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INTRODUCCIÓN A LA METAÉTICA – Prof.

Carolina Pallas
Material en revisión elaborado en el marco del curso del
Profesorado de Filosofía/Modalidad Semipresencial – CFE

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Contenido: Metaética

No cognitivismo ético

1. Emotivismo: rechazo del realismo moral. La naturaleza de


los juicios éticos y la negación de la racionalidad en ética.
Críticas al emotivismo.

2. Relativismo: normativo y metaético. Críticas al


relativismo.

Lecturas
 El Subjetivismo: James Rachel. En Peter Singer (ed.),
Compendio de Ética. Alianza Editorial, Madrid, 1995 (cap. 38, págs. 581-
592)

 El Relativismo: David Wong. En Peter Singer (ed.), Compendio


de Ética. Alianza Editorial, Madrid, 1995 (cap. 39, págs. 593-604)

 Selección de Textos

Índice

I. Introducción a la Metaética

II- Clasificación de las teorías metaéticas: cognitivistas y no cognitivistas.

III- Teorías no cognitivistas


a- Emotivismo
b- Relativismo

 Otra teoría metaética no cognitivista: Prescriptivimo

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I- Introducción a la Metaética
Como señalábamos al inicio del curso de Ética se distinguen niveles de reflexión en la propia
disciplina, tales como la ética normativa y la metaética.
La ética normativa propone criterios, pautas de comportamiento, no es una mera
descripción de ellos, sino que se hacen juicios de valor y juicios normativos. Responde a
cuestiones tales como: ¿Qué es bueno? ¿Cuándo algo es bueno?, presentando cuáles son las
razones para adoptar un criterio u otro. En el módulo de Hume nos encontramos con otro
nivel de discusión, ya que el filósofo analiza las características de los juicios éticos, su
significado, su función y su alcance, entre otros aportes examina la diferencia entre el “es” y
el “debe ser”, y la posibilidad o imposibilidad de derivar el “debe” de un “es”. En el estudio
de Hume nos enfrentamos a cuestiones de metaética.
En general, toda teoría ética normativa contiene implícita o explícitamente una postura
metaética.
La metaética es una disciplina filosófica que se ocupa del estudio de los juicios morales, del
significado de términos como “bueno”, “malo”, “correcto”, y de las posibilidades de
justificación de los juicios morales y de la objetividad o subjetividad de estos.
Los problemas que enfrenta no es, por ejemplo, cuál es la norma correcta, sino cómo
podemos fundamentarla: ¿Qué tipo de razón es una razón válida para dar sustento a un
juicio normativo? Es un metalenguaje descriptivo acerca de un lenguaje o discurso
normativo: ¿qué se entiende por bueno? ¿qué tipo de evidencia o razonamiento constituyen
una justificación válida de normas, criterios o valores morales? Se ocupa de la justificación
y de la fundamentación de los juicios morales, busca el criterio de validez ética, es una
reflexión sobre la ética.

La metaética es una disciplina filosófica cuyo centro de interés es el análisis del lenguaje moral.

El Principia Ethica de G. E. Moore, de 1903, es considerado su carta de


nacimiento, aunque en él que ni siquiera se menciona la palabra ‘metaética’
(deudora de la posterior distinción de Russell entre lenguaje y metalenguaje). Pero
sí se otorga particular importancia en esa obra al análisis de los predicados ‘bueno’
y ‘malo’ como propiedades definitorias de los juicios éticos.

Nótese que la acción humana, por un lado, y la metafísica, por el otro, dejan de
ocupar el centro de atención en la filosofía moral analítica, reemplazadas por el
lenguaje moral. La metaética como tal no intenta responder, como lo hizo la tradición filosófica,
interrogantes tales como “¿qué es ‘lo bueno’?”, sino problemas más modestos como “¿qué hace una
persona cuando habla acerca de lo ‘bueno’?”, o bien ¿qué características son propias del lenguaje
moral? Se trata, en suma, de un discurso elucidatorio que se ocupa a su vez de otro discurso, el
moral. Uno de los logros de las corrientes analíticas consistió en replantear el problema en torno a
la objetividad de la ética en el terreno del lenguaje, dando lugar a fructíferas discusiones filosóficas.

