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LAS AVENTURAS ANDALUZAS JAMÁS CONTADAS POR LOS NIÑOS Y LAS NIÑAS DE MARIA ANA

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LAS AVENTURAS ANDALUZAS JAMÁS CONTADAS POR LOS NIÑOS Y LAS NIÑAS DE MARIA ANA

ÍNDICE

Presentación 1
Prólogo 4
Capítulos
EN UNA TARDE DE VERANO 5
LA MAGIA DEL ANILLO EN LA CIUDAD DE LAS JOYAS 25
SOL, COMPROMISO Y ALEGRÍA: ALMERÍA 40
MAGIA EN LA TACITA DE PLATA 54
JAEN: HISTORIA Y VICTORIA 73
LA PROVINCIA ONUBENSE: UN LUGAR DE DESCUBRIMIENTOS 96
MÁLAGA: SOL Y BUENA VIDA. 112
UN VIAJE INESPERADO 132
DE VUELTA A CASA 162
FANTASÍA O REALIDAD 186
Participación 195

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PRESENTACIÓN

Este libro surgió como consecuencia de un proyecto


para la mejora de la calidad educativa llevado a cabo por el
profesorado del CEIP María Ana de la Calle.
Se pretendía integrar en él todos los proyectos que se
llevan a cabo: Escuela de Paz, Plan de Lectura y Biblioteca,
Plan de Igualdad, Escuela TIC 2.0,… con el objetivo final de
mejorar la expresión escrita de nuestro alumnado, desde una
perspectiva metodológica innovadora.
Se pensó en darle un papel protagonista al alumnado
en su aprendizaje, y que de una forma colaborativa y
cooperativa todos los alumnos y alumnas del centro
elaborasen un libro de aventuras. Mediante el cual además
de desarrollar su competencia lingüística, profundizase en el
conocimiento de su propia comunidad autónoma.

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Las aventuras de los personajes transcurren por las


distintas provincias de Andalucía. Cada grupo ha centrado
sus esfuerzos en el conocimiento de una provincia,
compartiendo su labor y aprendizajes con el resto de grupos.
A su vez éstos enriquecieron este producto trabajando sobre
él, aportando sus propios conocimientos y desarrollando
nuevas capacidades de una forma integradora.
Así mediante esta actividad común para todo el centro,
se ha integrado el desarrollo de las siguientes competencias
básicas de nuestro alumnado:
o Conocimiento e interacción con el medio físico.
Mediante la investigación sobre el territorio de la
Comunidad Autónoma Andaluza, su geografía,
historia, sus personajes y monumentos relevantes...
desarrollando conocimientos sobre la comunidad.
o Tratamiento de la información y competencia
digital, no sólo para la búsqueda crítica y selección
de información, sino como herramienta para la
realización en sí de los relatos y el libro.
o Competencia social y ciudadana. Desarrollando
habilidades fundamentales como el diálogo, el
debate, respeto a las ideas de los demás, discusión
para llegar a un consenso en la toma de decisiones...
Además de habilidades de trabajo colaborativo y
cooperativo, pues es una actividad colectiva, no sólo
intra-clase sino inter-clases.
o Competencia cultural y artística. Entre los
personajes de la historia aparecen artistas
relevantes de la comunidad andaluza, sobre los que
han investigado. Siendo además objeto de estudio el
patrimonio histórico y cultural, para ofrecer un
marco contextual a las aventuras.

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o Competencia en comunicación lingüística. Se


desarrollan las cuatro destrezas comunicativas
básicas: la comprensión oral de relatos, la expresión
oral de ideas, exposición y defensa de las mismas,
debatir, argumentar… El desarrollo de la comprensión
escrita y la capacidad de selección de información
relevante durante la fase de investigación de la
actividad. Y finalmente la capacidad de expresión
escrita con la realización de estos fantásticos relatos.
o Competencia para aprender a aprender. Dotando
al alumnado, mediante estas prácticas, de
estrategias instrumentales, fundamentales para el
aprendizaje constante a lo largo de la vida.

Así, con este planteamiento globalizador, a través de


una metodología activa, y empleando la creatividad y la
motivación como estrategias para la integración de todas
estas competencias, es como se ha desarrollado este
proyecto, cuyo producto esperamos que disfruten a
continuación.

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PRÓLOGO

Os presentamos aquí las aventuras fantásticas de unos


muchachos y muchachas del CEIP María Ana de la Calle, en
El Coronil. A lo largo de este libro descubrirán interesantes
lugares, acontecimientos y personajes de esta bella tierra
que es la nuestra, Andalucía.
Ha sido una gran aventura para todos. Para todo el
alumnado de “María Ana”, que ha creado esta historia, y para
su profesorado, que también se ha aventurado en ella.
Participando todos en este viaje con una gran ilusión.
Bien es sabido que la experimentación de una aventura
es estimulante y beneficiosa, aunque también hay riesgos.
La aventura nos hace más conscientes de nuestras propias
capacidades y carencias.
Lo que caracteriza a una aventura es la novedad, ha
sido una novedad porque todos, tanto el alumnado como el
profesorado se han enfrentado a una tarea nueva, escribir un
libro entre todos. También es un descubrimiento, en este
caso de una comunidad autónoma, rica en historia,
costumbres, gentes, arte… ¿quién no ha descubierto algo
nuevo en esta aventura? También la aventura se caracteriza
por ser algo arriesgado, es incierta, nadie sabía cómo iba a
terminar este viaje cuando lo planeamos, ni el alumnado, ni
el profesorado.
Pero lo que sí podemos asegurar es que para todos ha
sido enriquecedor e ilusionante en todos los sentidos.
El resultado aquí lo podréis valorar, os invitamos a vivir
estas “Aventuras jamás contadas de los niños y las niñas de
María Ana”.

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CAPITULO I

EN UNA TARDE DE VERANO…

Una tarde de verano del año 2010, en la piscina


municipal de El Coronil se celebraba una Gymkana para
todos los niños del pueblo. Entre todos ellos se encontraban,
un grupo formado por: Celia, Joselito, Yumara y Ernesto.
Celia, era una chica de 11 años que cursaba 6º de
primaria, era de estatura media y un poco obesa, de carácter
fuerte, muy cabezona, nunca daba su brazo a torcer y muy
caprichosa ya que era hija única y estaba muy mimada por
sus padres y abuelos.
Ernesto, tenía 9 años, estaba en 4º de primaria, era
bajito y de composición fuerte, el pelo moreno y corto, ojos
azules, nariz y labios finos. Era un niño de carácter
agradable, alegre y un poco tímido, que intentaba pasar
desapercibido aunque siempre que había un problema
intentaba dar una solución. En el dedo índice de su mano

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derecha llevaba un anillo de oro, evitaba siempre hablar de


sobre él, lo que le hacía ser un poco misterioso.
Joselito, tenía 11 años era alto y muy delgado. Era un
chico muy moreno de piel, con ojos claros, destacando en su
físico su nariz chata y su boca pequeña. No era un buen
estudiante, siendo muy travieso y nervioso. Le encantaba
escuchar y bailar Rap, siempre iba con ropa deportiva y con
su gorra.
Yumara, era una chica marroquí de 8 años que había
llegado al pueblo en el 2005. Estaba en 3º de primaria, era
alta y delgada, de piel morena, siempre iba con su pelo
moreno y rizado recogido con dos trenzas. Tenía unos ojos
preciosos de color miel, grande y vivarachos con pestañas
muy alargadas, con una nariz chata y labios carnosos con
dientes blancos como perlas.
Era muy simpática, amiga de todos, bastante nerviosa,
solidaria y trabajadora. Sus mayores aficiones eran el
atletismo, el tenis y la lectura. Le encantaba leer libros de
aventuras.

Joselito, un poco enfadado dijo: “Vaya grupo me ha


tocado, encima dos niñas y una de ellas marroquí. Así es
imposible que gane esta Gymkana”.
Yumara muy enfadada le contestó: Recuerda lo que
hemos aprendido en nuestro cole: “Todos somos iguales”,
somos un equipo donde no existe ni raza ni sexo, si todos
ponemos lo mejor de cada uno podremos conseguir nuestros
objetivos.
Joselito avergonzado de su comentario respondió:
Tienes razón todos somos Iguales, a partir de ahora seremos
un equipo donde todos iremos a una.
―Ya que somos un equipo, ¿Por qué no nos
inventamos un grito de guerra? ―preguntó Celia.
Ernesto contestó: Muy buena idea, podríamos hacer el

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grito al principio de cada prueba.


Joselito un poco emocionado exclamo: ¡Hoy mi amiga
Yumara, me ha recordado una lección! Luego propongo que
gritemos: “Todos somos iguales”, así estaremos más unidos.
Los demás respondieron: ¡Muy buena idea!, ¡Ya
tenemos grito de guerra!

Se acercaba el inicio de la Gymkana, los nervios se


apoderaron de todos los participantes. El monitor encargado
de dar la salida, explicó la primera prueba: “Cuando pite, un
miembro de cada equipo tendrá que cruzarse la piscina a lo
ancho y encontrar en el fondo una de las tarjetas que os
indicarán unas series de pistas que os llevará al lugar donde
se encuentra la siguiente pista”.

Los componentes del grupo hicieron un sorteo para


ver quien nadaba, el azar quiso que la “afortunada” fuera
Celia. Ella asustada dijo: ¡Yo no me mojo la cabeza, mejor que
lo haga uno de vosotros! Además soy muy lenta nadando y
seguro que llego la última.
Ernesto respondió: Recuerda nuestro grito de guerra,
no seas tan negativa contigo misma, ¡seguro que lo haces
muy bien! Además nosotros estaremos dándote fuerza desde
la valla. ¡Ánimo Celia! ¡Tú puedes!
―Gracias compañeros por vuestro apoyo, ahora estoy
muy motivada y sé que puedo hacerlo bien ―agradeció Celia.

Justo antes que el monitor diera la salida, Celia se


colocó en posición.
―¡Preparados, listos...! ¡YA! ―. El monitor pitó y los
concursantes saltaron al agua.
Celia pensativa y un poco distraída saltó al agua una de
las últimas, sus compañeros no paraban de animarla.
―¡Vamoooss, Celiaaaa tu puedes! ―gritaban todos a la

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vez. Estos gritos le dieron más fuerza a Celia y comenzó a


remontar, se cruzó la piscina, cogió un poco de aire y se
sumergió rápidamente hacia el fondo, allí encontró una
tarjeta y se la dio a sus compañeros.

Yumara se apresuró a recoger la tarjeta y comenzó a


leérsela a sus compañeros: “Muchos libros hay donde tenéis
que ir y una gran pista podréis conseguir”.
Joselito muy rápido exclamó: ¡Es muy fácil, seguro que
es en la Biblioteca!
―¡Claro que sí! ― dijeron sus compañeros.

Todos juntos salieron corriendo, dirección a la


biblioteca municipal, situada en la Casa la Cultura. Una vez
allí, se encontraron con la bibliotecaria y le preguntaron:
¿Qué tenemos que hacer? ¿Dónde está la siguiente pista? La
bibliotecaria respondió: “En algunos de los libros que trata
sobre la Historia de El Coronil encontraréis la siguiente pista,
¡Ánimo chicos!”.
Ernesto dijo: Vamos equipo, no hay tiempo que perder.
Lo encontraremos seguro, gritó Celia.

Los chicos empezaron a buscar libros de El Coronil,


cuando de pronto a Yumara le llamó la atención un libro con
los cantos dorados situado en un rincón detrás de varias
cajas. ―¡Mirad este libro, parece muy viejo verdad! Estaba
aquí escondido―. Ernesto dijo: No perdamos tiempo,
sigamos buscando.
―Parece bastante misterioso― dijo Celia ―¿y si lo
abrimos? ―. Joselito muy nervioso contestó: “vamos abrirlo”.
Ernesto resignado dijo: “vale vamos a abrirlo, pero ¿cómo se
titula?” Yumara contestó: “No sé, tiene bastante polvo,
vamos a limpiarlo y veremos de qué va”.
Joselito cogió un trapo situado en una estantería y

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comenzó a quitar el polvo de la portada del libro.


“Las grandes historias vivas de El Coronil” dijo Celia
muy sorprendida. Los miembros del grupo se miraron unos
a otros y durante unos segundos reinó el silencio. Yumara
muy confiada dijo: Vamos a abrirlo a lo mejor nos
encontramos la siguiente pista en este libro tan misterioso.
Ernesto cogió el libro, y lo abrió, el ambiente se fue
distorsionando.
―¿Qué está pasando? ¡Tengo miedo!, ! Cierra el libro!―
dijo Joselito.
Celia, contestó: No pasa nada, pasemos de página.
Ernesto le hizo caso a Celia, pasó de página y algo extraño
ocurrió: salió del libro un gran tornado de aire que absorbió
a los cuatro amigos.

De repente se encontraron en un pueblo con pocas


casas y Ernesto seguía con el libro en la mano. Muy
sorprendidos y a la vez asustados, dijeron: ¿Dónde estamos?
Empezaron a caminar por el poblado y vieron a lo lejos un
hombre que poco a poco se acercaba al grupo.
Yumara dijo: Buenas tarde, ¿quién eres? ¿Dónde
estamos? ¿Nos puede ayudar?
El hombre contestó: Soy Ruy Pérez de Esquivel,
estamos en el año 1381 y me he traído quince vecinos libres
de impuestos para poblar un nuevo pueblo, le llamaré: El
Coronil.
―Imposible, no puede ser, estamos en el año 2010 y
nuestro pueblo es El Coronil y no se parece en nada a este
poblado ―dijo Ernesto. Celia asustada, le preguntó: ¿Por
favor, me puedes dejar tu móvil, para llamar a mi mamá?
―¿Móvil? ¿Qué es eso?― Yumara le explicó: Es un
aparato que utilizamos para comunicarnos con las
personas.
Ruy Pérez Esquivel soltó una carcajada.

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―Os vuelvo a repetir chicos estamos en el año 1381,


os puedo ofrecer pan y un techo para que paséis la noche.

Viendo que no tenían otra salida, aceptaron el


ofrecimiento. Los chicos llegaron a la casa. ―¡Estoy
hambrienta! ― dijo Celia. Pasados unos minutos un hombre
y una mujer le llevaron a los chicos la cena: 4 barras de pan y
un cántaro lleno de agua.
―¿Y la comida cuando viene? ― preguntó Joselito. ―La
comida es ésta― dijo la mujer.
―¿Ésta?― dijeron al unísono. ―¡Quién cogiera las
lentejas que me dejé este mediodía en el plato!― dijo
Joselito.
Al principio no querían comer, porque no estaban
acostumbrados a comer sólo pan, pero mientras avanzaba la
noche las tripas les sonaban cada vez más, al final se lo
tuvieron que comer, les supo a gloria. Una vez hubieron
cenado, el sueño les rindió y estuvieron descansando hasta el
amanecer, cuando despertaron con el canto de un gallo.
Después de pensar y pensar, Yumara dijo: ¡Tengo una
idea! Si cuando abrimos el libro nos transportó aquí…, si lo
volvemos abrir a lo mejor nos lleva a nuestra época. Joselito
asustado replicó: Y ¿si lo abrimos y nos transportan a la
Prehistoria? No me quiero imaginar vivir en una cueva y
tener que ir a cazar para comer.
―Sólo espero que nos transporten a nuestro pueblo y
si no al futuro donde haya muchas tiendas y ropas de última
moda― continuó diciendo Celia.
Yumara volvió a hablar: Chicos vamos a dejarnos de
tonterías y vamos a abrir el libro, para ver lo que pasa.
¿Estamos de acuerdo?
―De acuerdo― contestó el grupo. Todos unidos se
agarraron de las manos y con un poco de miedo contaron
hasta tres y abrieron el libro. Todos juntos gritaron: “Una,

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dos y... tres”.


De nuevo al abrir el libro, el grupo volvió a ser
absorbido por un tornado de aire y aparecieron en un
palacete.
―¿Dónde estamos?―preguntó Ernesto.
―No tengo ni idea pero me suena bastante este edificio
―respondió Celia― Vayamos a dar una vuelta a ver si
encontramos a alguien que nos pueda ayudar.
Pasados unos minutos se encontraron con una pareja
que parecía que iban disfrazados de traje de época. Joselito
les preguntó: ¿Quiénes sois? ¿Dónde estamos?
La mujer con una sonrisa en la boca contestó: Soy
Maria Ana de la Calle y él es mi marido D. Diego Quebrado.
―¿María Ana de la Calle?, así se llama nuestro cole―
dijo Ernesto.
―¿Vuestro colegio? ―dijo sorprendida― Si aquí en El
Coronil no hay ningún colegio.
―¿Pero en qué año estamos? ―preguntó Yumara.
―Estamos en el 1768―contestó.
―Oh no, no me lo puedo creer ―dijo Joselito― hemos
avanzado 300 años pero seguimos muy lejos del año 2010.
―¡Este lugar me suena bastante!― volvió a repetir
Celia.
― Claro, ya sé, estamos en la Casa de la Cultura― dijo
Ernesto cuando reconoció el edificio.
Maria Ana de la Calle y Diego Quebrado se echaron a
reír y le comentaron que estaban en su palacete, que había
sido construido en el 1714 tras su boda.
―Habéis dicho anteriormente que vuestro colegio se
llama Maria Ana de la Calle ―expresó María Ana― ¿Sabéis
por qué?
Según nos han comentado nuestros maestros, en el año
1771 donaréis vuestro palacete para formar la primera
escuela pública en nuestra localidad y en agradecimiento a

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partir de ahí llevará su nombre nuestro cole ―explicó


Ernesto.
―Podéis llevar razón chicos, ya he comentado con mi
mujer un par de veces que al no tener hijos, el día de mi
muerte, donemos nuestros bienes a todos los hijos
coronileños para que puedan aprender a leer y escribir ―dijo
Diego Quebrado.
―Me siento muy orgullosa de que vuestro cole lleve mi
nombre― dijo María Ana muy emocionada, al conocer que
los planes que tenía en mente con su marido iban a llegar a
buen puerto, y que gracias a esa donación se formarían
muchos coronileños a partir del año 1771.
Don Diego Quebrado se quedó un poco pensativo y
comentó un poco preocupado ―Chicos si todo lo que
comentáis es verdad… ¿me quedan tres años de vida?
―Lamentablemente creo que si ―dijo Joselito―
aunque la vida es algo maravillosa que todos los días nos trae
sorpresas, de hecho nosotros ayer estábamos muy tranquilos
en nuestra piscina municipal jugando y de repente mira
donde hemos aparecido, gracias a este libro mágico. ―¿Un
libro mágico?― preguntó extrañada María Ana.
—Sí ―contestó Celia― un libro mágico, que nos está
transportando en el tiempo y gracias a él estamos
conociendo personajes históricos de El Coronil.
—¿Nos podríais dejar el libro, para transportarnos al
año 2010 y así ver como es el colegio que lleva el nombre de
mi mujer? ―dijo Diego Quebrado.
—Vale, os lo dejamos, pero traérnoslo de vuelta
―concedió Joselito― Queremos volver a nuestra época y
sólo lo podemos hacer a través del libro.
María Ana y Diego cogieron el libro entusiasmados,
empezaron a pasar páginas, pero allí no pasaba
absolutamente nada.
Los chicos se miraron unos a otros y dijeron: ¡Oh no,

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no puede ser! No nos podemos quedar en esta época.


Ahora… ¿cómo volvemos? ―¡No volveré a ver a mi perrita
Lulú! ―se lamentó tristemente Celia.
María Ana y Diego les comentaron a los chicos que ya
que no han podido ver cómo es el colegio en el año 2010, si
ellos les podían contar cómo era. Por supuesto ―dijo
Ernesto― Es un colegio grande de dos plantas, con amplias
clases, un gimnasio donde los niños realizan Educación
Física, dos patios enormes, uno para los niños de Primaria y
otros para los más pequeños. Una gran biblioteca donde hay
muchos libros, que podemos llevárnoslos a nuestra casa
gracias a un carné que tenemos. En él estudiamos más de
460 niños y nos dan clase alrededor de 30 maestros. También
hay un gran salón, al que llamamos S.U.M, donde realizamos
teatros, vemos películas y se realizan exposiciones como por
ejemplo, la Feria del Libro.
María Ana y Diego muy emocionados, dijeron: ¡Que
colegio tan bueno tenéis! Os damos la enhorabuena.
―Nosotros os damos las gracias a ustedes, ya que sin
vuestra donación esto no hubiera sido posible― comentaron
los cuatro chicos muy agradecidos.
Joselito asustado, le rogó a María Ana que le devolviera
el libro, para comprobar si el libro había dejado de ser
mágico. De lo nerviosos que estaban, solo de pensar que se
podían quedar en aquella época, a Joselito se le resbaló de
sus manos el libro, éste al chocar contra el suelo se abrió
pasando varias páginas. Los chicos se pusieron muy
nerviosos y acudieron rápidamente a ver qué sucedía, se
agacharon para recoger el libro y de pronto volvió a salir de
nuevo un tornado de aire que fue absorbiendo a los chicos
uno a uno.

Los chicos aparecieron junto a la iglesia del pueblo.


Ésta es la iglesia de nuestro pueblo― dijo Ernesto― Chicos os

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acordáis lo que explicó el maestro, estas casas y estas


estructuras parecen del principio del siglo XX, luego creo que
hemos avanzado en el tiempo, pero seguimos a un siglo del
2010.
―Para asegurarnos demos una vuelta y preguntemos a
alguien en qué año estamos― dijo Joselito. Los cuatro
compañeros empezaron a andar por las calles del pueblo y a
lo lejos se acercaba un hombre con una bata blanca y una
mascarilla. Yumara se asustó al ver que ese hombre con la
mascarilla se acercaba a ellos. El hombre notó el miedo de
los chicos y dijo: No os preocupéis chicos, sólo vengo a
ayudaros, no podéis permanecer en la calle, los habitantes de
este pueblo están siendo azotados por una epidemia. Está
provocando grandes fiebres mortales, luego os aconsejo que
os vayáis a vuestra casa.
¿A nuestra casa? ―preguntó Joselito― No sabemos
dónde está, vivimos en El Coronil pero del año 2010, ¿en qué
año estamos?
El hombre un poco extrañado contestó: ¿El 2010?, si
faltan 100 años para llegar al 2010, eso es imposible.
Dejaros de historias fantásticas y venid conmigo a mi
consulta.
―¿A tu consulta? ¿Pero quién eres?― preguntó
Yumara.
Mi nombre es Salvador Escassis y soy doctor en el
pueblo ―contestó― venid conmigo y os refugiaré en mi
casa, allí os haré un chequeo para ver si estáis contagiados.
De camino a casa del doctor, Celia y Joselito se
empezaron a encontrar muy mal, no tenían apenas fuerza.
Salvador Escassis cogió en brazos a Celia. Ernesto y Yumara
ayudaron a coger a Joselito.
Cuando llegaron a la consulta, les puso un termómetro
a cada chico ―¡Oh noooo!¡ La fiebre está muy alta!― exclamó
el doctor― Os voy a tener que vacunar ―dijo― Mientras

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ustedes poneros estas mascarillas―dijo el doctor


dirigiéndose a Yumara y Ernesto.
Celia y Joselito muy asustados preguntaron: ¿No
moriremos, no?
―Tranquilos chicos, estoy aquí para ayudaros, con esta
vacuna he salvado muchas vidas en este pueblo y seguro que
todo sale bien― les tranquilizó el doctor.
Celia y Joselito un poco más tranquilos respondieron:
Muchas gracias doctor.
Al cabo de unas horas tanto Joselito como Celia
estaban mejor, aunque seguían con fiebre. Esta noche os
quedaréis aquí para guardar cama y ya mañana hablaremos
de vuestra historia, ahora lo importante es vuestra salud ―les
dijo―. El doctor ofreció a los chicos una sopa caliente antes
de ir a dormir.
Los chicos descansaron muy a gusto y una vez
despiertos fueron a desayunar con el doctor. Allí
mantuvieron la siguiente conversación:

―Buenos días― le dijo el doctor a los chicos.


―Buenos días doctor― contestaron los chicos.
―¿Qué os apetece de desayunar?
―Un bollycao― dijo Joselito muy emocionado.
―¿Un bollycao? ¿Qué es eso? ― preguntó extrañado el
doctor.
―Es un dulce relleno de chocolate— aclaró Joselito.
―Recordad chicos que estamos en el año 1910, no es
vuestra época, y ese dulce aquí no existe, de todas formas os
recuerdo que los dulces no son saludables. El desayuno que
os voy a ofrecer es mejor, una tostada con aceite de oliva
acompañada con un buen vaso de leche.
―Vale, de acuerdo, lo que sea— comentó Celia― con el
hambre que tengo, me comería una vaca.
Sus compañeros y el doctor al escuchar el comentario

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de Celia, soltaron una gran carcajada. El doctor y los chicos


comenzaron a desayunar y el doctor pregunto: ¿Cómo
habéis llegado hasta aquí?
―Gracias a este libro que tengo en mis manos― dijo
Ernesto.
―¿Ese libro? ¿Dónde lo habéis conseguido? ¿Es
mágico? ―preguntó el doctor.
―Es un libro que estaba en un rincón de la biblioteca y
sí, es mágico, porque gracias a él hemos conocido al
fundador de nuestro pueblo, Ruy Pérez Esquivel, y a las
personas responsables de que hoy en día tengamos colegio:
María Ana de la Calle y Diego Quebrado. Hasta que nos ha
traído hasta aquí, con usted ―dijo Yumara.
 Ah! Parece interesante y ¿por qué os ha traído hasta
mí? ― preguntó el doctor.
 Porque usted está haciendo una gran labor en
nuestro pueblo, está curando a muchas personas enfermas y
salvándolo de una de las epidemias más peligrosas que ha
vivido nuestro pueblo― contestó Celia.
 ¿Sabe una cosa doctor? Su nombre me suena― dijo
Joselito.
―Claro, es el nombre de la calle donde yo vivo― le
recordó Ernesto.
―¿La calle donde tú vives? ― preguntó sorprendido el
doctor.
—Sí ―respondió Yumara― Leí que en agradecimiento
a la gran labor que hizo usted en el pueblo, se le puso su
nombre a una de las calles. Es una de las calles más grande de
nuestro pueblo, con aceras anchas con naranjos a ambos
lados, en ella se encuentra actualmente la O.F.E, (que es la
Oficina de Fomento al Empleo). Hace 25 años ese edificio era
el Ayuntamiento de nuestro pueblo.
―Increíble, ahora mismo me siento muy emocionado y
a la vez orgulloso, de que en un futuro una de las calles de mi

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pueblo lleve mi nombre ―comentó el doctor con emoción.


Los chicos estuvieron varios minutos conversando con
el doctor hasta que decidieron volver a abrir el libro, pues ya
deseaban volver a su época. Joselito muy decidido cogió el
libro y pasó de página. De repente, salió una ráfaga de aire
que llevó a los niños a una azotea desde donde se podía ver
casi todo el pueblo.
―¿Pero dónde estamos ahora? ―preguntó Yumara―
Parece que no hemos avanzado en el tiempo.
―Parece que estamos en una casa grande y lujosa, mira
que jardín tan grande y con una piscina ―dijo emocionado
Ernesto.
Bajaron a la segunda planta de la casa y se quedaron
asombrados con los muebles tan lujosos que había en la casa,
siguieron andando por la casa y en una habitación sentado
junto a una mesa se encontraron a una mujer y un hombre.

 ¿Quiénes sois? ¿Qué hacéis aquí?― dijo la mujer


asustada.
 Tranquila señora somos cuatro niños de El Coronil,
que no sabemos en qué año estamos ni en el lugar que nos
encontramos― aclaró Joselito.
 ¿Cómo? ¿no sabéis si estáis en El Coronil? ―dijo el
hombre.
 Pues no se parece mucho a nuestro pueblo, está más
viejo, ¿en qué año estamos? ― preguntó Celia. Estamos en
1915― le contestó.
 Sólo hemos avanzado cinco años, a este paso nunca
llegaremos al 2010―dijo un poco resignada Yumara.
 ¿Cómo se llama? ― preguntó Joselito impaciente.
 Mi nombre es Magdalena, y él es Marcelo Cerruti―
contestó.
 ¿Qué casa más lujosa? ¿Cómo podéis tener esta casa?

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― volvió a preguntar Joselito.


―Esta casa la tengo gracias al dinero que me manda mi
padre desde Francia, él es un rico comerciante y navegante
llamado Wenceslao de Luis ―contestó Magdalena.
Yumara se quedó pensativa durante unos instantes y
susurró a sus compañeros: Chicos ya sé con quién estamos
hablando, ella es “La Marcela”.
 No podemos contar todo lo que sabemos de ella, ya
que tiene un final muy trágico― dijo Yumara.
 ¡Recordad el trabajo de investigación que hicimos
sobre ella en el cole! ― dijo Ernesto a sus amigos.
 Es verdad― dijo Celia ― A parte de morirse su hijo
ahogado en la piscina, sobre 1936, “La Marcela” se suicida
porque el padre dejó de mandarle dinero y se arruinó.
 ¿Luego, qué hacemos?- preguntó Yumara.
 ¿Qué os pasa chicos? ¿Qué tramáis? ― preguntó
inquieta “La Marcela”.
 Nada, nada―respondió rápidamente Ernesto―
Hemos llegado hasta aquí a través de este libro mágico.
 Sí, vivimos en el año 2010 y no podemos volver―
mintió Joselito.
 ¿El año 2010? Si falta mucho para entonces ―dijo
extrañada― ¿Un libro mágico?
 Sí, es un libro que nos transporta en el tiempo y
queremos volver, pero el libro parece que ha perdido su
magia. ¿Conoces algún lugar mágico? ―preguntó Joselito a
Magdalena.
 Cuenta una leyenda que en un Castillo próximo al
pueblo, llamado “Castillo de las Aguzaderas”, al anochecer
aquel que encuentre una pequeña piedra brillante en una de
sus torres, será transportado en el tiempo. Eso si chicos, la
leyenda no dijo si puede transportarte en el pasado o en el
futuro, y tampoco dijo nada del lugar— contestó Magdalena.

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 Bueno, intentémoslo a ver lo que pasa. Mejor


arriesgarnos a ve si tenemos suerte— dijo Ernesto.
 Magdalena, ¿tiene algún medio de transporte para
dejarnos?— preguntó Joselito
 Id a mis establos, que ahí hay varios caballos, os
puedo dejar dos —contestó, y les pregunta: —¿pero sabéis
montar a caballo?
Ernesto y Yumara, dijeron: Sí, dimos clases el verano
pasado.
 ¿A caballo? Me da mucho miedo montar a caballo. ¿Y
si me caigo?— dijo Celia.
 Tranquila, montaras conmigo y te aseguro que no te
pasará nada— contestó Ernesto.
 Chicos, pues… ¿a qué esperáis? Acompañadme hasta
la cuadra, pondremos la montura y os ayudaré a subir en
ellos— les dijo.

Los chicos acompañaron a Magdalena hasta la cuadra,


allí se encontraban dos preciosos caballos. Un caballo
marrón, con pelo recogido y negro, una cola muy larga, alto y
doble, con piernas fuertes y musculosas. Y una yegua blanca
con manchas marrones, con ojos y pelo claro, más joven y de
menos estatura que el caballo marrón.

 ¿Cómo se llaman? ― preguntó Yumara.


 El caballo se llama Lucero y la yegua Romera—
contestó Magdalena.
 ¿En cuál prefieres montar?— le preguntó Ernesto a
Celia, que era la más miedosa.
 Prefiero a Romera que es más baja— contestó — así
si nos caemos la distancia será más corta ―dijo Celia
bromeando.
 Vale, venga, entonces nosotros montaremos en

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LAS AVENTURAS ANDALUZAS JAMÁS CONTADAS POR LOS NIÑOS Y LAS NIÑAS DE MARIA ANA

Lucero— dijo Yumara.


—Os deseo mucha suerte —les dijo Magdalena— Si
encontráis la piedra y conseguís vuestro objetivo, dejad los
caballos atados en la puerta del Castillo, mañana iré a
recogerlo.
—Muchas gracias, Magdalena, por tu ayuda— se
despidieron los chicos.
Ernesto y Celia, montados en Romera, fueron los
primeros en salir, yendo detrás, montados en Lucero, Yumara
y Joselito.
Tras varias horas de camino, por carriles cubiertos de
piedras y arena, a lo lejos vieron un gran Castillo. Fueron
galopando hacía él, con la ilusión de volver al año 2010.
Llegaron al castillo, ataron a los caballos en la entrada y
entraron por una gran puerta. Se encontraron con un gran
patio, con un árbol ladeado y una escalera a mano izquierda
que accede a la segunda planta.

 Mirad, no ha cambiado casi nada, la semana pasada


estuve aquí con mis padres y la verdad, es que el Castillo
sigue prácticamente igual— dijo Joselito.
―Empecemos la búsqueda, que falta poco para el
anochecer —dijo Ernesto—. Vamos a dividirnos y si
tenemos alguna noticia, nos avisamos mediante un silbido.
—Yo y Yumara, subiremos a la torre principal— dijo
Joselito.
—De acuerdo, Ernesto y yo subiremos por la escalera
que está a la izquierda de la puerta de entrada —continuó
Celia— así accederemos a las demás torres.
— ¿Quién hizo este castillo tan bonito? — preguntó
ella sorprendida.
—Fue construido por los árabes en el siglo XV—
contestó Yumara.
—¿Por qué se construyó?— volvió a preguntar Celia

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LAS AVENTURAS ANDALUZAS JAMÁS CONTADAS POR LOS NIÑOS Y LAS NIÑAS DE MARIA ANA

muy interesada por el tema.


—Se construyó para defender el manantial de agua de
la fuente de Las Aguzaderas —continuó su amiga—. Si
subimos a la torre principal podemos divisar las cuatro
torres más cercanas al castillo que son las de Cote, el Bollo,
Lopera y del Águila. Cuando en alguna de estas torres veían
acercarse a las tropas enemigas, avisaban al Castillo
mediante reflejos de luz.
—¿Cómo sabes tú esa historia?— preguntó Joselito.
—Porque me encanta leer y de los libros siempre se
aprenden cosas nuevas— respondió Yumara orgullosa.
—Vale la historia me parece muy bien, pero recordad
que hemos venido a encontrar la piedra brillante que
esperemos que nos transporte a El Coronil en el año 2010.
Empecemos la búsqueda de una vez que ya es de noche —
comentó Ernesto.
Yumara y Joselito empezaron a subir por una escalera
oscura, con peldaños de piedra en mal estado y de forma
irregular, lo que provocaba que la subida fuera lenta y tenían
miedo a una posible caída.
Por la otra escalera del castillo, subían Celia y Ernesto,
era una escalera en muy mal estado también, que llevaba a
un camino muy estrecho. Iban más rápido que sus
compañeros porque la luz de la luna los iluminaba. Llegaron a
la primera torre, buscaron durante varios minutos y
encontraban piedras, pero sin brillos.

Yumara y Joselito seguían avanzando poco a poco por


la escalera pero muy ilusionados por encontrar la piedra.
Cuando iban subiendo los últimos escalones vieron una
pequeña luz. Joselito muy entusiasmado le comentó a
Yumara: “Esperemos que esa luz proceda de la piedra, me
muero de ganas de volver a casa y ver a toda mi familia”.
Terminaron de subir la escalera y se acercaron a un

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LAS AVENTURAS ANDALUZAS JAMÁS CONTADAS POR LOS NIÑOS Y LAS NIÑAS DE MARIA ANA

pequeño cobertizo, allí se encontraron una piedra minúscula


pero muy brillante. —¡Ya la tenemos! ¡Voy a cogerla!—dijo
Joselito muy decidido.
—¡No! ¡No!, espera —dijo Yumara mientras sostenía a
Joselito del brazo derecho— Vamos a avisar a Celia y a
Ernesto, no vaya a ser que la piedra nos transporte solo a
nosotros, mejor estar todos juntos.
Joselito emitió un silbido, pero no fue respondido por
sus compañeros, así que decidieron silbar juntos, entre
ambos silbidos se formó un ruido muy fuerte que llegó a los
oídos de sus compañeros.
Ernesto y Celia respondieron de inmediato al silbido y
comenzaron a bajar la escalera para dirigirse a la torre
principal.
Subieron la escalera oscura por donde habían pasado
Yumara y Joselito. Avanzaban cuidadosamente, pero un poco
más rápido que sus compañeros, la ilusión de ver la piedra
brillante y poder volver a casa los hizo más ágiles.

Por fin llegaron a la torre principal. De nuevo estaban


los cuatros juntos.
—Ahora tenemos que decidir si quedarnos con el libro
mágico o con la piedra brillante— comentó Yumara.
Joselito muy nervioso dijo: “Prefiero quedarme con la
piedra, porque el libro nos ha metido en esta historia y a lo
mejor la piedra es la que nos saca de ella”.
Yumara respondió: “Prefiero quedarme con el libro, es
verdad que él nos ha metido en esta historia pero cada vez
que nos ha transportado en el tiempo hemos ido avanzando,
recordad que conocimos a Ruy Pérez de Esquivel en el año
1381 y ya estamos en el año 1915”.
Celia, dijo: “Prefiero la piedra, nos ha costado mucho
trabajo encontrarla y ya que la hemos encontrado vamos a
utilizarla”.

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LAS AVENTURAS ANDALUZAS JAMÁS CONTADAS POR LOS NIÑOS Y LAS NIÑAS DE MARIA ANA

—Luego vamos dos a uno, tú decides— dijo Yumara


dirigiéndose a Ernesto.
—Estoy con Celia nos hemos esforzado bastante en
encontrar esta piedra, tengo el presentimiento que será
nuestra solución— resolvió él.
—Pues decidido nos quedamos con la piedra brillante
y… ¿con el libro que hacemos? ¿Nos lo llevamos con
nosotros?— preguntó Joselito.
—Sí, no nos lo podemos dejar atrás— contestó
Ernesto agarrando el libro.

Los cuatro chicos se miraron fijamente y se acercaron


a la piedra, se agacharon y la tocaron, pero para sorpresa de
ellos pasaron varios minutos y seguían en la torre principal.
Celia un poco desanimada con lo ocurrido, comentó: “A
lo mejor la piedra no funciona porque tenemos otro objeto
mágico en nuestro poder. Probemos a tocar la piedra dejando
el libro en el suelo. ¿Os parece bien?”.
—Sí, probemos a ver lo que pasa— respondieron sus
compañeros.

Entonces Ernesto resignado dejo el libro en una


esquina de la torre y junto a Celia, Yumara y Joselito,
volvieron junto a la piedra, esta vez no solo la tocaron sino
que la cogieron.
De repente una gran luz deslumbró a los chicos, era
una luz muy intensa, que alumbraba todo el castillo, esta luz
empezó a atraer a los chicos, desapareciendo en unos
segundos y apareciendo en...

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LAS AVENTURAS ANDALUZAS JAMÁS CONTADAS POR LOS NIÑOS Y LAS NIÑAS DE MARIA ANA

CAPITULO II

LA MAGIA DEL ANILLO EN LA CIUDAD DE LAS JOYAS

Era una tarde de verano del año 930, muy soleada


sobre la ladera de Sierra Morena. A lo lejos se veía la ciudad
más bella del mundo. Había bellos jardines en amplios
patios, fuentes acompañando el recorrido y grandes
columnas terminadas en arcos en forma de herradura.
Un grupo de bellas jóvenes, con la cabeza cubierta con
un pañuelo de seda, grandes collares y trajes largos se
divertían hablando en el Salón de la Alberca de la ciudad.
De repente, se escucha un silbido ¡siiiisssssss! y
aparece una chica de piel morena difuminada tras una
espesa manta blanca de humo.
Todas las chicas se acercan a ver lo ocurrido. Una de
ellas le pregunta:
—¿Quién eres? ¿De dónde vienes? ¡Cúbrete la cara o
estarás en peligro!

