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TRIBUNAL: CAMARA FEDERAL DE CASACION PENAL - SALA 4,
SITO EN
76000019/2011 S N N
N° ORDEN EXPTE. N° ZONA FUERO JUZGADO SECRET. COPIAS PERSONAL OBSERV.
1
Rolando Álvarez García (Arts. 2, 12, 19, 29 inc. 3,
40, 41, 45, 54, 55, 80 incs. 2° y 6°; 144 bis inc. 1°
y último párrafo -texto según ley 14.616- en función
del art. 142 inc. 1° -texto según ley 20.642- y 151,
del Código Penal y arts. 530, 531 y concordantes del
Código Procesal Penal de la Nación). Manteniendo la
modalidad de cumplimiento de la prisión preventiva
vigente en autos y ordenando su traslado a una Unidad
Penitenciaria Federal de la Provincia de Buenos
Aires.; […] V) CONDENAR a JOSÉ EDUARDO BULGHERONI, de
las condiciones personales que constan en autos, a la
pena de PRISIÓN PERPETUA e INHABILITACIÓN ABSOLUTA y
PERPETUA, ACCESORIAS LEGALES y COSTAS, por ser
PARTÍCIPE NECESARIO del delito de privación ilegal de
la libertad agravada por el empleo de violencia y por
su permanencia superior a un mes – 7 hechos en causa
Galean, en perjuicio de: Santiago José Abán; José
Nemecio Flores; Remigio Ángel Guerra; Pablo Roberto
Lacsi, Rosa Santos Mamaní; Pedro Pablo Ramos y
Santiago Ramos y 3 hechos en causa Aragón, en
perjuicio de: Patricio Vidal Lazarte; Dante Robinson
Torres y Narciso Santiesteban- y por ser COAUTOR de
los delitos de tormentos agravados por tratarse de un
perseguido político y homicidio agravado por alevosía
y por el concurso premeditado de dos o más personas en
perjuicio de Rosa Santos Mamaní; todo en concurso real
(Arts. 2, 12, 19, 29 inc. 3; 45, 55, 80 incs. 2° y 6°,
144 bis inc. 1° y último párrafo- texto según ley
14.616- en función del artículo 142 incs. 1º y 5º-
texto según ley 20.642-, art. 144 ter, primer y
segundo párrafo –texto según ley 14.616- del Código
Penal; Arts. 530, 531 y concordantes del CPPN),
manteniendo la modalidad de cumplimiento de la prisión
preventiva vigente en autos y ordenando el traslado
del causante a la Unidad 7 del Servicio Penitenciario
Federal (Resistencia-Chaco).1” (fs. 5582/5584 vta.).
II. Que dicha resolución fue recurrida por
las defensas de José Eduardo Bulgheroni (cfr. fs.
6460/6518) y Rafael Mariano Braga (cfr. fs.
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2. Inconstitucionalidad de la ley 25.779
El recurrente postuló la inconstitucionalidad
de la ley 25.779 por medio de la cual se declaró
insanablemente nulas las leyes de obediencia debida y
punto final (Leyes 23.492 y 23.521). Para dar
fundamento a su posición, el impugnante sostuvo que al
nulificar las leyes de obediencia debida y punto
final, el poder legislativo invadió la esfera de otro
poder del Estado (Poder Judicial) ignorando que por
medio a dichas leyes se han producido efectos
jurídicos en casos como el traído a revisión, los
cuales no pueden variar ni alterarse.
3. Nulidad del acta de debate
La defensa sostuvo que el acta de debate que
se confeccionó en la presente causa, no refleja
realmente lo sucedido durante las audiencias de
debate. Por ello, consideró que dicha acta resulta
nula, así como también la deliberación que efectuaron
los miembros del Tribunal Oral Federal de Jujuy. En
este sentido, el recurrente aclaró que el acta de
debate se puso a disposición de las partes al momento
de darse a conocer la sentencia, siéndole entregada a
las partes un CD que contenía copia del acta, el cual
no refleja la totalidad de los hechos sucedidos en las
diversas audiencia celebradas durante el juicio.
El vicio alegado, según lo entiende la
recurrente, afectó el derecho de defensa en juicio. En
su razón, la defensa postuló la nulidad absoluta del
acta de debate y de todo lo actuado en consecuencia.
4. Nulidad de la sentencia
La defensa alegó la nulidad de la sentencia
por arbitrariedad. En esta dirección, el recurrente
consideró que en dicha pieza procesal no se analizó de
manera circunstanciada las constancias de la causa,
relatándose de manera parcial y contradictoria los
dichos de algunos testigos a los que se les adjudica
un valor supremo. Agregó que se puso en boca de
testigos dichos que éstos no han expuesto o se
interpretaron sus declaraciones en contra del imputado
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recurrente, no sólo por el grado de participación en
los hechos que se tuvo por acreditado en la sentencia,
sino por la desproporcionalidad que se verifica en
autos entre la pena impuesta a su defendido con la que
se le impuso a los Comandantes en el juicio llevado a
cabo por la Cámara Nacional en lo Criminal y
Correccional Federal de la Capital Federal en el marco
de la causa 13/84.
Además, la defensa sostuvo que la imposición
de una pena perpetua a su defendido constituye una
penal cruel e inhumana en razón del rango etario de
José Eduardo Bulgheroni (nació el 26 de junio de
1951). Alegó, en consecuencia, que la pena de prisión
perpetua resulta inconstitucional.
Hizo reserva de caso federal.
B. Recurso de casación interpuesto por la
defensa de Rafael Mariano Braga
La defensa encausó su recurso en base a lo
preceptuado en ambos incisos del art. 456 C.P.P.N. y
se agravió al postular:
1. Prescripción de la acción penal
La defensa objetó la calificación de delitos
de lesa humanidad, pues estimó que no constituía una
norma penal positiva al momento de los hechos. Sostuvo
que tal definición constituye un encuadre jurídico
basado en una norma dictada con posterioridad y
aplicada retroactivamente pese a ser más gravosa para
el justiciable. De este modo, afirmó que la sentencia
impugnada viola el principio de legalidad e
irretroactividad de la ley penal más gravosa (art. 18
de la C.N.).
2. Inconstitucionalidad de la ley 25.779
El recurrente postuló la inconstitucionalidad
de la ley 25.779 por medio de la cual se declaró
insanablemente nulas las leyes de obediencia debida y
punto final (Leyes 23.492 y 23.521). Para dar
fundamento a su posición, la defensa sostuvo que al
nulificar las leyes de obediencia debida y punto
final, el poder legislativo invadió la esfera de otro
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juicio
En su recurso, la defensa recordó que durante
el juicio adhirió a la impugnación que efectuó la
Defensa Oficial que asistió a Antonio Orlando Vargas
en cuanto cuestionó la imparcialidad y objetividad del
Dr. Pablo Pelazzo como fiscal ad hoc por haberse
desempeñado en la causa “Arédez” como abogado
representante de la querella. Además, impugnó el
alegato final que efectuó el Ministerio Público Fiscal
por haber tomado la palabra el Fiscal General Jorge
Auat.
En este último sentido, el recurrente sostuvo
que al no haber participado de la totalidad de las
audiencias celebradas durante el debate, dicho Fiscal
no se encontraba habilitado para efectuar el alegato
en función del principio de inmediatez, el cual
requiere la presencia ininterrumpida al juicio de
todos los sujetos procesales.
6. Arbitrariedad de la sentencia
El recurrente alegó que la sentencia carece
de suficiente fundamentación para reconocerla como un
acto jurisdiccional válido. En su impugnación, la
defensa sostuvo que en la sentencia no se explicó en
qué tipos penales se subsume la conducta de su
defendido. Agregó que no se comprobó en el juicio ni
se explicó en la sentencia cuál fue la conducta
disvaliosa que llevó a cabo Rafael Mariano Braga para
arribar a un pronunciamiento condenatorio.
La defensa agregó que dicha circunstancia
comportó la violación al principio de inocencia que
opera como garantía constitucional a favor del
imputado.
Para dar sustento a su posición, el
recurrente relevó las consideraciones efectuadas por
los jueces de la instancia anterior para tener por
acreditado el hecho y la responsabilidad penal de
Rafael Mariano Braga (caso Julio Rolando Álvarez
García) y objetó la prueba y el juicio de valor que se
efectuó en la sentencia. En mérito a la brevedad
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fue reconocido por las personas que presenciaron el
hecho (familiares y amigos de la víctima) para lo cual
descalificó la declaración de Inés Irene Peña.
Hizo reserva del caso federal
IV. Que en la oportunidad prevista en el art.
465, cuarto párrafo, y 466 del código de rito, las
partes efectuaron presentaciones:
1. A fs. 6842/6906 se presentó la defensa de
Rafael Mariano Braga, oportunidad en la que presentó
copia del recurso de casación (cfr. fs. 6842/6899) y
amplió los fundamentos del recurso (cfr. fs.
6900/6906). En esta ocasión, remarcó su posición en
cuanto a que advierte una total falta de imparcialidad
y objetividad por parte de los sentenciantes, en tanto
considera que ponderaron exageradamente pruebas de
cargo que no son tales y minimizaron las pruebas de
descargo. En este sentido, relevó elementos de prueba
y los valoró para dar sustento a su posición.
2. A fs. 6907 se presentó la defensa de José
Eduardo Bulgheroni y denunció como hecho nuevo la
resolución dictada por la Cámara Federal de
Apelaciones de Salta del 22 de octubre de 2013, en la
causa 012/13. En dicho precedente jurisdiccional se
sostuvo que la resolución PGN 67/12 del 4 de julio de
2012 no observó el procedimiento previsto por los
arts. 5 y 6 de la ley 24.946 ni el establecido en el
art. 11 de dicha legislación. De allí, el recurrente
considera que el citado precedente judicial reafirma
su posición en cuanto a que es nula la intervención en
la presente causa del Dr. Pablo Miguel Pelazzo en
carácter de fiscal ad hoc. Por lo demás, la defensa
aportó copias del recurso de casación oportunamente
presentado en autos (cfr. fs. 6908/6966).
3. A fs. 6990/7016 se presentó el Fiscal
General ante esta Cámara de Federal de Casación Penal,
Dr. Ricardo Gustavo Wechsler, quien solicitó, con
fundamentos, que se rechacen los recursos de casación
interpuestos por las defensas.
V. Celebrada la audiencia prevista en los
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casación” (reg. 1928/13, rta. 7/10/2013), Nº 14.116
“Bettolli, José Tadeo Luis y otros s/ recurso de
casación” (reg. 1649/13, rta. 10/9/2013), Nº 15.710
“Tommasi, Julio Alberto y otros s/ recurso de
casación” (reg. 1567/13, rta. 29/8/2013), Nº 13.546
“Garbi, Miguel Tomás y otros s/ recurso de casación”
(reg. Nº 520/13, rta. 22/4/2013); Nº 15425, “Muiña,
Luis, Bignone, Reynaldo Benito Antonio, Mariani,
Hipólito Rafael s/recurso de casación” (Reg. Nº
2266/12, rta. el 28/11/2012); Nº 15.314 “Migno Pipaon,
Dardo y otros s/ recurso de casación” (reg. 2042/12,
rta. 31/10/2012); Nº 12161 “Cejas, César Armando y
otros s/recurso de casación” (reg. Nº 1946/12, rta. el
22/10/2012); Nº 13.667 “Greppi, Néstor Omar y otros s/
recurso de casación” (reg. Nº 1404/12, rta.
23/8/2012); Nº 12.038 “Olivera Rovere, Jorge Carlos y
otros s/recurso de casación” (reg. Nº 939/12, rta. el
13/6/2012); Nº 14075 “Arrillaga, Alfredo Manuel y
otros s/rec. de casación” (reg. Nº 743/12, rta. el
14/5/2012); N° 12821 “Molina, Gregorio Rafael
s/recurso de casación” (reg. N° 162/12, rta. el
17/2/2012) y N° 10609 “Reinhold, Oscar Lorenzo y otros
s/recurso de casación” (reg. N° 137/12, rta. el
13/2/2012); y de causas de otras Salas de esta Cámara
Federal de Casación Penal con intervención del
suscripto, causa N° 14.571 “Videla, Jorge Rafael
s/rec. de casación” (C.F.C.P., Sala I, reg. Nº 19.679,
rta. el 22/6/12), causa “Riveros, Santiago Omar y
otros s/ recurso de casación” (C.F.C.P., Sala II, reg.
Nº 20.904, rta. el 7/12/12,), causa Nº 13.085/13.049
“Albornoz, Roberto y otros s/ rec. de casación”
(C.F.C.P., Sala III, Reg. Nº 1586/12, rta. el
8/11/12), causa Nº 14.321 “Amelong, Juan Daniel y
otros s/ recurso de casación” (C.F.C.P., Sala III,
Reg. Nº 2337/13, rta. el 5/12/13) y causa Nº 17.052
“Acosta, Jorge E. y otros s/ recurso de casación”
(C.F.C.P., Sala III, Reg. Nº 753/14, rta. el 14/5/14),
1 por lo que corresponde remitirme en mérito a la
brevedad a lo allí establecido, cuyos fundamentos se
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decidido por nuestro Máximo Tribunal sólo genera la
carga legal de su acatamiento en el mismo caso donde
se pronunció, desde antaño se ha considerado apropiado
y razonable ampliar esta obligación a los supuestos en
los cuales se discuten situaciones equivalentes a las
tratadas por el Alto Tribunal, en tanto el deber de
acatamiento de los fallos de la Corte, radica en la
presunción de verdad y justicia que revisten sus
pronunciamientos.
