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Introducción

El aparato auditivo es el órgano sensorial más discriminativo que poseemos estando


encargado de hacer perceptible el estímulo sonoro físico. Distingue recuencias desde los 20
a los 20.000 Hz para una intensidad inferior a 130 dB, aunque en realidad su mayor
actividad se concentra entre los 250 y 8.000 Hz.
Sin embargo, la apreciación del sonido en el hombre es una función encefálica. Es a nivel
cortical donde se interpretan los estímulos, donde se comprenden. Para que lleguen a este
extremo es necesario que los estímulos sonoros sean recogidos desde el exterior por el
pabellón auditivo, conducidos a través del CAE, transmitidos por la membrana timpánica y
la cadena de huesecillos hasta alcanzar los líquidos laberínticos donde se estimulan las
terminaciones nerviosas que transmitirán un impulso eléctrico hasta las áreas temporales.
Así pues podemos distinguir una primera fase de transmisión hasta la cóclea, una segunda
de transducción en el órgano de Corti donde la energía sonora se trasforma en estimulo
nervioso. Posteriormente una fase de vehiculización de la señal por vía nerviosa hasta los
centros corticales, y finalmente, una fase de descodificación e interpretación de la señal a
nivel cortical.

Oído Externo

El pabellón recoge las ondas sonoras y las dirige al CAE. Su angulación y situación
respecto a la cabeza desempeña un papel localizador del sonido. Se ha demostrado además
que la concha produce una amplificación de la intensidad vibratoria que llega a ser de 10 a
15 dB en las frecuencias 2.000-7.000 Hzs.
El CAE tiene desde el punto de vista audiológico una función pasiva. Permite el paso de
la onda sonora a su través, aunque los estudios efectuados por Helmholtz indican que
refuerza la resonancia de las frecuencias entre 2.000 y 3.000 Hz. Su diámetro también
influye de forma que CAEs anchos refuerzan los tonos graves mientras que los estrechos
hacen lo propio con los agudos.

Oído Medio

Trasmite la energía sonora de la membrana timpánica hasta el oído interno. La


membrana timpánica posee una capa externa epitelial, una interna mucosa y una intermedia
fibrosa con fibras en distintas direcciones (radiales y circulares) que le permiten permanecer
tensa pero flexible en estado de reposo. Según Békésy, al recibir una onda, el
desplazamiento de la membrana no es uniforme, sino que las partes más móviles son las de
las zonas medias inferiores y las más estáticas las zonas marginales. El extremo externo de
la cadena de huesecillos, el mango del martillo, se haya incluido en la membrana timpánica
y se mueve solidariamente a ella. Este movimiento es transmitido a lo largo de la cadena
osicular hasta el estribo que se conecta a la cóclea a través de la ventana oval.
El estribo no transmite de forma lineal: su movimiento es distinto dependiendo de la
intensidad del sonido. Cuando esta es moderada, se mueve según un eje transverso próximo
a la porción posterior, de forma que el borde anterior es el que más se desplaza. Si el nivel
del sonido es mayor de 120 dB el balanceo se produce en el eje longitudinal de la platina de
forma que el desplazamiento de líquido es menor. De esta forma se trasmite la onda sonora
desde un medio aéreo a uno líquido pasando a través de uno sólido (emparejamiento de
impedancias).
-1-
Normalmente las ondas sonoras al cambiar de medio se reflejan en un porcentaje de
hasta el 99,9%.

En el oído esto se evita gracias al mecanismo de amplificación que existe en el mismo


basado en:
 El diámetro del tímpano es mucho mayor que el de la platina del estribo (17:1).
 Con los brazos de palanca del mango del martillo y de la rama larga del yunque se
consigue un coeficiente de amplificación de aproximadamente 3 dB.

