de Berisso y
Ensenada” (fs. 181/vta.).
En ese marco, reseñados los elementos probatorios
valorados por el sentenciante para tener por acreditado este
hecho, corresponde dar respuesta a las críticas defensitas con
relación a la “ausencia total de prueba acerca de cuál ha sido el
destino de Mario Horacio Revoledo”. En estas condiciones, es dable
recordar lo expuesto en el considerando 21° con relación a la
importancia de la prueba indiciaria o presuntiva cuando se trata
de denuncias sobre desaparición de personas y a las
características de estos hechos, los cuales implican la
destrucción de prueba en busca de la impunidad de sus
perpetuadores.
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(caso “Castillo Páez vs. Perú”, Fondo, Sentencia del
03/11/1997, Serie C N° 34, párr. 73).
En concordancia con estos criterios, debe atribuirse
especial valor a las declaraciones de los testigos antes
mencionados, dentro del contexto y de las circunstancias de un
caso de desaparición, con todas las dificultades probatorias que
de ésta se derivan, donde los medios de prueba son esencialmente
testimonios indirectos y circunstanciales en razón de la propia
naturaleza de este delito.
A la luz de lo hasta aquí analizado, se deriva que la
detención y posterior desaparición de Mario Horacio Revoledo no
fue un evento aislado sino que constituyó una práctica del Estado
argentino durante la época de los hechos, llevada a cabo
principalmente por agentes de sus fuerzas armadas y de seguridad,
por la cual se capturaba a miembros identificados como proclives a
la “subversión”, se les retenía clandestinamente sin dar noticia a
autoridad judicial competente, se los torturaba física y
psicológicamente para la obtención de información e, incluso, se
les causaba la muerte.
Dicha práctica es un elemento de primera importancia para
fundar, junto con otros indicios concordantes -los testimonios y
la documental analizada por el tribunal-, la acreditación judicial
de los hechos de los que Mario Horacio Revoledo resultó víctima.
Probada la existencia de una sistemática represiva de
desapariciones de personas por razones políticas, gremiales,
ideológicas o de militancia, ejecutada o tolerada por las
autoridades argentinas entre los años 1976 a 1983 (ver causa N°
13/85), puede aseverarse que se ha acreditado en autos que las
condiciones en que se produjo la desaparición de Mario Horacio
Revoledo coinciden con las de aquel método.
Adunado a ello, y contrariamente a lo sostenido por la
defensa de Herzberg en su escrito recursivo, las conclusiones del
tribunal lejos están de basarse únicamente en los testimonios de
los familiares de Revoledo -que de por sí fueron contestes y
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d) FRIGORÍFICO SWIFT.
26. Horacio García Gerbolés:
Con relación a este evento, en la sentencia se tuvo por
probado que: “Horacio García Gerbolés, quien era trabajador y
delegado del frigorífico Swift fue detenido el 29 de abril de
1976, por personal de la Subprefectura y de las Fuerzas Conjuntas.
Fue trasladado a Subprefectura, donde fue sometido a tormentos y
malos tratos, y luego el 7 de mayo a Infantería de la Policía de
la Provincia de Buenos Aires ubicada en 1 y 60. Finalmente el 17
de julio de 1976 es alojado en la Unidad Penitenciaria n° 9 desde
donde es liberado el 11 de octubre de 1979”.
Se especificó que a la Unidad Carcelaria 9 fue ingresado
con fecha 14 de julio de 1976 y a disposición del PEN por decreto
N° 998/76, y que, además, el cese de detención fue a partir del 11
de octubre de 1979 por decreto N° 2427/79. Así, el a quo concluyó
que: “Horacio García Gerbolés, fue secuestrado, por su condición
de trabajador y sindicalista de base, constituyéndose por esa
única razón objeto de persecución del circuito represivo que operó
en la zonza industrial de Berisso y Ensenada”.
27. Vladimiro Jorge Klimaseski:
En la sentencia ha quedado acreditado que: “Jorge
Vladimiro Klimaseski, trabajador del frigorífico Swift, fue
secuestrado el 20 de abril de 1976, por efectivos del Batallón de
Infantería Marina N° 3. Fue trasladado hasta la Prefectura Naval
de La Plata, donde fue sometido a tormentos. Aproximadamente dos
días después fue trasladado a 1 y 60 y finalmente a la Unidad
Penitenciaria N° 9 de La Plata desde donde fue liberado en el año
1980”. Se detalló también que fue puesto a disposición PEN
mediante decreto N° 00571.
28. Ricardo Mario Melano:
En lo atingente a este hecho, el tribunal tuvo por
probado que: “Ricardo Mario Melano, trabajador del frigorífico
Swift, fue secuestrado el día 26 de marzo de 1976 desde su lugar
de trabajo y trasladado hasta la Prefectura Naval donde permaneció
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base, constituyéndose por esa única razón objeto de persecución
del circuito represivo que operó en la zonza industrial de Berisso
y Ensenada”.
30. Ricardo José Reynoso:
Respecto de este evento, el órgano sentenciante señaló
que: “Ricardo José Reynoso, que era trabajador del Frigorífico
Swift de Berisso, fue privado de su libertad el día 22 de abril de
1976 a la tarde por personal de Prefectura. Fue trasladado en un
auto hasta la Subprefectura donde fue sometido a tormentos. Con
posterioridad, fue trasladado a calle 1 y 59, Infantería
Motorizada, y el 20 de julio de 1976 a la Unidad Penitenciaria N°
9 de La Plata y, con fecha 3 de noviembre de 1981, se le otorgó
por decreto 1821 del Poder Ejecutivo Nacional la libertad
vigilada”. En ese cauce, el órgano jurisdiccional tuvo por probado
que se encontraba detenido por decreto N° 571, fechado el 26 de
mayo de 1976.
e) OTROS CASOS.
31. María Adela Barraza:
El a quo tuvo por cierto en la sentencia que: “María
Adela Barraza fue secuestrada el día 5 de abril del año 1976 en
horas de la madrugada en su domicilio, ubicado en aquel entonces,
en calle 5 N° 107, por un operativo realizado por personal de la
Marina, en su casa y delante de su familia, fue vendada y
encapuchada para ser trasladada inmediatamente a la localidad de
Ensenada, conducida específicamente a la sede de Prefectura Naval.
Allí permaneció al menos dos días, sentada en un banco, totalmente
encapuchada, atadas sus manos y amordazada y controlada
permanentemente”.
Asimismo, se aseveró que: “fue interrogada en una
oficina, en diferentes oportunidades y por varias personas, las
preguntas se relacionaban con su actividad y la de personas que no
conocía, mientras era interrogada, siempre estuvo con la capucha
colocada en su cabeza y las manos atadas en la espalda, lo que le
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Plata. El secuestro fue realizado por hombres de la Armada que lo
llevaron en primer lugar al BIM 3, luego a Prefectura y vuelto a
llevar al Batallón para luego liberarlo unos días después. Durante
todo este trayecto la víctima fue sometida a tormentos y malos
tratos”.
En este caso, el embate defensista se dirigió,
puntualmente, a cuestionar la declaración de la víctima, quien
dijo haber escuchado ruido de botes a pesar de encontrarse a “150
metros de distancia de la sede”.
Ahora bien; a fin de comprobar la materialidad de este
hecho, cabe señalar que el tribunal de juicio tuvo en cuenta el
testimonio de García brindado en el marco del denominado “Juicio
por la Verdad”, el 10 de octubre de 2001, obrante en la causa N°
2141/SU, caratulada: “García, Carlos s/ averiguación”, incorporada
a la presente, donde relata “cómo, el 30 de abril de 1976,
personal de la Armada irrumpe en su domicilio y lo revisan todo.
Aclara que esto sucede posteriormente al secuestro de su hermano,
Horacio García, y que en su casa vivían, junto con él, su esposa,
sus dos hijos, su cuñada y los tres hijos de ella” (valorado en la
sentencia a fs. 194 vta.).
Luego, en la sentencia se expuso que: “durante el
procedimiento su hija quiso ver por una ventana donde estaba él y
un soldado de Infantería de Marina, que yo lo sé porque es un
lugar donde fui a parar, le apunta con la ametralladora” (ibidem).
Continúo refiriendo que: “de su casa lo llevaron al Batallón de
Infantería de Marina 3 y que pudo observar todo el trayecto porque
no estaba encapuchado” y señaló que ahí le hicieron una revisación
médica, que el médico que lo revisó confirmó que estaba operado
recientemente de la vesícula y que le dijo al oficial que lo
custodiaba ‘liviano se le puede dar’” (merituado en el
pronunciamiento a estudio a fs. 194 vta./195).
Se valoró que también dijo que: “después lo trasladaron
encapuchado a un lugar donde escuchó el ruido del tren que pasaba,
posteriormente sentía el olor al Río de la Plata que tienen un
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auto y los dejan en Berisso. Más adelante, tal como destacó el a
quo, aclaró que los dos oficiales que lo fueron a detener “se
identificaron como de Infantería de Marina” (ibidem). Ello llevó a
que el tribunal de juicio sostuviera que: “la evidencia descripta
por su concordancia, uniformidad y poder convictivo, persuaden
plenamente al tribunal de lo afirmado respecto de los hechos que
damnificaron a Carlos García” (ibidem).
Reseñado dicho cuadro probatorio, se advierte que la
referencia que introduce el defensor respecto a que la víctima se
encontraba “a 150 metros de distancia de la sede” y que por esa
circunstancia resulta “dudoso” que hubiera podido escuchar barcos,
aparece por sí sola insuficiente para demostrar la inexistencia
del hecho; pues, del modo en que lo cuestiona la asistencia
técnica, no se han logrado rebatir las razones por las que se tuvo
por acreditado este suceso ni se alcanza a confutar lo sostenido
por el a quo para tener por probada la materialidad del
acontecimiento.
En definitiva, el detalle referido a si Carlos García
pudo o no escuchar el ruido de los botes, resulta exiguo para
demostrar el supuesto de arbitrariedad que se invoca a la luz los
elementos de convicción reseñados en el pronunciamiento a estudio.
Máxime, si se tiene en cuenta que la declaración de la víctima ha
sido valorada con exhaustividad y corroborada, en lo esencial, con
el plexo probatorio que ilustra el contexto general donde se
desarrollaron los acontecimientos.
De esa manera, la queja del impugnante sólo se traduce en
una mera discrepancia con la correcta valoración practicada en
relación con el testimonio de la víctima en su correlato con el
resto de los elementos de prueba analizados en la sentencia.
En virtud de ello, en tanto resulta coherente, razonable
y fundado el análisis de logicidad delineado en la sentencia para
arribar a esa conclusión y por demás contundente la prueba
convocada a los fines de acreditar tales extremos, corresponde
rechazar el agravio formulado por la defensa en el este punto.
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En el auto lo pusieron en el piso, así fueron hasta la Comisaría
primera según lo que calculó por el trayecto, ahí lo dejaron todo
un día en un lugar muy chico, al día siguiente lo llevaron a otro
lugar en auto, luego se dio cuenta que era el BIM 3, afirmó que
identificó el lugar por el trayecto corto que realizaron, porque
se escuchaban campanas y el tren, había militares y también
soldados” (valorado en la sentencia a fs. 195 vta.).
Continuó refiriendo que: “permaneció allí doce días, en
ese lugar fue donde pudo ver a Norma Raggio que estaba embarazada,
también estuvo con Diego y Elisa de la familia Triana, que eran
los que los contenían a ellos que eran chicos, ese matrimonio que
tenía dos hijos le pidieron que cuando salga le avise a la familia
y que cuiden a sus hijos. Ellos, menos Norma que estaba
embarazada, fueron torturados. En algunas ocasiones fueron
llevados a otro lugar, que consideró podría ser Arana donde
también fueron víctimas de tortura” (ibidem).
En cuanto a las condiciones de cautiverio, se valoró que
fue definitivamente claro al expresar que: “en los 12 días en que
estuvo en el BIM 3, estuvieron vendados, atados atrás, en un
cuarto de 4 por 4, que tenía una puerta de hierro, con cadenas y
cuando escuchaban que las sacaban, sabían que era para pegarles,
no le dieron picana pero sí le pegaron mientras le preguntaban por
su hermana María Rosa Núñez y su cuñado Juan Carlos Rodríguez,
quienes militaban en la juventud peronista […] también se llevaron
a otros hermanos, fue el único sobreviviente de la familia, en su
casa seguían haciendo allanamientos todo el tiempo. Finalmente lo
liberaron en la calle 53 entre 29 y 30, cerca de una estación de
servicios, en horas de la madrugada” (ibidem).
En ese marco, el sentenciante corroboró que: “[e]s
evidente del relato de la propia víctima que su secuestro obedeció
al propósito de extraer información sobre la actividad militante
de su hermana y cuñado, hoy desaparecidos” (ibidem). A raíz de lo
expuesto, señaló como conclusión que: “la evidencia descripta por
su concordancia, uniformidad y poder convictivo, persuaden
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fue justipreciado de modo integral con otros elementos de
convicción.
Por otra parte, las alegaciones respecto a que el BIM 3
no tenía jurisdicción en La Plata pierden sustento, otra vez, ante
el contexto reseñado en el considerando 22°, donde se describió el
PLAN DE CAPACIDADES-PLACINTARA en el que se le asignó a la Fuerza
de Tareas N° 5 la zona portuaria de La Plata, Berisso y Ensenada y
del que surge, específicamente, que esa Fuerza desplegó sus
operaciones ilegales valiéndose de una estructura conformada por
cuatro dependencias que fueron utilizadas como centros
clandestinos de detención, entre ellos, el BIM 3.
Luego, con relación al “extraño” traslado padecido por
Núñez al que hace referencia la defensa, cabe destacar que varias
víctimas de la represión ilegal desatada en la época en que
sucedieron los hechos, han declarado haber sufrido distintos
desplazamientos entre centros clandestinos de detención, lo que
constituye un hecho notorio no controvertido (cfr. Ac. 1/12 de
esta CFCP). Esta práctica, lejos de ser “extraña”, era habitual y
obedecía a distintos objetivos, desde razones de logística hasta
desorientación hacia las víctimas.
Finalmente, respecto a la observación defensista en punto
a que: “no existía ninguna conexión operativa ni administrativa
del BIM 3” con Azul, se recuerda que quedó acreditado al analizar
la estructura del circuito clandestino de represión, que los
Grupos de Tareas que conformaban la Fuerza de Tareas N° 5
realizaban operativos conjuntos con otras fuerzas y que sus
víctimas, en muchos casos, eran derivadas a centros clandestinos
del Ejército o de la Policía.
Asimismo, se tuvo por probado que la Fuerza de Tareas N°
5 también ejerció su influencia fuera del ámbito espacial y
jurisdiccional asignado, motivos por los cuales la circunstancia
de que el secuestro de Norma Raquel Raggio Baliño de Balbuena y su
esposo haya sucedido en Cacharí, Partido de Azul, localidad
alejada del BIM 3, no resulta un impedimento para tener por
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acreditado que ambos estudiaban medicina y eran militantes de la
JUP”.
37. Eduardo Oscar Schaposnik:
Con relación a este episodio, el órgano sentenciante
confirmó que: “el nombrado, militante del Partido Marxista
Leninista Argentino, fue secuestrado el 4 de abril de 1976, fue
trasladado al centro clandestino de detención que funcionó en
calles 1 y 60 y mientras estuvo allí, fue retirado y conducido en
varias oportunidades, al Centro Clandestino de Detención que
funcionó en la sede de la Prefectura Naval, donde fue sometido a
interrogatorios, torturas y tormentos de diversa índole”.
En otro orden, sostuvo que: “en el mes de mayo de 1979 la
víctima fue anotada a disposición del PEN y el 23 de septiembre de
ese mismo año fue conducido a la Unidad Penitenciaria N° 9 La
Plata; siendo finalmente liberado en el año 1982.
38. Elsa Noemí Triana:
En cuanto respecta a este hecho, el tribunal tuvo por
probado que: “la nombrada, estudiante de medicina y militante de
la JUP, fue secuestrada en horas de la madrugada del día 26 de
octubre de 1976, desde su domicilio particular, junto a su esposo
Diego Arturo Salas, permaneciendo privada de libertad en el CCD
que funcionó en el BIM 3, desde allí nunca más fue vista al igual
que su esposo”. Nuevamente, se destacó que Elisa Triana y su
esposo, realizaban trabajo social y concurrían a la Parroquia
“Nuestra señora de las Victorias”.
39. Miguel Orlando Galván Lahoz y Roberto Pampillo:
Ha quedado acreditado en la sentencia que: “Miguel
Orlando Galván Lahoz y Roberto Pampillo fueron asesinados el día
19 de octubre de 1976, en un operativo efectuado por Fuerzas
Conjuntas de la Policía de la Provincia de Buenos Aires y la
Armada Argentina en el edificio sito en la calle 58 N° 607 de la
ciudad de La Plata”.
