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Supernova

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Para otros usos de este término, véase Supernova (desambiguación).

Remanente de la supernova de Kepler, SN 1604.

Una supernova (del latín nova, «nueva») es una explosión estelar que puede
manifestarse de forma muy notable en el espacio, incluso a simple vista, en
lugares de la esfera celeste donde antes no se había detectado nada en
particular. Por esta razón, a eventos de esta naturaleza se los llamó
inicialmente stellae novae («estrellas nuevas») o simplemente novae. Con el
tiempo se hizo la distinción entre fenómenos aparentemente similares pero de
luminosidad intrínseca muy diferente; los menos luminosos continuaron
llamándose novae (novas), en tanto que el término supernova fue acuñado
por Walter Baade y Fritz Zwicky en 1931 para denominar a los más luminosos
agregándoles el prefijo «super-».
Este evento astronómico ocurre durante las últimas etapas evolutivas de una
estrella masiva o cuando una enana blanca se desencadena en una fusión
nuclear descontrolada. El objeto original, llamado progenitor, se colapsa en
una estrella de neutrones o un agujero negro, o se destruye por completo.
El término más arcaico fue utilizado desde la antigüedad para indicar la
explosión de una estrella súper gigante roja en sus capas externas, las cuales
producen una luminosidad que puede aumentar 100 000 veces su brillo
original. Esta luminosidad dura unos pocos días y, en ocasiones, puede ser
observada a simple vista desde la Tierra. Al ver un nuevo resplandor en el
cielo, los seres humanos creían que había aparecido una nueva estrella. Al año
siguiente de la muerte de Fritz Zwicky, en agosto de 1975, apareció una nova
que pudo ser observada a simple vista desde la Tierra, durante algunos días.
Esta nova surgió de la explosión de una gigante roja.1
Las supernovas producen destellos de luz intensísimos que pueden durar
desde varias semanas a varios meses. Se caracterizan por un rápido aumento
de la intensidad luminosa hasta alcanzar una magnitud absoluta mayor que el
resto de la galaxia. Posteriormente, su brillo decrece de forma más o menos
suave hasta desaparecer completamente.
Se han propuesto varios escenarios para su origen. Pueden
ser estrellas masivas que ya no pueden desarrollar reacciones termonucleares
en su núcleo, y que son incapaces de sostenerse por la presión de
degeneración de los electrones, lo que las lleva a contraerse repentinamente
(colapsar) y generar, en el proceso, una fuerte emisión de energía. Otro
proceso más violento aún, capaz de generar destellos incluso mucho más
intensos, puede suceder cuando una enana blanca miembro de un sistema
binario cerrado, recibe suficiente masa de su compañera como para superar
el límite de Chandrasekhar y proceder a la fusión instantánea de todo su
núcleo: esto dispara una explosión termonuclear que expulsa casi todo, si no
todo, el material que la formaba.
La explosión de supernova provoca la expulsión de las capas externas de
la estrella por medio de poderosas ondas de choque, enriqueciendo el espacio
que la rodea con elementos pesados. Los restos eventualmente
componen nubes de polvo y gas. Cuando el frente de onda de la explosión
alcanza otras nubes de gas y polvo cercanas, las comprime y puede
desencadenar la formación de nuevas nebulosas solares que originan, después
de cierto tiempo, nuevos sistemas estelares (quizá con planetas, al estar las
nebulosas enriquecidas con los elementos procedentes de la explosión).
Estos residuos estelares en expansión se denominan remanentes y pueden
tener o no un objeto compacto en su interior. Dicho remanente terminará por
diluirse en el medio interestelar al cabo de millones de años. Un ejemplo
es RCW 86.
Las supernovas pueden liberar varias veces 1044 J de energía. Esto ha
resultado en la adopción del foe (1044 J) como unidad estándar de energía en el
estudio de supernovas.
El 20 de septiembre de 2016, un astrónomo aficionado llamado Víctor Buso, se
convirtió en la primera persona en la historia en fotografiar el nacimiento de una
supernova a 86 millones de años luz, en la galaxia espiral NGC 613, al explotar
la estrella bautizada SN 2016gkg. 2

Índice

• 1Clasificación de las Supernovas


o 1.1Índice
o 1.2Tipo Ia
o 1.3Tipos Ib e Ic
o 1.4Tipo II
• 2Remanentes de supernova
• 3Asimetría
• 4Supernovas destacadas
• 5El papel de las supernovas en la evolución estelar
• 6Véase también
• 7Referencias
• 8Bibliografía
• 9Enlaces externos
o 9.1En español
o 9.2En inglés
Clasificación de las Supernovas[editar]

