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INSTITUCIÓN EDUCATIVA “SAN RAMÓN” DE PANGOA

Educar es nuestra tarea, la excelencia nuestra diferencia


NIVEL SECUNDARIA | Quinto grado Etapa 1| Plan de vida - determinación| Sesión 2

Guía de la sesión
MIS METAS A LARGO PLAZO Y CÓMO LOGRARLAS
Logro de aprendizaje Material para el estudiante
Me trazo metas a largo plazo y elaboro ❖ Un lápiz, lapicero o resaltador
un plan de acción para realizarlas. para cada estudiante.
❖ Cuaderno de apuntes.

1 Inicio
Quiero proponerles que iniciemos nuestra sesión pensando en algo nuevo y bueno que
nos haya pasado en las últimas semanas, cualquier cosa; también podemos contar algo
bueno así no sea nuevo.
Puede comenzar por contar algo nuevo y bueno que le haya pasado a usted.
Deles algunos minutos para que recuerden y comenten sus experiencias,
cuidando de que cada estudiante tenga su turno para hacerlo.

2 Desarrollo
Historias de vida
Leemos la hoja de trabajo “Virgilio Martínez” (ver Material para el estudiante).
¿Alguno de ustedes sabe quién es Virgilio Martínez?

Permita que los estudiantes participen.

Vamos a conocer un poco más de este chef peruano. En estos momentos de sus vidas
ustedes se encuentran definiendo qué harán y hacia dónde dirigirán sus esfuerzos. Los
invito a hacer la lectura de manera individual e ir resaltando o subrayando lo que les llame
la atención de la historia de vida de Virgilio Martínez.

Deles el tiempo necesario para que realicen la lectura.

¿Qué les llama la atención de la trayectoria de Virgilio?


o Respuestas posibles: Que ensayó varias cosas antes de definir qué quería
hacer; que hizo lo que él quería a pesar de que su familia quería otra cosa
para él; que tuvo que pasar por situaciones difíciles para lograr
especializarse en su oficio; que fue persistente; que no se dejó vencer por
los obstáculos; que fue humilde para aprender; que cometía
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equivocaciones y seguía adelante; que tiene buen sentido del humor y


toma las cosas de manera tranquila; entre otras.
¿Qué características personales de él pueden deducir de la trayectoria que cuenta
en la entrevista?
o Respuestas posibles: Que es persistente, que cree en sus capacidades, que
se equivoca como todo ser humano y que sigue adelante, que es humilde
para recibir las enseñanzas de quienes tienen más experiencia, entre otras.
¿Con qué partes del relato se sienten identificados o los hace pensar algo de
ustedes mismos?

Escuche algunas respuestas y complemente si lo considera necesario.

3 Cierre
¿Qué personas conocen que han tenido planes para lograr sus sueños y los han
logrado?
¿Y conocen personas que no tuvieron planes, vivieron “según las circunstancias”
y no están contentas con como resultaron sus vidas?
¿Qué sucede si sus sueños o metas son diferentes a lo que quieren sus padres,
amigos u otras personas importantes en su vida?

Respuesta sugerida: Que los deben sacar adelante y asumir las responsabilidades de tomar
sus propias decisiones.
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Material para el estudiante