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LAS AVENTURAS ANDALUZAS JAMÁS CONTADAS POR LOS NIÑOS Y LAS NIÑAS DE MARIA ANA

Yumara un poco asustada y mirando hacia todos los


lados pregunta a su vez:
—¿Qué pasa? ¿Dónde estoy? ¿Y mis amigos?
Una de las chicas le contestó: Esto es Medina Azahara,
situada en Córdoba en la capital de Al- Ándalus y estamos
en el año 930.
—¡Pero si la capital de Andalucía es Sevilla!—dijo
sorprendida
—No, no... Córdoba es mucho más importante pues
tiene más de un millón de habitantes, universidades,
bibliotecas, palacios y multitud de edificios importantes, los
que no tiene Sevilla —le dijo.
Otra de las chicas le respondió: “¿De qué amigos
hablas?”
Yumara sorprendida contestó: “Son dos chicos
llamados Ernesto y Joselito y una chica llamada Celia”.
—Pero ¿no ves que sólo estás tú con nosotras en el
harem y no hay nadie más? ¡Qué nombres tan raros tienen
tus amigos!— dijo la chica.
Yumara les cuenta a las chicas del harem su historia
mientras le ofrecen una taza de té caliente y la escuchan
boquiabiertas.

Se oye al fondo un ruido y una de las muchachas, le


grita: “¡Cuidado, tápate, que puede venir nuestro amo!”.
—¿Amo? ¿Eso cómo es? Si nadie puede ser dueño de
nadie.
Entonces una chica triste que se encontraba en el
rincón se acercó a Yumara y destapándose el velo le dijo:
“Mira, pequeña, esto es lo que queda de mi hermosa cara.
Mi amo y señor el califa Abderramán III, en un ataque de
furia me la quemó”.
Yumara, asustada le contestó: “Yo tengo la solución
mira, sé el teléfono de atención a la mujer ante los malos

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LAS AVENTURAS ANDALUZAS JAMÁS CONTADAS POR LOS NIÑOS Y LAS NIÑAS DE MARIA ANA

tratos es el 016, así que si cogéis un móvil y llamáis os


sacarán de aquí”.
—Pero… ¿de qué estás hablando? No entendemos
nada...
Yumara pensativa se dio cuenta de que acababa de
decir una tontería.
Azahara, una de las chicas, la más bella de todas, y la
preferida del califa se acercó muy prudentemente a la niña
y agarrándola del brazo le dijo: “Ven te voy a enseñar lo
cruel que es mi señor”.
Las dos chicas de forma sigilosa cruzaron una puerta
con tres arcos y enmarcados en preciosos dibujos tallados,
era la puerta del primer ministro. Continuaron caminando
hasta llegar a una celosía desde la que podían divisar una
gran sala con muchos arcos en forma de herradura, era el
Salón Rico.
Al fondo Yumara pudo ver cómo un hombre de piel
clara, ojos azules, bastante atractivo, bajo pero fuerte,
señorial, majestuoso y ricamente vestido pero con una
mirada aterradora y cruel, decía de forma elocuente: “Yo,
Abderramán III, califa de Córdoba, como el gobernante más
importante de la historia de la humanidad, y aquí delante
de todos mis súbditos, ordeno la ejecución de mi hijo por
traición”.
Yumara no podía creer lo que estaba viendo con sus
propios ojos y le dijo a Azahara: “Esto que veo no puede ser,
en mi libro de lengua leí que Abderramán te hizo feliz
sembrándote almendros en esta Sierra que tenemos detrás
para que no añoraras Sierra Nevada”.
Azahara con la mirada triste le contestó: “Eso sólo es
una leyenda”.

Entonces las dos, muy tristes y con lágrimas en los


ojos se dirigieron al harem. Allí estaban las jóvenes

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LAS AVENTURAS ANDALUZAS JAMÁS CONTADAS POR LOS NIÑOS Y LAS NIÑAS DE MARIA ANA

jugando, lanzándose un trozo de lo que parecía ser una


piedra dorada y muy brillante. En ese momento Yumara
grita: “Nooooo, es mío, la vais a romper, ¡lo único que
faltaba es tener que quedarme aquí!”
Entonces Azahara les quita la piedra a sus
compañeras y se la devuelve.
—Toma tu piedra y vámonos, es hora de que
busquemos la forma de salir de aquí, pues estás en
peligro— le dijo poniéndosela en la mano.
Azahara, que conocía muy bien la ciudad de Córdoba
la guió hacia un lugar donde seguramente no iba a
encontrarse con Abderramán, hacia la mezquita, ya que
aunque la había ampliado últimamente, no cumplía con sus
deberes religiosos y el Cadí lo había censurado.
Así, Azahara cogió un siniestro libro bajo su traje y se
lo dio y acompañó a Yumara en el caballo hacia la
mezquita...

Mientras tanto en la misma ciudad, pero en distinta


época un señor de unos 30 años, con traje oscuro, camisa
blanca y escaso pelo, pero de aspecto jovial, entraba por el
único puente de acceso a la ciudad. Pasaba cerca de la Torre
de la Calahorra, que había servido para defender a la ciudad
en la época de los romanos. Llevaba consigo un grueso libro
entre sus manos.
Cuando llegaba a la Torre escuchó un chapoteo en el
agua y cambiando la mirada vio un joven que intentaba
salir de ella, enfadado. Vio que en la cabeza llevaba algo
extraño.
Aquel hombre se acercó y con voz firme le preguntó:
“¡Oh! ¿Qué haces en el gran reino de Andalucía, de arenas
nobles y ya que no doradas?”.
—Tío, ¿de qué me hablas? ¿Crees que me estoy dando
un chapuzón, colega?— le dijo Joselito.

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LAS AVENTURAS ANDALUZAS JAMÁS CONTADAS POR LOS NIÑOS Y LAS NIÑAS DE MARIA ANA

—¿De dónde caminas, pequeño caballero con esa


indumentaria y ese lenguaje tan extraño? —le pregunta el
hombre— Yo, soy D. Luis de Góngora y Argote, del Siglo de
Oro y barroco español, el mejor poeta, que hasta los
pintores más famosos de Sevilla a retratarme se dignan,
como mi buen amigo y consejero Velázquez —añade.
—¿Poeta? ¿Eso qué es? Si yo el único poeta que
conozco es uno que está colgado en la pared de la calle de
mi cole y creo que se llama “Poeta Miguel Benítez de
Castro”—le dijo— ¿Y Siglo de Oro? ¿Y eso cuándo es? Si el
siglo que conozco es el siglo XXI
—Lo siento caballero, no conozco a ese señor ni se de
qué me hablas— se disculpa.
—Bueno tronco, dime en que año estoy que me las
piro vampiro— le dijo.
—Estamos en el verano de 1591 y me dirijo a mi
taberna preferida, aunque antes pasaré a ver una corrida en
la explanada de la plaza de la corredera, para continuar mi
camino hacia la mezquita catedral. Allí debo saldar cuentas
con el obispo, así que si usted lo desea me acompaña y le
doy una indumentaria seca — se ofrece.

Después de esta conversación se dio cuenta de que


había perdido a sus compañeros y que en una mano llevaba
un trozo de una extraña piedra dorada y resquebrajada.
Decidió guardarla debajo de la gorra y pensó que lo mejor
sería acompañar a aquel señor con tan extraño nombre y
tan rara forma de hablar para poder encontrar una salida.
—Espera, Góngora, que te acompaño— le dijo
siguiéndole.
Joselito tras salir del río se dirigió hacia el caballero y
en su lenguaje intentó explicarle lo que le había ocurrido.
Góngora pensó que aquello era una falsa leyenda infantil.

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LAS AVENTURAS ANDALUZAS JAMÁS CONTADAS POR LOS NIÑOS Y LAS NIÑAS DE MARIA ANA

Los dos caminaron hacia una de las tabernas de la


judería de Córdoba, un barrio lleno de callejuelas estrechas,
con la intención poder cambiarse de ropa.

De camino a la taberna se escucha de pronto: “¡Agua


va...!” Y Góngora tira rápidamente del brazo de Joselito y lo
empuja hacia la pared.
Joselito extrañado y ante aquel olor que le vino
preguntó: “¿Es eso lo que pienso que es?”.
—Joven caballero, es la hora de limpiar nuestras
alcobas y esta dama cristiana no conoce nuestra costumbre
en Córdoba, y como viene de Madrid tira sus desechos a las
callejuelas como allí suelen hacer.
—Mira, tío, cada vez entiendo esto menos, ¿es que no
sabéis lo que es un váter? Le voy a tener que mandar a la
patrulla verde para que le enseñe algo de lo que es tener
que tirar cada cosa en su sitio. Mira después de tanta agua
tengo ganas de hacer pis ¿Lo hago aquí mismo? —le
pregunta.
—¡Nooooo! hay una cruz, y ahí no se puede hacer.
—Mira, vamos a la taberna que me vas a volver loco.

Entraron en la taberna con la intención de echar una


partida de cartas y hablar un rato con un grupo de amigos
sobre la pasión de Góngora: “los toros”.
Al entrar se dio cuenta de que en un rincón estaban
sus dos enemigos Lope de Vega y Quevedo, que al parecer
también al igual que él estaban de viaje por su ciudad.

Se oye al fondo: “Caballero, ¿qué le pongo sobre la


tapa?”
—¿Sobre la tapa o de tapa?— pregunta Joselito
extrañado.

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LAS AVENTURAS ANDALUZAS JAMÁS CONTADAS POR LOS NIÑOS Y LAS NIÑAS DE MARIA ANA

—Joven, “sobre la tapa”, ese tabernero lo que intenta


es ponerme algo sobre mi copa para que el papel que hace
que no entre el polvo no se mueva— le explica.

Tras saciar su apetito se van hacia la mezquita y pasan


delante de la Sinagoga Judía, que tras ser expulsados los
judíos de la ciudad, ahora estaba siendo utilizada como
hospital.
—Bueno joven caballero, si quieres entra conmigo a la
antigua mezquita. Tengo que solucionar un problema antes
de irme a Salamanca.
—¡Quillo! Vas de problema en problema. ¿Qué
problema tienes con esta gente?
—Antes de marcharme a mis estudios y siendo un
joven muchacho faltaba a mis obligaciones eclesiásticas, y
creo que es hora de solucionar esta situación.

Joselito decide acompañar a Góngora y en un rincón


vio otro trozo polvoriento de un objeto similar al que él
había guardado en la gorra y mientras Góngora le pedía
ayuda para agarrar el libro que portaba...

¡Plass... plass...! Se encienden unos focos, grandes


ráfagas de flases iluminan la sala... Una señora corta una
cinta con la bandera de Andalucía y se escucha: “Aquí
Televisión El Coronil, conectamos en directo desde
Córdoba: Excelentísima alcaldesa de Córdoba ¿Es para
usted un honor inaugurar esta exposición de cuadros de tan
importante pintor?”
—Es para mi un honor estar aquí, en salón de los
mosaicos del Alcázar de los Reyes Cristianos viendo los
cuadros de Julio Romero de Torres y haber contribuido a
reunirlos en este maravilloso lugar.
—¿Qué cuadro le gusta más?— continúa la reportera.

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LAS AVENTURAS ANDALUZAS JAMÁS CONTADAS POR LOS NIÑOS Y LAS NIÑAS DE MARIA ANA

—La verdad, todos, pero hay uno que me sorprendió


cuando lo vi y me sentí muy atraída por él, “La chiquita
piconera”, por representar a la típica mujer morena
cordobesa— continúa la alcaldesa.
Mientras hablaban, el periodista y Rosa Aguilar
delante del cuadro, ven cómo mágicamente de entre las
piernas de la piconera y de la copa de carbón aparecía una
niña que intentaba esconderse entre toda la multitud que
allí se encontraba.
Celia se muestra intranquila por ver tanta gente, pero
a la vez feliz por ver a personas conocidas, gente de la tele,
periodistas de “Tele Coronil”... Pero cuando busca a sus
amigos para compartir su alegría descubre que... ¡No hay
nadie...!

Rosa Aguilar se acerca a la niña y le pregunta: ¿Quién


te ha invitado a esta inauguración? ¿De dónde has salido?
¿No tendrías que estar en el colegio?
—No, me dieron las vacaciones hace varios días. Tú
eres Rosa Aguilar, ¿verdad? —pregunta Celia y continúa: —
La ministra de Medio Ambiente.
—¿Pero qué dices? Soy la alcaldesa de Córdoba— le
contesta.
—Vaya rollo, el lío continúa...— se le escapa en alto a
Celia y piensa: “ésta no sabe ni papa de lo que le estoy
diciendo”.
Rosa agachándose dijo: “Toma esto, creo que se te ha
caído a ti”. Celia tras cogerlo vio que era un fragmento de
aquella piedra dorada que casi ya no recordaba.

La alcaldesa viendo la confusión de la niña trata de


calmarla y llevándosela a solas por los jardines del Alcázar.
Habla con ella y le aclara dónde se encuentra. Celia le

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LAS AVENTURAS ANDALUZAS JAMÁS CONTADAS POR LOS NIÑOS Y LAS NIÑAS DE MARIA ANA

cuenta su historia y por qué esta allí. Rosa le sigue la


corriente pensando que es una travesura infantil.

Rosa acompaña a Celia hacia la puerta con la


intención de llamar al 112 después de visitar los patios e
inaugurar otra exposición de joyas que hay en la mezquita
catedral y al pasar por la entrada Celia pregunta: “¿Quiénes
son esos tres señores? Se parecen a los que vi en la catedral
de Granada en una excursión con mi cole”.
—Son Isabel de Castilla y Fernando de Aragón,
conocidos como los Reyes Católicos y el otro personaje es
Cristóbal Colón— le explica.
—Sí, a éste lo conozco por la canción del huevo pero…
¿Y qué hacen aquí?— pregunta la niña.
—Pues el Alcázar fue residencia real de los Reyes
Católicos y aquí fue recibido Cristóbal Colón en la
preparación de su viaje a las Américas— le dijo la alcaldesa.

Celia acompaña a Rosa en su visita oficial por los


patios cordobeses en su camino hacia la mezquita.
—Esas flores que hay ahí colgadas son igualitas que
las de mi abuela— le dijo alegre por ver algo conocido.
—Son gitanillas y claveles, adornan las calles de
Córdoba todos los meses de Mayo mientras celebramos Las
Cruces de Mayo— continúa explicándole.
—¡Qué olor me está viniendo! ¡Qué hambre tengo!—
dijo Celia
—En este patio los vecinos nos invitarán a salmorejo
con flamenquín cordobés y algo de ajoblanco... vamos

Toda la comitiva junto con Celia siguieron visitando la


ciudad y al pasar por la Plaza de los Capuchinos, de pronto
Celia grita: “¡Mira...! ¡Esa imagen la vi el otro día con mi
abuela en Cine de Barrio!”

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LAS AVENTURAS ANDALUZAS JAMÁS CONTADAS POR LOS NIÑOS Y LAS NIÑAS DE MARIA ANA

—Sí, esa imagen es el Cristo de los Faroles y ha sido


utilizada en el cine. Aparece en una película de Antonio
Molina que será la que tú has visto— le explica Rosa.

Después de un rato caminando y soportando un


sofocante calor llegan todos a la mezquita donde una
multitud de periodistas vuelven a entrevistar a la alcaldesa.

Celia, mientras tanto, se da una vuelta por la


exposición de joyas y a un lado, en un rincón vio dos trozos
de piedra polvorientos de forma similar a la suya...

—¡Goooool! ¡Gooool! — Todo el mundo grita. Se


escucha de fondo una radio: “Pepe Díaz acaba de marcar el
gol de la historia haciendo que el Córdoba CF ascienda a
primera división”.

Mientras, un
niño sentado en el
palco intenta pasar
desapercibido y ojea
con los ojos como
platos, un periódico
que tenía entre sus
manos:

“No puede ser...


no me lo creo... dónde
estoy. Este diario
tiene como fecha 22
de Abril de 2016”.

Al lado lo
observaba un

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LAS AVENTURAS ANDALUZAS JAMÁS CONTADAS POR LOS NIÑOS Y LAS NIÑAS DE MARIA ANA

hombre de unos 36 años que se dirige a él:


—Hola chiquillo, ¿y tu padre? ¿Vienes sólo? ¿Cómo te
llamas?— le dijo.
—Soy Ernesto y no estoy solo, estoy con mis tres
amigos.
—¿De quién hablas ? Si no veo a nadie— le pregunta
extrañado.
Ernesto tras mirar a todos lados y darse cuenta que se
encontraba solo, le cuenta a su acompañante todo lo que le
ha ocurrido. Después de mirarlo fijamente un rato le
pregunta al hombre: ¿Tú eres Felipe Reyes, el ganador del
Mundobasket y de la Copa del Rey?
—Sí, pero ahora estoy junto a mi gran ídolo y amigo
Pau Gasol en los Ángeles Lakers.
Mientras terminan de ver el partido y el triunfo del
Córdoba los dos siguen conversando:
—Arcángel ¿es el nombre del primer presidente o
algo así? —pregunta Ernesto
—No, no digas eso. El nombre del estadio es el del que
consideramos la mayoría de los cordobeses nuestro patrón
el “Arcángel San Rafael”, ya que en la Edad Media protegió a
la ciudad de la peste.
— Pero en este periódico pone que son San Acisclo y
Santa Victoria.
—No, mira…—continúa explicándole Felipe Reyes—
eso se ve bien porque no hay casi cordobeses con ese
nombre, sin embargo en todas las casas cordobesas hay
algún Rafael.
—Anda, igual que en mi pueblo, que el nombre de San
Roque, el del patrón, no lo tiene nadie en el colegio— se da
cuenta Ernesto.

El partido finalizó con un hat-trick, siendo los tres


goles de Pepe Díaz. Los dos personajes se dirigieron a la

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LAS AVENTURAS ANDALUZAS JAMÁS CONTADAS POR LOS NIÑOS Y LAS NIÑAS DE MARIA ANA

salida mientras Ernesto observaba como todos los


aficionados tiraban su basura en diversos contenedores
situados a la salida del campo, lo cual le extrañó, porque eso
no era habitual en el 2010.
Felipe Reyes se dirige a él diciéndole: “Te voy a
acompañar al AVE para que puedas volver a tu tierra”.
Ernesto se quedó pensativo y con mirada triste le
contestó: “No puedo, estamos en 2016, y no se donde están
mis amigos, no los puedo abandonar, dijimos que éramos
un equipo y estoy seguro de que ellos estarán buscándome
a mí también”.
De pronto, Felipe se fija en la mano de Ernesto y le
pregunta: “¿Qué es eso que brilla en tu mano?”.
Entonces Ernesto miró su mano y aquel anillo que le
había dado su padre y que había pasado de generación en
generación había cambiado. Ahora tenía un trozo de piedra
que brillaba con una luz cegadora, pero que estaba
incompleto, le faltaban tres trozos.
En ese momento el niño recordó las palabras de su
padre al morir: “Cuida este anillo que algún día te sacará de
algún gran problema. Si es así llévalo al tesoro de la ciudad”.

Ernesto cuenta el mensaje de su padre a Felipe y éste


le dijo: “Eso es una clave. Pensemos. El único edificio
considerado en Córdoba como el primer gran tesoro de
España es la Mezquita Catedral y además es Patrimonio de
la Humanidad. Vamos, a ver qué encontramos allí”.

De camino a la mezquita en coche pasan por un gran


puente con una estatua al fondo:
—¿Qué puente es éste ?— le pregunta Ernesto.
—Es el puente de San Rafael, que se inauguró en
1953. En una época triste, donde aún no teníamos
Democracia y gobernaba Franco— le explica Felipe y

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LAS AVENTURAS ANDALUZAS JAMÁS CONTADAS POR LOS NIÑOS Y LAS NIÑAS DE MARIA ANA

señalando a un lado continúa: —Y aquella estatua está


dedicada al nombre del puente y al que yo considero mi
patrón.
—Y esa estatua ¿cuál es?— se interesa el muchacho.
—Es Averroes, un gran filosofo y médico cordobés del
siglo XII, aunque fue desterrado a Lucena.
—¿Y esa otra?
—Ese es Séneca, un filósofo romano.
—Averroes, Séneca... si son los nombres de dos
páginas de Internet...

Después de recorrer parte de la ciudad en coche


llegan a la mezquita, compran su entrada y tras cruzar el
Patio de los Naranjos entran por la Puerta de la Palma.
—¡Ohhhh! —exclama Ernesto— Esto sí que es un
verdadero tesoro, como decía mi padre.
—Mira los arcos bicolores.
—¿ Cuantos hay?
—Hay 365 arcos, uno por cada día del año.
—Mira ¿y aquello qué es?
—Es la sillería del coro. Fue construida cuando la
mezquita pasó a ser catedral en la conquista cristiana, en
1523 —le explica— Pero vamos a buscar en el lugar más
importante de la mezquita, el mihrab. Es la pieza más noble
de este lugar y señala hacia el sur, no hacia la meca, como
piensan algunos. Es un joyel de mármol y mosaicos
bizantinos brillantemente coloreados sobre fondo de oro y
bronce, además de cobre y plata.
—¡Claro! Allí podremos encontrar alguna pista— dijo
el chico animado.

Los dos se dirigieron hacia el mihrab y en un rincón


vieron tres trozos polvorientos. Con una forma parecida a
la que podría encajar en el anillo. Ernesto las coge y les

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LAS AVENTURAS ANDALUZAS JAMÁS CONTADAS POR LOS NIÑOS Y LAS NIÑAS DE MARIA ANA

quita el polvo frotando con la manga. De pronto ve cómo de


forma mágica los tres trozos flotan y se colocan
cuidadosamente en el anillo y...

Detrás de una luz cegadora aparecen Yumara y


Joselito ambos con libros en las manos y detrás Celia.
Tras abrazarse se cuentan sus aventuras y lo que les
había ocurrido.
—Ahora hay que pensar en la forma de volver a casa
— dijo Yumara— Mirad, este libro que tengo en mis manos
y que me dio Azahara tiene que tener algún significado.
— Yo también tengo un libro que me lo dio Góngora y
algo nos puede ayudar— contesta Joselito.
—Puede que sí. Ya sabéis que todo empezó con un
libro polvoriento y mágico— les recuerda Celia.
Yumara intenta convencer a todos sus amigos de que
su libro es el mejor: “Este es el diario de Abderramán, y
mirad lo que pone, de 50 años que reinó solo tuvo 14 días
felices, a lo mejor encontramos nuestro día feliz”.
Joselito, por su parte, quiere utilizar su libro y les dijo:
“Mirad el título de este libro “Soledades” ¿Que creéis que
podría significar?”.
El resto contesta al unísono: “Ése no, que nos
podemos quedar solos para siempre”.

Después de hablar mucho y discutir el tema, Ernesto


les dijo al resto: “Escuchad, este anillo ha hecho que todos
nos reunamos aquí,… ¿no creéis que puede ser la clave?”
Se acercan todos al anillo y justo en ese momento se
ven atrapados por la luz brillante haciéndolos desaparecer.

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CAPÍTULO III

SOL, COMPROMISO Y ALEGRÍA: ALMERÍA

De pronto sintieron un ruido muy fuerte, y se vieron


envueltos en una nube de humo que les transportó una gran
plaza.
Junto a los pies de Celia, apareció el libro mágico que
habían dejado en el castillo “Las grandes historias vivas del
Coronil”.
“Qué extraño” pensó Celia. “Pero todo tiene alguna
razón. Ernesto posee su anillo mágico, Yumara “El diario de
Abderramán”, Joselito el libro “Soledades” de Góngora, así que
yo también me voy a quedar con éste por si acaso”. Decidió
guardarlo en su mochila sin decir nada, porque ella también
quería poseer algo.
—Es mejor pasar desapercibidos—dijo Ernesto—
después de tantas aventuras intentaremos volver a El Coronil
por nosotros mismos.
Frente a la gran plaza, emergían los muros de una

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imponente fachada: nada más y nada menos que el edificio


de las Cortes, lugar donde se deciden y elaboran las leyes.
Pero ellos no lo sabían.

—Ufffff, ¿dónde estamos?— preguntó Celia.


—No tengo ni idea— respondió Joselito— pero debe
ser un lugar importante.
—¡Mirad!—exclamó Yumara señalando con la mano a
un caballero vestido de oscuro, con barba poblada y aspecto
serio. —Ese señor sale de allí, parece importante, él sabrá
informarnos.
—¡Oiga, señor, tendría la bondad de...!— comenzó a
decir Joselito.
—¡No estoy para nadie, hijos míos!— contestó el
señor.
—¡No sabéis lo triste que estoy!— siguió diciendo, sin
parar con pasos ágiles y nerviosos— Voy camino de la
estación a coger el tren de vuelta a Almería, donde está mi
familia y donde he nacido.
—¡Pero señor...... vais perdiendo documentos!—
advirtió Ernesto, al ver que de la maleta que portaba se
escurrían papeles, y cartas.
—¡Vaya, lo único que me faltaba! ¿Podéis ayudarme a
recogerlos?— preguntó el señor.
—Sí, claro, no se preocupe—. Y entre todos corrieron
detrás de los papeles que volaban por el suelo.

Cuando al fin lograron recogerlos y devolvérselos al


señor, éste se lo agradeció y les preguntó: “Pero bueno ¿Qué
demonios queréis? ¿Quiénes sois? ¿Qué hacéis aquí?”
—Somos cuatro amigos de El Coronil— contestó
Joselito.
—¿El Coronil? ¿Dónde está ese pueblo?—preguntó
nervioso— Pero... tengo mucha prisa, mucha prisa... — dijo

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mientras seguía andando.


Los niños, le siguieron acomodando sus pasos a su
rápida carrera y le contaron que su pueblo estaba cerca de
Sevilla, y cómo habían llegado allí. Por eso, le pedían su
ayuda.
—Pues me habéis encontrado en mal momento— dijo
y continuó: —Mirad chicos, me llamo Nicolás Salmerón, y
acabo de presentar mi carta de dimisión como Presidente de
las Cortes de la I República Española. He tenido este cargo,
sólo por un mes y medio. Así que ahora me voy a mi pueblo
de Almería, pues de seguir en el cargo me atormentarían los
remordimientos para toda mi vida— les dijo muy fatigado y
costándole respirar.
—Anda Joselito —dijo Celia— saca de tu mochila la
botella y dale un poco de agua a este Señor.
Bebió con avidez, pero a la vez que seguía caminando
hacia la estación, con muchas prisas para no perder su tren.
Celia muy extrañada con lo que había escuchado, le
preguntó que a qué se debían los remordimientos.
—Hija, es algo que espero que tú no tengas nunca,
pero no podría vivir consintiendo como gobernante, la pena
de muerte como castigo. Mi ilusión como político es servir a
mi patria, educando a las futuras generaciones en los ideales
del trabajo y del esfuerzo personal —dijo orgulloso— Me he
negado a firmar unas sentencias de muerte, que mi
secretario había puesto sobre la mesa. Así que no puedo
seguir dirigiendo un país que consiente este tipo de actos.

—Pero me voy corriendo, ya escucho el silbido del


tren. Siento mucho no haberos podido ayudar. ¡Adiós! — se
despidió.
—¡Adiós! ¡Adiós!— se despidieron todos con la mano,
muy pensativos por lo que acababan de escuchar.

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Siguieron andando, sin saber muy bien el rumbo que


tomar. Hasta que Celia recordó el libro que llevaba en la
mochila, y decidió contárselo a sus compañeros.
—Chicos, tengo una sorpresa, el viejo libro que
encontramos en la biblioteca de nuestro pueblo, apareció en
la plaza a mis pies— y continuó: —Yo creo que será por algo.
Con el anillo de Ernesto, hemos comprobado que nos
separamos, y yo no quiero que vuelva a ocurrir. Así que
podemos intentar volver a utilizarlo.
Todos estuvieron de acuerdo, porque querían seguir
estando juntos en su viaje.
—¿Sabéis que estoy pensando? —dijo Joselito— que
no me gusta estar aquí, así que… Celia, ¡abre el libro! A ver
hacia dónde nos va a llevar ahora.

—No demasiado lejos, por si volvemos a encontrarnos


con Don Nicolás —dijo Yumara— Así le contamos que a día
de hoy, la pena de muerte no existe en España, veréis lo feliz
que se queda.

Celia, sacó el libro de su mochila, y todos se


arremolinaron a su alrededor cogidos de la mano.
—Recordad, es mejor no hablar mucho y pasar
desapercibidos —dijo Ernesto— a ver si esta vez no nos
metemos en líos.

Cuando un gran remolino de humo se abrió y todos


empezaron a flotar y dar vueltas por el aire. Cuando el
remolino paró, y el humo se fue, aparecieron en un gran
patio, que parecía de un castillo.
Caminaron con sigilo hasta que llegaron a una esquina
donde se encontraron con unos niños y niñas sentados
alrededor de una señora muy guapa. Todos estaban
escuchándola entusiasmados. Tendría unos 30 años, rubia, y

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el pelo recogido en un moño. Sus ojos eran azules y risueños.


El sonido de su voz era muy suave y agradable.
Ernesto se preguntó cómo podían saber dónde se
encontraban y a qué año se habían transportado. Al ver a
esta Señora, le inspiró confianza y pensó que era la que les
podía informar.
—¡Buenos días!— le dijo dirigiéndose a ella. Los niños
y niñas, al escucharle se volvieron a observarlos, pues no se
habían percatado de su presencia.
La mayor de todos se presentó: —Hola, me llamo
Jimena. ¿Quiénes sois vosotros? — les preguntó.
—Estos son Joselito, Celia, Yumara… y yo soy Ernesto
—comenzó a decir el muchacho— Hemos venido de
excursión a conocer esta zona.
La señora, les saludó diciendo: —Vaya casualidad, yo
también me llamo Celia, Celia Viñas, somos tocayas —y
continuó— A mí me pusieron el mismo nombre que mi
abuela.
—¿También habéis venido a ver La Alcazaba?— les
preguntó.
—¡Ah! ¿Así es como se llama este castillo? —dijo
Ernesto.
—Claro, se nota que no sois de Almería porque aquí
todo el mundo sabe su nombre— les dijo la mujer— Yo
tampoco soy de aquí, nací en Lérida. Hace dos años, en 1943
llegué destinada a Almería como maestra —y sigue diciendo:
—Los almerienses son muy acogedores, y estoy muy
contenta con mis alumnos.
—Nosotros también te queremos mucho— dijo
Jimena. Y dirigiéndose a nuestros amigos, Jimena les contó
que la maestra les leía muchas historias que había escrito
para ellos, poesías y cuentos muy divertidos.
—El que más me gusta a mí es cuando nos lee el
cuento “El primer botón del mundo” —dijo otro alumno.

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—¿Y por qué no nos lo cuentas?— le pidió Yumara a la


maestra.
La maestra Celia les comentó: Me gusta mucho escribir
y contar cuentos, pero también leer muchos libros y
recordar la historia. Así que además de poder conocer la
ciudad y los bonitos alrededores, escuchando lo que estoy
contando a mis alumnos podéis enteraros de los orígenes de
Almería.
Yumara y Celia, empezaron a tocar las palmas y a decir
que les encantaría escucharlo. Ya al fin habían descubierto
que estaban en Almería, y querían escuchar su historia.
Recordaban las clases en su colegio, cuando la maestra
Mercedes les contaba que era una ciudad del sureste de
Andalucía, con unas playas preciosas.
Ernesto y Joselito no tenían muchas ganas de
escuchar historias pero… pensándolo mejor… era una buena
forma de saber y aprender.
Así que la señora empezó a contar la historia: La
ciudad de Almería fue fundada en 955 d.c. por Abderramán
III durante el Califato de Córdoba, llegando a ser el puerto
más importante del Al-Ándalus.
Por lo bien que lo hacía era claro que a esa señora le
gustaba su profesión, le encantaba ser maestra y escritora
infantil, y así tenía a los niños hipnotizados. Celia abría la
boca asombrada, porque le recordaba la historia vivida
anteriormente en Córdoba.
Ella continuaba contándoles: Con la Reconquista, en el
siglo XV, volvió a pertenecer a la corona de Castilla.
—¡Claro! —dijo Joselito— los Reyes de Castilla... eran
Los Reyes Católicos.
—¡Sí, ya sé! —dijo Ernesto— Se llamaban Isabel y
Fernando.
La Alcazaba, se terminó en el siglo XV —seguía
diciendo la maestra Celia— pero también hay otros

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monumentos importantes como la catedral de la


Encarnación, y el Cargadero de mineral o cable Inglés.
Yumara se quedó extrañada, y preguntó: ¿Por qué se
llama Inglés?
—Porque los ingleses son los que explotan estas minas,
como las de Huelva, y ésta es la construcción que han hecho
para el cargamento de los minerales —le explicó.
—La estructura, se parece a la Torre Eiffel, que está en
París, porque está hecha con los mismos materiales, sobre
todo hierro— añadió Jimena— Esto nos lo ha explicado en
clase, la señorita Celia — dijo a la vez que sus compañeros,
asentían con la cabeza.
—¡Qué barbaridad!— opinó Joselito— Los ingleses están
en todos los sitios.

Yumara estaba encantada con esa historia. De pronto


se le ocurrió abrir el libro de Abderramán, por si ella podía
contar también alguna otra historia interesante. Abriéndolo
por la primera página encontró un relato llamado “El
Buscador”, y decidió leérsela a todos para demostrar, lo bien
que había aprendido a leer con su maestra María.

—Chicos, escuchad. Tengo una historia que seguro


que también es muy bonita— y empezó a leer:

Había un buen hombre, al que llamaban “El buscador”.


Iba de camino en busca de sí mismo, cuando una colina cerca
del sendero, le llamó la atención, y decidió descansar por unos
momentos en aquel lugar.
No muy lejos divisó unas piedras blancas entre preciosas
flores y empezó a caminar sobre ellas.
Mirando hacia abajo, descubrió sobre una de las piedras
una inscripción: “Hassim Dalab” vivió 3 años, cinco meses y
2 semanas. Se sobrecogió al darse cuenta de que no era una

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piedra, sino una lápida. Sintió pena al pensar que era la


tumba de un niño.
Observó que la piedra de al lado también tenía una
inscripción, se acercó a leerla y decía: “Yamir Kalib”, vivió 7
años, 6 meses , 2 semanas y 6 días.
El hombre se sintió terriblemente emocionado, este
hermoso lugar era un cementerio, y cada piedra una tumba.
Una por una, empezó a leer las lápidas, y quedó conmocionado
cuando comprobó que el que más tiempo había vivido no
había superado los quince años. Así que se sentó y empezó a
llorar.
Un hombre que estaba allí se acercó y le preguntó si
lloraba por algún familiar.
—No —contestó— pero... ¿Por qué hay tantos niños
enterrados? ¿Qué ha pasado en este pueblo con los niños?
¿Hay alguna maldición?
—No, no es eso —le contestó el hombre— Aquí es que
tenemos una vieja costumbre, cuando un niño o una niña
aprende a leer y escribir, sus padres le regalan una libreta
como ésta que tengo aquí colgando del cuello. Y es tradición
entre nosotros que cada vez que uno disfruta intensamente de
algo, abre su libreta y anota en ella, a la izquierda qué fue lo
disfrutado, y a la derecha cuanto tiempo duró.
Si llegaba a su casa después del colegio, y su madre lo
esperaba con un abrazo y un beso ¿Cuánto tiempo disfrutó de
estos momentos? ¿El medio minuto del abrazo? ¿2 días? ¿Una
semana?
Por las noches su padre llegaba a la cama y le arropaba
con cariño contándole un cuento ¿Cuánto tiempo duró este
placer?
¿Y las tardes jugando con los amigos, y las emociones
vividas en el colegio? ¿Y la emoción de un apretón de manos...?
¿Y el viaje más deseado? ¿Y el nacimiento de nuestros hijos?...
¿Cuánto tiempo duró el disfrutar de estas situaciones? ¿Horas,

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días…?
Así vamos anotando en la libreta cada momento que
disfrutamos intensamente.
Cuando alguien se muere, tenemos la costumbre de
coger su libreta y sumar el tiempo de lo disfrutado. Y eso es lo
que escribimos sobre su tumba, porque ese es para nosotros el
único y verdadero tiempo vivido.

Todos tocaron las palmas, quedando boquiabiertos al


escuchar el relato, que les había hecho pensar.
La señorita Celia, estaba entusiasmada con el cuento.
Pensó que disfrutaba de estos momentos, de que merecía la
pena el tiempo que ella le dedicaba a la literatura,
escribiendo historias y poemas para que sus alumnos y
todos los que quisieran, pudieran disfrutar también
leyéndolas. Por tanto, el tiempo que dedicaba a escribir, y a
compartirlo con los demás también estaría anotado en su
libreta personal como momentos felices.

Sus alumnos, que habían llevado merienda,


compartieron sus bocadillos con sus nuevos amigos y
amigas. Joselito, que también quería compartir algo con ellos
les bailó y cantó rap, acompañado por Ernesto.

Como empezaba a anochecer, pensaron continuar con


su camino, y se despidieron de las nuevas amistades.
—Bueno, ¿a ver dónde nos lleva el libro mágico ahora?
—dijo Celia mientras lo saca de su mochila y lo abre—
¿Preparados?
En tan solo unos segundos, la nube de humo apareció
de nuevo y les llevó con un torbellino dando vueltas hasta un
camino rural y polvoriento. No se veían casas ni edificios,
parecía que estaban a las afueras de una población. Iniciaron
su nueva aventura por tierras desconocidas, después de

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andar un buen rato, encontraron un cartel que decía:

Les cayó la noche a nuestros amigos y oyeron no muy


lejos música y cohetes. La luna, más llena que nunca, brillaba
como un diamante, iluminando la senda que llevaría a
nuestros protagonistas hasta un espectáculo musical al aire
libre.

Sonaba la canción “Mi carro me lo robaron...” y la


cantaba Manolo Escobar acompañado por David Bisbal.

Los niños, saltaron de alegría. —¡Vamos a pedir un


autógrafo!— gritaron.
Cuando terminaron de cantar se acercaron para
pedírselo y muy amables, y mientras se los firmaban, Manolo
Escobar les preguntó: ¿Os ha gustado la canción?
—Sí —contestó Joselito y ni corto ni perezoso le
preguntó al cantante— ¿Cómo se te ocurrió la letra?
—Pues resulta que es verdad, me robaron un carro por
esta tierra —contestó Manolo— Precisamente el carro
pertenecía a uno de mis hermanos y, como a mí me gusta
componer las letras sencillas y realistas, inmediatamente la
incorporé a mi repertorio— explicó Manolo.
—Sí, y como todo el mundo la conoce, yo le estoy
acompañando—dijo David Bisbal.
Celia recordaba haberle oído canturrear “Mi carro” a

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su abuelo. Cuando contaba sus ferias juveniles de San Roque,


en El Coronil. En la caseta municipal “Mi carro” sonaba una y
otra vez junto a los coches locos y el Güitoma (que era una
atracción de feria de la época).

—Pero...contadme chavales —preguntó el cantante—


¿Qué hacéis por aquí?
—Estamos de paso —explicó Joselito— Hemos llegado
en uno de esos autobuses que están aparcados fuera —
mintió para no despertar las sospechas del cantante.
—¡Qué simpáticos! —sonrió David— ¡Vamos! Os voy a
invitar a algo entre copla y copla.
Manolo Escobar fijó su atención en Yumara diciéndole:
—¡Qué morenita eres, con esas trenzas y esos ojos, ¿seguro
que vienes del mismo lugar que tus compañeros?
—Sí —contestó Yumara— Pero yo soy marroquí y
llevo cinco años en el mismo pueblo que mis amigos, mi
familia emigró y…

Una vez que el cantante oyó la explicación de nuestra


pequeña Yumara, les explicó que él también emigró en su
día desde Almería a Barcelona, como tantos y tantos
andaluces de aquella época.
— ¿Sabéis? eso fue por los años 50 y 60 cuando en
España no había trabajo ni democracia —les contó—. Me fui
a Barcelona y allí empecé con la música, encontré un buen
trabajo, y hoy estoy muy satisfecho por eso.

