Está en la página 1de 2

ANÁLISIS COMPARATIVO ENTRE RIESGO E

INCERTIDUMBRE
La principal diferencia es que la incertidumbre no es medible. Aunque sea sencillo
realizar “previsiones” que resulten creíbles, sólo conseguimos una sensación falsa de
certeza, pues se trata de pura especulación. La incertidumbre no se puede evaluar de
forma completa, mientras que el riesgo sí se puede establecer de forma clara cuáles
son todas las opciones y determinar cuáles son las probabilidades de cada una de
ellas.
Pongamos, por ejemplo, el lanzamiento de una moneda en el que no sabemos si
saldrá cara o cruz. En este caso es sencillo evaluar las probabilidades de cada
resultado posible, que son un 50%. No podemos controlar qué saldrá, pero sí cuáles
son las opciones y qué probabilidad tienen. De esta forma, sabemos a qué riesgo nos
enfrentamos.
El riesgo se maneja analizando las probabilidades de cada opción posible. Sin
embargo, en la mayoría de ocasiones no resulta tan sencillo realizar un análisis tan
detallado. Y cuando esto no es posible, es cuando nos enfrentamos a la
incertidumbre.
El tratar de evaluar mediante probabilidades es un ejercicio que llevamos a cabo
intuitivamente, incluso en los casos en los que no tenemos claro cuáles son todas las
opciones y mucho menos determinar sin lugar a dudas sus posibilidades. No
podemos evitarlo.
Para afrontar mejor la incertidumbre, tenemos que tratar de ejercer influencia para
que suceda lo que nos interesa, aun sin estar seguros de cuáles son las probabilidades
de obtener el resultado que alcanzaremos. No podemos afrontarla tratando de
conseguir un fin concreto sino procurando mejorar las probabilidades de que suceda
algo, algo sobre lo que no tenemos el control absoluto, pero que nos resulta
favorable. No podemos eliminar la incertidumbre, pero si tratar de inclinar la balanza
a nuestro favor.

Esto que parece absurdo lo hacemos constantemente. Por ejemplo, estudiar una
carrera universitaria no tiene por qué tener como efecto conseguir un trabajo
relacionado con lo que hemos estudiado. Pero sí puede mejorar mucho nuestras
posibilidades a medio plazo.

El riesgo nos resulta más cómodo porque es perfectamente mensurable. Nos


permite establecer unas expectativas claras de todos los posibles resultados y eso
nos tranquiliza. Aunque el resultado es incierto sabemos a qué nos enfrentamos.
Conocemos todas las opciones. No tenemos que conformarnos con expectativas
como sucede con la incertidumbre. El riesgo nos resulta más manejable aun cuando
al no está en nuestra mano el resultado. No debemos olvidar que la diferencia entre
riesgo e incertidumbre no reside en si tenemos el control sobre el resultado. Se trata
de saber si conocemos todas las opciones posibles, y sus probabilidades (riesgo), o
no (incertidumbre).
Sinceramente, creemos que la forma en que se realizan un altísimo porcentaje de
previsiones y planificaciones es incierta y sin el más mínimo sentido. Suponen eludir
muchas incertidumbres con respecto al éxito que se pretende alcanzar. En un
ejercicio peligroso de denegación de incertidumbres llegamos a trabajar con
previsiones y planificaciones aceptando que nos sólo nos enfrentamos a riesgos
perfectamente establecidos.

Esto es un grave error puesto que gestionar supone ser consciente de los recursos
que se han comprometido y las opciones que tenemos de aprovecharlos. Sea ante el
riesgo o ante la incertidumbre. El problema es que ante situaciones en las que sólo
asumimos la existencia de riesgos nos sentimos más cómodos y nos equivocamos,
calculamos mal los recursos que vamos a comprometer. Debemos llevar cuidado
porque se tiene la sensación de mayor control y no es así.

Un buen gestor tiene que estar dispuesto a afrontar las incertidumbres y calcular los
riesgos para poder tomar las decisiones correctas.

También podría gustarte