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Asignatura: Neuropsicología. Facultad de Psicología.

Universidad Nacional de Mar del Plata

LÓBULO FRONTAL, CORTEZA PREFRONTAL Y FUNCIONES EJECUTIVAS

Dra. Rubiales, Josefina y Lic. Galli, Juan Ignacio


Año 2017

INTRODUCCIÓN
El estudio del lóbulo frontal comenzó tiempo atrás, en el siglo XIV, cuando
Lanfranchi describió la presencia de una secuela clínica tras una lesión en el lóbulo frontal.
Sin embargo, las funciones del lóbulo frontal comenzaron a estudiarse en el siglo XIX, al
producirse la convergencia de dos fenómenos: por un lado, la teoría localizacionista de Gall,
en la que se atribuían al lóbulo frontal cualidades mentales superiores, entre ellas la
curiosidad, el perfeccionismo, la capacidad para imitar, la agresividad, la medida del tiempo
y el sistema de orden; y por otro lado, la descripción del caso clínico a cargo del Dr. Harlow,
del paciente Phineas Gage (ver recuadro Caso Phineas Gage), quien sufrió un trágico
accidente en el que una barra de metal fue proyectada hacia su lóbulo frontal, quedando
como secuelas cambios de personalidad importantes.
A mediados del siglo XX, se llevaron a cabo estudios en personas heridas de bala
durante la Primera y la Segunda Guerra Mundial, y posteriormente durante la guerra de
Vietnam. Desde entonces, a través de las técnicas de neuroimagen modernas y de los
estudios realizados con animales, se ha ido dilucidando y profundizando de manera
progresiva en las funciones de la corteza frontal (o córtex frontal), así como hipotetizando
sus conexiones con otras áreas cerebrales.
Actualmente se conoce que la sintomatología cognitiva como consecuencia de una
lesión en los lóbulos frontales es muy variada y esta variabilidad depende de la localización,
el tamaño, la profundidad y la lateralidad de la lesión. En este sentido, se han observado
trastornos en el razonamiento, en la capacidad de generar estrategias que permitan
solucionar problemas, el lenguaje, el control motor, la motivación, la afectividad, la
personalidad, la atención, la memoria y la percepción. Los lóbulos frontales se encuentran
conectados recíprocamente con las cortezas temporales, parietales y occipitales, de las que
reciben información auditiva, visual y somatosensorial. Y están interconectados con
estructuras límbicas, las cuales mediatizan el aprendizaje y la memoria, el tono emocional y
afectivo, la regulación autonómica y la motivación, a partir de lo cual suele pensarse que el
lóbulo frontal es un centro donde se combinan los aspectos cognitivos, emocionales,
volitivos y perceptivos, necesarios para que se genere una conducta adecuada a un fin y a
un contexto (Jódar-Vicente, 2004).

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ESTRUCTURA NEUROANATÓMICA Y SUBDIVISIONES DEL LÓBULO FRONTAL
Los lóbulos frontales ocupan un tercio de la corteza cerebral en el ser humano,
abarcando todos los tejidos situados por delante de la cisura de Rolando, o surco central. El
lóbulo frontal no actúa como una unidad funcional, sino que puede dividirse en distintas
regiones cuya citoarquitectura, filogenia, especificidad funcional e interconexiones son
diferentes. Al mismo tiempo, esta corteza también se organiza jerárquicamente en 3 áreas:
-La corteza motora primaria (M1): comprende el área 4 de Brodmann1 o
circunvolución precentral, y es la región encargada de la representación y ejecución de
movimientos esqueléticos, como los de la boca y las extremidades, controlando la fuerza y
la dirección del movimiento. M1 no es responsable de la organización y programación de los
movimientos, sino que actúa como una “estación de llegada” para la conversión de los
programas de movimientos en la ejecución efectiva de los mismos.
-La corteza premotora o área de asociación motora: comprende el área 6, 8 (control
oculomotor voluntario), 44 (el área de Broca) y 45 de Brodmann. Actúa en la organización y
programación de los movimientos más complejos que han de realizarse en función de una
meta concreta, y cumple una función importante en lo relativo a la fijación y control postural,
por ejemplo, para fijar los hombros durante tareas manuales y estabilizar las caderas al
caminar.
-La corteza prefrontal: comprende el área por delante de la corteza motora primaria,
premotora y cingular. Puede subdivirse en tres regiones: dorsolateral, orbital y medial2 , y
constituye el área donde se produce la representación de mayor nivel, encargada de la
elaboración y ajuste de los esquemas o planes de acción.

