Está en la página 1de 5

HOMILIA DE LA MISA XXI° ANIVERSARIO

DEL FALLECIMIENTO DEL P. OBISPO JORGE NOVAK


Catedral – 8 de julio de 2022

"Con Novak, Maestro y Pastor, comprometidos en una Educación Liberadora".

Hermanas y hermanos:

Esta parábola de los talentos fue comentada por el P. Obispo Jorge en una de sus alocuciones
dominicales en Radio Provincia de Buenos Aires. Nos decía:

“¿Cuál viene a ser, en concreto, el sentido del mensaje? Por de pronto, que la vida terrena, es un
plazo que nos regala Dios para ganarnos la felicidad eterna. El Señor, en cuanto de él depende,
querrá decirnos a todos y a cada uno: "Bravo, servidor bueno y fiel; fuiste fiel en lo poco, te pondré
al frente de lo mucho; entra en el gozo de tu señor". Otro detalle es el de la distinta capacidad
otorgada por Dios a los hombres: a uno le dio más, a otro menos; a éste lo enriqueció con una clase
de bienes espirituales o materiales, a otro lo diversificó. Pero cuidó que fuera así: "a cada uno según
su capacidad". Hay un proyecto personal para cada uno, con la consiguiente responsabilidad. No se
debe olvidar que todos son administradores, no dueños del capital recibido: Dios sigue siendo el
único verdadero propietario y no tolera la apropiación indebida.

Cada uno de nosotros tiene sobrados motivos para agradecer a Dios los bienes recibidos en
administración: la vida misma, la salud, la familia, la cultura, la capacitación intelectual o técnica, la
propiedad material. Cada uno ha de saber que habremos de rendir cuentas al mismo Dios de nuestra
gestión. El Padre de los cielos premia a quién actuó con diligencia, con prudencia, con constancia”
(“Por los senderos del Evangelio”, pag. 135-136)

El Padre Obispo Jorge Novak fue Maestro y Pastor porque primeramente fue un fiel discípulo
misionero, un fiel servidor. Como gusta decir el P. Armando Dessy, también destacado educador de
nuestra diócesis, fueron tres las familias que forjaron a nuestro primer pastor: su familia de origen,
su familia religiosa del Verbo Divino y la familia de esta diócesis de Quilmes, quien lo tiene como su
primer obispo.

Su papá Jorge y su mamá Christina Prediger fueron sus primeros maestros. Se nos ensancha el alma
cuando leemos sus “Recuerdos de mi infancia”, que podemos encontrar en el libro del P. Eduardo
de la Serna “Padre Obispo Jorge Novak, amigo de los pobres, profeta de la esperanza”.

Dice el P. Obispo: “Mis padres fueron profunda y ejemplarmente creyentes y celosamente


practicantes. La Santa Ley de Dios y los preceptos de la Iglesia se inculcaban temprana y sólidamente
en la educación familiar. El mejor argumento para inspirarnos confianza y convencernos dela bondad
de los principios religiosos enseñados era el ejemplo de nuestros padres. Nunca hubo fisura en esa
ejemplaridad, que brotaba de una inmensa humildad, emparejada con una reciedumbre de
convicciones capaz de sobrellevar las duras pruebas de una vida de pobreza y de trabajo”.

Podemos percibir con qué cariño hablaba de su papá: “la imagen que impregnó mi memoria de
infancia fue la de papá como carrero. El abuelo le facilitó, como herencia, todos los elementos

1
necesarios. Perseveró en este duro oficio hasta comienzos de 1953. Esas tareas lo obligaban a
ausencias, a veces bastantes prolongadas, de la familia. Sin embargo su autoridad moral sobre
nosotros jamás conoció mengua. ¡Todo lo contrario! Sabíamos que nos ganaba el pan a costa de
increíbles sacrificios y de pocos beneficios. El oficio de carrero era durísimo: en el invierno,
interminables caminos a los montes de La Pampa. Se dormía bajo el carro y él sabía contarnos de la
escarcha con que despertaba en su muy poblada y negra cabellera”… “En el verano cambiaba el
rumbo del carro grande y lento, pero manteniendo las características de precariedad, esfuerzo
sobrehumano y agotadora fatiga. Había que acarrear las bosas de trigo desde las chacras a las
estaciones del ferrocarril. Centenares y miles de veces el cuerpo se arqueaba para levantar la bolsa,
para “hombrearla” hasta el carro, apilarla, esperas interminables… ¡Sólo el pensamiento y el corazón
puestos en la mujer y en los hijos, a varias leguas de distancia, daban el coraje para reiniciar cada
alborada la ingrata tarea!