Imagen del telescopio espacial Hubble mostrando la supernova 1994D abajo a la izquierda y la
galaxia NGC 4526

La clasificación de las supernovas tiene razones históricas, y nació de los


primeros intentos, por parte de los astrónomos, de comprenderlas; es así como
se empezó agrupándolas de acuerdo a las líneas de absorción de
diferentes elementos químicos que aparecen en sus espectros.
La primera clave para la división es la presencia o ausencia de hidrógeno. Si el
espectro de una supernova no contiene una línea de hidrógeno es clasificada
como tipo I; de lo contrario, se la clasifica como tipo II.
Dentro de estos dos grupos principales hay también subdivisiones de acuerdo
a la presencia de otras líneas.
Índice[editar]
Tipo I
Sin líneas de Balmer del hidrógeno
Tipo Ia
Línea Si II a 615,0 nm
Tipo Ib
Línea He I a 587,6 nm
Tipo Ic
Sin líneas del helio
Tipo II
Con líneas de Balmer del hidrógeno
Tipo II-P
Meseta
Tipo II-L
Decrecimiento lineal
Tipo Ia[editar]
Las supernovas de tipo Ia son, por mucho, las más potentes de
todas, pudiendo emitir un brillo varias veces superior al de la
galaxia que las acoge. (Recreación artística).