Desde el Principia Ethica y su intento por definir la palabra ‘bueno’, la metaética ha crecido
notoriamente en su alcance. Actualmente incluye no sólo asuntos relativos al significado y uso de
los términos y las proposiciones morales, y más en general a todo desbrozamiento conceptual ligado
a tales temáticas, sino también cuestiones vinculadas a la posible lógica de los enunciados morales.

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Y quizás su función más importante sea de carácter epistemológico: establecer el modo en que
podrían fundamentarse, si esto es posible, los juicios normativos o de valor. Es decir que, aunque en
la metaética prima una pretensión de neutralidad normativa y valorativa de sus análisis, su hacer está
estrechamente relacionado con la cuestión de la validez de las proposiciones morales. En ese sentido,
la metaética puede examinar la validez de al menos parte de los argumentos utilizados por las
diferentes propuestas ético-normativas, que intentan a su vez fundamentar la aceptación de los
principios éticos que proponen como válidos.
Extraído de Nicolás Zavadivker: La ética y los límites de la argumentación moral
Fac. de Filosofía y Letras de la UNT, 2011. pp. 12 a 16)

II- Clasificación de las teorías metaéticas


La pregunta central que contestan las teorías metaéticas puede formularse de la siguiente
manera: en la medida que los juicios morales no son descripciones de hechos, tienen una
carga semántica distinta y tienen un plus de significación: ¿expresan alguna forma de
conocimiento? Encontramos dos grandes grupos de teorías que intentan responder a esta
pregunta:

Cognitivismo: afirman que es posible la argumentación racional de la moral. La Ética es


un ámbito más del conocimiento humano cuyos enunciados pueden ser considerados
Verdaderos o Falsos en un sentido ético. Hay “analogía” entre proposiciones normativas y
descriptivas en la media que implican o trasmiten un tipo de conocimiento. Hoy por hoy se
entiende congnitivo en un sentido más amplio el poder argumentar racionalmente que la
norma sea correcta o incorrecta, hay validez normativa ya que una norma es
racionalmente argumentable.

No cognitivismo: sostienen que no es posible la argumentación moral, sólo es posible


argumentar en el ámbito cognoscitivo-descriptivo-fáctico. Cómo es algo ajeno al
conocimiento se niega que se pueda hablar en ética de juicios verdaderos o falsos, o con
pretensiones de validez. Los juicios éticos no tienen sentido: no pueden verificarse. Afirman
que no es posible demostrar la bondad moral por medios racionales.

VER: Una ética sin fundamentos: de Nicolás Zavadivker: Univ. Nacional de Tucumán, 2004.

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Nicolás Zavadivker: La ética y los límites de la argumentación moral