Con relación a estos acontecimientos, la asistencia
técnica de Roberto Eduardo Fernando Guitián y Jorge Alberto
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De seguido, añadió que fueron muchas horas las que duró
el operativo: “se escuchó mucho tiroteo, luego quedó todo en
silencio, cargaron cosas en camiones como libros y una bolsa
grande que entre dos o tres tiraron en un camión, luego los
vecinos sacaron la conclusión de que podría haber sido un cuerpo
porque era un bulto muy grande” (ibidem).
Se valoró en la sentencia que la testigo remarcó también
que: “en las escaleras desde el 4 piso hasta la salida del
edificio era todo sangre como que había sido arrastrado un cuerpo
y se enteraron de que habían matado a los dos chicos que tenían un
estudio jurídico ahí” (ibidem). Asimismo, refirió que: “los dos
chicos muertos eran abogados, uno de ellos era Pompillo, al que
conocía […] ellos alquilaban el departamento” (ibidem). Continuó
con su relato sosteniendo que: “el departamento quedó destrozado,
con la puerta rota, todo abierto, lo desmantelaron, sacaron hasta
los tapar rollos y levantaron las alfombras, estuvo muchos años
abandonados, el portero tapió la puerta” (ibidem).
Ahora bien; resulta menester poner de resalto que para
tener por acreditado el evento descripto, el tribunal no solo
valoró el testimonio brindado en las audiencias de debate oral por
Elda Mabel Lois, sino también las declaraciones de Herminia Galván
y Fernando Luis Galván, hijos de Miguel Orlando Galván Lahoz.
En esa inteligencia, se tuvieron en cuenta los dichos de
Herminia Galván, hija de la víctima, en cuanto decían que: “su
padre era abogado, tenía 27 años y había dejado de trabajar en la
Municipalidad y había puesto un estudio junto a otro abogado, el
día que a su papá lo matan su mamá tenía que ir al estudio a
conocer al socio y el lugar, su mamá decidió no ir”. Agregó que:
“a la madrugada les fueron a avisar que hubo un tiroteo y que los
habían levantado en el estudio” (ibidem).
Refirió la testigo que: “sus abuelos maternos se hicieron
cargo de ella, porque también se llevaron a su mamá y que su
abuela le contó que como su abuelo era marino es el que se encargó
de buscar a su mamá” y que aclaró que: “por ser marino pudo
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valorar este extremo probatorio, señaló que: “[e]s interesante que
en la ficha de Galván Lahoz se consigna como domicilio la
dirección en la que fue ejecutado el operativo. Además, en el
legajo DS varios N° 6634, caratulado como asunto: tiroteo con
subversivos en 58 N° 607, fechado el 20 de octubre de 1966 obra un
informe confeccionado por la Comisaría novena de La Plata el 19 de
octubre de 1976, caracterizado como ‘Secreto’ que expresa: ‘como
resultado del enfrentamiento fueron abatidos los dos ocupantes del
inmueble los que fueron identificados como Miguel Orlando Galván
Lahoz, abogado, clase 1949, ddo. en el lugar y Roberto Pampillo,
C.I.P.F N° 4.732.960 y herido un suboficial de la Marina.
Elementos secuestrados fueron retirados por personal de la armada
(…) el 19 del corriente siendo aproximadamente las 20.15 horas,
fuerzas conjuntas, Marina y Policías, en operativo, se
constituyeron en calle 58 N° 607, cuarto piso departamento A los
efectos de llevar a cabo un procedimiento antisubversivo’”
(meritado en la resolución atacada a fs. 199/vta.).
Consideró el a quo que obra en autos, además, el legajo
Mesa DS N° 6785, caratulado: “listado de personas con orden de
capturas”, en el que hay una solicitud de colaboración firmada por
Ricardo Alberto Ducrot, Jefe del Destacamento de Inteligencia N°
101, fechada el 1 de noviembre de 1976, estrictamente secreto y
confidencial, dirigido al Jefe de Policía de la Provincia de
Buenos Aires, donde solicita detención de integrantes de la OPM
“Montoneros” (apreciado en la sentencia a fs. 199 vta.). Para
mayor ilustración, se indicó en la sentencia que: “se adjunta foto
de la causante, como así también de su hija, la que cursa el
tercer grado en una escuela de La Plata, con el nombre de Laura
Pampillo, hija de Roberto Pampillo (f) y la causante” (ibidem).
Finalmente, corresponde valorar la referencia de la Carpeta Varios
legajo 32195, en el que figura el listado de víctimas que se
encontraban como NN en el cementerio de La Plata, fechado en 1984,
entre las que figuran identificadas Miguel Orlando Galván Lahoz y
Roberto Pampillo.
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simultáneamente la persona que nos recibió escapó hacia la cocina
y desde un pasillo lateral asomo un brazo que empuñaba un revólver
abriendo fuego hacia donde nos encontrábamos. Inmediatamente me
arrojé hacia adelante para poder disparar mi arma y en ese
instante fui alcanzado por un proyectil disparado por el revólver
[…] efectué dos disparos sobre uno de los delincuentes y le arrojé
dos granadas de mano una de las cuales no explotó. Simultáneamente
con la apertura de fuego de los delincuentes el señor Teniente
Guitián hizo fuego sobre ellos” (valorado en el pronunciamiento a
fs. 200).
De otra parte, se ponderó el cuestionario remitido por el
instructor de la causa al Comandante del Batallón de Infantería
Marina del BIM 3, Antonio Ángel Mocellini, a fin de esclarecer los
hechos ocurridos el 19 de octubre de 1976 y que: “[e]n su
respuesta Mocellini expresa que ese día se desempeñó como Jefe de
efectivos del BIM 3 y de la Policía de la Provincia de Buenos
Aires, en el procedimiento antisubversivo realizado en el edificio
ubicada en 7 y 59 (sic) de La Plata” (ibidem). A su vez, “[s]eñala
que el procedimiento tenía como fin reconocer una pareja de
delincuentes subversivos y que para revisar el edificio se
organizaron en parejas, que una de ellas era la de Eugenio
González y Roberto Eduardo Fernando Guitián y que es ese grupo el
que inspeccionó el cuarto piso, ocurriendo el enfrentamiento en el
que fue herido el Cabo González” (ibidem). Agrega que,
posteriormente, se hizo presente en el lugar y condujo
personalmente la acción de combate” (justipreciado en el
instrumento sentencial a fs. 200 vta.). Al finalizar el
cuestionario, solicita que se le dé carácter de secreto “por
tratarse de información sobre operaciones contra la subversión en
una guerra que aún se está librando y por razones de
contrainteligencia, dado que se detallan circunstancias y personas
intervinientes” (ibidem).
A partir de lo hasta aquí desarrollado, y teniendo en
cuenta el vasto y variado plexo cargoso reseñado, no cabe más que
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mérito. De esta forma, se advierte que el a quo fundadamente ha
explicitado los motivos que permitieron descartar las alegaciones
desincriminatorias formuladas por la defensa, las cuales pierden
virtualidad a la luz del plexo probatorio hasta aquí analizado.
-VI-
24°) Que, sentado cuanto precede, corresponde abocarse al
tratamiento de los planteos que involucran el disenso con la
atribución de responsabilidad de los imputados y los embates
dirigidos contra las calificaciones legales en las que se
encuadraron las conductas reprochadas.
a.1) En primer lugar, cabe desestimar los agravios
vinculados con la participación atribuida a Juan Carlos Herzberg
por la desaparición de Mario Horacio Revoledo.
En este punto, su defensa, en lo sustancial, reeditó el
planteo respecto a que no habría prueba suficiente para acreditar
con certeza que el nombrado tuviera intervención en el hecho
endilgado. Puntualmente, se agravió en orden a que: “ni siquiera
se ha intentado probar” el poder de mando que ostentaba, las
órdenes que impartió, la predisposición elevada de los autores
inmediatos del hecho ni el aporte del acusado al hecho ilícito
investigado. Sobre esta sustancia, aseveró que la condena “viola
flagrantemente el principio in dubio pro reo y tornan la sentencia
en absolutamente nula” (fs. 359 vta.). Por otra parte, criticó la
utilización de la categoría de autoría mediata a través de
aparatos de poder al momento de abordar la participación de su
asistido.
Ahora bien; a fin de dilucidar la responsabilidad del
imputado en el acontecimiento que damnificó a Mario Horacio
Revoledo, el tribunal, liminarmente, circunscribió su accionar en
el marco normativo reseñado detalladamente en el acápite “Contexto
General y circuito represivo” de la sentencia e invocó aquellos
elementos de convicción -especialmente prueba documental- que le
permitieron tener por probado que entre el 18 de febrero y el 26
de diciembre de 1977 Juan Carlos Herzberg, Capitán de la
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una reunión presidida por el Jefe de Operaciones del Estado Mayor
General de la Armada, Vicealmirante Oscar Montes, de la cual
participó también el Director de Instrucción Naval,
Contraalmirante Luis Sánchez Moreno, en la que Montes le expresó
las razones de la designación del Capitán de Navío I.M. Juan
Carlos Herzberg como Director del Liceo Naval y Comandante de la
Fuerza de Tareas N° 5, y le expresó que la solución de acumular la
Subdirección de la Escuela Naval y la Fuerza de Tareas N° 5 no se
consideraba conveniente, por ser la primera demasiada absorbente
lo que dificultaría el ejercicio de la tarea operativa. El día 14
de febrero Sánchez Moreno le informó que, por orden del señor Jefe
del Estado Mayor General de la Armada, el Capitán Herzberg
asumiría y acumularía las funciones de Director del Liceo Naval y
el Comando de la Fuerza de Tareas N° 5. El tribunal razonó que:
“[e]n esa discusión se demuestra la importancia de la tarea de
ejercer el Comando de la Fuerza de Tareas N° 5. Finalmente, ese
rol termina siendo asignado al señor Herzberg” (fs. 203).
En idéntico sentido, el órgano colegiado apuntó un
informe datado “Río Santiago, 30 de noviembre de 1977”, firmado
por Juan Carlos Herzberg y que tiene un sello del Comando de
Operaciones Navales, y añadió la importancia del legajo personal
del Oficial Eduardo Villarraza donde, a fs. 46, obra una
calificación que el imputado efectúa en su carácter de superior
(valorados in extenso en el fallo).
A ello se sumó la valoración del ya referido Plan de
Capacidades PLACINTARA, en el que se determinan las tareas,
composición y jurisdicción de las once fuerzas de tareas
organizadas, y del que surge que se delegó en los Comandantes el
planeamiento concreto, la coordinación y conducción de las
operaciones que se circunscribieran dentro del “plan contra la
subversión” (ver considerando 22° del presente sufragio).
Todos estos elementos de prueba permitieron tener por
acreditado el aporte de Herzberg dentro de la cadena jerárquica en
la FUERTAR 5, la cual, lejos de representar una asignación
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que, para definir el régimen de autoría y participación en estos
casos, “[l]a cuestión del dominio del hecho no es otra cosa que la
de la cantidad de intervención, es decir, en el caso de sujetos
que intervienen en la fase previa, la cuestión es en qué medida
determinan el marco de la ejecución, y, con ello, la ejecución
misma, o, en el caso de los ejecutores, la cuestión acerca del
margen de configuración que aun permite el marco. A cualquier
interviniente le incumbe, en cuanto miembro del colectivo, la
ejecución en el marco configurado para ella” (causa N° 11515,
caratulada: “Riveros, Santiago Omar y otros s/ recurso de
casación”, causa N° 15496, caratulada: “Acosta, Jorge Eduardo y
otros s/ recurso de casación” y causa N° 13733, caratulada:
“Dupuy, Abel David y otros s/ recurso de casación”, ya citadas
precedentemente, entre otras).
Asimismo, se ha destacado que el componente subjetivo en
la coautoría es la existencia de una decisión conjunta sobre el
hecho, la que puede provenir de un acuerdo expreso o tácito, el
que se basa en la distribución de funciones o roles de cada uno de
los que toman parte en su ejecución. Este acuerdo común permite
atribuir a cada uno de los partícipes los aportes de los otros. En
la exigencia de que los coautores prevean un acuerdo común para
cometer el hecho, se sienta el principio de la imputación
recíproca de las distintas contribuciones, de manera que cada
coautor pueda considerarse como autor de la totalidad (causa N°
10431, caratulada, “Losito, Horacio y otros s/ recurso de
casación, supra citada; causa N° 765/13, caratulada: “Lugones,
Inés Graciela y otros s/recurso de casación”, rta. el 13/10/2015,
reg. N° 1651/15).
De esta manera, se colige que cada autor se ha reservado
un dominio funcional, pues la intervención de cada uno es
imprescindible para que el injusto pueda cometerse del modo
previsto.
En efecto, no puede perderse de vista que, en la especie,
el propio tribunal de juicio concluyó fundadamente que Herzberg
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en el art. 2 de la Convención Interamericana sobre Desaparición
Forzada de Personas, aprobada por la ley N° 24.556, y elevada a
jerarquía constitucional por ley N° 24.820; asimismo, en el art.
7°, inc. i), del Estatuto de Roma de la Corte Penal Internacional
y en el art. 2 de la Convención Internacional para la Protección
de todas las Personas contra las Desapariciones Forzadas de
Naciones Unidas.
Esto es, la mencionada ley N° 24.820 constitucionalizó en
1997 la Convención Interamericana sobre Desaparición Forzada de
Personas, exigiendo que toda persona privada de libertad lo sea en
lugares oficialmente reconocidos, con presentación inmediata a la
autoridad judicial competente y registros actualizados a
disposición de quien tenga legítimo interés.
Se sabe que este injusto fue tipificado como delito de
lesa humanidad en el Estatuto de Roma adoptado el 17 de julio de
1998 y aprobado mediante ley N° 25.390 (promulgada el 8 de enero
de 2001), regulando en el art. 7.2.i) que por “desaparición
forzada de personas” se entenderá la aprehensión, la detención o
el secuestro de personas por un Estado u organización política, o
con su autorización, apoyo o aquiescencia, seguido por la negativa
a informar sobre la privación de libertad o dar información sobre
la suerte o el paradero de estas personas, con la intención de
dejarlas fuera del amparo de la ley por un período prolongado.
Por su parte, la ley N° 26.200 (Implementación del
Estatuto de Roma, aprobado por la Ley N° 25.390), promulgada el 5
de enero de 2007, en su art. 9 reprime, entre los delitos de lesa
humanidad, a la desaparición forzada de personas con la pena de
prisión de 3 a 25 años y, si ocurre la muerte de la víctima, con
prisión perpetua.
De otro lado, los arts. II y III de la Convención
Interamericana sobre Desaparición Forzada, de la cual Argentina
forma parte, definen la desaparición forzada como la privación de
la libertad de una o más personas, cualquiera que fuere su forma,
cometida por agentes del Estado o por personas o grupos de
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carácter inderogable, tal como están consagrados en la Convención
Americana sobre Derechos Humanos, en la Declaración Americana de
los Derechos y Deberes del Hombre y en la Declaración Universal de
Derechos Humanos”.
La caracterización indicada ha quedado consolidada en la
jurisprudencia de la Corte IDH sobre la materia -cfr. caso
“Goiburú y otros vs. Paraguay”. Fondo, Reparaciones y Costas.
Sentencia del 22 de septiembre de 2006. Serie C No. 153, párr. 83;
caso “Gomes Lund y otros (Guerrilha do Araguaia) Vs. Brasil”,
supra nota 70, párr. 104; y caso “Gelman Vs. Uruguay”, supra nota
76, párr. 65-. Y, asimismo, en la jurisprudencia del Sistema
Europeo de Derechos Humanos -C.E.D.H. caso “Kurt Vs. Turquía”.
Sentencia de 25 de mayo de 1998, párrs. 124 a 128; caso “Cakici
Vs. Turquía”. Sentencia de 8 de Julio de 1999, párrs. 104 a 106;
caso “Timurtas Vs. Turquía”. Sentencia de 13 de junio de 2000,
párrs. 102 a 105; caso “Tas Vs. Turquía”. Sentencia del 14 de
noviembre de 2000, párrs. 84 a 87; y caso “Chipre Vs. Turquía”.
Sentencia de 10 de mayo de 2001, párrs. 132 a 134 y 147 a 149
(cfr. párr. 95)-.
A partir de las leyes N° 25.390, 26.200, 24.556 y 24.820,
la figura bajo análisis conformó nuestro derecho positivo y se
incorporó al Código Penal a través del texto del art. 142 ter
mediante la ley N° 26.679, sancionada el 13 de abril de 2011 (BO
09/05/2011).
De este modo, se dio cumplimiento a la obligación del
Estado de adecuar su normativa interna a las disposiciones de la
Convención Interamericana sobre Desaparición Forzada de Personas,
derivada de la norma consuetudinaria conforme a la cual el Estado
que ha suscrito una convención internacional debe introducir en su
derecho interno las modificaciones necesarias para asegurar el
cumplimiento de las obligaciones asumidas.
En este orden, cabe señalar que el 31 de octubre de 1995
Argentina ratificó la Convención Interamericana sobre Desaparición
Forzada de Personas, la cual entró en vigencia el 28 de febrero de
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reducirse en un tercio del máximo y en la mitad del mínimo
respecto de los autores o partícipes que liberen con vida a la
víctima o proporcionen información que permita su efectiva
aparición con vida”.