Figura 1. Subdivisión cerebral de acuerdo a las Áreas de Brodmann, donde se


señalan las divisiones de la corteza frontal.

1 Las áreas de Brodmann son 52 áreas cerebrales numeradas por Korbinian Brodmann en 1909, en función de su citoarquitectura.
2 Las regiones en que se subdivide la CPF suelen recibir diferentes nombres en la literatura científica, a pesar de estar haciendo mención a
las mismas zonas neuroanatómicas. Así, por ejemplo, se suele hacer referencia a la corteza prefrontal orbital como corteza o córtex
órbitofrontal, y a la corteza prefrontal medial como corteza o córtex cingular anterior o paralímbico.
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CORTEZA PREFRONTAL

La corteza prefrontal (CPF), se localiza en las áreas anteriores del cerebro, es la


región frontal anterior a la ya mencionada corteza motora primaria y corteza premotora. Es
una estructura que ha aumentado de tamaño con el desarrollo filogenético (8.5% del total de
la corteza cerebral en los lemures, 11.5% en los macacos, 17% en los chimpancés, y 29%
en los seres humanos) y es heterogénea desde el punto de vista anatómico y funcional.
La CPF es considerada un sistema de control ya que posee acceso a información
diversa tanto del medio interno del sistema como de lo que sucede en el medio en el que se
desempeña, y envía información a sistemas motores eferentes y se retroalimenta con los
sistemas de entrada. La CPF ocupa una posición de privilegio para cumplir con este
requisito, dado que presenta conexiones recíprocas con virtualmente todos los sistemas
sensoriales, los sistemas motores, y las estructuras del sistema límbico y regiones
subcorticales.
Las conexiones entre las distintas regiones de la CPF (dorsolateral, orbital y medial)
y diversas estructuras subcorticales, da lugar a los llamados circuitos frontosubcorticales
que median los aspectos cognitivos, motores y emocionales de la conducta humana. Esto
explicaría que los síntomas que provoca una lesión frontal sean distintos según la región o
circuito afectado. También explicaría el hecho de que determinadas lesiones, aún a
distancia de la CPF, pero que involucran al circuito, den lugar a síntomas característicos de
dicha área.

FUNCIONES DE LA CORTEZA PREFRONTAL

Cómo hacerlo Qué hacer Cuándo hacerlo

•Corteza dorsolateral. •Corteza orbital. •Corteza medial.


•Junto con el área premotora, •Actúa eliminando o •Aporta los aspectos
media en las metas a inhibiendo lo que no se debe motivacionales, junto con el
alcanzar y planifica la acción hacer. área motora suplementaria,
de acuerdo con la que actuaría de
información sensorial temporizador y mediaría en
procedente de otras áreas la intencionalidad del acto.
posteriores.

Corteza Prefrontal Dorsolateral (CPFDL)

Una de las funciones principales de la CPFDL según Mesulam (2000) es la de


propiciar la interacción inicial entre la información sensorial que recibe de la corteza
posterior y la información procedente del sistema límbico y de la corteza medial. Esta

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interacción implica la relación existente entre las sensaciones y el estado de ánimo, es decir,
la forma en que las emociones influyen en la interpretación de la información sensorial y, a
la vez, la manera en que el procesamiento y los aprendizajes previos pueden generar
cambios en los estados de ánimo.
Otra de las funciones de esta corteza es su papel en la organización temporal de
las acciones que están dirigidas hacia una meta, como pueden ser movimientos somáticos,
oculares, conducta emocional, rendimiento intelectual, habla o razonamiento. Se trata de
una función prospectiva temporal, que prepara al organismo para las acciones, de acuerdo
con la información sensorial. Para alcanzar la organización temporal de las secuencias de
conductas nuevas y complejas resulta imprescindible la integración en el tiempo de múltiples
estímulos separados, acciones y planes de acción, que deben orientarse a la ejecución de
tareas dirigidas hacia un fin. De esta manera, es la CPFDL la que interviene en la mediación
de esos estímulos independientes, que coinciden en el tiempo con el objetivo de organizar la
conducta.
Esta región de la CPF también interviene en la memoria de trabajo, uno de los
principales componentes ejecutivos, que implica el mantenimiento y la manipulación de
información que no se encuentra perceptualmente presente. Este concepto se desarrolla
más ampliamente en el apartado Funciones Ejecutivas.
La CPFDL también permite al ser humano alcanzar la conceptualización,
establecer categorías y, sobre todo, actuar de acuerdo a esta capacidad.
Asimismo, es importante en la regulación de las acciones según ayudas
externas, o sea, en tareas que suponen la solución de problemas a través de guiar o regular
las acciones de acuerdo con los resultados obtenidos, con el fin de proseguir, rectificar o
modular la acción. Una de las funciones de la CPFDL es justamente la de permitir la
integración y la valoración de estas ayudas externas que rigen nuestro comportamiento con
el objetivo de conseguir una meta, o resolver un determinado problema.

