Las

historias
deMaría
Las
historias
deMaría

Ana Cecilia Ojeda Avellaneda

Ilustrado por: María Mercedes Tolosa

Bucaramanga, 2021
 Las
historias
deMaría
Ana Cecilia Ojeda Avellaneda
Profesora titular, Escuela de Idiomas,
Universidad Industrial de Santander.
Proyecto de SGR

María Mercedes Tolosa

Ilustradora

ISBN: 000000

Diseño, diagramación e impresión:

División de Publicaciones UIS
Carrera 27 calle 9, ciudad universitaria
Bucaramanga, Colombia
Tel: (60 7) 634 4000, ext. 2196
publicaciones@uis.edu.co

2020000100662
Implementación de una estrategia de educación
flexible para hacer frente a los efectos del Covid-19 en
entornos escolares vulnerables de Bucaramanga
 Para Alejandro mi hijo, para
Isaac mi ahijado, y para todos
los niños y niñas de Colombia.
PREFACIO
Las Historias de María, surgen en el contexto
de discusión especializada sobre la necesidad
del estudio e implementación de un trabajo
práctico y de reflexión sobre el tema de las
Emociones y particularmente del aprendizaje y
del manejo de éstas en los niños y niñas desde
su más temprana edad.

La literatura sobre el tema es ya bastante

amplia y difundida, sin embargo, aunque existe
claridad sobre la necesidad de dicho estudio y
de su implementación práctica en los diferentes
niveles de la educación, aún no existe entre los
diferentes autores, unanimidad en cuanto a la
taxonomía de las mismas.

Autores como Daniel Goleman (1995, p.331), en

el Apéndice A de su famoso texto sobre la
Inteligencia Emocional, plantean precisamente
esta discusión, al señalar que no hay acuerdo
entre cuáles emociones pueden considerarse
primarias y a partir de las cuales surgen otra
serie de combinaciones, e incluso sobre si
realmente existen unas emociones primarias.
De todas maneras, recogiendo la discusión
teórica, se plantean una serie de familias
principales, entre las cuales el autor destaca:
la ira, la tristeza, el temor, el placer, el amor, la
sorpresa, el disgusto y la vergüenza.

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Ahora bien, atendiendo a esta
discusión y a la dificultad que
representa un reconocimiento y un
manejo adecuado del mundo emocional
de los niños y niñas en las etapas de
la infancia temprana e intermedia, es
decir en un rango de edad que iría de
los 3 a los 5 y de los 6 a los 11 años,
aproximadamente, Las Historias de
María, más allá de la simple anécdota
autobiográfica, se plantean como
la posibilidad de mostrar, a partir
de algunos recuerdos y situaciones
específicas, las vivencias emocionales
de una niña, en un contexto preciso; las
respuestas y los atajos encontrados
por la pequeña para salir de cada una
de las situaciones que se le fueron
planteando a lo largo de su infancia;
su capacidad de resiliencia en algunos
casos, el actuar de los adultos, de la
familia, del mundo relacional en el que
María se encontraba, y finalmente las
huellas veladas que dichas vivencias
fueron dejando en la construcción de
su personalidad.
Las Historias de María son una
invitación a recorrer, de la mano
con este personaje, las sutilezas
de su mundo emocional. En ellas, el
miedo, la ira, la alegría, el placer, la
7
tristeza, la sorpresa, la vergüenza y
otros sentimientos y emociones que
configuran su mundo o su geografía
interior, dialogan con la geografía
exterior, con un paisaje colorido,
florido, un tanto folclórico, a veces
rudo por las inclemencias del tiempo y
las bajas temperaturas. De la misma
manera, esas historias dialogan
con los mundos emocionales de los
otros personajes, tanto infantiles
como adultos, que pueblan esa dupla
geográfica que los textos quieren
poner en evidencia.
Es importante señalar que el personaje
María es un personaje genérico, la
representación de cualquier niño o
niña en circunstancias específicas,
pero que bien podríamos cambiar su
espacio, su tiempo y su familia para
percibir que el mundo emocional de los
niños y niñas aunque cambiante en
su aspecto exterior, puede ser muy
similar en su aspecto interior, pues
las emociones son las mismas aunque
vividas en circunstancias diferentes.
En este sentido, el objetivo de Las
Historias de María es doble: por una
parte, liberar la palabra de los niños
y niñas, invitarlos a concientizar
sus emociones a través de la palabra dicha o de la
palabra escrita; intentar que se identifiquen con
el sentir del personaje y al identificarse con este,
puedan también identificar sus propias emociones,
puedan hablar de ellas y no sentir la soledad de ese
complejo mundo interior que, a veces, no encuentra
la respuesta adecuada. Por otra parte, suscitar
la reflexión del adulto, llamar la atención a padres,
madres, hermanos-as, maestros-as, acompañantes,
para reflexionar sobre sus propios procesos, sobre
el mundo emocional humano, pero sobre todo, para
sensibilizar sobre el mundo emocional de los niños y
niñas y la necesidad de una adecuada comprensión
y acompañamiento.

Como adultos, responsables de la educación de los

niños y niñas, no podemos olvidar que las emociones
son parte de la materia prima de la que estamos
constituidos los humanos y que según el manejo
y el acompañamiento que les demos, tendremos
luego adultos más sensatos, más responsables,
más comprensivos; en últimas estaremos educando
ciudadanos más empáticos y responsables de sí
mismos, de los otros y del entorno en el que vivimos.

Ana Cecilia Ojeda A.

Bucaramanga 2021

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INTRODUCCIÓN

Cuando la mamá de María se dio cuenta de su sexto

embarazo, la invadió un ambiguo sentimiento,
entre la alegría, el miedo y la preocupación. Ya
eran 5 sus hijos, tres mujeres y dos hombres
y uno o una más significaba aumentar todas
las cargas; además, su esposo, aunque muy
responsable y cariñoso, por razones de trabajo,
vivía en otro pueblo de la región y solo podía ir a
visitarlos durante los periodos de vacaciones.

María, bien instalada ya en el vientre de su madre,

al percibir sus inquietudes, se prometió, no ser
un problema para ella, intentaría ser una niña
sosegada, amorosa, pasar siempre desapercibida
y ser muy juiciosa y obediente.

La infancia de María, más a cargo de sus hermanas

mayores porque su madre tenía que trabajar,
y su padre había muerto cuando ella tenía solo
cuatro años, transcurrió con algunas dificultades
y contra tiempos en ese pueblo abarrancado en la
cordillera oriental de los Andes colombianos, ese
pueblo de Rucos, de hombres y mujeres de roca
fuerte, valientes, descendientes de españoles
y de chibchas, situado a tres mil metros de
altura y rodeado de bellas y azuladas montañas,
páramos primarios muy cercanos al nevado del

