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Del Federalismo y Centralismo al Liberalismo y Conservatismo

Viernes, 16 / Jul / 2004


 
El Federalismo y el centralismo fueron los dos partidos políticos influyentes de l810, lo que equivale hoy
día, a los liberales y conservadores que son las dos corrientes con más peso en el escenario político de
estos días.

Incluso, actualmente existen cerca de 76 opciones fundadas por líderes políticos como el sindicalista y
Alcalde de Bogotá, Luis Eduardo Garzón, con el Polo Democrático Independiente, o el Partido Verde
Oxígeno de la ex congresista y ex candidata presidencial Ingrid Betancourt.

Para algunos, mientras esto permite un ejercicio más libre y diversificado de la democracia, para otros es
sinónimo de desorden, fragmentación o el reflejo de lo comunes que se han vuelto los denominados
“partidos de garaje”, pero ese es un tema que como muchos divide a la opinión en el país.

Regresando al tema que nos ocupa, las mayorías conservadora y liberal son las que suelen manejan los
hilos del Congreso y las que han definido un sinnúmero de leyes del país. Algunos de los nombres, que han
hecho parte del historial presidencial entre 1970 al 2002 son: Misael Pastrana Borrero (conservador),
Alfonso López Michelsen y Julio César Turbay (ambos liberales), Belisario Betancourt (conservador), Virgilio
Barco, (liberal), César Gaviria Trujillo (liberal), Ernesto Samper Pizano (Liberal) y Andrés Pastrana Arango
(conservador). El Presidente Álvaro Uribe Vélez fue elegido por el movimiento Primero Colombia pues su
partido, el liberal, eligió como candidato al ex Embajador y ex ministro Horacio Serpa Uribe.

Los federalistas se guiaban por la convicción de que cada provincia debía mantener su autonomía con base
a la libertad y la igualdad. Las diferencias geográficas, la falta de comunicación y el interés porque este
sistema creara un tipo de competencia; eran las razones que fundamentaban esta posición.

"Aboga por una distribución equilibrada de poderes entre las regiones de tal manera que hallan unas
competencias del poder central", comenta el politólogo y ex rector de la Universidad Nacional, Alejo
Vargas.
Para los partidarios de esta corriente liderada por el autor del Memorial de Agravios, Camilo Torres, el
Gobierno federal debía encargarse de las rentas, monedas y aduanas, mientras que asuntos como la
defensa, la guerra o las relaciones internacionales debían ser jurisdicción del Congreso.

Por su parte, los centralistas promulgaban por un poder único central, con un Ejecutivo fuerte a la cabeza
que sorteara cualquier inconveniente con los españoles, un estilo que se podría asimilar al impuesto por
Álvaro Uribe quien no sólo es visto como el mandatario de los colombianos, el comandante en Jefe de las
Fuerzas Militares sino como una personalidad a la que no se le escapa ningún tema. El permanecer unidos
ante cualquier ataque o intento de reconquista y el estar inspirado en los mismos hábitos y necesidades de
la Nueva Granada; fueron los argumentos para defender este tipo de Gobierno. El gestor de esta corriente,
fue Antonio Nariño quien se conoce entre otras, por haber divulgado la declaración de los Derechos del
Hombre y del Ciudadano.

"Otra de las ideas políticas para estructurar la forma de Estado en el Nuevo Reino de Granada fue el
centralismo, definida como la teoría política mediante la cual se parte del supuesto de que la soberanía es
una e indivisible, ejercida en la plenitud de sus facultades por el poder único central", según explica el
Manuel de Historia de Colombia, de Tercer Mundo Editores, Tomo II.

"Los centralistas querían que la capital fuera Santafé de Bogotá, pero había ciudades envidiosas como
Cartagena, Medellín y Tunja que se oponían a esto, entonces cuando se reunió el Congreso, este se
disolvió", complementa Roberto Velandia de la Academia Colombiana de Historia al ilustrar sobre la época.
Origen de liberales y conservadores

En Colombia, los partidos tradicionales actuales (liberal y conservador) comienzan a conformarse en 1825,
pero durante ese lapso e incluso antes de que se conformaran estas estructuras de poder, se mantendría
vigente el tema del ordenamiento del Estado en la agenda, precisa el politólogo Alejo Vargas.