Desde una perspectiva metaética, las principales posiciones en torno a estos asuntos son las
siguientes: por un lado se encuentran quienes consideran que existen verdades morales y
que éstas pueden conocerse; y por otro quienes sostienen que no es posible tal conocimiento.
Los primeros de ellos son llamados cognitivistas (o descriptivistas); y los segundos no
cognitivistas (o no descriptivistas), en tanto descreen que exista un genuino conocimiento
moral.
Dentro del cognitivismo se reconocen usualmente posiciones naturalistas y transnaturalistas. Las
posiciones naturalistas, vinculadas al intento por fundamentar la ética en el orden de la naturaleza
(sea la naturaleza humana o la naturaleza de las cosas), sostienen que los términos morales
(bueno, justo, deber, etc.) pueden ser reducidos sin pérdida de significado a términos no morales.
Los juicios de valor, en ese sentido, no son de índole diferente a los enunciados que describen
alguna propiedad natural. Un ejemplo clásico de esta postura está dado por el utilitarismo, que en
su dimensión metaética sostiene que decir que una acción es buena es decir -aproximadamente-
que sus consecuencias proporcionarán la mayor felicidad a la mayor cantidad de gente.
Las posiciones transnaturalistas, en cambio, definen los conceptos morales en términos
metafísicos o teológicos. Así, por ejemplo, pertenece a esta categoría la teoría de inspiración
religiosa que considera que todo valor y mandato objetivo emana de la mera voluntad de Dios,
por lo que los pronunciamientos divinos constituyen el fundamento veritativo de los juicios de
valor. “Bueno” significaría algo así como “ordenado por Dios”.
Un tercer tipo de posición cognitivista está dado por el intuicionismo, defensor de la
imposibilidad de definir los términos morales. Este se caracteriza por interpretar las palabras
morales como descripciones de cualidades morales irreductibles a cualquier realidad empírica o
transempírica. Esta postura suele venir acompañada de la creencia en un reino autónomo de
valores, al que no se puede acceder por las vía ordinarias de conocimiento; de allí que postulasen
la existencia de una intuición moral (o de alguna otra facultad) que permita captar lo valioso o lo
que debe hacerse. Quienes más explícitamente sustentaron esta concepción en la filosofía
contemporánea fueron los británicos Moore, Ross y Prichard; pero también los alemanes Scheler
y Hartmann fueron, desde posiciones más cercanas a la fenomenología, intuicionistas.
Quisiéramos sugerir la posible existencia de un nuevo tipo de propuesta metaética cognitivista,
que no suele ser tenida en cuenta en las clasificaciones sobre el tema, a la que podríamos
denominar ‘racionalista’. La misma es sostenida por algunos pensadores vinculados al intento por
rehabilitar la razón práctica. El racionalismo ético no es, primariamente, una posición metaética
pero, como toda postura ético-normativa, posee tácita o explícitamente una visión del
funcionamiento de los términos morales. Una postura racionalista claramente metaética es la que
afirma que decir que algo es ‘bueno’ es decir que contamos con buenas razones que avalan esa
calificación. Así, por caso, dice el racionalista James Rachels:
“Un juicio moral -o bien, para el caso, cualquier tipo de juicio de valor- debe estar apoyado en buenas
razones. Si alguien te dice que una determinada acción debería ser mala, por ejemplo, tú puedes preguntar
por qué debe ser mala, y si no te ofrece una respuesta satisfactoria, puedes rechazar el consejo por falta de
fundamento. […] No se trata simplemente de que sería bueno tener razones para nuestros juicios morales.
La idea es más fuerte. Uno debe tener razones, o de lo contrario no estará formulando juicio moral alguno”.1

Adviértase que la intención de Rachels no es proponer un ideal (“No se trata simplemente de que
sería bueno tener razones para nuestros juicios morales”), sino la de ofrecer un criterio para
determinar cuando estamos ante un juicio de valor. (...)

1
James Rachels, “El subjetivismo”, en Peter Singer (comp.), Compendio de Ética, Alianza Editorial, Madrid, 1995, p. 589.

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Por su parte, los propios Apel y Habermas, principales representantes de la ética del discurso,
consideraron que su posición –referida primariamente a juicios normativos- puede ser calificada
como cognitivista; pero nos parece claro que su postura no puede equiparase ni al cognitivismo
naturalista, ni al transnaturalista, ni al intuicionista.
En líneas generales, los pensadores enrolados en la posición metaética que hemos denominado
cognitivismo racionalista consideran que los juicios de valor detentan pretensiones de validez.
Así, enunciar un juicio de valor implicaría, por ejemplo, considerar que el mismo pretende ser
aceptable racionalmente o que aspira a una validez intersubjetiva que cualquiera, en condiciones
ideales, debería reconocer.
Las diversas posiciones mencionadas (naturalismo, transnaturalismo, intuicionismo,
racionalismo) tienen de común el hecho de considerar que existe un fundamento de la moral, que
tal fundamento puede establecerse objetivamente y –en su aspecto metaético- que los enunciados
morales reflejan algún tipo de conocimiento moral.2

