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Poder Judicial de la Nación

TCAS
CÉDULA DE
NOTIFICACIÓN
15000001176583

15000001176583
TRIBUNAL: CAMARA FEDERAL DE CASACION PENAL - SALA 4,
SITO EN

FECHA DE RECEPCIÓN EN NOTIFICACIONES:

Sr.: DR. RICARDO GUSTAVO WECHSLER, FISCALIA


ANTE LA CAMARA NACIONAL DE CASACION
PENAL N° 3
Domicilio: 51000002074
Tipo de Domicilio: Electrónico
Carácter: Urgente
Observaciones Especiales: -----

76000019/2011 S N N
N° ORDEN EXPTE. N° ZONA FUERO JUZGADO SECRET. COPIAS PERSONAL OBSERV.

Hago saber a Ud. que en el expediente caratulado: “Legajo Nº 2 -


IMPUTADO: BRAGA, RAFAEL MARIANO Y OTROS s/LEGAJO DE EJECUCION
PENAL” que tramita por ante este Tribunal, con fecha 3 de julio
de 2015 se dictó la resolución cuya copia se adjunta en
cincuenta y cinco (55) fojas (Registro Nro. 1293/15). La
presente deberá ser diligenciada con carácter de urgente (Art.
142 CPPN)------------------------------------------------------
QUEDA USTED LEGALMENTE NOTIFICADO.-----------------------------
Buenos Aires, / /15

JESICA YAEL SIRCOVICH


Prosecretaria de Cámara
Poder Judicial de la Nación

En ………………..de……………………de 2015, siendo horas ……………….


Me constituí en el domicilio sito en……………………………………………… ……………….
…………………………………………………………………………………………. ………………
Y requerí la presencia de……………………………………………………………. ………………
y no encontrándose …………………………….
fui atendido por: ……………………………………………………………………………………….
…………………………………………………………………………………………………………….
D.N.I; L.E; L.C; Nº……………………………………………………………………………………..
Ni respondiendo persona alguna a mis llamados, requerí la presencia de un testigo quien manifiesta ser:
………………………………………………………………………………………….
…………………………………………………………………………………………………………….
Acto seguido , e impuesto del motivo de mi presencia , le hice entrega de …………………….
procedí a fijar en el acceso de la vivienda una copia de la presente
FIRMADO ANTE MI PARA CONSTANCIA.-
Poder Judicial de la Nación
CAMARA FEDERAL DE CASACION PENAL - SALA 4
FSA 76000019/2011/TO1/2/CFC2

REGISTRO Nro: 1293/15

//la ciudad de Buenos Aires, a los 3 días del mes de


julio del año dos mil quince, se reúne la Sala IV de
la Cámara Federal de Casación Penal integrada por el
doctor Mariano Hernán Borinsky como Presidente, los
doctores Juan Carlos Gemignani y Gustavo M. Hornos
como Vocales, asistidos por el secretario actuante, a
los efectos de resolver los recursos de casación de
fs. 6460/6518 y 6519/6576 de la presente causa nro.
FSA 76000019/2011/TO1/2/CFC2 del registro de esta Sala
IV, caratulada: “BRAGA, Rafael Mariano y otros
s/recurso de casación”; de la que RESULTA:
I. Que el Tribunal Oral en lo Criminal
Federal de Jujuy, en la causa Nº 19/11 y 55/11 y sus
acumuladas, mediante veredicto del 3 de mayo de 2013 y
fundamentos de la sentencia del 2 de julio del mismo
año, resolvió –en lo que aquí interesa–: “I) RECHAZAR
la totalidad de los planteos de nulidad, efectuados
por las defensas de los imputados […] Rafael Mariano
Braga y José Eduardo Bulgheroni.; II) CONSIDERAR los
hechos objeto de este proceso como DELITOS DE LESA
HUMANIDAD (Arts. 75 inc. 22 de la Constitución
Nacional, Estatuto de Roma de la Corte Penal
Internacional y Convención sobre la
Imprescriptibilidad de los Crímenes de Guerra y los
Crímenes de Lesa Humanidad- leyes 24584 y 25778).;
III) CONDENAR a RAFAEL MARIANO BRAGA, de las
condiciones personales que constan en autos, a la pena
de PRISIÓN PERPETUA e INHABILITACIÓN ABSOLUTA y
PERPETUA, ACCESORIAS LEGALES y COSTAS, por
considerarlo COAUTOR penalmente responsable de los
delitos de violación de domicilio en concurso ideal
con privación ilegítima de la libertad calificada por
mediar violencia; los que concurren en forma real con
el delito de homicidio doblemente calificado por
alevosía y por el concurso premeditado de dos o más
personas, del que deberá responder en calidad de
PARTÍCIPE NECESARIO, todo en perjuicio de Julio

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Rolando Álvarez García (Arts. 2, 12, 19, 29 inc. 3,
40, 41, 45, 54, 55, 80 incs. 2° y 6°; 144 bis inc. 1°
y último párrafo -texto según ley 14.616- en función
del art. 142 inc. 1° -texto según ley 20.642- y 151,
del Código Penal y arts. 530, 531 y concordantes del
Código Procesal Penal de la Nación). Manteniendo la
modalidad de cumplimiento de la prisión preventiva
vigente en autos y ordenando su traslado a una Unidad
Penitenciaria Federal de la Provincia de Buenos
Aires.; […] V) CONDENAR a JOSÉ EDUARDO BULGHERONI, de
las condiciones personales que constan en autos, a la
pena de PRISIÓN PERPETUA e INHABILITACIÓN ABSOLUTA y
PERPETUA, ACCESORIAS LEGALES y COSTAS, por ser
PARTÍCIPE NECESARIO del delito de privación ilegal de
la libertad agravada por el empleo de violencia y por
su permanencia superior a un mes – 7 hechos en causa
Galean, en perjuicio de: Santiago José Abán; José
Nemecio Flores; Remigio Ángel Guerra; Pablo Roberto
Lacsi, Rosa Santos Mamaní; Pedro Pablo Ramos y
Santiago Ramos y 3 hechos en causa Aragón, en
perjuicio de: Patricio Vidal Lazarte; Dante Robinson
Torres y Narciso Santiesteban- y por ser COAUTOR de
los delitos de tormentos agravados por tratarse de un
perseguido político y homicidio agravado por alevosía
y por el concurso premeditado de dos o más personas en
perjuicio de Rosa Santos Mamaní; todo en concurso real
(Arts. 2, 12, 19, 29 inc. 3; 45, 55, 80 incs. 2° y 6°,
144 bis inc. 1° y último párrafo- texto según ley
14.616- en función del artículo 142 incs. 1º y 5º-
texto según ley 20.642-, art. 144 ter, primer y
segundo párrafo –texto según ley 14.616- del Código
Penal; Arts. 530, 531 y concordantes del CPPN),
manteniendo la modalidad de cumplimiento de la prisión
preventiva vigente en autos y ordenando el traslado
del causante a la Unidad 7 del Servicio Penitenciario
Federal (Resistencia-Chaco).1” (fs. 5582/5584 vta.).
II. Que dicha resolución fue recurrida por
las defensas de José Eduardo Bulgheroni (cfr. fs.
6460/6518) y Rafael Mariano Braga (cfr. fs.

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6519/6576), habiendo sido concedidas las impugnaciones


(cfr. fs. 6628/6633) y mantenidas en esta instancia.
Finalmente, cabe señalar que Antonio Orlando
Vargas fue juzgado y condenado en esta causa y su
defensa técnica presentó recurso de casación penal
(cfr. fs. 6362/6459) que fue concedido por el tribunal
a quo (6630/6631) y mantenido ante esta instancia. Sin
embargo, Orlando Antonio Vargas falleció el 3 de
noviembre de 2014. Ante ello, el Tribunal Oral en lo
Criminal Federal de Jujuy resolvió con fecha 18 de
febrero de 2015 la extinción de la acción penal por
muerte de Antonio Orlando Vargas en la presente causa
y se dictó su consecuente sobreseimiento (art. 59,
inc. 1 del C.P. y art. 336, inc. 1 del C.P.P.N.; cfr.
certificación actuarial de fs. 7026 y resolución de
fs. 7056).
Ante dicho cuadro de situación, este Tribunal
declaró abstracto el recurso de casación interpuesto
por la defensa de Antonio Orlando Vargas (C.F.C.P.,
Sala IV, reg. 793/15, rta. 30/4/2015; cfr. fs.
7053/7054).
III. Agravios introducidos por los
recurrentes
A. Recurso de casación interpuesto por la
defensa de José Eduardo Bulgheroni
La defensa encausó su recurso en base a lo
preceptuado en ambos incisos del art. 456 C.P.P.N. y
se agravió al postular:
1. Prescripción de la acción penal
La defensa objetó la calificación de delitos
de lesa humanidad, pues estimó que no constituía una
norma penal positiva al momento de los hechos. Sostuvo
que tal definición constituye un encuadre jurídico
basado en una norma dictada con posterioridad y
aplicada retroactivamente pese a ser más gravosa para
el justiciable. De este modo, afirmó que la sentencia
impugnada viola el principio de legalidad e
irretroactividad de la ley penal más gravosa (art. 18
de la C.N.).

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2. Inconstitucionalidad de la ley 25.779
El recurrente postuló la inconstitucionalidad
de la ley 25.779 por medio de la cual se declaró
insanablemente nulas las leyes de obediencia debida y
punto final (Leyes 23.492 y 23.521). Para dar
fundamento a su posición, el impugnante sostuvo que al
nulificar las leyes de obediencia debida y punto
final, el poder legislativo invadió la esfera de otro
poder del Estado (Poder Judicial) ignorando que por
medio a dichas leyes se han producido efectos
jurídicos en casos como el traído a revisión, los
cuales no pueden variar ni alterarse.
3. Nulidad del acta de debate
La defensa sostuvo que el acta de debate que
se confeccionó en la presente causa, no refleja
realmente lo sucedido durante las audiencias de
debate. Por ello, consideró que dicha acta resulta
nula, así como también la deliberación que efectuaron
los miembros del Tribunal Oral Federal de Jujuy. En
este sentido, el recurrente aclaró que el acta de
debate se puso a disposición de las partes al momento
de darse a conocer la sentencia, siéndole entregada a
las partes un CD que contenía copia del acta, el cual
no refleja la totalidad de los hechos sucedidos en las
diversas audiencia celebradas durante el juicio.
El vicio alegado, según lo entiende la
recurrente, afectó el derecho de defensa en juicio. En
su razón, la defensa postuló la nulidad absoluta del
acta de debate y de todo lo actuado en consecuencia.
4. Nulidad de la sentencia
La defensa alegó la nulidad de la sentencia
por arbitrariedad. En esta dirección, el recurrente
consideró que en dicha pieza procesal no se analizó de
manera circunstanciada las constancias de la causa,
relatándose de manera parcial y contradictoria los
dichos de algunos testigos a los que se les adjudica
un valor supremo. Agregó que se puso en boca de
testigos dichos que éstos no han expuesto o se
interpretaron sus declaraciones en contra del imputado

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Bulgheroni cuando, en verdad, las declaraciones de los


testigos se orientaban o apuntaban a otros imputados.
Por tal motivo, la defensa consideró que la
sentencia traída en revisión resulta nula, pues, en su
opinión, se trata de un monólogo jurisdiccional que ha
violado el derecho de defensa en juicio y la garantía
del debido proceso legal (arts. 123, 404, inc. 2, 166,
167, inc. 2, 168 y 169 del C.P.P.N. y 18 y 75, inc. 22
de la C.N.).
Para dar sustento a su posición, el
recurrente relevó las consideraciones efectuadas por
el Dr. René Vicente Casas en su voto para tener por
acreditado los hechos y la responsabilidad penal de
José Eduardo Bulgheroni, a las que corresponde
remitirse en mérito a la brevedad (cfr. fs.
6493/6516). Sobre el punto, el impugnante objetó el
juicio de valor y las conclusiones a las que arribó el
mencionado magistrado, argumentando que a su defendido
se lo responsabilizó sólo por ser miembro del
ejército. No se comprobó, según afirma la defensa, que
Bulgheroni hubiera participado en la aprehensión de
las víctimas, o hubiera tenido poder de disposición
sobre aquellas, para ordenar su libertad o para
mantener su “detención“.
Por ello, consideró que la sentencia
condenatoria que recayó sobre José Eduardo Bulgheroni
se edifica sobre meras presunciones y no en prueba
cierta y acabada que permita acreditar la acción
típica y antijurídica desplegada por su defendido. En
esa línea de pensamientos, sostuvo que la sentencia
viola el principio de inocencia e inversión de la
carga de la prueba, en tanto constituye parte de un
relato meramente dogmático que no encuentra fundamento
en las constancias de la causa.
5. Ausencia de fundamentación al fijar el
monto de pena
El recurrente alegó arbitrariedad por
ausencia de fundamentación con respecto al juicio de
mensuración de pena a su asistido. Ello, según el

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recurrente, no sólo por el grado de participación en
los hechos que se tuvo por acreditado en la sentencia,
sino por la desproporcionalidad que se verifica en
autos entre la pena impuesta a su defendido con la que
se le impuso a los Comandantes en el juicio llevado a
cabo por la Cámara Nacional en lo Criminal y
Correccional Federal de la Capital Federal en el marco
de la causa 13/84.
Además, la defensa sostuvo que la imposición
de una pena perpetua a su defendido constituye una
penal cruel e inhumana en razón del rango etario de
José Eduardo Bulgheroni (nació el 26 de junio de
1951). Alegó, en consecuencia, que la pena de prisión
perpetua resulta inconstitucional.
Hizo reserva de caso federal.
B. Recurso de casación interpuesto por la
defensa de Rafael Mariano Braga
La defensa encausó su recurso en base a lo
preceptuado en ambos incisos del art. 456 C.P.P.N. y
se agravió al postular:
1. Prescripción de la acción penal
La defensa objetó la calificación de delitos
de lesa humanidad, pues estimó que no constituía una
norma penal positiva al momento de los hechos. Sostuvo
que tal definición constituye un encuadre jurídico
basado en una norma dictada con posterioridad y
aplicada retroactivamente pese a ser más gravosa para
el justiciable. De este modo, afirmó que la sentencia
impugnada viola el principio de legalidad e
irretroactividad de la ley penal más gravosa (art. 18
de la C.N.).
2. Inconstitucionalidad de la ley 25.779
El recurrente postuló la inconstitucionalidad
de la ley 25.779 por medio de la cual se declaró
insanablemente nulas las leyes de obediencia debida y
punto final (Leyes 23.492 y 23.521). Para dar
fundamento a su posición, la defensa sostuvo que al
nulificar las leyes de obediencia debida y punto
final, el poder legislativo invadió la esfera de otro

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poder del Estado (Poder Judicial) ignorando que por


medio a dichas leyes se han producido efectos
jurídicos en casos como el traído a revisión, los
cuales no pueden variar ni alterarse.
3. Derecho de defensa conculcado
Bajo el título “manifiesta desigualdad –
derecho de defensa conculcado” el recurrente cuestionó
el trato y las manifestaciones de los “testigos
víctimas” que declararon durante el debate. La defensa
cuestionó la intervención en el debate de psicólogos
para contener a los “testigos víctimas” ante el
supuesto contacto directo que habrían mantenido con
los testigos y la posible influencia de ellos en el
relato de las víctimas.
En esas condiciones, el recurrente afirmó que
los integrantes del Tribunal Oral en lo Federal de
Jujuy desatendieron la manda legal que establece que
los testigos deben declarar libremente.
4. Ausencia de fundamentación en el monto
de la pena impuesta a su defendido
El recurrente alegó arbitrariedad por
ausencia de fundamentación con respecto al juicio de
mensuración de pena que se le impuso a su defendido.
Ello, por cuanto según entiende el impugnante, en la
sentencia no se ponderó al tiempo de determinarse la
pena el grado de participación de Rafael Mariano Braga
en los hechos por los que fue condenado.
Además, agregó que se fijó un monto de pena
desproporcional en comparación con el que se le impuso
a los Comandantes en el juicio llevado a cabo por la
Cámara Nacional en lo Criminal y Correccional Federal
de la Capital Federal en el marco de la causa 13/84.
Finalmente, sostuvo que la pena perpetua que
se le impuso a su asistido resulta inconstitucional,
en tanto viola el principio de humanidad en función
del rango etario de Rafael Mariano Braga (nació el 20
de agosto de 1950).
5. Nulidad de la intervención de los
integrantes del Ministerio Público Fiscal durante el

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juicio
En su recurso, la defensa recordó que durante
el juicio adhirió a la impugnación que efectuó la
Defensa Oficial que asistió a Antonio Orlando Vargas
en cuanto cuestionó la imparcialidad y objetividad del
Dr. Pablo Pelazzo como fiscal ad hoc por haberse
desempeñado en la causa “Arédez” como abogado
representante de la querella. Además, impugnó el
alegato final que efectuó el Ministerio Público Fiscal
por haber tomado la palabra el Fiscal General Jorge
Auat.
En este último sentido, el recurrente sostuvo
que al no haber participado de la totalidad de las
audiencias celebradas durante el debate, dicho Fiscal
no se encontraba habilitado para efectuar el alegato
en función del principio de inmediatez, el cual
requiere la presencia ininterrumpida al juicio de
todos los sujetos procesales.
6. Arbitrariedad de la sentencia
El recurrente alegó que la sentencia carece
de suficiente fundamentación para reconocerla como un
acto jurisdiccional válido. En su impugnación, la
defensa sostuvo que en la sentencia no se explicó en
qué tipos penales se subsume la conducta de su
defendido. Agregó que no se comprobó en el juicio ni
se explicó en la sentencia cuál fue la conducta
disvaliosa que llevó a cabo Rafael Mariano Braga para
arribar a un pronunciamiento condenatorio.
La defensa agregó que dicha circunstancia
comportó la violación al principio de inocencia que
opera como garantía constitucional a favor del
imputado.
Para dar sustento a su posición, el
recurrente relevó las consideraciones efectuadas por
los jueces de la instancia anterior para tener por
acreditado el hecho y la responsabilidad penal de
Rafael Mariano Braga (caso Julio Rolando Álvarez
García) y objetó la prueba y el juicio de valor que se
efectuó en la sentencia. En mérito a la brevedad

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corresponde remitirse a las críticas en particular que


efectuó la defensa en su recurso (cfr. fs. 6552/6566
vta.).
En prieta síntesis el recurrente sostuvo, de
adverso a cuanto concluyó el tribunal a quo, que Julio
Rolando Álvarez García fue detenido por efectivos del
Comando de la V Brigada de Infantería (Subzona 32) y
fue trasladado a la Jefatura de Policía de Tucumán,
habiendo sido visto allí con posterioridad al 21 de
agosto de 1976 por Raúl Elías y Juan Martín. Es decir,
luego que se produzca su “detención” en la vivienda de
sus padres en la ciudad de San Salvador de Jujuy.
El recurrente, a su vez, consideró que no se
encontraba suficientemente acreditada la muerte de
Julio Rolando Álvarez García. Para ello, descalificó
la partida de defunción que documenta dicho extremo
por no contar con información suficiente (no se
consigna D.N.I., nombre de los padres, domicilio y
causa de muerte) y afirmó que para acreditar un
homicidio se requiere el hallazgo del cuerpo de la
víctima; extremo que no se cumple en el caso de autos.
Con respecto a la violación de domicilio y la
privación ilegal de la libertad de Álvarez García, el
recurrente sostuvo que Rafael Mariano Braga no
participó en dicho hecho. Para ello, sostuvo que para
esa época, Braga se encontraba de licencia en la
ciudad de Buenos Aires. Es decir, al producirse el
hecho que damnificó a Álvarez García, Braga no se
encontraba físicamente en la provincia de Jujuy.
La defensa agregó que contrariamente a lo
afirmado en la sentencia, su defendido no cumplió
funciones como Oficial de Inteligencia del Área de
Defensa 323, sino que lo hizo como Oficial de
Inteligencia del GAM 5 y que su función consistía en
la adquisición de blancos a ser batidos y oficial de
claves que descifraba mensajes. Ello, sin perjuicio de
cumplir tareas administrativas en el RIM 20 dos veces
por semana.
Finalmente, el impugnante adujo que Braga no

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fue reconocido por las personas que presenciaron el
hecho (familiares y amigos de la víctima) para lo cual
descalificó la declaración de Inés Irene Peña.
Hizo reserva del caso federal
IV. Que en la oportunidad prevista en el art.
465, cuarto párrafo, y 466 del código de rito, las
partes efectuaron presentaciones:
1. A fs. 6842/6906 se presentó la defensa de
Rafael Mariano Braga, oportunidad en la que presentó
copia del recurso de casación (cfr. fs. 6842/6899) y
amplió los fundamentos del recurso (cfr. fs.
6900/6906). En esta ocasión, remarcó su posición en
cuanto a que advierte una total falta de imparcialidad
y objetividad por parte de los sentenciantes, en tanto
considera que ponderaron exageradamente pruebas de
cargo que no son tales y minimizaron las pruebas de
descargo. En este sentido, relevó elementos de prueba
y los valoró para dar sustento a su posición.
2. A fs. 6907 se presentó la defensa de José
Eduardo Bulgheroni y denunció como hecho nuevo la
resolución dictada por la Cámara Federal de
Apelaciones de Salta del 22 de octubre de 2013, en la
causa 012/13. En dicho precedente jurisdiccional se
sostuvo que la resolución PGN 67/12 del 4 de julio de
2012 no observó el procedimiento previsto por los
arts. 5 y 6 de la ley 24.946 ni el establecido en el
art. 11 de dicha legislación. De allí, el recurrente
considera que el citado precedente judicial reafirma
su posición en cuanto a que es nula la intervención en
la presente causa del Dr. Pablo Miguel Pelazzo en
carácter de fiscal ad hoc. Por lo demás, la defensa
aportó copias del recurso de casación oportunamente
presentado en autos (cfr. fs. 6908/6966).
3. A fs. 6990/7016 se presentó el Fiscal
General ante esta Cámara de Federal de Casación Penal,
Dr. Ricardo Gustavo Wechsler, quien solicitó, con
fundamentos, que se rechacen los recursos de casación
interpuestos por las defensas.
V. Celebrada la audiencia prevista en los

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arts. 465, último párrafo y 468 del C.P.P.N.,


informaron oralmente las defensas de Rafael Mariano
Braga y José Eduardo Bulgheroni. A dicha audiencia
compareció también el Fiscal General, Dr. Ricardo
Wechsler y el Dr. Néstor Ariel Ruarte como abogado que
representa a la querellante Inés Peña (cfr. fs. 7060).
Luego quedaron las actuaciones en estado de ser
resueltas. Efectuado el sorteo de ley para que los
señores jueces emitan su voto, resultó el siguiente
orden sucesivo de votación: doctores Mariano Hernán
Borinsky, Gustavo M. Hornos y Juan Carlos Gemignani.
El señor juez doctor Mariano Hernán Borinsky
dijo:
I. Llegado el momento de resolver los
recursos interpuestos, a fin de lograr una mejor
claridad expositiva y para evitar reiteraciones
innecesarias, he de abordar en el presente acápite los
planteos incoados por las diferentes defensas que
exhiben agravios comunes y que constituyen excepciones
de previo y especial pronunciamiento.
1) Extinción de la acción penal por
prescripción y violación al principio de legalidad
Las defensas presentaron planteos de
excepción de falta de acción por prescripción de la
acción penal y violación al principio de legalidad que
derivan de la categorización de los hechos materia de
juzgamiento como delitos de lesa humanidad. Dichos
planteos no pueden tener acogida favorable en esta
instancia.
Ello es así por cuanto los mismos resultan
sustancialmente análogos, mutatis mutandi, a los
tratados y resueltos por este Tribunal al fallar en
distintos casos en los que intervino el suscripto en
el marco de las causas de la Sala IV Nº 15.016
“Zeolitti, Roberto Carlos y otros s/ recurso de
casación” (reg. nº 1004/14, rta. el 29/5/2014), Nº
225/13 “Estrella, Luis Fernando y otros s/ recurso de
casación” (reg. 2138/13, rta. 5/11/2013), Nº 14.537,
“Cabanillas, Eduardo Rodolfo y otros s/ recurso de

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casación” (reg. 1928/13, rta. 7/10/2013), Nº 14.116
“Bettolli, José Tadeo Luis y otros s/ recurso de
casación” (reg. 1649/13, rta. 10/9/2013), Nº 15.710
“Tommasi, Julio Alberto y otros s/ recurso de
casación” (reg. 1567/13, rta. 29/8/2013), Nº 13.546
“Garbi, Miguel Tomás y otros s/ recurso de casación”
(reg. Nº 520/13, rta. 22/4/2013); Nº 15425, “Muiña,
Luis, Bignone, Reynaldo Benito Antonio, Mariani,
Hipólito Rafael s/recurso de casación” (Reg. Nº
2266/12, rta. el 28/11/2012); Nº 15.314 “Migno Pipaon,
Dardo y otros s/ recurso de casación” (reg. 2042/12,
rta. 31/10/2012); Nº 12161 “Cejas, César Armando y
otros s/recurso de casación” (reg. Nº 1946/12, rta. el
22/10/2012); Nº 13.667 “Greppi, Néstor Omar y otros s/
recurso de casación” (reg. Nº 1404/12, rta.
23/8/2012); Nº 12.038 “Olivera Rovere, Jorge Carlos y
otros s/recurso de casación” (reg. Nº 939/12, rta. el
13/6/2012); Nº 14075 “Arrillaga, Alfredo Manuel y
otros s/rec. de casación” (reg. Nº 743/12, rta. el
14/5/2012); N° 12821 “Molina, Gregorio Rafael
s/recurso de casación” (reg. N° 162/12, rta. el
17/2/2012) y N° 10609 “Reinhold, Oscar Lorenzo y otros
s/recurso de casación” (reg. N° 137/12, rta. el
13/2/2012); y de causas de otras Salas de esta Cámara
Federal de Casación Penal con intervención del
suscripto, causa N° 14.571 “Videla, Jorge Rafael
s/rec. de casación” (C.F.C.P., Sala I, reg. Nº 19.679,
rta. el 22/6/12), causa “Riveros, Santiago Omar y
otros s/ recurso de casación” (C.F.C.P., Sala II, reg.
Nº 20.904, rta. el 7/12/12,), causa Nº 13.085/13.049
“Albornoz, Roberto y otros s/ rec. de casación”
(C.F.C.P., Sala III, Reg. Nº 1586/12, rta. el
8/11/12), causa Nº 14.321 “Amelong, Juan Daniel y
otros s/ recurso de casación” (C.F.C.P., Sala III,
Reg. Nº 2337/13, rta. el 5/12/13) y causa Nº 17.052
“Acosta, Jorge E. y otros s/ recurso de casación”
(C.F.C.P., Sala III, Reg. Nº 753/14, rta. el 14/5/14),
1 por lo que corresponde remitirme en mérito a la
brevedad a lo allí establecido, cuyos fundamentos se