"Sigue siendo el debate de hoy día a tal punto que no ha sido posible lograr una ley de ordenamiento
territorial", afirma.

Aquí aparece entonces, uno de los primeros elementos que permite establecer un hilo conductor entre
uno y otro hecho histórico y que sirve de puente para relacionarlo con el panorama actual.

El libre examen y capacidad renovadora, la libertad, justicia, solidaridad, diversidad, respecto a los
derechos humanos, garantías individuales y responsabilidad ciudadana, hacen parte de los principios del
liberalismo que además remiten a criterios propios del federalismo como la autonomía y la igualdad,
elementos por lo que se aprecia cierta afinidad.

"En Colombia, el liberalismo surge hacia 1832 sin programas claros, confundidos muchos de ellos con el
conservatismo. Inicialmente, el liberalismo colombiano fue libre pensador, libre cambista, federalista con
cierta dosis de humanismo burgués", según se extracta del Diccionario Sociopolítico elemental de Orión
Editores.

No obstante, hay que tener en cuenta que si existen similitudes, tanto el pensamiento liberal como el
conservador han evolucionado. "Hacia finales del siglo XIX y principios del 20, se ve que el Partido
Conservador era el que venía heredando la tradición española, era monarquista, esclavista, pero que ya
hoy en día tiene ideas liberales", dice el historiador Roberto Velandia.

De otro lado, la libertad y los derechos fundamentales, la estabilidad, el orden y la autoridad, la justicia
social y la solidaridad, el desarrollo y el crecimiento de la economía y la virtud personal; son algunos de los
valores de los conservadores.

En el Manual del Conservador y Estatutos de la colectividad "azul" se encuentran las siguientes


apreciaciones interesantes: "El conservatismo es cercano a la autoridad fuerte, al cumplimiento estricto de
las normas y los deberes... Si el liberalismo es el partido de los derechos, el conservatismo es el del orden y
la tradición".

Participación de los otros partidos

Sin embargo, los liberales y los conservadores no son los únicos que han ganado terreno. El Polo también
lo ha hecho gracias a figuras como el ex guerrillero del M-19 Gustavo Petro quien fue elegido
representante en las elecciones de 2002 con la segunda mayor votación, al igual que el ex alcalde de Pasto,
Antonio Navarro Wolf quien se desempeña como Senador. Incluso los independientes contaron con su
propio candidato a la Presidencia en los comicios del 26 de mayo de 2002, el sindicalista, Luis Eduardo
Garzón, quien obtuvo 679.201 sufragios a su favor y el tercer lugar en las preferencias de voto de los
colombianos.

En medio de este panorama continuaran siendo tema de conversación una necesaria modernización o
"reingeniería" para los partidos y seguirán siendo “pan de cada día” el interés por cambiar las reglas que
controlan el ejercicio político a medida que pase el tiempo. Así mientras hoy, 20 de julio de 2004, los
federalistas y centralistas son tiempo pasado, mañana tal vez puedan serlo los liberales, conservadores,
uribistas* y peñalosistas*.
Abolición de la Esclavitud en Colombia

La abolición de la esclavitud en Colombia fue un proceso largo y con muchos altibajos e inconsistencias.


Fueron varias las décadas que tuvieron que esperar los afrocolombianos para que se hiciera realidad
la abolición definitiva de la esclavitud.