Dentro del no-cognitivismo metaético, que niega explícitamente la última tesis y cuestiona
tácitamente las dos anteriores, las posiciones más importantes son el emotivismo y el
prescriptivismo.3
Las versiones más conocidas del emotivismo (todas ellas del siglo XX) son debidas a Alfred
Ayer4 y a C. L. Stevenson5. Ayer, filósofo británico ligado al Positivismo Lógico, sostuvo que
cuando se pronuncia un juicio de valor no sólo no se afirma nada sobre algún objeto del mundo
(como piensa en general el objetivismo), sino tampoco sobre el estado personal de ánimo (como
sostiene el subjetivismo). Decir que es algo es “bueno” o “malo” sólo expresa un sentimiento de
aprobación o desaprobación por ese algo. Pero expresar no es lo mismo que afirmar: decir “Robar
dinero es malo” es como decir “¡¡Robar dinero!!”, con un particular tono de horror. “Malo” no
agrega ninguna información: sólo manifiesta un sentimiento de desaprobación, del mismo modo
que “¡Ay!” no es una afirmación acerca de un dolor que se siente, sino la expresión de ese dolor.
El lenguaje moral es, pues, esencialmente emotivo, no informativo, por lo que sus juicios no son
ni verdaderos ni falsos.
En la particular versión del emotivismo debida a C. L. Stevenson, se destaca no tanto la función
expresiva como el carácter “magnético” de los términos éticos, esto es, su capacidad para influir
en la opinión y en el curso de la acción de las personas. Así, para Stevenson, aceptar que algo es
bueno nos haría en principio tender a obrar en su favor.
El prescriptivismo, por su parte, también niega que los juicios morales representen cierto tipo de
hechos, pero afirma que su especificidad consiste en prescribir comportamientos más que en
expresar emociones. Ahora bien, las prescripciones morales parecen diferir de cualesquiera otras.
Para R. M. Hare, principal representante de esta posición, lo que distingue a los juicios éticos de
otras formulaciones prescriptivas es su condición de universalizables: cuando una persona dice
que X ‘debe hacer algo’ se compromete a aceptar que cualquiera, en iguales condiciones, deba
hacer lo mismo.6 Extraído de Nicolás Zavadivker: La ética y los límites de la argumentación moral
(Fac. de Filosofía y Letras de la UNT, 2011. pp. 32 a 34)

2
Existen algunas excepciones a lo afirmado en este último párrafo. Así, por ejemplo, el subjetivismo puede ser considerado como un caso de naturalismo, y no necesariamente viene acompañado de la
creencia en la posibilidad de fundamentar la ética.
3
Igualmente existen otras, tales como el imperativismo de Carnap. Hay autores que incluyen también al decisionismo.
4
Ayer, Alfred Lenguaje, verdad y lógica, Buenos Aires, Eudeba, 1971, cap. VI “Crítica de la ética y la teología”.
5
Stevenson, C. L. Ética y lenguaje, Paidós, Buenos Aires, 1971.
6
Ver Richard M. Hare, “La estructura de la ética y la moral”, en Dianoia, Anuario de Filosofía, nº XXXIV, 1988. Como se percibe, esta postura incorpora algunos elementos provenientes de la tradición
racionalista en ética.

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UNA PROPUESTA DEL COGNITIVISMO ÉTICO

Habermas:

¿AFECTAN LAS OBJECIONES DE HEGEL A KANT TAMBIÉN A LA <ÉTICA


DEL DISCURSO>?

En “Aclaraciones a la Ética del Discurso” (1991)

(1): ¿Qué significa ética del discurso?

Permítanme antes que nada explicar el carácter deontológico, cognitivista, formalista y


universalista de la ética kantiana.