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tienen por reproducidos en la presente, en el sentido


de rechazar los planteos defensistas.
En dichos precedentes se descartó la posible
vulneración del principio constitucional invocado con
sustento en la doctrina sentada por la Corte Suprema
de Justicia de la Nación en los precedentes “Priebke”
(Fallos: 318:2148), “Arancibia Clavel” (Fallos:
327:3312), “Simón” (Fallos: 328:2056) y “Mazzeo”
(Fallos: 330:3248), en los que se estableció que las
reglas de prescripción de la acción penal previstas en
el ordenamiento jurídico interno quedan desplazadas
por el derecho internacional consuetudinario y por la
“Convención sobre la Imprescriptibilidad de los
Crímenes de Guerra y de los Crímenes de Lesa
Humanidad” (leyes 24.584, B.O 29/11/1995 y 25.778, B.O
3/9/2003), sin que ello importe una merma del
principio de legalidad.
Por lo demás, las defensas no han introducido
nuevos argumentos que logren conmover la doctrina
vigente sentada por el Máximo Tribunal sobre la
materia en estudio a partir de los citados precedentes
jurisdiccionales. En su razón, corresponde rechazar el
agravio en tratamiento.
2) Inconstitucionalidad de la ley 25.779
Este Tribunal también ha tenido ocasión de
analizar y rechazar planteos de inconstitucionalidad
de la ley 25.779 (que declaró insanablemente nulas las
leyes 23.492 y 23.521, denominadas ley de punto final
y obediencia debida, respectivamente) como el que
formularon las defensas en sus presentaciones
recursivas (C.F.C.P., Sala IV., causa 12.821 “Molina,
Gregorio Rafael s/ recurso de casación”, reg. 162/12,
rta. 17/2/2012), observando a tal efecto el precedente
“Simón” (Fallos: 328:2056) en el que la Corte Suprema
de Justicia de la Nación afirmó la constitucionalidad
de la ley 25.779.
Por ende, los planteos de
inconstitucionalidad de la ley 25.779, deben ser
rechazados. Ello es así, por cuanto si bien lo

13
decidido por nuestro Máximo Tribunal sólo genera la
carga legal de su acatamiento en el mismo caso donde
se pronunció, desde antaño se ha considerado apropiado
y razonable ampliar esta obligación a los supuestos en
los cuales se discuten situaciones equivalentes a las
tratadas por el Alto Tribunal, en tanto el deber de
acatamiento de los fallos de la Corte, radica en la
presunción de verdad y justicia que revisten sus
pronunciamientos.
La propia Corte Suprema de Justicia de la
Nación estableció la doctrina del “leal acatamiento”
que ha aplicado ininterrumpidamente, diciendo: “Que
tan incuestionable como la libertad del juicio de los
jueces en ejercicio de su función propia es que la
interpretación de la Constitución Nacional por parte
de esta Corte Suprema tiene, por disposición de
aquélla y de la correspondiente ley reglamentaria,
autoridad definitiva para la justicia de toda la
República (art. 100, Constitución Nacional, art. 14,
ley 48). Que ello impone ya que no el puro y simple
acatamiento de su jurisprudencia –susceptible siempre
de ser controvertida como todo juicio humano en
aquellas materias en que sólo caben certezas morales–
el reconocimiento de la superior autoridad de que está
institucionalmente investida. Que apartarse de esa
jurisprudencia mencionándola pero sin controvertir sus
fundamentos … importa desconocimiento deliberado de
dicha autoridad” (Fallos: 212:51 del 6/10/1948).
Ello descarta la vigencia de las leyes nº
23.492 (punto final) y nº 23.521 (de obediencia
debida).
Lo expuesto, resulta suficiente para rechazar
la invocada inconstitucionalidad de la ley 25.779,
toda vez que los recurrentes no han traído en sus
presentaciones nuevos argumentos que permitan
apartarse de las conclusiones del Alto Tribunal al
declarar la constitucionalidad de la ley 25.779 en el
citado fallo “Simón”.
3) La nulidad del acta de debate

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La impugnación solicitada por la defensa de


José Eduardo Bulgheroni no puede prosperar en esta
instancia. Ello así, por cuanto al haberse documentado
el desarrollo del juicio a través de registros
fílmicos y audiovisuales –tal como lo reconoce la
defensa en su impugnación–, los defectos invocados por
el recurrente –omisión de consignar información o de
hacer constar un extracto de algún testimonio– no
comporta un perjuicio concreto al ejercicio del
derecho de defensa en juicio (art. 18 de la C.N.).
En efecto, de adverso a cuanto sostiene la
defensa, la adopción de este recaudo documental –
registros fílmicos y audiovisuales durante el juicio
oral– por parte del tribunal a quo en los términos que
autoriza el art. 395 del C.P.P.N, se erige como la
materialización de una medida que asegura el debido y
eficaz ejercicio del derecho de defensa en juicio al
resultar un reaseguro que garantiza el conocimiento y
control de cuanto aconteció en el debate (C.F.C.P.,
Sala IV., causa Nro. 10.609 “REINHOLD, Oscar Lorenzo y
otros s/ recurso de casación”, reg. 137/12, rta.
13/2/2012; causa Nro. 13.667 Sala IV C.F.C.P “GREPPI,
Néstor Omar y otros s/recurso de casación”, reg.
1404/12, rta. 23/8/2012).
Por lo demás, no puede soslayarse que, en
términos generales, el “[a]cta es una pieza escrita
del proceso exigida por la ley para dejar constancia
en autos, fiel y auténticamente, de una actividad
regular cumplida mediante el relato circunstanciado de
ella” (CLARIA OLMEDO, Jorge A, Derecho Procesal Penal,
Ediar, Buenos Aires, 1964, Tomo VI, p. 32). Por tanto,
es posible afirmar, en términos particulares, que
“resulta exacto afirmar que el acta judicial [en el
caso, el acta de debate] es la relación
circunstanciada y por escrito de una determinada
actividad procesal penal, destinada a ser introducida
al proceso inmediatamente después de su cierre. En
ella, debe constar el lugar de la actuación, la fecha
de la misma, las personas intervinientes, el objeto

15
por el cual se labra, las diligencias realizadas, las
exposiciones verbales introducidas, las descripciones,
las relaciones, observaciones, etc. y deberá ser
firmada” (ob. cit. p. 33/34).
En su razón, el acta de debate impugnada
cumple, atendiendo a las exigencias que demanda para
su confección el art. 394 del C.P.P.N, con la esencia
de dejar constancia en autos, fiel y auténticamente,
de todo aquello que aconteció en el marco del juicio
propiamente dicho. Dicho extremo se vio satisfecho en
el documento sobre el que recae la impugnación, sin
que el recurrente logre demostrar en esta instancia el
menoscabo al derecho de defensa en juico sobre el que
edifica su crítica.
4) Nulidad del juicio por la asistencia
psicológica a los testigos
El planteo de nulidad que efectuó la defensa
de Rafael Mariano Braga en lo relativo a la supuesta
influencia de los psicólogos en el relato de los
testigos, no puede prosperar. Dicho agravio fue
reeditado por la defensa de Braga durante la audiencia
celebrada en esta instancia a tenor de los arts. 465,
último párrafo y 468 del C.P.P.N.
En efecto, el planteo que efectuó la defensa
se endereza a descalificar o, cuanto menos, poner en
duda la veracidad de las manifestaciones que
efectuaron los testigos durante el juicio. Dicha
situación, por sí sola, da cuenta que la crítica que
presenta el recurrente resulta insuficiente para
invalidar la realización del juicio. Ello es así, en
tanto la defensa vio garantizado su derecho a
controlar la prueba al interrogar a los testigos a lo
largo de las audiencias de debate (art. 8.2.f de la
C.A.D.H).
En consecuencia, le asiste razón a los jueces
de la instancia anterior en cuanto a que las
observaciones que presenta la defensa –juico de valor
crítico sobre las declaraciones de los testigos para
determinar su veracidad– serán ponderadas al momento

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de evaluar la prueba, ocasión en la que “…se evaluará


su concordancia en lo medular –teniendo siempre
presente el tiempo transcurrido- y su correspondencia
con las circunstancias que ya se tienen por probadas
respecto al contexto y prácticas represivas habituales
de la época…”.
Por ello, corresponde rechazar los planteos
de nulidad deducido por los recurrentes.
5) Nulidad del juicio por la intervención de
los Dres. Pelazzo y Auat como fiscales
Las defensas han impugnado la actuación de
los mencionados representantes del Ministerio Público
Fiscal para actuar en el juicio. Concretamente,
durante el término de oficina del recurso, la defensa
de José Eduardo Bulgheroni presentó como agravio que
la designación del Dr. Pablo Pelazzo como Fiscal ad
hoc inobservó el procedimiento establecido por los
arts. 5, 6 y 11 de la ley 24.946. En apoyo a esta
última posición, el recurrente invocó la resolución
dictada por la Cámara Federal de Apelaciones de Salta
del 22 de octubre de 2013, en la causa 012/13, a
partir de la cual se sostuvo que la resolución PGN
67/12 del 4 de julio de 2012 inobservó el
procedimiento previsto por la ley 24.946.
Asimismo, la defensa de Rafael Mariano Braga,
por su parte, objetó el alegato que efectuó el Fiscal
General, Dr. Jorge Auat, por no haber concurrido a la
totalidad de las audiencias celebradas durante el
juicio. Además, esta misma defensa sostuvo en su
recurso que oportunamente había adherido a las
nulidades que planteó la defensa oficial –que asistía
técnicamente a Antonio Orlando Vargas– y, por lo
tanto, también cuestionó la designación del Dr. Pablo
Pelazzo como fiscal ad hoc, cuestionando su
objetividad e imparcialidad por haberse desempeñado
como abogado de la querella en la causa “Arédez” aquí
juzgada.
Dichos agravios fueron reiterados por los
recurrentes durante la audiencia celebrada en esta

17
instancia a tenor de los arts. 465, último párrafo y
468 del C.P.P.N.
Con respecto a la supuesta ausencia de
imparcialidad en la actuación del Dr. Pablo Pelazzo en
calidad de Fiscal ad hoc, cabe señalar que el
recurrente limitó su agravio a reeditar el mismo
planteo que articuló, por adhesión, en la primera
audiencia de debate. Dicho planteo fue rechazado en
aquella oportunidad (cfr. acta de debate de fs.
4981vta), sin que la defensa rebata los fundamentos
que brindó la mayoría del tribunal a quo para fundar
la suerte negativa de la recusación (cfr. p. 269/271
de la sentencia).
A dicha conclusión se llega no bien se
advierte que en el voto de la mayoría, se sostuvo que
“…el artículo 71 del Código Procesal Penal -que
refiere específicamente al caso en que el recusado
fuere un Fiscal- expresamente excluye la causal de
inhibición o recusación fundada en opiniones previas
del funcionario en cuestión. Dicho lo cual, queda
claro que no corresponde aquí entrar en el análisis de
lo que ha opinado o manifestado –o no- en este sentido
el recusado, en ejercicio de la representación de las
querellas.”
Se agregó que “[e]stá claro que si se
tratara de la recusación de un juez, resultaría
aplicable la regla procesal contenida en el art. 55
del CPPN, correspondiendo su apartamiento en resguardo
de la imparcialidad exigible al magistrado en el
ejercicio de su función. Sin embargo, y de acuerdo a
las previsiones legales interpretadas en correcta
hermenéutica con las funciones propias del órgano
acusador, idénticas circunstancias no constituyen
motivo para el apartamiento de quien representa al
Ministerio Público Fiscal. En pocas palabras: no puede
haber prejuzgamiento por parte de quien no juzga.”
En este sentido, tiene dicho la doctrina que
“…El fiscal nunca puede verse alcanzado por la
afectación de la garantía en el sentido de la previa

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intervención. Serán otras las causales objetivas que


puedan operar a su respecto como lo dispone el art. 71
del CPPN, pero insisto, nunca, la de haber intervenido
previamente donde no existe posibilidad alguna de
construir la causal de prejuzgamiento ya que se trata
de una contradicción en sí misma. El fiscal no puede
prejuzgar porque no juzga, requiere…” (Bruzzone,
Gustavo A.; Actualidad Legislativa, en Cuadernos de
Doctrina y Jurisprudencia Penal Nº 9; Buenos Aires,
Editorial Ad Hoc; 1995; pp. 470-471).
Lo hasta aquí expuesto, guarda armonía con la
letra misma de la ley, en tanto se ha excluido
expresamente como causal de inhibición o recusación de
los integrantes del Ministerio Público (art. 71 del
C.P.P.N.), los supuestos previstos para los jueces en
la primera parte del inciso 8 e inc. 10 del art. 55
del C.P.P.N.
A mayor abundamiento, a los fines de resolver
negativamente el planteo defensista, cabe tener en
cuenta que el recurrente no ha demostrado debidamente
en esta instancia, cuál fue concretamente la actividad
que llevó a cabo el Dr. Pablo Pelazzo para dar lugar a
sospecha de parcialidad o ausencia de objetividad que
invoca la defensa de Braga. Ello es así, por cuanto la
mera referencia a la actuación del Dr. Pablo Palazzo
como abogado patrocinante de la querella en la causa
“Arédez” resulta insuficiente, por sí sólo, a los
efectos de demostrar la sospecha que invoca el
recurrente y la consecuente afectación al derecho de
defensa en juicio del imputado.
Sobre el particular, el caso traído en
revisión se presenta sustancialmente análogo, mutatis
mutandi, al analizado y resuelto por el suscripto en
el precedente “Amelong”, ocasión en la que se sostuvo
que “[l]a pretensión nulificante no prosperará en la
instancia toda vez que los recurrentes no han indicado
cuáles serían los actos procesales que habiendo sido
llevados a cabo por el doctor […] durante la etapa de
instrucción, en calidad de letrado patrocinante de la

19
querellante […], implican un temor fundado de
parcialidad en la ulterior actuación durante el juicio
como fiscal coadyuvante […] no resultando suficientes
las genéricas circunstancias mencionadas en sendos
recursos para fundar la alegada violación a la
garantía de imparcialidad.” (C.F.C.P., Sala III, Causa
Nº 14.321 “Amelong, Juan Daniel y otros /recurso de
casación e inconstitucionalidad”, reg. 2337/13, rta.
5/12/2013.).
Por otra parte, con respecto al agravio que
presentó la defensa de José Eduardo Bulgheroni durante
el término de oficina con respecto a la designación
del Dr. Pablo Pelazzo como Fiscal ad hoc, he de
señalar que el agravio será examinado por la presente
conforme los precedentes de la Corte Suprema de
Justicia de la Nación, in re “Catrifal” (C.S.J.N., C.
2979 XLII, rta. 26/6/2007) y “Concha” (C.S.J.N. C.
1240 XLIII, rta. 20/8/2008).
Sin embargo, no puede prosperar el agravio
que presentó la defensa de Bulgheroni con respecto a
la designación del Dr. José Eduardo Palazzo “en
carácter de Fiscal ‘Ad-Hoc’ (art. 11 de la ley 24.946)
para que intervenga […] en las causas por Violaciones
a los Derechos Humanos cometidas durante el terrorismo
de Estado de la jurisdicción [Jujuy] en todas las
instancias” (cfr. Resolución PGN 67/12 del 4 de julio
de 2012). Ello es así, por cuanto la recurrente no
rebatió en su recurso y, por lo tanto, no logró
demostrar en esta instancia, los perjuicios concretos
que le acarreó la intervención de dicho funcionario
durante el juicio, en calidad de coadyuvante del
Fiscal General subrogante, Dr. Francisco Santiago
Snopek. Máxime cuando la actuación de este último
funcionario, no mereció objeción de la defensa.
En dichas condiciones, el caso traído en
revisión resulta sustancialmente análogo al analizado
y resuelto por el suscripto en los precedentes
”Estrella” y “Mansilla” (C.F.C.P., Sala IV, causa Nº
225/13, reg. 2138/13, rta. 5/11/2013 y causa Nº

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15.116, reg. 2/2014, rta. 6/2/2014, respectivamente),


a cuyos fundamentos me remito en mérito a la brevedad
para rechazar la impugnación que efectuó la defensa de
José Eduardo Bulgheroni con respecto a la designación
y actuación durante el juicio del Dr. Pablo Pelazzo en
calidad de fiscal ad hoc.
Por último, corresponde rechazar la
impugnación de la defensa de Bargas con respecto a la
actuación del Fiscal General Dr. Jorge Auat durante el
debate. Ello es así en tanto, la defensa no rebatió en
su recurso la legitimidad que le fue reconocida por el
tribunal de juicio para actuar durante la
sustanciación del debate por resultar titular de la
Unidad Fiscal de Coordinación y Seguimiento de causas
por violación a los Derechos Humanos cometidas durante
el terrorismo de Estado (cfr. p. 277/278 de la
sentencia).
La misma suerte negativa debe recorrer la
nulidad del alegato Fiscal solicitada por la defensa
de Braga por no haber asistido el Dr. Auat a todas las
audiencias de debate. Ello, toda vez que el impugnante
no fundó ni demostró en esta instancia cuál fue el
perjuicio o menoscabo al ejercicio del derecho de
defensa en juicio que le generó la actuación del
mencionado representante del Ministerio Público
Fiscal.
En dichas condiciones, las impugnaciones que
se dirigen contra la actuación y participación de los
fiscales que intervinieron en el juicio oral, deben
ser rechazadas.
6) Violación a la garantía de juez natural,
integración del Tribunal Oral y ausencia de
jurisdicción para juzgar los hechos ventilados en
autos.
Que los planteos de excepción de falta de
jurisdicción, violación a la garantía de juez natural
e integración del tribunal oral fueron planteados por
la defensa de Braga durante la audiencia celebrada en
esta instancia a tenor de los arts. 465, último

21
párrafo y 468 del C.P.P.N. Estos mismos planteos, a su
vez, habían sido introducidos por la defensa de
Antonio Orlando Vargas en el recurso de casación que
fue declarado abstracto por este tribunal. No obstante
ello, la defensa de Braga sostuvo en su recurso que
oportunamente había adherido a las nulidades que
planteó la defensa oficial –que asistía técnicamente a
Antonio Orlando Vargas–.
Los agravios de referencia no pueden
prosperar. Ello es así, por cuanto la exclusión de la
justicia militar para juzgar hechos de la naturaleza
que se ventilan en autos, surge expresamente del
artículo 9 de la Convención Interamericana sobre
Desaparición Forzada de Personas (ley 24.556, B.O
18/10/95). Dicha la solución se encuentra en armonía
con lo resuelto por la Corte Suprema de Justicia de la
Nación in re "Nicolaides” (Fallos: 323:2035) y
“Videla” (Fallos: 326:2805), a cuyos fundamentos cabe
remitirse en mérito a la brevedad.
Asimismo, con respecto a la ley de
procedimiento aplicada a la causa, corresponde señalar
que el planteo deviene improcedente, pues además de
encontrarse alcanzado por los principios de
progresividad y preclusión, resulta de aplicación al
caso el principio fijado por la Corte Suprema de
Justicia de la Nación en cuanto a que las leyes de
procedimiento son de orden público y que no existe un
derecho adquirido a ser juzgado por un determinado
régimen procesal (C.S.J.N. Fallos: 193:192 y 249:343).
Finalmente, no puede soslayarse que la
garantía de juez natural (art. 18 de la C.N.) opera
como resguardo del derecho del imputado a un juicio
justo y ante un tribunal imparcial (art. 10 de
D.U.D.H., art. 26, II de D.A.D.H, art. 8.1 de la
C.A.D.H. y art. 14.1 del P.I.D.C. y P). Dicho derecho
se vio garantizado en la presente causa y, sobre este
aspecto concreto, las defensas no demostraron
perjuicio alguno.
Las designaciones en la presente causa de

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jueces subrogantes para llevar a cabo el juicio oral y


público, lejos de afectar el derecho de defensa en
juicio de los imputados, garantizó el derecho que le
asiste a toda persona a la que se le sigue un proceso
penal en su contra, a ser juzgado en un plazo
razonable y a definir su situación ante la ley y la
sociedad.
En este sentido, la designación en la
presente causa del Dr. Mario Marcelo Juárez Almaráz
(Juez del Tribunal Federal en lo Criminal de Salta),
el Dr. Daniel Morín (Juez del Tribunal Oral en lo
Criminal Nro. 7 de la Capital Federal) y la Dra.
Fátima Ruíz López (Juez del Tribunal Oral en lo
Criminal Nro. 5 de Capital Federal) efectuadas por la
Presidencia de esta Cámara Federal de Casación Penal
(cfr. fs. 2799, fs. 2847/2850 y fs. 3095
respectivamente) no sólo observaron y respetaron las
normas que rigen dichas designaciones (ley 26.372 y la
Acordada Nro. 37/09 de la C.S.J.N.), sino que además
se ponderó la particular situación de emergencia que
se registraban en los Tribunales Federales de Salta y
Jujuy para su integración.
En este último sentido, además, cabe poner de
resalto que las designaciones de referencias
(Resolución Nro. 240/12 del 13/3/2012; Nro. 454/12,
rta. 19/4/12; Nro. 636/12, rta. 24/5/12) fueron
firmadas por el Dr. Pedro R. David en calidad de
Presidente de este Cuerpo durante el año 2012.
En su razón, ningún óbice legal se registra
en la designación de los jueces Dr. Mario Marcelo
Juárez Almaráz y Dr. Daniel Morín para integrar el
Tribunal Oral en lo Criminal Federal de Jujuy que
juzgó los hechos traídos en revisión, siendo de
aplicación al caso, en lo pertinente y aplicable, las
consideraciones efectuadas por el suscripto en el
precedente “Bettolli” sobre el sistema de designación
de jueces subrogantes (C.F.C.P., Sala IV, Causa Nro.
14.116 Sala IV C.F.C.P “BETTOLLI, José Tadeo Luis y
otros s/ recurso de casación”, reg. 1649/13, rta.

23
10/9/2013), a las que corresponde remitirse en mérito
a la brevedad.
A lo dicho, corresponde agregar que la
designación como jueza sustituta de la Dra. Fátima
Ruíz López para intervenir en esta causa y la ausencia
de intervención de la mencionada magistrada en la
sentencia, torna insustancial los agravios que efectuó
la defensa de Braga en esta instancia.
Por todo lo expuesto, corresponde rechazar
los agravios aquí tratados.
7) Violación al principio de igualdad de
armas
El agravio que presentó la defensa de
Bulgheroni y Braga en lo relativo a la supuesta
violación del principio de igualdad de armas ante la
pluralidad de acusadores en el proceso, no puede
prosperar. El mismo, ha sido analizado y rechazado con
suficientes fundamentos en la sentencia traída en
revisión.
A dicha conclusión se arriba no bien se
advierte que en el pronunciamiento condenatorio traído
en revisión se sostuvo que “…[l]a intervención de las
querellas no surge por voluntad del Juez o Tribunal,
sino porque la legislación procesal así lo autoriza
(Ver: artículos 67, 82 y siguientes y 104 y siguientes
del CPPN)” (cfr. p. 128 de la sentencia) y que “[l]a
afectación al principio de igualdad de armas en la que
sostienen el planteo de nulidad las defensas de los
imputados, nunca fue tal en transcurso del juicio.
Desde el momento que tanto la acusación –Ministerio
Público Fiscal y querellas-, las defensas y los
acusados contaron con igualdad de posibilidades de
articular todos los planteos que consideraron
convenientes a su parte. Por ejemplo, el ofrecimiento
de prueba y producción de la misma. La oportunidad y
el amplio margen dispuesto para el interrogatorio de
los testigos durante las audiencias. Siempre bajo el
control oportuno de las defensas y de los mismos
imputados. Entonces no se advierte agravio que haya

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imposibilitado la imperiosa igualdad de posibilidades


entre acusadores, defensores y acusados.” (cfr. p.
279).
Por lo demás, el agravio que reedita el
recurrente resulta sustancialmente análogo, mutatis
mutandi, al analizado y resuelto por esta Sala IV de
la Cámara Federal de Casación Penal en el precedente
“Garbi” –ya citado–, ocasión en la que este Tribunal
reconoció legitimación activa a las asociaciones
civiles y a la Secretaría de Derechos Humanos del
Ministerio de Justicia y Derechos Humanos de la Nación
para intervenir como querellantes en causas en las se
investigan delitos de lesa humanidad (art. 82 bis del
C.P.P.N. –según ley 26.550, B.O 27/11/2009– y decreto
P.E.N 1020/06, B.O 10/8/2006); a cuyas consideraciones
corresponde remitirse en mérito a la brevedad, a los
fines de rechazar el planteo defensista.
A lo dicho, se agrega que los impugnantes no
han demostrado en esta instancia que la intervención
de las asociaciones civiles (Comité para la Defensa de
la Salud, la Ética y los Derechos Humanos –CODESEDH–)
y la Secretaría de Derechos Humanos del Ministerio de
Justicia y Derechos Humanos de la Nación, como partes
querellantes en esta causa, hubiera afectado la
garantía constitucional de defensa en juicio de los
imputados (art. 18 C.N.).
No puede soslayarse, en este orden de ideas,
que a la ausencia de perjuicios y menoscabo de las
garantías constitucionales del debido proceso legal y
el derecho de defensa en juicio (art. 18 de la C.N.)
la intervención de la querellas –institucionales y
particulares- que cumplieron el rol acusatorio en el
proceso, se suma que la legitimación para actuar en el
juicio por parte de las querellas, deriva del derecho
constitucional a una tutela judicial efectiva y al
derecho a ser oído por las víctimas (art. 8 y 25 de la
C.A.D.H.) que le asiste a dichas partes.
De este modo, corresponde rechazar el agravio
invocado por los recurrentes en lo que respecta a la

25
supuesta violación al principio de igualdad de armas
en el proceso.
II. Para dar respuesta a los agravios que
introducen las defensas en sus recursos con respecto a
la cuestión de fondo, corresponde, en primer lugar,
contextualizar los hechos que resultaron materia de
acusación y juicio en la presente causa. Ello, con el
objeto de alcanzar una mejor y mayor comprensión de
los eventos concretos por los que fueron juzgados y
condenados en esta causa Rafael Mariano Braga y José
Eduardo Bulgheroni.
En esta dirección, cabe señalar que los
hechos traídos a inspección jurisdiccional son parte
del universo de criminalidad estatal verificado
durante la última dictadura militar a partir del 24 de
marzo de 1976.
Esta situación, se ha tornado un hecho
notorio, pues a partir del relevamiento, descripción y
prueba legal de la causa 13/84 de la Cámara Nacional
en lo Criminal y Correccional Federal de la Capital
Federal, donde fueron juzgados y condenados los
Comandantes en Jefes de las Fuerzas Armadas que
ejercieron la suma del poder público durante la última
dictadura militar, se tuvo por comprobado la
existencia y organización del aparato de poder estatal
que, a partir de un plan criminal fundado en una
doctrina de actuación, utilizó la fuerza pública del
Estado en su conjunto para el logro de los propósitos
ideológicos y políticos que la inspiraban (C.F.C.F.,
Sala IV, del voto del suscripto en el fallo “Reinhold”
ya citado; C.F.C.P. Acordada Nº 1/12, Regla Cuarta).
En aquel juicio histórico se analizó y
acreditó el aumento significativo de desapariciones de
personas a partir del golpe militar del 24 de marzo de
1976, la práctica sistemática de secuestro de personas
con características comunes: 1) llevados a cabo por
fuerzas de seguridad que adoptaban precauciones para
no ser identificados, 2) intervención de un número
considerable de personas fuertemente armadas, 3) los