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Cocuy, donde las lagunas vivían en
constante enamoramiento con los
cielos multicolores y resplandecientes
de los meses decembrinos.
Allí empezó a crecer María arrullada
por el frío, protegida por las cobijas
de lana, por el trinar de las golondrinas,
de las campanas de la iglesia, el olor
de los eucaliptus, la dulzura de los
frailejones, por la abundancia de
las flores silvestres, de los ríos y
quebradas y los miles y miles de colores
10
y tonalidades que esa geografía y ese
clima declinaban día tras día.
De esto les quiero hablar en estas
páginas, del transcurrir de esos días,
de las múltiples historias que fueron
entretejiendo la vida de María;
de esas historias que poblaron su
infancia y que hoy, muchos años
después, burbujean en sus entrañas,
en sus tripas y buscan el camino de
la palabra para llegar a los oídos de
quienes bien quieran escucharlas.
11
 1
A María le gustaba meter las narices
en todos lados. María era muy
curiosa, y eso, a veces, molestaba a
los adultos y podía también acarrear
muchas sorpresas.
Un día María quiso participar en el
coro de su escuela…
Llegó a la primera audición con su
balón bajo el brazo, venía de jugar
dos horas bajo el sol y la brisa fresca.
Y cuando le tocó su turno, enredada en
su fatiga y sus miedos, su respiración
estaba tan agitada, que apenas abrió
la boca, el Maestro director del coro,
con una sonrisa burlona, le dijo:
- Te equivocaste de cancha
María, tú no tienes nada que
hacer aquí.
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María, con los ojos llenos de lágrimas
y un profundo sentimiento de
humillación, dio media vuelta y partió.
Su único consuelo, en ese momento,
era el balón que llevaba entre sus
manos.
María se fue a la cancha de baloncesto
y jugó y jugó, toda la tarde, hasta
que se le olvidó lo ocurrido.
Pero, María creció y creció con una
extraña nostalgia, siempre quería
estar cantando; en realidad, nunca
había olvidado que siempre quiso
cantar en el coro de su escuela.
Los años pasaron…
A pesar de sus diferentes intentos,
María nunca aprendió a cantar, pero
sí aprendió a silbar y con sus silbos,
entona múltiples conversaciones
con los pájaros que día tras día, del
amanecer al anochecer, acompañan el
trajinar de su vida, de sus sueños, de
sus penas y de sus ilusiones.
13
 2
A María un día se le ocurrió que ella
podría recitar un poema en la velada
literaria, era el mes de abril, mes del
idioma, y como todos los años, siempre
había niños y niñas que recitaban sus
poemas.
María, con mucho entusiasmo,
preparó su poema, lo repitió mil veces,
se lo sabía al derecho y al revés y
cuando llegó el día esperado, limpió
bien su uniforme, betunó sus zapatos
y le pidió a su hermana Lucía, que la
peinara con los crespos que solo ella
sabía hacerle.
Y en el momento indicado, con mucha
alegría, pero con un vacío y un dolor en
la barriga, María se paró al frente de
todos los asistentes y mirando hacia
ellos empezó a recitar su poema.
De repente, María sintió un inquieto
temblor en todo su cuerpo, las manos
le sudaban, se puso fría de pies a
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cabeza, las lágrimas llegaron a sus
ojos, y su voz se quebró.
María tenía miedo, mucho miedo, un
miedo paralizante, un miedo que la
dejó clavada en las baldosas del piso
del teatro por muchos minutos, horas,
días, años, toda una eternidad.
La vergüenza invadió a María durante
mucho tiempo, años incluso, una
vergüenza aumentada por la crueldad
de una de las señoras del pueblo que
cada vez que veía a María le recordaba
el episodio diciéndole:
- María: mmmmmmmmm
(onomatopeya del llanto)
Por cosas de la vida, María terminó
estudiando literatura en una de las
universidades más antiguas de Europa;
allí empezó a escribir sus primeros
poemas; María ya ha escrito y
publicado varios libros y se convirtió en
una excelente profesora de literatura
y María hoy escribe también para los
niños y para las maravillosas niñas de
su pueblo situado en las altas cumbres
de la cordillera oriental de los Andes
colombianos.
15
 3
Un día, llegó a la casa de María, una
tía abuela que venía de lejos, de muy
lejos…
La tía traía en sus enormes maletas,
unos aparatos extraños, unos
aparatos que pitaban cuando ella los
hacía pasar por ciertos lugares de la
casa, y así empezó la aventura…
Huecos y más huecos por todos
lados…
Huecos en las paredes, huecos en los
pisos, huecos en el jardín…
Para María, la oportunidad de saltar
de un lado al otro de esos huecos.
María empezó a adorar a esa tía
abuela tan creativa, tan ocurrente,
tan juguetona.
A nadie se le había ocurrido tan
maravilloso juego, ahí donde la barra
16
con un aparatito extraño en su punta
pitaba… ahí se hacía un hueco.
María supo después que eso se
llamaba un detector de metales y
se utilizaba para detectar metales
preciosos, como el oro, escondidos
bajo la tierra…
A veces se abría el hueco y se
descubría un tubo del agua, otras
veces eran las tapas de las botellas de
cerveza o gaseosa que alguien había
tirado al piso…
Esos eran los tesoros que la tía
estaba buscando y descubriendo por
toda la casa, una casa que parecía
encantada... ¡pitaba por todas partes!
Un día María, que se había vuelto
experta en saltar de hueco en hueco,
perdió el equilibrio…
Y patatrás… que cayó al hueco más
profundo que hasta ese momento se
había abierto en la casa…
María no solo sintió miedo, también
sintió angustia, vergüenza, impotencia
y sobre todo la soledad de la
profundidad.
María intentó salir por sus propios
medios, pero no pudo lograrlo, allí tuvo
que quedarse, arrunchada llorando
en el lodo del hueco más profundo
que jamás había visitado, ni siquiera
se atrevía a pedir auxilio, tanta era
la vergüenza que sentía…, además
nadie podría escucharla y la podrían
castigar por intrépida.
Por fin, después de muchas horas
de espera, María vio que un señor,
con sombrero y botas pantaneras,
empezaba a descender, amarrado
a una cuerda… el miedo aumentó,
pero también la esperanza. Si tenía
que quedarse ahí para siempre ya no
estaría sola, se dijo.
El hombre se sorprendió cuando
encontró allí a María…
17
- Ay mi niña ¿qué hace aquí? Le
preguntó
Y María, la muy astuta, a pesar de
todo el miedo que tenía y la angustia,
le respondió:
- Lo estaba esperando, quería
acompañarle en el trabajo,
quería que me enseñara a
cavar la tierra y a encontrar
los tesoros que me tía sigue
buscando desesperadamente.
Finalmente, María encontró ese día
el mejor tesoro que una niña de su
edad puede encontrar, un amigo, un
cómplice, que no dijo nada, que a nadie
le contó lo sucedido y que le enseñó
las primicias de lo que hoy se conoce
como el arte de la arqueología.
18
 4
Tulia, otra de las hermanas de María,
siempre vivía enferma. A María
le impresionaban sobre todo los
ataques de asma de su hermana,
se ponía morada y no le entraba el
aire ni por las orejas. Cada vez que
su hermana sufría un ataque, toda
la familia se ponía alerta, tocaba
abrir puertas y ventanas para que el
aire circulara y con ese frío, todo el
mundo terminaba congelado. Además,
tocaba darle aire con el abanico que
su mamá tenía guardado como un
tesoro, en su mesita de noche, un
abanico español con unas bailarinas
de flamenco vestidas con trajes de
pepas rojas... era precioso.
Pero lo peor de todo no era eso, lo
más grave era cuando Tulia pasaba
días y días sin poder ir al baño, sin
poder hacer del cuerpo como decía
su mamá, porque los cólicos la hacían
retorcerse en la cama. Para María
19
eso era terrible, se sentía impotente,
no sabía cómo poderle ayudar.
Un día, después de tanto dolor y de
estar sentada en la mica por horas,
Tulia, por fin pudo hacer del cuerpo y
como María estaba por ahí, al acecho,
como siempre, le tocó bajar la mica
con el popó de su hermana (el inodoro
quedaba en el patio trasero de la
casa y las habitaciones quedaban en
el segundo piso).
María, muy feliz, por el acontecimiento,
bajó con cuidado las escaleras, no era
momento de caerse y empezó a gritar
para que su mamá la escuchara:
- Mamá, mamáaaaaaaaaa, ¡la
Tulia hizo popó, la Tulia hizo del
cuerpo!, ¡mire, mire!
Pero María no se dio cuenta, (además
no le importó), que su mamá, en ese
preciso momento estaba recibiendo
la visita del señor cura, estaban
sentados en un sofá del corredor, en
una conversación muy seria.
Y María seguía gritando y acercándose
cada vez más al lugar donde el
sacerdote y su mamá estaban:
 - ¡Mire, mire mamá, la Tulia, por
fin hizo del cuerpo, es un popó
muy grande, y ya no le duele la
panza, ya no le duele, ya no le
duele!
La mamá de María se puso de todos
los colores, no sabía dónde meterse
de la vergüenza que sentía con el señor
cura y lo peor, no sabía qué hacer
para detener a María y para que no
se acercara más, ¡qué situación tan
desagradable!
20
Finalmente, el embrollo se resolvió,
cuando el padre, con toda calma y sin
alarmas, le dijo a la mamá de María:
- Tranquila doña Elvirita, los
niños son así, a María lo que
le importa es que su hermana
esté bien, que no sufra.
Y luego se volteó y dijo a María:
- Mijita vaya tire eso al inodoro.
21
 5
María, a veces, tenía unos impulsos de
amor desesperados…
Le hubiera gustado, tener muchas
cosas para darles gusto y regalos
a sus amigas, a sus hermanos, a su
mamá…
Pero como no era así, María no dudaba
en intercambiar sus cosas, a veces
sus cosas más queridas, con tal de
complacer o hacer un regalo a alguien.
Un día soleado, María estaba jugando
sola, como a menudo lo hacía, sentada
en la esquina de su casa, en ese pueblo
frío y hermoso de la cordillera de los
Andes.
Tenía con ella su muñeca, su pelota y
su ruana, porque a esa altitud el frio
es terrorificooooo…, parte la piel de
las manos y de los cachetes…
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Cuando de repente, vio a un chico que
se acercaba y que traía entre sus
manos un ramo de rosas de diferentes
colores…
Y entonces María se dijo:
- Mi mamá se pondría feliz con
esas rosas, yo se las quiero
regalar, sería una magnífica
sorpresa…, rosas tan bellas
como esas yo nunca había
visto, y seguro que mi mamá
tampoco.
María adoraba las flores…
Dicho y hecho, María, ni corta, ni
perezosa, le propuso al muchacho el
intercambio, la muñeca, la pelota y
la ruana contra el ramo de rosas. Su
mamá se pondría feliz….
María, que no cabía de la dicha, entró
precipitadamente a la casa, su mamá
estaba en la cocina, ordenando lo del
almuerzo y cuando María le entregó
las flores, apenas si las miró y no dijo
nada a la chiquilla.
Ella, con la frustración a flor de piel,
arregló las flores en una botella que
encontró por ahí y las puso sobre la - Son muy lindas las rosas,
mesa del comedor. ¿verdad mamá?

