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La caída del Imperio Romano marca el comienzo de la Edad Media, que se caracteriza por la
decadencia de la zona al este y la continuidad del floreciente Imperio Bizantino. Europa
Occidental perdió el estándar de vida alcanzado durante el antiguo Imperio, el comercio se
restringió a un mínimo y las faenas mineras desarrolladas por los romanos en el sur de
España y en Inglaterra desaparecieron.
La demanda por productos orientales como seda y especias era alta, pero Europa no tenía
muchos productos de lujo o de alto valor que ofrecer y la exportación de materias primas, en
general, no era rentable por los altos costos de flete. Fueron los productos mineros como la
plata, el cobre, bronce y el latón los que constituyeron los principales objetos europeos que
permitieron el intercambio con el floreciente mundo islámico.
Dado que entre los siglos X y XIV el comercio en el Mediterráneo estaba en manos árabes,
también la banca internacional y el comercio del oro fueron controlados por ellos.
Uno de los principales productos exportados por los portugueses provenía de las minas de
cobre de Alemania, Tirol y Hungría que en los siglos XV y XVI estaban en manos de la casa
comercial de los Fugger, financista del emperador Carlos V (Carlos I de España).
Este aspecto es importante mencionarlo ya que está directamente relacionado a temas
históricos de interés para nosotros tales como:
· Europa fue excedentario en cobre a fines de la Edad Media y ésta es la razón por la cual los
españoles no estaban interesados en este metal en América.
· Carlos V concedió a la casa de los Fugger el monopolio del cobre, de la plata y del mercurio,
lo que permitió elevar su precio, aumentar los impuestos y con ello devolver los cuantiosos
préstamos adeudados por la casa real.
En el siglo XIV descubren que agregando plomo al baño de cobre, la plata era absorbida por
este metal y fácilmente separada al enfriar el baño. El plomo se oxidaba posteriormente
obteniéndose así plata pura. Este proceso de licuación fue uno de los principales usos del
plomo en la Edad Media. Los usos del cobre durante este periodo se muestran en el Cuadro
N° 1. Se muestran básicamente objetos de culto destacándose tres nuevos usos: la campana
de bronce para los campanarios de las múltiples iglesias construidas en aquella época, el
cañón de bronce descubierto en Italia en el siglo XIII y los instrumentos científicos y náuticos
confeccionados principalmente con latón. Cabe destacar las hermosas pilas de bautismo
medievales y los portales de bronce de las catedrales, verdaderas obras maestras de aquella
época que aún hoy asombran a los visitantes.
El Cuadro N° 2 muestra la forma en que el cobre fue usado: principalmente como bronce (Cu-
Sn), pero ya el uso del latón (Cu-Zn) comienza a tener cada vez más presencia, debido
especialmente a los adelantos técnicos y a la creación de nuevos instrumentos científicos. En
los siglos posteriores el latón pasará a ser la principal aleación del cobre.
El latón fue descubierto por los romanos, pero inicialmente su uso fue muy restringido por lo
complejo y costoso de su proceso. Con el auge de las ciudades europeas también aumentó la
demanda por esta aleación que se prestaba especialmente para objetos decorativos y
religiosos. Las primeras producciones de latón en la Edad Media se remontan al siglo X en
Dinant, Bélgica, zona rica en calamina, un carbonato de zinc que se usaba para la fabricación
de latón. Esta zona metalífera de zinc y plomo se extendió hasta Aquisgrán y Colonia en
Alemania.
Rápidamente los artesanos de Dinant se adueñaron del mercado y sus productos se hicieron
famosos en toda Europa. La introducción de los martillos hidráulicos (siglo XV) en la molienda
del mineral y en la forja del metal aumentó enormemente la eficiencia abaratando los costos.
El cobre para la fabricación del latón provenía del Harz (Alemania) y de Falun (Suecia).
A la muerte del Emperador del Sacro Imperio Germano Romano Maximiliano I, en 1519, fue
necesario nominar a un sucesor, dado que éste no tenía heredero. Como candidatos se
presentaron Francisco I de Francia y Carlos I de España, nieto de Maximiliano.