Al final la relación de amplificación aumenta lo recibido por lo que se consigue un valor


teórico de 25-30 dB, es decir el coeficiente de transmisión llega a ser un 46%, aunque en
algunos mamíferos es claramente mayor (74% en el gato). Sin embargo la cadena de
huesecillos no constituye la vía de transmisión única del sonido hacia la cóclea. Una vía
muy importante aunque secundaria, es la ósea. Un ejemplo ráctico de ella es la sensación de
extrañeza que nos causa el oír nuestra voz en un agnetófono. Se debe a que la frecuencia
principal permanece invariada, pero los armónicos acompañantes varían porque faltan los
que se transmiten por vía ósea.
Una vez que la onda de presión sonora llega a los líquidos laberínticos, su transmisión
es posible gracias al juego de ventanas (oval/redonda) que vibran en oposición de fase y
compensan así la incompresibilidad de los líquidos laberínticos.

Oído interno

El oído interno es parte de una cavidad irregular del hueso temporal que recibe el
nombre de laberinto óseo y comprende el vestíbulo, el caracol y los canales semicirculares.
Sus paredes están formadas por hueso recubierto de epitelio y contiene un líquido acuoso
parecido al líquido amniótico. Gran parte del espacio interior está ocupado por un sistema
de finos conductos y sacos que constituyen una segunda capa, de paredes tapizadas por
tejido conectivo blando, llamado laberinto membranoso. La porción del laberinto óseo que
sigue a la ventana oval se denomina vestibulo, que a su vez está dividido en dos partes, el
utrículo y el sáculo. Mientras la base del estribo cubre casi completamente la ventana oval,
la ventana redonda se halla recubierta por una delgada membrana de tejido conectivo. Un
estrecho canal conduce del sáculo al conducto coclear, situado en el interior del caracol. El
conducto coclear, también conocido como caracol membranoso, forma una espiral de dos
vueltas y media de tejido conectivo que sigue el desarrollo de la espiral ósea del caracol.
El laberinto está inervado por el nervio auditivo -octavo par craneal- que en su
interior se divide en dos ramas: el nervio coclear, que es el nervio vinculado a la audición, y
el nervio vestibular, que pertenece al sentido del equilibrio.
En la porción central del laberinto están los canales semicirculares poseen células
receptoras y cristales de calcio que responden a la gravedad y a la aceleración, informando
al cerebro sobre la posición y el movimiento de la cabeza. Son tres conductos
semicirculares orientados en cuadratura según las dimensiones espaciales. Al mover la
cabeza se producen movimientos relativos entre el líquido y los cristales de calcio en
suspensión que estimulan a las células sensibles que tapizan el tejido interior de los canales.
Así, además las estructuras propias del sentido de la audición, el laberinto óseo contienen
también los órganos del sentido del equilibrio.
El tamaño de los elementos del oído interno es extraordinariamente pequeño. La base
del caracol mide menos de 9 mm y el diámetro del conducto que forma la cóclea es de
alrededor de 1 mm en su parte media, estrechándose a medida que se acerca al vértice. En
su interior, el conducto coclear -o scala media- es aún más pequeño, ya que la cóclea está
dividida en tres partes o scalas. La membrana basilar sigue la forma en espiral de la cóclea y
forma el piso del conducto coclear. En su desarrollo describe dos vueltas y media y,
totalmente extendida, mide alrededor de 35 mm de largo.

En la membrana basilar se encuentra el órgano de Corti, que contiene las células


ciliadas responsables de convertir las vibraciones mecánicas en impulsos nerviosos. Durante
mucho tiempo se creyó que la cóclea era únicamente un órgano receptor que procesaba las
señales acústicas para transformarlas en potenciales eléctricos e impulsos nerviosos. Hoy
sabemos, gracias a numerosos estudios, como los de Kemp y Zwicker, que también posee
propiedades motoras que le otorgan la capacidad de actuar sobre las señales que llegan
desde el exterior.