Y en la noche, a la hora de la cena, - A mí las que más me gustan son

cuando María tiritaba del frío, su las amarillas…. Y a su merced…
mamá le dijo: ¿cuáles le gustan?

- Ve atraer tu ruana María, no te María dijo que ella no tenía frío…

quedes ahí paralizada de frío…
Y del muchacho del intercambio, nunca
A María se le hizo un nudo en la se supo nada…, María nunca supo decir
garganta…la ruana…la pelota…la quién había sido, se evaporó, como las
muñeca…las rosas… nubes cuando sale el sol.

Ella no había calculado su pérdida y en

ese momento lo único que se le ocurrió
decir fue:

23
24
 6
Como en muchos pueblos de Colombia,
la Navidad es una época del año en
la que suceden muchas cosas, hay
muchas tradiciones que se repiten y
la gente, en términos generales, se
pone en su mejor disposición para las
fiestas, los encuentros, los aguinaldos,
las novenas, los regalos, las comilonas,
la bebida...
Es el momento en que también los
pueblos se engalanan, se visten de
todos los colores, hay música, alegría,
se hacen concursos de fachadas, de la
mejor calle del pueblo, del pueblo más
bonito de Colombia, en fin, la fiesta
muestra sus mejores trajes.
En el pueblo de María, aunque
todo empezaba a prepararse con
antelación, la verdadera fiesta
empezaba el 16 de diciembre. A cada
una de las veredas se le asignaba
un día de novena y ese día los
campesinos armaban sus comparsas,
25
sus disfraces y salían al pueblo con
sus mejores prendas a mostrarse
y a disfrutar del momento. A veces
tenían que caminar horas y horas
para llegar y sin embargo cuando
llegaban, a pesar del cansancio, lo
único que querían era bailar frente
a la Alcaldía y dar vueltas por todas
las calles, acompañados de pólvora,
de música, de comida y de chicha y
guarapo, las tradicionales bebidas de
Maíz y panela.
Lo que María y los niños y niñas del
pueblo preferían de esos días, eran
los disfraces, los juegos y los bailes
frente a la Alcaldía; además María
los podía ver desde la ventana de su
casa, aledaña al parque donde todo
sucedía. La fiesta empezaba casi
siempre hacia las tres de la tarde, en
ese momento, las júsiras (hombres
disfrazados con vestidos hechos de
serpentinas de fique de todos los
colores), los mohanes (vestidos con
musgo seco del que cuelga en los
árboles), las máscaras con mil motivos
de animales, de personajes, de diablos
y los matachines que correteaban a
todo el mundo con sus grandes balones
en la punta del rejo, que no eran otra
cosa que las vejigas de los animales
sacrificados durante el año. A eso
se unían los bailes que presentaban
los campesinos, los bambucos, las
guabinas, los torbellinos, pero el que a
María más le gustaba era el baile de la
trenza, esa vara larga llena de cintas
multicolores que las campesinas
iban entretejiendo, tejiendo y
destejiendo al ritmo de sus músicas.
Por ningún motivo María se hubiera
perdido ese espectáculo y en una
de esas navidades, a María y a su
hermana Lucía, se les ocurrió un día
adelantar el oficio de toda la semana
para que su mamá las dejara salir a
disfrutar de la fiesta todos los días.
¡Y quién dijo miedo!, sacaron los
dos bultos de papa que su mamá
había comprado de reserva, unas
6 o 7 arrobas (unos 66 kilos) y muy
temprano, empezaron a pelar papas,
todo el día en el oficio, mientras su
mamá estaba en la oficina, hasta
que se les pelaron también a ellas los
26
dedos, eran montañas de papas que
no sabían ya dónde poner, hasta que
llenaron la alberca. Lo que ellas no
sabían, era que eso no se podía hacer,
las papas una vez peladas, así se
mantengan con o sin agua, se ponen
negras y se pudren rápidamente. Por
eso es por lo que el día que se pelan
se cocinan y se comen, ni siquiera
se dejan para el otro día porque
adquieren un sabor extraño.
Cuando al final de la tarde, su
mamá se dio cuenta del estrago, las
chiquillas no supieron dónde meterse,
tal era la furia que ella manifestaba.
Las regañó, las amenazó, las hizo
comer papas como tres o cuatro
días seguidos en el desayuno, en el
almuerzo y la cena, no las dejó salir
de casa durante las fiestas. Aquella
navidad fue la más triste y negra de
las navidades de María, tan negra
como las papas que su mamá tuvo que
darle a los marranos, cuando ya no era
humanamente posible consumirlas.
27
 7
Era una tarde de domingo bien
soleada y como muchas veces, los
invitados al paseo hacia el río Blanco,
habían empezado a llegar a la casa. Se
escuchaba en el patio una algarabía
de voces, de gritos y de alegría por
todas partes.
La Kika, la mejor amiga de María
había acabado de entrar, venía bien
peinada, bien vestida, reluciente…
pero además venía estrenando unas
medias muy lindas que María quiso
inmediatamente para ella…(se vería
preciosa con esas medias, se vería
como la Kika)…
Eran medias de doblar, con un borde
azul y con florecitas rojas, María
nunca había visto medias así, nunca
había tenido algo parecido, eran muy,
pero muy bonitas, eran realmente
hermosas…
Y María no supo qué hacer…
28
Primero, se puso a llorar, dijo que no
quería ir al paseo.
Cuando le preguntaron por qué,
sacó mil disculpas, dijo que le dolía el
estómago, después dijo que le dolía
un diente, luego dijo que le dolía la
garganta y además tenía muchas
tareas para el día siguiente.
Su mamá y su hermano, que la conocían
muy bien, sabían que nada de eso era
verdad y también sabían que a María
le daba miedo decir lo que quería.
Sin embargo, esa tarde, se atrevió a
decirlo, pues con todos los invitados
ya listos, seguramente, su mamá
cedería…
- Quiero unas medias como las
de la Kika- dijo, con la voz entre
cortada por el llanto.
- Pero María, ya estamos listos
para irnos- dijo su madre, -
además de esas medias no se
encuentran en este pueblo y
así se encontraran este no es
momento para esos caprichos-
María no entendió razones… ella
quería esas medias o no iría al paseo,
así la castigaran… y como una flecha
se subió a la tapia donde sabía que su
mamá no podría alcanzarla…
El tira y afloje duro unos minutos,
María quería las medias y su mamá y
su hermano ya no tenían tiempo para
los caprichos de María, la amenazaron
con dejarla sola, con echarle agua
para que descendiera, pero nada…
María solo tenía una idea fija: medias,
medias, medias bonitas, las quiero
para mí, me vería linda como la Kika
29
¿por qué para ella sí y para mí no?
medias, medias…medias….
Y no supo en qué momento, su
hermano subió a la tapia y la bajó y
en menos de lo que canta un gallo, se
encontraron todos saliendo de paseo
hacia el río. María no obtuvo las medias
ese día, igual jugó y se divirtió con la
Kika, pero se dijo y le dijo a su mamá
y a su hermano y también gritó en
medio de todos los invitados:
- ¡Cuando sea grande, me voy a
comprar las medias más lindas
del mundo entero!
30
 8
El novio de Tulia iba casi todos los días
a visitarla. Por lo general se instalaban
en la sala del segundo piso de la casa,
ahí nadie los molestaba. Pero como
María era tan, pero tan curiosa,
siempre encontraba una disculpa para
pasar por allí.
A María le encantaba el novio de su
hermana, le parecía el hombre más
amable, más tierno, más bonito del
pueblo y además siempre le llevaba
caramelos a María y a su hermana,
por supuesto.
Cuando él llegaba, María sentía una
alegría descomunal y en su cuerpo
sentía como si pequeños bombillitos
se encendieran por todas partes o
más bien sentía, deliciosos cosquilleos,
murmullos en su cabecita… era
agradable y triste al mismo tiempo,
él era el novio de su hermana y era
demasiado grande y viejo para ella.
31
Pero un día María no pudo contenerse,
algo en ella la empujo hacía él, y María
entre el miedo y la alegría y a toda
velocidad, se le acercó y le dio un beso
en la boca… ¡Y paticas que vuelan!…
¡Salió corriendo a mil de la sala. Ella
sabía que eso no se hacía, pero fue
más grande el impulso que el temor.
Más tarde, a la hora de la cena,
cuando su hermana, riendo, le contó
el chiste a su mamá, ésta, con una
mirada aterradora y voz muy firme
dijo a los chicos y chicas que estaban
reunidos alrededor de la mesa:
- Hacía rato que estaba
esperando una oportunidad
como esta, para hablarles
de un tema muy pero muy
importante.
Y con voz firme y ceremoniosa,
dirigiéndose a María continuó:
- María, tú sabes que lo que
hiciste hoy no está bien. Ya te lo
había dicho y se lo había dicho
a todos, pero quizás nunca fui
clara y por eso hoy lo repito
con mucha preocupación, para
que nunca se les vaya a olvidar:
Con los novios de las hermanas y con
los adultos, se puede jugar, se les
puede dar un beso en la mejilla, pero
nada, nada más, ni besos en la boca,
ni caricias, ni nada, ¿me entienden?,
lo repetiré todas las veces que sea
necesario. A veces hay adultos que
se aprovecha de un niño o una niña,
para tocarlo, para acariciarlo en sus
partes más íntimas, para abusar de él
o de ella. Cuando eso sucede, se está
cometiendo un crimen y ese crimen
debe ser denunciado y castigado.
Eso es grave, muy grave y por eso
como mamá se lo digo, porque es
mi obligación protegerlos a todos
ustedes, desde la mas chiquita hasta
el mas grande. ¿Quedó claro?
32
Hubo silencio en la mesa y todos
acaecieron con la cabeza a la pregunta
de mamá.
Después de ese día, María entendió
la lección, que se puede ser amiga de
los novios de las hermanas, que se
les puede besar en las mejillas o a
veces jugar con ellos, que eso no está
prohibido, y que no hay nada de mal en
expresar los sentimientos de afecto
a los otros, pero que todo tiene
unos límites que, por ningún motivo,
ninguna promesa, ningún regalo,
ningún chantaje, se pueden sobre
pasar y que los adultos están ahí para
proteger a los niños y a las niñas y no
para abusar de ellos.
33
 9
3- ¿Cómo se llamaba la Isla a
la que primero llegaron los
descubridores?
- La bautizaron la Española, hoy
es Haití, dijo la otra niña del
equipo.
- Perfecto, muy bien.