La elección se efectuaba entre los príncipes electores de toda Alemania y en general ganaba
aquel que ponía más dinero sobre la mesa. Fue Carlos I de España quien consiguió el apoyo
de la casa Fugger, acaudalados banqueros, comerciantes y mineros de la época, y con los
créditos de ellos llegaron a obtener el voto mayoritario de los príncipes electores. Pasaría a
llamarse Emperador Carlos V.
Pero los créditos de los Fugger tenían que ser devueltos en algún momento, más aún cuando
los continuos conflictos y guerras con su primo Francisco I requerían de más y más créditos
de la mencionada familia.
En la Edad Media todas las minas pertenecían al rey o emperador, quien las concesionaba
temporalmente a empresarios particulares contra un pago mensual determinado. Este
arriendo tenía que ser menor a la utilidad que dejaba el negocio y la utilidad dependía
primordialmente del precio. Pues bien, la forma más fácil para subir los precios era creando un
monopolio. Dicho y hecho: Carlos V cedió a los Fugger todas las minas de cobre, plata y
mercurio de su vasto imperio (excluida América), lo que le permitió subir drásticamente el valor
de la concesión y de acuerdo con éste se fijaba el precio. Con ello ingresaron enormes
cantidades de dinero a las arcas reales e imperiales, lo que finalmente permitió a Carlos V
devolver las cuantiosas sumas adeudadas.
Los Fugger fijaron la utilidad de sus minas por acuerdo imperial y, además, aseguraron el
pago oportuno de sus cuantiosos préstamos, obteniendo suculentas ganancias.
Cabe hacer notar que las minas de mercurio de Almadén también dejaron suculentas
ganancias dada la alta demanda de mercurio para el nuevo proceso de amalgamación en las
minas y lavaderos de oro y plata del Nuevo Mundo.
Ingenieria minera en la edad media
En una zona minera en la que las operaciones de minería se han seguido a gran escala, en la mayor
parte a cielo abierto es difícil acercarse a la investigación de la minería más antigua. La
industrialización de las labores con potentes máquinas de extracción ha destruido gran cantidad
de labores antiguas, y hoy es casi imposible hacernos una idea aproximada de la ingeniería minera
empleada en estas minas desde la Prehistoria a la Edad Media. Por fortuna, ingenieros y geólogos
recogieron en sus publicaciones las características y disposición de estos minados y los materiales
arqueológicos asociados a ellos, con lo que el panorama no es tan descorazonador. Estos geólogos
e ingenieros ofrecieron también las primeras explicaciones técnicas de las labores que iban
apareciendo, y aunque su planteamiento pueda ser parcial, pues rara vez se estudiaba el complejo
minero completo, se ofrecieron algunas notas interesantes para comprender los modos antiguos
de búsqueda y arranque del mineral. Entre estos trabajos merecen destacarse los de Gonzalo y
Tarín para las minas de Huelva en general (Gonzalo Tarín, J. 1888), que anota los restos de minería
antigua en cada una de las minas, a las que acompaña de dibujos precisos que permiten entender
la tipología de las labores; los estudios particulares de R. Palmer sobre las minas romanas de
Riotinto (Palmer, R. E. 1927), que sigue siendo una referencia valiosa de la minería antigua; y los
de Viana, de Andrade y Da Veiga sobre las labores descubiertas en Aljustrel
La principal cuestión que queda pendiente es la poder diferenciar, si es que esto es posible, las
labores romanas de las medievales-modernas. Debido al enorme volumen de los escoriales
romanos de estas minas, la gran cantidad de minados antiguos que han ido apareciendo a los largo
de la minería contemporánea, se asignaron por defecto y sin criterio cronológico fiable a época
romana. De esta forma se supone, sin ninguna seguridad, que todos esos restos de minería son de
época romana, pero la documentación arqueológica ha detectado que esos minados fueron
también visitados y trabajados en la Edad Media, como ha podido comprobarse en la masa de