—Fijaos lo que pasa hoy en día —explicó David—


gracias al cultivo de los invernaderos, una gran cantidad de
inmigrantes encuentra trabajo en Almería, sobre todo en El
Ejido —y continúa— Por eso se le conoce, por el
sobrenombre de “Mar de Plástico”.
—¿Y por qué le dan ese nombre? — cortó de pronto

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Ernesto.
—Porque hay tal cantidad de invernaderos, que al
mirar hacia el horizonte parece como si estuvieses en la
orilla mirando mar adentro— dijo Manolo Escobar.
A la mesa en la que estaban sentados, se acercaron
Diego Capel y Salva Sevilla. Los chicos se sorprendieron,
ellos los conocían por la tele y los cromos de jugadores de
fútbol.
—¡Hola, amigos! Hemos venido con nuestra familia a
veros actuar, así que queremos saludaros— dijeron al
acercarse— ¿Quiénes son estos niños?
—Son unos pequeños amigos muy simpáticos—, dijo
David Bisbal— Estamos hablando de la emigración, porque
ahora en Almería hay mucha con la agricultura.
—Fíjate Yumara, antes emigraban los andaluces y
ahora lo hacen otras personas — le dijo Ernesto.
—Así son las cosas— añadió Joselito— por lo menos
estamos mejor que antes y podemos ayudar de alguna
manera a otras personas que lo necesitan.

—Bueno chavales, tenemos que seguir actuando


porque si no, no cobramos— dijo Bisbal— Vaya para
ustedes la siguiente canción: “Viva España”
—¡Que viva Españaaa!!! — tarareó Celia—ah, y tú,
David, que no se te olvide cantar “Bulerías” — le dijo.
—Ah y a ti, Manolo, y que no se te olvide tomar el
DANACOL, ese que anuncias por la tele— le recordó
bromeando Yumara.
—¡Ja, ja, ja, ja! — rieron todos.
—Sí, porque ya nosotros merendamos Nocilla, como
nos recomienda David— continúa bromeando Joselito —
Vamos a cantar todos la canción, ¡venga!:
“Nada como una sonrisa para soñar, para que este día
vaya genial, porque lo bueno es compartir, disfrutar la vida y

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ser feliz.
Algo único de verdad, que NOCILLA hace realidad, un
momento para sonreír, y a tus amigos harás feliz. De cacao,
avellanas y azúcar...

Todo el mundo que les escuchaba, se animaron y


levantando sus manos empezaron a cantar.

Aquella noche se lo habían pasado muy bien, pero ya


estaban todos un poco cansados. Querían volver a sus casas.
Así que se alejaron un poco del bullicio con intención de
abrir de nuevo el libro.
—Celia, coge el libro— dijo Yumara — Tengo ganas de
ir a mi casa, cuando cuente todo lo que nos ha pasado… no
nos van a creer.
—El libro no está en mi mochila —dijo Celia
rebuscando en ella— ¿qué hacemos? ¿y ahora cómo
volvemos? — pregunta angustiada.
Joselito, que había sido muy avispado, la miraba con
una sonrisa. —Quita esa cara de susto, mira, estás blanca
como una sábana. Ja, ja, ja. —bromea— Te habías
emocionado tanto con Bisbal que lo dejaste en el suelo— dijo
mientras lo saca de su mochila.
—¡Uff! ¡qué susto! —dijo Ernesto— Se me había
parado el corazón. Venga, cojámonos de las manos.
Estaban deseando saber lo que pasaría ahora. Cogidos
de la mano, abrieron el libro de nuevo, que empezó a flotar y
a dar vueltas por el aire. Los chicos sin soltarse también
giran y giran sin parar, cada vez con más velocidad.
—¡Aahh! —gritan todos, y en ese instante desaparecen.

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CAPITULO IV

MAGIA EN LA TACITA DE PLATA

De repente aparecieron en una playa, con la arena


muy fina y dorada. Las olas llegaban a la orilla como si
estuvieran acariciando la arena. El sol estaba hundiéndose
en el horizonte, reflejando sus rayos en la superficie del
mar, y creando en el cielo una pintura de colores amarillos
y rojos.
Los niños, estaban un poco desconcertados, porque el
sol les deslumbraba, y no sabían dónde se encontraban.
Pensaron que sería muy divertido bañarse, pero
pensándolo mejor… como pronto oscurecería, sería mejor
encontrar un lugar donde dormir, y más tarde enterarse a
dónde habían llegado.
Celia y Ernesto pensaron que lo mejor era caminar
hacia el interior, para encontrar casas y habitantes, con los
que poder hablar.

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Así que sin soltar el libro que tantas aventuras les


había hecho vivir, comenzaron a caminar, y detrás de unas
chumberas, apareció una hilera de casas. Sin hablar, se
miraron, en sus ojos se reflejaba la tranquilidad de haber
encontrado una población.
Pasaron por un establo abierto, en el que se veían
animales descansando. Celia dijo: Vamos a entrar, y así
pasamos la noche. Ya mañana será otro día.
De pronto, cuando llevaban unas horas durmiendo,
escucharon un zambombazo, que despertó a todos.
—¿Qué habrá pasado? —preguntó Ernesto
somnoliento.
Yumara bostezó con desgana, pensaba que todavía
seguía soñando. Volvieron a oír un sonido fortísimo, de una
explosión, no muy lejana.
Abrieron la puerta, y observaron a mucha gente
corriendo, que iba diciendo: ¡Los franceses, los franceses...!
—¿Los franceses? Si estamos en España, ¿qué pintan
esta gente aquí? —preguntó Joselito.
Vieron que toda la gente se iba metiendo en un gran
edificio, ellos les siguieron, y se metieron allí también. Era
un hospital de mujeres, con grandes sótanos, y la población
se ocultaba allí para evitar las explosiones. Ellos les
imitaron, parecía que era la mejor solución.

Se sentaron al lado de dos señoras que iban con sus


hijos, y escucharon su conversación.
—Parece que seguimos resistiendo la invasión de los
franceses— decía la más joven— creo que no han podido
reventar la puerta de entrada a la ciudad, y tampoco lo han
hecho por mar —dijo— menos mal que no tienen navíos
suficientes.

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—Ojalá continúen así, he oído que el resto de España


está invadido por el ejército de Napoleón— le contestó la
mujer mayor.
—Lo peor es que continúan los bombardeos— dijo la
mujer más joven.
Los hijos de estas señoras, empezaron a jugar con
Yumara, y así todos se tranquilizaron un poco.
La mayor de las niñas era rubia, con unos largos
tirabuzones y unos grandes ojos azules. Les preguntó: ¿Sois
gaditanos? Porque yo nunca os he visto por aquí.
Ernesto contestó:¿Gaditanos?.
—Sí, Gaditanos hombre, así es como nos llamamos los
de Cádiz. ¿sabías que en el tiempo de los fenicios esta
ciudad se llamaba Gadir? —preguntó la niña— Lo leí en un
libro —continúa— Gadir significa recinto amurallado.
¿sabías que era una de las ciudades más importantes de
toda Europa?.
—Ah! Pero no, no somos de aquí. Se nota que te gusta
mucho leer, y que estás muy atenta en el cole— dijo
Ernesto.
—Ojalá, en clase fuéramos como tú— dijo Celia
—Sí, porque a veces charlamos con los compañeros, y
nos distraemos, damos la lata en las clases. Y al final no nos
enteramos de lo que nos explica el maestro. Así nos pasa, lo
que nos pasa, que después sacamos malas notas— habló
Joselito.
—Claro, además no sólo no nos enteramos nosotros,
sino que también molestamos a nuestros compañeros—
dijo Yumara.
De pronto: ¡Bum! ¡Bum! ¡Bum! Otro gran estruendo, y
además justo al lado del hospital.
Cuando pasó un tiempo prudencial, todos fueron
saliendo poco a poco. En la puerta había un gran agujero,
pero alrededor se encontraron muchos riendo.

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—¡Ja, ja, ja....! —se reían— Estos franceses intentando


llegar más lejos, han metido en las bombas más plomo que
pólvora. Ja, ja, ja. Y como el plomo está escaso, nos va a
venir bien para hacer los bigudíes de los tirabuzones.
—¿Qué? ¿Qué dicen? —pregunta Joselito extrañado—
No lo entiendo. ¿De qué hablan?
—Ya sé, ya sé —dijo Celia— los bigudíes son los rulos
que se ponen las mujeres para arreglarse el pelo.
—Síiiiiiiiiiii —contestó Ernesto— De ahí la canción
que hemos escuchado muchas veces de Cádiz que dice: “Con
las bombas que tiran, los fanfarrones, se hacen las gaditanas,
tirabuzones, pues las hembras cabales, en esta tierra, cuando
nacen ya vienen pidiendo ¡guerra , guerra, guerra …!”

Y Celia, Yumara y Joselito siguieron cantando la


canción... La gente que estaba escuchando, estaban
sorprendidos, y todos tocaron las palmas al acabar.
—¡Qué bonito!, nos ha gustado mucho— dijo una
niña— Yo quiero aprender la letra para cantarla en las
fiestas.
Y todo el mundo sigue cantando: “Con las bombas...

—Bueno, ya sabemos que estamos en Cádiz entre


1808 y 1810 —dijo Celia— Pero por si acaso, vámonos
unos años hacia delante no sea que nos caiga encima una
bomba.
—Es verdad— contestaron todos a la vez.
—Pero solo pasaremos una hoja del libro, pues esta
época me gusta mucho —dijo Joselito— y así no nos iremos
muy lejos.
Todos estuvieron de acuerdo. Así que se refugiaron en
un establo y sacaron el libro de la mochila de Celia. Con
cuidado, pasaron solo una hoja, y se prepararon para el

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viaje. Sin tiempo a nada más, escucharon un fuerte ruido y


todo se volvió luminoso.

Una luz cegadora que no les dejaba ver. Cuando poco


a poco recuperaron la visión, se dieron cuenta de que
estaban en el mismo establo, pero habían cambiado algunas
cosas. Fuera vieron un gran bullicio, escuchaban gritos:
—¡Por fin..., por fin...!
—¿Qué estará pasando? — se preguntaron.
—Lo mejor será que salgamos y lo averigüemos—
dijo Celia.
Al salir vieron un grupo muy numeroso de personas
que venía rodeando y vitoreando a unos señores. Ernesto,
al pasar delante de ellos, le preguntó a una mujer anciana
muy contenta quienes eran esos señores.
La señora contestó que eran los diputados liberales
Agustín Argüelles, Diego Muñoz Torrero y Pérez de
Castro que han terminado de escribir un libro en el que
quedarán escritas las Leyes más importantes para España.
—Ahora el poder lo tiene la nación, no los Reyes —
decía la señora— Ahora Las Cortes son las que tomaran las
decisiones del país.
—¿Qué día es hoy? — le preguntó Yumara.
—Hoy es 19 de Marzo —contestó la mujer— se
celebra el día de San José. ¿No lo sabéis?
—¡Ah! Sí, sí, claro —dijeron. Aunque en realidad
estaban asombrados.
La comitiva siguió su camino y cuando se quedaron
solos, se pusieron a hablar.
—¿Recordáis que en el cole, el 6 de Diciembre se
celebra todos los años el día de la Constitución? —dijo
Celia— también nos explicaron que la primera Constitución
Española se llamó la Pepa, por firmarse el día de San José, y
se hizo en Cádiz, en 1812.

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—Sí, sí, es verdad— dijo Ernesto— Así que entre lo


que nos ha dicho la Señora y lo que recordamos de lo
estudiado en el cole, ya sabemos cuándo y dónde estamos.
—Menos mal que recordamos lo que estudiamos —
dijo Yumara— sino, esto puede ser un gran lío.

Habían decidido no meterse en problemas, y como


parecía una manifestación prefirieron irse a otro lugar más
tranquilo, pues no querían que les ocurriera nada.
Abrieron de nuevo el libro mágico. De nuevo aparece
la luz cegadora. Los muchachos sienten cómo sus pies
comienzan a flotar y empiezan a dar vueltas y más vueltas.
Cada vez más rápido, como un torbellino.
—¡Ahhhh! —gritan todos.
—Me estoy cansando de tanta vuelta, ¡que esto pare
yaaaaaaaaaa! —grita Joselito.

Cuando por fin el torbellino se detuvo, todos


despeinados y mareados aparecieron delante de un gran
edificio. Por allí se veía entrar a mucha gente disfrazada. En
un letrero se leía “GRAN TEATRO FALLA”. La fachada era de
ladrillo rojo, y las puertas y ventanas con arcos de
herradura como los construidos por los árabes.
—Falla, Falla, Falla... ¿qué me recuerda este nombre?
—dijo Celia.
—Creo que era un músico —contestó Joselito— Pero
no sé, no estoy seguro...
Ernesto, sí se acordaba. Les explicó a sus amigos que
tocaba el piano, y que seguramente le habían puesto su
nombre al Teatro, por haber nacido en Cádiz. Recordaba
que en Febrero por la tele había visto cantar en este teatro
las chirigotas y los coros, y como veía a mucha gente
disfrazada, seguro que estaban en carnavales.

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LAS AVENTURAS ANDALUZAS JAMÁS CONTADAS POR LOS NIÑOS Y LAS NIÑAS DE MARIA ANA

Tanta fue su curiosidad que decidieron entrar, una


vez dentro se veían en el escenario grupos de personas
disfrazados y cantando canciones de carnaval.
De pronto, se descorrieron las cortinas, y apareció un
presentador vestido de arlequín.

“¡Carnaval! Ya estamos en carnaval,


lo mejor del mundo entero.
El disfraz, ¿qué opinas del disfraz?
No digas que no es puntero.
A cantar, venimos a cantar,
cuplecitos con salero.

Y salió un grupo de niños que empezó a cantar:

“La señorita Conchi pide puntualidad.


A las nueve de la mañana todos para entrar.
Pero llegan las dos, y una madre dijo:
¡mi niña, dónde está!
Las lentejas se han pegado y yo estoy “enmayá”
Como unas “papas fritas” que ligero hay que estudiar.
Esta seño todo el día nos enseña más y más
Cuando llegue fin de curso tengo la diplomatura “terminá”.
Señorita Conchi, queremos decirle
y no es peloteo
(¡No, qué va!)
Y no es peloteo,
que todos nosotros
vamos a estudiar más.

Una lluvia de confetis


y un mar de serpentinas
acompañan nuestra fiesta
que con risas se termina.

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LAS AVENTURAS ANDALUZAS JAMÁS CONTADAS POR LOS NIÑOS Y LAS NIÑAS DE MARIA ANA

Ya nos vamos, qué penita,


nos tenemos que marchar.
Gracias a todos ustedes
y ¡qué viva el carnaval!

Todo el público tocaba las palmas cuando acabaron de


actuar, y decían: ¡Qué bonito, qué cuplé tan bonito...!

Una vez salieron del teatro, decidieron ir a buscar un


disfraz para cada uno de ellos. Ya que estábamos en
carnaval y había que ir disfrazados para tal ocasión.
Caminando por las calles de Cádiz encontraron un
portal en el cual había un cartel colgado donde se podía leer
“Sastrería la Viña” y exclamó Ernesto: ¡Ah!, entonces ya sé
dónde estamos! Esto va a ser el barrio de la Viña, que por si
no lo sabéis es la cuna de los artistas carnavaleros —
continuó emocionado.
—Bueno Ernesto, ya sabemos que te encantan los
carnavales, después nos sigues contando —dijo Celia—
pero ahora vamos a entrar aquí a ver si conseguimos un
disfraz, ¿no?.
—Pero... ¿Cómo vamos a comprar el disfraz si no
tenemos dinero? —preguntó Yumara
Llamaron a la puerta: Toc, toc … Una voz desde dentro
contestó: Adelante la puerta está abierta.
—Buenas tardes señor sastre— saludan cortésmente.
—¿En qué os puedo ayudar? —contestó el sastre.
—Mire usted, señor sastre, resulta que nos queremos
disfrazar —comenzó diciendo Celia— pero no tenemos
dinero para ello.
El sastre soltó una carcajada, ja,ja,ja, …
—Tenemos muchas ganas de disfrazarnos, si
pudiéramos pagarle de otra forma... —continuó Joselito.

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LAS AVENTURAS ANDALUZAS JAMÁS CONTADAS POR LOS NIÑOS Y LAS NIÑAS DE MARIA ANA

—Todo tiene solución, porque parece que el destino


os ha traído a mi — contestó el sastre — Necesitaba a
alguien que me ayudara a repartir estos disfraces que ya he
terminado. Yo tengo que seguir trabajando, y mi aprendiz
se ha tenido que marchar a repartir otros cuantos, pero me
quedan más. Os daré a cada uno un disfraz y los entregáis
sin falta a sus dueños. Pero sin falta, porque por el camino
os podéis encontrar con muchas sorpresas, con la fiesta y la
gente disfrazada... —les advierte el buen hombre— Pero
bueno, se ve que sois buenos chicos y chicas. Tened
cuidado. Aquí tenéis las direcciones.

Se despidieron del sastre dándoles las gracias por su


amabilidad y Ernesto le prometió que tendrían muchísimo
cuidado por el camino.
Una vez fuera, repartieron los disfraces con las
direcciones correspondientes y cada uno tomó un camino
distinto.

Joselito tenía que ir a la zona de la playa de La Caleta,


y mezclándose entre el bullicio llegó rápidamente. Entregó
el disfraz en la dirección correspondiente sin problemas.
Al salir de allí, tropezó con un grupo de personas,
todos disfrazados de mercaderes y de mesoneras. Vio que
se dirigían a un castillo con forma pentagonal. Como veía
entrar a mucha gente, se unió a ellos, colocándose una
máscara que encontró tirada en el suelo.

Dentro había una gran fiesta en unos grandes salones.


Por lo que escuchaba de la gente averiguó que era el
Castillo de Santa Catalina. A la derecha, se encontró una
escalera, que bajaba hacia un sótano muy oscuro.
Intrigado por lo que podía haber allí, se aventuró por
la escalera. De repente, se tropezó con un hombre con

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LAS AVENTURAS ANDALUZAS JAMÁS CONTADAS POR LOS NIÑOS Y LAS NIÑAS DE MARIA ANA

aspecto aterrador, todo vestido de negro y una antorcha en


sus manos. Aquella imagen estremeció a Joselito. En medio
de aquel desconcertante silencio, escuchó una voz ronca y
siniestra que decía: ¿Quién hay ahí?
Y el chico contestó aterrado: Soy Joselito, pero
vamos... que yo ya me iba.
Cuando se disponía a salir corriendo, el hombre le
preguntó gravemente: ¿Para qué has venido?
—Pues... — dijo Joselito con un hilo de voz— porque
me gustaría saber sobre este castillo.
—Mira muchacho —comenzó a decir el hombre—
esto es una cárcel, y yo soy el carcelero. Por lo que sé la
construyó Felipe II, pero después Carlos III la convirtió en
una prisión militar.

—Muchas gracias, pero me tengo que marchar rápido.


—dijo Joselito intentando disimular el tembleque de sus
piernas— Me están esperando mis amigos.
Y se marchó corriendo arrepentido de haber bajado
por esas escaleras. Tardaría en recuperarse del miedo que
había pasado.

Yumara para entregar el encargo tenía que ir a las


afueras de la ciudad, al lado de Puerta Tierra. Al principio,
no sabía dónde estaba, pero preguntando, le dijeron que
era la única entrada por tierra a la ciudad.
¡Ya se, ya sé!, pensó. Recuerdo que Cádiz forma una
pequeña península, rodeada por el mar Mediterráneo y el
Atlántico, excepto este trozo de terreno. Ah! Y además está
muy cerquita de África, a tan solo 14 Kilómetros, que es lo
que nos recordaba nuestra maestra Ana. Por eso llegan
muchas pateras de inmigrantes a estas costas, pensó
Yumara.

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LAS AVENTURAS ANDALUZAS JAMÁS CONTADAS POR LOS NIÑOS Y LAS NIÑAS DE MARIA ANA

Llegó pronto a su destino, y entregó el precioso


disfraz a una bonita señorita que lo estaba esperando. Le
agradeció mucho, que se lo llevara, y le ofreció una propina
por sus servicios, así que Yumara se puso muy contenta,
porque así podría comprar algo de comer para sus
compañeros y ella, pues tenía mucha hambre.

Ernesto, para entregarlo, pasó por delante de una


preciosa iglesia a la que se quedó mirando. Estando allí
ensimismado mirando, llegaron cuatro amigos disfrazados,
charlando alegremente. Le invitaron a beber un trago. Él
contestó que no tenía mucha sed, pero que quería saber
algo sobre el edificio.
Uno de ellos le contestó: Mi abuelo me contó que aquí
en esta Iglesia de San Felipe Neri, es donde se escribió la
Constitución de “La Pepa”.
—Por cierto, para conmemorar su centenario, hay un
monumento en la Plaza del Carbón —dijo otro— que se
inaugura hoy.
—Ya era hora que lo acabasen —siguió su amigo— se
empezó en 1912, pero como es tan grande, no han podido
terminarlo hasta ahora, fíjate 17 años.
O sea que estamos en 1929, pensó para sí Ernesto. —
¿Y se puede entrar? —preguntó.
—No, ahora está cerrada —dijo uno de los
muchachos— Y es una pena, porque en el altar mayor, hay
un cuadro de La Inmaculada, la última que pintó Murillo.
—Qué lástima que no pueda entrar —dijo Ernesto—
pero correré a buscar a mis amigos a ver si nos da tiempo
de llegar a la inauguración —dijo despidiéndose de sus
amigos.
Casi se le olvida de entregar el encargo, pero por
suerte había un señor en la puerta de una casa, que lo
llamaba.

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LAS AVENTURAS ANDALUZAS JAMÁS CONTADAS POR LOS NIÑOS Y LAS NIÑAS DE MARIA ANA

—¡Eh, chico! —gritaba— ¿Ese traje que llevas en la


mano es para mí? Porque lo estoy esperando, que llego
tarde.
Ernesto corrió para entregárselo rápidamente y se fue
en busca de sus amigos.

Celia, también había entregado su encargo, así que


todos se volvieron a encontrar en el Barrio de La Viña,
donde habían quedado.

— Tengo que daros una noticia —les dijo Ernesto—


¿Os acordáis que estuvimos en el momento que se firmó La
Constitución en Cádiz? —preguntó— Pues no os lo vais a
creer, pero hoy se inaugura un monumento, por su
centenario. ¿Vamos a verlo?

Cuando llegaron vieron una muchedumbre alrededor


del monumento. Escuchaban discursos del arquitecto, el
escultor y del alcalde. Decían que aquel lugar había sido
elegido por estar abierto al mar, lo que permitiría que el
símbolo de la libertad fuera visto por los barcos que
llegaban al puerto de Cádiz.
Era de piedra blanca, con una base en forma de
semicírculo (como si fuera un círculo cortado por la mitad).
En el centro, había un gran sillón vacío, apoyado en
escalones, y en uno de ellos en bronce, Celia leyó:
ARGÜELLES. Se quedó pensando..., y recordó que era uno
de los personajes que habían visto ovacionados por la
multitud.
En el centro había una gran pilastra con el escudo de
Las Cortes, y la palabra CONSTITUCIÓN.
El alcalde seguía con el discurso, en el que recordaba
la importancia de la Constitución para toda España,
especialmente para “La Tacita de Plata” y se simbolizaba en

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LAS AVENTURAS ANDALUZAS JAMÁS CONTADAS POR LOS NIÑOS Y LAS NIÑAS DE MARIA ANA

la mujer de la escultura, que llevaba en una mano un libro, y


en la otra una espada... continuaba hablando, pero ya los
niños dejaron de prestar atención. Estaban interesados en
saber qué era “La Tacita de plata”, les había llamado la
atención ese hombre.
Ernesto se lo preguntó a un señor que tenía al lado
con un gran bigote y unas pequeñas gafas doradas. Daba la
impresión de ser inteligente y culto, así que seguro que
pensó que le sabría contestar.
—Ese es el nombre que se le da a Cádiz— les dijo el
hombre— Hace mucho tiempo que las demás ciudades la
envidian por el sitio tan bonito que ocupa en España.
Geográficamente, es el punto más al sur, rodeada por El
Atlántico y por el mar Mediterráneo —continuó— Los
atardeceres son preciosos, por eso es tan bonita, tan bonita,
como una tacita de plata.
—Qué curioso —dijo Joselito— Además de bonita,
tiene unas playas preciosas, ¿nos damos un baño?
—¡Bien, bien! Buena idea— dijeron todos.

Salieron corriendo, y como estaban al lado de la playa,


se quitaron los disfraces, y se metieron en el agua.
—Menos mal que todavía tenemos debajo el bañador
de la Gymkana— se acordó Celia— con tantas aventuras se
me había olvidado —dijo chapoteando.
—¡Qué buena está! —gritó Yumara. Y todos se
pusieron a jugar y a salpicarse con el agua.

Después de secarse al sol, los chicos decidieron dar


una última vuelta por las calles de Cádiz. Les llamó mucho
la atención las casas de pescadores pintadas de colores. Era
nuevo para ellos, en su pueblo las casas estaban pintadas de
blanco.

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LAS AVENTURAS ANDALUZAS JAMÁS CONTADAS POR LOS NIÑOS Y LAS NIÑAS DE MARIA ANA

Justo en aquel preciso momento, empezó a caer una


gran tormenta. Decidieron resguardarse en un edificio muy
bonito con una gran cúpula amarilla que brillaba como el
sol. Allí dentro se encontraron con un sacerdote muy
simpático que les contó que estaban en la Catedral. Les
invitó a entrar en la biblioteca para poder consultar algunos
libros si querían saber más cosas.
—¿Una biblioteca en una catedral? —se extrañó
Yumara.
—Pues sí, muchacha —y continuó explicando el
párroco— La catedral la mandó construir Alfonso X el
Sabio, tiene una mezcla de estilos clásico y neoclásico.
—¿Y porqué brilla tanto la cúpula? —preguntó Celia.
—La gran cúpula amarilla, que brilla tanto, es para
que los barcos puedan verla desde el mar— aclaró— ¿A que
llama mucho la atención?
—A propósito señor párroco —preguntó Ernesto—
¿por qué hay tantas casas de colores en esta ciudad?
—Son costumbres de sus habitantes, se parece al
Malecón cubano, en La Habana, donde las casas también
son de colores.
—Bueno señor, ha sido usted nuestro manual de
consulta, así que ya no nos hace falta consultar más libros
—dijo Celia.
— Muchas gracias. Hasta otro día —se despidieron.

No dijeron nada más, pero todos estaban pensando,


que el mejor libro que habían podido ver en su vida, lo
tenían entre sus manos. Así que decidieron volver a buscar
nuevas aventuras en él.
—¿Os parece que lo abramos por el final? —se le
ocurrió a Yumara.
—Vale —dijo Celia— así nos acercaremos más a
nuestro tiempo, ¿no?

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LAS AVENTURAS ANDALUZAS JAMÁS CONTADAS POR LOS NIÑOS Y LAS NIÑAS DE MARIA ANA

Se cogieron las manos, y todos juntos volvieron a


volar en sus sueños.

Se despertaron de nuevo en la playa, y en ella estaba


un jovencito sentado, llorando. Entre sus manos tenía un
trozo de papel arrugado, sobre el que caían, una a una, sus
lágrimas empapándolo. Conmovidos se acercaron a hablar
con él, y así enterarse de por qué lloraba.
—Hola, buenos días. ¿Cómo te llamas? —le dijo
Joselito— ¿Por qué estás llorando?
—Si quieres, yo te bailo rap y te regalo mi gorra para
que dejes de llorar —le dijo— ¿Has visto que chula es?
—No, no me pasa nada... —contesta el muchacho.
—Anda, dinos cómo te llamas— le dijo Yumara
acariciando su cabeza.
—Me llamo Rafael Alberti, y estoy triste porque me
gusta mucho el mar, pero mi madre no me deja salir a
navegar —dijo entre sollozos.
—¿Y qué es lo que hay en el papel? —le pregunta
Joselito.
—Es una poesía que he escrito —le contestó—me
gusta mucho hacerlo. Voy a leérosla:

Traje mío, Traje mío


¡Traje mío, traje mío,
nunca te podré vestir,
que al mar no me dejan ir!
¡Nunca me verás, ciudad,
con mi traje marinero;
guardado está en el ropero,
ni me lo dejan probar!
¡Mi madre me lo ha encerrado,
para que no vaya al mar!

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LAS AVENTURAS ANDALUZAS JAMÁS CONTADAS POR LOS NIÑOS Y LAS NIÑAS DE MARIA ANA

Todos se quedaron sorprendidos y emocionados, les


gustó mucho.
—¿Por qué no nos lees alguno más? —le pidió
Joselito.

De esa forma, lograron que Rafael se olvidara de sus


penas, y se entusiasmó con la oportunidad de leer a alguien
sus poemas, pues a nadie se los había leído hasta ahora.

Tras leer unos pocos, Rafael miró el reloj. —Se me ha


hecho tarde —dijo— me tengo que marchar. Se despidió de
ellos agradeciéndoles por haberle alegrado la tarde.
—Me alegra que os guste mi poesía —les dijo— me
habéis animado a seguir escribiendo más.
Nuestros amigos y amigas le dijeron adiós con la
mano, pensando que habían tenido mucha suerte al
conocer a este gran poeta en los comienzos de su carrera.
—Cuando volvamos al cole le voy a pedir al maestro
Manolo que nos lea más poesías —dijo entusiasmado
Ernesto— y sobre todo de Rafael Alberti.

—Creo que ya es hora de movernos, ¿no? —dijo


Celia— Vamos a abrir el libro, pero solo una página más
porque Alberti nació a principios de 1900, así que ya sabéis
en que época nos encontramos.

Abrieron el libro, y pasaron una página. De nuevo


aparece la luz cegadora. Pero cuando recuperan la vista…
parece que no ha pasado nada. Estaban otra vez en la playa.
—¡Qué raro! No nos hemos movido, ¿no? —dijo
Yumara— ¿Habrá perdido su magia el libro?
—No, escucha— le advierte Celia.

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LAS AVENTURAS ANDALUZAS JAMÁS CONTADAS POR LOS NIÑOS Y LAS NIÑAS DE MARIA ANA

A lo lejos se escuchaba cantar, y decidieron acercarse,


para ver que es lo que pasaba. A ver si tenían tanta suerte
como en Almería.
Conforme se iban acercando, distinguían cada vez más
la letra de la canción, que decía:

En la cuna del hambre
mi niño estaba.
Con sangre de cebolla
se amamantaba.
Pero tu sangre,
escarchada de azúcar,
cebolla y hambre...
—Me parece, que sé quién está cantando esto, porque
lo he escuchado en casa muchas veces —dijo Ernesto— Se
llama José Mercé y canta flamenco con una letra de otro
poeta, Miguel Hernández.
—Vamos, rápido —dijo Celia comenzando a
caminar— Seguro que nos gusta.
—Desde luego que sí— añadió Joselito— porque
aunque me va el rap, también me gusta mucho el flamenco.
—Claro —dijo Yumara—, ¿sabéis que hace poco lo
han declarado “Patrimonio de la Humanidad”? Además el
flamenco me trae recuerdos, pues según dicen, sus orígenes
también son en parte de mi país.
Llegaron al sitio de donde venía la música, y allí había
una candela encendida. Alrededor, sentados, estaban
cantando y bailando un grupo de personas. Entre ellas,
reconocieron bailando a Sara Baras, que dirigiéndose al
guitarrista, le dijo:
—Anda, tócame por Camarón, que es uno de los
cantaores gitanos mejores que ha dado la provincia de
Cádiz.

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LAS AVENTURAS ANDALUZAS JAMÁS CONTADAS POR LOS NIÑOS Y LAS NIÑAS DE MARIA ANA

Y tras los primeros acordes de guitarra todos y todas


los que estaban allí empezaron a cantar: “Yo soy gitano, y
vengo a tu casamiento...”
Así estuvieron hasta bien entrada la noche. Se
enteraron de que se estaba celebrando el bautizo del hijo
de “La Niña Pastori”.
—¡Qué suerte hemos tenido! — dijo Celia mientras se
arrancaba a bailar.

Después de la fiesta, todos agotados, se sentaron a


descansar un poco.
—¿Qué hacemos? —dijo Joselito— ¿Volvemos a abrir
el libro? Venga, sácalo de tu mochila Celia.
—¿El libro? ¿Dónde está? —dijo Celia— Vamos, déjate
de bromas, que ya no tiene gracia, Joselito.
—Pero si yo no lo tengo, de verdad— le contesta.

Ernesto lo tenía entre sus manos y estaba hojeándolo


distraído, cuando sus amigos vieron cómo empezaba a
flotar él solo y a girar…
—¡Eh! ¡Qué se va sin nosotros! —dijo Celia cogiéndole
por una pierna. Le frena un poco, pero siguen elevándose,
ahora los dos.
—¡Vamos! ¡Salta Yumara! ¡Cógete a Celia! —dijo
Joselito mientras trataba de alcanzar la pierna de Ernesto.

Y así, por los pelos, justo en el instante en el que los


cuatro están en contacto, el destello de la luz los vuelve a
cegar a todos…

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“Baño sin disfraces”

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LAS AVENTURAS ANDALUZAS JAMÁS CONTADAS POR LOS NIÑOS Y LAS NIÑAS DE MARIA ANA

CAPÍTULO V

JAEN: HISTORIA Y VICTORIA

Nuestros pequeños protagonistas a estas alturas ya


habían pasado por mil peripecias y aventuras. Habían
recorrido ya varias provincias andaluzas en distintas épocas
sin poder llegar a su destino final, El Coronil. Pero... ¿habría
llegado ya ese momento tan deseado?
Tras un gran destello luminoso, de entre una gran
humareda aparecen todos nuestros amigos, juntos pero sin
saber dónde. Al mirar a su alrededor sólo oyen mucho ruido
sin conseguir ver nada. Una intensa nube de polvo lo invadía
todo.
―¡No veo nada!
―¡Yo tampoco!
―¿Qué son esos gritos?
―¡Tengo miedo!
Se decían unos a otros, mirándose sin saber qué hacer.

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LAS AVENTURAS ANDALUZAS JAMÁS CONTADAS POR LOS NIÑOS Y LAS NIÑAS DE MARIA ANA

Poco a poco se hacían algunos claros entre el polvo y


conseguían ver algo. Estaban alucinados con lo que se les
mostraba ante sus ojos. El panorama era desolador, sólo
veían gente en el suelo muerta o moribunda, otros a pie o a
caballo armados con grandes lanzas, espadas, flechas o
cuchillos y luchando entre ellos. Se oían gritos de: ¡Muerte al
infiel! ¡Acabemos con ellos!
Hacía un calor intenso, se encontraban ante una gran
llanura abierta, con no mucha vegetación y en medio de lo
que parecía ser una batalla en toda regla.
Nuestros protagonistas sintieron mucho miedo al ver
tanta gente herida y gritando. De pronto se les acercó un
jinete vestido de negro en su caballo, con una gran espada en
la mano derecha y dispuesto a atacar.
Los niños, asustados corrieron a esconderse entre los
matorrales. Yumara y Ernesto en su carrera acabaron
cayendo por un pequeño terraplén al final del cual se
encontraban unos hombres con largas capas negras, un
gran turbante blanco en la cabeza y un extraño y a la vez
precioso casco, rematado en punta. En su mano unos
llevaban largas lanzas y otros, espadas curvadas. Eran de tez
muy morena y con barba algo descuidada. A Ernesto le
recordaban a los personajes de una película que él había
visto recientemente.
Yumara al verlos tan de cerca, y fijarse en sus rasgos…
éstos les resultaron familiares. Le comentó en voz baja a
Ernesto: Creo que estos guerreros son musulmanes, igual
que yo.
―Pues ya que lo dices, es verdad ―le dijo― Pero,… oh,
oh, parece que nos han visto.
Los guerreros extrañados al ver caer a dos niños, se
fueron hacia ellos.
―¿Qué hacen estos niños por aquí? Corren peligro

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LAS AVENTURAS ANDALUZAS JAMÁS CONTADAS POR LOS NIÑOS Y LAS NIÑAS DE MARIA ANA

―escucharon.
―Llevémosles a un sitio seguro― dijo el mayor de
ellos― Vamos a conducirlos a la tienda de nuestro califa.

Mientras todo esto sucedía, Celia y Joselito que se


habían escondido entre unos arbustos, oyeron los lamentos
de alguien que parecía herido. Se acercaron con mucho
cuidado encontrando a un soldado tendido y ensangrentado.
―¿Qué te pasa? ―le preguntó Celia― Oh, mira, tiene
una flecha en el hombro ―le dijo a Joselito.
El caballero intentó decir algo, pero no le quedaban
fuerzas y perdió en ese momento el sentido.
―Tengo una idea ―se le ocurrió a Joselito― Sé algo
sobre primeros auxilios que aprendí en unos vídeos de
Youtube. Si intentamos sacarla puede que sobreviva.
Joselito y Celia se pusieron manos a la obra. Tiraron de
la flecha con mucho cuidado... hasta que consiguieron
sacarla completamente. Entonces comenzó a salir mucha
sangre de la herida.
Celia empezó a sentirse mareada y le dijo a Joselito:
―Tenemos que cortar rápidamente la hemorragia.
Joselito rasgó entonces un trozo de la capa del
guerrero, tapó la herida primero y luego rodeó el hombro
con ella.
Los dos se quedaron observando la ropa que llevaba
puesta el soldado. Una capa y una túnica blanca con una gran
cruz roja en el pecho, el cuerpo cubierto con una especie de
malla plateada, un casco que le cubría la cabeza y una espada
muy larga.
Mientras observaban la vestimenta, el soldado comenzó
a recuperarse. Celia y Joselito tenían miedo de cómo
reaccionaría el guerrero al verlos allí.
―¿Quiénes sois? ¿Qué hacéis aquí? ― preguntó el
soldado

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LAS AVENTURAS ANDALUZAS JAMÁS CONTADAS POR LOS NIÑOS Y LAS NIÑAS DE MARIA ANA

―Somos ... ―empezó a decir pensativo Joselito


Celia que en esos momentos tenía un miedo terrible, se
acordaba mucho de sus padres y de por qué tuvieron que
encontrar aquel libro mágico que los había llevado a pasar
por todas estas aventuras. Rápidamente y muy nerviosa
contestó:
―Somos Joselito y Celia y la historia de cómo hemos
llegado hasta aquí es muy larga y no te la podemos contar
ahora.
―Te hemos encontrado herido de flecha en un hombro,
la hemos sacado y hecho unas curas. Has perdido bastante
sangre y te has quedado inconsciente un buen rato ―le
aclaró Joselito con más calma.
―Os agradezco que me hayáis ayudado, os debo la vida.
Pero aquí corremos demasiado peligro ―dijo intentando
incorporarse con dificultad― Es necesario llegar al
campamento y ver a nuestro rey Alfonso.
―Pero… ¿dónde y en qué año estamos? ―preguntó
Celia
―Estamos en un lugar llamado de Las Navas de Tolosa y
en el año de 1212 ―comenzó a contarles― Yo soy caballero
de la orden de los Templarios a las órdenes de nuestro rey
cristiano Alfonso VIII y en batalla contra los musulmanes al
mando del califa Miramamolín.
―¿Cómo sabemos si nos podremos fiar de ti?
―preguntó Joselito.
―Si hubiera querido haceros algún daño ya lo habríais
sabido ―dijo con una sonrisa socarrona.
―Parece de fiar ― le susurró Celia a Joselito.
El caballero parecía algo recuperado, y tratando de
incorporarse les dijo: ¡Vamos, salgamos de aquí antes de que
nos descubran! Ayudadme.
Al ponerse en marcha, nuestros amigos iban
descubriendo los horrores de la guerra: cadáveres esparcidos

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LAS AVENTURAS ANDALUZAS JAMÁS CONTADAS POR LOS NIÑOS Y LAS NIÑAS DE MARIA ANA

por todo el camino, caballos y camellos corriendo sin rumbo,


armas, cascos, escudos rotos y ensangrentados...
Celia y Joselito tenían mucho miedo y estaban
asustados, solo confiaban en que estarían más protegidos al
lado del caballero.
De pronto el soldado gritó: ¡Cuidado, agacharos!
―¿Qué pasa? ―gritó Celia desde el suelo.
―Se acercaba una flecha, nos ha pasado muy cerca
―dijo el caballero señalando la flecha clavada justo a sus
espaldas― Pero tranquilos, ya se ve ahí cerca nuestro
campamento.