Ay María, María, en todas las que se El equipo ganó la primera ronda y

mete…¡Y no aprende!… Decía Lucia, su siguió inmediatamente la segunda.
hermana, desesperada… Ahora era el turno de la Literatura:

Otro día, en su clase organizaron un 1- ¿Quién escribió el Renacuajo

concurso de cultura general. Tres paseador?
niñas debían participar por grupos; - Rafael Pombo dijo una de
las escuelas en aquel tiempo eran las niñas del equipo, el rin rin
separadas, los niños y las niñas no renacuajo, maestra.
estaban juntos. Ahí estaba María, - Perfecto, maravilloso equipo,
por su puesto, en primera línea. muy bien preparado…
Como siempre llena de miedo, pero 2- ¿Y quién es Gabriel García
con el ojo más grande que la barriga, Márquez?
quería participar… ¡Y empezó el
concurso! Primera ronda, Historia:
- El autor de Cien años de
soledad, dijo la otra niña.
1- ¿Quién descubrió a América? - Exacto, muy bien.
- Y María saltó: Cristóbal Colón
3- Y por último: ¿Quién es el autor
- Buen punto María…
de Romeo y Julieta, el autor
2- ¿En qué año? inglés más importante de
- En 1492, dijo la amiga de María. todas las épocas?
- Otro buen punto, excelente - Y María muy orgullosa, lo
equipo…