Fisiología de la cóclea

El movimiento de la cadena de huesecillos del oído medio se aplica a través del estribo
a la ventana oval. Como el laberinto está lleno de líquido y sus paredes son óseas, el
conjunto resulta prácticamente incompresible. El movimiento del estribo sería poco menos
que nulo de no existir la ventana redonda, que permite que el volumen de líquido en la
cóclea se mantenga constante y que, por o tanto, se compensen exactamente los
movimientos netos de la ventana oval y de la ventana redonda. La energía acústica llega
entonces a la cóclea que está dividida en tres compartimientos. La scala tympani comienza
en la ventana oval y está llena de perilinfa, un líquido rico en sodio. La scala vestibula nace
en la ventana redonda y se comunica con scala tympani a través de una abertura, el
helicotrema, que permite el paso del líquido perilinfático en el extremo superior o apex del
caracol. Entre ambos conductos se encuentra la scala media o conducto coclear, que está
aislado de los anteriores por la membrana basilar y por la membrana de Reissner y que
contiene endolinfa -un líquido viscoso rico en potasio. Como la membrana de Reissner es
muy liviana y delgada no actúa mecánicamente sobre el movimiento de los fluidos
cocleares. Su función principal es la de separar la endolinfa de la perilinfa para mantener
una diferencia de potencial eléctrico de unos 80 mV entre ambos medios.

La membrana basilar es una membrana elástica en la que se ubica el órgano de Corti.


Posee alrededor de 3.500 células ciliadas internas dispuestas en una fila y de tres a cinco
filas con aproximadamente 25.000 células ciliadas extemas en cada oído. Tal como
veremos, las células internas son aferentes -envían información al cerebro a través del
nervio auditivo- y las células externas son eferentes -reciben impulsos nerviosos desde el
cerebro. La membrana tectória cubre las estereocilias de las células ciliadas ayudando a su
excitación mecánica.
Órgano de Corti

El órgano de Corti es una compleja estructura compuesta, entre otros elementos, por
células nerviosas transductoras, células de soporte y fibras nerviosas.
Las células ciliadas son neuronas altamente especializadas y se disponen en dos arcos
separados por el túnel de Corti. En el arco exterior se agrupan unas 25.000 células ciliadas
externas, cada tina con cerca de 140 estereocilias interconectadas En el otro arco hay cerca
de 3.500 células ciliadas internas, cada una con alrededor de 40 estereocilias
interconectadas. La membrana tectórea cubre las células de Corti y se sabe que entra en
contacto con las estereocilias de las células externas, pero actualmente se discute si también
lo hace con las de las células internas.

Las células de soporte proveen apoyo estructural y metabólico a las células ciliadas. Se
pueden dividir en dos grupos: el de las células con filamentos y microtúbulos que controlan
la rigidez de la membrana basilar y que son en parte responsables de la distribución espacial
de la frecuencia de resonancia a lo largo de la membrana, y el de las células que poseen
orgánulos capaces de sintetizar las proteínas y de transportar los iones necesarios para el
metabolismo del órgano de Corti.

El órgano de Cortí se vincula con el sistema nervioso central por medio de dos tipos de
fibras nerviosas: las aferentes llevan información desde el oído interno hacia el cerebro y las
eferentes lo hacen en el sentido contrario, desde el cerebro hacia el oído interno. Existen dos
tipos de fibras aferentes. Las del tipo 1 constituyen el 95% del total y contactan únicamente
a las células ciliadas internas, mientras que las del tipo 11 -el 5% restante- se conectan con
las células ciliadas externas. Cada célula interna se comunica con alrededor de 20 neuronas
aferentes de tipo I y cada neurona aferente de tipo II se reparte entre varias células ciliadas
externas. En cambio, las fibras eferentes que parten del cerebro se conectan sólo con las
células cilíadas externas, aunque algunos investigadores suponen que pueden también
actuar, aunque indirectamente, sobre las células internas.
El punto de contacto a través del cual la información pasa de una neurona a otra se
denomina sinapsis. La sinapsis entre una célula ciliada y una fibra aferente se caracteriza
por un adelgazamiento de la membrana celular y la presencia de pequeñas vesículas en la
célula ciliada que contienen las sustancias químicas necesarias para transmitir la señal. Por
el contrario, en la sinapsis entre una fibra eferente y una célula ciliada las vesículas se
encuentran en la fibra transmisora.

