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Vargas Llosa, por allá del 2003, publicó un polémico artículo al que tituló Los Hispanicidas.

El
mencionado parte de la decisión de Luis Castañeda Lossio, ex alcalde de Lima, de retirar la
estatua de Pizarro de la plazuela del mismo nombre que colindaba con la municipalidad,
sustentó que dicho monumento era “lesivo a la peruanidad” y dictaminó fuera reemplazado
por la bandera del Tahuantinsuyo que, según nuestro Nobel, “nunca existió, y cabe suponer
que la está manufacturando a toda prisa algún artista autóctono y que la engalanará con
muchos colorines para que resulte más folclórica”.

El nobel peruano a su vez cuestiona el considerar a la “estirpe tahuantinsuyana” como la única


legítima de una auténtica “peruanidad” y recalca el “Todas las Sangres” de Arguedas como una
forma de entender nuestra identidad como un crisol y amalgama de culturas que
alimentándose una de otra, en mayor o menor grado se consolidan. Siendo así, coincido con
Mario. No cabe duda de que la multiplicidad de posiciones respecto al monumento de Pizarro
va más allá de un problema coyuntural y refleja una falta de visión común de los peruanos.
(que no hace más que entorpecernos)

Siendo así, creer que echando abajo la estatua de Pizarro se va a crear una nueva visión de la
nacionalidad es una memez. Porque el hecho de pretender que el ideal nacional sea
únicamente el indígena no hace más que negar esa realidad pluriétnica que tanto caracteriza a
nuestro país. Además, es necesario tener en cuenta que Francisco Pizarro no solamente
representa al fundador de Lima, o la persona que trajo la cultura occidental europea a estas
tierras, sino que también representa al gestor que inició el mestizaje racial en Perú (Tal y como
se refiere Llosa, siendo Pizarro aquel que sienta las bases de ese Perú que hoy conocemos).
Muchos peruanos tienen sangre española en sus venas, no solamente los criollos, también los
mestizos se pueden identificar con España y la Hispanidad. Por lo que, somos la mezcla de
ambas culturas y no podemos renegar ni omitir ninguna de ellas. A fin de cuentas y a modo de
conclusión, la estatua de Pizarro debe tener una plaza digna e importante que recuerde a este
personaje que es parte de la historia de nuestro país, a diferencia de lo que creen a los que el
nobel se refiere como “Hispanicidas”.

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