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operativos contaban con aviso a la autoridad de la


zona “Área Libre”, 4) los secuestros ocurrían durante
la noche en los domicilios de las víctimas siendo
acompañados del saqueo de los bienes de la vivienda,
5) se introducía a las víctimas en vehículos
impidiéndosele ver o comunicarse y adoptándose medidas
para ocultarlas de la vista del público- (capítulo
XI), siendo llevados de inmediato a centros
clandestinos de detención (capítulo XII), donde eran
interrogados a través de distintos métodos de tortura
(capítulo XIII) y custodiados por personas distintas a
los torturadores o integrantes de las “patotas” que,
por lo general, eran quienes llevaban adelante los
secuestros (capítulo XIV), donde las víctimas corrían
distinta suerte: algunos fueron puestos en libertad
adoptándose medidas para que no revelen lo que les
había pasado; otros, después de cierto tiempo, fueron
sometidos a proceso o puestos a disposición del Poder
Ejecutivo Nacional ocultando el período de cautiverio,
mientras que en su mayoría, las personas privadas
ilegalmente de su libertad permanecen sin que se
conozca su actual paradero o destino (capítulo XV),
registrándose casos donde fueron eliminados
físicamente simulando, por ejemplo, enfrentamientos
armados (XVI).
Ello surge, con absoluta claridad, de la
sentencia de la causa 13/84 de la Cámara Federal
(C.S.J.N Fallos: 309:1).
Dentro de este marco de criminalidad general,
corresponde señalar que, en lo que aquí interesa, los
hechos objetivados en esta causa tuvieron lugar en la
órbita del Comando de Zona 3 del Ejército, el que
estaba a cargo del Cuerpo del Ejército III, con
asiento en la ciudad de Córdoba y comprendía las
jurisdicciones de las provincias de Córdoba, San Luis,
Mendoza, San Juan, La Rioja, Catamarca, Santiago del
Estero, Tucumán, Salta y Jujuy.
A su vez, en el ámbito del referido comando
de la Zona 3 funcionaban los comandos de Subzonas 31,

27
33, 34 y 32. Este último a cargo de la Brigada de
Infantería V, con asiento en San Miguel de Tucumán, el
cual tenía jurisdicción sobre las provincias de
Tucumán, Salta, Santiago del Estero y Jujuy.
En la esfera del referido comando de Subzona
32, se encontraban comprendidas las Áreas 321, 322 y
323.
Los casos que se analizarán por la presente
sentencia, tuvieron lugar en el Área 323, las Unidades
responsables eran el Regimiento de Infantería de
Montaña 20 (en adelante RIM 20) y el Grupo de
Artillería de Montaña 5 (en adelante GAM 5), ambas con
asiento en la ciudad de San Salvador de Jujuy.
Del RIM 20 dependían de los centros
clandestinos de detención a cargo del Área 323:
Jefatura de Policía de Jujuy; Penitenciaría de Villa
Gorriti y “Guerrero”.
Esta descentralización, lejos de ser una mera
división administrativa del espacio terrestre, importó
la concreta distribución de poder dentro del aparato
ilegal organizado, orientado a dominar el territorio y
la población para llevar a cabo el plan sistemático de
represión ilegal orquestado por la última dictadura
militar, en los términos definidos en la sentencia
13/84 de la Cámara Nacional en lo Criminal y
Correccional Federal de la Capital Federal.
III. Situación procesal de Rafael Mariano
Braga
1. Para dar respuesta a los agravios
invocados por la defensa de Rafael Mariano Braga,
corresponde recordar, en primer lugar, que el tribunal
de juicio tuvo por acreditado el hecho que damnificó a
Julio Rolando Álvarez García por el que fue acusado y
enjuiciado Braga. En este sentido, por el voto
mayoritario, se afirmó que:
“Julio Rolando Álvarez García nació en abril
de 1952 en San Salvador de Jujuy. En 1970 se trasladó
a Tucumán a fin de estudiar derecho en la Universidad
Nacional de esa provincia. Allí comenzó a militar en

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la Juventud Universitaria Peronista. En 1973 se casó


con Inés Peña, con quien tuvo tres hijas. En 1974 se
encontraba incorporado ya a la organización
Montoneros. En febrero de 1976 fue secuestrado por
primera vez en un operativo llevado a cabo en su
domicilio, permaneciendo ilegalmente detenido durante
35 días. En marzo de ese año fue liberado, dejó la
militancia pues se encontraba muy mal física y
psíquicamente a raíz de las torturas sufridas durante
su cautiverio y se trasladó junto a su familia a la
ciudad de Libertador General San Martín, Jujuy.
El 21 de agosto de 1976 se dirigió a la casa
de sus padres, sita en Libertad 556 del barrio Ciudad
de Nieva de San Salvador, a fin de almorzar con su
familia.
Aproximadamente a las 13 horas un hombre
tocó el timbre de la casa; cuando le abrieron la
puerta preguntó si estaba Rolando Álvarez García,
alegando ser un amigo de San Pedro. Inés Peña le
contestó que el nombre correcto era Julio Rolando y
cuando le dijo si quería hablar con él, el hombre se
retiró diciendo que volvería más tarde. Esta situación
confusa dejó intranquilo a Julio y su familia.
Media hora después, cuando estaban por
terminar de comer, volvieron a tocar la puerta. Salió,
entonces, el padre, Horacio Álvarez García, para ver
qué es lo que estaba pasando y se encontró con dos
hombres armados que preguntaban por su hijo Julio.
Simultáneamente, salió Marcos Medina –un amigo de la
familia― quien, por pedido de la mamá de Julio, tenía
el encargo de buscar a Luz Álvarez García que era en
ese momento funcionaria del gobierno de facto. Luego
de un instante de parálisis provocada porque uno de
los hombres le apuntó con un arma, Marcos Medina
siguió su camino hasta llegar a su vehículo. Una vez
allí, se le acercó otro hombre que, portando un
revólver, lo obligó a bajar del auto y a sentarse en
un banco de la plaza que se encuentra enfrente de la
casa. En ese lugar ya se encontraban otros dos amigos

29
de la familia, Jorge Eduardo Zalazar y Miguel Ángel
Maidana, que habían sido previamente interceptados
cuando intentaba llegar a la casa de los Álvarez
García.
Mientras tanto, uno de los hombres que se
encontraban hablando con Horacio, lo encañonó y, de
ese modo, los agresores y el padre entraron a la casa.
En ese momento, Julio, que se había escondido en el
baño escuchó que reclamaban su presencia amenazando de
muerte a su padre. Por tal motivo, salió del baño
diciendo ―ya voy―; inmediatamente, fue encañonado y
tirado al piso por uno de los hombres, que aparecía
comandando la situación, tenía como rasgo distintivo
una cicatriz en el lado izquierdo de la cara y,
posteriormente, fue identificado como el Teniente
Braga.
Luego de ello, Braga y el otro hombre que no
logró ser identificado, sacaron a Julio de la casa y
apuntándolo lo llevaron hasta la esquina, cruzaron
hasta mitad de cuadra por la calle Aparicio, donde
aguardaban varios automóviles (durante el lapso que
insumió el operativo no circularon vehículos por las
inmediaciones de la casa y la plaza). Allí, lo
subieron a uno de ellos, lo hicieron agachar y
partieron todos juntos raudamente, desorientando, de
ese modo, a posibles observadores de la situación. Sin
perjuicio de ello, uno de los hermanos de la víctima
logró establecer que algunos de los vehículos
ingresaron al RIM 20.
A partir de ese momento, Julio Rolando
Álvarez García permanece en calidad de desaparecido.
Consecuentemente, a treinta y siete años de su
desaparición, ocurrida en el contexto del plan
criminal desarrollado desde el Estado, cabe concluir
que la secuencia que se inició con su captura culminó
con su asesinato a manos de integrantes de las fuerzas
represivas que lo implementaron.” (cfr. fs.
6019/6019vta.)
Para arribar a dicha conclusión, se valoró la

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declaración testimonial que prestó durante la


audiencia de debate Inés Peña en la calidad de esposa
de Julio Rolando Álvarez García. La citada testigo dio
a conocer circunstancias previas que rodearon el
secuestro de Julio Rolando Álvarez García (militancia
política, detención ilegal previa en la ciudad de
Tucumán) y con respecto al hecho materia de acusación
y juicio en esta causa, manifestó que el sábado 21 de
agosto de 1976 a las 13 horas aproximadamente una
persona tocó la puerta de la cocina comedor de la casa
de los padres de Julio ubicada en la calle Libertad
556 del barrio Ciudad de Nieva en la que se
encontraban sus cuñados Normando y Guillermo, Marcos
Medina y sus sobrinos. Ella abrió la puerta, su suegra
estaba al lado suyo, vieron a una persona delgada, de
baja estatura, con tic nervioso. Este hombre dijo que
era un amigo de San Pedro y preguntó por Rolando
Álvarez García; ella explicó que el nombre correcto
era Julio Rolando y esta persona le dijo que más tarde
volvería. Ella le dijo a Pampero [apodo de Julio
Rolando Álvarez García] que lo buscaba un amigo de San
Pedro; él se quedó preocupado.
Pasada media hora, cuando ya casi habían
terminado de comer, se abrió violentamente la puerta y
se desató un operativo. Entró Braga, vio la cicatriz
porque era muy notoria y, dado que el comedor era
pequeño, pudo verlo de cerca. Braga lo encañonó con el
arma a su suegro junto con un hombre gordito alto,
morocho, vestido de civil que llevaba un portafolio
bajo el brazo. Estaban armados y le exigieron que
entregara a su hijo. Después de varios minutos, Julio
salió del baño, para evitar el sufrimiento de toda su
familia. Braga le pidió los documentos y lo tiró al
piso, lo palpó de armas y se lo llevaron de la casa.
Julio se pudo despedir de Cecilia su hija, la abrazó,
se despidió con total dignidad, se entregó, para
evitar el sufrimiento de su familia. Cuando lo sacaron
a Julio de la casa los amenazaron diciendo que no se
les ocurriera salir después de un tiempo. Cuando

31
salieron, se quedaron consternados y su suegra comenzó
a gritar, los hermanos se fueron de la casa y
empezaron a pedir auxilio.
Después de dos horas, por teléfono, se
enteraron que el que había entrado en la casa era el
Teniente Braga, ellos no sabían quién era. Ulises
Orellana, pariente de su suegro, cuya esposa era Luz
Álvarez García, funcionaria del proceso de
reorganización nacional, les dijo que era Braga.
Durante la audiencia de debate, Inés Peña
identificó a Rafael Mariano Braga como la persona que
secuestró a su esposo Julio Rolando Álvarez García
(cfr. fs. 6019vta./6021vta.).
Se valoró también la declaración prestada por
Marcos Medina, quien resultó testigo presencial del
operativo en el cual se produjo la “detención” de
Julio Rolando Álvarez García. El testigo dio cuenta
del secuestro de Julio Rolando y manifestó que durante
el procedimiento logró salir de la finca, que fue
apuntado con un arma de fuego por los secuestradores y
que una vez que se llevaron a Julio Rolando Álvarez
García –a quien lo introdujeron en uno de los cuatro o
cinco vehículos con los que llegaron al lugar los
secuestradores– Guillermo Álvarez García siguió con su
vehículo a los secuestradores, hecho que también
intentó hacer el declarante aunque aclaró que no lo
logró. Marcos Medina agregó que volvió a la casa a ver
a la familia; allí se enteró que don Horacio [padre de
Julio Rolando] se había comunicado con su cuñado,
Ulises Orellana, quien identificó a Braga como uno de
los secuestradores a partir de la descripción que se
le suministró la familia de la víctima (cfr. fs.
6022vta.).
La declaración rendida durante el debate por
el testigo Miguel Ángel Maidana también fue sopesada
en la sentencia. El testigo manifestó que el 21 de
agosto de 1976, mientras se dirigía a la casa de la
familia Álvarez García –con el fin de visitarlos y
comer con ellos– fue interceptado en las inmediaciones

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de la vivienda y no le fue permitido el paso. Aclaró


que un hombre alto y de traje que exhibió un arma de
fuego, le informó que se estaba llevando a cabo un
operativo en el lugar. En consecuencia, se dirigió a
la plaza cercana al lugar y se encontró con Jorge
Zalazar. A los veinte minutos aproximadamente, observó
que se abrió la puerta de la cocina de la casa de la
familia Álvarez García, por la que salieron dos
personas que llevaban a punta de pistola a Julio
Rolando Álvarez García. El testigo agregó que Ulises
Orellana les informó que uno de los secuestradores era
el teniente Braga; ello, a partir de la descripción
que brindaron los familiares de Julio Rolando.
El testigo manifestó que ya en ese momento
escuchó el apellido Braga; con posterioridad, se habló
siempre de ese apellido. Describió a Braga como una
persona de 1.70 o 1.75 metros de altura, cabello
corto, fisonomía atlética, tenía una cicatriz o marca
en la cara, del costado izquierdo, podría ser de unos
26 años de edad. Aclaró que la otra persona que
llevaba a Julio Rolando era más robusto. Refirió,
finalmente, que recuerda que intervinieron en el
procedimiento alrededor de ocho vehículos, mencionando
a una “renoleta” color crema, un Ford Falcón, un
Torino (cfr. fs. 6022vta./6023).
En la sentencia, se observó la declaración
prestada durante el debate por Jorge Zalazar. Dicho
testigo se manifestó en sentido similar que el testigo
Miguel Ángel Maidana. Sin embargo, aclaró que vio
cuando sacaban a Álvarez García, llegaron caminando
hasta la esquina y agregó que las personas que vio en
la plaza eran cuatro y después estaban los vehículos
pero no sabe cuántas personas había en cada uno.
Asimismo, manifestó que el hombre que tenía la
cicatriz en la mejilla se enteró que era Braga, aunque
no recordó cómo era la cicatriz, cree que bajaba (se
tocó la cara señalando la mejilla izquierda), en la
mejilla izquierda, era notoria, era una persona joven
con pelo corto, con tez normal, ni negro ni blanco,

33
mediana estatura, no era ni tan alto ni tan bajo,
cabello negro, no era una persona corpulenta, una
persona normal. Lo único que vio fue la cicatriz.
(cfr. fs. 6023 vta. de la sentencia).
Enrique Álvarez García, de siete años de edad
al momento del hecho, prestó declaración durante el
debate como testigo presencial del secuestro de su tío
Julio Rolando y narró cuanto recordó del evento. En lo
relevante, manifestó que el que ingresó a la casa y
tomó mayor protagonismo, que habló, amenazó, era una
persona de tez clara, no tenía tonada de gente del
norte, como del sur. La otra persona estaba como de
apoyo porque no recuerda que haya hablado, cree que
era de pelo negro y tenía bigote. El que entró era de
estatura media, no era robusto pero si de cuerpo
fornido, hablaba como que no era de Jujuy, amenazante.
Tenía en la cara una cicatriz, le llamó la atención
porque él era chico y lo miraba. Se sentía impotente,
le dio miedo. Él se acuerda de dos personas y puede
haber habido uno más en la puerta que no ingresó pero
no vio gente por afuera o por atrás. (cfr. fs.
6023vta./6024 de la sentencia).
Guillermo Álvarez García, por su parte,
prestó declaración durante el debate y manifestó,
luego de recordar las personas que se encontraban en
el domicilio, que se llevaron a su hermano caminando
en dirección a la plaza, lo llevaban rodeado. Había
varios autos y metieron a su hermano en uno de ellos,
un Falcon. El testigo aclaró que tomó su propio auto e
intentó seguirlos, los autos arrancaron en diferentes
direcciones. Vio que dos o tres autos se metían al RIM
20, donde había un retén en la entrada, pero no vio el
Falcon, había autos comunes; se quedó estacionado en
Av. España un buen rato, otros autos dieron vueltas
por Av. Bolivia y fueron para el GAM 5. Cuando volvió
a la casa de sus padres, se asombraron porque no se
acordaba la cicatriz enorme en el rostro de una de las
personas. No se acuerda ello. Sabe que su padre fue a
la policía y que no le recibieron la denuncia. Relató

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que a los días su madre contó que en el Regimiento le


habían confirmado que sí, que lo habían secuestrado
tropas del Ejército por orden de la Brigada 5, creo
que de Tucumán. No tenían garantías que estuviera ese
día en el RIM 20 porque capaz lo habían llevado a
Tucumán. No sabían para dónde podían haber ido. Por
esa época ya circulaba el nombre del Teniente Braga.
Su mamá y su papá lo vieron bien, se enteraron por
parte de un pariente que lo conocía, de ahí surge el
nombre. Solo recuerda el Falcon, los otros autos eran
medianos. Unos días después en el RIM 20 un oficial le
dijo a su mamá que eran ellos que tenían órdenes de
Tucumán. No que lo tenían ahí. Dijeron nada más que lo
habían secuestrado. Su madre fue muchas veces al RIM
20 pero Bulacios nunca la atendía, no le daba
explicaciones. Antes de ese hecho nunca escuchó el
apellido Braga. Los amigos que lo vieron hoy se
acuerdan de la cicatriz que tenía. Aparentemente
coincidían la cicatriz con el nombre de esa persona,
ninguno de los otros que fueron tenían una
característica similar. Su mamá contó también que en
una de las peregrinaciones ahí, lo vio a este hombre y
preguntó a otros familiares de desaparecidos si lo
conocían y le dijeron que era el Teniente Braga. Su
hermano se reunió con Braga cuando fue postergada su
promoción a coronel, intentó revertir la situación y
su mamá recibió cartas de la señora de Braga
implorando que digan que no era él quien lo secuestró
a Julio.
Durante el juicio, Normando Álvarez García
prestó declaración testimonial. En dicha oportunidad,
relató que el 21 de agosto de 1976, un día sábado
mientras almorzaba con su familia ingresó un grupo de
tareas a su domicilio. El que comandaba el grupo le
puso una pistola a su padre en la cabeza y obligó a su
hermano y a Marcos Medina a salir de la casa, se
fueron al frente, había unos amigos. El testigo agregó
que lo que contaban su madre y su padre es que el
grupo que ingresó a su casa lo llevaron a Julio a una

35
habitación lo pusieron boca abajo, lo esposaron por la
espalda, le preguntaban si tenía armas y lo sacaron.
El sólo vio dos autos. Su hermano Guillermo que estaba
alterado se subió al auto y quiso seguir a los
vehículos, pero los perdió de vista. Su padre se fue a
la seccional 5 a hacer la denuncia pero le preguntaban
quien fue y como no sabía no le podían tomar
declaración. Se comunicó con su tío Ulises Orellana, y
como su padre lo vio bien al que comandaba el
secuestro, le dijo que tenía una cicatriz profunda y
él (Ulises), le manifestó que era el Teniente Braga
que andaba secuestrando; esa noche o al otro día lo
secuestraron a su tío Ulises Orellana.
Normando Álvarez García agregó que durante
los años 1998/1999, siendo el declarante Diputado de
la Nación, se enteró que en esa fecha llegó al Senado
de la Nación el pliego de Braga para su ascenso. En
este marco, el testigo narró que a raíz de ello,
mantuvo reuniones con distintos funcionarios dando
cuenta que habían elevado el pliego de la persona
sindicada como secuestrador de su hermano. Dicha
situación dio lugar a que el pliego de Rafael Mariano
Braga se paralice; luego de una serie de tratativas,
el declarante se reunió con Braga. En dicha ocasión,
Braga le dijo que no tenía nada que ver con el hecho
que damnificó a su hermano y le atribuyó
responsabilidad a otros militares. Concretamente, le
refirió el que comandó el operativo fue Jones Tamayo,
que había una renoleta durante el secuestro; también
le dijo que podía ser Zimerman, todos eran menos él.
El referido testigo continuó su relato
manifestando que no le creyó a Braga. El freno del
pliego fue un detonante. Dijo que fue un agente de
inteligencia, no cree que un hombre de inteligencia
del Ejército se dedique al escritorio. Aclaró que
Braga le empezó a mandar cartas a su madre, a su
cuñada y a él; el testigo le pedía información y el
acusado le demostraba que tenía información. Normando
Álvarez García refirió que Braga nunca hizo una

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autocrítica. Todos eran culpables menos él. En una


reunión Braga le dijo que firmara una nota hecha por
él pidiéndole al Senado que aprobara el pliego, él le
dijo que no porque eso correspondía a sus sobrinas y
cuñada y porque tenía todas las dudas en cuanto a este
tema.
En su declaración, el testigo agregó que su
padre y su madre estaban seguros de él, de la cicatriz
y que su tío [Ulises Orellana] fue detenido por haber
identificado a Braga como el autor del secuestro de su
hermano. Aclaró que únicamente cuando le frenaron el
pliego de ascenso apareció. Normando Álvarez García
agregó en su declaración que tiene tres hermanos
muertos, los dos mayores y Pampero [apodo de Julio
Rolando Álvarez García] y que la herida dejada por el
hecho de Pampero no cierra, es una carga tremenda. Sus
padres nunca dejaron de creer, su familia quedó
destruida. Después de 36 años todavía duele.
Finalmente, el testigo respondió preguntas en
el sentido que cuando se reunió con Braga no recuerda
haber visto la cicatriz, ni él ni Braga hablaron de la
cicatriz, aunque sí manifestó que tenía como una
“cosa” en la cara (señaló la mejilla izquierda), no
recuerda de qué lado. No lo recordó como la persona
que entró a su casa, porque cree que lo vio 10
segundos y fue una situación shockeante. Nunca había
escuchado el nombre con anterioridad al secuestro de
su hermano. Lo escucharon por primera vez por su tío,
Ulises Orellana, quien les informó que Braga es el que
anda secuestrando.
Los jueces del tribunal a quo, también
valoraron la declaración realizada por el padre de la
víctima, Horacio Álvarez García (incorporada por
lectura al debate), quien declaró en sentido similar a
las declaraciones que brindaron durante el debate los
amigos y familiares de Julio Rolando Álvarez García
que presenciaron su secuestro.
Asimismo, se ponderó la declaración de Ulises
Orellana a fs. 471 (incorporada por lectura al

37
debate). De la declaración de Ulises Orellana surge
que Julio Rolando Álvarez García era el sobrino de su
esposa. El testigo aclaró que fue detenido en dos
oportunidades. La primera en el mes de abril de 1976,
por el lapso de trece días. La segunda ocurrió en el
mes de agosto del mismo año. Quien lo detuvo en esta
última oportunidad fue el teniente Braga y le
informaron que el motivo de su detención se debía al
haberle comunicado a los familiares de Julio Rolando
Álvarez García que el responsable del secuestro de
Julio era el teniente Braga. Negó, en este sentido,
haber suministrado dicha información la familia
Álvarez García. La declaración de referencia, cabe
destacarlo, fue realizada en sede judicial (Juzgado de
Instrucción en lo Penal Nº 1 de San Salvador de Jujuy)
el 2 de octubre de 1984.
A su vez, se valoró la declaración
testimonial (incorporada como prueba documental al
juicio) brindada por Gladys Nieva de Álvarez García a
fs. 206/207 del expte. 91/84. La testigo, madre de
Julio Rolando Álvarez García, relató el suceso que
damnificó a su hijo en términos similares a los ya
reseñados y agregó que su hijo fue secuestrado en un
operativo comandado por un individuo vestido de civil,
joven, de estatura regular, de cuerpo mediano, cutis
blanco, cabello castaño y corto, que presentaba como
característica una ostensible cicatriz en su rostro.
Agregó que el 22 de agosto de 1976 se dirigió al RIM
20 para averiguar por el paradero de su hijo y si bien
no fue atendida, vio adentro del regimiento caminando
al sujeto de la cicatriz. Preguntó acerca de quien se
trataba y otros integrantes de la fila le manifestaron
que se trataba del Teniente Braga.
2. Al examinar la sentencia traída en
revisión a partir de los agravios que expuso la
defensa en su recurso, cabe concluir que el
pronunciamiento condenatorio impugnado, constituye un
acto jurisdiccional válido que deriva del análisis
lógico y razonado de las constancias allegadas al

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sumario en observancia al principio de la sana crítica


racional (art. 398 del C.P.P.N.).
De modo que, de adverso a cuanto sostiene la
defensa de Rafael Mariano Braga, no se verifica en el
sub lite un supuesto de arbitrariedad de sentencia por
defectos de fundamentos o motivación aparente o
contradictoria (art. 404, inc. 2, del C.P.P.N.). Así,
la reconstrucción histórica que se realizó en la
sentencia y la consecuente responsabilidad penal de
Rafael Mariano Braga por los hechos objeto de
juzgamiento, constituye la aplicación razonada del
derecho a las concretas constancias allegadas a la
causa.
A dicha conclusión se arriba no bien se
advierte, por un lado, que el tribunal de la instancia
anterior determinó y tuvo por acreditado los hechos
que damnificó a la persona de Julio Rolando Álvarez
García, a partir de las declaraciones que realizaron
los familiares y amigos del damnificado durante el
juicio oral (Inés Peña, Marcos Medina, Miguel Ángel
Maidana, Jorge Zalazar, Enrique Álvarez García,
Guillermo Álvarez García y Normando Álvarez García) y
aquellos que fueron incorporados por lectura al debate
(Horacio Álvarez García, Gladys Nieva de Álvarez
García y Ulises Orellana).
Los mencionados testimonios fueron
ampliamente reseñados en el acápite que antecede, por
lo que no cabe aquí su reproducción. No obstante, sí
corresponde señalar que las declaraciones brindadas
por los familiares y amigos de la víctima, constituyen
elementos de prueba idóneos y suficientes para
reconstruir las circunstancias de modo, tiempo y lugar
que rodearon el “secuestro” de Julio Rolando Álvarez
García en los términos definidos en la sentencia.
Los elementos de juicio referidos, fueron
ampliamente valorados por los jueces a partir de la
sana crítica racional (art. 393 del C.P.P.N.) para
alcanzar la convicción acerca de la materialidad del
hecho y la responsabilidad penal del imputado. La

39
ponderación de la mencionada prueba testimonial –
amigos y familiares de la víctima– que efectuó el
colegiado de la instancia anterior, no puede ser
objetada, en tanto “[l]a ley no establece condición
alguna -por ejemplo, edad, nivel de educación o
inteligencia, aptitud física o psíquica, etc- para
estimar creíble un testimonio y somete a la
experiencia y sentido común del juez de mérito su
valoración final en la decisión, en conjunto de los
demás elementos de convicción” (MAIER, Julio B.J,
Derecho Procesal Penal, 1° edición, Editores del
Puerto, Buenos Aires 2011, T. III, p. 145).
Sobre el particular, cabe aclarar que tampoco
se advierte en el recurso, que la defensa hubiera
puesto en duda el “procedimiento” que tuvo lugar el
día 21 de agosto de 1976 en la finca de la familia de
Álvarez García en el que se produjo la “detención” de
Julio Rolando. Sí objeta, en cambio, la intervención
de Rafael Mariano Braga en dicho “procedimiento” y,
subsidiariamente a este extremo, cuestiona la
conclusión final a la que arribó el tribunal a quo, en
lo relativo a que Julio Rolando Álvarez García fue
asesinado por miembros de las fuerzas de seguridad.
Sin embargo, la posición que plantea la
defensa para fundar su posición con respecto a que su
defendido no participó del “procedimiento” en el cual
se privó ilegalmente de la libertad a Julio Rolando
Álvarez García, no puede tener acogida favorable en
esta instancia. A dicha conclusión se arriba no bien
se advierte que el tribunal de la instancia anterior
analizó y descartó los argumentos brindados por el
recurrente para dar sustento a su postura.
En efecto, la defensa planteó, en primer
lugar, que Rafael Mariano Braga no se encontraba el 21
de agosto de 1976 en la provincia de Jujuy. Para ello,
en lo sustancial, alegó que el imputado se encontraba
para la citada fecha de licencia en la ciudad de
Buenos Aires y que además no se desempeñó como Oficial
de Inteligencia del Área 323 con asiento en el RIM 20,