Figura 2. Corteza Prefrontal Dorsolateral (Filley, 2009).

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Lesiones de la CPFDL
La disfunción en esta región de la corteza produce una sintomatología similar a la
descrita en lesión directa de la CPF, lo cual suele denominarse síndrome disejecutivo,
caracterizado por alteraciones en la capacidad de mantener la flexibilidad mental y el cambio
de criterios, en la planificación y generación de estrategias, en la organización de las
acciones, en la secuenciación, en la utilización de la experiencia (memorias a largo plazo) y
en la producción de una actividad espontánea (verbal o no verbal).
En las personas con lesión dorsolateral se puede observar trastorno en las
siguientes funciones:
- Dificultades para ordenar temporalmente los acontecimientos y seguir una
secuencia, tanto verbal como motora.
- Alteración en la capacidad para beneficiarse de las ayudas, con lo cual los
pacientes no son capaces de beneficiarse de esas pistas facilitadoras o anticipadoras.
- Déficits en las funciones ejecutivas, que se presentan en general como
dificultades para iniciar comportamientos apropiados y para terminar aquellos
comportamientos que son inapropiados.
- Fallas en la memoria de trabajo, el sistema de almacenamiento transitorio y en la
manipulación de la información necesaria a corto plazo para la realización de una
determinada tarea.
- Reducción en la fluidez verbal y no verbal, observándose dificultades para generar
palabras, y escasa fluidez para realizar dibujos espontáneamente con dificultades para
copiar figuras complejas.
- Alteración del comportamiento, específicamente se muestran apáticos, lentos,
inatentos, desmotivados, distraídos, dependientes del ambiente, con dificultades en la
atención, y carecen de curiosidad. Se ha observado como síntoma frecuente la depresión en
pacientes con lesiones dorsolaterales izquierdas.
- Trastornos en la resolución de problemas y toma de decisiones. La toma de
decisiones es una interconexión entre el conocimiento contextual, la emoción, las posibles
respuestas y las recompensas futuras, incluyendo la valoración de riesgos, posibilidades y
soluciones.
- Errores en la conceptualización; aún en el caso de que la persona sea capaz de
establecer correctamente semejanzas y diferencias entre elementos, no puede ajustar esa
capacidad para la actuación o para el comportamiento en la vida cotidiana, y no logra
organizar la información en función de ese criterio. El Test de tarjetas de Wisconsin es el
prototipo de test neuropsicológico que permite valorar esa capacidad.

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Etiologías más frecuentes
La etiología que se presenta frecuentemente vinculada con lesiones en esta área es
la oclusión de la arteria cerebral media. El infarto en el territorio de la arteria cerebral media
generalmente resulta en daño en la CPFDL posterior, junto con daño en el lóbulo parietal
anterior, lóbulo temporal superior, núcleo subcortical y sustancia blanca. El resultado es
generalmente un cuadro de negligencia espacial, anosognosia, déficits espaciales y
dificultades emocionales. Si el área del daño se limita al lóbulo frontal, generalmente el
síndrome tiende a ser leve. Sin embargo, algunos pacientes presentan dificultades
emocionales acompañadas por dificultades en la atención, en la toma de decisiones y en los
juicios sociales. Lesiones similares en el hemisferio izquierdo generalmente cursan con
afasia.

Corteza Prefrontal Orbital (CPO)

Esta área modula los aspectos de ajuste personal y social, así como la inhibición
de la interferencia de estímulos externos e internos, considerado como autocontrol. Tiene a
su cargo aspectos de gran relevancia para la vida social: la inhibición de la interferencia, el
control de los impulsos, la aplicación de las pautas socialmente adquiridas, la toma de
decisiones apropiadas en función del contexto social y emocional, y las consecuencias
esperadas (Kremer & Demey, 2013). El efecto inhibitorio orbital tiene la función de suprimir
los impulsos internos y externos que pueden interferir en la conducta, en el habla o en la
cognición, eliminando el efecto de los estímulos irrelevantes y permitiendo dirigir la atención
hacia la acción. Estos estímulos irrelevantes son los impulsos y conductas instintivas,
interferencias procedentes de los sistemas sensoriales y las representaciones motoras de
las acciones que no se relacionan o que no son compatibles con la acción a desarrollar.