Los bienes jurídicos que se afectan al realizar las
acciones supra descriptas, además de la vida y la libertad,
remiten también al adecuado ejercicio funcional y al derecho a
conocer la verdad del destino de la persona desaparecida y al
contexto en el que ésta se produjo, colocándosela en un estado de
completa vulnerabilidad.
Por ello, como se expresó precedentemente, se trata de un
ilícito pluriofensivo que integra la categoría de delitos
continuos o permanentes, pues la ejecución permanece mientras se
mantiene el estado consumativo y, recién cuando éste cesa, puede
afirmarse su agotamiento, de modo que el injusto continúa
consumándose hasta que culmina la situación antijurídica.
Formuladas las consideraciones precedentes, menester es
recordar que el tribunal de juicio calificó la conducta endilgada
al encartado como constitutiva de la figura típica de desaparición
forzada de personas.
En lo aquí relevante, los magistrados que conformaron la
mayoría sostuvieron la aplicación de la ley N° 26.679 sobre la
base de que: “[e]l carácter permanente del delito, hace que éste
siga perpetrando en el tiempo, mientras continúe la omisión de dar
información respecto del destino de la víctima ‘obligación
impuesta en cabeza del Estado a través de sus funcionarios o de
quienes actuaron bajo su autorización, apoyo o aquiescencia’. En
los casos concretos por lo que condena[ron], esa omisión sigue
intacta de modo que resulta aplicable el tipo penal descripto en
el art. 142 ter del CP”.
Sentado ello, y contrariamente a lo sostenido por las
defensas, se advierte que el a quo ha efectuado una correcta
aplicación de la ley sustantiva contenida en el art. 142 ter del
CP −cfr. ley N° 26.679−, toda vez que, tratándose el sub judice de
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permanente y con la necesidad de considerar el marco de abusos
policiales en que ocurrieron los hechos, a fin de analizar sus
efectos prolongados en el tiempo y enfocar integralmente sus
consecuencias” (cfr. caso “Torres Millacura y otros Vs.
Argentina”. Fondo, Reparaciones y Costas. Sentencia de 26 de
agosto de 2011. Serie C n° 229, párr. 97).
En igual sentido se había expresado en el litigio “Chitay
Nech y otros Vs. Guatemala”, observando que: “[A]l analizar un
supuesto de desaparición forzada se debe tener en cuenta que la
privación de la libertad del individuo sólo debe ser entendida
como el inicio de la configuración de una violación compleja que
se prolonga en el tiempo hasta que se conoce la suerte y el
paradero de la víctima. El análisis de una posible desaparición
forzada no debe enfocarse de manera aislada, dividida y
fragmentada sólo en la detención, o la posible tortura, o el
riesgo de perder la vida, sino más bien el enfoque debe ser en el
conjunto de los hechos que se presentan en el caso en
consideración ante la Corte, tomando en cuenta la jurisprudencia
del Tribunal al interpretar la Convención Americana, así como la
CIDFP para los Estados que la hayan ratificado” (cfr. caso “Chitay
Nech y otros Vs. Guatemala”. Excepciones Preliminares, Fondo,
Reparaciones y Costas. Sentencia de 25 de mayo de 2010. Serie C N°
212, párr. 89).
Por ello, la adopción en el sub lite de un criterio
contrario al establecido nada menos que por el órgano a cargo de
hacer efectivo el cumplimiento de los derechos reconocidos por la
Convención, podría acarrear responsabilidad internacional en ese
orden, de lo que se deriva por principio el deber de enmarcar la
suerte del sub examine en aquel criterio, so riesgo de poner en
crisis el sistema de protección regional de derechos humanos.
Desde un punto de vista análogo se expidieron los ministros
Zaffaroni y Petracchi en el caso “Bulacio” (Fallos: 327:5668,
causa E.224.XXXIX, caratulada: “Espósito, Miguel Ángel s/
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de Navío y cumpliendo funciones en la conducción de Fuerza de
Tareas “empeñada en la guerra antisubversiva” (meritado en la
resolución recurrida a fs. 203 vta.).
En ese mismo sentido, se invocó en la sentencia, inter
alia, una resolución firmada por el Almirante Emilio Massera,
fechada el 29 de noviembre de 1977, en la que otorga al imputado
la condición de Comandante de la Fuerza de Tareas N° 5 (cfr. fs.
137/138); los resúmenes elaborados para ser elevados a oficiales
superiores respecto del desempeño, conducción y aptitudes del
nombrado (cfr. fs. 118/119, 120/121, 144/145, 146); y las
calificaciones de sus subordinados firmadas por Errecaborde (cfr.
fs. 42).
También se destacó la importancia del PLACINTARA en la
organización de la Armada en el marco de la represión que tuvo
lugar durante la última dictadura militar y la relevancia del rol
asignado al incuso durante el período analizado. En ese ejercicio,
el tribunal recordó, nuevamente, que: “[l]a FUERTAR 5, a cargo del
imputado Errecaborde en el período determinado estaba integrada
por la Escuela Naval Militar, el Liceo Naval Almirante Brown, el
Hospital Naval Río Santiago, el Batallón de I.M. n° 3, la
Prefectura de La Plata, el Centro de Incorporación y Formación de
Conscriptos de I.M. y las Dependencias con asiento en La Plata,
Berisso y Ensenada” (fs. 204). Respecto de su jurisdicción, se
determinó que ésta incluye “los establecimientos y otras
dependencias de la Armada ubicadas en la zona de Río Santiago,
Hospital Naval Río Santiago, Batallón de Infantería Marina n° 3,
Astillero Naval Río Santiago, Prefectura de La Plata, Destilería
Y.P.F. en Dock Central y zona portuaria de La Plata, así como
también, respecto a los aeródromos y la zona de los partidos de
Berisso y Ensenada y de la jurisdicción vecina” (ibidem).
En función de lo anterior, el sentenciante, a partir de
un análisis integral de la prueba reproducida durante la audiencia
de debate, ubicó funcionalmente a Errecaborde como máxima
autoridad a nivel operativo dentro de la Armada en la época de los
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conjunta por autoridades de las fuerzas armadas y de seguridad del
país.
De otro lado, sobre la categorización del rol de
Errecaborde como “coautor mediato”, cabe remitirse en un todo al
análisis efectuado en el apartado precedente respecto de Juan
Carlos Herzberg.
En virtud de lo hasta aquí reseñado, se advierte que el
impugnante se ha limitado a duplicar en esta instancia los
alegatos del juicio, sin rebatir los argumentos que fundadamente
esgrimió el a quo para tener por acreditada la responsabilidad de
Errecaborde por estos hechos; demostrando una mera discrepancia en
la valoración del acervo probatorio construido por el
sentenciante, pero sin lograr probar la arbitrariedad denunciada;
por lo que, en consecuencia, los planteos en este extremo deben
ser desechados.
b.2) El marco incriminatorio hasta aquí reseñado permitió
al tribunal responsabilizar a Jorge Alberto Errecaborde por los
homicidios doblemente calificados por alevosía y por haberse
cometido con el concurso premeditado de dos o más personas, en
perjuicio de Miguel Orlando Galván Lahoz y Roberto Pampillo; en
concurso material con la desaparición forzada de Osvaldo Enrique
Busseto, Roberto José de la Cuadra, Ricardo Nuez, Juan Carlos
Blasetti, Diego Arturo Salas y Elsa Noemí Triana, y desaparición
forzada de personas agravada por ser la víctima una mujer
embarazada respecto de Norma Raquel Raggio Baliño de Balbuena -en
los últimos cuatro casos en concurso real con la aplicación de
tormentos por un funcionario público a los presos que guarde
agravado por ser la víctima un perseguido político-; en concurso
real con privación ilegal de la libertad agravada y aplicación de
tormentos por un funcionario público a los presos que guarde
agravada por ser la víctima un perseguido político en perjuicio de
Carlos Daniel Núñez (arts. 80 incs. 2 y 6 -según Ley N° 21.338,
ratificada por la N° 23.077-, 142 ter primer y segundo párrafo,
según ley 26.679 y 144 bis inc. 1°, con la agravante prevista en
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del plan que sirvió como móvil a los sujetos activos, con
independencia de que las víctimas revistiesen o no, al momento del
hecho, actividad asociada a una militancia política-partidaria
concreta. De los casos analizados en el presente juicio, quedó
demostrado que aquello que motivaba la aplicación de tormentos era
una causa política impartida en miras del plan sistemático de
represión ilegal implementado por las fuerzas que asaltaron de
facto el poder en marzo de 1976.
En esta línea, se impone memorar que la acción represiva
dirigida a sancionar a los “enemigos” se encontraba documentada en
el Plan de Capacidades-PLACINTARA, donde se enumeran -como fuera
mencionado en el exordio de la sentencia- las metas a alcanzar,
puntualizando, entre ellas, la de aniquilar a la subversión y sus
ideólogos.
En síntesis, la agravante establecida en el segundo
párrafo del art. 144 ter del CP se encuentra suficientemente
acreditada con los testimonios brindados por las víctimas al
respecto, cuando relataran el tenor de los interrogatorios a los
que fueron sometidos mientras eran torturados y al colectivo de
trabajadores, militantes o estudiantes al que pertenecían, lo que
autoriza a considerar que los tormentos fueron realizados en
perjuicio de perseguidos políticos, teniendo en cuenta
fundamentalmente el contexto histórico en que tuvieron lugar, los
cuales ya fueron especificados in extenso en los considerandos
precedentes.
A la luz de lo hasta aquí reseñado, cabe rechazar las
pretensiones deducidas sobre estos puntos por la defensa.
c.1) Respecto de la participación de Roberto Eduardo
Fernando Guitián, su defensa alegó que no había surgido ninguna
prueba “real” de cargo a lo largo del debate referida a la
responsabilidad atribuida su asistido.
En ese sentido, criticó que se demuestre su
responsabilidad con las constancias de haber estado en la zona o a
partir los dichos de quienes aluden a la –“incorrecta”- vestimenta
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de Guitián, en el que manifiesta que: “es distinguido y reconocido
por sus condiciones personales de las que se destaca su valor
personal y su ejemplo como combatiente” y se agrega que: “mantiene
permanente con el área de inteligencia, destacándose su
colaboración y verdadero interés en el intercambio de información,
constituyendo su actitud de gran utilidad” (valorado en el fallo a
fs. 207).
Adunado a ello, se justipreció que a fs. 112 y con fecha
17 de diciembre de 1976, el Comandante Capitán de Navío Jorge
Errecaborde, calificando el desempeño en la Fuerza de Tareas N° 5,
entendió que Guitián demostró “especial aptitud para la conducción
de un grupo en operaciones de combate. Coopera espontáneamente
mostrándose siempre bien dispuesto para emprender cualquier tarea
por dura que esta sea”. Terminó calificando su desempeño como de
“Sobrenormal-excepcional”.
A mayor abundamiento, el sentenciante valoró que de la
ficha de censo de militar de fs. 110, surge que el 8 de julio de
1976 el imputado manifestó que deseaba permanecer en la zona
porque está en “plena de actividad, en cuanto a operaciones
militares de LCS, razón que, profesional y personalmente, refuerza
mi solicitud de permanencia en el destino”. En esa misma
oportunidad dejó constancia de que realizó un curso de Instructor
en “Adoctrinamiento Anti-Subversivo” de una duración de siete
días. Finalmente, declara que: “le agrada dictar clases a nivel de
oficiales” en las materias de “Adoctrinamiento Antisubversivo y
Coordinación de los fuegos de apoyo”. Como resultado de estas
manifestaciones, el entonces Comandante Fernández Carró, ante las
presunciones de traslado entendió “muy conveniente la permanencia
de este oficial para la continuidad de las tareas”.
En función de lo anterior, se tuvo probado que el cargo
que el encausado ejercía implicaba un lugar de poder, decisión y
dirección de ejecución del plan criminal conforme las directivas
generales emanadas de la Junta Militar y, consecuentemente con
ello, debía responder en calidad de coautor mediato en virtud de
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González sobre los hechos, ponderada ut supra, difiere de la
presentada por Guitián.
Así, en punto al caso vinculado a los homicidios de
Miguel Orlando Galván Lahoz y Roberto Pampillo, puede afirmarse
que los elementos de juicio reunidos, que permitieron reproducir
el escenario en el que se sucedieron los hechos que involucraron
una logística previa de preparación y luego el despliegue
operativo con el consabido destino de las víctimas, conducen, sin
mayores hesitaciones, a descartar las explicaciones invocadas por
la defensa para desvincular a Guitián como coautor del
acontecimiento.
De esta manera, la versión brindada por el incuso en su
declaración -y sobre la cual insiste la defensa en su remedio
impugnaticio- quedó desvirtuada y se observa que todos los
elementos invocados por esa parte han sido sopesados por el
tribunal en la sentencia, arribando a la incriminación del
nombrado a partir de un análisis global de ellos y dando fundada
respuesta a cada una de las alegaciones desarrolladas por la
defensa, las cuales evidencian un mero disenso en cuanto a la
valoración del acervo probatorio.
En suma, quedó debidamente demostrada la responsabilidad
del imputado Roberto Eduardo Guitián respecto de los casos
mencionados ut supra, en tanto -como ha quedado acreditado- no se
verifica la concurrencia de un supuesto de arbitrariedad o
ilogicidad que afecte el razonamiento expuesto en la sentencia.
c.2) El mentado cuadro situacional reseñado permitió al
a quo tener por probada la intervención de Roberto Eduardo Guitián
en los homicidios doblemente calificados por haberse cometido con
alevosía y el concurso premeditado de dos o más personas en
perjuicio de Miguel Orlando Galván Lahoz y Roberto Pampillo; en
concurso material con la desaparición forzada de personas de Diego
Arturo Salas y Elsa Noemí Triana y la desaparición forzada de
personas agravada por ser la víctima una mujer embarazada en
perjuicio de Norma Raquel Raggio Baliño de Balbuena; en los tres
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En ese marco, corresponde remarcar que el tribunal
responsabilizó al encausado por su participación en los hechos que
tuvieron por víctimas a María Adela Barraza, Carmelo Cipollone,
Luis Alberto Díaz, Luis María Digaetano, Nicolás Luis Di Mattia,
Alberto Dizzini, María Beatriz Horrac, Julio Alberto Machado,
Ricardo Mario Melano, María del Carmen Miranda, Pedro Niselsky,
Carlos Hugo Perdomo, Américo Horacio Piccinini, Juan Pombo,
Dionisio Puz, Luis Aníbal Rivadeneira, Hugo Ernesto Ruiz Díaz y
Eduardo Schaposnik.
Así, primero se tuvo por acreditado que: “entre el
período comprendido entre el 18 de marzo de 1976 y el 19 de abril
de 1976, el señor Carlos José Schaller cumplió funciones como Jefe
Interino de la Prefectura de La Plata -zona Río de La Plata” (fs.
208 vta.).
Para así concluir, el sentenciante afirmó que esta
información “surge a requerimiento de la defensa del imputado, y
queda acreditada tanto por los dichos del Prefecto General Pedro
Daniel Tuhay, como por la foja de Servicios del imputado. De allí
surge que fue nombrado en ese cargo con fecha 31 de diciembre
1971, haciéndose cargo interinamente de la Prefectura La Plata, el
18 de marzo de 1976. En la misma foja de Servicio consta que
Schaller pasó a revistar en situación de Retiro Efectivo
voluntario el 1° de mayo de 1978 con el grado Prefecto Principal”
(ibidem).
Además, otra vez se justipreció que en el Plan de
Capacidades PLANCINTARA se encontraba especificado el rol que la
Prefectura conformó en la estructura represiva de la Fuerza de
Tareas N° 5, como dependencia subordinada. Al respecto, el
juzgador meritó que el rol asignado a Schaller quedó probado “por
el cargo que ocupaba dentro de la Prefectura y la cadena
jerárquica de las FT5, [que] lejos de representar una asignación
meramente formal, fue efectivamente ejercido por el imputado
durante esa época” (ibidem).
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organismo que se abocó al hecho, Procediendo a la detención de
alrededor veinte personas”, fechado en abril de 1978.
También destacó el órgano sentenciante el informe
elaborado por el Equipo de Investigación del Área Jurídica
Nacional de la Secretaría de Derechos Humanos de la Nación,
respecto al funcionamiento de la Armada Argentina y la Prefectura
Naval en las zonas de Berisso, Ensenada, La Plata y sus cercanías.
Allí se describe la conformación de la Fuerza de Tareas N° 5, sus
dependencias y el personal de ambas Fuerzas Armada y de Seguridad,
en la cual surge el nombre de Carlos José Schaller (cfr. fs. 210).
