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LA ESTATUA DE FRANCISCO PIZARRO EN LIMA.

HISTORIA E
IDENTIDA NACIONAL

AUTOR: RAFAEL VARÓN GABAI

RESEÑA DE: PABLO GRANDE RUIZ

Los datos que vamos a trabajar para esta reseña están recogidos de un artículo
escrito por el profesor Rafael Varón Gabai y publicado en la Revista de Indias en 2006,
se trata de una colaboración con el Ministerio de Educación y Ciencia y con el Consejo
Superior de Investigaciones Científicas de España.

Rafael Varón Gabai ha sido viceministro del Patrimonio Cultural y director del
Museo Nacional de Arqueología, antropología e Historia del Perú. Doctor en Historia
con grado de Bachiller, es especialista en el rescate y la difusión de valores culturales
dependientes del patrimonio cultural y documental de su país.

Presentamos un relato mezcla de historia y controversia, una imagen de lo que


fue, lo que es y lo que en realidad simboliza la historia reciente del Perú para su
sociedad. El autor nos sumerge en un rencuentro histórico a través de una de las estatuas
que representan la figura del conquistador Francisco Pizarro, concretamente la que se
encuentra en la capital de la Republica del Perú, Lima. Esta imagen, su simbología, su
controversia, su significado en definitiva, conforma una de las pocas esculturas en la
actualidad que conmemoran el significado de lo que fueron los conquistadores
españoles en Hispanoamérica. A la vez que intenta crear controversia y debate, Varón
Galbai nos hace una descripción del proceso de fabricación y de los lugares donde están
expuestas las diferentes estatuas gemelas que realizó el artista Charles Cary Rumsey.

Consideramos que nos interesa analizar este trabajo desde un planteamiento


controvertido, intentar sacar la esencia de lo que pensamos ha querido el autor reflejar,
el cual ha manifestado su intención a través de un análisis del pensamiento de la
población peruana actual en relación con el impacto que tuvo y tiene la conquista en
esta sociedad y lo que en realidad puede representar en estos momentos la figura de
Pizarro para ellos como fundador de esta gran nación y como consecuencia, como cierto
responsable de esa identidad peruana que surgió después de la conquista. Un problema
aun no resuelto en un país fragmentado que carece de una visión homogénea de su
destino.

En la mentalidad del peruano todavía no se ha sabido asimilar el hecho histórico


de la conquista, entendiéndola como una muestra de humillación a su propia autoestima.
Se ha manifestado hasta la saciedad que Pizarro es el único conquistador en
Hispanoamérica al que se honra con un monumento. ¿Pérdida de autoestima o falta de
seguridad en cuanto a su identidad? Tal vez falta de conocimientos históricos
entrelazados con ese manto de leyenda negra que desde diferentes ámbitos de la
historiografía han oscurecido la esencia de lo que aconteció en un determinado
momento de la historia de América. Son los peruanos los que deben reencontrarse con
su legado colonial a la vez que deben estar orgullosos también de su legado
prehispánico a través de su pasado indigenista o incaísta

La ciudad que con orgullo fundara nuestro gran conquistador extremeño


Francisco Pizarro, sufriría las consecuencias de un recuerdo cada vez más exiguo entre
el pensamiento de su sociedad con respecto a su identidad, esto se evidencia si
analizamos el recorrido simbólico que ha manifestado la escultura de Pizarro, la cual fue
alejada de su lugar privilegiado en el centro de Lima, siendo en la actualidad “olvidada
y descabalgada” en un parque aledaño de la capital.

Lo que representa la estatua de Pizarro, ha sido motivo de controversia y debates


desde su inauguración y ubicación en el centro de la capital limeña un 18 de enero de
1935. Desde ese preciso momento ha sufrido hasta tres reubicaciones, alejándola cada
vez más del centro de la ciudad. Su primera ubicación en el atrio de la catedral ya fue
señalada en su momento como un "acto arbitrario que no tuvo discusión pública", en
esos momentos la Iglesia católica y un grupo de feligreses veían en el conquistador a un
personaje alejado de los principios de su fe, por lo que en 1952, bajo la gestión del
alcalde Luis Dibós, fue reubicado a un lado del Palacio de Gobierno. Esta nueva
ubicación también generó críticas, pues los principales periódicos protestaron debido a
que, al no encontrarle un lugar, Dibós decidió demoler una de las casonas más antiguas
de la ciudad para reubicar la estatua. La colocación del monumento en la plazoleta que
se llamó de Pizarro no calmó los ánimos, y las discusiones sobre su ubicación
continuaron a lo largo del tiempo. Fue el arquitecto y regidor (concejal) municipal
Santiago Agurto Calvo quien retomó en 1997 las iniciativas para que la escultura de
Pizarro fuera retirada de manera definitiva de la Plaza de Armas. Se aprobó ese retiro
pero no fue llevado a cabo porque se discutía si había que retirarla y colocar una figura
menos belicosa, sin la espada desenvainada o una que represente a Pizarro como
fundador. Años después, durante la primera gestión del alcalde Luis Castañeda, y en la
madrugada del 28 de abril de 2003, un grupo de obreros retiraron la escultura de la
plaza Pizarro, y la trasladaron a un depósito municipal. Este retiro se hizo con
autorización del Instituto Nacional de Cultura y tuvo el apoyo de muchas personas,
aunque también había detractores. En esos momentos se manifestaron dos posturas: una
que defendía la figura de Pizarro como el representante del Perú mestizo y moderno, y
la otra, que subrayaba que este fundó una sociedad excluyente con graves consecuencias
en el desarrollo de la identidad del país.