Entre tanto, Yumara y Ernesto, que habían sido


encontrados por los guerreros musulmanes, iban a ser
conducidos ante el califa. De camino, los guerreros se fijaron
en Yumara:
―Pareces de árabe como nosotros ¿eres musulmana?
―le preguntaron― tienes unos rasgos muy parecidos a los
nuestros.
Yumara con voz temblorosa respondió:
―Soy Yumara, y sí, soy musulmana.
―Pero ¿quién es tu amigo que viste tan raro? ¿y qué
haces con él?
―Nuestra historia es muy larga, no sé si contárosla
porque no os la ibais a creer ―le respondió― Pero… ¿podéis
decirnos dónde y en qué año estamos?
―Estamos en el año 1212 a lugar le llaman Las Navas
de Tolosa. Estamos en plena batalla entre cristianos y
musulmanes.
Al oír esto, Ernesto se vuelve pálido y tembloroso, y
grita:
―¡Aaaah!
―¿Qué pasa? ― le preguntó Yumara
―Nada, nada ―respondió Ernesto nervioso, y

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LAS AVENTURAS ANDALUZAS JAMÁS CONTADAS POR LOS NIÑOS Y LAS NIÑAS DE MARIA ANA

disimuladamente, en voz baja le susurró a Yumara― Luego


te lo cuento.
Continuaron la marcha, y a lo lejos vieron el
campamento y la tienda del califa Muhammad An-Nasir
(Miramamolín para los cristianos). Se percataron de que
alrededor de la tienda había unas personas encadenadas a
unos postes y armados con escudos y espadas.
―¿Quiénes son esos hombres que están ahí atados?
―preguntó Yumara
―Son esclavos traídos de África para defender con su
vida a nuestro Califa en el caso de que los cristianos llegaran
hasta aquí ―dijo un soldado musulmán.
―Pero eso no va a suceder ―dijo el otro soldado
confiado.
Tras cruzar la empalizada de personas encadenadas,
entraron al campamento. Ya llegaron a la tienda de
Miramamolín, y tras esperar en la puerta unos instantes les
hicieron pasar.
―Salam Alykum ―saludaron los soldados postrándose
ante el califa.
Ante ellos apareció un hombre mayor, de piel morena
con una gran barba blanca, ojos pequeños y nariz un poco
grande. Llevaba una túnica hasta los pies, verde como el color
del Corán y con adornos bordados en oro. En la cabeza
llevaba un gran turbante blanco adornado con una piedra de
brillantes colores, que llamó mucho la atención de Yumara y
Ernesto. Sus manos también estaban adornadas con anillos,
todos muy diferentes, de oro y plata y con mucho colorido.
La tienda estaba adornada con tapices y telas de
muchos colores. A Yumara le recordó los momentos vividos
no hace tanto en Córdoba cuando se encontró con el califa
Abderramán III, pero ahora estaban trescientos años
después.

80
LAS AVENTURAS ANDALUZAS JAMÁS CONTADAS POR LOS NIÑOS Y LAS NIÑAS DE MARIA ANA

―¿Quiénes son esos dos que os acompañan?


―preguntó el califa
―Los encontramos en el campo de batalla ―dijo uno de
los soldados― Decidimos traéroslos porque no sabíamos qué
hacer con ellos. Ella, Yumara, es musulmana.
En ese momento entró un mensajero con nuevas
noticias del transcurrir de la batalla. Instante que aprovechó
Ernesto para contar a Yumara en susurros: ¿No te dije al ver
a estos guerreros que me recordaban una película? Hace
unas semanas vi una película titulada “Batalla de Las Navas
de Tolosa” que es justamente donde nos encontramos, en la
provincia de Jaén. Estamos en plena reconquista cristiana.
En esta batalla se enfrentan cristianos y musulmanes. Los
cristianos por recuperar las tierras que les fueron
arrebatadas y los musulmanes por conservarlas. El rey
cristiano de Castilla Alfonso VIII ha conseguido convencer al
rey Sancho VII de Navarra, a Pedro II de Aragón y a Alfonso
II de Portugal, además de algunas órdenes militares como la
de los Templarios y de Santiago para unirse en un ejército de
por lo menos 70.000 hombres para combatir contra un
ejército de al menos 120.000 musulmanes al mando del
califa Muhammad An-Nasir conocidos por ellos como
Miramamolín.
―Así que estamos en plena batalla, por eso hemos visto
tanta polvareda, gente gritando y cadáveres por los suelos
―dijo Yumara que por fin se daba cuenta de la situación.
―Esta es una de las batallas más numerosas y
sangrientas, se dijo que murieron miles de hombres ―le
continuó contando― Tras esta batalla el poder musulmán
comenzó a decaer y a partir de entonces los cristianos cada
vez conquistaron más tierras hacia el sur.
―Pero lo peor de todo es que estamos en el bando
perdedor ―se lamentó― Dentro de poco llegarán aquí los
cristianos y pasarán por la espada a todos los que

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LAS AVENTURAS ANDALUZAS JAMÁS CONTADAS POR LOS NIÑOS Y LAS NIÑAS DE MARIA ANA

encuentren.
―Tenemos que irnos de aquí ―dijo Yumara
aterrorizada― ¡Abramos el libro y vámonos!
―No puede ser. No sabemos dónde están Celia y
Joselito ―le recordó Ernesto― No podemos dejarlos aquí
atrapados en el tiempo para siempre.
―¡Pero vamos a morir! ―dijo Yumara elevando la voz
sin darse cuenta.
El Califa que se percata de la conversación en susurros
que estaban manteniendo se dirige hacia ellos.
―De modo que te llamas Yumara ―le preguntó a la
muchacha― ¿Qué haces con un cristiano? ¿Acaso no ves que
estamos en guerra?
―Mi historia es muy larga de contar, pero de donde
vengo, que es esta misma tierra pero en otro tiempo,
convivimos sin pelearnos y entendiéndonos entre distintas
razas y culturas ―trató de explicarle serenamente y con toda
la sangre fría que pudo― Todos viajamos de un lugar a otro
con libertad, compartimos la misma tierra respetándonos y
conservando cada uno sus costumbres ―y continuó dejando
al Califa asombrado― Yo misma que soy musulmana y vivo
en El Coronil, donde la mayoría no es musulmana, pero voy
al colegio María Ana de la Calle y tengo allí muchos amigos
que me respetan y me quieren.
―¿El Coronil? ¿Dónde está esa tierra? ―le preguntó
extrañado― Nosotros llegamos aquí en el año 711 y ahora
estamos en el 1212. Llevamos aquí quinientos años, esta es
nuestra tierra y nunca nos marcharemos...
―Pero, todos podemos convivir en ella, cuando
vosotros llegásteis aquí, sus pobladores visigodos eran
cristianos ―le contestó Ernesto armándose de valor―
Debemos aprender a convivir y a respetarnos cada uno con
su propia cultura y creencias.
Miramamolín se queda pensativo reflexionando sobre

82
LAS AVENTURAS ANDALUZAS JAMÁS CONTADAS POR LOS NIÑOS Y LAS NIÑAS DE MARIA ANA

lo que acababa de escuchar.


―Desde luego viendo este presente, y aunque nos
quede mucho por hacer, me siento muy orgulloso de lo
conseguido hasta ahora por nuestra sociedad ―le susurró
Ernesto a Yumara― ¿no crees?
Mientras transcurría esta charla, cada vez se podían
escuchar más cercanos los gritos de los combatientes.
Miramamolín recibía continuamente mensajes de la
situación y se mostraba visiblemente nervioso. Nuestros
amigos se acordaban de sus dos compañeros, temiendo la
que se les avecina…

Mientras tanto, Celia y Joselito estaban llegando al


campamento cristiano. El guerrero templario se presentó
ante Alfonso VIII y se arrodilló ante él diciendo: Mi señor,
estos dos niños me han salvado la vida, me encontraron
herido y me cuidaron.
―¿Pero qué hacéis aquí en medio de este infierno? ¿De
dónde habéis salido? ―les preguntó con curiosidad― Sea
como sea, os agradezco que hayáis ayudado a uno de los
nuestros. Aquí estaréis a salvo. Supongo que tenéis hambre,
mandaré que os traigan algo de comida y ropa para
cambiaros. Esa que traéis es bien rara.
Mientras, los niños comían y bebían con ganas, debido
al mucho calor que hacía, recordemos que estamos en pleno
mes de julio. Curiosos y sorprendidos por encontrarse ante
un rey, le comentaron: Nosotros, donde vivimos, también
tenemos un rey, se llama Don Juan Carlos I, pero nunca lo
hemos podido ver tan de cerca como estamos viéndole a
usted.
En ese momento entró un mensajero y le comunicó al
Rey que están combatiendo en una lucha encarnizada con los
esclavos que rodean la tienda de Miramamolín, y que ya
estaban a punto de entrar.

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LAS AVENTURAS ANDALUZAS JAMÁS CONTADAS POR LOS NIÑOS Y LAS NIÑAS DE MARIA ANA

Entonces el rey ordenó enérgicamente: ¡Vamos, todo el


mundo a los caballos! ¡Tenemos que llegar allí! Traed
también a esos niños. Que disfruten de nuestra victoria.
Celia y Joselito se acuerdan en esos momentos de sus
amigos, ¿qué habrá sido de ellos?
Mientras tanto en la tienda del Califa, Yumara y Ernesto
se daban cuenta de la situación, los combatientes ya estaban
llegando allí mismo. Ante el problema que se les venía
encima decidieron esconderse tras los tapices que adornaban
la tienda del Califa.
La lucha era encarnizada pero los cristianos lograron
atravesar la empalizada y entrar en la tienda. Allí esperaba
Miramamolín con su túnica verde y su turbante, en una
mano la espada y en la otra el Corán, con gesto altivo pero
sabiéndose derrotado no ofreció resistencia.
En ese momento llegaron los reyes cristianos que
estaban extrañados por la defensa que había ideado
Miramamolín alrededor de su tienda.

Al Rey Sancho de Navarra le sorprendió la figura del


Califa, sobre todo la piedra preciosa que lleva en su turbante.
Se quedó un momento pensativo hasta que se le pasó una
idea por su cabeza: añadir alrededor de su escudo de
Navarra, como símbolo y en recuerdo de tan memorable
batalla, las cadenas a las que estaban atados aquellos pobres
esclavos, que habían muerto como unos valientes. Y en el
centro del mismo, ese hermoso brillante que lucía el Califa
en su turbante.

Yumara y Ernesto permanecían escondidos y


observando la escena por un hueco entre los tapices. Cuando
de pronto una gran alegría invadió a Ernesto.
―¡Mira Yumara!, ¿no son aquellos dos Celia y Joselito?
―¡Sí, sí, son ellos! Vamos.

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LAS AVENTURAS ANDALUZAS JAMÁS CONTADAS POR LOS NIÑOS Y LAS NIÑAS DE MARIA ANA

Mientras los reyes debatían la rendición, Yumara y


Ernesto aprovecharon para salir y encontrarse con sus dos
compañeros.
Al verse de nuevo todos juntos, estallaron de alegría y
se dieron un gran abrazo. Se sentían muy felices después
haber pasado tanto miedo, y llegado incluso a pensar que no
se verían nunca más.
―¡Vámonos rápido de aquí! ― dijo Joselito.
―Sí, vámonos. Abre el libro Yumara, rápido antes de
que se den cuenta ―apuró Celia.
Abrieron el libro para desaparecer de allí y olvidarse de
tanto sufrimiento pasado. Al pasar unas páginas, una nube
de humo blanco los envolvió y … en unos segundos, se vieron
rodeados por una gran polvareda y un calor quizá más
asfixiante que el que acababan de dejar.

Cuando la nube de polvo se disipó y por fin pudieron


respirar aire fresco… se dieron cuenta que estaban en medio
de la noche… miraron a su alrededor y vieron que se
encontraban en un pueblo con muy pocas luces, mucho calor
y nadie en las calles. Después de tanta agitación se sentían
tremendamente cansados y con ganas de dormir. Así que
buscaron un lugar donde refugiarse y pasar la noche, hasta
que hallaron un pequeño establo con algunos animales y un
gran montón de paja.
―¡Qué bien, un lugar donde poder dormir! ―dijo
Ernesto.
―No es muy agradable, huele regular… pero bueno nos
servirá para descansar ―dijo Ernesto resignado. Se
acomodaron entre la paja, cada uno se preparó su propia
cama con un mullido montón de paja. Los chicos se
durmieron al momento, pero Celia y Yumara a pesar de estar
cansadas, continuaban agitadas y no podían coger el sueño.
―¿Cómo pudimos llegar a separarnos en la batalla,

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LAS AVENTURAS ANDALUZAS JAMÁS CONTADAS POR LOS NIÑOS Y LAS NIÑAS DE MARIA ANA

Yumara?
―Ernesto y yo salimos corriendo y nos caímos. Nos
cogieron los musulmanes y nos llevaron a la tienda de
Miramamolín. Nos acordamos mucho de vosotros, no
sabíamos qué os había pasado ―le contó.
―Pues nosotros curamos a un soldado herido de flecha
que nos llevó ante el rey Alfonso VIII ―le dijo Celia.
―¿Qué te ocurre? ― le preguntó Yumara a Celia, que la
veía un poco preocupada y triste.
―Que me acuerdo mucho de mi madre y del vaso de
leche que me pone cuando me voy a acostar ― le dijo.
―Y yo del beso que me da mi padre todas las noches
―reconoció Yumara.
No paraban de bostezar mientras hablan, porque
estaban rendidas. Poco a poco, a pesar del calor y el
nerviosismo, se hizo el silencio y se quedaron dormidas.

Ya amanece, el sol asomaba por el horizonte cuando


una gran explosión sobresalta a los cuatro compañeros:
¡BOOOOMM!
―¿Qué es eso? ¿Qué está pasando? ―se preguntaban
Se oían disparos y un gran barullo de gente en la calle
gritando y corriendo. Miraron entre unas rendijas de la
puerta y vieron a mujeres y hombres corriendo con palos y
herramientas de labranza hacia las afueras del pueblo. Los
cuatro salieron y siguieron a los hombres. Al pasar por una
plaza dijo Celia: Mirad, chicos, se parece a la plaza vieja en la
que vivo.
―Sí, es verdad, se parece un poco pero es mucho más
antigua ―dijo Joselito― Creo que hemos adelantado mucho
en el tiempo pero sospecho que seguimos lejos de nuestra
época.
Siguiendo a la gente no se habían dado cuenta de que
habían llegado al final de la ciudad. Desde allí veían a lo lejos

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LAS AVENTURAS ANDALUZAS JAMÁS CONTADAS POR LOS NIÑOS Y LAS NIÑAS DE MARIA ANA

un ejército de hombres con cañones, mosquetones,


caballos.... Celia se acercó y preguntó a una de las mujeres:
¿Qué es eso que se ve a lo lejos?
―Son los franceses que piensan invadir nuestro pueblo
―le explicó― pero nosotros estamos esperando ayuda del
general Castaños que viene con sus tropas desde Utrera,
donde tienen su cuartel general.
―¡Ooooh, no. Otra batalla no, no puede ser! ―dijo
Ernesto― ¡Estoy hasta el gorro de tanta batalla!
―¡Otra vez hemos vuelto a Cádiz y en la misma época!
―exclamó Joselito― Estamos en plena guerra de la
Independencia.
―¿En Cádiz? ―le preguntó extrañada la mujer que lo
había escuchado― No, hijo, no. Estamos en la provincia de
Jaén, en la ciudad de Bailén.
―Entonces hemos cambiado de ciudad pero estamos
en la misma provincia y en 1808 ―dijo Yumara.
―Utrera está al lado de nuestro pueblo. Si las tropas han
salido de allí, lo mismo algunos de los soldados que vienen a
combatir son de El Coronil ―dijo Celia.
Ya se acercaba el mediodía y el calor apretaba, todos
tenían hambre y sed.
―Qué bien estábamos en El Coronil ―dijo Yumara con
melancolía― ¿Recordáis cuando estábamos en la piscina? ¿Y
lo fresquitos que estábamos allí antes de comenzar todas
estas aventuras? Entonces a Joselito se le iluminó la cara, y se
puso a hurgar en su mochila.
―Llevo en mi mochila unos bocadillos ―dijo― estarán
un poco duros pero con el hambre que tenemos creo que
nos servirán.
―¿Y ahora te acuerdas? ―le recriminó Ernesto― ¡A
buenas horas!
―¡Esto no hay quien se lo coma! ―dijo Celia tras pegar
un bocado y dejar clavados sus dientes en el pan― Esto no se

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LAS AVENTURAS ANDALUZAS JAMÁS CONTADAS POR LOS NIÑOS Y LAS NIÑAS DE MARIA ANA

lo comen ni los pollos que tiene mi abuelo en la Viña de los


Pinos.

Entonces escucharon de nuevo un griterío: ¡Viva!


¡Viva! ¡Ya llegan los refuerzos! ¡Vienen las tropas del general
Castaños!
―¡Oh, no! Otra vez. A cubiertoooo ―gritó Yumara

Comenzaba la batalla, unos 29.000 soldados españoles


se enfrentaban a otros 24.000 franceses. Los cañones
empezaron a disparar, nuestros amigos asustados, se
escondieron en un montículo del terreno. Vieron pasar
entonces a hombres, mujeres e incluso niños, llevando a
cuestas, o con ayuda de mulos y burros, cántaros llenos de
agua para calmar la sed de los combatientes.
Cada vez el calor era más intenso. Pasó cerca de ellos
una mujer que caminaba con mucho esfuerzo, agotada y casi
sin poder con el cántaro que llevaba en la cintura. Yumara
decidió actuar.
―Señora, déjenos que le ayudemos con el cántaro― le
dijo.
―Gracias, os lo agradezco, pero prefiero que cojáis otro
y me acompañéis ―le respondió la mujer.
―Vale, venga. Vamos a por ellos ―animó Joselito.
Cada uno coge un cántaro, los llenan en una fuente que
había cerca y se van detrás de la mujer.
Entonces ella les preguntó: ¿Cómo os llamáis? ¿No os
había visto antes por aquí?
―Ernesto, Yumara, Joselito y Celia ― respondió cada
uno diciendo su nombre
―¿Y usted? ―preguntó Joselito
―Yo soy María Bellido ―contestó― Pero dejemos la
charla y vamos a repartir el agua a nuestros soldados. Si
queréis echar una mano repartamos las tareas.

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LAS AVENTURAS ANDALUZAS JAMÁS CONTADAS POR LOS NIÑOS Y LAS NIÑAS DE MARIA ANA

―Vosotras, Yumara y Celia. Llevad agua a los


combatientes. Vosotros, dos refrescad las armas ―organizó
la mujer
―¿Qué es eso de refrescar las armas? ―preguntó
Joselito
―Con los disparos y el calor que hace, las armas se
calientan mucho, hay que pasarles un paño con agua fresca
de la fuente sino, pueden reventar como les está pasando a
algunos cañones de los franceses ―les explicó― Ellos han
entrado en España y ahora pretenden quedarse, pero todo
este pueblo está ayudando en lo que puede para que no lo
consigan.
Comenzaron cada uno con su tarea encomendada,
cuando Yumara y Celia oyen un disparo muy cercano.
―¡Huy! Casi me dan. Me ha roto el cántaro de un
disparo ―gritó María Bellido― Dame el tuyo, Celia para
seguir repartiendo ―le pidió sin pensárselo dos veces.
Los niños se dieron cuenta del valor de María. Después
de estar a punto de ser herida, seguía repartiendo agua como
si nada hubiera pasado.
Esto le recordó a Celia algo de lo leído en un libro de la
biblioteca de aula que escogió para el lectómetro de clase.
―Creo que ya se el por qué en la bandera de Bailén hay
dibujado un cántaro agujereado ―le dijo a Yumara― Cuando
lo leí el libro no lo entendía muy bien… Pero ahora que
caigo… ¡De algo me sonaba el nombre de María Bellido! Es
una heroína de esta batalla. Ese cántaro de la bandera quiere
representar a todo el pueblo de Bailén en su lucha heroica
contra los franceses.

Ernesto y Joselito que estaban algo lejos, vieron todo lo


ocurrido y corrieron hacia sus amigas creyendo que les
podía haber pasado algo. Entonces oyeron decir: ¡Alto el
fuego! ¡Han herido al general Dupont!¡Llega un caballo con la

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LAS AVENTURAS ANDALUZAS JAMÁS CONTADAS POR LOS NIÑOS Y LAS NIÑAS DE MARIA ANA

bandera blanca! ¡Se han rendido!

Los cuatro amigos que se por fin se encontraban


reunidos decidieron que había llegado el momento de irse:
―Vámonos, ya no hacemos nada aquí ― dijo Joselito―
abramos el libro.
―Tengo una idea ―se le ocurrió a Yumara― Tenemos
que encontrar la manera de acercarnos a nuestra época.
Como ahora no estamos demasiado lejos, pasemos sólo una
página y así probablemente lleguemos a El Coronil en el
momento en que todos queremos.
―Sí, sí, pero abrámoslo ya ―dijo impaciente Ernesto―
que quiero salir de aquí.
Todos a la vez cogieron el libro, pasaron una hoja… y
con la siguiente salió un suave tornado de humo que los
envolvió hasta su completa desaparición ...
… apareciendo de nuevo en un campo rodeado de
olivos. El tiempo era agradable, no hacia el mismo calor que
de donde venían. Era una preciosa mañana de otoño, los
árboles cargados de aceitunas y un silencio absoluto, sólo
interrumpido por el canto de los pájaros. Los niños
comenzaron a sentirse muy contentos, daban por hecho que
habían llegado a casa.
―¡Por fin! Ya estamos en El Coronil ―dijo Ernesto―
¡Podremos ver a nuestros padres!
―Podré descansar en mi cama y comer los cocidos y el
caldito del puchero que hace mi abuela― dijo Celia.
―No estamos seguros ―les alertó Yumara― aunque en
El Coronil tengamos olivos, puede que estos no sean.
―Para averiguarlo caminemos hasta aquel cerro ―se le
ocurrió a Joselito― así podremos ver los alrededores.
―Vale, pero estoy segura que estamos en nuestro
pueblo ―replicó Celia que era bastante cabezota.

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LAS AVENTURAS ANDALUZAS JAMÁS CONTADAS POR LOS NIÑOS Y LAS NIÑAS DE MARIA ANA

Al llegar a la colina descubren que estaban rodeados de


un mar de olivos, fue en ese momento en el que se dieron de
que aquello no podía ser El Coronil. A lo lejos vieron gente
trabajando cogiendo aceitunas.
―¡Seguimos en Jaén! ― dijo Joselito― Solo aquí
podremos encontrar tanta cantidad de olivos.
―Tranquilos. Vamos a preguntar a aquellos
trabajadores que cogen aceitunas ―dijo Celia.

Al llegar ven a un grupo de personas subidas a unos


bancos con unos cestos colgados al cuello y sombreros de
paja. Al ir acercándose, dijo Ernesto: Esto me recuerda
mucho cuando yo iba con mi abuelo a coger aceitunas.
―Perdone, ¿nos podría decir dónde estamos?
Acabamos de llegar y nos hemos perdido― se acercó
diciendo Yumara
―Sí cómo no. Estamos en Jaén cerca de la Sierra de
Cazorla. Cuando acabemos os llevaremos hasta el pueblo ―se
ofreció el hombre
―¿Podemos ayudaros a coger las aceitunas? ―preguntó
Ernesto que le encantaba y además ya lo había hecho otras
veces.
―Vale. Tenéis que coger un macaco, colgároslo del
cuello y … ¡venga, a echar aceitunas! ― dijo uno de los
trabajadores.
Yumara, que veía las aceitunas muy apetitosas ya
maduritas en el árbol, cogió una y al probarla... ―¡Aaaggg!
!Qué asco! ― dijo.
―Ja, ja, ja, Yumara ¿qué haces? ―se rió Joselito― las
aceitunas aunque estén maduras no se pueden comer
directamente del árbol. -
―Primero hay que prepararlas, que se pueden hacer de
muchas maneras ―le explicó uno de los hombres― Aliñadas
partidas o sajadas, en cáustica..... así están riquísimas.

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LAS AVENTURAS ANDALUZAS JAMÁS CONTADAS POR LOS NIÑOS Y LAS NIÑAS DE MARIA ANA

―¿Por qué tenéis tantos olivos sembrados? ¿Tantas


aceitunas coméis? ―preguntó Yumara que le resultaba muy
interesante.
El campesino riéndose le contestó: No, niña, no.
Algunas son para comer, pero la mayoría son para hacer
aceite.
―¿Y cómo lo sacáis? ―continuó preguntando Yumara
que no estaba muy familiarizada con el tema de la aceituna.
―¿Ves ese carro enganchado al mulo? ―le preguntó el
buen hombre― Pues cuando esté lleno lo llevaremos a la
almazara, que es la fábrica donde se extrae el aceite de oliva.
Podéis venir todos conmigo, si queréis, os llevaré al pueblo y
de paso veis allí cómo lo sacamos.
―Sí, ¡qué bien! ―dijo ilusionado Joselito― yo guiaré al
mulo, que me hace mucha ilusión.
El carro acaba llenándose y todos se preparan para
subir a él.
―¡Cuidado con lo que haces Joselito! ―le advirtió
Celia― Como asustes al mulo y nos caigamos, ya puedes
empezar a correr.
―Tranquilos, con esta son dos veces las que cojo un
carro, y la primera vez que lo hice se volcó ―dijo
socarronamente.

Estando en esto, y cuando llevaban un trayecto


recorrido del camino, oyen en un olivo cercano a alguien
recitar con una voz muy dulce:
Andaluces de Jaén,
aceituneros altivos,
pregunta mi alma: ¿de quién,
de quién son estos olivos?

―Escuchad, escuchad ―dijo Celia― ¿No os recuerda
algo esta poesía?

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LAS AVENTURAS ANDALUZAS JAMÁS CONTADAS POR LOS NIÑOS Y LAS NIÑAS DE MARIA ANA

―Sí, es de Miguel Hernández ―dijo Yumara― El curso


pasado celebramos en el cole el centenario de su nacimiento.
¿Os acordáis de la feria del libro en el cole? En la entrada
había un gran cartel con esta poesía.
―Sí, sí. Es verdad, ahora lo recuerdo― dijo Ernesto.
―También la leímos y cantamos todos en clase
―recordó Joselito― La cantaba un grupo que se llamaba
Jarcha ¿Por qué no la cantamos ahora?
Y todos juntos comenzaron a cantarla. Los trabajadores
que los oyeron se quedaron sorprendidos y emocionados al
oír aquella poesía cantada por los pequeños.

Continuaron el camino y ya ven de cerca el pueblo de


Baeza que tienen que atravesar para llegar a la almazara.
Al pasar por sus calles se quedaron sorprendidos de
los muchos edificios que hay, tan bonitos y cargados de
historia. El campesino que se da cuenta, les va comentando:
―Mirad, esta fachada que veis a la izquierda con tantos
balcones es el Ayuntamiento, que antes fue cárcel ―les dijo
el olivarero― Pero si miráis a la derecha, esa casa que veis
ahí enfrente, la de la esquina, es la casa donde hasta hace
poco vivió el poeta Antonio Machado con su madre, que se
vino aquí después de morir su esposa Leonor.
―¿Lo conocéis? ―preguntó sorprendida Celia
―Ah, sí, ahora que me acuerdo, Antonio Machado nació
en Sevilla y fue profesor de Francés aquí en Baeza ―dijo
Yumara― Lo sé porque hicimos un trabajo sobre él para la
celebración del Día de Andalucía.
―¡Qué bien! Sois muy estudiosos. Pero mirad, por
donde vamos ahora… ―dijo señalando hacia un edificio―
¿veis esa enorme puerta?
―Sí, esa que está al final de la escalinata y que tiene
una reja delante, ¿no? ―preguntó Joselito.
―Bien, pues ese es el Instituto, que antes fue

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LAS AVENTURAS ANDALUZAS JAMÁS CONTADAS POR LOS NIÑOS Y LAS NIÑAS DE MARIA ANA

Universidad ―les dijo― ¿sabíais que hasta hace muy poco


daba clases aquí Antonio Machado?
―¿Aquí? ―preguntó Celia extrañada― pues la verdad
es que no.
―Y además aquí, en esta ciudad de Baeza, fue donde
conoció a Federico García Lorca ―les continuó contando―
eso tampoco lo sabe mucha gente.
Siguen su camino hasta que llegan a una plaza con una
fuente, la Plaza del Pópulo.
―Tengo mucha sed ―dijo Joselito― Paremos aquí para
beber y refrescarnos.
―Mira qué fuente tan bonita ―dijo Celia con
admiración― Tiene cuatro leones.
―Sí, por eso esta fuente se llama Fuente de los Leones.
―les dijo el campesino― Es un manantial natural que llega
desde las montañas de la sierra.
―Ah, igual que la que tenemos en nuestro pueblo ―dijo
Ernesto― se llama El Pilar del barranco que también es una
fuente natural, aunque no es igual de bonita.
Una vez refrescados, continúan el camino admirando el
lugar. Por cualquier calle que pasaban encontraban algo que
comentar: la Catedral, el Palacio de Jabalquinto,…
―¡Claro! ―le susurró Celia a Yumara― Ahora recuerdo
que cuando estudiamos Antonio Machado, vimos también
que las ciudades de Úbeda y Baeza habían sido declaradas
Patrimonio de la Humanidad por la UNESCO, por la gran
cantidad de monumentos que tienen las dos.

Iban tan entretenidos disfrutando de la ciudad, y de la


ruta que les había preparado el olivarero, que casi sin darse
cuenta estaban saliendo del pueblo.

A lo lejos ya se veía la almazara, cuando pasan cerca de


un gran olivo centenario, de tronco retorcido y una gran

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LAS AVENTURAS ANDALUZAS JAMÁS CONTADAS POR LOS NIÑOS Y LAS NIÑAS DE MARIA ANA

copa, con hojas de un verde que llama la atención y cargado


de aceitunas y con una forma muy especial. Allí se pararon.
―Mirad chicos, debajo de este olivo centenario se
celebraban todas las reuniones importantes del pueblo, y a
su alrededor verbenas y fiestas ―les dijo el campesino―
Todos dicen que sus hojas tienen algo mágico pero no
sabemos qué.
Finalmente acercan a la almazara y entran.
―¡Qué olor tan rico! Me ha entrado mucha hambre
―dijo Ernesto al que le suenan las tripas.
―Venid, veréis cómo sacamos el aceite ―dijo el
campesino― Ahora comeréis algo.
―Mirad en esos capachos hechos de cuerda y de forma
circular con un agujero en el centro, ponemos una buena
capa de aceitunas. Luego hacemos lo mismo con otro y otro
y lo vamos colocando encima. Así formamos un montón y lo
prensamos. ¿Veis cómo chorrea el aceite entre los capachos?
Ahora lo recogemos en ese recipiente y ya está. Casi listo
para envasar? Pero bueno, tenéis hambre ¿no? ―les
preguntó― Tomad estos panes y empaparlos en el aceite,
después podéis ponerle azúcar.
Todos rápidamente cogen los panes y comen con
muchas ganas.
―Esto me recuerda al desayuno andaluz que nos
comemos en el cole cuando celebramos el Día de Andalucía
―dijo Celia con la boca llena.
Les gustó tanto que decidieron pedir algunos panes en
aceite de más para guardarlos en la mochila y comerlos en
otro momento.

Se despidieron dando las gracias por todo y se fueron


para continuar su viaje.

―Vamos hacia el gran olivo centenario, el que vimos

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LAS AVENTURAS ANDALUZAS JAMÁS CONTADAS POR LOS NIÑOS Y LAS NIÑAS DE MARIA ANA

antes ―se le ocurrió a Celia― seguro que con lo viejo que es


también será sabio y nos ayudará en nuestro viaje.
Allí debajo del gran olivo, donde nadie los observaba,
decidieron abrir el libro sin pensar por dónde, porque eso de
pasar más o menos páginas… se veía que no daba resultado.

En el momento justo en el que los cuatro amigos


tomaron contacto con el libro, apareció de nuevo una gran
luz. Comenzaron a ser envueltos en esa conocida nube
blanca. Con el remolino una hoja del olivo, con una forma
muy especial se posó sobre el libro abierto iniciando el viaje
con ellos hasta...

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LAS AVENTURAS ANDALUZAS JAMÁS CONTADAS POR LOS NIÑOS Y LAS NIÑAS DE MARIA ANA

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LAS AVENTURAS ANDALUZAS JAMÁS CONTADAS POR LOS NIÑOS Y LAS NIÑAS DE MARIA ANA

CAPITULO VI

LA PROVINCIA ONUBENSE:
UN LUGAR DE DESCUBRIMIENTOS…

Cansados de aquel largo viaje, cayeron desplomados


sobre la arena fina. La pleamar les bañaba los pies que
apuntaban hacia un precioso crepúsculo. El sol se reflejaba
en la superficie de las pequeñas ondas y le daba tonos
cobrizos. Las gaviotas batían sus alas de blanca espuma
sobre las olas que picoteaban la arena de la playa.
―¡Uf!, me estoy acordando de la clase de música.
Escuchad... ― dijo Yumara.
―¿Qué? ― respondieron todos al unísono después de
escuchar sin percibir nada.
―Pues las gaviotas, el mar, el viento: las gaviotas son
las protagonistas, el mar un instrumento de percusión,...
―¡Y el viento un fagot...! ― dijo Celia.
―¡O un clarinete...! ― dijo Ernesto.

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LAS AVENTURAS ANDALUZAS JAMÁS CONTADAS POR LOS NIÑOS Y LAS NIÑAS DE MARIA ANA

―Valiente “chorrá”, a mí no me saques del rap... ― dijo


Joselito tarareando; y continuó haciendo pedorretas con
una mano en la boca.
Los tres lo escanearon de arriba a abajo y de izquierda
a derecha pero se callaron lo que pensaban. Detrás de ellos
oyeron el crujir de la arena, un ruido adivinaron que
pertenecía a los pasos de una persona, pero el otro ruido,
no lo identificaban. Giraron la cabeza. Un señor se acercaba
en dirección al mar. Llevaba un sombrero claro, que parecía
de paja, con una cinta negra. Llevaba también un traje
elegante del mismo color con una camisa blanca y una
corbata negra bastante fina. Iba acompañado de un burro
pequeño que cojeaba y le daba unas suaves topadas en su
espalda.
―Buenas tardes ― dijo el señor al pasar por el lado de
los niños.
―Bue...enas tardes ― respondieron tímidamente.
El burro entró en la mar blanca. El señor se quitó el
sombrero y dirigiéndose a ellos, dijo:
―Vosotros no sois del pueblo, ¿verdad?
―¿Del pueblo...? ― dijo Yumara.
―De Moguer ― contestó al instante el señor.
―¡Ah, ya! Verás, nosotros no somos de aquí, no ― dijo
Celia ―. Somos de Palos de la Frontera.
Yumara que iba a abrir la boca para desmentirla fue
interrumpida por un codazo fantasma, y así se quedó: con
la boca abierta y frotándose el brazo un poco dolorida.
―Cada fin de semana, y algún día suelto, hago un
paseo desde Moguer hasta esta playa de Mazagón pasando
por Palos. Luego me vuelvo por entre los pinares ―contestó
aquel hombre que tenía una calva como una bola de billar o
al menos así lo imaginaba Ernesto que estaba aguantándose
la risa desde que se quitó el sombrero.

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LAS AVENTURAS ANDALUZAS JAMÁS CONTADAS POR LOS NIÑOS Y LAS NIÑAS DE MARIA ANA

El burro salió del agua y empezó a juguetear con los


niños que se montaron encima de él, le acariciaron y le
rascaron sus largas y suaves orejas. El señor llamó al
animal y se despidió amable.
Los cuatro se quedaron en silencio mirando cómo se
alejaban. Antes de que se perdieran en la lejanía, Celia gritó:
―¡Seguidme! ¡Deprisa!
Todos la siguieron sin saber que era lo que pensaba
hacer Celia. Cuando pudieron alcanzarla, con la voz
entrecortada, Celia les contó que quería seguir a aquel
señor y a su burro, todo eso sin parar de andar con buen
ritmo.
No podían ir por el camino porque era demasiado
recto y el señor podría descubrirlos, así que tuvieron que
caminar por su borde que aunque era de arena más suelta,
había árboles para poder esconderse entre ellos.
Estaban cansados, tenían sed y sudaban, mojados
como si hubieran salido de la piscina. Además sus músculos
les dolían. Se sentían tan pesados al andar en la arena, que
parecía que cargaban con los libros en sus mochilas.
Estaban hartos y deseando acabar tumbados donde fuera.
Se pararon en la ladera de un cerro donde había una
casa solitaria y un porche con cinco arcos. Había
anochecido hacía tiempo, pero se podía ver la gran copa de
un pino y una de las paredes laterales encaladas de la casa,
iluminadas por un trocito de luna. Se agazaparon a un lado
del camino, sobre la hierba. El señor terminó de subir con el
burro hasta llegar a ella y entró por una puerta. Luego el
señor desapareció, bajando solo, por el otro extremo de
aquel alto.
―¿Subimos todos o sube uno? Si sube uno, ¿quién?
―dijo Joselito.
―Subimos tú y yo ― respondió Celia.

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LAS AVENTURAS ANDALUZAS JAMÁS CONTADAS POR LOS NIÑOS Y LAS NIÑAS DE MARIA ANA

―Sí hombre, y nos quedamos nosotros aquí solos


―protestó Ernesto.
―A mí no me importa ― aclaró Yumara.
―Yo subo contigo Celia ― respondió Ernesto.
―¡Venga, que subimos todos! ― exclamó Joselito
incorporándose.
El resto le siguió con Ernesto en último lugar. Cuando
llegaron a la casa se pegaron a la pared y Joselito giró la
cabeza por el único arco que tenía aquel lado de la pared
para mirar si había alguien.
―No hay nadie ― dijo susurrante, y todos se
dispusieron a entrar en el porche.
Yumara, justo cuando iba a entrar por el arco, escuchó
un chasquido a su espalda y se revolvió asustada pero solo
vio la oscuridad de la noche. Ernesto había desaparecido. Se
le erizó el vello de los brazos. Un calor le subió desde el
estómago hasta incendiarle la cara. Luego le vino otra vez el
frío que la dejó paralizada. Entonces, algo la agarró por el
tobillo. Llena de miedo, sólo sus ojos bajaron para ver qué
la sostenía tan firme.
―¡Jo, qué galletazo me he “pegao”! ― dijo Ernesto
tirado en el suelo, que con una mano se aferraba a un pie de
Yumara y con la otra mano estaba palpando el suelo.
Llorar, reír, chillar, abrazar a sus padres... o a Ernesto
mismo, o darle un puntapié,... Todo eso fue el conjunto se
sensaciones que en una milésima de segundo se le pasó por
la cabeza a Yumara.
―Arriba ―murmuró más tranquila ofreciéndole la
mano.
Joselito y Celia que se habían vuelto también para ver
lo que había sucedido, mantenían una sonrisa en sus
rostros. Joselito llegó hasta la puerta y puso la oreja sobre
ella. No oyó nada. Intentó girar el pomo y se entreabrió. Por
la rendija se veía poco, así que la abrió por completo. Un

101
LAS AVENTURAS ANDALUZAS JAMÁS CONTADAS POR LOS NIÑOS Y LAS NIÑAS DE MARIA ANA

poco de la luz de la luna dejó ver el suelo que estaba


cubierto de paja esparcida de forma irregular.
El burro estaba cerca de una ventana, levantó la
cabeza y avanzó tres pasos hacia la puerta. Bajó y levantó la
cabeza en señal de que los recordaba de la playa. Los niños
se acercaron hasta él y le rascaron detrás de las orejas por
segunda vez en un día.
Pronto dejaron al burro y buscaron un lugar donde
estar cómodos. Celia empezó a contarles:
―Este señor es Juan Ramón Jiménez. Y el burro se
llama Platero. Precisamente su obra más conocida es
Platero y yo. Vive en Moguer y ésta casa debe ser
Fuentepiña, que es una casa de campo a unos dos
kilómetros del pueblo. Lo malo es que no estamos en
nuestra época.
―Bueno, hasta ahora todas las personas que hemos
encontrado nos han facilitado viajar en el tiempo. A lo
mejor con Juan Ramón pasa lo mismo ― dijo Joselito.
―¡Uuaaaaaaay! ¡Qué sueño! ¿Por qué no seguimos
mañana?... ―bostezó Ernesto que se acurrucó hecho una
bola, como una cochinita de esas que están en los arriates y
las macetas.
―Me gusta la idea ―dijo Yumara que también se hizo
una bola pegándose a Ernesto.
Los dos mayores buscaron un rincón más apartado
para decidir qué iban a hacer al día siguiente. A
continuación se acurrucaron y se durmieron. Durante la
noche un sueño plácido se reflejaba en la cara de los niños.
De madrugada, sin embargo, un grito agudo retumbó en
toda la habitación.
―¡Algo me ha chupado la cara! ¡Algo me ha chupado la
cara! ¡Qué asco! ― repetía constantemente Yumara.
El resto se despertó asustado por los gritos, pero con
los ojos cerrados por el sueño, aún no veían nada. Cuando

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LAS AVENTURAS ANDALUZAS JAMÁS CONTADAS POR LOS NIÑOS Y LAS NIÑAS DE MARIA ANA

los ojos se acostumbraron a la oscuridad, pudieron ver a


Yumara en una esquina y en la otra a Ernesto, y junto a él
una cabra blanca que parecía tan asustada como los demás.
Los niños comprendieron entonces quién lamía la cara de la
niña.
Despiertos de aquella forma no pudieron volver a
dormirse. Joselito se acercó a la ventana que estaba cerca
de Platero para ver qué hora podría ser.
En la distancia subiendo a todo correr por la ladera en
dirección a la casa, vio a dos personas encapotadas. En la
cabeza llevaban un tricornio. Eran algo diferentes a los que
hay en El Coronil, pero Joselito supo que eran guardias
civiles. A los gritos de Yumara, la pareja de civiles se había
alertado y acudía para investigar qué sucedía.
Avisando a los demás se colocaron en círculo para
desaparecer de allí antes de que llegasen, así que Celia
abrió el libro y...
―No ha sucedido nada... ― dijo Ernesto.
―Deprisa estoy oyendo los pasos... ― dijo Joselito.
Fue entonces cuando Platero se acercó al libro y con
su boca cogió una ramita de olivo que asomaba entre sus
páginas y como si hubiesen pulsado un interruptor
desaparecieron de allí envueltos en el remolino de humo
que levantó la paja del suelo por los aires.