Como Kant pretende limitarse estrictamente al conjunto de los juicios normativos susceptibles de
fundamentación, tiene que partir a su vez de un concepto estricto de moral. Las éticas clásicas se
habían referido a todas las cuestiones de la <<vida buena>>; la ética de Kant sólo se refiere ya a
los problemas relativos a la acción correcta o justa. Los juicios morales explican cómo pueden
solucionarse los conflictos de acción sobre la base de un acuerdo racionalmente motivado. En un
sentido amplio sirven para justificar acciones a la luz de normas válidas o la validez de normas a
la luz de principios dignos de reconocerse. Pues el fenómeno básico que la teoría moral ha de
abordar y explicar es la validez deóntica, el deber ser, de mandatos y normas de acción. En este
aspecto hablamos de una ética deontológica. Ésta entiende la rectitud de las normas o mandatos
por analogía con la verdad de una oración asertórica. Ello no obstante, la <<verdad>> moral de las
Sollsätze, es decir, de las <oraciones de deber> u oraciones deónticas (o proposiciones deónticas)
no debe asimilarse, como ocurre en el intuicionismo anglosajón o
en la ética germana de los valores, a la validez asertórica de las
oraciones enunciativas. Kant no confunde la razón teórica con la
razón práctica. Yo entiendo la validez normativa como una
pretensión de validez análoga a la de verdad.

En este sentido hablamos también de una ética cognitivista. Ésta


tiene que poder responder a la cuestión de cómo fundamentar los
enunciados normativos. Y aun cuando Kant elija la forma de un
imperativo (<<Actúa sólo conforme a aquella máxima de la que al
tiempo puedas querer que se convierta en una ley universal>>),
el imperativo categórico adopta el papel de un principio de
justificación que selecciona y distingue como válidas las normas
de acción susceptibles de universalización: lo que en sentido
moral está justificado tienen que poderlo querer todos los seres
racionales.

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En este aspecto hablamos de una ética formalista. En la ética del discurso el lugar del imperativo
categórico lo ocupa el procedimiento de la argumentación moral. Y así cabe establecer a partir
de él el principio <D>, que dice: sólo pueden pretender validez aquellas normas que pudiesen
contar con el asentimiento de todos los afectados como participantes en un discurso práctico.

A su vez, el imperativo categórico queda rebajado a un principio de universalización <U>, que


adopta en los discursos prácticos el papel de una regla de argumentación:

- en el caso de normas válidas los resultados y consecuencias laterales que, para la satisfacción
de los intereses de cada uno, previsiblemente se sigan de la observancia general de la norma
tienen que poder ser aceptados sin coacción alguna por todos.

Finalmente llamamos universalista a una ética que afirma que este principio moral (u otro similar)
no sólo expresa las intuiciones de una determinada cultura o de una determinada época, sino que
tiene una validez general. Sólo una fundamentación del principio moral que, por tanto, no se
limite a recurrir a un factum de la razón, puede desmentir la sospecha de no tratarse de otra cosa
que de una falacia etnocéntrica. Hay que poder demostrar que nuestro principio moral no se limita
a reflejar los prejuicios de los actuales europeos adultos, blancos, varones, y provenientes de las
capas burguesas. No entraré en esta parte de la ética, la más difícil de todas, sino que me limitaré
a recordar las tesis que, en lo tocante a ello, la ética del discurso sostiene: todo aquel que trate
en serio de participar en una argumentación, no tiene más remedio que aceptar implícitamente
presupuestos pragmático-universales que tienen un contenido normativo; el principio moral puede
deducirse entonces del contenido de estos presupuestos de la argumentación con tal que se sepa
qué es eso de justificar una norma de acción.

Habermas: “Teoría de la acción comunicativa. Tomo 1” (Ed. Taurus, 1992. p. 420)

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III- Teorías no cognitivistas

Las teorías no cognitivistas tienen en común que entienden que sólo es posible fundamentar
en el ámbito de enunciados de hechos, y por tanto son los únicos que permiten un
conocimiento verdadero o falso. En Ética no es posible la argumentación moral, entonces:

¿Qué es lo que hacemos cuando pronunciamos un enunciado ético?

Presentaremos dos teorías metaéticas que responden a esta pregunta:

 Un enunciado ético expresa los sentimientos del hablante (Subjetivismo), expresan


una actitud moral y son un medio para influir en las acciones de los otros
(Emotivismo)

 Un enunciado ético manifiesta un punto de vista contingente a la cultura o a el


contexto histórico (Relativismo)

Ver Prescriptivimo: el lenguaje moral pertenece a la función del lenguaje que se denomina
prescriptiva o imperativa: aquella que tiene por objeto orientar la conducta práctica.

a- Emotivismo: ver “El Subjetivismo: ” de James Rachels

El punto de partida es la posición de Hume, llamada subjetivismo, la que sostiene que no


hay “hechos” morales, por ello al afirmar que “x es bueno” o “ x no es bueno” el hablante
sólo expresa sentimientos o deseos.