Virgilio Martínez
Por Mauricio Silva / Fotos Rafael Cornejo

Desde el mes pasado, según la publicación de los 50 Best el peruano


Virgilio Martínez, con su restaurante Central (en Lima), es el chef
número 1 de Latinoamérica.
¿Cuál fue su primera experiencia gastronómica?
El mismo cliché de todos: la cocina de la abuelita. Lo que pasa es que
en las casas limeñas eso sucedió y aún sucede muchísimo. Yo me crie
con todos esos guisos que ahora no comemos: la carapulca, el ají de
gallina...
¿De niño imaginó ser cocinero?
¡Noooo! En Perú eso era muy raro.
¿Es cierto que de niño jugó fútbol y lo jugó bien?
De hecho, era bastante bueno, así todo el mundo se ría. [Risas]. Yo era el 10 del deportivo Zúñiga, un
equipo infantil que representó a Perú en Suramérica, en Chile, en Argentina... No me gusta decirlo, pero yo
era una promesa, el problema es que no tengo pruebas. [Risas].
¿Cuándo terminó el sueño del futbolista?
Cuando me llamaron en serio los clubes y me hicieron pruebas. Cuando me llevaban a la playa a correr y a
entrenar y jugar poco fútbol y a hacer 40 kilómetros y a esas cosas. Me aburrí. Yo, la verdad, quería
divertirme. Mi padre sí quería que yo fuera profesional. Un buen día, a los 12 años, le dije: “Ya no quiero
más fútbol. He descubierto el skate”. Entonces comenzó una carrera como skater con la que, incluso,
alcanzó un título nacional…
Descubrí que con el skate me divertía muchísimo más. Me enamoré de su técnica, de su estilo de vida, de
que era muy competitivo. Las piernas las tengo destrozadas, me fracturé las dos clavículas y me di muchas
veces golpes bien fuertes en la cabeza. Mi mamá me decía: “Te vas a quedar bruto”. Cuando sucedió lo de
las clavículas, mi viejo me dijo: “Ya no más”.
¿Pero sí es cierto que fue campeón nacional del Perú?
Fue un campeonato nacional en el Callao. Yo siempre perdía en las finales porque me iba por la rutina más
difícil. Esa vez logré hacer la rutina más difícil y gané. Soy campeón nacional. [Risas].
¿Pero hay trofeo?
Nunca me lo dieron. Pero soy campeón nacional. [Risas].
¿Hasta cuándo el skate?
Hasta los 18, cuando me partí la clavícula y mi papá me insistió en que ya era hora de estudiar derecho. Mi
papá, abogado; mi hermano, abogado; mis dos primos mayores, abogados… No había escapatoria. El
ejemplo del abogado con éxito ganó.
¿Cuánto duraron los estudios de abogacía?
Un año. No me gustaba nada. Un día me di cuenta de que podía vivir de la cocina y dije no más.
¿Y cuándo le sonó la idea de ser cocinero?
Primero quise vivir de la cocina. O mejor, quise vivir afuera del Perú. Cuando empecé a viajar por Europa,
a mis 15 años, vi que se podía vivir trabajando en las cocinas. Entonces yo no quería la vida normal del
Perú: abogado, familia, perro, etc. El caso es que, cuando fui a hacer un curso de inglés en Escocia, a mis
15 años, vi que podía trabajar en las cocinas y con eso ganar algún dinero. Y me di cuenta de que era fácil.
Comencé limpiando zanahorias y brócolis y luego pelando almejas y abriendo ostras. Entonces dije:
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“Vuelvo a Europa y pelo papas, si es necesario. Todo para seguir viajando. Pero aquí, en Perú, no me
quedo”. Eran los tiempos difíciles de mí país, cuando todo el mundo se quería ir, había un ambiente como
de que en Perú no había futuro. Estábamos jodidos en todo, en fútbol, en política, en economía, en
secuestros, en terrorismo, en todo…
Y se dio cuenta de que podía ser cocinero, ¿no?
Sí. Entendí que podía ser una linda profesión y que para estudiarla había que salir, que era lo que quería. El
día que fui a pagar mi segundo año de derecho, haciendo la cola me di cuenta de que no podía seguir en
eso. Ahí mismo dije: “Quiero ser cocinero”. Así que me metí a estudiar en Le Cordon Blue de Ottawa,
