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Conocer las normas del buen oyente y el buen hablante, te ayudará a comprender
cómo funciona la comunicación.
Tenemos dos oídos y una boca. Se dice que nada es casualidad y no hay por qué
pensar que esto lo es. Hay quienes aseguran que si se tienen dos oídos es porque
hay que prestar el doble de atención a lo que se escucha, además de que quizá
sea imprescindible escuchar en dos direcciones, valga decir: a los opuestos.
A continuación vamos a explorar las normas, que son un mapa de reflexión sobre
cómo podemos hacer de esos dos actos, tan cotidianos y entrelazados, actos de
plena consciencia, que nos permitan una comunicación efectiva, lo que traduce: una
adecuada herramienta de relación con los otros.
Cabe anotar que escucharnos y hablar va más allá del uso de los oídos y la boca,
se hace con todo el cuerpo, y aquí la mente y las emociones juegan un papel crucial.
Parece simple. Escuchar es prestar atención plena a lo que el otro está diciendo.
No se trata de que los oídos funcionen, se trata de estar presente con tu mente y tu
corazón cuando alguien está hablando.
Mirar es demostrar interés en el otro. Es difícil hablar cuando quien nos escucha
mira a otro lado, es como si nos dijeran sin palabras: “no me importa lo que tienes
para decir”
Las interrupciones cuando una persona está hablando son el tipo de lenguaje
corporal que dice: “cállate” o “lo que yo tengo para decir es más importante que lo
que estás diciendo”, es invalidar el mensaje que el otro tiene para entregarte.
Esto viene hilado a lo anterior. El discernimiento es lo que nos permite darnos cuenta
cuándo una idea ha sido expuesta ya de manera completa, para lo que hay que estar
atentos.
Un gesto, un “Ajá”, un “claro”, o un “te entiendo”, son una puerta abierta del otro lado
que indica a quien habla que su palabra entra, se procesa y regresa, como un eco
que devuelve un: “estoy aquí”.
7. No ofender al hablante
Una de las cosas que más puede dañar la comunicación es una ofensa. Que el otro
exprese una idea no debe ser motivo de ataques, aunque se piense diferente.
El prejuicio es suponer que mis valores deben ser los mismos de la persona que
habla. Cuando lo juzgo bajo mi perspectiva estoy impidiendo que el otro sea libre de
ser quien es frente a mí.
“Los ojos son el espejo del alma”, mirar a los ojos es comunicación entre almas.
Para que los otros nos puedan entender es fundamental una adecuada vocalización,
sino el otro se la pasará tratando de adivinar lo que queremos transmitir.
Los abuelos decían: “No es Miguelito sino el tonito”. Las emociones modulan el tono
de la voz. Hay que prestar atención a esto: Podemos decir algo como: “tranquilo”,
pero el tono habla de la guerra que hay dentro.
El acto de comunicarnos es doble vía. Hay que leer en el entorno cuando estamos
fatigando a los demás con nuestros monólogos y permitir que lleguen los ecos.
El tono, la ausencia de juicio y lo oportunas de las opiniones son las claves de esta
norma.
Esto es cuestión de aprender a usar los mismos códigos del otro, sin pretender
ofensas.
También aquí es importante conocer los códigos del otro. Usar un lenguaje técnico
de nuestra profesión frente a un niño o una persona sin educación es asegurarse de
que el mensaje no llegue.
Vuelve y juega la llave de oro de la postura: se habla de cuerpo entero, que así
como la boca es una, el cuerpo esté alineado con el mensaje que se da.
Nota: para comprender con literatura lo que es un buen oyente les recomiendo los
primeros capítulos de Momo, una novela de Michael Ende.