Morfología de las celulas ciliadas

Las células ciliadas pueden agruparse en internas y externas, con marcadas diferencias,
estas están al servicio de dos acciones diferentes, conocidas hace ya dos décadas: las CCIs y
las CCEs actúan como transductores mecano-eléctricos del sistema auditivo mientras que
las CCEs actúan además, como transductores electro-mecánicos, es decir como células
motoras.
Las CCEs responden a cambios de potencial cambiando su longitud. La fuerza
generada por ellas es capaz de alterar los delicados mecanismos cocleares incrementando la
sensibilidad auditiva y la selectividad de las frecuencias. Según Nobili et al. (1998) cada
frecuencia seleccionada se resalta con un efecto mecánico equivalente a las inhibiciones
laterales de las estructuras neurales, estos procesos son explicados por el interjuego de
interacciones hidrodinárnicas entre las diferentes particiones cocleares y el efectivo
comportamiento no-lineal de estas células motoras.

Células ciliadas intemas (CCIs)

Estas células tienen el cuerpo globuloso, con sus estereocilíos ordenados linealmente sin
hacer contacto con la superficie inferior de la membrana tectoria. La porción basal de las
CCIs hacen sinapsis directamente con las fibras aferentes que proyectan al sistema nervioso
centraL Las fibras nerviosas y las células de soporte rodean la superficie basolateral de
forma que la CCI no hace contacto con la membrana basilar. Estas células poseen uniones
estrechas (tight junctions) a nivel de la lámina reticular, con las células de soporte (células
del pilar interno y falángicas internas). Su superficie apical está separada de las otras CCIs,
por células de soporte. Sin embargo, las CCIs contactan con sus vecinas en las zonas en
donde el cuerpo se ensancha a nivel del núcleo. Por lo tanto cabria la posibilidad de una
comunicación directa entre ellas, pero aún no ha sido encontrada.

Células ciliadas extemas (CCEs)

Estas células son alargadas y cilíndricas con el núcleo en situación más basal. De
menor diámetro que las células ciliadas internas, su superficie apical contacta con las
células de soporte mediante uniones estrechas (tight junctions) y uniones adherentes
(adherens junctions). Cada CCE está envuelta en su base por una célula de Deiters que
presenta una prolongación alargada que forma parte de la lámina reticular. A diferencia de
las CCIs, las CCEs tienen libres sus superficies laterales que sólo contactan con el fluido
circundanté. Esto imposibilita la comunicación directa entre ellas pero, no obstante, facilita
su función contráctil. Sin embargo, pueden estar acopladas a células de soporte a través de
uniones de hendidura (gap junctions). Actualmente hay evidencias funcionales
controvertidas acerca de la existencia o no de conexiones eléctricas.
Los estereocilios de las CCEs están ordenados en "W" y graduados en altura siendo
más largos y finos que los de las CCIs de la porción de la cóclea equivalente. Los
estereocilios de las hileras más alargadas están unidos firmemente a la membrana tectoria y
en su porción basal terminan en un cono proyectado a mitad de camino de la placa cuticular
que aparece como una malla más organizada que a nivel de las CCIs. Las CCEs presentan
densas bandas longitudinales asociadas con microtúbulos, vesículas de membrana y
mitocondrias, entre la placa cuticular y el núcleo. Encima del núcleo el citoplasma es
relativamente homogéneo con ribosomas, mitocondrias y retículo endoplásmico. Debajo del
núcleo hay abundantes microfilamentos y microtúbulos.
En la base de las células se observan las sinapsis aferentes y eferentes. Se piensa que
las señales neurales desde el sistema eferente producen cambios que modifican las
propiedades mecánicas de las CCEs influyendo en la mecánica de la membrana basílar.
Existen receptores de membrana para la acetilcolina y el ácido gama amino butírico
(GABA) en la base de las CCEs (Canlon et al., 1989; Zenner et al., 1989), sin embargo la
acción del sistema eferente sobre las CCEs no es aún conocida.