Las supernovas de tipo Ia carecen de helio y


presentan, en cambio, una línea de silicio en el
espectro. La teoría más aceptada con respecto a este
tipo de supernovas sugiere que son el resultado de la
relativamente rápida acreción de masa por parte de
una enana blanca de carbono-oxígeno desde
una estrella compañera, generalmente una gigante
roja. Esto puede suceder en sistemas estelares
binarios muy cercanos. Ambas estrellas tienen la
misma edad y los modelos indican que casi siempre
tendrán una masa semejante. Pero, normalmente
siempre hay una más masiva que la otra y unas
ligeras diferencias en este aspecto hacen que la más
masiva evolucione (abandone la secuencia principal)
antes que la estrella de menor masa. Una estrella con
menos de 8-9 masas solares evoluciona, al final de su
vida, en una enana blanca. Por esto es corriente que,
en sus etapas finales, un sistema binario esté
constituido por una enana blanca y una gigante roja
con sus capas exteriores muy expandidas
(ver:Evolución estelar: gigantes rojas).
Esta envoltura, básicamente de hidrógeno y helio,
está poco cohesionada gravitatoriamente, por lo que
es capturada fácilmente por la enana blanca.
Alrededor de cada estrella hay un perímetro de
influencia, delimitado por una superficie
equipotencial llamada lóbulo de Roche, en el que
predomina su fuerza de gravedad. Si parte de la
envoltura de la gigante roja, que siempre está
tendiendo a aumentar de volumen, invade el lóbulo de
la enana blanca, será atraída por esta.
El material tiene que depositarse con la suficiente
rapidez para que no se encienda la capa superficial
de hidrógeno (si esto ocurre, el fenómeno se conoce
como nova). Si el ritmo de acreción es el adecuado, la
masa de la enana blanca pronto alcanza el límite de
Chandrasekhar, momento en el cual los
electrones degenerados ya no son capaces de
sostener el objeto. El aumento de presión resulta en el
colapso de la estrella, cuyas temperaturas se disparan
hasta llegar a iniciar la fusión del carbono en su
núcleo. Esta ignición alcanza toda la estrella,
empezando en su centro y extendiéndose
rápidamente hasta las capas más externas. Dado que
tienen muy poco hidrógeno en su superficie, este se
ioniza rápidamente, volviéndose transparente e
indetectable cuando se leen los espectros de estos
destellos luminosos. La manera en que propaga la
energía de la explosión en el interior de la enana es
aún objeto de debate entre los científicos. Si bien se
supone que la fuente principal de energía está en el
centro, se desconoce si existen otros puntos
simultáneos de ignición que generen ondas de
choque convergentes que potencien el rendimiento de
la explosión. Las turbulencias generadas por
la inestabilidad de Rayleigh-Taylor parecen ser causa
de una rápida propagación del frente de ignición en
todo el volumen de la estrella. Se desconoce cómo
dicha ignición hace su transición
de deflagración subsónica a detonación supersónica.
Durante la detonación se quema, en cuestión de
segundos, una cantidad de carbono que a una estrella
normal le llevaría siglos. Esta enorme energía libera
una poderosa onda de choque que destruye la
estrella, expulsando toda su masa a velocidades de
alrededor de los 10.000 km/s. La energía liberada en
la explosión también causa un aumento extremo en la
luminosidad, por lo que estas supernovas llegan a ser
las más luminosas de todas, emitiendo alrededor de
1044 J (1 foe). Normalmente no quedan rastros de la
estrella que originó el cataclismo, sino solo restos de
gas y polvo sobrecalentados en rápida expansión. La
desaparición, por consiguiente, del campo
gravitatorio de la enana blanca, produce un cambio en
la trayectoria de la estrella vecina, si esta pudo
sobrevivir a la detonación. Al no verse sometida a la
fuerza de atracción de la estrella destruida, la otra
saldrá disparada en la dirección que seguía en el
momento del estallido, como si de una «onda» se
tratase. Estas estrellas fugitivas se pueden en
principio detectar ya que deberían tener velocidades
mucho mayores que las de su entorno.
Vale la pena recalcar nuevamente que el mecanismo
que produce las supernovas de tipo Ia es, en cierto
modo, similar al de las novas, pero en estas la enana
blanca acreta materia más lentamente,
encendiéndose su superficie antes de que la masa
total alcance el límite de Chandrasekhar. Este
fenómeno en general no causa el colapso de la enana
blanca, por lo que puede reiterarse, lo que no es el
caso de las supernovas.
La supernovas de tipo Ia son fenómenos muy raros ya
que requieren unos requisitos muy estrictos para su
formación. En primer lugar, solo se producirían en
sistemas binarios compuestos por estrellas de masa
intermedia y baja. Estos sistemas en principio son
bastante corrientes, pero aún hay más restricciones.
La suma de las masas de ambas estrellas ha de ser
mayor que la masa de Chandrasekhar (1,44 MSol).
Han de estar lo suficientemente cerca como para que
sus lóbulos de Roche puedan ser invadidos por la
envoltura de la gigante roja en expansión. De ser
posible, la envoltura de la gigante debería engullir a la
enana blanca, lo cual garantizaría una absorción
rápida del material y su frenado debido a la fricción
con el gas estelar. Esto cerraría aún más la binaria, lo
cual aumentaría el ritmo de la acreción. Si la
absorción fuese demasiado lenta y pausada, ocurriría
el mencionado fenómeno de nova periódica.
También puede existir una supernova tipo Ia
generada por la fusión de dos enanas blancas del
mismo sistema binario. Puede ocurrir que ninguna de
las dos logre por sí sola acretar la suficiente masa
como para generar una supernova, pero juntas, en
cambio, pueden superar la masa de Chandrasekhar.
Dos enanas blancas en rotación emiten ondas
gravitatorias y, con el tiempo, sus órbitas se acercan y
aceleran, lo cual a su vez acelera la emisión de ondas
y retroalimenta el proceso. Puede llegar un momento
en el que una de las dos enanas (la menos masiva),
se disgregue y forme un toro (forma de «dónut»)
alrededor de la otra estrella. Después, el material del
disco empieza a caer sobre la superficie. El ritmo no
debe ser ni muy lento ni muy rápido tampoco, ya que
en cualquiera de los casos se produciría la quema
prematura del carbono en la superficie.
Curva de luz de una supernova de tipo Ia. Su máximo de
emisión es el mayor entre todos los tipos de supernova. Se
aprecia perfectamente la fase de emisión del níquel diferenciada
de la del cobalto. Cuanto más rápido decrece la luz menor es el
máximo. Este hecho permite la utilización de estos objetos como
candelas estándar de precisión.