El conquistador permaneció en el depósito unos meses antes de su traslado


definitivo al Parque de la Muralla, ubicado en la ribera del río Rímac, donde hoy los
guías turísticos a veces comentan que se trata en realidad, de una escultura de Hernán
Cortés, el conquistador de México, que "por equivocación llegó a parar a Lima".

Después de todos estos muchos años en los cuales ha estado apartada la


escultura del interés estratégico de la ciudad de Lima, nadie se ha preocupado,
supuestamente por su destino. En su nueva y definitiva por el momento ubicación, la
estatua no ha perdido solo su densidad histórica sino también el aura de poder que
mantenía en el centro de la ciudad.

Seamos prácticos y confiemos en una reestructuración desde los pilares de la


cultura peruana, para que la identidad de su país no recaiga solamente en civilizaciones
prehispánicas asentadas en sus territorios sino que también den relevancia a los hechos
históricos acontecidos después de la conquista, pues ellos forman parte de lo que hoy es
en su esencia el conjunto de la sociedad peruana. El Perú es un país mestizo, y por lo
tanto debe reconocer y representar pública y simbólicamente sus dos vertientes: la
española y la indígena.
Como conclusión después de hacer un resumen analítico de los datos que el
autor nos aporta, se nos ha ocurrido la idea de manifestar a modo de ejemplo el sentido
de la posverdad y manipulación que atañe de alguna forma al pueblo peruano.

¿Qué le interesa a la sociedad peruana en general: creer que el conquistador


extremeño era un don nadie que se fue a América y se convirtió en un cacique
sanguinario o pensar que era un hombre inteligente hijo de una familia noble de
Trujillo, experto en el arte de la guerra, tras su paso por los tercios de Italia, y que
conquisto el Perú, siendo un ejemplo de buen gobierno como demostró imponiendo
leyes a la ciudad de Cuzco y al prohibir que se mataran a los nativos del lugar si no era
en batalla?

Reconozcámoslo: lo que realmente interesa, lo sensacionalista y digno de


atención, es la historia del don nadie que conquista un imperio y masacra a los
aborígenes enriqueciéndose de esa forma tan sanguinaria.

Aquí nos encontramos con un ejemplo apasionante de posverdad histórica.


Pizarro era hijo bastardo de Gonzalo Pizarro y de una chica campesina empleada con
unas monjas, y era nieto del regidor de Trujillo. No se fue al Perú por ser pobre, sino
por imitar a su padre, capitán de los Reyes Católicos, tras pasar un tiempo en el ejército
de Italia. Derrotó a los incas a base de inteligencia, estrategia y sorpresa y se negó a que
Atahualpa fuera ajusticiado y a que se masacrara a los indígenas en tiempos de paz.

Todo esto se recoge en un libro de María del Carmen Martín Rubio 1, “Francisco
Pizarro”, biografía rigurosa basada en la verdad, no en la posverdad emocional o
manipulación histórica del cronista Bernal Díaz del Castillo (1492-1585), que, por
defender a Hernán Cortés, menospreció a Pizarro y se inventó su condición de don
nadie.

Es complicado luchar contra la posverdad de Díaz del Castillo, o contra las


falsedades interesadas de la Leyenda Negra manipulada por Flandes, Francia e
Inglaterra. El sentimiento de nación duele, nosotros como españoles solemos decir que
“me duele España”, los peruanos usan esta otra expresión en forma de pregunta
“¿Cuándo se jodió el Perú?”. Las respuestas en el país son múltiples, pero las más

1
María del Carmen Martín Rubio es doctora en Historia de América por la Universidad Complutense de
Madrid, colaboradora del consejo Superior de Investigaciones Científicas y perteneciente a la Asociación
Española de Americanistas.
recurrentes convergían todas en las que descalificaban la figura de Pizarro. Aquí
tenemos la posverdad y manipulación como explicación a los problemas de un país.

Afortunadamente, la historiografía moderna peruana está recuperando la verdad.


Los catedráticos de las universidades andinas están investigando la figura del extremeño
con rigor y los sectores más avanzados del país empiezan a verlo como padre del Perú y
como a un ser más humano y valiente que codicioso y asesino. Aún queda mucho para
que la posverdad de Pizarro desaparezca del imaginario colectivo peruano.

A modo de reflexión podemos decir para finalizar que en general todos los
conquistadores han sido muy maltratados. Documentos sacados a la luz por
historiadores como Guillermo Lohmann Villena2, han demostrado recientemente que el
auténtico Francisco Pizarro se parece poco al que presenta la leyenda negra. Pizarro
tenía un objetivo muy claro, al que dedicó la mayor parte de su vida: conquistar los
territorios de los que había oído hablar 20 años antes. No era una persona codiciosa ni
cruel. Murió completamente arruinado.

Lohmann Villena dedicó su vida a la investigación y, después de muchos años,


recopiló estos documentos que dan una imagen diferente. Hizo un trabajo de
documentación que muy pocos historiadores han empleado. No obstante, pensamos que
en Perú las cosas están cambiando, los catedráticos especialistas en esta parte de la
Historia quieren dejar de estudiar unos acontecimientos condicionados por una historia
parcial que no se corresponde con la realidad. De hecho, nuestro conquistador ya está
recuperado en muchos sectores como padre del país. Un Pizarro humano, valiente y
muy positivo. Habiendo en la actualidad infinidad de historiadores que le muestran de
forma benévola.

BIBLIOGRAFÍA

Varón Gabai, R. La estatua de Francisco Pizarro en Lima. Historia e identidad


nacional. Revista de Indias, 2006. Vol. LXVI, núm. 236

Martín Rubio, María del Carmen. Francisco Pizarro, Madrid: Ediciones Nobel, 2014

2
Guillermo Lohmann Villena fue un historiador, catedrático y diplomático peruano. Está considerado
como uno de los más prolíferos historiadores peruanos y el más importante especialista en la época
virreinal.

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