El libro cayó en el suelo y los niños unos metros más


para allá. Estaban en un lugar lleno de gente, cerca del mar.
Un señor, mal vestido vio el libro y quiso llevárselo.
Ernesto que lo vio, se agarró a la pierna del hombre y
empezó a llamar a los demás:
―Que se lleva el libro, que se lo lleva. ¡Espabilad! ―les
dijo al resto que estaban aturdidos en el suelo, sentados de
culo porque en el viaje habían tropezado con Platero.

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LAS AVENTURAS ANDALUZAS JAMÁS CONTADAS POR LOS NIÑOS Y LAS NIÑAS DE MARIA ANA

Un hombre fuerte que olía a pescado y a sal lo agarró


por la patilla y le dijo:
―¿Otra vez meneando los dedos donde no debes? Y
siempre te tengo que pillar yo. Devuélvele el libro y te
devuelvo tu patilla ― dijo con un vozarrón.
El del libro se lo devolvió y el de olor a mar, con un
pequeño empujón, lo tiró al agua. Miró a Ernesto y le
preguntó dándole el libro:
―¿Estás bien?
―Sí ―contestó Ernesto cogiéndolo de sus manos ―.
Muchas gracias señor...
―Martín Alonso Pinzón, soy navegante. Ahora
estamos preparando una expedición a las Indias Orientales.
Pero esta vez vamos a ir por una ruta distinta: el Océano
Atlántico, pero no se lo digas a nadie ― dijo, esto último
bajando la voz.
―Ven, acompáñame. Que vengan también tus amigos
―añadió.

Los niños lo siguieron por el muelle, mientras Martín


les fue enseñando lo que se cargaba o descargaba de cada
barco. De uno de ellos salieron un gran número de esclavos,
según contó Martín, y que en este caso provenían de la
Guinea portuguesa, del pueblo de los Azanegas.
―¡Pero eso es una vergüenza! Todas las personas
somos iguales, somos seres humanos, pueden pensar,
hablar, caminan de pie, aman,... ―dijo Yumara muy
desanimada y a la vez rabiosa.
―¡Mujer! Yo no puedo hacer nada ―dijo Martín
defendiéndose.
―Lo que está claro es que en cada época se piensa de
diferente manera y en nuestra época pensamos que está
mal ―pensó Celia en voz alta.

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LAS AVENTURAS ANDALUZAS JAMÁS CONTADAS POR LOS NIÑOS Y LAS NIÑAS DE MARIA ANA

―¿Vuestra época? ¿De qué época sois? Pensándolo


bien, vestís de una forma un tanto rara. Y esos macutos de
colores... Bueno, da igual ― contestó Martín.
Ernesto, que pensaba que Martín era un buen hombre,
después de que lo hubiese ayudado, decidió contarle la
historia. Martín lo miró con lástima porque pensaba que
estaba loco. El resto apoyaron a Ernesto y para hacer una
prueba enseñaron sus objetos. Ernesto le mostró el anillo
con la piedra sobre su palma de la mano. Cuando Celia
enseñó el libro, entre sus páginas, asomaban unas briznas
de paja de la cuadra. Platero, pensando que era la hora de la
comida tiró con sus labios y con el sólo roce desapareció de
su vista.
Martín no tuvo más remedio que creérselo y aunque
pensaba que los zagales eran buenos, si alguien hubiese
visto aquello también se hubiese metido en un lío, porque
lo podían acusar ante la Santa Inquisición por brujería o
vete a saber qué otra cosa.
―Vámonos de aquí ―les apresuró Martín.

Martín los llevó a un barco de madera llamado Santa


María. Les contó que era una nao, una nave grande, aunque
las más grandes las llamaban carracas. Las otras dos más
pequeñas que la nao que estaban amarradas a su lado, eran
carabelas y se llamaban La Pinta y la Niña, e iban en la
misma expedición.
―¿Calaveras? ― dijo Yumara extrañada.
―Calaveras, no. Carabelas. Son naves más pequeñas
que esta nao ―aclaró Martín―. Calaveras son cráneos. No
me gustaría estar en un barco de cráneos.
―Yo es que siempre los confundo ―dijo Joselito.
Celia pensaba que se parecía a un barco pirata, y no se
podía imaginar que flotase en una tormenta.

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LAS AVENTURAS ANDALUZAS JAMÁS CONTADAS POR LOS NIÑOS Y LAS NIÑAS DE MARIA ANA

Martín les enseñó la cubierta que estaba llena de


barriles. En el centro estaba clavado el palo mayor y unos
metros más adelante, hacia proa, había otro más pequeño.
En la popa, en la parte de atrás del barco, se encontraba el
timón y el palo de mesana. Las velas estaban recogidas.
Arriba, en los dos palos más grandes había como un barril
cortado por la mitad, que era la zona del vigía.
―¿Te gustaría subir ahí? ―le dijo a Celia un hombre
con un parche en el ojo.
―¡No! ― respondió ella y el hombre se rió con una
gran carcajada.
Era Rodrigo de Triana, que aunque su apodo se
refería a un barrio de Sevilla, era en realidad de Lepe. Y a
pesar de ser tuerto, Joselito recordó que fue el primero en
divisar tierra del continente americano. En el interior del
barco el espacio era pequeño y en la pared colgaban ajos,
cebollas, y muy cerca había toneles con salazones, como
mojama o bacalao. También llevaban frutas, sobre todo
limones. En la proa dormía la tripulación tendida en el
suelo. Más abajo estaba la bodega, un lugar húmedo, frío y
oscuro, donde guardaban el cargamento. A Joselito le
pareció que la vida de marinero era muy dura.

Rodrigo bajó deprisa por las escaleras.


―Martín, tenemos “compañía” ―dijo recalcando la
última palabra.
Martín subió arriba y comenzó a hablar con unas
personas que hablaban en tono autoritario. Joselito se
asomó por las escaleras para ver lo que ocurría. Por una
esquina pudo ver la pierna de uno de los que hablaba y en
su cintura colgaba una espada. Bajó otra vez las escaleras y
con los nervios tropezó y se cayó sobre el suelo de madera.
―¿Qué hay ahí debajo? ―escucharon que decía una
voz de arriba. Unos pasos se acercaron a las escaleras.

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LAS AVENTURAS ANDALUZAS JAMÁS CONTADAS POR LOS NIÑOS Y LAS NIÑAS DE MARIA ANA

―Será algún barril mal puesto que se ha caído


―oyeron que les respondió Martín, pero continuaron
acercándose.
―Rápido sacad los objetos ―dijo Joselito.
Así lo hicieron mientras se ponían en corro.
―Esperemos que funcione a la primera – comentó
Ernesto.
Aún quedaba una brizna de paja en el libro y quizá
fuese por ella, o por la piedra del anillo que también se
iluminó, o por el Diario de Abderramán que se enfrió y el de
Soledades que se calentó,… o por todo ello junto. Pero todos
se sintieron caer por un agujero negro que parecía que no
tuviese fin.

En medio de un campo bastante llano de gente


aparecieron los niños. Alrededor de ellos, unos hombres los
miraban paralizados, teniendo en cuenta que estaban en
mitad de un partido de fútbol y ellos habían venido a parar
justo cerca del área grande de uno de los equipos.
―¡Quillo! ¿Qué hacéis ahí en medio? Venga, quitaros
―dijo uno de los jugadores.
―¡“Go out”! ―dijo alguien del equipo contrario.

Yumara había entendido lo que dijo en inglés, que era


lo mismo que les dijo el primero en castellano: que se
fueran. En las bandas había menos público y estaban de pie.
Los niños se fueron hacia allí y salieron lo más rápido
posible.
Todo el mundo los miraban, unos extrañados, otros
enfadados y los más bonachones, tomándoselo a broma,
aunque nadie sabía de dónde habían venido. Un niño rubio,
de piel blanca y ojos azules se acercó hasta ellos. Y en una
pronunciación gangosa, que Yumara sabía que era el acento
inglés, les dijo un “hola” que les sonó bastante raro.

107
LAS AVENTURAS ANDALUZAS JAMÁS CONTADAS POR LOS NIÑOS Y LAS NIÑAS DE MARIA ANA

Yumara empezó a hablar con él en inglés para


averiguar dónde estaban. El niño, que se llamaba Michael,
les contó que estaban en Minas de Río Tinto, un pueblo
minero de la zona norte de Huelva. Lo que acababan de ver
era el primer partido que se estaba disputando en un
campo señalizado.
Cuando el partido terminó, Michael los invitó a tomar
el té en su casa, pero había que coger el tren minero para
llegar a Huelva, así que algunos hombres encargados del
tren los montaron en un vagón sin carga. El resto del tren
era una fila larga de vagones cargados de mineral de cobre.

El lugar al que nos llevó era una calle donde las casas
eran casi iguales, diferentes a las que los niños tenían en El
Coronil. Su tejado era muy inclinado, de color rojizo, con las
fachadas blancas y muchas ventanas, todas ellas pintadas
con colores vivos como el rojo o el azul. Tenían jardines con
arbustos y algunos árboles en la entrada. Todas tenían, al
menos, una chimenea. Michael les contó que era el barrio
de Bellavista, en Huelva.
La casa de Michael era gigante. Al entrar por la verja
del jardín cruzaron un arco hecho con rosales de rosas
rojas.
Desde la entrada hasta el salón vieron dos chimeneas
grandes de ladrillo, una de ellas en una sala y la otra, donde
iban a tomar el té. Su madre, era una señora muy amable
que puso una taza con flores de colores. Allí echó té caliente
con un chorrito de leche y pastas. La señora tuvo que
rellenar varias veces el plato de pastas. Porque estaban
desmallados del hambre, desde la pasada noche que se
comieron el pan con aceite en Jaén, no habían vuelto a
probar bocado.
La señora ya empezaba a mirarles con mala cara y le
dijo a Michael que se los llevara a jugar un rato al jardín.

108
LAS AVENTURAS ANDALUZAS JAMÁS CONTADAS POR LOS NIÑOS Y LAS NIÑAS DE MARIA ANA

Allí le contaron su historia a Michael, que en un


principio no se creía. Para ver si era verdad les pidió que
enseñaran los libros y el anillo con la piedra. Michael, que
no terminaba de creérselo, agarró el libro y lo abrió sin
permiso. Todos se echaron las manos a la cabeza pero... no
sucedió nada.
Celia miró tristemente su mano en la que tenía una
rosa que acababa de cortar de un rosal, pensó que se había
estropeado o perdido su magia. Le pidió el libro a Michael,
lo abrió y lo hojeó. Sin apenas dar tiempo a pestañear, una
ráfaga de viento los sacudió.

La sacudida les llevó hasta un camino verde, de hierba


húmeda que iba hacia abajo y finalizaba en un pequeño
riachuelo. Allí apaciblemente estaban comiendo nueve o
diez cochinos de pata negra. En el horizonte un gran sol en
un cielo rojizo, iba a esconderse detrás de las montañas.

Hacia el otro lado se veían varías casas que parecían


abandonadas. Detrás había un pueblo pequeño. Cogieron el
camino de la derecha que iba hacia una casa blanca.
Sentada en la puerta, una mujer muy mayor se mecía
lentamente y con ritmo constante.
Los chicos se acercaron a la señora y dijeron todos
juntos:
―Buenas tardes.
―Buenas tardes ―dijo la anciana mujer―. ¿Qué hacéis
por aquí? ¿estáis de vacaciones? Desde que vendemos fuera
los jamones que tenemos, vienen muchos turistas. Porque
vosotros sois turistas, ¿verdad? ―sin dar tiempo a meter
baza la mujer se contesta a sí misma― Sí, sois turistas, si no
hace falta más que veros, con la mochila de colorines y
vuestra ropa… ¿Pero el burro también es vuestro?

109
LAS AVENTURAS ANDALUZAS JAMÁS CONTADAS POR LOS NIÑOS Y LAS NIÑAS DE MARIA ANA

Los niños pensaron que podía ser Platero, pero al


volver la vista vieron a un burro algo mayor con el pelo
poco cuidado que los había seguido por el camino. Además,
éste estaba atado por las patas delanteras.
―El burro no es nuestro ―dijo Joselito a la
dicharachera anciana.
―¿Y de dónde sois?
―Somos cuatro... hermanos, de El Coronil en Sevilla
―dijo Yumara mintiendo esta vez un poco.
―Pues yo hijos míos, soy de aquí pero fui maestra
durante cuarenta años en Coria del Río y allí me jubilé con
setenta años de edad, allá en el sesenta y seis...
Los muchachos viendo que la historia iba a alargarse,
se sentaron en el suelo alrededor de ella y escucharon la
historia con atención.
―… Allí los niños y niñas me querían muchísimo y yo
muchísimo a ellos. Ya ves tú, una vez me tocó el Gordo de la
Lotería Nacional, dieciocho mil pesetas de las de antes, que
ahora en euros serían una miseria,...
―Algo más de cien euros... ― interrumpió Yumara.
―Eso mismo. Pues como digo, con ese dinero, y un
poquito más, les dimos a todos los alumnos un desayuno de
chocolate con leche y pan frito para mojar. ¡Y tan contentos
todos! En mi época es que las cosas eran diferentes. Pero lo
que vosotros hicisteis en la escuela de párvulos, o de
infantil como lo llaman ahora, pues yo estaba empezando a
hacerlo entonces. La escuela de infantil la llamaban “la
escuela de los cagones”, muy feo ¿no?, y la verdad es que no
le daban mucha importancia a estas edades tan chiquititas.
Pero yo sí. Cantábamos, hacíamos juegos, grandes dibujos
en las paredes del aula y otras tantas cosas más. La mayoría
de los materiales los fabricábamos en la escuela.
Se aclaró la garganta y continuó.

110
LAS AVENTURAS ANDALUZAS JAMÁS CONTADAS POR LOS NIÑOS Y LAS NIÑAS DE MARIA ANA

―Ahora se compran y tienen muchos colores, pero


entonces es que eran otros tiempos… Y cuando me jubilé,
de eso hace ya treinta y cuatro años, me dieron una
medalla, la Cruz de Alfonso X el sabio. Por todo lo que había
hecho por los niños y niñas, y por su educación, y porque
los niños y niñas aprendían a leer divirtiéndose. Eso en una
época en la que se pensaba que la letra con sangre entra.
Pero yo, Josefa Navarro Zamora, que ese es mi nombre, de
todo lo que he vivido me quedo con el cariño que me han
tenido siempre en Coria, y aquí en mi pueblo, en Jabuguillo.
En los dos tengo una calle y me siento que soy hija de los
dos pueblos.
Joselito se dio cuenta de que, si se jubiló en el sesenta
y seis y hacía treinta y cuatro de su jubilación, estaban en el
año dos mil. Pero aún mejor, la anciana tenía ¡más de cien
años!
Los niños, que habían escuchado con atención su
historia, decidieron contarle la suya.

―Ya sabía yo que no eráis hermanos. Aunque vieja,


todavía conservo mi intuición de maestra. Tantos años...
La anciana se quedó meditando y observó que uno de
los libros funcionaba cuando pasaba por un arco y tenía
cerca un objeto del lugar en el que estaban o habían estado
anteriormente. Así que la anciana les propuso una solución:
―Tomad estas bellotas, que son las que nos han
dado el jamón que tenemos hoy en día, y pasad por el arco
de mi casa.
Los acompañó hasta dentro de su casa. Entre el
zaguán y el cuerpo de la casa tenía un arco alto y grueso.
Los niños lo atravesaron, abrieron el libro y, como ya
suponían, no funcionó. Entonces acercaron una de las
bellotas que les ofreció Josefa y, al instante, se quedaron

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LAS AVENTURAS ANDALUZAS JAMÁS CONTADAS POR LOS NIÑOS Y LAS NIÑAS DE MARIA ANA

dormidos soñando que iban en el tren de las Minas de Río


Tinto o que iban en el barco mecidos por un suave oleaje.

Cuando Ernesto se despertó, se dio cuenta de que ni


iba en tren, ni iba en barco… estaba en una habitación. En la
oscuridad pudo ver a los demás, aún tendidos y respirando
plácidamente. A lo lejos, por un largo pasillo, pudo ver una
luz de un día radiante.
Fue despertando a los demás que medio adormilados
observaron el interior en penumbra. Grandes losas de
piedra hacían de pared y a la vez sostenían un techo
también de losas gigantescas. El pasillo hacia el exterior
estaba hecho de la misma piedra.
Al salir, el sol les bañó la cara y les calentó
agradablemente. Aquel conjunto de piedras estaban
tapadas por miles de kilos de tierra, formando encima un
cerro pequeño. A su lado había un cartel con el plano del
dolmen que rezaba:
Dolmen de Soto
Finca la Lobita, Trigueros
Delegación Provincial de Huelva
Consejería de Cultura
Junta de Andalucía

―Esto es una construcción prehistórica pero por el


cartel debemos estar bastante cerca de nuestra época
―observó Joselito.
―¿Y si probamos de nuevo? A lo mejor en la siguiente
caemos por fin en El Coronil. ¡Qué ganas tengo! ― dijo
Ernesto.
―Y comer un filete con patatas fritas... ―contestó
Joselito relamiéndose.
―Toma esta piedra y abre el libro ya ―dijo Celia que
se le hacía la boca agua.

112
LAS AVENTURAS ANDALUZAS JAMÁS CONTADAS POR LOS NIÑOS Y LAS NIÑAS DE MARIA ANA

Tomaron aquella piedra y colocándose en círculo,


abrieron el libro. Comenzaron un descenso por una especie
de tubo metálico, bajando y bajando cada vez a más
velocidad, sin saber, una vez más, dónde iban a parar esta
vez.

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LAS AVENTURAS ANDALUZAS JAMÁS CONTADAS POR LOS NIÑOS Y LAS NIÑAS DE MARIA ANA

CAPITULO VII

MÁLAGA: SOL Y BUENA VIDA.

Era un día caluroso. Se veía a unos niños haciendo


castillos de arena en la orilla de la playa. A lo lejos se acercaba
una barca pequeña, los niños la vieron. Ya más cerca, pueden
ver que hay cuatro personas dentro.
―¿Serán pescadores? ―preguntó uno de los niños.
―No lo creo, parecen niños, además… a estas horas los
pescadores ya suelen haber terminado su faena ―contestó
otro sin parar de excavar.
Y siguieron jugando sin echarles cuenta. Cuando más
tarde, desembarcaron en la orilla, comprobaron que
efectivamente eran dos niños y dos niñas los que iban en él.
―Vaya viajecito en barca ― dijo Yumara― ¡Qué raro, no
hay ningún chiringuito en la playa!

114
LAS AVENTURAS ANDALUZAS JAMÁS CONTADAS POR LOS NIÑOS Y LAS NIÑAS DE MARIA ANA

―¡Con lo buenos que están los espetos de sardinas! ―le


contestó Celia, que siempre tenía comer en su mente.
―Mirad, ahí hay gente, vamos a ver dónde hemos ido a
parar ―dijo Joselito.
Dejaron la barca y poco a poco se acercaron hacia
donde estaban los niños. Estaban ataviados con unos
bañadores que iban desde la cintura a los tobillos. Ernesto fue
el primero que se acercó a ellos.
―¿Por qué lleváis puesto esos bañadores tan antiguos?
―les soltó― ¡Eso ya no se lleva!
―¡Qué dices, si esto es la última moda! ―contestó uno
de ellos― Anda que la ropa tan rara que lleváis vosotros. ¿De
dónde habéis salido?
Ernesto comenzó a reírse a carcajadas, cuando de
pronto uno de los otros niños, el más alto, gritó enojado:
―¿De qué te ríes? ¡Si os burláis de nosotros, llamaré a
mi padre, para que os castigue como merecéis!
Joselito, con la cara blanca y con las palabras
entrecortadas, intervino buscando calmar el asunto:
―Perdona, no era nuestra intención… Por cierto,
¿dónde estamos? y ¿quién es tu padre?
―Estamos en la playa de La Malagueta ¿no lo sabíais?
―respondió ya más calmado― Mi padre es Antonio Cánovas
del Castillo ―dijo pronunciando el nombre completo con
orgullo.
Yumara pensó que seguramente ese hombre era
alguien importante, y a lo mejor podía darles alguna pista de
cómo seguir el viaje. Así que le preguntó si podían ver a su
padre para conocerlo en persona. El muchacho, extrañado
por la petición, pero alegre de tener nuevos amigos,
contestó:
―Claro que sí, venid conmigo, os llevaré a mi casa.
―La playa de la Malagueta… ―piensa en voz alta
Joselito― entonces… debemos estar en Málaga, ¿no?

115
LAS AVENTURAS ANDALUZAS JAMÁS CONTADAS POR LOS NIÑOS Y LAS NIÑAS DE MARIA ANA

―Pues claro, ¿dónde sino? ―preguntó el chico― Ni que


vinierais desde Huelva con esa barca.
―Si yo te contara ―comenzó a decir Joselito a la vez
recibía un codazo de Ernesto― Si yo te contara,… o, yeah, si
yo te contara… si yo te contara cómo baila Yumara
―comienza a rapear Joselito para salir del paso. Mientras, el
resto de sus amigos se ríen por lo bajo.
―Oye… y sólo para asegurarnos ―interrumpió Celia
para sacar del apuro a su amigo― Porque llevamos tanto
tiempo viajando que estoy perdida. ¿En qué año estamos?
―hizo la pregunta temblorosa, temiéndose la respuesta.
―Yo lo sé, yo lo sé ―dijo el más pequeño de los
chiquillos― Estamos en 1875 ―afirmó sonriendo, orgulloso
de saber la respuesta y por fin tener algo que decirles a sus
nuevos amigos.

Comenzaron a callejear por la ciudad de Málaga,


observando muchas casas señoriales y a personas con unos
trajes muy elegantes, típicos de la época. Al cabo de un buen
rato caminando por la ciudad, empezaron a subir una cuesta.
Las vistas eran cada vez mejores, los chicos caminaban sin
poder apartar su vista del paisaje. Cuando llegaron arriba
vieron que desde allí se podía observar toda la bahía de
Málaga. Celia miró a sus espaldas y vio algo que le resultaba
familiar.
―Mirad, se parece a nuestro Castillo ―les dijo a sus
amigos.
―¿A qué castillo te refieres? ―preguntó uno de los
muchachos.
―Al que hay en nuestro pueblo, El Coronil ―dijo ella―
Se llama el Castillo de Las Aguzaderas.
―Éste es el Castillo de Gibralfaro. Se llama así por ese
faro ―dijo señalando a lo alto el más pequeño del grupo― El
maestro estuvo hablando de él en la escuela. Nos dijo que fue

116
LAS AVENTURAS ANDALUZAS JAMÁS CONTADAS POR LOS NIÑOS Y LAS NIÑAS DE MARIA ANA

construido en el siglo XV por el rey Yusuf para albergar a las


tropas y proteger la Alcazaba ―dijo en tono sabiondo― ¿Y
sabéis qué? El castillo contenía aljibes para poder mantener
a una guarnición de 5.000 hombres ―soltó con orgullo por
recordar todos los datos de la lección.

Desde lo alto se veía a un hombre que bajaba a paso


rápido, con rostro serio e intelectual. Uno de los muchachos,
al verlo, se acercó a él corriendo y llamándole:
―¡Papá, papá! Ven, te voy a presentar a estos amigos,
que te quieren conocer.
―Bueno, pero no tengo mucho tiempo, ya sabes que
mañana tengo que estar de vuelta en Madrid. Tengo reunión
del Consejo de Ministros ―dijo― estamos discutiendo la
redacción de la Constitución, que el próximo año deberá
aprobarse.
―Éste es mi padre, Antonio Cánovas, es abogado,
político y escritor ―les dijo el muchacho orgulloso.
―Digamos que me dedico a las leyes. Alguien tiene que
poner orden en este país ―dijo con una sonrisa a la vez que
acariciaba la cabeza de su hijo― Mi misión es ayudar a
nuestro Rey, Alfonso XII. Es su primer año de reinado y hay
mucha tensión ―comentó con preocupación― Era más fácil
con su madre, la Reina Isabel II, cuando fui ministro de
Gobernación y Ultramar.
―Vaya, pues si que es importante― pensó Ernesto.
―Lo siento muchachos, encantado de conoceros, pero
debo irme, tengo prisa ―se despidió don Antonio Cánovas.

Yumara se queda con gesto serio y pensativo. “No nos


ha dado ninguna pista de cómo seguir el viaje” piensa para
sí.
―Después de la subida al castillo, debemos descansar y
comer algo ―dijo Joselito sentándose en una piedra― hace

117
LAS AVENTURAS ANDALUZAS JAMÁS CONTADAS POR LOS NIÑOS Y LAS NIÑAS DE MARIA ANA

horas que no comemos nada.


―En mi mochila, además del libro, tengo chocolatinas
que compré en el kiosco de Marta ―se acordó Celia― Parece
que ha pasado una eternidad, seguro que están algo
derretidas… ¿Alguien quiere?
―Con el hambre que tengo, me vale todo ―dijo
Joselito― Dame, dame.
Celia, al rebuscar por su mochila, se le cae el libro
abriéndose en el suelo. De pronto surgió un fuerte aire
cálido, insoportable, un “viento terral” que soplaba con tanta
fuerza fue arrastra a los cuatro amigos.
―¡Cogeros! ―gritó Yumara― No os soltéis de las
manoooos…

Cuando el viento cesó y los cuatro amigos fueron


capaces de abrir sus ojos, comprobaron que se encontraban
frente a un gran edificio, delante de la puerta de un templo
enorme con tres naves.
―Se parece a la iglesia de Nuestra Señora de
Consolación, de nuestro pueblo ―dijo Ernesto con alegría.
―No puede ser la iglesia ―contestó Celia― Ésta es
mucho más grande, alta y espaciosa.
―No equivocaros, ésta es la Iglesia Catedral Basílica de
la Encarnación― les dijo una señora que en ese momento
salía del templo― Es una de las joyas renacentistas de
Andalucía ¿sabéis cuántos años tardó en construirse?
―Con lo grande que es… por lo menos, por lo menos,…
tres o cuatro años ―dijo Ernesto.
―Casi, casi ―dijo con una sonrisa la mujer― ¿Cómo
estáis de cuentas? Mirad esa placa y leed lo que dijo.
―“Este templo comenzó a construirse en el año 1528,
y se terminó en 1782, siguiendo los planos por Diego de
Siloé” ―leyó en voz alta Yumara.
―¡Guau, eso son un porrón de años!― exclamó Ernesto

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LAS AVENTURAS ANDALUZAS JAMÁS CONTADAS POR LOS NIÑOS Y LAS NIÑAS DE MARIA ANA

―Algo más de cuatro ¿verdad? ―dijo sonriendo la


mujer― Fue complicado porque estaba dentro de los límites
de la muralla árabe, que como veis ya no está, la
derrumbaron para seguir ampliando la ciudad.
―¿En qué año nos encontramos? ―le preguntó Ernesto
a la señora.
―¡Vaya preguntas hacéis! ¿Acaso no sabéis que nos
encontramos en el año 1920? ―contestó.
―Bufff, no nos queda nada todavía… ―dijo Celia
mientras la mujer la miraba con cara de extrañeza.
―Venga, ¿queréis entrar a ver la Catedral? ―les dijo a la
vez que abría la enorme puerta.
Al entrar Yumara observó una obra de arte a su
derecha y le preguntó a la señora:
―Y ¿esto qué es? ¿Una iglesia dentro de la catedral? ―le
preguntó extrañada la chiquilla.
―Es la Capilla Mayor, obra de Diego de Vergara ―le
contestó― ¿Te gusta?
―Sí, la verdad ―le respondió admirada― Es la primera
vez que entro en una iglesia. Y la mezquita donde voy a rezar
con mi familia no se parece en nada a esto.
―Seguidme, os voy a llevar hasta el frontal, la parte que
más me gusta ―dijo guiándoles hacia delante― Mirad, es el
retablo gótico de la Capilla Santa Bárbara. Y aquello que veis
a lo lejos es el coro. La sillería es obra de Pedro de Mena ¿no
es preciosa?
―¡Guauuuu! ―dijo Ernesto impresionado
Cuando se dirigen hacia la salida Joselito se queda
mirando unos cuadros.
―¿Te gustan? Ése es de Juan Niño de Guevara ―le
explicó señalando a uno de ellos― y ese otro de Alonso Cano.
―Esto parece un museo― dijo embobado.
―Me alegro que os guste ―dijo la mujer― Pero no
puedo entretenerme más. Debo irme que me va a cerrar el

119
LAS AVENTURAS ANDALUZAS JAMÁS CONTADAS POR LOS NIÑOS Y LAS NIÑAS DE MARIA ANA

mercado de Huelin.
Todos juntos salieron hacia afuera y se despidieron de
la mujer.
―¡Hasta otro día, señora, y muchas gracias!

Se sentaron en la puerta de la Catedral, comentando


entre ellos la belleza de lo que habían visto.
―¡No he visto otra cosa igual en mi vida! ―decía
Ernesto.
―¡Ni yo tampoco! ―le siguió Yumara― Yo había visto
iglesias por fuera, pero pensaba que por dentro eran como
las mezquitas… y no se parecen mucho, la verdad. Os tengo
que llevar a una para que veáis cómo es una.

En ese momento un señor pasó delante de ellos


montado a caballo, con aspecto agitanado, patillas anchas y
pelo largo.
―Ese hombre se parece a Curro Jiménez, el de la tele
―comentó Celia a sus compañeros.
El hombre en ese instante detuvo su caballo con brío y
se bajó de él de un salto. Los chicos se asustaron cuando
vieron que el hombre se dirigía hacia ellos con rostro serio.
―No soy Curro Jiménez ―les dijo con voz grave― Soy
Juan Mingolla Gallardo, más conocido como Pasos Largos. No
os equivoquéis.
―¡Ahhhh, el bandolero de Ronda! ― reconoció
Joselito― mi abuelo me ha contado su historia. Le llamaban
así por los andares de su padre.
―Sí, ese mismo soy yo ―les dijo con tono
amenazador― No te confundas de bandolero.
―¿Y qué… qué… ―comenzó a decir Ernesto
tartamudeando de miedo― qué hace en Málaga si es de
Ronda? ―acertó a decir.
―He venido hasta Málaga a hacer unas apuestas. Unas

120
LAS AVENTURAS ANDALUZAS JAMÁS CONTADAS POR LOS NIÑOS Y LAS NIÑAS DE MARIA ANA

veces gano y otras pierdo, pero me gusta el riesgo y el juego


―dijo sonriendo― Bastantes desgracias he tenido en mi
familia ya. Fijaros, he terminado llevando mala vida, robando,
y huyendo.
―Por cierto, ¿tenéis hambre? Yo sí, y si hago una
apuesta acertada… diría que vosotros también ―les dijo
mientras los muchachos asienten con su cabeza― Pues
vayamos a una taberna que conozco, allí nos darán bien de
comer.
Parecía que el hombre, aunque bandolero, era de
confianza. Además el hambre les hacía valientes. Así que
intercambiando miradas se decidieron, pensándolo bien…
¿por qué no? Y le siguieron por entre las calles estrechas y
empedradas. Al llegar al lugar y adentrarse por una pequeña
puerta de madera, los niños sienten miedo de nuevo. Ya no
parecía tan buena idea, el ambiente era oscuro, con mucho
humo y ruido. No les gustaba, tenían un mal presentimiento.
El bandolero, de una voz, pidió raciones para todos al tiempo
que se sentaba en una de las mesas. Toda la gente al escuchar
su vozarrón y reconocerle guardó un silencio sepulcral, como
si le temieran.
La comida tardó muy poco en llegar y Juan Mingolla se
lanzó sobre el plato, cogiendo la comida con las manos. Miró
con el cejo fruncido a los niños y les dijo:
―¿A qué esperáis? ¿No tenéis hambre?
Nuestros amigos asienten sin mediar palabra y se
aplican a la tarea. Al final todos devoraron lo que tenían por
delante. Todos excepto Ernesto, que de los nervios que había
pasado se le había cerrado el estómago. Encima, la comida
que le pusieron en aquellos platos tan sucios no le entró por
el ojo. Y la idea de comer con las manos, sin lavárselas antes
ni nada… no le hacía mucha gracia. Pero “como para
protestar ahora”, pensó el chiquillo.
―No tengo mucha hambre, mientras coméis voy a

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LAS AVENTURAS ANDALUZAS JAMÁS CONTADAS POR LOS NIÑOS Y LAS NIÑAS DE MARIA ANA

echarle un vistazo al libro ―se le ocurrió― Celia, pásame la


mochila.
― Ten mucho cuidado con el libro, no vaya a ser… ―le
comenzó a decir Celia mientras Ernesto la abre. No le dio
tiempo a terminar de hablar cuando Ernesto, recibió sin
querer un empujón de Yumara que hizo que se le cayera el
libro, abriéndose en el suelo.
El viento terral sopló con fuerza de nuevo, entraba por
la puerta de la taberna tirándolo todo al suelo con violencia,
tanto que los niños se vieron obligados a cerrar los ojos para
que no les entrase nada en ellos.

Cuando el aire paró y finalmente fueron capaces de


abrir sus ojos, los cuatro amigos vieron frente a ellos una
enorme plaza de toros.
―¡Será la de Morón de la Frontera! ―dijo Ernesto
emocionado.
―Acerquémonos para preguntarle a alguien ―dijo
Yumara― Yo creo que seguimos en el pasado, mirad la gente
cómo está vestida.
―¡Mira, hay un museo! ―exclamó Joselito― Ahí pone
Museo Taurino Antonio Ordoñez.
―¿Cuánto cuesta la entrada para ver el museo?
―preguntó Celia acercándose a la taquilla.
―Para vosotros es gratis, los niños no pagan ―contestó
el hombre.
―¡Qué bien! ¿Entramos? ―preguntó Celia a sus
amigos. A todos les pareció buena idea.

Una vez dentro del museo, vieron a un guía hablándoles


a un grupo de personas: “Esta plaza fue construida en el año
1874 por Joaquín Rucoba, inaugurándose el 11 de junio de
1876, con toros de la ganadería de Murube, que fueron
lidiados por los diestros Manuel Rodríguez “Desperdicios”,

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LAS AVENTURAS ANDALUZAS JAMÁS CONTADAS POR LOS NIÑOS Y LAS NIÑAS DE MARIA ANA

Antonio Carmona “Gordito” y Rafael Molina “Lagartijo”.


―Perdone ―le interrumpió Yumara― ¿Cuánto costaba
la entrada para esa corrida?
―Buena pregunta ―le respondió el guía sonriente―
Costaba una perra chica, menos de un céntimo.
Siguiendo con su explicación, el guía comentó que se
encontraba situada en la zona este de Málaga, y que le da su
nombre, “La Malagueta”.
―¡¿Otra vez aquí?! ―se le escapó en voz alta a Joselito.
Todo el grupo de turistas se giró para mirarle con expresión
molesta, cansados ya de tanta interrupción. El guía reanudó
su discurso: “Tiene forma hexagonal, con una capacidad de
14.000 personas, de estilo neomudéjar, su ruedo mide 52
metros de diámetro, tiene 4 corrales, 10 chiqueros,
caballerizas, enfermería, sala de toreros, corraleta para las
pruebas de caballos,… acompañadme que vamos a verlo”.

A los muchachos les encantó la visita a la plaza, tan


grande e iluminada. Iban saliendo de la plaza cuando
escucharon de fondo a un grupo de personas entonando una
canción.
―Parece el himno de Andalucía ―dijo Celia― escuchad.
Comenzaron a caminar siguiendo la dirección de la música,
hasta que encontraron un grupo de personas cantando:

¡Andaluces, levantaos!
¡Pedid tierra y libertad!
¡Sea por Andalucía libre,
España y la Humanidad!

Llegaron justo al final del himno. Se acercaron


curiosos al grupo.
―¿Estáis ensayando el himno de Andalucía? ―le
preguntó Celia a uno de los hombres.

123
LAS AVENTURAS ANDALUZAS JAMÁS CONTADAS POR LOS NIÑOS Y LAS NIÑAS DE MARIA ANA

―No ensayamos, cantamos esta canción que ha


compuesto don Blas―dijo el hombre con alegría. De pronto
una persona gritó: “Viva don Blas Infante”. “¡Viva!” vitoreó el
resto.
Joselito se dio cuenta de que todos se dirigían al
hombre que tiene a su lado y que éste se sonrojaba.
―¿Es usted Blas Infante? ―le preguntó― ¿Por qué le
vitorean?
―Esas personas son jornaleros y jornaleras del campo,
y tienen por costumbre cantar una canción al terminar su
jornada de trabajo, el “Santo Dios”. Yo me he inspirado en
ellos y me he inventado esta otra letra con la misma música
¿Os gusta? ―pregunta.
―Claro que sí. Todos los 28 de febrero cantamos el
himno en nuestro colegio ―dijo Yumara― ¡Ay! ―exclamó
recibiendo un codazo de Celia.
―¿Qué decís? ¿De qué habláis? ―preguntó extrañado
don Blas Infante― ¿Que la cantáis todos los…?
―No, no ―le interrumpió Celia― esta muchacha que a
veces se equivoca con el idioma, ¿verdad Yumara?
―Ejem, eso,… eso,… Lo que quería decir es… ―dijo
Yumara titubeando― que me gusta tanto la canción que
todos los 28 de febrero vamos a cantarla para celebrar el Día
de Andalucía ¿a que sí muchachos?
―Me gusta la idea, hay que ensalzar nuestra preciosa
Andalucía ―les dijo― Yo siempre he luchado y lucharé por
nuestra patria, para que todos podamos trabajar nuestras
tierras y tener lo que nos merecemos.
―Bueno, luchar, luchar… nosotros es que lo de las
peleas no nos gusta ―dijo Ernesto― ya hemos pasado por
unas cuantas batallas y no veas qué malos ratos.
―Me refiero a esforzarse, muchacho ―dijo don Blas―
Yo sin ir más lejos, tuve que dejar el colegio de niño, porque
mi familia perdió mucho dinero con la crisis del 98. Pero eso

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LAS AVENTURAS ANDALUZAS JAMÁS CONTADAS POR LOS NIÑOS Y LAS NIÑAS DE MARIA ANA

no me impidió seguir estudiando el bachillerato y la carrera


de Derecho. Trabajé como escribiente a la vez que estudiaba.
Pero me siento un privilegiado por tener estudios, comida y
un techo. ¿Veis todos estos jornaleros? ―pregunta señalando
con la mirada― Trabajan en el campo todo el día y muchos
sólo tienen un pedazo de pan duro que llevarse a la boca.
―Puff ―resopló Joselito― y yo que me quejo porque
tengo muchas tareas.
―Pero no todo es sufrimiento ―les animó don Blas―
nuestra tierra es alegre y generosa. Me han invitado a una
fiesta por terminar la campaña de recogida de la aceituna.
¿Os venís?