Las supernovas de tipo Ia poseen una curva de


luz característica. Cerca del momento de luminosidad
máxima, el espectro contiene líneas de elementos de
masa intermedia que van desde el oxígeno hasta
el calcio (presentes en las capas externas de la
estrella). Meses después de la explosión, estos
elementos se han hecho totalmente transparentes y la
luz que domina es la que proviene de los elementos
más pesados procedentes del núcleo. En el máximo
de emisión se concentra la luz emitida por el níquel-
56. Este va decayendo por radiactividad a cobalto-56,
también radiactivo. En un momento dado, la emisión
de luz es dominada por el cobalto, cuyos fotones de
alta energía suavizan la curva de decrecimiento del
brillo. La luminosidad termina con la conversión de
todo el cobalto a hierro-56, el cual emitirá las líneas
más tardías producto de su estado ionizado.
A diferencia de otros tipos de supernovas, las
supernovas de tipo Ia se encuentran en todo tipo de
galaxias, incluyendo las elípticas. Asimismo, tampoco
muestran ninguna preferencia por regiones
de formación estelar. Esto es así porque los sucesos
que desembocan en una supernova Ia pueden durar
mucho tiempo en términos estelares, sobre todo la
aproximación de los dos cuerpos. Además no se
originan a partir de estrellas muy masivas, por lo que
no tienen por qué ubicarse en zonas de formación
estelar reciente (donde se encuentran las gigantes
azules), de modo que pueden acontecer en las
regiones más viejas de las galaxias. Esta
particularidad permite encontrarlas mirando cualquier
parte del cielo, con una distribución homogénea con
probabilidad constante allí donde haya galaxias.
Dada la similitud en las formas y en la magnitud de las
curvas de luz de todas las supernovas de tipo Ia
observadas hasta la fecha, es que son utilizadas
como medida estándar de luminosidad en astronomía
extragaláctica, lo que en términos astrofísicos se
llama una candela estándar; en este caso, se pueden
calibrar con una décima de magnitud. Las ventajas
con respecto a las demás candelas estándar, como
las cefeidas clásicas, es que su alta luminosidad
permite detectarlas en galaxias muy lejanas,
ayudando a inferir distancias de objetos que, de otra
manera, sería imposible calcular. La razón de la
similitud de las curvas de luminosidad es aún cuestión
de debate, pero parece estar relacionada, en parte,
con el hecho de que las condiciones iniciales en que
se generan estos fenómenos sean casi idénticas.
Estas propiedades tan favorables han revolucionado
la cosmología, permitiendo desvelar la expansión
acelerada del universo gracias a su utilización
estadística.
En la Vía Láctea, el candidato más conocido para este
tipo de supernova es IK Pegasi (HR 8210), localizado
a una distancia de tan solo 150 años luz. Este sistema
binario está formado por una estrella de secuencia
principal y una enana blanca, separadas únicamente
por 31 millones de km. La enana tiene una masa
estimada en 1,15 veces la masa solar.3 Se piensa que
pasaran varios miles de millones de años antes de
que la enana blanca llegue a la masa crítica necesaria
para convertirse en una supernova de tipo Ia.45
Tipos Ib e Ic[editar]
Los espectros de las supernovas de tipos Ib y Ic no
muestran la línea del silicio presente en los espectros
de las Ia; se cree que se trata de estrellas al final de
su vida (como las tipo II), pero que perdieron todo
su hidrógeno en etapas anteriores, por lo que las
líneas de este elemento no aparecen en sus
espectros. En particular, se piensa que las
supernovas de tipo Ib resultan del colapso de
una estrella de Wolf-Rayet que ha expulsado toda su
envoltura de hidrógeno por medio de los intensos
vientos propios de estas estrellas. Se conocen
también varias de estas supernovas en sistemas
binarios: en este caso, la estrella compañera puede
ayudar a desligar gravitatoriamente el gas de la
envoltura de la otra estrella, la que no necesita ser tan
masiva como una Wolf-Rayet aislada. En casos
extremos, cuando no solo escapa el hidrógeno sino
también el helio, puede quedar expuesto el núcleo de
carbono, y este sería el escenario de una supernova
Ic. El proceso de la explosión de estas supernovas es
esencialmente el mismo que el de las supernovas de
colapso gravitatorio típicas, las tipo II.
Tipo II[editar]
Las supernovas de tipo II son el resultado de la
imposibilidad de producir energía una vez que la
estrella ha alcanzado el equilibrio estadístico
nuclear con un núcleo denso de hierro y níquel. Estos
elementos ya no pueden fusionarse para dar más
energía, sino que requieren energía para fusionarse
en elementos más pesados. La barrera de potencial
de sus núcleos es demasiado fuerte para que la
fusión sea rentable por lo que ese núcleo estelar
inerte deja de sostenerse a sí mismo y a las capas
que están por encima de él. La desestabilización
definitiva de la estrella ocurre cuando la masa del
núcleo de hierro alcanza el límite de Chandrasekhar,
lo que normalmente toma apenas unos días. Es en
ese momento cuando su peso vence a la presión que
aportan los electrones degenerados del núcleo y este
colapsa. El núcleo llega a calentarse hasta los 3000
millones de grados, momento en el que la estrella
emite fotones de tan alta energía que hasta son
capaces de desintegrar los átomos de hierro
en partículas alfa y neutrones en un proceso
llamado fotodesintegración; estas partículas son, a
su vez, destruidas por otros fotones, generándose así
una avalancha de neutrones en el centro de la
estrella.