Las CCEs se asientan en la porción de membrana basilar no soportada por hueso, por
lo tanto esta región del órgano de Corti tiene movimientos significativos durante los
estímulos vibratorios. Esto implica que las células de soporte deben resistir las fuerzas
mecánicas producidas por estos estímulos. Esta rigidez estructural está reforzada por
microfilamentos y microtúbulos entre las células.

La cóclea es el órgano en el que se produce la transducción de las señales acústicas en


neurológicas. El análisis de las frecuencias del sonido se realiza aquí manteniéndose la
distribución a lo largo del resto de la vía acústica. La función coclear puede ser dividida de
Forma académica en tres aspectos:

Macromecánica: Describe el movimiento de los líquidos y las membranas considerados


como un sistema dinámico.

Micromecánica: Describe la función del órgano de Corti, células ciliadas y membrana


tectoria.

Transducción: Respuesta electroquímica de la célula ciliada ante los movimientos de la


membrana basilar.

Macromecánica Coclear

La onda transmitida por el estribo llega a la ventana oval, provoca un movimiento de la


perilinfa que recorre la rampa vestibular, sigue por la timpánica y termina con la proyección
hacia el oído medio de la ventana redonda que vibra en oposición de fase con la primera.
Esto hace que las membranas de la cóclea adquieran un movimiento ondulatorio sincrónico
con la frecuencia del estímulo.
El modelo de Békésy presenta la membrana basilar como un analizador mecánico de
frecuencias repartiéndolas de forma topográfica (Tonotopia). Postula que la membrana de
Reissner y la Basilar, como consecuencia de la onda de presión sonora, se mueven
solidariamente con movimientos ondulatorios desde la base hasta el apex, de forma que el
aumento de la amplitud es gradualmente creciente hasta un determinado punto dependiente
de la frecuencia del sonido a partir del cual dicha amplitud disminuye (más cerca de la base
de la cóclea para frecuencias altas, y cercanas al apex para las más bajas). Esto se explica
por las características de la membrana basilar pues su rigidez disminuye de la base al
vértice, al contrario que lo hace su anchura. Realiza pues un primer análisis de la onda
sonora consiguiendo que cada frecuencia realice el máximo desplazamiento en un punto
concreto. Posteriores estudios han demostrado que el punto de excitación tiene mayor
precisión a intensidades cercanas al dintel auditivo, lo que implica un comportamiento no
lineal de la membrana y una mayor selectividad a estas intensidades.
Sin embargo este modelo no explica completamente todos los fenómenos auditivos. No
determina como se hace el análisis de los sonidos en cuanto a duración y frecuencia de los
estímulos.

Tampoco explica porqué si se lesiona selectivamente una zona coclear determinada se


produce una hipoacusia predecible solo en el caso de las frecuencias agudas, pero en las
graves no existe una correspondencia tan fiel (la pérdida en la zona basal es más crítica y
más específica que la de la zona apical). Y por último queda también sin justificación que
cuando la cóclea se excita por una onda sonora, lo hace en una zona extensa de la misma
afectando a muchas frecuencias a la vez, lo que no es compatible con la discriminación real.