Figura 3. Corteza Prefrontal Orbital (Filley, 2009).

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Lesiones de la CPFO
Las disfunciones en este sistema producen alteraciones graves en la inhibición y en
la capacidad para controlar los impulsos, causando desinhibición, conductas inapropiadas,
labilidad emocional, distractibilidad, dificultades para responder a señales sociales, e
irritabilidad. Un ejemplo son los primeros síntomas de los pacientes con enfermedad de
Huntington. Las personas con lesión orbital generalmente presentan las siguientes
características:
- Conducta desinhibida caracterizada por conductas inapropiadas ya sea por su
naturaleza o por el contexto social en que se presentan. Se observan fallas en el control de
los impulsos (agresividad sin motivo, bulimia), con incapacidad de inhibir respuestas
incorrectas, las cuales son generalmente reiterativas.
- Desorden de la auto-regulación evidenciado en la inhabilidad de regular las
conductas de acuerdo a los requerimientos y objetivos internos.
- Síndrome de dependencia ambiental descripto inicialmente por Lhermitte, el cual
incluye la tendencia a imitar los gestos del evaluador y de otros, tocando y utilizando todos
los objetos que tienen a su alcance (se denominan conductas de imitación y utilización).
- Sentido del humor particular, referido a que el paciente parece divertirse con lo
que a nadie le hace gracia. Sin embargo, también puede atribuirse a una incapacidad para
comprender el sentido de un chiste.

Etiologías más frecuentes


- Traumatismos de cráneo cerrados: la superficie orbital y el polo frontal son las
regiones que se lesionan con más frecuencia en los traumatismos craneales, por el contacto
con la base del cráneo sobre la que descansan.
- Ruptura de un aneurisma de la arteria comunicante anterior: es una causa común
de síndrome frontal, ya que la hemorragia puede causar un daño directo; además, tras el
sangrado se puede producir un espasmo arterial que condicione una lesión isquémica en la
región orbitofrontal.
- Tumores: provocan un cuadro de deterioro cognitivo. Estos síntomas no siempre
son acompañados de signos “neurológicos” físicos, por lo cual suelen no ser detectados
tempranamente.

Corteza Prefrontal Medial (CPFM)

Se trata de un área especialmente implicada en la canalización de la motivación y la


emoción destinada a objetivos apropiados al contexto. Media en la iniciación de las
acciones, en la actividad exploratoria en la intencionalidad de las respuestas y en el

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mantenimiento y la focalización de la atención. De este modo, la CPFM se vincula al interés,
al análisis y a la voluntad de interacción del individuo con otras personas y con el medio que
lo rodea.
La CPFM está constituida por la región orbital caudal, el cingular anterior y la región
paraolfatoria, en la cara medial frontal. Estas zonas integran las informaciones que se
elaboran con las proyecciones del sistema límbico.

Figura 4. Corteza Prefrontal Medial (Filley, 2009).

Lesiones de la CPFM
La lesión en esta área de la CPF se asocia a la presencia de apatía, disminución de
la iniciativa y mutismo acinético (mayor grado de expresión de la alteración de motivación y
abulia). La región medial y cingular se asocia con trastornos en la motivación, la actividad
exploratoria, la atención y la acción, con incapacidad para realizar respuestas evitativas y
poca capacidad de respuesta. Déficits subcorticales como los que se observan en la
Enfermedad de Parkinson o Huntington, así como lesiones talámicas, pueden causar apatía,
en especial si el cíngulo anterior está afectado.
En las personas con lesión medial se puede observar trastorno en las siguientes
funciones:
- El mutismo akinético es el principal síntoma, especialmente si se trata de lesiones
bilaterales. El paciente está despierto puede hablar y moverse perfectamente si quisiera,
pero con total apatía y no muestra ningún tipo de emoción.
- Estado de ausencia de motivación e iniciativa, abulia y falta de deseo, que
generalmente se acompaña de apatía.

Etiologías más frecuentes


Infartos en el territorio de la arteria cerebral anterior resultan en daño de los
sectores anteriores y supramesiales de la CPF. Los pacientes con daño en la CPF medial y
en el cíngulo anterior pueden presentar mutismo akinético.