D. Hume: Tratado de la Naturaleza Humana. Libro III: Acerca de la moral. Parte I, Sección I.

“¿Pero puede haber alguna dificultad en probar que el vicio y la virtud no son hechos
cuya existencia podamos inferir por la razón? Tomad cualquier acción reconocida
como viciosa, por ejemplo, un asesinato intencional. Desde cualquier ángulo que lo
consideréis, sólo encontraréis ciertas pasiones, motivos, voliciones y pensamientos.
No hay ningún otro hecho en el caso. El vicio se nos escapa por completo en cuanto
consideráis el objeto. Nunca lo encontraréis hasta que dirijáis la reflexión a vuestro
propio pecho y descubráis un sentimiento de desaprobación que surge en vosotros
hacia esa acción. He aquí un hecho, pero es objeto del sentimiento, no de la razón.
Reside en vosotros, no en el objeto.”

Frente a las críticas que recibe el subjetivismo, algunos filósofos del siglo XX presentan una
reformulación de la tesis simple del subjetivismo. El emotivismo aparece como una
superación del subjetivismo, aunque no está exento de críticas.

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El emotivismo afirma que en el lenguaje moral sólo se expresan ciertas emociones su


función es persuadir a los demás para que sientan lo mismo. Los juicios éticos no realizan
ninguna afirmación -por ejemplo: expresar un dolor ("Ay!") es distinto que afirmar que se
lo siente-. Estos juicios son ni verdaderos ni falsos; por lo tanto carece de sentido hablar de
verdades morales o de un conocimiento moral -no se admiten criterios racionales para
determinar la validez de los juicios de valor-.

Sus representantes más destacados:


El filósofo estadounidense Charles Leslie Stevenson y
El filósofo británico Alfred Jules Ayer

 Charles L. Stevenson (1908-1978)

Stevenson afirma que en los enunciados éticos puede distinguirse un contenido descriptivo
y un contenido imperativo indefinido; éste es el propiamente moral. Así, en «esto es bueno»,
hay una descripción y la sugerencia a que otro mantenga la misma actitud que uno tiene a
su respecto («yo lo apruebo y tú deberías también aprobarlo»).
Stevenson destaca no tanto la función expresiva de los términos morales como su capacidad
para influir en la opinión y en el curso de la acción de las personas. Así, para Stevenson,
aceptar que algo es bueno nos haría en principio tender a obrar en su favor.
Por ejemplo, un juicio de valor como “La solidaridad es buena” además de expresar una
emoción significaría “Tu deberías ser solidario”. De modo que los juicios de valor no sólo
tendrían un valor expresivo, sino que mediante ellos se pretendería ejercer una presión
normativa sobre su interlocutor, persuadirlo de que realice ciertas acciones.

 Alfred Jules Ayer (1910-1989)

Para Alfred J. Ayer, típico representante del positivismo lógico e introductor del mismo en
el mundo de habla inglesa, es el más radical de los emotivistas.
Sostiene que un enunciado moral, carece de todo valor cognoscitivo y descriptivo, no
afirman nada ni sobre algún objeto del mundo (como aseveran las posturas objetivistas) ni
sobre el estado personal de ánimo del enunciador (como supone el subjetivismo): sólo
expresan ciertas emociones.
Expresar no es lo mismo que aseverar: decir “Robar dinero es malo” es como decir “¡¡Robar
dinero!!”, con un particular tono de horror. “Malo” no agrega ninguna información: sólo
manifiesta un sentimiento de desaprobación, del mismo modo que “¡Ay!” no es una
afirmación acerca de un dolor que se siente, sino la expresión de ese dolor. Al no ser
afirmaciones, estos juicios no son ni verdaderos ni falsos, dado que se trata de
pseudoenunciados y los conceptos éticos, como “bueno”, son pseudo-conceptos, que no
agregan ningún tipo de información sobre la acción evaluada.
Niega, a su vez, que se pueda argumentar sobre valores: cuando creemos hacerlo sólo
argumentamos sobre los hechos que rodean a nuestras valoraciones.