La propia Corte Suprema de Justicia de la
Nación estableció la doctrina del “leal acatamiento”
que ha aplicado ininterrumpidamente, diciendo: “Que
tan incuestionable como la libertad del juicio de los
jueces en ejercicio de su función propia es que la
interpretación de la Constitución Nacional por parte
de esta Corte Suprema tiene, por disposición de
aquélla y de la correspondiente ley reglamentaria,
autoridad definitiva para la justicia de toda la
República (art. 100, Constitución Nacional, art. 14,
ley 48). Que ello impone ya que no el puro y simple
acatamiento de su jurisprudencia –susceptible siempre
de ser controvertida como todo juicio humano en
aquellas materias en que sólo caben certezas morales–
el reconocimiento de la superior autoridad de que está
institucionalmente investida. Que apartarse de esa
jurisprudencia mencionándola pero sin controvertir sus
fundamentos … importa desconocimiento deliberado de
dicha autoridad” (Fallos: 212:51 del 6/10/1948).
Ello descarta la vigencia de las leyes nº
23.492 (punto final) y nº 23.521 (de obediencia
debida).
Lo expuesto, resulta suficiente para rechazar
la invocada inconstitucionalidad de la ley 25.779,
toda vez que los recurrentes no han traído en sus
presentaciones nuevos argumentos que permitan
apartarse de las conclusiones del Alto Tribunal al
declarar la constitucionalidad de la ley 25.779 en el
citado fallo “Simón”.
3) La nulidad del acta de debate
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por el cual se labra, las diligencias realizadas, las
exposiciones verbales introducidas, las descripciones,
las relaciones, observaciones, etc. y deberá ser
firmada” (ob. cit. p. 33/34).
En su razón, el acta de debate impugnada
cumple, atendiendo a las exigencias que demanda para
su confección el art. 394 del C.P.P.N, con la esencia
de dejar constancia en autos, fiel y auténticamente,
de todo aquello que aconteció en el marco del juicio
propiamente dicho. Dicho extremo se vio satisfecho en
el documento sobre el que recae la impugnación, sin
que el recurrente logre demostrar en esta instancia el
menoscabo al derecho de defensa en juico sobre el que
edifica su crítica.
4) Nulidad del juicio por la asistencia
psicológica a los testigos
El planteo de nulidad que efectuó la defensa
de Rafael Mariano Braga en lo relativo a la supuesta
influencia de los psicólogos en el relato de los
testigos, no puede prosperar. Dicho agravio fue
reeditado por la defensa de Braga durante la audiencia
celebrada en esta instancia a tenor de los arts. 465,
último párrafo y 468 del C.P.P.N.
En efecto, el planteo que efectuó la defensa
se endereza a descalificar o, cuanto menos, poner en
duda la veracidad de las manifestaciones que
efectuaron los testigos durante el juicio. Dicha
situación, por sí sola, da cuenta que la crítica que
presenta el recurrente resulta insuficiente para
invalidar la realización del juicio. Ello es así, en
tanto la defensa vio garantizado su derecho a
controlar la prueba al interrogar a los testigos a lo
largo de las audiencias de debate (art. 8.2.f de la
C.A.D.H).
En consecuencia, le asiste razón a los jueces
de la instancia anterior en cuanto a que las
observaciones que presenta la defensa –juico de valor
crítico sobre las declaraciones de los testigos para
determinar su veracidad– serán ponderadas al momento
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instancia a tenor de los arts. 465, último párrafo y
468 del C.P.P.N.
Con respecto a la supuesta ausencia de
imparcialidad en la actuación del Dr. Pablo Pelazzo en
calidad de Fiscal ad hoc, cabe señalar que el
recurrente limitó su agravio a reeditar el mismo
planteo que articuló, por adhesión, en la primera
audiencia de debate. Dicho planteo fue rechazado en
aquella oportunidad (cfr. acta de debate de fs.
4981vta), sin que la defensa rebata los fundamentos
que brindó la mayoría del tribunal a quo para fundar
la suerte negativa de la recusación (cfr. p. 269/271
de la sentencia).
A dicha conclusión se llega no bien se
advierte que en el voto de la mayoría, se sostuvo que
“…el artículo 71 del Código Procesal Penal -que
refiere específicamente al caso en que el recusado
fuere un Fiscal- expresamente excluye la causal de
inhibición o recusación fundada en opiniones previas
del funcionario en cuestión. Dicho lo cual, queda
claro que no corresponde aquí entrar en el análisis de
lo que ha opinado o manifestado –o no- en este sentido
el recusado, en ejercicio de la representación de las
querellas.”
Se agregó que “[e]stá claro que si se
tratara de la recusación de un juez, resultaría
aplicable la regla procesal contenida en el art. 55
del CPPN, correspondiendo su apartamiento en resguardo
de la imparcialidad exigible al magistrado en el
ejercicio de su función. Sin embargo, y de acuerdo a
las previsiones legales interpretadas en correcta
hermenéutica con las funciones propias del órgano
acusador, idénticas circunstancias no constituyen
motivo para el apartamiento de quien representa al
Ministerio Público Fiscal. En pocas palabras: no puede
haber prejuzgamiento por parte de quien no juzga.”
En este sentido, tiene dicho la doctrina que
“…El fiscal nunca puede verse alcanzado por la
afectación de la garantía en el sentido de la previa
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querellante […], implican un temor fundado de
parcialidad en la ulterior actuación durante el juicio
como fiscal coadyuvante […] no resultando suficientes
las genéricas circunstancias mencionadas en sendos
recursos para fundar la alegada violación a la
garantía de imparcialidad.” (C.F.C.P., Sala III, Causa
Nº 14.321 “Amelong, Juan Daniel y otros /recurso de
casación e inconstitucionalidad”, reg. 2337/13, rta.
5/12/2013.).
Por otra parte, con respecto al agravio que
presentó la defensa de José Eduardo Bulgheroni durante
el término de oficina con respecto a la designación
del Dr. Pablo Pelazzo como Fiscal ad hoc, he de
señalar que el agravio será examinado por la presente
conforme los precedentes de la Corte Suprema de
Justicia de la Nación, in re “Catrifal” (C.S.J.N., C.
2979 XLII, rta. 26/6/2007) y “Concha” (C.S.J.N. C.
1240 XLIII, rta. 20/8/2008).
Sin embargo, no puede prosperar el agravio
que presentó la defensa de Bulgheroni con respecto a
la designación del Dr. José Eduardo Palazzo “en
carácter de Fiscal ‘Ad-Hoc’ (art. 11 de la ley 24.946)
para que intervenga […] en las causas por Violaciones
a los Derechos Humanos cometidas durante el terrorismo
de Estado de la jurisdicción [Jujuy] en todas las
instancias” (cfr. Resolución PGN 67/12 del 4 de julio
de 2012). Ello es así, por cuanto la recurrente no
rebatió en su recurso y, por lo tanto, no logró
demostrar en esta instancia, los perjuicios concretos
que le acarreó la intervención de dicho funcionario
durante el juicio, en calidad de coadyuvante del
Fiscal General subrogante, Dr. Francisco Santiago
Snopek. Máxime cuando la actuación de este último
funcionario, no mereció objeción de la defensa.
En dichas condiciones, el caso traído en
revisión resulta sustancialmente análogo al analizado
y resuelto por el suscripto en los precedentes
”Estrella” y “Mansilla” (C.F.C.P., Sala IV, causa Nº
225/13, reg. 2138/13, rta. 5/11/2013 y causa Nº
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párrafo y 468 del C.P.P.N. Estos mismos planteos, a su
vez, habían sido introducidos por la defensa de
Antonio Orlando Vargas en el recurso de casación que
fue declarado abstracto por este tribunal. No obstante
ello, la defensa de Braga sostuvo en su recurso que
oportunamente había adherido a las nulidades que
planteó la defensa oficial –que asistía técnicamente a
Antonio Orlando Vargas–.
Los agravios de referencia no pueden
prosperar. Ello es así, por cuanto la exclusión de la
justicia militar para juzgar hechos de la naturaleza
que se ventilan en autos, surge expresamente del
artículo 9 de la Convención Interamericana sobre
Desaparición Forzada de Personas (ley 24.556, B.O
18/10/95). Dicha la solución se encuentra en armonía
con lo resuelto por la Corte Suprema de Justicia de la
Nación in re "Nicolaides” (Fallos: 323:2035) y
“Videla” (Fallos: 326:2805), a cuyos fundamentos cabe
remitirse en mérito a la brevedad.
Asimismo, con respecto a la ley de
procedimiento aplicada a la causa, corresponde señalar
que el planteo deviene improcedente, pues además de
encontrarse alcanzado por los principios de
progresividad y preclusión, resulta de aplicación al
caso el principio fijado por la Corte Suprema de
Justicia de la Nación en cuanto a que las leyes de
procedimiento son de orden público y que no existe un
derecho adquirido a ser juzgado por un determinado
régimen procesal (C.S.J.N. Fallos: 193:192 y 249:343).
Finalmente, no puede soslayarse que la
garantía de juez natural (art. 18 de la C.N.) opera
como resguardo del derecho del imputado a un juicio
justo y ante un tribunal imparcial (art. 10 de
D.U.D.H., art. 26, II de D.A.D.H, art. 8.1 de la
C.A.D.H. y art. 14.1 del P.I.D.C. y P). Dicho derecho
se vio garantizado en la presente causa y, sobre este
aspecto concreto, las defensas no demostraron
perjuicio alguno.
Las designaciones en la presente causa de
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10/9/2013), a las que corresponde remitirse en mérito
a la brevedad.
A lo dicho, corresponde agregar que la
designación como jueza sustituta de la Dra. Fátima
Ruíz López para intervenir en esta causa y la ausencia
de intervención de la mencionada magistrada en la
sentencia, torna insustancial los agravios que efectuó
la defensa de Braga en esta instancia.
Por todo lo expuesto, corresponde rechazar
los agravios aquí tratados.
7) Violación al principio de igualdad de
armas
El agravio que presentó la defensa de
Bulgheroni y Braga en lo relativo a la supuesta
violación del principio de igualdad de armas ante la
pluralidad de acusadores en el proceso, no puede
prosperar. El mismo, ha sido analizado y rechazado con
suficientes fundamentos en la sentencia traída en
revisión.
A dicha conclusión se arriba no bien se
advierte que en el pronunciamiento condenatorio traído
en revisión se sostuvo que “…[l]a intervención de las
querellas no surge por voluntad del Juez o Tribunal,
sino porque la legislación procesal así lo autoriza
(Ver: artículos 67, 82 y siguientes y 104 y siguientes
del CPPN)” (cfr. p. 128 de la sentencia) y que “[l]a
afectación al principio de igualdad de armas en la que
sostienen el planteo de nulidad las defensas de los
imputados, nunca fue tal en transcurso del juicio.
Desde el momento que tanto la acusación –Ministerio
Público Fiscal y querellas-, las defensas y los
acusados contaron con igualdad de posibilidades de
articular todos los planteos que consideraron
convenientes a su parte. Por ejemplo, el ofrecimiento
de prueba y producción de la misma. La oportunidad y
el amplio margen dispuesto para el interrogatorio de
los testigos durante las audiencias. Siempre bajo el
control oportuno de las defensas y de los mismos
imputados. Entonces no se advierte agravio que haya
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supuesta violación al principio de igualdad de armas
en el proceso.
II. Para dar respuesta a los agravios que
introducen las defensas en sus recursos con respecto a
la cuestión de fondo, corresponde, en primer lugar,
contextualizar los hechos que resultaron materia de
acusación y juicio en la presente causa. Ello, con el
objeto de alcanzar una mejor y mayor comprensión de
los eventos concretos por los que fueron juzgados y
condenados en esta causa Rafael Mariano Braga y José
Eduardo Bulgheroni.
En esta dirección, cabe señalar que los
hechos traídos a inspección jurisdiccional son parte
del universo de criminalidad estatal verificado
durante la última dictadura militar a partir del 24 de
marzo de 1976.
Esta situación, se ha tornado un hecho
notorio, pues a partir del relevamiento, descripción y
prueba legal de la causa 13/84 de la Cámara Nacional
en lo Criminal y Correccional Federal de la Capital
Federal, donde fueron juzgados y condenados los
Comandantes en Jefes de las Fuerzas Armadas que
ejercieron la suma del poder público durante la última
dictadura militar, se tuvo por comprobado la
existencia y organización del aparato de poder estatal
que, a partir de un plan criminal fundado en una
doctrina de actuación, utilizó la fuerza pública del
Estado en su conjunto para el logro de los propósitos
ideológicos y políticos que la inspiraban (C.F.C.F.,
Sala IV, del voto del suscripto en el fallo “Reinhold”
ya citado; C.F.C.P. Acordada Nº 1/12, Regla Cuarta).
En aquel juicio histórico se analizó y
acreditó el aumento significativo de desapariciones de
personas a partir del golpe militar del 24 de marzo de
1976, la práctica sistemática de secuestro de personas
con características comunes: 1) llevados a cabo por
fuerzas de seguridad que adoptaban precauciones para
no ser identificados, 2) intervención de un número
considerable de personas fuertemente armadas, 3) los
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33, 34 y 32. Este último a cargo de la Brigada de
Infantería V, con asiento en San Miguel de Tucumán, el
cual tenía jurisdicción sobre las provincias de
Tucumán, Salta, Santiago del Estero y Jujuy.
En la esfera del referido comando de Subzona
32, se encontraban comprendidas las Áreas 321, 322 y
323.
Los casos que se analizarán por la presente
sentencia, tuvieron lugar en el Área 323, las Unidades
responsables eran el Regimiento de Infantería de
Montaña 20 (en adelante RIM 20) y el Grupo de
Artillería de Montaña 5 (en adelante GAM 5), ambas con
asiento en la ciudad de San Salvador de Jujuy.
Del RIM 20 dependían de los centros
clandestinos de detención a cargo del Área 323:
Jefatura de Policía de Jujuy; Penitenciaría de Villa
Gorriti y “Guerrero”.