34
 pronunció tal y como se acordó
que se escribía: Sha-kes-pe-
are.
- ¿Cómo?, dijo la profesora
Y María volvió a repetirlo… ella pensaba
que estaba perfecto; además era
muy difícil pronunciar ese idioma tan
raro… no era como el español que se
leía como se escribía…:
- Sha-kes-pe-are
- ¡Mal punto María, hiciste
perder al equipo! ¡Ese no existe!,
se llama Shakespeare y se
pronuncia {Shakspire}.
35
María que nunca entendió por qué los
adultos eran tan intransigentes, salió
del salón desarmada, defraudada,
repitiendo mil veces:
{Shakspire}, {Shakspire}, {Shakspire}…al
infinito {Shakspire}, y nunca más se le
olvidó quién era el autor de Romeo y
Julieta, el más importante del mundo
entero… Además en su cabeza de
niña surgió una promesa: ¡aprenderé
idiomas extranjeros en cuanto pueda,
los hablaré, escribiré, leeré y también
haré traducciones!… ¡Qué se cree esa
maestra!…
36
 10
Una tarde, cuando todos los niños
y niñas de las escuelas y colegios,
estaban en el patio de recreo, se
escuchó en todo el pueblo, un enorme
ruido, un estruendo espantoso, algo
que nunca habían escuchado. Todos se
preguntaban ¿qué habría sucedido? Y
en seguida empezaron las conjeturas,
las especulaciones y los miedos:
- Qué el mundo se va a acabar,
decían unos…
- Qué se desfondó el cielo decían
otros…
- Qué no fueran exagerados,
decían más allá, que solo
eran dos nubes que se habían
chocado, eso era un trueno…
- Qué no, decían otros era
un ruido muy extraño, muy
desconocido, algo terrible debía
estar sucediendo…
37
Sin ninguna explicación certera, los
niños y niñas volvieron a sus clases
después del recreo y nadie se atrevió
a preguntar qué había sucedido…
Pero cuando sonó la campana para ir
a casa, María fue la primera en salir
disparada…
En un dos por tres llegó a su casa y
encontró a su mamá y a todos los
vecinos muy conmocionados, algo
horrible había sucedido en la casa
vecina…
María escuchó a su mamá y a los
vecinos contando la historia:
Esa casa, hacía muuuuuchos años,
en una de esas tantas guerras que
habían sucedido, hablaban de los mil
días, había servido de cuartel general
y cuando la guerra había terminado,
los soldados se habían ido y la casa
había quedado abandonada durante
cierto tiempo.
Pero muchos años después, una
familia de campesinos había llegado a
vivir allí, tenían muchos hijos, y María
solía jugar con ellos en las tardes,
después de la salida de la escuela.
Esa tarde, los cuatro niños más
pequeños, los que todavía no iban a la
escuela, estaban jugando en el patio
de la casa cuando de repente, debajo
de una piedra, encontraron una pelota,
pero esa pelota era muy extraña, era
de metal, se parecía a una de esas con
las que los campesinos jugaban bolos
criollos los sábados o los domingos
por las tardes…
Los niños muy felices con su
descubrimiento empezaron a Y fue así como María aprendió
jugar futbol con ella, paces van y
paces vienen, cuando de repente…
¡Purrundún!, la pelota estalló con tal
poder que media casa quedó destruida
y de los niños, no había quedado ningún
rastro…
Era una granada de fragmentación
que los soldados habían dejado
38
escondida en esa casa que había
servido de cuartel general hacía ya
más de medio siglo.
Fue un golpe muy duro para el pueblo
entero, un dolor muy profundo…
María, durante varios días estuvo muy
triste, no podía dormir, era como si su
risa, se hubiera ido detrás de esos
niños volatilizados en apenas unos
segundos.
entonces, que, en todas las guerras,
son los más inocentes los que pagan
las consecuencias, bien sea en el
momento de la guerra o años después,
como en este caso, y que ninguna,
ninguna guerra es buena y que nada,
ABSOLUTAMENTE nada las justifica.
39
 11
Uno de los momentos privilegiados
para María y su familia eran las
ocho de la noche. Todos los días de la
semana, de lunes a viernes, a las ocho
en puntos todos saltaban sobre la
cama de mamá. Era la hora de la radio
novela de turno, pero no solamente
era eso, también era un momento
de convivialidad y de complicidades. A
veces la señorita Luisa, una solterona
que vivía de inquilina en la casa, subía
al segundo piso para unirse al ritual y
por lo general siempre llevaba dulces o
alguna golosina para compartir.
En esos momentos, el silencio era
absoluto, nadie chistaba una sola
palabra, nadie se movía, todos bien
arropados bajo las cobijas o las
ruanas de lana. Había que perseguir
la señal de radio, a veces se perdía y
entonces era la desolación para todos,
el desconsuelo, había que cambiar
la posición de la antena, la del radio,
40
(un radio sony de los negros) porque
nadie quería perderse un segundo de
la historia.
Para María ese radio era un misterio,
una cajita de tesoros, un espacio
maravilloso donde vivían como
gnomos, todos esos personajes
que hacían parte de la historia.
María imaginaba que todo sucedía
al interior de esa caja negra. Allí las
casas, las mansiones eran pequeñitas,
absolutamente minúsculas, pero había
de todo, piscinas, cuartos, jardines,
carros, animales, tiendas y sobre
todo una cantidad de personas que
habitaban esos espacios.
María lloraba o reía, como todos los
de la familia, con las alegrías y los
sufrimientos de la protagonista …
Natacha se llamaba una de ellas,
“Natacha, Natacha, mi amor eres tú”.
Así empezaba siempre una de esas
series o Arandùuuuu, el príncipe de la
selva, una historia de misterio y de
terror que a todos les fascinaba.
María seguía al dedillo cada cosa
que sucedía, imaginando siempre esa
gente infinitamente pequeña que allí
vivía y convivía, gente que se amaba,
pero que también se odiaba, un
mundo lleno de envidias, de celos, de
venganzas.
Para ella, cuando la radio estaba
apagada era porque todos los
artistas se iban a descansar o a
seguir sus vidas en ese pequeño
mundo; tenían que bañarse, hacer
sus comidas, hacer sus necesidades
… todo, todo sucedía allí adentro, era
como una copia de su pueblo pero
todo en miniatura y con muchos lujos
y cosas que ella no conocía pero podía
41
imaginar y que esperaba con ansias
hasta la noche siguiente para seguir
escuchando y viviendo las aventuras
de ese mundo que misteriosamente
volaba a través de las ondas sonoras
de esa caja negra, llamada radio, que
ella y todos en casa, adoraban. Porque
en aquella época, no había televisión,
ni nada parecido. Todo, todo, llegaba
a través de ese solo y único medio de
comunicación que hoy sigue presente
entre nosotros.
42
 12
Rosa, sí… así se llamaba la niña que
siempre acosaba a María en la escuela.
- Tiene muchas espinas- Eso
pensaba siempre María, de esa
niña que se había convertido en
su mayor tormento.
Rosa, durante varios años, fue
siempre la preferida de las maestras,
era la más juiciosa, la que tenía mejor
letra, la sabelotodo y claro Rosa tenía
los humos subidos y sabía aprovechar
muy bien su poder para someterlas a
todas.
En el salón se hacía lo que la maestra
y Rosa querían, pero lo peor era en
las horas de recreo; allí se perdía
todo control y Rosa era la que llevaba
la batuta. Ella decidía a qué jugar,
decidía quién podía participar en los
juegos, siempre elegía el mejor lugar
para ella y sus seguidoras y también