Canadá. Escogí esa ciudad porque allí había la posibilidad de hablar y de aprender inglés y francés, y de
tener cercanía a la cocina francesa que, en ese tiempo, era mi sueño. Entonces no tenía conciencia de la
cocina peruana. Francia era la regla máxima.
¿Y se encontró como cocinero?
Desde mi primera clase supe que era lo mío. En la segunda, un profesor pidió un asistente y yo levanté la
mano. Luego logré ser esa especie de ‘monaguillo’ que lavaba las ollas de la escuela entera, solo para vivir
todo ese mundo desde adentro. Allá hice los cursos básicos. Tenía 19 años.
En Canadá estuvo un año y luego se fue a Londres, ¿por qué el cambio?
Porque en Ottawa no hay escuela superior, solo básica. Y Londres porque es una ciudad que siempre amé,
porque yo era skater, porque escuchaba el punk-rock de allá. Era un sueño. Pero Londres era carísimo, por
eso siempre era lavador de platos, para pagarme mis cosas.
¿Cómo fue que usted llegó a trabajar en la cocina del hotel Ritz de Londres?
Porque uno de mis profesores tenía el contacto ahí y me consiguió el último puesto de la cocina, el peón,
el peor rango… Yo le limpiaba la %$#( a todo el mundo. La cosa era tan triste que el único día que me
preguntaron el nombre y yo dije “Virgilio”, me dijeron: “No, tú te llamas Ross”. Y así me quedé… Yo
asumí todo con tal de estar ahí y con tal de sostener mi permiso de trabajo. Ellos se iban al pub y me decían:
“Ross, ahora sí a trabajar”, y me dejaban montañas de pescado para limpiar. Y lo hacía. Y gracias a eso el
chef ejecutivo se dio cuenta de mi trabajo y empecé a ascender. Pasé a ser asistente de asistente de asistente:
pelar papas y demás. Luego pasé a asistente del asistente. Luego a asistente, que ya es un logro. Y, por
último, chef de partida. Hasta que terminé mis estudios y perdí mi visa.
Y de ahí saltó a Nueva York, a un super restaurante francés que se llama Lutece. ¿Finalmente realizó
su sueño de hacer la mejor cocina francesa del mundo?
Sí. Era el restaurante cinco estrellas de The New York Times. Allá llegaban las trufas blancas frescas de
Italia y yo no lo podía creer. Tener esos productos en mis manos pagaba todo. Pasé un año. Ahí fui chef de
partida, pero volví a ser el más /%#& de la cocina, porque era el único no francés.
Anthony Bourdain dice en su libro “Confesiones de un chef” que los ecuatorianos, colombianos y
peruanos son los mejores en la cocina porque los tratan mal y al otro día vuelven felices a su trabajo…
Tal cual. Una vez le jodí la salsa a uno de mis jefes, un chef francés de la vieja guardia, y él se fue a mi
casillero, sacó mi morral, en el que tenía mi ropa con mi billetera y todo, y lo zambulló en la olla donde
hacíamos el fondo de pescado. Y me dijo: “Tú me jodes mi salsa y yo te jodo tu ropa”. Por supuesto nunca
más le volví a joder la salsa a ningún chef. Una forma de aprender un poco desgraciada. Recuerdo que era
una salsa de oporto con demi-glace que se pasó y empezó a oler a ahumadito… [Ríe].
¿Es cierto que usted casi incendia un restaurante?
Fue en el Four Seasons de Londres, mi siguiente trabajo, después de Nueva York. El caso es que un cocinero
ruso, viejo, medio jodido, me dijo, así medio de afán, que le echara un ojo a unos pasteles de papa… “Tienes
que subir en una hora a apagarlos”, me dijo en pleno servicio. Yo le dije: “Sí, sí, sí”. Y por supuesto a mí
se me olvidó. Y como todos, me fui a tomar una cerveza. Al otro día, cuando llegué al hotel, encontré que
se había quemado la cocina, que habían sacado a los huéspedes y que había un letrerito que decía: “Virgilio
Martínez, por favor pase por la oficina de personal”.
¿Lo botaron?
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Casi me matan, pero no me botaron, porque yo siempre cumplo.