Esta descentralización, lejos de ser una mera
división administrativa del espacio terrestre, importó
la concreta distribución de poder dentro del aparato
ilegal organizado, orientado a dominar el territorio y
la población para llevar a cabo el plan sistemático de
represión ilegal orquestado por la última dictadura
militar, en los términos definidos en la sentencia
13/84 de la Cámara Nacional en lo Criminal y
Correccional Federal de la Capital Federal.
III. Situación procesal de Rafael Mariano
Braga
1. Para dar respuesta a los agravios
invocados por la defensa de Rafael Mariano Braga,
corresponde recordar, en primer lugar, que el tribunal
de juicio tuvo por acreditado el hecho que damnificó a
Julio Rolando Álvarez García por el que fue acusado y
enjuiciado Braga. En este sentido, por el voto
mayoritario, se afirmó que:
“Julio Rolando Álvarez García nació en abril
de 1952 en San Salvador de Jujuy. En 1970 se trasladó
a Tucumán a fin de estudiar derecho en la Universidad
Nacional de esa provincia. Allí comenzó a militar en
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de la familia, Jorge Eduardo Zalazar y Miguel Ángel
Maidana, que habían sido previamente interceptados
cuando intentaba llegar a la casa de los Álvarez
García.
Mientras tanto, uno de los hombres que se
encontraban hablando con Horacio, lo encañonó y, de
ese modo, los agresores y el padre entraron a la casa.
En ese momento, Julio, que se había escondido en el
baño escuchó que reclamaban su presencia amenazando de
muerte a su padre. Por tal motivo, salió del baño
diciendo ―ya voy―; inmediatamente, fue encañonado y
tirado al piso por uno de los hombres, que aparecía
comandando la situación, tenía como rasgo distintivo
una cicatriz en el lado izquierdo de la cara y,
posteriormente, fue identificado como el Teniente
Braga.
Luego de ello, Braga y el otro hombre que no
logró ser identificado, sacaron a Julio de la casa y
apuntándolo lo llevaron hasta la esquina, cruzaron
hasta mitad de cuadra por la calle Aparicio, donde
aguardaban varios automóviles (durante el lapso que
insumió el operativo no circularon vehículos por las
inmediaciones de la casa y la plaza). Allí, lo
subieron a uno de ellos, lo hicieron agachar y
partieron todos juntos raudamente, desorientando, de
ese modo, a posibles observadores de la situación. Sin
perjuicio de ello, uno de los hermanos de la víctima
logró establecer que algunos de los vehículos
ingresaron al RIM 20.
A partir de ese momento, Julio Rolando
Álvarez García permanece en calidad de desaparecido.
Consecuentemente, a treinta y siete años de su
desaparición, ocurrida en el contexto del plan
criminal desarrollado desde el Estado, cabe concluir
que la secuencia que se inició con su captura culminó
con su asesinato a manos de integrantes de las fuerzas
represivas que lo implementaron.” (cfr. fs.
6019/6019vta.)
Para arribar a dicha conclusión, se valoró la
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salieron, se quedaron consternados y su suegra comenzó
a gritar, los hermanos se fueron de la casa y
empezaron a pedir auxilio.
Después de dos horas, por teléfono, se
enteraron que el que había entrado en la casa era el
Teniente Braga, ellos no sabían quién era. Ulises
Orellana, pariente de su suegro, cuya esposa era Luz
Álvarez García, funcionaria del proceso de
reorganización nacional, les dijo que era Braga.
Durante la audiencia de debate, Inés Peña
identificó a Rafael Mariano Braga como la persona que
secuestró a su esposo Julio Rolando Álvarez García
(cfr. fs. 6019vta./6021vta.).
Se valoró también la declaración prestada por
Marcos Medina, quien resultó testigo presencial del
operativo en el cual se produjo la “detención” de
Julio Rolando Álvarez García. El testigo dio cuenta
del secuestro de Julio Rolando y manifestó que durante
el procedimiento logró salir de la finca, que fue
apuntado con un arma de fuego por los secuestradores y
que una vez que se llevaron a Julio Rolando Álvarez
García –a quien lo introdujeron en uno de los cuatro o
cinco vehículos con los que llegaron al lugar los
secuestradores– Guillermo Álvarez García siguió con su
vehículo a los secuestradores, hecho que también
intentó hacer el declarante aunque aclaró que no lo
logró. Marcos Medina agregó que volvió a la casa a ver
a la familia; allí se enteró que don Horacio [padre de
Julio Rolando] se había comunicado con su cuñado,
Ulises Orellana, quien identificó a Braga como uno de
los secuestradores a partir de la descripción que se
le suministró la familia de la víctima (cfr. fs.
6022vta.).
La declaración rendida durante el debate por
el testigo Miguel Ángel Maidana también fue sopesada
en la sentencia. El testigo manifestó que el 21 de
agosto de 1976, mientras se dirigía a la casa de la
familia Álvarez García –con el fin de visitarlos y
comer con ellos– fue interceptado en las inmediaciones
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mediana estatura, no era ni tan alto ni tan bajo,
cabello negro, no era una persona corpulenta, una
persona normal. Lo único que vio fue la cicatriz.
(cfr. fs. 6023 vta. de la sentencia).
Enrique Álvarez García, de siete años de edad
al momento del hecho, prestó declaración durante el
debate como testigo presencial del secuestro de su tío
Julio Rolando y narró cuanto recordó del evento. En lo
relevante, manifestó que el que ingresó a la casa y
tomó mayor protagonismo, que habló, amenazó, era una
persona de tez clara, no tenía tonada de gente del
norte, como del sur. La otra persona estaba como de
apoyo porque no recuerda que haya hablado, cree que
era de pelo negro y tenía bigote. El que entró era de
estatura media, no era robusto pero si de cuerpo
fornido, hablaba como que no era de Jujuy, amenazante.
Tenía en la cara una cicatriz, le llamó la atención
porque él era chico y lo miraba. Se sentía impotente,
le dio miedo. Él se acuerda de dos personas y puede
haber habido uno más en la puerta que no ingresó pero
no vio gente por afuera o por atrás. (cfr. fs.
6023vta./6024 de la sentencia).
Guillermo Álvarez García, por su parte,
prestó declaración durante el debate y manifestó,
luego de recordar las personas que se encontraban en
el domicilio, que se llevaron a su hermano caminando
en dirección a la plaza, lo llevaban rodeado. Había
varios autos y metieron a su hermano en uno de ellos,
un Falcon. El testigo aclaró que tomó su propio auto e
intentó seguirlos, los autos arrancaron en diferentes
direcciones. Vio que dos o tres autos se metían al RIM
20, donde había un retén en la entrada, pero no vio el
Falcon, había autos comunes; se quedó estacionado en
Av. España un buen rato, otros autos dieron vueltas
por Av. Bolivia y fueron para el GAM 5. Cuando volvió
a la casa de sus padres, se asombraron porque no se
acordaba la cicatriz enorme en el rostro de una de las
personas. No se acuerda ello. Sabe que su padre fue a
la policía y que no le recibieron la denuncia. Relató
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habitación lo pusieron boca abajo, lo esposaron por la
espalda, le preguntaban si tenía armas y lo sacaron.
El sólo vio dos autos. Su hermano Guillermo que estaba
alterado se subió al auto y quiso seguir a los
vehículos, pero los perdió de vista. Su padre se fue a
la seccional 5 a hacer la denuncia pero le preguntaban
quien fue y como no sabía no le podían tomar
declaración. Se comunicó con su tío Ulises Orellana, y
como su padre lo vio bien al que comandaba el
secuestro, le dijo que tenía una cicatriz profunda y
él (Ulises), le manifestó que era el Teniente Braga
que andaba secuestrando; esa noche o al otro día lo
secuestraron a su tío Ulises Orellana.
Normando Álvarez García agregó que durante
los años 1998/1999, siendo el declarante Diputado de
la Nación, se enteró que en esa fecha llegó al Senado
de la Nación el pliego de Braga para su ascenso. En
este marco, el testigo narró que a raíz de ello,
mantuvo reuniones con distintos funcionarios dando
cuenta que habían elevado el pliego de la persona
sindicada como secuestrador de su hermano. Dicha
situación dio lugar a que el pliego de Rafael Mariano
Braga se paralice; luego de una serie de tratativas,
el declarante se reunió con Braga. En dicha ocasión,
Braga le dijo que no tenía nada que ver con el hecho
que damnificó a su hermano y le atribuyó
responsabilidad a otros militares. Concretamente, le
refirió el que comandó el operativo fue Jones Tamayo,
que había una renoleta durante el secuestro; también
le dijo que podía ser Zimerman, todos eran menos él.
El referido testigo continuó su relato
manifestando que no le creyó a Braga. El freno del
pliego fue un detonante. Dijo que fue un agente de
inteligencia, no cree que un hombre de inteligencia
del Ejército se dedique al escritorio. Aclaró que
Braga le empezó a mandar cartas a su madre, a su
cuñada y a él; el testigo le pedía información y el
acusado le demostraba que tenía información. Normando
Álvarez García refirió que Braga nunca hizo una
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debate). De la declaración de Ulises Orellana surge
que Julio Rolando Álvarez García era el sobrino de su
esposa. El testigo aclaró que fue detenido en dos
oportunidades. La primera en el mes de abril de 1976,
por el lapso de trece días. La segunda ocurrió en el
mes de agosto del mismo año. Quien lo detuvo en esta
última oportunidad fue el teniente Braga y le
informaron que el motivo de su detención se debía al
haberle comunicado a los familiares de Julio Rolando
Álvarez García que el responsable del secuestro de
Julio era el teniente Braga. Negó, en este sentido,
haber suministrado dicha información la familia
Álvarez García. La declaración de referencia, cabe
destacarlo, fue realizada en sede judicial (Juzgado de
Instrucción en lo Penal Nº 1 de San Salvador de Jujuy)
el 2 de octubre de 1984.
A su vez, se valoró la declaración
testimonial (incorporada como prueba documental al
juicio) brindada por Gladys Nieva de Álvarez García a
fs. 206/207 del expte. 91/84. La testigo, madre de
Julio Rolando Álvarez García, relató el suceso que
damnificó a su hijo en términos similares a los ya
reseñados y agregó que su hijo fue secuestrado en un
operativo comandado por un individuo vestido de civil,
joven, de estatura regular, de cuerpo mediano, cutis
blanco, cabello castaño y corto, que presentaba como
característica una ostensible cicatriz en su rostro.
Agregó que el 22 de agosto de 1976 se dirigió al RIM
20 para averiguar por el paradero de su hijo y si bien
no fue atendida, vio adentro del regimiento caminando
al sujeto de la cicatriz. Preguntó acerca de quien se
trataba y otros integrantes de la fila le manifestaron
que se trataba del Teniente Braga.
2. Al examinar la sentencia traída en
revisión a partir de los agravios que expuso la
defensa en su recurso, cabe concluir que el
pronunciamiento condenatorio impugnado, constituye un
acto jurisdiccional válido que deriva del análisis
lógico y razonado de las constancias allegadas al
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ponderación de la mencionada prueba testimonial –
amigos y familiares de la víctima– que efectuó el
colegiado de la instancia anterior, no puede ser
objetada, en tanto “[l]a ley no establece condición
alguna -por ejemplo, edad, nivel de educación o
inteligencia, aptitud física o psíquica, etc- para
estimar creíble un testimonio y somete a la
experiencia y sentido común del juez de mérito su
valoración final en la decisión, en conjunto de los
demás elementos de convicción” (MAIER, Julio B.J,
Derecho Procesal Penal, 1° edición, Editores del
Puerto, Buenos Aires 2011, T. III, p. 145).
Sobre el particular, cabe aclarar que tampoco
se advierte en el recurso, que la defensa hubiera
puesto en duda el “procedimiento” que tuvo lugar el
día 21 de agosto de 1976 en la finca de la familia de
Álvarez García en el que se produjo la “detención” de
Julio Rolando. Sí objeta, en cambio, la intervención
de Rafael Mariano Braga en dicho “procedimiento” y,
subsidiariamente a este extremo, cuestiona la
conclusión final a la que arribó el tribunal a quo, en
lo relativo a que Julio Rolando Álvarez García fue
asesinado por miembros de las fuerzas de seguridad.
Sin embargo, la posición que plantea la
defensa para fundar su posición con respecto a que su
defendido no participó del “procedimiento” en el cual
se privó ilegalmente de la libertad a Julio Rolando
Álvarez García, no puede tener acogida favorable en
esta instancia. A dicha conclusión se arriba no bien
se advierte que el tribunal de la instancia anterior
analizó y descartó los argumentos brindados por el
recurrente para dar sustento a su postura.
En efecto, la defensa planteó, en primer
lugar, que Rafael Mariano Braga no se encontraba el 21
de agosto de 1976 en la provincia de Jujuy. Para ello,
en lo sustancial, alegó que el imputado se encontraba
para la citada fecha de licencia en la ciudad de
Buenos Aires y que además no se desempeñó como Oficial
de Inteligencia del Área 323 con asiento en el RIM 20,
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de cumpleaños, quienes prestaron declaración
testimonial en el debate.
En este sentido, declaró durante el juicio
José Barbieri –vecino de la familia Braga en la ciudad
de Buenos Aires–, quien no recordó haber asistido a
dicha fiesta de cumpleaños. También prestó declaración
durante el debate Lina Columberg. Dicha testigo, en
calidad de amiga personal de Margarita Braga,
manifestó haber concurrido a una fiesta de cumpleaños
de Margarita y de su hermano Rafael Mariano Braga –de
quien dijo saber que era militar y que tenía una
cicatriz en su rostro– el día 20 o 21 de agosto de
1976 en la ciudad de Buenos Aires. Sin embargo, Lina
Columberg relató que le consta que Rafael Mariano
Braga cumple años el 20 de agosto porque así se lo
informó su amiga Margarita, quien además le suministró
para su lectura previa a prestar declaración en el
debate, el auto de prisión preventiva y la acusación
fiscal.