elegía a sus víctimas.
43
De vez en cuando, María lograba un
lugar en el séquito, pero la mayoría
de las veces se veía excluida de esos
juegos que siempre le parecían los
mejores. María odiaba a Rosa, pero
también la admiraba.
Casi siempre el juego consistía en
delimitar espacios con piedras y esos
espacios se convertían en grandes
mansiones donde había cuartos, salas,
baños, cocina, jardines, animales…
Las niñas jugaban a la familia y
claro, Rosa era la matrona del lugar…
Ella distribuía los roles y nadie podía
llevarle la contraria; todas aceptaban
porque querían hacer parte del juego.
Por su puesto, la participación en el
juego no era gratis, Rosa acumulaba
regalos de toda índole, las niñas le
llevaban comida, juguetes, útiles
escolares y ella las chantajeaba, les
cambiaba sus mejores haberes por
los de ella, casi siempre al borde de la
desaparición. A Rosa, al contrario de
muchas de sus compañeras nunca le
faltaban los lápices nuevos, los colores
de toda índole, los borradores de nata
blancos y relucientes ¡y qué decir de
los fiambres! La boca siempre llena al
igual que los bolsillos y a veces también
la maleta de la escuela.
Para María esa situación era
insoportable.
Hubo un año, tercero primaria, en que
María no quería volver a la escuela…
todo era pretexto para querer faltar.
Ese año se enfermó muchas veces,
fue el año del sarampión y de las
paperas, pero sobre todo el año de las
amigdalitis constantes. Fue el único
año en que su mamá se preocupó
realmente por la situación de acoso
que vivía la chiquilla, porque después
de cada enfermedad, María lloraba
mucho cuando debía volver a la escuela,
se ponía muy triste y no era capaz de
decir por qué. Fue su hermana Lucía la
que le contó a su mamá lo que pasaba
con Rosa y fue así como ella decidió ir
a hablar un día con la maestra.
44
Ese día, María llegó muy alegre a la
escuela, las niñas ya estaban todas
formadas en las filas que todas las
mañanas se hacían para cantar y
hacer la reflexión del día antes de
empezar las clases y cuando pasó
por delante de todas para llegar a
su puesto, un impulso irrefrenable
la hizo pasar saltando y gritando a
todo pulmón, para que todo el mundo
escuchara:
- Mi mamá viene hoy, mi mamá
viene hoy…
Y su mamá fue a la hora del recreo
y habló con la maestra y aunque la
situación apenas cambió y se volvió un
poco más sutil, María después de ese
día, empezó a sentirse más tranquila,
más segura y sobre todo respaldada
por su madre y por su hermana.
45
 13
Como para muchos niños de familias
católicas, le llegó a María el momento
de hacer la Primera Comunión, un día
lleno de luz, de alegría, de fiesta.
Ella sería la más bella, su hermana le
haría un vestido sin igual, tejido en
la máquina tejedora, con muchos
adornos, con lentejuelas blancas en el
pecho, guantes blancos y una corona
de flores blancas también; su mamá
ya había comprado la lana y todo
lo necesario, ella sería el centro de
todas las miradas y, además, tendría
muuuchos regalos…
Era casi el fin del año, era el 8 de
diciembre y a su mamá, se le había
ocurrido, hacer una sola gran fiesta
en la casa, para también el grado de
normalistas de dos de sus hermanos
mayores, un hermano y una hermana.
46
María se confesó, llena de ilusiones,
se sentía pura, transparente, limpia,
estaba lista para la ceremonia.
Ese día, en la Normal del pueblo, como
era costumbre cuando había grados,
hubo misa antes de la entrega de los
diplomas, y allí María recibió su primera
comunión, de la mano de su madrina, (la
misma señora que se había burlado de
ella cuando lo de la velada literaria) que
era la misma madrina de grado de sus
hermanos, y después de la ceremonia,
todos salieron felices para sus casas,
empezaba la gran fiesta…
María no se hallaba de la dicha, estaba
realmente feliz.
Los regalos empezaron a llegar, uno,
dos, tres… ¡muchos!, pero todos eran
para sus hermanos… Bueno se decía
María, ellos son grandes y yo chiquita,
seguro que mi madrina me va a dar un
hermoso regalo, grande y muy bonito.
María persiguió a su madrina toda
la noche, atalayando el momento
esperado.
Pero en medio de todos los
preparativos, a su madrina también
se le había olvidado el regalo de María…
La niña se puso muy, pero muy triste,
hasta le dio amigdalitis como siempre
que tenía un problema y no se atrevía
a hablar…
En su corazón de niña, nunca entendió
ese olvido, nunca supo si había sido
un olvido del buen Dios o un olvido
de los adultos, esos adultos que por
47
torpeza, o quizás por ignorancia o
porque a ellos también los educaron
así, a veces piensan que los niños o las
niñas, como en este caso, no sienten,
no se ponen tristes, no sufren cuando
alguien los ignora.
48
 14
A veces a María, con el transcurrir de
las horas y los días y entre tantas
ocupaciones, se le olvidaba o le daba
pereza hacer las tareas de la casa
que tenía encargadas: regar el jardín
en las tardes cuando llegaba de la
escuela, subir la jarra esmaltada
de puntitos negros con el agua para
que todos pudieran lavarse la cara,
peinarse y lavarse los dientes en la
mañana antes de ir a la escuela o al
colegio, barrer el patio de entrada,
recoger la ropa limpia colgada en las
cuerdas del patio trasero, ayudar
a hacer el aseo de toda la casa los
sábados en la mañana, además de
hacer las tareas que le dejaban
todoooooooooooos los santos días.
María nunca pudo entender por qué
tenía que hacer todo eso, ni mucho
menos entender que si no lo hacía la
podían castigar. Y claro, como ella era
la menor, la más chiquita, todas sus
49
hermanas y hermanos, además de su
mamá, tenían autoridad sobre ella.
¡Qué suplicio!, pensaba María; a todos
les tenía que obedecer y si no lo hacía
tenía que aguantar las consecuencias.
Pero la más terrible de todos era
Tulia… a ella le encantaba hacer aseo y
cuando le tocaba el turno, los sábados
por la mañana, era insoportable.
Se ponía una pañoleta en la cabeza
para evitar el polvo, daba órdenes a
diestra y siniestra, revisaba todos
los rincones de la casa, barría, lavaba,
limpiaba el polvo, los muebles, todo,
todo y ¡ay del que se atreviera a
desobedecer o a pasar por en medio
de lo que estaba haciendo!, mínimo se
llevaba un escobazo o un pellizco o un
coscorrón.
Y claro, a María casi siempre se le
olvidaba algo de lo que ella le pedía o
no lo hacía bien y ahí se armaba la
de san quintín. Ahí era cuando María
empezaba a gritar:
- M a m à a a a a a a ,
mamàaaaaaaaaaaaaa… y Tulia
seguía persiguiéndola por toda
la casa para castigarla.
- ¡A la alberca no, a la alberca
 nooooo! fogón, en la tarima, o cuando podía
y ya estaba seca, en el regazo de su
- ¡Mamàaaaaa, mamàaaaa, madre y allí, muy calladita, saboreando
mamàaaaa, ¡Spachhhh! y a la el vasto sentimiento de injusticia que
alberca de agua fría iba a caer la habitaba, se decía muy para sus
María, como un sapito. adentros:
- ¡Mamáaaa!, repetía María Algún día tendremos una casa linda
desesperada, ¡Mamá tengo y no tendrá alberca y le pondremos
mucho frío! agua caliente y nunca más tendré que
bañarme con agua fría, nunca más,
Y María, estilando y morada del
nunca más.
frio se refugiaba siempre al lado del