También es sabido que a usted casi le vuelan una oreja en una cocina. ¿Cómo fue eso?
En Letuce, en Nueva York. Yo estaba encima de las sopas y se me acabó el caldo. Y en vez de traer mi
caldo y calentarlo, saqué agua de una botella y le eché a la sopa. El chef me vio y me lanzó un cenicero que
me cortó la oreja.
¿Eso cambió? ¿Ese trato criminal de las cocinas cambió? Incluso, en su restaurante hay todo un rollo
de paz y amor, casi eco-hippie.
No exactamente, pero sí ha cambiado mucho ese mundo.
¿Cómo llegó a Singapur?
El Four Seasons me mandó a trabajar en el restaurante asiático del hotel allá. Y mire cómo son las cosas,
cuando me enfrenté a las cocinas china, vietnamita, thai, dije: “A la &&%& la cocina francesa”. Encontré
que era lo mejor. Tanto que, a los tres meses, me fui a la isla Co-Phi-Phi, en Tailandia, a cocinar en
restaurantes de mochileros, a llevar una vida bien hippie, a vivir en la playa y a entender esa cocina sencilla
pero llena de sabores.
¿Cuándo decide meterle el diente, literalmente, a la cocina peruana?
Cuando volví a mi país hice parte del proyecto Café del Mar, de Gastón Acurio, que era mediterránea, pero
con toques peruanos. Era una fusión. El caso es que, sumadas mis experiencias, entendí que había algo con
la cocina peruana. Pero me volvieron a llamar de Londres, para otro restaurante y dije: “Tengo que aprender
más y luego vuelvo a lo mío”. Y así fue. No solo trabajé en Londres, sino en Francia e Italia. Estando en
esas, Gastón me llamó y me dijo: “Voy a abrir Astrid & Gastón en Bogotá y quiero que tú lo dirijas”.
¿Con qué edad llegó a Bogotá?
Con 27. Pero duré seis meses sin hacer nada porque la obra de la casa se demoró. Así que estuve rumbeando
y paseando, hasta que abrimos.
¿Por qué decide dar un salto a España?
Porque ya había leído de Ferran Adrià y quería vivir esa experiencia. Así que pasé por muchos restaurantes,
entre ellos Astrid & Gastón en Madrid, hasta que llegué al de Santi Santamaría.
Santamaría es un hito de la gastronomía mundial. ¿Qué aprendió de él?
De él aprendí a organizar una cocina. Saber hacer equipo. Los subchefs donde deben estar.
¿Cuál es el chef del que más ha aprendido?
Varios, y casi todos no son figuras. Los que me tocaron codo a codo. Los callados.
¿Cuándo nace la idea de abrir Central?
En España. Ya quería poner algo donde expresara todo lo que había visto y, sin darme cuenta, me fui
metiendo poco a poco en la idea de la cocina del Perú. Duré un año viajando por mi país, antes de abrir el
local.
¿Y cuándo encontró su lenguaje?
Cuando entendí que si quería un restaurante de innovación, tenía que investigar y eso significa caminar mi
país y eso te lleva a la identidad. Nunca me puse en la orilla del “Yo conozco la cocina clásica peruana”,
sino que, más bien, dije: “Esto es lo que vi en tal parte y creo que se puede hacer así”. Entonces la visión
se fue más allá, a lo antropológico, a lo social. Y también artística, estética. Así pues, empecé a entender
que lo bello es lo que es justo. Cuando entendí todo, dije, este es el camino.
Un proceso de investigación como el suyo lleva a un proceso de responsabilidad de cara a la realidad
de nuestros países tan jodidos, ¿o no?
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Me compromete todo el tiempo. Todos los días nos despertamos con un temor, con un miedo que va más
allá de la comida: los proveedores, los campesinos, los costos, el servicio, las reservas, los comensales.
Pero más allá de eso, nos hace pensar en para dónde va todo esto. Hacia dónde nos vamos a mover.
Y se movió a Cuzco, ¿y cómo le fue?
Ya cerré.
¿De dónde salió el dinero para montar el restaurante Central?
Esto es una hipoteca de la familia que todavía le estamos pagando a un banco.
¿Le pesa el estrellato?
A ver. Cuando me dicen que si quiero ser embajador de la marca Perú, pues ya no puedo hacer cagadas en
la calle. Y eso significa que, de repente, eres un ejemplo para cierta gente. Que lo que dices debe ser
prudente. Que lo que haces sea consecuente. Igual, siempre he sido una persona que trabaja un montón y
eso me salva.
¿Cuántos platos ha creado?
Más de 500, seguro.
¿En qué consiste su talento?
La intuición, en cuanto a agruparme y juntarme con gente. De la misma manera, en la intuición de no
juntarme con los que no me debo juntar.
¿Qué le aconsejaría a un joven que se inicia en la cocina?
Que se deje guiar por los mentores y que monte su restaurante después de muchísimos años de experiencia.
Por lo menos diez años.