Asimismo, Osvaldo Martorano prestó
declaración durante el juicio. El testigo declaró que
conoce al imputado Braga desde el año 1972 o 1973 por
ser amigo y compañero de estudios de Margarita Braga.
Martorano manifestó, a su vez, que durante el mes de
agosto del año 1976 asistió a una fiesta de cumpleaños
que realizó su amiga Margarita junto a su hermano
Rafael Mariano Braga, de quien dijo saber que era
militar y que tenía una marca –casi invisible– en su
rostro con motivo de un accidente. El testigo agregó
que conoce a la familia Braga y que fue el abogado de
la sucesión tras la muerte del padre y la madre de
Margarita Braga.
Gustavo Deambrosi, amigo y compañero de Braga
en el colegio militar, declaró durante el juicio y
manifestó que el día 20 de agosto de 1976, el
deponente estaba de franco en la casa de su padre en
la localidad de Quilmes y Braga lo invitó a su fiesta
de cumpleaños que tendría lugar al día siguiente en la
casa de los padres de Braga en la ciudad de Buenos
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testigos, no podían cobrar relevancia en el sub
iudice. Es que, sin perjuicio de las contradicciones
registradas en sus relatos (cantidad de personas que
asistieron a la supuesta fiesta de cumpleaños), Lina
Columberg reconoció explícitamente que concurrió a
declarar al juicio influenciada por Margarita Braga,
quien le suministró al efecto copias de la acusación
para que logre interiorizarse del hecho que se le
imputa a Rafael Mariano Braga.
El relato que efectuó el testigo Osvaldo
Martorano, por su parte, fue considerado por los
jueces como sugestivo. Por lo tanto, fue descalificado
en la sentencia. El mencionado testigo, quien también
llegó al juicio influenciado por la hermana del
imputado, dijo ser compañero de estudio de Margarita
Braga –al igual que Lina Columberg, aunque sobre esta
última testigo dijo no tener mayor conocimiento– y fue
abogado de la familia Braga en el marco de un juicio
sucesorio. Además, se puso de resalto, en lo que aquí
interesa, que del único cumpleaños del que pudo dar
cuenta Osvaldo Martorano fue el que se habría
celebrado el 21 de agosto de 1976 y, contrariando al
resto de los testigos, pretendió relativizar la
cicatriz que caracteriza, por lo menos en este proceso
penal, a Rafael Mariano Braga. Para ello, Osvaldo
Martorano expresó que el imputado Braga tenía una
pequeña y casi “invisible” marca debajo de la pera.
La declaración de Gustavo Deambrosi fue
apreciada como inverosímil al pretender ubicar en la
ciudad de Buenos Aires a Rafael Mariano Braga para el
20 de agosto de 1976. En este sentido, con razón, el
tribunal consideró que la versión que brindó el
testigo no podía ser aceptada desde la lógica y la
experiencia, en tanto resulta inadmisible considerar
que una persona recuerde una situación tan trivial
como una invitación a un cumpleaños al que no
concurrió –con precisión de días y forma de
invitación– luego de treinta y seis años. Misma suerte
corrió la declaración del testigo Francisco Martínez.
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legajo personal que durante los años 1975/1976 se
desempeñó como Oficial de Inteligencia del Área 323
(cfr. fs. 59 y 61 del Legajo). Asimismo, dicho testigo
tampoco pudo explicar por qué motivo no figuraba en el
legajo del imputado que hubiera cumplido funciones en
el RIM 20 cuando, según lo expresó el propio Rafael
Mariano Braga al prestar declaración indagatoria en la
causa, cumplió tareas administrativas dos veces por
semana en el RIM 20. En similar sentido se manifestó
el Coronel Luis Almeda de la Dirección de Legajos
Personales del Ejército Argentino.
La tarea que cumplió Rafael Mariano Braga
durante su destino en el año 1976 en la provincia de
Jujuy sale a la luz no bien se observan las
declaraciones de otras víctimas –y sus familiares– del
terrorismo de Estado en la provincia de Jujuy. Dichas
declaraciones zanjan definitivamente la controversia
en cuanto a la verdadera actividad que cumplió Rafael
Mariano Braga, al ser identificado por aquellos
testigos como un militar con una cicatriz en la cara
que se encargaba de “detener” a personas supuestamente
sindicadas como “subversivos”, interrogarlos,
controlar las condiciones en las que permanecían
privados de la libertad y atender a sus familiares.
Para tener por probada dicha actividad, cabe
reparar en la declaración de Roberto Troncoso, quien
manifestó durante el juicio que fue interrogado por
Braga por sus actividades políticas en ocasión de
encontrarse detenido en el penal de Villa Gorriti;
recordó a Braga con una cicatriz en su rostro y agregó
que era conocido como cara cortada. Ernestina Caiguara
–esposa de Roberto Troncoso– declaró que concurrió al
RIM 20 en búsqueda de información de su marido y que
allí fue atendido por un militar de apellido Braga,
que tenía una cicatriz en su cara.
Carlos Alberto Melián, por su parte,
manifestó que encontrándose detenido en el penal de
Villa Gorriti fue trasladado a la policía de Jujuy por
orden de Braga y Jaig para ser interrogado. Agregó que
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Mariano Braga durante el año 1976 en la provincia de
Jujuy. Así, declaró en el juicio Damacio Rodríguez,
quien se desempeñó durante el año 1976 en el centro de
operaciones de la policía de la provincia de Jujuy. El
testigo refirió que Jaig era el Jefe de Operaciones y
que recordaba el apellido Braga. El testigo relató que
en el departamento de policía había una oficina que
tenía que letrero de decía “Área restringida” y se
rumoreaba que por allí andaba personal de inteligencia
del Ejército y que uno de ellos era Braga.
Luis Navarro, agente de policía que se
desempeñó al momento de los hechos en el cuerpo de
radiopatrulla en el Área 323, manifestó que llevaban
detenidos a la dependencia policial y que Jaig los
golpeaba y amenazaba y sabía que concurría a la
dependencia policial personal del servicio de
inteligencia del Ejército. El testigo Luis Navarro
durante el juicio se contradijo con la versión que
había brindado en la etapa de instrucción –donde
señaló a Braga y Bulgheroni como personal de
inteligencia que concurría a la base de operaciones
del Área 323– (cfr. p. 6037/6038 vta. de la
sentencia). En dicha ocasión, el testigo aclaró que si
bien no conoce a Bulgheroni y Braga sí los escuchó
nombrar como miembros de inteligencia del Ejército que
concurrían a la base de operaciones del Área 323 en el
cual el testigo cumplió funciones al mando de Jaig.
Alberto Escalier, quien se desempeñó en el
Comando de Radio patrulla de la Policía provincial
luego del golpe militar del 24 de marzo de 1976,
prestó declaración en el juicio. El testigo manifestó
que en ese entonces, su superior Jaig lo designó para
que preste funciones en el RIM 20, lugar en el que
conoció a Braga. De hecho, Escalier manifestó que
Braga le daba las órdenes de patrullar el campo con el
objeto de buscar y encontrar “gente con armas,
extremistas”. El testigo agregó que él no hacía
allanamientos ni batidas. “Batidas”, según explicó el
testigo, es cuando iban a buscar gente que necesitaban
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también a Bulgheroni–, porque se reunían dos veces por
semana con el Comisario Jaig, aunque aclaró que
desconocía el motivo de las reuniones por no
participar en ellas. Agregó que tomó conocimiento que
en el sector “Área restringida” habían detenidos.
De lo dicho hasta aquí, se aprecia que de
adverso a cuanto postula la defensa en su recurso, los
jueces de la instancia anterior han llevado a cabo un
juicio de valor amplio y crítico de la totalidad de
los elementos de prueba a partir de los cuales
reconstruyeron los hechos y fundaron el juicio de
responsabilidad penal.
La prueba producida durante el debate,
analizada a la luz de la experiencia, la lógica y el
sentido común como baremos de la sana crítica
racional, lleva a confirmar las conclusiones a las que
se arribó en la sentencia.
En efecto, la materialidad del hecho que
damnificó a Julio Rolando Álvarez García –además de no
encontrarse controvertido por la defensa– se encuentra
ampliamente acreditada en la causa. La intervención de
Rafael Mariano Braga en dicho evento, también fue
comprobada durante el juicio a pesar de los intentos
de la defensa para ubicar al imputado en la ciudad de
Buenos Aires para el 21 de agosto de 1976 y postular
que Rafael Mariano Braga no llevó a cabo tareas
operativas en el marco de la lucha contra la
“subversión”, sino que cumplió un rol burocrático,
ajeno al accionar represivo.
Contrariamente a la posición de la defensa,
Rafael Mariano Braga fue sindicado, desde un
principio, por los familiares y amigos de Julio
Rolando Álvarez García como uno de los secuestradores
de la víctima. Los testigos han logrado identificar al
imputado a partir de la cicatriz en el lado izquierdo
de su rostro. Dicha marca distintiva del imputado, ha
sido puesta de manifiesto no sólo por los familiares
de la víctima y los “detenidos” que fueron alojados en
el Penal de Villa Gorriti, sino también por los
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de 1976 en la vivienda de la familia Álvarez García y
procedió al “secuestro” de Julio Rolando. Tal es así
que incluso, varios testigos recordaron que la
cicatriz de Braga llevó a apodarlo “cara cortada”
(cfr. declaraciones de Roberto Troncoso, Juan Felipe
Noguera y Gladys Artundaga).
Por lo demás, las declaraciones reseñadas de
los testigos que fueron víctimas del aparato represivo
en la provincia de Jujuy y los oficiales de policía de
dicha provincia, dan cuenta, sin duda alguna, que de
adverso a cuanto declaró el imputado al prestar
declaración indagatoria tanto en la etapa de
instrucción como en el juicio oral, Rafael Mariano
Braga se desempeñó como Oficial de Inteligencia del
Área 323 (el legajo personal del nombrado confirma
dicho extremo) y que, como tal, cumplió tareas
operativas en el marco de la lucha contra la
“subversión”.
El testimonio de José Ulises Orrellana
(incorporado como prueba al debate) confirma dicha
extremo. Ello es así, en tanto el testigo manifestó
haber sido “detenido” por el propio Rafael Mariano
Braga en el mes de agosto de 1976 por haberle
manifestado a la familia de Julio Rolando Álvarez
García que una de las personas que secuestró a Julio
Rolando era el imputado Rafael Mariano Braga.
En suma, el examen que se efectúa en esta
instancia del pronunciamiento impugnado, conduce a
concluir que el tribunal a quo ha logrado probar con
suficiencia los hechos por los que recayó sentencia
condenatoria en esta causa sobre Rafael Mariano Braga,
sin que se verifique la arbitrariedad que alega la
defensa en su recurso.
Por último, con respecto a la tipificación
del delito de violación de domicilio en concurso ideal
con el de privación ilegal de la libertad agravada por
el uso de violencia en calidad de coautor (arts. 45,
151 y 144 bis, inc. 1 y último párrafo según ley
14.616) la defensa no efectuó una crítica jurídica
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No puede soslayarse, en este sentido, que la
Corte Interamericana de Derechos Humanos, señaló que
“No puede admitirse el argumento en el sentido de que
la situación misma de indeterminación del paradero de
una persona, no implica que hubiese sido privada de su
vida, ya que faltaría el cuerpo del delito”
destacándose que “Es inaceptable este razonamiento
puesto que bastaría que los autores de una
desaparición forzada ocultasen o destruyesen el
cadáver de una víctima, lo que es frecuente en estos
casos, para que se produjera la impunidad absoluta de
los infractores, quienes en esta situación pretenden
borrar toda huella de la desaparición” (Corte IDH,
caso “Castillo Páez vs. Perú”, sentencia del
03/11/1977, párrafo 73).
En idéntica inteligencia argumental, vale
destacar lo afirmado por SANCINETTI en punto a que, al
ponderarse objetivamente las circunstancias que
rodearon la desaparición de la persona, podrá tenerse
por cierta la muerte aun cuando no se haya encontrado
o identificado el cadáver. Así, señala el mencionado
autor que “…En los casos en que el cadáver de una
persona no fuese hallado, el juez podrá tener por
comprobada la muerte…siempre que la desaparición se
hubiera producido en circunstancias tales que la
muerte deba ser tenida por cierta…, al sistema legal
argentino no le es extraña la afirmación de una muerte
sin cadáver ni partida.” (SANCINETTI, Marcelo /
FERRANTE, Marcelo, El Derecho Penal en la protección
de los derechos humanos, Hammurabi, Buenos Aires,
1999, pág.141).
En igual sentido, es preciso destacar que el
carácter de “desaparecido” no resulta incompatible con
la imputación de homicidio, toda vez que la Corte
Interamericana de Derechos Humanos ha señalado que “…
las desapariciones forzadas implican una violación
múltiple, a la vez que continuada, de numerosos
derechos esenciales de la persona humana, de manera
especial de los siguientes derechos... iii) derecho a
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preordenación de la actividad del agente para actuar
con esa seguridad, es decir, la procuración o el
aprovechamiento del estado de indefensión” (CREUS,
Carlos; BUOMPADRE, Jorge Eduardo, Derecho Penal, Parte
Especial, T. 1, Astrea, Buenos Aires 2007, p. 21).
En el sub examine, la reconstrucción
histórica del hecho que se tuvo por probada en el
presente, resulta suficiente para tener por
configurada la agravante por alevosía. A dicha
conclusión se arriba no bien se repara que el
homicidio de Julio Rolando Álvarez García tuvo lugar
en momentos en que el causante se encontraba privado
ilegalmente de la libertad por miembros de las fuerzas
de seguridad. La mencionada circunstancia es
demostrativa del estado de indefensión en el que se
encontró la víctima al momento de ser ultimada.