Estas reacciones son endotérmicas, por lo que no


ayudan a sostener el núcleo compacto y este sigue
colapsando, emitiendo más y más neutrones cada
vez. De hecho provocan un enfriamiento del núcleo, lo
que se traduce en una menor presión y, por tanto, en
una aceleración del proceso. Los propios átomos de
hierro captan parte del inmenso flujo de neutrones,
transformándose en elementos más pesados por
medio del fenómeno llamado captura de neutrones,
o proceso-r.
El núcleo se contrae tan rápido que deja un espacio
de baja densidad casi vacío entre él y el resto de la
estrella. La envoltura, por su parte, empieza a caer
sobre el núcleo frenándose por un aluvión de fotones
de frecuencia extrema, que fotodesintegran las capas
más interiores de dicha envoltura. Esta destrucción de
núcleos no solo transmite momento sino que también
produce un flujo de neutrones y protones que serán
capturados por las capas siguientes para formar
elementos más pesados. Simultáneamente, las
densidades enormes que se alcanzan en la «sopa»
de núcleos pesados y electrones en que se ha
convertido el núcleo supercompactado, posibilitan una
nueva reacción. Los electrones del núcleo estelar
empiezan a caer sobre los núcleos atómicos
reaccionando con los protones para formar neutrones
en un proceso llamado captura de electrones por lo
que, poco a poco, el núcleo se va convirtiendo en una
masa de neutrones hiperdensa llamada neutronium.
Los procesos de fotodesintegración y de captura de
electrones aceleran aún más el hundimiento de la
estrella, ya que, además, ahora también la presión de
degeneración pierde fuerza rápidamente.

Pero la captura de electrones no solo resulta en la


producción de neutrones sino también en la
de neutrinos. La captura se produce a tal ritmo que se
genera un flujo explosivo de neutrinos que es
arrastrado por el colapso, hasta que su abundancia
creciente los hace degenerar y, bloquear así, la
captura de nuevos electrones. Por breves instantes
los electrones ni siquiera pueden seguir
combinándose con los protones ya que no hay lugar
en el espacio de fases donde colocar a los neutrinos
que resultarían, dado que estos están
ya degenerados. Pero esto no tarda en resolverse ya
que, a consecuencia de este taponamiento, se
produce un escape de los neutrinos del núcleo
llevándose gran cantidad de energía, lo que reactiva
las capturas y realimenta a los frentes de onda de
neutrinos que se expanden con gran rapidez. La
emisión de neutrinos durará unos 10 segundos.
Las capas externas de material que caen hacia el
núcleo se encuentran de camino con el frente de
choque de la avalancha de neutrinos, también
llamado neutrinosfera. A través de un proceso que
no ha sido develado por completo aún, parte de la
energía liberada en la explosión de neutrinos es
transferida a las capas externas de la estrella. Se cree
que, como se puede ver en la fórmula siguiente, los
neutrinos son capaces de generar fotones mediante
un proceso inverso al de generación de fotoneutrinos
(ver:Neutrinos térmicos).
Cuando la onda de choque alcanza la superficie de la
estrella varias horas más tarde, ocurre un incremento
enorme de su luminosidad. Si la masa del núcleo
colapsante es lo suficientemente pequeña, entre 1,5 y
2,5 masas solares, los propios neutrones podrán
frenar el colapso; si no, seguirá contrayéndose hasta
concentrarse toda la materia en una singularidad,
formando así un agujero negro. Esta frontera
entre estrella de neutrones y agujero negro no está
bien definida debido a la falta de entendimiento de los
procesos del colapso de una supernova.

En el caso de las supernovas que generan estrellas


de neutrones, las capas externas apenas si llegan a
chocar con la superficie del núcleo compacto. Es
posible que ni la alcancen y antes hayan sido barridas
por el flujo de neutrinos. En las que acaban en
agujeros negros, inicialmente sí se forma una estrella
de neutrones pero la cubierta posee tanta masa y
empuje que gran parte de esta cae sobre la estrella
de neutrones haciendo que supere la masa máxima
de unas 2,5 masas solares, aunque este límite
tampoco se conoce con exactitud.