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sino que lo hizo en el GAM 5, describiendo su función


como técnica y de escritorio.
No obstante ello, al analizar la sentencia
traída en revisión y las constancias allegadas a la
causa, se aprecia que el tribunal de la instancia
anterior descartó con razón suficiente y elementos de
juicio que lo sustenta, el planteo de la defensa.
De este modo, con respecto a la invocada
licencia cabe señalar que tanto Braga al prestar
declaración indagatoria en la causa como su defensa
técnica a lo largo del proceso, han afirmado que
Rafael Mariano Braga no estuvo en la provincia de
Jujuy durante el 12 de agosto de 1976 y el 25 de
agosto del mismo año. En sustento de ello, se invocó
el legajo personal del imputado que documenta una
licencia de Rafael Mariano Braga por el término de
diez (10) días a partir del 13 de agosto de 1976.
También, se dio a conocer un listado de personas con
los que Braga habría compartido una fiesta por su
cumpleaños el 21 de agosto de 1976 en la ciudad de
Buenos Aires. En la misma dirección, la defensa
mencionó a integrantes del Grupo de Artillería 141 de
la provincia de Córdoba, que habrían tenido contacto
con el imputado y compartido una cena en las
instalaciones de dicha base militar el 23 de agosto de
1976, en momentos en que el imputado Braga se
encontraba de viaje de regreso a la provincia de Jujuy
para reincorporarse al GAM 5.
La ausencia de Rafael Mariano Braga en la
provincia de Jujuy el 21 de agosto de 1976, fue
descartada por los jueces en la sentencia. Para ello,
se valoró ampliamente las declaraciones que ofreció la
defensa junto con el legajo personal del imputado.
Así, Margarita Braga –hermana del imputado–
prestó declaración testimonial en el juicio. La
testigo, afirmó que festejó su cumpleaños –la
declarante cumple años el 11 de julio– junto con su
hermano el 20 o 21 de agosto de 1976. La defensa,
ofreció otros testigos que concurrieron a dicha fiesta

41
de cumpleaños, quienes prestaron declaración
testimonial en el debate.
En este sentido, declaró durante el juicio
José Barbieri –vecino de la familia Braga en la ciudad
de Buenos Aires–, quien no recordó haber asistido a
dicha fiesta de cumpleaños. También prestó declaración
durante el debate Lina Columberg. Dicha testigo, en
calidad de amiga personal de Margarita Braga,
manifestó haber concurrido a una fiesta de cumpleaños
de Margarita y de su hermano Rafael Mariano Braga –de
quien dijo saber que era militar y que tenía una
cicatriz en su rostro– el día 20 o 21 de agosto de
1976 en la ciudad de Buenos Aires. Sin embargo, Lina
Columberg relató que le consta que Rafael Mariano
Braga cumple años el 20 de agosto porque así se lo
informó su amiga Margarita, quien además le suministró
para su lectura previa a prestar declaración en el
debate, el auto de prisión preventiva y la acusación
fiscal.
Asimismo, Osvaldo Martorano prestó
declaración durante el juicio. El testigo declaró que
conoce al imputado Braga desde el año 1972 o 1973 por
ser amigo y compañero de estudios de Margarita Braga.
Martorano manifestó, a su vez, que durante el mes de
agosto del año 1976 asistió a una fiesta de cumpleaños
que realizó su amiga Margarita junto a su hermano
Rafael Mariano Braga, de quien dijo saber que era
militar y que tenía una marca –casi invisible– en su
rostro con motivo de un accidente. El testigo agregó
que conoce a la familia Braga y que fue el abogado de
la sucesión tras la muerte del padre y la madre de
Margarita Braga.
Gustavo Deambrosi, amigo y compañero de Braga
en el colegio militar, declaró durante el juicio y
manifestó que el día 20 de agosto de 1976, el
deponente estaba de franco en la casa de su padre en
la localidad de Quilmes y Braga lo invitó a su fiesta
de cumpleaños que tendría lugar al día siguiente en la
casa de los padres de Braga en la ciudad de Buenos

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Aires. Deambrosi declaró que finalmente no pudo


concurrir a dicha fiesta por haberse enfermado su
hija.
Por otra parte, prestó declaración en la
causa Francisco Martínez, en calidad de Jefe de
Batería del Grupo de Artillería 141 de Alta Gracia,
provincia de Córdoba. El testigo declaró que conoce al
imputado por haberse desempeñado en el Grupo de
Artillería 141 y agregó que en agosto de 1976, Rafael
Mariano Braga concurrió a dicha unidad y pasó la noche
allí. Aclaró que Braga estaba de paso y que en esa
ocasión se hizo una reunión por el reciente cumpleaños
de Braga. A dicha fiesta, agregó el testigo, concurrió
el teniente Coronel Rosas en calidad de Jefe. Aclaró,
a su vez, que no recuerda con exactitud el día que
llegó Braga a la unidad, pero sí refirió que se
encontraba próximo el día que se celebra el éxodo
jujeño.
Finalmente, declaró en el debate Alberto
Camerucci, quien, según el imputado Braga, fue quien
tocó la guitarra en la reunión que se celebró en el
Grupo de Artillería 141 de Alta Gracia, provincia de
Córdoba. El testigo, sin embargo, manifestó durante el
juicio que si bien conoce al imputado Braga por haber
estado destinado en el mencionado grupo de artillería,
aclaró que durante el mes de agosto de 1976 estuvo de
licencia.
Las declaraciones referenciadas no fueron
pasadas por alto por el tribunal de juicio. Los
magistrados de la instancia anterior evaluaron en
forma crítica la prueba testimonial citada,
concluyendo que no tenían aptitud para comprobar la
supuesta estadía de Rafael Mariano Braga en la ciudad
de Buenos Aires el día 21 de agosto de 1976.
Más allá de los dichos de Margarita Braga en
calidad de hermana del imputado, los jueces destacaron
que dicha testigo influyó en las declaraciones de Lina
Columberg y Osvaldo Martorano. Por dicha razón, se
sostuvo que los testimonios de estos dos últimos

43
testigos, no podían cobrar relevancia en el sub
iudice. Es que, sin perjuicio de las contradicciones
registradas en sus relatos (cantidad de personas que
asistieron a la supuesta fiesta de cumpleaños), Lina
Columberg reconoció explícitamente que concurrió a
declarar al juicio influenciada por Margarita Braga,
quien le suministró al efecto copias de la acusación
para que logre interiorizarse del hecho que se le
imputa a Rafael Mariano Braga.
El relato que efectuó el testigo Osvaldo
Martorano, por su parte, fue considerado por los
jueces como sugestivo. Por lo tanto, fue descalificado
en la sentencia. El mencionado testigo, quien también
llegó al juicio influenciado por la hermana del
imputado, dijo ser compañero de estudio de Margarita
Braga –al igual que Lina Columberg, aunque sobre esta
última testigo dijo no tener mayor conocimiento– y fue
abogado de la familia Braga en el marco de un juicio
sucesorio. Además, se puso de resalto, en lo que aquí
interesa, que del único cumpleaños del que pudo dar
cuenta Osvaldo Martorano fue el que se habría
celebrado el 21 de agosto de 1976 y, contrariando al
resto de los testigos, pretendió relativizar la
cicatriz que caracteriza, por lo menos en este proceso
penal, a Rafael Mariano Braga. Para ello, Osvaldo
Martorano expresó que el imputado Braga tenía una
pequeña y casi “invisible” marca debajo de la pera.
La declaración de Gustavo Deambrosi fue
apreciada como inverosímil al pretender ubicar en la
ciudad de Buenos Aires a Rafael Mariano Braga para el
20 de agosto de 1976. En este sentido, con razón, el
tribunal consideró que la versión que brindó el
testigo no podía ser aceptada desde la lógica y la
experiencia, en tanto resulta inadmisible considerar
que una persona recuerde una situación tan trivial
como una invitación a un cumpleaños al que no
concurrió –con precisión de días y forma de
invitación– luego de treinta y seis años. Misma suerte
corrió la declaración del testigo Francisco Martínez.

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Pero la inteligencia del tribunal a quo para


rechazar la posición que postula la defensa, no se
limitó a desacreditar las declaraciones de los
mencionados testigos. Por el contrario, el colegiado
de la instancia anterior examinó el legajo personal
del imputado Braga y concluyó que dicho legajo no
justifica la ausencia del imputado en la provincia de
Jujuy el día del hecho materia de juzgamiento (21 de
agosto de 1976). Además, el legajo personal del
imputado fue analizado por personal militar y en él se
advirtieron “errores” y “omisiones” que no pudieron
ser debidamente explicados.
Frente a ello, tal como fue advertido por el
tribunal a quo, cabe concluir que la defensa efectúa
un análisis parcial del legajo personal del imputado,
en tanto postula, por un lado, que la licencia existió
y fue prorrogada verbalmente por los superiores de
Rafael Mariano Braga hasta el 25 de agosto –sin que
exista registro de ello– y, al propio tiempo, sostiene
que el acusado se desempeñó como S2 del GAM 5 y no
como Oficial de Inteligencia del Área 323 como lo
demuestra su legajo personal.
En este sentido, se estableció, en primer
lugar, que la licencia que informa el legajo personal
de Braga –por diez días a partir del 13 de agosto de
1976- vencía el 22 de agosto de 1976. Por tal razón,
no resulta razonable que el imputado hubiera festejado
su cumpleaños el 21 de agosto en la ciudad de Buenos
Aires, teniendo que reincorporarse al GAM 5 –según la
propia defensa– el día 22 de agosto. Máxime cuando el
viaje que realizó Braga fue vía terrestre, en su
automóvil particular.
Al prestar declaración testimonial durante el
debate Roberto Bobone, quien durante el año 1976 se
desempeñó como oficial de Personal del GAM 5, aludió a
errores en el legajo de Braga que no pudo explicar.
Concretamente no se dieron razones de por qué si el
imputado Rafael Mariano Braga se habría desempeñado
como Oficial de Inteligencia del GAM 5, figuraba en su

45
legajo personal que durante los años 1975/1976 se
desempeñó como Oficial de Inteligencia del Área 323
(cfr. fs. 59 y 61 del Legajo). Asimismo, dicho testigo
tampoco pudo explicar por qué motivo no figuraba en el
legajo del imputado que hubiera cumplido funciones en
el RIM 20 cuando, según lo expresó el propio Rafael
Mariano Braga al prestar declaración indagatoria en la
causa, cumplió tareas administrativas dos veces por
semana en el RIM 20. En similar sentido se manifestó
el Coronel Luis Almeda de la Dirección de Legajos
Personales del Ejército Argentino.
La tarea que cumplió Rafael Mariano Braga
durante su destino en el año 1976 en la provincia de
Jujuy sale a la luz no bien se observan las
declaraciones de otras víctimas –y sus familiares– del
terrorismo de Estado en la provincia de Jujuy. Dichas
declaraciones zanjan definitivamente la controversia
en cuanto a la verdadera actividad que cumplió Rafael
Mariano Braga, al ser identificado por aquellos
testigos como un militar con una cicatriz en la cara
que se encargaba de “detener” a personas supuestamente
sindicadas como “subversivos”, interrogarlos,
controlar las condiciones en las que permanecían
privados de la libertad y atender a sus familiares.
Para tener por probada dicha actividad, cabe
reparar en la declaración de Roberto Troncoso, quien
manifestó durante el juicio que fue interrogado por
Braga por sus actividades políticas en ocasión de
encontrarse detenido en el penal de Villa Gorriti;
recordó a Braga con una cicatriz en su rostro y agregó
que era conocido como cara cortada. Ernestina Caiguara
–esposa de Roberto Troncoso– declaró que concurrió al
RIM 20 en búsqueda de información de su marido y que
allí fue atendido por un militar de apellido Braga,
que tenía una cicatriz en su cara.
Carlos Alberto Melián, por su parte,
manifestó que encontrándose detenido en el penal de
Villa Gorriti fue trasladado a la policía de Jujuy por
orden de Braga y Jaig para ser interrogado. Agregó que

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luego del interrogatorio –en el que no participó


Braga–, el imputado se hizo presente y ordenó que
rompan la declaración. Durante el juicio, el testigo
manifestó que supo que dicha persona resultó ser Braga
porque los policías lo llamaron por su apellido.
Adriana Arédez, hija de Luis Ramón Arédez,
manifestó que el 20 de junio de 1976 –o al día
siguiente– cuando fue a visitar a su padre al penal de
Villa Gorriti, Luis Ramón le manifestó que le habían
hecho un simulacro de fusilamiento y que en dicho
momento se encontraba en el penal el teniente Braga,
de quien recordó que tenía una cicatriz en el rostro.
La testigo reconoció al imputado Braga durante la
audiencia en la que prestó declaración ante el
tribunal.
Juan Felipe Noguera, “detenido” en el penal
de Villa Gorriti, manifestó que recuerda a Braga como
cara cortada –por la cicatriz en su mejilla izquierda–
y agregó que el imputado lo interrogó por su actividad
política.
Lidia Gallardo declaró durante el debate que
Braga se encargaba de atender a los familiares de las
personas detenidas en el RIM 20. Recordó que Braga
maltrataba a los familiares y los insultaba. En
sentido similar, se manifestó Gladys Artunga,
recordando que Braga tenía una marca en su rostro que
lo caracterizaba y era conocido como cara cortada y
vestía con uniforme militar.
Ernesto Saman, quien fue privado ilegalmente
de su libertad, ubicó a Braga en la Central de Policía
y en el centro clandestino de detención denominado
“Guerrero”. Sara Murad, ubicó a Braga en el penal de
Villa Gorriti; recordó que Braga fue a hacer una
requisa, les dieron vuelta los colchones –describió la
situación como violenta– y agregó que Braga tenía una
cicatriz en su rostro.
Por otro lado, en la sentencia se valoraron
las declaraciones testimoniales de miembros de las
fuerzas de seguridad que manifestaron conocer a Rafael

47
Mariano Braga durante el año 1976 en la provincia de
Jujuy. Así, declaró en el juicio Damacio Rodríguez,
quien se desempeñó durante el año 1976 en el centro de
operaciones de la policía de la provincia de Jujuy. El
testigo refirió que Jaig era el Jefe de Operaciones y
que recordaba el apellido Braga. El testigo relató que
en el departamento de policía había una oficina que
tenía que letrero de decía “Área restringida” y se
rumoreaba que por allí andaba personal de inteligencia
del Ejército y que uno de ellos era Braga.
Luis Navarro, agente de policía que se
desempeñó al momento de los hechos en el cuerpo de
radiopatrulla en el Área 323, manifestó que llevaban
detenidos a la dependencia policial y que Jaig los
golpeaba y amenazaba y sabía que concurría a la
dependencia policial personal del servicio de
inteligencia del Ejército. El testigo Luis Navarro
durante el juicio se contradijo con la versión que
había brindado en la etapa de instrucción –donde
señaló a Braga y Bulgheroni como personal de
inteligencia que concurría a la base de operaciones
del Área 323– (cfr. p. 6037/6038 vta. de la
sentencia). En dicha ocasión, el testigo aclaró que si
bien no conoce a Bulgheroni y Braga sí los escuchó
nombrar como miembros de inteligencia del Ejército que
concurrían a la base de operaciones del Área 323 en el
cual el testigo cumplió funciones al mando de Jaig.
Alberto Escalier, quien se desempeñó en el
Comando de Radio patrulla de la Policía provincial
luego del golpe militar del 24 de marzo de 1976,
prestó declaración en el juicio. El testigo manifestó
que en ese entonces, su superior Jaig lo designó para
que preste funciones en el RIM 20, lugar en el que
conoció a Braga. De hecho, Escalier manifestó que
Braga le daba las órdenes de patrullar el campo con el
objeto de buscar y encontrar “gente con armas,
extremistas”. El testigo agregó que él no hacía
allanamientos ni batidas. “Batidas”, según explicó el
testigo, es cuando iban a buscar gente que necesitaban

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a las casas. Aclaró que Braga era quien hacía las


“batidas” y agregó que no vio personas detenidas en el
RIM 20. Aclaró, finalmente, que con Braga trabajó dos
veces, pues Braga lo echó y lo mandó devuelta con su
superior Jaig.
El testigo Ciro Goyechea, quien se desempeñó
en la Jefatura de Policía y durante el año 1976 estuvo
afectado al comando radioeléctrico, siendo el Jefe de
radio patrulla, prestó declaración durante el juicio.
Manifestó que en la jefatura de policía había un
sector de “Área restringida”, lugar al que concurría
Braga –junto con otros militares–, aunque dijo
desconocer qué es lo que se hacía allí, pues el
testigo no participaba de las reuniones que se
llevaban a cabo en el lugar. Sin embargo, manifestó
que sabía que el “Área restringida” dependía del Área
323 y esa oficina la manejaba el comisario Jaig junto
con Vilte.
En sentido similar al anterior, se manifestó
el testigo Hugo Romero, quien prestó servicios en el
comando radioeléctrico de la policía de la provincia
de Jujuy a partir del 1 de enero de 1976 y luego pasó
a revestir en el RIM 20 a fines del año 1976. Con
respecto a Rafael Mariano Braga, el testigo expresó
que lo conoció antes que lo enviaran al RIM 20 porque
una vez fue a llevar una carta de la jefatura de
policía y él estaba en radio patrulla. Aclaró que a
Braga sólo le entregó un sobre y no tuvo más relación
y que cuando le entregó dicho sobre estaba en la
oficina del Área 323. Asimismo, reconoció que en las
instalaciones del comando radioeléctrico, había una
oficina con un cartel que decía “Área restringida”;
aclarando que allí no funcionaba el Área 323 sino que
era un lugar donde tomaban declaraciones las oficiales
designados por el Comisario Jaig.
Juan Carlos Vaca prestó declaración como agente
de la policía de la provincia de Jujuy que cumplió
funciones en el año 1976 en el comando radioeléctrico.
El testigo manifestó que conoció a Braga –después,

49
también a Bulgheroni–, porque se reunían dos veces por
semana con el Comisario Jaig, aunque aclaró que
desconocía el motivo de las reuniones por no
participar en ellas. Agregó que tomó conocimiento que
en el sector “Área restringida” habían detenidos.
De lo dicho hasta aquí, se aprecia que de
adverso a cuanto postula la defensa en su recurso, los
jueces de la instancia anterior han llevado a cabo un
juicio de valor amplio y crítico de la totalidad de
los elementos de prueba a partir de los cuales
reconstruyeron los hechos y fundaron el juicio de
responsabilidad penal.
La prueba producida durante el debate,
analizada a la luz de la experiencia, la lógica y el
sentido común como baremos de la sana crítica
racional, lleva a confirmar las conclusiones a las que
se arribó en la sentencia.
En efecto, la materialidad del hecho que
damnificó a Julio Rolando Álvarez García –además de no
encontrarse controvertido por la defensa– se encuentra
ampliamente acreditada en la causa. La intervención de
Rafael Mariano Braga en dicho evento, también fue
comprobada durante el juicio a pesar de los intentos
de la defensa para ubicar al imputado en la ciudad de
Buenos Aires para el 21 de agosto de 1976 y postular
que Rafael Mariano Braga no llevó a cabo tareas
operativas en el marco de la lucha contra la
“subversión”, sino que cumplió un rol burocrático,
ajeno al accionar represivo.
Contrariamente a la posición de la defensa,
Rafael Mariano Braga fue sindicado, desde un
principio, por los familiares y amigos de Julio
Rolando Álvarez García como uno de los secuestradores
de la víctima. Los testigos han logrado identificar al
imputado a partir de la cicatriz en el lado izquierdo
de su rostro. Dicha marca distintiva del imputado, ha
sido puesta de manifiesto no sólo por los familiares
de la víctima y los “detenidos” que fueron alojados en
el Penal de Villa Gorriti, sino también por los

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oficiales de policía que han compartido tareas con


Rafael Mariano Braga durante el año 1976 en la
provincia de Jujuy –o lo han conocido en el
cumplimiento de sus funciones–.
Los esfuerzos que realizó la defensa para
relativizar la cicatriz del imputado –alegando que la
misma era mínima– no pueden prosperar, en tanto
aquella fue evaluada por los médicos Luis Ginesin y
Noemí Ghirardi (cfr. fs. 77/80 del cuadernillo de
prueba de causa 19/11 y 55/11). El estudio de
referencias, concluyó que Braga “presenta dos
cicatrices: una en mejilla izquierda región inferior
próxima a la rama descendente mandibular de
aproximadamente 2,5 cm por 0,3 deprimida y otra
separada de la anterior por 3 cm que comienza en el
borde mandibular y desciende en la parte antero
lateral izquierda del cuello de aproximadamente 4 cm
retraída”; agregándose que “la depresión ubicada en la
mejilla es visible frontalmente” y que “la depresión
es visible a simple vista dependiendo de la agudeza
visual del observador, de la iluminación, de la
distancia de observación entre otras variables”.
El médico Luis Ginesi prestó declaración
durante el debate y, además de ratificar el peritaje
de referencia, expresó que las cicatrices no
desaparecen por el transcurso del tiempo aunque sí
pueden cambiar de color, textura y hacerse más
desapercibidas. Es decir, aclaró que el paso del
tiempo no hace desaparecer la cicatriz pero sí las
puede atenuar, mejorar en espesor y apariencia (cfr.
acta de debate).
Las conclusiones de los médicos del Cuerpo
Médico Forense que revisaron a Rafael Mariano Braga
explicaron ciertamente la versión que brindaron,
prácticamente de manera uniforme, la totalidad de los
testigos que describieron durante el juicio el rasgo
distintivo que caracterizó al imputado –cicatriz en su
rostro– y que posibilitó su identificación como uno de
los integrantes del grupo que irrumpió el 21 de agosto

51
de 1976 en la vivienda de la familia Álvarez García y
procedió al “secuestro” de Julio Rolando. Tal es así
que incluso, varios testigos recordaron que la
cicatriz de Braga llevó a apodarlo “cara cortada”
(cfr. declaraciones de Roberto Troncoso, Juan Felipe
Noguera y Gladys Artundaga).
Por lo demás, las declaraciones reseñadas de
los testigos que fueron víctimas del aparato represivo
en la provincia de Jujuy y los oficiales de policía de
dicha provincia, dan cuenta, sin duda alguna, que de
adverso a cuanto declaró el imputado al prestar
declaración indagatoria tanto en la etapa de
instrucción como en el juicio oral, Rafael Mariano
Braga se desempeñó como Oficial de Inteligencia del
Área 323 (el legajo personal del nombrado confirma
dicho extremo) y que, como tal, cumplió tareas
operativas en el marco de la lucha contra la
“subversión”.
El testimonio de José Ulises Orrellana
(incorporado como prueba al debate) confirma dicha
extremo. Ello es así, en tanto el testigo manifestó
haber sido “detenido” por el propio Rafael Mariano
Braga en el mes de agosto de 1976 por haberle
manifestado a la familia de Julio Rolando Álvarez
García que una de las personas que secuestró a Julio
Rolando era el imputado Rafael Mariano Braga.
En suma, el examen que se efectúa en esta
instancia del pronunciamiento impugnado, conduce a
concluir que el tribunal a quo ha logrado probar con
suficiencia los hechos por los que recayó sentencia
condenatoria en esta causa sobre Rafael Mariano Braga,
sin que se verifique la arbitrariedad que alega la
defensa en su recurso.
Por último, con respecto a la tipificación
del delito de violación de domicilio en concurso ideal
con el de privación ilegal de la libertad agravada por
el uso de violencia en calidad de coautor (arts. 45,
151 y 144 bis, inc. 1 y último párrafo según ley
14.616) la defensa no efectuó una crítica jurídica

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sobre el punto que impida tener por configurada la


comisión de dichos delitos a la luz de la
reconstrucción histórica del hecho que aquí se tiene
por corroborada.
La defensa sí cuestionó el juicio de
subsunción efectuado en la sentencia a partir del cual
se condenó a Rafael Mariano Braga como partícipe
necesario del delito de homicidio doblemente
calificado por alevosía y por el concurso de dos o más
personas que damnificó a Julio Rolando Álvarez García
(arts. 45, 80, incs. 2 y 6 del C.P).
Sobre el particular, el recurrente impugnó el
certificado de presunción de fallecimiento por
desaparición forzada de Julio Rolando Álvarez García
(por ausencia de información suficiente de la víctima,
tal como D.N.I., domicilio y causa de muerte) y
cuestionó la configuración del delito de homicidio
calificado por no haberse hallado el cadáver de la
víctima para tener por satisfecho el cuerpo del delito
necesario para que proceda una condena por homicidio.
La crítica que efectuó la defensa, no puede
tener acogida favorable en esta instancia. Los
defectos que señala el recurrente con respecto al
certificado de presunción de fallecimiento –el cual no
fue argüido de falsedad– no impiden, al igual que la
ausencia del cadáver de la víctima, una imputación y
condena como la que se realizó en la presente causa.
El planteo que formula la defensa no resulta
novedoso y ha sido analizado y resuelto por este
Tribunal en anteriores oportunidades, ocasión en la
que se sostuvo que el marco de criminalidad estatal en
el que se produjo la desaparición de la víctima –a más
de treinta y ocho años de la privación ilegal de la
libertad de Julio Rolando Álvarez García– permite sin
duda alguna, tener por configurada la muerte del
causante (C.F.C.P., Sala IV, “Arrillaga” –ya citado- y
“Bussi, Antonio Domingo y otro s/recurso de casación”,
causa Nº 9822, Reg. Nº 13073, rta. 12/3/2010, con una
integración parcialmente distinta a la actual).