Asimismo, cabe tener por configurada la
agravante del homicidio calificado por el concurso
premeditado de dos o más personas. Ello así, a partir
de las circunstancias que rodearon la privación ilegal
de la libertad de Julio Rolando Álvarez García (en su
“detención” intervinieron, cuanto menos, más de tres
personas que se transportaban en varios vehículos que
ingresaron al RIM 20 y al GEM 5) y la ausencia de toda
información sobre la víctima desde el momento mismo en
que fue secuestrado. En otras palabras, el número de
personas que intervino en su “detención”, actuando en
forma coordinada y deliberada, junto con la ausencia
de información posterior de la víctima, da cuenta que
la desaparición forzada de Julio Rolando Álvarez
García desde el 21 de agosto de 1976 hasta la
actualidad, significó la muerte de la víctima mediante
su homicidio, en el que convergió la intención de sus
captores para causarla con la intervención, a partir
de las circunstancias que rodean el caso, de al menos
tres personas.
Por ende, también se encuentra configurada la
agravante por el concurso premeditado de dos o más
personas, en tanto dicha circunstancia calificante
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calidad de partícipe necesario (art. 45, 54, 55, 151,
144 bis inc. 1 y último párrafo –según ley 14.616 y
80, incs. 2 y 6 del C.P.).
IV. Situación procesal de José Eduardo
Bulgheroni
1. El tribunal tuvo por acreditado los hechos
por los que fue llevado a juicio José Eduardo
Bulgheroni, en los siguientes términos:
1) Narciso Santiesteban: quien se desempeñaba
al momento del hecho como agente de la Policía de la
Provincia de Jujuy de la Seccional Nº 11 de Libertador
General San Martín, Ledesma, fue detenido sin orden
judicial por personal de las fuerzas de seguridad a
disposición del Ejército el día 17 de abril de 1977,
mientras se encontraba cumpliendo funciones en la
Seccional Nº 11 de Libertador General San Martín.
Luego fue trasladado a la Central de Policía donde
estuvo incomunicado y finalmente quedó alojado en el
pabellón 3 del de la Unidad Penal de Villa Gorriti.
En dicha unidad carcelaria permaneció
incomunicado y sin poder recibir visitas de sus
familiares, pese a las gestiones realizadas. Estuvo
detenido en el Penal de Villa Gorriti hasta los
primeros días del mes de julio de 1977 y desde esa
fecha Narciso Santiesteban se encuentra en calidad de
desaparecido.
La desaparición de Narciso Santiesteban no
fue materia de imputación en esta causa.
2) Dante Robinson Torres: estudiante
universitario de 25 años de edad al momento de los
hechos, fue privado ilegalmente de su libertad el 12
de marzo de 1977, en horas del mediodía, en
intersección de calles Sarmiento y 9 de Julio de la
ciudad de San Pedro, provincia de Jujuy. Fue llevado
a la Seccional 9ª de la Policía de la Provincia, con
asiento en dicha ciudad, donde permaneció detenido
hasta el 15 de marzo de 1977, siendo luego trasladado
a la Central de Policía. Finalmente quedó alojado en
el Instituto Penal de Villa Gorriti.
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R.I.M. 20, donde previamente a ser liberado, fue
atendido por José E. Bulgheroni, quien le extendió una
constancia de su detención.
4) Rosa Santos Mamani: fue detenido sin orden
judicial a mediados del mes de octubre de 1976 a 7:00
hs., en momentos en que personal del Ejército,
uniformado y portando armas, ingresó por la fuerza a
su domicilio ubicado en la localidad de Tumbayá.
La víctima fue llevada por distintas
dependencias policiales hasta que finalmente el 8 de
noviembre de 1976 fue finalmente alojado en el
pabellón 3 del Penal de Villa Gorriti. Allí permaneció
incomunicado y pudo recibir visitas de sus familiares
en varias oportunidades. Su familia tomó conocimiento
del lugar donde se encontraba detenido recién en el
mes de febrero de 1977.
Dos meses más tarde a su detención, mediante
Decreto P.E.N. Nº 3468/76 del 29 de diciembre de 1976,
se dispuso el arresto de Mamani. Dicho arresto fue
dejado sin efecto por Decreto P.E.N Nº 1439/78 del 30
de junio de 1978.
Rosa Santos Mamani permaneció alojado en el
penal de Villa Gorriti hasta el día 18 de julio de
1978, fecha en la cual fue trasladado junto con otros
detenidos (Patricio Vidal Lazarte, Luís Ramón Sanabria
y Francisco Vega) al R.I.M 20, lugar en el que mantuvo
una entrevista personal con el Teniente José Eduardo
Bulgheroni y fue reprendido y amenazado de muerte por
dicho militar.
El 18 de julio de 1978, Rosa Santos Mamani no
recuperó su libertad desde el RIM 20 y, desde
entonces, se encuentra en calidad de desaparecido.
Por la desaparición de Rosa Santos Mamani fue
acusado formalmente en la presente causa José Eduardo
Bulgheroni.
5) José Nemecio Flores: fue detenido sin
orden judicial en el mes de octubre de 1976 en la
localidad de Tumbayá, mientras circulaba en la vía
pública, por personal de la Policía de la Provincia de
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la Seccional de Tumbayá.
Luego de su detención, fue llevado a la
Comisaría de Volcán durante dos días. Después fue
trasladado a la Central de Policía donde estuvo
aproximadamente quince días detenido y, finalmente, el
8 de noviembre de 1976 fue alojado en el Instituto
Penal de Villa Gorriti.
Durante su encierro en el penal de Villa
Gorriti, permaneció incomunicado y no se le permitió
recibir visitas en ningún momento. Sólo podía salir de
su celda para ir al baño.
Transcurridos aproximadamente dos meses desde
su “detención”, mediante decreto P.E.N. Nº 3468 del 29
de diciembre de 1976 se dispuso su arresto. Permaneció
detenido en el penal de Villa Gorriti hasta mediados
del mes de julio de 1977, fecha en la que fue
liberado, junto con Remigio Ángel Guerra, Pablo
Roberto Lacsi y Santiago José Aban.
6) Remigio Ángel Guerra: fue detenido sin
orden judicial en el mes de octubre de 1976, en el día
de la madre, en la localidad de Tumbayá. Dicha
detención fue efectuada por el personal policial de la
Policía de la Provincia de Jujuy, cuando se encontraba
en la parada de ómnibus, por estar afiliado al partido
comunista.
Previo a ser alojado en el penal de Gorriti,
lo llevaron a la Seccional de Tumbayá y a la Seccional
de Volcán, donde se encontró con Rosa Santos Mamani.
Luego a Humahuaca donde permaneció cuatro días y por
último a la Central de Policía donde también estuvo
con Rosa Santos Mamani.
Ingresó al Penal de Villa Gorriti el 8 de
noviembre de 1976 y fue alojado en el pabellón nº 3.
Dos meses después de su detención, con fecha 29 de
diciembre de 1976, se dispuso su arresto por decreto
P.E.N. Nº 3468.
Permaneció detenido en el penal de Gorriti
hasta el mes de julio de 1977, fecha en la cual
recuperó su libertad, junto con Pablo Lacsi, José
61
Nemecio Flores y Santiago José Aban.
7) Pablo Roberto Lacsi: fue detenido sin
orden judicial en el Volcán, en el mes de octubre de
1976 –días próximos al día de la madre– por personal
de la Policía de la Provincia de Jujuy.
Fue trasladado a la Seccional Nº 12 del
Volcán, a Humahuaca y a la Central de Policía.
Finalmente quedó alojado en la Unidad Penal de Villa
Gorriti el día 8 de noviembre de 1976.
Dos meses después que su detención, mediante
decreto P.E.N. Nº 3468 del 29 de diciembre de 1976, se
dispuso su arresto. En el servicio penitenciario,
permaneció alojado en una celda individual, y durante
tres meses estuvo incomunicado, pudiendo salir de su
celda únicamente a un recreo de quince minutos por
día. Pudo recibir visitas de sus familiares en una
sola oportunidad.
Recuperó su libertad en el mes de julio de
1977, junto con Remigio Ángel Guerra, José Nemecio
Flores y Santiago José Aban.
8) Pedro Pablo Ramos: fue detenido sin orden
judicial en el mes de octubre de 1976 por personal de
la Policía de la Provincia de Jujuy –junto con
Cresente Galean–, siendo luego trasladado a la
Comisaría de Volcán y de allí a Humahuaca donde le
informaron que estaba acusado de ser comunista y de
participar en un atentado a la Comisaría de Volcán.
Fue llevado a la Central de Policía donde se
encontró con Paulino Galean, Elías Toconas, Lacsi,
Rosa Santos Mamani, Vivas, Guerra y su hermano
Santiago Ramos.
Finalmente, el 8 de noviembre de 1976 fue
trasladado a la cárcel de Gorriti, quedando alojado en
el pabellón Nº 3, donde permaneció incomunicado.
Luego de estar detenido aproximadamente dos
meses, en el 29 de diciembre de 1976 se ordenó su
arresto por Decreto P.E.N. Nº 3468. Finalmente,
recuperó su libertad en los primeros meses del año
1978, previo paso por el R.I.M. 20, junto con su
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2. Los hechos descriptos fueron
suficientemente acreditados por el tribunal a quo al
analizar las declaraciones brindadas durante el debate
por familiares y testigos víctimas de los hechos
objetivados en la causa. También se ponderaron las
declaraciones que fueron incorporadas como prueba al
debate.
Así, se aprecia que para tener por acreditado
el hecho que damnificó a Narciso Santiesteban, se
valoró la declaración brindada durante el juicio por
Jorgelina Yolanda Díaz, quien dio cuenta de las
gestiones realizadas para averiguar la situación de su
marido y los permisos que gestionó ante el RIM 20 para
poder ver a su esposo. En este sentido, la testigo
manifestó que el 3 de julio de 1977 la llamaron del
regimiento haciéndole saber que sería autorizada a ver
a Narciso Santiesteban. Sin embargo, al concurrir al
regimiento, se le exhibió un papel supuestamente
firmado por su marido que indicaba que se le había
otorgado la libertad. Nunca más volvió a ver ni a
tener noticias de Narciso Santiesteban, encontrándose
a la fecha en calidad de desaparecido. Asimismo,
Jorgelina Yolanda Díaz manifestó que durante las
gestiones para dar con el paradero de su marido, se
entrevistó con el teniente Bulgheroni, recordando que
era el militar encargado de otorgar los permisos para
las visitas de los familiares de los detenidos.
Asimismo, durante el debate prestó
declaración testimonial Juan Bosco Mecchia, quien
manifestó que estuvo detenido en el penal de Villa
Gorriti y compartió cautiverio con Santiesteban, a
quien recordó como una persona tímida y sabía que era
policía.
A su vez, se ponderó la declaración brindada
por Azucena Santiesteban ante el Juzgado de
Instrucción Penal 1 (incorporada por lectura al
debate), de la que surge que tras tomar conocimiento
que su hermano estaba alojado en el Penal de Villa
Gorriti se dirigió hasta allí para entrevistarse con
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la unidad penitenciaria. Así, la testigo manifestó que
en ese marco conoció a Bulgheroni, siendo el
mencionado militar quien le extendió un pequeño papel
que autorizada a Rosa Margarita Girbau a visitar a su
hijo Dante en el penal. La testigo aclaró que con
posterioridad a este primer contacto, volvió a
entrevistarse con Bulgheroni para conseguir una nueva
autorización de visita para la madre de Dante,
oportunidad en la que Bulgheroni no sólo no autorizó
la visita sino que además le advirtió que no se
involucre porque podía correr serios riesgos.
Constituye prueba del caso que damnificó a
Dante Robinson Torres, las actuaciones labradas en el
marco del Legajo 411/05 “Torres, Dante Robinson s/ su
desaparición”. De las mismas surge el informe del Jefe
de División Antecedentes Personales de la Policía de
la Provincia, Oficial Roberto Jorge, quien el 15/12/81
informó que Dante Robinson Torres fue detenido en
fecha 18/3/77 a disposición del Área 323 y que con
fecha 10/9/77 recuperó la libertad por oficio
70.008/250; nota del Jefe del R.I.M. 20, de fecha
11/02/82 (fs. 29/31) acompañando antecedentes de la
víctima, de donde surge que Dante Robinson Torres era
investigado por el Ejército y que el mismo fue
detenido el 12/3/77 por actividades subversivas, a
disposición del Jefe del Área 323 y que recuperó su
libertad el 10/09/77 por orden del Jefe del Área 323.
Finalmente, cabe señalar que la observación
que efectuó la defensa de Bulgheroni durante la
audiencia celebrada en esta instancia a tenor de los
arts. 465 último párrafo y 468 del C.P.P.N., en lo
relativo al voto del Dr. René Vicente Casas sobre el
hecho que damnificó a Dante Robinson Torres, debe ser
rechazado por no advertirse perjuicio alguno. Ello es
así, por cuanto el recurrente limitó su agravio a
señalar un error material en la sentencia (atribución
de responsabilidad penal al imputado Bulgheroni por
este hecho desde el 28 de enero de 1977 cuando en
realidad la privación de la libertad de Dante Robinson
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oportunidad de obtener su libertad, también se
entrevistó con Bulgheroni en el RIM 20.
El caso que damnificó a Rosa Santos Mamani se
encuentra acreditado. Sobre el hecho, prestó
declaración testimonial en el debate Antonio Flores,
quien refirió las circunstancias que rodearon la
“detención” de su cuñado y que en febrero de 1977, las
familiares se enteraron que se encontraba detenido en
el Penal de Villa Gorriti. Manifestó que mantuvieron
visitas con Rosa Santos Mamani desde febrero hasta
junio de 1977, siendo en la última visita cuando Rosa
Santos Mamani les expresó que en Julio saldría en
libertad. Finalmente, aclaró que si bien se le exhibió
un documento firmado por su cuñado en el que se le
otorgó la libertad, nunca más volvió a verlo,
encontrándose a la fecha en calidad de desaparecido.