50
51
 15
Otro día, eran como las seis de la tarde,
la hora en que la mamá de María iba a
misa y la hora de todas las libertades
para los chicos y chicas de la casa y
del pueblo. Era la hora de salir a dar
vueltas al parque, la hora de las visitas
furtivas de los novios, la hora de los
juegos prohibidos, de las batallas de
agua, de las batallas de piedra tiradas
de un lado a otro con caucheras, en
fin…mil cosas pasaban en esas horas
de la caída del sol, hasta los venados
salían a pasearse por las nubes
anaranjadas y rojizas… era lo que se
imaginaba María cuando hablaban de
“el sol de los venados”. Y ese día, como
muy a menudo, en la hora precisa en
que los chicos estaban jugando a la
guerra de caucheras, se fue la luz en
el pueblo, pero eso no impidió que el
juego continuara…
Y María que se asoma al portón de la
casa para ver si algo se podía adivinar
52
en esa oscuridad que empezaba a
arreciar, cuando de repente sintió el
impacto en su frente… una piedra la
había alcanzado. ¡Ay qué dolor! Y algo
calientito empezaba a rodar por su
frente…
Entró llorando a la soledad y a la
oscuridad de la casa y a la única
persona a la que se encontró fue a
su hermana mayor. Su hermana que
estaba embarazada y que no quería
a María porque era muy llorona y
quejetas, pero sobre todo porque
siempre andaba metiendo la nariz en
todos lados.
Por su puesto, en la oscuridad y sin
saber la gravedad del asunto, lo único
que se le ocurrió a la hermana fue
pegarle un coscorrón a María para
que dejara de llorar…
Pobre María, tras de escalabrada,
regañada y coscorroneada…
Esa noche, María levantó la casa a
gritos, hasta que su mamá llegó de la
misa y puso orden en lo sucedido. A la luz
de la vela examinó la frente de María,
le limpió la herida, vio que no había sido
nada grave; regañó a la hermana por
su injusticia, le hizo saber, con toda
su autoridad, que nada justificaba
golpear a un niño o una niña, porque
llora y que antes de reaccionar hay
que verificar lo acontecido, porque
los niños por lo general lloran cuando
tienen un problema. ¡No lo sabría ella
que tenía que lidiar con seis! Y cuando
el hermano del juego de caucheras
llegó a la casa también lo sermoneó:
53
- ¡Qué cómo se les ocurría jugar
a oscuras! ¡Que vieran las
consecuencias, qué le hubieran
podido sacar un ojo a la niña, o
hasta a ella misma al salir de la
iglesia!
- ¡Qué muchachos más
inconscientes! Decía la mamá de
María, rascándose la cabeza…
54
 16
Además de la navidad había otros
momentos del año que para todos los
niños y niñas del pueblo y también para
los adultos, pero no por las mismas
razones, eran toda una fiesta…
un extrañamiento sin igual a otros
momentos de la vida.
Para María, la Semana Santa era
uno de esos momentos privilegiados.
Se comía diferente, se hacía el
amasijo en la casa, se preparaban
platos exclusivos, la casa olía a pan, a
colaciones, a masato de arroz y sobre
todo se salía a las procesiones, se iba a
la iglesia y las capillas, se visitaban los
monumentos; en fin, eran días llenos de
olores, de colores, de movimientos, de
ceremonias, de juegos extraños para
los niños y las niñas; nada era como de
costumbre, se recibían visitas en las
casas, no se peleaba, no se castigaba,
todo era paz y silencio, mucho silencio.
Pero nada era tan divertido, ningún
juego era tan sagrado para las niñas
55
y niños del pueblo, como salir a las
procesiones, sobre todo las de los
Viernes Santo.
María, sus amigas y su hermana Lucia,
se metían debajo de los pasos de
la procesión, el de la Magdalena era
su preferido porque muchas de las
mujeres del pueblo y sobre todo las que
venían del campo, lo seguían con mucho
fervor. Se decía que la Magdalena
hacía milagros, ayudaba a las mujeres
a conseguir marido. Y ahí, debajo de
esos pasos, emprendían su diversión
las y los chiquillos: amarrar, unas con
otras, las cintas de los largos pañolones
negros de paño de las campesinas,
para después ver cómo se jaloneaban
y discutían entre ellas, sin que supieran
quién había hecho la pilatuna.
Para María y los otros niños y niñas,
ese era el mayor secreto de la
Semana santa; además, sabían que el
problema no iría a mayores, pues eran
días de devoción, y en esos días era
imposible pelearse y además hacer
bromas para hacer reír a la gente en
los días santos era preparar, un poco
por adelantado, anticipar la fiesta de
la resurrección, del amor infinito, de
la alegría que se vivía el domingo de
Gloria, como decían los adultos.
56
 17
Pocos recuerdos tenía María de sus dos
hermanos hombres; las diferencias de
edades con ellos eran de 7 y 10 años,
pero además estudiaban internos en
el seminario del pueblo. Era la solución
que su mamá había encontrado para
poder sobre llevar una vida de viuda
con seis hijos a su cargo.
Sin embargo, María nunca pudo olvidar
el día en que su hermano mayor, el de
los ojos verdes, la encerró en el cuarto
y le dijo que esperara ahí, mientras
él iba al otro cuarto a pegarse un
martillazo en la cabeza.
Para María la espera fue eterna,
fueron horas y horas de zozobra,
de angustia y a pesar de no haber
escuchado ningún ruido en el cuarto
del lado, ella imaginaba que lo peor
había sucedido. Se imaginaba a su
hermano con un chichón en la frente,
en otros momentos se lo imaginaba
con la cabeza partida… se lo imaginaba
57
muerto, tieso, sin vida. También en
algún momento llegó a pensar que
era solo una mentira, ella sabía que
a los grandes les gustaba asustar
a los más pequeños, como cuando le
contaban cuentos de brujas y de
lloronas y de hombres sin cabeza y
ella se los creía, pero igual, se quedaba
porque le gustaba escucharlos.
Pese a todo, a todas las cosas que
le pasaban por su cabeza y hasta la
hacían temblar o dudar de lo sucedido,
María no se atrevía a salir del cuarto,
tal era el horror que esa posible
escena le producía.
Fue una tarde entera de sábado la
que pasó allí, asustada, aterrada, sin
saber qué hacer y a eso se sumaba la
imperiosa necesidad de obedecer las
órdenes de su hermano mayor. Tenía
que esperar ahí, no había otra salida,
de lo contrario se haría castigar,
como siempre sucedía.
Fue solo en la noche, a la hora de la
cena que todos cayeron en cuenta que
María había estado ausente toda esa
tarde y ahí su mamá los movilizó para
buscarla. La casa era muy grande,
tenía tres patios y una huerta enorme
y seguro María estaba entretenida
en algún lado, jugando sola, como
siempre lo hacía, inventando cualquier
cosa para pasar el tiempo o se habría
ido a la casa de la Kika, pero no había
pedido permiso… era extraño. Pero no,
por más de que buscaron y buscaron,
nadie la encontró y a nadie se le
ocurrió buscar en el cuarto. Era el
lugar menos posible, allí por lo general
solo iban en la noche, cuando ya era la
hora de la radio novela o de acostarse
a dormir.
58
Finalmente, fue su mamá, ya muy
angustiada, la que subió al cuarto para
buscar la linterna y seguir buscando,
la que encontró a María acurrucada
encima de la cama, muerta de frío y de
miedo y cuando le preguntó qué hacía
allí, María se ahogó en llanto sin poder
ponerle palabras a lo acontecido.
Al día siguiente María supo que su
hermano había estado toda la tarde
anterior jugando al futbol con sus
amigos.
59
 18
Meses después del grado de
normalistas, Tulia, la hermana de
María había logrado un puesto de
maestra en una de las veredas de El
Cocuy, ese pueblo encantando, pueblo
espejo, del Norte de Boyacá, conocido
por muchos por estar muy cerca del
Parque nacional del Nevado que lleva
su mismo nombre.
Y como era de esperar, su hermana
pronto había conseguido un
pretendiente, un guapo paramero,
que a caballo iba a visitarla y que le
había propuesto matrimonio.
Cuando la noticia llegó a su madre,
ésta pronto organizó el viaje para ir
a conocer al galán. Su hija no podía
casarse con cualquiera y se llevó a
María en esa aventura.
Primero tomaron el bus de media
noche que las dejaba en La Uvita,
un municipio cercano, de la misma
60
provincia boyacense de Norte y
Gutiérrez; allí, en medio del frío de
la madrugada, tuvieron que esperar
el otro bus que las llevara al Cocuy.
Finalmente, después de la peripecia,
muy cansadas, emparamadas y
trasnochadas porque María se había
mareado, vomitado y ensuciado su
vestido nuevo, llegaron al pueblo donde
estaba su hermana esperándolas…
era la primera vez que María se subía
a un bus y viajaba con su mamá fuera
de su pueblo.
No más bajar del bus y ya a María se
le había olvidado el mareo, la fatiga,
el frío. La chiquilla solo tuvo ojos para
contemplar el mundo de flores que
adornaban, por todos los rincones,
el parque de ese pueblo. Flores rojas,
amarillas, azules, rosadas, moradas…
Nunca, nunca, María había visto
tantas flores juntas; pero sobre
todo, la que más le llamó la atención
fue una flor que tenía los pétalos
duros, parecía una margarita y María
pensó, que la pobre se había congelado
con el frío. Pero no, su hermana le
explicó que era así, que era una de las
particularidades de la zona, que esas
flores duraban muuuuucho tiempo,
pero que también se marchitaban.
María en su asombro recogió varias
de esas flores, se las guardó en sus
bolsillos, eran realmente un tesoro;
eran para ella, las flores más bellas
que había visto en su vida, las flores
de pétalos duros y de hojas y de
tallos suaves, flores eternas, flores