53
No puede soslayarse, en este sentido, que la
Corte Interamericana de Derechos Humanos, señaló que
“No puede admitirse el argumento en el sentido de que
la situación misma de indeterminación del paradero de
una persona, no implica que hubiese sido privada de su
vida, ya que faltaría el cuerpo del delito”
destacándose que “Es inaceptable este razonamiento
puesto que bastaría que los autores de una
desaparición forzada ocultasen o destruyesen el
cadáver de una víctima, lo que es frecuente en estos
casos, para que se produjera la impunidad absoluta de
los infractores, quienes en esta situación pretenden
borrar toda huella de la desaparición” (Corte IDH,
caso “Castillo Páez vs. Perú”, sentencia del
03/11/1977, párrafo 73).
En idéntica inteligencia argumental, vale
destacar lo afirmado por SANCINETTI en punto a que, al
ponderarse objetivamente las circunstancias que
rodearon la desaparición de la persona, podrá tenerse
por cierta la muerte aun cuando no se haya encontrado
o identificado el cadáver. Así, señala el mencionado
autor que “…En los casos en que el cadáver de una
persona no fuese hallado, el juez podrá tener por
comprobada la muerte…siempre que la desaparición se
hubiera producido en circunstancias tales que la
muerte deba ser tenida por cierta…, al sistema legal
argentino no le es extraña la afirmación de una muerte
sin cadáver ni partida.” (SANCINETTI, Marcelo /
FERRANTE, Marcelo, El Derecho Penal en la protección
de los derechos humanos, Hammurabi, Buenos Aires,
1999, pág.141).
En igual sentido, es preciso destacar que el
carácter de “desaparecido” no resulta incompatible con
la imputación de homicidio, toda vez que la Corte
Interamericana de Derechos Humanos ha señalado que “…
las desapariciones forzadas implican una violación
múltiple, a la vez que continuada, de numerosos
derechos esenciales de la persona humana, de manera
especial de los siguientes derechos... iii) derecho a

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la vida, por cuanto la práctica de las desapariciones


ha implicado con frecuencia la ejecución de los
detenidos, en secreto y sin fórmulas de juicio,
seguida del ocultamiento del cadáver con la finalidad
de no dejar ningún tipo de huella de la comisión del
crimen y de procurar la impunidad de quienes lo
cometieron, lo que significa una brutal violación del
derecho a la vida, reconocido en el artículo 4 de la
Convención cuyo inciso primero reza: 1. Toda persona
tiene derecho a que se respete su vida. Este derecho
estará protegido por la ley y, en general, a partir
del momento de la concepción. Nadie puede ser privado
de la vida arbitrariamente” (Corte IDH, caso
“Velázquez Rodríguez”; sentencia del 29/07/1988,
párrafos 153, 155, 156 y 157).
Por ello, las críticas que alza la defensa
contra la acreditación de la muerte de Julio Rolando
Álvarez García a manos de integrantes de las fuerzas
de seguridad que operaron en el marco del plan
clandestino de represión ilegal que caracterizó a la
última dictadura militar, no poseen entidad para
modificar la solución del caso en los términos
definidos en la sentencia.
Con respecto a la configuración de la
agravante del homicidio por alevosía, cabe recordar
que ésta requiere que la víctima se encuentre en un
estado de indefensión que le impida oponer una
resistencia que se transforme en un riesgo para el
agente activo del delito, aunque no es indispensable
la ausencia total de posibilidades de resistencia. Se
afirma, asimismo, que la indefensión puede haber sido
procurada por el autor o simplemente aprovechada por
él (Cfr. D’ALESSIO, Andrés José, Código Penal
Comentado y Anotado, Parte especial, La ley, Buenos
Aires, 2004, pág. 11). En cuanto a los requisitos
subjetivos, se requiere que “…el autor debe obrar
sobre seguro, esto es, obrar sin el riesgo que puede
implicar la reacción de la víctima o de terceros a
oponerse a su acción […] Ello requiere una

55
preordenación de la actividad del agente para actuar
con esa seguridad, es decir, la procuración o el
aprovechamiento del estado de indefensión” (CREUS,
Carlos; BUOMPADRE, Jorge Eduardo, Derecho Penal, Parte
Especial, T. 1, Astrea, Buenos Aires 2007, p. 21).
En el sub examine, la reconstrucción
histórica del hecho que se tuvo por probada en el
presente, resulta suficiente para tener por
configurada la agravante por alevosía. A dicha
conclusión se arriba no bien se repara que el
homicidio de Julio Rolando Álvarez García tuvo lugar
en momentos en que el causante se encontraba privado
ilegalmente de la libertad por miembros de las fuerzas
de seguridad. La mencionada circunstancia es
demostrativa del estado de indefensión en el que se
encontró la víctima al momento de ser ultimada.
Asimismo, cabe tener por configurada la
agravante del homicidio calificado por el concurso
premeditado de dos o más personas. Ello así, a partir
de las circunstancias que rodearon la privación ilegal
de la libertad de Julio Rolando Álvarez García (en su
“detención” intervinieron, cuanto menos, más de tres
personas que se transportaban en varios vehículos que
ingresaron al RIM 20 y al GEM 5) y la ausencia de toda
información sobre la víctima desde el momento mismo en
que fue secuestrado. En otras palabras, el número de
personas que intervino en su “detención”, actuando en
forma coordinada y deliberada, junto con la ausencia
de información posterior de la víctima, da cuenta que
la desaparición forzada de Julio Rolando Álvarez
García desde el 21 de agosto de 1976 hasta la
actualidad, significó la muerte de la víctima mediante
su homicidio, en el que convergió la intención de sus
captores para causarla con la intervención, a partir
de las circunstancias que rodean el caso, de al menos
tres personas.
Por ende, también se encuentra configurada la
agravante por el concurso premeditado de dos o más
personas, en tanto dicha circunstancia calificante

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requiere la intervención de al menos tres personas que


actúen con el propósito común de dar muerte a la
víctima (CREUS, Carlos; BUOMPADRE, Jorge Eduardo, ob.
cit. p. 24/25).
Así, corresponder confirmar el juicio de
subsunción legal que efectuó el tribunal de la
instancia anterior con respecto a la desaparición de
Julio Rolando Álvarez García y, en consecuencia, tener
por configurado el delito de homicidio agravado por
alevosía y por el concurso premeditado de dos o más
personas por el que fue condenado Rafael Mariano Braga
(art. 80, incs. 2 y 6 del C.P.).
Finalmente, no se advierte ni la defensa
logra demostrar en esta instancia defecto de
fundamentación legal alguno en relación al grado de
responsabilidad penal fijado por el tribunal a quo
(participación necesaria) por el hecho que configura
el delito de homicidio agravado. Dicho juicio de
responsabilidad penal se fundó a partir de la entrega
que llevó a cabo Rafael Mariano Braga de la víctima a
quienes finalmente lo asesinaron. La inteligencia
realizada por los jueces de la instancia anterior
resulta sustancialmente análoga, mutatis mutandi, a la
reconocida por este tribunal al fallar en el
precedente “Cabanillas” –ya citado– al que corresponde
remitirme en mérito a la brevedad.
Por todo lo expuesto, corresponde rechazar el
recurso de casación presentado por la defensa técnica
de Rafael Mariano Braga en lo concerniente a la
reconstrucción histórica del hecho que se tuvo por
probado en la sentencia y al juicio de responsabilidad
penal.
Por ende, el causante deberá responder como
coautor penalmente responsable del delito de violación
de domicilio en concurso ideal con el de privación
ilegal de la libertad agravada por el empleado de
violencia y amenazas, que concurren materialmente con
el delito de homicidio calificado por alevosía y por
el concurso premeditado de dos o más personas en

57
calidad de partícipe necesario (art. 45, 54, 55, 151,
144 bis inc. 1 y último párrafo –según ley 14.616 y
80, incs. 2 y 6 del C.P.).
IV. Situación procesal de José Eduardo
Bulgheroni
1. El tribunal tuvo por acreditado los hechos
por los que fue llevado a juicio José Eduardo
Bulgheroni, en los siguientes términos:
1) Narciso Santiesteban: quien se desempeñaba
al momento del hecho como agente de la Policía de la
Provincia de Jujuy de la Seccional Nº 11 de Libertador
General San Martín, Ledesma, fue detenido sin orden
judicial por personal de las fuerzas de seguridad a
disposición del Ejército el día 17 de abril de 1977,
mientras se encontraba cumpliendo funciones en la
Seccional Nº 11 de Libertador General San Martín.
Luego fue trasladado a la Central de Policía donde
estuvo incomunicado y finalmente quedó alojado en el
pabellón 3 del de la Unidad Penal de Villa Gorriti.
En dicha unidad carcelaria permaneció
incomunicado y sin poder recibir visitas de sus
familiares, pese a las gestiones realizadas. Estuvo
detenido en el Penal de Villa Gorriti hasta los
primeros días del mes de julio de 1977 y desde esa
fecha Narciso Santiesteban se encuentra en calidad de
desaparecido.
La desaparición de Narciso Santiesteban no
fue materia de imputación en esta causa.
2) Dante Robinson Torres: estudiante
universitario de 25 años de edad al momento de los
hechos, fue privado ilegalmente de su libertad el 12
de marzo de 1977, en horas del mediodía, en
intersección de calles Sarmiento y 9 de Julio de la
ciudad de San Pedro, provincia de Jujuy. Fue llevado
a la Seccional 9ª de la Policía de la Provincia, con
asiento en dicha ciudad, donde permaneció detenido
hasta el 15 de marzo de 1977, siendo luego trasladado
a la Central de Policía. Finalmente quedó alojado en
el Instituto Penal de Villa Gorriti.

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Su familia tomó conocimiento del lugar donde


se encontraba detenido el causante después de un mes
aproximadamente de ocurrido su secuestro. Durante su
detención en Villa Gorriti recibió la visita de su
madre, quien obtuvo autorización del Teniente José
Eduardo Bulgheroni.
Permaneció detenido en el penal de Gorriti
hasta mediados del mes de septiembre de 1977, fecha en
la cual las autoridades del penal le informaron a su
madre que había salido en libertad. Desde esa fecha se
encuentra desaparecido.
La desaparición de Dante Robinson Torres no
fue materia de acusación en esta causa.
3) Patricio Vidal Lazarte: fue detenido sin
orden judicial el 03 de enero de 1977 a las 7:00
horas, de su domicilio ubicado en La Esperanza,
Provincia de Jujuy, por personal de las fuerzas de
seguridad que portaban armas. Fue llevado a la
Seccional de Policía ubicada en La Esperanza y esa
misma noche, vendado y atado, lo trasladaron a la
Comisaría Nº 9 de San Pedro provincia de Jujuy.
Luego de tres noches fue llevado a la Central
de Policía y finalmente quedó alojado en el Instituto
Penal de Villa Gorriti en una celda individual.
En el penal de Gorriti, le realizaron
requisas periódicas, recibió visitas del Obispo Medina
y de José Eduardo Bulgheroni, quién lo amenazó de
muerte. Durante su cautiverio vivió una situación de
incertidumbre acerca de su destino, generando en la
víctima un terror constante.
Luego de permanecer detenido por el lapso de
un mes, el P.E.N. dictó el decreto Nº 262, mediante el
cual se disponía su arresto junto con el de otras
personas más. El 30 de junio de 1978, por decreto
P.E.N Nº 1439 se dejó sin efecto su arresto.
Patricio Vidal Lazarte permaneció detenido en
el Servicio Penitenciario hasta el día 18 julio de
1978, fecha en la que fue trasladado, junto con Rosa
Santos Mamani, Luís Ramón Sanabria y Francisco Vega al

59
R.I.M. 20, donde previamente a ser liberado, fue
atendido por José E. Bulgheroni, quien le extendió una
constancia de su detención.
4) Rosa Santos Mamani: fue detenido sin orden
judicial a mediados del mes de octubre de 1976 a 7:00
hs., en momentos en que personal del Ejército,
uniformado y portando armas, ingresó por la fuerza a
su domicilio ubicado en la localidad de Tumbayá.
La víctima fue llevada por distintas
dependencias policiales hasta que finalmente el 8 de
noviembre de 1976 fue finalmente alojado en el
pabellón 3 del Penal de Villa Gorriti. Allí permaneció
incomunicado y pudo recibir visitas de sus familiares
en varias oportunidades. Su familia tomó conocimiento
del lugar donde se encontraba detenido recién en el
mes de febrero de 1977.
Dos meses más tarde a su detención, mediante
Decreto P.E.N. Nº 3468/76 del 29 de diciembre de 1976,
se dispuso el arresto de Mamani. Dicho arresto fue
dejado sin efecto por Decreto P.E.N Nº 1439/78 del 30
de junio de 1978.
Rosa Santos Mamani permaneció alojado en el
penal de Villa Gorriti hasta el día 18 de julio de
1978, fecha en la cual fue trasladado junto con otros
detenidos (Patricio Vidal Lazarte, Luís Ramón Sanabria
y Francisco Vega) al R.I.M 20, lugar en el que mantuvo
una entrevista personal con el Teniente José Eduardo
Bulgheroni y fue reprendido y amenazado de muerte por
dicho militar.
El 18 de julio de 1978, Rosa Santos Mamani no
recuperó su libertad desde el RIM 20 y, desde
entonces, se encuentra en calidad de desaparecido.
Por la desaparición de Rosa Santos Mamani fue
acusado formalmente en la presente causa José Eduardo
Bulgheroni.
5) José Nemecio Flores: fue detenido sin
orden judicial en el mes de octubre de 1976 en la
localidad de Tumbayá, mientras circulaba en la vía
pública, por personal de la Policía de la Provincia de

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la Seccional de Tumbayá.
Luego de su detención, fue llevado a la
Comisaría de Volcán durante dos días. Después fue
trasladado a la Central de Policía donde estuvo
aproximadamente quince días detenido y, finalmente, el
8 de noviembre de 1976 fue alojado en el Instituto
Penal de Villa Gorriti.
Durante su encierro en el penal de Villa
Gorriti, permaneció incomunicado y no se le permitió
recibir visitas en ningún momento. Sólo podía salir de
su celda para ir al baño.
Transcurridos aproximadamente dos meses desde
su “detención”, mediante decreto P.E.N. Nº 3468 del 29
de diciembre de 1976 se dispuso su arresto. Permaneció
detenido en el penal de Villa Gorriti hasta mediados
del mes de julio de 1977, fecha en la que fue
liberado, junto con Remigio Ángel Guerra, Pablo
Roberto Lacsi y Santiago José Aban.
6) Remigio Ángel Guerra: fue detenido sin
orden judicial en el mes de octubre de 1976, en el día
de la madre, en la localidad de Tumbayá. Dicha
detención fue efectuada por el personal policial de la
Policía de la Provincia de Jujuy, cuando se encontraba
en la parada de ómnibus, por estar afiliado al partido
comunista.
Previo a ser alojado en el penal de Gorriti,
lo llevaron a la Seccional de Tumbayá y a la Seccional
de Volcán, donde se encontró con Rosa Santos Mamani.
Luego a Humahuaca donde permaneció cuatro días y por
último a la Central de Policía donde también estuvo
con Rosa Santos Mamani.
Ingresó al Penal de Villa Gorriti el 8 de
noviembre de 1976 y fue alojado en el pabellón nº 3.
Dos meses después de su detención, con fecha 29 de
diciembre de 1976, se dispuso su arresto por decreto
P.E.N. Nº 3468.
Permaneció detenido en el penal de Gorriti
hasta el mes de julio de 1977, fecha en la cual
recuperó su libertad, junto con Pablo Lacsi, José

61
Nemecio Flores y Santiago José Aban.
7) Pablo Roberto Lacsi: fue detenido sin
orden judicial en el Volcán, en el mes de octubre de
1976 –días próximos al día de la madre– por personal
de la Policía de la Provincia de Jujuy.
Fue trasladado a la Seccional Nº 12 del
Volcán, a Humahuaca y a la Central de Policía.
Finalmente quedó alojado en la Unidad Penal de Villa
Gorriti el día 8 de noviembre de 1976.
Dos meses después que su detención, mediante
decreto P.E.N. Nº 3468 del 29 de diciembre de 1976, se
dispuso su arresto. En el servicio penitenciario,
permaneció alojado en una celda individual, y durante
tres meses estuvo incomunicado, pudiendo salir de su
celda únicamente a un recreo de quince minutos por
día. Pudo recibir visitas de sus familiares en una
sola oportunidad.
Recuperó su libertad en el mes de julio de
1977, junto con Remigio Ángel Guerra, José Nemecio
Flores y Santiago José Aban.
8) Pedro Pablo Ramos: fue detenido sin orden
judicial en el mes de octubre de 1976 por personal de
la Policía de la Provincia de Jujuy –junto con
Cresente Galean–, siendo luego trasladado a la
Comisaría de Volcán y de allí a Humahuaca donde le
informaron que estaba acusado de ser comunista y de
participar en un atentado a la Comisaría de Volcán.
Fue llevado a la Central de Policía donde se
encontró con Paulino Galean, Elías Toconas, Lacsi,
Rosa Santos Mamani, Vivas, Guerra y su hermano
Santiago Ramos.
Finalmente, el 8 de noviembre de 1976 fue
trasladado a la cárcel de Gorriti, quedando alojado en
el pabellón Nº 3, donde permaneció incomunicado.
Luego de estar detenido aproximadamente dos
meses, en el 29 de diciembre de 1976 se ordenó su
arresto por Decreto P.E.N. Nº 3468. Finalmente,
recuperó su libertad en los primeros meses del año
1978, previo paso por el R.I.M. 20, junto con su

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hermano Santiago y Fernando Blanco, donde los hicieron


firmar una constancia de libertad.
9) Santiago Ramos: fue detenido sin orden
judicial por personal de la Policía de la Provincia de
Jujuy y trasladado por distintas dependencias
policiales hasta que finalmente, el 8 de noviembre de
1976, quedó alojado en el pabellón nº 3 del Instituto
Penal de Villa Gorriti.
Dos meses después de su detención, por
decreto P.E.N. Nº 3468 del 29 de diciembre de 1976, se
dispuso su arresto. Permaneció alojado en el Servicio
Penitenciario hasta los primeros meses del año 1978,
fecha en la cual recuperó su libertad, previo paso por
el R.I.M. 20, junto con su hermano Pedro Pablo Ramos y
Fernando Blanco, donde les hicieron firmar una
constancia de libertad.
10) Santiago José Aban: fue detenido sin
orden judicial el 27 de octubre de 1976 por personal
de la Policía de la Provincia de Jujuy, cuando se
encontraba en la Escuela Técnica de Maimará. Luego fue
llevado a la Seccional de Maimará y de allí a Tumbayá,
donde allanaron su domicilio y se dirigieron al
domicilio del administrador de la cantera.
Fue trasladado a Humahuaca, a la Comisaría de
Volcán, donde lo subieron a Nemecio Flores, y a la
Central de Policía. Finalmente, el 8 de noviembre de
1976 quedó alojado en el pabellón nº 3 de la Unidad
Penal de Villa Gorriti.
Aproximadamente dos meses después de su
detención, por decreto P.E.N. Nº 3468 del 29 de
diciembre de 1976, se dispuso su arresto.
En el Penal de Gorriti, permaneció alojado en
una celda individual, incomunicado, de la cual salía
únicamente por la mañana para ir al baño y a caminar
por el patio. Durante su detención pudo recibir la
visita de su madre en una oportunidad.
Recuperó su libertad el 17 de julio de 1978
junto con José Nemecio Flores, Remigio Ángel Guerra y
Pablo Roberto Lacsi.

63
2. Los hechos descriptos fueron
suficientemente acreditados por el tribunal a quo al
analizar las declaraciones brindadas durante el debate
por familiares y testigos víctimas de los hechos
objetivados en la causa. También se ponderaron las
declaraciones que fueron incorporadas como prueba al
debate.
Así, se aprecia que para tener por acreditado
el hecho que damnificó a Narciso Santiesteban, se
valoró la declaración brindada durante el juicio por
Jorgelina Yolanda Díaz, quien dio cuenta de las
gestiones realizadas para averiguar la situación de su
marido y los permisos que gestionó ante el RIM 20 para
poder ver a su esposo. En este sentido, la testigo
manifestó que el 3 de julio de 1977 la llamaron del
regimiento haciéndole saber que sería autorizada a ver
a Narciso Santiesteban. Sin embargo, al concurrir al
regimiento, se le exhibió un papel supuestamente
firmado por su marido que indicaba que se le había
otorgado la libertad. Nunca más volvió a ver ni a
tener noticias de Narciso Santiesteban, encontrándose
a la fecha en calidad de desaparecido. Asimismo,
Jorgelina Yolanda Díaz manifestó que durante las
gestiones para dar con el paradero de su marido, se
entrevistó con el teniente Bulgheroni, recordando que
era el militar encargado de otorgar los permisos para
las visitas de los familiares de los detenidos.
Asimismo, durante el debate prestó
declaración testimonial Juan Bosco Mecchia, quien
manifestó que estuvo detenido en el penal de Villa
Gorriti y compartió cautiverio con Santiesteban, a
quien recordó como una persona tímida y sabía que era
policía.
A su vez, se ponderó la declaración brindada
por Azucena Santiesteban ante el Juzgado de
Instrucción Penal 1 (incorporada por lectura al
debate), de la que surge que tras tomar conocimiento
que su hermano estaba alojado en el Penal de Villa
Gorriti se dirigió hasta allí para entrevistarse con

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él, ocasión en la cual se le informó que necesitaba


autorización militar para ello. En dicha oportunidad,
sin embargo, la testigo manifestó que se le exhibió el
uniforme, un reloj y un anillo de propiedad de su
hermano. Agregó, que en el RIM 20 su madre fue
autorizada para visitar a Narciso, pero cuando
concurrió a la unidad penitenciaria, se le hizo saber
que su hermano había salido en libertad. Nunca más
volvió a verlo.
Las citadas declaraciones, constituyen prueba
suficiente para tener por acreditado el hecho que
damnificó a Narciso Santiesteban.
Por otra parte, con respecto al hecho que
damnificó a Dante Robinson Torres, se cuenta con la
declaración testimonial prestada por Rosa Margarita
Girbau de Torres en el legajo 411/05 “Torres, Dante
Robinson s/ desaparición” (incorporada como prueba al
debate). En dicha declaración, la madre de la víctima
relató las circunstancias en que fue privado de la
libertad su hijo Dante Robinson Torres y las gestiones
que realizó para dar con su paradero. Así, manifestó
que aproximadamente al mes de la detención de su hijo,
tomó conocimiento que su hijo Dante se encontraba
alojado en el Servicio Penitenciario local. Agregó que
tuvo oportunidad de entrevistarse con Dante Robinson
Torres en tres ocasiones y, en la última visita, su
hijo le comunicó que sería dejado en libertad. Con
posterioridad, la testigo declaró que las autoridades
del penal le informaron que su hijo había salido en
libertad. Sin embargo, Rosa Margarita Girbau de Torres
aclaró que el día de la supuesta libertad de su hijo,
permaneció en la puerta de la unidad carcelaria y no
lo vio salir. Desde entonces, Dante Robinson Torres se
encuentra en calidad de desaparecido.
Por el caso que damnificó a Dante Robinson
Torres prestó declaración durante el juicio oral la
testigo Aida Luz Alborta de Bejarano. Dicha testigo
manifestó que realizó gestiones ante el RIM 20 para
que Rosa Margarita Girbau pueda ver a su hijo Dante en

65
la unidad penitenciaria. Así, la testigo manifestó que
en ese marco conoció a Bulgheroni, siendo el
mencionado militar quien le extendió un pequeño papel
que autorizada a Rosa Margarita Girbau a visitar a su
hijo Dante en el penal. La testigo aclaró que con
posterioridad a este primer contacto, volvió a
entrevistarse con Bulgheroni para conseguir una nueva
autorización de visita para la madre de Dante,
oportunidad en la que Bulgheroni no sólo no autorizó
la visita sino que además le advirtió que no se
involucre porque podía correr serios riesgos.
Constituye prueba del caso que damnificó a
Dante Robinson Torres, las actuaciones labradas en el
marco del Legajo 411/05 “Torres, Dante Robinson s/ su
desaparición”. De las mismas surge el informe del Jefe
de División Antecedentes Personales de la Policía de
la Provincia, Oficial Roberto Jorge, quien el 15/12/81
informó que Dante Robinson Torres fue detenido en
fecha 18/3/77 a disposición del Área 323 y que con
fecha 10/9/77 recuperó la libertad por oficio
70.008/250; nota del Jefe del R.I.M. 20, de fecha
11/02/82 (fs. 29/31) acompañando antecedentes de la
víctima, de donde surge que Dante Robinson Torres era
investigado por el Ejército y que el mismo fue
detenido el 12/3/77 por actividades subversivas, a
disposición del Jefe del Área 323 y que recuperó su
libertad el 10/09/77 por orden del Jefe del Área 323.
Finalmente, cabe señalar que la observación
que efectuó la defensa de Bulgheroni durante la
audiencia celebrada en esta instancia a tenor de los
arts. 465 último párrafo y 468 del C.P.P.N., en lo
relativo al voto del Dr. René Vicente Casas sobre el
hecho que damnificó a Dante Robinson Torres, debe ser
rechazado por no advertirse perjuicio alguno. Ello es
así, por cuanto el recurrente limitó su agravio a
señalar un error material en la sentencia (atribución
de responsabilidad penal al imputado Bulgheroni por
este hecho desde el 28 de enero de 1977 cuando en
realidad la privación de la libertad de Dante Robinson

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Torres comenzó a ejecutarse de 13 de marzo de 1977;


cfr. p. 233 de la sentencia), que no modifica las
conclusiones a las que se arriba de una lectura
íntegra del voto del mencionado magistrado y, menos
aún, del estudio, análisis y conclusión que sobre este
caso en particular, efectuaron los jueces Mario
Marcelo Juárez Almaraz y Daniel Emilio Morín
De este modo, la observación que efectuó la
defensa de Bulgheroni durante la audiencia celebrada
en esta instancia sobre el caso que damnificó a Dante
Robinson Torres, no debe prosperar.
Por lo demás, la defensa de Bulgheroni
manifestó durante la audiencia celebrada en esta
instancia, que en el Área 323 no se realizaba
inteligencia. Dicha expresión, desprovista de mayores
consideraciones, resulta insuficiente para modificar
la sentencia condenatoria que se examina. Pues, en lo
pertinente, la expresión que efectuó el recurrente no
refuta los hechos concretos por los que fue acusado y
condenado José Eduardo Bulgheroni.
Por otra parte, el hecho que encontró como
damnificado a Patricio Vidal Lazarte, se encuentra
suficientemente acreditado por la declaración
testimonial que brindó la propia víctima durante el
debate. En dicha oportunidad, el testigo víctima dio
cuenta de las circunstancias que rodearon su
“detención”, manifestando que permaneció dieciocho
meses detenido y, a los tres meses, fue puesto a
disposición del Poder Ejecutivo Nacional. Con respecto
a la intervención y participación de Bulgheroni en el
hecho, Patricio Vidal Lazarte declaró que durante su
detención en Villa Gorriti recibían visitas periódicas
de Bulgheroni, quien recorría todo el pabellón. En
este sentido, aclaró que en una oportunidad, fue
llevado a declarar tras la visita de una Comisión de
la Cruz Roja, ocasión en la que se encontraba presente
Bulgheroni quien expresamente le manifestó al testigo
que tenga cuidado con lo que iba a declarar.
El testigo víctima, asimismo, afirmó que en