“Papá era un hombre profundamente religioso. Puedo sintetizar esa actitud de toda una vida en su
postura frente a la muerte. Tuve la gracia, a mis 41 años de edad, de convivir con él su último mes
de vida. Celebraba en un cuarto vecino diariamente la santa misa. Desde su habitación seguía, en el
lecho de enfermo, con gran devoción el rito sagrado. Comulgaba con piedad edificante. En un
momento dado, cuando el cáncer de estómago había ya casi consumado su obra, hube de
comunicarle que tenía contados los días. Su respuesta fue tan rápida como serena: “entonces, vamos
para las casas” (dicho en su dialecto). Avezado en todas las labores y artesanías camperas (domador;
arreglador de molinos; talabartero…) nos dejó el más eximio ejemplo de austeridad, laboriosidad,
honradez. Por eso, luego de decirme esas palabras hizo un sencillo comentario: ´que si no había
podido dejar riquezas materiales, nos dejaba esa humilde y sólida herencia del deber cumplido´.
Recuerdo palabras textuales (siempre en dialecto): “trepé a los molinos, bajé a los pozos, más no
pude hacer…” Aunque hablaba el castellano a la perfección, con nosotros siempre se expresaba en
el alemán recibido por generaciones. Nunca olvidaré la fe con que recibió el sacramento de la unción
de los enfermos que yo mismo le administré. Entró en agonía mientras rezábamos el santo rosario”

Y siguen sus relatos de infancia: “La estampa de mamá, Cristina Prediger, queda igualmente grabada
en el recuerdo de infancia con rasgos inconfundibles e indelebles. Fue la presencia ininterrumpida,
de cada día, de cada hora. Antes de mi nacimiento, papá y mamá había trabajado en varias chacras.
A partir de mi nacimiento, mamá quedó definitivamente en casa, educando a sus hijas. Ella había
nacido en Rusia en 1899. Con su madre y otras dos hermanas llegó al país en 1908, donde las
esperaba el padre, que había girado el dinero para el pasaje. En 1913, como mayor de la familia,
quedó a cargo de sus cinco hermanos (cuatro mujeres y un varón)”… ” Para mí la mamá representó
toda una escuela de virtudes cristianas acrisoladas por la oración, la dedicación a la educación de
cada uno de nosotros, la pobreza, la enfermedad. Estábamos junto a ella día y noche. Para nosotros
era como un ángel tutelar en todo. Amasaba semanalmente el pan con sus propias manos. Nos
enseñó a respetar y a ayudar a quienes eran más pobres que nosotros. Pese a las aplastantes tareas
del hogar, encontraba el tiempo para leer el “Amigo del pueblo” revista mensual, en alemán, editada
por los misioneros del Verbo Divino, con contenidos pastorales y culturales de matizada dimensión
formativa. Mamá fue, sobre todo, una mujer de mucha oración. Nos enseñó a rezar de palabra, pero,
sobre todo, con su ejemplo. Era tal su entrega a la oración que una de mis hermanas, bromeando, le
decía a mamá que exageraba, que iba atravesar el cielo. Me quedó grabada la imagen maternal,
firme ante el cuadro del comedor, mientras ya nos habíamos retirado al dormitorio, en oración que
nos parecía interminable. Cuando, finalmente, había concluido, apagaba la lámpara y la casa
quedaba a oscuras…