Delimitada de esta forma la actuación de Schaller y a
partir de los lapsos de cautiverio acreditados para cada caso en
particular al tratar la materialidad de los hechos, es que el
órgano jurisdiccional aseveró su responsabilidad por “la privación
de la libertad y la aplicación de tormentos en perjuicio de María
Adela Barraza, Carmelo Cipollone, Luis Alberto Díaz, Luis María
Digaetano, Nicolás Luis Di Mattia, Alberto Dizzini, María Beatriz
Horrac, Julio Alberto Machado, Ricardo Mario Melano, María del
Carmen Miranda, Pedro Niselsky, Carlos Hugo Perdomo, Américo
Horacio Piccinini, Juan Pombo, Dionisio Puz, Luis Aníbal
Rivadeneira, Hugo Ernesto Ruiz Díaz, Eduardo Shaposnik” (fs. 209
vta.).
Concluyó que las víctimas fueron secuestradas desde sus
domicilios y/o sus lugares de trabajo en las localidades de
Berisso y Ensenada y que eran, en su mayoría, empleados y
activistas de Astilleros Río Santiago S.A, Propulsora Siderúrgica
S.A., YPF y Frigorífico SWIFT SA; expresamente descriptos dentro
de la jurisdicción de la FUERTAR 5 por el PLACINTARA, respecto de
la cual Schaller tenía responsabilidad en su carácter de Jefe
Interino de Prefectura, zona Río de La Plata, durante todo ese
período.
En base a ello, se estableció que Schaller tuvo el
dominio funcional de los centros de detención donde ocurrieron los
sucesos y colaboró en los hechos poniendo a disposición los medios
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político en perjuicio de María Adela Barraza, Carmelo Cipollone,
Luis Alberto Díaz, Luis María Digaetano, Nicolás Luis Di Mattia,
Alberto Dizzini, María Beatriz Horrac, Julio Alberto Machado,
Ricardo Mario Melano, María del Carmen Miranda, Pedro Niselsky,
Carlos Hugo Perdomo, Américo Horacio Piccinini, Juan Pombo,
Dionisio Puz, Luis Aníbal Rivadeneira, Hugo Ernesto Ruiz Díaz y
Eduardo Schaposnik (arts. 144 bis inc. 1, con la agravante
prevista en el último párrafo de dicho art., en cuanto remite a
los incs. 1° y 5° del art. 142 del CP y art. 144 ter primer y
segundo párrafo del mismo cuerpo normativo, según Ley N° 14.616 y
Ley N° 20.642 -vigentes al momento de los hechos).
e.1) Por último, con relación a la participación de Luis
Rocca en los hechos juzgados, su defensa planteó en el instrumento
recursivo que: “no ha sido fundada [su] real intervención” y que
la atribución de responsabilidad de su asistido se debió
únicamente a “fórmulas genéricas y potenciales acusaciones”.
En lo concerniente a este punto, el tribunal dio por
acreditada la intervención del acusado en los hechos que tuvieron
por víctimas a Juan Carlos Blasetti, Jorge Barontini, Ricardo
Buergo, Luis Ramón Etchepare, Carlos García, Horacio García
Gerbolés, Vladimiro Klimaseski, Roberto Adoníbal Páez, Ricardo
José Reynoso, Luis Rivadeneira, Juan Carlos Sosa y Mario Roberto
Zecca. En efecto, se valoró en la sentencia que: “entre el 1° de
enero de 1976 y el 15 de diciembre de 1976, Luis Rocca, estuvo en
el ámbito de la Prefectura de La Plata -zona Río de La Plata-
cumpliendo funciones como Jefe de la Unidad. Esto fue informado
por el Prefecto Mayor Oscar René Elola y surge de la foja de
concepto del imputado, que fue asignado en ese cargo con fecha 1°
de enero de 1976 permaneciendo en él hasta el 15 de diciembre
1976” (fs. 209 vta./210).
Del mismo modo, se tuvo en cuenta el legajo de concepto
que califica a Luis Rocca en su calidad de comandante del grupo de
Tareas 5.4 entre los años 1975 y 1976, firmada por el comandante
de las Fuerzas de Tareas N° 5, Jorge A. Errecaborde, y el a quo
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En tal dirección, el órgano sentenciante valoró también
el informe aportado por la Comisión Provincial por la Memoria que
da cuenta de este contexto represivo, destacando el Legajo Mesa DS
varios N° 2692 que acreditó el cargo de Jefe de Prefectura La
Plata y el rango de Prefecto Principal de Luis Rocca, y el
expediente Mesa DS Varios N° 11507 caratulado “Posible acto de
sabotaje en el frigorífico Swift”, que refiere que: “por razones
de jurisdicción la Prefectura local fue el organismo que se abocó
al hecho, procediendo a la detención de alrededor veinte
personas”, y se encuentra fechado en abril de 1978 (valorados en
el fallo a fs. 210 y vta.).
Por último, se destacó, por su relevancia, el informe
elaborado por el Equipo de Investigación del Área Jurídica
Nacional de la Secretaría de Derechos Humanos de la Nación,
respecto al funcionamiento de la Armada Argentina y la Prefectura
Naval en las zonas de Berisso, Ensenada, La Plata y sus cercanías,
en el que se describe la conformación de la Fuerza de Tarea N° 5,
con las dependencias y el personal de ambas Fuerzas Armada y de
Seguridad, en la cual surge el nombre de Luis Rocca como el Jefe
de Prefectura Naval La Plata.
En suma, todos estos elementos de prueba permitieron
tener por acreditado el aporte de Rocca dentro de la cadena
jerárquica en la FUERTAR 5; la cual, lejos de representar una
asignación meramente formal, fue efectivamente ejercida por el
encartado durante esa época.
De esta manera, el tribunal de juicio concluyó que:
“queda demostrada la responsabilidad del imputado Luis Rocca
respecto del secuestro y desaparición y aplicación de tormentos de
Juan Carlos Blasetti y la privación de la libertad y aplicación de
tormentos en perjuicio de Jorge Barontini, Ricardo Buergo, Luis
Ramón Etchepare, Carlos García, Horacio García Gerboles, Vladimiro
Klimaseski, Roberto Adoníbal Páez, Ricardo José Reynoso, Luis
Rivadeneira, Juan Carlos Sosa y Mario Roberto Zecca” (fs. 210 y
vta.).
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político; y privación ilegal de la libertad agravada por haberse
cometido con violencia y amenazas y aplicación de tormentos por un
funcionario público a los presos que guarde agravada por ser la
víctima un perseguido político en perjuicio de Jorge Barontini,
Ricardo Buergo, Luis Ramón Etchepare, Carlos García, Horacio
García Gerbolés, Vladimiro Klimaseski, Roberto Adoníbal Páez,
Ricardo José Reynoso, Luis Rivadeneira, Juan Carlos Sosa y Mario
Roberto Zecca, todos ellos concurriendo materialmente entre sí
(arts. 142 ter del CP según ley N° 26679, y 144 bis inc. 1°, con
la agravante prevista en el último párrafo de dicho art., en
cuanto remite a los incs. 1° y 5° del art. 142 del CP y art. 144
ter primer y segundo párrafo del mismo cuerpo normativo según Ley
N° 14.616 y Ley N° 20.642 -vigentes al momento de los hechos-).
Finalmente, con relación a los planteos vinculados a la
supuesta aplicación “retroactiva” de la figura legal de
desaparición forzada de personas, es del caso remitirse en un todo
a lo ya expuesto en el apartado a.2) del presente considerando.
25°) Que, de otra banda, la censura de los casacionistas
en orden a la significación de las conductas atribuidas como
participación en el delito de genocidio, no puede ser de recibo.
a) En efecto; resulta un criterio receptado de ordinario
en la teoría general de los recursos que, a los efectos de
impugnar una decisión jurisdiccional, no basta con detentar la
titularidad abstracta de la facultad de recurrir, sino que su
ejercicio concreto demanda que el legitimado verifique un interés,
conocido bajo el rótulo de agravio (o gravamen), y que éste sea
provocado por el tenor de la decisión atacada.
En palabras del maestro: “El interés en recurrir estriba,
entonces, en la afectación directa, por parte de la resolución
atacada por el recurso, de un derecho o de un interés legítimo del
recurrente, que merece protección jurídica” (Maier, Julio B. J.,
“Derecho procesal penal. Parte general. Actos procesales”, t. III,
Editores del Puerto, Buenos Aires, 2011, p. 286).
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constitutivas del crimen internacional de genocidio, sino que -de
consuno con ello- prudentemente analizó y subsumió los hechos en
diversas figuras previstas en el Código Penal argentino, de
acuerdo al alcance asignado al tratar la situación de cada
imputado. En suma, se colige de la sentencia dictada que: “dado
que las figuras del Código Penal encastran perfectamente en las
previsiones de esa Convención, a nuestro modo de ver el cuerpo
jurídico aplicable al caso está dado por los dos cuerpos
normativos, el tratado y el Código Penal”.
En este contexto, ha sido entendido que si los
recurrentes no lograron develar el concreto agravio que le habría
ocasionado la circunstancia supra apuntada la respuesta a ese
planteo no modifica las condiciones legales y procesales (Sala I,
causa n° FLP 91133453/2013/TO1/14/CFC7 “Machuca, Raúl Rolando y
otros s/recurso de casación”, reg. n° 1399/20, rta. 14/10/2020;
causa FLP 91003389/2012/TO1/94/1, caratulada: “Hidalgo Garzón,
Carlos del Señor y otros s/recurso de casación” reg. n° 641/21
rta. 7/5/2021; Sala IV, causa n° CFP 10630/2009/TO1/28/CFC15,
caratulada: “Almirón, Miguel Ángel y otros s/recurso de casación”,
reg. n° 1762/17 rta. 15/12/2017; causa n° FMP
33004447/2004/TO1/CFC66, caratulada: “Arrillaga, Alfredo Manuel y
otros s/recurso de casación”; reg. N° 1460/18, rta. 11/10/2018;
causa n° FMZ 97000076/2012/TO1/4/CFC1, caratulada “Petra
Recabarren, Guillermo Max y otros s/recurso de casación”, reg. n°
1806/19, rta. 5/9/2019, entre otras).
Asimismo, mediando reclamo de acusadora, esta Sala supo
señalar que: “…resulta insustancial el tratamiento de aquellos
agravios […] en la medida que el interés sustancial requerido por
la ley demanda que la materia controvertida pueda tener especial
incidencia en el resultado del pronunciamiento, la circunstancia
de no haberse demostrado esa virtualidad, afecta en el punto la
fundamentación del recurso” (causa n° FMP 93003277/2001/TO1/CFC2,
caratulada: “Arrillaga, Alfredo Manuel y otros s/ recurso de
casación” reg. n° 2058/18 rta. 28/11/2018; causa n° FRO
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comisión favoreció la impunidad, supuso extender el daño
directamente causado a las víctimas, a sus familiares y allegados,
totalmente ajenos a las actividades que se atribuían e importó un
grave menoscabo al orden jurídico y a las instituciones creadas
por él” (cfr. Fallos: 309:33).
Este cuadro fue correctamente reseñado por el tribunal en
el apartado “Contexto General y circuito represivo”, cuando se
indicó que: “[l]os sucesos fehacientemente acreditados a lo largo
de todo el debate se inscriben como parte del plan de criminalidad
estatal sistemático y generalizado, instituido durante la última
dictadura cívico-militar (1976-1983) desplegada en nuestro país.
Tales delitos, desplegados con propósitos ideológicos, políticos y
económicos, constituyen graves violaciones a los derechos humanos,
que tuvieron lugar, esencialmente, en contra de los trabajadores
de las empresas situadas en las localidades de Berisso, Ensenada y
en la zona de Río Santiago” (cfr. fs. 130 vta.).
En esa línea, también se señaló que: “a partir de que las
Fuerzas Armadas usurparon el poder, imperó en la República
Argentina un régimen clandestino e ilegal de represión, que
utilizando el poder estatal ejecutó gran cantidad de delitos,
tales como privaciones ilegales de la libertad, torturas,
desaparición forzada de personas, homicidios, y hasta apropiación
de menores, además de los que resultaron consecuencias necesarias
de aquéllos” (ibidem).
Y siguió: “[e]l circuito clandestino motorizado desde el
aparato estatal tuvo como sede numerosos centros clandestinos de
detención instalados en todo el país, en dependencias de las
fuerzas armadas, policiales y penitenciarias, en los que
diariamente se torturaba mediante prácticas atroces, humillantes e
inhumanas, y se exterminaban personas” (ibidem).
Así, se definió el elemento contextual del plan de acción
conjunto de atrocidades instaurado en nuestro país por el último
régimen de facto, cuando se describió que: “[n]o se trata de
sucesos aislados, sino que se inscriben y forman parte de un
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Cambridge, 2009, p. 59 y ss.), continua su desarrollo en los
instrumentos constitutivos de los tribunales ad hoc de las
Naciones Unidas para la ex Yugoslavia y Rwanda, y culmina con el
Estatuto de la Corte Penal Internacional.
No debe omitirse a este respecto la temprana
jurisprudencia de la Corte Internacional de Justicia en punto a
las obligaciones de los Estados respecto a la sanción del
Genocidio: “The origins of the Convention show that it was the
intention of the United Nations to condemn and punish genocide as
‘a crime under international law’ involving a denial of the right
of existence of entire human groups, a denial which shocks the
conscience of mankind and results in great losses to humanity, and
which is contrary to moral law and to the spirit and aims of the
United Nations (Resolution 96 (1) of the General Assembly,
December 11th 1946). The first consequence arising from this
conception is that the principles underlying the Convention are
principles which are recognized by civilized nations as binding on
States, even without any conventional obligation. A second
consequence is the universa1 character both of the condemnation of
genocide and of the Co-operation required ‘in order to liberate
mankind from such an odious scourge’ (Preamble to the Convention)”
(Corte Internacional de Justicia, Reservations to the Convention
on the Prevention and Punishment of the Crime of Genocide,
Advisory Opinion, ICJ Reports 1951, 28 de mayo de 1951, p. 15).
Ahora, bien es cierto que la aplicación de la categoría
“Genocidio” se estableció a episodios históricos heterogéneos, lo
que plantea “un problema aparentemente inextricable de taxonomía,
relativo a las diversas significaciones atribuidas a este término”
(Sémelin, Jacques, Genocidio en “Revista de Derecho Penal y
Criminología”, año 2, n° 1, La Ley, Buenos Aires, febrero, 2012,
p. 76). Baste a este respecto advertir las diversas definiciones
teóricas de este crimen internacional (Cfr., por todos, Jones,
Adam, “Genocide. A Comprehensive Introduction”, 3° edición,
Routledge, London-New York, 2017, p. 64 y ss.).
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valoradas como constitutivas del crimen de los crímenes, no
resulta en rigor novedosa y mucho menos parece una idea
contemporánea.
Ya la primera denuncia de la Comisión Argentina de
Derechos Humanos (CADHU) se tituló, precisamente, “Argentina:
proceso al genocidio” (Vid. CADHU, “Argentina: Proceso al
Genocidio”, Colihue, Buenos Aires, 2014; asimismo, Duhalde,
Eduardo Luis, “El Estado Terrorista argentino”, Colihue Buenos
Aires, 2013, p. 291). Más adelante, la cuestión aparece ventilada
en el marco del célebre juicio a las juntas por la querella de las
familias Israel y Fernández Meijide (Feierstein, Daniel, “Memorias
y representaciones. Sobre la elaboración del genocidio”, Fondo de
Cultura Económica, Buenos Aires, 2012, pp. 138/139).
Dentro de este decurso histórico no puede desconocerse la
sólida pesquisa iniciada en los años noventa en el Sumario 19/1997
del Juzgado Central de Instrucción N° 5 de Madrid, por entonces a
cargo del juez Baltasar Garzón, quién procuró juicio y sanción
cuando en esta latitud reinaba la impunidad.
Mediante el auto de fecha 2 de noviembre de 1999 el
magistrado sostuvo que: “Los Comandantes Generales de las Fuerzas
Armadas Argentinas, con sus inspiradores civiles, planean el
genocidio antes del golpe militar de marzo de 1976. La severa
legislación y las amplias facultades represivas que les concede el
gobierno constitucional no les alcanza para lograr lo que
estimaban una solución drástica: la eliminación física del grupo
nacional opositor a su ideología y a su proyecto”.
Así también señaló que: “Los hechos ocurridos en
Argentina entre los años 1976 y 1983 de los que forman parte los
aquí investigados pueden ser subsumidos además de en la
destrucción de un grupo nacional, en la destrucción de un grupo
por motivos religiosos, equiparando esta conducta a la destrucción
de un grupo religioso” en el entendimiento que: “El hecho de que
existan niños desaparecidos que en Argentina fueron segregados de
sus familias para que se desarrollaran en la ideología cristiana,
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sentencia de 09/10/2007; causa Nº 2901/09, caratulada: “Dupuy,
Abel David y otros s/ homicidio, tormentos, privación ilegal de la
libertad y otros”, sentencia de 24/10/2010; causa Nº 2965/09,
caratulada: “Alonso, Omar –Herzberg, Juan Carlos s/ inf. artículos
139, 146 y 293 C.P.”, sentencia de 14/12/2010; causa Nº 2955/09,
caratulada: “Almeida, Domingo y otros s/ inf. arts. 80, 139, 142,
144, 146, 45, 54 y 55 del C.P.”, sentencia de 25/03/2013; causa Nº
3389/12, caratulada: “Hidalgo Garzón, Carlos del Señor y otros s/
infracción art. 144 inc. 1, último párrafo, 142 inc. 1° y 5°
agravado por el art. 144 ter. 1° y 2° párrafo según ley 14,616 en
concurso real, art. 80 inc. 2°, 146 y 139 inc.2° del CP en
concurso ideal”, sentencia de 29/12/2014; causa Nº 10630/2009,
caratulada: “Almirón, Miguel Ángel y otros s/ privación ilegal de
la libertad (art. 144 bis inc. 1) e imposición de tortura (art.