Referencia de la lectura: Entrevista tomada de http://www.eltiempo.com/bocas/virgilio-


martinez-chef-de-central-en-entrevistacon-revistabocas/14737075 24 de octubre de 2014,
recuperada 20/02/2014
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Guía complementaria para el docente


1 Conceptos clave
Determinación: Capacidad para seguir intentando hacer o lograr algo que es difícil. La
determinación es un aspecto importante del desarrollo socioemocional porque hay muchos
obstáculos en la vida y, cuando se tiene determinación, se puede enfrentar los obstáculos y
continuar con las metas o sueños para el presente y el futuro.
Motivación de logro: Capacidad para orientarnos hacia el cumplimento de metas y aspiraciones.
Sería imposible cumplir nuestros sueños o nuestras metas si no tuviésemos motivación de logro
para hacerlo. Se puede desarrollar esta capacidad a través de actividades que requieren reflexionar
sobre el futuro y elaborar un plan para cumplir lo que uno se proponga.

2 Consejos prácticos para docentes y padres


Es útil discutir con sus estudiantes la idea de que su futuro no necesita ser completamente
planeado. Una persona puede cambiar sus metas, pero lo importante es que cuente con
una idea general de qué quiere, o de qué no quiere, para su futuro en esta etapa de su vida.
Es importante que los estudiantes tengan acceso a conocer historias de vida diversas y
constructivas, además de ser inspiradoras les dejan la idea de que la vida no es un camino
plano y que lo más importante es la actitud que se tenga frente a ella.
De las decisiones más difíciles a las que nos enfrentamos es decidir a qué me dedicaré.
La ayuda que se le puede dar al respecto a los adolescentes es fundamental: visita de y a
universidades e institutos, aplicación de pruebas psicotécnicas, conferencias, entre otras.
Todo esto les ayudarán a ir definiendo su camino.
Cuando el estudiante está muy desorientado, esperar un semestre o un año y planificar
qué hacer mientras toma la decisión puede ser lo mejor.

3 Preguntas frecuentes
¿Por qué es importante pensar a largo plazo?
Normalmente, los adolescentes solamente piensan acerca de cosas en el presente. Si sus
estudiantes no tienen un concepto sobre el futuro, o su vida a largo plazo, es posible que ellos
sean más vulnerables a involucrarse en actividades de alto riesgo. Es fundamental que ahora,
durante este periodo de adolescencia en el cual ellos están desarrollando su identidad, puedan
soñar sobre el futuro y crear un plan para lograr sus metas en la vida.
¿Por qué es importante planear cómo lograr metas?
Sin un plan para lograr sus metas, los adolescentes no tienen cómo saber si estas se pueden lograr
de forma realista. Por ejemplo, es posible que algunos estudiantes que quieran tener una carrera
o ir a la universidad no tengan un plan para lograrlo. Si establecen un plan de acción para cada
una de sus metas, este les ayudará a llevarlas a cabo.
¿Qué hago si un estudiante tiene metas que no son realistas?
Es posible que sus estudiantes vayan a tener ideas sobre el futuro que no son necesariamente
realistas. Por ejemplo, muchos estudiantes hoy en día quieren ser famosos, participando en
deportes nacionales o en el cine, música u otras artes. Aunque esto puede ser posible para algunos
estudiantes, la mayoría de ellos no van a serlo. En este caso, anime al estudiante a pensar en cómo
lograr esta meta y a identificar si hay obstáculos a los que podría enfrentarse en el camino.
También motívelo a pensar en metas alternativas. Es importante que el estudiante se sienta
motivado sobre su futuro, pero que, a la vez, sea realista al respecto.

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