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Caso Phineas Gage
El caso de Phineas Gage, descrito en una publicación del médico Harlow en 1868, se cita
como el ejemplo clásico de la patología de lóbulo frontal y del trastorno de las funciones
ejecutivas.
Phineas Gage era un obrero de 25 años encargado de manejar la dinamita en la
construcción de una vía férrea entre Rutland y Burlington en el estado de Vermont (EE.UU.).
El 13 de septiembre de 1848, mientras realizaba su tarea, Gage y sus hombres efectuaron
una profunda perforación en la roca, la llenaron de pólvora y la apisonaron con una barra de
hierro, cuando una carga del explosivo detonó antes de tiempo y provocó que una barra de
metal se incrustara en su cabeza, penetrando por la mejilla izquierda y atravesando la parte
frontal de su cráneo lesionó su lóbulo frontal. Gage se encontraba lúcido inmediatamente
posterior al accidente, pero con una gran hemorragia craneal; sin embargo, y a pesar de la
gravedad del accidente, sobrevivió y se recuperó de tal manera que, tras ser dado de alta,
pudo volver a trabajar. Sin embargo, se había producido un cambio importante en su
personalidad, después del accidente, fue descrito como “profano, irascible e irresponsable”.
De acuerdo con Harlow, comenzó a “comportarse como un animal”, "El equilibrio entre sus
facultades intelectuales y sus instintos animales parece haber sido destruido. Él es irregular,
irreverente, entregándose en ocasiones a la blasfemia más grosera (…), manifestando muy
poco respeto por sus compañeros, incapaz de contenerse cuando entra en conflicto con sus
deseos, en ocasiones pertinazmente obstinado, pero caprichoso y vacilante, ideando
muchos planes de futuro, que son abandonados antes de ser ejecutados por otros que
parecen más factibles". Antes del traumatismo era una persona equilibrada, era considerado
por quienes lo conocían como una persona prudente que manejaba sus ocupaciones con
astucia, muy enérgico y persistente en la ejecución de sus planes de trabajo. En este
aspecto ha cambiado radicalmente, de tal manera que sus amigos y conocidos decían que
“ya no era el mismo Gage”. Los cambios en su personalidad nunca se recuperaron, y 12
años después, el 21 de mayo 1860, Gage muere tras una crisis epiléptica.
Distintos estudios se han realizado intentando dilucidar específicamente que área del lóbulo
frontal se vio afectada en Gage, uno de ellos indica que la lesión afectó la región
ventromedial prefrontal de ambos hemisferios, mientras que otros indicaron daño cerebral
de la región orbitaria interna y la corteza prelímbica dorsal (Damasio et al., 1994; García-
Molina, 2012).

FUNCIONES EJECUTIVAS

Al referirse a los sustratos neuroanatómicos de las funciones ejecutivas (FE),


tradicionalmente se ha hecho referencia a la participación de los lóbulos frontales, ya que
aquellos pacientes con lesiones en regiones anteriores del cerebro evidencian un pobre
desempeño en una variedad de tareas orientadas a la evaluación de dichas funciones. Esto
ha llevado a que diversos autores hagan referencia a las FE en términos de funciones
frontales o prefrontales, a la vez que empleen indistintamente los términos trastorno
disejecutivo y disfunción o síndrome prefrontal para referirse a la alteración en dichas
funciones. Actualmente se considera que hacer referencia a las FE como funciones frontales
y equiparar trastorno disejecutivo con síndrome prefrontal constituyen simplificaciones
innecesarias, dado que, si bien la CPF juega un papel clave de monitoreo en las FE y es
considerada como el centro para la integración entre las emociones y la cognición, también
participan otras áreas del cerebro. Los esfuerzos para localizar el funcionamiento ejecutivo
en áreas cerebrales frontales discretas no han sido concluyentes. Las FE son mediadas por
redes dinámicas y flexibles, tienen su base neuroanatómica en la CPF, y sus conexiones

