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Título: Yerma

Dirección: Miguel Narros


Lugar: Madrid, Teatro María Guerrero
Año: 2013

Setenta y nueve años después del estreno Yerma de Federico García Lorca, Miguel Narros
dirige una nueva versión de la “tragedia de la mujer estéril”, temática siempre actual, en la
que para la protagonista el hijo que no llega es lo único que daría sentido a su vida. Su gran
afán de maternidad se convierte muy pronto en una autentica obsesión hasta llegar a un
trágico desenlace. El reparto cuenta con la presencia Silvia Marsó, Marcial Álvarez, Chema
León y Eva Marciel que interpretan respectivamente Yerma, Juan, Víctor y María, los
personajes principales de la tragedia lorquiana.
En esta versión, respetando las acotaciones de Lorca y manteniéndose muy fiel al texto
original, el director ambienta el espectáculo en un paisaje típicamente andaluz, cuyos
personajes masculinos son gente simple que trabaja en el campo y las mujeres se ocupan de la
casa. Aunque en el texto no aparece la ambientación temporal se podría deducir que nos
encontramos en el siglo XX. Sin embargo, ha aportado algunos cambios. Son dos los
principales: el primero, al comienzo y el segundo al final. Al comienzo, en el sueño de Yerma
aparece el pastor que lleva de la mano un niño vestido de blanco. No es una simple visión,
como indicaba Lorca, sino que en el montaje Yerma es parte del sueño, el pastor la mira
fijamente, se acerca a ella, le da una sábana blanca a sustituir al niño y luego desaparece. El
segundo lo encontramos al final y esta relacionado con la muerte del marido, con el
instrumento que emplea Yerma para matarle. En vez de matarle con sus propias manos,
emplea una cuerda.
La dirección de Miguel Narros pone en evidencia los rasgos principales de los personajes a
través de la excelente interpretación de los actores. Todo el reparto hace un muy buen trabajo,
desde los personajes principales hasta los que tiene un papel menor.
Como es natural que sea, destacan las interpretaciones de Silvia Marsó y de Marcial Álvarez,
los cuales en ningún momento se demostraron inadecuados a representar el papel que se les
había asignado. Muy buena interpretación de Silvia Marsó. Siendo el personaje de Yerma al
centro de la obra, la actriz se caracteriza perfectamente en su papel y expresa con intensidad y
pasión a lo largo de toda la representación el fuerte deseo de maternidad de Yerma, la tristeza
y el sufrimiento que la acompañan al ver que no llega ningún hijo. Tiene una gran fuerza
expresiva. Logra conmover las veces que con mucha ternura se dirige a su hijo o cuando canta
pensando en él. Además, resulta muy creíble en trasmitir su determinación e incapacidad de
resignarse a pesar de todo, incluso cuando el marido le dice a la cara que nunca va a querer
hijos, que la vida que conduce para él es suficiente. Se ve claramente en su interpretación el
pasar de la esperanza a la desesperación total que la conduce a hacer algo que nunca habría
hecho y a “matar a su hijo”, como ella misma afirma en el trágico final.
También la interpretación del personaje masculino principal es muy buena. El papel de Juan
requiere una figura capaz de mostrarse autoritaria, que sea extremamente fría en el trato y que
al final llegue a ser odiado por su mujer. Marcial Álvarez logra serlo, pero en parte. En el
texto Juan es un hombre sencillo pero material, un campesino cuyo único deseo es el de vivir
en paz. No entiende a su mujer, él le da todo y lo que recibe en cambio es una mujer que se
queja siempre, que no se resigna a la idea de no ser madre y que pasa la mayoría de su tiempo
afuera y no en casa como se debería a una mujer. El actor expresa esa autoridad, incluso
miedo y un poco de violencia, y a menudo se deja llevar demasiado por la rabia.
Por lo que respecta los elementos escenográficos, la casa de Yerma y la casa de la conjuradora
Dolores representan los únicos espacios cerrados mientras que los espacios abiertos son el
campo, el torrente donde lavan las mujeres del pueblo y la montaña donde tiene lugar la
romería. En el escenario encontramos uno de los símbolos más importantes de la obra y
recurrente en el teatro lorquiano, es decir el agua. Cuando la escena se desarrollaba en el
espacio abierto del campo resultó muy impactante colocar en el tablado el torrente con el agua
fresca que fluye, donde Víctor, por ejemplo, se moja lo pies. Otro elemento natural
relacionado con el tema principal de la tragedia es la tierra. En el escenario domina el color
marrón que da la impresión del terreno árido característico de los paisajes andaluces a
representar la esterilidad. Completa el todo el azul del cielo del telón de fondo que cambia
según el momento del día, pasando del naranja del atardecer al azul o negro de la noche.
Relacionadas con los colores encontramos las luces. La mayoría de las escenas están
iluminadas dependiendo del momento del día o del lugar en el que se encuentran los
personajes. Durante los monólogos de Yerma la luz ilumina a su figura y todo el resto se
oscurece para centrar la atención en su figura.
El montaje cuenta con la música del cantaor y compositor flamenco Enrique Morente que
acompaña los cantos de Yerma, los de las lavanderas además de los cantos y bailes andaluces
de los que acuden a la romería. Al comienzo, cuando Yerma canta y en algunas escenas en las
que se percibe tensión o cuando está a punto de suceder algo inesperado (como cuando Juan y
las dos cuñadas esperan a Yerma que tarda en llegar a casa, por ejemplo) se oye la misma
música melancólica a intensificar el momento. En la escena y en el monologo final de la
protagonista también se oye una música de fondo, tambores tocados muy rápidamente en el
momento en que Yerma como enloquecida se da cuenta de lo que ha hecho.
Los efectos de sonido tienen un papel fundamental para completar la escenografía. A menudo
se recurre a ellos para dar la impresión de algo a lo lejos como el balido de los rebaños o el
sonido largo y melancólico de las caracolas de los pastores, tal como Lorca escribió en una de
las acotaciones. En una escena con Víctor Yerma cree oír el llanto de un niño, que sin
embargo es fruto de su imaginación. Luego, en la casa de Dolores la conjuradora, en plena
noche, se percibe el sonido de la lluvia y de los truenos e incluso se ven las gotas de agua que
caen del cielo y tocan la tierra. Antes que se fuera de allí, ya empezaba a amanecer, se oyen
ladridos y alguien que toca a la puerta.
El conjunto de estos elementos contribuye a recrear bastante fielmente el ambiente que Lorca
había imaginado.
En general el montaje me ha gustado mucho. A pesar de que la representación dure dos horas,
nunca resulta aburrida, todo el contrario. Me ha encantado la escenografía, sencilla pero muy
impactante. De esta manera, toda la atención del espectador se centra en la interpretación de
los actores. Estaba bastante curiosa de ver como la actriz habría interpretado el papel de
Yerma, si habría logrado trasmitir todo lo que la mujer tenía en su corazón, su sufrimiento y
desesperación de una mujer cuyo único deseo es el de llegar a ser madre que se convierte en
obsesión y no me ha decepcionado. A pesar de todo lo que su personaje siente, es agradable
ver que la actriz sonríe y se ríe mucho, que mantiene viva esa esperanza. No obstante, con el
pasar del tiempo, es sonrisa desaparece para convertirse en un rostro serio, triste y enfadado.
Acerca del personaje de Juan tengo una opinión un poco diferente. Me ha gustado, pero en
ocasiones menos. Al principio me había resultado demasiado frio y duro, incluso un poco
exagerado, creo no siempre era necesario gritar de esa manera. Sin embargo, me di cuenta de
que era lo que su personaje requería. Tenía que ser así y Marcial Álvarez la mayoría de las
veces se ha caracterizado bastante bien en su parte.
Yerma y Juan
En esta escena del acto II, Yerma regresa a casa muy tarde. Ella y Juan discuten. Él está muy
enfadado y le dirige palabras muy duras: que a su lado no siente más que inquietud y
desasosiego. Le dice que tiene que resignarse, que la suya es una obsesión. Sin embargo, se
sabe muy bien que Yerma nunca podría resignarse, de hecho, afirma que lo hará solo cuando
estará muerta. Además, como en otras ocasiones, el marido le reprocha el hecho de que pase
demasiado tiempo afuera, insiste en que quiere verla en casa porque ese es lugar donde
debería estar una mujer. Aquí los dos actores manifiestan perfectamente lo que para ambos se
está convirtiendo en una situación insostenible: ella, una gran determinación a la hora de
replicar a los reproches del marido, pero también una inmensa tristeza y dolor al oír que Juan
no desea y que nunca va a desear lo mismo que ella. Él, por su parte, a pesar de ser muy duro
cambia de tono. Es consciente de no ser perfecto y lo único que le gustaría que ella entendiese
que tenerla cerca y vivir los dos una vida tranquila.