Cuando llegaron al lugar, se escuchaban bandas de


música y se veía mucha gente bailando. Hombres y mujeres,
vestidos con unos colores muy alegres.
―Eso no son sevillanas ¿no? ―preguntó Celia.
―No, son Verdiales. Son canciones y bailes típicos de
aquí, de Málaga ―les dijo don Blas.
Al fondo un grupo de mujeres repartía pan con aceite,
bacalao y habas verdes.
―Vamos a acercarnos, a ver qué nos ofrecen ―dispuso
don Blas.
―Ummm se me hace la boca agua ―dijo Ernesto―
Pues sí que se parece a la fiesta del Día de Andalucía.
―En nuestro pueblo, El Coronil, tenemos muchas
actividades ese día: bailes, degustación de buñuelos con
chocolate, castillo flotante, paella en el campo de fútbol ―dijo
Joselito.
―Niño, no te equivoques, ésta es la Fiesta de la
Aceituna, celebramos que esta tierra y estos olivos nos dan
este aceite tan rico ―le dijo la mujer a la vez que le acercaba
unos buñuelos― A ver si estos buñuelos con ajonjolí están
tan ricos como los de tu pueblo.

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LAS AVENTURAS ANDALUZAS JAMÁS CONTADAS POR LOS NIÑOS Y LAS NIÑAS DE MARIA ANA

―No es mala idea eso de celebrar el Día de Andalucía


―dijo pensativo Blas Infante. En ese momento unos
hombres vinieron a buscarle.
―Lo siento muchachos, tengo que irme ―les dijo―
disfrutad la fiesta, bailad, comed y divertíos.

―Vamos a guardar algo de comida para el viaje ―dijo


Celia abriendo su mochila― Toma, coge el libro con cuidado
―le dijo a Yumara ofreciéndoselo.
―No te preocupes, esto no funciona si no se abre
―dijo Yumara con seguridad.
En ese momento sopla de nuevo el terral con fuerza.
―Ya está el aire este tan caliente ―dijo Joselito― Cada
vez sopla más fuerte.
El libro con la fuerza del aire se abrió y comenzó a
agitarse y pasar páginas violentamente. Nuestros amigos
que temían lo que iba a pasar a continuación, se cogieron
unos a otros con fuerza.

Cuando el aire paró de nuevo, los amigos se


encontraban ahora sentados en unas gradas con forma
semicircular.
―¿Dónde estaremos ahora? ―preguntó Joselito.
―Esto se parece a las Ruinas Itálicas de Santiponce
―dijo Celia.
―Pues yo estuve hace poco y no me parece… ―le
respondió Joselito dudando― Además mirad arriba, tenemos
el Castillo de Gibralfaro ahí en lo alto.
―¿Caballero, esto son las Ruinas Itálicas? ―le preguntó
Yumara muy educadamente a un viejecillo que pasaba
caminando apoyándose en un bastón.
―No hija, esto es el Teatro Romano ―respondió el
señor.
―¡Ya decía yo! ―dijo Joselito― ¿Podría decirnos en qué

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LAS AVENTURAS ANDALUZAS JAMÁS CONTADAS POR LOS NIÑOS Y LAS NIÑAS DE MARIA ANA

años nos encontramos? ―le volvió a preguntar.


―Estamos en el año 1970 ―responde con paciencia el
anciano― Estos turistas cada vez son más raros. ¡Mira que
no saber ni el año en el que viven! ―masculló entre dientes.
―¿No habíais estado antes en este lugar? ―les
preguntó un joven que había visto la escena anterior― Aquí
se representaban obras teatrales en la época de los romanos.
Pero los árabes lo utilizaron para la reconstrucción de la
Alcazaba ―continuó diciendo― Yo estudio historia y vengo
aquí todas las tardes a ver si encuentro algún rastro
arqueológico nuevo, alguna pista que me descubra más
cosas sobre la historia de este lugar.
―¿Y actualmente es utilizado para algo? ―le preguntó
Joselito.
―Sí, algún festival flamenco, alguna ópera …
―¡Mira, se parece al dolmen que vimos cuando fuimos
a Antequera de excursión! ―dijo Ernesto señalándolo.
―Sí, es verdad, es muy parecido a los dólmenes Menga
y Viera ―contestó Celia.
―Veo que sois muy observadores ―dijo el joven.
―Es hora de continuar el viaje ―dijo Joselito a sus
amigos― Muchas gracias por las explicaciones.
―Que tengas suerte y encuentres lo que buscas ―le
deseó Ernesto.
―Adiós muchachos ―se despidió el joven.

Nuestros amigos emprendieron de nuevo su andadura,


esta vez se dirigieron hacia la costa, buscando de nuevo el
mar. A lo lejos vieron un viejo tranvía.
―Vamos, vamos… subamos al tranvía. A ver dónde nos
lleva― dijo Ernesto emocionado y acelerando el paso― Me
gustó mucho cuando me monté en el tranvía de Sevilla con
mis padres.
Una vez cerca se dieron cuenta de que el tranvía estaba

127
LAS AVENTURAS ANDALUZAS JAMÁS CONTADAS POR LOS NIÑOS Y LAS NIÑAS DE MARIA ANA

abandonado. Ernesto, decepcionado, se acercó a un hombre


de pelo blanco y jersey a rayas que había por allí paseando y
le preguntó:
―Señor, ¿no funciona el tranvía? ―le dijo.
―No, si no creo mal, dejó de funcionar en el año 61 ―le
dijo el hombre dubitativo― aunque no estoy seguro porque
hace mucho tiempo que no vivo aquí. ¿Y vosotros?
―preguntó― ¿de dónde sois?
―Venimos de El Coronil, en la provincia de Sevilla
―contestó Yumara.
―Perdone señor ¿conoce bien esta ciudad? ―le
preguntó Ernesto
―Claro que sí ―contestó― O al menos eso creo,
porque las ciudades cambian tanto. Nací aquí, aunque me fui
siendo un niño. En realidad ahora vivo en Francia.
―¿Y a qué se dedica? ―preguntó Celia intrigada porque
su rostro le resultaba familiar.
―Soy pintor ―le contestó con naturalidad― He venido a
buscar unas pinturas que conserva mi familia para llevarlas
a una exposición en el Palacio de los Papas de Aviñón.
―Yo soy Ernesto, encantado ―le dijo con desparpajo el
muchacho dándole la mano― y estos son mis amigos Joselito,
Yumara y Celia.
―Yo soy Pablo Ruiz Picasso ―saludó el hombre con una
sonrisa mientras todos sueltan a la vez: ¡ahhhhhhh!
―Bueno, parece que me conocéis― dijo el famoso
pintor.
―Pues claro ―soltó Celia― Tenemos un cuadro suyo
colgado al lado de nuestra clase. El Guernica. ¿A que sí? ―le
preguntó a sus amigos mientras éstos asentían con la
cabeza.
―Bueno, el original no ―aclaró Joselito― El nuestro lo
pintaron nuestros compañeros de Educación Infantil.
―A mí me encanta el de “Las Meninas” ―dijo Celia

128
LAS AVENTURAS ANDALUZAS JAMÁS CONTADAS POR LOS NIÑOS Y LAS NIÑAS DE MARIA ANA

―Ala, que ese es de Velázquez ―le corrigió Ernesto


llevándose las manos a la cabeza.
―No, tiene razón tu amiga. Yo también pinté “Las
Meninas”, hice mi propia interpretación del cuadro ―aclaró
Picasso― Me alegra que te gustase.
―Pues a mí me gusta mucho “La habitación azul” ―dijo
Yumara― ¿Y usted cuál cree que es su mejor cuadro? ―le
preguntó al pintor.
―Para mí, el que tiene más valor, es el “Pequeño
Picador”, mi primera pintura ―explicó Picasso― La pinté con
8 años tras una corrida de toros, y esa no está en venta.
Después de ese he pintado muchísimos otros. Aunque me
gustan los retratos, principalmente dedico mis pinturas a
personas.
―¿Queréis venir a mi casa? ―les invitó― Allí tengo
algunos dibujos que os puedo enseñar.
―¡Claro que sí! ―contestaron todos a la vez
emocionados.
Llegaron a una gran plaza, y allí, en una de sus
esquinas estaba la casa de Picasso. Desde la entrada todas las
paredes de la casa estaban cubiertas de láminas y dibujos.
Celia se quedó mirando un cuadro en especial, le había
llamado la atención porque esa imagen la había visto
muchas veces antes.
―¿Qué cuadro es ese? ―terminó preguntando.
―Esta es la “Paloma de la Paz” ―le explicó― La pinté en
1949, para que fuera el símbolo de la Paz en el mundo.
―Cuando estuvimos en Cádiz, Alberti nos mostró el
poema suyo sobre la Paloma ―recordó Yumara.
―Claro que sí, él es muy buen amigo mío ―asintió
sonriendo Picasso.
―Mira ese cuadro, se parece a él ―le susurró Yumara a
Joselito― ¿A que sí?
―Es un autorretrato ―le contestó Joselito― ¿no crees?

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LAS AVENTURAS ANDALUZAS JAMÁS CONTADAS POR LOS NIÑOS Y LAS NIÑAS DE MARIA ANA

―Sí, soy yo ―respondió el pintor― Me he pintado a mí


mismo. Tengo varios autorretratos, como os he dicho, me
gusta pintar personas, y por qué no pintarme a mí mismo
¿no? Debéis probar a hacerlo ―les animó.
―Pues a ver cómo nos apañamos ―dijo Ernesto que
veía la tarea complicada.
―Es fácil, con un espejo ―contestó― Es una lástima
que no tenga algunos aquí para enseñároslos. Los tengo
repartidos por todo el mundo, Barcelona, Paris, Nueva York…
Pero bueno, no os aburro más. Veo que estáis cansados. ¿Por
qué no vamos a la playa un rato y os pegáis un baño? ―les
sugirió.

La respuesta no se hizo esperar y emprendieron


camino hacia la playa con ánimo, deseando darse un
chapuzón. Allí se zambulleron y nadaron hasta quedar
agotados. Cuando salieron se dejan caer en la arena
reventados.
―Lo malo de esto es que la playa siempre me da un
hambre ―dijo Celia frotándose la tripa― Mis tripas están ya
retumbando.
―Vamos al chiringuito muchachos, a reponer energías
―les dijo amablemente Picasso iniciando la marcha―¿Qué os
apetece tomar? ¿Queréis unos espetos de sardinas y un
refresco? ―preguntó tomando asiento en una de las mesas
que había sobre la arena.
A los muchachos se les iluminó la cara.
―¡Si usted nos invita, no lo dude y pídalos! ― dijo Celia
sin pensárselo dos veces― Con el hambre que tengo… ¡¡no
voy a dejar ni las raspas!!
Picasso, soltando una carcajada por el desparpajo de la
niña, llamó al camarero y pidió espetos para todos.
Comieron con alegría, devorando las sardinas en un
momento. Joselito levantó la vista mientras terminaba la

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LAS AVENTURAS ANDALUZAS JAMÁS CONTADAS POR LOS NIÑOS Y LAS NIÑAS DE MARIA ANA

última sardina que tenía entre manos, y mirando al mar ve


una pequeña barquita anclada en la orilla.
―¿No se parece a la barca con la que llegamos aquí?
―les preguntó a sus amigos
―Son todas parecidas ―dijo Yumara quitándole
importancia.
―Muchachos, me alegro de haber pasado este rato con
vosotros, pero debo salir para Francia mañana y tengo aún
asuntos pendientes ―les dijo Picasso― Espero que sigáis
disfrutando de vuestro viaje.
―Muchas gracias por todo ―le dijo Celia agradecida―
que tenga buen viaje usted también.
―Hasta la vista ―se despiden.

―Y ahora ¿qué hacemos? ―preguntó Joselito.


―¡Podemos montarnos en esa barca y dar un paseo
por el agua! ―exclamó Celia señalando hacia la orilla.
Todos a la vez salieron corriendo por la arena hasta
llegar a la orilla. La barca tenía un cabo, pero no estaba atada,
estaba allí flotando pero quieta, como si les estuviera
esperando.
―Mucho ojito con la mochila Celia ―le dijo Yumara
mientras ayuda a su amiga a subirse.
―Eso, vigila que no se moje ― le advirtió Ernesto
cogiendo al tiempo uno de los remos.

Joselito era el último en subir, empujó la barca hacia


dentro apoyándose en el otro remo y recogió el cabo de la
barca.
―Yumara, Ernesto, no reméis tan fuerte ―dijo Joselito
que todavía no se había acomodado en la barca― ¿no creéis
que nos estamos alejando mucho de la orilla?
―Pero si yo no estoy remando ―contestó Yumara― es
Ernesto.

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LAS AVENTURAS ANDALUZAS JAMÁS CONTADAS POR LOS NIÑOS Y LAS NIÑAS DE MARIA ANA

―¿Yoooo? ―protestó Ernesto― Pero si no he soltado


las manos del bote, tengo miedo a caerme y con esta
velocidad… me estoy empezando a marear.

En unos instantes ya estaban mar adentro. La tierra


firme se veía nada más que a lo lejos.
―Oh, oh ―dijo Celia con preocupación― Esto no me
gusta un pelo.
No había terminado de decir la frase cuando Celia
girando su cabeza vio algo que la dejó paralizada. Sólo
acertaba a señalar con el dedo. Hasta que Yumara,
advirtiendo el repentino color pálido de la cara de su amiga,
miró hacia donde ésta señala y gritó con todas sus fuerzas:
―¡Chicos, mirad qué ola gigantesca se acerca!
―¡Agarraros!
―¡Ahhhhhhhhh!

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LAS AVENTURAS ANDALUZAS JAMÁS CONTADAS POR LOS NIÑOS Y LAS NIÑAS DE MARIA ANA

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LAS AVENTURAS ANDALUZAS JAMÁS CONTADAS POR LOS NIÑOS Y LAS NIÑAS DE MARIA ANA

CAPITULO VIII

UN VIAJE INESPERADO

Todos estaban dormidos y tan sólo se escuchaba el


fuerte oleaje que los mecía. El sol brillaba con gran fuerza,
tanto, que parecía un diamante en pleno resplandor. La calor
intensa, se hacía cada vez más pesada y el graznido de las
gaviotas y personas murmurando, se oía cada vez más cerca.
De repente, despertaron tras oír un gran estruendo de
felicidad:
―¡Están vivos! ―gritaron un grupo de personas que
estaban celebrando su reencuentro.
―¡Chicos, chicas, despertad! ¿Estáis bien? Estáis en
tierra, en Granada ―decían al mismo tiempo que les
intentaban reanimar, refrescándoles con un poco de agua.
Los niños se recuperaron y se encontraron con unos
señores de semblante serio, que estaban conversando

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LAS AVENTURAS ANDALUZAS JAMÁS CONTADAS POR LOS NIÑOS Y LAS NIÑAS DE MARIA ANA

animadamente.

Uno de los hombres con aspecto presumido, pero a la


vez de carácter simpático y alegre comenzó a recitar una
poesía. Él contaba que iba dedicada a su tierra, Granada y
que la publicaría cuanto antes. Comenzaba diciendo:

GRANADA

Granada, calle de Elvira,


donde viven las manolas,
las que se van a la Alhambra,
las tres y las cuatro solas.
Una vestida de verde,
otra de malva, y la otra,
un corselete escocés
con cintas hasta la cola.

―Ya sé ―comenzó a decir Joselito mientras el poeta


seguía recitando― Este hombre de tez clara, ojos negros
como el azabache, y semblante pensativo es…
―¿Quién, Joselito? ―preguntaron los tres chicos por lo
bajo.
―Una pista, Celia. El año pasado en lenguaje,
concretamente en literatura, lo estudiamos. Conocimos
quién fue, a qué se dedicaba, por qué lo asesinaron...
―¡Shhh! ―y añade Celia susurrando― No lo sé, pero no
sigas contando, porque el final no pinta nada bien.
―Otra pista, prometo que no es desagradable. Todos
esos amigos, son poetas y formaron un grupo literario
―continuó Joselito.

En ese momento, cuando el poeta finalizó de recitar, se


acercó a los niños y les explicó:

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LAS AVENTURAS ANDALUZAS JAMÁS CONTADAS POR LOS NIÑOS Y LAS NIÑAS DE MARIA ANA

―Me llamo Federico García Lorca y todos esos son mis


compañeros.
―¿Tus compañeros? ―preguntó Yumara.
―Sí, sí, son mis compañeros, entre todos, hemos
formado un grupo.
―¿Un grupo ? ―preguntó Yumara.
―Sí , sí un grupo ―respondió Lorca
―¿Es un grupo de rap? ―dijo Joselito.
―¿De rap? ¿Qué es esa palabra tan extraña? ―preguntó
don Federico― Nunca la había escuchado.
―“Tum tum pete, tum, tum pete… esta es la Generación
del 27, con estos poetas flipo en colores, por eso me gusta
componer canciones” ―le contestó Joselito rapeando― Esto
es rap.
Entonces otro de los señores, intervino en aquella
conversación.
―Hola, ¿no se acordáis de mí? ¡No habéis crecido nada!
―les dijo sorprendido― Yo era aquel niño que lloraba en la
orilla del mar, porque anhelaba mi traje de marinero ―les
recordó― Después de aquella charla en la playa de Cádiz me
animasteis a continuar escribiendo ―y continuó― Fijaos,
junto a mis compañeros hemos formado un grupo llamado la
Generación del 27.
―¿Y por qué elegisteis ese nombre? ―preguntó
curiosa Celia.
―Por el tercer centenario de la muerte de Luis de
Góngora. Su muerte fue en 1627, y en su homenaje
coincidimos en Sevilla todos los poetas que hoy estamos aquí
―les explicó― Eso fue en 1927, por eso nos llamamos “La
Generación del 27”.

―Góngora, chicos ―dijo sorprendido Joselito― A ese


hombre lo conocí yo cuando estuvimos en Córdoba.
―¿Cómo es posible? ―preguntó Alberti que por más

136
LAS AVENTURAS ANDALUZAS JAMÁS CONTADAS POR LOS NIÑOS Y LAS NIÑAS DE MARIA ANA

que hacía cábalas no se figuraba qué sucedía con aquel


grupo de muchachos. ― Córdoba,… Cádiz,… en épocas tan
distintas…
―Chicos vamos a colocarnos todos, que nos haremos
una foto de recuerdo ―dijo Lorca interrumpiendo los
pensamientos de su amigo― Para que a los lugares que
sigáis viajando, nos recordéis siempre. Después venís
conmigo a casa. Os invito a comer algo y a descansar.
Parecéis muy agotados.
Entonces, todos se colocaron ordenadamente y los
cuatro jóvenes, destacando en la parte central, sonrieron a la
cámara de Alberti y justo cuando el flash se disparó, por arte
de magia ...

¡Sorpresa! Aparecieron en un lugar totalmente


distinto.
―¿Dónde estamos? ―preguntó Ernesto
―No sé ―contestó Yumara― Esto no me suena mucho.
―Yo si lo sé, estamos en mi casa, en Fuente Vaqueros
―les dijo Federico― Aunque aún no me explico cómo…
―pensó extrañado― ¿Tenéis hambre? ―preguntó sin dar
más vueltas al asunto― Yo estoy hambriento, prepararé algo
típico de aquí, unas papas a lo pobre, y para beber agua
natural de Sierra Nevada para que no tengáis gases a la hora
de dormir.

Los chicos, parecían que no habían probado bocado en


su vida, comían con mucha ansia, devoraban y saboreaban el
delicioso sabor de este majestuoso plato. Ni siquiera
hablaban entre ellos, sólo comer, comer y comer.
Después de cenar, asearse y descansar, Federico les
enseñó todos sus poemas en unos pergaminos muy bonitos
y algo desgastados.
―Los escribí cuando tenía tan sólo seis años, en mi

137
LAS AVENTURAS ANDALUZAS JAMÁS CONTADAS POR LOS NIÑOS Y LAS NIÑAS DE MARIA ANA

rincón preferido de esta casa ―les explicaba con melancolía.


―¿Dónde está ese misterioso lugar? Nos encantan las
aventuras ―preguntó Ernesto.
―¿Nos lo puedes enseñar? ―sugirió Yumara.
―No os lo puedo revelar, es un lugar mágico ―contestó
de forma enigmática― Recordad lo que os he dicho. Y ahora
vamos a las alcobas a descansar para lo que nos espera
mañana, otro nuevo día.
Ya todos recostados, ninguno podía conciliar el sueño,
pensando en ese lugar tan misterioso.
―¡Eh, chicos! ¿Estáis dormidos? ―preguntó Ernesto―
¿No os come la curiosidad por saber qué es lo que se
esconde en ese tan sospechoso rincón?
―¡Sí! ―contestaron los otros tres a la vez.
―Yo también estoy impaciente, pero recuerda lo que
nos advirtió Federico ―dijo Celia guardando cautela.
―No pasa nada, no se va a enterar, vamos en un
periquete, vemos lo que hay y rápidamente volvemos y nos
acostamos ―dijo excitado Ernesto― Así que chicos,… ―dijo
incorporándose― ¡esta noche hay movida!
―¿Dónde estará ese rincón tan misterioso? ―preguntó
Joselito también intrigado.
―¡Shhhhh! Escucho algo ―advirtió Yumara.
Sigilosamente abrieron la gran puerta que parecía
tener más de cien años, y vieron cómo un esplendor de luz
salía por debajo de una puerta que se encontraba en la parte
de arriba de la casa.
En este lugar se encontraba Federico, inspirado en sus
poesías. Concretamente estaba componiendo una obra
dramática, para una mujer muy especial para él y muy
importante para todas las mujeres, por su valentía y coraje.
Éste, ya agotado, se retiró a descansar, dejando la puerta
entreabierta.
Los muchachos aprovecharon la ausencia de Federico y

138
LAS AVENTURAS ANDALUZAS JAMÁS CONTADAS POR LOS NIÑOS Y LAS NIÑAS DE MARIA ANA

uno tras otro, subieron al desván.


―¡Vamos a entrar! ―dijo Yumara ansiosa por ver lo
que había dentro.
―No, puede ser peligroso ―respondió Celia―y aún
tengo la confianza de volver a ver a mi perrita Lulú
―Yo seré el primero ―se aventuró Ernesto.
Cuando entraron en la habitación no notaron nada
extraño, pero al acercarse a la mesa Yumara vio un
pergamino con algo escrito, hecho añicos.
―Mirad chicos, ¿veis este pergamino? ―preguntó
Yumara.
―Sí, ¿qué pasa? ―preguntó Ernesto
―Venid, acercaos,… está roto en trozos ―les advierte
Yumara.
―Vamos a ver qué hay escrito en él. Coged los trozos y
vamos a unirlos ―resuelve Celia intrigada.
Comenzaron a ensamblarlos hasta que ya eran
capaces de leer la obra. Llevaba por título “Mariana Pineda,
romance popular en tres estampas”. En ella se descubrían
ciertos actos heroicos sobre una mujer granadina.
―¿Estáis pensando lo mismo que yo? ―dijo Yumara―
¿No os recuerda al personaje número dos que teníamos que
descubrir en el concurso Identity que había en nuestro
cole?
―Sí, ahí acertamos casi todos ―recordó Joselito― Fue
Mariana Pineda la que luchó por la causa liberal y
constitucional de la mujer.

Muy contentos por su acierto, volvieron a leer el


poema. Ernesto y Celia comenzaron a discutir:
―Las mujeres han hecho mucho más que los hombres
―dijo Celia.
―Pero que va, los hombres han hecho mucho más que
las mujeres ―contestó Ernesto.

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LAS AVENTURAS ANDALUZAS JAMÁS CONTADAS POR LOS NIÑOS Y LAS NIÑAS DE MARIA ANA

―Chicos hay que tener compañerismo, dejemos ahora


las discusiones porque si no, no llegaremos nunca a nuestro
tiempo ―intentó calmarles Joselito.
Justo en ese instante, todo el poema se volvió a hacer
añicos ante sus ojos. Los fragmentos de papel comenzaron a
girar en un remolino que envolvió a los cuatro aventureros
hasta hacerlos desaparecer.

Cuando el remolino finalmente dejó de agitarse y se


detuvo los muchachos se encontraban en una gran plaza.

―Mi madre tiene una foto suya en esta plaza


―comenta Joselito― creo que se llama la Plaza del Triunfo,
y está en Granada.

Y en ese instante se ve a lo lejos una mujer de estatura


baja, tez clara, con unos ojos llamativos, nariz chatilla y
mediana. Su pelo largo y lacio, recogido en un gran moño,
decorado con dos hermosos tirabuzones. A la vez la
expresión de su rostro denotaba tristeza.
―Creo que es ella ―dijo Celia cuando la ve acercarse―
¡Hola!
―¿Quiénes sois? ―preguntó la mujer.
―Somos unos niños que vivimos en el siglo XXI ―dijo
Yumara― pero sabemos quién eres.
―¿Cómo? ―preguntó la señora impresionada.
―Nosotros sabemos sobre su vida porque en nuestro
colegio hay un concurso que se llama Identity ―le explicó
Joselito.
―¿Qué es eso? ―preguntó Mariana.
―Es un concurso donde nuestra maestra de
COEDUCACIÓN, Carmen, nos pone pistas sobre mujeres
importantes a lo largo de la historia y nosotros, los
alumnos, lo tenemos que averiguar ―contestó Yumara.

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LAS AVENTURAS ANDALUZAS JAMÁS CONTADAS POR LOS NIÑOS Y LAS NIÑAS DE MARIA ANA

―¿Y qué sabéis de mí? ―pregunta intrigada.


―Su nombre real es Mariana Rafaela Gila Judas
Tadea… ummm… de Pineda Muñoz ―comienza diciendo
Celia― Eran mucho más nombres, pero no me acuerdo
ahora mismo.
―Se casó muy joven, con quince años, y su primer hijo
lo tiene enseguida. Ahora tiene 2 y es usted viuda
―continúa Joselito― Es una luchadora, porque lucha por las
causas liberales y constitucionales del siglo XIX.
La mujer escucha atentamente a los muchachos sin
poder borrar la cara de sorpresa de su rostro. Mientras
Ernesto continúa:
―En 2006, el Gobierno de la Unión Europea le rendirá
un homenaje a usted y le otorgará su nombre a la entrada
principal del Parlamento Europeo como símbolo de la
aportación española a la lucha por los derechos y libertad
en Europa.
―Y también en el Congreso de los Diputados en
Madrid ―puntualizó Yumara―. Allí se fijó su nombre junto
a los de los otros españoles héroes de la libertad.
―Además sabemos de usted un secreto… ―dijo Celia
de manera enigmática.
―¿Secreto? ¿Qué secreto? ―pregunta intrigada doña
Mariana.
―Está bordando una bandera que lleva inscrita “Ley,
Libertad e Igualdad” ¿a que sí? ―le pregunta Celia.
Doña Mariana, que no sale de la sorpresa, no acierta a
responder.
―Además le adelantaremos algo ―dice Joselito― Ves
esta plaza, pues llevará el nombre de “Plaza del Triunfo”
por su valentía y buen hacer.
―Estoy muy impresionada, me voy a tener que creer
que venís de otro época ―añade finalmente― Confiaré en
vosotros y os la enseñaré.

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LAS AVENTURAS ANDALUZAS JAMÁS CONTADAS POR LOS NIÑOS Y LAS NIÑAS DE MARIA ANA

La mujer les condujo hasta su casa. Allí Mariana les


mostró la bandera que estaba bordando. Justo en el
instante en el que los cuatro amigos coinciden tocando la
bandera con sus manos, los colores de la bandera se
transforman en una gran nube que los envolvió
transportándolos en un gran arco iris hacia…

Un barrio donde se encontraron andando, sin saber


dónde estaban nuevamente. Joselito muy educadamente le
preguntó a un grupo de estudiantes que pasaban por allí:
―Perdonad, ¿nos podéis ayudar? Nos hemos perdido.
―Sorry! ―contestaron― Can you repeat, please?
―Chicos que son “guiris”, ayudadme a preguntarles
dónde estamos ―susurró Joselito.

Entonces, los cuatro se reunieron y empezaron a


poner todas sus ideas en orden y al final, Joselito se acercó
de nuevo a los estudiantes y les preguntó muy inseguro de
sí mismo y algo tímido:
―Excuse me. Can you tell us where are we, please?
―empezó diciendo― We're lost!
―You're in an important district of Granada. Its name
is Albaicín. ―le respondió el extranjero.
―Thank you.
―You’re welcome ―le dijo a la vez que le ofrecía un
callejero de Granada, muy amablemente.
―¡Guau! Qué importante es saber inglés. Prueba
superada ―dijo Joselito animadamente― ¡Qué suerte hemos
tenido!
―Venga, Joselito vamos a orientarnos en el mapa
―dijo Celia― Averiguaremos dónde estamos.

Yumara mientras andaban, les comentó a sus amigos:

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LAS AVENTURAS ANDALUZAS JAMÁS CONTADAS POR LOS NIÑOS Y LAS NIÑAS DE MARIA ANA

―Me recuerda a mi ciudad natal, porque fijaos es un


barrio medieval musulmán ―les dijo señalando a uno de los
edificios― Sus viviendas son moriscas, con mosaicos y
arcos perfectos.
Ella portaba el callejero e iba haciendo de guía
turística:
―Podemos pasear por sus laberínticas y estrechas
callejuelas, y atravesar sus plazas con sus Iglesias de estilo
Mudéjar. En época musulmana fueron Mezquitas, ¿sabíais?
―explicó a sus amigos― Además podemos contemplar
típicos cármenes.
― ¿Ca…qué?―preguntó Ernesto
―Cármenes, zoquete ―contestó Yumara― Son casas
señoriales rodeadas de jardines y tapiados, para no ser
vistos del exterior. Eran unas construcciones típicas de los
árabes. En estas terrazas se aspira el penetrante perfume
de las azucenas, de las rosas, los jazmines los claveles, los
nardos, los alhelíes, la madreselva, el galán de noche ―dijo
emocionada y mostrando su predilección por las plantas― y
además, se recogen granadas, ciruelas, higos, albaricoques,
fresas...
―Mira, aquí en el mapa dice que está cerca el mirador
de San Nicolás ―dice Joselito a la vez que continúa
leyendo― que ofrece unas vistas sobre la ciudad y sobre la
Alhambra espectaculares.

En ese momento, se pararon para beber agua en un


aljibe, cuando se encontraron junto a él, un sobre que con un
billete de 5.000 pesetas y una programación de “Festejos en
Granada”.
―¡Pesetas! ¿En qué año estamos? ―preguntó Ernesto―
Joselito, ¿tú te acuerdas cuando dejamos de utilizar la peseta
por el euro?
―Yo creo que estamos más cerca del 2010 ―dijo Celia.

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LAS AVENTURAS ANDALUZAS JAMÁS CONTADAS POR LOS NIÑOS Y LAS NIÑAS DE MARIA ANA

―Sí, Celia, mira la programación, estamos en el 1993,


sólo faltan 17 años para el 2010 ―advirtió Joselito mirando
el panfleto.
―¡Bien! ―gritaron al unísono.
―Vamos a comprarnos algo de ropa ¿no? ―sugirió
Joselito― Después de todos nuestros viajes…, ya nos toca.

Juntos, se dirigieron a una de las tiendas, sonrientes y


muy felices. Allí eligieron nuevos modelitos y se los
probaron. Pero Celia no estaba muy convencida.
―Yo no estoy acostumbrada a vestir tan hortera, yo
sólo visto con ropa de marca ―replicó Celia.
―Vamos a ver chica, quítate las tonterías que ahora tus
papis no están aquí ―le dijo Yumara.
―Tenemos 5000 pelas para todo, es decir, 30 euros y
debemos ahorrar lo máximo posible ―hizo cuentas Joselito―
Sólo tenemos para este tipo de ropa y es fenomenal, limpia,
cómoda y sobre todo barata. Todo sale por 2.500 pesetas, una
ganga.
―¡Uf! Por fin me he quitado el bañador ―dice
Ernesto― ¡Qué a gusto, ropa interior limpia!

Después de haber pagado, entraron en los probadores


para terminar de vestirse y mirarse en el espejo y… ¡zas!...
De repente, los chicos, que miraban su reflejo frente al
espejo,… dejaron de verse y,… dejaron de estar allí.

El espejo los absorbió en ese instante y los llevó hasta


un gran patio.
Allí se hallaba una fuente con 12 leones de distintas
características. Estaban entre palmeras y cipreses, entre el
azul del agua y del cielo, y como telón de fondo Sierra
Nevada…
―Parece que estamos en la Alhambra ―dice Yumara―

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LAS AVENTURAS ANDALUZAS JAMÁS CONTADAS POR LOS NIÑOS Y LAS NIÑAS DE MARIA ANA

Veamos en el mapa. Y comienza a leer:


― “Alhambra, denominada así por sus muros de color
rojizo (<<qa´lat al―Hamra>> Castillo rojo)”.
―Dice que es un monumento de época nazarí,
construido entre el siglo XI y XV como Palacio Real, Corte y
Castillo militar. En él se puede destacar La Alcazaba, El Patio
de los Arrayanes, El Patio de los Leones, El patio de Lindaraja.
Las torres que protegen el recinto, Los jardines, El Portal y
el Palacio de Carlos V, construido en el siglo XVI, después de la
conquista de Granada por los Reyes Católicos, Isabel y
Fernando en 1492 dC.
―Entonces, estamos en el Patio de los Leones y ésta es
la famosa “Fuente de los leones” ―aclaró Yumara.
―¿Os acordáis cuando fuimos a Utrera, el año pasado?
―preguntó Joselito a sus amigos― Al instituto José María
Infante. Allí los compañeros hicieron una muy parecida en
su proyecto de arte ―les recordó.
―Sí, sí, lo que pasa es que hay una diferencia
―percibió Yumara.
―¿Cuál? ―preguntó Ernesto.
―Que los leones, como podemos observar, son
diferentes y allí eran iguales ―les indicó Yumara― Ellos
sacaron los doce de un mismo molde ― aclaró.
―Es verdad, no había caído ―dijo Ernesto.
―Recuerdo que los compañeros del instituto también
nos explicaron que los doce leones son surtidores de la
fuente que ocupa el centro del patio ―recordó Celia.
―Leones sobre los que descansa la gran taza de forma
dodecagonal y que la rodean. Esta fuente, de mármol blanco,
es una de las más importantes muestras de la escultura
musulmana –continuó leyendo Yumara en el mapa.

Caía el atardecer y el sol cansado de brillar todo el día


se escondía tras las cumbres más altas de Sierra Nevada. Se

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LAS AVENTURAS ANDALUZAS JAMÁS CONTADAS POR LOS NIÑOS Y LAS NIÑAS DE MARIA ANA

comenzó a escuchar una canción muy conocida y a su vez


una gran algarabía de personas siguiendo la letra de aquella
hermosa canción:

“Si en el firmamento poder yo


tuviera esta noche negra lo mismo
que un pozo con un cuchillito de luna,
lunera cortaba los hierros de tu calabozo.
Si yo fuera el rey de la luz del día,
del viento y del mar, cordeles de esclavo
si hombre seguiría tu libertad.

Ay pena penita pena, pena, pena de mi corazón,


―Mira la programación de las fiestas, a ver qué es lo


que oímos ―le dice a Celia Joselito.
―Yo creo que están cantando la canción “Ay Pena
Penita” ―dijo Celia― aquí pone que es de un cantautor, un tal
Carlos Cano.
―Sigamos el sonido de la música, nos llevará hacia el
espectáculo ―sugirió Yumara.

Llegaron hasta un gran palacio, en un letrero ponía:


Palacio de Carlos V. Era fascinante, con grandes y altas
columnas, decoradas al estilo Renacentista. Lo que más
destacaba era el extenso recinto circular, donde se estaba
celebrando el concierto de Carlos Cano.

Llegando hacia el tumulto de personas, éstas


comenzaron a aplaudir con gran entusiasmo y vitoreando al
cantautor. A continuación se divisaba una larga y perfecta
cola de personas para pedirle autógrafos y hacerse fotos con
él. Entonces apostilló Yumara:

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LAS AVENTURAS ANDALUZAS JAMÁS CONTADAS POR LOS NIÑOS Y LAS NIÑAS DE MARIA ANA

―Chicos vamos a ponernos en la cola y así nos


podremos llevar otro gran recuerdo para nuestro futuro.
―¡Vale! ―asintieron todos.
―Así le llevaré un recuerdo a mi madre ―añadió Celia―
Le gustaba escuchar esta canción en el programa “Se llama
copla”, aunque lo cantaba una mujer.

Después de hacer una larga cola, llegó el momento tan


esperado.
―Perdone señor, queremos decirle que tiene una voz
maravillosa y muy alegre. Nos gustaría saber un poco sobre
usted ―le dijo Yumara.
―Claro, por supuesto ¿qué queréis saber? ―se ofreció
el cantante― Soy granaíno, concretamente del barrio del
Realejo. ¿Lo conocéis? ―pregunta, y ante el movimiento
negativo de las cabezas de los muchachos les explica: ―Es un
barrio pintoresco y lleno de vitalidad ―explica orgulloso― Es
la sede de la antigua judería en la ciudad musulmana.
―Desde pequeño me apasionaba la poesía, la música y
sobre todo componer mis propias canciones ―continúa
diciendo― He compuesto: cuecas, sambas, tangos, boleros,
rumbas, nanas, coplas y murgas carnavaleras, divertidísimas
―añadió―. Algunas de mis canciones más conocidas, que a lo
mejor habéis escuchado, son: “La bandera blanca y verde” y
“María la portuguesa”, y la que habéis oído en este momento
“Ay pena penita”. ¿Os ha gustado? ―preguntó.
―¡Sí! ―respondió entusiasmada Celia.
―Entonces usted es un cantautor ¿no? Como Alejandro
Sanz ―preguntó Ernesto.
―Sí, exacto. Aunque algunos también me definen
como poeta ―le aclaró Carlos Cano y preguntó: ―¿Dónde
están vuestros padres?

147
LAS AVENTURAS ANDALUZAS JAMÁS CONTADAS POR LOS NIÑOS Y LAS NIÑAS DE MARIA ANA

―No están, porque nosotros venimos de otro tiempo,


y de otro lugar, El Coronil, a través de un libro mágico
―soltó Ernesto― Es una larga historia que contar.
―Yo conozco El Coronil ―dijo sorprendido―, me
invitaron para conmemorar el Día de Andalucía y para
celebrarlo di un concierto para todos los coronileños, hace
ya unos años.
―¡Qué casualidad! ―dijo Celia― A lo mejor puede
ayudarnos a volver.
―Estoy todavía pensando en eso que habéis dicho del
libro mágico, ¿cómo es eso? ―preguntó incrédulo el
cantautor― ¡No puede ser real! ¿Un libro mágico?¿Estáis
bien, chicos? A ver si un golpe de calor os está afectando…
―Es normal que se quede usted así de sorprendido,
pero es la pura realidad ―respondieron.
―Os invito a mi camerino y allí me podréis contar el
resto de vuestra historia ―les dijo Carlos Cano― Mientras a
ver si somos capaces de localizar a sus familiares ―le
susurró a su ayudante― Porque los encuentro algo
confundidos.

Caminando hacia bambalinas, a Carlos Cano le llamó


la atención el libro que portaba Joselito, el rapero, en la
mochila. La mochila estaba abierta y el libro estaba
bailando dentro de ella a punto de caerse. Justo en ese
momento, Carlos lo cogió al vuelo sin que llegara a tocar el
suelo. Sin poder resistir su curiosidad lo abrió para
ojearlo,... ¡zas!

Los niños aparecieron en otras dependencias de la


Alhambra. Pero esta vez, se encontraban en el “Patio de los
Arrayanes”. A lo lejos se acercaban una pareja muy bien
vestida, como si de un gran cuadro hubiesen salido.