Con la abolición de la esclavitud el primero de enero de 1852, culminó el largo proceso de manumisión
republicana que se había iniciado 40 años atrás con la expedición de la Constitución de Cartagena de 1812.
Allí se legisló por primera vez en Colombia sobre la libertad de las personas en esclavitud, libertad que
jamás se concretó debido al fracaso del proyecto político cartagenero, producto de la Reconquista
española en 1815 comandada por Pablo Morillo. No obstante, este personaje logró lo que tal Constitución
no pudo: otorgó la libertad a muchos esclavizados a cambio de la colaboración con la causa española.
Precisamente, debido al contexto en que se inició y desarrolló la discusión sobre la abolición —el de la
guerra de independencia— el problema de la esclavitud, más que un tema humanitario, se convirtió en
una consigna política con la que se buscó insistentemente ganar adeptos y pasar como benefactores del
prójimo, así como modernos y demócratas. Esto hizo Bolívar en 1816, cuando para salirle al paso a la
propuesta de libertad de los esclavizados ofrecida por los españoles, les prometió también libertad a
cambio de la vinculación al ejército patriota.
El espinoso tema de libertad de las personas en esclavitud se discutió después de la independencia, en el
Congreso de Cúcuta. Allí, uno de los aspectos más debatidos fue la Ley de Libertad de Vientres, sancionada
el 19 de julio de 1821. Su texto final fue una clara conciliación entre los abolicionistas y los anti-
abolicionistas. La Ley sólo se aprobó cuando se protegió el derecho a la propiedad privada de los
esclavistas, que se expresó en la consigna de “ser generosos con los esclavos sin dejar de serlo con los
amos”.
Este fue el salvavidas al que se aferraron los anti-abolicionistas, liderados por personajes como el padre de
la Historiografía colombiana, José Manuel Restrepo; Domingo Briceño y el cartagenero Ildefonso Méndez,
entre otros. Este grupo aprobó la Ley sólo cuando se les garantizó la defensa de sus intereses, que fueron
protegidos con el polémico artículo 2º de dicha Ley, en el que se estableció “que los hijos de las esclavas
que nacieran a partir de 1821 serían libres en la medida en que les trabajaran a los amos de sus madres
durante 18 años”. Con esto no sólo aplazaban la libertad para 1839, sino que otorgaban la libertad a un
reducido número de personas y no a todos los esclavizados, tal como se les había prometido en el
transcurso del proceso de independencia.
A esta fórmula debió finalmente adherirse Bolívar, lo que contradecía su posición inicial de libertad
absoluta, inmediata y sin restricciones. Contra los intereses económicos de los esclavistas, nada tenía que
hacer la palabra empeñada de Bolívar, ni los preceptos liberales y modernos que ideológicamente habían
guiado la guerra de independencia: libertad, igualdad y fraternidad.