144 ter inc.1)” sentencia de 26/02/2015. Tribunal Oral en lo
Criminal Federal de Mar del Plata, causa Nº 237/09, caratulada:
“Unidad de Asistencia en causas por violaciones a los derechos
humanos durante el terrorismo de Estado s/ denuncia”, sentencia de
23/02/2011; causa Nº 2473, caratulada: “Secretaría de Derechos
Humanos de la Provincia de Buenos Aires s/ denuncia”, sentencia de
30/03/2012. Tribunal Oral en lo Criminal Federal nº 1 de Mendoza,
causa Nº 001-M, caratulada: “Menéndez Sánchez, Luciano Benjamín y
otros s/ infr. art. 144 bis C.P.” y sus acumulados N° 009-M, 010-
M, 011-M, 022-M, 025-M, 031-M, 032-S y 055-M”, sentencia de
28/10/2011; causa Nº 075/M, caratulada: “Furio Etcheverri, Paulino
Enrique s/ infr. art. 144 bis C.P.”, sentencia de 22/03/2013;
causa Nº 14000125/2006/TO1, caratulada: “Menéndez Sánchez, Luciano
B. y Otros s/ inf. art. 144 bis inc. 1 C.P.” y sus acumulados Nº
14000171/2004/TO1, 14000214/2007/TO1, 14000656/2010/TO1,
14000800/2012/TO2, 14000793/2012/TO1, 36455/2014/TO1,
14000095/2016/TO1, 14000177/2007/TO2, 14000778/2012/TO2,
14000021/2004/TO1, 14000800/2012/TO4, sentencia de 22/11/2018.
Tribunal Oral en lo Criminal Federal nº 2 de Mendoza, causa Nº
93002704/2010, caratulada: “Báez Malbec, Miguel Ángel y otros s/
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causa N° FRO 81000095/2010, caratulada: “Porra, Ariel Zenón;
Pelliza, Alberto Enrique; González, Marino Héctor; Cabrera, Juan
Andrés s/ privación ilegal de la libertad, amenazas, tormentos y
desaparición física” y acum. 117/09, caratulada: “Guerrieri, Oscar
Pascual, Amelong, Juan Daniel, Fariña, Jorge Alberto, Costanzo,
Eduardo Rodolfo, Pagano, Walter Salvador Dionisio s/ asociación
ilícita”, sentencia de 24/02/2014. Tribunal Oral en lo Criminal
Federal nº 2 de Rosario, causa N° FRO 85000124/2010 caratulada:
“Nast, Lucio César s/ privación ilegal de la libertad agravada en
concurso real con los delitos de tormentos calificados y
asociación ilícita (Parcial Expte. Nº 120/08)”, sentencia de
02/12/2014. Tribunal Oral en lo Criminal Federal de Jujuy, causa
N° 76000073/2011, caratulada: “Vargas, Antonio Orlando y otros s/
privación ilegal de libertad, imposición de tortura, homicidio
agravado por alevosía y por el concurso de dos o más personas”,
sentencia de 11/08/2014. Tribunal Oral en lo Criminal Federal Nº 1
de la Capital Federal, causa Nº CFP 2637/2004/TO3, caratulada:
“Ferrer, José Néstor; Nerone, Rolando Oscar; y Gutiérrez, Oscar
Roberto s/ privación ilegal de la libertad agravada por mediar
violencia o amenazas y homicidio agravado por alevosía” y “Enciso,
César Alejandro s/ privación ilegal de la libertad agravada por
mediar violencia o amenazas (art. 144 bis – inc. 1°- y último
párrafo –ley 14.616-, en función del art. 142 –inc. 1°- ley 20.642
ambos del C.P.)”, sentencia de 03/11/2017).
Y es que también en el ámbito nacional especializada
doctrina se ha encargado de analizar la mentada categoría a la luz
de las graves violaciones de derechos humanos cometidas durante la
última dictadura (véase Alagia, Alejandro, “Día ‘D’ hora ‘H’:
Crímenes masivos cometidos en Argentina (1976-1983) y genocidio.
El caso del campo concentracionario ‘A.B.O.’”, en Revista de
Derecho Penal y Criminología, N° 1, febrero de 2012, Ed. La Ley,
pp. 81 y ss.; Mántaras, Mirta, “Genocidio en Argentina”, Taller
del Sur, Buenos Aires, 2005; Ferreira, Marcelo, El genocidio en la
Argentina: su caracterización como "eliminación parcial de grupo
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cometer homicidio, en beneficio de toda la sociedad y para que
ésta pueda vivir” (ibidem).
El mentado análisis se entrama con otros aportes en punto
a que las prácticas genocidas resultan ser una “tecnología de
poder cuyo objetivo radica en la destrucción de las relaciones
sociales de autonomía y cooperación y de la identidad de una
sociedad, por medio del aniquilamiento de una fracción relevante
[de la misma] (…) y del uso del terror”, enfoque que, además de
visibilizar la magnitud de los horrores cometidos, permite
explicar el cómo, el porqué y el para qué del genocidio nacional
(Vid. Feierstein, Daniel, “El genocidio como práctica social.
Entre el nazismo y la experiencia argentina”, Fondo de Cultura
Económica, Buenos Aires, 2007, p. 83; del mismo, Interpretaciones
jurídicas y sociológicas con respecto al genocidio en Argentina en
“Revista de Derecho Penal y Criminología”, año 2, n° 2, La Ley,
Buenos Aires, marzo, 2012, p. 57 y ss.). El propio desarrollo
teórico puede observarse desde otros ámbitos científicos (Burucúa,
José Emilio, Kwiatkowski, Nicolás, “Cómo sucedieron estas cosas”
Representar masacres y genocidios”, Katz, Buenos Aires, 2014, pp.
12 y ss.).
En este sentido, es de destacar la categoría de
genocidio reorganizador expuesta para conceptualizar aquellos
procesos de exterminio que, como el caso argentino, buscan
transformar “las relaciones sociales hegemónicas al interior de un
Estado nación preexistente”, con el objetivo de “clausurar
aquellas relaciones que generan fricción o mediaciones al
ejercicio del poder –contestatarias, críticas, solidarias– y
reemplazarlas por una relación unidireccional con el poder”
(Feierstein, Daniel, “El genocidio como práctica social”, ob.
cit., pp. 100 y 104).
Más aún: a partir del análisis de los hechos como los
aquí juzgados se ha establecido también que el genocidio argentino
“habría buscado transformar la sociedad argentina reorganizando
las relaciones sociales mediante el extermino de la propia
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Santiago, por ejemplo, en el establecimiento fabril con mayor
número de desaparecidos en el país…” (fs. 146 y vta.).
Por último, el a quo estableció en el juicio que: “el
ataque a este sector no ha sido azaroso, sino claramente dirigido
a desmembrar una estructura que se presentaba como ‘un férreo
enemigo’ de cara a las finalidades económicas de los grandes
grupos empresarios y al plan económico de la dictadura. Se trató
de desarticular un sector obrero, organizado, con arraigada
identidad como trabajadores, y alto compromiso en la defensa de la
dignidad del trabajo, la industria nacional y representativos del
trabajo calificado […]. El plan represivo implementado por la
dictadura cívico militar persiguió instalar un clima de terror y
de disciplinamiento social que no sólo resultó imprescindible para
la aplicación contemporánea y posterior de políticas socio
económicas de desigualdad, transferencia de recursos y
modificación sustancial del reparto de ingresos entre los diversos
sectores sociales, sino que lo tuvo como objeto y sin ello no se
entiende su propia existencia. El genocidio y su profunda tarea de
desarticulación de las instituciones de pertenencia de los
sectores del trabajo, a punto de desarmar el entramado de
relaciones de equilibrio de fuerzas y de negociación posible, tuvo
como objetivo el diseño de una nueva sociedad en la que sectores
enteros quedaron indefensos y disgregados frente a la
concentración del poder económico traducido en único poder social
efectivo, y con el respaldo abrumador del poder armado formal e
informal…” (cfr. fs. 146 vta./150).
Ciertamente –y en continuidad con la estructura del
pronunciamiento- ya hubo oportunidad de destacar que: “la
dictadura cívico-militar impulsó la restructuración de todo el
orden social. Para ello, el asalto predatorio a la economía
imponía un muevo patrón de acumulación y la subordinación estatal
a esa matriz de saqueo: monetarismo financiero, endeudamiento
externo y fuga, a la par de la sustitución de importaciones
mediante el hundimiento de la industria, con las consecuentes
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voluntad criminal un móvil político porque, en toda destrucción de
cualquiera de los grupos, también los motivos políticos pueden ser
componentes del propósito de exterminio” (Ollé Sesé, Manuel, El
concepto de grupo nacional y grupo religioso en el crimen de
genocidio en “Revista de Derecho Penal y Criminología”, n° 7,
2016, pp. 161-178 ).
Es que el hecho de que los victimarios compartieran la
nacionalidad de las víctimas no resulta un impedimento para la
calificación jurídica realizada. Al respecto, el célebre informe
Whitaker, en cuanto aquí interesa, validaba de modo explícito el
entendimiento del genocidio como destrucción aún parcial de un
grupo nacional también por parte de miembros del mismo grupo (Cfr.
“Informe Whitaker sobre la prevención y sanción del crimen de
genocidio” en Lemkin, Raphaël, op. cit. pp. 424-425).
En ese marco, la interpretación que se limita a señalar
la exclusión del “grupo político” en la versión final de la
Convención para la Prevención y Sanción del delito de Genocidio
para así descartar su aplicación a supuestos como el del presente
proceso, no sólo desconoce los planteamientos ut supra referidos
que dan cuenta de su subsunción en el “grupo nacional”, sino que
además redunda en una discriminación negativa que niega el
carácter de víctimas de genocidio a quienes son perseguidos por
razones políticas (como también podrían serlo de género, identidad
sexual, discapacidad u otros), lo que resulta hermenéuticamente
inaceptable.
El manifiesto abuso de una télesis excluyente fundada en
afirmaciones apriorísticas y razonamientos puramente abstractos,
olvida la realidad humana y social que encierra cualquier masacre.
Así, el aserto de alcance formal y todas las deducciones que de él
puedan extraerse, se contrapone con lo que realmente sucedió y
aquello que verdaderamente se encuentra dentro de las lícitas
posibilidades de captación de todo intérprete.
Como no puede ser de otro modo, la negación de crímenes
como el Genocidio merece la condena de la comunidad internacional
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-VII-
26°) Que, en atención a lo expuesto en el considerando
19° del presente sufragio, deviene inoficioso el tratamiento de
los planteos relativos a la individualización de las sanciones
impuestas a Roberto Eduardo Fernando Guitián y Carlos José Ramón
Schaller.
Sentado ello, cabe abordar la dosimetría punitiva
impuesta a Luis Rocca, Juan Carlos Herzberg y Jorge Alberto
Errecaborde, como así también las críticas efectuadas en este
extremo por las defensas, adelantando, desde ya, que no serán de
recibo.
Al respecto, cabe memorar que el a quo condenó a
Errecaborde, a la pena de prisión perpetua; y a los encausados
Herzberg y Rocca, a la pena de veinticinco (25) años de prisión.
a) En primer término, la defensa de Jorge Alberto
Errecaborde solicitó la declaración de inconstitucionalidad de la
pena de prisión perpetua prevista en el art. 80 del CP, aduciendo
la vulneración de los principios de proporcionalidad,
culpabilidad, equidad y resocialización, y poniendo foco en la
edad de su asistido. Subsidiariamente, alegó la falta de
fundamentación de la sanción impuesta.
Al respecto, se advierte, una vez más, una reedición de
los planteos desarrollados en el debate, sin lograr conmoverse los
fundamentos expuestos en la sentencia. De este modo, la alegación
pierde todo asidero a poco que se observa, tal como lo señaló el a
quo, que: “la prisión perpetua establecida en el código argentino
no es inconstitucional en sí, siempre que en los casos concretos
no se viole la regla de irracionalidad mínima en tanto, se guarde
cierta relación de proporcionalidad, aspectos evidenciados en
autos” (fs. 245).
Así, habiendo brindado el a quo adecuada respuesta a los
extremos esgrimidos en este punto por la defensa de Errecaborde,
cabe tan sólo recordar que es doctrina inveterada de la Corte
Suprema de Justicia de la Nación aquella según la cual “la
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contra la humanidad (en este mismo sentido, cfr. esta Sala in re
“Losito, Horacio y otros s/ recurso de casación”, ya citada).
Aunado a ello, también se impone remarcar que: “las
normativas sobre derechos humanos citadas -que son seguidas por el
artículo 1 de la ley 24.660- en realidad hacen referencia a la
finalidad de la ejecución de la pena y no a la del castigo; pues
una interpretación diferente implicaría que existe una
contradicción interna en los pactos que a pesar de haber sido
concebidos a favor del ser humano, autorizarían la intervención
obligatoria en el sujeto” (cfr. causa FRO 85000124/2010/11/CFC6,
caratulada: “Nast, Lucio César y otros s/ recurso de casación”,
rta. el 27 /12/2018, reg. N° 2443/18).
De otra parte, cabe también realizar una aclaración
respecto a aquellas consideraciones relativas a la
inconstitucionalidad de la pena perpetua en razón de la edad del
condenado. En este sentido, se advierte que este cuestionamiento
no encuentra apoyo en el ordenamiento jurídico actual, en el cual
el sistema de ejecución de la pena previsto en la ley N° 24.660 se
desarrolla a partir de un régimen de progresividad que permite al
condenado recuperar su libertad anticipada, a partir de diversos
institutos.
Efectivamente, la avanzada edad de Errecaborde le
permitió la obtención de la prisión domiciliaria, uno de los
institutos previsto por la mentada ley, que tiene como fin último
el resguardo del principio de humanidad consagrado en el art. 18
constitucional e instrumentos internacionales de derechos humanos
con jerarquía constitucional (arts. 5 de la DUDH, 7° del PIDCP y
5° de la CADH).
En definitiva, corresponde rechazar las alegaciones en
torno de la pretendida inconstitucionalidad de la pena de prisión
perpetua formuladas por el recurrente.
b) Sentado lo expuesto, atento a la sanción prevista en
el art. 80 del CP -cuya inconstitucionalidad se ha descartado ut
supra-, cabe adentrarse en el análisis de la penalidad impuesta al
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destino de su ser querido, sino por la incertidumbre de no tener
un medio de subsistencia económico, que hasta ese momento existía.
Personas que permanecen desaparecidas, familias separadas,
modificación dañosa del entorno social, discriminación,
estigmatización social, perdida de chances, eliminación del
proyecto de vida que sufrieron las víctimas de este proceso de
modo sistemático, planificado y sostenido en el tiempo, del que
fueron responsables los imputados aquí condenados, impiden
observar atenuante alguna al momento de la mensuración aquí
efectuada” (fs. 244 vta./245).
En este orden de ideas, no se advierte que la penalidad
impuesta en el caso de Errecaborde resulte arbitraria o
desproporcionada. Ello, teniendo en cuenta, entre otros extremos,
el grado de culpabilidad que le cupo al imputado, la magnitud del
injusto -dada por la naturaleza y gravedad de los hechos- y el
contexto en que se sucedieron -que fue destacado por el tribunal
en numerosos tramos de su pronunciamiento-, tratándose en todos
los casos de gravísimas violaciones a los derechos humanos.
Asimismo, siendo que el objeto procesal y los imputados
de la causa N° 13/84 y la presente son diferentes, la alegación
del recurrente aparece desprovista de perjuicio y permite
descartar como baremo, tal como pretende la defensa en su libelo
recursivo, las alegaciones en torno de las penas impuestas en el
mencionado precedente.
Por último, no es ocioso recordar que la denuncia sobre
la falta de fundamentación de la sentencia no puede consistir en
una mera discrepancia con la dosimetría punitiva impuesta dentro
de la escala penal aplicable, por cuanto –como bien se conoce– el
desacuerdo no es sinónimo de arbitrariedad (Fallos: 302:284;
304:415).