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b- Relativismo ver “El Relativismo” de David Wong

El relativismo parte del hecho irrefutable de que existen distintas; e incluso opuestas;
valoraciones, normas, obligaciones y prohibiciones morales, según las culturas y los
contextos históricos (relativismo cultural descriptivo).

A partir de este factum, sostiene que no hay forma de decidir, entre valores y conductas
morales opuestas cuál es la correcta y cuál la incorrecta; o bien que hay opiniones éticas
conflictivas y opuestas que son igualmente aceptables moralmente, o que todos los códigos
morales tienen igual valor moral.

Se opone a posturas universalistas que sostienen que frente a normas éticas en conflicto sólo
puede existir una acción correcta: ambas no pueden tener razón por igual.

El relativismo metaético niega la existencia de enunciados éticos con validez universal: no


hay verdad ni justificación moral más valida que otra, las “justificaciones” son relativas a los
sujetos, culturas o contingencias históricas.

Entonces, no es posible juzgar o intentar que se adecuen a nuestros valores, quienes tienen
normas diferentes; y por ello tampoco intervenir.

"Sobre lo justo y lo injusto, lo bueno y lo malo sostengo con toda firmeza que,
por naturaleza, no hay nada que lo sea esencialmente, sino que es
el parecer de la colectividad el que se hace verdadero cuando
se formula y durante todo el tiempo que dura ese parecer".

Protágoras de Abdera (sofista griego, 481-401 a.C.)

VER: Chris Gowans: Moral Relativism, Stanford Encyclopedia of Philosophy (2015)

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PRESCRIPTIVISMO
El prescriptivismo es otra de las metateorías no cognitivas sobre la ética, según la cual los
enunciados éticos expresan prescripciones o mandatos, pero de tal índole que en el fondo
permiten adoptar criterios de discusión sobre las argumentaciones morales (con lo que, en
este aspecto, esta teoría sobre «qué es bueno o moral» deja de ser meramente no cognitiva).

Esta teoría sostiene que las características propias de un enunciado moral son los criterios
formales de prescriptividad y universalización.
Un enunciado es, pues, un principio moral si y sólo si es:
- un enunciado prescriptivo, que manda o aconseja hacer o no hacer algo
determinado, que es, a la vez,
- universalizable, que se impone a todos y en cualquier circunstancia.

El lenguaje moral pertenece, por consiguiente, a la función del lenguaje que se denomina
prescriptiva o imperativa: aquella que tiene por objeto orientar la conducta práctica.

 Su principal representante es Richard M. Hare (Reino Unido, 1919-2002)

Su punto de vista es que lo moral es aquello que se presenta como un «mandato


universalizable», esto es, un enunciado ético es un juicio prescriptivo, que puede ser un
imperativo, una norma o un juicio de valor, o valoración. Un imperativo se impone a una
persona, porque ésta admite normas, y éstas debe admitirlas porque participa de la común
aceptación de unos valores en los que socialmente se halla inmerso. «No matarás» es un
imperativo; si se pregunta «¿por qué?», se responde que «hay que respetar la vida de los
demás (a menos que ponga en peligro la propia)», norma ética, a la que, si se pregunta «¿por
qué hay que respetar la vida de los demás?», puede responderse: porque la vida humana se
considera un valor supremo. Al decir «no matarás», se expresa también la adhesión personal
a un principio que expresa un valor universal y, por lo mismo, quien hace un juicio moral
que prohíbe o prescribe una acción determinada, afirma también que la prescribe y prohíbe
para cualquier ocasión, persona o situación.

VER:
Hare,R.M: EL PRESCRIPTIVISMO UNIVERSAL.
En Peter Singer (ed.), Compendio de Ética.
Alianza Editorial, Madrid, 1995 (cap. 40, págs. 605-620)

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