En sentido similar se manifestaron al prestar
declaración testimonial durante el debate Corina Diana
Mamani y Martiniano Mamani.
Los tormentos y la posterior desaparición
forzada de Rosa Santos Mamani se encuentran
ampliamente acreditados a partir de las declaraciones
realizadas durante el juicio oral y público por
Patricio Vidal Lazarte y Luis Ramón Sanabria, así como
también por la declaración efectuada por Francisco
Vega a fs. 87/88 del legajo de prueba de Rosa Santos
Mamani (incorporada como prueba al debate). Los
mencionados testigos, no sólo conocieron a Rosa Santos
Mamani al compartir cautiverio con el causante en el
Penal de Villa Gorriti, sino que además, fueron las
últimas personas en verlo con vida el 18 de julio de
1978 en oportunidad de ser trasladados junto con la
mencionada víctima desde la citada unidad penal al RIM
20.
En efecto, en forma concordante Patricio
Vidal Lazarte, Luis Ramón Sanabria y Francisco Vega
manifestaron que el 18 de julio de 1978 fueron
trasladados junto con Rosa Santos Mamani desde el
Penal de Villa Gorriti hasta el RIM 20 para
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documento del que se vale la defensa para impugnar la
sentencia –el cual tengo a la vista– no posee ningún
valor, en tanto se aprecia que el mismo se trata de
una hoja en blanco escrita a máquina sin la firma de
ninguna autoridad, ni administrativa o militar, que
avale cuanto allí se informa. Frente a ello, cobran
especial relevancia en el caso que se examina las
manifestaciones de los testigos víctimas que han
declarado en la causa y las de sus familiares. De
dichas declaraciones (ya reseñadas) se desprende, sin
lugar a dudas, que el último registro e información
que se tiene de Rosa Santos Mamani es la entrevista
que mantuvo el causante con el Teniente José Eduardo
Bulgheroni el 18 de julio de 1978 en el RIM 20. En
dicha ocasión, como quedara expuesto, Rosa Santos
Mamani fue amenazado y retenido por el imputado. Desde
esa fecha, se encuentra en calidad de desaparecido.
De lo dicho hasta aquí, resulta suficiente
para desatender la posición de la defensa y, en
consecuencia, tener por válidamente acreditado el
hecho materia de juzgamiento y el homicidio del que
fue víctima Rosa Santos Mamani. Los elementos de
juicio allegados a la causa impiden, en mi opinión,
arribar a una conclusión distinta a la que se afirmó
en la sentencia.
Los hechos que damnificaron a José Nemecio
Flores, Remigio Ángel Guerra, Pablo Roberto Lacsi,
Pedro Pablo Ramos, Santiago Ramos y Santiago José Aban
se encuentran suficientemente acreditados.
Sobre el particular, constituye prueba del
caso las declaraciones brindadas durante el debate por
los testigos víctimas Santiago José Aban y Pablo
Roberto Lacsi, así como también la declaración
incorporada como prueba al debate de Nemecio Flores
(cfr. fs. 1181 del expd. 56/11) y Pedro pablo Ramos
(cfr. fs. 31732 del Legajo de prueba de Mamani, rosa
Santos) y la declaración durante el debate de Emilio
Abalos (quien también fue detenido en Tumbayá, junto
con los hermanos Santiago y Pedro Pablo Ramos, Remigio
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público (se desempeñó como Oficial de Área de Defensa
323 desde el 28.1.1977 al 15.10.1977), con abuso de
sus funciones y sin guardar las formalidades
prescriptas por la ley, tuvo poder de mando sobre la
libertad de las víctimas de la causa Aragón y Galean
(que comprenden la totalidad de las víctimas por las
que fue acusado José Eduardo Bulgheroni, habiendo sido
identificados y reseñados en la presente como casos 1
al 10).
La agravante por haber mediado violencia, a
su vez, resulta palmaria, en tanto las víctimas luego
de ser detenidas fueron trasladadas por distintas
dependencias policiales hasta llegar al penal de
Gorriti donde permanecieron incomunicadas, sin poder
recibir visitas, con interrogatorios en horas de la
noche, mientras sus familias peregrinaban por toda la
provincia sin tener ninguna información respecto al
lugar donde se encontraban detenidas.
La agravante por la permanencia superior a un
mes, surge evidente; toda vez que las víctimas
estuvieron detenidas por un período que superó
largamente el mes de detención (cfr. p. 643/644 de la
sentencia).
Asimismo, y con respecto al planteo de la
defensa en lo relativo a que las detenciones de las
víctimas estaban regularizadas por la existencia del
decreto P.E.N. nº 3468 de fecha 29/12/76, los jueces
descartaron dicha posibilidad, bajo el entendimiento
que el estado de sitio no podía dotar de legalidad a
las privaciones ilegales de la libertad realizadas sin
orden judicial.
Para así decidir, sostuvieron que en
principio y por mandato constitucional, nadie puede
ser privado de la libertad sin orden escrita de juez
competente (art. 18 de la C.N.). Sin embargo, el
estado de sitio constituye un instituto constitucional
de excepción que le otorga facultades excepcionales al
Poder Ejecutivo para ordenar arrestos bajo
determinadas circunstancias (art. 23 de la C.N.). En
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personas –o mejor dicho, por los cuales se pretendió
dar viso de legalidad a detenciones ilegales ya
producidas– resultan infundados, en tanto en ellos no
se explica el motivo del arresto y su vinculación con
el estado de sitio.
La inteligencia mencionada, además de no ser
rebatida por la defensa, se corresponde con los
alcances que se efectúa en esta instancia del decreto
PEN 3468 del 29 de diciembre de 1976 (agregado en
copia a fs. 61/64 del legajo de prueba de Rosa Santos
Mamani). En dicho documento, se establece: “[q]ue
constituye una primordial responsabilidad del gobierno
consolidar la paz interior, asegurar la tranquilidad y
el orden público y preservar los permanentes intereses
de la república” y, a renglón seguido, se afirma
“[q]ue a criterio del Poder Ejecutivo Nacional –único
facultado para evaluar los antecedentes respectivos–
las actividades de las personas que se incluyen en el
presente decreto atentan contra los valores indicados
en el considerando anterior y tiene directa y estrecha
relación con las causas que motivaron la declaración
del estado de sitio”. Sin más consideraciones que las
mencionadas, el Poder Ejecutivo de facto ordenó la
detención de treinta y siete personas.
La ausencia de fundamentación de dicho
decreto presidencial resulta palmaria. Además, se
aprecia que en ningún caso, las víctimas de autos
pudieron hacer uso de la opción de abandono del país
prevista en el art. 23 de la C.N.
En dichas condiciones, en las que se analizó
el instituto del estado de sitio y se concluyó, sin
que la defensa logre rebatir en esta instancia, su
ineficacia para dotar de legalidad las detenciones sin
orden judicial sufridas por las víctimas, el caso
traído en revisión se presenta sustancialmente
análogo, en lo pertinente y aplicable, al precedente
“Garbi” (C.F.C.P., sala IV, causa 13.546 “Garbi,
Miguel Tomás s/ recurso de casación”, reg. 520/13,
rta. 22/4/2013). En dicho fallo, este tribunal
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en consecuencia, la sentencia condenatoria que recayó
en autos contra José Eduardo Bulgheroni.
V. Agravios vinculados a la imposición de las
penas impuestas.
Las defensas de Rafael Mariano Braga y de
José Eduardo Bulgheroni alegaron que las penas
impuestas a sus defendidos violan el principio de
igualdad ante la ley y el principio de
proporcionalidad de la pena de prisión. Para fundar
dicho planteo, los recurrentes efectuaron un trabajo
comparativo de las penas impuestas a los Comandantes
que fueron juzgados en el marco de la causa 13/84 de
la Cámara Federal en lo Criminal Y Correccional de la
Capital Federal.
El agravio que presentan las defensas, no
puede tener acogida favorable en esta instancia. Ello
es así, toda vez que el planteo que efectúan los
recurrentes resulta sustancialmente análogo al
analizado y resuelto por este tribunal al fallar en la
causa “Reinhold” (ya citada), oportunidad en la que se
sostuvo que la medida de la pena como reflejo de la
culpabilidad por el acto, debe ser analizada en
relación a la magnitud del injusto que se le reprocha
al sujeto y no, como se pretende, a través de un
ejercicio comparativo con el tipo y monto de pena
impuesta en casos análogos.
En tales condiciones, no se aprecia ni los
impugnantes logran demostrar en esta instancia, la
desproporción de la pena de prisión perpetua impuesta
a Rafael Mariano Braga y a José Eduardo Bulgheroni a
partir de la magnitud del injusto y el grado de
culpabilidad que se tuvo por acreditado en el sub
examine. Sobre este último aspecto, se aprecia que el
tribunal oral graduó la respuesta punitiva de los
imputados sobre la base de los principios
constitucionales mencionados, en tanto señaló que “el
principio de culpabilidad es que determina los límites
de la legitimación de la pena aplicable al autor”
agregando que ”se trata de una cuestión de
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respetuosa con la dignidad del ciudadano” (cfr. p. 649
de la sentencia).
De lo expuesto se aprecia que el tribunal de
juicio impuso la pena de prisión perpetua a Rafael
Mariano Braga y a José Eduardo Bulgheroni, analizando
la magnitud del injusto y el grado de culpabilidad de
los imputados que quedó comprobado en la sentencia. De
modo tal, la sanción penal que se determinó en la
sentencia cuenta con suficiente fundamentación,
encontrando proporcionalidad la pena de prisión
impuesta a los inculpados con los bienes jurídicos
afectados.
Dicho esto, corresponde rechazar los planteos
de inconstitucionalidad de la prisión perpetua que
realizaron las defensas de Rafael Mariano Braga y José
Eduardo Bulgheroni.
Ello es así, en tanto al emitir mis votos en
distintos precedentes análogos al presente, he tenido
oportunidad de afirmar la constitucionalidad de la
pena de prisión perpetua. Tal es el caso de los ya
citados fallos “Arrillaga”, “Migno Pipaon”, “Cejas”,
“Garbi”, “Cabanillas” de la Sala IV de la C.F.C.P;
causa “Amelong” (C.F.C.P., Sala III, causa 14.321
“Amelong, Juan Daniel s/ recurso de casación”, reg.
2337/13, rta. 5/12/2013) y causa “Riveros, Santiago
Omar y otros s/ recurso de casación” (C.F.C.P., Sala
II, reg. Nº 20.904, rta. el 7/12/12,).
En dichas oportunidades se explicó que no
puede afirmarse que la pena de prisión perpetua
incumpla la finalidad de propender a la reforma y
readaptación social del condenado establecida por las
normas internacionales (específicamente artículo 5,
inciso 6 del Pacto de San José de Costa Rica y
artículo 10, inciso 3 del Pacto Internacional de
Derechos Civiles y Políticos). Ello, desde que si bien
las normas citadas indican la finalidad “esencial” que
debe perseguir el Estado en el legítimo ejercicio del
“ius punendi”, cual es la “reforma y readaptación
social” de los condenados –con lo que marcan una clara
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institucional que debe ser considerada como la última
ratio del orden jurídico, a la que sólo cabe acudir
cuando la repugnancia con la cláusula constitucional es
manifiesta e incompatiblemente inconciliable, sin que
exista otro modo de salvaguardar algún derecho o
garantía amparado por la Constitución, sino a costa de
remover el obstáculo que representan normas de inferior
jerarquía (Fallos 311:394; 312:122, 435, 1437, 1681,
2315; 314:407; 315:923; 316:779, 2624; 319:3148;
321:441; 322:842; entre muchos otros). Dichos
prepuestos, como quedara expuesto, no se registran en
la presente causa.
VI. Por todo lo expuesto, de conformidad con
lo propiciado por el Fiscalía General ante esta
instancia, Dr. Ricardo Gustavo Wechsler, corresponde
RECHAZAR los recursos de casación interpuestos por las
defensas de Rafael Mariano Braga y José Eduardo
Bulgheroni y CONFIRMAR la sentencia traída en revisión
en todo cuanto fue materia de recurso. Sin costas en
esta instancia (arts. 530 y 531 in fine del C.P.P.N.).
Tener presentes las reservas del caso federal
efectuadas por las partes.
El señor juez Gustavo M. Hornos dijo:
I. Inicialmente, debo señalar que los
recursos de casación interpuestos son formalmente
admisibles, toda vez que la sentencia recurrida es de
aquellas consideradas definitivas (art. 457 del
C.P.P.N.), las partes recurrentes se encuentran
legitimadas para impugnarla (artículo 459 del
C.P.P.N.), sus planteos se enmarcan dentro de los
motivos previstos por el art. 456, incisos 1º y 2º del
Código Procesal Penal de la Nación y se han cumplido
los requisitos de temporaneidad y de fundamentación
requeridos por el art. 463 del citado código procesal.
Cabe aclarar con relación al recurso de casación
interpuesto por la defensa de Antonio Orlando Vargas –
que fue concedido y mantenido en esta instancia– que
el Tribunal Oral en lo Criminal Federal de Jujuy
resolvió, con fecha 18 de febrero de 2015, declarar
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323:2035), “Videla” (Fallos: 326:2805) y “Mazzeo”
(Fallos 330:3248), a cuyos fundamentos y conclusiones
cabe remitirse en razón de su plena aplicación al
presente caso y de que el recurrente no ha incorporado
motivos para producir un apartamiento de ellos (cfr.