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recíprocas con otras zonas de la corteza cerebral y estructuras subcorticales, tales como
núcleos de la base, núcleo amigdalino, diencéfalo y cerebelo.
A pesar de la diversidad de definiciones que se encuentran en la literatura sobre el
tema, existe un consenso general en definir a las FE como un conjunto de procesos
cognitivos de dominio general que intervienen en la regulación de la cognición, la emoción y
el comportamiento humano (Hofmann, Schmeichel & Baddeley, 2012; Miyake & Friedman,
2012). Estos procesos cognitivos de alto nivel, vinculados principalmente a la CPF del
cerebro, son necesarios en situaciones frente a las cuales el sujeto debe concentrarse y
prestar atención para alcanzar una meta u objetivo determinado, y cuando las respuestas
automáticas, intuitivas, habituales o sobre-aprendidas resultan ineficaces o imposibles de
implementar. Por tanto, las FE son indispensables para una adaptación y desempeño
exitosos en la vida real, especialmente ante situaciones inesperadas o eventos inusuales
que interfieren con las rutinas habituales, y cuando las respuestas deben ser rápidas y
novedosas (Burin, Drake & Harris, 2007). De esta manera, puede entenderse que las FE
operan, como una capacidad “supervisora” o “ejecutiva” sobre otras habilidades o procesos
mentales. En la misma línea, Goldberg (2002) define las FE a través de la metáfora del
“director de orquesta” que coordina los mil instrumentos de la orquesta del cerebro.
Luria es el antecesor directo del concepto de FE al describir pacientes con lesiones
frontales que presentaban incapacidad respecto de su iniciativa y motivación, dificultad en el
autocontrol de la conducta, y también en el diseño de planes de acción en función de la
búsqueda de un objetivo deseado. Afirmó que existen sólidos fundamentos para distinguir
tres unidades funcionales del cerebro: una unidad para regular tono y vigilia (sistema límbico
y reticular); una segunda unidad para obtener, procesar y almacenar la información que
proviene del mundo exterior (áreas corticales post-rolándicas); y una tercera unidad para
programar, controlar y verificar la actividad mental. Luria menciona que esta tercera unidad,
dependiente de la CPF, juega un papel ejecutivo y tiene como funciones principales la
planificación, organización y regulación de la conducta, a la vez que la verificación o
supervisión de la ejecución de acciones complejas, comparando los efectos de las mismas
con las intenciones originales y corrigiendo cualquier error que se haya cometido (Luria,
1984).
El término FE es relativamente nuevo en la Neuropsicología y las definiciones
recogidas en la literatura científica son amplias y variadas. Si bien Luria fue el primero en
estudiarlas, quien las definió como tales fue Lezak. Según Lezak (2004), no se trata de una
función cognitiva específica, sino de aquellas capacidades que permiten a una persona
llevar a cabo con éxito una conducta con un propósito determinado. Actualmente las FE
pueden ser definidas como un conjunto de habilidades cognitivas que permiten establecer
objetivos, planificar, iniciar actividades, autorregular y monitorizar las tareas, seleccionar los

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comportamientos y conductas de manera precisa y ejecutar acciones para lograr los
objetivos.
Diamond y Zelazo han demostrado que en los primeros años la CPF no está
funcionalmente en reposo; sino que es posible observar en los niños conductas que
sugieren que algunas de las capacidades cognitivas que integran las FE han iniciado su
desarrollo. Entre los seis y ocho años se produce el mayor desarrollo de las FE, lapso en
que los niños adquieren habilidad para autorregular la conducta, establecer metas y
anticiparse a los eventos sin depender de la instrucción verbal externa. De esta manera se
confirma que el desarrollo comienza tempranamente, y se extiende durante muchos años,
incluso hasta la adultez; siendo las funciones que más tiempo tardan en desarrollarse.
Al igual que su definición, la tentativa de describir la composición de las FE se
caracteriza por las numerosas clasificaciones propuestas en la literatura científica. Más allá
de que existe un largo debate en relación a la identificación e individualización de las FE, el
trabajo de Miyake et al. (2000) resulta paradigmático al proponer la división empírica de tres
componentes ejecutivos principales: la Memoria de Trabajo, la Inhibición y la Flexibilidad
Cognitiva. Este autor desarrolla la noción de la unidad y la diversidad de las FE al proponer
que las mismas se encuentran moderadamente correlacionadas entre sí al compartir
aspectos o habilidades subyacentes (lo que les confiere cierto grado de unidad), pero son
separables y contribuyen de manera diferencial al desempeño de los sujetos en tareas
orientadas a metas (lo que da cuenta de que presentan algún grado de diversidad entre las
mismas).
Memoria de trabajo: la memoria de trabajo puede ser definida como la habilidad
para mantener y procesar de manera simultánea y por breves períodos de tiempo aquella
información relevante para el logro de objetivos (Baddeley, 2012). La memoria de trabajo
permite el almacenamiento temporal y la manipulación mental de información que no se
encuentra perceptualmente presente y que puede ser de naturaleza verbal o viso-espacial
(Cowan, 1998; Diamond, 2013). La misma interviene en una gran variedad de procesos
cognitivos como la comprensión del lenguaje, la lectura, el cálculo matemático y el
razonamiento.
Inhibición: según Diamond (2013), la inhibición es la habilidad que nos permite
controlar la atención, el comportamiento, el pensamiento y/o las emociones para hacer
frente a predisposiciones internas o tentaciones presentes en el ambiente y, en su lugar,
hacer aquello que es más apropiado o necesario en función de los propios objetivos. Así, la
inhibición es necesaria ante situaciones de conflicto o interferencia en las cuales las
tendencias de respuesta prepotentes o las representaciones no adecuadas a los objetivos
de la tarea deben ser suprimidas o canceladas para una mejor adaptación de la persona al
ambiente. Sin la intervención del control inhibitorio nos encontraríamos a merced de