67
oportunidad de obtener su libertad, también se
entrevistó con Bulgheroni en el RIM 20.
El caso que damnificó a Rosa Santos Mamani se
encuentra acreditado. Sobre el hecho, prestó
declaración testimonial en el debate Antonio Flores,
quien refirió las circunstancias que rodearon la
“detención” de su cuñado y que en febrero de 1977, las
familiares se enteraron que se encontraba detenido en
el Penal de Villa Gorriti. Manifestó que mantuvieron
visitas con Rosa Santos Mamani desde febrero hasta
junio de 1977, siendo en la última visita cuando Rosa
Santos Mamani les expresó que en Julio saldría en
libertad. Finalmente, aclaró que si bien se le exhibió
un documento firmado por su cuñado en el que se le
otorgó la libertad, nunca más volvió a verlo,
encontrándose a la fecha en calidad de desaparecido.
En sentido similar se manifestaron al prestar
declaración testimonial durante el debate Corina Diana
Mamani y Martiniano Mamani.
Los tormentos y la posterior desaparición
forzada de Rosa Santos Mamani se encuentran
ampliamente acreditados a partir de las declaraciones
realizadas durante el juicio oral y público por
Patricio Vidal Lazarte y Luis Ramón Sanabria, así como
también por la declaración efectuada por Francisco
Vega a fs. 87/88 del legajo de prueba de Rosa Santos
Mamani (incorporada como prueba al debate). Los
mencionados testigos, no sólo conocieron a Rosa Santos
Mamani al compartir cautiverio con el causante en el
Penal de Villa Gorriti, sino que además, fueron las
últimas personas en verlo con vida el 18 de julio de
1978 en oportunidad de ser trasladados junto con la
mencionada víctima desde la citada unidad penal al RIM
20.
En efecto, en forma concordante Patricio
Vidal Lazarte, Luis Ramón Sanabria y Francisco Vega
manifestaron que el 18 de julio de 1978 fueron
trasladados junto con Rosa Santos Mamani desde el
Penal de Villa Gorriti hasta el RIM 20 para

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otorgárseles la libertad. Sin embargo, al llegar al


RIM 20 fueron todos liberados menos Rosa Santos Mamani
quien quedó en dicho regimiento. Concretamente,
Patricio Vidal Lazarte refirió que en oportunidad de
concurrir al RIM 20 los atendió el teniente
Bulgheroni. Rosa Santos Mamani fue el primero en
entrevistarse con Bulgheroni. Luego ingresó el testigo
y al salir de dicha entrevista, vio a Rosa Santos
Mamani sentado en un banco ubicado en la oficina –o
antesala– recordando que todos salieron en libertad
menos Rosa Santos Mamani.
En forma coincidente declaró el testigo
Francisco Vega, aunque agregó que durante la
entrevista que mantuvo Bulgheroni con Rosa Santos
Mamani, pudo escuchar como Bulgheroni “retaba” a Rosa
Santos Mamani y lo amenazaba de muerte. El testigo
Vega aclaró que vio salir llorando a Rosa Santos
Mamani de la entrevista con Bulgheroni el 18 de julio
de 1978 en las oficinas del RIM 20.
Finalmente, Luis Ramón Sanabria declaró en
sentido similar a los demás testigos, aunque señaló
que ya dentro del regimiento, Rosa Santos Mamani fue
separado del grupo de detenidos por un guardia en un
patio lindante a la oficina en la cual ingresó el
testigo junto con Lazarte y Vega. Recordó que al
momento de ser separado, el guardia le dijo a Mamani
“vos no te vas”.
La defensa del imputado José Eduardo
Bulgheroni objetó las conclusiones a las que arribó el
tribunal de juicio en tanto afirmó que Rosa Santos
Mamani recuperó su libertad desde el penal de Villa
Gorriti el 21 de julio de 1978. Para ello, invocó un
documento firmado sólo por la víctima Rosa Santos
Mamani que da cuenta de su liberación el 21 de julio
de 1978 desde el penal de Villa Gorriti (cfr. fs. 70
del legajo de prueba de Mamani).
La crítica que formuló el recurrente contra
la reconstrucción histórica definida en la sentencia
no puede prosperar. Ello es así, por cuanto el

69
documento del que se vale la defensa para impugnar la
sentencia –el cual tengo a la vista– no posee ningún
valor, en tanto se aprecia que el mismo se trata de
una hoja en blanco escrita a máquina sin la firma de
ninguna autoridad, ni administrativa o militar, que
avale cuanto allí se informa. Frente a ello, cobran
especial relevancia en el caso que se examina las
manifestaciones de los testigos víctimas que han
declarado en la causa y las de sus familiares. De
dichas declaraciones (ya reseñadas) se desprende, sin
lugar a dudas, que el último registro e información
que se tiene de Rosa Santos Mamani es la entrevista
que mantuvo el causante con el Teniente José Eduardo
Bulgheroni el 18 de julio de 1978 en el RIM 20. En
dicha ocasión, como quedara expuesto, Rosa Santos
Mamani fue amenazado y retenido por el imputado. Desde
esa fecha, se encuentra en calidad de desaparecido.
De lo dicho hasta aquí, resulta suficiente
para desatender la posición de la defensa y, en
consecuencia, tener por válidamente acreditado el
hecho materia de juzgamiento y el homicidio del que
fue víctima Rosa Santos Mamani. Los elementos de
juicio allegados a la causa impiden, en mi opinión,
arribar a una conclusión distinta a la que se afirmó
en la sentencia.
Los hechos que damnificaron a José Nemecio
Flores, Remigio Ángel Guerra, Pablo Roberto Lacsi,
Pedro Pablo Ramos, Santiago Ramos y Santiago José Aban
se encuentran suficientemente acreditados.
Sobre el particular, constituye prueba del
caso las declaraciones brindadas durante el debate por
los testigos víctimas Santiago José Aban y Pablo
Roberto Lacsi, así como también la declaración
incorporada como prueba al debate de Nemecio Flores
(cfr. fs. 1181 del expd. 56/11) y Pedro pablo Ramos
(cfr. fs. 31732 del Legajo de prueba de Mamani, rosa
Santos) y la declaración durante el debate de Emilio
Abalos (quien también fue detenido en Tumbayá, junto
con los hermanos Santiago y Pedro Pablo Ramos, Remigio

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Ángel Guerra y Pablo Roberto Pacsi).


Dichos testigos, no sólo dieron cuenta de las
circunstancias que rodearon su detención, sino que
además identificaron al resto de los compañeros con
los que fueron detenidos y con quienes compartieron
cautiverio. Ello, junto con las constancias del
libro de Seguridad Externa que documenta el ingreso al
Penal de Villa Gorriti de José Nemecio Flores, Remigio
Ángel Guerra, Pablo Roberto Lacsi, Pedro Pablo Ramos,
Santiago Ramos y Santiago José Aban, constituyen
elementos de juico suficientes para convalidar la
reconstrucción histórica de los hechos que se efectuó
en la sentencia.
3. Los hechos descriptos y probados en la
sentencia fueron calificados legalmente como
constitutivos del delito de privación ilegítima de la
libertad calificada por mediar violencia y por su
permanencia superior a un mes; el que concurre en
forma real con los delitos de tormentos agravados por
tratarse de un perseguido político y homicidio
doblemente calificado por alevosía y por el concurso
premeditado de dos o más personas (arts. 54, 55, 80
incs. 2° y 6°, 144 bis inc. 1º y último párrafo y 144
ter primer y segundo párrafo, del Código Penal).
Asimismo, se concluyó que José Eduardo Bulgheroni
debía responder en calidad de partícipe necesario con
respecto a las privaciones ilegales de la libertad y
coautor con respecto al tormento y homicidio
calificado que damnificó a Rosa Santos Mamami (art. 45
del C.P.).
En este sentido, en los votos concurrentes de
los jueces Daniel Emilio Morín y Mario Marcelo Juárez
Almaráz, se sostuvo que la subsunción en el tipo de
privación ilegal de libertad, previsto en los arts.
144 bis inc. 1° y último párrafo -texto según ley
14.616- en función del art. 142 incs. 1° y 5º -texto
según ley 20.642-, vigente al momento de los hechos,
no presenta dificultad alguna. Ello así, en tanto José
Eduardo Bulgheroni en su calidad de funcionario

71
público (se desempeñó como Oficial de Área de Defensa
323 desde el 28.1.1977 al 15.10.1977), con abuso de
sus funciones y sin guardar las formalidades
prescriptas por la ley, tuvo poder de mando sobre la
libertad de las víctimas de la causa Aragón y Galean
(que comprenden la totalidad de las víctimas por las
que fue acusado José Eduardo Bulgheroni, habiendo sido
identificados y reseñados en la presente como casos 1
al 10).
La agravante por haber mediado violencia, a
su vez, resulta palmaria, en tanto las víctimas luego
de ser detenidas fueron trasladadas por distintas
dependencias policiales hasta llegar al penal de
Gorriti donde permanecieron incomunicadas, sin poder
recibir visitas, con interrogatorios en horas de la
noche, mientras sus familias peregrinaban por toda la
provincia sin tener ninguna información respecto al
lugar donde se encontraban detenidas.
La agravante por la permanencia superior a un
mes, surge evidente; toda vez que las víctimas
estuvieron detenidas por un período que superó
largamente el mes de detención (cfr. p. 643/644 de la
sentencia).
Asimismo, y con respecto al planteo de la
defensa en lo relativo a que las detenciones de las
víctimas estaban regularizadas por la existencia del
decreto P.E.N. nº 3468 de fecha 29/12/76, los jueces
descartaron dicha posibilidad, bajo el entendimiento
que el estado de sitio no podía dotar de legalidad a
las privaciones ilegales de la libertad realizadas sin
orden judicial.
Para así decidir, sostuvieron que en
principio y por mandato constitucional, nadie puede
ser privado de la libertad sin orden escrita de juez
competente (art. 18 de la C.N.). Sin embargo, el
estado de sitio constituye un instituto constitucional
de excepción que le otorga facultades excepcionales al
Poder Ejecutivo para ordenar arrestos bajo
determinadas circunstancias (art. 23 de la C.N.). En

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este sentido, en la sentencia traída en revisión se


destacó que “el estado de sitio tiene por función
preservar el sistema constitucional, las libertades
públicas y la sociedad nacional en torno al orden de
la libertad, la seguridad, la justicia y los derechos
humanos sin que la garantía de unos pueda enervar la
de los otros” (cfr. p. 553 de la sentencia).
En esta línea de pensamiento, se afirmó que
“un Presidente de facto a la cabeza de un gobierno
dictatorial que se impone por la fuerza y no por los
mecanismos constitucionales, que relega a un segundo
lugar la vigencia de la CN dando preeminencia a un
Estatuto dictado por un gobierno dictatorial, es
decir, que carece de una legitimidad de origen,
pretende hacer uso de la facultad de detener durante
el estado de sitio, facultad justamente que se otorga
a un gobierno constitucional para salvaguardar la CN
en casos extremos, no puede predicarse la legitimidad
de ese acto”.
Y se agregó que “[e]n primer lugar, porque
carece de legitimidad de origen su mandato para
ejercer tal facultad. En segundo lugar, dado que
justamente el control que establece la CN en cuanto a
la facultad del Congreso de suspender el estado de
sitio como modo de controlar la facultad presidencial
y contrabalancear ese poder del PEN, era de imposible
cumplimiento durante la dictadura militar, pues ese
poder de facto cerró el Congreso nacional e impidió al
pueblo elegir sus representantes. De esta manera,
cualquier decisión que tomara el PEN con relación al
estado de sitio, que además era por tiempo
indeterminado, no podía ser controlada por el Poder
Legislativo, tal cual lo manda la CN y en
consecuencia, nos encontramos aquí con otro rasgo de
ilegitimidad manifiesta en cuanto al acto mismo en su
origen.” (cfr. p. 554 de la sentencia).
Por otra parte, se destacó que en todos los
casos, los decretos del Poder Ejecutivo Nacional
mediante los cuales se ordenaban los arrestos de

73
personas –o mejor dicho, por los cuales se pretendió
dar viso de legalidad a detenciones ilegales ya
producidas– resultan infundados, en tanto en ellos no
se explica el motivo del arresto y su vinculación con
el estado de sitio.
La inteligencia mencionada, además de no ser
rebatida por la defensa, se corresponde con los
alcances que se efectúa en esta instancia del decreto
PEN 3468 del 29 de diciembre de 1976 (agregado en
copia a fs. 61/64 del legajo de prueba de Rosa Santos
Mamani). En dicho documento, se establece: “[q]ue
constituye una primordial responsabilidad del gobierno
consolidar la paz interior, asegurar la tranquilidad y
el orden público y preservar los permanentes intereses
de la república” y, a renglón seguido, se afirma
“[q]ue a criterio del Poder Ejecutivo Nacional –único
facultado para evaluar los antecedentes respectivos–
las actividades de las personas que se incluyen en el
presente decreto atentan contra los valores indicados
en el considerando anterior y tiene directa y estrecha
relación con las causas que motivaron la declaración
del estado de sitio”. Sin más consideraciones que las
mencionadas, el Poder Ejecutivo de facto ordenó la
detención de treinta y siete personas.
La ausencia de fundamentación de dicho
decreto presidencial resulta palmaria. Además, se
aprecia que en ningún caso, las víctimas de autos
pudieron hacer uso de la opción de abandono del país
prevista en el art. 23 de la C.N.
En dichas condiciones, en las que se analizó
el instituto del estado de sitio y se concluyó, sin
que la defensa logre rebatir en esta instancia, su
ineficacia para dotar de legalidad las detenciones sin
orden judicial sufridas por las víctimas, el caso
traído en revisión se presenta sustancialmente
análogo, en lo pertinente y aplicable, al precedente
“Garbi” (C.F.C.P., sala IV, causa 13.546 “Garbi,
Miguel Tomás s/ recurso de casación”, reg. 520/13,
rta. 22/4/2013). En dicho fallo, este tribunal

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descartó que el estado de sitio ampare a los actos


cometidos [privación ilegal de la libertad, tormentos
y homicidio] cometidos durante la última dictadura
militar.
Ello así, en tanto, siguiendo al tribunal de
la instancia anterior se sostuvo que “…de ninguna
manera puede entenderse que las acciones desplegadas
por un gobierno militar instaurado ilegítimamente a
partir del 24 de marzo de 1976, puedan encontrar
justificación en un supuesto estado de sitio: un poder
de facto que relega el texto constitucional a letra
muerta, n[o] puede pretender utilizar un remedio
constitucional extraordinario como instrumento para
justificar violaciones a garantías prevista en dicho
texto”; y que aun suponiendo la existencia de un
estado de sitio, que admite “…la expansión del poder
del Estado en detrimento de los derechos personales,
civiles y políticos…”, ello “…no puede ser entendido
como un recurso que habilite la suspensión in totum de
las garantías constitucionales”.
Finalmente, en lo que respecta al tormento y
el homicidio agravado doblemente calificado por
alevosía y por el concurso premeditado de dos o más
personas que damnificara a Rosa Santos Mamani, la
responsabilidad de José Eduardo Bulgheroni se
encuentra debidamente probada a partir de las
consideraciones realizadas al tratar el caso de dicha
víctima en la parte pertinente del acápite que
antecede.
A su vez, en lo relativo a la configuración
del delito de homicidio agravado por alevosía y por el
concurso premeditado de dos o más personas (art. 80,
incs. 2 y 6 del C.P.), resulta de aplicación, en lo
pertinente, las consideraciones efectuadas al tratar
la situación procesal de Rafael Mariano Braga, a las
que me remito en mérito a la brevedad para evitar
reiteraciones innecesarias y así rechazar el recurso
de casación interpuesto por la defensa, convalidando,

75
en consecuencia, la sentencia condenatoria que recayó
en autos contra José Eduardo Bulgheroni.
V. Agravios vinculados a la imposición de las
penas impuestas.
Las defensas de Rafael Mariano Braga y de
José Eduardo Bulgheroni alegaron que las penas
impuestas a sus defendidos violan el principio de
igualdad ante la ley y el principio de
proporcionalidad de la pena de prisión. Para fundar
dicho planteo, los recurrentes efectuaron un trabajo
comparativo de las penas impuestas a los Comandantes
que fueron juzgados en el marco de la causa 13/84 de
la Cámara Federal en lo Criminal Y Correccional de la
Capital Federal.
El agravio que presentan las defensas, no
puede tener acogida favorable en esta instancia. Ello
es así, toda vez que el planteo que efectúan los
recurrentes resulta sustancialmente análogo al
analizado y resuelto por este tribunal al fallar en la
causa “Reinhold” (ya citada), oportunidad en la que se
sostuvo que la medida de la pena como reflejo de la
culpabilidad por el acto, debe ser analizada en
relación a la magnitud del injusto que se le reprocha
al sujeto y no, como se pretende, a través de un
ejercicio comparativo con el tipo y monto de pena
impuesta en casos análogos.
En tales condiciones, no se aprecia ni los
impugnantes logran demostrar en esta instancia, la
desproporción de la pena de prisión perpetua impuesta
a Rafael Mariano Braga y a José Eduardo Bulgheroni a
partir de la magnitud del injusto y el grado de
culpabilidad que se tuvo por acreditado en el sub
examine. Sobre este último aspecto, se aprecia que el
tribunal oral graduó la respuesta punitiva de los
imputados sobre la base de los principios
constitucionales mencionados, en tanto señaló que “el
principio de culpabilidad es que determina los límites
de la legitimación de la pena aplicable al autor”
agregando que ”se trata de una cuestión de

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proporcionalidad entre la gravedad de la pena y la


gravedad del reproche, siendo justa sólo aquella que
se adecúa a las particularidades del caso concreto”
(cfr. p. 646 de la sentencia).
Bajo los mencionados parámetros
constitucionales que rigen la imposición de la pena,
el tribunal de la instancia anterior sostuvo como
fundamento de la pena de prisión perpetua que le
impuso a Rafael Mariano Braga que “el grado de
reprochabilidad de la conducta de Rafael Mariano
Braga, en tanto se sirvió del aparato del Estado para
la comisión de crímenes de lesa humanidad, se
compadece con la intensidad de la pena aplicada, toda
vez que guarda estricta relación con la entidad de los
delitos cometidos y la vulneración de los bienes
jurídicos atacados. La libertad, la vida, la
integridad física, son todos derechos constitucionales
que prevalecen más allá de las ideologías políticas,
sociales o económicas” (cfr. p. 647 de la sentencia).
Y concluyó, sobre este aspecto, que el
homicidio calificado por el cual fue condenado el
imputado prevé una pena que no permite graduaciones:
prisión perpetua; agregando al efecto, que dicha
“sanción prevista aplica el principio constitucional
de proporcionalidad entre la lesión producida por la
conducta del autor y el castigo” (cfr. p. 647 de la
sentencia).
Similar razonamiento se siguió al momento de
determinar la pena impuesta a José Eduardo Bulgheroni,
agregándose además “no se puede dejar de lado, la
confianza de la sociedad toda, en que los funcionarios
cumplan regularmente y dentro de la legalidad, con las
funciones propias de sus cargos, entre las que se
encuentran la salvaguarda y defensa de los derechos de
la sociedad y la consecuente administración de
justicia frente a la ocurrencia de hechos que
configuran delitos. Ello con límite en la aplicación
de la pena, como justa retribución del acto culpable,

77
respetuosa con la dignidad del ciudadano” (cfr. p. 649
de la sentencia).
De lo expuesto se aprecia que el tribunal de
juicio impuso la pena de prisión perpetua a Rafael
Mariano Braga y a José Eduardo Bulgheroni, analizando
la magnitud del injusto y el grado de culpabilidad de
los imputados que quedó comprobado en la sentencia. De
modo tal, la sanción penal que se determinó en la
sentencia cuenta con suficiente fundamentación,
encontrando proporcionalidad la pena de prisión
impuesta a los inculpados con los bienes jurídicos
afectados.
Dicho esto, corresponde rechazar los planteos
de inconstitucionalidad de la prisión perpetua que
realizaron las defensas de Rafael Mariano Braga y José
Eduardo Bulgheroni.
Ello es así, en tanto al emitir mis votos en
distintos precedentes análogos al presente, he tenido
oportunidad de afirmar la constitucionalidad de la
pena de prisión perpetua. Tal es el caso de los ya
citados fallos “Arrillaga”, “Migno Pipaon”, “Cejas”,
“Garbi”, “Cabanillas” de la Sala IV de la C.F.C.P;
causa “Amelong” (C.F.C.P., Sala III, causa 14.321
“Amelong, Juan Daniel s/ recurso de casación”, reg.
2337/13, rta. 5/12/2013) y causa “Riveros, Santiago
Omar y otros s/ recurso de casación” (C.F.C.P., Sala
II, reg. Nº 20.904, rta. el 7/12/12,).
En dichas oportunidades se explicó que no
puede afirmarse que la pena de prisión perpetua
incumpla la finalidad de propender a la reforma y
readaptación social del condenado establecida por las
normas internacionales (específicamente artículo 5,
inciso 6 del Pacto de San José de Costa Rica y
artículo 10, inciso 3 del Pacto Internacional de
Derechos Civiles y Políticos). Ello, desde que si bien
las normas citadas indican la finalidad “esencial” que
debe perseguir el Estado en el legítimo ejercicio del
“ius punendi”, cual es la “reforma y readaptación
social” de los condenados –con lo que marcan una clara

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preferencia en torno a aquel objetivo llamado de


prevención especial, del que no resultan excluidos los
condenados a prisión perpetua– no obstaculizan otros
fines que el legislador adopte, y que no se enfrenten
a la interdicción también prevista en nuestra
Constitución Nacional de que las cárceles sean para
castigo (Cfr. Carlos E. Colautti, Derechos Humanos,
Ed. Universidad, Buenos Aires, 1995, pág. 64).
De conformidad con los precedentes
enunciados, a los que me remito por razones de
brevedad, corresponde rechazar la inconstitucionalidad
de la pena de prisión perpetua que alegó la defensa de
Rafael Mariano Braga y de José Eduardo Bulgheroni.
Ello así, toda vez que no se advierte, ni fue
demostrado por las defensas, nuevos argumentos que
habiliten una modificación al referido criterio sobre
la constitucionalidad de la pena de prisión perpetua.
No puede soslayarse, finalmente, que en el
sub iudice la pena impuesta a Rafael Mariano Braga y a
José Eduardo Bulgheroni “[t]ampoco es inconstitucional
como pena fija, siempre que en el caso concreto no
viole la regla de irracionalidad mínima, pues guarda
cierta relación de proporcionalidad con la magnitud del
injusto y de la culpabilidad" (Zaffaroni, Eugenio Raúl;
Alagia, Alejandro; Slokar, Alejandro, “Derecho Penal,
Parte General”, segunda edición, Ediar, Buenos Aires,
año 2003, p. 945-946). Como quedara expuesto, la lesión
al bien jurídico vida (de Julio Rolando Álvarez García
y de Rosa Santos Mamani) que afectaron los imputados
bajo circunstancias agravantes que califican sus
conductas, sumado a la angustia e incertidumbre que los
acontecimientos aquí juzgados provocaron a los
familiares de las víctimas, dan razón suficiente a la
pena de prisión impuesta en esta causa a Rafael Mariano
Braga y a José Eduardo Bulgheroni.
Por último, es del caso señalar que la Corte
Suprema de Justicia de la Nación ha advertido, en forma
reiterada, que la declaración de inconstitucionalidad
de una disposición legal es un acto de suma gravedad

79
institucional que debe ser considerada como la última
ratio del orden jurídico, a la que sólo cabe acudir
cuando la repugnancia con la cláusula constitucional es
manifiesta e incompatiblemente inconciliable, sin que
exista otro modo de salvaguardar algún derecho o
garantía amparado por la Constitución, sino a costa de
remover el obstáculo que representan normas de inferior
jerarquía (Fallos 311:394; 312:122, 435, 1437, 1681,
2315; 314:407; 315:923; 316:779, 2624; 319:3148;
321:441; 322:842; entre muchos otros). Dichos
prepuestos, como quedara expuesto, no se registran en
la presente causa.
VI. Por todo lo expuesto, de conformidad con
lo propiciado por el Fiscalía General ante esta
instancia, Dr. Ricardo Gustavo Wechsler, corresponde
RECHAZAR los recursos de casación interpuestos por las
defensas de Rafael Mariano Braga y José Eduardo
Bulgheroni y CONFIRMAR la sentencia traída en revisión
en todo cuanto fue materia de recurso. Sin costas en
esta instancia (arts. 530 y 531 in fine del C.P.P.N.).
Tener presentes las reservas del caso federal
efectuadas por las partes.
El señor juez Gustavo M. Hornos dijo:
I. Inicialmente, debo señalar que los
recursos de casación interpuestos son formalmente
admisibles, toda vez que la sentencia recurrida es de
aquellas consideradas definitivas (art. 457 del
C.P.P.N.), las partes recurrentes se encuentran
legitimadas para impugnarla (artículo 459 del
C.P.P.N.), sus planteos se enmarcan dentro de los
motivos previstos por el art. 456, incisos 1º y 2º del
Código Procesal Penal de la Nación y se han cumplido
los requisitos de temporaneidad y de fundamentación
requeridos por el art. 463 del citado código procesal.
Cabe aclarar con relación al recurso de casación
interpuesto por la defensa de Antonio Orlando Vargas –
que fue concedido y mantenido en esta instancia– que
el Tribunal Oral en lo Criminal Federal de Jujuy
resolvió, con fecha 18 de febrero de 2015, declarar

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extinguida la acción penal por muerte del nombrado y,


en consecuencia, dictó su sobreseimiento (artículo 59,
inciso 1º del C.P. y artículo 336, inciso 1º del
C.P.P.N. –cfr. fs. 7026 y 7056/vta.–).
Por ello, con fecha 30 de abril de 2015 esta
Sala declaró abstracto el recurso impetrado por su
defensa (C.F.C.P., Sala IV, registro nº 793/15 –cfr.
fs. 7053/7054–).
II. Antes de ingresar en el estudio de los
agravios introducidos por las respectivas defensas
técnicas de los recurrentes, he de anticipar que
comparto y hago propias, en lo sustancial, las
fundamentaciones y conclusiones que fueron
extensamente desarrolladas en la ponencia del
distinguido colega que me precede en orden de
votación. Ello, en consecuencia, me lleva a adherir a
la solución propuesta en general, con las precisiones
que formularé, de resultar necesario.
En este marco, habré de concentrar los
esfuerzos en aquellos motivos de agravio cuyo examen,
a mi juicio, puede complementarse con las breves
consideraciones que a continuación desarrollaré y que,
en definitiva, acaban por convencerme de la corrección
de la solución que adopta este Tribunal.
III. Garantía del juez natural, jurisdicción
militar y régimen procesal
Respecto de esta cuestión, concuerdo
plenamente con el colega que me antecede en el orden
de votación. Tal como he expresado en oportunidades
anteriores, corresponde rechazar por insustancial el
agravio relativo a la falta de jurisdicción del órgano
juzgador y la infracción a la garantía del juez
natural invocado por la defensa con sustento en que
los acusados debieron ser juzgados dentro del ámbito
de la justicia castrense, en tanto el planteo
efectuado promueve el examen de cuestiones
sustancialmente análogas, mutatis mutandi, a las
tratadas y resueltas por la Corte Suprema de Justicia
de la Nación en las causas “Nicolaides” (Fallos:

81
323:2035), “Videla” (Fallos: 326:2805) y “Mazzeo”
(Fallos 330:3248), a cuyos fundamentos y conclusiones
cabe remitirse en razón de su plena aplicación al
presente caso y de que el recurrente no ha incorporado
motivos para producir un apartamiento de ellos (cfr.
C.F.C.P., Sala IV, causa nº 9673, “Gallone, Carlos
Enrique y otros s/recurso de casación”, registro nº
13.969.4, rta. el 30/09/10; causa nº 10.609,
“Reinhold, Oscar Lorenzo y otros s/recurso de
casación”, registro nº 137/12, rta. el 13/02/12; causa
nº 13.667, “Greppi, Néstor Omar y otros s/recurso de
casación”, registro nº 1404/12, rta. el 23/08/12 y
causa nº 12.161 “Cejas, César Armando y otros
s/recurso de casación”, registro nº 1946/12, rta. el
22/10/12).
En lo relativo a la integración en el
Tribunal Oral en lo Criminal Federal de Jujuy,
coincido en lo sustancial con la propuesta del Dr.
Borinsky en tanto concluye que corresponde rechazar el
planteo; resulta de aplicación aquí –en lo pertinente–
mi opinión, vertida en extenso en las causas nº
14.536, “Liendo Roca, Arturo y Olmedo de Arzuaga,
Santiago D. s/recurso de casación” (registro nº
1242/12.4, rta. el 01/08/2012) y Bettolli, José Tadeo
Luis y otros s/recurso de casación” (registro nº
1649.13.4, rta. el 10/09/13), sobre el sistema de
designación de jueces subrogantes.
IV. Sobre las leyes nº 23.492 y nº 23.521
(de “obediencia debida” y “punto final”1) y la
constitucionalidad de la Ley nº 25.779
Como cuestión preliminar, he de recordar que
–tal como lo expuse en mis votos en las causas “Plá”
(causa nº 11.076, registro nº 14.839.4, rta. el
2/05/11), “Mansilla” (causa nº 11.545, registro nº
15.668.4, rta. el 26/09/11), “Molina” (causa nº
12.821, registro nº 162/12.4, rta. el 17/02/12) y
“Olivera Róvere” (causa nº 12.083, registro nº
939/12.4, rta. el 13/06/2012), entre muchas otras, de
la Sala IV de este Tribunal– ya he tenido oportunidad

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de expedirme sobre algunas de las cuestiones medulares


que hacen a esta temática al analizar en detalle las
llamadas leyes de “obediencia debida” y “punto final”
(nº 23.492 y nº 23.521, respectivamente) así como a la
Ley nº 25.779 –“ley de justicia”, que las declaró
insalvablemente nulas– (ver, en este sentido, causa nº
5023, “Aleman, José Ignacio y otros s/ recurso de
casación e inconstitucionalidad”, registro nº 7641.4,
rta. el 14/07/06; y causa nº 5488, “Rodríguez
Valiente, José Francisco s/ recurso de
inconstitucionalidad”, registro nº 8449.4, rta. el
26/03/07).
Aquella posición que, vale la pena señalar,
fue respaldada oportunamente en el erudito voto de la
Sra. Ministro Carmen Argibay en la causa “Mazzeo,
Julio Lilo y otros s/ rec. de casación e
inconstitucionalidad”; M. 2333. XLII. del 13 de julio
de 2007 (Fallos 330:3248); así como en la no menos
versada y fundada postura anterior del Ministro Carlos
S. Fayt en el multi-citado caso “Simón, Julio Héctor y
otros s/ privación ilegítima de la libertad, etc.”, S.
1767. XXXVIII, del 14 de junio de 2005 (Fallos:
328:2056) ha sido actualmente superada; pues la Corte
Suprema de Justicia de la Nación –así como esta Cámara
Federal de Casación Penal– ha sido categórica en estos
casos decididos por amplias mayorías.
La contundencia de los desarrollos
argumentales allí plasmados junto a la evolución
operada en distintos niveles del pensamiento jurídico
y del debate jurisprudencial y doctrinario al
respecto, más allá de las razones de economía procesal
y sentido práctico para la mejor administración de
justicia, indican la pertinencia de seguir dicha
doctrina judicial (en ese sentido ver mi voto en causa
nº 5196, “Marenchino, Hugo Roberto s/ recurso de
queja”, registro nº 9436.4, rta. el 19/10/07; causa nº
8317, Menéndez, Luciano Benjamín y otros s/ recurso de
queja”, registro nº 9272. 4, rta. el 28/09/07; causa
nº 8293, “Yapur, Tamer s/ recurso de queja”, registro

83
nº 9268.4, rta. el 28/09/07; y más aquí en el tiempo,
causa nº 13.667 “Greppi, Nestor Omar y otros s/
recurso de casación, registro nº 1404/12.4, rta. el
23/08/12; y causa nº 15.660, “Martínez Dorr, Roberto
José y otros s/ recurso de casación, registro nº
872/13.4, rta. el 31/05/13, entre otras), a menos que
se incorporen nuevos argumentos con seriedad y
fundamentación suficiente para justificar la revisión
de la doctrina judicial vigente (Fallos: 318:2060;
326:2060; 326:1138; 327:3087, entre otros).
En esta tesitura, entiendo que el planteo
efectuado por las defensas técnicas de los acusados no
puede ser recibido favorablemente, pues se limita a
reeditar cuestionamientos que no logran conmover el
criterio sostenido por la C.S.J.N. respecto de la
constitucionalidad de la Ley nº 25.779 en el ya citado
fallo “Simón”, así como en “Mazzeo” en el cual, a su
vez, se recordaron los fundamentos que llevaron al
Alto Tribunal a “…reconocer el carácter
imprescriptible de los delitos de lesa humanidad
(‘Arancibia Clavel’, Fallos: 327:3312); a declarar la
inconstitucionalidad de las leyes de obediencia debida
y punto final (‘Simón’, Fallos: 328:2056); a reconocer
el derecho a la verdad sobre los hechos que implicaron
graves violaciones de los derechos humanos (‘Urteaga’,
Fallos: 321:2767); a otorgar rol protagónico de la
víctima en este tipo de procesos (‘Hagelin’, Fallos:
326:3268); y también a replantear el alcance de la
garantía de cosa juzgada compatible con los delitos
investigados (‘Videla’ Fallos: 326:2805)”.
Puntualmente, en lo que hace al principio de
división de poderes, es apropiado resaltar que los
ministros de la Corte consideraron sustancialmente que
la sanción de la ley cuestionada constituyó una
decisión adecuada desde distintas perspectivas.
Ello así, el juez Petracchi entendió, en
definitiva que la ley no priva a los jueces de la
decisión final sobre el punto, amén de que consagra la
doctrina correcta, es decir la nulidad insanable de

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las leyes de punto final y obediencia debida


(considerando 34º). Por su parte, el juez Maqueda
concluyó que el pronunciamiento del Congreso Nacional
encontró sustento en que, en su condición de poder
constituido alcanzado por las obligaciones nacidas a
la luz de los tratados y jurisprudencia internacional
en la materia, estando en juego la eventual
responsabilidad del Estado argentino y con el fin
último de dar vigencia efectiva a la Constitución
Nacional, ha considerado oportuno asumir la
responsabilidad institucional de remover los
obstáculos para hacer posible la justiciabilidad plena
en materia de delitos de lesa humanidad, preservando
para el Poder Judicial el conocimiento de los casos
concretos y los eventuales efectos de la ley
sancionada (considerando 21º). A la vez, el juez
Zaffaroni culminó su exposición interpretando que el
Congreso de la Nación no ha excedido el marco de sus
atribuciones legislativas, como lo hubiese hecho si
indiscriminadamente se atribuyese la potestad de
anular sus propias leyes, sino que se ha limitado a
sancionar una ley cuyos efectos se imponen por mandato
internacional y que pone en juego la esencia misma de
la Constitución Nacional y la dignidad de la Nación
Argentina (considerando 36º). En la misma dirección se
pronunciaron la jueza Highton de Nolasco en el
considerando 29º de su voto y el juez Lorenzetti,
también en su considerando 29º.
Con respecto a las restantes perspectivas
traídas por las defensas, ha de recordarse que la
reforma constitucional de 1994 incluyó –con esa
jerarquía– a los Pactos Internacionales de Derechos
Humanos (artículo 75, inc. 22 de la Constitución
Nacional) “en las condiciones de su vigencia”, es
decir, teniendo en cuenta las recomendaciones y
decisiones de órganos de interpretación y aplicación
de los instrumentos internacionales, en el marco de
sus competencias (causa “Giroldi”, Fallos: 318:514,
considerando 11º; Fallos: 319:1840, considerando 8º,

85
Fallos: 327:3312, considerando 11º; disidencia parcial
del juez Maqueda en “Gualtieri Rugnone de Prieto”, G.
291 XLIII, considerando 22º).
Esta postura ha sido aplicada en reiteradas
ocasiones por la propia Corte Suprema, al considerar
que la jurisprudencia de la Corte Interamericana de
Derechos Humanos, así como las directivas de la
Comisión Interamericana, constituyen una
imprescindible pauta de interpretación de los deberes
y obligaciones derivados de la Convención Americana
sobre Derechos Humanos (conf. “Simón” ya citado,
Fallos: 326:2805, voto del juez Petracchi, Fallos:
315:1492; 318:514; 321:2031; 323:4008).
El mismo valor posee –en los términos
aludidos– la interpretación del Comité de Derechos
Humanos respecto del Pacto Internacional de Derechos
Civiles y Políticos, no sólo por lo prescripto en el
tratado internacional antedicho y en su protocolo
facultativo, sino también en virtud del instrumento de
ratificación depositado por el Estado argentino, en
donde se reconoce expresamente la competencia del
mencionado Comité.
Ese comité, específicamente al referirse al
caso argentino, consideró que las leyes de punto final
y de obediencia debida, y el indulto presidencial de
altos militares son contrarios a los requisitos del
Pacto pues niegan a las víctimas de las violaciones a
los derechos humanos durante el período autoritario de
un recurso efectivo para la tutela de sus derechos, en
violación a los artículos 2 y 9 del Pacto (Comité de
Derechos Humanos, Observaciones Finales del Comité de
Derechos Humanos, Argentina, 5 de abril de 1995,
CCPR/C/79/Add. 46; A/50/40, parágrafo 144-165, citado
por la C.S.J.N en “Mazzeo”, ya mencionado).
Por su parte, la Comisión Interamericana de
Derechos Humanos en el informe 28/92 (Consuelo Herrera
v. Argentina, casos 10.147, 10.181, 10.240, 10.262,
10.309 y 10.311, informe nº 28, del 2 de octubre de
1992) expresó que el hecho de que los juicios

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criminales por violaciones a los derechos humanos –


desapariciones, ejecuciones sumarias, torturas,
secuestros– cometidos por miembros de las Fuerzas
Armadas hayan sido cancelados, impedidos o
dificultados por las leyes nº 23.492 y nº 23.521, y
por el decreto nº 1002/89, resulta violatorio de
derechos garantizados por la Convención, y entendió
que tales disposiciones son incompatibles con el
artículo 18 (derecho de justicia) de la Declaración
Americana de los Derechos y Deberes del Hombre y los
artículos 1, 8 y 25 de la de la C.A.D.H.
La trascendencia de la interpretación de la
Comisión Interamericana respecto de la Convención ha
sido expresamente reconocida no sólo en el plano
local, sino también en el internacional. Así, con
referencia al valor de los informes o recomendaciones
de la Comisión Interamericana, la Corte Interamericana
de Derechos Humanos, ha considerado que “… la
Comisión… es un órgano competente junto con la Corte
“para conocer de los asuntos relacionados con el
cumplimiento de los compromisos contraídos por los
Estados Partes”, por lo que, al ratificar dicha
Convención, los Estados Partes se comprometen a
atender las recomendaciones que la Comisión aprueba en
sus informes (Caso Loayza Tamayo, supra 50, parágrafos
80 y 81)”. Ello, pese a reconocer que “… de acuerdo
con el criterio ya establecido (Caso Loayza Tamayo,
supra 50, parágrafo 82)… la infracción del artículo
51.2 de la Convención no puede plantearse en un caso
que, como el presente, ha sido sometido a
consideración de la Corte, por cuanto no existe el
informe señalado en dicho artículo”– (caso Blake vs.
Guatemala, Sentencia sobre el fondo del 24 de enero de
1998, parágrafo 108).
En el precedente al que se remite, (Loayza
Tamayo), la Corte IDH, también había establecido que
“… en virtud del principio de buena fe, consagrado en
el mismo artículo 31.1 de la Convención de Viena, si
un Estado suscribe y ratifica un tratado

87
internacional, especialmente si trata de derechos
humanos, como es el caso de la Convención Americana,
tiene la obligación de realizar sus mejores esfuerzos
para aplicar las recomendaciones de un órgano de
protección como la Comisión Interamericana que es,
además, uno de los órganos principales de la
Organización de los Estados Americanos, que tiene como
función “promover la observancia y la defensa de los
derechos humanos” en el hemisferio (Carta de la OEA,
artículos 52 y 111)” (caso Loayza Tamayo vs. Perú,
sentencia sobre el fondo del 17 de septiembre de 1997,
parágrafo 80).
En esta dirección, es destacable el
pronunciamiento de la Corte Suprema de Justicia de la
Nación en el caso “C. 568. XLIV y C. 594. XLIV.
Recursos de Hecho Carranza Latrubesse, Gustavo c/
Estado Nacional - Ministerio de Relaciones Exteriores
- Provincia del Chubut”, sentencia del 6 de agosto de
2013 en la que sus integrantes profundizan el examen
sobre el valor que cabe asignarle a los informes
finales de la Comisión Interamericana de Derechos
Humanos emitidos en razón del artículo 51 de la CADH.
En este fallo, a excepción de la jueza
Argibay, los restantes ministros del Alto Tribunal han
considerado que dichos informes tienen indudablemente
algún tipo de relevancia sobre el comportamiento de
los Estados a quienes se dirigen, aunque en sus
fundamentos pueden distinguirse matices y
posicionamientos bien diferenciados; ya sea –en prieta
síntesis– a favor de la obligatoriedad de las
recomendaciones (jueces Zaffaroni y Fayt, considerando
nº 18); sea exigiendo alguna verificación sobre los
esfuerzos del Estado por atender a la recomendación en
virtud del principio de buena fe que rige la actuación
del Estado en el cumplimiento de sus compromisos
internacionales (juez Petracchi, considerando 14º),
recurriendo a los mecanismos y procedimientos que el
Estado estime más convenientes a ese fin (juez
Maqueda, considerando 11º); o simplemente,

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reconociendo su indudable valor y el deber de los


Estados de tomar en consideración y atender las
recomendaciones que la Comisión aprueba en sus
informes (jueces Lorenzetti y Highton de Nolasco,
considerando 12º).
Por su parte, en el caso Barrios Altos (caso
Chumbipuna Aguirre vs. Perú, sentencia del 14 de marzo
de 2001, serie C nº 75) la Corte IDH ratificó que “son
inadmisibles las disposiciones de amnistía, las
disposiciones de prescripción y el establecimiento de
excluyentes de responsabilidad que pretendan impedir
la investigación y sanción de los responsables de las
violaciones graves de los derechos humanos, tales como
la tortura, las ejecuciones sumarias, extralegales o
arbitrarias y las desapariciones forzadas, todas ellas
prohibidas por contravenir derechos inderogables
reconocidos por el derecho internacional de los
derechos humanos” (parágrafo 41).
Finalmente, la Corte Suprema de Justicia de
la Nación en el fallo “Simón” expresó que las
consideraciones transcriptas –efectuadas por la Corte
Internacional con carácter de obiter dictum–, son
trasladables al caso Argentino (ver considerando 23º);
por lo que las diferencias entre ambos casos no
tuvieron efecto alguno en la aplicación al caso
“Simón” de la doctrina obiter dictum emanada de
“Barrios Altos” (más allá de que no eran análogos,
puesto que, a diferencia del caso Argentino, el caso
“Barrios Altos” trataba sobre leyes de autoamnistía).
De este modo, pues, la conclusión que se
impone es que la Ley nº 25.779, lejos de resultar
inconstitucional –como pretenden las partes
recurrentes– es tributaria y recoge los lineamientos
de los organismos supranacionales encargados de
monitorizar el cumplimiento efectivo de las
obligaciones internacionales asumidas por el Estado
argentino y, de hecho, sería su inobservancia aquello
que podría constituir una violación a los tratados
internacionales de derechos humanos y que, por su

89
integración en el bloque de constitucionalidad (conf.
art. 75, inc. 22 de la C.N.) podría ameritar un
reproche de esa índole, e incluso sujetar al Estado a
responsabilidad internacional.
Por lo hasta aquí expuesto, los presentes
cuestionamientos deben ser rechazados.
V. Sobre la imprescriptibilidad y el
principio de legalidad
Acompaño la opinión del colega que inicia el
acuerdo, quien propone –con acierto– el rechazo de las
pretensiones defensivas.
Viene sobradamente explicado en el
pronunciamiento recurrido que los hechos materia de
juzgamiento en el presente expediente han ocurrido en
el marco de la última dictadura, en jurisdicción del
Comando de la Zona 3, bajo la órbita operacional del
Tercer Cuerpo de Ejército. Dicho Comando se hallaba
dividido en Subzonas, que a su vez se dividían en
Áreas (en lo que aquí interesa, la Subzona 32 y el
Área 323).
En la sentencia examinada, se analizó la
responsabilidad que tuvieron Antonio Orlando Vargas
(f), Rafael Mariano Braga y José Eduardo Bulgheroni en
orden al delito de violación de domicilio y los
delitos agravados de privación ilegítima de la
libertad, tormentos y homicidio por los que fueron
acusados, cometidos en los centros clandestinos de
detención conocidos como: Jefatura de la Policía de
Jujuy, Penitenciaria de Villa Gorriti y “Guerrero”
(cfr. fs. 5993 y ss.).
Resulta ostensible, pues, que los hechos
examinados en las presentes actuaciones han sucedido
en el contexto de la represión ilegal, ejecutada “en
forma generalizada y por un medio particularmente
deleznable cual es el aprovechamiento clandestino del
aparato estatal” (cfr. Fallos: 309:33, causa nº
13/84).
Sobre este asunto, debo destacar que las
reglas prácticas sancionadas por esta Cámara convocan

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a evitar la reiteración de la tarea de acreditación de


hechos notorios no controvertidos (Ac. C.F.C.P. nº
1/12, Regla Cuarta).
En lo que se refiere a la denunciada
infracción al principio de legalidad, como he
examinado al votar en la causa nº 12.083 “Olivera
Róvere” ya citada –y las que le siguieron–, el máximo
tribunal ha reiterado en diversas ocasiones no sólo
que la categoría de crímenes de lesa humanidad
pertenece actualmente a nuestro derecho, sino que
también lo hacía al momento de los hechos objeto de
estudio. De manera que su aplicación no violenta el
principio que se enunció como infringido.
Como también ha puesto de resalto el colega
que me antecede en la votación, en la causa “Simón” el
máximo Tribunal calificó a hechos análogos a los aquí
investigados como de “lesa humanidad”. Especificó que
“… ya en la década de los años setenta, esto es, en el
momento de los hechos investigados, el orden jurídico
interno contenía normas (internacionales) que
reputaban a la desaparición forzada de personas como
crimen contra la humanidad. Estas normas, puestas de
manifiesto en numerosos instrumentos internacionales
regionales y universales, no sólo estaban vigentes
para nuestro país, e integraban, por tanto, el derecho
positivo interno, por haber participado
voluntariamente la República Argentina en su proceso
de creación, sino también porque, de conformidad con
la opinión de la doctrina y jurisprudencia nacional e
internacional más autorizada, dichas normas ostentaban
para la época de los hechos el carácter de derecho
universalmente válido (ius cogens)” (conf. C.S.J.N.,
Fallos: 328:2056).
Al expedirse en la causa “Derecho” (Fallos:
330:3074) la C.S.J.N., remitiéndose al dictamen del
Procurador General de la Nación, expresó que “… la
categoría que hoy cuenta con una codificación penal
(el Estatuto de Roma) y un cuerpo jurídico de
interpretación en constante crecimiento, es también el

91
producto de una evolución histórica que, al menos
desde la segunda guerra mundial, ha incorporado con
claridad las graves violaciones de los derechos
humanos cometidas a través de la actuación estatal en
el catálogo de delitos de lesa humanidad”. Así, la
Corte Suprema entendió que en la época de los delitos
imputados hechos como los aquí investigados se
encontraban claramente prohibidos como crímenes de
lesa humanidad y que la codificación más moderna –el
Estatuto de Roma– no restringió el espectro de lo
aceptado como crímenes de lesa humanidad.
Una vez así caracterizados los delitos
imputados, su imprescriptibilidad deviene inevitable a
la luz de la jurisprudencia de la Corte Suprema de
Justicia de la Nación (ver “Arancibia Clavel”, Fallos
327:3312; y “Mazzeo”, Fallos 330:3248).
Con relación a la Convención sobre la
imprescriptibilidad de los crímenes de guerra y de los
crímenes de lesa humanidad (con jerarquía
constitucional desde la sanción de la Ley nº 25.788),
la C.S.J.N. sostuvo que ella “… constituye la
culminación de un largo proceso que comenzó en los
primeros años de la década de 1960 cuando la
prescripción amenazaba con convertirse en fuente de
impunidad de los crímenes practicados durante la
segunda guerra mundial, puesto que se acercaban los
veinte años de la comisión de esos crímenes” y que su
texto “… sólo afirma la imprescriptibilidad, lo que
importa el reconocimiento de una norma ya vigente (ius
cogens) en función del derecho internacional público
de origen consuetudinario. De esta manera, no se
fuerza la prohibición de irretroactividad de la ley
penal, sino que se reafirma un principio instalado por
la costumbre internacional, que ya tenía vigencia al
tiempo de comisión de los hechos…” y sigue “… así como
es posible afirmar que la costumbre internacional ya
consideraba imprescriptibles los crímenes contra la
humanidad con anterioridad a la convención, también
esta costumbre era materia común del derecho

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internacional con anterioridad a la incorporación de


la convención al derecho interno” (C.S.J.N. “Arancibia
Clavel”, Fallos 327:3312, considerandos 27º, 28º y
29º).
El carácter de ley previa a los hechos en
juzgamiento del instituto de la imprescriptibilidad de
los crímenes de lesa humanidad resulta, entonces
indiscutible por imperio de la costumbre
internacional; de modo que no se verifica afectación
del principio de legalidad desde la perspectiva de la
ley previa.
Tampoco se advierte –y ello se desprende de
la doctrina de la Corte Suprema que se viene citando–
que la aplicación de la imprescriptibilidad a los
delitos de lesa humanidad infrinja el principio de
legalidad en alguna de sus restantes derivaciones.
Sobre estos aspectos no resulta necesario ahondar en
razón de la ausencia de cuestionamientos, sin
perjuicio de que ya me he expedido rechazando planteos
en esa dirección en la causa “Olivera Róvere”, citada;
causa nº 13.546, “Garbi, Miguel Tomás y otros
s/recurso de casación”, registro nº 520/13.4, rta. el
20/04/13; “Martínez Dorr”, citada; y causa nº 15.710,
“Tommasi, Julio Alberto y otros /recurso de casación”,
registro nº 1567.13.4, rta. el 29/08/13; causas en las
que he explicado porqué la aplicación del instituto de
la imprescriptibilidad tampoco afecta los recaudos de
ley escrita, cierta y el principio de reserva de ley.
En consecuencia, a los efectos de declarar la
punibilidad de los actos aquí juzgados concluyo que no
existen óbices relacionados con el principio de
legalidad para considerar aplicable la regla de la
imprescriptibilidad de los crímenes de lesa humanidad;
pues lo determinante es que ese instituto ya formaba
parte de nuestro sistema normativo al momento de los
hechos.
Por lo demás, la imposibilidad de oponer la
prescripción en casos como los aquí juzgados permanece
incólume pues, lo cierto es que “… el Estado argentino

93
ha asumido frente al orden jurídico interamericano no
sólo un deber de respeto a los derechos humanos, sino
también un deber de garantía…” y a partir del caso
“Velázquez Rodríguez” (C.I.D.H., sentencia del 29 de
julio de 1988, considerando 172, serie C Nº 4) “quedó
claramente establecido el deber del Estado de
estructurar el aparato gubernamental, en todas sus
estructuras del ejercicio del poder público de tal
manera que sus instituciones sean capaces de asegurar
la vigencia de los derechos humanos, lo cual incluye
el deber prevenir, investigar y sancionar toda
violación de los derechos reconocidos por la
convención. Desde este punto de vista, la aplicación
de las disposiciones de derecho interno sobre
prescripción constituye una violación del deber del
Estado de perseguir y sancionar, y consecuentemente,
compromete su responsabilidad internacional (cfr.
CIDH, caso “Barrios Altos”, sentencia del 14 de marzo
de 2001, considerando 41, serie C Nº 75; caso
“Trujillo Oroza vs. Bolivia” – Reparaciones, sentencia
del 27 de febrero de 2001, considerando 106, serie C
Nº 92; caso “Benavides Cevallos“ – cumplimento de
sentencia, resolución del 9 de septiembre de 2003,
considerandos 6º y 7º)” (cfr. C.S.J.N. “Arancibia
Clavel”, cit., voto concurrente de los jueces
Zaffaroni y Highton de Nolasco, considerando 36º; y
voto del juez Petracchi, considerando 23º; en términos
similares, voto del juez Maqueda, considerandos 43º y
74º).
Todo lo expuesto determina el rechazo de la
pretensión examinada.
VI. Sobre la intervención del Dr. Pelazzo y
el Dr. Auat como fiscales
En relación con el planteo efectuado por la
defensa de Bulgheroni –en el término de oficina–
respecto a la designación del Dr. Pelazzo con sustento
en lo resuelto con fecha 22 de octubre de 2013 por la
Cámara Federal de Apelaciones de Salta en la causa nº
012/13 de su registro, habré de remitirme –en lo

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sustancial– a las consideraciones oportunamente


expuestas en la causa nº 1775/2013 “Blaquier, Carlos
Pedro Tadeo y otro s/recurso de casación” (registro nº
366.15.4, rta. el 13/03/15).
Por otra parte, en punto al planteo
formulado con relación a la falta de objetividad del
Dr. Pelazzo, habré de coincidir con el colega
preopinante en cuanto indicó que la cuestión recibió
adecuado tratamiento por el tribunal a quo sin que la
parte brinde nuevos argumentos que permitan revisar la
decisión allí adoptada.
Por lo demás no se indicó concretamente en
qué consistió la actividad que dio sustento a la
crítica analizada. Sobre el tema, habré de remitirme –
en lo pertinente– a lo expuesto en la causa “Blaquier”
ya citada.
Por otra parte, en relación con la actuación
en juicio del Dr. Auat, habré de adherir a las
consideraciones efectuadas por el doctor Borinsky en
su voto.
En definitiva, corresponde el rechazo de los
cuestionamientos formulados.
VII. Sobre la querella y el principio de
igualdad de armas
Sobre la legitimación activa de las
asociaciones civiles y la Secretaría de Derechos
Humanos de la Nación para intervenir como querellantes
en las causas en las que se investigan delitos de lesa
humanidad, habré de remitirme a las consideraciones
oportunamente expuestas en la causa nº 12.260,
“Deutsch, Gustavo Andrés s/recurso de casación”,
registro nº 14.842.4, rta. el 03/05/11; “Greppi” y
“Garbi”, ambas ya citadas; y causa nº 14.537,
“Cabanillas, Eduardo Rodolfo y otros s/recurso de
casación”, registro nº 1928/13, rta. el 7/10/13”.
Por otra parte, en relación con la alegada
violación al principio de igualdad de armas, habré de
coincidir con las observaciones efectuadas por el
colega preopinante en cuanto a que el planteo recibió