Algares de Aljustrel mediante análisis radiocarbónicos, con lo que ahora, sin ese presentismo
inicial, existen serias dudas para determinar su cronología, y es necesaria la prueba arqueológica,
el contexto de cultura material que se encuentra en ellos, para poder alcanzar conclusiones más
firmes. Esto también ha sucedido en Riotinto, donde todos esos restos de minería se han
adjudicado a época romana, por el simple criterio de que en esta mina no hubo explotación
medieval, pero los yacimientos islámicos de la mina (Castillo de Salomón) invitan a considerar que
también en este momento hubo minería y metalurgia, aunque no alcanzara las cotas de
producción de época romana, lo que se ha visto confirmado por la aparición de candiles islámicos
en algunos de estos minados, una prueba de que se trabajaba en ellos, aunque fueran de origen
romano. No es que ahora queramos cambiar una opinión general, sólo queremos advertir que
para fechar estas minas tienen que aparecer materiales arqueológicos, ya que la tecnología minera
no cambia mucho, o nada, en la Edad Media, en este sentido todos los recursos mineros y
metalúrgicos que ilustran la obra de G. Agrícola siguen la tradición romana de pozo y galería
ARQUEOLOGIA Y EXPLOTACION DE
RECURSOS MINERALES EN LA EDAD
MEDIA
A pesar de la enorme importancia que la explotación de los recursos minerales tiene y ha tenido a
lo largo de la Historia de la Humanidad, son relativamente pocos los estudios realizados al
respecto. Para la Edad Media la mayor parte de las aportaciones al estudio de las técnicas, se
limita a aspectos relacionados con la agricultura y con las industrias de transformación de los
alimentos. En menor medida encontramos aportaciones vinculadas a la ganadería, especialmente
a la trashumancia y muy pocos dedicados a la explotación del bosque y a los recursos minerales.
En aquellos lugares donde existen formaciones de piedra tosca, suelen observarse evidencias de
actividades extractivas. En este caso los bloques son cortados a sierra confi gurando un
microrelieve muy característico por su regularidad. Del mismo modo que sucede en otras
actividades extractivas, su datación resulta casi imposible aunque de forma indirecta podemos
encontrar piedra tosca en determinados elementos de edifi cios cercanos a la zona extractiva con
lo que tenemos una evidencia de que fue utilizada y por lo tanto, extraída.
Más complicado resulta la obtención de losas para la cubierta o para determinadas tumbas y sus
cubiertas, las cuales sólo pueden extraerse de aquellos afl oramientos de roca que por su
formación se fracturan en láminas de un determinado grosor. No en vano, cuando un edifi cio cae
en ruinas lo primero que los vecinos intentan recuperar son las losas de la cubierta. Por esa razón
en numerosas excavaciones no nos salen las cuentas, ya que la cubierta ha sido expoliada y el
registro arqueológico a duras penas recoge datos para suponer este tipo de cubierta. Únicamente
un buen conocimiento de la zona y un estudio toponímico exhaustivo, puede proporcionarnos
indicios para localizar las zonas de extracción de losas. En caso de localizar uno de estos lugares
sólo podremos observar una extensión extrañamente erosionada, un micro relieve que no
responde a ningún proceso de erosión natural.
LOS MINEROS DENTRO DE LA
SOCIDAD MEDIAVAL
Los trabajadores metalúrgicos de toda la Europa medieval podían moverse libremente entre
regiones. Los metalúrgicos alemanes desempeñaron un papel importante en la búsqueda de
minerales y metales preciosos e influyeron en el curso de la producción de metales, no solo en el
este y el sur de Alemania, sino en casi toda Europa central y los Alpes orientales. A medida que la
minería se convirtió gradualmente en trabajo de artesanos profesionales, los mineros se
reubicaron en masa, formando sus propias costumbres junto a las minas. Siempre son populares
entre las autoridades locales, que están interesadas en aumentar sus ingresos y son muy lucrativos