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LAS AVENTURAS ANDALUZAS JAMÁS CONTADAS POR LOS NIÑOS Y LAS NIÑAS DE MARIA ANA

Eso les hizo sospechar que habían dado otro salto en


el tiempo, se encontraban en otra época, pero no hacia
delante como esperaban.

―¡Mirad amigos! ¿No creéis que son los Reyes


Católicos? Se parecen a los personajes que vi en el Alcázar
de Córdoba: Isabel de Castilla y Fernando de Aragón, junto
a Cristóbal Colón, mientras Rosa Aguilar me explicaba
quiénes eran ―recordó Celia― Me temo, que hemos
retrocedido en el tiempo, al siglo XV, al año 1492.
―No me digas ―se lamentó Ernesto― pufff ¿otra vez?
―Sí, porque coincide con lo que me dijo la alcaldesa
de Córdoba ―respondió Celia― Fijaos, el Rey Fernando, era
un hombre alto, de pelo negro, al igual que sus ojos,
grandes y abiertos. Su rostro redondo y con pocas arrugas.
Su nariz alargada y refinada. Sus labios grandes y sus
dientes blancos. De constitución delgada. Nunca le falta su
túnica roja de terciopelo y su espada.
―Vamos, como el hombre que viene por ahí ―admitió
Yumara.
―Y la Reina Isabel ―continuó Celia― era una mujer
muy hermosa como una rosa. De estatura media y
constitución delgada. Su cara alargada, su cabello castaño y
largo. Con ojos marrones y siempre bien abiertos. De nariz
chata y labios pequeños y alargados. Siempre vestida con
una túnica azul y de terciopelo y nunca le faltan sus joyas.
―Pues si no es esa que viene por ahí… será su
hermana gemela ―bromeó Joselito.

Las siluetas misteriosas se hicieron bien nítidas,


exactas a como Celia las había pintado con sus palabras.
Hasta que finalmente se aproximaron y una de ellas se
dirigió a ellos:

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LAS AVENTURAS ANDALUZAS JAMÁS CONTADAS POR LOS NIÑOS Y LAS NIÑAS DE MARIA ANA

―¿Quiénes sois chicos?― preguntó la Reina Isabel ―


¿Qué hacéis por aquí solos?
― Estamos de viaje por Al-Andalus para conocer
mejor la cultura andalusí ―aclaró Ernesto para no entrar en
detalles.
―Sí, pertenecemos a una familia aristócrata de un
lejano país ―se inventó Celia― y vamos con nuestra
sirvienta Yumara.
A Yumara se le pusieron los ojos como platos al
escuchar aquello. No esperaba eso de su amiga, y eso fue lo
que la dejó sin palabras. Cuando percibió la mirada de Celia
se dio cuenta de la situación.
Los chicos supieron actuar sutilmente. Al ver el
momento histórico en el que se encontraban, con los
cristianos expulsando a los musulmanes del país… no iba a
ser fácil y sabían que a Yumara no la iban a recibir
hospitalariamente. “Puff, menos mal que se le ocurrió eso a
Celia” pensó al final Yumara agradecida.
―Pues para daros la bienvenida, os invitamos a la
Cena Real en los Palacios Nazaríes ―dijeron los reyes a la
par.
―¡Lo aceptaremos con mucho gusto Magestades!
―respondió Ernesto haciendo una reverencia.

Los muchachos acompañaron a la Corte Real hasta los


Salones Reales hasta el momento de la cena. Todo estaba en
su justa medida y en su justo lugar. Todo perfecto, aunque
los chiquillos se vieron en un apuro con tanto cubierto y
tanto plato delante. Tuvieron que aprender a sentarse y
cenar según el protocolo. Lo divertido de la cena eran las
actuaciones y las burlas de los bufones.
Los sirvientes, comenzaron a servir la mesa y uno de
ellos pregonaba la carta real:

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LAS AVENTURAS ANDALUZAS JAMÁS CONTADAS POR LOS NIÑOS Y LAS NIÑAS DE MARIA ANA

―De aperitivos: jamón de Trevélez, municipio de la


comarca alpujarreña. De primer plato, choto a la cortijera.
De segundo, habas con jamón. Para finalizar y de postre
piononos de Santa Fé. De beber agua de las Cumbres más
altas de Sierra Nevada.
―¡Anda igual que la de Lanjarón! ―soltó Ernesto
recibiendo las miradas extrañadas del resto a cambio.
―Oye chicos ―dijo en voz baja Yumara― Tengo un
problema. He escuchado entre los sirvientes que vamos a
comer vuestras sobras, y yo el jamón… ¿os acordáis de mi
cultura? No puedo comer carne de cerdo ¿Qué hago?
Porque tengo más hambre que quince juntos.
―Yo me encargo, no te preocupes ―dijo Joselito.
―Su Majestad, hay un problema ―dijo dirigiéndose a
la Reina― Nuestra sirvienta está bastante débil y la
necesitamos fuerte para lo que nos queda de viaje. Es muy
religiosa y se niega a comer carne de cerdo ¿Habría alguna
posibilidad de sustituirlo por otro plato?
―¡Qué cuidadoso con los sirvientes! ―se asombró la
Reina― pero no te preocupes, en la cocina habrá algo que
coma.

Después del banquete, pasearon por los jardines de la


Alhambra, disfrutando de aquella bonita estampa, bajo la luz
y el brillo de la luna, divisando las estrellas a lo lejos.
Durante el paseo, los Reyes Católicos mantuvieron con
los chicos una agradable conversación, sobre lugares
importantes de Granada que podían visitar antes de irse de
regreso a sus hogares. Así que decidieron irse a descansar
para a la mañana siguiente seguir esta gran aventura.

A la mañana siguiente, se despidieron entrañablemente


y se pusieron en marcha en un carruaje Real que les
trasladaría a la Catedral.

151
LAS AVENTURAS ANDALUZAS JAMÁS CONTADAS POR LOS NIÑOS Y LAS NIÑAS DE MARIA ANA

Los chicos llegaron a la puerta de la Catedral. La fachada


tenía una estructura encuadrada en forma de arco del triunfo
con portadas y lienzos empotrados.

Cuando el carruaje real se detuvo por completo, algo


mágico sucedió en la frenada de los caballos, un destello
especial emanaba del suelo. Los niños fueron bajando uno a
uno del carruaje y justo en ese instante una luz brillante
nublaba su vista, cegándolos por completo.
Cuando la luz se apaciguó y recuperaron su visión,
comprobaron que no se habían movido de lugar. Vieron un
cartel que ponía Sta. Iglesia Catedral Metropolitana de la
Encarnación de Granada. Templo Católico. Se construyó en el
año 1526 hasta el 1561 (S.XVI). Obra del Renacimiento en
España, mandada a construir por Isabel la Católica.
Se decidieron a entrar en esta majestuosa Catedral.
Vieron unas columnas altas y gruesas, además de un
grandioso retablo y varias capillas. Cuando pasaron la capilla
Real comprobaron que allí se hallaban los restos de los Reyes
Católicos, quedándose asombrados a la vez que entristecidos.
Horas antes habían estado con ambos, por lo tanto
entendieron que el tiempo había pasado. Siguieron con la
visita. En el centro se hallaba una gran alfombra y en la parte
central de la nave, unas bóvedas, con unas ventanas en forma
de arco que tenían muchos colores, eran vidrieras.
Al ver esa hermosura se quedaron absortos. Subieron
a lo más alto de la Catedral para contemplar el maravilloso
paisaje de Granada.

―Mirad chicos, ¡qué raro! ―dijo Yumara extrañada por


ver un objeto que allí estaba fuera de lugar.
―¡Una linterna! ¡Qué chula! ―exclamó Ernesto. Éste
decididamente la cogió, la encendió y ¡flash! ... lo que tenían
ahora delante de sus ojos no era el paisaje de la ciudad

152
LAS AVENTURAS ANDALUZAS JAMÁS CONTADAS POR LOS NIÑOS Y LAS NIÑAS DE MARIA ANA

granadina, sino que estaban delante de otra Iglesia.

Los niños, desubicados por tanto cambio, echaron


mano del mapa de la ciudad y descubrieron que estaban ante
la Iglesia de Santa Ana y San Gil.
―Venga, vamos a entrar ―dijo Ernesto― A ver si se
parece a la Iglesia de Nuestra Señora de Consolación, de El
Coronil.
Llamaron a la puerta: ¡pon, pon!
―¿Quién es? ―contestó una voz bronca, pero a la vez
agradable― Faltan 5 minutos para abrir el horario de visitas,
perdonen las molestias.
Al pasar el tiempo indicado la puerta se abrió dando un
gran quejido: ¡ñiiiiiiiiiiiiiii!
Al otro lado se encontraron con el dueño de la voz y
párroco de la Iglesia, que con un gesto de la cabeza les dio la
bienvenida.
Cuando entraron se quedaron atónitos por las
dimensiones de aquella iglesia. A nuestros protagonistas les
pareció que tenía una gran historia, y decidieron consultar
sus orígenes en el cartel informativo que había justo al lado
de la puerta.
Joselito la leyó en voz baja: “La Iglesia de Santa Ana de
Granada forma parte del conjunto de las interesantes Iglesias
mudéjares de la ciudad; se sitúa junto a la rivera del Darro, en
el amplio espacio dominado por la Plaza Nueva, próxima a la
Real Chancillería (Alto Tribunal Superior de Justicia) y al pie
de la Alhambra. Se comienza su construcción en 1537”

Al salir de la Iglesia, junto a los cipreses que adornaban


la entrada del Templo, Celia se sentó un poco para descansar.
De repente, una misteriosa ráfaga de viento hizo llegar con
mucho cuidado a los pies de los niños, cuatro hojas de trébol.
―Escuchad, amigos cada uno tenemos a nuestros pies

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LAS AVENTURAS ANDALUZAS JAMÁS CONTADAS POR LOS NIÑOS Y LAS NIÑAS DE MARIA ANA

una hoja de trébol ―dijo Celia―. Mi abuelo siempre me


cuenta una leyenda muy bonita. Dice que los tréboles de
cuatro hojas, que son tan difíciles de encontrar, dan buena
suerte.
―Entonces vamos a recogerlos ―ideó Joselito― y
unámoslo, a ver qué sucede.

Cada niño tenía en sus manos un misterioso pétalo de


trébol. Los cogieron y los aproximaron, las hojas encajaban
como de si de un puzle se tratase, formando un precioso
trébol de cuatro hojas. Cuando las cuatro hojas tomaron
contacto y forman el trébol… ¡zas! Todo se volvió luminoso
primero, luego tremendamente oscuro.

Se comenzaron a escuchar palmas, al compás de unas


bulerías y al son de un taconeo, acompañado de una guitarra
española. La oscuridad ya no era tan profunda, aunque la luz
seguía siendo tenue.

―Escuchad chicos casi todo el mundo está cantando o


bailando flamenco ―dijo Celia.
Mientras una mujer se les iba acercando con aspecto
agitanado y les dijo:
―Hola chicos ¿queréis jugar con mis hijos mientras yo
canto? ―dijo la mujer.
―Pues claro ―dijo Yumara siempre deseosa de jugar.
―¿Pero quiénes sois? ¿Cómo os llamáis?―preguntó
Ernesto.
―Yo soy Estrella Morente Carbonell una famosa
cantaora granaína, hija de el tan apreciado Enrique Morente,
mis hijos son Estrella y Curro Conde Morente, ¿pero me
conocéis? ―se extrañó la mujer.
―¡Ahora sí!―gritó Joselito.
―¿Pero en qué año estamos? ― preguntó Celia.

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LAS AVENTURAS ANDALUZAS JAMÁS CONTADAS POR LOS NIÑOS Y LAS NIÑAS DE MARIA ANA

―Estamos en el año 2.020 ―respondió la cantante.


―¡Hemos avanzado 10 años de más! ¡Ahora tenemos
que retroceder en el tiempo! ―susurró desesperada Yumara.
―¿Queréis jugar con nosotros chicos?― preguntó
Curro intranquilo por obtener un no por respuesta.
―Pues claro que queremos jugar con vosotros
―respondió Ernesto.
―¿Cuántos años tenéis? ―preguntó Yumara.
―Yo tengo 5 años y mi hermano Curro tiene 8 años
―dijo Estrella.
―¡Anda, igual que yo! ―exclamó Yumara.
―A Yumara le gusta Curro ―le susurró Ernesto a
Joselito en la oreja.
―¡Ja, ja, ja, no me digas!―exclamó Joselito.
―¿Qué estáis diciendo chicos? ―dijo Curro que se dio
cuenta de que estaban hablando de él.
―¡Nada, nada! ―soltaron los dos chicos a la vez.
―Tú te casaste con Javier Conde el torero ¿verdad? ―le
preguntó Yumara a la cantante para que dejaran de hablar de
ella.
―Pues sí, me casé con él ―afirmó Estrella Morente―
Ahora llegará a recogernos cuando la actuación finalice. Voy,
me subo al escenario, el deber y el arte me esperan.

Los chicos estuvieron jugando con Estrella y Curro


durante la actuación de su madre, con el flamenco como
banda sonora de sus juegos. Cuando la actuación terminó la
cantante fue hacia donde estaban.
―Venga chicos que nos vamos a casa que es muy tarde
―dijo Estrella Morente.
―Anda y ahora, ¿dónde nos vamos a quedar? ―dijo
Joselito con tono apenado, haciéndose la víctima.
―Bueno hoy os podéis quedar en mi casa ―dijo
Estrella.

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LAS AVENTURAS ANDALUZAS JAMÁS CONTADAS POR LOS NIÑOS Y LAS NIÑAS DE MARIA ANA

―¡Bravo! ―dijo Yumara, dándole la mano a Curro. El


muchacho, aunque se sonrojó al principio, con su sonrisa
demostró que se alegró mucho de aquello.

Los chicos se bañaron y se pusieron ropas de sus


nuevos amigos, Estrella y Curro.
Todos estuvieron muy tranquilos y durmieron
plácidamente. Al día siguiente despertaron muy contentos.
Se vistieron y desayunaron.
Estuvieron jugando al escondite, pero se aburrieron
después de un rato. Entonces empezaron a jugar con una
PSP XL 3D, con la que se podía hacer todo los que los niños
imaginaran, incluso se podían meter dentro del juego, de
forma virtual y hablar con los personajes.

Mientras tanto, Estrella Morente reflexionaba en lo que


había soñado aquella noche con esos cuatro niños.
―¿Quiénes serán?¿Serán aquellos chicos que vi? ―se
preguntaba una y otra vez para sí misma. Estrella no se dio
cuenta que lo había dicho en voz alta y Joselito la estaba
escuchando. Él corrió hacia donde estaban todos.
―¿Jugamos otra vez al escondite? ―dijo mientras les
guiñaba el ojo a Ernesto, Yumara y a Celia.

Curro y Estrella fueron a esconderse juntos. Después


de que Joselito contara, él les dijo a sus amigos lo que había
oído. Todos se quedaron pensando cuándo ella los había
podido ver. Pero a ninguno se ocurrió nada.
―Bueno vamos a cenar que hay mucha hambre y creo
que hay tortilla al Sacromonte y de fruta graná, con lo que
me gusta ―dijo Ernesto― Ah Yumara, para ti te la harán de
patatas porque la de Sacromonte lleva jamón ―añadió éste.
―¡Vamos! ―exclamó Joselito.
Se lavaron las manos y se fueron a sentar a la mesa.

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LAS AVENTURAS ANDALUZAS JAMÁS CONTADAS POR LOS NIÑOS Y LAS NIÑAS DE MARIA ANA

―¿Cómo es este barrio? ―le preguntó Yumara a


Estrella― ¿Nos puedes hablar de él?
―Pues el Sacromonte, como su nombre dice es un
monte sagrado. Hay muchas cuevas ―continuó Estrella―,
donde se dice que habita la esencia del flamenco, lo que los
especialistas denominan ‘El Duende’.
―Guau, cuando se lo cuente a mi tío va a flipar ―dijo
Joselito― le encanta el flamenco. Cuando le diga que he
estado aquí…

Terminaron la cena y Estrella les enseñó la habitación


donde iban a dormir. Esperaron a que Estrella les diese las
buenas noches y cuando cerró la puerta volvieron a encajar
las hojas de trébol.
Tras un resplandor intenso, se vieron aparecer a los
pies de la Alhambra donde fueron atraídos por un cartel que
decía: “Báñate en la historia”.
A todos les pareció muy interesante y caminaron hacia
la entrada de este edificio. Al llegar preguntaron en la
recepción:
― ¿Qué es lo que vendéis aquí? ―preguntó Celia―
Tiene un nombre muy bonito.
―No vendemos nada, aquí las personas vienen a
relajarse son Hamman ―le responde el recepcionista.
―¿Qué? ―preguntaron todos menos Yumara.
―Baños ―aclaró Yumara.
―Exactamente, son baños Árabes. Un lugar para la
higiene, el placer o la vida social, a través de la reunión
relajada, envuelta en vapor, suave música andalusí, y con la
luz cenital que penetraba por las lucemas de las bóvedas.
Por lo que veo estáis muy interesados, así que os daré
un pase para que disfrutéis de estos baños.
―¡Oh, muchísimas gracias, será toda una experiencia!
―le agradecieron todos.

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LAS AVENTURAS ANDALUZAS JAMÁS CONTADAS POR LOS NIÑOS Y LAS NIÑAS DE MARIA ANA

La experiencia fue inolvidable y muy relajante. Todos


ya muy serenos le dieron las gracias al recepcionista.
―Andaremos por el 1.990 y tantos ―dijo Joselito ya en
la callejuela― no sabemos si alguna vez nos iremos o no, ni
cuándo. No sé lo que opinaréis vosotros, pero a mí me
encantaría subir a Sierra Nevada, antes de que nos movamos
de aquí.
Como no sabían muy bien por donde tenían que
dirigirse, de nuevo consultaron el mapa. Se acercaron a la
estación de autobuses y cogieron un autobús hacia la
montaña.
El autobús subía y subía camino de Prado Llano, el
pueblo donde está la estación de esquí de Sierra Nevada.
Quedaron pasmados por la blancura que vestían las
montañas que tenían ante sus ojos. Estaban deseosos de
disfrutar en la nieve. Cuando bajaron del autobús lo primero
que hicieron fue buscar unas cuantas bolsas de plástico y se
tiraron con ellas por una pequeña ladera que encontraron.
Estaban todos muy contentos.
―Chicos, ¿qué os parece si vamos hasta los dos picos
más altos de la Sierra? ―se le ocurrió a Joselito mirando
hacia las montañas― Los estudiamos en medio, el Mulhacén
y el Veleta, que es el pico más alto de España.
―Mira, para algo sirve estudiar, para comprender al
menos qué estamos viendo ―descubrió Ernesto.
―Bueno, pues habrá que prepararse, allí arriba debe
hacer mucho frío, y la caminata debe ser larga ―dijo Celia.
―Vamos a entrar a alguna de estas tiendas, a ver si
tenemos suerte y nos encontramos con alguien que nos
eche un cable ―propuso Yumara.

La tienda estaba repleta de gente. Averiguaron que un


grupo de chicos y chicas iba a iniciar la subida al día
siguiente.

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LAS AVENTURAS ANDALUZAS JAMÁS CONTADAS POR LOS NIÑOS Y LAS NIÑAS DE MARIA ANA

―Qué suerte hemos tenido, podemos ir con ellos ―dijo


Ernesto emocionado.
―¿Os apuntáis? ―preguntó una de las monitoras que le
había escuchado― Mira, han quedado libres unos equipos
porque un grupo de Motril al final no ha podido venir.
―Sí ―respondieron al unísono.
―Por cierto, me llamo Mª José, Mª José Rienda. Soy de
Granada, pero vamos a pasar la noche todos juntos en el
albergue ―les dijo― Podéis ocupar la habitación que tenían
ellos reservada.
―Estupendo ―se alegró Joselito.
―El trébol sí que nos está trayendo suerte ―comentó
Celia por lo bajo.

Se dirigen al albergue juvenil, allí cenan todos juntos


en el comedor y comparten bromas, hasta que llegó la hora
de ir a las habitaciones.
―Descansad bien, que mañana tendremos un día duro
―se despidió Mª José― Buenas noches.
―Qué simpática, ¿verdad? ―dice Joselito ya recostado
en la cama― Yo creo que he visto su nombre alguna vez en la
sección de deportes. Pero no estoy seguro de si como
montañista o como esquiadora...
―Creo que ha sido una de las esquiadoras españolas
más importantes ―contestó Celia entre bostezos― pero no
estoy segura.

Poco a poco la conversación se fue apagando. Estaban


agotados, cayeron enseguida en un plácido sueño.

A la mañana siguiente iniciaron bien temprano la


salida. Cogerían un telesilla para llegar a la parte alta de la
montaña. A Ernesto le daba un poco de medio caer del
telesilla e iba cogido con todas sus fuerzas a la barra de

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LAS AVENTURAS ANDALUZAS JAMÁS CONTADAS POR LOS NIÑOS Y LAS NIÑAS DE MARIA ANA

seguridad. A pesar de las alturas, la subida fue estupenda.


Unas vistas en nada parecidas a lo que habían visto con
anterioridad. Pero cuando la subida finaliza y bajan del
telesilla, se quedan paralizados, la impresión les deja sin
habla. Desde allí el paisaje era más increíble aún.
―Vamos, vamos, no os paréis que aún nos queda
mucho que subir ―dijo uno de los monitores.

Tras horas de intensa subida alcanzaron el pico más


alto, el Veleta. Desde allí se divisaba toda la Sierra y al fondo
se podía adivinar Granada. Se sentían agotados por el
esfuerzo a la vez que emocionados por lo lejos y alto que
habían llegado.

Sacaron su tentempié y recuperaron energías sin


intercambiar palabras.
―Mirad ―señala Mª José ― ¿Qué es eso? ―pregunta
señalando a algo que ve asoma bajo el pie de Ernesto.
Ernesto saca de entre la nieve lo que parece un papel
doblado, ya casi deshecho por el agua. Entre todos lo
despliegan y comprueban que es un mapa de Andalucía.
Joselito puso el dedo en el mapa y le indicó a Mª José de
qué provincia venían ellos, Sevilla.

Justo en ese preciso momento, Mª José se vio sola con


el mapa en sus manos, pero… ¿y los chicos que estaban a su
lado? Dónde estaban,… ya no están. Desaparecieron.

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CAPÍTULO IX

DE VUELTA A CASA

Se encontraron en un lugar rodeado de puestos de


comida. Les llamó la atención una mujer vendiendo
espárragos, tagarninas, caracoles...
Ernesto se acercó a la mujer y le preguntó:
―Señora, por favor, ¿me puede decir dónde y en qué
año estamos?
―¡Chiquillo, estamos en una Plaza de Abastos de
Sevilla! ―dijo la mujer con energía, pero viendo la cara de
confusión de los niños continuó― Estamos en el barrio de
Triana, en el año 2010.
Celia muy contenta exclamó: ¡Qué bien! ¡Por fin
estamos en nuestra época!
Ernesto, al ver los espárragos y los caracoles, sintió
curiosidad y le preguntó a la señora: ¿dónde ha cogido estos
espárragos y los caracoles?
La señora le respondió que se los había comprado a un

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LAS AVENTURAS ANDALUZAS JAMÁS CONTADAS POR LOS NIÑOS Y LAS NIÑAS DE MARIA ANA

señor que los cogía del campo.


―Yo he ido muchas veces con mi padre a coger
caracoles a la Fresnadilla ―dijo Joselito.

Yumara no estaba muy pendiente de la conversación,


se había dado cuenta de que, cerca de ellos, junto al puesto de
la fruta, había una mujer mirando por un gran ventanal. Ella
se acercó para observar lo que la mujer estaba mirando.
―Tu cara me suena, creo que te he visto en algún sitio
―le dijo cuando estaba cerca de ella.
―Es posible que me hayas visto, porque soy actriz y he
rodado bastantes películas ―le replicó la mujer― Pero… a ver
si recuerdas mi nombre.
― ¡Chicos, venid! ―gritó Yumara llamando la atención
de sus amigos― A ver si conocéis a esta mujer, dice que es
actriz, pero no recuerdo su nombre.
Acudieron al instante, pero frenaron en seco cuando
vieron su cara.
― ¡Cómo es posible que no sepáis quién es! ―exclamó
Celia― ¿No os acordáis de la película que se rodó en nuestro
pueblo, El Coronil?
― ¡Ah! ¡Sí! Ya recuerdo ―dijo Ernesto― En esa película
actúo mi primo Marcos. Se llamaba “La venganza de Don
Mendo Rock”.
Joselito, que permanecía en silencio y pensativo, de
pronto afirmó con seguridad:
―Ya sé ¡Es Paz Vega!
―Por fin lo habéis adivinado ―dijo la actriz― Recuerdo
cuando estuve en vuestro pueblo. Aunque es pequeño, es
bonito. Tiene unas casas muy blancas y limpias, pero lo que
más me gusta son las personas que viven allí ―añadió con
melancolía― son muy cariñosas y amables. Pero… ¿Qué
hacéis aquí? ¿No sois muy pequeños para estar solos en este
sitio tan grande? ―preguntó Paz.

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LAS AVENTURAS ANDALUZAS JAMÁS CONTADAS POR LOS NIÑOS Y LAS NIÑAS DE MARIA ANA

Yumara le explicó todas las aventuras que habían


pasado desde aquel día de verano en el que encontraron el
libro mágico.
Paz les dijo que no se preocuparan que ella les
ayudaría a volver a casa.
― ¿Qué mirabas tan atentamente por la ventana?
―preguntó Yumara.
―Estaba mirando esas ruinas ―dijo señalando― Son
restos del Castillo de San Jorge.
―Este castillo tiene que ser muy antiguo porque
quedan muy pocas piedras ―comentó Celia.
―Aquí dice que fue construido en el siglo X y demolido
a principios del siglo XIX. Sobre sus restos se construyó una
plaza de abastos... ―dijo la actriz leyendo una guía que
llevaba entre las manos.
―Espera Paz, antes de que sigas contando ―la
interrumpió Joselito― vamos a comprar algo de comer que
tenemos mucha hambre.
―Vale, todavía tenemos en la mochila el dinero que nos
sobró en Granada ―recordó Celia abriendo la mochila para
coger el dinero. Se puso a rebuscar en ella, pero en lugar de
las monedas cogió el anillo con la piedra brillante y una
niebla espesa los envolvió.

Poco a poco la niebla se fue despejando y pudieron ver


dónde se encontraban. Ahora estaban en un callejón muy
estrecho, oscuro y sucio. Se notaba en el ambiente mucha
humedad.
― ¡Escuchad! ―dijo Joselito― Parece que se oyen
pasos al mismo ritmo, como si fuesen soldados.
El sonido era atronador, cada vez más intenso, fuera lo
que fuera, se estaba acercando.
― ¡Qué miedo! ¡Quiero volver a casa, abrazar a mi
peluche y ver a mi familia! ―dijo sollozando y asustada Celia.

165
LAS AVENTURAS ANDALUZAS JAMÁS CONTADAS POR LOS NIÑOS Y LAS NIÑAS DE MARIA ANA

Joselito, un poco preocupado al ver tan atemorizada a


Celia, intentó consolarla cogiéndola de la mano. Pero apenas
le dio tiempo, ya que de pronto, vieron cómo se acercaban
unos soldados vestidos con una armadura gris y negra. En la
cabeza llevaban un casco y sólo se les veían los ojos y la
nariz. Con ellos venían tres personas con caras aterrorizadas
gritando: ¡Piedad! ¡Somos inocentes!
Los niños estaban tan asustados que no podían
moverse. Los soldados al pasar junto a ellos, miraron
fijamente a Yumara. Rápidamente Ernesto la cogió de la
mano y todos echaron a correr asustados.
De pronto, Yumara tropezó, se hizo daño en la rodilla y
no podía correr. Joselito le ayudó a levantarse y cuando
pensaban que no podían escapar, vieron un hombre
pescando en el río.
Los niños se acercaron a él pidiéndole ayuda
desesperadamente. El hombre al verlos tan pequeños y
asustados les dijo que subieran a la barca.
―¿De qué estáis huyendo? ―les preguntó el pescador
que se queda mirándolos extrañado― Y… ¿de dónde venís con
esa vestimenta?
― ¿De dónde venimos? Esa es una larga historia ―dijo
Celia― Pero ahora huimos de unos soldados que querían
coger a nuestra amiga Yumara, y no sabemos por qué. No
hemos robado ni hecho nada malo ―se extrañó Celia.
El pescador miró detenidamente a Yumara.
―Aquí toda persona que no es cristiana es perseguida
por la Santa Inquisición ―les dijo dándose cuenta de que era
árabe― Por eso los soldados están persiguiendo a vuestra
amiga.
― ¿Y dónde llevan a los que cogen presos? ―preguntó
Ernesto
―Los llevan al castillo de San Jorge ―le respondió― Allí
está el tribunal de la Inquisición.

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LAS AVENTURAS ANDALUZAS JAMÁS CONTADAS POR LOS NIÑOS Y LAS NIÑAS DE MARIA ANA

―¿Y pueden matar a las personas por ser de otra


religión? ―preguntó Yumara asustada― Pues en nuestro
pueblo no importa las creencias religiosas de cada uno.
―Sí, allí hay libertad para expresar lo que cada persona
piensa ―dijo Celia― ¡Qué afortunados somos!

―¿Dónde nos lleva usted? ―preguntó Joselito.


―Vamos a cruzar el río para llegar a Sevilla―respondió
el pescador.
― ¿A Sevilla? ―preguntó Ernesto extrañado― Pero, si
esto no es Sevilla… entonces ¿dónde estamos?
―Estamos en Triana, un barrio que conecta el Aljarafe
con Sevilla mediante el río ―les explicó― A través de él llegan
a la ciudad el aceite, trigo, frutas... Además, tuvo mucha
importancia en la conquista de Sevilla ―añadió el hombre
orgulloso de su barrio― Cuando la Reconquista, Fernando III,
El Santo, tomó Triana, y no dejó que pasara nadie por el río,
así que Sevilla se quedó sin provisiones.
―¡Vaya! ―exclamó Joselito emocionado con la
historia― Y entonces … ¿qué pasó?
―Entonces el Rey hizo un trato con Abul Hasan,
también llamado Atafax ―explicó el hombre― Los dejaría
irse de Sevilla sin que hubiera ningún preso a cambio de que
se fueran sin incendiar la ciudad.
―Menuda historia ―dijo admirado Ernesto― de
película.
―Vaya, ni que lo digas ―coincidió con él Joselito.

―Así que,… ¿éste es el río Guadalquivir? ―preguntó


Yumara cambiando de tema.
―Sí, y el Puente de Barcas que veis allí es el que tomó
el Rey para no dejar pasar las provisiones a la ciudad
―contestó el pescador señalando hacia el puente.
―En 2º fuimos de excursión y nos subimos en un

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LAS AVENTURAS ANDALUZAS JAMÁS CONTADAS POR LOS NIÑOS Y LAS NIÑAS DE MARIA ANA

barco ―dijo Celia― ¡Qué bien lo pasamos!


―En clase de medio estudiamos que el río cuando pasa
por Sevilla, es navegable, se encuentra en el curso bajo y
discurre lentamente hacia se desembocadura en Sanlúcar de
Barrameda ―comentó Ernesto recordando la lección.
― ¿Dónde habéis aprendido tantas cosas? ―preguntó el
pescador al escuchar la conversación de los niños.
―En nuestro cole, Mariana de la Calle ―respondió
Joselito.
― ¡Qué suerte tenéis de ir a la escuela! ―dijo apenado
el pescador― Yo a vuestra edad estaba pescando camarones
con mi padre.

Ya se estaban acercando a la orilla del río. Cuando


desembarcaron vieron la Torre del Oro. Les vinieron a sus
mentes imágenes y recuerdos con sus familias, y sintieron
un gran deseo de volver a su época.
Ernesto, recordó cómo llegaron a Sevilla y dijo:
―Eh, chicos, ¿por qué no unimos las hojas de los
tréboles como hicimos en Granada?
―Vale, buena idea ―contestó Celia cogiendo los tréboles
de la mochila.
Repartió uno a cada uno de sus amigos y cerrando los
ojos gritaron todos a la vez: “¡Queremos volver al 2010!” e
inmediatamente la brisa del río se hizo más y más intensa,
hasta que la imagen de Sevilla cambió.

Ahora la Torre del Oro no estaba rodeada de campo, en


lugar de tanta arena había muchos edificios. Junto a ella se
encontraban un grupo gente. Yumara se acercó y vio entre el
gentío a una persona que les estaba explicando algo,
mientras el resto estaban haciendo fotos.
Yumara hizo gestos a sus compañeros para que se
acercaran. Muy atentos escucharon cómo un guía explicaba

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LAS AVENTURAS ANDALUZAS JAMÁS CONTADAS POR LOS NIÑOS Y LAS NIÑAS DE MARIA ANA

que la Torre del Oro tenía ese nombre porque de noche su


brillo se reflejaba en el río. Aunque también se explicaba
porque era donde se guardaba el oro que traían los barcos
desde las Indias.
Joselito, muy atento a las explicaciones preguntó:
― ¿Todavía se guarda el oro en la Torre?
―No ―contestó el guía― Ahora es un museo naval.
―Esta torre es muy diferente a otras que yo he visto
―comentó uno de los turistas― Me llama la atención porque
parece que tiene distintas partes.
El guía les explicó que era así porque había sido
construida en diferentes épocas. El primer cuerpo,
decagonal, lo mandó construir un gobernador almohade en el
año en 1220. El segundo cuerpo también decagonal fue
mandado construir por Pedro I el Cruel y el tercero, de forma
cilíndrica y rematado en una cúpula, lo construyó en 1760
por un ingeniero militar.
―¡Madre mía!, pues sí que tardaron tiempo en hacerla
―exclamó asombrado Joselito.

― ¡Chicos, esto es muy interesante pero tenemos que


irnos! ―dijo Celia que estaba cansada y quería era volver a
su casa.
―¿Y cómo podemos volver a casa?¿Qué hacemos?
―preguntó Yumara.
―Un día vine a Sevilla con mi madre y volví en un
autobús ―pensó Ernesto.
―Vayamos dando un paseo a ver si encontramos la
estación de autobuses ―dijo Joselito.

Los niños comenzaron a caminar observando todo lo


que veían a su alrededor. De pronto, les llamó la atención un
edificio muy grande y redondo, parecía una olla exprés. Se
acercaron y observaron una gran puerta de color marrón,

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LAS AVENTURAS ANDALUZAS JAMÁS CONTADAS POR LOS NIÑOS Y LAS NIÑAS DE MARIA ANA

encima se podía leer TEATRO DE LA MAESTRANZA. Como


estaba abierta, movidos por su curiosidad, decidieron entrar.
Se quedaron asombrados al ver lo grande que era y cuántas
butacas tenía.
De repente, unos músicos comenzaron a llegar y se
sentaron en unas sillas que había en el escenario. Afinaron
sus instrumentos y comenzaron a tocar. La música de los
violines y el piano se escuchó en toda la sala, y los niños
hipnotizados por la música se sentaron a disfrutar de ella.
Cuando terminaron de tocar los músicos recogieron sus
instrumentos y se dispersaron, pero el director de la
orquesta que había visto a los niños y se acercó a ellos y les
preguntó:
―¿Habéis visto el ensayo? ¿Qué os ha parecido?
―¡Qué música tan bonita! ¿Quién la ha compuesto?
―preguntó Yumara muy interesada.
El director les dijo que la había compuesto Joaquín
Turina, un músico sevillano
―¿Toda su vida la pasó en Sevilla? ―preguntó Ernesto.
―No, a los 23 años se fue a Paris, donde estudió piano.
Después fue a Madrid, amplió sus estudios y fue nombrado
académico de la Real Academia de Bellas Artes ―contestó el
director de la orquesta.
―Es muy interesante lo que nos está contando, pero
tenemos que seguir buscando el autobús ―insistió Celia con
unas ganas locas de volver a su casa.

Los niños asintieron y buscaron la salida del teatro.


Siguieron andando y pasaron por un edificio grande, blanco
y amarillo, color del albero, rodeado de una valla de hierro
negro y una gran cancela. A un lado, entre unos árboles,
vieron una estatua de un torero.
― ¿Conocéis este lugar? ― preguntó Yumara.
―Creo que lo conozco ―dijo Celia pensativa― Un día

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LAS AVENTURAS ANDALUZAS JAMÁS CONTADAS POR LOS NIÑOS Y LAS NIÑAS DE MARIA ANA

que vine con mis padres a la feria. Me trajeron aquí por la


mañana para ver si había entradas para una corrida de toros.
Ellos me explicaron que esta estatua ―dijo señalándola― es
Curro Romero. Un torero de Camas.
―Y ¿esta otra estatua? ―volvió a preguntar Yumara
señalando hacia el otro lado de la plaza― ¿Quién es esa mujer
subida a un caballo?
―Creo que es la Infanta Elena ―dijo Celia― Pero vamos
a buscar una plaquita, que seguro que lo explica. De lo que sí
me acuerdo es que la plaza de toros se llama de la Real
Maestranza.
―¡Oh, se llama igual que el teatro en el que estuvimos
antes! ―exclamó Yumara.
Joselito, que era un gran aficionado a los toros, les
explicó que la maestranza era una hermandad de caballeros
militares y religiosos que organizaban fiestas de toros para
celebrar acontecimientos importantes. En honor a ellos se le
ha puesto el nombre a la plaza.
―Tenemos que irnos. Se nos está haciendo tarde ―les
advirtió Ernesto― A ver si encontramos un lugar y algo de
comer.

Los niños continuaron su paseo y llegaron a una plaza


muy grande con muchos árboles y bancos para descansar. En
el centro hay una gran estatua de un hombre. Debajo de ella
se podía leer MURILLO. Ellos cansados de andar, se sentaron
en un banco cerca de la estatua, a la sombra de los naranjos.
―¡Qué bien huele aquí! ―dijo Yumara.
―Es el olor a azahar ―contestó Celia― Uummm ¡me
encanta! ―dijo inspirando profundamente.
― ¿Azahar? ―preguntó Yumara― ¿Qué es eso?
―Es la flor del naranjo y de los limones ―respondió
Celia.
―Mira, en el suelo hay una ramita ―dijo Celia

171
LAS AVENTURAS ANDALUZAS JAMÁS CONTADAS POR LOS NIÑOS Y LAS NIÑAS DE MARIA ANA

cogiéndola y ofreciéndosela a Yumara― Toma y huélela, verás


qué olor tan agradable tiene.
Yumara inspiró profundamente como había hecho
Celia. Estaba oliendo y disfrutando del delicioso aroma del
azahar cuando una ligera brisa se lleva el azahar y cae a los
pies de la estatua.
Al instante, una niebla rodea la estatua y el cuerpo de
un hombre salió de ella y bajó del pedestal. Los niños no
podían creer lo que estaban viendo.
―¿Qué ha pasado? ¿Cómo es posible que pueda
moverme y hablar? ―preguntó extrañada la estatua de
Murillo.
―Una flor mágica de azahar te ha caído en los pies y te
ha dado vida ―contestó Joselito que tampoco se lo podía
creer.
―Guau, estoy hablando con una estatua ―dijo Celia
divertida― Pues tú tenías que ser una persona muy
importante, tienes una estatua muy grande en una plaza muy
bonita.
Murillo les explicó que él había sido un pintor del XVII.
―Muchas de mis obras están en este museo ―dijo
señalando hacia un edificio próximo― Incluso hay una sala
dedicada a mis cuadros. ¿Queréis verla?
―¡Sííí! ―contestaron todos a la vez.