C.F.C.P., Sala IV, causa nº 9673, “Gallone, Carlos
Enrique y otros s/recurso de casación”, registro nº
13.969.4, rta. el 30/09/10; causa nº 10.609,
“Reinhold, Oscar Lorenzo y otros s/recurso de
casación”, registro nº 137/12, rta. el 13/02/12; causa
nº 13.667, “Greppi, Néstor Omar y otros s/recurso de
casación”, registro nº 1404/12, rta. el 23/08/12 y
causa nº 12.161 “Cejas, César Armando y otros
s/recurso de casación”, registro nº 1946/12, rta. el
22/10/12).
En lo relativo a la integración en el
Tribunal Oral en lo Criminal Federal de Jujuy,
coincido en lo sustancial con la propuesta del Dr.
Borinsky en tanto concluye que corresponde rechazar el
planteo; resulta de aplicación aquí –en lo pertinente–
mi opinión, vertida en extenso en las causas nº
14.536, “Liendo Roca, Arturo y Olmedo de Arzuaga,
Santiago D. s/recurso de casación” (registro nº
1242/12.4, rta. el 01/08/2012) y Bettolli, José Tadeo
Luis y otros s/recurso de casación” (registro nº
1649.13.4, rta. el 10/09/13), sobre el sistema de
designación de jueces subrogantes.
IV. Sobre las leyes nº 23.492 y nº 23.521
(de “obediencia debida” y “punto final”1) y la
constitucionalidad de la Ley nº 25.779
Como cuestión preliminar, he de recordar que
–tal como lo expuse en mis votos en las causas “Plá”
(causa nº 11.076, registro nº 14.839.4, rta. el
2/05/11), “Mansilla” (causa nº 11.545, registro nº
15.668.4, rta. el 26/09/11), “Molina” (causa nº
12.821, registro nº 162/12.4, rta. el 17/02/12) y
“Olivera Róvere” (causa nº 12.083, registro nº
939/12.4, rta. el 13/06/2012), entre muchas otras, de
la Sala IV de este Tribunal– ya he tenido oportunidad
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nº 9268.4, rta. el 28/09/07; y más aquí en el tiempo,
causa nº 13.667 “Greppi, Nestor Omar y otros s/
recurso de casación, registro nº 1404/12.4, rta. el
23/08/12; y causa nº 15.660, “Martínez Dorr, Roberto
José y otros s/ recurso de casación, registro nº
872/13.4, rta. el 31/05/13, entre otras), a menos que
se incorporen nuevos argumentos con seriedad y
fundamentación suficiente para justificar la revisión
de la doctrina judicial vigente (Fallos: 318:2060;
326:2060; 326:1138; 327:3087, entre otros).
En esta tesitura, entiendo que el planteo
efectuado por las defensas técnicas de los acusados no
puede ser recibido favorablemente, pues se limita a
reeditar cuestionamientos que no logran conmover el
criterio sostenido por la C.S.J.N. respecto de la
constitucionalidad de la Ley nº 25.779 en el ya citado
fallo “Simón”, así como en “Mazzeo” en el cual, a su
vez, se recordaron los fundamentos que llevaron al
Alto Tribunal a “…reconocer el carácter
imprescriptible de los delitos de lesa humanidad
(‘Arancibia Clavel’, Fallos: 327:3312); a declarar la
inconstitucionalidad de las leyes de obediencia debida
y punto final (‘Simón’, Fallos: 328:2056); a reconocer
el derecho a la verdad sobre los hechos que implicaron
graves violaciones de los derechos humanos (‘Urteaga’,
Fallos: 321:2767); a otorgar rol protagónico de la
víctima en este tipo de procesos (‘Hagelin’, Fallos:
326:3268); y también a replantear el alcance de la
garantía de cosa juzgada compatible con los delitos
investigados (‘Videla’ Fallos: 326:2805)”.
Puntualmente, en lo que hace al principio de
división de poderes, es apropiado resaltar que los
ministros de la Corte consideraron sustancialmente que
la sanción de la ley cuestionada constituyó una
decisión adecuada desde distintas perspectivas.
Ello así, el juez Petracchi entendió, en
definitiva que la ley no priva a los jueces de la
decisión final sobre el punto, amén de que consagra la
doctrina correcta, es decir la nulidad insanable de
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Fallos: 327:3312, considerando 11º; disidencia parcial
del juez Maqueda en “Gualtieri Rugnone de Prieto”, G.
291 XLIII, considerando 22º).
Esta postura ha sido aplicada en reiteradas
ocasiones por la propia Corte Suprema, al considerar
que la jurisprudencia de la Corte Interamericana de
Derechos Humanos, así como las directivas de la
Comisión Interamericana, constituyen una
imprescindible pauta de interpretación de los deberes
y obligaciones derivados de la Convención Americana
sobre Derechos Humanos (conf. “Simón” ya citado,
Fallos: 326:2805, voto del juez Petracchi, Fallos:
315:1492; 318:514; 321:2031; 323:4008).
El mismo valor posee –en los términos
aludidos– la interpretación del Comité de Derechos
Humanos respecto del Pacto Internacional de Derechos
Civiles y Políticos, no sólo por lo prescripto en el
tratado internacional antedicho y en su protocolo
facultativo, sino también en virtud del instrumento de
ratificación depositado por el Estado argentino, en
donde se reconoce expresamente la competencia del
mencionado Comité.
Ese comité, específicamente al referirse al
caso argentino, consideró que las leyes de punto final
y de obediencia debida, y el indulto presidencial de
altos militares son contrarios a los requisitos del
Pacto pues niegan a las víctimas de las violaciones a
los derechos humanos durante el período autoritario de
un recurso efectivo para la tutela de sus derechos, en
violación a los artículos 2 y 9 del Pacto (Comité de
Derechos Humanos, Observaciones Finales del Comité de
Derechos Humanos, Argentina, 5 de abril de 1995,
CCPR/C/79/Add. 46; A/50/40, parágrafo 144-165, citado
por la C.S.J.N en “Mazzeo”, ya mencionado).
Por su parte, la Comisión Interamericana de
Derechos Humanos en el informe 28/92 (Consuelo Herrera
v. Argentina, casos 10.147, 10.181, 10.240, 10.262,
10.309 y 10.311, informe nº 28, del 2 de octubre de
1992) expresó que el hecho de que los juicios
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internacional, especialmente si trata de derechos
humanos, como es el caso de la Convención Americana,
tiene la obligación de realizar sus mejores esfuerzos
para aplicar las recomendaciones de un órgano de
protección como la Comisión Interamericana que es,
además, uno de los órganos principales de la
Organización de los Estados Americanos, que tiene como
función “promover la observancia y la defensa de los
derechos humanos” en el hemisferio (Carta de la OEA,
artículos 52 y 111)” (caso Loayza Tamayo vs. Perú,
sentencia sobre el fondo del 17 de septiembre de 1997,
parágrafo 80).
En esta dirección, es destacable el
pronunciamiento de la Corte Suprema de Justicia de la
Nación en el caso “C. 568. XLIV y C. 594. XLIV.
Recursos de Hecho Carranza Latrubesse, Gustavo c/
Estado Nacional - Ministerio de Relaciones Exteriores
- Provincia del Chubut”, sentencia del 6 de agosto de
2013 en la que sus integrantes profundizan el examen
sobre el valor que cabe asignarle a los informes
finales de la Comisión Interamericana de Derechos
Humanos emitidos en razón del artículo 51 de la CADH.
En este fallo, a excepción de la jueza
Argibay, los restantes ministros del Alto Tribunal han
considerado que dichos informes tienen indudablemente
algún tipo de relevancia sobre el comportamiento de
los Estados a quienes se dirigen, aunque en sus
fundamentos pueden distinguirse matices y
posicionamientos bien diferenciados; ya sea –en prieta
síntesis– a favor de la obligatoriedad de las
recomendaciones (jueces Zaffaroni y Fayt, considerando
nº 18); sea exigiendo alguna verificación sobre los
esfuerzos del Estado por atender a la recomendación en
virtud del principio de buena fe que rige la actuación
del Estado en el cumplimiento de sus compromisos
internacionales (juez Petracchi, considerando 14º),
recurriendo a los mecanismos y procedimientos que el
Estado estime más convenientes a ese fin (juez
Maqueda, considerando 11º); o simplemente,
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integración en el bloque de constitucionalidad (conf.
art. 75, inc. 22 de la C.N.) podría ameritar un
reproche de esa índole, e incluso sujetar al Estado a
responsabilidad internacional.
Por lo hasta aquí expuesto, los presentes
cuestionamientos deben ser rechazados.
V. Sobre la imprescriptibilidad y el
principio de legalidad
Acompaño la opinión del colega que inicia el
acuerdo, quien propone –con acierto– el rechazo de las
pretensiones defensivas.
Viene sobradamente explicado en el
pronunciamiento recurrido que los hechos materia de
juzgamiento en el presente expediente han ocurrido en
el marco de la última dictadura, en jurisdicción del
Comando de la Zona 3, bajo la órbita operacional del
Tercer Cuerpo de Ejército. Dicho Comando se hallaba
dividido en Subzonas, que a su vez se dividían en
Áreas (en lo que aquí interesa, la Subzona 32 y el
Área 323).
En la sentencia examinada, se analizó la
responsabilidad que tuvieron Antonio Orlando Vargas
(f), Rafael Mariano Braga y José Eduardo Bulgheroni en
orden al delito de violación de domicilio y los
delitos agravados de privación ilegítima de la
libertad, tormentos y homicidio por los que fueron
acusados, cometidos en los centros clandestinos de
detención conocidos como: Jefatura de la Policía de
Jujuy, Penitenciaria de Villa Gorriti y “Guerrero”
(cfr. fs. 5993 y ss.).
Resulta ostensible, pues, que los hechos
examinados en las presentes actuaciones han sucedido
en el contexto de la represión ilegal, ejecutada “en
forma generalizada y por un medio particularmente
deleznable cual es el aprovechamiento clandestino del
aparato estatal” (cfr. Fallos: 309:33, causa nº
13/84).
Sobre este asunto, debo destacar que las
reglas prácticas sancionadas por esta Cámara convocan
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producto de una evolución histórica que, al menos
desde la segunda guerra mundial, ha incorporado con
claridad las graves violaciones de los derechos
humanos cometidas a través de la actuación estatal en
el catálogo de delitos de lesa humanidad”. Así, la
Corte Suprema entendió que en la época de los delitos
imputados hechos como los aquí investigados se
encontraban claramente prohibidos como crímenes de
lesa humanidad y que la codificación más moderna –el
Estatuto de Roma– no restringió el espectro de lo
aceptado como crímenes de lesa humanidad.
Una vez así caracterizados los delitos
imputados, su imprescriptibilidad deviene inevitable a
la luz de la jurisprudencia de la Corte Suprema de
Justicia de la Nación (ver “Arancibia Clavel”, Fallos
327:3312; y “Mazzeo”, Fallos 330:3248).
Con relación a la Convención sobre la
imprescriptibilidad de los crímenes de guerra y de los
crímenes de lesa humanidad (con jerarquía
constitucional desde la sanción de la Ley nº 25.788),
la C.S.J.N. sostuvo que ella “… constituye la
culminación de un largo proceso que comenzó en los
primeros años de la década de 1960 cuando la
prescripción amenazaba con convertirse en fuente de
impunidad de los crímenes practicados durante la
segunda guerra mundial, puesto que se acercaban los
veinte años de la comisión de esos crímenes” y que su
texto “… sólo afirma la imprescriptibilidad, lo que
importa el reconocimiento de una norma ya vigente (ius
cogens) en función del derecho internacional público
de origen consuetudinario. De esta manera, no se
fuerza la prohibición de irretroactividad de la ley
penal, sino que se reafirma un principio instalado por
la costumbre internacional, que ya tenía vigencia al
tiempo de comisión de los hechos…” y sigue “… así como
es posible afirmar que la costumbre internacional ya
consideraba imprescriptibles los crímenes contra la
humanidad con anterioridad a la convención, también
esta costumbre era materia común del derecho
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ha asumido frente al orden jurídico interamericano no
sólo un deber de respeto a los derechos humanos, sino
también un deber de garantía…” y a partir del caso
“Velázquez Rodríguez” (C.I.D.H., sentencia del 29 de
julio de 1988, considerando 172, serie C Nº 4) “quedó
claramente establecido el deber del Estado de
estructurar el aparato gubernamental, en todas sus
estructuras del ejercicio del poder público de tal
manera que sus instituciones sean capaces de asegurar
la vigencia de los derechos humanos, lo cual incluye
el deber prevenir, investigar y sancionar toda
violación de los derechos reconocidos por la
convención. Desde este punto de vista, la aplicación
de las disposiciones de derecho interno sobre
prescripción constituye una violación del deber del
Estado de perseguir y sancionar, y consecuentemente,
compromete su responsabilidad internacional (cfr.
CIDH, caso “Barrios Altos”, sentencia del 14 de marzo
de 2001, considerando 41, serie C Nº 75; caso
“Trujillo Oroza vs. Bolivia” – Reparaciones, sentencia
del 27 de febrero de 2001, considerando 106, serie C
Nº 92; caso “Benavides Cevallos“ – cumplimento de
sentencia, resolución del 9 de septiembre de 2003,
considerandos 6º y 7º)” (cfr. C.S.J.N. “Arancibia
Clavel”, cit., voto concurrente de los jueces
Zaffaroni y Highton de Nolasco, considerando 36º; y
voto del juez Petracchi, considerando 23º; en términos
similares, voto del juez Maqueda, considerandos 43º y
74º).
Todo lo expuesto determina el rechazo de la
pretensión examinada.
VI. Sobre la intervención del Dr. Pelazzo y
el Dr. Auat como fiscales
En relación con el planteo efectuado por la
defensa de Bulgheroni –en el término de oficina–
respecto a la designación del Dr. Pelazzo con sustento
en lo resuelto con fecha 22 de octubre de 2013 por la
Cámara Federal de Apelaciones de Salta en la causa nº
012/13 de su registro, habré de remitirme –en lo
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adecuado tratamiento por parte del sentenciante.