Abolición de la Esclavitud en Colombia


A partir de ese momento, para los hijos e hijas de los esclavos nacidas en 1821, el año de 1839 tenía un
significado especial, cargado de un cúmulo de esperanzas y expectativas, ya que en esa fecha debían
obtener su libertad al cumplir el requisito de los 18 años de trabajo. Pero, contrariamente a lo esperado, el
Estado aprobó la Ley del 29 de Mayo de 1842, con la cual no solamente se aplazó por 5 años más la
libertad de los que debían obtenerla en 1839, sino que se reabrió el tráfico de personas en esclavitud que
había sido prohibido en 1821.
A esta nueva frustración la población en esclavitud respondió con el recurso del cimarronaje. En efecto, si
bien esta fue una práctica recurrente durante el siglo XIX, fue precisamente en 1840, y especialmente en
1842, cuando el cimarronaje alcanzó su máxima intensidad como respuesta lógica al incumplimiento de lo
establecido en la Ley.
La sistemática presión del imperio inglés sobre los países latinoamericanos para que acabaran con la
esclavitud, el incremento del cimarronaje como consecuencia del fracaso de la manumisión republicana, el
ascenso del liberalismo al poder y la entrada en escena de la Generación del 48 — llamada así por la
influencia recibida por la Revolución Francesa —, quienes consideraban a la Constitución de Cúcuta como
un producto inacabado, fueron sentando las bases para que la abolición apareciera de nuevo cómo
consigna política y como el aspecto más inconcluso y llamado a corregir de la Constitución de 1821.
En las nuevas condiciones, las Sociedades Democráticas se convirtieron en el espacio desde donde los
sectores populares le reclamaron a la elite la abolición de la esclavitud. Para esto, entre otros
mecanismos, los liberales aprovecharon las fiestas nacionales como el 20 de Julio y las regionales, como la
independencia de Cartagena, para liberar a los pocos esclavizados que les permitía la crisis económica de
las Juntas de Manumisión. En el espectáculo de la ‘libertad’ el número de liberados era lo menos
importante; lo que interesaba realmente a los liberales, además del ritual, era posar frente a los
conservadores como verdaderos demócratas y amantes de libertad. Eran tales los dividendos políticos de
la consigna de la abolición, que los conservadores también la asumieron como suya a través de las
Sociedades Conservadoras.
Desde su llegada a la presidencia en 1850, José Hilario López no sólo defendió, como era de esperarse, la
norma de “Ser generoso con los esclavizados sin dejar de serlo con los propietarios”, además se inclinó por
un proceso de abolición a largo plazo. Solo la presión que se hizo desde el Congreso, la prensa, las
Sociedades Democráticas, y la ejercida por los propios esclavizados, lo llevaron finalmente a la decisión de
la abolición absoluta.
El debate parlamentario sobre la abolición se inició en marzo y concluyó en mayo de 1851. Este fue una
réplica al de Cúcuta: la discusión se centró en el tema de cómo ser justo con los esclavizados sin dejar de
serlo con los esclavistas, es decir la protección del derecho a la propiedad privada. Cuando la abolición era
inminente, conservadores y liberales zanjaron sus diferencias y contradicciones, y en único bloque
defendieron la fórmula de abolición con indemnización. Únicamente cuando el Estado les garantizó el pago
de los esclavos que iban a ser liberados, aprobaron finalmente la Ley de Manumisión, el 21 de julio de
1851, para que entrara en vigencia el 1º de enero de 1852, fecha en que aproximadamente 16.000
esclavizados accedieron a la libertad por la vía de la manumisión republicana.
El 1º de enero de 1852, los liberales, a través de actos públicos, celebraron en todo el país el triunfo de la
libertad con ruidosas fiestas en las que se entregaron las certificaciones de libertad a los esclavizados y
vales a los esclavistas que estipulaban el valor a pagarles por los esclavos liberados.
Una de estas celebraciones, por ejemplo, fue la que se efectuó en Barranquilla, la cual se inició con un
Tedeum: “después de este acto religioso se colocó el retrato del ciudadano presidente, general José Hilario
López, en la sala de sesiones de la Sociedad Democrática. Por la tarde, presidido por la Junta de
Manumisión, tuvo lugar en la plaza de la Iglesia Parroquial el interesante acto de romper para siempre las
cadenas de la esclavitud a 70 seres que gemían bajo su peso, cuyo acto dispuso dicha junta con el
entusiasmo y solemnidad digno del objeto para dar cumplimiento a lo dispuesto por la Ley del 21 de julio
de 1851. La corporación municipal, las autoridades políticas, judiciales y eclesiásticas, la Sociedad
Democrática y una infinidad de espectadores concurrieron a su mayor lucimiento”.
En otros actos del Caribe Neogranadino, “en medio de numeroso público, música, bailes y aclamaciones se
colocó en la cabeza de los recién liberados las palabras de libertad, igualdad y fraternidad”. A su vez, Juan
José Nieto, gobernador de la provincia de Cartagena inició el 1º de enero de 1852 su extenso discurso en el
acto de abolición con las siguientes palabras:
“Mis hermanos. Desde hoy se acabaron los esclavos en la Nueva Granada; y es por eso que los saludo en
este día, el más solemne, el más bello que ha tenido la República, porque es el día complementario de
nuestra regeneración política; el día en que ha desaparecido para siempre de entre nosotros el odioso
título de señor y de esclavo, y en que ninguno de nuestros hermanos lleva colgada de su cuello la
poderosa, la negra cadena de la servidumbre”.
Nieto terminó su discurso arengando a la multitud con estas consignas: “Viva la Nueva Granada. Viva la
libertad. Viva la República. Viva la democracia. Viva la administración López”.

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