En definitiva, puede colegirse que la sanción delimitada
en el caso, por las consideraciones antes señaladas, se ajusta a
las pautas establecidas en los artículos 40 y 41 CP y a los topes
previstos por la ley sustantiva, y no advirtiéndose ni habiéndose
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que el “excesivo” tiempo de prisión preventiva “debe ser mensurado
a modo de compensación, a la hora de la determinación judicial de
la pena”. De igual modo, señaló que: “no puede desconocerse la
edad avanzada que atraviesan [sus] asistidos” y, consecuentemente,
“los padecimientos que vienen sufriendo en encierro cautelar, y
además la consecuencia inevitable de la aplicación efectiva de la
pena impuesta […], que no es otra que la imposibilidad del
recupero de la libertad y, por ende, de la ineludible frustración
de la manda constitucional de resocialización de los condenados”
(fs. 369).
De manera preliminar, con relación al invocado exceso
jurisdiccional del tribunal por haberle impuesto a Herzberg la
pena de 25 años de prisión cuando el fiscal y de una de las
querellas habían solicitado condena a la pena máxima de 6 años, se
evidencia que omite el casacionista reseñar que el resto de los
acusadores privados solicitaron 25 años de prisión y hasta prisión
perpetua para este imputado, habilitando al tribunal, de esta
manera, a graduar la sanción como lo hizo.
Teniendo ello presente, cabe recordar que los
sentenciantes que conformaron la mayoría, al mensurar la sanción
que correspondía aplicarle a Herzberg, no encontraron atenuantes,
y afirmaron que la respuesta punitiva a su respecto debía fijarse
en el máximo de la escala punitiva “en razón de haberse valido de
los altos cargos públicos que ocupa[ó] dentro de la estructura de
la armada para facilitar el empleo de los medios del estado para
la consecución de fines ilícitos de grave significación social”;
considerando, a la vez, que: “[el] imputado […] ocup[ó] los cargos
más altos de la estructura de mando de todos los que fueron
sometidos a proceso. Su capacidad de decisión respecto de las
conductas de otros partícipes y el cabal conocimiento de las
circunstancias en las que se desempeñaban ameritan sobradamente el
máximo de la escala penal” (cfr. fs. 244).
De otra banda, en lo que atañe a Rocca, entendieron que
la pena también debía fijarse en 25 años de prisión “en función de
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tipicidad prohibitiva, aunque cree que su conducta está
justificada. Este error puede asumir distintas formas,
susceptibles de reducirse a dos principales: (a) la falsa
suposición de que existe una causa de justificación que la ley no
reconoce (falsa creencia en la existencia de un precepto
permisivo) y (b) la falsa suposición de circunstancias que hacen a
una situación objetiva de justificación (falsa creencia en una
tipicidad permisiva objetiva…)” (cfr. Zaffaroni, E. Raúl, et. al,
“Derecho Penal. Parte General”, 2° edición, Ediar, Buenos Aires,
2002, p. 739).
En la especie, se advierte que la defensa no ha logrado
acreditar la concurrencia de extremos que demuestren que sus
pupilos hayan actuado movidos por la falsa convicción de que, en
el caso, los amparaba una causa de justificación. En este punto,
no cabe perder de vista que las conductas atribuidas a los
encartados involucraron el secuestro de personas, el ocultamiento
de su paradero a sus familiares, la aplicación de gravísimos
tormentos, el cautiverio en condiciones infrahumanas y, en algunos
casos, el deceso de las víctimas, todo ello por su presunta
filiación gremial, política o ideológica.
Por ello, no se advierte una situación o circunstancia
que permita presumir que los acusados hayan perpetrado los graves
hechos que se les imputan en la falsa creencia de un supuesto de
validación normativa por vía de justificación que pueda llevar a
contemplarla como atenuante, la que en el derecho internacional
penal se descarta cuando involucran hechos como los que se juzgan
en estos autos (cfr. causa FRO 85000120/2008/8/CFC4, caratulada:
“Díaz Bessone, Ramón Genaro y otros s/ recurso de casación”, rta.
el 27/12/2018, reg. N° 2442/18).
En esta misma dirección, y en orden a la alegada
pertenencia a la estructura vertical de las Fuerzas Armadas, cabe
afirmar que la manifiesta antijuridicidad de las órdenes que se
pudieron haber impartido desde mandos superiores se traducen, para
el análisis, en otro indicio contundente del conocimiento de su
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obediencia debida es improcedente cuando se trata de órdenes cuya
ilicitud es manifiesta (cfr. District Court in Jerusalem, caso
40/61, “State of Israel v. Adolf Eichmann”, sentencia del 12 de
diciembre de 1961, párr. 216).
Por lo demás, en cuanto a los planteos respecto a la edad
avanzada que atraviesan los imputados y “los padecimientos que
vienen sufriendo en encierro cautelar, y además la consecuencia
inevitable de la aplicación efectiva de la pena impuesta […], que
no es otra que la imposibilidad del recupero de la libertad y, por
ende, de la ineludible frustración de la manda constitucional de
resocialización de los condenados”, corresponde remitirse en un
todo a lo expuesto en el apartado precedente. Es que tampoco en
estos casos el reclamo de los impugnantes logra encontrar apoyo en
el ordenamiento jurídico actual, en el cual el sistema de
ejecución de la pena previsto en la ley N° 24.660 (BO 16/07/96) se
desarrolla a partir de un régimen de progresividad que permite a
los condenados, recuperar su libertad anticipada, a partir de
diversos institutos.
Por otra parte, la aseveración defensista en cuanto a
que: “no ha sido corroborada” cuál ha sido la intervención
concreta de sus asistidos en los hechos traídos a juicio, por lo
que solicitó que se entendiera que ese grado de intervención “es
el mínimo y, por lo tanto, se valore esa circunstancia atenuante y
se aplique también por este motivo el mínimo de la escala penal”,
cabe remitirse sin más a lo desarrollado en el considerando 24° de
este sufragio, de donde surge, sin hesitación, el protagonismo de
los nombrados en los eventos objeto de este juicio.
Adunado a ello, las alegaciones acerca de que el
“excesivo” tiempo de prisión preventiva “debe ser mensurado a modo
de compensación, a la hora de la determinación judicial de la
pena” deben ser desechadas pues resultan ser meras críticas
genéricas, en las que no describe cuáles serían los puntos oscuros
de la argumentación del tribunal en la fijación de la sanción
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inconstitucionalidad de una norma (Fallos: 302:1149; 303:1708,
entre muchos otros).
A la luz de dichas premisas, se evidencia que la defensa
se ha limitado a cuestionar la constitucionalidad de la norma a
partir de una enunciación genérica de principios constitucionales
y meros juicios discrepantes con la normativa en trato, sin que
haya logrado demostrar que la inhabilitación dispuesta por el a
quo a sus asistidos le acarree un perjuicio concreto y actual que
afecte las garantías que invoca, a los efectos de demostrar el
interés actual que sustenta el agravio.
En este sentido, la crítica analizada tan sólo transita
en un plano que no logra hacer pie en constancia alguna que
evidencie la afectación enunciada.
Ello de conformidad también con lo sostenido en forma
inveterada en precedentes análogos al sub lite que resultan
aplicables mutatis mutandis a la especie (cfr. in re “Nast, Lucio
César y otros s/ recurso de casación”, Sala II, causa FRO
85000124/2010/11/CFC6, rta. el 27/12/2018, reg. N° 2443/18; y sus
citas), como así también lo resuelto por el cimero tribunal in re
“Menéndez” (Fallos: 344:391) -en base a la doctrina del “leal
acatamiento”; Fallos: 307:1094; 312:2007; 316:221; 318:2060;
319:699; 321:2294, entre otros- (cfr. mi voto in re “Albornoz,
Roberto Heriberto y otros s/recurso de casación”, Sala III, causa
FTU 81810029/2009/TO1/3/1/1/CFC4, rta. el 13/9/21, reg. Nª
1613/21).
27°) Que en lo tocante a los planteos vinculados con la
revocación de los arrestos domiciliarios de Juan Carlos Herzberg,
Carlos José Ramón Schaller y Luis Rocca, se impone memorar que han
recibido acabado y oportuno tratamiento en el marco de lo resuelto
por vía incidental (Cfr. legajo FLP 17/2012/TO1/26), al que cabe
remitirse en razón de brevedad.
-VIII-
28°) Que en lo atinente a los cuestionamientos de la
querella unificada vinculados a las absoluciones -por mayoría- de
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la Nación y Provincia- no se expresaron con respecto de la
solicitud de la medida cautelar efectuada por la Fiscalía (cfr.
fs. 5903/5910 de los autos principales).
Por su parte, la doctora Godoy –en representación de la
Liga Unión por los Derechos Humanos, La Liga Argentina por los
Derechos del Hombre, los hijos de Roberto Adoníbal Páez y Estela
de la Cuadra- pidió que se hiciera lugar a la medida propuesta por
la Fiscalía respecto del derecho jubilatorio y medida cautelar
respecto de los trabajadores del Astillero Río Santiago víctimas
del terrorismo de estado, pero no instó a que se efectúe
ampliación alguna (cfr. fs. 5911 vta. de los autos principales).
Lo mismo cabe referir respecto de la doctora Pía Garralda
–por la Asociación ex Detenidos Desparecidos y el colectivo
Justicia YA!- quien, a su turno, requirió que se haga lugar a la
medida cautelar referida a la jubilación solicitada por la
fiscalía y que se encomiende la situación de los hijos para que
ocupen en lugar de sus padres, pero sin impetrar que ésta se
hiciera extensiva también a los trabajadores de empresas que
pertenecen al grupo económico Techint (cfr. fs. 5913 vta. de los
autos principales).
En ese marco, al no haber sido solicitada la mentada
ampliación de la medida cautelar referida por ninguna de las
querellas al momento de alegar, se advierte que no correspondía al
a quo pronunciarse sobre aquello que nunca le había sido
requerido, pudiendo las partes, en todo caso, acudir por la vía
jurisdiccional pertinente. Ello impone descartar los planteos
esgrimidos en tal sentido.
29°) Que, en razón de lo expuesto, corresponde: 1°)
Rechazar los recursos de casación interpuestos por las defensas de
Juan Carlos Herzberg, Luis Rocca, Jorge Alberto Errecaborde,
Carlos José Ramón Schaller y Roberto Eduardo Fernando Guitián, sin
costas (arts. 456, 470, 471 a contrario sensu, 530 y ccdtes. del
CPPN); con excepción de lo propuesto en el considerando 19° del
presente sufragio respecto de Guitián y Schaller (puntos
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fundamentación de ambos agravios, por lo que concuerdo con las
conclusiones alcanzadas en el voto precedente para su rechazo.
3º) Por otro lado, con relación a la postulada vigencia
ultraactiva de la ley Nº 23.521 y la pretendida
inconstitucionalidad de la ley Nº 25.779, cabe apuntar que, sin
perjuicio de la postura jurídica individual que se tenga sobre el
particular, las cuestiones articuladas por los recurrentes -tal
como fue señalado por los sentenciantes- ya han sido
homogéneamente resueltas por la Corte Suprema de Justicia de la
Nación desde el precedente de Fallos: 328:2056 (“Simón”).
Así, observo que del recurso en trato no emergen nuevos
argumentos plausibles de confutar o ameritar una revisión del
criterio allí establecido. En consecuencia, cabe recordar que la
Corte ha señalado reiteradamente el deber que tienen las
instancias ordinarias de conformar sus decisiones a las sentencias
de la Corte dictadas en casos similares (Fallos: 307:1094;
312:2007; 316:221; 318:2060; 319:699; 321:2294), que se sustenta
tanto en su carácter de intérprete supremo de la Constitución
Nacional y de las leyes dictadas en su consecuencia, como en
razones de celeridad y economía procesal que hacen conveniente
evitar todo dispendio de actividad jurisdiccional (Fallos: 25:364;
212:51 y 160; 256:208; 303:1769; 311:1644 y 2004; 318:2103;
320:1660; 321:3201 y sus citas; y mi voto en la causa FRO
88000208/2011/TO1/4/CFC4, caratulada: “Brusa, Víctor Hermes y
otros s/ recurso de casación”, rta. el 24/6/19, reg. N° 1275/19,
entre otros).
4º) Por otra parte, coincido también con la solución
propuesta por el magistrado preopinante en torno a la anulación de
las ampliaciones de las acusaciones durante el debate, por hechos
que no se encontraban incluidos en los requerimientos de elevación
a juicio y que fueron incorporados por los acusadores privados en
aquella audiencia y en la sentencia definitiva, en palmaria
vulneración del principio de congruencia, corolario del derecho de
defensa. Tan notoria violación de garantías fundamentales, que
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permiten afirmar que existió en aquella una mutación concreta en
la justipreciación de los hechos y circunstancias que fueran
objeto de juicio.
En ese orden, debe recordarse que la Corte Suprema en las
causas “Tarifeño” (T.XXII, 28/12/89) y en “Mostaccio J, G”
(17/01/04 C. M. 528 XXXV) –entre otras- señaló que las formas
sustanciales del juicio requieren de acusación, defensa, prueba y
sentencia. Encontrándose ausente, en el caso, el primer acto de
manera válida y legítima, cabe concluir que el proceso no se
ajustó a nuestros mandatos constitucionales de debido proceso
(art. 18 CN).
En ese marco, ya desde una perspectiva convencional ha de
ponderarse que la CorteIDH tiene dicho en relación al art. 8.2.b
de la CADH que “toda persona sujeta a un juicio de cualquier
naturaleza ante un órgano del Estado deberá contar con la garantía
de que dicho órgano […] actúe en los términos del procedimiento
legalmente previsto para el conocimiento y la resolución del caso
que se le somete” (Caso del Tribunal Constitucional. Fondo,
Reparaciones y Costas, supra nota 35, párr. 77; Caso La Cantuta,
supra nota 42, párr. 140, y Caso Almonacid Arellano y otros, supra
nota 37, párr. 130, entre otros).
Ese sistema de garantías condiciona el ejercicio del ius
puniendi del Estado, que debe asegurar que el inculpado o imputado
no sea sometido a decisiones arbitrarias, pues han de observarse
“las debidas garantías” que aseguren, según el procedimiento de
que se trate, el derecho al debido proceso (Caso Ruano Torres y
otros Vs. El Salvador. Fondo, Reparaciones y Costas. Sentencia de
5 de octubre de 2015. Serie C No. 303).
Precisamente, el modo irregular en que ha actuado el
Tribunal Oral en esta cuestión y que derivará en aspectos de la
sentencia analizada, pone en evidencia la lesión a las garantías
del debido proceso que, entre otras, supone un encadenamiento de
actos e incidencias (Corte IDH. Caso Castillo Petruzzi y otros Vs.
Perú. Fondo, Reparaciones y Costas. Sentencia de 30 de mayo de
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Este reenvío viene marcado por exigencias convencionales,
a pesar de las implicancias que tiene en un correcto progreso del
procedimiento penal (Corte IDH. Caso Cantoral Huamaní y García
Santa Cruz Vs. Perú. Excepción Preliminar, Fondo, Reparaciones y
Costas. Sentencia de 10 de julio de 2007. Serie C No. 16).
En este sentido también ha expresado la Corte Suprema que
“existe un doble orden de razones convencionales y
constitucionales por las que el Estado argentino tiene el
imperativo impostergable de investigar y sancionar las gravísimas
violaciones masivas a los derechos humanos cometidas durante la
última dictadura militar que configuran delitos de lesa humanidad
y que, a tal efecto, no solo no se pueden oponer normas internas
que obstaculicen el enjuiciamiento y eventual castigo de los
responsables sino que además está vedada la adopción de cualquier
otro tipo de medidas que disuelvan la posibilidad de reproche
(Fallos: 328:2056; 330:3248; 341:1207; 1988; entre otros)”.
En virtud de lo anterior, y sin perjuicio de dejar a
salvo mi criterio respecto de la cuestión, cabe adoptar la misma
conclusión respecto de las absoluciones que se dispusieron
respecto de los hechos que tuvieron por víctimas a Juan Alejandro
Aguirre y Miguel Reinaldo Aguirre, y Luis Eduardo Bloga, lo que
redunda, necesariamente, en la anulación de las absoluciones de
Schaller y Rocca respecto de los mismos, más allá de la
pertinencia que los argumentos del Tribunal pudieron tener
respecto de la cuestión de fondo.
5°) Los agravios de las defensas relacionados con el tipo
penal de desaparición forzada de personas y la calificación de los
hechos como genocidio requieren de un análisis específico,
disciplinado por el principio de legalidad y de aquellos criterios
que constituyen la regla de tipicidad.
Así, en lo que respecta a la figura de desaparición
forzada de personas, he de compartir la opinión volcada sobre el
particular en el voto que lidera el acuerdo.
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libertad, aunque resulte congruente en relación con la afectación
del bien jurídico libertad de las personas.
En los casos bajo estudio, la sentencia ha demostrado
suficientemente tanto la privación ilegítima de la libertad de las
víctimas y los tormentos a los que fueron sometidas, como que
quienes los perpetuaron revestían en ese momento el carácter de
funcionarios públicos, agravando así los sucesos.