En este sentido, habré de recordar que en
las causas “Deutsch” y “Cabanillas” citadas, sostuve
que si bien es cierto que durante la instrucción los
órganos de persecución penal prevalecen por sobre el
imputado (sin mengua del resguardo de las garantías
individuales que lo amparan, que suponen un piso
mínimo de derechos que corresponde a él y su defensa,
sin los cuales no se podría afirmar con seriedad el
funcionamiento de un Estado de Derecho), una vez
concluida esta etapa, en el juicio o procedimiento
principal aparece con toda su magnitud el principio
que pretende igualar las armas con el objeto de
otorgar posibilidades análogas al acusado respecto de
las prerrogativas de acusador a efectos de lograr un
equilibrio procesal.
En aquella oportunidad, concluí, con apoyo
en las precisiones que formula el Dr. Maier al
respecto, que la mera intervención del acusador
particular no afecta necesariamente el equilibrio que
se pretende establecer y cuyo desbalanceo, además,
viene dado no por la intervención de la víctima, sino
por los recursos a disposición de la persecución penal
oficial (cfr. en extenso el desarrollo efectuado en
dichos precedentes).
Por ello, los cuestionamientos analizados
deben ser rechazados.
VIII. Sobre la valoración probatoria y la
calificación legal
En lo que se refiere a la ponderación de las
pruebas, la acreditación de la ocurrencia fenoménica
de los sucesos ilícitos juzgados, el grado de
participación que en ellos les cupo a los imputados,
la determinación de imputabilidad y la subsunción
legal atribuida, hago propias las precisiones que ha
formulado el colega que me antecede al tratar la
cuestión, pues las comparto plenamente, por lo que no
cabe hacer lugar al reclamo tratado.
IX. Sobre la pena
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614, “Rojas, César Almilcar s/recurso de
inconstitucionalidad” (registro nº 1623.4, rta. el
30/11/98); y causa nº 3927, “Velaztiqui, Juan de Dios
s/recurso de casación e inconstitucionalidad”
(registro nº 5477.4, rta. el 17/2/04), que fueran
reiteradas en lo sustancial en mi voto en la causa nº
9822, “Bussi, Antonio Domingo y otro s/recurso de
casación”, registro nº 13.073.4, rta. el 12/03/10 –
entre otras–.
En dicha oportunidad, sostuve que, en primer
lugar, es del caso señalar la significación jurídica
de los términos “inhumano” y “degradante”. En este
sentido el Tribunal Constitucional Español ha
establecido que “trato inhumano” se define como aquel
que “acarree sufrimientos de una especial intensidad”
y “degradante” es aquel que “provoque una humillación
o sensación de envilecimiento que alcance un nivel
determinado, distinto y superior al que puede llevar
aparejada la simple imposición de la condena”.
En similar sentido afirma Binder que “[u]na
pena cruel, es aquella que impone un sufrimiento que
no tiene ninguna relación con el hecho o le da una
intensidad a ese sufrimiento que implica una
autorización inadmisible, planteando un problema
similar al de la pena de muerte. Es infamante una pena
que impone una deshonra que, al igual que la crueldad,
no tiene relación con el hecho que ha provocado la
reacción estatal y busca otra finalidad. Las penas
crueles e infamantes buscan destruir a la persona como
si se tratara de la muerte y, por ende [...] son
formas de destrucción humana” (cfr. Binder, Alberto
“Introducción al Derecho Penal”, pág. 301/302, Ed. Ad
Hoc, primera edición, Bs. As., 2004).
En concordancia con el marco dogmático
reseñado, entiendo que la pena de prisión perpetua en
nuestro país, pese a su severidad, no puede ser
encuadrada en la definición citada.
En efecto, la Ley de Ejecución de la Pena
Privativa de la Libertad, Nro. 24.660, consagra normas
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de prisión perpetua es la que emana del art. 37 de la
Convención sobre los Derechos del Niño, que prohíbe la
imposición a los menores de dicha pena ‘sin
posibilidad de excarcelación´. Con más razón entiendo
no pugna con la normativa constitucional que ella se
vea conminada para el delincuente mayor cuando, como
dije, no sólo no existe norma alguna en el plexo
constitucional que lo prohíba, sino que tampoco surge
implícita su contra-dicción con los derechos humanos
que aquél tutela”.
Entonces “[m]ás allá de las autorizadas
críticas que se le efectúan a la pena de prisión
perpetua desde el punto de vista criminológico en
orden a su conveniencia o eficacia –ámbito que,
reitero, hace a la exclusiva competencia del
Legislador y no a la de los jueces–, ella es uno de
los tantos instrumentos elegidos por aquel órgano para
lograr el cumplimiento de las máximas constitucionales
que limitan los derechos de cada hombre por los de los
demás, por la seguridad de todos y por el bienestar
general (en ese sentido ver art. 26 de la Declaración
Universal de Derechos Humanos, y art. 32 del Pacto de
San José de Costa Rica)”.
También se ha dado respuesta en el precedente
citado al planteo de que la pena de prisión perpetua
incumple la finalidad establecida por las normas
internacionales, la reforma y readaptación social del
condenado (específicamente artículo 5, inciso 6°, del
Pacto de San José de Costa Rica y artículo 10, inciso
3°, del Pacto Internacional de Derechos Civiles y
Políticos). En este sentido, se ha señalado que esas
normas indican “… la finalidad ´esencial’ que debe
perseguir el Estado en el legítimo ejercicio del ‘ius
punendi’, cual es la ‘reforma y readaptación social’
de los condenados; y si bien, de tal suerte, marcan
una clara preferencia en torno a aquel objetivo
llamado de prevención especial –del que no resultan
excluidos los condenados a prisión perpetua–
evidentemente no obstaculizan otros fines que el
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relacionada con el principio de racionalidad de la
pena, que exige que ésta sea proporcional a la
magnitud del injusto y de la culpabilidad y que, en
definitiva, reclama un examen de adecuación de la
respuesta punitiva al caso concreto que no ha podido
ser conmovido por la recurrente en el sub examine. (En
este sentido, cfr. in re: “Bussi”, “Martínez Dorr” y
“Tommasi” –ya citadas–).
X. En suma, corresponde rechazar los recursos
interpuestos por las defensas, sin costas, por haberse
efectuado un razonable ejercicio del derecho al
recurso (arts. 8.2.h, C.A.D.H., y artículos 530, 531 y
532 del C.P.P.N.). Téngase presente las reservas de
caso federal efectuadas por las partes.
El señor juez Juan Carlos Gemignani dijo:
I. Que en orden al análisis de admisibilidad
formal de los recursos sometidos a consideración,
lleva razón el colega que me precede en el presente
acuerdo, doctor Hornos, en cuanto que los mismos
satisfacen las exigencias legales adjetivas, tanto las
de carácter objetivas como subjetivas, conforme lo
prevén los arts. 456 -ambos incisos-, 459 y 463, todos
del Código Procesal Penal de la Nación.
Sin embargo, en relación a las cuestiones
alegadas por el doctor Carlos A. Rodríguez Vega,
abogado defensor de José Eduardo Bulgheroni (fs.
6907/6966 vta.), en la oportunidad prevista en los
arts. 465 (cuarto párrafo) y 466 del C.P.P.N. -término
de oficina-; y los doctores Hernán Guillermo Vidal y
Ricardo Mario Vitellini, asistiendo a Rafael Mariano
Braga, en ocasión de celebrarse la audiencia
contemplada en el art. 468 del digesto ritual, las
cuales versan acerca de la irregular designación del
doctor Pelazzo como Fiscal Ad Hoc en los presentes
actuados; y la excepción de falta de jurisdicción,
violación a la garantía de juez natural e integración
del tribunal oral, respectivamente, habré de realizar
las siguientes consideraciones.
En primer lugar, he de precisar que, según
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se designó al doctor Pablo Miguel Pelazzo para actuar
como Fiscal “ad hoc” en las causas por violaciones a
los derechos humanos cometidos durante el terrorismo
de Estado en la jurisdicción jujeña, conforme lo
resolviera la Cámara Federal de Apelaciones de Salta
dictada en el marco de la causa nro. 012/13 de su
registro, en fecha 22 de octubre del año 2013.
Sobre este punto, adelanto que me apartaré de
las consideraciones efectuadas por mis colegas
preopinantes.
En efecto, entiendo necesario remitirme al
análisis que desarrolláramos con mi colega de esta
Excma. Cámara Federal de Casación Penal, doctor
Eduardo Rafael Riggi, en el voto conjunto que
realizamos en la causa nro. 1775/2013, caratulada
“BLAQUIER, Carlos Pedro Tadeo y otro s/recurso de
casación”, rta. el 13 de marzo del corriente año, Reg.
Nro. 366.15.4.
En dichas actuaciones tuve oportunidad de
expedirme detalladamente acerca de la ilegalidad de la
resolución de referencia, ya que había llegado a
conocimiento de esta Sala (con integración parcial
diferente), la decisión de la Cámara Federal de
Apelaciones de Salta arriba citada -cuya copia
acompañó la defensa de Bulgheroni en el término de
oficina-, pues había sido recurrida por el Fiscal
General Subrogante, doctor Eduardo José Villalba, y
por los letrados defensores de los imputados en
aquéllos actuados, contra la declaración de ilegalidad
de la resolución PGN nº 67/12 y la invalidez de la
designación del doctor Pablo Miguel Pelazzo quien no
podría continuar actuando como fiscal en las causas
195/09 (“Burgos”) 7 296/09 (“Arédez”) con base en la
citada resolución; y contra el segundo punto
dispositivo por el que se mantuvo la validez de las
actuaciones cumplidas por el nombrado hasta la fecha
de ese pronunciamiento, respectivamente.
Liminarmente, quiero dejar a salvo que si
bien no escapa al suscripto que con la reciente
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excepción de falta de jurisdicción, violación a la
garantía de juez natural e integración del tribunal
oral interpuesta por la defensa de Braga, compartiré,
también, la propuesta brindada al respecto por el
doctor Borinsky.
II. Sentado cuanto precede, y atento a los
argumentos brindados por mi distinguido colega que
abre el presente acuerdo en su voto, y que llevan la
adhesión del doctor Hornos -el que, atento a su
claridad expositiva y armonía con las constancias
obrantes en autos y con la doctrina y jurisprudencia
imperante en los temas que nos ocupan-, habré de
compartir la respuesta final esbozada en su voto.
A fin de no resultar repetitivo ni sobreabundante de
cuestiones sólidamente analizadas, en especial,
aquéllas de carácter dogmático, sólo me abocaré a
realizar ciertas consideraciones que me distancian
argumentativamente de mis colegas preopinantes o que
entiendo que ayudarán a consolidar, más aún, el
presente acuerdo.
III. Liminarmente y, si bien los argumentos y
consideraciones dogmáticas que vengo sosteniendo en
innumerables precedentes de esta Sala IV en cuanto a
la fundamentación de la responsabilidad de los
imputados en causas como la que aquí nos ocupa (véase
causa nro. 13.667 “GREPPI, Néstor Omar y otros
s/recurso de casación”, rta. el 23/08/12, Reg. Nro.
1404/12; causa nro. 12.161 “CEJAS, César Armando y
otros s/recurso de casación”, rta. el 22/10/12, Reg.
Nro. 1946/12; causa nro. 14.116 “BETTOLLI, José Tadeo
Luis y otros s/recurso de casación”, rta. el 10/09/13,
Reg. Nro. 1649/13; causa nro. 14.537 “CABANILLAS,
Eduardo Rodolfo y otros s/recurso de casación”, rta.
el 07/10/13, Reg. Nro. 1928/13; causa nro. 15.438
“GONZÁLEZ, José María s/recurso de casación”, rta. el
18/11/13, Reg. Nro. 2245/13; causa nro. 15.016
“ZEOLITTI, Roberto Carlos y otros s/recurso de
casación”, rta. el 29/05/14, Reg. Nro. 1004/14; entre
muchas otras) varía al análisis expuesto tanto por el
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infracción de deber y participación delictiva”, Ed.
Marcial Pons, pág. 145).
En términos coloquiales, a todos nos es
impuesto como corolario del institucionalmente
reconocido ejercicio de libertad, responder de ese
ejercicio toda vez que nuestra organización, por
defectuosa, comprometa lesionando derechos de
terceros; pero cuando esa organización pertenece al
ámbito institucional de quien tiene asignada la
obligación de seguridad exterior e interior, es la
infracción a esa obligación central la fundante de
imputación de los defectos organizativos.
El estatus jurídico que ostentaban los
implicados en los hechos, les confiere por sobre la
obligación del ejercicio de libertad inocuo para
terceros, esto es, de la general obligación ciudadana
de organizarse sin lesionar, la condición de custodios
de la legalidad en el ámbito de sus funciones, y la
gravísima infracción a esa obligación exhibida en su
intervención en los hechos verificados, transmuta la
razón de su obligación de responder por los mismos. Se
trata, como se ha dicho, de injustos de infracción al
deber, de infracción institucional.
Así, la calidad de funcionario público de los
autores no cualifica especialmente un hecho que
hubiere podido ser cometido por un particular,
transformándolo en una especie de los denominados
“delicta propia”; sino que directamente el hecho
merece ser considerado –y valorado para su imputación–
como hecho funcionarial, esto es, no como hecho que
reclama la intervención de un funcionario, sino como
hecho de infracción a la institución funcionarial.
Ello así, toda vez que, como se ha expresado
antes, y por sobre las obligaciones del respeto a la
libertad, se encuentran las instituciones que,
justamente, contribuyen al sostenimiento y garantía de
esa libertad, esto es, aquellas que expresan la
organización institucional del Estado.
V. Por todo lo expuesto, propongo al acuerdo:
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Ante mí:
JESICA YAEL SIRCOVICH
Prosecretaria de Cámara
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