Curvas de luz de las SNII-P y SNII-L. Las primeras tienen una


fase de «meseta» durante la cual el gas ionizado se enfría al
expandirse, recombinándose hasta volverse transparente. Este
proceso compensa el decrecimiento de luz y mantiene la
luminosidad hasta que se hace neutro, momento en el cual
vuelve a decrecer. En el segundo caso, apenas hay capas
externas, las que probablemente se perdieron por interacción
con alguna estrella vecina. Se observa también que tiene un
pico notablemente menos acentuado que las SNIa.
La energía desarrollada por una supernova de tipo II
típica es de unos 1046 J (unos 100 foes) emitidos en
los 10 segundos de flujo explosivo de neutrinos. De
toda esta energía, tan solo un foe es absorbido por el
material, reemitiéndose en forma de energía
cinética del material en expansión. Entre 0,01 y 1 foes
se emiten en forma de energía luminosa. Esta última
es la energía detectable ópticamente. Las supernovas
con mejor rendimiento son las que dejan estrellas de
neutrones como remanentes ya que, en este caso, el
porcentaje de masa expulsado es máximo. En el caso
de las que dejan un agujero negro, la expansión será
menos eficiente porque gran parte de la energía de la
explosión quedará atrapada en él. En cualquier caso,
las supernovas de colapso difícilmente se acercarán
al foe completo que liberan las supernovas tipo Ia.
La cuestión de cómo las supernovas logran emitir
toda esa energía aún no se entiende bien. De hecho,
los modelos realizados por ordenador no dan
explosión alguna o, si la dan, esta es muy marginal.
Se ha especulado sobre toda una serie de factores
que podrían influir en la potencia de la explosión, o
que incluso podrían ser cruciales para que esta se
produjera. En primer lugar puede estar la fuerza
centrífuga, que es máxima en el plano ecuatorial y
que, sin duda, tiene una contribución positiva
ayudando a que el material escape. Con la
compresión de la estrella dicha fuerza debería
acentuarse al conservarse el momento angular de la
estrella. Por otra parte están los campos
magnéticos que también deberían contribuir con su
presión magnética. Estos dos aspectos se omiten en
los modelos porque ni tienen simetría esférica ni se
pueden fijar debidamente al desconocerse sus
magnitudes, que por otra parte deben ser diferentes
para cada estrella.
Las supernovas de tipo II pueden dividirse en los
subtipos II-P y II-L. Los tipos II-P alcanzan
una meseta en su curva de luz mientras que los
tipos II-L poseen un decrecimiento lineal en su
curva. La causa de esto se cree que es por
diferencias en la envoltura de las estrellas. Las
supernovas de tipo II-P poseen una gran envoltura de
hidrógeno que atrapa la energía liberada en forma
de rayos gamma y la liberan en frecuencias más
bajas, mientras que las de tipo II-L, se cree, poseen
envolturas mucho menores, convirtiendo menor
cantidad de energía de rayos gamma en luz visible.
Las masas de las estrellas que dan lugar a
supernovas están entre alrededor de las 10 masas
solares hasta las 40 o 50. Más allá de este límite
superior (que tampoco se conoce con exactitud), los
momentos finales de la estrella
son implosiones completas en las que nada escapa al
agujero negro que se forma, rápida y directamente,
engulliéndolo todo antes de que un solo rayo de luz
pueda salir. Estas estrellas literalmente se
desvanecen al morir.
Se ha especulado que algunas estrellas
excepcionalmente masivas podrían
producir hipernovas al extinguirse. El escenario
propuesto para semejante fenómeno dice que, tras la
transformación repentina del núcleo en agujero negro,
de sus polos brotarán dos jets de plasma relativista.
Estas intensas emisiones se producirían en la banda
de frecuencias de los rayos gamma y podrían ser una
explicación plausible para las enigmáticas explosiones
de rayos gamma.

La primera fase de la supernova es un colapso rápido


del núcleo incapaz de sostenerse. Esto conlleva una
fuerte emisión de fotones y neutrones que son
absorbidos por las capas interiores frenando así su
colapso. Simultáneamente un frente de choque de
neutrinos se genera durante la neutronización del
núcleo compacto. Finalmente, la neutrinosfera choca
contra la cubierta y transmite su momento expulsando
las capas y produciendo la explosión de supernova
.

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