2
No menos emotivos son los recuerdos de sus abuelos paternos, a los que pudo conocer, Cecilia y
José Novak. Vivían en La Pampa. Nos dice: “Para mí la figura de estos abuelos tuvo connotaciones
patriarcales. El hecho de que los llegaba a ver sólo de tanto en tanto subrayaba fuertemente estas
impresiones… El abuelo me llevaba a caballo a recorrer el trigal y de sus labios brotaba insistente la
oración. Caminando por el patio rezaba el santo rosario. Por la noche, reunida la familia en torno a
la mesa, luego de cenar, leía en voz alta la página correspondiente del Santoral. Aún me parece
escuchar su voz pausada y ronca, constituyendo el conjunto el tema ideal para un cuadro magistral”.
Impacta también la profunda piedad familiar cuando Jorge Novak fue ordenado sacerdote. Luego
de celebrar la primera misa en su pueblo natal, San Miguel Arcángel, dice: “una semana después me
trasladé a La Pampa, a Santa Teresa. Mi abuela había visto amputada una pierna y ambos habían
establecido su domicilio en esa localidad. Hubo una Misa solemne al estilo de nuestra gente. Llevé
luego la comunión a mi abuela, en cama. Al modo de los monaguillos me acompañaba a paso firme
el abuelo. Al trasponer el umbral del cuarto de la enferma, él se hinca y pronuncia con voz recia, en
alemán: ¡Señor mío y Dios mío!. Lector asiduo de libros religiosos, que compraba al hacer
ocasionalmente un viaje a Buenos Aires, se había hecho un gran admirador de Don Bosco, cuya obra
no acababa de ponderar”.

Sus padres, especialmente su mamá, deseaban un futuro de estudio para su hijo Jorge. Luego de
cursar un grado en la escuela Nacional, pasó al Colegio “Niño Jesús” que estaba a cargo de las
Hermanas Franciscanas de la Inmaculada Concepción de Bonlanden. Así lo recuerda: “Los años que
concurrí al “Niño Jesús” quedan registrados en mi experiencia personal como muy felices. Sin
estridencias y sin sensacionalismos nos introducían en el conocimiento humano y nos ayudaban a
madurar en la fe. La inteligencia de la institución educativa con la parroquia era perfecta. Se llenaba
cabalmente la preocupación de mis padres, de tener enseñanza catequística en el ciclo escolar”.

“Agradezco a Dios, de todo corazón, esta iniciación en una comunidad piadosa, fervorosa, festiva.
Considero que se ha tratado de una gracia insigne y fecunda. No podemos ignorar ni olvidar que
nuestra persona queda imbuida profundamente con los valores morales y espirituales del contexto
eclesial que la ve germinar y crecer. Pasé a ser el monaguillo más asiduo. MI condición de “pueblero”
me daba las condiciones ideales para ello, sobre todo en el verano. En efecto muchos monaguillos
“se borraban”, cuando más misas diarias se celebraban, ya que los sacerdotes del propio pueblo,
cada vez más numerosos, pasaban todos un par de semanas con sus familiares”

Como la Congregación del Verbo Divino había abierto un “pre-jovenado” en San Miguel Arcángel, la
presencia de esos jóvenes despertó el deseo de ingresar, siguiendo los pasos de su tío Jorge,
hermano de su mamá. Villa Calzada y Esperanza (Santa Fe) fueron los lugares donde realizó toda su
formación hasta ordenarse sacerdote misionero del Verbo Divino. La Congregación puso los ojos en
él para ser un docente, para ello es enviado a Roma, donde se doctoró en Historia de la Iglesia. Su
vida estuvo dedicada a la formación integral de los congregantes, pero también fue docente de
tantos clérigos y laicos en diferentes centros de estudios superiores.

Me he detenido en estas memorias del Padre Obispo, porque considero que nos ayuda a visualizar
que el alma de la educación es el amor. Es lo que hemos escuchado en la primera lectura de la Misa,
en la primera Carta a los Corintios, capítulo 13.

3
El amor de la familia fue quien educó el corazón de nuestro primer pastor. Ese amor le abrió los
caminos para que recibiera otros aportes para su formación. Allí estuvieron sembrados los grandes
valores que florecieron a lo largo de su vida.