Yerma y María con su bebé.


En el acto II, María con su niño encuentra a Yerma que llora, la cual se desahoga con su
amiga, le dice que siente inútil, ya que la mujer de campo que no da hijos es precisamente eso,
inútil. Está convencida de que no es nada si no es madre. Un momento antes había cogido el
niño, pero luego se da cuenta de que no está a gusto, se lo devuelve a María y, mirándose las
manos, cree que a lo mejor no tiene manos de madre. No puede más. A su alrededor no ve
nada más que la naturaleza, las mujeres y los animales que enseñan “sus crías tiernas” y ella,
en cambio, sigue esperando sin que nada cambie. Objetivo de la actriz es el de transmitir la
que por pequeño un momento parece ser una pérdida de la esperanza que desde el principio
Yerma tiene. Una vez más, Silvia Marsó demuestra una gran capacidad de interpretación.

Escena final de la tragedia.


Esta imagen representa uno de los cambios que Miguel Narros aporta, es decir, cómo Yerma
mata a Juan en la escena final de la obra. En la acotación de Lorca, cuando la mujer se da
cuenta de que nunca habría cambiado nada en su vida, desesperada, estrangula a su marido
con sus propias manos.
Creo que la decisión del director esté justificada por la voluntad de dar más credibilidad al
momento. De hecho, resulta bastante inverosímil que una mujer tenga suficiente fuerza para
poner fin a la vida de un hombre más fuerte que ella. Por esta razón, Yerma emplea una
cuerda que se quita de su vestido. La tragedia termina con ella que, sola en el escenario, como
enloquecida, grita: “Marchita. Marchita. Pero segura. Ahora sí que lo sé de cierto. Y sola.”

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