95
adecuado tratamiento por parte del sentenciante.
En este sentido, habré de recordar que en
las causas “Deutsch” y “Cabanillas” citadas, sostuve
que si bien es cierto que durante la instrucción los
órganos de persecución penal prevalecen por sobre el
imputado (sin mengua del resguardo de las garantías
individuales que lo amparan, que suponen un piso
mínimo de derechos que corresponde a él y su defensa,
sin los cuales no se podría afirmar con seriedad el
funcionamiento de un Estado de Derecho), una vez
concluida esta etapa, en el juicio o procedimiento
principal aparece con toda su magnitud el principio
que pretende igualar las armas con el objeto de
otorgar posibilidades análogas al acusado respecto de
las prerrogativas de acusador a efectos de lograr un
equilibrio procesal.
En aquella oportunidad, concluí, con apoyo
en las precisiones que formula el Dr. Maier al
respecto, que la mera intervención del acusador
particular no afecta necesariamente el equilibrio que
se pretende establecer y cuyo desbalanceo, además,
viene dado no por la intervención de la víctima, sino
por los recursos a disposición de la persecución penal
oficial (cfr. en extenso el desarrollo efectuado en
dichos precedentes).
Por ello, los cuestionamientos analizados
deben ser rechazados.
VIII. Sobre la valoración probatoria y la
calificación legal
En lo que se refiere a la ponderación de las
pruebas, la acreditación de la ocurrencia fenoménica
de los sucesos ilícitos juzgados, el grado de
participación que en ellos les cupo a los imputados,
la determinación de imputabilidad y la subsunción
legal atribuida, hago propias las precisiones que ha
formulado el colega que me antecede al tratar la
cuestión, pues las comparto plenamente, por lo que no
cabe hacer lugar al reclamo tratado.
IX. Sobre la pena

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IX.a. Sobre la inconstitucionalidad de la


pena de prisión perpetua
El planteo de inconstitucionalidad efectuado
por la defensa de los imputados Bulgheroni y Braga no
habrá de tener favorable recepción.
Corresponde recordar que tal como tiene dicho
la Corte Suprema de Justicia de la Nación, “la
declaración de inconstitucionalidad de una disposición
legal es un acto de suma gravedad institucional, pues
las leyes dictadas de acuerdo con los mecanismos
previstos en la Carta Fundamental gozan de una
presunción de legitimidad que opera plenamente, y
obliga a ejercer dicha atribución con sobriedad y
prudencia, únicamente cuando la repugnancia de la
norma con la cláusula constitucional sea manifiesta,
clara e indudable; y que cuando conoce en la causa por
la vía del art. 14 de la ley 48, la puesta en práctica
de tan delicada facultad también requiere que el
planteo efectuado ofrezca la adecuada fundamentación
que exigen el art. 15 de esa norma y la jurisprudencia
del Tribunal (Fallos: 226:688; 242:73; 300:241; 1087;
causa E. 73. XXI, ‘Entel c/Municipalidad de Córdoba
s/sumario’, fallada el 8 de septiembre de 1987, entre
otros)”. Por otra parte, debe demostrarse “de qué
manera la disposición contraría la Constitución
Nacional” (C.S.J.N., Fallos: 253:362; 257:127;
308:1631; entre otros).
De lo contrario, se desequilibraría el
sistema constitucional de los tres poderes, que no
está fundado en la posibilidad de que cada uno de
ellos actúe destruyendo la función de los otros, sino
que lo haga con la armonía que exige el cumplimiento
de los fines del Estado y para lo cual se requiere el
respeto de las normas constitucionales y del poder
encargado de dictar la ley (Fallos: 226:688; 242:73,
285:369; 314:424, entre otros).
Sobre la cuestión traída a estudio de esta
Sala habré de remitirme a las consideraciones
oportunamente efectuadas en mi voto en la causa nº

97
614, “Rojas, César Almilcar s/recurso de
inconstitucionalidad” (registro nº 1623.4, rta. el
30/11/98); y causa nº 3927, “Velaztiqui, Juan de Dios
s/recurso de casación e inconstitucionalidad”
(registro nº 5477.4, rta. el 17/2/04), que fueran
reiteradas en lo sustancial en mi voto en la causa nº
9822, “Bussi, Antonio Domingo y otro s/recurso de
casación”, registro nº 13.073.4, rta. el 12/03/10 –
entre otras–.
En dicha oportunidad, sostuve que, en primer
lugar, es del caso señalar la significación jurídica
de los términos “inhumano” y “degradante”. En este
sentido el Tribunal Constitucional Español ha
establecido que “trato inhumano” se define como aquel
que “acarree sufrimientos de una especial intensidad”
y “degradante” es aquel que “provoque una humillación
o sensación de envilecimiento que alcance un nivel
determinado, distinto y superior al que puede llevar
aparejada la simple imposición de la condena”.
En similar sentido afirma Binder que “[u]na
pena cruel, es aquella que impone un sufrimiento que
no tiene ninguna relación con el hecho o le da una
intensidad a ese sufrimiento que implica una
autorización inadmisible, planteando un problema
similar al de la pena de muerte. Es infamante una pena
que impone una deshonra que, al igual que la crueldad,
no tiene relación con el hecho que ha provocado la
reacción estatal y busca otra finalidad. Las penas
crueles e infamantes buscan destruir a la persona como
si se tratara de la muerte y, por ende [...] son
formas de destrucción humana” (cfr. Binder, Alberto
“Introducción al Derecho Penal”, pág. 301/302, Ed. Ad
Hoc, primera edición, Bs. As., 2004).
En concordancia con el marco dogmático
reseñado, entiendo que la pena de prisión perpetua en
nuestro país, pese a su severidad, no puede ser
encuadrada en la definición citada.
En efecto, la Ley de Ejecución de la Pena
Privativa de la Libertad, Nro. 24.660, consagra normas

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que aseguran al interno asistencia espiritual y médica


integral, derecho a comunicarse con su familia y
allegados, así como también normas que garanticen el
ejercicio del derecho a aprender; estableciendo en su
artículo 9 expresamente que “la ejecución de la pena
estará exenta de tratos crueles, inhumanos y
degradantes”, previendo además para quien ordene,
realice o tolere tales excesos sanciones establecidas
en el Código Penal.
Por otra parte, la cuestión se encuentra
íntimamente relacionada con el principio de
racionalidad de la pena, que exige que ésta sea
proporcional a la magnitud del injusto y de la
culpabilidad y que, en definitiva, reclama un examen
de adecuación de la respuesta punitiva al caso
concreto que, itero, no ha podido ser conmovido por la
recurrente en el sub examine.
Asimismo, cabe agregar que en el citado
precedente “Rojas”, se sostuvo que “[d]el análisis de
los Tratados Internacionales incorporados a nuestra
normativa constitucional en virtud de lo dispuesto por
el art. 75 inc. 22 de la C.N., no surge expresamente,
ni tampoco puede inferirse, que sus previsiones
resulten inconciliables con la aplicación de la pena
de prisión perpetua, siempre que se respete –al igual
que en el caso de aquellas temporalmente determinadas–
la integridad de la persona condenada (Convención
Americana sobre Derechos Humanos, Pacto de San José de
Costa Rica, art. 5, Declaración Americana de los
Derechos y Deberes del Hombre, art. 26, Declaración
Universal de los Derechos Humanos, art. 5, Pacto
Internacional de Derechos Civiles y Políticos, arts.
7, 10, Convención contra la Tortura y otros Tratos o
Penas Crueles Inhumanos o Degradantes, arts. 11 y 16,
Convención sobre los Derechos del Niño, art. 37)”.
Que “[d]el estudio global y armónico de la
Constitución Nacional y los tratados a ella
incorporados, surge que la única restricción admitida
por nuestro Estado en torno a la aplicación de la pena

99
de prisión perpetua es la que emana del art. 37 de la
Convención sobre los Derechos del Niño, que prohíbe la
imposición a los menores de dicha pena ‘sin
posibilidad de excarcelación´. Con más razón entiendo
no pugna con la normativa constitucional que ella se
vea conminada para el delincuente mayor cuando, como
dije, no sólo no existe norma alguna en el plexo
constitucional que lo prohíba, sino que tampoco surge
implícita su contra-dicción con los derechos humanos
que aquél tutela”.
Entonces “[m]ás allá de las autorizadas
críticas que se le efectúan a la pena de prisión
perpetua desde el punto de vista criminológico en
orden a su conveniencia o eficacia –ámbito que,
reitero, hace a la exclusiva competencia del
Legislador y no a la de los jueces–, ella es uno de
los tantos instrumentos elegidos por aquel órgano para
lograr el cumplimiento de las máximas constitucionales
que limitan los derechos de cada hombre por los de los
demás, por la seguridad de todos y por el bienestar
general (en ese sentido ver art. 26 de la Declaración
Universal de Derechos Humanos, y art. 32 del Pacto de
San José de Costa Rica)”.
También se ha dado respuesta en el precedente
citado al planteo de que la pena de prisión perpetua
incumple la finalidad establecida por las normas
internacionales, la reforma y readaptación social del
condenado (específicamente artículo 5, inciso 6°, del
Pacto de San José de Costa Rica y artículo 10, inciso
3°, del Pacto Internacional de Derechos Civiles y
Políticos). En este sentido, se ha señalado que esas
normas indican “… la finalidad ´esencial’ que debe
perseguir el Estado en el legítimo ejercicio del ‘ius
punendi’, cual es la ‘reforma y readaptación social’
de los condenados; y si bien, de tal suerte, marcan
una clara preferencia en torno a aquel objetivo
llamado de prevención especial –del que no resultan
excluidos los condenados a prisión perpetua–
evidentemente no obstaculizan otros fines que el

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legislador adopte, y que no se enfrenten a la


interdicción también prevista en nuestra Constitución
Nacional de que las cárceles sean para castigo (en
este sentido Carlos E. Colautti, “Derechos Humanos”,
pág. 64, Ed. Universidad, Buenos Aires, 1995)”.
IX.b. En relación con la crítica formulada
por las defensas en punto a la arbitraria mensuración
de la pena impuesta a los imputados Bulgheroni y
Braga, habré de coincidir con el colega preopinante en
cuanto postula su rechazo.
Ello así, por cuanto la síntesis expuesta en
su voto –respecto de los motivos brindados por el
tribunal– es suficiente para descartar la tacha de
ausencia de fundamentación formulada, máxime teniendo
en cuenta que el razonamiento del tribunal se ha
desplegado pese a la única posibilidad que otorgaba el
Código Penal (cfr. artículo 80 inciso 2º y 6º del
C.P.) y cuando, desde otra óptica, tampoco el artículo
40 del Código Penal –en su literalidad– acompaña la
pretensión al indicar que los jueces determinarán la
pena conforme las circunstancias atenuantes y
agravantes en las penas divisibles. En esta dirección,
la parte, no ha siquiera intentado un argumento
superador frente a dicha circunstancia (cfr. en tal
sentido, mi voto en la causa “Olivera Róvere” y
“Garbi” –ya citadas–).
IX.c. Resta realizar una última consideración
en orden a la proporcionalidad relativa a la pena que,
en la inteligencia de las defensas, debería existir
entre la aplicada al caso sub-examine y la recibida
por Agosti y Viola en el llamado “Juicio a las
Juntas”.
La medida de la pena como reflejo de la
medida de la culpabilidad por el acto, debe ser
analizada en relación a la magnitud del injusto que al
sujeto se le reprocha y no, como pretenden las
defensas, a través de un ejercicio comparativo con el
tipo y monto de pena impuesto en casos análogos.
La cuestión se encuentra íntimamente

101
relacionada con el principio de racionalidad de la
pena, que exige que ésta sea proporcional a la
magnitud del injusto y de la culpabilidad y que, en
definitiva, reclama un examen de adecuación de la
respuesta punitiva al caso concreto que no ha podido
ser conmovido por la recurrente en el sub examine. (En
este sentido, cfr. in re: “Bussi”, “Martínez Dorr” y
“Tommasi” –ya citadas–).
X. En suma, corresponde rechazar los recursos
interpuestos por las defensas, sin costas, por haberse
efectuado un razonable ejercicio del derecho al
recurso (arts. 8.2.h, C.A.D.H., y artículos 530, 531 y
532 del C.P.P.N.). Téngase presente las reservas de
caso federal efectuadas por las partes.
El señor juez Juan Carlos Gemignani dijo:
I. Que en orden al análisis de admisibilidad
formal de los recursos sometidos a consideración,
lleva razón el colega que me precede en el presente
acuerdo, doctor Hornos, en cuanto que los mismos
satisfacen las exigencias legales adjetivas, tanto las
de carácter objetivas como subjetivas, conforme lo
prevén los arts. 456 -ambos incisos-, 459 y 463, todos
del Código Procesal Penal de la Nación.
Sin embargo, en relación a las cuestiones
alegadas por el doctor Carlos A. Rodríguez Vega,
abogado defensor de José Eduardo Bulgheroni (fs.
6907/6966 vta.), en la oportunidad prevista en los
arts. 465 (cuarto párrafo) y 466 del C.P.P.N. -término
de oficina-; y los doctores Hernán Guillermo Vidal y
Ricardo Mario Vitellini, asistiendo a Rafael Mariano
Braga, en ocasión de celebrarse la audiencia
contemplada en el art. 468 del digesto ritual, las
cuales versan acerca de la irregular designación del
doctor Pelazzo como Fiscal Ad Hoc en los presentes
actuados; y la excepción de falta de jurisdicción,
violación a la garantía de juez natural e integración
del tribunal oral, respectivamente, habré de realizar
las siguientes consideraciones.
En primer lugar, he de precisar que, según

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entiendo, este tribunal de alzada debe limitarse al


estudio de los motivos casatorios expuestos ab initio
en ocasión de interponerse el recurso de que se trate,
salvo, claro está, que el asunto propuesto a revisión
una vez expirada esa oportunidad procesal, sea
susceptible de acarrear cuestión federal dirimente o
se cuestione la validez de algún acto del proceso
factible de fulminárselo con nulidad absoluta.
Es que la inserción de los verbos desarrollar
y ampliar contenidos en el art. 466 ídem es cabal
muestra que lo que persiguió el legislador con su
dictado, no era otra cosa que dar a la parte
recurrente una oportunidad para que se extiendan o
profundicen los motivos que fueron introducidos en la
oportunidad del art. 463 del C.P.P.N., es decir, que
pueda completarlos o perfeccionarlos, más no
incorporar o adicionar otros no volcados en el recurso
de que se trate.
Similar inteligencia le otorga a la norma
examinada, la palabra autorizada del jurista Francisco
J. D´Albora al aducir que: “[…] ni en la oportunidad
[prevista por el art. 466 del C.P.P.N.] ni durante la
audiencia establecida por el art. 468 las partes se
encuentran facultadas para introducir nuevos motivos
de casación; éstos quedan fijados a través del escrito
de interposición y sólo pueden ser ampliados o
desarrollados luego […]. Salvo que se trate de
nulidades insubsanables, pues pueden ser declaradas de
oficio en cualquier estado y grado del proceso”
(confr. “Código Procesal Penal de la Nación”,
Editorial Abeledo – Perrot, Buenos Aires, 2002, pág.
1026).
Haciendo foco en esa exégesis, y a fin de dar
tratamiento a los planteos mencionados en párrafos
anteriores, habré de realizar las siguientes
consideraciones.
I.a) En primer lugar, habré de abocarme al
estudio del agravio concerniente a la denunciada
ilegitimidad de la resolución PGN nº 67/12 por la que

103
se designó al doctor Pablo Miguel Pelazzo para actuar
como Fiscal “ad hoc” en las causas por violaciones a
los derechos humanos cometidos durante el terrorismo
de Estado en la jurisdicción jujeña, conforme lo
resolviera la Cámara Federal de Apelaciones de Salta
dictada en el marco de la causa nro. 012/13 de su
registro, en fecha 22 de octubre del año 2013.
Sobre este punto, adelanto que me apartaré de
las consideraciones efectuadas por mis colegas
preopinantes.
En efecto, entiendo necesario remitirme al
análisis que desarrolláramos con mi colega de esta
Excma. Cámara Federal de Casación Penal, doctor
Eduardo Rafael Riggi, en el voto conjunto que
realizamos en la causa nro. 1775/2013, caratulada
“BLAQUIER, Carlos Pedro Tadeo y otro s/recurso de
casación”, rta. el 13 de marzo del corriente año, Reg.
Nro. 366.15.4.
En dichas actuaciones tuve oportunidad de
expedirme detalladamente acerca de la ilegalidad de la
resolución de referencia, ya que había llegado a
conocimiento de esta Sala (con integración parcial
diferente), la decisión de la Cámara Federal de
Apelaciones de Salta arriba citada -cuya copia
acompañó la defensa de Bulgheroni en el término de
oficina-, pues había sido recurrida por el Fiscal
General Subrogante, doctor Eduardo José Villalba, y
por los letrados defensores de los imputados en
aquéllos actuados, contra la declaración de ilegalidad
de la resolución PGN nº 67/12 y la invalidez de la
designación del doctor Pablo Miguel Pelazzo quien no
podría continuar actuando como fiscal en las causas
195/09 (“Burgos”) 7 296/09 (“Arédez”) con base en la
citada resolución; y contra el segundo punto
dispositivo por el que se mantuvo la validez de las
actuaciones cumplidas por el nombrado hasta la fecha
de ese pronunciamiento, respectivamente.
Liminarmente, quiero dejar a salvo que si
bien no escapa al suscripto que con la reciente

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sanción de la Ley Orgánica del Ministerio Público


Fiscal, ley nro. 27.148 (B.O. 18/06/15), se encuentra
aún pendiente de reglamentación la forma en que
deberán sustituirse los miembros del referido
Ministerio en caso de recusación, excusación,
impedimento, ausencia, licencia o vacancia, lo cierto
es que en el caso corresponde analizar la resolución
en estudio a la luz de la normativa vigente al momento
de su dictado, esto es, la ley nro. 24.946.
Ahora bien, a fin de no exceder el alcance
del agravio presentado por el recurrente, habré de
sintetizar las consideraciones expuestas en el
precedente supra mencionado.
En efecto, sostuve -junto con el doctor
Riggi-, luego de un acabo análisis de las
disposiciones judiciales en juego (arts. 5, 6, 11 y 33
inc. g) de la ley 24.946, y las resoluciones PGN nº
13/98 y 35/98), que la resolución PGN nº 67/12 es
ilegal -conforme también lo resolviera la Cámara
Federal de Apelaciones de Salta en la decisión puesta
en conocimiento del tribunal por el doctor Carlos A.
Rodríguez Vega-, ya que no encuentra amparo en ninguna
de las normas establecidas en la ley de referencia
para designar a un fiscal del Ministerio Público.
Sin embargo, con independencia de lo
recientemente señalado acerca de la ilegalidad del
nombramiento del doctor Pelazzo, su intervención en
los presentes actuados, no importó en ningún momento
el apartamiento del Fiscal General Subrogante, doctor
Francisco Santiago Snopek, cuya actuación “avaló” los
actos cumplidos por el doctor Pelazzo, lo que permite
advertir que no medió perjuicio ni afectación al
debido proceso, lo que tampoco lograron demostrar los
recurrentes. En consecuencia, habré de compartir la
solución brindada por el distinguido colega que lidera
el acuerdo, con las salvedades argumentativas
recientemente desarrolladas.
I.b) En cuanto al segundo de los planteos
mencionados al comienzo del presente voto, esto es, la

105
excepción de falta de jurisdicción, violación a la
garantía de juez natural e integración del tribunal
oral interpuesta por la defensa de Braga, compartiré,
también, la propuesta brindada al respecto por el
doctor Borinsky.
II. Sentado cuanto precede, y atento a los
argumentos brindados por mi distinguido colega que
abre el presente acuerdo en su voto, y que llevan la
adhesión del doctor Hornos -el que, atento a su
claridad expositiva y armonía con las constancias
obrantes en autos y con la doctrina y jurisprudencia
imperante en los temas que nos ocupan-, habré de
compartir la respuesta final esbozada en su voto.
A fin de no resultar repetitivo ni sobreabundante de
cuestiones sólidamente analizadas, en especial,
aquéllas de carácter dogmático, sólo me abocaré a
realizar ciertas consideraciones que me distancian
argumentativamente de mis colegas preopinantes o que
entiendo que ayudarán a consolidar, más aún, el
presente acuerdo.
III. Liminarmente y, si bien los argumentos y
consideraciones dogmáticas que vengo sosteniendo en
innumerables precedentes de esta Sala IV en cuanto a
la fundamentación de la responsabilidad de los
imputados en causas como la que aquí nos ocupa (véase
causa nro. 13.667 “GREPPI, Néstor Omar y otros
s/recurso de casación”, rta. el 23/08/12, Reg. Nro.
1404/12; causa nro. 12.161 “CEJAS, César Armando y
otros s/recurso de casación”, rta. el 22/10/12, Reg.
Nro. 1946/12; causa nro. 14.116 “BETTOLLI, José Tadeo
Luis y otros s/recurso de casación”, rta. el 10/09/13,
Reg. Nro. 1649/13; causa nro. 14.537 “CABANILLAS,
Eduardo Rodolfo y otros s/recurso de casación”, rta.
el 07/10/13, Reg. Nro. 1928/13; causa nro. 15.438
“GONZÁLEZ, José María s/recurso de casación”, rta. el
18/11/13, Reg. Nro. 2245/13; causa nro. 15.016
“ZEOLITTI, Roberto Carlos y otros s/recurso de
casación”, rta. el 29/05/14, Reg. Nro. 1004/14; entre
muchas otras) varía al análisis expuesto tanto por el

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tribunal a quo como por mis colegas que me preceden en


el orden de votación, toda vez que ello no modificará
el título de imputación por el que vienen condenados
los recurrentes, encuentro insustancial expedirme al
respecto, sin que ello impida dejar a salvo mi
opinión.
IV. Asimismo, entiendo que no puede
soslayarse la calidad funcionarial de los implicados
en los hechos, y la especial trascendencia que esa
condición imprime a los hechos en los que se ha
acreditado su intervención.
Efectivamente, la condición de Teniente del
Ejército y Oficial de Inteligencia del Área 323 y
Teniente del Ejército y Oficial del Área de Defensa
323, de Rafael Mariano Braga y José Eduardo
Bulgheroni, respectivamente, impone mudar el
fundamento de la imputación del dominio por
organización, hacia el quiebre de la especial
obligación institucional que la función le confiere a
los responsables. Se trata entonces de hechos en los
que resulta prioritariamente dominante a los efectos
de la imputación, la calidad funcionarial del
implicado, la que gobierna y absorbe la defectuosa
organización personal que expresa de manera subyacente
su acreditada intervención en los hechos (Jakobs,
Günther: “Derecho Penal”, págs.1/7 – págs. 11, 7/57 –
págs. 259, 7/68 – págs. 265, 7/70 – págs. 266, 21/2 –
págs. 718, 21/16 – págs. 730, 21/116 – págs. 791,
29/29 – págs. 972, 29/57 – págs. 993; etc.).
La significación jurídica de la institución
que socialmente se expresa en su condición
funcionarial, se encuentra en un grado supremo de
consideración, en relación a la libertad de
organización fundante de los ilícitos de dominio; toda
vez que las instituciones que esas funciones expresan
son condiciones elementales de la organización social,
para garantizar la vigencia de la institución fundante
de la imputación por dominio: la libertad personal
(Sánchez Vera-Gómez Trelles, Javier: “Delito de

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infracción de deber y participación delictiva”, Ed.
Marcial Pons, pág. 145).
En términos coloquiales, a todos nos es
impuesto como corolario del institucionalmente
reconocido ejercicio de libertad, responder de ese
ejercicio toda vez que nuestra organización, por
defectuosa, comprometa lesionando derechos de
terceros; pero cuando esa organización pertenece al
ámbito institucional de quien tiene asignada la
obligación de seguridad exterior e interior, es la
infracción a esa obligación central la fundante de
imputación de los defectos organizativos.
El estatus jurídico que ostentaban los
implicados en los hechos, les confiere por sobre la
obligación del ejercicio de libertad inocuo para
terceros, esto es, de la general obligación ciudadana
de organizarse sin lesionar, la condición de custodios
de la legalidad en el ámbito de sus funciones, y la
gravísima infracción a esa obligación exhibida en su
intervención en los hechos verificados, transmuta la
razón de su obligación de responder por los mismos. Se
trata, como se ha dicho, de injustos de infracción al
deber, de infracción institucional.
Así, la calidad de funcionario público de los
autores no cualifica especialmente un hecho que
hubiere podido ser cometido por un particular,
transformándolo en una especie de los denominados
“delicta propia”; sino que directamente el hecho
merece ser considerado –y valorado para su imputación–
como hecho funcionarial, esto es, no como hecho que
reclama la intervención de un funcionario, sino como
hecho de infracción a la institución funcionarial.
Ello así, toda vez que, como se ha expresado
antes, y por sobre las obligaciones del respeto a la
libertad, se encuentran las instituciones que,
justamente, contribuyen al sostenimiento y garantía de
esa libertad, esto es, aquellas que expresan la
organización institucional del Estado.
V. Por todo lo expuesto, propongo al acuerdo:

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I. RECHAZAR los recursos de casación presentados por


las defensas de Rafael Mariano Braga y José Eduardo
Bulgheroni, sin costas en la instancia (arts. 530 y
531 in fine del C.P.P.N.). II. Tener presente las
reservas del caso federal.
Es mi voto.
Por ello, en mérito del acuerdo que antecede,
el Tribunal, RESUELVE:
I. RECHAZAR los recursos de casación
interpuestos por las defensas de Rafael Mariano Braga
y José Eduardo Bulgheroni, sin costas en esta
instancia (arts. 530 y 531 in fine del C.P.P.N.).
II. TENER PRESENTE la reserva de caso federal
efectuada por los recurrentes.
Regístrese, notifíquese y oportunamente
comuníquese (Acordada CSJN 15/13 y Lex 100). Remítase
al Tribunal de origen, quien deberá notificar
personalmente de lo resuelto a Rafael Mariano Braga y
José Eduardo Bulgheroni; sirviendo la presente de
atenta nota de envío.

MARIANO HERNÁN BORINSKY

JUAN CARLOS GEMIGNANI GUSTAVO M. HORNOS

Ante mí:
JESICA YAEL SIRCOVICH
Prosecretaria de Cámara

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