Micromecánica Coclear

A pesar de que el mecanismo intrínseco por el que se produce la transformación de la


onda viajera en potenciales eléctricos en la cóclea se desconoce, es en esta micromecánica
coclear donde reside el “quid” de la audición. Hasta ahora han sido formuladas numerosas
subhipótesis que poco a poco se han ido ensamblando a los pequeños, pero importantes
descubrimientos, para conformar el modelo que actualmente tiene más credibilidad.
Efectuando un pequeño recuerdo histológico sabemos que el órgano de Corti contiene dos
tipos de células neurosensoriales: las células ciliadas internas (CCI) y las células ciliadas
externas (CCE) que junto a las células de soporte (Deiters) forman el túnel de Corti.
La membrana tectoria descansa, sobre los cilios de las células ciliadas externas del órgano
de Corti. Al producirse el movimiento de la membrana basilar, la tectoria actúa flexionando
sus estereocilios a modo de cizalla. Si esto se produce en dirección al kinocilio (hacia la
estría vascular) causa una despolararización de la CCE. La activación de estas células
ocasiona la contracción de las fibras de actina que contienen, aproxima la membrana
tectoria a la basilar selectivamente en el lugar de excitación, flexiona y despolariza los
estereocilios de un pequeño número de CCI amplificando la vibración en la región. En
consecuencia las CCE generan vibración que sostiene y amplifica la onda viajera, y dan
como resultado un punto de excitación más agudo y alto, más puntual y concreto, de las
CCI.
La mayoría de esta amplificación se suma a la onda viajera, pero una parte se escapa
produciendo lo que se han denominado Otoemisiones Acústicas (OEAs) que retroceden
llegando a mover el tímpano. Las OEAs son pues pequeños sonidos (a veces de hasta 30
dB) producidos por el movimiento timpánico en respuesta a vibraciones procedentes del
interior de la cóclea, en concreto de las CCE. Si se produce una injuria a la cóclea (oídos
enfermos), la onda se decrementa muy rápidamente, lo que hace decrecer la calidad y
aumentar el umbral auditivo. Las cócleas sanas crean vibraciones internas a partir de las
células ciliadas externas que se convierten en sonido, mientras que las enfermas no lo
hacen. Por tanto la capacidad coclear para generar sonidos está íntimamente ligada con su
capacidad para detectar los mismos. Esto ha hecho que, la teoría de la onda viajera
propuesta por von Békésy hace años con un carácter puramente mecánico, hoy día parezca
adaptarse más a oídos cofóticos que a sanos.
Transducción

El proceso de activación celular tanto en las CCI como en las CCE, denominado
transducción mecano-eléctrica por convertir la energía mecánica del sonido en energía
eléctrica, se produce gracias a que el movimiento ciliar abre unos canales iónicos poco
selectivos para el K+ que existen en la región apical de los estereocilios, en la bicapa lipídica
que forma la membrana de las células ciliadas, produciéndose una entrada masiva de este
ión al interior celular gracias al gradiente creado por su enorme abundancia en la endolinfa
(140-145 mEq/1) y, probablemente también, en la membrana tectoria. Es una excepción el
hecho de que la entrada de K+ active las células ciliadas auditivas y vestibulares, ya que el
resto de las células del organismo se activan sólo por la entrada de Na +. La amplitud del
potencial depende del grado desplazamiento.

La despolarización de las células ciliadas internas (diferencia de potencial conseguida