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nuestros impulsos y tentaciones, nuestros hábitos de pensamiento y acción, y no seríamos
capaces de modificar aquellas pautas de pensamiento, comportamiento y emoción que
puedan resultar perjudiciales para la salud personal y la convivencia social (Diamond, 2013).
Flexibilidad cognitiva: la flexibilidad cognitiva es un proceso que les permite a las
personas modificar de manera flexible las perspectivas, focos de atención y/o
comportamientos en función de las demandas cambiantes del medio y de sus propias metas
u objetivos. Según Diamond (2013) este proceso involucra el cambio de perspectivas o
formas de acercamiento a un problema, ajustándose flexiblemente a las nuevas demandas,
reglas o prioridades. La flexibilidad cognitiva posibilita la adaptación activa a tareas o
situaciones novedosas, modificando nuestros patrones habituales de pensamiento (“thinking
outside the box”) y acción, contribuyendo al desarrollo de la creatividad y el pensamiento
divergente. El desempeño en pruebas de flexibilidad cognitiva involucra, en gran medida, el
funcionamiento de la CPFDL. La flexibilidad cognitiva es la FE que comienza su desarrollo
más tarde en el tiempo, lo que permite presuponer que cierto nivel de desarrollo de la
memoria de trabajo y la inhibición es necesario para que los niños puedan realizar tareas
que demandan responder de manera flexible ante reglas o condiciones del ambiente
cambiantes.
Si bien existe un consenso general en considerar la memoria de trabajo, la
inhibición y la flexibilidad cognitiva como las FE centrales, a partir de las mismas se
construyen otras FE que son consideradas de orden superior y que incluyen el
razonamiento, la planificación y la resolución de problemas (ver figura 5).

Figura 5. Organización jerárquica de las FE. Adaptado de Diamond (2013).


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EVALUACIÓN DE LAS FUNCIONES EJECUTIVAS

Con el motivo de evaluar y analizar las FE es necesario aplicar pruebas


especialmente diseñadas para tal fin. Las pruebas neuropsicológicas y cognitivas son
herramientas que permiten evaluar cuantitativa y cualitativamente las FE y comparar el
desempeño en las pruebas con un grupo normativo de edad y nivel educacional similar.
Existe una gran diversidad de técnicas orientadas a la evaluación de las FE, muchas de las
cuales son disímiles entre sí a pesar de estar orientadas a la evaluación del mismo proceso
ejecutivo, lo que trae aparejado un cierto grado de confusión (Soprano, 2009). De hecho, se
ha llegado a señalar que, de todas las funciones cognitivas, probablemente sean las FE las
que generan mayores dificultades a la hora de la construcción y selección de las técnicas
apropiadas para su evaluación (Burin et al., 2007). Las principales dificultades radican en
que al tratarse de un amplio conjunto de funciones cognitivas no es posible seleccionar un
único test o tarea que pueda evaluar todos los procesos en simultáneo. Y, por otro lado,
debido a que la mayoría de las tareas requiere la intervención de distintas habilidades y
componentes ejecutivos, resulta muy difícil la selección de técnicas que puedan aislar un
único proceso ejecutivo y evaluarlo con independencia de los restantes (a esto último se lo
denomina el problema de la “impureza” de las tareas). De las pruebas existentes para
evaluar las diferentes FE, la tabla 1 se mencionan algunas de ellas que poseen mayor
frecuencia de aplicación.

Tabla 1. Pruebas neuropsicológicas para evaluar las FE.