Los niños siguieron a la estatua de Murillo y entraron


en el museo, atravesaron un patio grande con muchas flores.
Cuando entraron en la sala del pintor se quedaron
sorprendidos al ver unos cuadros tan bonitos y grandes. Casi
todos tenían motivos religiosos. Les llamó la atención un
cuadro más pequeño que los demás. Se llamaba “La virgen de
la servilleta”. Los niños cuando leyeron el nombre le
preguntaron por qué le había puesto ese nombre.
―Cuando estaba pintando el retablo del convento de los

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LAS AVENTURAS ANDALUZAS JAMÁS CONTADAS POR LOS NIÑOS Y LAS NIÑAS DE MARIA ANA

Capuchinos, todos los días me traía la comida un hermano


lego, un fraile. En agradecimiento por este gesto, un día me
llevé la servilleta a mi taller y le pinté el cuadro ―les explicó
Murillo.
―¿Dónde has aprendido a pintar tan bien? ―le
preguntó Yumara a Murillo
―Comencé a pintar en Sevilla en un taller, pintaba
sobre todo imágenes religiosas para los conventos. Más tarde
fui a Madrid, allí conocí a Velázquez, un pintor muy
importante para mí ―les explicó― Ya como pintor
consolidado fundé una academia donde acudieron muchos
discípulos a los que inculqué mi técnica como pintor de
retratos.
―Gracias por enseñarnos tantas cosas, pero debemos
irnos y buscar algo de comer ―dijo Celia que escuchaba el
rugir de sus tripas.
Todos salen del museo. Pero la estatua de Murillo se
siente muy cansada, le cuesta mucho moverse, y les dice que
no puede ir con ellos. Así que decide volver al pedestal donde
seguía la ramita de azahar. Celia le preguntó que si podía
coger el azahar y Murillo al dársela se envolvió de una blanca
niebla y volvió a la estatua permaneciendo rígido de nuevo.

―Chicos, tengo hambre, creo que es hora de comer


―dijo Joselito, cuyas tripas también comenzaban a protestar.
―Yo sé un sitio donde podemos comprar un bocadillo,
―dijo Ernesto― Está cerca de la catedral, sigamos andando
que estamos cerca.
―Pues vamos ―dijo Celia mientras se guardaba el
azahar en la mochila.

Siguieron andando, y de camino vieron un banco. A


Joselito se le vino una idea a la mente y exclamó:
―¡Vamos a cambiar las pesetas que tenemos en la

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LAS AVENTURAS ANDALUZAS JAMÁS CONTADAS POR LOS NIÑOS Y LAS NIÑAS DE MARIA ANA

mochila! ―dijo― Ahora necesitamos euros, las pesetas de


poco nos servirán.
Todos estaban de acuerdo y entraron en el banco. Celia,
con mucho cuidado, cogió las 2500 pesetas de la mochila y le
dijo al banquero que se las cambiara por euros.
―¿De dónde habéis sacado las pesetas? ―le preguntó el
hombre de la ventanilla extrañado― Hace mucho tiempo que
no se usan.
―Las tenía guardadas en una cartera para un caso de
emergencia y éste lo es, porque llevamos todo el día andando
sin comer ―le dijo Joselito, que no quiso contarle la larga
historia― El banquero viendo la cara de desesperación de los
niños le dio los 15 euros sin hacerles más preguntas.
―Muchiiiiiiiisimas gracias ―dijo Celia cogiendo el
dinero.
Se fueron y en la primera tienda que encontraron, se
compraron un bocadillo, fruta y una botella de agua para
cada uno. Buscaron un sitio a la sombra y se sentaron en un
banco a comer.
Ya estaban descansados, satisfechos y con la barriga
llena. Ahora sí se entretuvieron en mirar a su alrededor.
Joselito mirando el cielo tan azul, divisó la Giralda y dijo:
―¿Nos acercamos a verla ya que estamos tan cerca?
―Vale ―contestó Yumara que le había llamado la
atención el edificio.
Los niños comenzaron a andar y el olor a azahar
seguía en el ambiente. Celia recordó que en la mochila tenía
la ramita que le había dado Murillo. La sacó para ver si aún
mantenía su olor.
De nuevo se levantó un viento intenso, la ramita se le
escapó de los dedos a Celia y comenzó a volar de una forma
extraña delante de ellos, como si los guiara. Los niños
corrieron tras ella hasta que, sin darse cuenta, tropezaron
con la Giralda. En ese momento escucharon una voz que les

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LAS AVENTURAS ANDALUZAS JAMÁS CONTADAS POR LOS NIÑOS Y LAS NIÑAS DE MARIA ANA

dijo:
―Hola amigos.
―¿Quién habla? ―preguntó Ernesto asustado― ¿De
dónde sale esa voz?
―Soy yo, la Giralda ―los chicos con los ojos abiertos de
par en par no podían articular palabra, y la voz continuó―
¿No me conocéis? Soy yo, la torre que hicieron los moros
cuando se instalaron aquí en Andalucía.
Pero los chicos todavía no se creían lo que les estaba
pasando y ni se mueven.
―Soy una torre importante en esta ciudad ―sigue la
Giralda con orgullo― Soy muy mayor, tengo ocho siglos. Hace
muchos años, en 1356, por culpa de un terremoto se
cayeron las bolas que me adornaban y no sé qué habrá sido
de ellas ―añadió con pena ―¿Las habéis visto por algún
lado?
―¿De, de… de qué bolas hablas? ―acertó a preguntar
Celia― Yo nunca he visto bolas encima de la Giralda.
―Del Yamur, que son 4 bolas con las que terminaba mi
torre ―explicó la Giralda.
―Y ahora, ¿qué tienes? ―le preguntó Celia.
―Tengo una veleta que tiene forma humana. Es la
escultura más grande de bronce del renacimiento europeo
―explicó la Giralda― Al ser un veleta, gira según la dirección
del viento, por eso se llama “Giraldillo”.
―Ahh ¿y quién es el hombre de la escultura?
―preguntó Ernesto.
―En realidad lo que representa es la Fe, el triunfo del
cristianismo sobre el mundo musulmán ―les contestó.
―¡Qué interesante! ―comentó Joselito― Esto no lo
sabía.
―¿Podemos subir?, por favor ―preguntó Yumara
―Sí, pero tened cuidado, subid las rampas despacito,
no tiréis nada al suelo ni pintar mis paredes ―les advirtió la

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LAS AVENTURAS ANDALUZAS JAMÁS CONTADAS POR LOS NIÑOS Y LAS NIÑAS DE MARIA ANA

Giralda ― El otro día un grupo de niños dibujaron sobre mis


muros y me pegaron chicles en el suelo ―dijo en tono
enfadado.
―Vale, no pintaremos ni ensuciaremos nada
―prometió Celia― Es importante cuidar nuestros
monumentos y conservarlos para que puedan seguir
visitándolos todas las personas
―Has dicho que tienes rampas ¿Por qué no tienes
escaleras? ―preguntó Joselito con curiosidad.
―Tengo 35 rampas lo suficientemente anchas como
para permitir que el encargado de llamar a la población a la
oración pudiera subir montado a caballo ―explicó la Giralda.
―Claro, los musulmanes tenemos que rezar, al menos
cinco veces al día ―aclaró Yumara― Y se hace una llamada
desde las mezquitas para recordarlo.
―Oh, ¡Qué rollo! ―exclamó Joselito.
―Pues a mí me parece buena idea ―comentó Ernesto
pensándolo bien.

Los niños comenzaron a subir las rampas con energía,


deseosos de llegar a lo alto.
―¿Qué es aquel edificio tan grande y con tantos
jardines? ―preguntó Joselito parándose a mirar por una de
las ventanas.
―Son los Reales Alcázares ― contestó la Giralda
―¿Y eso qué es? ―preguntó Celia.
―Son unos edificios palaciegos utilizados como
alojamiento por los miembros de la Casa Real española ―le
explicó.
―Y esta casa tan grande y tan bonita ―dijo Ernesto
señalando al lado― ¿Es otro palacio?
―No, eso es el Archivo de Indias ―le contestó la
Giralda― Ahí se encuentran todos los documentos referidos a
las colonias que España tenía en América.

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LAS AVENTURAS ANDALUZAS JAMÁS CONTADAS POR LOS NIÑOS Y LAS NIÑAS DE MARIA ANA

―¡Guau! ¡Qué bien se ve la catedral desde aquí arriba!


―dijo Celia mirando sorprendida.
―Sí, llevamos mucho tiempo juntas. Estoy orgullosa de
ella. Es la tercera catedral más grande del mundo. ¿Sabíais
que antes era una mezquita? ―preguntó la Giralda― Además
en su interior se encuentran la tumba de Cristóbal Colón y la
de Fernando III el Santo. Cada año el 30 de mayo, día de su
santo, está expuesto su cuerpo para que puedan verlo todas
las personas que quieran ―explicó la Giralda.

―¡Chicos está haciéndose tarde! ―exclamó Ernesto


dándose cuenta de que el sol estaba cada vez más bajo―
¡Vayámonos de aquí, tenemos que seguir buscando la
estación de autobuses!
―Sí, pero... no vayáis tan rápido. Tenemos que bajar
todas las rampas y ya no puedo más, la mochila pesa mucho
―se lamentó Celia.
―Deja que te la lleve ―dijo Joselito.

Celia, se quitó la mochila y cuando se la iba a dar a


Joselito se le cayó. La mochila estaba mal cerrada y el anillo
con la piedra mágica salió rodando. Por suerte, Ernesto que
estaba una rampa más abajo, la cogió.

En ese momento se levantó una polvareda que no les


dejaba ver nada. Cuando por fin se disipó aparecieron en la
puerta de una gran casa, detrás de una gran cancela. A través
de ella se veía un gran jardín con muchas plantas y árboles.
Junto a ellos, había un hombre de estatura media vestido con
un traje de chaqueta oscuro, de estatura media. En la cabeza
llevaba un sombrero gris con una cinta ancha negra. Estaba
mirando fijamente aquella casa con una mirada algo triste.
Los niños se acercaron a aquel hombre y al verlo con
esa mirada de pena, Joselito le preguntó:

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LAS AVENTURAS ANDALUZAS JAMÁS CONTADAS POR LOS NIÑOS Y LAS NIÑAS DE MARIA ANA

―¿Le pasa algo?


―No, lo que ocurre es que esta casa me trae muchos
recuerdos ―le respondió el hombre― Nací aquí, en el Palacio
de Dueñas, cuando era una casa de vecinos. Viví aquí con
mis padres y mis cinco hermanos ―dijo con melancolía― Mi
mejor recuerdo de la infancia es un patio sevillano en
primavera, con su fuente, con flores, los naranjos donde
jugábamos mi hermano Manuel y yo...
― ¿Te asusta algo? ―siguió preguntando Ernesto con
curiosidad― Porque le notó preocupado.
―Lo que más me preocupa es que los niños no lean a
menudo ―reconoció― Yo tuve suerte, porque a mi padre le
gustan los libros, era un defensor de la cultura; y mi abuelo,
profesor de la Universidad ―y continuó contando: ― Yo,
como profesor dediqué mi vida a ensañar a los niños a amar
los libros, como hicieron mi padre y mi abuelo conmigo.
― ¿Tiene usted hijos? ―preguntó Yumara.
―Aunque estuve casado no tuve la suerte de tener hijos
―se lamentó― Saqué un plaza de profesor de francés en
Soria y en la pensión donde vivía conocí una chica que era la
hija del dueño. Se llamaba Leonor ―dijo poniéndosele una
sonrisa en los labios― Tenía 17 años cuando nos conocimos
y nos enamoramos enseguida, luego nos casamos. Pero ella
se murió muy joven y me quedé solo ―añadió cambiando la
expresión de su rostro.
―Sabemos muchas cosas de tu vida y todavía no
sabemos cómo te llamas ―le comentó Ernesto.
―Tienes razón ―le respondió el hombre― Me llamo
Antonio Machado.
―¡Ah! Claro ―exclamó Joselito― Tú eres un escritor
muy famoso de la generación del 98, recuerdo que hemos
leído algunos poemas tuyos en la clase de lengua.
Antonio, al mirarlos detenidamente, se dio cuenta de
que su vestimenta no era la que se usaba en esa época, así

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LAS AVENTURAS ANDALUZAS JAMÁS CONTADAS POR LOS NIÑOS Y LAS NIÑAS DE MARIA ANA

que les preguntó:


―¿De dónde venís así vestidos?
―Venimos de El Coronil, llevamos mucho tiempo
viajando por todas las provincias de Andalucía y no sabemos
cómo volver ―dijo Celia.
―A propósito, ¿en qué año estamos? ―preguntó
Joselito
―Estamos en 1929 ―contestó Antonio.
Yumara se puso muy triste al ver que habían
retrocedido en el tiempo. Pensaba que era imposible volver
a casa.
―Por favor ayúdenos ―le pidió― Tenemos que
encontrar la forma de regresar.
―No os preocupéis, yo os voy a ayudar en todo lo que
pueda ―dijo Antonio conmovido al ver a los pequeños tan
cansados― Pero antes iremos a mi alojamiento. Necesitáis
comer algo y asearos porque estáis un poco sucios y
despeinados ―añadió con una sonrisa― ¡Seguidme!

Los niños lo siguieron, cerca de allí había un coche


aparcado. Antonio les dijo que subieran, ellos se sintieron
aliviados al ver que el camino no lo tenían que hacer
andando y todos juntos se pusieron en marcha. Cuando
llevaban poco tiempo de trayecto, el coche se detuvo.
―Vamos a hacer una parada ―se le ocurrió a Antonio.

Todos bajaron y se quedaron sorprendidos al ver una


plaza grande y bonita. En el centro había una gran fuente. En
las paredes vieron una serie de bancos. Según fueron
mirando, comprobaron que cada uno estaba dedicado a las
cuarenta y ocho provincias españolas.
―¡Qué plaza tan bonita! ―exclamó Yumara.
Antonio Machado les explicó que la había construido
Aníbal González con motivo de la Exposición que se estaba

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LAS AVENTURAS ANDALUZAS JAMÁS CONTADAS POR LOS NIÑOS Y LAS NIÑAS DE MARIA ANA

celebrando este año en Sevilla.

De pronto Celia sintió que la mochila tiraba de ella con


fuerza, asustada gritó:
―¡Sujetadme que la mochila me lleva!

Todos intentaban sujetarla pero resultaba imposible. La


agarraron entre todos, pero la fuerza los llevaba también a
ellos. Así arrastrados por la mochila llegaron a un banco. La
mochila cayó al suelo encima de un mapa de la provincia de
Sevilla que había allí pintado. Se abrió, todos los objetos
mágicos se cayeron sobre el mapa y se movieron
mágicamente.
Cuando por fin se detuvieron vieron que los objetos
unidos habían formado un mensaje. Se podía leer: EL
CORONIL.
De repente, sintieron algo extraño bajo sus pies, y un
vacío en sus estómagos, como una caída repentina, como si
el suelo se los tragara...

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CAPÍTULO X

FICCIÓN O REALIDAD

Los chicos aparecieron en una habitación cerrada y


muy oscura.
―¡No veo nada, por favor abrir una ventana! ―exclamó
Celia muy asustada.
Ernesto comenzó a palparlo todo, hasta que llegó a lo
que le parecía una de las ventanas de la habitación. Buscó la
forma de abrirla y cuando lo consiguió, la luz de la luna llena
iluminó la habitación.
―¡Ufff, qué alivio! ―expresó Celia más calmada― ¡Creía
que me daba algo!
―¡Qué cantidad de libros! ―observó Ernesto― Creo
que estamos en una biblioteca. Mirad, todos los libros están
muy bien colocados y ordenados.
―Mirad chicos allí está la puerta ―dijo Yumara
dirigiéndose a ella― Vayamos abrirla y veamos donde nos
encontramos.

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LAS AVENTURAS ANDALUZAS JAMÁS CONTADAS POR LOS NIÑOS Y LAS NIÑAS DE MARIA ANA

Giró el pomo, pero se resistía. Tras varios intentos


fallidos, la puerta seguía cerrada.
―¡Oh no, estamos encerrados! ―se lamentó Yumara―
Esperemos que no sea una biblioteca abandonada y alguien
pase por aquí.

De repente una luz iluminó la calle, los chicos


emocionados se acercaron a la ventana y empezaron a
gritar: ¡Socorro! ¡Estamos aquí! ¡Ayudadnos!
La luz procedía de un tractor con un remolque. En él se
podía observar a una cuadrilla de campesinos que se
dirigían al verdeo. El ruido del tractor hizo imposible que las
voces de auxilio de los chicos llegaran a los oídos de los
campesinos.
―¡Oh no, pasan de largo! ¿Y ahora qué hacemos?
―comentó Celia de nuevo muy desanimada.
―Tranquila Celia el amanecer está al llegar. Deben de
ser sobre las 7 de la mañana, que es la hora a la que los
campesinos van a su trabajo ―dijo Yumara― Descansemos
un poco, que mañana tendremos un duro día.

Los chicos se tumbaron en el suelo, no tardaron en


cerrar los ojos. El cansancio hizo mella en ellos quedándose
dormidos al instante.

Pasadas unas horas, la puerta se abrió apareciendo un


hombre alto, delgado, de pelo corto. Sus ojos eran oscuros,
rodeados de unas gafas redondas, boca pequeña y labios
finos. Vestido con un elegante traje de chaqueta negro
acompañado con una camisa blanca y una corbata del mismo
color que su chaqueta.

―¿Quiénes sois? ¿Cómo habéis entrado aquí?


―preguntó el señor extrañado.

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LAS AVENTURAS ANDALUZAS JAMÁS CONTADAS POR LOS NIÑOS Y LAS NIÑAS DE MARIA ANA

―Somos cuatro chicos de El Coronil, nos ha traído hasta


aquí un libro mágico, que nos transporta en el tiempo
―intentó explicar Joselito.
―¡Jajajaja! ―soltó el hombre― ¿Qué queréis tomarme
el pelo? Los libros nos ayudan bastante, ¿pero transportaros
en el tiempo? ―preguntó incrédulo.
―Sí, es un libro que nos ha transportado por toda
Andalucía y gracias a él hemos conocido los monumentos
más importantes de nuestra región y a sus personajes
históricos ―le intentó explicar Celia― Además tenemos
objetos de algunos personajes como el diario de
Abderramán, el libro de Góngora, el trébol de cuatro hojas...
―¿Me los podéis enseñar? ―preguntó para comprobar
lo que estaba escuchando.
―Claro que sí ―contestó Joselito― mira, están en esta
mochila.
Mientras los chicos le enseñaban al señor sus objetos le
fueron contando algunos episodios de su larga historia. El
hombre permanecía en silencio mientras los chicos se
turnaban contando anécdotas. Una vez terminado el relato de
sus aventuras,:
―Luego si el libro nos ha traído hasta aquí,… será por
algo ―se le ocurrió a Ernesto― Y ¿quién es usted? ―le
preguntó al hombre.
―Yo soy Miguel Benítez de Castro, soy un maestro de El
Coronil ―les explicó― Soy un enamorado de la literatura, de
hecho está biblioteca que veis aquí la he montado con el fin
que todos los coronileños que lo deseen siempre tengan
acceso a un libro.
―¿De El Coronil? ―preguntó Celia muy emocionada―
¡Por fin hemos llegado! ¡Qué alegría! Creía que nunca llegaría
este momento.
―Espera Celia sabemos que estamos en nuestro
pueblo, pero ¿maestro Miguel Benítez? ―dudó Yumara― En

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LAS AVENTURAS ANDALUZAS JAMÁS CONTADAS POR LOS NIÑOS Y LAS NIÑAS DE MARIA ANA

nuestro cole no hay ningún maestro que se llame Miguel. ¿En


qué año estamos? ―preguntó
―Estamos en el 1951 ―respondió Miguel.
―No me lo puedo creer, después de tantas vueltas
volvemos a nuestro pueblo pero no en el 2010 ―dijo
Ernesto― Pero… ¿Qué hacemos ahora?
Joselito que llevaba un tiempo callado y pensativo
preguntó al señor:
―¿Usted además de maestro es poeta?
―Sí, ya os dije chicos que soy un amante de la
literatura, me encanta la poesía y además también he escrito
varios artículos en algunos periódicos ―respondió― Por
cierto, ¿cómo sabes, que soy poeta?
―Porque la calle donde se encuentra nuestro colegio se
llama Poeta Miguel Benítez de Castro ―contestó Joselito.
―Es un orgullo para mí que en un futuro la calle donde
esté ubicado el colegio lleve mi nombre. Además del colegio…
¿qué más hay en la calle? ―preguntó Miguel muy interesado.
―Pues es una calle larga y amplia donde se encuentra
un complejo deportivo, con piscina, pistas de fútbol-sala, de
baloncesto, de pádel… y un pabellón deportivo cubierto ―dijo
Ernesto.
―También se encuentra junto a nuestro cole el
Instituto ―continuó Yumara― Y algunos locales comerciales
como una panadería, una zapatería, un bar y una discoteca
dónde los jóvenes de nuestro pueblo mueven el esqueleto.
―Increíble que calle más completa, solo le falta un
banco ―bromeó Miguel.
―En señal de agradecimiento por toda la información
que me habéis dado, os entrego esta pluma que tenía
guardada con mucho cariño ―les dijo sacándose la pluma del
bolsillo de la chaqueta― Con ella escribí mi poema “ El
maestro de escuela “ en el año 1925.
―Muchas gracias Miguel, es un honor recibir esta

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LAS AVENTURAS ANDALUZAS JAMÁS CONTADAS POR LOS NIÑOS Y LAS NIÑAS DE MARIA ANA

pluma ―dijo Celia cogiéndola― La guardaremos en nuestra


mochila junto a los demás objetos de nuestra aventura.
―¿Nos podría enseñar la biblioteca y recomendarnos
algún libro? ―preguntó Yumara.
―Claro que sí, demos una vuelta y os explico ―se
ofreció gustoso el poeta al ver el interés de los niños.

Los chicos recorrieron la biblioteca atendiendo a las


explicaciones que ofrecía Miguel. Cuando llegaron a la
estantería de los libros de historia, a Joselito le llamó mucho
la atención un libro grueso, de pasta marrón y con los cantos
dorados, en el lomo se podía leer “Las grandes historias vivas
de El Coronil”.
―¿Podría mirar ese libro? ―le preguntó.
Miguel le entregó el libro a Joselito y cuál fue su
sorpresa, cuando abrió la primera página y vio una imagen
de él y sus compañeros con Ruy Pérez de Esquivel.
―¡Venid chicos! ¡Mirad este libro! ―exclamó Joselito―
Es parecido al que lleva Ernesto, pero en él aparecemos
nosotros ―e iluminándosele la cara grita― ¡Celia! ¡Corre, saca
el libro y lo comparamos! ―le dijo muy agitado.
―¡No puede ser! ―dijo Celia mientras rebuscaba en su
mochila― El libro no está aquí ¡ha desaparecido!
―Tranquila Celia, no ha parecido ―pensó Joselito― ¡Es
el mismo libro!

Los chicos acudieron rápidamente y se reunieron en


torno al libro. Comenzaron a pasar las páginas, y cuál fue su
gran sorpresa cuando vieron que en el libro salían todas las
historias que ellos habían vivido. Cuando llegaron a las
últimas páginas, Joselito comentó:
―¡Mira Miguel, también sales tú!
―Pero… ¿aquí acaba el libro? ―preguntó Celia― ¡No
puede ser! ¡No nos podemos quedar en esta época! Pasa de

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LAS AVENTURAS ANDALUZAS JAMÁS CONTADAS POR LOS NIÑOS Y LAS NIÑAS DE MARIA ANA

página y miremos como acaba nuestra historia ―dijo Celia


un poco asustada.
Joselito sin pensarlo pasó de página, y se encontró una
página en blanco donde al final de ella se podía leer FIN.
―¿Fin? ¿Cómo puede ser? ―preguntó Yumara muy
nerviosa― ¿Falta una página por escribir?
En ese mismo momento un tornado de aire procedente
del libro absorbió a los niños.

Apareciendo en… ¡El césped de la piscina municipal de


El Coronil!
―¡Volvemos a estar en la piscina! ―gritó Yumara muy
alegre― Pero… ¿no hay nadie? ―dijo extrañado― ¿dónde
están todos?
―Mirad, el agua está verde ― dijo Ernesto― Así que…
no estamos en verano, salgamos a la calle y busquemos a
alguien que nos informe en qué año estamos.

Los chicos se disponían a salir de la piscina, y cuando


se dirigían a la calle, vieron un periódico en el banco de la
entrada a la piscina.
―Vamos a ver de qué fecha es ― dijo Celia― Así
sabremos en que época estamos.
Joselito, muy decidido, corrió hacia el periódico. De la
misma emoción no podía articular palabra.
―¿Qué pasa? ¿Qué pone? ―dijeron impacientes sus
compañeros.
―¡Salimos en el periódico! ―dijo Joselito― ¡Mirad lo
que dice esta noticia! ―dijo emocionado y a la vez asustado.

―Leámosla ―dijo Ernesto más sereno― A ver qué dice.


Y Ernesto comenzó a leer la noticia:

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LAS AVENTURAS ANDALUZAS JAMÁS CONTADAS POR LOS NIÑOS Y LAS NIÑAS DE MARIA ANA

Hoy se cumplen dos meses de la desaparición de cuatros


jóvenes de El Coronil, los chicos estaban participando en una
Gymkana veraniega, en una de las pruebas tuvieron que ir a la
biblioteca municipal, allí fue la última vez que los chicos
fueron visto por la bibliotecaria. Desde entonces sus
familiares ayudados por todo los habitantes de El Coronil han

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LAS AVENTURAS ANDALUZAS JAMÁS CONTADAS POR LOS NIÑOS Y LAS NIÑAS DE MARIA ANA

realizado una búsqueda intensiva. Aquí os adjuntamos unas


fotografías de los chicos. Se ruega que si alguien tiene
información importante sobre algunos de los chicos que llame
al teléfono que aparece justo debajo de las fotografías.

―¡Por fin hemos llegado a nuestro año! ―gritaron los


chicos después de leer el periódico.
Emocionados, empezaron a dar saltos de alegrías y
abrazarse unos a otros.
―No perdamos el tiempo, llamemos y digamos que
estamos bien y todo lo que nos ha sucedido ―dijo Celia―
Nuestras familias y amigos deben de estar muy preocupados.
Los chicos salieron camino de la cabina de teléfono más
cercana a la piscina, situada en la Plaza Vieja. Durante el
camino no se encontraron absolutamente a nadie.
―¡No puede ser! ¿Y la gente? ―comentó Yumara
extrañada.
―Sí, con el calor que hace, el pueblo está desierto ―dijo
Joselito― Mira el sol, está en lo alto, debe ser un poco más de
mediodía… seguro que está todo el mundo echándose la
siesta.
―Pues yo me voy a mi casa ―dijo Ernesto― me queda
más cerca que la cabina.
―Mira, Ernesto, ahora no vamos a separarnos ―dijo
Celia― Tenemos que contar la historia todos juntos o no nos
creerán.
―Venga, si la cabina está a un paso ―dijo Yumara―
Vamos.
Ernesto a regañadientes accede y emprenden camino.
En unos minutos están frente a ella. Celia miró en la mochila
para ver si tenían algo de dinero.
―Aquí queda el cambio que sobró después de comprar
los bocadillos en Sevilla ―recordó Celia― Nos quedan 2 € y
60 céntimos, suficiente ―dijo contando las monedas.

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LAS AVENTURAS ANDALUZAS JAMÁS CONTADAS POR LOS NIÑOS Y LAS NIÑAS DE MARIA ANA

Yumara cogió el dinero, lo echó en la cabina y marcó el


número del periódico.
―Buenos días ―respondió una voz del otro lado del
teléfono― ¿Quién es?
―Buenos días ―empezó― Soy Yumara una de las
chicas que ha estado desaparecida.
―¿Yumara? ―preguntó con sorpresa― ¿Eres tú?
―Sí, soy yo, estoy aquí junto a mis compañeros
Ernesto, Celia y Joselito ―contestó.
―Pero… ¿dónde estáis? ―preguntó la voz.
―Estamos en la cabina de la Plaza Vieja ―respondió
―No os mováis de ahí, vamos para ya enseguida ―dijo
colgando enseguida.

Tras sólo unos minutos de espera, aparecieron los


padres de los jóvenes. La emoción fue tal que los niños
comenzaron a correr hacía sus padres llorando al mismo
tiempo, hasta que se fundieron en un abrazo.
―¡Estáis bien! ¡Qué alegría de volveros a ver! ―expresó
la madre de Celia.
―¿Dónde habéis estado todo este tiempo? ―preguntó
enfadado el padre de Joselito― No sabéis lo preocupados que
hemos estado.
―Es una larga historia papá ―se trató de disculpar
Joselito― Fuimos a la biblioteca municipal y allí un libro…

Tras finalizar los chicos de contar los principales


detalles de la historia, los padres no se podían creer nada de lo
que habían escuchado.
―Dejaros de tonterías y decirnos donde habéis estado y
con quién ―volvió a preguntar el padre de Joselito.
―Pero papá, es verdad todo lo que os hemos contado
―protestó Joselito― Si no os lo creéis mirad este libro donde
está escrito toda nuestra historia.

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LAS AVENTURAS ANDALUZAS JAMÁS CONTADAS POR LOS NIÑOS Y LAS NIÑAS DE MARIA ANA

―¿Pero como vais a estar con personajes como


Góngora, Los Reyes Católicos, Rafael Alberti...? ―preguntó la
madre de Yumara.
―Sí, hemos estado mamá ―insistió― Este libro junto a
otros objetos que nos hemos ido encontrando nos han
transportado en el tiempo. No te imaginas la cantidad de
cosas que hemos visto y vivido. Ahora sé mucho de la cultura
andaluza.
Celia sacó de su mochila: El diario de Abderramán, el
libro de Góngora, la pluma de Miguel Benítez de Castro, el
trébol, la ramita de oliva, la bellota...

Los padres y madres tras ojear el libro mágico y los


objetos se quedaron sorprendidos.
―¡Pues va a ser cierto! ―exclamó la madre de Celia.
―Hoy mismo informaremos de vuestra historia a todos
los medios de comunicación ―propuso el padre de Ernesto―
Para que se propague que los libros pueden llegar a ser
mágicos y grandes amigos, como os ha pasado a vosotros.
―Y que gracias a ellos hoy en día conocéis a
personajes importantes de nuestra bella tierra Andaluza
―comentó la madre de Joselito emocionada.

Desde entonces en recuerdo a estos cuatro chicos en la


entrada del colegio se encuentra un monumento llamado “La
magia de los libros”, que está formado por un libro inmenso
rodeado por cuatro niños agarrados de la mano.
Todos los 23 de abril en este monumento se celebran
actividades tales como: cuentacuentos infantiles, teatros,
lectura de poesías, intercambios de libros... en
conmemoración al día del libro
Siendo el broche final la composición de un libro
escrito por todos los niños y niñas del C.E.I.P. María Ana de la
Calle.

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LAS AVENTURAS ANDALUZAS JAMÁS CONTADAS POR LOS NIÑOS Y LAS NIÑAS DE MARIA ANA

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PARTICIPACIÓN

El Capítulo I ha sido realizado por el alumnado de 6ºA.


Coordinado por su Tutor: Sergio Lara Del Valle.
J. Luis Alcón, Amalia Arcos, Amaya Bernal, Rebeca Caballero,
Javier Cabezas, Julia Camas, Marta Chacón, J. Antonio
Fernández, Lucía Figueroa, Alberto García, Andrea García,
Ángela García, Cristina Gómez, María Gómez, Jesús González,
Nuria González, Aarón González, Marta Hernández, Mª Belén
Moreno, Miriam Ramírez, Francisco Rincón, Daniel Rondan,

El Capítulo II ha sido realizado por el alumnado de 5ºA.


Coordinado por su Tutora: Ana María Jurado Recuerda.
Alba Aguilar, Delia Cabrera, José Antonio Carreño, Jairo
Ceballos, Ana Isabel de Sola, Ana María Figueroa, Andrés
Fuentes, Juan Galbarro, Julia García, Gonzalo García de la
Vega, Minerva García, Inmaculada Gómez, Alba González,
Álvaro González, Paula Guerrero, Alejandro Lara, Alejandro
Mateos, Adrián Molero, Ana Ocaña, Rafael Parrilla, Isabel
Pernía, Ana Valle, Daniel Valle.

El Capítulo III ha sido realizado por el alumnado de 4º A


Coordinado por su Tutor: Juan Rafael Muñoz Raya.
Francisco J. Alfaro, Francisco M. Álvarez, Ángela Arenas,
Naiara Azuar, Ana Campanario, Álvaro Carmona, David
Casado, Domingo Díaz, Raúl Fuentes, Francisco García,
Diego García, Mirian Gómez, Víctor Gómez, José Luis
González, Carmen Lara, Sara Leal, José Claudio Martín, Juan
Francisco Mendoza, Mª del Mar Muñoz, María Nouri, Sofía
Ojeda, Alejandro Pérez, Ángela Román, Nerea Ros, Alejandro
Sánchez, David Sánchez,

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El Capítulo IV ha sido realizado por el alumnado de 3º B


Coordinado por su Tutora: Ascensión Muñoz de la Torre.
Álvaro Aguilar, Delia Cabezas, Steven Carreño, Jesús
Ceballos, Rafael González, Guillermo Fernández, Sofía
González, Juan Jesús García, Rocío García, Daniel López,
Rebeca Mateos, Damián Menacho, Sara Millán, Daniel
Morales, Vicente Naranjo, Pablo Pedrosa, Celia Ramírez,
Noelia Rodríguez, Ainhoa Ruiz, Ainhoa Sanjuán, Guillermo
Sigüenza, Pedro Vázquez, María Vázquez, Laura Romero.

El Capítulo V ha sido realizado por el alumnado de 6ºC


Coordinado por su Tutor: Manuel Sosa Castejón.
Alejandro Balbuena, P. Javier Campos, Ulises Carvajal,
Hicham Chafik, Cristina García, Rocío González, Marta
González, Antonio González. Andrés Guerrero, Andrés
Jiménez, Águeda Lara, Hilario Leal, Álvaro Luna, Noelia
Martín, Carmen Mateos, Araceli Melgar, Carmen Mesa,
Antonio Navas, P. José Poley, Félix Reyes, Pablo Saldaña.

El Capítulo VI ha sido realizado por el alumnado de 5ºB


Coordinado por su Tutor José Luis Rodríguez Vázquez.
Julen Bernal, Javier Bravo, Laura Campanario, Antonio
Capote, J. Antonio Castro, J Manuel Curado, María de Sola,
Álvaro Fernández, Mª del Pilar Hidalgo, Francisco Jiménez,
Álvaro Lara, Juan Martín, Elena Moreno, Nareb Noguerol,
Ángela Pérez, Juan Pérez, Alba Pineda, Ana Ramírez, Carmen
Rizzo, Daniel Rodríguez, Ana Sánchez, Armando Sierra,
Patricia Valle, José Antonio Valle, María Velázquez.

El Capítulo VII ha sido realizado por el alumnado de 4ºB


Coordinado por su Tutor Antonio Lozano Garrucho.
Neil Alhaja, Bartolomé Álvarez, Yousra Azzouzi, Antonio
Blanquero, Claudia Borrego, José Antonio Cabezas, Andrea
Castillero, Khalil Chafik, Melanie de Sola, Antonio Jesús

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Fernández, Aimar Ferrón, Mª Teresa Flores, Carlos Daniel


García, Salvador García, Antonio García, J. Antonio Gómez,
Miriam González, David Lara, Pedro Martínez, Nora Moreno,
Celia Ocaña, Nicole Pérez, Isabel Pérez, Desiré Reina, Moisés
Sánchez, Andrea Sanjuán, David Valderas, Rosario Vidal.

El Capítulo VIII ha sido realizado por el alumnado de 6ºB


Coordinado por su Tutora Mª Carmen García Cruz.
Manuel Jesús Lara, J. Manuel López, J. Diego Millán, Aisa
Morales, Christian Moreno, Andoni Moreno, Daniel Murga,
Julia Naranjo, María Pérez, Alberto Pulido, Mirian Revidiego,
Mª del Carmen Rodríguez, Susana Román, Mª del Pilar Ruiz,
Rafael Ruiz, Clara Sanjuán, Ana Santos, Mª del Carmen
Sigüenza, Francisco Sigüenza, María Valle, Ozman Valda.

El Capitulo IX ha sido realizado por el alumnado de 3ºA


Coordinado por su Tutora Concepción Álvarez Salamanca.
Javier Arcos, Cristina Caballero, Tadeo Cabrera, Patrocinio
Calahorro, Adrián Capdevila, Rafael Carmona, Paula Dorado,
Zyneb El Hamry, Nicolás Hernández, Marina Hidalgo, Mónica
Leonis, Rocío López, Borja Márquez, Rocío Márquez, Paula
Mateos, Antonio Manuel Mendoza, Ángela Mª Moreno,
Alberto Ocaña, Elena Pintado, Juan Ramírez, Yadira Reina,
Juan Pedro Rincón, Andrea Rodríguez, Raquel Ros, Isabel
Sánchez.

La portada ha sido realizada por Gregorio Pablo Ruíz


Vázquez con las ilustraciones del alumnado.

Las ilustraciones han sido realizadas por los alumnos del


Aula Específica, 1º y 2º curso de E. Primaria.

Aula Específica: Tutora: Josefa Lara Lara


Carmen Arcos Verdugo

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LAS AVENTURAS ANDALUZAS JAMÁS CONTADAS POR LOS NIÑOS Y LAS NIÑAS DE MARIA ANA

1º A.- Tutora: Eva Gómez Gaspar.


María Alcalá, Miguel Álvarez, Ana Arcos, Erika Campanario,
Ana Carmona, Teresa Chacón, Pablo del Valle, María del Valle,
Ignacio Díaz, Javier Acosta, Juan Flores, Andrés González,
Cristina Guerrero, Julia Pérez, Mª Carmen Hernández,
Adelaida Manzano, David Márquez Manuel Martín, Saray
Mena, Ainara Moreno, Francisco J. Ruiz, Rafael Sanjuán,
Mara Vargas.

1ºB.- Tutora: Idoya Agustín Vives.


Carmen Algarín, Jairo Camas, Miguel Ángel Casado,
Alejandra Crespo, Francisco García, Gonzalo García, Nerea
González, José Manuel Jiménez, Julia Hidalgo Rocío Lara,
Saúl López, Natacha Murga, Tania Moreno, Carmen Ojeda,
Andrea Oliva, Nicolás Parrilla, Alba Rodríguez, Fidel Tejero,
Erika Valle. Victoria Ruiz, Rafael Valle, Diego Vázquez.

2ºA.- Tutora: Ana María Jurado Vázquez.


Juan Miguel Alcón, Bruno Álvarez, Adela Andújar, Lucía
Campos, Carmen Capote, Celeste Conejo, Joaquín Crespo,
Isabel Galbarro, Álvaro Gallardo, Imanol García, Nerea
García, Andrea González, J. Antonio Hernández, Alejandro
Jiménez, Clara María Martín, Francisco Morales, Javier
Moreno, Manuel Ocaña, Águeda Rodríguez, Mª Isabel
Romera, Alejandro Rondán.

2ºB.- Tutora: María Muñoz Algarín.


Estanislao Bernal, Estela del Carmen Caballero, Carmen
Cañamero, Matías Ezequiel González, Gonzalo Galbarro,
Sandra González, Gonzalo Jurado, Soraya Lao, Manuel Lara,
Mercedes Lara, Tifany López, Germán Mateos, Samuel
Menacho, Yeray Muñoz, Lucía Pérez, Alejandro Poley, Manuel
J. Ramírez, Ainoa Romero, Carmen Rosa, Lucía Sánchez,
Francisco J. Sánchez.

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2ºC.- Tutora: Mª Carmen Lucas Díaz.


Minerva Acosta, Isaías Alcón, Francisco J Cabrera, Julia
García, Rocío García, Ana García, Miguel García, Pablo
González, Zaida Mª Hidalgo, Natalia Huerta, Luis M. Illanes,
Cristian Martín, Andrea Muñoz, Pablo Pérez, Jesús Ramírez,
Manuel Rodríguez, Cristian Román, Nerea Sánchez, Mª
Isabel Sierra, José Luis Sigüenza, Lucía Valor, Jun Ye Yuan.

El resto del profesorado ha colaborado en el


enriquecimiento de este proyecto:

Mª Carmen Alcalá, José Antonio Cabrera, Dolores Campos,


Marta Ceballos, Sandra Fernández, Mercedes García, Mª
Ángeles Gil, Trinidad Guillena, Ana María Jiménez, Josefa
Lara, Mª Isabel Ramos, Rosario Rondán, Trinidad Rondán,
Francisca Rodas, Mª José Tagua, Yolanda Morilla, Ana Belén
Montes, Ana Belén Moguer y Amparo Picón.

Este proyecto ha sido coordinado por Marta Silva Cazorla Y


Ana María Jurado Recuerda.

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