Asimismo, tampoco se encuentra controvertida la
circunstancia de que las víctimas en modo alguno hayan recuperado
su libertad, se conozca su paradero o, más aún, que su situación
haya sido debidamente puesta en conocimiento de la justicia para
una correcta investigación. Por ello, los requisitos típicos del
delito de desaparición forzada de personas se encuentran
satisfechos.
Siendo así, es dable señalar que la desaparición forzada
de personas se trata, como se adelantó, de un delito permanente
que tiene consecuencias específicas en punto a la sucesión de
leyes en el tiempo que ha de tomarse en consideración para definir
la vigencia normativa de cara a los sucesos. Ello, conforme se ha
sostenido en el precedente “RIVAS, Osvaldo Arturo y otros
s/recurso de casación”, causa n° 9569, Reg. N°15.083, rta.
8/9/2009, de esta Sala, mutatis mutandi, asumible en estas
circunstancias.
La renovación dolosa que implica la comisión permanente
de la conducta delictiva, inveterada en la inconmovible
circunstancia de la ausencia de información respecto del paradero
de las víctimas, implica una comisión del injusto de manera
constante y sin solución de continuidad que habilita la aplicación
del tipo penal que configura el delito en trato, incluido en
nuestro ordenamiento a través de la ley 26.679, promulgada el 5 de
mayo de 2011, establecido en el enunciado del art. 142 ter del CP.
No es en esta clase de delitos la simple perduración del
resultado lo que los califica como permanentes, sino la
permanencia de una acción del agente que perdura en el tiempo aún
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Preliminar, Fondo, Reparaciones y Costas. Sentencia de 4 de
septiembre de 2012, párr. 112).
Entonces, sin perjuicio de atender el significativo
cambio contextual que implicó la re instalación de la democracia
en el estado argentino; no resulta posible afirmar que tal
circunstancia de quiebre, respecto al contexto comisivo, implicó
la restauración de la situación de aquellos que resultaron
víctimas de desaparición y, mucho menos, el sometimiento de sus
circunstancias concretas en las manos de la justicia.
Por lo expuesto, he de rechazar los agravios de las
defensas y confirmar la calificación de las conductas típicas como
delitos de desaparición forzada de personas.
6°) A) Ahora bien, respecto de la calificación de los
hechos como genocidio, título de imputación que fuera escogido en
el fallo -por la mayoría del tribunal y apartándose de la
imputación del Fiscal de juicio-, he de disentir con lo propuesto
en el voto que lidera el acuerdo en punto a la operatividad de tal
calificación respecto de los hechos comprobados.
Al respecto, del análisis de los argumentos de los jueces
que formaron esa mayoría, observo una notoria confusión y, a la
postre, arbitrariedad en orden a esa decisión. Es que resulta
necesario, en estas cuestiones, distinguir entre distintos planos
que, si bien tienen en común la finalidad de mostrar la gravedad
sustancial y excepcional de ciertos acontecimientos ilícitos, así
como el dolor de las víctimas y allegados, la reconstrucción de la
verdad y la justica, sin embargo, se desenvuelven por cauces
institucionales diversos.
Así, se impone diferenciar entre las adjetivaciones o
calificaciones que puedan expresarse mediante ciertos términos
dentro de la comunicación coloquial, el debate político, el
etiquetamiento sociológico, el señalamiento periodístico, o la
disputa agonal y, en lo que aquí importa, el significado normativo
del nomen iuris que la legalidad impone para calificar hechos
criminales.
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intervención judicial no solo crea inseguridad, al banalizar
aspectos propios de esa elaboración conceptual, sino que, además,
pone en crisis -como lógica consecuencia jurídica- el principio de
legalidad, las nociones del derecho internacional y convencional
y, más precisamente aún, uno de sus derivados, como es el
principio de tipicidad.
La falta de fundamento jurídico eficaz en el análisis de
los jueces que formaron la mayoría, y que se resalta aún con mayor
nitidez en confronte con el voto de la minoría y los razonamientos
de la acusación fiscal, hacen procedente los agravios de la
defensa sobre el punto.
En efecto, la Convención para la Prevención y Sanción del
Delito de Genocidio ha explicitado, en su artículo II, que ese
concepto se atribuye a ciertos crímenes perpetrados con la
“intención de destruir total o parcialmente a un grupo nacional,
étnico, racial o religioso como tal”. Entre esos delitos se
señalan la matanza de miembros del grupo; las lesiones graves a la
integridad física o mental de los miembros del grupo; el
sometimiento intencional del grupo a condiciones de existencia que
hayan de acarrear su destrucción física, total o parcial; medidas
destinadas a impedir los nacimientos en el seno del grupo; y el
traslado por fuerza de niños del grupo a otro grupo.
La referencia a propuestas previas a la determinación
legal alcanzada, que ampliaban la caracterización o identidad de
los grupos hechas en el fallo –fs. 432, por ejemplo-, aunque
importante para el debate histórico del tema, es inoperante en los
términos de la Convención de Viena sobre el Derecho de los
Tratados –interpretación- para ampliar el elenco de
caracterización grupal alcanzado. Ello, precisamente, puesto que
en la decisión final se descartó el objetivo asumido por la
mayoría en el fallo impugnado.
Desde esa aproximación legal, cabe recordar que el art.
31 de la Convención de Viena impone, como regla general, que un
tratado deberá interpretarse de buena fe, conforme al sentido
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iuris –genocidio- que ha sido desatendida en el voto de la mayoría
en la sentencia aquí ponderada.
Desde esos fundamentos de legalidad tazada y hermenéutica
convencional, los jueces están llamados a respetar la
consolidación de los términos jurídicos cuando estos representan
el nomen iuris de un crimen que integra componentes específicos
que ha demandado una seria discusión y se ha consolidado en esa
línea. Tan evidente resulta esta cuestión interpretativa que, en
el propio fallo, se admite que los grupos políticos como las
motivaciones políticas “quedaron excluidas” de la definición legal
-fs. 433-.
Por lo tanto, no pueden confundirse niveles de
expresividad que se muestran claramente diversos. El uso de
títulos de imputación que resultan ajenos a la hermenéutica
normativa de los sucesos crea confusión y, en lo que aquí importa,
en la intervención de este tribunal de revisión –Casación- no
puede ser dejado de lado en el análisis crítico de la decisión,
más allá de las relativas consecuencias operativas en punto a la
sanción. No se trata solo de la degradación de la ciencia jurídico
penal, sino de la afectación de garantías explícitamente
reconocidas a nivel local e internacional.
Es como si un juez tachara de robo y de ladrones a sus
autores, para referirse al comportamiento corrupto de funcionarios
públicos que se han apropiado en su actividad administrativa de
dineros estatales. Lo que es “permitido” en el lenguaje retórico o
la comunicación agonal resultaría un despropósito en un fallo
judicial, cuando en verdad lo que se tiene, ante la prueba
colectada, es una administración fraudulenta, una dádiva, un
cohecho; títulos de atribución normativos que tienen un
significado jurídico propio, distinto, claro está, al “robo” de
los ladrones. Ello así aun cuando, en lo coloquial, ese
señalamiento, con afán ilocucionario, resulte eficaz para mostrar
un disvalor de la actuación de los funcionarios de un gobierno. Ni
la analogía, la interpretación contra legem o la metáfora son
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Prosecutor vs. Goran Jelisic”, que ya fue motivo de cita más
arriba, pero claramente impertinente si lo que busca es justificar
la tesitura de su opinión. En efecto, basta con reparar en el
considerando 69 de ese precedente para descalificar su
operatividad en lo que pretende imponer el magistrado. Allí,
expresamente, se muestra la exclusión de la caracterización
política a la que recuren los votos de la mayoría dentro del fallo
para justificar la existencia de genocidio -“…the Statute protects
victims be longing to a national, ethnical, racial or religious
group and excludes members of political groups. The preparatory
work of the Convention demonstrates that a wish was expressed to
limit the field of application of the Convention to protecting
“stable” groups objectively defined and to which individuals
belong regardless of their own desire”-.
La mención que se hace en el voto a la mutabilidad de la
noción de grupo nacional, étnico, racial o religioso, se refiere
en verdad al análisis del contenido de alguna de esas
caracterizaciones que pueden mudar según las circunstancias
históricas y sociales. Sin embargo, no se ha demostrado en los
razonamientos de la mayoría que eso resulte operativo para el caso
bajo análisis.
Justamente, la evaluación de esas mutaciones ha sido
parte de la consideración de otro fallo –del ICTR- relevante en la
materia, relacionado ahora con los crímenes en Ruanda respecto de
los Tutsi, en el precedente The Prosecutor vs. Jean-Paul Akayesu
-Case No. ICTR-96-4-T.-. La cuestión discutida, en lo que aquí
interesa, resultaba compleja en tanto los crímenes se
desarrollaron dentro de un enfrentamiento civil armado y la
especificidad grupal podía resultar debatida, pues los Tutsi no
tenían una lengua o cultura diferente a los otros habitantes de
Ruanda (considerandos 124/128 y 170). Esto mostró que, en verdad,
la identificación del grupo dependía de aspectos étnicos, conforme
lo remarcó el relevamiento de un experto en la materia, Alison
Desforges. Es precisamente en ese contexto social, cultural y
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sólo una especie o una modalidad agravada del género de los
crímenes de lesa humanidad” (Yves Ternon, El Estado criminal: los
genocidios en el siglo XX, Barcelona, Editorial Península, 1995,
pág. 44).
Es que “el genocidio desde el punto de vista normativo
es que se trata de un tipo penal que no protege, como a veces se
cree, el bien jurídico de la vida. En palabras de la gran
pensadora alemana Hannah Arendt, el genocidio constituye el crimen
de los crímenes porque pretende destruir la característica clave
de la condición humana, que es la diversidad” (Paolo D'Arcais,
Hannah Arendt, Existencia y libertad, Madrid, Editorial Tecnos,
1996, pág. 42), mientras que los crímenes de lesa humanidad
apuntan contra la humanidad en su totalidad sin distinciones y de
forma mucho más abarcativa, tal como lo definen sus propios
elementos objetivos de contexto.
De este modo, de acuerdo a los extremos expuestos, se
desestima la calificación de genocidio otorgada por el voto
mayoritario de la sentencia en crisis, a los delitos por ella
condenados, subsistiendo sobre ellos la adecuada subsunción bajo
la denominación legal de crímenes de lesa humanidad.
B) Consecuentemente, y sin perjuicio de adherir en lo
sustancial al voto preopinante respecto a la imprescriptibilidad
de los crímenes por los que fueran acusados y condenados los
encartados, he de destacar que, si bien es cierto que la categoría
de los delitos de lesa humanidad al momento de los hechos no se
encontraba positivizada como tal -conforme lo está en el presente-
según actual y constante doctrina de la Corte Suprema, a la que
cabe atenerse, sí se encontraba vigente en el derecho
internacional (ius cogens) y, en virtud del art. 118 CN, ya tenía
vigencia y resultaba vinculante para el ordenamiento argentino.
Por su parte, el Estatuto de Roma (aprobado por ley
25.390) que se encargó de sistematizar a nivel internacional los
delitos de lesa humanidad, en su art. 7 los define como
“cualquiera de los actos siguientes cuando se cometa como parte de
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Siendo así, resulta lógico y oportuno señalar que habrá
de desestimarse lo alegado por la defensa oficial en
representación de los encartados Herzberg, Schaller y Rocca
referido a que no se encuentra probado el dolo de lesa humanidad
en tanto los nombrados desconocían la existencia del plan
sistemático. De ese modo, el agravio sobre la atribución de los
injustos a los nombrados asume no sólo sus aspectos objetivos,
sino también lo que hace a su necesaria imputación subjetiva. Su
rechazo corresponde en tanto, en la sentencia recurrida, se ha
acreditado que la Fuerza de Tareas N°5 -compuesta por fuerzas de
la Armada y la Prefectura Naval- actuó con el obvio y necesario
conocimiento del plan sistemático de represión que su acreditado
accionar acarreaba, conforme se lo examine de acuerdo con máximas
de experiencia indiscutibles a partir de ese obrar conjunto y
coordinado.
Al respecto, el voto mayoritario de la sentencia en
crisis ha destacado que los hechos investigados y juzgados no
resultan “sucesos aislados, sino que se inscriben y forman parte
de un universo de criminalidad organizada estatal, respecto de la
que se han expedido diversos tribunales del país, especialmente a
partir de la Causa n° 13/84 –conocida como Juicio a las Juntas-,
así como organismos locales e internacionales que bregan por la
protección de los derechos humanos, coincidiendo en que la
dictadura cívico-militar implementada entre los años 1976-1983, ha
cometido infinidad de ilícitos que constituyen crímenes de lesa
humanidad y por tanto imprescriptibles”.
Sobre el particular, se observó que “[e]n el marco del
plan sistemático de criminalidad organizada estatal instaurado en
nuestro país por el gobierno de facto, fue la denominada Fuerza de
Tareas n° 5, que conformaba un eslabón de la estructura
operacional de la Armada Argentina, y se hallaba integrada por
miembros de esa fuerza y de la Prefectura Naval, la que llevó
adelante un intenso despliegue represivo ilegal dirigido,
principalmente, contra trabajadores.”
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Por su parte, valoró también el tribunal oral que “la
zona de Río Santiago, fue[] jurisdicción de la Fuerza de Tareas Nº
5 ―Agrupación Río Santiago y, en relación con ello, el Anexo ―D
del Placintara -referido a las jurisdicciones y acuerdos-
determinó como jurisdicción de la FUERTAR 5 los ―2.5.1
Establecimientos y otras dependencias de la Armada ubicadas en la
zona de Río Santiago, Hospital Naval Río Santiago, Batallón de
Infantería de Marina Nº 3, Astillero Naval Río Santiago,
Prefectura de La Plata, Destilería Y.P.F en Dock Central y zona
portuaria de La Plata”.
Y sobre las acciones previstas para la Fuertar 5 se dijo
que incluían “a) 3.1.2. Administración y control del personal
detenido; b) 3.2.2. Captación de la opinión pública externa; c)
3.2.3. Inteligencia sobre el oponente interno; d) 3.2.5.
Contrainfiltración; e) 3.2.6. Contrainformación; f) 3.2.7.
Contraespionaje; g) 3.2.9. Contrasubversión; h) 3.2.10. Acciones
secretas ofensivas; i) 3.3.10. Respuestas a acciones sorpresivas
del oponente subversivo; j) 3.3.11. Represión; k) 3.3.12.
Conquista y ocupación de zonas y objetivos; l) 3.3.13. Ataque
terrestre a las fuerzas regulares e irregulares del oponente
subversivo; entre otras. Se aclara en relación con las distintas
acciones que ―Partiendo de la base que las Fuerzas se encuentran
en operaciones contra la subversión, su apresto, parcial o total,
deberá ser considerado una actitud permanente”.
En los puntos señalados, acompañó el voto minoritario,
quien señaló que “la conjunta privación ilegal de la libertad de
los trabajadores de las distintas empresas de la zona y,
principalmente, la coincidencia del objeto de los interrogatorios,
es otra prueba de la vieja infiltración de la Armada en estas
empresas”.
De esta forma, no puede sostenerse válidamente que el
personal de Armada y Prefectura Naval, que prestaba funciones en
el marco histórico del año en el que se sucedieron los hechos en
la ciudad de La Plata y sus alrededores, desconociera la
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de los agentes en error sobre la antijuridicidad de la conducta”,
no puede recibir favorable acogida.
En efecto, esas manifestaciones prescinden del carácter
ostensiblemente ilegal, tanto de las órdenes dadas, como de las
conductas que en sí mismas se imputan.
En este punto, cabe resaltar que los sucesos que nos
ocupan implican la muerte de varias víctimas, desapariciones y
privaciones ilegítimas de la libertad, por su presunta filiación
política o ideológica, en el marco de un ataque generalizado y
sistemático contra la población, circunstancia que caracteriza a
las imputaciones como delitos de lesa humanidad, todo lo cual era
conocido por los condenados, tal como ya señalé en el considerando
6°.
A la vez, las conductas endilgadas a los nombrados
impiden presumir que los imputados pudieran haber perpetrado los
graves hechos que se les imputan en la falsa creencia de un
supuesto de validación normativa por vía de justificación.
En esta misma dirección, y en orden a la pertenencia a la
estructura vertical de las fuerzas armadas, cabe afirmar que ya en
el Estatuto del Tribunal de Nüremberg se estableció que la
circunstancia de que el acusado actuara obedeciendo órdenes de su
gobierno o de un superior no le exonera de responsabilidad, a
pesar de que pueda considerarse un atenuante al determinar la
condena, si el Tribunal estimare que la justicia así lo exige
(art. 8).
En ese marco, los agravios aquí introducidos no logran
conmover el fundamento brindado por el tribunal – en su voto
mayoritario- que expuso que “los imputados, (…) operaban
utilizando la infraestructura de la Armada o Prefectura como
centros de detención clandestinos y sometían a los detenidos a
condiciones inhumanas de cautiverio a la vez que los doblegaban
con todo tipo de tormentos y los aislaban completamente del mundo
exterior”.