extrañas, casi no flores; María no
sabía cómo explicarse ese fenómeno.
Lo que María si sabía era que en la
pequeña biblioteca de su escuela había
una enciclopedia llena de fotografías,
de dibujos y que todo, todo lo que
había en el mundo y que ella no
conocía, allí se encontraba. Y el lunes
siguiente, después del viaje, lo primero
que hizo María en la hora del recreo,
fue ir a buscar en esa enciclopedia,
las características de las flores
con pétalos duros y allí encontró lo
siguiente:
“La Flor de Papel, conocida con el
nombre científico Helichrysum
bracteatum y por los nombres
comunes Inmortal, Siempreviva,
Flor de paja o Flor de papel, es
una planta herbácea originaria de
Australia que se comporta como
anual si en invierno la temperatura
baja de los 5ºC, o como bienal si
está en una zona donde el clima
61
es suave todo el año.
Llega a alcanzar una altura de
entre los 30 y los 80cm. Sus
hojas son alternas, lineares
y con forma lanceolada. Las
flores, que brotan durante el
verano, están formadas por
muchas brácteas de textura
coriácea que pueden ser de color
amarillo, blanco, rojo o rosa.
¡Mejor no haber buscado nada!,
María quedó mucho más perdida.
¡Qué nombres tan raros! No le cabían
en su cabeza y además había otros
países lejanos… Ella que siempre había
pensado que el mundo terminaba
detrás de las montañas de su pueblo…
Y eso de las temperaturas bajas y
altas, de primavera, de verano, de
frío… ¡Que confusión!
Lanceoladas… ¿qué significaría esa
palabra tan extraña? ¡Este mundo
era de locos! Flores de papel, flores de
paja… ¡no podía creerlo! Lo único cierto
es que eran muy bellas esas flores y
que a María nunca se le olvidaría aquel
viaje hacia el encuentro con las flores
de pétalos duros, al encuentro con
“las siemprevivas”.
¡Qué nombre tan maravilloso!…
62
 19
Si había algo que María detestaba, por
sobre todas las cosas que pasaban
en su casa, era el sacrificio de los
animales.
Para ella, cuya mejor diversión era
jugar y cuidar a los pollitos recién
salidos de sus cascarones, llevarle
comida a los conejos, darle los
desperdicios a los cochinitos, cuando
había marranos de ceba en su casa,
montar en los corderos o las ovejas,
cuando se podía, o hacer corridas de
toros con ellos, ir a buscar la leche y
aprovechar para ver a los terneros
junto a sus mamás las vacas…
ver luego que esos animales eran
sacrificados ante sus propios ojos,
era una pesadilla.
Pero lo peor, peor, peor, era cuando
hacían festines en su casa; por
ejemplo cuando sacrificaban a un
marrano y luego, empezaban a producir
todas esas cosas que les encantaban
63
a los otros: que las morcillas, los
chicharrones, las génovas, el queso
de cabeza, las chuletas, las costillitas
asadas y todos felices se chupaban
los dedos con esas delicias y María en
un rincón, intentando comer con las
náuseas en la boca del estómago, con
ese asco que la dominaba recordando
la sangre y las vísceras del animal
sacrificado ante sus ojos, con esas
ganas incontenibles de vomitar, a
veces con hambre y sin poder decir
nada, porque ¿quién iba a entender
que eso, que era tan normal, tan
exquisito, fuera una verdadera
pesadilla para María?
Además, su mamá intentaba criar
animales y sembrar muchas cosas en
la huerta para que siempre hubiera
comida en casa, para que a sus hijos e
hijas y a otras tantas personas que
siempre pasaban por allí, no les faltara
un plato de sopa, como ella decía.
Al contrario de lo que pasaba con
los animales, ir a desenterrar las
zanahorias, (pero no los rábanos,
esos nunca le gustaban), recoger el
perejil o el cilantro para las comidas,
sacar la cebolla, regar el jardín o
plantar nuevas flores, subirse a los
árboles para recoger las manzanas,
los duraznos o las cerezas, eso, eso sí
era una fiesta para María. Comerse
las curubas recién bajadas de su
enredadera, ¡qué explosión de sabores
en su boca!, hasta empacharse y luego
llorar por el dolor de barriga, pero
eso no importaba. Nada remplazaba
el placer de comerse un tomate con
limón y sal o robarse, de vez en cuando,
una de esas mandarinas que solo se
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conseguían los jueves en el mercado y
por las que rivalizaban con su madre…
Definitivamente, el mundo de los
grandes es muy, pero muy extraño y
distinto al mundo de los niños y de las
niñas, eso pensaba María y así, sus
gustos y sus disgustos en materia
alimentaria, se fueron consolidando
a lo largo de esa infancia tan llena de
sabores y de siniestros sin sabores.
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Otro momento de gran alegría y
diversión para María y para todas las
niñas y niños del pueblo era la llegada
del circo. Casi todos los años y por la
misma época, con pitos y centellas,
llegaba “El gran Circo de los Hermanos
Conejo”, los que comían cangrejo,
se subían por las cuerdas, hacían
malabares y contaban historias a
morir de la risa.
Eran semanas de aventuras sin igual;
María y sus amigas solo esperaban la
salida de la escuela todas las tardes,
para ir a jugar con Amparito, la
niña de resorte, para ir a tocarla,
verla entrenar y si fuera posible,
asegurarse si efectivamente tenía
resortes o tenía huesos.
Y por supuesto, todas las niñas
querían ser contorsionistas, querían
subirse en los altísimos columpios y
aprender a saltar de un lado al otro,
aprender a caminar sobre la cuerda
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floja, dar botes y volantines como
Amaparito y los otros niños de la
tropa y a veces, los dueños del circo
las dejaban participar, colgarse del
cabello a una cuerda, porque tenían
los cabellos de acero y una fuerza
sin igual en la nuca; ¡pero qué va! ¡eso
dolía muchísimo! Sin embargo no se
atrevían a decirlo, porque se acababa
la diversión y ya no podrían disfrutar
de la magia… el dolor era el precio a
pagar por tanto placer.
Además, con el circo también venían
las gitanas, esas mujeres cargadas
de misterio, que leían las cartas, las
palmas de las manos y predecían el
futuro de grandes y chicos. Siempre
vestidas de colores, con sus largas
faldas y sus magníficas trenzas bajo
sus pañoletas.
No había mejor momento del año en
ese pueblo y cuando el circo se iba, lo
despedían con nostalgia y María y sus
amigas armaban entonces su propio
circo… eso duraba por lo menos un
mes, colgaban cuerdas en las vigas
de las casas, hacían contorsiones en
los patios, daban vueltas y volteretas
hasta marear a los adultos y todo
paraba cuando ya éstos exasperados
y llenos de miedo, no fuera a ocurrir
un accidente, les descolgaban las
cuerdas, les desmontaban las carpas
hechas de trapos viejos o simplemente
les prohibían seguir con esos juegos
de foráneos.
María nunca pudo entender esas
razones, en su corazón de niña, el mudo
debería ser siempre como un circo,
lleno de colores, de risas, de sorpresas
y de alegría y además, pensaba ella,
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en el circo se aprendía tanto como
en la escuela; era diferente, pero
también se aprendía mucho y era muy
divertido. Definitivamente, los adultos
nunca entenderían que el juego y la
diversión eran el mejor terreno de
experimentación y aprendizaje para
los niños… eso pensaba María muy
a menudo, sobre todo en las noches
antes de quedarse dormida.
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En medio de todas sus historias,
María siempre tenía una certeza,
y ese era su mayor secreto: que
estuviera triste o feliz, que lloviera o
hiciera sol, ella sabía quién, en verdad,
la escuchaba…
Era suave, era dulce, siempre venía
con su cola a acariciar sus piernas o
su rostro, cuando tenía frío, cuando
tenía hambre, cuando lloraba, cuando
reía, cuando jugaba, ella siempre
estaba ahí.
Era la gata, la gata Muñeca. Así se
llamaba y no era un eufemismo, porque
esa gata era la muñeca más linda que
María nunca tuvo.
Habían crecido juntas… la gata llegó
a la casa cuando María era aún muy
pequeña y todo lo compartían. María
la bañaba, la peinaba, le daba parte
de su leche y hablaba horas y horas
con ella, todo se lo contaba y la
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gata la escuchaba y le maullaba… las
conversaciones eran muy intensas e
interminables.
Pero lo más emocionante para María,
era cuando la gata iba a dar a luz.
Ahí María se convertía en partera,
le organizaba la camita para que
tuviera a sus gatitos y cuando la
gata ya estaba a punto, maullaba y
maullaba desesperadamente para que
la acompañaran y una vez los gaticos
habían nacido, seguía maullando para
que se los fueran a ver… era realmente
conmovedor, y todo un espectáculo
para todos los miembros de la familia.
María todos los días visitaba a los
gaticos, les cambiaba los trapos y los
lavaba ella misma, estaba pendiente
de cuando iban a abrir los ojos y una
vez empezaban a caminar y a salir de
su guarida. ¡empezaba la fiesta! Horas
y horas jugando con ellos, cuerdas de
lana que vagaban por la casa, todo
era motivo para los juegos.
María los bautizaba, les ponía
nombres, si eran hembras les ponía
sarcillos de flores, si de repente
alguno se le moría, lo enterraba, y le
celebraba la misa.
Los gatos de María eran su felicidad
plena, eran su tesoro, su secreto y
junto a ellos María era la niña más
feliz de este mundo.

FIN

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