Prueba o Test Función Ejecutiva
Test de dígitos en orden inverso;
Memoria de Trabajo
Reproducción inversa de los Cubos de Corsi
Test de Stroop de Colores y Palabras;
Paradigma go/no go; Test de Tapping de Luria; Test Inhibición y control de
de Golpeteo (NEPSY); Test de emparejamiento de la impulsividad
Figuras Conocidas (MFF-20); Test Noche-Día
Test de clasificación de tarjetas (WCST);
Flexibilidad cognitiva
Test de trazos.
Test of Everyday Attention; El test Del
Hotel; El Multiple Errands Test; Behavioral Funciones Ejecutivas
Assessment of the Dysexecutive Syndrome.

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REHABILITACIÓN DE LAS FUNCIONES EJECUTIVAS
La rehabilitación cognitiva es un conjunto de procedimientos y técnicas que tienen
por objetivo recuperar los déficits cognitivos, y alcanzar la mejor adaptación familiar, laboral
y social en aquellas personas que sufren o sufrieron una afectación cerebral. La
recuperación de los déficits ejecutivos depende de varios factores, entre ellos, la etiología, la
extensión y la localización del daño neural.

Es importante señalar que, como plantea McLellan (1991), la rehabilitación


cognitiva no es algo que “se hace” o “se da” a los pacientes, como la neurocirugía o los
tratamientos farmacológicos, sino que se trata de un proceso interactivo, que involucra a la
persona directamente afectada, a los familiares y cuidadores, a los profesionales y,
posiblemente, a los miembros de la comunidad en general. Con el objetivo de seleccionar
las estrategias de rehabilitación más adecuadas para pacientes con déficit de las FE, es
fundamental la administración de una exhaustiva evaluación neuropsicológica y conductual
integral que permita conocer el perfil cognitivo, así como el impacto de las alteraciones
cognitivas del paciente en sus actividades de la vida diaria (AVD).

Los tratamientos de estimulación y rehabilitación cognitiva son posibles gracias a la


capacidad del cerebro de adaptarse a nuevas situaciones, hecho vinculado a procesos
como la plasticidad neural y cerebral. Luego de modificaciones a nivel de las redes y
sistemas neurales, en muchas ocasiones el cerebro logra recuperar y/o compensar una
capacidad o función que se había visto afectada como consecuencia de algún tipo de lesión
cerebral.

Los mecanismos para desarrollar la rehabilitación cognitiva pueden ser varios y


pueden combinarse en programas de rehabilitación, y son los siguientes:

– Restauración: se trata de una estrategia a través de la cual se estimulan y


mejoran las funciones cognitivas mediante la actuación directa sobre ellas. Se emplea
cuando existe pérdida parcial de un área con disminución de una o varias de las funciones
elementales, ya que se puede reorganizar o reconstituir por entrenamiento, basándose en la
premisa de que la repetición o práctica puede mejorar tareas de ejecución.

– Compensación: Se trata de una estrategia que intenta potenciar el empleo de


diferentes mecanismos alternativos o habilidades preservadas, asumiendo que la función
alterada no puede restaurarse.

– Sustitución: Cuando existe pérdida total de la función, se hace necesario buscar


un sustituto que disminuya el impacto del deterioro en el funcionamiento diario. Se orienta a
suministrar alternativas con estrategias de ayudas externas (agendas, alarmas, anotaciones)
o internas (técnicas visuales y técnicas verbales).
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Así mismo se pueden describir las siguientes estrategias:

- Modificaciones ambientales: comprenden cambios en factores externos que


tienden a aumentar la autonomía del paciente. Se componen de la simplificación de tareas o
supresión de la necesidad de hacer ciertas tareas o permitir más tiempo para completarlas;
la utilización de soportes externos como carteles, flechas indicadoras, etiquetas,
calendarios, relojes y programas diarios de actividades; y la modificación de parámetros
ambientales para reducir distracciones.

- Aproximaciones compensatorias: intentan entrenar conductas o habilidades


compensatorias, lo cual puede incluir una nueva conducta o habilidad. El paciente debe
cambiar sus expectativas y adaptarse a esta nueva situación, seleccionando nuevas tareas
y flexibilizando sus propios criterios en cuanto a lo que le resulta exitoso.

-Intervenciones directas: se refiere a procedimientos que tienden a mejorar o


restaurar algunas habilidades o capacidades cognitivas mediante la actuación directa sobre
ellos. El procedimiento consiste en estimular y mejorar las capacidades cognitivas alteradas
mediante el ejercicio repetitivo.

“El éxito real de la rehabilitación se consigue sólo cuando es posible generalizar lo entrenado a
situaciones similares de la vida cotidiana” (Muñoz Céspedes, Tirapú Ustárroz, 2001).

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