El amor a nuestra gente, el amor a los niños, a los adolescentes y jóvenes, el amor a nuestro pueblo
es el que dará vida a todos los procesos educativos. El amor es el que hace que el centro de la
educación sean las personas de carne y hueso que habitan nuestros barrios y ciudades. El amor a
las familias que tenemos que acompañar, ayudar y sostener. Es el amor la fuente de la creatividad
y de la valentía para hacer nuevos caminos.

El magisterio episcopal del Padre Obispo Jorge es admirable. Desde aquella homilía inaugural de su
episcopado en esta Catedral, el 19 de septiembre de 1976, encabezada por la expresión de San
Pablo: “¡Ay de mí si no predicara el Evangelio!”, su magisterio ha sido inconmensurable. Quienes
están abocados al arduo trabajo de ordenar, clasificar y examinar sus escritos, van experimentando
que es como entrar en una monumental obra sólo comparable a la de los grandes maestros de la
Iglesia. Difícilmente se encuentre otro obispo argentino que haya dejado un legado semejante.
Pocos como él nos han dejado una exposición tan vasta e integral de las enseñanzas y del espíritu
innovador del Concilio Vaticano II y del magisterio de la Iglesia Latinoamericana.

Se preocupó como nadie para que esta Iglesia naciente en el sur de Buenos Aires, contara con
agentes pastorales integralmente formados para animar la vida de las comunidades de la diócesis.
Por eso creó el Seminario Diocesano, la Escuela de Ministerios, los Institutos de formación docente,
el Instituto de Catequesis, y siempre brindó un apoyo decidido a la escuela católica. Estuvo cerca de
los más pobres, sosteniéndolos en sus luchas para tener una vida digna, acompañando al Plan
Nacional de Alfabetización implementado por el Estado nacional. A su preocupación por el cierre
de las fuentes de trabajo, la defensa del derecho del acceso a la tierra y la vivienda digna, también
unía su denodado esfuerzo para que la escuela esté al alcance de los más postergados.

Nuestro Maestro y Pastor, Jorge Novak, seguramente saluda con beneplácito el Pacto Educativo
Global lanzado por el Papa Francisco.

Después de algunos años, renuevo la invitación para dialogar sobre el modo en que estamos
construyendo el futuro del planeta y sobre la necesidad de invertir los talentos de todos, porque cada
cambio requiere un camino educativo que haga madurar una nueva solidaridad universal y una
sociedad más acogedora.

Por ello, invito a las familias, las comunidades, las escuelas, las universidades, las instituciones, las
religiones, los gobernantes, los hombres y las mujeres de la cultura, la ciencia, el deporte, los artistas,
los operadores de los medios de comunicación y toda la humanidad a firmar un pacto educativo
comprometiéndose personalmente con estas siete vías:

1)Poner a la persona en el centro, 2) Escuchar a las jóvenes generaciones, 3) Promover a la mujer, 4)


Responsabilizar a la familia, 5) Abrirse a la acogida, 6) Renovar la economía y la política, 7) Cuidar
la casa común.

El Padre Obispo fue un verdadero profeta que en sus enseñanzas ya perfilaba estos 7 compromisos.

4
Finalizo sus palabras dichas en el Día del Maestro de 1978:

“Sea Jesús el ejemplo de todo educador: que, inspirándose en las páginas sublimes del Evangelio,
sepa brindarse por parte del educador cristiano un testimonio de paciencia incansable; de esperanza
que no conoce la desilusión y que no podrá quedar defraudada en sus frutos remotos, aunque de
momento el terreno del corazón donde se labra y se siembran pudiera parecer estéril.
Ningún ser humano es reacio a la bondad, a la misericordia. El resentimiento y la amargura han
llenado de ruinas el mundo y su larga historia. El amor de la familia, y aquí podemos agregar que
también es experimentado en una escuela donde hay calor de familia, ha dejado mojones eternos
de pacífica convivencia”

+ Carlos José Tissera


Obispo de Quilmes

También podría gustarte