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la consecución de fines ilícitos de grave significación social.
[y] (…) Su capacidad de decisión respecto de las conductas de
otros participes y el cabal conocimiento de las circunstancias en
las que se desempeñaban ameritan sobradamente el máximo de la
escala penal”.
Asimismo, se valoró como agravantes “la modalidad de los
hechos aquí juzgados para ponderar la intensidad del injusto, el
grado de reiteración delictiva, la pluralidad de bienes jurídicos
lesionados y la gran cantidad de casos en los que se los halló
responsables por los hechos ocurridos en la región La Plata,
Berisso y Ensenada”.
Así, no se advierte un supuesto de arbitrariedad en la
dosimetría punitiva (Fallos: 315:1658; 320:1463), ya que la
denuncia sobre una falta de fundamentación de la sentencia no
puede consistir en una mera discrepancia con la sanción impuesta,
por cuanto -como bien se conoce- el desacuerdo no es sinónimo de
arbitrariedad (Fallos: 302:284; 304:415).
Desde esta perspectiva, el equilibrio que debe existir
entre las consecuencias reales de la pena impuesta y la magnitud
del injusto se evidencia en el caso sub examine pues, los delitos
aquí juzgados, su naturaleza y gravedad, y el contexto en que se
sucedieron -que fue destacado por el tribunal en los extractos de
su pronunciamiento-, tratándose de graves violaciones a los
derechos humanos, imprime racionalidad a la decisión del tribunal
respecto a la pena impuesta a los imputados.
En este sentido, y como se dijo, puede colegirse que la
sanción prevista se ajusta a las pautas establecidas en los
artículos 40 y 41 del CP, al no advertirse ni demostrarse un
supuesto de arbitrariedad que afecte la decisión adoptada,
corresponde en esta instancia desestimar los planteos al respecto
(Fallos: 293:294; 299:226; 300:92, entre otros). En suma,
corresponde rechazar los agravios esbozados por la defensa oficial
en este punto.
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aquí condenados, impiden observar atenuante alguna al momento de
la mensuración aquí efectuada”.
Siendo de ese modo, cabe señalar que respecto a este
monto de pena se ha dicho que “no es inconstitucional en sí, dado
que no es perpetua en sentido estricto, sino relativamente
indeterminada, pero determinable” en el marco del régimen de
progresividad en la ejecución de la pena; y “[t]ampoco es
inconstitucional como pena fija, siempre que en el caso concreto
no viole la regla de irracionalidad mínima, pues guarda cierta
relación de proporcionalidad con la magnitud del injusto y de la
culpabilidad” (Zaffaroni, E. Raúl, et. al., “Derecho Penal. Parte
General”, Ediar, Bs. As., 2000, p. 465).
Por tanto, no se advierte un supuesto de arbitrariedad en
la cuantificación punitiva (Fallos: 315:1658; 320:1463), ya que la
denuncia sobre una falta de fundamentación de la sentencia no
puede consistir en una mera discrepancia con el monto de la
sanción impuesta dentro de la escala penal aplicable, por cuanto
-como bien se conoce y ya he dicho- el desacuerdo no es sinónimo
de arbitrariedad (Fallos: 302:284; 304:415 y esta sala in re
“Sibilla, Alberto J. s/recurso de casación”, en causa nº 8568,
rta. el 13/12/2011, reg. nº 19554).
Cabe también realizar una aclaración respecto a aquellas
consideraciones relativas a la inconstitucionalidad de la pena
perpetua en razón de la edad de los condenados. En este sentido,
se advierte que el cuestionamiento resulta insustancial, pues no
encuentra apoyo en el ordenamiento jurídico actual en el cual el
sistema de ejecución de la pena previsto en la ley 24.660 (BO
16/07/96) se desarrolla a partir de un régimen de progresividad
que permite, a los condenados, recuperar su libertad anticipada a
partir de diversos institutos.
A todo evento, basta recordar la jurisprudencia de la
Corte Suprema de Justicia de la Nación sobre el particular para
rechazar la inconstitucionalidad (cfr. mutatis mutandis, Fallos:
328:4343, “Maldonado”). Por lo demás, en la etapa de ejecución, la
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configurado a través del descuento forzoso a la retribución del
condenado durante la etapa laboral -previa al delito y sin
relación con este-. La remisión a quienes tienen derecho a pensión
no salva la cuestión, en tanto quita injustificadamente el derecho
reconocido legalmente en cabeza del titular.
Es en función de ello que, debido a que la jubilación,
pensión o retiro no tienen -en estos casos- naturaleza graciable,
sino que es consecuencia de lo trabajado previamente por los
condenados sin relación concreta con los delitos, debe atenderse a
los argumentos de la defensa en este punto y disponer que no
resulta aplicable a los casos el art. 19 inc. 4 CP.
En este aspecto, se advierte que a Jorge Alberto
Errecaborde y Roberto Eduardo Guitián también se les impuso la
pena prevista en el art. 12 CP y, con ello, la norma contemplada
en el art. 19 inc. 4 del mismo cuerpo legal. De esta forma y por
cuanto la no aplicabilidad del art. 19 inc. 4 no se basa en
motivos exclusivamente personales, sino en función del tipo de
cumplimiento de pena, corresponderá su aplicación extensiva a los
nombrados (art. 441 CPPN).
9°) En lo atinente al recurso deducido por la querella
unificada vinculado a las absoluciones -por mayoría- de Carlos
Ramón Schaller, respecto de los casos de Luis Córdoba, Juan
Alejandro Aguirre y Miguel Reinaldo Aguirre, y de Luis Rocca, por
el caso de Luis Eduardo Bloga, cabe estar a lo expuesto en torno a
la invalidez de la ampliación de la acusación analizada en el
considerando 4° de este voto –que incluye a los casos aquí
debatidos- y, en consecuencia, hacer lugar parcialmente el recurso
de casación interpuesto por esa parte.
Finalmente, habré de compartir las consideraciones
efectuadas por el magistrado que inicia el acuerdo en cuanto a
que, al no haber sido solicitada la ampliación de la medida
cautelar reparatoria por ninguna de las querellas en la
oportunidad prevista por el art. 393 del CPPN, no correspondía al
tribunal oral pronunciarse sobre aquello que nunca fue pedido y,
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El señor juez doctor Carlos A. Mahiques dijo:
I. En el mismo orden en que han sido respondidos los
agravios de las partes en el voto precedente, solo formularé
algunas puntualizaciones acerca de los tópicos más relevantes, ya
que, en lo demás, habré de adherir, en lo sustancial, a los
fundamentos jurídicos y a la conclusión propuesta por el colega
Guillermo J. Yacobucci.
II. Comparto con el anterior ponente la respuesta a los
agravios traídos por las defensas y referidas a las ampliaciones
de las acusaciones durante el debate respecto de hechos que no
estaban incluidos en los originarios requerimientos de elevación a
juicio, y que fueron incorporados por los acusadores privados en
el marco de la audiencia de debate e incluso en la sentencia
definitiva.
Sobre el punto he de insistir en que tal ampliación de la
plataforma fáctica derivó en una afectación a la garantía procesal
de congruencia como necesaria consecuencia del derecho a defensa
en juicio (art. 18 CN).
Acerca del mencionado principio de congruencia, cabe
recordar lo afirmado por la Corte Suprema de Justicia de la
Nación: “[…] en orden a la justicia represiva, es deber de los
magistrados, cualesquiera que fuesen las peticiones de la
acusación y la defensa o las calificaciones que ellas mismas hayan
formulado con carácter provisional, precisar las figuras
delictivas que juzgan, con plena libertad y exclusiva
subordinación a la ley, […] deber que encuentra su límite en el
ajuste del pronunciamiento a los hechos que constituyeron la
materia del juicio […]” (Fallos, 316:2713); doctrina de la que
cabe recoger que el principio al que alude –el de congruencia– se
verá conculcado siempre que no exista identidad entre el hecho
imputado en la indagatoria, el incluido en el auto de
procesamiento, el que fue materia de acusación y el que la
sentencia tuvo por recreado (cfr. CNCCC, Sosa, Miguel Ángel y otro
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Juan Alejandro Aguirre y Miguel Reinaldo Aguirre, y Luis Eduardo
Bloga, disponer el reenvío de los obrados a origen para su
adecuada investigación, lo cual, necesariamente, habrá de conducir
a la nulidad de las absoluciones de Schaller y Rocca respecto de
estos hechos.
En punto a la pena impuesta a Carlos José Ramón Schaller
y Roberto Eduardo Guitián, dejando a salvo mi criterio en cuanto a
la necesidad de cumplir en esta instancia con las previsiones de
los artículos 40 y 41 del Código Penal a los fines de la
mensuración punitiva (cfr. causa FTU 10746/2016/TO1/CFC1, Toloza,
Jorge Fernando y otros s/ recurso de casación rta. el 7/10/20,
reg. N° 1585/20 y sus citas) y al sólo efecto de conformar la
mayoría necesaria, adhiero al colega preopinante. Es decir,
corresponde reenviar las actuaciones al a quo para que se dicte
una nueva sanción penal respecto de Schaller, de conformidad con
la solución aquí propuesta, y mantener la pena impuesta a Guitián
en el sub lite –prisión perpetua-, pues en las particulares
circunstancias del caso aun ante el cambio de calificación
referenciado, aquéllas no se verían alteradas por las condenas por
los otros hechos que se confirman en este pronunciamiento.
III. Coincido con lo expuesto por el segundo votante, en
línea con lo sostenido también por el juez Slokar, en cuanto a la
aplicabilidad de la figura de Desaparición Forzada de Personas.
Nuestra Corte Suprema en el fallo “Simón” se pronunció en
el sentido de que la desaparición forzada de personas es un crimen
contra la humanidad, por lo que, concluyó que su regulación es
imperativa de Derecho Internacional general o norma de ius cogens
“; [...]la negativa de los apelantes a considerar el delito de
desaparición forzada de personas como un delito de lesa humanidad
[...] resulta inadmisible a la luz de principios del ius cogens
que imponen su represión por los órganos estatales y que permiten
tipificar a ese delito como autónomo en el actual estado de avance
de la ciencia jurídica [...]" (cfr. Consid. 95 del voto del juez
Maqueda, sentencia del 14 de junio de 2005, causa número 17.768).
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establezca la suerte o paradero de las víctimas y hasta que su
identidad sea determinada, el Estado debe “abstenerse de recurrir
a figuras como la amnistía” o cualquier eximente similar de
responsabilidad. (Cfr. Corte IDH. Caso Rochac Hernández y otros
Vs. El Salvador. Fondo, Reparaciones y Costas. Sentencia de 14 de
octubre de 2014. Serie C No. 285. 158, y Hermanas Serrano Cruz Vs.
El Salvador y Contreras y otros Vs. El Salvador).
La jurisprudencia constante de ese Tribunal regional ha
establecido “que los actos de carácter continuo o permanente se
extienden durante todo el tiempo en el cual el hecho continúa,
manteniéndose su falta de conformidad con la obligación
internacional (…) la Corte recuerda que el carácter continuo o
permanente de la desaparición forzada de personas ha sido
reconocido de manera reiterada por el Derecho Internacional de los
Derechos Humanos, en el cual el acto de desaparición y su
ejecución inician con la privación de la libertad de la persona y
la subsiguiente falta de información sobre su destino, y permanece
hasta tanto no se conozca el paradero de la persona desaparecida y
los hechos no hayan sido esclarecidos (…) La caracterización
pluriofensiva, en cuanto a los derechos afectados, y continuada o
permanente de la desaparición forzada, se desprende de la
jurisprudencia de es[e] Tribunal de manera constante desde su
primer caso contencioso hace más de veinte años, incluso, con
anterioridad a la definición contenida en la Convención
Interamericana sobre Desaparición Forzada de Personas”(Corte IDH,
caso Gomes Lund y otros, Guerrilha do Araguaia vs. Brasil.
Excepciones Preliminares, Fondo, Reparación y Costas, Sentencia de
24 de noviembre de 2010. Serie C No. 219).
En ese mismo sentido pueden confrontarse los fallos de la
citada Corte regional, González Medina y Familiares vs. República
Dominicana. Excepciones Preliminares, Fondo, Reparaciones y
Costas. Sentencia de 27 de febrero de 2012, párr. 50; Masacres de
Río Negro Vs. Guatemala. Excepción Preliminar, Fondo, Reparaciones
y Costas. Sentencia de 4 de septiembre de 2012, párr. 112, y Blake
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“Krstić Appeal Judgement”, para. 20; Corte Internacional de
Justicia, Application of the Convention on the Prevention and
Punishment of the Crime of Genocide, Bosnia and Herzegovina v.
Serbia, par. 295).
Esto significa que mientras la característica de “delito
internacional” de los crímenes de lesa humanidad, de guerra o de
agresión está dada por el elemento político o internacional que se
encuentra en el “actus reus”, es decir, en el tipo objetivo del
delito, en el caso del Genocidio, ese elemento internacional está
dado por la referida ultraintencionalidad (Mens rea). En otros
términos, que el mencionado elemento, que connota en especial a
esta infracción, se desplaza de la parte objetiva a la subjetiva,
justamente a través de la mentada “ultra-intencionalidad”.
No va dicho con ello que las víctimas del terrorismo de
Estado pertenecían a un "grupo nacional” en el sentido del
Estatuto de Roma. Pero justamente, lo que motivó el plan
sistemático de desaparición y tortura no fue la nacionalidad de
las víctimas, sino su “oposición al plan implementado”. Así, el
ataque perpetrado desde el aparato estatal contra la población
civil que acarreó la “destrucción parcial” de ese “grupo
nacional”, no estuvo dirigido contra dicha población por su
pertenencia a un grupo nacional, es decir, por ser argentinos,
sino por su ideología a pertenencia política, circunstancia que es
incluso reconocida por los acusadores privados.
En esta línea, y precisamente por no tratarse de hechos
aislados, sino planificados y ejecutados en el marco, y “como
parte de un ataque generalizado o sistemático”, es que dichos
ataques deben recibir la denominación de crímenes de “Lesa
Humanidad”, y ser, bajo esta calificación, juzgados y sancionados
por los tribunales competentes. Si se tratara de hechos aislados,
faltaría el elemento internacional característico de los “Core
Crimes”, y se estaría en el nivel de los delitos comunes. Resulta,
entonces, que es ese ataque “enmarcado en un plan mayor”, es lo
que le confiere el carácter de delito de Lesa umanidad (cfr. CFCP,
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Por esa misma razón, la conminación de la pena estará
determinada por la gravedad del crimen cometido y no en razón del
nomen iuris del tipo penal reprochado (cfr. CFCP, Sala I, causa nº
FBB 93001103/2011/TO1/69/CFC21, Fracassi, Eduardo René y otros
s/recurso de casación”, reg. 2504/19, rta. 27/12/2019).
V. Finalmente, con relación a la crítica ensayada por la
defensa respecto de la constitucionalidad del art. 19 inc. 4 del
CP, adhiero en lo sustancial al voto del juez Slokar, en línea con
lo resuelto por la Corte Suprema de Justicia de la Nación en
“Menéndez” (cfr. Fallos: 344:391, del 23/03/21).
Por todo ello, en mérito del acuerdo que antecede, el
tribunal RESUELVE:
I.- Por unanimidad, RECHAZAR los recursos de casación
interpuestos por la defensa particular de Jorge Alberto
Errecaborde y Roberto Eduardo Fernando Guitián y por la defensa
oficial de Juan Carlos Herzberg, Luis Rocca, Carlos José Ramón
Schaller, sin costas (arts. 456, 470 y 471 a contrario sensu, 530
y ccdts. del CPPN); con excepción de lo aquí propuesto respecto de
la ampliación de la acusación -punto dispositivo “PRIMERO: 10)”-,
y en consecuencia, ANULAR la pena impuesta a Carlos José Ramón
Schaller y REENVIAR las actuaciones al a quo para que se dicte una
nueva sanción penal, de conformidad con lo ut supra expuesto
(Punto dispositivo “SEGUNDO: 6º”).
II.- Por unanimidad, HACER LUGAR parcialmente al recurso
de casación deducido por la querella unificada representada por
los doctores María Luz Santos Morón, Nicolás Tassara y Pía
Garralda y, en consecuencia, ANULAR los puntos dispositivos
“SEGUNDO: 9 y 10” en cuanto disponen las absoluciones de Luis
Rocca y Carlos José Ramón Schaller, respectivamente, y REENVIAR
las actuaciones al a quo para que disponga lo pertinente a fin de
que se investiguen –por la vía correspondiente- los casos que
damnificaron a Reina Ramona Leguizamón, Marta Isabel Cáneva, Ángel
Oscar Revoledo, Jorge Alberto Arri, Jorge Estanislao Bogusa,
Manuel Carrete, Ana María Nievas, Rosa Francisca Nievas, José Luis
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#27864386#334621561#20220711145027089
Sala II
Causa Nº FLP 17/2012/TO1/29/CFC12
“VAÑEK, Antonio y otros s/ recurso
de casación”
Cámara Federal de Casación Penal
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