por el intercambio iónico acontecido) provoca la apertura de canales de Ca+ voltaje-
dependientes que facilita la liberación de su neurotransmisor (glutamato). El glutamato
liberado a la hendidura sináptica por estas células incide sobre un complejísimo sistema de
receptores postsinápticos (receptores NMDA y QUIS-AMPA) y provoca la despolarización
de las fibras aferentes de tipo I y la generación de un potencial de acción, iniciándose la vía
auditiva ascendente.
En este recorrido las fibras colaterales de las neuronas de los núcleos cocleares
estimulan a las neuronas de la oliva superior lateral. Los axones de estas neuronas,
constituidas en sistema eferente lateral, proyectan sobre las neuronas auditivas tipo II
realizando un papel de control o modulación del receptor auditivo. Este sistema presenta
sinapsis con vesículas claras que contienen ACh, GABA, dopamina, serotonina y
neuropéptidos (encefalínas, dinorfinas y calcítonin-gene-related-peptide). Cada una de estas
fibras podría contener varios neurotransmisores, aunque esta diversidad de substancias
podría corresponder a la presencia de varios tipos de neuronas.
Los fenómenos eléctricos que acontecen durante la estimulación pueden ser medidos
colocando un electrodo en la rampa timpánica y otro en la vestibular. El primero de ellos en
ser observado es el potencial microfónico. Se trata de una actividad eléctrica sin latencia
que reproduce la frecuencia del estímulo. El segundo es el potencial de sumación y no es
más que un cambio en la línea de voltaje. Ambos originados en las CCE, son registrados
simultáneamente, y varían considerablemente en una determinada localización de la cóclea
cuando cambia la frecuencia del estímulo, correspondiendo su máxima amplitud con el
punto más alto de la onda viajera. Aunque se especula mucho sobre cual es su papel, no se
conoce en la actualidad, y se hipotiza que son el reflejo de los acontecimientos
intracelulares que tienen lugar en la zona de los cilios y los de la zona sináptica (en
consonancia con las teorías neurofisiológicas que admiten que la liberación de un
neurotransmisor químico en la célula nerviosa es causada por un cambio de voltaje en el
área presináptica. Otros autores afirman que se produciría a consecuencia de la transducción
e indicaría la actividad del receptor pero sin participar en el proceso.

En resumen, las CCE no son por tanto células neurosensoriales, sino células
contráctiles con capacidad para variar la rigidez de sus cilios en respuesta a instrucciones
recibidas por las fibras eferentes, que desempeñan una función de amplificador de las
vibraciones, y de filtro, que permite la discriminación de las frecuencias antes de su
transmisión a las CCI. Son pues una conexión mecánica modulable entre la membrana
basilar y la tectoria. Bajo las condiciones de estimulación normal, las CCE no son capaces
de codificar los mensajes auditivos en dirección al cerebro. Las aferencias nerviosas
conectadas a las CCE podrían informar solamente a los centros nerviosos de la actividad
mecánica de las CCE, o bien, en caso de una estimulación muy intensa, servir como sistema
de alarma. Las CCE tornan la audición fuerte y clara. Su completa desaparición implica una
hipoacusia y una pérdida de las propiedades de discriminación de la frecuencia.
Por el contrario, las CCI representan las verdaderas células neurosensoriales de la
cóclea. Permiten de hecho, la transducción de la excitación mecánica en mensaje nervioso
que el cerebro puede interpretar. La desaparición de las CCI determina una sordera
profunda.
Bibliografía

 Basso, Gustavo; Percepción Auditiva. Nuevos Enfoques.; Pag 30-46. UNQ,


Quilmes, 2000
 Robles, L. (2001). Respuesta mecánica y amplificación coclear. En: La cóclea.
Fisiología y Patología, ed. by H. Suárez & R. A. Velluti, Ediciones Trilce,
Montevideo, Uruguay, pag. 39-58.
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 Gonzalo de Sebastián, Fisiologia, Audiología práctica. Pag. 11-24 , 5º edición, 1999.
 Dr. Torrico Román, Dr. Montero garcía, Fisiología de la audición, ponencia oficial
de la sociedad extremeña de o.r.l. “detección precoz de sorderas”, Capitulo 4.
FACULTAD CIENCIAS DE LA REHABILITACIÓN
ESCUELA DE FONOAUDIOLOGÍA

SEMINARIO:
FISIOLOGÍA DE LA AUDICIÓN

NOMBRE: SERGIO QUINTANA MÉNDEZ


Índice

Introducción 1

Oído externo 1

Oído medio 1

Oído interno 2-3

Fisiología de la cóclea 3

Órgano de Corti 4-5

Morfología de las células ciliadas 5

Células ciliadas intemas 5

Células ciliadas externas 5-6

Macromecánica Coclear 6-7

Micromecánica Coclear 7-8

Transducción 9-10

Bibliografía 11

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